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Los primeros movimientos artísticos del siglo XX, aquellos que se extienden en el tiempo
desde los primeros años del referido siglo hasta el estallido de la II Guerra Mundial, se conocen
con el nombre de VANGUARDIAS HISTÓRICAS o ISMOS. Sus características principales son: la
ruptura con lo anterior, el deseo de novedad y experimentación. Representan una desavenencia
total: del color, de las normas, de la composición y del lenguaje estético. Este cambio se produce,
también, desde una ideología, ya que comporta una pendencia de pensamiento y de valores.
Características
*El carácter experimental y la rapidez con que se suceden las propuestas unas tras otras.
*En la pintura va a ocurrir una huida del arte figurativo en procura del arte abstracto, suprimiendo
la personificación. Se expresa la agresividad y la violencia violentando las formas y utilizando
colores estridentes. Surgen diseños geométricos y la visión simultánea de varias configuraciones
de un objeto.
*En algunos movimientos hay una tendencia a hacer plástica en la coloración de las palabras.
*Las reglas tradicionales de la versificación, necesitan una mayor libertad para expresar
adecuadamente su mundo interior.
*Reacciona contra el modernismo y los imitadores de los maestros de esta corriente, existe una
conciencia social que los lleva a tomar posiciones frente al hombre y su destino.
Cubismo
También fue, en principio, una vanguardia de la pintura, al punto que las aproximaciones a
la literatura han sido más bien tentativas y de resultados parciales.
Futurismo
Aunque hoy aparece remoto y sin vigencia alguna fue el primer movimiento de
vanguardia. Su conductor, el italiano Marinetti, recorrió buena parte de Europa y América
haciendo oír su palabra profética, en la cual se encerraban las claves de una estética para
los tiempos a venir. Creyó en el mito moderno, y ayudó a forjarlo. Decía: “Queremos
cantar el amor del peligro, del hábito de la energía y la temeridad”. A la “inmovilidad
pensativa, al éxtasis y el sueño”, opone el futurismo “el movimiento agresivo, el insomnio
febril, el paso gimnástico, el salto peligroso, el puñetazo y la bofetada”. El nuevo gran
valor es “la belleza de la velocidad” de modo que “un automóvil de carrera es más
hermoso que la Victoria de Samotracia”. Estos despreciaban a los adoradores de la luna y
glorificaban la guerra, llamándola “única higiene del mundo”. Con respecto a la tradición,
especialmente en lo cultural, la posición es: “Lanzamos en Italia este manifiesto de
violencia incendiaria y arrebatadora, basado en el cual fundamos hoy el futurismo, porque
queremos librar a nuestro país de la gangrena de profesores, arqueólogos, cicerones y
anticuarios”.
Marinetti que había semi-elogiado al “music-hall” y el circo como únicos espectáculos
tolerables, se lanzó también a la aventura de crear el “teatro sintético”: se trataba de
obras de no más de diez minutos – no fuese cosa de perder el precioso tiempo del mundo
de la velocidad – y en una de ellas el telón se levantaba apenas unos centímetros, de
manera que el público sólo veía los pies de los actores.
De todo esto queda hoy en día, dice de Torre, tan sólo el ademán en el aire. Queda
además el “Manifiesto técnico de la literatura futurista”, de 1912, que avanza ya aventura
de una “imaginación sin hilos” – o sea, sin los nexos del pensamiento lógico – y propone
una manera de escribir que será de recibo en otras corrientes: “Es menester destruir la
sintaxis, disponiendo los sustantivos al azar de su nacimiento”; el verbo, sólo en infinitivo,
para que comunique “el sentido de continuidad de la vida”; prohibición de usar el
adjetivo, porque el matiz presupone la pausa y la meditación; supresión de expresiones
comparativas – “como”, “parecido a”, “similar a” – porque traban la “velocidad aérea”.
Quedaba sancionado el uso de cuatro o cinco tintas diferentes, las líneas verticales,
oblicuas o circulares, los paréntesis, las llaves y cualquier otro tipo de innovación
tipológica.
Dadaísmo
“Las obras maestras dadás no deben durar más de cinco minutos” según se lee en una
proclama del movimiento. El movimiento fue algo inesperado en el espíritu francés,
significó el encuentro con la nada. Según Tristan Tzará, el principal impulsor de esta
vanguardia, “dadá” no significa nada, aunque a continuación agrega: “Los negros kru
llaman dadá a la cola de una vaca santa. El cubo y la madre en cierta región de Italia: dadá.
Un caballito de madera, la nodriza, la doble afirmación en ruso y rumano: dadá”. La sola
multiplicación de acepciones revela que el vocablo no tiene ninguna concreta y fija, como
dice Gide al considerar a las dos sílabas de “Dadá” como el punto máximo de la “inanidad
sonora” querida por Mallarmé, la “insignificancia absoluta”.
El movimiento echó a andar en Zurich, en 1916, con la fundación del Café Voltaire, donde
se reunían poetas y pintores, entre quienes figuraban Apollineire y Picasso. En 1919 Tzará
llega a París, y comienzan a multiplicarse los festivales, las revistas, los boletines y las
hojas sueltas dadaístas. El tono siempre fue el mismo: “No más pintores, no más literatos,
no más músicos, escultores, religiones, republicanos, monárquicos, imperialistas,
Expresionismo
Esta corriente signó el panorama cultural de Alemania entre 1911 y 1933. Esta fecha final
está indicando ya que los representantes de esta corriente no simpatizaban con el
nacionalsocialismo: su llegada al poder marcó el fin de la vanguardia, cuyos artistas fueron
perseguidos.
Es el nombre que suele darse a una de las vanguardias más poderosas y de mayor
influencia. La palabra tiene sentido en la lengua francesa – “sur-realisme” – y debería ser
traducida por “superrealismo”, para indicar claramente que este movimiento se propone
estar más allá o por encima de la realidad.
Vinculado en sus raíces con el dadaísmo, cuyo absoluto nihilismo intenta superar, el
surrealismo tiene la misma agresividad que aquella corriente. Ella se puso de manifiesto
no sólo en los lemas contra la familia, el Estado y la religión, sino en el enfrentamiento con
Paul Claudel, el poeta católico que declaró no encontrar en la corriente sentido alguno,
salvo el pederástico. El grupo se defendió diciendo: “Nuestra actividad no tiene de
pederástica, más que la confusión que introduce en el espíritu de aquellos que no
participan en ella”. Y luego como Claudel era por entonces embajador de Francia en
Japón, los veintinueve firmantes llaman a la insurrección de las colonias para “aniquilar
esta civilización occidental por vos defendida en Oriente”. En alusión a los negocios
franceses en aquellas latitudes, los surrealistas encuentras a la poesía incompatible con
“la venta de gruesas cantidades de tocino, por cuenta de una nación de cerdos y de
perros”. Al borde del dadaísmo afirman, todavía, que “no queda en pie más que una idea
moral: a saber, por ejemplo, que uno no puede ser a la vez embajador de Francia y
poeta”. Y el grupo se despide de Claudel con estas recomendaciones: “nosotros os
abandonamos a vuestras beaterías infames. Que ellas os aprovechen de todas maneras:
engordad aún, reventad en medio de la admiración y respeto de vuestros conciudadanos.
Escribid, rezad, babead, nosotros reclamamos el deshonor de haberos tratado de una vez
por todas de pedante y de canalla.
Pese a toda esta violencia tuvo mucho más claro el contenido de su programa de acción
creadora que el dadaísmo. Produjo tres manifiestos: el primero, de 1924, que es el que
mejor define a la corriente, el segundo de 1930, que propicia las relaciones del
movimiento con el comunismo y que dividió irremediablemente al grupo, y el tercero en
1942 que fue un infructuoso intento de revitalizar un movimiento qye había perdido su
condición de punta de lanza.
b) esta fusión debe significar una nueva forma de conocimiento, experiencia sin la cual la
propia expresión “surrealismo dejaría de tener sentido.
c) Del nuevo conocimiento deberán surgir una nueva ciencia, una nueva moral y una
nueva belleza, de modo que el surrealismo desborda el campo de lo meramente estético.
d) Es necesario ir al conocimiento por la vía del desconocimiento, es decir, vivir el ser pero
no lúcidamente, sino en el esta de mayor alienación posible. “Yo persigo un desorden
razonado de todos mis sentidos” había dicho Rimbaud.