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Las monjas verdes

Mary Judith Ress


Intentos por forjar comunidades sustentables y a la vez post-patriarcales están brotando
alrededor del globo en la medida que más y más gente se da cuenta que la humanidad debe
encontrar maneras alternativas y sustentables para sobrevivir. Aunque la extensión de estas
comunidades es tan variada como las personas que las integran, me gustaría subrayar el
increíble crecimiento de “centros de educación ecológica”—o a veces llamados “centros de
eco-espiritualidad” o incluso “eco-monasterios”—que están siendo establecidos más y más por
grupos de religiosas católicas.

Muchas monjas están tremendamente atraídas a lo que llamamos “la nueva cosmología”.
Como son mujeres prácticas, tienen una gran atracción para aprender sobre tratamientos
naturales para sanar a aquellos con quienes trabajan –sean estas víctimas de violencia,
personas sufriendo con Sida, los moribundos, los niños malnutridos o las personas indigentes y
ancianas. Hay un buen número de religiosas trabajando en los barrios marginales o en áreas
rurales empobrecidas o con gente indígena, que se han auto- educado calladamente como
“médicas” para tratar enfermedades específicas.

Aunque no necesariamente pueden estar de acuerdo con que se les llamen así, están
asumiendo un rol antiguo y reverenciado entre los pueblos indígenas latinoamericanos: el de la
curandera, o machi. Así como aquellas mujeres de la antigüedad, también saben que la
sanación involucra al cuerpo tanto como al espíritu. No sólo aplican sus talentos de matrona y
remedios de hierbas, sino también su preparación en psicología y consejería para ofrecer una
integralidad a las personas que sirven.

Algunas congregaciones religiosas femeninas parecen ser el grupo más susceptible para abrazar
este anhelo emergente de formar eco-comunidades. Influenciadas especialmente por el
pensamiento de Thomas Berry y su invitación para “re-habitar la tierra”, aprendiendo de la
misma Tierra. Las monjas se están convirtiendo rápidamente en agricultoras orgánicas,
horticultoras, cocineras vegetarianas, maestras de Reiki y practicantes de la salud holística,
botánicas de base, astrónomas aficionadas, y maestras/líderes de ecología y cosmología –todo
dentro de los nuevos centros que están fundando (que muchas veces son sus propias Casas
Madres (Motherhouses) recicladas). Adondequiera que voy, veo ramificaciones de estos centros
de educación ecológica: existen tres (de lo que yo sé) en mi estado natal de Ohio en los Estados
Unidos. He visitado tales centros en Brasil, Nicaragua y Costa Rica. Una de las más famosas está
en la selva panameña del Darién fundada por las religiosas de Maryknoll (ver su programa
ecológico, the web of life: Melinda Roper cpastoralsantafe@gmail.com)

Mucha de la inspiración para estos centros viene de “Genesis Farm” (Granja Génesis), un centro
de educación ecológica ubicado en el estado de Nueva Jersey y fundado en 1980 por la religiosa
Dominica Sister Miriam Therese MacGillis. Una discípula apasionada de Tomás Berry, MacGillis
no solamente tiene una granja orgánica viable, sino que ha inspirado proyectos como huertos
comunitarios, una escuela primaria local donde se enseña “la nueva cosmología”, un programa
de Maestría universitaria sobre sustentabilidad ecológica, y un movimiento para aprender
sobre los ecosistemas de la región y luego protegerlos. También realiza rituales para marcar los
cambios de las estaciones. (Participé en el ritual del Solsticio de Verano, donde MacGillis unió a
Juan El Bautista con aquella personalidad que viene de los márgenes para invitar a la
comunidad para que adquiera un nuevo sentido de sí misma. Como parte del ritual, cada una
de nosotras hicimos nuestras propias coronas de flores del verano y bailamos la danza espiral
liderada por Miriam Therese.)

MacGillis está invitando a toda una generación de religiosas para volver a enraizarse. Citando a
Berry, que dice que trabajar en un huerto es activar los misterios más profundos del universo,
ella ve esta actividad como “una invitación dentro de la trayectoria del cosmos a medida que se
despliega y revela a sí mismo en una coliflor. Al entrar en los espacios interiores del mundo
natural es confrontar nuestra propia arrogancia. Debemos desarmar en nosotros mucha de
estas actitudes de dominación interior o de indiferencia si queremos descubrir lo divino”. i

Estos centros de eco-espiritualidad están inspirados con un sentido renovado del significado de
los votos de pobreza, castidad y obediencia.

El voto de pobreza pasa a ser el llamado para estar satisfecha con la comunidad de vida y el
papel de los humanos dentro de ella: Estaremos contentas y gozosas cuando reconozcamos
nuestro propio lugar en esa comunidad. Así, seremos capaces de frenar nuestra adicción al
consumo, que se está comiendo vivo al planeta. Desde esta perspectiva, seremos capaces de
tocar la energía necesaria para crear las nuevas formas de sustentabilidad que tanto
necesitamos en estos tiempos. Tendremos la energía para poner las necesidades humanas en
armonía con la comunidad de la vida.

El voto de castidad está visto como la necesidad humana para conectarse. MacGillis nota que
hoy en día existe una tremenda herida en la construcción del Yo. El lado oscuro de esto es que a
menudo manipulamos a otros para nuestra propia auto estima. El llamado aquí para los
humanos es “ser puros de corazón”, ser “castos” –lo que es una manera de ver. Tiene que ver
cómo nos conectamos con otros –y no tiene nada que ver con el celibato. Para MacGillis, una
falta de castidad da como resultado el sexismo, el racismo y el militarismo: “Estamos llamadas a
testimoniar en contra del hecho que todo el planeta ha sido llevado hacia una objetivación
pornográfica. Y ahora todo el planeta tendrá que llegar a ser ‘casto’ para sobrevivir – tendrá
que vernos a todos como sujetos, no como objetos”, dice ella.

Finalmente, el voto de obediencia está visto como un llamado de responder a la creatividad en


el corazón del universo, que exige una profunda escucha. Acá, prácticas de meditación
colectiva y poner atención a nuestra intuición son el orden del día. Debemos ser obedientes a
ese proceso.

MacGillis ve este entendimiento de la pobreza, la castidad y la obediencia como una llamada


para todos los humanos. Los votos ahora deben ser vistos como una alianza con la tierra para
protegerla, defenderla y cultivarla.

Ella dice: “Estamos invitadas a ser una presencia en nuestra biorregión. A desarrollar la
capacidad de escuchar las voces de esta comunidad sagrada. A escuchar las escrituras del
mundo natural. A formar nuevas comunidades en nuestras biorregiones. Debemos recordar
que la tierra es primaria; los seres humanos derivados. Debemos sentirnos en casa en nuestras
biorregiones y hacer del alimento un sacramento de nuevo; a sentir al espíritu en la comida
siendo nutrido amorosamente. Sugiero que estamos llegando una vez más a la plenitud de los
tiempos. Quizás no nos encontramos al final de la vida religiosa. ¡Sospecho que sólo ahora
estamos comenzando!”ii

De hecho, las eco-monjas están atrayendo los que se llaman los “nones” (no-religión,
profesados por algunos de la generación de los y las “milenios”). Justo cuando las
congregaciones religiosas de mujeres están enviejando muy rápidas (la edad mediana es sobre
70 años), estos jóvenes en búsqueda de otra manera de vivir están atraídos a los carismas de
las monjas—su manera de vivir en comunidad, su disciplina, su reciprocidad. El encantamiento
entre las “Nuns” y los “Nones” está un fenómeno muy recién, pero vale la pena observarlo. iii
i
Miriam Therese MacGillis, “Genesis Farm links Holistic Living with Envisioning a New World Order”,
IDOC Internacionale, Roma: Julio-agosto,1990, p. 39.
ii
Ibid., 39.
iii
Sol Salgado, “Nuns and Nones: A Modern Religious Community,” Global Sisters Report, A Project of
the National Catholic Reporter (February 7, 2019).

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