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Al vincularse San Martín con otros jóvenes americanos que residían en la Península,
que forjaban planes de independencia política para las respectivas regiones. Por lo
que, en 1811 pide su retiro del ejército real, deja España y se traslada a Londres,
donde esperaba concretar su propósito de pasar a América.
En una reunión de americanos en Cádiz, conocedor de los primeros movimientos
acaecidos en Caracas, decide prestar sus servicios en la lucha.
Muchos años antes, en 1819, San Martín había tenido como objetivo primitivo la su
emancipación del gobierno tiránico de la Península, decidiendo venir país nativo.
San Martín y otros rioplatenses desembarcaron el 9 de marzo de 1812 en Buenos
Aires, la ciudad capital del antiguo Virreinato del Río de la Plata.
Las tropas revolucionarias argentinas tenían una pobre formación militar, estaban mal
equipadas y carecían de experiencia. Además, Buenos Aires necesitaba una fuerza
rápida y eficaz que pudiera hacer frente a los desembarcos fugaces de las tropas
realistas en el litoral del Paraná. Y nada mejor que la caballería para cumplir ese
propósito. La llegada de San Martín fue recibida con gran satisfacción. El futuro
Libertador había combatido en España contra el ejército francés, donde varias de sus
unidades estaban conformadas por granaderos a caballo.
El Primer Triunvirato nombró comandante del Escuadrón de Granaderos, Formándose
el primer escuadrón el 16 de marzo de 1812. El mismo José de San Martín eligió uno
por uno a sus integrantes, este escuadrón estuvo compuesto por voluntarios
rigurosamente seleccionados, cumpliendo parámetros de conducta y personalidad
muy elevados. Las tácticas de combate se las enseñarían él y sus oficiales durante el
duro entrenamiento a que fueron sometidos en el cuartel del Retiro.
Posteriormente se formaron tres escuadrones más, el último fue a fines del año 1813.
Integraron el núcleo inicial, que fue dividido en dos compañías, Carlos de Alvear,
Francisco Luzuriaga, Manuel Hidalgo, José Zapiola, Justo Bermúdez, Hipólito
Bouchard, Pedro Vergara, Agenor Murillo, Francisco Vera y Mariano Necochea.
El 7 de abril a las once y media de la noche, empezaron a entrar las tropas de la
guarnición a la plaza de la Victoria y tomar posiciones frente a la casa del Cabildo, con
el objeto de apoyar la actitud del pueblo que había sido convocado para deliberar
sobre sus destinos.
Estaban San Martín y Alvear a la cabeza del regimiento de Granaderos a caballo con
sus sables envainados y siguiéndole el coronel Ortiz Ocampo con el regimiento y el
comandante Finto con la artillería. Su actitud fue pasiva. Al rayar el día 8 de octubre
empezó a congregarse el pueblo al llamado de la campana municipal. Pocos
momentos después, más de trescientas personas, entre las cuales se notaban a los
principales miembros de las órdenes religiosas, ocuparon las galerías de la Casa
Consistorial, y elevaron al Cabildo una petición revestida con más de 300 firmas de
notables, solicitando «bajo la protección de las legiones armadas, la suspensión de la
Asamblea, y la cesación de los miembros del Triunvirato, para que, reasumiendo el
Cabildo la autoridad que el pueblo le había conferido. Es así como en ella se formuló
prácticamente el principio de la soberanía del pueblo en la exigencia de la
convocatoria de un Congreso general; se rompió con todas las tradiciones del viejo
derecho municipal que daba la supremacía a la capital, estableciendo así la perfecta
igualdad de representación y derechos, y se dio el primer paso atrevido en el sentido
de preparar la independencia y de formular la Constitución de las Provincias Unidas.
Esta fue la primera vez que se vio a San Martín tomar parte directa en un movimiento
revolucionario, y sólo por accidente otra vez más tomó parte indirecta en la caída de
un gobierno. Encaminada la revolución y establecida la disciplina de la logia creada
por él, se alejó para siempre de los partidos militantes en la política doméstica,
consagrándose exclusivamente a la realización de sus planes militares contra el
enemigo común.
Así, en el espacio de los siete meses transcurridos después de la llegada de San
Martín a Buenos Aires todo había cambiado. El gobierno consolidado, la política
definida, el espíritu público levantado, y
la revolución desplegando la bandera de la independencia que tomaba atrevidamente
la ofensiva con dos ejércitos poderosos; tal era el cuadro general de la situación antes
de terminar el año.
El terreno que separaba al monasterio del río era una planicie perfecta para una carga
de caballería. Una vez producido el desembarco, los granaderos, divididos en dos
columnas, se precipitaron sobre el enemigo provocando la inmediata huida de las
tropas realistas. Las naves se alejaron rápidamente, lo que permitió recoger 2
cañones, 40 fusiles, cuatro bayonetas y una bandera. La acción duró apenas 15
minutos, pero tuvo importantes consecuencias: no hubo nuevas incursiones realistas
en el Litoral y sus barcos quedaron inactivos desde entonces.
El código de honor que todo Granadero debe cumplir
Los granaderos tienen un código de honor que fue redactado por el propio San Martín,
donde se establece una serie de reglas de conducta que deben cumplirse para
merecer formar parte de ese cuerpo militar. Entre ellas, se dictaminó la prohibición de
“poner la mano a cualquier mujer, aunque haya sido insultado por ella”. Además,
condena la traición, la calumnia, las adicciones como el juego y la bebida, y las
actitudes de no socorrer a los compañeros que se hallen en peligro en acción de
guerra.
El gobierno revolucionario en 1810 había creado “El Ejército del Norte” para afirmar su
autoridad y consolidar el movimiento independentista hasta las fronteras con el
Virreinato del Perú. Al mando del benemérito general Manuel Belgrano, vencedor en
las batallas de Tucumán y Salta, penetró en 1813 en el Alto Perú (actual Bolivia),
donde sufrió los reveses de Vilcapugio y Ayohuma; mientras las fuerzas militares
derrotadas retrocedían hasta Salta para reorganizarse, el gobierno de Buenos Aires
decidió socorrerlas con el envío de refuerzos al mando del coronel San Martín quien
asumió el mando del Ejército del Norte el 29 de enero de 1814, tras disponerse el
relevo del general Belgrano.
GOBERNADOR DE CUYO
Mientras se hallaba en el Norte, San Martín llegó al convencimiento de que por ese
solo camino no se lograría derrotar a las fuerzas del virrey del Perú que ocupaban el
Alto Perú, y que la independencia de Argentina estaba en eminente peligro de volver a
caer en manos de las fuerzas realistas.
Para San Martín era necesario abrir un segundo frente por el océano Pacífico y
avanzar sobre Lima para que las tropas virreinales se retirasen a fin de acudir en
defensa del territorio peruano amenazado
Mientras esto no sucediese, el Ejército del Norte y la defensa de la frontera con el Alto
Perú quedarían a cargo de Martín Miguel de Güemes y sus milicias gauchas.
A saber, el 10 de agosto de 1814 el director supremo Gervasio Antonio de Posadas
designó a San Martín como "gobernador intendente de la Provincia de Cuyo, con el
doble objeto de continuar los distinguidos servicios que tiene hechos a la Patria y el de
lograr la reparación de su quebrantada salud en aquel delicioso temperamento".
Cabe indicar que la gobernación intendencia de Cuyo había sido creada el 29 de
noviembre de 1813, con jurisdicción sobre las provincias de Mendoza, San Juan y San
Luis, separadas por esta decisión de la de Córdoba.
EL PLAN CONTINENTAL DE LIBERACIÓN
Llevaba San Martín dos meses en el gobierno de Cuyo en septiembre de 1814 cuando
sucumbió el régimen independentista de Chile a manos de las tropas represoras
enviadas por el virrey del Perú. Esto determinó que el Libertador San Martín
replantease su plan de acción militar, lo que lo llevó a optar entre dos alternativas: o
adoptar un plan defensivo en previsión de que las tropas del virrey del Perú atacasen a
Cuyo atravesando la cordillera de los Andes o formar un ejército para cruzar esas
montañas a fin de liberar Chile y, conseguido esto, hacer otro tanto con el Perú. Se
decidió por la segunda, o sea por una acción militar destinada a asegurar a los
pueblos hispanoamericanos su segregación de la monarquía borbónica y su condición
de estados soberanos.
El plan continental sanmartiniano fue aprobado por el gobierno de las Provincias
Unidas del Río de la Plata poco después de haber declarado estas su independencia
el 9 de julio de 1816.
CÓMO ERA SAN MARTÍN
El libertador Don José de San Martín repartía su tiempo en ejercer el gobierno civil de
Cuyo y en organizar el Ejército de los Andes, cuyo campo de instrucción estaba en el
Plumerillo, cercano a la ciudad de Mendoza. Se trasladaba de un lugar a otro
montando "un caballo negro, rabón, de trote largo". Su vestimenta tal como fue
descrito por Damián Hudson; era muy sencilla, pues usaba "pantalón de punto de
lana, azul, ajustado a la pierna, bota granadera, un largo sobre todo de paño del
mismo color en invierno, casaca larga de igual tela en el verano, con botones de metal
dorado, corbatín de seda o de cuero charolado, sombrero militar forrado en hule".
El libertador José de San Martín tenía una estatura era de 1,70 m aproximadamente,
una impresionante presencia castrense como tanto o más porque estaba siempre
erguido. Su rostro siempre se mostraba sereno, de tez morena, ya por coloración
natural de la piel, o por la huella que en él había dejado el servicio prestado a campo
abierto. De nariz aguileña y grande, sus prominentes ojos negros no permanecían
nunca quietos y eran dueños de una mirada vivísima. Poseía una inteligencia poco
común y sus conocimientos iban más allá de los propios de una estricta formación
profesional.
De maneras tranquilas y modales que revelaban esmerada educación, se dice que
según los momentos era dicharachero y familiar, severo y parco, optimista y
dispensador de ánimo para quienes lo habían perdido o vacilaban. Nadie pudo ni
podrá tacharlo de indiscreto, llegando en ocasiones a ser, por necesidad, casi críptico
o disimulador sin mentira. Era un hombre profundamente reservado y caluroso en sus
afectos, en cierta ocasión dijo Mitre que San Martín "era observador sagaz y
penetrante de los hombres, a los que hacía servir a sus designios según sus
aptitudes".
BATALLA DE CHACABUCO
LA LIBERACIÓN DE CHILE
Concluida la preparación del Ejército de los Andes, entre cuyos jefes se contaba el
gran patriota chileno Bernardo O'Higgins, a mediados de enero de 1817 se inició el
cruce de la cordillera, que parecía insalvable para una masa militar en campaña.
Traspuestas las montañas, las tropas libertadoras vencieron en Chacabuco a un
ejército realista el 12 de febrero, victoria que les dejó libre el camino de Santiago, la
capital de la antigua Capitanía General o Reino de Chile.
Tres días después, se reunió en la mencionada ciudad una representación de
hombres notables, la cual designó al Libertador para que fuera el máximo magistrado
político del país. Como San Martín declinó ese honor, entonces se escogió al brigadier
O'Higgins, con el título de director supremo, para regir los destinos del país hermano.
Al asumir el cargo, el patriota chileno dirigió al pueblo una proclama en la que dejaba
constancia de que "los hijos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de esa
nación que ha proclamado su independencia como fruto precioso de su constancia y
patriotismo, acaban de recuperaros la libertad".
Con motivo de la victoria de Chacabuco, el Cabildo de Santiago obsequió al general
San Martín la suma de diez mil pesos. El héroe declinó el regalo y a la vez solicitó al
ayuntamiento que lo destinara a fundar una biblioteca nacional, para que el pueblo,
decía en una nota, "se ilustre en los sagrados derechos que forman la esencia de los
hombres libres".
Las tropas realistas que aún permanecían en el sur de Chile fueron reforzadas desde
el Perú e iniciaron un avance sobre Santiago. En la noche del 19 de marzo de 1818
lograron sorprender en Cancha Rayada al ejército unido de argentinos y chilenos, que
se dispersó parcialmente. San Martín rehízo sus efectivos y el 5 de abril siguiente
obtuvo un gran triunfo en la batalla de Maipú.
LA BATALLA DE MAIPÚ
La Batalla de Maipú ocurrida el 5 de abril de 1818, es el hito definitivo del proceso de
Independencia De Chile iniciado el 18 de septiembre de 1810. Esta trascendental
victoria patriota, en los llanos del Maipú quedó plasmada por Pedro Subercaseaux, en
su mural titulado "El Abrazo de Maipú", en el que aparecen sobre sus caballos y las
banderas chilena y argentina, José de San Martín y Bernardo O'Higgins.
Cabe resaltar que, casi 2.000 integrantes de los ejércitos napoleónicos fueron parte de
las luchas emancipadoras de América Latina entre 1815 y 1835, y cerca de 300 de
ellos participaron en las guerras de la independencia de Chile. Los roles
desempeñados por estos oficiales fueron múltiples: aparte de lo militar, influyeron
también en el campo social, cultural y político.
La crónica de la batalla se ha reproducido en innumerables escritos. Hoy presento
parde del manuscrito y transcripción del telegrama y comunicación, que el mismo San
Martín dirigió a Bernardo O'Higgins ese día en horas de la tarde, informándole de la
victoria republicana. Sobresale el propósito de mostrar la lección aprendida el 19 de
marzo de 1818, en Cancha Rayada, lo que permitió la contundencia del triunfo en la
hacienda de Lo Espejo, a través del número de oficiales y soldados presos, la
persecución del contingente de Mariano Osorio, que escapó del campo de batalla y la
reducida baja de soldados patriotas.
"La patria es libre", le expresa San Martín a O'Higgins, quien se encontraba en
Santiago organizando la milicia que apoyaría a las fuerzas que se hallaban en las
afueras de Santiago.
Conformar la tropa no era una tarea fácil, para los revolucionarios criollos. Son
recurrentes las deserciones de soldados rasos que, lejos de un sentimiento patriótico
muchas veces luchaban por una paga o un hipotético botín. Por ello, San Martín
redactó de manera reservada la siguiente instrucción a sus oficiales de las cuales
destacamos la siguiente: El escueto parte que en la tarde de ese día envió al director
supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, lo
dice todo: "Nada existe del ejército enemigo; el que no ha sido muerto, es prisionero.
Artillería, ciento sesenta oficiales, todos sus generales, excepto Osorio, están en
nuestro poder; yo espero que este último me lo traigan hoy. La acción del 19 ha sido
reemplazada con usura, en una palabra, ya no hay enemigos en Chile".
La victoria de Maipú tuvo enorme importancia, no sólo militar sino también política, por
su gran repercusión en todo el continente, llevando esperanzas a los pueblos aún
dominados y causando a la vez halagüeños augurios por sus derivaciones en la
política europea de Córdoba.
Una vez alcanzada la tranquilidad, el Cabildo de Santiago en sesión abierta ofrecía al
libertador trasandino el mando supremo de Chile, cargo que declinaría para dejarlo en
manos del padre de la patria. Así, por cerca de una década la figura de O'Higgins
dominó la política nacional, hasta el 28 enero de 1823.
Por su parte San Martín, prosiguió su proyecto de liberar al Perú del dominio español,
en cuya tarea Chile, sería su gran aliado a través del Ejército Libertador.
ACTA DE RANCAGUA
Los oficiales del Ejército de los Andes firmaron en Rancagua una declaración en la
que decía: “la autoridad de San Martín no caducaba porque su origen, que es la salud
del pueblo, es inmutable". Gracias a este apoyo el Libertador don José de San Martín
se sintió con el suficiente poder para emprender la campaña del Perú.
El general José de San Martín, liderando la corriente libertadora del sur del Ejército
Libertador, desembarcó en la bahía de Paracas (1820) a unos 200 kilómetros al sur de
Lima con más de 4 mil hombres argentinos y chilenos, el Virrey fue tomado por
sorpresa, pues no había previsto que tal cosa sucediese; así El Generalísimo San
Martín buscó acelerar y agudizar las tensiones internas del virreinato, apoyando las
causas separatistas locales existentes.
Y según los planes trazados, el resto de la expedición continuó hacia el norte, así,
Cochrane ordenó que pasaran a la vista del Callao y frente a la muchedumbre que
observó, desfilaron las ocho naves de guerra y dieciséis transportes de la Flota
Libertadora. A comienzos de noviembre, el resto de las tropas de tierra
desembarcaron en Huacho, al norte de Lima. Cochrane volvió a bloquear por tercera
vez el puerto del Callao e ideó nuevas formas de atacar los fuertes y a la escuadra
española.
Cochrane a pesar de eso penetró el puerto con catorce botes a remo y capturó a la
fragata Esmeralda, a la sazón el buque insignia español y el más poderoso en el
Pacífico poniendo así fin al dominio marítimo español en la región. En el combate que
tomó lugar a bordo de la Esmeralda, Cochrane fue herido dos veces, una de gravedad,
con una bala de mosquete que penetró cerca de la columna vertebral. Esa herida le
causó problemas durante su retiro. Cochrane mantuvo un fuerte bloqueo en el Callao
hasta que capturó y hundió la flota que se encontraba en el puerto, quien también
estuvo a cargo persuadir la rendición del puerto, lo que se produjo el 19 de septiembre
de 1821.
Cochrane también durante estas acciones convenció al general San Martín de llevar a
cabo una expedición militar al sur peruano que estaría comandado por el teniente
coronel Guillermo Miller, y que Cochrane lo apoyaría desde la costa. Durante la
expedición éstos lograron tomar varios puertos y ciudades. Además de plegar a varios
hombres a la causa patriota.
Con posterioridad a la toma de Lima y la rendición del Callao, algunos problemas entre
Cochrane y San Martín se hicieron presentes, tanto porque Bernardo de Monteagudo y
el propio San Martín querían "peruanizar" la escuadra chilena, como porque Cochrane
resentía disciplinarse a "un intelecto militar inferior como el de San Martín" y porque no
se habían pagado sueldos como se había acordado antes de que saliera la expedición
de Chile.
Cochrane se marchó de las costas peruanas para perseguir a los últimos buques de
guerra españoles que aún quedaban
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