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LAS ALUCINACIONES VERBALES EN LA ENSEÑANZA DE LACAN

Las llamadas voces de la psicosis tienen un estatuto especial en el


psicoanálisis de orientación lacaniana, que se separa ahí de la psiquiatría,
incluso de los psicoanalistas de la IPA, para los cuales una alucinación
verbal no deja de ser un error de juicio. En realidad, se trata de un debate
histórico de la psiquiatría: las voces, ¿se escuchan en el oído o dentro de la
cabeza?

Hay dos grandes momentos en la enseñanza de Lacan en cuanto a su


elaboración teórica sobre la psicosis y en ambas encontramos sendas
referencias a sus presentaciones de enfermos que nos son muy útiles para
pensar la cuestión de las alucinaciones verbales.

En el seminario 3 (curso 1955-56) Lacan se refiere a la alucinación verbal


como aquello que, siendo rechazado en lo Simbólico, regresa en lo Real.
En este momento de la enseñanza de Lacan hay una prevalencia del
registro simbólico sobre los otros y Lacan desarrolla su concepto de
forclusión como mecanismo etiológico de la psicosis. Lacan se refiere a
una presentación de enfermos en la que una mujer escucha de un vecino
el significante “Marrana” que intuye se refiere a ella. Se trata de una
mujer que vive con su madre, han huido del marido de la hija que
amenazó con “cortarla en rodajas”. Tienen una vecina de “vida ligera” a la
que visita un amante, y un día en el pasillo la hija se lo encuentra y oye
“Marrana”. Si planteamos la alucinación como un elemento significante
arrancado de la cadena, que es escuchado y atribuida su enunciación a
otro, tenemos que interrogarnos sobre el pensamiento o el dicho que
precede a la alucinación. La joven paranoica le dice a Lacan que justo
antes había pensado o dicho “vengo de la charcutería”. Entre la frase y la
alucinación hay una ruptura de la cadena hablada, un tiempo de suspenso
en la asignación. La enferma se atribuye la frase “vengo de la charcutería”
pero imputa al otro haber pronunciado “marrana”, que es escuchada
porque aparece en lo Real. La paciente rechaza así su certeza de ser nada
más que eso, una marrana, un cuerpo despedazado. Eso que no puede
tramitar de ninguna manera en lo simbólico regresa como un significante
en lo Real y ajeno a su pensamiento. Esto coincide ya con los desarrollos
posteriores de Lacan.

Veinte años después, año 76, en su seminario 23, El Sinthome, la


presentación de enfermos del caso del sr. Primeau le permitirá hablar de

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la naturaleza parasitaria del lenguaje en el ser hablante, concepción
absolutamente novedosa sobre la causalidad de los fenómenos
psicopatológicos.

En el capítulo 6 de dicho seminario, llamado “Joyce y las palabras


impuestas”, Lacan se apoya en esta entrevista para hacerse la siguiente
pregunta: “¿cómo es que todos nosotros no percibimos que las palabras
de las que dependemos nos son, de alguna manera, impuestas?”

El paciente había denunciado que sufría de "palabras impuestas" o


"emergentes". Estas palabras se inmiscuían en su pensamiento más
íntimo, sin que el enfermo pudiese reconocerse como su enunciador. A
instancias del intenso interrogatorio de Lacan el sr. Primeau explica: “La
palabra impuesta es algo que emerge, que se impone a mi intelecto y que
no tiene ningún significado ni sentido habitual. Son frases que emergen,
que no han sido pensadas, sino que son como emergencias que expresan
lo inconsciente…”. Y continúa: “emergen como si yo fuese, no sé,
manipulado" (...) “no sé cómo viene, se impone a mi cerebro. Llega de
golpe, por ejemplo ahora: “Usted ha matado al pájaro azul”, “Es
un sistema anárquico” (…) frases que no tienen ninguna significación
racional en el lenguaje habitual y que se imponen en el cerebro, en el
intelecto”. Y además, después de esa frase impuesta aparece una reflexión
mía. La secuencia es frase impuesta-frase reflexiva”. Lacan le pide
ejemplos y P. especifica que la frase impuesta tiende a encontrar amable y
bello a todo el mundo y él responde agresivamente para compensar, en
una especie de “recuperación inconsciente”. Otras veces es al revés,
emerge una frase agresiva y P. tiende a beatificarlo, a encontrarlo bello y
santo.

Al hilo de esta reflexión Lacan describe la palabra como una forma de


cáncer que afecta al ser humano, un parásito que es percibido como tal
por algunos y no por otros. Es esta una concepción completamente inédita
que es clave en la renovación de las tesis del psicoanálisis y la psiquiatría.

Lo que Lacan va a deducir de este caso y del caso de Joyce es que la


verdadera naturaleza del trauma es la incidencia de la lengua sobre el ser
hablante. El trauma es la lengua en tanto fuera de sentido. Es el lado de
real que tiene lo simbólico, cuando está desligado de lo imaginario que lo
liga a un sentido. Para cada ser hablante está la lengua como dato
primario y está el inconsciente como una estructura que se superpone a

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este dato primario y que es, dice Lacan, una elucubración de saber sobre
la lengua. El inconsciente es la cadena significante y el consecuente efecto
de significación. Pero también están los efectos de goce de la lengua, los
significantes aislado por fuera del sentido, de los que testimonia este
paciente de forma espectacular.

En esta cuestión de las palabras impuestas reconocemos un síntoma


propio de la psicosis, denominado por Clérambault, al que Lacan
nombraba como su maestro en psiquiatría, fenómeno elemental. Es lo que
este autor nombró como síndrome de automatismo mental, que incluye
una variedad de fenómenos automáticos que se imponen al sujeto como
verdaderos cuerpos extraños que no se comprenden, aparecen como
enigmáticos y generan perplejidad. Para Clérambault se caracterizan por
ser inicialmente neutros, sin tonalidad afectiva y atemáticos.
La centralidad de las alteraciones del lenguaje en la psicosis es conocida
desde antiguo. La cuestión crucial será determinar qué es lo que hace que
llamemos trastorno del lenguaje a determinada producción del sujeto.
Cléarambault mismo concluye que no es la rareza de las ideas lo que las
hace considerarlas así sino la relación que el sujeto tiene con ellas, el
hecho de percibirlas como ajenas.

Las alucinaciones verbales son la forma más característica de fenómeno


elemental. En su texto “De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis” Lacan entraba en el debate histórico con el
psiquiatra Henry Ey sobre las llamadas alucinaciones auditivas, que se
llamaban así por la idea de que se escuchaban en el oído, como viniendo
desde fuera. Para Henry Ey en las llamadas alucinaciones auditivas un
objeto irreal es percibido y creído como tal.

Jacques Lacan se separa de esta tradición y ya en su Seminario 3 hace un


brevísimo pero curioso comentario sobre este tema en referencia a Jules
Séglas [2] : «Por una especie de proeza al inicio de su carrera [Séglas] hizo
notar que las alucinaciones verbales se producían en personas en las que
podía percibirse, por signos muy evidentes en algunos casos, y en otros
mirándolos con un poco más de atención, que ellos mismos estaban
articulando, sabiéndolo o no, o no queriendo saberlo, las palabras que
acusaban a las voces de haber pronunciado. Percatarse de que la
alucinación auditiva no tenía su fuente en el exterior, fue una pequeña

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revolución.» Se trata de las llamadas “voces internas”, que llevan a los
enfermos a hablar de posesión, hechizo, sugestión o influencia.

La noción de fenómeno elemental fue construida por Lacan en referencia


a la cuestión de la alucinación verbal, como un tipo particular de la
relación con la propia enunciación. La estructura de las alucinaciones es la
base de la cual deriva la estructura del sujeto del inconsciente como una
variante. La noción de estructura en Lacan es la estructura del significante.
En la psicosis el sujeto se sitúa en posición de exterioridad frente al
lenguaje.

Lacan se desmarca de la idea de la psiquiatría clásica de la percepción sin


objeto sosteniendo que el lenguaje constituye y determina el hecho
perceptivo. Va más allá: la cadena significante puede imponerse por si
misma al sujeto en su dimensión de voz sin necesidad de que intervenga
ningún órgano sensorial, como muestran las alucinaciones auditivas que
padecen algunos sordos psicóticos. Y más claro aún cuando tenemos un
sujeto con alucinaciones psicomotrices verbales donde él mismo musita
palabras que atribuye a otro.

La cuestión central para el pronóstico va a ser la relación que el sujeto


establezca con estos fenómenos elementales, que puede ir desde
mantener una distancia saludable con ellos, en el caso de una psicosis
anudada, hasta la certeza delirante de su significación en la paranoia,
pasando por la perplejidad en el polo xenopático, o vale decir,
esquizofrénico

Más allá de la forma que tome el fenómeno elemental está el impacto que
tiene en el sujeto la aparición de las palabras. Por otra parte hay que
valorar la posible función reparadora que esos trastornos del lenguaje
tienen en la economía de la psicosis, es decir en el trabajo reconstructivo
que el sujeto realiza: si hay creación de un delirio o por el contrario son
causa de atomización y disgregación en un sujeto cuya capacidad
asociativa queda mermada.

El testimonio del señor P. permite revelar el carácter parasitario de la


palabra en el ser hablante. Ahora bien, hay que destacar que el saber
hacer de Joyce respecto de la palabra que se impone marca una diferencia
con P. A pesar de que el paciente de la presentación hace sus juegos con
las palabras se evidencia una sensación de inermidad ante lo que se le

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impone, a diferencia de Joyce, cuyo arte en consistía en destrozar,
descomponer esa palabra, hasta el punto que termina disolviendo el
lenguaje mismo. Dirá Lacan en el seminario 23 que no sabemos si con esa
escritura Joyce intenta descomponer las palabras que se le imponen para
librarse de ese parásito o por el contrario se deja invadir por su polifonía, y
considerará que ese manejo peculiar del lenguaje es una invención que
Joyce fabricó sin necesidad de un análisis, y que le sirve para reparar un
fallo en el anudamiento. Es gracias a esto que Joyce no presenta una
psicosis clínica a diferencia del sr. Primeau de la presentación de
enfermos.

En un nuevo modo de pensar la psicosis y la normalidad, Lacan propone


que es sólo porque algo se añade que hace las veces de cuarto nudo que
no estamos locos y no escuchamos nuestra voz interior.

Lo original de la propuesta lacaniana es el abordaje de los fenómenos


elementales desde la perspectiva del lenguaje. Para Clérambault era un
automatismo orgánico que producía la descomposición del yo; para Lacan
es la falta de un yo unificado la que permite que la estructura del lenguaje
aparezca a cielo abierto, que las palabras aparezcan vacías de
significación, como carcasas desnudas que sin embargo conciernen al
sujeto.

En realidad lo que Lacan hace es poner en valor la perspectiva freudiana


de ser humano como capturado y torturado por el lenguaje. Freud no se
limita a dar al lenguaje un valor de liberación de las emociones. No toma
tampoco el lenguaje como un simple instrumento destinado a la
comunicación con el semejante. Al contrario, el lenguaje tiene también
una dimensión de ocultamiento, de velo, donde lo que se dice está
sometido a un no saber en el que se cifra el deseo del sujeto. Esta es la
estructura de las formaciones del inconsciente.
Todo aquello de lalengua primaria del sujeto que el lenguaje significativo
no logra capturar reaparece en forma de alucinaciones verbales en la
estructura psicótica o a síntomas que pueden estar enmarcados en un
fantasma en la neurosis, pero finalmente todos deliramos sobre aquellas
palabras que tocaron nuestro cuerpo por fuera del sentido.
El lenguaje es un medio que nos precede: digamos que la frase ya estaba
empezada cuando llegamos, la empieza el Otro, que tampoco sabe lo que
dice. Estas palabras que nos preceden impactan en el cuerpo y producen

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marcas de goce, que, cuando son sobredeterminas por el lenguaje
ordenado por el Uno fálico, quedan como jeroglíficos, blasones y
laberintos neuróticos. Cuando no es así, quedan como significantes
sueltos, no anudados, que juegan su partida solos.
Todo lo que Freud dice sobre la fijación, Lacan dirá que es a causa de
lalengua. Lalengua es causa de goce, que es el efecto traumático del
encuentro del lenguaje sobre el cuerpo. Y con eso cada cual se las tiene
que arreglar. Hasta cierto punto todos tenemos en nuestro análisis
personal que localizar cual es nuestro “fenómeno elemental”, cual es el
resorte de la estructura que subyace cual elemento primario a todos los
síntomas como los detalles de la imbricación de las nervaduras de una
hoja se reproducen en todas las estructuras de una planta.

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