Plata (1984) y Doctor en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes (2009). Ha realizado estudios de postgrado en Madrid y Barcelona, en el área Teoría e Historia de la Arquitectura. Es Profesor Titular e investigador de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha sido docente de la Universidad Nacional de La Plata, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Torcuato Di Tella (Argentina). Ha sido Guest Lecturer y Visiting Researcher de la Graduate School of Design, Harvard University. Se ha especializado en temas de historia de la arquitectura y relativos a la relación entre arte y disciplinas proyectuales. Su actividad se ha visto reflejada a través de un número significativo de publicaciones y proyectos de investigación. Ha sido editor de varios libros y ha escrito artículos en medios editoriales de Argentina, Chile, España, Francia, Italia, Estados Unidos, Uruguay, Japón y Croacia. Sus ensayos han sido recopilados en los libros “Palabras cruzadas” (Buenos Aires, Sociedad Central de Arquitectos, 2017).
El juego de los opuestos
Reelaboración de lectura, por Franco Vacas .
Se trata de un ensayo donde el autor hace un análisis de la obra del Arquitecto
chileno Smiljan Radic (1965), tomando como punto de partida la idea de que existen, muchas veces en la arquitectura, pares antagónicos, contradicciones que conviven mutuamente dentro de los proyectos. Crispiani afirma que “Radic se mueve entre estos pares con libertad, sin tomar partido decididamente por ninguno de los extremos”. Dice que en su arquitectura “esos pares contrarios conviven dentro de un mismo ejemplo […] entregándose a un juego de los opuestos que no intenta llegar a ninguna síntesis y que desafía al lenguaje escrito y a las categorías ordenadas del pensamiento…” Llega a la conclusión de que la arquitectura en general, incluida también la de Radic, tiene la capacidad de reunir cosas que para el pensamiento humano pueden ser incompatibles, otorgando al proyectista mucha libertad.
Para sustentar su exposición, a lo largo de la misma Crispiani ejemplifica con
diversas obras construidas por el arquitecto chileno, efectuando su análisis acompañado de sus fotografías y/o su planimetría. Continuando con la caracterización de la arquitectura de Radic, el autor la encuentra “particularmente despejada y directa, basada en decisiones formales nítidas y articuladas”, mientras que sin “comprometer ni la eficiencia técnica ni la utilidad […] sacude los sentidos y los conceptos” sin “complejizar la forma para ello”. Además, entiende que estos pares opuestos no son independientes, sino que se hallan interrelacionados entre sí. Por otro lado, Crispiani identifica la existencia de determinados temas que ve recurrentes en la arquitectura de Radic, proponiéndose profundizar particularmente en tres de ellos, a los cuales llamará “caminar en círculos”, “objetos como habitantes” y “cómo desaparecer completamente”. El primero de estos temas surge a partir de observar varias casas diseñadas por Radic cuya planta se organiza en torno a un elemento central, que puede ser un patio o una escalera, provocando así un recorrido circular de las mismas. El autor atribuye ciertas virtudes a este modo de componer el espacio, afirmando que se “reducen o condensan las circulaciones” y que se “hacen equidistante del resto de los espacios ya sea la entrada de aire y luz o la salida a la terraza o la puerta de acceso.” Se pregunta si esta configuración puede ser considerada como un “principio de eficiencia en el armado de las circulaciones”. Afirma que la concentración y la repetición de las acciones y los recorridos que esto conlleva, van de la mano con la vida doméstica.
El segundo tema aborda la idea de la arquitectura de Radic como un “estuche”
de cosas, donde los muebles y los objetos domésticos suelen tomar cierta “nitidez”. Dice Crispiani: “Más que pensar el espacio en relación con ellos, simplemente se los deja habitar, se los rodea, en la mayoría de los casos, de abundante aire. […] los objetos parecen instalarse cómodamente, reclamando ellos también espacio y un protagonismo comparable, o a veces mayor, al de los propios habitantes.” Lo mismo opina el autor sobre los elementos de arquitectura que utiliza Radic, los cuales “parecen por momentos autonomizarse, ser ellos también habitantes o al menos adquirir una libertad propia, que va más allá de la utilidad o de su inserción como una parte más en el conjunto total de la obra.” Finalmente, el tercer tema trata sobre la relación entre la arquitectura de Radic con la destrucción y sus variantes, especialmente en el contexto chileno, donde la amenaza sísmica se halla siempre latente. En este sentido, los diseños del arquitecto chileno muchas veces parecen desafiar las leyes de la física y se erigen con cierto tono irónico y provocador frente a la mencionada amenaza. Es tal la soltura y desparpajo con los que concibe Radic su propia obra, que muchas de ellas han terminado siendo destruidas por él mismo, sin buscar hacer de esa destrucción un espectáculo, como tampoco lo es su construcción.