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Érase una vez una hermosa familia de jirafas que vivía en las vastas llanuras de la
sabana africana. El papá jirafa, llamado Jamal, era conocido por su gran altura y su
elegante cuello. La mamá jirafa, llamada Amani, era conocida por su gracia y su
amabilidad. Y su pequeño hijo, llamado Kito, era un jirafita lleno de curiosidad y
entusiasmo.
Un día, mientras la familia se alimentaba en las orillas del río, Kito notó que había
un grupo de leones acechando cerca. Asustado, se acercó a sus padres y les contó
lo que había visto. Jamal y Amani, con su experiencia, sabían que era peligroso
acercarse a los leones, así que tomaron la decisión de alejarse y buscar otro lugar
seguro para alimentarse.
Amani agregó: "Además, nunca olvides que siempre estaremos aquí para apoyarte
y ayudarte a alcanzar tus sueños. Juntos, superaremos cualquier obstáculo que se
nos presente".
Con estas palabras de aliento, la familia jirafa continuó su viaje por la sabana. Kito
se dio cuenta de que no importaba su altura, sino lo que llevaba en su corazón y la
confianza que tenía en sí mismo.
A medida que pasaba el tiempo, Kito descubrió que su pequeño tamaño era una
ventaja. Podía meterse entre la espesura de los arbustos y encontrar plantas
deliciosas que sus padres no podían alcanzar. Aprendió a ser ingenioso y a buscar
soluciones creativas para resolver problemas.
Un día, mientras jugaba en la sabana, Kito se encontró con una jirafa bebé que
estaba asustada y perdida. Usando su agilidad y su habilidad para moverse
rápidamente entre los árboles, Kito pudo guiar a la pequeña jirafa de regreso a su
manada.