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que es la objeción de conciencia?

La objeción de conciencia es un principio ético y legal que permite a una persona rechazar
participar en acciones o actividades que van en contra de sus creencias, convicciones o valores morales, por motivos de conciencia.
Es una forma de protección de la libertad de conciencia y de libertad de religión o creencias, y se aplica en situaciones en las que una
persona se enfrenta a una demanda o requerimiento de llevar a cabo una acción que considera inaceptable desde un punto de vista
moral o ético.

es el incumplimiento de un mandato legal o jurídico, cuando está en conflicto con las convicciones morales, filosóficas o religiosas de
la persona y su efectivo cumplimiento acarrearía una traición a su fuero interno.

La objeción de conciencia puede aplicarse en una variedad de contextos, como la medicina, la ética profesional, la investigación
científica, la política, el servicio militar, la educación y otros ámbitos de la vida cotidiana. Por ejemplo, un médico podría objetar
participar en un procedimiento médico, como un aborto o la eutanasia, si va en contra de sus creencias morales o religiosas. Un
científico podría objetar participar en una investigación que involucre la experimentación con animales, si considera que va en contra
de sus principios éticos. Un servidor público podría objetar participar en la implementación de una política que considere injusta o
discriminatoria.

Es importante tener en cuenta que la objeción de conciencia está sujeta a regulaciones y limitaciones legales en muchos países. En
algunos casos, puede haber consecuencias legales o profesionales por negarse a participar en una actividad exigida por la ley o el
empleador, incluso si se basa en la objeción de conciencia. Los límites y alcance de la objeción de conciencia varían según la
jurisdicción y el contexto específico en el que se aplique.

Soriano Ramon: La objeción de conciencia ha sido definida por la doctrina como el derecho que tiene toda persona natural de
oponerse en cualquier momento a un deber jurídico determinado, cuando su cumplimiento entra en conflicto con sus convicciones o
creencias de orden filosófico, religioso, ético o moral.

Como características de esta figura, es importante señalar que es individual, excepcional y que encuentra su fundamento en razones
de naturaleza ética o religiosa, las cuales, a su vez, deben ser veraces y auténticas. Además, debe tener un carácter de constancia, es
decir, que no se puede convertir en un capricho coyuntural o ser una postura cambiante, moldeable a las circunstancias, sino que debe
tener un fundamento ético y filosófico sólido

La Constitución Política de Colombia consagra en su artículo 18 el derecho fundamental a la libertad de conciencia y dispone que
“Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia”

¿Qué dice la corté Constitucional sobre la objeción de conciencia? La objeción de conciencia ha sido definida como la resistencia
a obedecer un imperativo jurídico invocando la existencia de un dictamen de conciencia que impide sujetarse al comportamiento
prescrito, por lo que la objeción de conciencia supone la presencia de una oposición entre la norma jurídica y alguna norma.

¿Cuándo quién y por qué puede una persona alegar objeción de conciencia y cuando no puede hacerlo ? Por regla general,
una persona puede ejercerla cuando sea la única forma de proteger su libertad, autonomía o creencias religiosas, siempre
y cuando estas sean justificadas.

ART 10 CP: Todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los
derechos de los demás y el orden jurídico.

¿Cuáles son los límites de la objeción de conciencia? La objeción de conciencia no es un derecho absoluto y su ejercicio tiene
como límite la propia Constitución en cuanto consagra los derechos fundamentales, cuya titularidad también ostentan las mujeres, y
por tanto no pueden ser desconocidos.

Ejemplos de libertad de conciencia: Concurrir a lugares de culto. Practicar ritos ceremoniales. Desarrollar u observar fiestas
religiosas. Conservar templos o iglesias destinadas al culto.

Comisión Internacional De Derechos Humanos Capitulo Vl:   Libertad de Conciencia y Religión

La Constitución colombiana, como se expresa en el Capítulo I de este Informe, regula lo correspondiente a la religión y a las relaciones
entre la Iglesia y el Estado.  El Estado colombiano garantiza la libertad de conciencia y, con fundamento en ello, "nadie será molestado
por razón de sus opiniones religiosas, ni compelido a profesar creencia ni a observar prácticas contrarias a su conciencia”.  Asimismo,
“se garantiza la libertad de todos los cultos que no sean contrarios a la moral cristiana ni a las leyes.  

 La Constitución permite que se celebren pactos entre la Iglesia y el Estado para regular sus relaciones mutuas.  Por otra parte, el
ordenamiento jurídico colombiano reglamenta las sanciones para los que violan la libertad de religión y culto.  El Código Penal
establece que “el que por medio de violencias obligue a otro a cumplir acto religioso o le impida participar en la ceremonia de la misma
índole, incurrirá en arresto de tres (3) a dieciocho (18) meses; y que “el que perturbe o impida la celebración de ceremonia o función
religiosa de cualquier culto permitido en la nación, incurrirá en arresto de seis (6) meses a dos (2) años”. 

 La Comisión no ha recibido denuncias formales que pongan en evidencia la violación de este derecho en Colombia.  Por el contrario,
diversas informaciones señalan que en Colombia existe una plena observancia de la libertad de conciencia y de religión en los
diferentes órdenes de la vida nacional.
Art. 18 (1): "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Este derecho comprende la libertad
de tener o de adoptar la religión o las creencias de su elección"

¿Qué impide la libertad de conciencia? La libertad de manifestar la propia religión y las propias creencias está sujeta únicamente
a las limitaciones prescriptas por la ley y que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral pública o los
derechos o libertades de los demás.

SENTENCIA T-388/2009: Así pues, este derecho se constituye como una garantía que reconoce y reafirma al ser humano, como un
ser capaz de elegir. En este sentido, la objeción de conciencia busca preservar las propias convicciones de orden ideológico, filosófico,
religioso o moral frente a esos deberes, dicho de otra forma, la objeción de conciencia se presenta cuando el cumplimiento de una
norma exige un comportamiento que la conciencia prohíbe a las personas obligadas a cumplirla

SENTENCIA T- 2009 / 2008: la Corte ha establecido pautas y requisitos de carácter sustancial y formal para que los profesionales de
la salud puedan ejercer el derecho a la objeción de conciencia en aquellos casos en que coexista con otros derechos fundamentales
como lo son a la vida, la dignidad humana, integridad personal y acceder a los servicios de salud.

Reparos a la aceptación de la objeción de conciencia por parte de los médicos

Hay opiniones en contra que argumentan que los profesionales de la salud no debieran estar autorizados a invocar la objeción de
conciencia, es el caso del filósofo de Oxford, Julian Savulescu; Savulescu argumenta que los determinantes del cuidado médico deben
ser: la ley, la distribución justa de recursos limitados, los deseos informados de los pacientes y no los valores de los médicos. Estima el
autor que la objeción de conciencia en medicina es ineficiente y que conduce a inequidad.

Esto porque al tener que buscar el paciente entre doctores que brindan diferentes servicios por razones de conciencia, pierden tiempo
y recursos, a la vez que un paciente poco informado podría no recibir los servicios que le garantice la ley.

Adicionalmente lo encuentra inconsistente, mencionando que si el preocuparse de la salud propia (al negarse, por ejemplo, en la
atención de pacientes en una epidemia) es considerada una conducta no aceptable, no ve la razón para que la objeción moral sea
válida en otros casos.

También opina que el médico debe tener un compromiso con su profesión y hacer aquello que la misma le demanda en calidad de tal,
a la vez que cree que los valores religiosos, considerados por algunos como especiales, no son más importantes que los seculares.

De no ser así se produciría discriminación.

El autor acepta que el no permitir la objeción de conciencia podría dañar al médico y coartar su libertad, pero ello solo se puede
aceptar si hay un número suficiente de médicos que puedan brindar el servicio requerido.

Además, menciona que esto es diferente en la práctica privada, donde un médico puede ofrecer los servicios que a él le parezcan los
apropiados, informando adecuadamente a su paciente, pero eso no es aceptable en el servicio público.

Sostiene, finalmente, que tales acciones, por razones derivadas de habilidades y conocimientos específicos, deben ser llevadas a
cabo por personas que desarrollan sus funciones en el área de la salud y no por otras personas, aunque sean entrenadas.

Su tesis de fondo es que la ética personal, fundamentada en los valores que sean –religiosos, ideológicos o de conciencia–, no debe
influir en la actuación profesional de una persona, porque en lo social la moralidad viene a identificarse con la legalidad. Una buena
traducción es que si el aborto o la eutanasia son legales y libres en un país y un ciudadano los desea y puede correr con los gastos,
entonces, si soy el especialista y se da la coincidencia de que ese ciudadano es “mi” paciente, entonces “tengo que” concedérselos. Y
esto por un doble motivo: el primero, que sólo el médico es el profesional habilitado para eso (es el mecánico de cuerpos humanos); el
segundo, que la sociedad se ha comprometido a ofrecer ese servicio y ningún médico puede sustraerse a un compromiso social:

J.CANTOR

J. Cantor, otra grande opositora a la objeción de conciencia, recurre al mismo método y nos invita a imaginarnos un médico internista
que se niega a tratar a un diabético con sobrepeso porque lo considera un glotón y no soporta a los que tienen ese vicio; o un cirujano
que se oponga a las transfusiones; o un especialista en trasplantes que está convencido que los cadáveres deben ser sepultados
íntegros (no “mutilados”)

Efectivamente, si pasamos por el mismo rasero la objeción al aborto o a la eutanasia y los ejemplos que han sido citados, no
llegaremos muy lejos. Estamos todos de acuerdo en que el cirujano que se oponga a las transfusiones de sangre simplemente no
debería ser cirujano. Pero ¿qué ocurre cuando se está convencido de que no hay ningún motivo que pueda justificar éticamente la
eliminación directa y voluntaria de un ser humano, como lo es el aborto o la eutanasia? ¿Un médico que cree eso no puede ser
ginecólogo? ¿Sólo pueden ser ginecólogos o dedicarse a los cuidados paliativos los que estén dispuestos a matar seres humanos? Y,
por cierto, ¿dónde está, en estos casos, la diferencia entre la ética personal y la ética social?

Gómez Rivero apunta que el escenario clásico de la objeción de conciencia surge a partir del conflicto entre quien alega la objeción y
la persona afectada por su ejercicio, y pone como uno de varios ejemplos, la actitud del médico ante la práctica del aborto que se le
pide, así como el caso inverso, en el que el médico pretenda la práctica de un aborto, en contra de la voluntad de la mujer
embarazada, en virtud de un riesgo para su vida o a causa de malformaciones en el feto que provocarán en la criatura grandes
sufrimientos que, a consideración del galeno, son moralmente inaceptables, por lo que se deben evitar. La objeción de conciencia se
plantea frente a una norma prohibitiva, consistente en la obligación del médico a abstenerse y respetar la voluntad de la embarazada.
Gómez Rivero, en estos casos, plantea que también se puede invocar la objeción de conciencia como un justificante ante la infracción
de deber, es decir, el respeto a la voluntad de la madre. En el evento en que haya una oposición entre la voluntad del afectado y quien
alega las razones de conciencia, no se deben desconocer su razón, por lo que sus “límites habrán de anclarse allí donde la atención
de los motivos de conciencia de quien pretende oponerla no impida que el afectado, a su vez, actúe en conciencia, esto es, que
proyecte sobre su propia persona sus creencias o principios éticos, morales o religiosos”.

En Colombia, no hay regulación normativa relativa a la objeción de conciencia médica frente a la interrupción voluntaria del embarazo
o aborto. La jurisprudencia constitucional ha señalado que en el escenario en que la práctica de una interrupción voluntaria del
embarazo implique un conflicto con los preceptos religiosos o morales del médico y resulte factible asegurar que hay otro profesional
médico que puede practicar la maniobra objetada, y que ello podrá ocurrir sin perjuicio de los derechos de la mujer gestante, no habrá
reproche alguno a la invocación de la objeción. Sin embargo, en la hipótesis en que el Estado o las entidades promotoras de salud no
aseguren la presencia del número de profesionales suficiente para garantizar la práctica de la interrupción voluntaria del embarazo en
los casos previstos por la Sentencia C-355 de 2006, y solo exista un profesional de la medicina que puede llevar a cabo la
interrupción, este estará en la obligación de realizar tal práctica médica, siempre que el caso concreto se pueda encuadrar en los
presupuestos de la referida sentencia. Aquí, señala la Corte, la restricción al derecho fundamental a la objeción de conciencia es
completamente legítima, en aras de la preservación de los derechos fundamentales de los terceros afectados, en concreto la salud y
vida de la mujer embarazada.

En el evento de que la objeción sea viable, el médico deberá hacerlo por escrito, manifestando, primero, las razones por las cuales
dicha práctica médica está en conflicto con sus más íntimas convicciones religiosas o morales y, segundo, el nombre del profesional
médico al cual va a remitir a la paciente, teniendo certeza de la existencia de tal profesional y de su experticia profesional para poder
llevar a cabo el procedimiento, así como de su disponibilidad en el momento en que es requerido.

Sin embargo, y de acuerdo con otro pronunciamiento de la Corte Constitucional, dicha objeción podrá ser estudiada para determinar si
era procedente y pertinente, bien sea a través de los mecanismos establecidos en la profesión médica, así como por el Ministerio de
Salud, de acuerdo con las normas aplicables al caso.

Bonilla Sánchez la define como “el rechazo por parte del personal sanitario que atiende al paciente de las disposiciones que este ha
ordenado seguir por si en un futuro se encuentra incapacitado para tomar o manifestar decisiones sobre sus cuidados médicos, como
consecuencia de un grave deterioro físico o mental”.

La objeción de conciencia del farmaceuta. El caso clásico es el del farmaceuta que se niega, por razones de conciencia, a facilitar o
entregar la píldora postcoital o también denominada ‘del día después'. Muñoz Priego señala que los distintos sectores coinciden en
que, si bien se puede invocar la objeción de conciencia, y esta debe ser protegida, no puede ser utilizada para negarse,
descontroladamente, a dispensar ese fármaco.

Nos referiremos a la objeción de conciencia en los eventos en que los pacientes rehúsan el tratamiento, en particular a los casos de
las transfusiones sanguíneas y los Testigos de Jehová. Como se anotó anteriormente, la relación médico-paciente ya no se rige dentro
de un esquema paternalista, sino más bien contractualista, en virtud del cual médico y paciente son iguales y están dotados de
autonomía. Por ende, el paciente goza de un derecho a rehusar el tratamiento médico y más aún cuando dicho tratamiento entra en
conflicto con sus convicciones religiosas, como sucede en el caso precitado. Tampoco los médicos están en la obligación de
proporcionar tratamiento a un paciente que lo rehúsa, sino por el contrario, tienen el deber deontológico de respetar el rechazo o
negativa del paciente a recibir la transfusión.

No obstante, el médico puede invocar la objeción de conciencia para rechazar su deber jurídico de respetar la decisión negativa del
paciente. En tales eventos, el médico debe comprobar la necesidad de la transfusión; explicar al paciente que esta es un tratamiento
indicado, con la exposición de sus beneficios; señalar las consecuencias para su vida, presente y futura, derivadas de su decisión
negativa, y respetar su decisión, libre y autónoma, de rechazar el tratamiento. Es decir, la objeción de conciencia del médico, en esta
hipótesis, desencadena una serie de exposiciones e indicaciones al paciente que se niega al tratamiento, con el fin de persuadirlo de
cambiar su postura, pero si dicha intención fracasa, estará ya en la inexcusable obligación de respetar la decisión del paciente.

Conclusiones

Sin duda alguna, el ejercicio de la objeción de conciencia, en especial en el campo médico-sanitario, es un asunto de alta complejidad,
por cuanto están inmersos muchos intereses en conflicto, los cuales, vale decir, tienen toda su legitimidad. La ponderación
fundamental que tiene lugar aquí es entre las convicciones íntimas, de carácter religioso, filosófico o moral del médico, y los mandatos
normativos, los cuales, desprovistos de su carácter vinculante y de obligatoriedad, serían una misma negación del Estado.

Las implicaciones sobre terceros que tiene la objeción de conciencia médica, en especial los pacientes. La relación médico-paciente
se rige bajo un esquema de iguales, donde la autonomía, como ejercicio de la libertad, es el eje fundamental y se traduce en la
decisión del paciente en tomar o no el tratamiento. La objeción de conciencia riñe, necesariamente, con esa autonomía.

También es necesario entender que la objeción de conciencia médica tiene una connotación excepcional y de carácter personal, por lo
que no puede servir de fuente para la subversión del orden jurídico vigente. Esto parte de la base de que no se pueden imponer las
convicciones del objetor a todo el conglomerado social, sino que, ante la norma en cuestión, el objetor, en una actitud pacífica y
propia, se sustrae de su cumplimiento.

No obstante, el carácter individual de la objeción, existe una gran discusión actual, concerniente a si es posible su carácter colectivo o
institucional. Si bien es un derecho propio de las personas naturales, ha habido manifestaciones, doctrinales o jurisprudenciales
tendientes a confirmar su existencia en los entes supraindividuales, toda vez que la libertad religiosa y de pensamiento, de las cuales
se deriva la de conciencia, puede ser ejercida tanto individual, como colectivamente.

Finalmente, es imposible no concebir una relación entre objeción y responsabilidad penal, toda vez que su ejercicio puede traer
consecuencias sobre bienes jurídicos tutelados por el derecho penal, como lo son la vida e integridad personal y la libertad individual.
La discusión tiene por sentado que no se puede aplicar un juicio de responsabilidad enteramente objetivo, sino que debe haber un
juicio de ponderación entre los distintos deberes y derechos de todos los intervinientes en el acto médico y la relación médico-
paciente, bajo la observancia de las disposiciones constitucionales, así como las del ordenamiento sustancial penal y las de la ética
médica.

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