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La pedagogía

y el liderazgo de Jesús
HOY

E La pedagogía y el liderazgo de Jesús H O Y


ducamos para que la voz de
nuestra propia consciencia,
la capacidad de re-ligación,
para ser con otros comunitariamen-
te, sea una explicitación del segui-
miento de Jesús como respuesta de
solidaridad y reconciliación frente
Pedro Trigo, SJ y Fabricio Alaña, SJ - Editores
al sufrimiento ajeno.
La pedagogía
y el liderazgo de Jesús
HOY

Editores
P. Pedro Trigo SJ y P. Fabricio Alaña SJ

La pedagogía y el liderazgo de Jesús hoy

© 2022, Pedro Trigo, SJ


© 2022, Fabricio Alaña, SJ

Red Educativa Ignaciana REI - Ecuador


Hernández de Girón N35-121 y Av. República
+593 2 2247 982 Ext. 104
@RUEI. Ecuador
www.jesuitas.edu.ec

Impreso por Imprenta Ideaz


Impreso en Quito, Ecuador
Enero, 2023
Tiraje: 500 ejemplares

Editores: Pedro Trigo, SJ y Fabricio Alaña, SJ


Coordinación gráfica y diagramación: Lucía Estrella Terneus
Ilustración de portada: Cerezo Barredo

Se permite la reproducción total o parcial de este libro y su tratamiento infor-


mático o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por
registro u otros métodos con el permiso previo y por escrito de los editores.
ÍNDICE

Dedicatoria.........................................................................7

Presentación
P. Carlos Ignacio Man Ging, SJ..............................................9

INTRODUCCIÓN
Introducción para pensar
la pedagogía y el liderazgo de Jesús
P. Fabricio Alaña E, sj................................................................13

• Valentina y el humanismo cristiano hoy................................... 9


• El relato de Valentina................................................................ 16
• Frases importantes..................................................................... 18

CAPÍTULO 1
La pedagogía de Jesús para enseñarnos
a vivir con sentido y su liderazgo
como estilo de vida
P. Pedro Trigo, SJ.........................................................................19

• Los evangelios son la fuente del conocimiento


de Jesús de Nazaret................................................................... 21
• Primacía del seguimiento.......................................................... 21
• Referencia fundante ................................................................. 22
• La gente percibe que Jesús habla con autoridad....................... 24
• Con el lenguaje de la cotidianidad dice algo inédito................. 25
• Era para los demás desde su ser con ellos................................. 30
• No excluía................................................................................. 32

3
ÍNDICE

• Cómo reaccionó al saber que habían decidido su muerte..........32


• La lección definitiva...................................................................33
• Frases importantes de este capítulo............................................35
Bibliografía..........................................................................36

CAPÍTULO 2
Necesidad de un nuevo liderazgo
humanizador que se oriente a construir
un mundo más justo y sin violencia,
En el contexto que estamos viviendo
Antonio Pérez Esclarín..........................................................37

1. Liderar para transformar: El liderazgo de servicio..................37


1.1. Hacia un nuevo liderazgo.................................................45
1.2. Características del liderazgo de servicio...........................49
2. Liderazgo versus gestión en el campo educativo....................52
3. Liderazgo de Jesús y rasgos pedagógicos esenciales..............56
3.1 Jesús era un Maestro que hablaba con autoridad
(no como los maestros de la ley):
Pedagogía del testimonio.................................................61
3.2 Enseñó con total libertad y creatividad, superando
la doctrina, tradiciones e instituciones de su época:
Pedagogía liberadora y creativa.......................................63
3.3 Acogió con cariño a todos y los aceptó
con sus experiencias, saberes y preocupaciones:
Pedagogía del amor y de la inclusión..............................69
3.4 Utilizó la pregunta y la parábola para provocar
la reflexión y el discernimiento: Pedagogía crítica..........75
3.5 Invitó al seguimiento, al cambio de corazón, pero
siempre respetó las decisiones personales de cada uno:
La Pedagogía del respeto y de la libertad. ......................81

4
ÍNDICE

Concretando nuestra propuesta...............................................83


Frases importantes de este capítulo.........................................83
Bibliografía..........................................................................85

CAPÍTULO 3
Los rasgos de jesús como clave
de lectura para el maestro ignaciano
del siglo xxi
Vilma Reyes Duarte...................................................................87

1. En medio del desierto acudimos a un llamado


para mirarnos a los ojos y abrir los oídos a la escucha:..........88
2 . Conociendo el corazón de Jesús:
Con los pies descalzos. Sin hacer ruido..................................95
2.1. ¿Por qué la escuela de hoy necesita
permearse de la humanidad de Jesús?............................100
2.2. Los rasgos del Jesús maestro que hoy pueden resonar
para la educación Ignaciana...........................................108
2.3. Recargarse del amor de Dios
para poder amar sin límites............................................113
2.4. ¿Cómo sucede la acción de Dios en nosotros?
Una invitación a despertar.............................................115
2.5. Mirando el rostro concreto de las personas:
Una respuesta a la llamada, un ejercicio de acogida,
cercanía y acompañamiento...........................................117
2.6. Educamos para transformarnos
e ir al mundo y transformar ...........................................119
2.7. Construyendo un proyecto integrador:
La humanización sucede comunitariamente..................121
Colofón: .......................................................................................124
Frases importantes de este capítulo...............................................126

5
ÍNDICE

Bibliografía....................................................................... 128

Nuestros autores......................................................... 129


P. Pedro Trigo, SJ......................................................................... 129
Dr. Antonio Pérez Esclarin........................................................... 130
Vilma Reyes Duarte..................................................................... 131
P. Fabricio Alaña Echanique, SJ.................................................. 132

6
Dedicatoria

E
l presente libro se lo dedicamos al Padre Arturo Sosa. SJ,
SUPERIOR GENERAL DE LOS JESUITAS en el
mundo. Tres de los escritores del presente libro, Pedro
Trigo SJ, Antonio Pérez y Fabro SJ, fuimos discípulos de Arturo,
como lo llamábamos en Venezuela en su período de Superior Pro-
vincial. Su cariño, su palabra iluminadora y el contagiar una fe viva
e innovadora fueron las huellas que nos dejó y que sigue hoy impri-
miendo en la Compañía Universal.

“Discernir supone arriesgar… Correr riesgos no surge espon-


táneamente de la dinámica de instituciones que han construido con
esfuerzo una identidad, un modo exitoso de educar y producir cono-
cimiento, que las hace sentir orgullosas y, además, son reconocidas
por el entorno en que se mueven y gozan de un importante prestigio.
Discernir es abrirse a la novedad.

La novedad a la que buscamos abrirnos a través del discerni-


miento se distingue radicalmente de la innovación fruto de la inves-
tigación científica o el progreso tecnológico.

7
PRESENTACIÓN

Discernir, por tanto, es disponerse a ser guiados hacia la no-


vedad. Supone “soltar las riendas” para ser llevados hacia donde no
sabemos, sin contar con una hoja de ruta que guie nuestros pasos.

Las características de las instituciones universitarias hacen


especialmente difícil soltar las riendas”. (DISCERNIENDO EL
PRESENTE PARA PREPARAR EL FUTURO DE LA EDUCA-
CIÓN UNIVERSITARIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS).

Asamblea de la Asociación Internacional de Universidades


Jesuitas (IAJU) Boston – (Agosto de 2022).

8
P. CARLOS IGNACIO MAN GING. SJ

Presentación

Carlos Ignacio Man Ging Villanueva, SJ


Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Septiembre 2022

Amable y apreciado lector:

P
onemos en tus manos un texto innovador para la lectura,
consideración e interpelación: “La pedagogía y el lide-
razgo innovador de Jesús hoy”. No pretendemos con
ello cambiar un ápice de la ley (Mt 5, 17), ni nos mueve el interés de
inventar una nueva doctrina. Sólo nos anima el deseo de actualizar
el pensamiento y experiencia fundante del fenómeno religioso del
cristianismo a través de la pedagogía crítica del Maestro por exce-
lencia. Compartimos en este caso algunos elementos una pedagogía
y mística renovadas en el estilo de Jesús, el gran pedagogo y líder
para estos tiempos de gran inseguridad, violencia y dolor. De esta
forma queremos hacernos más responsables de la misión educativa
y formativa de niños, jóvenes y adultos en toda su amplitud, acorde
con la dimensión encarnatoria de la creación divina.

Nuestro pueblo latinoamericano, inmerso en situaciones de


gran injusticia, no debe perder tres valores esenciales de la fe: ben-
dición, gratitud y solidaridad. Ellas representan los aportes de los
autores que nos invitan a compartir los talentos recibidos en la di-
námica de la contemplación para alcanzar amor de los Ejercicios
Espirituales de San Ignacio (EE 230-231): “el amante da al amado
de lo que tiene y puede”. Estas palabras preñadas de sabiduría son el
marco espiritual en el que se anida una propuesta revolucionaria, la
del amor. Es una invitación a transformar la realidad desde los prin-
cipios de la fe, justicia, humanidad y servicio.

El aporte de Pedro Trigo, SJ en su artículo “La pedagogía de


Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo

9
PRESENTACIÓN

de vida” nos ofrece una lectura cristológica impactante para profun-


dizar en el seguimiento vital de la historia de Jesús de Nazareth del
evangelio hacia el Cristo de la fe. Este conocimiento nos revela más
directamente el misterio divino (Gaudium et Spes 22) de Dios Padre
hacia la profundización de la hermandad y soreidad universales. Este
impulso del Espíritu nos pone en un caminar juntos (sinodalidad).
El episodio manantial es el bautismo en que la misericordia de Dios
rasga los cielos para concentrarse en la vida y milagros de Jesús,
quien habla con un lenguaje performativo y con una autoridad nue-
va. Lo cotidiano de la vida humana se vuelve el centro de experien-
cia para la comprensión del mandamiento del amor y la liberación.
Sus parábolas y sentencias muestran lo humano de su mensaje, así
como los personajes (viuda, samaritana, mujer adúltera, el ciego de
nacimiento, entre otros) experimentan un cambio de vida que orienta
la nuestra. Este proceso invita a fortalecer una educación personali-
zada y personalizante, de modo que la transformación es interior y
profunda hacia un cambio en la sociedad y la iglesia. La libertad en
que se forma al estudiante es fruto de la opción libre de Jesús, quien
decide seguir su camino a la cruz en un itinerario de fe y de sacrificio
por la conversión. Esto supondrá un proceso ineludible de cambio
en la persona que forma y la que es sujeto de su proceso educativo.

La contribución de Antonio
Pérez Esclarín “Necesidad de un nue-
vo liderazgo humanizador que
se oriente a construir un mundo más justo
y sin violencia, en el contexto que estamos
viviendo” nos presenta en cambio algunas
consideraciones sobre el liderazgo de ser-
vicio que orienta a la liberación creativa.
El elemento innovador es la propuesta de
una nueva manera de pensar a fin de con-
cebir un mundo lleno de posibilidades.
Los datos históricos presentados contras-
tan fuertemente con el mundo de injus-
ticia, destrucción de la creación y modernidad líquida en que nos
desenvolvemos. El autor nos recuerda el aporte de Robert K. Green-
leaf (1904-1990) quien acuñó el término del liderazgo servicio y lo

10
P. CARLOS IGNACIO MAN GING. SJ

enlazó al compromiso político que toda persona debería asumir en


función de su misión y profesión, antes que favorecer la corrupción
por el deseo de poder y tener. El liderazgo implica entonces el de-
sarrollo y fortalecimiento del equipo y comunidad de la coherencia,
empatía, comunicación, resiliencia, humildad, innovación, etc. Su
visión humanizadora de la educación concibe los centros educativos
no como empresas sino como lugares y espacios de aprendizaje y
enseñanza. El testimonio de Jesús engrandece su figura mistagógica
con gran libertad y creatividad al enfatizar la pedagogía crítica del
amor y la ternura, del respeto y la libertad.

La pertinencia del texto radica en su propuesta de una forma-


ción integral en la educación a través de un mayor esfuerzo de con-
cientización, transparencia y calidad en el quehacer educativo. De
otra parte, ha favorecido la visibilización de los diversos componen-
tes de una formación integral como personas conscientes, competen-
tes, comprometidas y compasivas. Esta dimensión antropológica de
la espiritualidad ignaciana se fortalece a través del discernimiento y
la concepción de la libertad inherente a la dignidad de cada persona
y, por supuesto, con aquellas más vulnerables. El objetivo central
de la misión en la educación siempre será que los estudiantes sean
verdaderos sujetos protagonistas de su proceso educativo y que a
través de las diversas actividades logren ser personas solidarias en la
búsqueda del bien común. Se trata de un trabajo paciente, humilde y
profundo, que, desde una perspectiva de fortalecimiento de la cultu-
ra del cuidado, proporciona información veraz y el establecimiento
de estándares de calidad a observar en todas las instituciones que se
le ha confiado para el desarrollo de las comunidades.

El cambio del corazón, al que apuntan los autores de este li-


bro, implica el ejercicio de una dinámica del discernimiento espiri-
tual ignaciano, que ayuda a elegir con libertad un bien mayor para
alcanzar la voluntad de Dios. En este caso concreto se invita a un
ejercicio progresivo y constante del liderazgo espiritual que previene
del abuso de poder, y fortalece el crecimiento de la comunidad en
general. La espiritualidad ignaciana brota de la fuente de los Ejerci-
cios Espirituales y nos propone en primer momento el ejercicio de
conversión para pasar posteriormente al del seguimiento del Reino.

11
PRESENTACIÓN

La intuición de disponibilidad de San Ignacio de Loyola al servicio


de la iglesia supondrá una nueva oportunidad de ratificar esta misión
a través del apoyo y fortalecimiento de los procesos de orientación,
acompañamiento y cuidado de otros colaboradores que se sumen a
esta tarea como un llamamiento del Rey Eterno para peregrinar bajo
la bandera de la paz.

Las reflexiones de Vilma Reyes, “Los rasgos de Jesús como


clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”, nos ayudan
a esbozar los lineamientos de una propuesta pedagógica renovada,
que a la vez es heredera de cinco siglos de experiencia paradigmá-
tica al servicio de la iglesia y la sociedad en su conjunto. Su pro-
puesta parte del desierto como lugar de encuentro y purificación en
el espíritu hacia un encuentro de la comunidad educativa inundado
por la luz de Cristo y su mensaje de bienaventuranza (Mt 5, 1ss).
La antropología de una criatura para alabar, hacer reverencia y ser-
vir es la clave inicial que señala el horizonte integrador de todas las
energías de la persona hacia el objetivo principal de la humanidad
liberada, y por ello integrada en una comunidad que escucha y co-
munica el evangelio de la vida. El método es el conocimiento interno
de Jesús, para que en ese contacto de intimidad y experiencia en
medio de la comunidad podamos reconocer su modo de proceder.
Esto nos fortalece a través de un éxodo constante del interior al ex-
terior, para comunicar aquello que gratuitamente y por amor hemos
recibido. Este camino de trascendencia posibilita que la escuela y
toda actividad educativa sean un aprendizaje de autoconocimiento
personal. El punto de partida es así la experiencia de intimidad en
el silencio de Dios, que invita a contemplar la realidad del mundo
con una mirada de misericordia, que a su vez exige una respuesta de
justicia. Es buscar y hallar la voluntad de Dios tomando en cuenta las
mediaciones humanas y alcanzar el proyecto divino de salud y vida
en abundancia (Jn 10, 10).
Carlos Ignacio Man Ging, SJ1*

* PhD en Biología Humana. Universidad Ludwig Maximilians


de Munich. Alemania. (2019). Decano de la Facultad de Filosofía y
Teología de la PUCE. Quito

12
P. FABRICIO ALAÑA E., SJ

Introducción para pensar


La pedagogía y el liderazgo
de Jesús.

Valentina y el humanismo cristiano hoy

P
edí a mis colegas y maestros: Pedro Trigo, el teólogo,
de Caracas-Venezuela; Antonio Pérez Esclarin, de Ma-
racaibo-Venezuela, el pedagogo popular y filósofo de la
educación, mi querido Pechín; y a Vilma Reyes, de Cali-Colombia,
amiga, mi jefa en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, en
el Diplomado de Pedagogía Ignaciana, Pedagogías Innovadoras y
Espiritualidad Ignaciana; que me ayuden a concretar una reflexión
propia latinoamericana desde nuestro trabajo de educadores, los tres
aceptaron mi invitación con entusiasmo. Todos trabajamos en edu-
cación sea en la universidad, en el movimiento de educación popular
Fe y Alegría o tenemos experiencias en colegios y coincidimos en
que es necesario sacar un libro desde el contacto con nuestros estu-
diantes y no solo para los de las maestrías en educación, sino para
todo educador o creyente que desee tener claro qué es ser líder, para
qué ser líder y cómo educar hoy en una sociedad líquida donde el
cristianismo ha perdido su relevancia social, fenomenológicamente
hablando, pero no su prestancia ontológica, su densidad.

En la maestría de Gerencia y Liderazgo se proponen unos ob-


jetivos de aprendizaje claros en cuanto se refieren al conocimiento
que deben aprender los alumnos para que la visión de una nueva
educación y de un nuevo liderazgo se plasme en sus instituciones,
lo cual va a requerir de múltiples factores. Además, toda universidad

13
INTRODUCCIÓN

católica debería explicitar con claridad su razón de ser. La verdad


de la propuesta de humanidad de Jesús de Nazaret como revelación
del Dios Señor y Padre para todos los hombres y mujeres. Indistin-
tamente que se lo acepte o no, el ofrecerla como propuesta ayuda a
entender la inspiración que motiva a educar, pues se educa para una
finalidad, no meramente para transmitir conocimiento o información
sino para formar hombres y mujeres íntegros, capaces de admirar la
bondad, la belleza y la verdad del hombre, de la vida y de lo que debe
mover la historia, de pensar alternativas de vida y relación como
ofrecen los relatos sobre Jesús en los evangelios. 

Como dice san Pablo: “ahora vemos como en un espejo y os-


curamente, entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfec-
tamente, entonces conoceré como Dios me conoce” (1Cor 13,12).
Dar a conocer a Jesús como maestro y amigo de la vida, como com-
pañero de camino, es entender la salvación como pedagogía y el
camino a Dios como un aprendizaje de vida. Entender el liderazgo
de Jesús muy distinto a los modelos exitosos de gerentes, políticos o
personalidades religiosas del devenir histórico que han configurado
esta civilización es el mayor bien que nos pueden hacer los biblistas
y teólogos que recuperan la verdadera historia de Jesús de Nazaret
y beben de la fuente de la vida –la escritura–  para, en diálogo in-
terdisciplinario, conectar con las otras ciencias del saber que tienen
a la técnica como paradigma de producción y lamentablemente de
relación. Urge, en consecuencia, recuperar la humanidad de Jesús
para con su estilo gerenciar la vida y liderar la historia hacia el ho-
rizonte del Reino de Dios, “la comunidad alternativa” que plantea-
ban los cristólogos de los ochenta (José María Castillo, entre otros).
Hoy más que nunca el real desafío educativo es crear “comunidades
profesionales y creyentes de aprendizaje” como salida a esta crisis
profunda de la educación que vivimos. Comunidades donde en la
relación de iguales y en la complementariedad de funciones y talen-
tos podamos reconocernos como hermanos, amigos, compañeros de
camino.

El relato que presento en esta introducción, de mi querida


amiga, la profesora Valentina de una zona marginal de una ciudad
principal de mi país, me convence de la necesidad del presente

14
P. FABRICIO ALAÑA E., SJ

escrito y del esfuerzo de los autores de


este libro que manifiestan en sus artículos
y en sus vidas que la “educación es un te-
soro”, que no podemos dejarlo bajo tierra
y que para hacerlo producir hay que ensa-
yar propuestas y reinventar métodos que
nos lleven a innovar sin miedo y a descu-
brir que “otra humanidad es posible” si
conseguimos liberar a la educación de la
mercadotecnia, tecnología dura (hardware), del centralismo estatal o
burocrático, del negocio y hacerla derecho y de calidad para todos. 

La particularidad ignaciana en el campo educativo tiene más


de cuatrocientos cincuenta años forjando una educación que busca
transformar la realidad desde los pilares de una finalidad educativa,
que en su tradición se la formula en las palabras latinas inspiradoras
de sentido: fides, iustitia, humanitas, utilitas, que quiere decir edu-
camos para desarrollar la fe, proclamar la justicia, develar lo mejor
de lo humanidad y que sea útil a la sociedad y el país. Todo modelo
educativo que no estructure su proyecto desde esos principios no es
viable para transformar la realidad, y lo entendemos como un proce-
so que tiene sus metas y resultados, pero que sabe que “el tiempo es
superior al espacio”, y más cuando se trata de forjar mentes y corazo-
nes. Por ello, lo ignaciano es una perspectiva, una parte de un todo,
en donde es claro “que el todo es mayor que las partes”, es un aporte
de unos miembros de la Iglesia a la humanidad, no es un modelo
gerencial, es una propuesta de Humanidad, formar al estilo de Jesús
de Nazaret, y ese es nuestro referente e inspiración. Ignacio de Lo-
yola y su pedagogía mistagógica de llegar al centro del ser humano
y conectarlo con la grandeza divina, hace que podamos comprender
a la humanidad como necesitada de salvación, pero llamada a liberar
lo mejor de sus energías en la creación de un mundo en donde Jesús
sea “el sumo capitán general de los buenos” (EE 138) o sea, el líder
que nos lleva a vivir la vida bajo la bandera del bien, de la belleza,
del cuidado del mundo, de las relaciones humanas que hacen crecer
y de la justicia producto de una misericordia bien entendida que va
más allá de dar a cada uno lo suyo para caminar humildemente en la
verdad y la justicia (Mi 6:8).

15
INTRODUCCIÓN

Conocer lo que hace un maestro sea en el lugar que sea, y sin


importar su confesionalidad, es conocer la vida y sus necesidades.
La educación parte de allí para poder mejorar el nivel de vida y la
plenitud de la existencia, encontrando un por qué y para qué vivir.
La maestra Valentina nos comparte su relato y este inspira nuestro
trabajo docente y de investigación. El maestro ante todo, más que
experto en técnicas y pedagogías, debe ser un experto en humanidad.
Gracias Vale. 

El relato de valentina
 
“Cuando era niña siempre quise tener una gran maestra, pero
no tuve la oportunidad, debí conformarme con la enseñanza de pro-
fesores pocos comprensibles y maltratadores; llegaba a casa y me
esperaba un panorama muy similar, y me preguntaba: ¿por qué las
cosas no pueden ser diferentes?, quizás mi pensamiento era el de
muchos niños, niñas y adolescentes que anhelaban una mejor educa-
ción y condición de vida.

Encontré con los años respuesta a mi pregunta, al comprender


que de mí dependía que las cosas fueran distintas, opté por no repe-
tir el patrón sino ser parte de la solución, y dejando que aflorara en
mí esa vocación de servicio a los demás, que considero siempre me
ha caracterizado, fue cuando decidí que quería ser educadora, pero
una maestra con un plus adicional, que oriente, guíe y acompañe las
mentes y corazones de los estudiantes. Desde aquel entonces he pro-
curado ser la maestra que me hubiese gustado tener.

En este sendero que seguimos los educadores nos podemos


encontrar con muchas situaciones que te harán afianzar tu vocación
docente, una relevante que considero uno de mis mayores logros fue
cuando me inicié como maestra, y me tocó el gran desafío de tra-
bajar en una institución fiscal unidocente, en la que tenía a mi cargo
2do, 3ero y 4to Año de Educación General Básica, con estudiantes
sin los aprendizajes mínimos requeridos, propios de su nivel; sin
embargo, aprendimos juntos, y al término del ciclo escolar sus debi-
lidades se convirtieron en grandes fortalezas, se mostraban seguros,

16
P. FABRICIO ALAÑA E., SJ

participativos, autónomos, reflexivos y mostraban con orgullo las


destrezas adquiridas a sus familias como un verdadero triunfo. El
recibir un abrazo de gratitud de aquellos niños y niñas de hace 18
años atrás y decirme con cariño que me quieren mucho y que Dios
me bendiga cada vez que los encuentro, es la mayor satisfacción que
puedo sentir.

En el quehacer educativo también se viven situaciones com-


plejas e incomprensibles: recuerdo que alguna vez un compañero
docente tenía a su hija en el grado que yo impartía clases y a pesar
de ello, se involucró sentimentalmente con una madre de familia del
mismo grado; esta relación salió a la luz, generó mucha violencia
entre los involucrados, las estudiantes se quedaron con hogares dis-
funcionales, e incluso una de ellas atentó contra su vida.

Los educadores debemos tomar conciencia de nuestro rol y


del impacto que tenemos en la vida de los estudiantes, tenemos que
ser inspiración y agentes de verdaderas transformaciones. Debemos
fomentar en nuestros estudiantes: la reflexión y valoración del ser
humano, habilidades transversales, desarrollo del pensamiento críti-
co, conocimiento de las verdaderas políticas y la capacidad de pro-
poner nuevas alternativas de cambio que aporten a los avances de la
sociedad.

Dios quiera que el presente libro pueda contribuir a afinar


nuestra pedagogía para que ayude no sólo a desarrollar las cuali-
dades de los alumnos sino su calidad humana, inspirándose en el
pedagogo Jesús de Nazaret, modelo consumado de humanidad y por
eso fomentador eximio de ella.

En nuestras manos están las nuevas oportunidades para el país,


porque en nosotros está la responsabilidad de formar correctamente
a los futuros gobernadores del Ecuador que demuestren que son
verdaderos representantes, capaces de llevar una política pública
en beneficio de todo un proyecto país”. (Valentina Mora, Directora
de la Unidad Educativa Fiscal Altagracia Manta-Manabí, Ecuador).

17
INTRODUCCIÓN

Podemos resumir este relato en tres preguntas inspiradoras:

• ¿Pueden las cosas ser diferentes? 


Esto es lo que ayudó a Valentina a desarrollar su vocación de una
docente diferente.

• ¿Cómo convirtió valentina sus


debilidades y las de sus alumnos
en fortalezas?
Aprendiendo juntos, le dio muchas pistas.

• ¿Cuál puede ser el impacto de un docente


en la vida de sus alumnos?
En iluminar, inspirar a desarrollar lo mejor de lo humano o no. 

Frases importantes:

• Dar a conocer a Jesús como maestro y amigo de la vida, como


compañero de camino, es entender la salvación como pedagogía
y el camino a Dios como un aprendizaje de vida.
• Debemos fomentar en nuestros estudiantes: la reflexión y
valoración del ser humano, habilidades transversales, desarrollo
del pensamiento crítico, conocimiento de las verdaderas políticas
y la capacidad de proponer nuevas alternativas de cambio que
aporten a los avances de la sociedad.

18
P. PEDRO TRIGO. SJ

1
La pedagogía de Jesús para

CAPÍTULO
enseñarnos a vivir con sentido y
su liderazgo como estilo de vida

L
os cristianos nos caracterizamos por el seguimiento de
Jesús. Seguirlo es hacer en nuestra situación el equi-
valente de lo que Él hizo en la suya. Esta propuesta
¿es una mera declaración de principios o describe empíricamente
la dirección vital de quienes nos llamamos cristianos? ¿Es sólo una
doctrina que se profesa o un horizonte real que mide para la propia
conciencia el grado en que uno es cristiano? Los cristianos ¿nos sen-
timos contentos cuando nos esforzamos en seguir a Jesús y vacíos
cuando no lo hacemos? ¿El seguimiento de Jesús es el parámetro que
define nuestras vidas? ¿Vamos al menos en esa dirección?

Un modo de averiguarlo, al menos negativamente, es pregun-


tarnos cuánto sabemos sobre Jesús de Nazaret y si nos dedicamos a
saber siempre más, porque ¿cómo vamos a seguir a una persona a la
que desconocemos? Y si no conocemos a Jesús ¿qué relevancia van
a tener para nuestras vidas los dogmas que profesamos sobre su(s)
naturaleza(s) y su persona? Más aún, ¿con quién nos relacionamos
cuando comulgamos o adoramos al Santísimo?

En esto radica la relevancia del Jesús histórico para el Cristo


de la fe y más en concreto para nuestra fe en Él.

Podemos hacer este planteamiento de modo más complexivo


aún: Jesús nos revela a la vez quién es Dios y quiénes somos noso-
tros (Gaudium et Spes 22). No nos revela lo que ya existía, aunque

19
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

oculto a nuestros ojos. Nos lo revela haciéndose nuestro Hermano


como manifestación de su ser Hijo, por tanto, como realización del
designio de su Padre sobre nosotros; de este modo, constituyéndonos
en hijos de Dios. Así nos revela a la vez que Dios es nuestro Padre
y que los seres humanos somos sus hijos, consiguientemente, que
estamos llamados a ser hermanos unos de otros sin excluir a nadie.

Ahora bien, si es Jesús, es decir, su persona, por tanto, su vida


histórica, la que nos constituye en hijos de Dios y hermanos de todos
y así la que revela el significado concreto de esos términos, sólo co-
nociéndola podremos saber quién es Dios y quiénes somos nosotros,
así como sólo siguiéndolo podremos comprenderlo desde dentro, es
decir, relacionarnos en verdad con Dios como verdaderos hijos. La
conclusión de este razonamiento es que, si no conocemos a Jesús, no
conocemos a Dios ni a nosotros mismos, ni podemos llegar a consti-
tuirnos en hijos de Dios ni en seres humanos con calidad humana.

No podemos hacerlo conscientemente; porque si obedecemos


al impulso del Espíritu de Jesús, que nos mueve a cada uno de los
seres humanos desde más adentro que lo íntimo nuestro, sí podemos
seguirlo; aunque se nos dificultará discernirlo porque la vida de Je-
sús es el criterio más objetivo. Esto vale sobre todo para quienes no
han tenido oportunidad de conocer los evangelios, como por ejemplo
la mayoría de la gente cristiana popular. Pero los que han desdeñado
tenerlo como su libro de cabecera ¿obedecerán al Espíritu, si no lo
han obedecido en este punto tan medular?

Jesús revela conjuntamente los designios de Dios y el destino de


la historia, ya que revela que los seres humanos estamos destinados a ser
en él hijos de Dios, es decir, que revela a Dios como Padre materno y el
destino de la historia como trascenderse en la misma comunidad divina.
Si a Dios nadie lo ha visto jamás y es Jesús el que nos lo ha revelado
(Jn 1,18); si nadie sabe lo que hay en el ser humano y es Jesús el que nos
lo ha mostrado; si el camino de la vida es una senda incierta que parece
perderse en la muerte y Él como Camino nos ha mostrado la senda de
la vida, sólo desde la vida concreta de Jesús de Nazaret puede llegarse
realmente a Dios relacionándose con él como hijos, sólo desde ella, es
decir, siguiéndolo, puede la humanidad constituirse en humana.

20
P. PEDRO TRIGO. SJ

LOS EVANGELIOS SON LA FUENTE


DEL CONOCIMIENTO DE JESÚS DE NAZARET

Éste fue el convencimiento que llevó a la segunda y, sobre


todo, a la tercera generación de cristianos, que no había conocido a
Jesús, a componer los evangelios a partir del testimonio de los que habían
estado con Él desde que Juan predicaba en el desierto hasta el día en que
se lo llevaron (Hch 1,21-22), a los que se había dejado ver resucitado.

Si hemos llegado a ver que el Cristo de la fe no puede ser otro


que Jesús de Nazaret y que esa persona concreta es el criterio de lo
que se profesa, surge la pregunta de cómo conocerlo, de la fiabilidad
de los evangelios, que son la fuente y, en todo caso, de cómo leerlos
certeramente para entrar en contacto con Jesús de Nazaret a través de
ellos, sin proyectar nuestro propio horizonte de comprensión sobre
esas narraciones, sentencias y discursos, que son de otro tiempo y
otra cultura.

Así pues, para nosotros los evangelios son textos fehacientes


en los que, desde la vida de Jesús, nos revela Dios, tanto el designio
que tiene sobre la humanidad y el modo de realizarse ese designio,
como quién es Él mismo que se nos entrega en Jesús, y quiénes so-
mos los seres humanos desde el designio de Dios, y el camino para
llegar a constituirnos en humanos, que no es otro que el propio Jesús,
prototipo y arquetipo de humanidad.

Todo esto se les desveló progresivamente a los discípulos tras


la Pascua. A esa luz, desde esa participación del Espíritu de Jesús de
Nazaret y de su misión, releyeron la vida de Jesús de la que habían
formado parte como discípulos, la fueron plasmando en lo que tenía
de paradigmático, a partir de las situaciones en las que se encontra-
ban las comunidades y la misión, tomando en cuenta la cultura de
los destinatarios.

PRIMACÍA DEL SEGUIMIENTO

Ahora bien, en los evangelios aparece clarísimo que Jesús no


es un maestro en el sentido convencional, es decir que enseña dando

21
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

clases. La enseñanza de Jesús no era mera-


mente conceptual. Sí enseñaba los sábados
en la sinagoga, pero no lo hacía como los
maestros de la ley, es decir desde un saber de
escuela. Sus palabras expresaban su persona
concreta y su vida, completamente tendidas
a Dios y a los demás desde la situación vital
de quien no tiene dónde reclinar la cabeza.

Así lo precisó él mismo: “Yo soy la luz del mundo. El que


me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”
(Jn 8,12). Así pues, lo primero no es la luz, sino la vida en segui-
miento suyo. Su propuesta no es que primero me aclaro y luego ac-
túo. Lo que nos propone es que tengamos fe en Él y que lo sigamos
con esa fe y a medida que lo vayamos siguiendo se nos irá alumbran-
do el camino: nos haremos cargo de quién es Dios y quiénes somos
nosotros y del sentido de la vida. Nos haremos cargo viviéndola,
desde dentro, pues.

¿Y qué significa tener fe? Significa entregarnos a Él como res-


puesta a su entrega fraterna. La fe es la única relación personali-
zadora entre los seres humanos. Ordinariamente la primera fe que
tuvimos la mayoría es en nuestras mamás, como respuesta a la fe de
ellas en nosotros. Nacemos absolutamente desvalidos y, si la mamá
tiene amor constante, ella satisface nuestras necesidades. Como res-
puesta, el niño se pone en sus brazos, no sólo se reclina físicamente
en ellos, sino que está en ellos entregado personalmente a ella, una
entrega con pleno sentido y personalizadora.

REFERENCIA FUNDANTE

Nuestro seguimiento en fe a Jesús es la respuesta a su entrega.


La referencia fundante está en el episodio del bautismo. En él reluce
la entrega fontal de Jesús. El bautismo de Juan era de penitencia
para que cuando viniera el último enviado de Dios no nos conde-
nara. Acudió a él la mayoría del pueblo. Juan estaba en el río donde
cubría bastante. El que le tocaba se adelantaba donde él, confesaba

22
P. PEDRO TRIGO. SJ

sus pecados y Juan lo sumergía en el agua y luego lo sacaba, expre-


sando así que había “muerto” el pecador y que resurgía el que quería
vivir como Dios manda. Cuando le tocó el turno a Jesús confesó los
pecados con más dolor que todos los pecadores juntos de la historia
porque tenía el corazón desgarrado porque en su centro estaba su
Padre y también estábamos los que no hacíamos su voluntad. Pudo
confesarse en primera persona de plural porque nos había metido a
todos en su corazón: nos llevaba en su amor fraterno.

Al subir del río, dice el evangelio, que vio que el cielo se rasgó,
es decir que su Padre había aceptado su petición de perdón. Mientras
Jesús no nos saque de su corazón, por Dios ya estamos perdonados.
Y estamos seguros que no nos sacará porque prefirió morir como
Hermano a salvar su vida dejándonos de lado.

En adelante se dedicó a que lo que había sucedido entre su Pa-


dre y él sucediera entre él y cada uno para que sucediera entre cada
uno y su Padre. En eso consistió su misión. Porque el sí de Dios a
nuestro Hermano Jesús no basta para salvarnos. La salvación, como
humanizadora que es, no puede consistir en un acto unilateral, sino
que tiene que tomar la forma de una alianza: el sí de Dios tiene que
ser correspondido por nuestro sí. A eso se dedicó Jesús el resto de
su vida y a eso sigue dedicado hoy: a que le digamos concretamente
que sí. Eso significa responder con nuestra fe a su fe: entregarnos
fraternalmente a su fraternidad. Pero ésta no es una relación ensimis-
mada porque en su corazón estamos todos y está su Padre. Seguirlo
es, pues, aceptar vivir desde su corazón de Hermano y por tanto,
desde él, vivir como hijas e hijos del Padre y como hermanas y her-
manos de todos.

Ahora bien, que signifique vivir como hijos, nos lo enseña él


con su vida porque él es el Hijo único y eterno de Dios humanado;
y cómo ser hermanas y hermanos de todos nos lo enseña Él, ya que
nosotros no tenemos el corazón tan grande que en él quepan todos;
por eso nos dio también su Espíritu que nos mueve a ello desde más
adentro que lo íntimo nuestro. Por eso para seguirlo tenemos que
contemplar discipularmente los evangelios, contemplarlos incesan-
temente, tanto solos como en comunidad.

23
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

LA GENTE PERCIBE QUE JESÚS


HABLA CON AUTORIDAD

Desde la clave del bautismo, comencemos por ese sábado de


gloria que pone Marcos al comienzo de su ministerio como sinop-
sis lo que irá desarrollando (1,21-39). Lo primero, lo que ocurre la
primera vez que habla en la sinagoga (1,21-28): la gente se admira
porque no habla como los escribas, sino con autoridad. Como los
escribas sentían que no tenían autoridad, hablaban con autoridades,
citando, además de la Biblia, a los rabinos jefes de fila de cada gene-
ración. Como cuando uno hace una tesis: sabe que no basta con los
argumentos que da; tiene que refrendarlos con citas. Sin embargo,
Jesús hablaba apodícticamente. Tendrían que haberlo apedreado por
hablar desde sí mismo como si tuviera relación directa con Dios.
Pero, en vez de eso, se admiraron porque sentían que lo que decía
desnudaba la realidad, llegaba a sus corazones y expresaba el designio
de Dios para esa situación. Por eso le reconocieron autoridad, es decir,
reconocieron que Dios se la había dado. Ahora bien, cuando algo más
tarde con su palabra sanó a un endemoniado esa admiración se convir-
tió en sobrecogimiento y se preguntaron ¿quién es éste que habla con
autoridad y a quien hasta los espíritus impuros se le someten?

Así pues, Jesús es un maestro carismático, en el sentido pre-


ciso de que no era un discípulo que había asimilado tanto la cien-
cia de su maestro y aun de la escuela que llega a ser un maestro
consumado, sino alguien que hablaba las palabras de Dios porque
poseía su mismo Espíritu e incluso era la propia Palabra de Dios,
una palabra creadora, recreadora, rehabilitadora. Palabra, pues, no
sólo como referencia fehaciente a la realidad, sino que hacía lo que
decía, un lenguaje performativo (Austin). Y lo que decía era siempre
humanizador.

Por eso, la gente quería estar con él porque recibía de su perso-


na, de su relación, de sus palabras luz, vida y humanidad.

Ahora bien, es importante precisar que su autoridad derivaba


de que no era un carismático en sentido sociológico (Max Weber).
No encantaba a sus oyentes, no los unimismaba en torno a sí y a sus

24
P. PEDRO TRIGO. SJ

consignas. Estamos absolutamente seguros de que no era ese tipo de


figura porque si hubiera habido indicios de que ese era el efecto que
producía en los que lo seguían con tanto fervor, sin ninguna duda lo
habrían apresado y matado los soldados romanos que en las fiestas
vigilaban el templo desde la torre Antonia. Lo habrían arrestado y
matado fulminantemente porque esa compactación de la masa en
torno a consignas era un tremendo peligro para la seguridad del tem-
plo y de la ciudad.

Sin embargo, aunque lo observaban cuando hablaba a miles de


peregrinos, nunca les dio inquietud, porque en vez de unimismarlos
en torno a sus consignas, lo que notaban que hacía era personalizar-
los. No daba qué pensar, no lo daba ya todo hecho para que ellos lo
corearan, sino que, por el contrario, les ponía a pensar. Los soldados
notaban que la gente le echaba cabeza. Y por eso cuando acababa de
hablar, se regresaba cada uno rumiando lo oído o conversando con el
compañero o en pequeños grupos tratando de asimilarlo.

CON EL LENGUAJE DE LA COTIDIANIDAD


DICE ALGO INÉDITO

Esto se confirma si analizamos sus parábolas o sus sentencias.


Todas tratan de escenas de la vida cotidiana y con un lenguaje com-
pletamente asequible. Y sin embargo dicen lo que nunca pasa: que
un sembrador eche el grano en el camino, entre piedras y entre zar-
zas, además de en tierra buena. Los oyentes se preguntarían: ¿por
qué dice lo que nunca sucede? ¿Qué nos querrá decir?

Que un dueño de cien ovejas salga a buscar una que se quedó


perdida y al encontrarla se la eche a los hombros y al llegar a casa
llame a sus vecinos para celebrar que ha encontrado la oveja que se
perdió. Si uno tiene cien ovejas, le dice a un criado que vaya a bus-
carla. Si tiene que ir él, al encontrarla le echa una soga al cuello y se
la trae poco menos que a rastras, maldiciendo a esa oveja que perdió
el instinto gregario y le ha hecho perder su tiempo. Se preguntarían:
¿Qué nos querrá decir si él sabe que ningún pastor carga una oveja
sobre los hombros?

25
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

Que si el dueño de casa viene avanzada la noche y el portero


le abre puntualmente la puerta, se ceñirá el delantal y lo hará sentar
a la mesa y se pondrá a servirlo. Todos saben que eso no ha sucedido
ni sucederá nunca. ¿Qué nos está queriendo decir al contarnos algo
tan insólito?

Lo mismo podemos decir del que habiendo preparado un ban-


quete y viendo cómo al llegar el día los invitados se excusan uno tras
otro, pide a sus criados que salgan a las calles y plazas y se traigan a
los pobres y lisiados hasta que se llene la mesa. Ellos saben que por
muy despechado que esté, eso nunca lo hace un rico. Jesús dice algo
tan revulsivo como que al banquete del reino entrarán los que nunca
han probado un banquete en esta vida.

Pero la parábola más revulsiva, la que no he visto nunca co-


mentada ni representada en una iglesia, es la de que, queriendo ex-
plicar por qué en vez de condenar a los pecadores los busca, explica
que lo hace porque eso es lo que hace su Padre y lo hace contando la
parábola de una mujer pobre que tiene diez monedas y se le pierde
una y barre con todo cuidado su casa, su piso de tierra, hasta en-
contrarla y cuando la halla llama a sus vecinas y amigas para que
la feliciten. Que un pecador sea valioso como una moneda era un
verdadero escándalo para los observantes de la ley que le reprocha-
ron que comiera con ellos. Pero representar a Dios, que para ellos
era el Patriarca divino, como una mujer pobre barriendo su casa era
un escarnio blasfemo. Si en un retablo de una iglesia se representara
esta escena, todos dirían que era María de Nazaret barriendo su ca-
sita; pero a nadie se le podría ocurrir que fuera el Padre eterno, aun
concediendo que tenga entrañas de madre.

Como se ve en este caso extremo, se tiene que tener mucha fe


en Jesús para abrirse a esta imagen de Dios que nos revela. Quien
concibe a Dios como el más alto, inalcanzable, aunque nos quiera
bien, llegar a verlo tan asequible como una mujer pobre y tan inte-
resado en nosotros que se toma ese trabajo que parece incompatible
con su dignidad, supone mucha fe e incluso resulta revulsivo, si la
persona acepta la pirámide social y él está tratando de subir lo más
alto posible en base a la observancia de todos los preceptos divinos.

26
P. PEDRO TRIGO. SJ

Ahora bien, es claro que los que se ven desechados por el estatus
religioso por ser pecadores o pobres reciben con esta imagen de Dios
la mayor buena nueva posible; y también los que entienden la rela-
ción con Dios como ejercicio de amor, correspondiendo a su amor
que se adelanta siempre y que como amor del bueno es siempre ho-
rizontal y gratuito.

No se entienden las parábolas, si se las recibe como desarrollos sa-


pienciales que tienen que ver con la vida humana sin más. En este senti-
do el que se refieran a la cotidianidad despista, porque, aunque su interés
se centra en la vida, su referencia a la manera normal de vivirla esconde
que esta manera es precisamente la que se ve cuestionada y superada.

Las parábolas se sitúan en el interior de un acontecimiento


absoluto. Sólo si se las comprende dentro de él, cobran su exacta
medida. Si el acontecimiento que proclama e inicia Jesús no es de-
finitivo, las parábolas son desmedidas. Ahora bien, si la llegada del
reinado de Dios es una propuesta actual que encierra una realización
tan superabundante, sí parece sensato abrirse a su lógica, aunque eso
entrañe cancelar la que había regido hasta entonces nuestras vidas.

La necesidad de abrirse a otra lógica se debe a la desmesura


de la propuesta, que no cabe en los cálculos que hasta ahora hemos
hecho los humanos para vivir vida social. La entrega incondicional
a nosotros que hace Dios de sí mismo, tan incondicional que sólo
pide aceptación, apertura de nuestro ser para que él venga a reinar a
nuestros corazones y nuestras vidas, de tal manera que vivamos de
esa vida que él nos da, supera lo que sabemos hacer nosotros, que in-
cluye siempre una jerarquía de merecimientos y, por tanto, también
la exclusión por deméritos e incluso el castigo. La denegación de
esta lógica y su sustitución por la incondicionalidad, por la gratuidad
que Dios instaura, es lo que vuelve revulsivas las parábolas de Jesús.

Como se ve, las parábolas son parábolas del reinado/Reino,


tanto porque sólo cobran sentido dentro de este acontecimiento,
como porque inician realmente a él, porque introducen en su miste-
rio. El reinado es un acercamiento tan íntimo y decisivo de Dios que
lo convierte en nuestro Dios, y la correspondencia que pide es tan

27
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

omniabarcante que nos convierte en su pueblo, más aún, en sus hijas


e hijos. Si esta relación mutua ocupa toda la escena y llena toda la
vida, es claro que se desestructura (se destruye) toda la trama ante-
rior y hay que volverla a rehacer a partir de la lógica de esta nueva
relación, de manera que la exprese. Porque no caben dos lógicas ni
dos vidas en paralelo ni dos absolutos.

Lo mismo que estamos diciendo


de las parábolas podríamos comentar
de las sentencias. Son tremendamen-
te paradójicas. Vamos a poner algunos
ejemplos: ¡Ay de ustedes los ricos por-
que ya tienen su consuelo! (Lc 6,24);
cuando des un banquete no invites a
los que pueden corresponderte sino
a los pobres que no tienen con qué re-
tribuirte (Lc 14,12-14); las prostitutas los precederán en el Reino
(Mt 21,31); no he venido a llamar a los justos sino a los pecado-
res (Mc 2,17); el que quiera ser el primero que se haga el último
(Mc 10,43); no se preocupen por la comida ni por el vestido
(Lc 12,22); el ser humano no ha sido hecho para el sábado sino el sá-
bado para el ser humano (Mc 2,27); la viuda que echó la que menos
en la alcancía del templo fue la que más echó (Mc 12,43); o, después
de afirmar el hecho obvio de que de las zarzas no se cosechan higos,
añadir: el árbol se conoce por el fruto (Mt 7,16-20).

Explanemos ahora estas sentencias desde la lógica del reinado


de Dios: Jesús se lamenta de la suerte de los ricos porque, como ya
tienen su consuelo, no acuden al que da Dios al asumirnos como
hijos en su Hijo único Jesús. Por vivir consolados con lo que no es
capaz de llenar el corazón humano, se pierden la dicha infinita de
vivir como hijos de Dios.

Quien al dar un banquete invita sólo a quienes pueden corres-


ponderle, cuando lo invitan a su vez a él, ya queda pagado; en cam-
bio, si invita gratuitamente, es decir, a quienes no pueden invitarlo a
él, será el Padre el que lo siente a la mesa de su reino. Es una pena
que se pierdan esa ocasión eterna.

28
P. PEDRO TRIGO. SJ

Las prostitutas les precederán en el Reino porque al aceptar


con agradecimiento y alegría la acogida gratuita de Jesús, están acep-
tando ya la invitación gratuita del Padre. Lo mismo podemos decir
de los pecadores: al tener conciencia de su necesidad de ser acogidos
por Dios, se alegran de que Jesús les certifique con su acogida que él
se ha adelantado a perdonarlos; en cambio los justos, como se creen
con derecho, no acuden al encuentro con Jesús y así se privan de ser
aceptados por Dios como Padre.

Para Jesús tiene sentido que los discípulos se esfuercen por ser
los primeros; lo que él critica es el método: la competencia, que llega
hasta la rivalidad; si quieren ser los primeros en el reino, tienen que
ser los sirvientes de todos, como Dios que sirve a todos constante y
gratuitamente y no puede ser servido por nadie (Is 46,4).

Si no saben que tienen un Padre que cuida de ellos, la preo-


cupación absorbe gran parte de sus energías y no les quedan para
ocuparse provechosamente; en cambio, si están en manos de Dios,
tienen paz y pueden emplear todas sus energías en hacer la obra de
su Padre, como verdaderos hijos suyos.

Las prescripciones de la religión no son las que le ponen a


valer al ser humano, sino que son caminos para que el ser humano
se humanice; así pues, el ser humano es el fin y la religión el medio1.

La viuda es la que más ha echado porque Dios no ve la canti-


dad (a Dios ¿qué le importa el oro?) sino la relación entre lo que se
echa y lo que se tiene, o, de otro modo, la significación vital de lo que
se da. Los que sólo dan de lo que les sobra, no les significa mucho
darlo, pero la que da todo lo que tiene se está dando a sí misma, se

1 Así lo explica Schillebeeckx: “Jesús vuelve a hacer del sábado lo que Dios quiso
que fuera: un don de Dios al hombre, y no una carga que unos hombres imponen a otros sin
cumplir ellos mismos el sentido de la ley” (oc 218). Schlosser lo explica en los términos del
reino: “Jesús habría sido conducido por su mensaje escatológico y por su sentido de Dios:
ha llegado el tiempo en que Dios manifestará decididamente su bondad y esta bondad no
puede verse impedida por las trabas de una legislación que se olvida del bien del hombre.
El sábado es un don de la benevolencia de Dios y tiene que ser observado, por consiguiente,
dentro del respeto a esta característica fundamental” (oc 171)

29
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

está poniendo en manos de Dios, confiando que él se cuide de ella


como ella se entrega a él2.

Al decir que de una zarza no se cosechan higos, está expo-


niendo la ideología dominante en una sociedad integrada que tiene
encasillado a cada quien y que no espera nada bueno de quien cree
que es malo; en cambio, al decir que los conoceremos por sus frutos,
está expresando que para Dios y para él, todos estamos abiertos y
todos tenemos remedio y que, en concreto, todos están llamados a
esta entrada en la intimidad de Dios a través de la fraternidad, que
acontece en ese momento, de su Hijo Jesús, a la que cada quien tiene
que responder.

ERA PARA LOS DEMÁS DESDE SU SER CON ELLOS

Un aspecto absolutamente paradójico de la autoridad trascen-


dente de Jesús es que como era la mayor autoridad posible, en vez
de rodearse de barreras de seguridad de manera que sólo tuvieran
acceso a él, los que él se lo concediera, daba, por el contrario, a to-
dos derecho sobre su espacio vital y sobre su tiempo, de manera que
se puede decir que estaba siempre a su disposición, aunque eso no
entrañara ninguna mediatización, ya que él siempre actuaba desde
sí con libertad liberada. Ahora bien, actuar desde sí no era desde su
individualidad absolutizada, sino desde su condición de Hijo de Dios
y de Hermano de todos, que lo definía.

Por dos veces dice Marcos que eran tantos los que iban y venían
que no tenía tiempo para comer (3,20; 6,31) y en otra ocasión expresa
que era tanto el afán de los que querían tocarlo que se abalanzaban so-
bre él, y él, temiendo que lo derribaran y para poner un mínimo espacio
para que la relación fuera humanizadora, se subió a una barca (3,9).

Esto pudo ocurrir así porque no tenía dónde reclinar la cabeza.


No tenía una querencia a la que retirarse y, menos aún, una fortaleza
en la que amurallarse. Vivía, por el contrario, en el camino, que es

2 Navarro oc 449-455; Lohfink, oc 364-367

30
P. PEDRO TRIGO. SJ

de todos y de nadie en particular. Por eso ahí le alcanzaban todos.


Pero más especialmente los que tampoco tenían dónde ir. Éstos, ante
todo, propendieron a ir con él.

Esto significa que su entrega absoluta a los demás lo llevó a


cabo desde su ser con los demás, no sólo una contigüidad física,
sino un estar radicalmente con ellos como un ser humano abierto
realmente a todos personalizadamente.

Es radicalmente distinto ser para los demás desde el propio yo


absolutizado, en el sentido específico de que como él ya ha llegado,
gasta todas sus fuerzas altruistamente en ayudar a que lleguen otros
no tan favorecidos, que ser para los demás no teniendo dónde recli-
nar la cabeza. En el primer caso, aun cuando la relación sea gratuita
y humilde, es siempre unidireccional y vertical; mientras que en este
segundo caso la relación, además de gratuita, es siempre horizon-
tal y, sobre todo, mutua. Es así porque, aunque Jesús se daba com-
pletamente y su don era supremamente humanizador, también tenía
que recibir cada día todo, es decir, además de la entrega de otros
como correspondencia, el alojamiento y
la comida; esto como expresión de
aquello y por tanto como mues-
tra de su agradecimiento, con
lo que al fin el agradecimien-
to era mutuo. Aunque como
la entrega de ambos se hacía
en libertad y no era ningún
pago, habría días en que Je-
sús no comió y durmió mirando
las estrellas.

Por eso dice Pablo que Jesús nos enriqueció con su pobreza.
Esto fue tan radical que Jesús nunca dio cosas, porque no tenía. En
sentido literal no fue el buen samaritano porque no llevaba vino para
limpiar las heridas, ni aceite para ungirlas, ni pudo montar al herido
en su cabalgadura porque siempre fue un “pata en el suelo”, ni llevar-
lo a una posada y pagar por adelantado al posadero porque no tenía
dinero. Dio de sí, siempre situadamente, teniendo en cuenta al otro y

31
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

lo que daba hacía crecer, sanaba, desalienaba y humanizaba. En el fon-


do, si la persona se abría, hacía hijas e hijos de Dios, en él, que era el
Hijo único, y hermanas y hermanos de todos en él, que era el Hermano
universal. Un don trascendente y definitivo que sólo él podía dar.

NO EXCLUÍA

Vamos a explicitar una característica sobreentendida en lo que


llevamos dicho: Jesús no excluyó a nadie. Ni por motivos religiosos,
ni por motivos morales, ni por no ser de los suyos, ni por ser opre-
sor, ni por discriminar a otros ni por estar fuera del sistema, ni por
haberse portado mal con él, ni por no hacerle caso. Jesús nunca echó
a nadie de su corazón.

Y vivió en una situación religiosa signada por la pureza: Dios


era el separado de los pecadores, por eso los justos tienen que sepa-
rarse de ellos, de los indiferentes y más de los enemigos y general-
mente de los que no son de los nuestros. En esta situación su Dios
fue obviamente el que envió a su Hijo único, no a juzgar al mundo
sino a salvarlo desde dentro. Una postura inasimilable para estos
maestros de la ley y más aún para el partido de los fariseos. Pero no
una postura laxa, sino que carga con los pecadores para que vuelvan
sobre sí porque no quiere la muerte de nadie.

CÓMO REACCIONÓ AL SABER


QUE HABÍAN DECIDIDO SU MUERTE

Así como los maestros de la ley habían tenido una relación am-
bivalente con Jesús y por eso le habían permitido enseñar en las sina-
gogas hasta que por su crítica a la ley de pureza se decantaron en con-
tra, la aristocracia sacerdotal no se interesó por su figura. Sólo cuando
vio que en el templo de algún modo sustituía al templo, porque la
gente se encontraba con Dios a través de él y no mediante las ofrendas
y sacrificios, empezó a verlo con envidia. Y cuando paralizó por un
momento el templo al derribar alguna mesa de cambio de moneda e
impedir que se trasportaran animales y de ese modo dejarlo sin ofren-
das ni sacrificios, lo que podemos llamar su destrucción simbólica, lo
emplazó y al no lograr su objetivo, decidió quitarlo del medio.

32
P. PEDRO TRIGO. SJ

Cuando Jesús se percató de esa decisión, tuvo dos opciones:


retirarse con su grupo de discípulos a un lugar apartado y así salvar
la vida o seguir su misión cargando con las consecuencias. Jesús no
tuvo que andar eligiendo: su condición de Hermano, derivada de su
condición de Hijo, era para él sagrada. Por eso siguió en su ministe-
rio hasta que fuera llegada su hora. Esto revela que su entrega a no-
sotros no fue algo subsidiario, sino lo que lo definió. Él era nuestro
Hermano. Por eso siguió siéndolo cargando con las consecuencias.
Nosotros no venimos después: formamos parte de él. Para él no es
más su yo individual que su condición fraterna; por el contrario, su
yo individual está todo en función de su condición fraterna.

No es que desafiara imprudentemente a sus adversarios. Por el


contrario; aparecía en medio de la multitud que lo acuerpaba como
un escudo humano y luego se retiraba con ella de la ciudad. Por eso
sus enemigos habían decidido apresarlo después de la Pascua para
evitar un tumulto. Fue la traición de un allegado la que les permitió
prenderlo de noche, enjuiciarlo al amanecer y sacarlo a crucificar
cuando entraban los peregrinos a la ciudad, que lo acompañaron so-
lidariamente hasta que murió y se regresaron dándose golpes de pe-
cho, bien sea, como lo siguen haciendo los semitas, en señal de rabia
y protesta, bien a lo occidental por el dolor de no haberlo podido
defender.

LA LECCIÓN DEFINITIVA

En la cruz hubo un testigo cualificado: el centurión. Según el


historiador Tácito, se ponía frente al crucificado e iba dando las ins-
trucciones hasta que moría. Se puede decir que no conocía nada de
Jesús, salvo la suposición de que, si lo habían condenado a la muerte
en cruz, es que había hecho algo muy grave.

Pues bien, al observar notó, primero con curiosidad y luego


con interés, que el crucificado no seguía el guión. Él habría presen-
ciado muchas crucifixiones y siempre el crucificado resultaba ser la
contracara de los crucificadores: ellos aterrorizan y el crucificado
muere aterrorizado; causan mucho dolor y ellos mueren echándose
a morir para que se acabe cuanto antes; agreden con gran violencia

33
“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

y ellos mueren como perros rabiosos. Sin embargo, este crucificado


vivía su pasión desde sí mismo, desde su ser más genuino: ni se
encerraba en sí, ni miraba con odio o resentimiento. Por el contrario,
miraba personalizadoramente, incluso a él y, levantando los ojos al
cielo, a Dios. Es cierto que sufría mucho, pero asumía su dolor sin
derrumbarse, sino encajándolo, incluso serenamente. Vivía el suplicio
con tal libertad, tan humanizadoramente, que se fue llenando de ad-
miración y al fin de sobrecogimiento3. Por eso cuando murió no pudo
menos de declarar: “verdaderamente este hombre era hijo de Dios”.

Vio certeramente que los seres humanos no damos para tanto.


Sólo el Hijo de Dios pudo morir así. Jesús en su muerte nos superó
infinitamente en humanidad. En efecto, murió llevándonos a todos
en su corazón y pidiendo a su Padre que perdonara a quienes lo ha-
bían condenado y lo estaban torturando y echándose al morir en ma-
nos de su Padre, en el momento en que experimentaba su abandono;
murió, pues, de fe. En el suplicio se consumó como Hijo y como
Hermano, venciendo al mal a fuerza de bien.

Ésa fue su lección más trascendente, su lección definitiva. Una


lección que, como las demás, no versaba sobre conceptos, sino que
era su vida misma, una vida vivida siempre desde lo más genuino de
sí y completamente abierta a su Padre y a nosotros. La vida del Hijo
único y eterno de Dios y, por eso, nuestro Hermano incondicional.

Este Jesús es el que nos ha llamado a su seguimiento y a este


Jesús queremos seguir.

3 Los dos armónicos de la teofanía, según Rudolf, Otto, Lo santo

34
P. PEDRO TRIGO. SJ

Frases importantes de este capítulo:

• Jesús en su muerte nos superó infinitamente en humanidad.


• La salvación, como humanizadora que es, no puede consistir
en un acto unilateral, sino que tiene que tomar la forma de una
alianza: el sí de Dios tiene que ser correspondido por nuestro sí.
• Dio de sí y siempre situadamente y teniendo en cuenta al otro y
lo que daba hacía crecer, sanaba, desalienaba y humanizaba.
• Jesús nos enriqueció con su pobreza.
• Jesús no excluyó a nadie. Ni por motivos religiosos, ni por
motivos morales, ni por no ser de los suyos, ni por ser opresor,
ni por discriminar a otros, ni por estar fuera del sistema, ni por
haberse portado mal con él, ni por no hacerle caso. Jesús nunca
echó a nadie de su corazón.

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“La pedagogía de Jesús para enseñarnos a vivir con sentido y su liderazgo como estilo de vida”

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• Schnackenburg, “Jesús y su actividad de enseñar”. En La per-
sona de Jesucristo. Herder, Barcelona 1998,41-48
• Trigo, P. Jesús nuestro hermano. Sal Terrae, Maliaño 2018
• Id, “El seguimiento de Jesús, contemplado en los evangelios ¿da
sentido a nuestra Iglesia?” ITER 57-58,2012,135-166

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ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

2
Necesidad de un nuevo liderazgo hu-

CAPÍTULO
manizador que se oriente a construir
un mundo más justo y sin violencia,
en el contexto que estamos viviendo.

1 . Liderar para transformar:


..El liderazgo de servicio

H
oy se ha puesto de moda hablar de liderazgo y se co-
mienza a insistir en la necesidad de un liderazgo hu-
manizador, liderazgo de servicio, pues es evidente que
la mayoría de los supuestos líderes, no están utilizando su poder para
construir un mundo más justo y humano. Por lo general el liderazgo
que predomina es un tipo de liderazgo narcisista y seductor, orienta-
do a sobresalir, aumentar sus cuotas de poder político y económico
en este mundo inhumano, en vez de intentar transformarlo. Es por lo
general, un liderazgo en la cúspide de un mundo jerárquico y muy
desigual, que no cuestiona, sino que busca mantener esa estructura
injusta y desigual, y hasta considera que es la normal y necesaria.

A su vez, los medios de comunicación y las redes imponen y


recrean como modelos de líderes a personas exitosas en los nego-
cios, el deporte, la música, los espectáculos, a los que convierten en
pequeños idolillos que subyugan los corazones de las multitudes y,
en su mayoría, fomentan la trivialidad y la superficialidad. Lamenta-
blemente, hoy se está imponiendo como medio de medir el liderazgo
el número de seguidores en las redes, sin explicitar, ni considerar en
qué consiste su liderazgo y cómo está influyendo.

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Sin embargo, no podemos negar que existen personas que


usan su liderazgo como un medio para ayudar a otros, en vez de
utilizarlo para obtener poder y beneficios personales. Estas personas
llegan a ser líderes porque quieren servir a otras personas de la me-
jor manera. A estos líderes que han surgido del deseo de servir más
eficientemente, se les denomina líderes del servicio.

Antes de intentar caracterizar al liderazgo de servicio, me pa-


rece oportuno contextualizar brevemente los tiempos que vivimos,
pues sólo si los conocemos bien podremos contribuir a transformar-
los. Lamentablemente, y como expresa Peter Senge, “la mayoría
de nosotros no logra percibir objetivamente la realidad, pues casi
todo lo que vemos está influido por nuestras impresiones, nuestra
historia, nuestro bagaje, lo que hemos preconcebido”. Se trata, en
consecuencia, de aprender a mirar el mundo de otra manera. Sólo
si somos capaces de ver la realidad tal como es, realidad que está
en un cambio permanente, sabremos lo que tenemos que hacer y no
estaremos actuando de acuerdo a nuestras propias necesidades, ni de
acuerdo a nuestras interpretaciones puramente reactivas. En cambio,
haríamos lo que debe hacerse en este preciso momento, aquí y ahora.
De ahí la necesidad de líderes diseñadores, maestros, mayordomos,
que desafíen los modelos mentales que prevalecen, y no busquen
adaptarse a los cambios sino dirigirlos en un sentido humanizador.

A su vez, Einstein decía que “el mundo que hemos creado es


producto de nuestra forma de pensar. Nada cambiará en el futuro si
no contamos con formas totalmente nuevas de pensar”. Esta es la
verdadera labor del liderazgo: proponer un pensamiento innovador y
humanizador. Pensar que el mundo puede transformarse sin cambiar
nuestros modelos mentales que son precisamente los que lo han con-
figurado y lo mantienen como es, resulta descabellado. Al compren-
der esto, podemos comenzar a percibir que vivimos en un mundo
lleno de posibilidades, y que podemos reorientarlo en una dirección
distinta. Cuando comenzamos a aceptarnos como seres humanos le-
gítimos, nos sentimos sumamente sorprendidos. Posiblemente esto
es lo que significa el amor. Prácticamente todas las religiones del
mundo han reconocido —de una u otra manera— el poder del amor,
esta capacidad para vernos los unos a los otros como seres humanos
y como constructores de humanidad.
38
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

De ahí la necesidad de aproximarnos a una visión objetiva de


la realidad que nos permita construir relaciones fraternales.

a.-Tiempos de incertidumbre y modernidad líquida: El soció-


logo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, fallecido en 2017, empezó
a intuir en la década de los ochenta del siglo pasado que nuestra
sociedad había dejado de ser consistente y firme y progresivamente
avanzaba hacia un desmoronamiento y adaptación, más propio de
los estados “líquidos” que sólidos. Acuñó el término de “modernidad
líquida” basándose en los conceptos de fluidez, cambio, flexibilidad,
adaptación, relativismo de valores. Las estructuras fijas e inmutables
propias de la modernidad sólida, desaparecen y fluyen. Hay miedo
a fijar algo para siempre. El trabajo ha perdido la seguridad, por lo
cual, en buena manera también es líquido, poco predecible y de baja
calidad. Posiblemente su marca fundamental es la precariedad, no
solo en los ingresos económicos, sino también en otros aspectos,
como la identidad que le proporciona a la persona que lo ejerce. Un
adolescente, en la actualidad, tendrá como promedio 40 años labo-
rales, y pasará aproximadamente, por más de 20 puestos de trabajo
diferentes.

Vivimos en un mundo precario, provisional, ansioso de nove-


dades. La metáfora de la modernidad líquida nos habla de la cultura
actual como una esfera que ya no prohíbe, sino que muestra múlti-
ples ofertas, que no tiene normas, sino propuestas. Es una cultura
que busca seducir, atraer y distraer a través de señuelos. Los deseos
y las necesidades se transforman y cada individuo cree que el mundo
comienza y termina en sí mismo. En palabras de Bauman, “la cultura
de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar, sino
clientes que seducir”. Las cosas no van a durar mucho y tampoco
las relaciones sociales. Por ejemplo, el matrimonio para toda la vida
y los votos perpetuos de la vida religiosa tienen hoy poco sentido y
a muchos les resultan incomprensibles, expresión de espíritus, an-
clados en un pasado inexistente, que se resisten a aceptar los nue-
vos tiempos. La propia identidad personal está en peligro pues está
siendo socavada por la ideología de género que posibilita e incluso
promueve que cada persona pueda elegir su especificidad sexual y
variar en ella según le provoque.

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

b.-Tiempos de profundo relativismo ético: Hoy la ética se ha


reducido a los principios: de Todo vale y Solo vale: Todo vale si me
produce poder, dinero, prestigio o placer y Solo vale lo que me
produce dinero, poder, prestigio o placer. Si todo vale, nada vale o
todo vale por igual. El fin justifica los medios. Por ello, proliferan
las economías subterráneas: corrupción, delincuencia, especulación,
prostitución, pornografía, tráfico de drogas, de medicinas, de órga-
nos, de personas…y el mundo es cada vez más desigual, más injusto
y más inhumano.

El 10 de diciembre de 1948, cuando el mundo se asomaba  es-


tremecido al horror  de los campos de exterminio nazi y de la barba-
rie de la Segunda Guerra Mundial que ocasionó unos 50 millones de
muertos, exterminó a seis millones de judíos y gitanos, dejó ciudades
enteras convertidas en escombros y nos asomó al poder destructor
de las armas nucleares,  un centenar de países reunidos en París, fir-
maron la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos
los seres humanos nacen libres y son iguales en dignidad y dere-
chos”. Hoy, después de 73 años de aquella firma solemne, el mundo
es más desigual, injusto y discriminador que nunca.

El inmenso poder creador de los seres humanos no está al ser-


vicio de la vida, ni de la convivencia. Por eso, a pesar de tanto de-
sarrollo científico y tecnológico, la vida gime herida de muerte y
el mundo resulta para las mayorías cada vez más inhumano y más
cruel. De la salvación por la fe, pasamos a la salvación por la cien-
cia y el progreso, y en nuestros tiempos de desencanto, violencia e
individualismo puro y crudo, pareciera que estamos entrando en el 
“sálvese el que pueda”. Impera el darwinismo social, es decir la so-
brevivencia de los más fuertes, mejor dotados, con mayor capacidad
de adaptación  o más inmorales. Del “amaos los unos a los otros”,
hemos pasado al “Armaos los unos contra los otros”

De conquistar la tierra hemos pasado a destruirla y, de seguir


así, a destruirnos nosotros con ella. Algunos presagian que nuestra
civilización acabará suicidándose. Observadores como C.S. Lewis
destacan que cada nuevo poder que logra el hombre se convierte
en “poder sobre el hombre”, y que la conquista final del hombre

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ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

moderno será la “abolición del hombre”. Otros como Birch nos ad-
vierten que la tecnología actual en manos de un hombre que no sabe
exactamente lo que quiere “tiende a crear más problemas que los que
puede resolver”.

El mundo de comienzos del Siglo XXI funciona para unos po-


cos y contra muchos. Las desigualdades se agigantan de un modo
vertiginoso entre países y entre grupos dentro de cada país. Por ello,
la exclusión y la injustica, y no la fraternidad y la equidad campean
vigorosas en nuestras relaciones con los demás. El 99% de la riqueza
del mundo está en manos del 1% de la población, unos 70 millones
de personas aproximadamente. El 95% de esa élite son varones. Las
mujeres, a iguales cotas de trabajo, ganan, como media, la mitad.
Esos 70 millones de prepotentes basan todo su poderío económico
en el manejo omnímodo y determinante de algunos sectores produc-
tivos muy importantes, como la industria farmacéutica, las finanzas
y la banca, la sanidad y el negocio de los seguros.

Hoy se sigue excluyendo abiertamente por razones económicas,


sociales, políticas, raciales, religiosas, culturales, sexuales, de géne-
ro… Mientras una vaca europea es subvencionada con tres dólares
diarios, mil doscientos millones de personas en el mundo, deben vivir
con menos de un dólar al día. En los aeropuertos de las grandes ciu-
dades hay hoteles para perros y mascotas a 170 dólares por noche. El
gasto militar en el mundo, según la ONU, asciende a más de un billón
de dólares al año, es decir un millón de millones (1.000.000.000.000).
Aumenta el gasto militar y aumenta la miseria. Hay mucho dinero
para destruirnos unos a otros, pero no hay dinero para proteger la vida
de los pobres, ni de la naturaleza. Cuantas más armas inteligentes se
producen, nos volvemos más brutos, insensibles e inhumanos. Con tan
sólo lo que se gasta en armas en diez días, se podría proteger a todos
los niños del mundo. La fabricación de armas es la industria más prós-
pera a nivel mundial, y como las armas hay que venderlas y usarlas, se
promueven guerras y se fomenta la carrera armamentista entre países,
carrera que sólo lleva a la destrucción y la muerte.

Nuestro actual mundo es tan absurdo que, si por algún acon-


tecimiento especial o milagroso, reinase la paz en el mundo, la

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

economía mundial colapsaría. El precio de un tanque moderno equi-


vale al presupuesto anual de la FAO (Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Con el valor de un
caza supersónico se podrían poner en funcionamiento 40.000 con-
sultorios de salud. El adiestramiento de un soldado de guerra cuesta
al año 64 veces más que educar a un niño en edad escolar, y la cuarta
parte de los científicos del mundo se dedican a la investigación mi-
litar, mientras escasean los que se dedican a encontrar curas contra
las nuevas enfermedades o la generalización de las medicinas más
comunes.

Después de la industria armamentista, el negocio del narcotrá-


fico engrasa y sostiene la economía mundial pues mueve 500.000 mi-
llones de dólares al año. En los últimos 20 años hemos pasado de 23
a más de 400 millones de niños esclavos, que malviven o mueren en
minas o maquilas, se prostituyen en las calles, son reclutados como
soldados o sicarios, limpian vidrios de carros en los semáforos, son
obligados a mendigar, con frecuencia mutilados para que su deformi-
dad impresione a la gente, o son asesinados para proveer al mercado
negro del tráfico de órganos. Un hígado o un riñón que se vende en
países muy pobres por unos 30 dólares, puede alcanzar los 35.000
dólares en el mercado negro. Un millón de niños y de niñas entra cada
año en el infierno de la esclavitud sexual y hay ya 100 millones de
menores atrapados en sus redes. Según la Organización Mundial del
Turismo, el 20% de los 700 millones de viajes que se producen al año
en el mundo tienen como motivación principal las aventuras sexuales,
y de esos, el 3% el sexo con niños o niñas, aberración de un mundo
que ha perdido todo vestigio de ética y dignidad.

Según la ONU, cada tres segundos, muere un niño de hambre,


1.200 cada hora. El hambre produce una matanza diaria similar a
todos los muertos que ocasionó la bomba nuclear sobre Hiroshima.
Sin embargo, si la humanidad se lo propusiera seriamente, el hambre
podría ser derrotada hoy fácilmente: Según la FAO, la agricultura
moderna está en capacidad de alimentar a doce mil millones de per-
sonas, casi el doble de la población actual. Pero no hay voluntad
política para ello: Todas las campañas y propuestas para aliviar la
pobreza y la miseria en el mundo han fracasado estrepitosamente. Y

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ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

no hay voluntad política, porque hemos perdido la sensibilidad, la


compasión, la misericordia. Por ello, Jean Ziegler, exrelator especial
de la ONU para el Derecho a la Alimentación, no vacila en catalogar
al actual orden mundial como asesino y absurdo: “El orden mundial
no es sólo asesino, sino absurdo; pues mata sin necesidad: Hoy ya
no existen las fatalidades. Un niño que muere de hambre hoy, muere
asesinado”.

Pero no sólo mueren las personas. Muere también la naturale-


za. Muere la tierra, nuestra Madre Tierra, y se achica cada vez más
el abanico de la biodiversidad. Aire, mares y ríos están heridos de
muerte. Las nieves perpetuas que nos proveen de agua disminuyen
debido al calentamiento global, y se derriten los glaciares. Desde
1994, el planeta pierde casi 400 mil millones de toneladas de glacia-
res por año. También se achican los páramos y humedales y aumenta
la contaminación de aguas subterráneas. Cada vez hay menos fuen-
tes de agua limpia; los desechos del agro, la minería, las fábricas
y basuras son inmanejables. Para colmo, hay empresas que se han
apropiado del recurso como si fuera una mercancía. Y la venden sólo
a quienes pueden pagarla. Según UNICEF, 3 de cada 10 personas en
el mundo no tienen agua potable. Y 6 de cada diez no tienen sanea-
miento seguro. 361.000 niños menores de 5 años mueren cada año a
causa de la diarrea. Otros muchos mueren por el cólera, la disentería,
la hepatitis y la fiebre tifoidea, enfermedades causadas por la conta-
minación de las aguas. Se calcula que para el año 2025, dos terceras
partes de la humanidad no tendrán agua para beber y se augura que
las guerras del futro serán por la posesión del agua.

Los aerosoles y refrigerantes destruyen la capa de ozono que


nos protege de los rayos ultravioletas. Las talas indiscriminadas para
sacar madera o para el uso extensivo de la ganadería y agricultura,
la minería, los grandes embalses, la construcción de autopistas y ca-
rreteras…, están acabando con los bosques. La mitad de los bosques
húmedos que una vez cubrieron la tierra, unos 29 millones de kiló-
metros cuadrados, han desaparecido. Setenta y seis países han per-
dido ya todos sus bosques primarios y otros 11 pueden perderlos en
los próximos años. El ritmo de destrucción de las selvas amazónicas,
verdadero pulmón de la humanidad, crece a un ritmo escalofriante.

43
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Hoy, como todos los días del año, desaparecerán 50 mil hectáreas de
bosque húmedo. Cada hora es arrasada un área equivalente a unos
600 estadios de fútbol.

La megaminería, que abre boquetes gigantescos, está acabando


con selvas enteras: suelos, árboles, plantas, animales, ríos son des-
truidos. Además, para la separación de los minerales se usan vene-
nos como el mercurio, el cianuro, el plomo que contaminan suelos y
aguas y ponen en peligro la vida de miles de seres humanos. Pueblos
ancestrales son obligados a abandonar sus tierras en un penoso éxo-
do que acaba con sus culturas y ponen en peligro su sobrevivencia.

La tierra languidece y se rebela ante tanta violencia y tanto


maltrato. El clima del mundo se altera cada vez más. Es el mundo
entero, el mundo que Dios puso en las manos de la humanidad para
que ésta lo guardara y preservara, el que corre verdadero peligro de
destrucción. Éste no es un mensaje apocalíptico, sino una posibili-
dad muy real en caso de que nos encerremos en la estrechez de nues-
tra vida y nos neguemos a actuar con convicción y firmeza.

c.-Tiempos de postverdad, es decir, después de la verdad, por-


que la verdad ya no tiene que ver con la objetividad de los hechos,
no refleja la coherencia entre palabra y realidad, sino con lo que
yo quiero o decido que sea verdad, con lo que me interesa que sea
verdad, con mi opinión o la de los míos. Por eso los políticos pue-
den afirmar hoy una cosa y mañana decir lo contrario y desde la
postverdad ambas son igualmente verdaderas. Yo puedo afirmar que
vivimos en un mundo injusto, pero otro me puede decir que esa es mi
opinión, pero que él piensa que vivimos en el mejor de los mundos
posibles. De ahí que la política se ha divorciado por completo de
la ética y ya no busca el bien común, sino los intereses personales
o del partido. Por ello, proliferan los populismos de derecha y de
izquierda, iguales en su afán de adormecer la conciencia crítica y de
manipular los sentimientos y emociones para lograr los objetivos.

Por si fuera poco, la pandemia ha venido a profundizar la po-


breza, ha evidenciado las enormes desigualdades y castigado sobre
todo a las poblaciones más vulnerables: es una gran falacia decir y

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ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

repetir ingenuamente, como muchos lo vienen haciendo, que la pan-


demia trata a todos por igual, cuando la realidad es que golpea con
más fuerza a los empobrecidos del mundo. No es cierto que todos
estamos -durante esta crisis- en el mismo barco; estamos sí en la
misma tormenta. Algunos la pasan en sus residencias lujosas, con
jardines, piscinas, neveras y bares bien surtidos. Si tienen algunos
síntomas, reciben la mejor atención médica posible. Otros deben so-
portarla apretujados en viviendas miserables sin agua, sin electrici-
dad, sin jabón, sin medicinas y sin comida, que deben salir a buscarla
cada día. Por ello, también la pandemia nos evidencia que los empo-
brecidos  son siempre las víctimas de todas las crisis.

También ha evidenciado la enorme brecha en el acceso a la


educación. Ante la imposibilidad de la educación presencial, se ha
recurrido a la educación on-line, pero no podemos olvidar que a este
mundo virtual no todo el mundo tiene igual acceso, con lo que a
las nuevas discriminaciones y desigualdades, habría que añadir la
discriminación digital, dado que las poblaciones más vulnerables y
los grupos empobrecidos y excluidos, escasamente pueden acceder
al mundo de internet. Por ello, hoy se han acuñado los términos
de  infopobres e inforicos, para subrayar la brecha digital. Y si para
muchas personas, navegar por internet es una acción cotidiana, no
podemos olvidar que en todo el mundo todavía hay más de 4.000
millones de personas que viven sin acceso a internet. 

1.1.- Hacia un nuevo liderazgo

La transformación humanizadora de nuestro actual mundo va


a requerir de un nuevo liderazgo tanto en el mundo político, como
empresarial y educativo. Es bien evidente que crece en el mundo la
decepción y la desilusión ante los políticos y ante la política que, con
demasiada frecuencia, se ha ido alejando de la ética más elemental y
ha sido penetrada por la corrupción y la inmoralidad pues el ejercicio
de la política se ha ido entendiendo ya no como un medio para servir
a los demás, como es su objetivo, sino como ocasión de lucrarse y
servir a los intereses personales y los de los suyos. Esto permite y
fomenta la entrada a la política de personas ambiciosas, arribistas e
inescrupulosas, carentes por completo de principios éticos; y el sur-

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

gimiento de líderes populistas que explotan el miedo y la rabia de los


pueblos con propuestas seductoras de cambios irreales que, por lo ge-
neral, terminan agrandando los problemas en lugar de solucionarlos.

La construcción de un mundo más justo y humano en el que


todos podamos vivir con dignidad y cumplir con nuestros derechos y
obligaciones tiene que pasar, entre otras cosas, por entender la políti-
ca como el ejercicio de un liderazgo de servicio. La frase “liderazgo
de servicio” fue acuñada por Robert K. Greenleaf (1904-1990) en
“The servant as leader” (el sirviente como líder), ensayo que pu-
blicó por primera vez en 1970, donde afirmaba que el liderazgo de
servicio “comienza como un sentimiento natural de que uno quiere
servir, primero servir. Luego la alternativa consciente le lleva a uno
a aspirar a liderar. La diferencia se manifiesta en el sentido de que
el servidor primero se asegura de que las necesidades primarias de
otras personas han sido atendidas”.

Para el liderazgo de servicio la prioridad mayor es servir a


otros. Lo primero no es mandar o tener poder, sino servir. Se trata de
una opción personal de alguien que quiere dedicar su vida a hacer
que otros se sientan y vivan mejor y deseen a su vez convertirse en
servidores, es decir, en genuinos ciudadanos comprometidos con la
reconciliación, la justicia y el bien común. El líder de servicio acep-
ta que no está ahí para servirse a sí mismo o a los suyos, sino que
su objetivo es atender las necesidades de todos. Porque conoce sus
fortalezas y también sus debilidades, el líder de servicio se rodea de
personas competentes y honestas, los mejores, único modo de lograr
un servicio eficaz. Por ello, prefiere la competencia, la capacitación
para el cargo, la moralidad y la autonomía a la fidelidad politiquera.
Por ello, fomenta el equipo y no es un líder unipersonal sobre los
demás.

Peter Senge llega a afirmar que estamos muy endeudados con


Greenleaf por aportarnos este concepto, que fundamenta el liderazgo
en el ser de la persona más que en su hacer. Su perspectiva tam-
bién contribuye en gran medida a explicar la “falta de liderazgo” que
existe en la mayoría de las instituciones contemporáneas, que están
dirigidas por personas que han ascendido a posiciones de autoridad

46
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

debido a sus capacidades técnicas o de toma de decisiones, currículo,


conexiones políticas, ambición, ansias de poder, y sus habilidades
para influir o incluso manipular. Convertirse en líder tiene que ver
con la relación existente entre el líder y quienes son dirigidos. Sólo
cuando la decisión de servir sirve de sustento a la formación moral
de los líderes, el poder jerárquico que separa al líder de quienes son
dirigidos no es fuente de corrupción. Según Greenleaf, si los líderes
satisfacen las necesidades de quienes dirigen, es decir, si consideran
que su trabajo, o razón fundamental de ser, es un genuino servicio, se
desvanecería el potencial de corrupción por parte de las jerarquías.

Ejemplo de vida, el líder de servicio, lidera e inspira, no vive


de espaldas a los demás y comparte sus sacrificios y carencias. Por-
que el líder se pregunta qué puede hacer por los demás, escucha y
entiende a las personas, es capaz de oír los gritos de la miseria y el
sufrimiento, y se dedica a enfrentar con valor las necesidades prio-
ritarias de la gente. Entiende que su papel es sumar voluntades y
soluciones, restar dificultades y problemas, multiplicar los bienes y
servicios, y dividirlos entre todos. Vive con serenidad los momentos
difíciles y no pierde nunca el control, ni ofende o amenaza a nadie.
Se dedica por entero a la solución de los problemas y asume con va-
lor sus responsabilidades sin culpar a otros. No tolera la menor sos-
pecha de deshonestidad, y separa del cargo, sin titubeos, a los incom-
petentes, los soberbios, los ambiciosos, los que empiezan a llevar
una vida ostentosa, o buscan ser admirados o temidos. Como asume
que su liderazgo de servicio se orienta a la mejora de la vida de las
mayorías y a la búsqueda del bien común, busca dejar las cosas me-
jor de lo que estaban antes. Y si no lo logra, reconoce con humildad
su incompetencia y se retira del cargo, o posibilita su sustitución por
otro mejor que él. La obcecación de seguir en el cargo y la negativa a
reconocer que sus medidas no logran mejorar las condiciones de las
personas demuestra insensibilidad, espíritu de soberbia y dureza del
corazón, actitudes completamente opuestas al servicio.

Esta conceptualización del liderazgo de servicio,


por parte de Robert Greenleaf, se debe a la lectura de
la obra de Herman Hesse “Viaje al Este”. Hesse cuenta
la historia de un grupo de viajeros y de Leo, el sirviente

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

que les atendía. Leo les servía, y también les animaba.


El día en que Leo desapareció, el desorden y la des-
orientación se instalaron en el grupo, de forma que no
pudieron avanzar en su viaje, y tuvieron que darlo por
finalizado. Pasados unos años, uno de los viajeros des-
cubrió que Leo era en realidad el jefe de la Orden que
patrocinaba el viaje. Leo era, a la vez, gran y noble líder
y sirviente del grupo.

A diferencia del liderazgo tradicional que es un liderazgo je-


rárquico, donde el líder ejerce su poder sobre las personas, el líder
que sirve se centra principalmente en el crecimiento y el bienestar
de las personas y las comunidades a las que pertenecen. Utiliza el
poder para ayudar a las personas a potenciar sus talentos y satisfacer
sus necesidades. El líder de servicio se considera a sí mismo “el
primero entre un grupo de iguales”. Esta idea es el corazón mis-
mo del liderazgo de servicio. Un líder servidor no se considera a sí
mismo por encima de aquellos que lidera. En cambio, es el “primus
inter pares”, “el primero entre iguales”. Es decir, el líder servidor
ve a quienes lidera como compañeros a los que enseña y de quienes
aprende. Está dispuesto a liderar a otros con el fin de alcanzar una
meta común, pero no cree que siendo el líder lo hace mejor que ellos.

Por esto, el líder de servicio es un formador de equipos con-


sumado. Recurre a las fortalezas de sus seguidores y se vuelve un
seguidor cuando es conveniente. Tal líder no dirige por decreto o
dictamen. En vez de ello, él o ella lideran dejando que cada quien
haga lo que hace bien. En este sentido puede funcionar como lo hace
el director de una orquesta o el entrenador de un equipo. Se esfuerza
por sacar lo mejor de cada persona y brillando ellos, se logran los
objetivos comunes.

 El auténtico líder que sirve a una organización y a las personas


que la componen se compromete en el desarrollo de éstas, pero espe-
cialmente le preocupa que se vayan empoderando para que se con-
viertan en nuevos líderes. La cuestión ya no radica en si tiene más
o menos seguidores, sino si hay más líderes potenciales que puedan

48
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

entrar en escena y garantizar una organización sostenible en el tiem-


po en cuanto a la capacitación y formación de su personal. Por ello,
la teoría del liderazgo servidor presenta una clara dimensión política
según la cual quien quiera dirigir lo debe hacer sirviendo a los de-
más; en este planteamiento el líder otorga su poder a los demás, los
empodera, y ello implica que los hace sus iguales; por tal motivo la
apuesta política en esta teoría es una democracia participativa y no
meramente electoral.

1.2. Características del liderazgo de servicio

De todo lo que llevamos dicho y tomando en cuenta otros plan-


teamientos teóricos sobre el liderazgo de servicio, podríamos señalar
los siguientes rasgos que caracterizan a los líderes de servicio:

Coherencia: Entre lo que propone y vive, entre lo que exige a


los demás y lo que él vive y practica. Demuestra a su personal con
su vida y acciones que está cumpliendo con lo prometido y exigido.
Es modelo de vida. Antes de liderar a otros, se esfuerza por ser lí-
der de sí mismo. Por ello, se toma tiempo para sí mismo, promueve
su formación permanente, pero también su descanso, su salud, su
diversión. Se relaciona con otros líderes para aprender con ellos y
compartir proyectos y soluciones. No se esclaviza al trabajo, evita
que lo urgente le impida dedicarse a lo importante. Se autodesafía
con nuevos retos que aumenten su autoestima y la alegría, promueve
alianzas novedosas, evita la rutina y el cansancio que se traducen en
pérdida de la creatividad y el entusiasmo.

Tiene la responsabilidad de hacer comprender a todo el per-


sonal que el camino hacia la meta es una carrera de fondo, con tro-
piezos y satisfacciones, pero que hay que desarrollar una mentalidad
que permita pensar en mediano y largo plazo, forjar el carácter y la
voluntad para no desmoronarse ante los obstáculos.

El líder es un gran comunicador: Con habilidades para comu-


nicar y convencer. Consciente del valor de la palabra y de los ges-
tos, promueve palabras que estimulen, que entusiasmen, que hagan
comprometerse. Evita toda palabra o gesto descalificador. Escucha

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

(escuchar viene de la palabra latina auscultare, auscultar, término


que se lo han apropiado los médicos, que implica atención y concen-
tración para entender lo que le sucede y poder ayudar) no sólo las
palabras, sino los gestos, los rumores, los cansancios, las bravuras,
los silencios…, y se escucha a sí mismo para madurar palabras ver-
daderas, para entender qué hay detrás de sus juicios o prejuicios, de
sus aspiraciones, para comprender y poder dialogar. El diálogo su-
pone fe en el otro, humildad para reconocer que uno no es dueño de
la verdad. El líder tiene pasión por la sinceridad. Podrá equivocarse,
mentir nunca. Para poder escuchar y dialogar hay que aprender a ca-
llarse. Si uno cree que es el dueño de la verdad, no escucha, impone;
pero se trata de convencer, no de vencer ni de aplastar. Defiende y
argumenta sus puntos de vista sin descalificar al otro. Enseña a razo-
nar, a argumentar, a respetar las opiniones de los demás.

Empatía: Reconoce a las personas por sus características es-


peciales y únicas. Trata de comprender su situación y sus puntos de
vista y se esfuerza por apoyarles y ayudarles. Sabe leer los senti-
mientos, sabe ponerse en el lugar del otro, sabe conectar con su lado
interior y sabe expresar sus propios sentimientos.Nunca rechaza a
las personas, pero no acepta comportamientos negativos o perjudi-
ciales. Las personas crecen y se comprometen cuando perciben que
son aceptadas y valoradas. La empatía se relaciona con la escucha
activa. Permite captar el marco emocional de los mensajes que se
reciben y de este modo, entenderlos mejor; Peter Senge dice que
lo que distingue a un directivo con liderazgo del que no lo tiene, es
su capacidad de confiar en las personas. Al final, el éxito profundo
consiste en saber si las personas de nuestra organización son felices,
vienen felices a trabajar y su trabajo les aporta aún más felicidad. El
líder inteligente, que muestra autonomía conseguirá que los demás
se impliquen en el proyecto como si fuese suyo.

Resiliencia: No se achanta ni inhibe ante los problemas y di-


ficultades, sino que los enfrenta con buen ánimo y disposición y los
asume como retos para avanzar. Demuestra una actitud valiente y
combativa. Actúa con energía, demuestra coraje, empodera a otros,
construye una visión compartida, genera un ambiente de superación
y exigencia. A nadie le gusta ser dirigido por una persona que, ante

50
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

los problemas, se inhibe o le echa la culpa a otro. Inconforme con el


estado actual de las cosas, vive siempre en búsqueda. “Es preferible
malo conocido que bueno por conocer”, es la excusa frecuente para
justificar la mediocridad y el conformismo. El líder debe aprender
a desaprender: desechar los modos de actuar que amarran al pasa-
do. Nunca lograremos resultados diferentes si seguimos haciendo lo
mismo. No podemos seguir dando respuestas de ayer a los proble-
mas de hoy.

Humildad: Consciente de sus propios valores, pero también


de sus limitaciones, los líderes servidores se esfuerzan por mantener
una fuerte sensibilidad en las relaciones interpersonales con todas
y cada una de las personas, sin importar la función y responsabili-
dad que desempeñan. Esa dosis de humildad es la que facilita la co-
municación abierta y transparente, porque las personas que reciben
instrucciones de sus respectivos jefes están más predispuestas a la
colaboración profesional y al compromiso cuando perciben honesti-
dad y humildad en las conductas, muy especialmente del líder de la
organización. Un líder servidor no puede ser egocentrista, prefiere el
nosotros, al yo y los otros, sobre todo cuando se trata de subrayar los
logros obtenidos. Trata de persuadir más que de imponer.

Innovación: El líder de servicio es una persona creativa e in-


novadora y a su vez, promueve la creatividad e innovación de su
personal. Innovación no como moda o como proclama, sino que pro-
duce mejoras, cambios sustanciales. Liberar los talentos, permitir y
fomentar que se expresen espontáneamente, es fundamental en un
liderazgo que sirve y pretende que todas y cada una de las personas,
en los diferentes procesos operativos, sientan que tienen una cuota
de responsabilidad en los resultados y éxito de la organización.

El líder de servicio es un “disoñador”, con los pies bien asen-


tados en la realidad, que sueña con el nuevo futuro y lo va diseñan-
do con ideas y proyectos novedosos y osados. No olvidemos que
el liderazgo implica aprender a moldear el futuro. Existe liderazgo
cuando las personas dejan de ser víctimas de las circunstancias y
participan activamente en la creación de nuevas circunstancias. En
realidad, el liderazgo tiene que ver con crear nuevas realidades.

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Cuida de la salud física y emocional de su personal: Se preo-


cupa de que su personal pueda satisfacer sus necesidades esenciales,
que encuentren un medio laboral seguro y saludable que les ayude a
estar satisfechos y comprometidos con su trabajo, y que cuenten con
oportunidades de seguirse actualizando y formando.

Construye comunidad: El líder servidor impulsa el sentimien-


to de comunidad entre los que trabajan en la organización. Comu-
nidad como concepto de personas con intereses comunes, donde
los individuos se sienten seguros y con relaciones cercanas. Ejerce
un liderazgo con los demás y de los demás. Es hombre o mujer de
equipo (busca formar el equipo con personas de perfiles comple-
mentarios). Desarrolla las capacidades del equipo de tal modo que
en la organización se viva un ambiente de estímulo, responsabili-
dad, entusiasmo. Ayuda a cada persona a desarrollarse, a alcanzar su
plenitud. Promueve la reflexión permanente tanto individual como
colectiva. Motiva a cada persona a que dé lo mejor de sí, a que se
vaya superando, a que alcance su
excelencia. Como buen entrena-
dor, es capaz de sacar lo mejor de
cada uno; por ello, ve más sus po-
tencialidades que sus deficiencias.
Le ayuda a superar sus fallos, a
trabajar en equipo. Delega, otorga
responsabilidades, exige, confron-
ta. Cree que todos tienen valores
que aportar y les ayuda a desa-
rrollarlos. Practica la pedagogía
de las inteligencias múltiples y es
capaz de mirar a cada persona con
los ojos del corazón.

2 .-Liderazgo versus gestión


en el campo educativo.

A pesar de que viene ganando aceptación el discurso de la ne-


cesidad de un nuevo liderazgo, lamentablemente todavía predomina

52
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

en educación el discurso de la necesidad de una nueva gestión. Y me


preocupa la naturalidad con que los educadores hemos aceptado sin
problemas que el lenguaje economicista y tecnocrático haya pene-
trado el sistema educativo e incorporado una mentalidad propia del
mundo de la industria, el mercado, las empresas. Hoy se habla sin el
menor pudor de recursos humanos o de capital humano, de insumos,
de clientes (los alumnos y  padres de familia),  de empresas de servi-
cios educativos, de mercado de productos  pedagógicos,  de gestión
educativa, y hasta la palabrita competencia, hoy tan invocada y tan
querida, nos viene del mundo empresarial. Lo más peligroso es que,
detrás de esta mentalidad y este discurso, se oculta la visión que
considera la educación como una mercancía, ya no como un derecho
esencial de todos y de todas. Y, en consecuencia, se enfatiza la di-
mensión productiva, sobre la dimensión humana.

Pero los centros educativos no son fábricas ni empresas. Son


espacios de aprendizaje y convivencia donde se construye humani-
dad. Por ello, debemos recuperar un lenguaje humanista y no tan téc-
nico. Y estoy convencido de que, en educación, más que gerentes o
gestores, necesitamos verdaderos líderes de servicio que aprendan a
ser inventores-animadores-consejeros. Un verdadero líder es el que
sabe ver el todo, sabe crear vínculos entre todos y sabe generar una
corriente para que la creatividad fluya entre todos. En una organiza-
ción inteligente, el directivo es el que hablando poco, hace hablar y
participar mucho. El liderazgo educativo genuino motiva a abrir los
ojos e impulsa al compromiso común. Y si el fin último de la inteli-
gencia personal es la felicidad, el gran objetivo de toda organización
tiene que ser conseguir que el logro del fin común colme los fines
particulares, de modo que el proyecto general posibilite la realiza-
ción de los proyectos personales.

 Tratando de simplificar, el estilo directivo de “gestor” se ex-


presaría principalmente en estos cuatro patrones directivos:

• La falta de visión: la poca capacidad de adelantarse a los


cambios, la imposibilidad de dedicar los recursos, la es-
trategia y la formación necesaria para construir educativa-
mente desde los cimientos.

53
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

• Ocuparse casi exclusivamente  de lo urgente: los directivos


gestores están enfangados en el día a día y no tienen tiem-
po para pensar en lo importante.
• La falta de formación en competencias pedagógicas y es-
pirituales: sólo quieren formación en recetas para afrontar
el presente, problemas puntuales, relacionados con la eco-
nomía, la normativa, la coordinación…
• La falta de innovación: muestran un tipo de pensamiento
concreto, simplista, que persigue la eficacia inmediata. Les
asustan los cambios, aun cuando ven que la sociedad y los
alumnos cambian rápidamente. 
Por lo tanto, apostar por un estilo de “liderazgo” será apostar
por cuatro patrones diferentes:

• Ser líderes visionarios: tener la vista en el horizonte, saber


hacia dónde navegamos si queremos manejar apropiada-
mente el timón que tenemos en nuestras manos y si quere-
mos que todos remen en equipo hacia un mismo fin.
• Priorizar lo importante: el líder centrado en las ideas y en
las personas, si quiere tener tiempo para las ideas, las per-
sonas y para aquello que considere importante, debe soltar
lastre de lo urgente. Todos sabemos que es una gran men-
tira que un líder tenga tiempo para todo.
• Recibir formación en las competencias del liderazgo: com-
petencias cognitivas, intrapersonales e interpersonales.
• Apostar por la innovación: por líderes innovadores, si que-
remos ser una organización innovadora. Parece claro que
todos queremos esto último, ser centros innovadores, para
ser mejores, pero lamentablemente la supuesta innovación
suele ser un cambio superficial, de maquillaje. Cambios
para no cambiar.
Dicho de una forma más clara y precisa, los gerentes son ra-
cionales y fríos, persistentes y analíticos; los líderes son visionarios
y apasionados, innovadores y emotivos; el liderazgo es cuestión de
compromiso, de contagio, de corazón, de pasión. 

54
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

Los gerentes administran y controlan, procuran la obediencia


y la sumisión, le tienen miedo a la innovación y el cambio, son in-
flexibles y estructurados, plantean con detalle los pasos a seguir y
controlan el seguimiento.

Los líderes innovan, crean, recrean y promueven la iniciativa y


la creatividad, son muy flexibles e imaginativos, corrigen pero com-
prenden y desarrollan una visión de futuro. 

 Los gerentes se centran en los sistemas, les encantan los for-


matos, las tablas excel, los indicadores.

Los líderes se centran en las personas, promueven la libertad,


la creatividad y el compromiso, aborrecen  la burocracia,  los enca-
sillamientos, saben bien que el énfasis en indicadores termina ocul-
tando la realidad que pretenden indicar.

Los gerentes controlan, promueven la obediencia y la sumi-


sión, son autoritarios, inspiran temor.

Los líderes inspiran confianza y arrastran, promueven la crea-


tividad y el salirse de lo establecido, son osados, confían, delegan,
generan autonomía. 

Los gerentes aceptan el orden establecido, hablan mucho de


los cambios, pero son cambios de forma, no cambian lo esencial,
aunque están convencidos de que están cambiando; les preocupa que
las cosas funcionen, que las personas cumplan.

Los líderes desafían el orden y tratan de transformarlo, procu-


ran que las personas se sientan bien, se identifiquen, se comprometan
y crezcan. 

Los gerentes imitan y copian, buscan recetas y respuestas.

Los líderes son originales, suscitan preguntas, promueven la


reflexión permanente, la capacitación para buscar las respuestas y
las soluciones.

55
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Los gerentes se preocupan por las tareas. Los líderes por las
personas. Hacen de gente ordinaria gente extraordinaria. La com-
prometen con una misión que les permite realizarse y trabajar con
entusiasmo y alegría. Dan a sus seguidores una causa por la que vivir
y esforzarse.

 En consecuencia, en educación necesitamos verdaderos líde-


res de servicio, comprometidos con un proyecto innovador de calidad
y con las personas, que no sólo sepan gestionar recursos y elaborar
planificaciones estratégicas, sino que sepan gestionar la dimensión
emocional de las personas. En definitiva, necesitamos directivos ex-
pertos en educación y sobre todo en humanidad, con capacidad de
convocar y de entusiasmar, pues nada en la vida se puede lograr si
falta el entusiasmo. 

 Cada día estoy más y más convencido de que en educación


hace falta pasión. Quien vive con pasión, despierta pasiones. Pa-
sión por la educación y por el país. Los directivos-líderes deben ser
militantes de la ilusión y de la esperanza, capaces de contagiarla a
otros. Capaces también de soñar una educación verdaderamente li-
beradora, orientada a construir un país y un mundo  prósperos, pací-
ficos y fraternales, y de arriesgarse en la construcción de sus sueños; 
capaces, en consecuencia, de superar la sensatez de los especialis-
tas y expertos, para asumir la osadía de los creadores y valientes. Y
en estos tiempos de tanta palabrería hueca, de tanta retórica infla-
da y vacía, necesitamos directivos coherentes, que prediquen con
el ejemplo, que disfrutan lo que hacen, con un gran coraje moral,
comprometidos con la educación y con los educandos más que con
el partido, los reglamentos e instructivos y las ideologías, capaces
de dirigir las fuerzas y energías de los demás hacia metas positivas.

3 .-Liderazgo de Jesús
y rasgos pedagógicos esenciales

Si bien la persona de Jesús es una invitación a todos a modelar


las vidas y profesiones según su liderazgo, pues Jesús es un modelo
perfecto de humanidad, Camino, Verdad y Vida, Camino a la Vida

56
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

Verdadera, vamos a centrarnos en la consideración de Jesús como


un líder de servicio en educación.

JESÚS MAESTRO:

Jesús fue reconocido como maestro por amigos, por extraños,


por fariseos, escribas y saduceos. De hecho, en los evangelios en-
contramos que así se le llama en alrededor de sesenta oportunidades.
Unas pocas citas bastarán para confirmarlo:

• “El maestro está allí y te llama” (Juan. 11, 28), le dice


Marta a María en el relato de la resurrección de Lázaro.
• Cuando Nicodemo fue de noche a ver a Jesús, le dijo: “Ra-
bbí  (Maestro), sabemos que has venido de parte de Dios
como maestro, porque nadie puede hacer señales mila-
grosas como las que tú haces, a no ser que Dios esté con
él”  (Juan 3, 1-2).
• “Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no
hemos pescado nada; pero en tu palabra echaré las re-
des” (Lucas 5, 5), le responde Simón cuando Jesús, tras
una jornada de enseñanza, le propone que meta la barca
mar adentro y eche las redes.
• “Maestro bueno,  ¿qué tengo que hacer para ganar la
vida eterna?” (Marcos 10, 17), le pregunta el Joven Rico.
• Con un “Buenas noches, Maestro” y un beso traidor en-
trega Judas a Jesús en el huerto de Getsemaní (Mateo 26,
49).  

Pero es más importante señalar que el propio Jesús se autode-


finió como maestro. Ahora bien, la palabra maestro es de una enor-
me ambigüedad. De hecho, en su origen latino, magíster, viene de
magis, más, y vendría a significar el que es más que los otros. En
francés, maestro es maitre, que significa también amo, señor. En he-
breo, “Rabbí” significa literalmente “mi mayor”. E incluso la forma
aramea “Rabboni”, que en el evangelio sólo es utilizada por Ma-
ría Magdalena cuando reconoce a Jesús resucitado en su visita al

57
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

sepulcro vacío  (Juan 20,16),  y por el ciego de Jericó  que le ruega a


Jesús “Rabboni, que vea” (Marcos 10,51), es un modo más enfático
y solemne de llamar a alguien “Mi Maestro”.

Dada la ambigüedad del término, los que vemos en Jesús un


modelo de maestro y pretendemos seguirle e imitarle, debemos pre-
guntarnos cómo asumió y entendió Jesús su magisterio, cómo utilizó
el poder y la grandeza que está implícito en el título de Maestro.

Juan (ver capítulo 13, 1-17) enmarca solemnemente la escena


de la aceptación de Jesús del título de maestro. Nos dice que “Antes
de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora
de salir de este mundo para ir al
Padre, como había amado a los
suyos que quedaban en el mundo,
los amó hasta el extremo”, y es-
tando sentados a la mesa, “se le-
vantó, se quitó el manto y se ató
una toalla a la cintura. Echó agua
en un recipiente y se puso a lavar
los pies de los discípulos, y luego
se los secaba con la toalla que se
había atado”.

Para entender bien el gesto de lavar los pies con el que, mo-
mentos antes de morir, quiere remachar sus enseñanzas, es bueno
saber que, en el mundo bíblico, el lavar los pies de otra persona se
consideraba un acto tan humillante que no se podía obligar ni a los
propios esclavos. Por ello, se explica bien la actitud del fogoso Pedro
que se niega rotundamente a que Jesús se los lave: “Jamás me lava-
rás los pies”. Pero Jesús le insiste que “si no te lavo, no podrás tener
parte conmigo”, es decir, no comprenderás lo que trato de enseñarles
en esta mi última gran lección definitiva, ni podrás ser en consecuen-
cia un verdadero seguidor mío.

Juan nos sigue contando que “cuando terminó de lavarles los


pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Com-
prenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro

58
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el


Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los
pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer
como he hecho yo”.  

Está muy clara la lección que Jesús quiso darles a sus discípu-
los en ese momento culminante de su vida: Ser maestro es ponerse a
los pies de los discípulos. El camino del maestro es el del servicio y
la entrega sin condiciones, hasta la muerte.

El auténtico maestro no debe usar el saber como poder sobre


los demás, sino para empoderar, para lavar cansancios y carencias,
para hacer crecer a los demás, para liberarlos de las cadenas que les
oprimen. 

Es bien significativo constatar que Jesús nunca utilizó el po-


der en su propio provecho. Siempre fue para hacer el bien a los de-
más: para sanarlos de sus enfermedades, para incluir a los exclui-
dos, para traer vida y luz. Poder para liberar de esclavitudes, para dar
luz a los ciegos, para poner a caminar a los paralíticos, para limpiar
a los leprosos.  Hoy sigue habiendo muchos ciegos que no ven, o
que están cegados por los falsos reflejos de una vida falsa; muchos
sordos incapaces de escuchar el clamor de la miseria y la injusticia o
los latidos desgarrados de sus propios corazones vacíos; muchos pa-
ralíticos, sin fuerzas para levantarse de sus pasiones, su mediocridad
y sinsentido y ponerse a caminar las sendas de su libertad.  Educar
debe ser, en consecuencia, un acto de liberación, de romper cadenas,
de sanar corazones rotos, de dar vida, de dar sentido a la vida. 

Sólo comprenderemos el profundo significado de la lección de


Jesús al ponerse a lavar los pies de sus discípulos, si caemos en la
cuenta que el evangelio de Juan no nos cuenta la institución de la
eucaristía, sino que la sustituye precisamente por el lavatorio de los
pies. Ambos hechos suceden en la Última Cena y tienen el mismo
significado. Jesús sabía bien que en esa cena se estaba despidiendo
de sus amigos más cercanos y, antes de enfrentarse a los suplicios
que culminarían con su muerte en la cruz, quiso resumirles de un
modo claro y elocuente lo que había sido su vida: pasión por Dios y

59
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

entrega total a todos. La cena de despedida resumió en el lavatorio


de los pies y en el pan y el vino de su entrega la vida entera de Jesús,
su estilo, su concepción del Reino, el modo de actuar de los que qui-
sieran seguirle, su imagen de Dios. Por eso ambas lecciones termi-
nan con las mismas palabras “lo mismo deben hacer ustedes unos a
otros” (Juan); “hagan esto en memoria mía” (Lucas)

Jesús se pone a lavar los pies y se


identifica con el pan que alimenta y da fuer-
zas, con el vino que alegra el corazón y pro-
picia el entusiasmo. El pan y el vino son los
signos de su entrega, elegidos por él mismo. 

Esta fue la última y definitiva gran lección de Jesús Maestro.


Resumen excelente de toda una vida entregada a enseñar y a curar,
a servir, a dar vida. La antinomia de su modo de actuar la representa
Pilatos al día siguiente: Jesús lava los pies, Pilato se lava las manos,
en una actitud de cobardía, de descompromiso y de injusticia. Sabe
que está condenando a un inocente, lo ha interrogado y no ha encon-
trado en él delito alguno (Lucas. 23,5) pero no utiliza su inmenso
poder para hacer justicia, para liberar al inocente, para defender la
vida. Prefiere ceder a los clamores del pueblo para no buscarse pro-
blemas con César pues le gritan que si no condena a muerte a ese tal
Jesús, van a acusarlo de colaboracionista.  Es la utilización del poder
en su propio provecho, del poder que, en vez de liberar, oprime. Es
la práctica tan común de tantos políticos que sufren del síndrome
de Pilatos: se lavan las manos ante los problemas, se callan ante
las injusticias, ocultan su cobardía e incoherencias con discursos o
gestos elocuentes, hacen cualquier cosa para no desmerecer ante sus
superiores y jefes, pisotean la honestidad y la justicia para conser-
var los fervores populares. Es también práctica común de muchos
educadores, que incluso considerándose seguidores de Jesús, actúan
como Pilatos: se lavan las manos ante las injusticias para no buscarse
problemas. 

Los maestros seguidores de Jesús debemos alimentar nuestra


vocación de servicio en la eucaristía. Si nuestras eucaristías no son
reuniones fraternales de oración y compromiso, de comulgar con el

60
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

proyecto de Jesús, y no salimos de ellas vigorizados y más dispues-


tos a imitarle, son eucaristías falsas. Celebrar la eucaristía es alimen-
tar nuestra adhesión a Jesús Maestro, intentar proseguir su misión de
construir un reino de hermanos: hacernos alimento de vida para los
demás. 

3.1.-Jesús era un Maestro que hablaba


con autoridad (no como los maestros
de la ley): Pedagogía del testimonio

Es significativo indicar que todos los evangelistas colocan la


actividad pedagógica de Jesús desde el inicio de su ministerio. Mar-
cos nos dice: “Llegaron a Cafarnaún, y Jesús empezó a enseñar en
la sinagoga durante las asambleas del día sábado. Su manera de en-
señar impresionaba mucho a la gente, porque hablaba como quien
tiene autoridad, y no como los maestros de la Ley” (Mc. 1,21-22). 

Los maestros de la ley eran funcionarios de una doctrina, te-


nían un poder que les venía de sus estudios, de sus títulos. Jesús
enseñaba la vida, por eso hablaba con autoridad. No era un funcio-
nario que recita lecciones, que enseña programas. El transmitía su
vida, hablaba desde lo profundo de sus vivencias y experiencias. Ha-
blaba con el corazón. Por eso, convencía y admiraba. Era sin duda
muy inteligente, pero no utilizaba su inteligencia, como sí lo hacían
los escribas y los funcionarios de la ley, para impresionar al público
con agudas disquisiciones filosóficas, con sesudas interpretaciones
de la ley, para imponer el poder de su saber sobre los demás. A Jesús
le interesaba llegar a la gente, provocar su reflexión y su conversión,
ayudarles a que se plantearan en serio su vida, el porqué y el para
qué de su vida.

Modelo de genuino maestro, Jesús se valió siempre de dos es-


trategias fundamentales para comunicar sus enseñanzas: sus accio-
nes y su palabra. Y siempre hubo total coherencia entre ellas. Por
eso, pronto la gente descubrió que era un Maestro distinto a los de-
más, que no era como los escribas, los maestros profesionales, que
Él enseñaba con verdadera autoridad.

61
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

La palabra autoridad proviene del verbo latino augere, que sig-


nifica alentar, animar, ayudar. Las palabras auge y aupar, son primas
hermanas de autoridad, pues tienen las mismas raíces. Autoridad es,
en consecuencia, un poder que proviene del comportamiento, no del
cargo; poder que auxilia, que ayuda, que sirve, que empodera a los
demás.

El poder de Jesús era para servir. Hablaba con autoridad por-


que todos veían una gran coherencia entre su vida y su palabra. Él
vivió todo lo que enseñaba y su vida fue su mejor lección. Él fue la
Buena Noticia que enseñaba. Él vivió como Hijo y por ello pudo
enseñarnos que Dios es Padre Amoroso de todos. Él se hizo hermano
de todos, en especial de los rechazados y excluidos, fue el Buen Sa-
maritano, que se dedicó a curar a los golpeados del camino. Se hizo
Médico, dedicado a sanar; Pastor preocupado por la oveja perdida
que sale en su busca y, cuando la encuentra, la carga feliz en sus
hombros y la regresa al hogar.

Jesús, se hizo Sal para dar sabor a la vida, para superar la insi-
pidez de una vida mediocre; Luz para alumbrar caminos, para ense-
ñarnos a ver la realidad de las cosas, para que pudiéramos salir de la
ceguera; y se hizo Pan para alimentar corazones, Vino para alegrar y
poner entusiasmo en las vidas vacías y sinsentido. 

Pudo proponer las Bienaventuranzas como un programa para


la plenitud y la felicidad, porque Él las vivió todas. Eligió ser pobre,
se solidarizó con las víctimas de la injusticia, fue manso, misericor-
dioso y compasivo, trabajó por la paz verdadera y fue perseguido y
asesinado por ello. Nos dijo cómo teníamos que orar y nos enseñó
“El Padre Nuestro”, oración que es un excelente resumen de lo que
fue toda su vida: Experimentó a Dios como Padre y por ello se hizo
hermano de todos, hasta de los que lo consideraban su enemigo. Tra-
bajó a tiempo completo, con total libertad y entrega, a establecer en
el mundo el Reino de Dios, la fraternidad universal. Buscó cumplir
siempre, hasta en los momentos de mayor tristeza y sufrimiento la
voluntad del Padre. Compartió con todos el pan, trabajó por un mun-
do donde a nadie le faltara el pan, e incluso se hizo pan para alimen-
tar el compromiso y la entrega de sus seguidores. Perdonó siempre,

62
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

incluso a los que lo crucificaban y se reían en su terrible agonía en la


cruz. Superó las tentaciones de la ambición, la fama y el poder con la
ayuda del Padre, a quien siempre recurría mediante la oración, sobre
todo en los momentos más difíciles.  

Todos enseñamos lo que somos. Todos educamos o deseduca-


mos con nuestra conducta o nuestra vida, mucho más que con nues-
tras palabras. Los valores se contagian, lo mismo que los antivalo-
res. Por ello, es muy conveniente que además de analizar nuestras
palabras y discursos, nos preguntemos qué valores enseñan nuestras
vidas. En Jesús tenemos sus seguidores un verdadero modelo de Lí-
der de servicio y Maestro Coherente y con Autoridad. Sólo si nos
esforzamos por ser cada día mejores personas, por vivir en forma-
ción, es decir, en un permanente proceso de construcción de nosotros
mismos, podremos contribuir a que los alumnos desarrollen con au-
tenticidad un proyecto de vida humana y humanizadora.

3.2.-Enseñó con total libertad y creatividad,


superando la doctrina, tradiciones e
instituciones de su época: Pedagogía
liberadora y creativa.  

Jesús fue un hombre increíblemente valiente, libre, muy osa-


do, innovador: Al comienzo de su magisterio, y tras superar las tenta-
ciones de la atracción de la fama, las riquezas, el poder, el prestigio, se
entregó por completo y con una entereza y creatividad increíbles a
cumplir su misión. La tenía muy clara, y nada ni nadie le apartaría
de ella: ni las incomprensiones, ni la soledad, ni el abandono de sus
amigos y discípulos, ni la cruz. Nunca cedió a chantajes ni compo-
nendas, y fue fiel hasta las últimas consecuencias: Murió asesinado
en la cruz, tras largos suplicios y sufrimientos, sin el menor rastro
de amargura, de desaliento, de escepticismo, totalmente entregado a
la voluntad del Padre. Murió perdonando a los que lo crucificaban:
“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34).
No los acusa, más bien los excusa: están engañados, son sus herma-
nos, no sus enemigos: Los demás lo consideran su enemigo, pero Él
no es enemigo de nadie.

63
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Fue libre y creativo frente al dinero: Fue pobre y toda su


vida vivió como pobre. Nunca utilizó su prestigio y su poder para
hacer fortuna y acaparar riquezas. Con radical claridad expresará
que “Nadie puede servir a dos patronos: necesariamente odiará a
uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al
otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero”
(Mateo 6, 24). Es decir, si uno tiene el corazón atrapado por sus títu-
los, posesiones y riquezas, lo tiene cerrado a las necesidades de sus
hermanos, lo tiene cerrado a Dios, pues el único modo de servir a
Dios es atendiendo las necesidades de sus hijos. El dinero es necesa-
rio para vivir, pero es muy triste vivir para el dinero. El dinero escla-
viza a muchos: cuanto más tienen, más necesitan tener. Como dice
Erich Fromm “si bien es muy difícil ser feliz con muy poco; es casi
imposible serlo con mucho”. Como me gusta repetir, hay gente tan
pobre, tan pobre, pero tan pobre, que lo único que tienen es dinero.

A diferencia de Juan El Bautista y sus seguidores, Jesús no


desdeñó un buen banquete y hasta su primer milagro fue convertir
el agua en vino en las bodas de Caná. En las enseñanzas de Jesús
estuvo ausente el tema de las penitencias y de los ayunos. Él hablaba
de la penitencia del corazón, de volverse radicalmente y por entero
a Dios. Y el Dios de Jesús era un Padre Amoroso, una fiesta. Con
frecuencia comparó el Reino a un banquete de bodas y los fariseos
y personas religiosas se escandalizaron de Él porque comía y bebía
con los pecadores y los publicanos. Incluso llegaron a acusarlo de
glotón y de borracho (Mateo 11, 19). Si iba a fiestas y bodas, es de
suponer que bebería, cantaría, bailaría, disfrutaría de la buena mesa,
los buenos vinos, las buenas amistades. En definitiva, Jesús celebró
la vida, pero no se esclavizó a la “buena vida”. 

Los cristianos tenemos que recuperar, sobre todo en estos


tiempos de tanta tristeza, de tanta frivolidad y tanta apariencia de
alegría, al Jesús Alegre en el compromiso radical a su misión, que vi-
vía, disfrutaba y celebraba la vida. Jesús contagiaba alegría y anima-
ba a la creatividad. Su vida era una invitación permanente a superar
la mediocridad. Debemos superar dos imágenes falsas de Él: la que
nos lo presenta como una persona lánguida, “light”, sin verdadera
garra; y la que nos lo presenta como un hombre excesivamente serio,

64
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

que nunca reía ni echaba broma. Si realmente creemos que fue ple-
namente hombre, modelo de plenitud humana, debemos atribuirle
también aquellas cualidades propias de una existencia plena: entre
ellas, la celebración, la alegría, la fiesta. 

Seguir a Jesús es darle un sí radical a la fe alegre que renueva


la vida, no a la religión triste que lo estropea todo; sí a la creatividad,
no a la rutina ni el miedo; sí a la novedad del evangelio, como cami-
no a la auténtica felicidad.

Libre y creativo frente a su familia: El evangelio expresa con


claridad que los padres no entendieron la respuesta, aparentemente
brusca, cuando le reclamaron a Jesús por qué se había quedado en el
templo, siendo todavía un niño de doce años, mientras ellos lo bus-
caban  desesperados y llenos  de angustia  por todas partes: “¿Por
qué me buscaban? ¿No saben que tengo que ocuparme de las cosas
de mi Padre?”. El evangelista añade que María “guardaba todas
esas cosas en su corazón”, es decir, las reflexionaba, las aceptaba,
aunque no terminaba de entenderlas. 

Hay otro texto, más desconcertante todavía, que expresa que


Jesús supera los estrechos márgenes de la familia para abrirse a la
gran familia de los hijos de Dios, la fraternidad universal que quiere
el Padre: “Entonces llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron
afuera y lo mandaron a llamar. Como era mucha la gente sentada en
torno a Jesús, le transmitieron este recado: ‘Tu madre, tus herma-
nos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti’. Él les contestó:
‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ Y mirando a los que esta-
ban sentados a su alrededor, dijo: ‘Estos son mi madre y mis herma-
nos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y
hermana y madre” (Marcos, 3, 31-35). 

La importancia de la familia no debe encerrarnos en un círculo


estrecho que nos aleje de los demás, sino que debe ser estímulo para
trabajar por la gran familia universal.

-Libre y creativo frente a las normas, las apariencias y el qué


dirán: En una sociedad llena de minuciosas normas que asfixiaban

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

la vida y de barreras religiosas, económicas y sociales, Jesús mani-


festó una increíble libertad para superar los viejos esquemas y una
extraordinaria creatividad para establecer un mundo de nuevas rela-
ciones inclusivas: Se reunía y comía con pecadores y publicanos e
incluso llamó a uno de ellos, Mateo, a su seguimiento; se dejó besar
los pies por una prostituta, salvó de la muerte a pedradas a una adúl-
tera y conversó largamente y a solas con  la samaritana, un verdadero
escándalo, por mujer, por no-judía, y por ser además de muy baja re-
putación. Tocó y curó a los leprosos, considerados impuros y prefirió
siempre a los más necesitados, rechazados, alejados pues, como El
mismo decía, “son los enfermos y no los sanos los que necesitan de
médico” (Mateo 9, 12).

Jesús rompió esquemas, moldes, tradiciones; hacía cosas insó-


litas que escandalizaban a los fariseos y a las gentes piadosas; fue un
verdadero innovador que acabó con todo un mundo de prejuicios y
exclusiones. Nadie era indigno de relacionarse con Él, por malo que
hubiera sido su pasado. Sus palabras y su vida fueron un llamado
permanente a la osadía, la innovación y la creatividad, característi-
cas esenciales de los verdaderos líderes de servicio.

Libre y creativo frente al poder: Huyó cuando lo quisieron


nombrar rey; rechazó sin el menor titubeo la figura de Mesías Glorioso
y tan esperado que libraría a su pueblo de la tiranía de Roma y lo lle-
varía a conquistar militarmente otras naciones. Eligió en cambio, la
figura de Mesías Sufriente, que venía a servir y no a reinar, a sanar y
no a castigar. Por ello, reprendió con dureza a Pedro (Mateo 16, 23),
a quien llama “tentador” y lo acusó de pensar como los hombres y
no como Dios, cuando se niega a admitir el mesianismo de la cruz. A
las peticiones de los Zebedeos, que le pedían cargos honoríficos en el
reino, la contraoferta de Jesús fue una invitación a “beber su cáliz”, es
decir, a acompañarle en su camino de humillación y de sufrimiento.
Como les advirtió a sus discípulos “Los gobernantes de las naciones
las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad. Pero entre
ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacer-
se grande, será su servidor, y aquel de ustedes que quiera ser el pri-
mero será el último. Imiten al Hijo del Hombre que no vino a ser ser-
vido sino a servir y para dar su vida por muchos” (Mateo 20, 25-28).

66
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

Entró en Jerusalén montado en un burrito, como los pobres y los


sencillos, y no sobre un brioso caballo como los guerreros y los po-
derosos. Mantuvo su dignidad ante los Sumos Sacerdotes, Herodes y
Pilatos, sin amilanarse, sin prestarse a sus juegos, sin dejarse utilizar.
Él, que era tan agudo, podía haberlos destrozado con sus argumen-
tos, pero prefirió callarse. No intentó defenderse con su elocuencia
de lo que había hecho y enseñado. No le interesaban las discusiones
meramente académicas. Los derrotó con su silencio. No se acobardó,
no imploró clemencia, no intentó justificarse ni excusarse. 

Libre y muy creativo frente a la ley. Tal vez sea aquí donde
mejor se expresa la increíble libertad y creatividad de Jesús, que
supo combinar de un modo extraordinario, como un verdadero líder
de servicio, la humildad y la tolerancia con la osadía y la creatividad.
La ley era lo más sagrado para los judíos. La perfección y la santidad
consistían precisamente en el cumplimiento riguroso de la ley. Por
eso, los fariseos que eran estrictos cumplidores de la ley, se conside-
raban superiores y mejores que los demás.

Para Jesús servía de muy poco el cumplimiento de la ley si


olvidaba a los hermanos. Lo importante era la persona, no la ley, que
siempre debía estar al servicio del hombre. Por ello, había incluso
que quebrantarla si se usaba como excusa para esclavizar y como
medio de ganarse la voluntad de Dios.

Para que no cupiera la menor duda de su concepción de la


ley, adoptó actitudes claramente provocativas: en varias ocasiones
curó en sábado, a un paralítico (Juan 5, 1-15), a una mujer poseída
por un mal espíritu (Lucas, 13, 10-16) y a un ciego de nacimiento
(Juan 9, 1-41), lo cual estaba totalmente prohibido. Los evangelistas
subrayan que el paralítico llevaba treinta y ocho años enfermo, la
mujer dieciocho y el ciego lo era desde su nacimiento. Cualquiera
menos “conflictivo” que Jesús, para no buscarse problemas, hubiera
esperado que pasara el sábado y los hubiera curado sin necesidad de
quebrantar la ley. Total, si llevaban tanto tiempo en esa situación, no
les hubiera importado esperar unas pocas horas más. 

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Pero no se trataba sólo de curar. Jesús quería desmontar toda


esa falsa estructura que absolutizaba la ley sobre las personas y que,
en consecuencia, ya no se utilizaba para liberar sino para oprimir.
Por eso, y ante el gravísimo enojo y escándalo de los fieles cumpli-
dores de la ley (todos los evangelistas se cuidan de subrayar bien
esto), Jesús la quebranta para sanar y deja bien claro que toda ley
debe estar al servicio de la liberación de las personas, pues “El sá-
bado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”
(Marcos 2, 28).

Jesús mostró un valor extraordinario para llevar a cabo su mi-


sión. Esta actitud valiente de Jesús que enfrentó con decisión y sin
miedo una ley que no estaba al servicio de las personas, va a ser,
en consecuencia, lo que le ocasionó la muerte. “Tenemos una ley,
y según esa ley, debe morir” (Juan 19,7), le dirán sus enemigos a
Pilatos para justificar y exigir su condena a muerte.  Al proclamarse
igual a Dios, por ende si pide que se cumpla la ley de condena por
esa comparación.

Para Jesús, pesa una maldición sobre aquellos que buscan su


salvación por el mero cumplimiento de la ley y se olvidan de aten-
der las necesidades de los hermanos.  Cuántos crímenes y abusos se
han cometido y se siguen cometiendo en el nombre de la Ley. Es un
gravísimo error confundir legitimidad con legalidad, pues hay mu-
chas leyes que son ilegítimas: las que permiten esclavizar, vender o
matar  personas; las leyes en países racistas o bajo dictaduras; leyes
que permiten la tortura y los abusos; leyes que impiden a las muje-
res ejercer sus derechos; leyes que discriminan o justifican abusos y
explotaciones…

En definitiva, Jesús asumió y ejerció su libertad creativa para


liberar de todo tipo de ataduras que impiden a las personas alcan-
zar su plenitud.  Su enseñanza y su pedagogía son caminos de libe-
ración. Siempre reafirmó con sus enseñanzas y comportamiento el
valor absoluto de la persona, frente a la cual todo debe ser relativi-
zado y en función de cuya realización debe orientarse. En palabras
de Peresson, “Ni las instituciones, ni las leyes, ni las tradiciones,
por más sagradas que sean, pueden absolutizarse y mucho menos

68
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

ser manipuladas para legitimar la opresión o instrumentalizar a las


personas. Todo, absolutamente todo, debe supeditarse al bien y la
vida de las personas, máxime si son los pobres y excluidos (…) Por
esta razón Jesús se enfrentó permanentemente con las autoridades
religiosas, jurídicas, políticas y económicas porque utilizaban las
instituciones, como el Templo, la observancia del sábado, las leyes y
las prácticas rituales de purificación, para dominar las conciencias
y legitimar la opresión que ejercían sobre el pueblo”.    

3.3- Acogió con cariño a todos y los aceptó


con sus experiencias, saberes y preocupaciones:
Pedagogía del amor y de la inclusión

Frente a la ley, Jesús propuso un nuevo mandamiento: el amor,


que no es un deber, sino que es una opción por el otro, por todos los
otros. Una opción que no se hace una vez y ya, sino que se renueva
todos los días. El amor es un modo de vida: hay que elegir vivir
amando siempre y en todas las circunstancias. 

El amor es más exigente que la ley: Las madres que aman de


verdad van siempre mucho más allá de lo que les obliga la ley, y
algunos, como el propio Jesús, hasta son capaces de dar su vida por
amor. No sólo lo dieron todo, sino que se dieron, se regalaron hasta
la muerte. Por lo general, los grandes defensores de los derechos
humanos terminan perdiéndolos todos y, en nombre de la ley, son
encarcelados y hasta asesinados. “Ama y haz lo que quieras”, nos
dirá San Agustín y es que, el verdadero amor busca siempre el bien
de la persona y es incapaz de hacer daño. Cuando se ama, se gana
siempre y ganan todos.

El amor de Jesús fue inclusivo de todos los grupos margina-


dos. Valoró e incluyó a la mujer, en una sociedad en la que se le
negaban la mayor parte de los derechos, pues podía ser repudiada y
rechazada por el hombre por cualquier motivo. Jesús reivindicó de
manera absoluta el amor de comunión entre la pareja, que no puede
quedar al arbitrio y capricho del varón (Ver Mateo 19, 1-7). 

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Valoró e incluyó también a los niños, grupo marginal entre los


marginados, y les mostró un cariño muy especial. Marcos nos cuen-
ta la indignación de Jesús al ver cómo los discípulos rechazaban a
los niños y llegó incluso a decir que, para entrar en el Reino había
que hacerse como niño: “Algunas personas le presentaban los niños
para que los tocara, pero los discípulos los reprendían. Jesús, al ver
esto, se indignó y les dijo: ‘Dejen que los niños vengan a mí y no se
lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como
ellos. En verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios como un
niño, no entrará en él’. Jesús tomaba a los niños en brazos e, impo-
niéndoles las manos, los bendecía”. (Marcos 10, 13-16).

Ya hemos hablado también de la predilección de Jesús por los


enfermos, los pobres, los marginados, a los que mostró un cariño
muy especial y con los que se identificó abiertamente. Para Jesús,
todos son hermanos, hijos de Dios, que como una madre verdadera
siempre prefiere a los hijos más débiles, a los que nacieron con algún
problema, a los que sufren o están enfermos. Por ello, Jesús, antes
de hablar, se hace amigo, conoce a la persona, la comprende, la ama. 

El cariño permitió a Jesús acercarse con especial empatía


a sus discípulos y seguidores, a los que siempre acogía con sus preo-
cupaciones, saberes y experiencia particulares. Por ello, siempre fue
capaz de descubrir y valorar lo positivo en cada persona y, a partir de
allí, establecer una profunda comunicación. Reconoció, alabó y pre-
mió la fe del Centurión (Mateo 8, 10-12), de la mujer que sufría flu-
jos de sangre (Mateo 9,22), de la Cananea (Mateo 15, 28), de la pe-
cadora que lloró y derramó su perfume sobre sus pies (Lucas 7, 50);
alabó, frente a la ostentación de los ricos,  la generosidad de la viuda po-
bre que fue capaz de dar dos moneditas de lo muy poco que tenía (Mar-
cos 12, 41-44);  premió yendo a comer a su casa, la intrepidez de Zaqueo
que, como  no lograba ver bien a Jesús  por ser de muy baja estatura, se
subió a un árbol para verlo ( Lucas 19, 1-10); y animó a Nicodemo a se-
guir profundizando en sus ansias de encontrar la verdad (3, 1-21).

Para el Maestro Jesús las situaciones concretas de los que se


acercaban a Él fueron ocasiones privilegiadas para impartir sus ense-
ñanzas, pues siempre relacionó su pedagogía con el contexto. Conocía

70
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

bien los acontecimientos políticos, económicos y sociales, pero tam-


bién la situación existencial de las personas, sus problemas, sus an-
sias, sus sufrimientos, sus miedos, su cobardía. Para el Maestro, la
experiencia no fue relato trivial e insignificante, sino punto de parti-
da para entender la situación real y existencial en que se encontraban
sus amigos o seguidores y para, a partir de ella, llegar a lo profundo
de sus inquietudes o aspiraciones.  Por ello, fue capaz de mirar con
especial comprensión y cariño a Pedro en el mismo momento en que
éste, avergonzado de ser su discípulo, lo acababa de negar por tres
veces. Con su mirada comprensiva y cariñosa, el Maestro le estaba
diciendo que no se preocupara, aunque Pedro renegara de Él, Jesús
lo seguía queriendo, que Pedro siempre podría contar con Él. Esa
mirada de Jesús fue una excelente lección que llegó, mejor que cual-
quier palabra, a lo profundo del corazón de Pedro:

 “Entonces lo apresaron y lo llevaron a la casa del sumo sacer-


dote, donde entraron; Pedro los seguía a distancia. Prendieron un
fuego en medio del patio y luego se sentaron alrededor; Pedro tam-
bién se acercó y se sentó entre ellos. Al verlo sentado a la lumbre,
una muchachita de la casa, después de mirarlo, dijo: ‘Este también
estaba con él’.  Pero él lo negó diciendo: ‘Mujer, yo no lo conozco’.

Momentos después otro exclamó al verlo: ‘Tú también eres


uno de ellos’. Pero Pedro respondió: ‘No hombre, no lo soy’. Como
una hora más tarde, otro afirmaba: ‘Seguramente éste estaba con él,
pues además es galileo’. De nuevo Pedro lo negó diciendo: ‘Amigo,
no sé de qué hablas’.

Todavía estaba hablando cuando un gallo cantó. El Señor se


volvió y fijó la mirada en Pedro. Y Pedro se acordó de la palabra
del Señor, que le había dicho: ‘Antes de que cante hoy el gallo, me
habrás negado tres veces’. Y, saliendo afuera, lloró amargamente”
(Lucas 22, 54-62). 
  
Podríamos afirmar que el amor incondicional de Jesús lo lle-
vó a ser un excelente pedagogo de la inculturación, pues siempre,
incluso en los momentos más difíciles, se esforzó por comprender
la situación de los demás, empatizó con ellos, los aceptó como eran

71
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

y miró sus anhelos y problemas con mirada cariñosa y comprensiva


que le permitió ubicarse en su contexto.  Por ello aceptó y validó a
cada persona con sus historias y circunstancias particulares.

Los maestros cristianos, seguidores de Jesús, debemos apren-


der de Él a conocer a los alumnos, aceptarlos, acompañarlos, querer-
los. No hay pedagogía fructífera si no es capaz de ubicarse en el ni-
vel cultural, social, político, afectivo…de los alumnos. La pedagogía
del amor y la experiencia se esfuerza por introducir el currículo en
la vida de los alumnos, de modo que estos sientan y experimenten lo
que aprenden y sean capaces de adentrarse, con la inteligencia y tam-
bién con el corazón, en el fondo de los hechos y de los acontecimien-
tos. Sólo hay verdadero aprendizaje cuando se involucran también
los afectos y los sentimientos. De ahí la necesidad de movilizar los
corazones de los alumnos, de hacerlos reflexionar y reaccionar ante
lo que ven y lo que estudian, de modo que vayan adquiriendo una
visión personal y objetiva que les lleve a involucrarse como sujetos
activos en la humanización y transformación de la realidad.

La educación sólo es posible en unas relaciones cercanas, cor-


diales, entre maestro y alumnos. Si la educación es un acto de amor,
no puede producir temor. Con relaciones autoritarias, verticales, no
va a ser posible educar. Como expresaba Freire, sin el amor, incluso
el diálogo sería una relación autoritaria. Con el amor, la enseñan-
za no es imposición, sino una respuesta, un involucrar al otro. El
diálogo amoroso estimula y alimenta en el alumno la participación
creciente, activa, creativa, en su crecer en conocimientos y valores,
en su madurar como persona. La tarea del maestro es ponerse incon-
dicionalmente al servicio del alumno para que éste crezca y pueda
desarrollarse en libertad.

No podemos ni debemos exigir que los jóvenes sean como


nosotros, como nos gustaría que fueran. Ellos son como son. Y no-
sotros, o los aceptamos o no los aceptamos. O les queremos o no
les queremos. O entramos en su mundo, o su mundo no entra en el
nuestro. Si realmente los queremos, si ellos se sienten queridos por
nosotros, si nos ven cercanos, si somos capaces de mirarlos con los
ojos del corazón, descubriremos en ellos sus valores, sus talentos, y

72
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

tenderemos puentes entre su mundo y el nuestro que nos permitirán


establecer un diálogo cada vez más profundo y fructífero.

El alumno no está al servicio del maestro, sino el maestro al


servicio del alumno. La función del maestro es ponerse al servicio
del alumno, que siempre debe ser el centro.  Por ello, en estos tiem-
pos tan inciertos y turbulentos, debemos insistir en la pedagogía del
amor y la ternura: El amor es el principio pedagógico esencial. De
muy poco va a servir que un docente se haya graduado con excelentes
calificaciones en las universidades más prestigiosas, si carece de este
principio. En educación es imposible ser efectivo sin ser afectivo.
No es posible calidad sin calidez. Ningún método, ninguna técnica,
ningún currículo por abultado que sea, puede reemplazar al afecto en
educación. Amor se escribe con “a” de aceptación, atención, ánimo,
ayuda, apoyo, aliento, asombro, acompañamiento, alegría y amistad.
El educador es un amigo que ayuda a cada alumno, especialmente a
los más carentes y necesitados, a superarse, a crecer, a ser mejores.

Amar significa aceptar al alumno como es, siempre original y


distinto a mí y a los demás alumnos, afirmar su valía y dignidad, más
allá de si me cae bien o mal, de si lo encuentro simpático o antipá-
tico, de si es inteligente o lento en su aprendizaje, de si se muestra
interesado o desinteresado. El amor genera confianza y seguridad.
Es muy importante que el niño se sienta en la escuela, desde el pri-
mer día, aceptado, valorado y seguro. Sólo en una atmósfera de se-
guridad, alegría y confianza podrá florecer la sensibilidad, el respeto
mutuo y la motivación, tan esenciales para un aprendizaje autóno-
mo. Si logramos que los niños sean felices, estaremos poniendo los
cimientos para que sean adultos buenos. Educar es un acto de amor
mutuo.  Es muy difícil crear un clima propicio al aprendizaje si no
hay relaciones cordiales y afectuosas entre el profesor y el alumno,
si uno rechaza o no acepta al otro.

El amor es también paciente y sabe esperar. Por eso, respeta


los ritmos y modos de aprender de cada alumno y siempre está dis-
puesto a brindar una nueva oportunidad. La educación es una siem-
bra a largo plazo y no siempre se ven los frutos. De ahí que la pacien-
cia se alimenta de esperanza, de una fe imperecedera en las

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

posibilidades de superación de cada persona. La paciencia esperan-


zada impide el desánimo y la contaminación de esa cultura del pesi-
mismo y la resignación que parecen haberse instalado en tantos cen-
tros educativos. 

Para ser paciente, uno tiene que te-


ner el corazón en paz. Sólo así será ca-
paz de comprender, sin perder la calma,
situaciones inesperadas o conductas ina-
propiadas, y podrá asumir las situacio-
nes conflictivas como verdaderas opor-
tunidades para educar. La paciencia evita
las agresiones, insultos o descalificacio-
nes, tan comunes en el proceso educati-
vo cuando uno “pierde la paciencia”. El
amor paciente no etiqueta a las personas,
respeta siempre, no guarda rencores, no promueve venganzas; per-
dona sin condiciones, motiva y anima, no pierde nunca la esperanza. 

Amar no es consentir, sobreproteger, regalar notas, dejar hacer.


El amor no se fija en las carencias del alumno sino más bien, en sus
talentos y potencialidades. El amor no crea dependencia, sino que da
alas a la libertad e impulsa a ser mejor. Busca el bien-ser y no sólo el
bienestar de los demás. Ama el maestro que cree en cada alumno y lo
acepta y valora como es, con su cultura, su familia, sus carencias, sus
talentos, sus heridas, sus problemas, su lenguaje, sus sueños, miedos
e ilusiones; celebra y se alegra de los éxitos de cada uno, aunque
sean parciales; y siempre está dispuesto a ayudarle para que llegue
tan lejos como le sea posible en su crecimiento y desarrollo integral.
Por ello, se esfuerza por conocer la realidad familiar y social de cada
alumno para poder establecer una alianza con la familia y así brin-
darle un mejor sevicio educativo.
 
Algunos, en vez de hablar de la pedagogía del amor, prefieren
hablar de la pedagogía de la ternura para enfatizar ese arte de educar
con cariño, con sensibilidad, para alimentar la autoestima, sanar las
heridas y superar los complejos de inferioridad o incapacidad.
Es una pedagogía que evita herir, comparar, discriminar por motivos

74
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

religiosos, raciales, físicos, sociales o culturales. La pedagogía de la


ternura se opone a la pedagogía de la violencia y en vez de aceptar el
dicho de que “la letra con sangre entra”, propone más bien el de 
“la letra con cariño entra”; en vez de “quien bien te quiere te hará
llorar”, por “quien bien te quiere te hará feliz”. 

La pedagogía del amor o pedago-


gía de la ternura es reconocimiento de di-
ferencias, capacidad para comprender y
tolerar, para dialogar y llegar a acuerdos,
para soñar y reír, para enfrentar la adver-
sidad y aprender de las derrotas y de los
fracasos, tanto como de los aciertos y los
éxitos. La ternura es encariñamiento con
lo que hacemos y lo que somos, es deseo
de transformarnos y ser cada vez más grandes y mejores. Por esto,
ternura también es exigencia, compromiso, responsabilidad, rigor,
cumplimiento, trabajo sistemático, dedicación y esfuerzo, crítica
permanente y fraterna. En consecuencia, no promueve el dejar hacer
o dejar pasar, ni el caos, el desorden o la indisciplina; por el contra-
rio, promueve la construcción de normas de manera colectiva, que
partan de las convicciones y sentimientos y que suponen la motiva-
ción necesaria para que se cumplan. 

3.4.-Utilizó la pregunta y la parábola


para provocar la reflexión y
el discernimiento: Pedagogía crítica.

Jesús impactó no sólo por el contenido de sus enseñanzas, sino


por la viveza pedagógica del modo de enseñarlas. Fue un gran hace-
dor de preguntas para provocar la reflexión, el cuestionamiento, la
conversión, la revolución profunda del corazón.

El uso de la pregunta como medio para construir el aprendizaje


es un recurso muy antiguo, y filósofos como Sócrates o Platón lo
utilizaron ampliamente. Incluso Sócrates pensaba que una vida sin
preguntas no merecía la pena y estaba convencido de que la verdad

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“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

habitaba en el alma de cada persona y que una pregunta oportuna


provocaba sacar a luz la verdad. A ese método lo llamó, mayéutica,
el arte de engendrar la verdad. El hacer pensar a los alumnos ha
sido desde siempre uno de los objetivos esenciales de toda genuina
educación, pues, como dice Oscar Wilde: “Todos son capaces de dar
respuestas; pero el plantear verdaderas preguntas es cosa propia de
genios”. De ahí que frente a la pedagogía que enseña a responder,
debemos insistir en la pedagogía crítica, pedagogía de la pregunta. 

Saber preguntar es todo un arte y Jesús fue un extraordinario


maestro de la pregunta. Él estimulaba el arte de pensar.  En los evan-
gelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) Jesús hace 98 preguntas
sin contar las doce que aparecen en las parábolas. Y en el evangelio
de Juan son 171 las preguntas en boca de Jesús. La pregunta es un
elemento clave para lograr una pedagogía transformadora. S.G. For-
toris nos dice que la importancia de la pregunta consiste en que ella
estimula el pensamiento fructífero. La pregunta ayuda a clarificar las
propias ideas, sobre todo si están bien planificadas y dirigidas. Pre-
guntas que motivan la reflexión, el pensamiento, no preguntas para
recitar respuestas prefabricadas. 

En su búsqueda de la verdad, Jesús no tuvo temor, sino que, por


medio de sus preguntas, provocó el cuestionamiento de las propias
ideas y convicciones. Buscó también estimular el pensamiento pro-
fundo y reflexivo con relación a las verdades que enseñaba, pues le
interesaba modificar actitudes y romper prejuicios.  Él impartía una
enseñanza provocadora, que produjera cambios, que se encarnara en
la vida. Por ello, no preguntaba lecciones para que los discípulos las
repitieran, sino que con sus preguntas, los guiaba a que encontraran
sus propias respuestas dentro del marco de sus convicciones y su
mundo. Las preguntas de Jesús promovieron el diálogo y sobre todo
la creatividad, ya que estimulaban a descubrir nuevos senderos y
nuevas maneras de ver la vida.  

La pregunta se convirtió para Jesús en chispa para iniciar la


conversación y el diálogo, la conversión. Este fue el caso con la mu-
jer samaritana. Las preguntas bien dirigidas y organizadas dieron
como resultado la transformación de su vida y de su comunidad. 

76
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

Jesús hizo muchas más preguntas que las que contestó, y en


ocasiones contestó una pregunta con otra pregunta. Los propósitos
de Jesús al hacer preguntas fueron muy variados:

1.-Para fomentar el interés o establecer un punto de contacto:


“¿Quién me ha tocado?” (Lucas 8,45), en momentos en que todo
el mundo lo estaba apretujando, pues conocía bien que esa mujer
que padecía de hemorragias, había tocado el fleco de su manto de un
modo muy especial, con una gran fe. 

2.-Para iniciar y estimular el pensamiento y la reflexión pro-


funda sobre el sentido de la vida: “¿De qué le sirve al hombre ganar
el mundo entero si se pierde o disminuye a sí mismo?” (Lucas 9, 25).
“¿No valen ustedes mucho más que los pájaros?” “¿Por qué se pre-
ocupan tanto por la ropa?”  (Mateo 6, 26, 28), para inducirles a que
no se preocuparan tanto por las cosas materiales (la ropa, el alimen-
to) y se dedicaran realmente a lo importante. “¿Comprenden lo que
yo he hecho con ustedes?” (Juan 13, 12), después de haberles dado
esa lección práctica de servicio lavándoles los pies. 

3.-Para expresar o verbalizar el proceso de razonamiento:


“¿Por qué me llamas bueno?”. (Marcos 10,18), le responde con
esta pregunta a la pregunta del Joven Rico sobre qué tiene que hacer
para ganar la vida eterna.“¿Pueden ustedes beber la copa que yo
tengo que beber?” (Mateo 20,22), como respuesta a las aspiraciones
de la madre de Santiago y Juan que le pide a Jesús que les conceda a
sus hijos cargos muy importantes en su reino.
 
4.-Para probar el compromiso, así como el entendimiento es-
piritual de sus discípulos: “¿Dónde iremos a comprar pan para que
coma esta gente?” (Juan 6, 5), le pregunta a Felipe al ver toda esa mul-
titud hambrienta, momentos antes de la multiplicación de los panes. 

5.-Para ayudar a aplicar la verdad: “¿Cuál de estos tres hom-


bres, fue el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteado-
res?” (Lucas 10, 36), para que el maestro de la ley entienda que lo
importante no es saber teóricamente quién es el prójimo, sino hacer-
se prójimo de los necesitados. 

77
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

6.-Para emplear la disputa, la argumentación y la lógica:


“¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que los de-
más porque corrieron semejante suerte?” (Lucas 13, 2), cuando le
cuentan de la matanza que hizo Pilatos de unos galileos. “Si a uno
de ustedes se le cae su burro o su buey en un pozo en día sábado,
¿acaso no va enseguida a sacarlo? (Lucas 14, 5), para justificar sus
curaciones en sábado y hacerles caer en la cuenta de todas sus in-
coherencias al aplicar rigurosamente la ley que les lleva a justifi-
car el salvar a los animales en sábado, pero no el curar a las personas.

7.-Para reprender o señalar alguna falla espiritual: “¿Por


qué son tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?” (Marcos 4,40), des-
pués de haber calmado la tempestad en el lago. “¿Y por qué te fijas
en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de
la viga que tienes en el tuyo? (Lucas 6, 41), para subrayar la necesi-
dad de autocrítica, de reconocer los propios errores, en vez de estar
hablando de los errores de los demás.
  
8.-Para provocar las reacciones de la gente y hacerles caer
en la cuenta de sus incoherencias: ¿Cómo puede Satanás echar a
Satanás? (Marcos 3, 24), cuando le acusan de estar poseído por los
demonios  y que, en su nombre, los expulsa. 

9.-Para recoger lo que la gente y sus discípulos piensan de él


y hacer que se definan: “Según el parecer de la gente, ¿quién soy
yo? Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? (Mateo 16, 13, 15).
 
El buen educador, como el poeta, es un permanente hacedor de
preguntas. Estimula a sus alumnos a desarrollar el arte de pensar, que
sólo es posible si aprenden sistemáticamente a preguntar y a dudar. 
La pregunta y la duda y no la respuesta constituyen lo medular en los
procesos educativos. Tener preguntas es querer saber algo, manifes-
tar hambre de aprender. En consecuencia, una buena educación más
que enseñar a responder preguntas, debe enseñar a preguntar res-
puestas y a dudar sobre las propias convicciones. La pregunta lleva a
la reflexión profunda y al análisis. La pregunta es tan importante en la
educación que podemos afirmar que el maestro que domina la técni-
ca de la pregunta domina el arte de la enseñanza. Desgraciadamente,

78
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

en la educación tradicional, se enseña a responder y no a preguntar, y


a responder las preguntas del maestro, con frecuencia preguntas so-
bre conocimientos fosilizados, sin el menor interés para los alumnos,
que no provocan su reflexión ni cuestionamiento. 

Los educadores debemos cuestionar nuestra enseñanza y pre-


guntarnos continuamente sobre las preguntas que hacemos. Debe-
mos aprender a preguntar y a preguntarnos, para someter a juicio las
propias ideas y convicciones, para ver qué se oculta detrás de nues-
tras opiniones y juicios, para alcanzar la verdad. Nadie posee en ex-
clusiva la verdad. La verdad se construye, no se impone. “Tu verdad,
no; la verdad; deja la tuya y ven conmigo a buscarla”, decía ese gran
poeta español Antonio Machado. Se trata de convencer, no de vencer
ni de imponer. La manera más poderosa en que la ideología domi-
nante funciona hoy es el no permitir cuestionamientos profundos.
Por eso, si las actuales escuelas, liceos y universidades son lugares
para aprender respuestas estériles y castigar el error, debemos trans-
formarlos en lugares para interrogarnos e interrogar la realidad, para
equivocarnos y asumir el error como una magnífica oportunidad de
aprendizaje y crecimiento. Es lo que con tanta insistencia repetía
Simón Rodríguez, ese gran maestro de América: 

“Enseñen a los niños a ser preguntones, para que pidiendo


el porqué de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer
a la razón, no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre
como los estúpidos”. También resultan iluminadoras las palabras de
ese otro gran maestro cubano, José Martí: “Como la libertad vive del
respeto y la razón se nutre de lo contrario, edúquese a los jóvenes en
la viril y salvadora práctica de decir sin miedo lo que piensan y oír
sin ira ni mala sospecha lo que piensan otros”.

Además de la pregunta, Jesús utilizó con gran


destreza pedagógica las parábolas. Era un excelente
comunicador y un muy ameno narrador de historias,
que sin duda preparaba en largos ratos de reflexión.
Con ellas era capaz de comunicar las enseñanzas más
profundas y complejas con historias aparentemente
simples pero que exigían reflexiones profundas.

79
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

Dodds define la parábola como “una metáfora o comparación


tomada de la naturaleza o de la vida diaria que atrae al oyente por
su viveza o singularidad y deja la mente con cierta duda sobre su
aplicación exacta, de modo que estimula una reflexión activa. La
parábola no trata de probar nada, sino que provoca una apertura al
pensamiento. La parábola deja siempre algo que pensar, abre a nue-
vas posibilidades de vida. Cuando conocemos bien una parábola,
corremos el riesgo de creer que no tiene ya nada nuevo que decirnos.
Pero introduce siempre un llamado más hondo en nuestra vida: nos
habla de nuevas posibilidades. La parábola nunca nos deja tranqui-
los: quien la escucha de verdad sabe que la vida empieza a compli-
cársele. La parábola capta enseguida la atención de los oyentes por
su novedad o viveza y deja en la mente cierta duda acerca de su apli-
cación precisa con el fin de obligarle a pensar activamente. “Dejar
dudas” es un principio de gran valor pedagógico, porque impulsa al
pensamiento reflexivo, crítico y creativo. El lenguaje de las parábo-
las permite que su contenido sea internamente traducido por cada
persona a su propio lenguaje interior, buscando en ellas respuestas a
sus propias motivaciones. 

Los evangelistas nos han conservado más de 40 parábolas, al-


gunas de ellas verdaderas joyas literarias, como la del Hijo Pródigo
o la del Buen Samaritano, que todavía hoy, después de casi dos mil
años, nos conmueven y emocionan. 

Jesús fue un excelente comunicador que llegaba a la mente y


el corazón de la gente porque hablaba con un lenguaje sencillo, ex-
traído de su cotidianidad. Las parábolas suponen una gran capacidad
de observación de la vida. Ellas parten siempre de la historia concre-
ta, de la existencia: hijos en crisis, porteros nocturnos, relaciones la-
borales, jueces corrompidos, bodas, amas de casa, pescadores, cam-
pesinos, asaltados en el camino, pájaros, lirios. Los oyentes ven en
ellas reflejadas sus vidas y son inducidos a reflexionar y cambiar, a
optar, a convertirse. Para Jesús, lo importante no es saber, sino actuar,
comprometerse. No trataba tanto de convencer, sino de convertir. En
palabras de Cury, “Jesús estimulaba el placer de aprender, alejaba
a los alumnos de la condición de espectadores pasivos del cono-
cimiento para que se convirtieran en agentes activos del proceso

80
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

educacional, del proceso de transformación… Sin haber estudiado


pedagogía, enseñaba de manera interesante y atrayente, contando
historias. Su creatividad impresionaba… Para este narrador de his-
torias, enseñar no era una fuente de aburrimiento, de estrés, de obli-
gación, sino una aventura dulce y placentera”.  

La enseñanza hoy se ha vuelto demasiado aburrida y fastidiosa.


El lenguaje académico se presenta soporífero, sin interés, sin pasión,
sin vida. Es necesario volver al “saber con sabor”, al saber sabroso,
que provoque las ganas de aprender de los alumnos. La pedagogía
de las parábolas nos ofrece una interesante respuesta al desafío que
tiene la educación hoy de lograr aprendizajes que sean significativos
y estables. Aquí también tenemos mucho que aprender del Maestro
Jesús y de cómo ejerció su liderazgo.

3.5.-Invitó al seguimiento, al cambio de corazón,


pero siempre respetó las decisiones personales
de cada uno: La Pedagogía del respeto
y de la libertad. 

Jesús fue un pedagogo que nunca forzó los procesos de sus


alumnos. No se aprovechó ni de su liderazgo ni de su poder para
forzar el normal desarrollo de las libertades. Con los apóstoles, que
no terminaban de comprender su mensaje, mostró una paciencia in-
creíble. Aceptó su lentitud, sus contradicciones y dureza, sin renun-
ciar a su formación. Nunca juzgó, nunca se impuso, más bien invitó:
“Si quieres, si estás dispuesto”. Cuando lo vio conveniente, corrigió
con serenidad, con calma, como cuando los discípulos disputaban
sobre cuál sería el primero en el reino, o como cuando Pedro trató de
hacerle desistir de su misión, y le pidió que no subieran a Jerusalén,
donde lo iban a apresar y a matar. Incluso ante su fracaso con Judas,
en el momento en que este lo estaba traicionando con un beso, Jesús
no lo recriminó ni acusó, sino que intentó un último gesto de cariño
y reconciliación llamándolo Amigo (Mateo 26, 50).

Se fió siempre de sus educandos: “Vete y no peques más”


(Juan,8, 11), le dijo a la mujer adúltera, después de salvarla de los

81
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

que querían apedrearla. No le echó un sermón, no la recriminó. Sim-


plemente, le recomendó que cambiara de vida. Ella verá lo que hace. 

Pero es tal vez en el relato del Joven Rico (según Mateo), donde
mejor se manifiesta el respeto de Jesús a la libertad de las personas:
“Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su
encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: ‘Maestro bueno,
¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?’

Jesús le dijo: ‘¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno,


sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no come-
tas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas
injusto, honra a tu padre y a tu madre’. 

El hombre le contestó: ‘Maestro, todo esto lo he practicado


desde joven’.

Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño


y le dijo: ‘Sólo te falta una cosa: vete, vende
todo lo que tienes y reparte el dinero entre los
pobres y tendrás un tesoro en el Cielo. Des-
pués ven y sígueme’. Al oír esto se desanimó
totalmente, pues era un hombre muy rico”
(Marcos 10, 17-22).

¡Qué triste es este relato! Podemos imaginar la mirada cariñosa


de Jesús primero y luego su mirada decepcionada ante la falta de radi-
calidad del joven.  No conocemos nada de Él, ni siquiera su nombre.
Por Mateo sabemos que era joven, pues Marcos ni siquiera nos dice
eso. Lucas habla de un hombre importante. El hecho es que, ante las
exigencias de Jesús, se echó para atrás, no supo darle un sí definiti-
vo, no fue capaz de arrancarse de sus comodidades y riquezas para
asumir la vida austera y desinstalada de Jesús. Perdió la oportunidad
de “salvar su vida”, es decir, de hacerla realmente fecunda y plena.
Si hubiera aceptado la invitación de Jesús, hoy todo el mundo lo co-
nocería, aparecería entre la lista de los apóstoles y los santos, hubiera
quedado en la historia como ejemplo de radicalidad y de valentía. Su
recuerdo causaría admiración y no ese sabor a decepción y cobardía.  

82
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

Se fue desanimado (Mateo y Lucas dicen “triste”), pero se fue.


Jesús lo dejó ir, no fue detrás de él para intentar convencerlo. No le
insistió, no le regañó, no le echó un sermón, no urgió a los apóstoles
para que trataran de convencerle, ni se quedó hablando mal de él. Res-
petó su libertad, aunque sabía que, con su opción, estaba dándole un
no a la vida plena. Los bienes le poseían a él, no era libre para amar. 
  
CONCRETANDO NUESTRA PROPUESTA

Es evidente que en estos tiempos donde hay una verdadera


crisis de liderazgo, podemos encontrar en Jesús el modelo ejemplar
de un liderazgo de servicio que, si tratáramos de seguir e imitar,
revolucionaríamos la educación, la economía, la política. Revolucio-
naríamos las sociedades y revolucionaríamos el mundo y empezaría
a brotar la justicia, la equidad y la verdadera paz.

Frases importantes de este capítulo:

• Einstein decía que “el mundo que hemos creado es producto


de nuestra forma de pensar. Nada cambiará en el futuro si no
contamos con formas totalmente nuevas de pensar”.
• Para el liderazgo de servicio la prioridad mayor es servir a otros.
• Porque el líder se pregunta qué puede hacer por los demás,
escucha y entiende a las personas, es capaz de oír los gritos de
la miseria y el sufrimiento, y se dedica a enfrentar con valor las
necesidades prioritarias de la gente.
• Se dedica por entero a la solución de los problemas y asume con
valor sus responsabilidades sin culpar a otros.
• El auténtico líder que sirve a una organización y a las personas

83
“Necesidad de un nuevo liderazgo humanizador que se oriente a construir un mundo más justo y sin violencia, en el contexto que estamos viviendo”.

que la componen se compromete en el desarrollo de éstas, pero


especialmente le preocupa que se vayan empoderando para que
se conviertan en nuevos líderes.
• El líder tiene pasión por la sinceridad.
• El líder de servicio es una persona creativa e innovadora y a su
vez, promueve la creatividad e innovación de su personal.
• Existe liderazgo cuando las personas dejan de ser víctimas de las
circunstancias y participan activamente en la creación de nuevas
circunstancias.
• Amor se escribe con “a” de aceptación, atención, ánimo, ayuda,
apoyo, aliento, asombro, acompañamiento, alegría y amistad.
• El auténtico maestro no debe usar el saber como poder sobre los
demás, sino para empoderar, para lavar cansancios y carencias,
para hacer crecer a los demás, para liberarlos de las cadenas que
les oprimen. 
• Los maestros seguidores de Jesús debemos alimentar nuestra vo-
cación de servicio en la eucaristía.
• Jesús contagiaba alegría y animaba a la creatividad. Su vida era
una invitación permanente a superar la mediocridad.
• Los maestros cristianos, seguidores de Jesús, debemos aprender de
Él a conocer a los alumnos, aceptarlos, acompañarlos, quererlos.
• El diálogo amoroso estimula y alimenta en el alumno la partici-
pación creciente, activa, creativa, en su crecer en conocimientos
y valores, en su madurar como persona.
• Saber preguntar es todo un arte y Jesús fue un extraordinario
maestro de la pregunta. El estimulaba el arte de pensar.
• Para Jesús, lo importante no es saber, sino actuar, comprometer-
se. No trataba tanto de convencer, sino de convertir. 

84
ANTONIO PÉREZ ESCLARÍN

BIBLIOGRAFÍA

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• Dausá, A. (2002): Encuentros con el Maestro. La pedagogía de
Jesús de Nazaret. Editorial Caminos, La Habana.
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Madrid.
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Revieu.
• González Faus, J.J (2010): Otro mundo es posible desde Jesús,
Sal Terrae, Santander.
• Greenleaf, R.K.(2013):El servidor como líder, Greenleaf Center
for servant leadership, Indianapolis.
• Guibert, J.M. (2017): El liderazgo ignaciano. Una senda de
transformación y sostenibilidad. Sal Terrae.
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nismo actual. Badajoz.
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cultura escolar desde los valores del evangelio. San Pablo, Caracas.
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• Pérez Esclarín, A. (2021): Educación para humanizar la huma-
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• Perkins, P. (2001): Jesús como maestro. Las enseñanzas de Je-
sús en el contexto de su época. El Almendro, Córdoba.
• Turkete, A. (2018): Jesús, el gran ejemplo de liderazgo. Aleteia.
• Wilkes, C.G. (1996): El liderazgo de Jesús. Cómo ser un líder
servidor. Lifeway Press.

85
VILMA REYES DUARTE

3
LOS RASGOS DE JESÚS COMO CLAVE

CAPÍTULO
DE LECTURA PARA EL MAESTRO
IGNACIANO DEL SIGLO XXI

(…) Dios está implícito en el hombre y en el cosmos, o en otras


palabras, el acto creador, o la acción creadora que es trinitaria,
está implícita y ya dada particularmente en cada hombre (…) Dios,
aunque es inimaginable y el conocimiento humano es incapaz de
acceder a Él, sin embargo, Él sí se deja sentir en nosotros y lo po-
demos experimentar precisamente por la manera como nos crea, no
sólo acercándose a nosotros, sino implicándose en nuestro propio
ser creado (…) tendremos que concluir que el misterio trinitario de
Dios, no es conocible sino experimentable y la única percepción que
podemos tener los humanos de la Trinidad es la experiencia que de
ella tengamos en nosotros mismos.

Baena, S.J., Gustavo. Revelación Teología Vida Cristiana. 2015

1 . En medio del desierto acudimos


a un llamado para mirarnos a los ojos
y abrir los oídos a la escucha:

¿Cómo puede resonar el nombre de Jesús, la experiencia que


Jesús tuvo con Dios, en medio de un mundo roto que se hace sor-
do a su llamado? Es una pregunta que retumba en la mente y en el

87
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

corazón y que en muchas ocasiones evitamos pensar. Los interro-


gantes que aluden a tocar el fondo del corazón para respondernos a
nuestro sentido vital hacen que cerremos las manos, los ojos y los oí-
dos, y nos llegue esa sensación de vacío interno porque nos inquieta
descifrar la experiencia de la trascendencia. No hay tiempo real para
habitar ese fondo poco visitado y conocido. Evitarnos el trabajo de
significar cómo podría ser algo que requiere responderse de manera
lenta y sopesada, con la pausa necesaria y que como experiencia per-
sonal nos interpelará, toma un tiempo que no queremos “perder”. Es
probable que el ruido de la vida con sus embates nos sumerja en un
sin sentido que no facilita el ejercicio de la introspección, del auto-
conocimiento y la apertura de la consciencia. El ser humano se pasa
la vida inmerso en las palabras y las cosas, asaltado por las pantallas,
en el ruido del mundo y de la acción desmedida. El hacer se consti-
tuye en la piedra angular de nuestro días.

Jesús es para muchos quién inauguró el cristianismo en occi-


dente, sin embargo de ello ni se enteró. Y por más de veinte siglos si-
gue resonando su nombre, para unos como profeta, para otros como
el Salvador, para otros el que anuncia el reino de Dios, y para tantos
también, un ser humano más. Algunos cristianos hablarán sobre Él
por costumbre, porque desde niños fueron instalados en el cristia-
nismo. Creemos que Dios se encarnó en Jesús, porque tenemos fe,
porque hace parte de la cultura, porque en el seno familiar asistimos
al ritual de la eucaristía y de la vivencia de los sacramentos. También
a Jesús se le ha comprendido como ser humano espectacular, un vati-
cinador de tiempos nuevos, incluso como un ser que hace milagros y
que nos salva de los malestares y las vicisitudes y nos alivia el temor
a la muerte como hecho finito.

Sin embargo Jesús de Nazareth, relatan los historiadores y teó-


logos, hace su aparición de manera sutil y no espectacular ni pree-
minente. Para Gustavo Baena, teólogo colombiano, Jesús es un ser
humano absolutamente abierto al acto creador o a la voluntad de
Dios… un hombre que desde el principio de su vida terrena, estuvo

88
VILMA REYES DUARTE

lleno de Dios, absolutamente poseído por Dios.1 Dios en muchos


relatos, habita de manera plena a Jesús, y Jesús lo hace manifiesto
en todo su ser, en su forma de mirar, de caminar, de detenerse, de
escuchar, de hablar y actuar. Todos estos acontecimientos de Jesús
en su tiempo tienen una particular resonancia hasta hoy. Pero Jesús
también vive la dimensión del desierto, que comporta un significado
interesante y desafiante para nuestra vida.

“Como a todos los judíos, el desierto le evoca a


Jesús el lugar en el que ha nacido el pueblo y al que hay
que volver en épocas de crisis para comenzar de nuevo
la historia rota por la infidelidad a Dios. No llegan hasta
allí las órdenes de Roma ni el bullicio del templo; no se
oyen los discursos de los maestros de la ley. En cam-
bio se puede escuchar a Dios en el silencio y la soledad.
Según el profeta Isaías, es el mejor lugar para “abrir ca-
mino” a Dios y dejarle entrar en el corazón del pueblo
(Isaías 40,3). Al desierto se habían retirado hacia el año
150 a. C. los “monjes” disidentes de Qumrán; hacia allí
conducían a sus seguidores los profetas populares; allí
gritaba el Bautista su mensaje. También Jesús marcha
al desierto. Ansía escuchar a ese Dios que en el desierto
“habla al corazón” (Oseas 2,16)”2.

El mundo, desde sus comienzos ha vivido la fractura de la


finitud, de la labilidad, eso que nos hace humanos y frágiles frente al
deseo de perfección. Somos perfectibles y esa realidad nos hace vul-
nerables frente a la inmensidad del universo mundo. La tierra, ese
espacio vital lleno de oxígeno y plenitud, está a nuestro servicio
en su esplendorosa creación… no hemos sabido responder a ese
regalo. Y por ello en vez de articularnos como unidad en esta, la he-

1 Cfr. Baena Bustamante, Gustavo. Revelación, teología y vida cristiana. Congrega-


ción Mariana, agosto de 2015
2 Cfr. Pagola, José Antonio. Jesús: aproximación histórica. PPC, 2009

89
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

mos conquistado con altisonancia, con acciones desmedidas, y con


violencia. Vemos perplejos ese acto de dominio del planeta, donde
hemos elegido hacer cosas, construir grandes estructuras, ciudades
de cemento, emisión de gases y decimos que el progreso es el mejor
de los bienes creados por el ser humano y que el desarrollo siempre
será bienvenido porque nos facilita la vida, los servicios, los bienes
a nuestra merced.

No obstante existe un contrasentido a toda esta suerte de crea-


ción optimizadora de las realidades humanas; sentimos el temor del
fin de los fines, asistimos como espectadores a la demolición de la na-
turaleza, con realidades como la del calentamiento global, el deshielo
de los polos, la extinción de especies maravillosas, las guerras y vio-
lencias, la tala de los bosques, y al mismo tiempo sentimos alegría por
los nuevos desarrollos y progresos que nos hacen sentir autosuficien-
tes y poderosos; es la realidad de las decisiones humanas, políticas,
de los sistemas sociales organizados en superpotencias mundiales.
Vemos Estados Nación liderados por gobernantes con sed expansio-
nista y con deseos de poder desbordados, que quieren que el mundo
tenga un solo cariz, uniforme en su pensamiento y en sus maneras
de realización. Una economía que lejos de ser descalza, proclama la
globalización y la entronización del sistema financiero; un capitalis-
mo que nos vende la idea de felicidad, que nos construye los sueños
y nos mete en la dinámica de trabajar para gastar y hacer lo que todos
hacen: una réplica de la identidad arquetípica de una sociedad unifor-
me y estandarizada. Seres humanos que proyectan sus futuros en las
profesiones del trabajo que les permite vivir con mediana dignidad,
para gastar, endeudarse y seguir trabajando hasta el final de sus días.
Seres humanos montados en el elefante del progreso, que vamos con
lentitud avanzando en la vida, logrando cumplir sueños especulares
donde nos vemos por el visor de los que tienen más, los que viven
del éxito, los que con ambición atesoran los bienes de la tierra. Seres
humanos que se doblegan y se someten a las coordenadas de quienes
deciden cómo se puede alcanzar la plenitud, cómo se puede construir
felicidad sobre la base del tener. Seres y sistemas, instituciones y
economías que nos impiden por la velocidad de sus ofertas, sentir el
vacío existencial y la falta de sentido vital. Y corremos en una carre-
ra loca, veloces, viviendo sin vivir, mirando sin observar, oyendo sin

90
VILMA REYES DUARTE

escuchar, siendo, sin ser realmente.

“Si el evangelio es el relato de la experiencia pro-


funda del encuentro con Dios, los Ejercicios Espirituales
son el evangelio en el que Ignacio nos transparenta su
vida entera que se abre con esta afirmación sobrecogedo-
ra: somos «creados para alabar, hacer reverencia y servir
a Dios nuestro Señor…» (EE 21). La alabanza, el servi-
cio y la contemplación, son el modo de ser que nos pone
en marcha como peregrinos del pueblo de Dios. Es una
nueva vida en el Espíritu en el que el ejercitante participa
en el servicio al reino de Dios en la Iglesia”. Zapata, S.J.,
Guillermo. Ignacio de Loyola: de la fatiga de lo invisible
a la lucha por lo posible. 2021

En el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de


Loyola, hay una contemplación en el inicio de la segunda semana: la
contemplación de la Encarnación. Ignacio de Loyola nos muestra
su visión de Dios, del hombre y del mundo. En esta contempla-
ción refiere que las tres personas divinas miraban toda la planicia
o redondez de todo el mundo llena de hombres, y cómo, viendo que
todos ellos descendían al infierno, se determina en la su eternidad
que la segunda persona se haga hombre, para salvar el género hu-
mano; y así, venida la plenitud de los tiempos, enviando al ángel
San Gabriel a nuestra Señora. Y la finalidad de esta contemplación,
es que nos centremos en Jesús, en esa apuesta decidida de Dios de
donarnos a un ser de carne y hueso como nosotros, para anunciar-
nos la buena nueva y salvarnos del pecado. Y por ello el ejercicio
nos lleva a mirar con observación consciente el sentido de la
encarnación. Jesús nace en medio del pesebre, pobre y humilde,
imperceptiblemente. Se nos está anunciando que hay posibilidad de
volver a la fuente, se nos está abriendo el centro de nuestro cora-
zón para percibir lo que no habíamos podido percibir. Jesús viene al
mundo como uno más, como cada uno de nosotros, a descubrir su
misión en medio de la dificultad, en medio de la podredumbre. No

91
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

tiene lugar en medio de lo perfecto, sino de lo lábil. Un ser que llega


al mundo con sus silbidos y estremecimientos. Un mundo que está
roto y que hay que recomponer desde otro horizonte.

La alusión al mundo es un buen pretexto para insinuar por-


que hoy las tres personas divinas de los EE de Ignacio verían algo
parecido: Byung- Chul Han, filósofo surcoreano, nos dice3 que la
comunicación actual es cada vez menos discursiva, puesto que pier-
de cada vez más la dimensión del otro. La sociedad se está desin-
tegrando en irreconciliables identidades sin alteridad. En lugar de
discurso, tenemos una guerra de identidades. La sociedad pierde así
lo que tiene en común, incluso su sentido comunitario. Ya no nos es-
cuchamos. Escuchar es un acto político en la medida en que integra
a las personas en una comunidad y las capacita para el discurso.
Crea un nosotros. La democracia es una comunidad de oyentes. La
Comunicación digital como comunicación sin comunidad, destruye
la política basada en escuchar. Entonces sólo nos escuchamos a no-
sotros mismos. Eso sería el fin de la acción comunicativa.

Tanto el texto de los Ejercicios Espirituales, como el texto de


Chul Han, muestran una radiografía bastante realista del mundo, en
tiempos bastante distintos y con matices diferentes, por supuesto, en-
tre otras, el referente epocal cuenta bastante para no caer en anacronis-
mos. La raíz de la fractura honda del ser humano, allá en tiempos
pretéritos, como del presente, es una crisis de espiritualidad, que
no es otra cosa que una crisis que nace de la imposibilidad de mi-
rarnos por dentro, de habitar nuestro interior, y por tanto de ver y
comprender la revelación del Dios-Jesús que hay en los otros. No que-
remos despertar a la consciencia que nos llama al amor y a la unidad.
Es la dimensión espiritual la que nace del sentido profundo,
de la pregunta por la finitud, del producto del silencio interno, la
que nos va a explicitar una comprensión de la trascendencia. Cómo
descubrirla y acercarnos a ella, será definitivo. No somos suficien-
tes. Hay algo que nos sobrepasa, y que nos instaura en la realidad

3 Cfr. Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia. Byung-Chul Han,


Taurus, 2022

92
VILMA REYES DUARTE

de la vivencia profunda de Dios, que nos crea habitándonos, cuando


decidimos hacer una apertura de corazón para dejarlo ser dentro de
nosotros. La persona es incapaz de responderse a las preguntas por el
misterio, por todo cuanto no tiene explicación racional. Las pregun-
tas por la vida y por la muerte, por esa experiencia intuitiva que nos
habla sin saber cómo, nos dispone a una comprensión más cercana a
eso que puede ser la espiritualidad. Cuando el ser humano instaura
en sí mismo, la experiencia de la impermanencia acontece la unidad
con todo lo creado. Ahí se percata de que hay algo más que lo supera
y que no sucede por la linealidad de la razón. Se percata de sí mismo
y de los otros, de lo otro y de ese otro que lo hace trascender. Es algo
que está y que se siente en un canal distinto.

La conciencia es la urgencia de una destinación


que conduce al otro, y no un eterno retorno de sí. Es
inocencia que no cae en ingenuidad, rectitud que no de-
semboca en necedad, rectitud absoluta, que es asimismo
crítica de sí que leo en los ojos de aquel cuya mirada me
pone en cuestión. Es movimiento hacia el otro, que no
vuelve a su punto de origen, como vuelve la diversión,
incapaz de trascendencia. Es movimiento más allá de la
preocupación y de la muerte.4

Ocurre que la lógica de la existencia nos va poniendo en un


vértice riesgoso. Por las virtudes del ego y sus ganancias, vamos te-
niendo una necesidad de vivirnos desde el horizonte de nuestra pro-
pia cosmovisión. Realmente nos vamos teniendo a nosotros mismos,
y eso crea ese acicate que deriva en la propia seguridad vital. Enton-
ces actuamos de manera ególatra y así vamos siendo en el transcurrir
de nuestra historia. El ser humano se ve a sí mismo, se centra en sus
necesidades, el mundo gira alrededor de sí, y viene la separación, la

4 Cfr. E. Lévinas, cuatro lecciones talmúdicas, Río Piedras, Barcelona, 1996, p. 86

93
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

vivencia del propio límite que nos hace egoístas y así vamos por el
mundo equivocándonos, dando tumbos y dañando todo cuanto hay
alrededor, personas, cosas, situaciones.

Decidimos vivir el desierto en medio de la vida, vivir la oscu-


ridad en medio de la luz, vivir la soledad, en medio de la comuni-
dad, vivir en el egocentrismo en medio de la convivencia con los
otros. Todo ha sido fruto de la decisión humana. El mundo, la vida,
el planeta, que pudieran ser bienes para compartir, terminan siendo
el pretexto para expandir, atesorar, acumular y no repartir…mucho
menos para servir. Y el fruto de la acumulación nos hace vivir el
desierto sin darnos cuenta. Sería apasionante vivir el desierto para
despertar, para hacer consciencia del sentido de nuestro lugar en esta
tierra. Un desierto que nos haga entrar en la casa del Padre, que
es nuestra propia casa, para descubrirla en sus entrañas y dejarnos
permear por la realidad del amor y de la compasión. Y después de
habitarla en silencio, salir restaurados, llenos del Espíritu que nos
renueva y nos invita a ser y a compartir.

Conocer el desierto y lograr despertar, comporta un trecho. No


vamos solos, requerimos ese conocimiento interno del Señor, que
por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga5. Se trata
no de un mero ejercicio de emulación y de ejemplo a seguir, para
nosotros los humanos. Es algo mucho más profundo: conocer in-
ternamente a Jesús, llevarlo desde lo más insondable asumiendo
sus rasgos distintivos para ser como él y vivir y actuar como él.
Es una asunción plena, interna, relacional y plenificante, que solo se
consigue a través de la apertura a ese llamado interior que nos hace
Dios. Jesús no viene al azar, viene a la tierra a cumplir una misión.
El mundo está desbordado. Y sigue, después de los siglos de los si-
glos en igual situación.

La relación de interdependencia cambia la función del ser hu-


mano en el mundo: deja de ser el centro de todo, del cosmos, del

5 Cfr. Ejercicios espirituales de San Ignacio, Introducción a la segunda semana. Edi-


ciones Mensajero, Bilbao, p. 35

94
VILMA REYES DUARTE

estado, de la política, de la economía, de la religión, para retornarse


ser en religación; deja de dominar para convertirse en cuidador.6

2 .Conociendo el corazón de Jesús:


con los pies descalzos, sin hacer ruido.

(…) no es un Dios lejano como si-


tuado en otro mundo, sino un Dios no sólo
cercano sino implícito en nosotros. Ya lo
tenemos dado en nuestro propio ser. Esto
quiere decir que se deja sentir y experimen-
tar en nuestro interior. Cada vez que nos
replegamos sobre nuestra propia intimidad
reflexionando, sentimos nuestro propio ser
ahora mismo y esto que experimentamos en concreto es ya el actuar
de Dios creándonos. Es en esta intimidad donde nos encontramos
directamente con Dios como acto creador continuo y lo experimen-
tamos permanentemente. Esta experiencia la podemos constatar
cada vez que nos volvemos conscientes de ella y nos sentimos impul-
sados a mirar a fondo el rostro de las personas, sobre todo los más
dolientes que nos vamos encontrando a diario en nuestro camino”.

Baena, S.J., Gustavo. Revelación Teología Vida Cristiana. 2015

¿Cómo salir restaurados después de vivir el desierto?,


¿Cuáles son las llaves para entrar al corazón de nosotros mis-
mos? ¿Cómo entrar en el corazón de Jesús, si ni siquiera hemos
pasado por el tamiz del propio autoconocimiento? No es tarea
fácil, como tampoco imposible. El ser humano vive la inconfiden-
cia de manera permanente, vive el contrasentido, la contradicción.
Como bien nos lo refiere el apóstol San Pablo: Hago el mal que no
quiero, y dejo de hacer el bien que quiero. Nacemos con la inocencia
de abrirnos a lo humano como hecho connatural: vivimos la relacio-

6 Tamayo-Acosta Juan José. Nuevo Paradigma Teológico. Editorial Trotta, 2004, p.


119

95
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

nalidad propia de sentirnos confiados con los otros, y la sociedad, la


cultura, los estímulos, la tecnología, la conformación de la persona-
lidad, que termina siendo la máscara que representa lo que somos
en esa externalidad llamada vida, produce en nosotros el rostro que
debe disfrazarse. Al paso del tiempo damos cuenta de este ser exter-
no que se conjuga con los deseos que los otros quieren de nosotros y
nos alejamos de la esencia de lo que somos en realidad. Lejanos de
nuestras propias convicciones internas, de nuestro recóndito, pero
real pálpito de felicidad, tal vez muy densamente desdibujamos eso
que queríamos armar con fidelidad a lo que hemos sido llamados.
Terminamos respondiendo a la demanda de esa externalidad y ale-
jados de nuestra propia condición original, vivimos con el miedo de
ser auténticos, y el costo es que nos sentimos altamente infelices.

¿Cómo vernos tal y como somos? Nuestros propios ojos mi-


rando la mirada de los propios ojos del alma. Puede ser una mira-
da que nos asombra, o una mirada ausente de la propia presencia.
Tal vez maravillados por el prodigio de vernos tal cual, sin ropajes,
nos pone en la antesala de un hecho magnífico: la nitidez de la existen-
cia. Parte de lo que entendemos por espiritualidad tiene de particular
esa fuerza del asombro, de sentirnos plenos en la sencillez de la sua-
vidad que palpamos con eso sutil que somos en nuestro interior, sin
la institucionalidad que mengua y anestesia la capacidad de ver con
transparencia. Vemos la luz, y la mirada interna nos pone de manifies-
to ese contacto con lo valioso del sentido de la vida. ¿Qué es lo que
ocurre con la mirada sobre la propia mirada? Que estamos viviendo
el acontecimiento de la contemplación. Nos estamos observando con
ojos benevolentes, desde lo original, desde lo más prístino de nosotros
mismos, es la naturaleza que se nos revela a través de lo más íntimo.
Y allí, en el silencio contemplativo aumentamos nuestro espectro
para ir hacia afuera, para percatarnos de todo cuanto nos ro-
dea, es el encuentro con Dios que nos hace conscientes de la reali-
dad como unidad ecológica, haciéndonos sentir la interdependencia.
Nuestra intuición se aquilata en una nueva dimensión de la luz que
nos muestra el Nous (esa consciencia pura que se nos manifiesta).

¿Quién orquesta esta dimensión de lo trascendente? No pro-


piamente el resultado de la construcción de nuestra fachada. Lo que

96
VILMA REYES DUARTE

hace que se revele la dimensión de la consciencia, es esa presen-


cia despierta que ha escuchado en lo más suave y sutil el llamado.
Un llamado a estar ahí, a sentir lo que somos verdaderamente y que
deviene en una experiencia llamada Unidad. Es esa realidad la que
nos unifica. No estamos solos. Estamos abriendo una portezuela, en-
trando inicialmente a un lugar de gran oscuridad que se va aclarando
con la llave del desapego. Soltar la máscara para vernos realmente.
Ese salón oscuro es la realidad dormida que nos ha hecho infelices.
Pero cuando abrimos el pórtico, el mundo de afuera no es el telón
de fondo de esta forma de vida. Descubrimos algo más consistente
y destellante: la fuerza del amor que se nos declara sin palabras, sin
mandatos ni leyes. Es el hecho inconmensurable de la fuente que es
Dios… ahí habitándonos y en total libertad dejándonos ser como so-
mos. Dios habita en nuestra realidad porque le hemos dado permiso
de mostrarse. Los sentidos de una observación fina, de unos oídos
expectantes, de la delicadeza de las manos que acarician, de la
posibilidad de oler el néctar de la vida… estos sentidos nos llevan
al cobertizo de una consciencia testigo que nos introducen en lo
que somos y hacemos, en la forma como interactuamos y nos
expresamos con los demás, para llevarnos a la intimidad y así re-
conocer a Dios. No es el ruido exterior ni interno, ni la consciencia
racional la que nos lleva al conocimiento interno de Dios.

Para entrar al corazón de Jesús, quien vivió una experiencia


de Dios auténtica, necesitamos limpiar la casa interior. Jesús hizo
el proceso, llevó a cabo la tarea. No fue momentáneo, ni un acto
fugaz… fue elegido… nosotros también somos elegidos. Nadie está
excluido. La experiencia de la unidad, de la no separación, de esa di-
mensión inefable que nos muestra que todos somos uno y uno somos
todo, es la apertura total a una comprensión radical del amor7. Por

7 Baena (2015) afirma que “el amor es un término que cubre muchos sentidos. El
amor verdadero es darse incondicionalmente al servicio del otro. Esto es precisamente lo
que Dios hace en su acto creador continuo: se nos da totalmente habitando en nosotros
mismos, haciéndose sentir confiable y misericordioso, y valiéndose de nosotros para amar
a nuestros hermanos (…) el verdadero sentido de nuestras vidas está determinado por los
otros y no por nosotros mismos (…) son los otros los que me interpelan y me crean senti-
mientos de compasión e interés sincero por lo que puede estar padeciendo el otro (…) Dios
que está implícito en nosotros nos hace capaces desde nuestro interior, de romper nuestras

97
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

tanto, vamos comprendiendo que ese hallazgo del amor nos lanza
hacia la relacionalidad que supone más allá de una interacción llana,
un acto de compromiso comunitario.

En palabras de Mónica Cavallé (2017) la contemplación se


trata de una mirada que nos saca de la cadena de medios y fines,
de la cadena de la supervivencia, de la cotidianeidad inercial, en
la que hacemos unas cosas para alcanzar otras… La mirada de la
contemplación surge de la admiración, del asombro, del pasmo, del
mero interés, de la interrogación por la naturaleza de las cosas, de
la devoción o de la gratitud. Se trata de una mirada radicalmente
distinta; de una mirada gratuita y libre, que atiende a la dimensión
gratuita y libre de la realidad, es decir, a lo realmente real, a lo
que las cosas son en sí mismas y no simplemente a lo que son para
nosotros en función de nuestras necesidades, temores o deseos. La
contemplación entonces nos pone en el dinamismo del silencio, de
la no palabra, de la suspensión de todo juicio. Se trata de hacer cons-
ciencia que estamos aquí y ahora.

Por tanto, la entrada al corazón de Jesús


se hace por la vía de la interioridad, por la vía
de la intuición que nos abre a la consciencia
y nos desvela el Ser que nos hace ser lo que so-
mos, sin más. Para llegar ahí necesitamos entrar
descalzos, sin ropajes ni máscaras, sin el miedo
a perder el poder que hemos ganado y las capacidades afirmadas en
la vida externa. Es otra vía. Es una senda aparentemente sencilla que
requiere ejercicio. Y este ejercicio es un ejercicio espiritual. El primer
paso de este camino es el despojo de esa muralla, de esa armadura que
hemos erigido como el tabique que nos defiende de los adversarios.

Estamos desnudos, con el corazón abierto, listos para vivir


el encuentro íntimo que se nos facilita con el silencio. Un silencio
que nos aleja del ruido externo, y que nos hace llegar a otro silencio
más hondo: el silencio interno, sin el aparatoso rumor de las palabras

barreras de límites y egoísmos e impulsarnos, también desde dentro, a salir de ellos”.

98
VILMA REYES DUARTE

bailando en nuestra mente, distrayéndonos de lo esencial. Ese silen-


cio nos susurra en esa voz interna de la cual casi nunca nos perca-
tamos… el cántico suave del amor que llena todo y que no necesita
explicación, está ahí; esa antífona nos enseña y nos constituye en se-
res espirituales. No quiere esto decir que la experiencia del silencio
nos aísle y nos separe del mundo, de la realidad y de los seres que
nos rodean. Mas bien, es que la experiencia de la intimidad con Dios
nos nutre para ir al mundo a servir, a vivir en relación, a jugárnosla
por los demás. El amor verdadero nos direcciona, nos catapulta a
vivir el verdadero servicio a los demás. Por tanto, nuestra vida va
determinándose por la fuerza de nuestras acciones con los otros. Allí
revelamos cuánto tenemos a ese Dios vivo que ya hemos conocido.

Estamos entrando al corazón de Jesús, pobre y humilde,


despojado de poderes, en la resonancia del amor que se hace
fuerza manifestante en todo lo que nos habita y nos hace salir a la
exterioridad, cargados de vida nueva, de espíritu sincero capaz de ir
hacia los otros con el corazón limpio. Y con esos ojos nuevos, esos
pasos nuevos, esa mirada transparente del amor más puro, avanza-
mos, yendo a vivir la travesía de nuestra historia, ofreciendo luz,
custodiando la vida, la tierra y los seres que la habitan. Ha sucedido
algo no esperado: estamos caminando, hemos entrado en el dinamis-
mo de la espiritualidad, siempre en movimiento. Es un renacer.

Entonces, despojo, humildad, contemplación, silencio… todos


ellos nos llevan indefectiblemente al corazón de Dios, a ese descu-
brimiento gratuito y necesario. Estamos descalzos porque el tra-
yecto no es fácil, comporta dolor, y así vamos con paso sereno, esta-
mos yendo, danzando hacia la purificación, venciéndonos a nosotros
mismos -en palabras de Ignacio de Loyola-, para que restaurados,
nazcamos a la vida e inauguremos nuevos comienzos. Saliendo de la
herida para reconstituirnos en mejores seres humanos. Solo hay que
decidir que queremos hacer la travesía. Solo basta querer hacerlo y
dejarnos llevar sin voluntarismos.

El peregrinaje de la palabra al silencio, de la mente a la con-


ciencia, podríamos decir también, o incluso de la cabeza al alma, es

99
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

nocturno, es decir, supone dificultades. Los obstáculos externos son


mínimos en comparación con los internos, o, dicho de otra manera,
somos nosotros mismos la primera dificultad para acceder a nuestra
verdadera identidad. Dejar las palabras atrás, en nuestro camino
hacia el silencio, es para nosotros tanto como dejarnos a nosotros
mismos atrás, y eso siempre resulta doloroso. Pablo D’Ors en Mi
camino de amistad con el desierto (2017)

2.1. ¿Por qué la escuela de hoy necesita permearse


de la humanidad de Jesús?
La educación significa una introducción a la cultura, es la en-
trada a esa habilitación gramatical de la palabra y del mundo textual,
es la transmisión de la tradición, de los elementos axiológicos que
hacen del niño un ser apto para habitar el mundo y saberlo interpre-
tar, para aprender a convivir y aportar a su transformación. La es-
cuela es el espacio que nos hace crecer y nos prepara para vivir,
es ese lugar propicio para hacernos capaces de ser… nos faculta
para leer, comprender, razonar, sentir y actuar de manera coherente.
Nos prepara, nos ayuda a pensar en correlato con la dimensión emo-
cional. Nos educa en la expresión de los sentimientos y nos hace la
promesa del crecimiento interior, de hacernos competentes en aque-
llos dones que nos han sido regalados para hacernos mejores y apor-
tar a otros. La escuela es el laboratorio de la vida social, y cumple
igualmente una función social, pues no aprendemos para nosotros
mismos, aprendemos para hacer del mundo que habitamos un mun-
do mejor, ayudando y colaborando en soluciones a problemas que
nos aquejan como humanidad. Por tanto, la educación nos humaniza.

No nos humanizamos con el mero conocimiento y la trans-


misión de saberes. Hace mucho tiempo descubrimos que el canal
para educar no es la acumulación del saber, y mucho menos hoy
cuando estamos zambullidos en la sociedad del conocimiento y del
sistema digital. Todo cuando está alrededor de nosotros ofrece in-
formación. Estamos infoxicados de datos y de un cúmulo de signos
que comunican y saturan vertiginosamente. No sabemos cómo filtrar
tanta provisión de palabras, memes, textos, hipertextos, imágenes,
mensajes, que nos portan significados de lo inmediato, previsible,

100
VILMA REYES DUARTE

nefasto también, pero sin darnos lugar a la profundidad y menos a


la capacidad de sosegarnos para discernir. No hay tiempo. Corre-
mos veloces por las pantallas digitales y nos sumergimos en varias
ventanas que nos interconectan para desconectarnos del sentido, del
vínculo con la vida y con los otros, de la hondura del pensamiento
y del paréntesis del silencio que nos reposiciona frente a la realidad
para saborearla y sentirla sin frenesí.

En el régimen de la información, el dominio se oculta fusio-


nándose por completo con la vida cotidiana. Se esconde detrás de lo
agradable de los medios sociales, la comodidad de los motores de
búsqueda, las voces arrulladoras de los asistentes de voz o la solícita
servicialidad de las smarter apps. El smartphone está demostrando
ser un eficaz informante que nos somete a una vigilancia constante.
La Smart home transforma todo el hogar en una prisión digital que
registra de manera minuciosa nuestra vida cotidiana… la vigilancia
se introduce en la vida cotidiana en forma de convenience. En la
prisión digital como zona de bienestar inteligente no hay resistencia
al régimen imperante. El like excluye toda revolución. El capitalis-
mo de la información se apropia de técnicas de poder neoliberales.
A diferencia de las técnicas de poder del régimen de la disciplina,
no funcionan con coerciones y prohibiciones, sino con incentivos
positivos. Explotan la libertad, en lugar de suprimirla. Controlan
nuestra voluntad en el plano inconsciente, en lugar de quebrantarla
violentamente. Infocracia, la digitalización y la crisis de la demo-
cracia, Byung Chul Han (2022)

¿La educación si nos va a salvar de la ruina de la prisión digi-


tal, de la destrucción del planeta? Frente a tanta incertidumbre por el
peligro inminente de la desaparición de la vida y del planeta, debe-
mos construir canales de esperanza. Conocer y comprender son dos
variantes fundamentales para preservar la capacidad de pensarnos y
de transformar la realidad discordante que nos acecha de manera in-
cesante. Pero no lo vamos a lograr si seguimos educando como hace
cien años. Hemos formado por décadas de la misma manera, con los
mismos recursos de la planificación y de la linealidad de currículos
instrumentales que sirven para competir por la ley del más fuerte,

101
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

produciendo exclusión, desigualdad y pérdida de la posibilidad de


beneficiarse dentro de un sistema que los tenga en cuenta y que les
ofrezca inclusión en el sistema productivo. No hemos podido salir de
la era del positivismo y del modelo prusiano.

La educación debe responder al llamado por la construc-


ción del proyecto de humanidad. Millones de niños y jóvenes del
planeta esperan que la escuela les provea de las condiciones sufi-
cientes para hacerlos felices, aptos para el mundo real y competentes
para una vida digna, la de ellos y la de la tierra. ¿Pero, tenemos una
buena educación, contamos con buenos maestros y con modelos hu-
manizantes de educación?

Los maestros no están exentos del vacío existencial que pa-


decemos los seres humanos de este y de otros siglos de historia.
Ellos también han sido instruidos en el mismo sistema y de eso mis-
mo que se han nutrido, ofrecen a los jóvenes e infantes que educan.
Insistimos en modelos educativos tecnificados, procedimentales,
que proveen de recursos tecnológicos y de las demandas de la cuar-
ta revolución industrial… modelos que facultan para reproducir la
desigualdad, la saturación de programas y de datos, que no preparan
para vivir, para gobernar el mundo emocional, y mucho menos para
hacer emerger el proyecto espiritual que nos hace vivir la vida enrai-
zados en la consciencia plena. No estamos dotados para vivir bien,
consigo mismos y con los demás, dándonos generosamente a los
otros, contribuyendo al bien de la vida y la prosecución de una ética
del cuidado que nos haga convivir sin miedos y sin incertidumbre;
seguramente porque estamos educando para otro propósito que no
es el de preservar la vida, el planeta, la condición humana en su sen-
tido espiritual. ¿Cómo sentirnos confiados dentro de estos sistemas
humanos?, ¿Habrá posibilidad de que alguien custodie la reserva de
la vida? ¿Quién nos provee la seguridad, la existencia plena y las
condiciones de equidad para crecer y desarrollarnos en medio de
garantías y de los bienes básicos?

La figura de Jesús nos despierta a la esperanza, nos hace con-


fiar en algo muy especial. El mismo fue llevado de la mano del

102
VILMA REYES DUARTE

Padre para que se afirmara en él mismo y en la


capacidad de trascender cada momento pre-
sente. Se trata de reconocer el poder que
tenemos de poner al descubierto la huma-
nidad que tenemos por dentro, la auténti-
ca verdad de lo que somos con el trasegar
de un ejercicio vital que con ahínco, voluntad
y trabajo interior, logra florecer.

El autoconocimiento es el primer eslabón para poder


desencadenar la fuerza de la auténtica educación. ¿Quién tiene
la responsabilidad primera del camino del autoconocimiento? El
Maestro. Es esa figura del maestro a la que hay que cuidar, bene-
ficiar, abrirle espacio para una formación profunda de su ser vo-
cacional de servicio a la educación de los niños y la juventud. Tal
como Jesús lo hizo, pues él mismo se autodenominó Maestro. Él
es el portavoz de la auténtica versión de esa formación humana
trascendental. Y para lograrlo, el maestro, debe estar preparado. Y
el asunto crucial de esta preparación es que no es la capacitación
experta de aquel que con títulos consigue el progreso de su ciencia.
No. Es algo más elevado. Se trata de hacer posible que el maestro
desarrolle su mundo interior y el estilo de vida de un Jesús que se
dejó tocar por el corazón de Dios. El maestro de las capacidades
es insuficiente para el abordaje del proyecto de humanidad que
se le encomienda para la educación actual. No es abarcante la
formación profesional del maestro. Requerimos un abordaje dis-
tinto. Dar comienzo al camino iniciático que lo lleve al descubri-
miento de su ser interno, de su verdadera vocación, de sus deseos
vehementes de contribuir con fidelidad al servicio de hacer de los
otros, seres buenos y mejores, seres felices para un mundo que
los necesita de igual manera. Si somos felices, hacemos felices a
los demás. La educación es un proyecto comunitario, prepara para
aprender a relacionarnos, a respetarnos y cuidarnos, prepara para
vivir con los otros amorosamente.

Así, la escuela no podrá seguir jugando el papel de ser repro-


ductora del sistema social imperante, de corte neoliberal, que se abo-
ca a la mejora de la calidad estandarizando, haciendo que sus jóve-

103
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

nes y niños compitan para el ranking de los mejores y los lance a la


banalización de la propia vida, instalándoles el deseo de competir y
ser exitosos, arrasando con el prójimo y haciendo zancadillas para
lograr el puesto primero.

La escuela es la escuela para forjar la vida buena y la vida


digna, es el espacio del aprendizaje en colaboración, es el lugar
donde hacemos amigos y donde aprendemos a descentrarnos de
nuestros egoísmos para salir al encuentro del otro y así vincular-
nos con nuestra propia condición de seres amorosos y fraternos. No
es un sueño disparatado, es la explicitación de la realidad humana
esencial. Eso somos y lo hemos perdido metidos en la maraña de la
cosificación y la despersonalización de nuestra consciencia íntima.
La escuela tiene la gran responsabilidad de ayudar a la niñez y a
la juventud para que visiten su propia alma y la desplieguen de la
mejor manera, haciendo emerger la concordia y la capacidad de vivir
cooperando y tejiendo la red amorosa de la convivencia.

Toda la energía de la escuela debe focalizarse en ese proyec-


to de humanizar el corazón de la persona, acompañándola en su
proceso de hacerlo adecuadamente, sufriendo con los errores para
aprender, y restaurando el corazón y la ruta, para seguir adelante con
ahínco y con confianza. Jesús no llevó a cabo su misión en medio
de la vanidad y de la gloria por ser el hijo del Padre. Jesús siempre
se hizo presente con el otro, no pasó de largo con indiferencia, se
detuvo en medio de la dificultad. El mensaje es claro, el trabajo está
delimitado, es loable, puede realizarse bien. Celito Meier refiere que
Jesús está centrado en la cura y ordenada a ella. Jesús es la versión
griega del hebreo Yesu ´ a, que significa: Dios es ayuda, salud y sal-
vación. (cf. Mt 1,21; Lc 1, 69.79). El maestro de hoy está llamado a
salvar, a ayudar y a salvaguardar la humanidad de cada estudiante.

La escuela afronta muchas adversidades, entre tantas, la


de responder a los mandatos ministeriales, a las demandas de
los organismos internacionales que disponen las políticas públicas
sobre cómo educar, y para qué educar, y en qué contexto educar. Y
así, va perdiendo su sentido formativo, su capacidad de anunciarse
como un instrumento apostólico. Recordemos que la escuela es por

104
VILMA REYES DUARTE

excelencia el espacio para proteger la vida, para instaurar el pensa-


miento, y para abrir la consciencia del ser para que reconocido en sus
dones pueda participar del acto creador de Dios y promover frater-
nidad, solidaridad y compromiso con los otros. Y si pensamos bien,
¿podríamos afirmar que el tiempo que los chicos pasan en la escuela
está optimizando momentos de colaboración, de consciencia de sí,
de apertura del corazón, de un desarrollo de la dimensión personal y
socioafectiva?, ¿es en la escuela donde se construye la identidad per-
sonal y colectiva siendo fieles a la autenticidad que supone un cora-
zón aquilatado, trabajado y ejercitado en el tiempo? Se nos va la vida
en el programa gubernamental, en el cumplimiento de estándares,
en el apuro para entrar en la media de los cien o mil mejores. Y los
maestros usan sus tiempos en el cumplimiento de planificaciones
que no se acercan a la realidad del aula, usan sus tiempos en llenar
y analizar indicadores de su gestión, en contrastar los resultados de
las calificaciones de sus alumnos con la de la media nacional; y si
les va mal, deben describir planes de mejora para sustentar un nuevo
comienzo y así seguir en la espiral de competir.

¿En dónde están las voces de los maestros?, ¿Estamos apelan-


do al recurso de la formación para atesorar la grandeza que puede
haber en su corazón y que tal vez ellos mismos no han descubierto?
Tal vez no, porque el tiempo se llena con capacitación, con el apren-
dizaje de estrategias mejores, con metodologías más eficientes, con
recursos más depurados y tecnificados. Estamos volcados en nuevos
modelos instruccionales que cambian unas cosas de antaño por otras
aparentemente mejores y más sofisticadas. No estamos invirtiendo el
tiempo para ser, para reconstituirnos en lo esencial, en la fuente, en el
despertar de por qué somos maestros. ¿Dónde estaría la respuesta?, o
más bien, ¿En dónde anida esa pregunta?

Todos nosotros como seres humanos, estamos marca-


dos por ese sentido de trascendencia, por ese hecho irrefutable
que nos afirma que algo nos supera y que buscamos siempre un
horizonte mayor que nos instale el sentido, y al estar abiertos de
manera radical a esa experiencia de la trascendencia, podemos decir
con vehemencia que somos con otros, no para sí mismos. Dice
Celito Meier (2009) que el milagro mayor logrado por Jesús era el

105
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

de reeducar el espíritu humano para una convivencia responsable


y solidaria en sociedad, incluyente de las diferencias. Entonces la
pregunta por el ser del maestro está en el interior de su ser. Pero el
maestro, como todos nosotros, vive el trasegar de su vida y de su
historia, desconectado del origen, afrontando los ataques del mundo
hostil, haciéndose en medio del tumulto y del ruido de una sociedad
donde impera la competición, la desmesura y la desconexión. Hay
que volver al principio.

Vencer el campo del saber y el poder, con el espacio del ser.


Hay que anidar en la escuela el tesoro del corazón del maestro, para
recuperar su pregunta por la vocación de educador. Para el Papa
Francisco la acción educativa está en su vocación: la escuela es
un hospital de campaña para ayudar a los heridos, para recupe-
rar los marginados y a los descartados. Y, ¿cómo podemos lograr-
lo si la perspectiva de la educación va por un lado totalmente opues-
to? Necesitamos volver la mirada sobre la vocación del maestro y
para hacer este proceso requerimos un trabajo de crecimiento en la
vida interior, un ejercicio espiritual constante que nos faculte para
recuperar la esencia de quienes somos y así hacer emerger el espíritu
auténtico de maestros, recargados, para mejorar las condiciones de
posibilidad de la relacionalidad.

La pedagogía del maestro posibilita la percepción, la integra-


ción, la defensa y la promoción de la unidad plural. Vale decir: en
todas partes palpita la misma vida. Es preciso cuidar la vida, te-
jiéndola, para que ella nos de flor y fruto, para que continúe siendo
vida. Meier, Cielito. La educación a la luz de la pedagogía de Jesús
de Nazareth. 2009

Así las cosas, la escuela será un terreno favorable para


cultivar la dimensión espiritual de nuestra vida como maestros.
Esto probablemente no es el terreno de las instituciones de educa-
ción superior que están más facultadas para capacitar en el dominio
disciplinar y de las metodologías emergentes en medio de un siglo
convulso y desafiante. Y eso no está mal. También necesitamos ese
tipo de formación profesional que faculte a los docentes y a los ni-

106
VILMA REYES DUARTE

ños y jóvenes para vivir en este mundo y no en una abstracción de la


vida humana y la vida social. Solo que hay que equilibrar los pesos y
disponer condiciones reales para que el currículo sostenga una ver-
tiente humanista que se haga visible en el pénsum de cada escuela.
Y esa perspectiva humanista no es un discurso teórico o un debate
académico de fundamentación del acto educativo.

El enfoque de un proyecto escolar humanizador comporta


realidades evidentes que debemos mirar con detenimiento: lide-
res pedagógicos reflexivos de su propio liderazgo en un canal más
consciente y transformacional, seres para el servicio y no para el po-
der. Educadores formados desde el crisol de su corazón para redes-
cubrir su vocación y apostar al trabajo de custodiar la humanidad de
la niñez y la juventud; maestros que ejercitan su espíritu y que atien-
den al llamado de la vida, a esa gracias para preservar la vida y la
esperanza; lideres pedagógicos y maestros que disciernen juntos las
decisiones, que cultivan el jardín de su ecosistema escolar y abonan
con los mejores productos ese ecosistema para hacerlo fructificar de
manera óptima y proyectiva en un sentido de futuros, de posibilidad,
de perpetuar el acto creador perfilado, que debe seguirse logrando y
haciendo bien, permitiendo el florecimiento del buen vivir.

Hablar de una escuela que encarna el silencio de Dios y


el poder restaurador de su sutil palabra. Hablar de una escuela
de la acción que emerge de su sentido vivificador, haciendo eco de
que el “Espíritu no expresa una parte de la persona, la espiritual, en
oposición a otra, la material… sino la totalidad del ser humano en
cuanto ser vivo con sensibilidad, inteligencia y libertad”.8 El ver-
bo se ha hecho carne. Significa que en la escuela anida el amor, la
solidaridad, la gestación de un proyecto que se une al cosmos, que
instala el nosotros y no el yo. Que ejercita la capacidad de vivir jun-
tos compartiendo el universo que nos ha sido regalado. Una escuela
que busca ese buen vivir, y que sostiene una ética donde el cuidado del
otro es esencial, una ética del rostro como realidad que se expresa en

8 Cfr. Tamayo-Acosta Juan José. Nuevo paradigma teológico. Editorial Trotta, 2004,
p. 118

107
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

un otro que existe. Es el acontecimiento de sentirnos parte de algo más


grande, compartiendo un proyecto común que nos hace sabios, seres
de interioridad y a la vez comunitarios, reflexivos, amigables, serenos
en las decisiones, inteligentes y conscientes para saber por dónde ir y
dónde trabajar. Capaces de soñar un mundo nuevo, restaurado para la
convivencia en armonía con lo natural. “(…) la naturaleza es parte de
nosotros, y por tanto todos albergamos este afecto innato por ella. Si
reconocemos que el mundo natural es esencial para nuestro bienestar
y nuestra felicidad, ocuparse de la crisis medioambiental se convierte
en una actitud natural, en lugar de en una obligación que se nos im-
pone. Tomar medidas para proteger el mundo natural consiste en (…)
escuchar lo que nos dice nuestro corazón y de proteger algo que nos
importa”9.

2,2. Los rasgos del Jesús maestro que hoy pueden


resonar para la educación Ignaciana
Asumir un modo concreto de ser como Jesús, no es un acto
de imitación ni una tarea para memorizar sus atributos. Así, de ma-
nera llana, construiríamos decálogos o manifiestos, para ser como
Dios se revelaba en su hijo. No es un asunto instrumental, ni un
código nuevo de ética de carácter prescriptivo. Es algo más, impli-
ca elaboración, y más hondura. No puede aprenderse el accionar
de Jesús como una lección que se recita para dar cuenta de su
contenido. Aprender y asumir los rasgos de Jesús para amarlo más
y seguirlo nos exige poner todas nuestras disposiciones, acciones y
operaciones, ordenadas para el servicio de esa misión que tenemos
como condición primera10. Es necesaria esa dimensión de lo tras-
cendente en cada uno de nosotros, sin que esto signifique dificultad
o complejidad. Entrar a la dimensión del Jesús vivo que queremos
seguir, sugiere un reconocimiento de nuestro ser finito, de nuestro
límite, como también de ese dinamismo tan humano que nos sitúa

9 Cfr. Thompson Claire, De regreso a la naturaleza: la meditación y el mundo natural,


Siruela, 2013
10 Ver la sólita oración preparatoria de los EE Ignacianos. (46) Pedir gracia a Dios,
nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente or-
denadas al servicio y alabanza de su divina majestad.

108
VILMA REYES DUARTE

de un modo particularmente positivo y certero. No entramos hacia


la interioridad si estamos atados y tenemos asuntos sin resolver.
Entramos, después de un proceso de vaciamiento, después de ir a la
vida, vivirla, asumirla con sus consecuencias, después de equivo-
carnos, para luego disponernos a una nueva dinámica. Vaciarnos es
indicativo de consciencia, de esa muestra genuina de ser humanos.

En los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, en


la segunda semana, hay una meditación-contemplación que alu-
de a poner delante de nosotros a un rey temporal, un rey humano
que nos llama para conquistar la tierra de infieles, y en el relato se
expresa que un buen súbdito debería responder afirmativamente por-
que la respuesta se le ofrece a alguien que es igual que nosotros, no
representa amenaza, así como cuando un amigo o un compañero nos
solicita un favor… respondemos con prontitud. Pero más adelante
del ejercicio, aparece una figura mucho más desafiante: un rey eter-
nal que es Cristo Nuestro Señor, Él también nos llama a conquistar
todo el mundo, para que trabajemos con Él en la pena como en la
gloria… y la respuesta nuestra podrá ser de ofrenda y de imitación.
Lo interesante de este relato es que somos libres de optar; pode-
mos dar respuesta negativa o positiva a un llamado particular que
nos hace Dios; pero antes hemos pedido la gracia de no ser sordos
al llamamiento, sino prestos y diligentes para cumplir su Santísima
Voluntad. Entonces, el llamado y la respuesta se dan de un modo par-
ticular. Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre. Esto quiere
decir que la experiencia de Dios no ocurre de manera generaliza-
da, ni en todos los seres humanos por igual. No es una experiencia
a rajatabla. Es personal. Y lo bonito de este pasaje de los EEI11 es que
nos dispone al conocimiento interno del Señor con la contemplación
de la Encarnación que nos llama a seguir e imitar a Cristo encar-
nado, y todo lo subsiguiente está dirigido a nuestra propia libertad,
centrándose en cada persona en particular. Y para optar, para elegir,
nos ejercitamos entrando en ese templo entrañable donde Dios nos
habita, para permitirle declararse y poder escucharle.

11 Ejercicios Espirituales Ignacianos.

109
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

Lo interesante de esta meditación Ignaciana es que nos dispo-


ne a una respuesta, y nos pone en contraste dos tipos de llamada, una
más inmediata y conocida, y otra más particular y especial. Pero si
pensamos, la llamada de Jesús es para algo bueno y plausible – sin
que ello desestime la llamada de otro cualquiera que no sea Jesús- El
llamado de Jesús es el modelo de más llamados que nos van a hacer
en el mundo real. Lo fundamental aquí es nuestra disposición para
la respuesta, para la escucha y luego para la acción. Eso será lo de-
terminante.

El modo como podemos escuchar el arrullo de Dios es por


el canal de la intuición, mal llamada una dimensión de la in-
mediatez y de la no consciencia. La intuición es precisamente eso
que no podemos apresar y objetivar, por eso cuesta definirla, porque
anida en el ser. No ocurrirá por el discurrir de la mente intentando
comprender con razones y justificaciones. La respuesta a esa intui-
ción del rumor de Dios es singular y ocurre como acontecimiento, no
como fruto del razonamiento. A ese Dios encarnado no se le razona
ni se le entiende, se lo comprende en un acto interior que se mani-
fiesta como el aleteo de una mariposa, pero que su resonancia ocurre
de manera extraordinaria. En eso sutil se expresa lo extraordinario.
Lo extraordinario del acontecer de Dios en la interioridad de
nosotros, que nos murmura y nos llama, está en nuestra respuesta a
querer seguir un camino existencial y relacional, que nos lleva de la
mano hacia la construcción del sí mismo y del sentido comunitario.
Aquí hay una clara diferencia con la llamada del rey temporal: y
no exactamente por el llamado que nos hacen tantos que habitan el
espectro de nuestras vidas, pues también podremos ir con los otros
para entrar en la dimensión de su necesidad. Lo fundamental es que
nuestra disposición al llamado no se quede en la mudez, en el blo-
queo y la inacción.

La experiencia particular de Dios en nosotros, cuando nos


habla y le respondemos en consecuencia, vaticina el comienzo de
una vida nueva, integrada con un Todo, a manera de Unidad con el
cosmos, con la naturaleza, con los otros, con lo Otro. “Tira de un hilo y
encontrarás que está unido al resto del mundo”. Nadeem Aslam (1966)

110
VILMA REYES DUARTE

Cuántas veces nuestros hijos, padres, estudiantes, presentan


situaciones particulares que merecen nuestra atención… y nosotros
indiferentes, pasamos de largo, no nos detenemos, no afinamos esa
actitud de la escucha serena y presente en el otro. Saber hacer pre-
sencia en cada ser humano, es el rasgo por excelencia que hay que ir
fomentando en la escuela. Atender, escuchar, cuidar, custodiar, hacer
de una persona alguien mejor. Tratarla como el tesoro que es, como
el ser sagrado que lo merece todo. La escuela debe ser un hospes
verdadero, de acogida, hospitalidad y encuentro.

Vive plenamente la vida como ser humano al conectar con tu


deseo más profundo, y así sentirás que formas parte de algo más
grande. Esto te motivará lo bastante como para cambiar tu forma
de ser y silenciar el ruido que llena tu cabeza. Tich Nhat Hanh. 2016

Vamos a delinear algunos rasgos de Jesús que podrían


ofrecernos un modo de emprender la experiencia del autoconoci-
miento de nosotros mismos y la experiencia del encuentro con los
demás. Necesitamos abrir el canal de su acontecer en el mundo y en
esa resonancia que ha quedado en nosotros después del tiempo. Es
una invitación a montarnos en la balsa que nos lleva a un viaje des-
conocido pero seguro, confiados que vamos por buena senda y que
estamos acompañados, no separados. Es un llamado a la experiencia
de la Unidad para entrar en el terreno de la educación de la niñez y
de la juventud con las manos abiertas, con el corazón depurado y
con los ojos y los oídos despiertos a la escucha. ¿Quién no querría
ser guiado y conducido suavemente, sin imposiciones ni apuros, con
la naturalidad que ocurre el ritmo de la vida? La invitación primera
es que nos percatemos del regalo que somos nosotros mismos, del
regalo de la respiración consciente porque a través de sentir-nos, de
sabernos vivos, de respirar y sa-
ber aquietarnos, podremos com-
prender de qué se trata comenzar
con un nuevo ritmo. Empecemos
el viaje haciendo un ejercicio vivo
en cada nodo de este itinerario:

111
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

¿Cómo cultivar la “consciencia consciente” para experimentar


a Dios, como Jesús lo hizo?

Vimos que a Dios no se lo conoce por nuestra racionalidad,


sino por la vía de nosotros mismos en ese acto consciente de reple-
garnos sobre nosotros en la intimidad, sintiéndonos creaturas creadas
por un Dios que va aconteciendo en el palpitar de nuestro corazón.
Para reconocer ese acto creador de Dios tenemos la pista de Je-
sús. Y lo que sabemos es que Jesús cultiva su consciencia consciente
desbloqueando sus límites y permitiendo que Dios lo inhabite en lo
profundo. Y para lograrlo, Jesús se aparta, ora, y se deja empapar de
Dios, permitiéndole su acción creadora.

Nosotros entramos al corazón de Dios haciendo silencio,


acallando al ruido externo e interno. Entrando en la cámara, esa
que está dentro, con la respiración consciente, dejando ir las voces
internas para hacerle eco al propio silencio y calmar el cuerpo, la
mente, el antes y el después que nos saca de la experiencia del pre-
sente. Evocamos el momento presente y simplemente respirando y
silenciando las voces nos sumergimos en el corazón de Dios que con
su luz se va manifestando y se va haciendo uno con nosotros. Abrir-
nos a la consciencia es dejar que Dios se transparente, dándonos
cuenta de su presencia sutil, amorosa y confiable.

De otro lado Dios se manifiesta clara y nítidamente en la re-


lación intersubjetiva. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nom-
bre, allí estoy yo, en medio de ellos.12. La relación de Dios con Jesús,
la de Jesús con sus discípulos, la relación de la madre con su hijo pro-
picia en nosotros una extensión divinizadora, porque todo cuanto es
tocado por Dios, se extiende en todo lo demás. Nos relacionamos con
Dios y a través de esa experiencia vivimos el misterio del vínculo que
nos sostiene y nos hace afrontar la realidad de la vida con los otros.

El maestro Ignaciano se deja sumergir una y otra vez en esa


realidad de la inhabitación de Dios en él, con libertad, con serenidad,

12 Ver Mateo 18:20

112
VILMA REYES DUARTE

y con total confianza en la cuna de la consciencia de Dios que se


le expresa. No es un ejercicio puntual. Es una vivencia cotidiana.
Ojalá todos los días durante quince o veinte minutos lográramos
apartarnos para estar en silencio y penetrar en la hondura de
nuestro ser, para vernos auténticos y asumir la acción de Dios en
nuestro corazón. El trabajo pedagógico, el vínculo educativo se
transformará de manera impactante con este modo de ser del maes-
tro que viéndose en su realidad cotidiana, se revisa, se aparta, vuelve
a su centro, se recarga de Dios y vuelve a salir restaurado para ser
mejor con los demás.

2.3. Recargarse del amor de Dios para poder amar


sin límites

Estar a solas significa recargarse de Dios para ir al encuen-


tro de nosotros mismos y de los demás. Solo en el recogimiento
experimentamos el amor verdadero, en la sutileza de nuestro ser y
estar, viviendo el momento presente, alejados para el encuentro con
el Padre. Así obraba Jesús. Iba a lugares desiertos, a sitios apartados
para estar a solas con Dios, para conversar luego con los discípulos y
revelarles el sentido de las cosas. En palabras de Cielito Meier: “Je-
sús alimenta la mística en sus discípulos. De tiempo en tiempo, va
a lugares desiertos, retirados, para oírlos, instruirlos y revelarles la
auténtica oración. Los discípulos reconocen en Jesús un hombre de
oración. Contagiados por su espiritualidad, piden que se les enseñe a
rezar. El maestro cultiva en los discípulos un espíritu diferente, que
sabe cuidar de la vida, cuidar de las personas, alimentando la espe-
ranza de una vida con más sentido para todos”. (47)

El maestro puede llenarse de Dios de una manera sencilla:


entrando al descanso de la vida cotidiana. Es la posibilidad de
estar consigo mismo para ver con realismo su interior, para escu-
char la voz de su consciencia y en esa acción de acallar-se saberse
llenar de Dios, hacer una inmersión en su amor misericordioso. Y,
¿cómo se puede sentir el amor? Retomando la experiencia del amor
de las entrañas, ese amor que es incondicional, que no escatima, que
no sitúa la necesidad de la recompensa, que sabe dar sin más, sin

113
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

reciprocidad, sin búsqueda de gratitud. La experiencia del amor en la


externalidad y en el interior nuestro. Vivimos el amor con los otros,
contrastamos ese amor con el amor de Dios, con el amor del próji-
mo, con el amor hacia nosotros mismos. ¿Nos amamos a nosotros
mismos?, ¿Somos benevolentes y bondadosos con nuestros erro-
res?, ¿Sabemos ser pacientes para ir aprendiendo?, ¿Reconocemos
que estamos en camino, aprendiendo, haciendo renuncias y nuevas
apuestas? La práctica del amor propio y del amor con los demás,
son las condiciones necesarias para vivir actos de amor auténticos
y verdaderos. El amor se cultiva en espacios de espiritualidad, en
soledad y en el encuentro, todo ello nos llena de la entrega total de
Dios que instala en nuestra alma ese refinamiento del amor para vol-
verlo cada vez más depurado. Es una práctica, y para ello hay que
sanar las heridas, el niño interior que sigue llorando y está ins-
talado aun en nuestro presente. Soltando también las heridas con
nuestros cuidadores, con nuestros prójimos-próximos… soltando el
dolor, soltando la herida y restaurándola podemos restaurar un amor
verdadero para sentirnos una flor en el jardín de la vida.

El ejercicio para el maestro es en doble vía: trabajar por


una restauración del amor que nos regala Dios, un Dios que nos
acepta como somos y que nos deja en libertad para transformarnos
cada vez más. Y también trabajar en la forma como somos y nos
comportamos en el vínculo con los demás, en la manera como nos
disponemos a la escucha, a la experiencia de la compasión, de la
solidaridad. Orar en silencio o con palabras, para hacer una pau-
sa al estilo de Ignacio de Loyola, y en retrospectiva observarse en
los distintos momentos vividos del día, es el ejercicio para ver-se y
transformar-se. Es un encuentro necesario para salir al encuentro de
los otros siendo mejores y dando lo mejor. Vamos elaborándonos,
tejiéndonos por dentro, mejorando nuestra condición esencial, para
ofrecernos en lo mejor que hemos ganado. Si este ejercicio es a
diario, habremos atesorado grandes cosas para el servicio de la
educación.

114
VILMA REYES DUARTE

2.4. ¿Cómo sucede la acción de Dios en nosotros?


Una invitación a despertar
La acción de Dios sucede cuando abrimos la consciencia y lo
podemos ver en todo su esplendor. Pero para ello debemos desper-
tar. Porque estamos dormidos. Y no propiamente del sueño de las
noches. Estamos dormidos porque vamos por la vida en auto-
mático, sin sensibilidad, sin capacidad de ver lo perceptible y lo
imperceptible, con los ojos y los oídos anestesiados, sin posibilidad
de admiración y de asombro por lo sutil e inasequible. Vamos cami-
nando por la vida sin rumbo, automatizados por la rutina de los días,
reproduciendo el deber ser, la normativa de lo que debemos hacer.

A veces entristecidos y otras veces con iras reprimidas. Ha-


ciendo lo que tenemos que hacer porque eso es lo que hay que hacer.
Levantarnos, asearnos, desayunar, despedirnos de la familia, condu-
ciendo al trabajo, dando clases, asistiendo a reuniones, volviendo de
regreso al supermercado para traer los víveres y llegando a la casa
exhaustos del día, sin posibilidad de pensar, de sentir, de estar sin
más, sintiendo la brisa de una tarde gris o resplandeciente. Jesús ac-
túa despertándonos, haciéndonos reincorporar de la comodidad, del
sinsentido, nos llama a la vida consciente, a estar atentos, despiertos
para saber qué hacer y por dónde ir. Dios actúa creándonos y eso
significa que su accionar va habilitando en nosotros una nueva
capacidad de atención plena, de escucha activa y de gran apertura.
Nos va moldeando esa interioridad para reposicionarnos y poder sa-
lir a flote con bríos para servir al mundo, para restaurar a otros como
a nosotros.

Es una tarea constante; pues ninguna tarea del accionar


de Dios es finita. Sucede consuetudinariamente, en un continuo
para irnos robusteciendo en el tiempo. El trabajo de estar despier-
tos es incesante. Orar al estilo de Jesús será parte de nuestro traba-
jo espiritual, entendiendo la oración como el tiempo de silencio, de
contemplación, de meditación y de diálogo. La oración13 nos remite

13 Quizá la tragedia más grave del hombre de hoy sea su incapacidad creciente para
la oración. Se nos está olvidando lo que es orar. Las nuevas generaciones abandonan las

115
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

a una fuente que nos dispondrá al despertar. Porque una vez alcanza-
da la posibilidad de estar despiertos, debemos estar presentes, aten-
tos para no volver a dormirnos. Podemos caer. Somos lábiles, nos
olvidamos muchas veces del camino recorrido y volvemos a la zona
de confort, al inicio de nuestra manera fácil de vivir en automático,
haciendo cantidad de cosas sin pensar, sin reflexión verdadera, pero
peor aún, sin consciencia, sin capacidad de ver.

La filosofía occidental ha olvidado al Ser porque ha preten-


dido conocerlo en la forma en que se conocen los objetos; porque
ha pasado por alto el carácter inobjetivable de lo que posibilita la
iluminación o el conocimiento de los entes. Lo ha pasado por alto
porque no encaja ni en su concepción del ser humano ni en sus pa-
radigmas de conocimiento, pues, para buena parte de la filosofía
occidental, el conocimiento superior equivale a la conciencia repre-
sentante, esto es, a la razón que conoce objetivando.14

Despertamos cuando entramos en la habitación de nuestra


recámara durante el día, y en el desarrollo de una capacidad
intuitiva, logramos ver-nos, y aquí no requerimos retiramos, es un

prácticas de piedad y las fórmulas de oración que han alimentado la fe de sus padres. He-
mos reducido el tiempo dedicado a la oración y a la reflexión interior. A veces la excluimos
prácticamente en nuestra vida. Pero no es esto lo más grave. Parece que las personas están
perdiendo capacidad de silencio interior. Ya no son capaces de encontrarse con el fondo de
su ser. Distraídas por mil sensaciones embotadas interiormente, encadenadas a un ritmo
de vida agobiante, están abandonando la actitud orante ante Dios. Por otra parte, en una
sociedad en la que se acepta como criterio primero y casi único la eficacia, la oración queda
devaluada como algo inútil. Fácilmente se afirma que lo importante “es la vida”, como si
la oración perteneciera al mundo de la muerte... necesitamos orar. No es posible vivir con
vigor la fe cristiana ni la vocación humana, infra alimentados interiormente. Tarde o tem-
prano la persona experimenta la insatisfacción que produce en el corazón humano el vacío
interior, la trivialidad de lo cotidiano, el aburrimiento de la vida o la incomunicación con el
misterio. Necesitamos orar para encontrar silencio, serenidad y descanso que nos permitan
sostener el ritmo de nuestro quehacer diario. Necesitamos orar para vivir una actitud lúcida
y vigilante en medio de una sociedad superficial y deshumanizadora. Necesitamos orar
para enfrentarnos a nuestra propia verdad y ser capaces de una autocrítica personal sincera.
Necesitamos orar para irnos liberando de lo que nos impide ser más humanos. Necesitamos
orar para vivir ante Dios, en actitud más festiva, agradecida y creadora. Pagola, José Anto-
nio. (2022) Se nos está olvidando lo que es orar.
14 Cavallé, Mónica. El arte de ser. Filosofía sapiencial para el autoconocimiento y la
transformación. Kairós, 2017, p. 285

116
VILMA REYES DUARTE

ejercicio distinto, una tarea de consciencia testigo sobre la acción


humana en la vida cotidiana, con todo lo que suele ocurrir alrededor
nuestro; vernos por dentro en medio del ruido de la cotidianidad. Es
el estado de consciencia en la plaza de mercado. Y haciendo cons-
ciencia de tantos momentos, con una pequeña mirada interna, vamos
enderezando tantas palabras mal expresadas, tantas decisiones mal
tomadas, tantos momentos de indiferencia y negligencia con los de-
más, momentos de mal humor, de inacción. Se trata de reconstruir
y restaurar desde la consciencia de sí. Esto aprovecha de manera
positiva la relación con los otros, con la familia, los amigos, los estu-
diantes, con los colegas. Un maestro que hace presencia en su propio
hacer, que se detiene en sus propios decires, en su modo de compor-
tarse y se va reorganizando para lograr la sinfonía de una melodía
más armónica.

2.5. Mirando el rostro concreto de las personas:


una respuesta a la llamada, un ejercicio de aco-
gida, cercanía y acompañamiento
La agitación de la vida moderna nos pone a mil revoluciones
y nos hace encubrir y ensombrecer la capacidad de mirar, de admi-
rar, de escuchar. Difícilmente hacemos atención plena al dolor
de los otros, a su padecimiento. Vemos las noticias como meros
espectadores que sin asombro cambiamos la noticia de un crimen
con el informe de un reinado de belleza. Vemos el sufrimiento del
mundo como un informe donde los datos de las muertes, de las
desapariciones, de los actos vandálicos y de violencia estimulan
nuestra capacidad de asombrarnos, sin penetrar en las causas, y en
la raíz del sufrimiento. Es raro experimentar el dolor que está por
fuera de nuestra necesidad, y sentir el sufrimiento como propio.
La primera enseñanza de Jesús es su movimiento constante ha-
cia los demás. En una audacia de comportamiento desmedido por
abajarse frente al dolor y estar ahí para escuchar y para actuar. No
funciona como espectador, sino como receptor y acompañante de
la herida que padecen los humanos. El responde gratuitamente a
la llamada del rostro del otro, y su respuesta desmedida le hace
vivir la compasión en el extremo. Es la misericordia que se instala
en él para erradicar el sufrimiento; para acoger, esperar, escuchar,
aliviar.

117
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

En muchos de los relatos de Jesús


se da cuenta de su capacidad de presen-
cia y escucha, de esa práctica permanen-
te de no pasar de largo. Nos dice Pagola
que “el trato más acogedor y amistoso de
Jesús a los pecadores fue sin duda su gesto
más provocativo. Ningún profeta se había
acercado a ellos con esa actitud de respeto,
amistad y simpatía. No se dirigía a ellos en
nombre de un Dios irritado, sino de un Pa-
dre que los mira con compasión, los busca con pasión y los ama con
entrañas de madre, incluso antes de que se arrepientan”15.

El educador Ignaciano se detiene ante su propio sufrimien-


to. No aplaza las batallas de su propia vida. Atiende sus propias
heridas y se deja acompañar de otros. Hace el trabajo de limpieza de
su casa interna, de su corazón compasivo. Si se apremia al trabajo de
su sí mismo siendo benévolo y amoroso, tolerante y confiable podrá
hacer lo propio a su alrededor. Podrá fácilmente afinar su capacidad
de escucha. Esa capacidad de ver en los rostros de sus alumnos lo
que otros no ven. Se da cuenta a través de los gestos, las manifes-
taciones, las tonalidades de la voz, los silencios, lo que les pasa y
les afecta. Sabe que algo se está desarrollando y se adelanta en un
sentido respetuoso de observación. Se ataja a sí mismo, escucha,
pregunta, orienta y suavemente con amor, va acompañando el cami-
no, devuelve a su centro a la oveja perdida. Sabe que con la mirada
amorosa y el reconocimiento todo es posible. Sus alumnos confían
en él, lo saben recibir y juntos van tejiendo una trama fraterna de
mutua colaboración. Van armando el proyecto vital desde el cen-
tro y el anclaje seguro del amor confiable.

No podemos vivir encerrados en la muralla de nuestro propio


ego, con el egoísmo del que dice que no se implica para no perder
energía y tiempo. Que es mejor que cada cual haga lo suyo y que su

15 Cfr. Pagola, José Antonio. 4. Jesús, maestro interior, lectura orante del evangelio.
2021

118
VILMA REYES DUARTE

labor es ser un transmisor de conocimiento. Esta mirada del rostro


concreto de la juventud y de la niñez, demanda un principio del dar-
se generosa y gratuitamente en posibilidad para que el discípulo se
encuentre a sí mismo, encuentre sus respuestas en total libertad con
la guía del que sabe esperar y dar luz en determinado momento. Un
maestro custodio de la humanidad de sus alumnos, cuida el rebaño
y lo sostiene hasta que su responsabilidad y compromiso le exi-
gen. Y lo hace con fervor. No se impacienta. Vive el proceso gozan-
do cada momento de la travesía, disfrutando de los resultados, así
sean pocos. La clave de este rasgo es que si nos amamos a nosotros
mismos y nos sabemos cuidar, con gran benevolencia nos arrojamos
a la tarea de ofrecer tiempo para atender tantas necesidades que los
chicos hoy viven en sus realidades personales y familiares. No son
pocas las encrucijadas en tiempos de tanta incertidumbre y sequedad
espiritual.

2.6. Educamos para transformarnos e ir al mundo


y transformar
La transformación de nosotros se va dando en el tiempo, en un
ejercicio de sostenimiento del sentido desde el cual nos proyectamos
como humanos. Sabemos que no somos autosuficientes y que la
trascendencia es el motor para llegar a la fuente interior que des-
vela toda verdad. Dios se explicita en la apertura y en la libertad.
Nosotros optamos y decidimos cómo vivir la ruta de la existencia.
Jesús fue fiel a la voluntad de Dios. Igual nos pasa a nosotros. La vida
es un proceso continuo de conversión, queriendo decir esto que no
estamos realizados, que por nuestra condición frágil y de limitación
cometemos errores y vivimos torceduras internas que nos alejan de
esa fuente del amor pleno. Solo el compromiso nos permite el do-
minio de nosotros mismos para dejarnos conducir de la Voluntad
del Padre. Solo Dios puede ocasionar el cambio en nosotros. No lo
vamos a lograr con voluntarismo personal y con estrecheces de cons-
ciencia. “Jesús pensaba que la única posibilidad que el ser humano
tiene para enderezar su vida es abrirse con sinceridad al acto creador
de Dios que sucede en el mismo hombre y dejarse poseer o dominar

119
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

por Él; en esto consistía el original anuncio de Jesús”16 Si nosotros


nos dejamos transformar y lo vamos haciendo consecuentemente,
vamos despertando una capacidad de mirar y de escuchar sin par.
Nos abriremos de manera frontal a la verdad de una vida simple y
llena a la vez. Cargada de sentido con la experiencia de hacer el tra-
bajo que debemos hacer para mejorar, para aquilatarnos, para dar lo
mejor, no ofreciendo piedras sino tesoros.

El proceso de transformación auténtica, faculta a los maes-


tros para testimoniar con su palabra, su comportamiento, sus
convicciones y acciones, su quehacer formativo de tantos niños
y juventudes. Una persona que vive el cambio profundo de su ser
anuncia esto con su testimonio a otros. Y en ese sentido el evangelio,
no es mera teoría, es la evidencia expresa de aquel que viviendo un
proceso de transformación se siente impelido a cumplir la misión
de ayudar a otros a lograr ese proceso de cambio importante. Es un
cambio que no es repentino ni intempestivo, se va estructurando en
cada uno de nosotros y nos facilita la salida hacia los demás, henchi-
dos de amor y misericordia. A estos seres se les ve esa experiencia de
la transfiguración. Han hecho el proceso, y los frutos no se hacen
esperar. Muchos se benefician de la buena cosecha. Los estudian-
tes viven la alegría plenificante de la autenticidad del corazón de
un maestro que se ofrece y que edifica. Acompañar a los estudian-
tes tiene la implicación de la espera sobre el resultado de un proceso
lento pero seguro.

“… le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro


de escuela a un niño, enseñándole; y ora esto fuese por su rudeza y
grueso ingenio, o porque no tenía quien le enseñase, o por la firme
voluntad que el mismo Dios le había dado para servirle, claramente
él juzgaba y siempre ha juzgado que Dios le trataba de esta manera;
antes si dudase en esto, pensaría ofender a su divina majestad…”
San Ignacio de Loyola. Autobiografía.

16 Cfr. Baena Bustamante, Gustavo. Revelación, teología y vida cristiana. Congrega-


ción Mariana, agosto de 2015

120
VILMA REYES DUARTE

Los chicos se equivocan, cometen errores, se desmotivan, viven


soledades, miedos internos, situaciones confrontadoras en su niñez
y adolescencia; están en proceso de aprender y de construir su ser.
Todo ello en una búsqueda de la identidad y la construcción de su ser
personal, que se va armando entre la libertad y la obediencia, y así,
poco a poco van aprendiendo por dónde ir, qué pasos dar, con quién
contar, qué criterio lograr, cómo pensar, entre tantas realidades.
Lo importante será contar con padres y maestros amorosos pero
claros en su guía, que sepan orientar y vivan la alegría de esa
transformación en el tiempo. Nada de lo humano es inmediato.
No podemos cansarnos de este proceso, ni pensar que el desarrollo
de la autonomía plena sucede de manera aislada y sin mediación. Es
toda una tarea vital desde el vínculo, y se va logrando con paciencia
y esfuerzo coligado. Lo que termina siendo esencial es ir perfilando
ese estilo de alumno que responde a su mejor versión, a la que él o
ella quiere ser y lo hace feliz. Desde esa experiencia podemos afir-
mar que el proceso de transformación es un continuo de la existencia
y que vale la pena, y en caso de que no logremos ver el resultado,
nunca el esfuerzo se ha perdido, en buena tierra ha caído la semilla,
y la cosecha la podrán ver después otros. La invitación de este punto
en particular es comprender que no somos los mismos, que hacemos
un proceso, que nos vamos ajustando, que requerimos de acompaña-
miento, de palabra, de acogida y de exigencia. Que el camino de ha-
cernos es una travesía. “Caminante no hay camino, se hace camino
al andar” en palabras de Machado. Nuestra misión como educadores
es acompañar, más que instruir.

2.7. Construyendo un proyecto integrador:


la humanización sucede comunitariamente
Algo muy bello relata Baena en la condición de la experiencia
pascual, diciendo que “Dios no salva Él solo, sino por medio del
hombre Jesús y de todos los hombres; esto significa que si Jesús
es el salvador absoluto, lo es por ser absolutamente obediente y la
razón es clara: porque la eficacia del mediador radica en la docili-
dad del mediador mismo en cuanto instrumento de Dios salvador”17.

17 Baena op.Cit (145)

121
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

Somos dóciles a la mediación de Dios en nosotros. Nos hemos de-


jado conducir, siendo atentos, no sordos al llamado, y haciendo la
tarea procesual de ir afinando el instrumento de la vida a través de la
apertura de la consciencia y de la experiencia del amor. Cuando ha-
cemos el camino sabemos cómo sucede el rol de mediación. Media-
ción es indicativo de que no estamos solos, ni nos hacemos solos.
Los padres son mediadores en la educación de sus hijos. Los maes-
tros son mediadores en la formación de sus educandos. Dios nos
enseña a través de la mediación de Jesús que por nosotros se ha
hecho ser humano. Haciéndose humano Jesús nos muestra el camino
siendo como uno de nosotros, y lo logra siendo mediador entre el
Padre y nosotros.

Necesitamos ser mediadores para que otros encuentren la


ruta adecuada. Debemos ofrecer bitácoras sabias. Somos maes-
tros de la vida de nuestros estudiantes, compartiendo la alegría del
encuentro con ellos y colaborando en los cambios que van tenien-
do, y que son entre otras cosas, una búsqueda del sentido, la fuente,
que luego deviene en alegría compartida. Jesús está en medio del
sufrimiento, allí donde los otros lo aclaman, lo necesitan, requieren
la cura de sus corazones, necesitan levantarse a vivir la vida bien
vivida. Jesús va cumpliendo ese gran acto humanizador que el Pa-
dre le confiere. No se puede actuar desde el amor en acciones de
insolidaridad y sequedad de alma. Cuando Jesús nos despierta,
nos enseña cómo leer las necesidades de los otros, nos forma para
que sepamos detenernos y pausar la ligereza de la vida agitada. Es
una falta elevada que haya sufrimiento y que nosotros lo tomemos
con indiferencia y desatención. Es un acto de deshumanización.
Humanizar la humanidad es un grito de esperanza por este mundo
quebrado. No basta contemplar y escuchar, estamos llamados a
la acción y Jesús fue testimonio vivo de la acción de Dios en él.
Ese proyecto humanizador de Dios implica siempre compasión y
solidaridad.

En la escuela vivimos juntos, estamos juntos y aprendemos


juntos. Es un laboratorio y a la vez un instrumento potente huma-
nizar la escuela con todos sus agentes. Lo logramos si cada uno es
sensible a lo fundamental: al corazón de Dios revelado en un Jesús

122
VILMA REYES DUARTE

vivo que se explicita en cada uno de los que están llamados a hacer
escuela. El proyecto humanizador de la escuela nos lleva a educar en
lo fundamental: despertar la propia consciencia, con apertura y deci-
sión, promoviendo las dimensiones de lo espiritual, lo emocional, lo
ético, lo cognitivo, lo estético, lo político, para hacer de la juventud
gente de bien, gente con corazón, que viven la interioridad y que
han desarrollado la capacidad de amar sin límites, haciendo actos de
solidaridad desde la compasión auténtica, con fuerza de convicción
aportando a que se cumpla la Buena Nueva del Reino de Dios aquí
en esta tierra que nos corresponde a todos compartir.

¿Qué sería entonces humanizar desde la perspectiva de


una comunidad? Que somos en primer lugar, distintos, con
pensamientos, cosmovisiones, modos de ser y de aprender sin-
gularmente, de manera plural y diversa. El acto humanizador no
es la uniformidad, ni que todos los chicos piensen y sean iguales.
El gran trabajo está en dar a cada uno lo que necesita para salir ade-
lante en su vida. Y esto quiere decir que debemos saber interpretar
su mundo y acercarnos a sus orillas distantes tal vez de nuestras
visiones de las cosas, para intentar saber de qué se trata la vida y
los pálpitos por donde más resuenan. Y allí, en la comunidad plural
se hace el proyecto humanizador de la escuela. En la dimensión
del respeto a la dignidad de cada uno. A la posibilidad de construir
ese sentido de ciudadanía desde la afirmación de una identidad que
no se queda en el inmovilismo. Niños y jóvenes que van al mundo
para transformarlo en algo mejor, seres sensibles, con un corazón
ferviente que quiere un cambio y una sociedad mejor, chicos que
no tragan entero y que son pioneros en cifrar nuevas realidades po-
líticas para el cambio cultural que tanto anhelan. Construir vida en
comunidad exige de todos pasar por el laboratorio de lo que la vida
en común nos trae. No es una experiencia celestial, en esa vida co-
munitaria suceden conflictos y también violencias. Lo importante
es saber superar la dificultad para vernos en relación, construyén-
donos comunitariamente, aprendiendo a solventar las distancias y
aprendiendo de los demás. No estamos solos ni somos suficientes.
Aprender a estar con otros, a colaborar en tareas exigentes, coo-
perar en momentos importantes, vivir el ágape de sentir que reso-
namos con proyectos colegiados, todo ello aportará a la vivencia

123
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

de la alteridad que implica el Reino de Dios en vivo. Es necesario


que los adultos, los maestros, el equipo directivo, favorezcan el
respeto, la libertad, la responsabilidad, pero con igual énfasis la
compasión y la solidaridad para la trama de un compromiso por un
mundo mejor. Juntos hacemos mejor la misión.

Colofón:

Ir a vivir lo que hemos aprendido y alcanzado, es la consigna


de la vida. El trabajo interior no se guarda, se expresa y se trans-
fiere en los hechos cotidianos. Lo importante es saborear el produc-
to de un trabajo que no se detiene, que es permanente y que nos exige
correcciones y ajustes. Nunca terminamos de aprender. Es todo un
proceso sensible que debemos cuidar y abonar y de modo recurrente.
Es claro que cuando el ser humano está en su centro interno, con el
anclaje que se explicita en un equilibrio y ecuanimidad, surgen cosas
genuinas.

Cuando se vive en ese equilibrio interior, que no es per-


fección, tenemos las riendas de nuestra vida y no al revés, pues
muchas veces la vida termina viviéndonos. Cuando estamos en
esa centralidad que es presencia del Espíritu, puede haber tempestad,
pero así nos doblegamos, nada podrá arrancarnos de la fuente ver-
dadera, porque estamos bien arraigados. Es lo esencial lo que hace
que podamos vivir de ese modo. De esta manera podemos afrontar
la vida, con todas las vicisitudes que comporta. Quien ha tenido la
riqueza de su propio trabajo espiritual y lo vive como un trayecto,
puede hacer esto mismo con aquellos que están perdidos y que nece-
sitan una voz de aliento, una palabra de sostenimiento, una compañía
desde la libertad del encuentro fecundo.

El trabajo educativo es sensible y por eso hay que prote-


gerlo y cuidarlo bien. Muchas veces hacemos grandes inversiones
en las escuelas para modernizar los procesos pedagógicos y hacer-
los mucho más eficientes. Y olvidamos lo esencial: invertir tiem-
po en la formación espiritual y afectiva de los maestros, quie-

124
VILMA REYES DUARTE

nes son los pastores del rebaño. Los que llevan el sentido de la
educación. Proveer los espacios de interioridad, de palabra fraterna
sostenida, de solidaridad y concordia, será más que necesario. Hay
muchas maneras de sostener el proyecto espiritual de una institución
educativa. En primer lugar salvaguardando la proposición de cada
persona, acompañándola para que haga bien su tarea, y que su tarea
esté enmarcada en la felicidad que le proporciona hacerla bien. Que
satisfactorio poderla vivir con plenitud, sintiendo que el trabajo es
un proyecto que se conecta con ese trayectoria que nos lleva a un
horizonte seguro. Eso es plenificante. Ver crecer a los otros es algo
maravilloso de lo cual no nos podemos perder. No somos simples
espectadores, somos los protagonistas de esta historia de hacer de
la educación algo bueno y sostenido para custodiar el planeta y la
humanidad, para preservar lo esencial, para que el trato sea siempre
amable y cercano, y sobre todo constructivo. Llenos de humanidad
podemos ir muy lejos, podemos sembrar en buena tierra, podemos
hacer florecer el ecosistema educativo. Necesitamos líderes audaces,
con la capacidad de mirarse a sí mismos y disponerse a crecer y trans-
formarse, pues no podemos pedir a otros lo que no hemos cultivado
en nosotros mismos. La buena educación, no se hace esperar. La
humanidad espera algo bueno de los niños y jóvenes que salen de
nuestras escuelas; la humanidad espera algo loable para inaugurar
esos nuevos comienzos de la vida social desde el ecosistema escolar.

“La pedagogía del Maestro posibilita la percepción, la integra-


ción, la defensa y la promoción de la unidad plural. Vale decir: en to-
das partes palpita la misma vida. Es preciso cuidar de la vida, tejién-
dola, para que ella nos dé flor y fruto, para que continúe siendo vida
(…) La presencia afectiva del educador es la presencia de una espi-
ritualidad que sabe cuidar de las cosas y de las personas. Este amor
que cuida busca otras maneras, imagina y explora posibilidades aún
ausentes, construye unidad y anticipa lo posible (…) No somos seres
autosuficientes. Nuestra realización pasa por la comunión. Educar
para una nueva espiritualidad es desentrañar la condición humana
para la convivencia responsable y consecuente. Esta construcción no
se hace sino comunitariamente”. Meier, Cielito.

125
“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

Frases importantes de este capítulo:

• Jesús es un ser humano absolutamente abierto al acto creador o a


la voluntad de Dios… un hombre que desde el principio de su vida
terrena, estuvo lleno de Dios, absolutamente poseído por Dios.
• Sería apasionante vivir el desierto para despertar, para hacer
consciencia del sentido de nuestro lugar en esta tierra. Un desier-
to que nos haga entrar en la casa del Padre, que es nuestra propia
casa, para descubrirla en sus entrañas y dejarnos permear por la
realidad del amor y de la compasión.
• ...la entrada al corazón de Jesús se hace por la vía de la interiori-
dad, por la vía de la intuición que nos abre a la consciencia y nos
desvela el Ser que nos hace ser lo que somos, sin más.
• El amor verdadero nos direcciona, nos catapulta a vivir el verda-
dero servicio a los demás.
• Se trata de hacer posible que el maestro desarrolle su mundo
interior y el estilo de vida de un Jesús que se dejó tocar por el
corazón de Dios.
• El verbo se ha hecho carne. Significa que en la escuela anida el
amor, la solidaridad, la gestación de un proyecto que se une al
cosmos, que instala el nosotros y no el yo.
• Dios actúa creándonos y eso significa que su accionar va habi-
litando en nosotros una nueva capacidad de atención plena, de
escucha activa y de gran apertura.
• Es un llamado a la experiencia de la Unidad para entrar en el
terreno de la educación de la niñez y de la juventud con las ma-
nos abiertas, con el corazón depurado y con los ojos y los oídos
despiertos a la escucha.

126
VILMA REYES DUARTE

• Solo Dios puede ocasionar el cambio en nosotros. No lo


vamos a lograr con voluntarismo personal y con estrecheces de
consciencia.
• “Jesús pensaba que la única posibilidad que el ser humano tiene
para enderezar su vida es abrirse con sinceridad al acto creador
de Dios que sucede en el mismo hombre y dejarse poseer o do-
minar por Él; en esto consistía el original anuncio de Jesús”.
• Necesitamos líderes audaces, con la capacidad de mirarse a sí
mismos y disponerse a crecer y transformarse, pues no podemos
pedir a otros lo que no hemos cultivado en nosotros mismos.

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“Los rasgos de Jesús como clave de lectura para el maestro ignaciano del siglo XXI”.

Bibliografía

• Byung-Chul Han (2022) Infocracia: La digitalización y la crisis


de la democracia. Taurus.
• Cavallé, Mónica. (2017) El arte de ser. Filosofía sapiencial para
el autoconocimiento y la transformación. Kairós.
• Ejercicios Espirituales de San Ignacio, Introducción a la segunda
semana. Ediciones Mensajero, Bilbao.
• Lévinas, Emmanuel. (1996) Cuatro lecciones talmúdicas, Río
Piedras, Barcelona
• Meier, Cielito. (2009) La educación a la luz de la pedagogía de
Jesús de Nazareth.
• Pablo D’Ors (2017) Mi camino de amistad con el desierto.
• Pagola, José Antonio. (2009) Jesús: aproximación histórica. PPC
• Pagola, José Antonio. (2021) 4. Jesús, maestro interior, lectura
orante del evangelio.
• Tamayo-Acosta Juan José. (2004) Nuevo Paradigma Teológico.
Editorial Trotta
• Thompson Claire, (2013) De regreso a la naturaleza: la medita-
ción y el mundo natural, Siruela.
• Zapata, S.J., Guillermo. (2021) Ignacio de Loyola: de la fatiga
de lo invisible a la lucha por lo posible.

128
NUESTROS AUTORES

NUESTROS AUTORES

P. PEDRO TRIGO SJ.

• Pertenece al Centro Gumilla. Centro de inves-tiga-


ción y Acción Social de la Compañía de Jesús en
Venezuela.
• Actualmente es Doctor en Teología.
• Profesor de Teología y Filosofía latinoamericana
en Caracas, Universidad Andrés Bello, Venezuela
• Animador de grupos cristianos populares,
residiendo en una zona popular, entregado a la
Vida Consagrada en Venezuela.

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Dr. Antonio pérez esclarín

• Doctor en Filosofía.
• Universidad Católica del Ecuador.
• Miembro del Equipo de Investigación sobre la ca-
lidad educativa de la Federación Internacional de
Fe y Alegría.
• Miembro del comité editorial de Fe y Alegría que
publica la Revista “Movimiento Pedagógico”, la
Colección “Procesos Educativos”, la Colección
“Materiales Educativos “, y la colección “Lecturas
para jóvenes y niños”

130
NUESTROS AUTORES

VILMA REYES DUARTE

Maestra bachiller, Licenciada en Filosofía e Historia de


la Universidad de San Buenaventura, Cali, Magíster en
Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana
de Cali. Cumplió varias misiones por más de 30 años en
el Colegio Berchmans de Cali, Colombia. Actualmente
colabora en la Red de homólogos académicos de FLAC-
SI. Es consultora educativa para el acompañamiento de
colegios y redes de colegios en procesos de cambio y
transformación del aula de clase. Produce contenidos
virtuales de educación y es coordinadora y tutora de pro-
gramas en línea. Es conferencista y ha escrito varios li-
bros y artículos sobre educación y otros temas asociados.

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P. FABRICIO ALAÑA ECHANIQUE SJ.

• Sacerdote jesuita guayaquileño.


• Máster en Teología, especialidad Cristología por
Weston Jesuit School of Theology, Cambridge,
Massachussets, USA, 2005-2007-Licenciado en
Filosofía por la Universidad del Salvador, Bs-As,
Arg. 1989-1994.
• Articulista de la revista dominical PARA TI JO-
VEN del Diario Manabita, 2010-a la actualidad.
• Máster en Educación, especialidad Gerencia y
Liderazgo Educativo, por la UTPL, Loja, 2010.
Presidente de la Federación de Establecimientos
Católicos del Guayas 2017-2019.
• Vicepresidente de la Federación Latinoamericana
de Colegios Jesuitas 2019-2021.
• Docente de Cristología y Ética. Pontificia Univer-
sidad Católica Sede Manabí. 2021- Actualidad.

132
NOTAS

133
NOTAS

134
NOTAS

135
La pedagogía
y el liderazgo de Jesús
HOY

E La pedagogía y el liderazgo de Jesús H O Y


ducamos para que la voz de
nuestra propia consciencia,
la capacidad de re-ligación,
para ser con otros comunitariamen-
te, sea una explicitación del segui-
miento de Jesús como respuesta de
solidaridad y reconciliación frente
Pedro Trigo, SJ y Fabricio Alaña, SJ - Editores
al sufrimiento ajeno.

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