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EL ANÁLISIS MATEMÁTICO DE LA LÓGICA

Por

GEORGE BOOLE

Traducción de

EMILIO MÉNDEZ PINTO


Edición digital para la Biblioteca Digital del ILCE

Título original: The Mathematical Analysis of Logic

© De la traducción: Emilio Méndez Pinto

Primera edición: Cambridge, 1847

D. R. © Cambridge, 1847

Prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico o

eléctrico sin la autorización por escrito de los coeditores.

2
PREFACIO

Al presentar esta obra al público, no considero irrelevante hacer observar que


algunas especulaciones similares a las registradas aquí han ocupado mis pensamientos
en distintos periodos. En la primavera de este año mi atención se dirigió a la cuestión
entonces colocada entre el señor Hamilton y el profesor De Morgan, y el interés que
inspiraba me indujo a reanudar el hilo casi olvidado de las investigaciones anteriores.
Me parecía que, aunque la lógica puede ser vista con referencia a la idea de cantidad,
también tenía otro sistema de relaciones más profundo. Si era válido considerarla desde
el exterior, como conectándola con las intuiciones del espacio y del tiempo por medio
del número, también era válido considerarla desde el interior, como basada sobre
hechos de otro orden que tienen su morada en la constitución de la mente. Los
resultados de esta perspectiva, y de las indagaciones que sugería, están encarnadas en el
siguiente tratado.
A un autor no suele permitírsele prescribir el modo con el que debe juzgarse su
obra, pero hay dos condiciones que me aventuro a requerir de aquellos que se acometan
a estimar los méritos de esta realización. La primera es que no debe permitirse ninguna
noción preconcebida sobre la imposibilidad de sus objetos que interfiera con la
franqueza y la imparcialidad que demanda la investigación de la verdad; la segunda es
que el juicio del sistema como un todo no debe fundarse ni sobre el examen de sólo una
parte de él ni sobre la medida de su conformidad con cualquier otro sistema recibido
considerado como estándar de referencia y del que se niega la apelación. Es en los
teoremas generales que ocupan los últimos capítulos de este trabajo - resultados que no
tienen contraparte - que están más plenamente establecidas las reivindicaciones del
método como un cálculo del razonamiento deductivo.
Lo que pueda ser la apreciación final del valor del sistema, no tengo ni el deseo
ni el derecho de anticipar. La estimación de una teoría no está simplemente determinada
por su verdad. También depende de la importancia de su objeto y de la extensión de sus
aplicaciones, más allá de lo cual debe dejarse algo a la arbitrariedad de la opinión
humana. Si la utilidad de la aplicación de las formas matemáticas a la ciencia de la
lógica fuese únicamente una cuestión de notación, me contentaría con hacer reposar la
defensa de este intento sobre un principio establecido por un hábil escritor vivo:
“Siempre que la naturaleza del tema permita que el proceso de razonamiento no corra el
riesgo de llevarse a cabo mecánicamente, el lenguaje debe ser construido sobre

3
principios mecánicos tanto como sea posible, mientras que en el caso contrario debe ser
construido de tal forma que haya el mayor obstáculo posible a un mero uso mecánico de
él.” 1 En un aspecto, la ciencia de la lógica difiere de todas las demás: la perfección de
su método es principalmente valioso como una evidencia de la verdad especulativa de
sus principios. Sustituir el empleo de la razón común, o someterla al rigor de formas
técnicas, sería el último deseo de alguien que conoce el valor de tal labor y guerra
intelectual, que imparte a la mente un vigor atlético y que le enseña a lidiar con
dificultades y a confiar en ella en las emergencias.

1
Mill. System of Logic, Ratiocinative and Inductive, Vol. II, p. 292.

4
INTRODUCCIÓN

Aquellos que están familiarizados con el estado actual de la teoría del álgebra simbólica
son conscientes de que la validez de los procesos de análisis no depende de la
interpretación de los símbolos empleados, sino únicamente de las leyes de su
combinación. Todo sistema de interpretación que no afecte la verdad de las relaciones
supuestas es igualmente admisible, y es así que el mismo proceso puede representar,
bajo un esquema de interpretación, la solución de una cuestión sobre las propiedades de
los números, bajo otra, la de un problema geométrico, y bajo una tercera, la de un
problema de dinámica o de óptica. Este principio es, en realidad, de una importancia
fundamental, y puede afirmarse con seguridad que los recientes avances del análisis
puro se han visto muy asistidos por la influencia que aquél ha ejercido en la dirección de
la investigación.
Pero un reconocimiento pleno de las consecuencias de esta importante doctrina
se ha visto, en cierta medida, retrasado por circunstancias accidentales. Ha sucedido, en
toda forma conocida de análisis, que los elementos a ser determinados han sido
concebidos como mensurables por comparación con algún estándar fijo. La idea
predominante ha sido la de la magnitud, o más estrictamente, la de la relación numérica.
La expresión de magnitud, o de operaciones sobre la magnitud, ha sido el objeto
expreso para el cual se han inventado los símbolos del análisis y para el cual se han
investigado sus leyes. Así, las abstracciones del análisis moderno, no menos que los
ostensivos diagramas de la geometría antigua, han alentado la noción de que las
matemáticas son esencialmente, así como realmente, la ciencia de la magnitud.
La consideración de tal perspectiva, que ya ha sido establecida como encarnando
el verdadero principio del álgebra de los símbolos, nos llevaría, sin embargo, a inferir
que esta conclusión no es de ninguna manera necesaria. Si toda interpretación existente
muestra involucrar la idea de magnitud, es solamente por inducción que podemos
afirmar que ninguna otra interpretación es posible. Y podría ponerse en duda si nuestra
experiencia es suficiente para considerar legítima tal inducción. La historia del análisis
puro es, podría decirse, demasiado reciente como para permitirnos establecer límites
sobre la extensión de sus aplicaciones. Si concedemos a la inferencia un alto grado de
probabilidad aún podríamos, y con razón, sostener la suficiencia de la definición a la
cual nos llevaría el principio recién establecido. Igualmente podríamos asignarle el
carácter de un cálculo verdadero, que es un método que descansa sobre el empleo de

5
símbolos cuyas leyes de combinación son conocidas y generales, y cuyos resultados
admiten una interpretación consistente. Que a las formas existentes del análisis se les
asigne una interpretación cuantitativa es el resultado de las circunstancias por las cuales
tales formas fueron determinadas, y esto no debe traducirse en una condición universal
del análisis. Es sobre el fundamento de este principio general que me propongo
establecer el cálculo de la lógica y que clamo por él un lugar entre las formas
reconocidas del análisis matemático, sin importar que en su objeto y en sus
instrumentos deba estar, en el estado actual de las cosas, solo.
Lo que hace posible a la lógica es la existencia, en nuestras mentes, de nociones
generales; nuestra capacidad para concebir una clase y para designar a sus miembros
individuales con un nombre común. La teoría de la lógica está, de esta forma,
íntimamente ligada con la del lenguaje. Un intento exitoso por expresar proposiciones
lógicas con símbolos, cuyas leyes de combinación deben fundarse sobre las leyes de los
procesos mentales que representan, sería, hasta aquí, un paso hacia un lenguaje
filosófico. Pero esta es una visión que no necesitamos seguir a detalle. Asumiendo la
noción de una clase, somos capaces, desde cualquier colección de objetos concebible,
de separar, a partir de un acto mental, aquellos [objetos] que pertenecen a la clase dada
y de contemplarlos aparte del resto. Podemos concebir que se repita tal acto de elección,
o uno similar, y el grupo de individuos tomado a consideración puede ser limitado
todavía más al elegir, mentalmente, a aquellos entre ellos que pertenecen a alguna otra
clase reconocida, así como también a la [clase] antes contemplada. Y este proceso
puede repetirse con otros elementos de distinción hasta que lleguemos a un individuo
poseyendo todos los caracteres distintivos que hemos tomado en cuenta, y a un
miembro, al mismo tiempo, de cada clase que hemos enumerado. 2 En realidad, es un
método similar a éste el que empleamos siempre que, en el lenguaje común,
acumulamos epítetos descriptivos en la búsqueda de definiciones más precisas.
Ahora, las distintas operaciones mentales que, para el caso de arriba, hemos
supuesto que se realizan, están sujetas a leyes peculiares. Es posible asignar relaciones

2
Esta perspectiva está muy bien expuesta en una de las cartas de Blanco White: “La lógica es, en su
mayor parte, una colección de reglas técnicas fundadas sobre la clasificación. El silogismo no es otra cosa
que un resultado de la clasificación de las cosas, que la mente forma natural y necesariamente, al formar
un lenguaje. Todos los términos abstractos son clasificaciones, o mejor dicho, las etiquetas de las clases
que ha establecido la mente.” Memoirs of the Rev. Joseph Blanco White, vol. II., p. 163. También véase,
para una introducción muy lúcida, la obra del Dr. Lathem First Outlines of Logic applied to Language, la
obra German Grammar de Becker, etc. Los nominalistas más extremos hacen depender a la lógica
enteramente del lenguaje. Para una perspectiva contraria, véase la obra de Cudworth Eternal and
Immutable Morality, libro IV, cap. III.

6
entre ellas, ya sea con respecto a la repetición de una operación dada o a la sucesión de
operaciones distintas, o a algún otro particular, que nunca son violadas. Es verdad, por
ejemplo, que el resultado de dos actos sucesivos no se ve afectado por el orden en el que
se realizan, y hay por lo menos otras dos leyes que consideraremos en el momento
apropiado. Estas últimas leyes quizá parezcan tan obvias como para ser clasificadas
entre las verdades necesarias y tan poco importantes como para no recibir una atención
especial. Y probablemente sean observadas por primera vez en este ensayo. Con todo,
puede afirmarse con seguridad que, si fuesen distintas a lo que son, todo el mecanismo
del razonamiento, y más aún, las mismas leyes y constitución del intelecto humano,
serían vitalmente cambiados. Podría existir, en efecto, una lógica, pero ya no sería la
lógica que poseemos.
Tales son las leyes elementales sobre cuya existencia, y sobre cuya capacidad de
una expresión simbólica exacta, está fundado el método de este ensayo, y se presume
que el objeto que busca alcanzar así lo habrá sido completamente. Toda proposición
lógica, ya sea categórica o hipotética, será capaz de ser expresada exacta y
rigurosamente, y no sólo desde allí serán deducibles las leyes de la conversión y del
silogismo, sino que también lo serán la resolución de los sistemas de proposiciones más
complejos, la separación de cualquier elemento propuesto, y la expresión de su valor en
términos de los elementos restantes, con toda relación subsidiaria involucrada. Todo
proceso representará deducción y toda consecuencia matemática expresará una
inferencia lógica. La generalidad del método incluso nos permitirá expresar
arbitrariamente operaciones del intelecto, y llevarnos así a la demostración de teoremas
generales en la lógica análogos, en ningún grado ligero, a los teoremas generales de las
matemáticas ordinarias. Ninguna parte insignificante del placer que derivamos de la
aplicación del análisis a la interpretación de la naturaleza externa surge de las
concepciones que nos permite formar sobre la universalidad del dominio de la ley. Las
fórmulas generales a las que nos vemos conducidos parecen dar a tal elemento una
presencia visible, y la multitud de casos particulares a los que se aplican demuestra la
extensión de su influencia. Incluso la simetría de su expresión analítica puede ser, en
ningún sentido fantasioso, indicativo de su armonía y de su consistencia.
Ahora bien, no pretendo decir hasta qué extensión están abiertas las mismas
fuentes de placer en este ensayo. La medida de tal extensión puede dejarse a la estima
de aquellos que piensen que el tema es digno de su estudio. Pero sí puedo aventurarme a
afirmar que tales ocasiones de gratificación intelectual no están ausentes aquí. Las leyes

7
que tenemos que examinar son las leyes de una de las más importantes de nuestras
facultades mentales. Las matemáticas que tenemos que construir son las matemáticas
del intelecto humano. Ni la forma ni el carácter del método, más allá de su
interpretación, son indignos de ser notados. Incluso hay una ejemplificación notable, en
sus teoremas generales, de tal especie de excelencia, que consiste en la libertad de
excepción. Y esto se observa en donde, en los correspondientes casos de las
matemáticas heredadas, tal carácter no es de ninguna manera aparente. Aquellos pocos
que piensan que hay algo en el análisis que lo hace meritorio de atención por sí mismo,
podrán encontrar que vale la pena estudiarlo bajo una forma en la que toda ecuación
puede resolverse y toda solución puede interpretarse. Tampoco aminorará el interés de
este estudio el reflexionar que toda peculiaridad que notarán en la forma del cálculo
representa una característica correspondiente en la constitución de sus propias mentes.
Sería prematuro hablar del valor que este método puede poseer como
instrumento de investigación científica. Aquí hablo con referencia a la teoría del
razonamiento y al principio de una verdadera clasificación de las formas y de los casos
de la lógica considerada como una ciencia. 3 El objetivo de estas investigaciones estuvo,
en un primer momento, confinado a la expresión de la lógica heredada y a las formas
del arreglo aristotélico, pero pronto se hizo evidente que de esta manera se introducían
ciertas restricciones puramente arbitrarias y que no tenían fundamento en la naturaleza
de las cosas. Éstas fueron notadas a medida que ocurrían, y serán discutidas en el lugar
apropiado. Cuando se volvió necesario considerar el tema de las proposiciones
hipotéticas (en donde, comparativamente, se ha hecho poco), y todavía más, cuando se
requería una interpretación para los teoremas generales del cálculo, encontré imperativo
descartar todo lo que se refiere a lo precedente y a la autoridad, e interrogar al método
por sí mismo en búsqueda de una expresión de los justos límites de su aplicación. Con
todo, no hubo un esfuerzo especial por llegar a resultados novedosos. Pero entre éstos,
que en el momento de su descubrimiento parecían ser tales, puede ser apropiado
observar lo siguiente.
Una proposición lógica es, de acuerdo con el método de este ensayo, expresable
por una ecuación cuya forma determina las reglas de conversión y de transformación, a
las cuales está sujeta la proposición dada. Así, la ley de lo que los lógicos llaman

3
“Estrictamente una ciencia”; también “un arte”. Elements of Logic de Whately. En realidad no debemos
considerar todo arte como ciencia aplicada, a menos que estemos dispuestos a considerar, junto con “la
multitud”, al arte como “adivinar y proponer bien”. Platón, Filebo.

8
conversión simple está determinada por el hecho de que las ecuaciones correspondientes
son simétricas, que no se ven afectadas por un cambio de lugar mutuo en aquellos
símbolos que corresponden a las clases convertibles. Así fueron determinadas las leyes
de conversión heredadas, y después otro sistema que está pensado para ser más
elemental y más general. Véase el capítulo Sobre la conversión de proposiciones.
Siendo expresadas por ecuaciones las premisas de un silogismo, la eliminación
de un símbolo común entre aquellas conduce a una tercera ecuación que expresa la
conclusión, siendo ésta siempre lo más general posible, sin importar si es aristotélica o
no. Entre los casos en los que no fue posible ninguna inferencia, encontré que había dos
formas distintas de la ecuación final. Pasó un tiempo considerable antes de que
descubriera la explicación de este hecho, pero fue ampliamente visto que depende de la
presencia o ausencia de un verdadero medio de comparación entre las premisas. La
distinción, que se piensa como nueva, está ilustrada en el capítulo Sobre los silogismos.
El carácter no exclusivo de la conclusión disyuntiva de un silogismo hipotético
está claramente señalado en los ejemplos de este tipo de argumento.
La clase de los problemas lógicos ilustrados en el capítulo Sobre la solución de
ecuaciones electivas se concibe como nueva, y se cree que el método de tal capítulo
proporciona los medios para un perfecto análisis de cualquier sistema de proposiciones
concebible, un fin hacia el que las reglas para la conversión de una única proposición
categórica son sólo el primer paso.
Sin embargo, sobre la originalidad de estos puntos de vista o de cualesquiera
otros soy consciente de que poseo un conocimiento muy ligero de la literatura de la
ciencia lógica, y especialmente de la literatura antigua, como para poder hablar con
seguridad.
Puede que no sea inapropiado, antes de concluir estas observaciones, ofrecer
unas cuantas reflexiones sobre la cuestión general del uso del lenguaje simbólico en las
matemáticas. Últimamente se han lanzado fuertes objeciones contra esta práctica sobre
la base de que, al obviar la necesidad de pensamiento, y al sustituir una referencia a las
fórmulas generales en el lugar del esfuerzo personal, tiende a debilitar las facultades de
razonamiento.
Ahora bien, la cuestión del uso de los símbolos puede ser considerada desde dos
puntos de vista. Primero, puede ser considerada con referencia al progreso del
descubrimiento científico, y segundo, con referencia a su incidencia sobre la disciplina
del intelecto.

9
Con respecto al primer punto de vista puede observarse que, así como es el fruto
de un trabajo realizado que nos pone en libertad de participar en afanes más peligrosos,
también es el resultado necesario de un avanzado estado de la ciencia que nos permite, e
incluso nos llama, a pasar a problemas más elevados que aquellos que contemplamos
antes. La inferencia práctica es obvia. Si a través de la potencia de avance de los
métodos científicos descubrimos que las búsquedas con las que alguna vez estuvimos
comprometidos ya no proporcionan un campo lo suficientemente amplio para el
esfuerzo intelectual, el remedio es proceder a investigaciones más elevadas y, en nuevas
trayectorias, buscar dificultades hasta entonces incontroladas. Y tal es, en efecto, la
verdadera ley del progreso científico. Debemos contentarnos, o bien con abandonar la
esperanza de conquistas futuras, o bien con emplear los auxilios del lenguaje simbólico,
como son propios al estado del progreso, al cual hemos llegado. Pero no debemos temer
el tener que comprometernos con tal curso. Aún no hemos llegado tan cerca de los
límites del conocimiento posible como para sugerir la aprehensión de que tal alcance
acabará por fallarle al ejercicio de las facultades inventivas.
Al discutir la segunda, y apenas menos trascendental, cuestión de la influencia
del uso de símbolos en la disciplina del intelecto, debe hacerse una distinción
importante. Es una consecuencia principalmente material si tales símbolos son
utilizados con un pleno entendimiento de su significado, con una plena comprensión de
aquello que hace lícito su uso, y con una habilidad para expandir las abreviadas formas
de razonamiento que inducen, en su desarrollo completamente silogístico, o si son
meros caracteres nada sugestivos cuyo uso descansa sobre la autoridad.
La respuesta que debe ofrecerse a la cuestión propuesta diferirá dependiendo de
si se admite una u otra de estas suposiciones. En el primer caso se proporciona una
disciplina intelectual de un orden mayor, un ejercicio no sólo de la razón, sino también
de la facultad de generalización. En el segundo caso no hay ninguna disciplina mental.
Quizá fue la mejor defensa en contra del peligro de una confianza irracional en los
símbolos, por un lado, y un abandono de sus justas reclamaciones, por el otro, el que
cada tema de las matemáticas aplicadas haya sido tratado bajo el espíritu de los métodos
conocidos en el tiempo en el que fue hecha la aplicación, aunque en la mejor forma que
tales métodos han asumido. El orden de los logros en la mente individual guardaría, de
esta forma, alguna relación con el orden real del descubrimiento científico, y los
métodos más abstractos del análisis superior únicamente serían ofrecidos a tales mentes,
preparadas para recibirlos.

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La relación en la que este ensayo se encuentra con la lógica y con las
matemáticas a la vez puede, además, justificar alguna atención a la cuestión
últimamente revivida del valor relativo de los dos estudios en una educación liberal.
Una de las principales objeciones que se han lanzado en contra del estudio de las
matemáticas en general no es sino otra forma de lo que ya hemos considerado con
respecto al uso de los símbolos en particular. Y no tenemos más que decir que, si [esta
objeción] vale algo, entonces se aplica con igual fuerza en contra del estudio de la
lógica. Las formas canónicas del silogismo aristotélico son realmente simbólicas;
únicamente sucede que los símbolos son menos perfectos de su especie que aquellos de
las matemáticas. Si son empleados para probar la validez de un argumento, ciertamente
sustituyen al ejercicio de la razón tanto como lo hace una referencia a una fórmula del
análisis. Si hoy en día los hombres hacen uso de los cánones aristotélicos, excepto como
una ilustración especial de las reglas de la lógica, puede ser puesto en duda, pero no
puede cuestionarse que, cuando la autoridad de Aristóteles fue dominante en las
escuelas de Europa, tales aplicaciones eran habituales. Y nuestro argumento solamente
requiere la admisión de que el caso es posible.
Pero la cuestión que tenemos ante nosotros se ha discutido en niveles más
elevados. Considerando a la lógica como una rama de la filosofía, y definiendo filosofía
como “la ciencia de una existencia real” y como “la búsqueda de causas”, y asignándole
como principal empresa la investigación del “porqué”, mientras que las matemáticas
muestran sólo el “que”, el señor W. Hamilton ha afirmado no sólo que la superioridad
descansa en el estudio de la lógica, sino que el estudio de las matemáticas es peligroso e
inútil a la vez. 4 Las búsquedas del matemático “no sólo no lo han entrenado con ese
olfato agudo, con ese delicado, casi instintivo, tacto que, en el crepúsculo de la
probabilidad, demandan la búsqueda y la discriminación de sus hechos más finos; han
llegado a nublar su visión, a endurecer su tacto a todo excepto a la resplandeciente luz,
la cadena de hierro de la demostración, y lo han dejado fuera de los estrechos límites de
su ciencia, a una credulidad pasiva en cualesquiera premisas o a una absoluta
incredulidad en todas.” En apoyo de estos y de otros cargos, se aducen tanto
argumentos como autoridades copiosas. 5 No pretendo una discusión completa de las

4
Edinburgh Review, vol. LXII, p. 409 y Letter to A. De Morgan, Esq.
5
Los argumentos son, por lo general, mejores que las autoridades. Muchos autores citados en la condena
a las matemáticas (Aristón, Séneca, Jerome, Agustín, Cornelius Agrippa, etc.). han aportado testimonios
no menos explícitos en contra de otras ciencias, entre ellas la lógica. El tratado del último autor
nombrado, De Vanitate Scientiarum, seguramente fue referido por error - Vide cap. CII.

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cuestiones sugeridas por estos comentarios. Mi objeto no es la controversia, y las
observaciones que siguen no están ofrecidas bajo el espíritu del antagonismo, sino con
la esperanza de contribuir a la formación de perspectivas justas sobre un tema
importante. Del Sr. Hamilton no puede hablarse sino con aquel respeto debido al genio
y al saber.
La filosofía, entonces, es descrita como la ciencia de una existencia real y como
la búsqueda de causas. Y para que no quede duda del significado de la palabra causa,
además se dice que la filosofía “investiga principalmente el porqué”. Estas definiciones
son comunes entre los autores antiguos. Así, Séneca, una de las autoridades del Sr.
Hamilton, dice (Epístola LXXXVIII) que “El filósofo busca y conoce las causas de las
cosas naturales, sobre las cuales el matemático investiga y computa los números y sus
medidas.” Puede observarse, de paso, que en cualquier grado que haya prevalecido la
creencia de que la empresa de la filosofía es inmediatamente con las causas, en el
mismo grado ha sido ligeramente apreciada toda ciencia cuyo objeto sea la
investigación de leyes. Así, la Epístola recién referida dedica, en contraste con la
filosofía, una condena separada sobre la música y la gramática, sobre las matemáticas y
la astronomía, aunque haya sido sólo la condena a las matemáticas la que ha citado el
Sr. W. Hamilton.
Ahora podríamos tomar nuestra posición sobre la convicción de muchas mentes
pensantes y reflexivas de que, en la medida del significado establecido arriba, la
filosofía es imposible. La empresa de la verdadera ciencia, concluyen, tiene que ver con
leyes y fenómenos. La naturaleza del Ser, el modo de operación de la Causa, el porqué,
sostienen, está más allá del alcance de nuestra inteligencia. Pero no requerimos el
terreno ventajoso de esta postura, ni tampoco se duda que, sea o no alcanzable el
propósito de la filosofía, el deseo que nos impulsa a tal intento es un instinto de nuestra
naturaleza más elevada. Establezcamos que el problema que ha frustrado los esfuerzos
de siglos enteros no es desesperanzador, que “la ciencia de una existencia real” y de “la
búsqueda de causas”, “aquel meollo” por el cual “la filosofía sigue militando” no
trasciende los límites del intelecto humano. Es así que me veo obligado a afirmar que,
de acuerdo con esta perspectiva sobre la naturaleza de la filosofía, la lógica no forma
parte de ella. Sobre el principio de una verdadera clasificación, ya no debemos asociar
la lógica y la metafísica, sino la lógica y las matemáticas.
Si, después de todo lo dicho, alguien mantiene una duda sobre este punto, debo
referirlo a la evidencia proporcionada en el siguiente ensayo. Ahí verá que la lógica, al

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igual que la geometría, descansa sobre verdades axiomáticas, y verá sus teoremas
construidos sobre la doctrina general de los símbolos, que constituye el fundamento del
análisis reconocido. En la lógica de Aristóteles será conducido a ver una colección de
las fórmulas de la ciencia expresadas por otro esquema de símbolos (se piensa) menos
perfecto. Me siento obligado a impugnar la exactitud absoluta de este paralelismo. No
escapa a la conclusión a la que se apunta afirmar que la lógica no únicamente construye
una ciencia, sino que también indaga en el origen y en la naturaleza de sus propios
principios, una distinción negada a las matemáticas. “Está totalmente más allá del
dominio de las matemáticas,”, se dice, “indagar en el origen y en la naturaleza de sus
principios.” (Review, p. 415). Pero, ¿sobre qué base puede sostenerse tal distinción?
¿Qué definición del término “ciencia” será lo suficientemente arbitraria como para
permitir tales diferencias?
La aplicación de esta conclusión a la cuestión que tenemos ante nosotros es clara
y decisiva. La disciplina mental que proporciona el estudio de la lógica como una
ciencia exacta es, en especie, la misma que proporciona el estudio del análisis.
¿Se sostiene, entonces, que la lógica o las matemáticas pueden suministrar una
disciplina perfecta al intelecto? El examen más cuidadoso y sin prejuicios de esta
cuestión me lleva a dudar de si tal posición puede sostenerse. Las reivindicaciones
exclusivas de cualquiera de las dos deben ser, creo, abandonadas, pero tampoco pueden
[otras disciplinas], participando en un carácter exclusivo similar, ser admitidas en su
lugar. Constituye una observación importante, que ha sido hecha más de una vez, que
una cosa es llegar a premisas correctas y otra deducir conclusiones lógicas, y que la
empresa de la vida depende más de la primera que de la segunda. El estudio de las
ciencias exactas puede enseñarnos aquella y puede darnos alguna preparación general
del conocimiento y de la práctica para alcanzar ésta, pero es la unión del pensamiento
con la acción, en el campo de la lógica práctica, en la arena de la vida humana, la que
debemos buscar para su más completo y perfecto logro.
Me gustaría expresar mi convicción de que, con el avance de nuestro verdadero
conocimiento de toda ciencia verdadera, encontraremos una armonía cada vez mayor
entre sus diversas ramas. La visión que conduce al rechazo de una debe, si es
consistente, llevar al rechazo de otras. Y en realidad muchas de las ya citadas
autoridades que claman contra el estudio de las matemáticas son incluso más explícitas
en su condena a la lógica. “Las ciencias naturales”, dice Chian Aristo, “están por
encima de nosotros, y la ciencia lógica no nos concierne.” Cuando conclusiones así

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están fundadas sobre una convicción profunda del valor e importancia preeminentes del
estudio de la moral (como suelen estarlo), admitimos las premisas pero objetamos la
inferencia. Porque ha sido bien dicho por un antiguo autor que “es característico de las
ciencias liberales, no que nos conduzcan a la virtud, sino que nos preparen para la
virtud”, y el sentimiento de Melancthon “abeunt studia in mores” ha pasado a ser un
proverbio. Más aún, existe un terreno común sobre el cual pueden encontrarse todos los
devotos sinceros de la verdad, intercambiando entre ellos el lenguaje de la apelación de
Flamsteed a Newton: “Los trabajos de la Eterna Providencia serán mejor comprendidos
a través de sus trabajos y de los míos.”

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PRIMEROS PRINCIPIOS

Empleemos el símbolo 1, o la unidad, para representar al Universo, y


entendámoslo como comprendiendo toda clase de objetos concebible, ya sean existentes
o no, con la premisa de que el mismo individuo puede encontrarse en más de una clase
en la medida en que pueda poseer más de una cualidad en común con otros individuos.
Empleemos las letras X, Y, Z para representar los miembros individuales de las clases, X
aplicando a cada miembro de una clase, como miembros de tal clase particular, y Y a
cada miembro de otra clase como miembros de tal clase, y así sucesivamente de acuerdo
con el lenguaje heredado de los tratados de lógica.
Además de esto, concibamos una clase de símbolos x, y, z poseyendo el
siguiente carácter. El símbolo x, operando sobre cualquier sujeto comprendiendo
individuos o clases, debe suponerse que elige, de tal sujeto, todas las Xs que contiene.
Del mismo modo, el símbolo y, operando sobre cualquier sujeto, debe estar supuesto a
elegir, de él, todos los individuos de la clase Y que están comprendidos en él, y así
sucesivamente.
Cuando ningún sujeto está expresado, debemos suponer a 1 (el Universo) como
el sujeto entendido, así que tendremos
x = x (1),
siendo el sentido de cada término la selección, desde el Universo, de todas las Xs que
contiene, y siendo el resultado de la operación, en lenguaje común, la clase X, i. e., la
clase de la cual cada miembro es una X.
De estas premisas se sigue que el producto xy representará, en sucesión, la
selección de la clase Y y la selección, desde la clase Y, de los individuos de la clase X
contenidos en ella, siendo el resultado la clase cuyos miembros son tanto Xs como Ys. Y
de manera análoga el producto xyz representará una operación compuesta de la cual los
elementos sucesivos son la selección de la clase Z, la selección, desde ella, de los
individuos de la clase Y contenidos en ella, y la selección, del resultado así obtenido, de
todos los individuos de la clase X que contiene, siendo el resultado final la clase común
a X, Y, y Z.
Dada la naturaleza de la operación que los símbolos x, y, z están concebidos para
representar, los designaremos como símbolos electivos. A una expresión en la que estén
involucrados la llamaremos función electiva, y una ecuación cuyos miembros sean
funciones electivas será llamada ecuación electiva.

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No será necesario que entremos en el análisis de la operación mental que hemos
representado por el símbolo electivo. No es un acto de abstracción desde la aceptación
común de tal término porque nunca perdemos vista de lo concreto, sino que
probablemente se refiere a un ejercicio de las facultades de comparación y atención.
Nuestra preocupación actual más bien tiene que ver con las leyes de combinación y de
sucesión, por las cuales están gobernados sus resultados, y sobre éstas será suficiente
decir lo siguiente.
1) El resultado de un acto de elección es independiente del agrupamiento o de la
clasificación del sujeto.
Así, es indiferente si desde un grupo de objetos considerados como un todo
seleccionamos la clase X o dividimos al grupo en dos partes, seleccionamos las Xs de
ellas de forma separada, y después conectamos los resultados en una concepción
agregada.
Podemos expresar matemáticamente esta ley con la ecuación
x(u + v) = xu + xv,
u + v representando al sujeto indiviso y u y v a sus partes componentes.
2) Es indiferente en qué orden se realizan dos actos sucesivos de elección.
Ya sea que desde la clase de animales seleccionemos las ovejas, y desde las
ovejas aquellas que tienen cuernos, o que desde la clase de animales seleccionemos los
cornudos y desde éstos a aquellos que son ovejas, el resultado no se ve afectado. En
cualquier caso llegamos a la clase ovejas con cuernos.
La expresión simbólica de esta ley es
xy = yx .
3) El resultado de un acto de elección dado realizado dos veces, o cualquier
número de veces en sucesión, es el resultado del mismo acto realizado una vez.
Si desde un grupo de objetos seleccionamos las Xs, obtenemos una clase de la
cual todos los miembros son Xs. Si repetimos la operación sobre esta clase no resultará
ningún cambio: al seleccionar las Xs tomamos el todo. Así, tenemos
xx = x
o
x2 = x ,
y suponiendo que la misma operación se realiza n veces, tenemos
xn = x ,

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que es la expresión matemática de la ley establecida arriba. 6
Las leyes recién establecidas bajo las formas simbólicas
x(u + v) = xu + xv......(1),
xy = yx......(2),

x n = x......(3),
son suficientes para la base del cálculo. A partir de la primera de éstas, parece que los
símbolos electivos son distributivos, de la segunda que son conmutativos; propiedades
que poseen en común con los símbolos de la cantidad, y en virtud de las cuales son
aplicables todos los procesos del álgebra común al presente sistema. El único y
suficiente axioma involucrado en esta aplicación es que operaciones equivalentes
realizadas sobre sujetos equivalentes producen resultados equivalentes. 7
A la tercera ley (3) la denominaremos la ley del índice. Es peculiar a símbolos
electivos, y nos será de gran importancia al permitirnos reducir nuestros resultados a
formas convenientes para la interpretación.
De la circunstancia de que el proceso del álgebra pueda aplicarse al presente
sistema no debe inferirse que la interpretación de una ecuación electiva no se verá
afectada por tales procesos. La expresión de una verdad no puede ser negada por una
operación legítima, pero sí puede ser limitada. La ecuación y = z implica que las clases

6
La función del símbolo electivo x es seleccionar individuos comprendidos en la clase X. Supongamos
que la clase X abarca al Universo; entonces, sea cual sea la clase Y, tenemos que xy = y . La función
que realiza x es ahora equivalente a la del símbolo +, por lo menos en una de sus interpretaciones, y la ley
del índice (3) da + = + , que es la propiedad conocida de tal símbolo.
n
7
Es generalmente afirmado por los lógicos que todo el razonamiento depende, en última instancia, de una
aplicación del dictum de Aristóteles de omni et nullo. “Cualquier cosa que se predique universalmente de
cualquier clase de cosas, de igual forma puede ser predicada de cualquier cosa comprendida en tal clase.”
Pero suele acordarse que este dictum no es inmediatamente aplicable en todos los casos, y que en una
mayoría de instancias es necesario un cierto proceso de reducción anterior. ¿Cuáles son los elementos
involucrados en tal proceso de reducción? Claramente son más parte del razonamiento general que el
propio dictum.
Otra manera de considerar la cuestión es resolviendo todo el razonamiento en una aplicación de
uno o de otro de los siguientes cánones:
1. Si dos términos concuerdan con uno y el mismo tercero, concuerdan entre sí,
2. Si un término concuerda y otro no con uno y el mismo tercero, entonces aquellos no
concuerdan entre sí.
Pero la aplicación de estos cánones depende de actos mentales equivalentes a aquellos que están
involucrados en el antes nombrado proceso de reducción. Debemos seleccionar individuos de clases,
convertir proposiciones, etc., antes de poder aprovecharnos de su guía. Cualquier explicación del proceso
de razonamiento es insuficiente si no representa las leyes de la operación que lleva a cabo la mente en tal
proceso y las verdades primarias que reconoce y aplica.
Es de presumir que las leyes en cuestión están adecuadamente representadas por las ecuaciones
fundamentales del cálculo actual. La prueba de esto se reconocerá en su capacidad para expresar
proposiciones y para exhibir, en los resultados de sus procesos, todo resultado al que pueda llegarse por el
razonamiento ordinario.

17
Y y Z son equivalentes miembro por miembro. Multipliquémosla por un factor x y
tendremos
xy = xz ,
que expresa que los individuos comunes a las clases X y Y también son comunes a X y
Z, y viceversa. Ésta es una inferencia perfectamente legítima, pero el hecho que declara
es menos general que el que se afirmó en la proposición original.

18
DE LA EXPRESIÓN Y DE LA INTERPRETACIÓN

Una proposición es una oración que afirma o niega, como “Todos los hombres
son mortales.”, “Ninguna criatura es independiente.”
Una proposición tiene, necesariamente, dos términos, como hombres, mortales;
al primero de ellos, o a aquel sobre el que se habla, se le llama sujeto y al segundo, o a
aquel que afirma o niega del sujeto, se le llama predicado. Estos términos están
conectados por la cópula es o no es, o por alguna otra modificación del verbo
sustantivo.
El verbo sustantivo es el único verbo reconocido en la lógica, siendo todos los
otros resolubles por medio del verbo ser y de un participio o adjetivo, por ejemplo, “Los
romanos conquistaron”; la palabra “conquistaron” es tanto cópula como predicado,
siendo equivalente a “fueron (cópula) victoriosos (predicado)”.
Una proposición debe ser afirmativa o negativa, y también universal o particular.
Así es que reconocemos en todas cuatro tipos de proposiciones puramente categóricas:
1) Universal-Afirmativa, usualmente representada por A
Ejemplo: Todas las Xs son Ys.
2) Universal-Negativa, usualmente representada por E
Ejemplo: Ninguna X es Y.
3) Particular-Afirmativa, usualmente representada por I
Ejemplo: Algunas Xs son Ys.
4) Particular-Negativa, usualmente representada por O 8
Ejemplo: Algunas Xs no son Ys.
1. Expresar la clase no-X, esto es, la clase que incluye todos los individuos que
no son Xs.
La clase X y la clase no-X hacen juntas al Universo. Pero el Universo es 1, y la
clase X está determinada por el símbolo x; por lo tanto, la clase no-X estará determinada
por el símbolo 1 − x .
Así pues, la función del símbolo 1 − x , unido a un sujeto dado, será seleccionar
de él todas las no-Xs que contiene.

8
Esto está tomado, con algunas variaciones, de los tratados de Aldrich y Whately.

19
Y análogamente, como el producto xy expresa toda la clase cuyos miembros son
Xs y Ys, el símbolo y (1 − x) representará la clase cuyos miembros son Ys pero no Xs, y
el símbolo (1 − x)(1 − y ) [representará] toda la clase cuyos miembros no son ni Xs ni Ys.
2. Expresar la proposición “Todas las Xs son Ys.”
Como todas las Xs que existen se encuentran en la clase Y, es obvio que
seleccionar del Universo todas las Ys y de éstas seleccionar todas las Xs es lo mismo
que seleccionar, de una sola vez, todas las Xs del Universo.
Por lo tanto
xy = x
o
x(1 − y ) = 0 (4).
3. Expresar la proposición “Ninguna X es Y.”
Afirmar que ninguna X es Y es lo mismo que afirmar que no hay elementos
comunes en las clases X y Y. Ahora bien, todos los individuos comunes a tales clases
están representados por xy. Por lo tanto, la proposición de que ninguna X es Y está
representada por la ecuación
xy = 0 (5).
4. Expresar la proposición “Algunas Xs son Ys.”
Si algunas Xs son Ys, entonces hay algunos elementos comunes a las clases X y
Y. Si tales términos constituyen una clase separada V, a la cual corresponde un símbolo
electivo separado v, entonces
v = xy (6).
Y como v incluye todos los términos comunes a las clases X y Y, podemos interpretarlo,
indiferentemente, como “Algunas Xs” o como “Algunas Ys”.
5. Expresar la proposición “Algunas Xs no son Ys.”
En la última ecuación, escribir 1 − y en lugar de y, y tenemos
v = x(1 − y ) (7),
siendo la interpretación de v indiferentemente “Algunas Xs” o “Algunas no-Ys”.
Las ecuaciones anteriores involucran la teoría completa de las proposiciones
categóricas, y en cuanto respecta al empleo del análisis para la deducción de inferencias
lógicas, nada más debe desearse. Pero puede resultar satisfactorio notar algunas formas
particulares deducibles de las ecuaciones tercera y cuarta, susceptibles a una aplicación
similar.

20
Si multiplicamos la ecuación (6) por x, tenemos
vx = x 2 y = xy (en virtud de (3)).
Comparando con (6), encontramos que
v = vx
o
v(1 − x) = 0 (8).
Y multiplicando (6) por y, y haciendo una reducción similar, tenemos
v = vy
o
v(1 − y ) = 0 (9).
Comparando (8) y (9),
vx = vy = v (10).
Además, comparando (8) y (9) con (4) tenemos, como el equivalente de este
sistema de ecuaciones, las proposiciones
Todas las Vs son Xs.
Todas las Vs son Ys.
El sistema (10) puede utilizarse para remplazar a (6), o también la ecuación
simple
vx = vy (11)
puede ser utilizada si a vx le asignamos la interpretación “Algunas Xs” y a vy la
interpretación “Algunas Ys”. Pero se observará que este sistema no expresa tanto como
la ecuación simple (6), de la cual deriva. En efecto, ambas cosas [la ecuación simple (6)
y el sistema (10)] expresan la proposición “Algunas Xs son Ys”, pero el sistema (10) no
implica que la clase V incluya todos los términos comunes a X y Y.
Del mismo modo, de la ecuación (7), que expresa la proposición “Algunas Xs no
son Ys”, podemos deducir el sistema
vx = v(1 − y ) = v (12),
en donde la interpretación de v(1 − y ) es “Algunas no-Ys”. Como en este caso vy = 0 ,
debemos tener cuidado para no interpretar vy como “Algunas Ys”.
Si multiplicamos la primera ecuación del sistema (12), a saber,
vx = v(1 − y )
por y, tenemos
vxy = vy (1 − y )

21
∴ vxy = 0 (13),
una forma que se presentará ocasionalmente. No es necesario regresar a la ecuación
primitiva para interpretarla, porque la condición de que vx representa “Algunas Xs” nos
muestra, en virtud de (5), que su sentido será
Algunas Xs son no Ys,
el sujeto comprendiendo todas las Xs que se encuentran en la clase V.
Universalmente, en estos casos, la diferencia de forma implica una diferencia de
interpretación con respecto al símbolo auxiliar v, y cada forma es interpretable por sí
misma.
Además, estas diferencias no introducen una perplejidad innecesaria en el
cálculo. En lo sucesivo se verá que ofrecen una precisión y una definitud a sus
conclusiones, que de otra forma no podrían asegurarse.
Finalmente, podemos decir que todas las ecuaciones por las cuales se expresan
verdades particulares son deducibles de cualquier ecuación general que exprese
cualquier proposición desde la cual tales proposiciones particulares son deducciones
necesarias. Ya hemos mostrado parcialmente esto, pero se ejemplifica mucho más
plenamente en el siguiente esquema.
La ecuación general x= y
implica que las clases X y Y son equivalentes miembro por miembro, que cualquier
individuo perteneciente a una pertenece también a la otra. Multiplicando la ecuación por
x tenemos que
x 2 = xy
∴ x = xy ,
que implica, por (4), que todas las Xs son Ys. Multiplicando la misma ecuación por y,
del mismo modo tendremos que
y = xy ,
cuyo sentido es que todas las Ys son Xs. Tomemos cualquiera de estas ecuaciones, la
última por ejemplo, y escribiéndola bajo la forma
(1 − x) y = 0 ,
podemos considerarla como una ecuación en la que se busca que y, una cantidad
desconocida, sea expresada en términos de x. Ahora bien, más adelante, cuando
lleguemos a la Solución de Ecuaciones Electivas (y el resultado puede ser verificado
aquí por sustitución), mostraremos que la solución más general de esta ecuación es

22
y = vx ,
que implica que todas las Ys son Xs y que algunas Xs son Ys. Multiplicando por x
tenemos
vy = vx ,
que indiferentemente implica que algunas Ys son Xs y que algunas Xs son Ys, siendo la
forma particular a la que ya llegamos antes.
En aras de la conveniencia de referencia, los resultados de arriba y otros más han
sido clasificados en la tabla anexada, cuya primera columna contiene proposiciones, la
segunda ecuaciones, y la tercera las condiciones de interpretación final. Ha de
observarse que las ecuaciones auxiliares ofrecidas en esta columna no son
independientes, sino que están implicadas, o bien en las ecuaciones de la segunda
columna, o bien en las condiciones para la interpretación de v. Pero he pensado que es
mejor, en aras de la facilidad y de la conveniencia, escribirlas separadamente. También
debe tenerse en mente que, aunque están ofrecidas tres formas distintas para la
expresión de cada una de las proposiciones particulares, en realidad todo está incluido
en la primera forma.

23
DE LA CONVERSIÓN DE PROPOSICIONES

Se dice que una proposición ha sido convertida cuando se han transpuesto sus
términos; cuando no se hace nada más, llamamos a esto una conversión simple. Por
ejemplo,
Ningún hombre virtuoso es tirano
se convierte en
Ningún tirano es un hombre virtuoso.
Los lógicos también contemplan la conversión per accidens, o por limitación,
por ejemplo,
Todos los pájaros son animales
se convierte en
Algunos animales son pájaros.
Y [también contemplan] la conversión por contraposición o negación, como
Todo poeta es un hombre de genio
se convierte en
Aquel que no es un hombre de genio no es poeta.
Consecuentemente, toda proposición puede ser convertida en alguna de estas tres
formas, a saber, E e I simplemente, A y O por negación, A y E por limitación.
Las formas canónicas primarias ya determinadas para la expresión de
proposiciones son:
Todas las Xs son Ys, x(1 − y ) = 0, A.
Ninguna X es Y, xy = 0, E.
Algunas Xs son Ys, v = xy, I.
Algunas Xs no son Ys, v = x(1 − y ), O.
Al examinar estas formas, percibimos que E e I son simétricas con respecto a x y
y, así que si x es cambiada en y, y y en x, las ecuaciones permanecen sin cambios. Por lo
tanto, E e I pueden interpretarse como
Ninguna Y es X,
Algunas Ys son Xs,
respectivamente. Es así que tenemos la conocida ley de los lógicos de que las
proposiciones particulares afirmativas y las universales negativas admiten la conversión
simple.

24
Las ecuaciones A y O pueden escribirse bajo las formas
(1 − y ){1 − (1 − x)} = 0,
v = (1 − y ){1 − (1 − x)}.
Ahora bien, éstas son precisamente las formas que habríamos obtenido si
hubiésemos cambiado, en tales ecuaciones, x en 1 − y y y en 1 − x , que habrían
representado el cambio, en las proposiciones originales, de las Xs en no-Ys y de las Ys
en no-Xs, siendo las proposiciones resultantes
Todas las no-Ys son no-Xs,
Algunas no-Ys no son no-Xs (a).
O también podemos, al simplemente invertir el orden de los factores en el
segundo miembro de O, y escribiéndola bajo la forma
v = (1 − y ) x,
interpretarla, por I, como
Algunas no-Ys son Xs,
que en realidad es otra forma de (a). De aquí se sigue la regla de que las proposiciones
universales afirmativas y las particulares negativas admiten la conversión negativa o,
como también se le llama, la conversión por contraposición.
Las ecuaciones A y E, escritas bajo las formas
(1 − y ) x = 0,
yx = 0,
dan como solución las respectivas formas
x = vy,
x = v(1 − y ),
cuya exactitud puede mostrarse al sustituir estos valores de x en las ecuaciones a las
cuales pertenecen y al observar que tales ecuaciones son satisfechas independientemente
de la naturaleza del símbolo v. La primera solución puede interpretarse como
Algunas Ys son Xs
y la segunda como
Algunas no-Ys son Xs.
De esto parece ser que las proposiciones universales-afirmativas, y las
universales-negativas, son convertibles por limitación o, como se le ha llamado, per
accidens.

25
Las anteriores son las leyes de conversión reconocidas por el Arzobispo
Whately. Empero, los autores difieren en cuanto a la admisibilidad de la conversión
negativa. La cuestión depende de si nos permitimos el uso de términos como no-X, no-
Y. Concordando con aquellos que piensan que tales términos deben admitirse, aún
cuando cambien el tipo de proposición, me veo obligado a observar que su clasificación
actual es deficiente y defectuosa. Así, la conversión de “Ninguna X es Y” en “Todas las
Ys son no-Xs”, aunque perfectamente legítima, no está reconocida en el esquema
anterior. Será apropiado, pues, examinar el tema de forma más completa.
Si del sistema de ecuaciones que hemos obtenido procuramos deducir las leyes
no sólo de la conversión, sino también de la transformación general de proposiciones,
nos vemos guiados a reconocer los siguientes elementos distintos, cada uno conectado
con un proceso matemático distinto.
1) La negación de un término, i. e., el cambio de X en no-X o de no-X en X.
2) La traducción de una proposición desde un tipo a otro, como si cambiáramos
“Todas las Xs son Ys” en “Algunas Xs son Ys” A en I,
lo que sería legítimo, o
“Todas las Xs son Ys” en “Ninguna X es Y” A en E,
lo que sería ilegítimo.
3) La conversión simple de una proposición.
Las condiciones de obediencia a las cuales deben sujetarse estos procesos para
ser legítimos pueden deducirse de las ecuaciones por las cuales se expresan las
proposiciones.
Tenemos
Todas las Xs son Ys x(1 − y ) = 0 A,
Ninguna X es Y xy = 0 E.
Escribamos E bajo la forma
x{1 − (1 − y )} = 0
y entonces es interpretable, por A, como
Todas las Xs son no-Ys,
así que podemos cambiar
“Ninguna X es Y” en “Todas las Xs son no-Ys”.
Del mismo modo, A interpretada por E da
Ninguna X es no-Y,

26
así que podemos cambiar
“Todas las Xs son Ys” en “Ninguna X es no-Y”.
A partir de estos casos tenemos la siguiente regla: una proposición universal-
afirmativa es convertible en una universal-negativa, y viceversa, por la negación del
predicado.
De nuevo, tenemos
Algunas Xs son Ys v = xy,
Algunas Xs son no-Ys v = x(1 − y ) .
Estas ecuaciones únicamente difieren de las antes consideradas por la presencia
del término v. Aplica, por tanto, el mismo razonamiento, y tenemos la regla: una
proposición particular-afirmativa es convertible en una particular-negativa, y viceversa,
por la negación del predicado.
Asumamos las proposiciones universales
Todas las Xs son Ys x(1 − y ) = 0,
Ninguna X es Y xy = 0 .
Multiplicando por v encontramos que
vx(1 − y ) = 0,
vxy = 0 ,
que son interpretables como
Algunas Xs son Ys I,
Algunas Xs no son Ys O.
Por consiguiente, una universal-afirmativa es convertible en una particular-
afirmativa, y una universal-negativa en una particular-negativa, sin negación del sujeto
o del predicado.
Combinando lo dicho arriba con la ya probada regla de conversión simple,
llegamos al siguiente sistema de leyes independientes de transformación.
1) Una proposición afirmativa puede cambiarse en su correspondiente negativa
(A en E o I en O) y viceversa, por negación del predicado.
2) Una proposición universal puede cambiarse en su correspondiente
proposición particular (A en I o E en O).
3) En una proposición particular-afirmativa, o universal-negativa, los términos
pueden ser convertidos mutuamente.

27
Donde la negación de un término es el cambio de X en no-X y viceversa, y no
debe entenderse como una afectación del tipo de proposición.
Toda transformación legítima es reducible a las reglas expuestas arriba. Así,
tenemos que
Todas las Xs son Ys,
Ninguna X es no-Y por la primera regla,
Ninguna no-Y es X por la tercera regla,
Todas las no-Ys son no-Xs por la primera regla,
que es un ejemplo de conversión negativa. De nuevo,
Ninguna X es Y,
Ninguna Y es X tercera regla,
Todas las Ys son no-Xs primera regla,
que es el caso ya deducido.

28
DE LOS SILOGISMOS

Un silogismo consiste en tres proposiciones, la última de las cuales, llamada


conclusión, es una consecuencia lógica de las dos primeras, llamadas premisas; por
ejemplo,

Todo silogismo tiene tres y sólo tres términos, de los cuales aquel que es el
sujeto de la conclusión es llamado el término menor, el predicado de la conclusión el
término mayor, y el término que queda, común a ambas premisas, el término medio. De
esta manera, en la fórmula de arriba Z es el término menor, X el término mayor, y Y el
término medio.
La figura de un silogismo consiste en la situación del término medio con
respecto a los términos de la conclusión. Las variedades de figura se muestran en el
siguiente esquema:
1ª Fig. 2ª Fig. 3ª Fig. 4ª Fig.
YX XY YX XY
ZY ZY YZ YZ
ZX ZX ZX ZX
Cuando designamos las tres proposiciones de un silogismo con sus símbolos
usuales (A, E, I, O) y en su orden real, se dice que determinamos el modo del silogismo.
Así, el silogismo establecido arriba a modo de ejemplo pertenece al modo AAA en la
primera figura.
Los modos de todos los silogismos comúnmente aceptados como válidos están
representados por las vocales en los siguientes versos mnemotécnicos:
Fig. 1 - bArbArA, cElArEnt, dArII, fErIO que prioris.
Fig. 2 - cEsArE, cAmEstrEs, fEstInO, bArOkO, secundae.
Fig. 3 - Tertia dArAptI, dIsAmIs, dAtIsI, fElAptOn, bOkArdO, fErIsO, habet:
quarta insuper addit.
Fig. 4 - brAmAntIp, cAmEnEs, dImArIs, fEsApO, frEsIsOn.
La ecuación por la cual expresamos cualquier proposición relativa a las clases X
y Y es una ecuación entre los símbolos x y y, y la ecuación por la cual expresamos
cualquier proposición relativa a las clases Y y Z es una ecuación entre los símbolos y y
z. Si de dos tales ecuaciones eliminamos y, el resultado, si es que no desaparece, será

29
una ecuación entre x y z, y será interpretable en una proposición relativa a las clases X y
Z. Y entonces constituirá el tercer miembro, o la conclusión, de un silogismo del cual
las dos proposiciones dadas son las premisas.
El resultado de eliminar y de las ecuaciones
ay + b = 0
(14)
a ' y + b' = 0
es la ecuación ab'−a ' b = 0 (15).
Ahora bien, siendo del primer orden las ecuaciones de las proposiciones con
respecto a cada una de las variables involucradas, todos los casos de eliminación que
tendremos que considerar serán reducibles al caso de arriba, siendo las constantes
a, b, a ' , b' remplazadas por funciones de x, z y el símbolo auxiliar v.
En cuanto a la elección de ecuaciones para la expresión de nuestras premisas, la
única restricción es que las ecuaciones no deben ser ambas de la forma ay = 0 , porque
en tales casos la eliminación sería imposible. Cuando ambas ecuaciones son de esta
forma, es necesario resolver una de ellas, y no importa cuál elijamos para este propósito.
Si la que elegimos es de la forma xy = 0 , su solución es
y = v(1 − x) (16);
si es de la forma (1 − x) y = 0 , la solución será
y = vx (17),
y éstos son los únicos casos que pueden surgir. La razón de esta excepción se presentará
más adelante.
En aras de la uniformidad, en la expresión de proposiciones particulares nos
limitaremos a las formas
vx = vy Algunas Xs son Ys,
vx = v(1 − y ) Algunas Xs no son Ys.
Estas formas tienen una analogía más cercana con (16) y (17) que las otras
formas que pueden emplearse.
Entre las formas a ser desarrolladas y los cánones aristotélicos se observarán,
ocasionalmente, algunas diferencias sobre las cuales resulta apropiado advertir al lector.
Para un adecuado entendimiento de esto conviene señalar que la estructura
esencial de un silogismo es, en cierta medida, arbitraria. Suponiendo que el orden de las
premisas es fijo, y que la distinción del término mayor y del menor está, de este modo,

30
determinada, es puramente una cuestión de elección cuál de los dos tendrá precedencia
en la conclusión. Los lógicos han resuelto esta cuestión a favor del término menor, pero
es claro que esto es una convención. Si se hubiese acordado que sea el término mayor el
que tenga el primer lugar en la conclusión, podría haberse construido un esquema lógico
menos conveniente en algunos casos que el actualmente existente, pero superior en
otros. Lo que se perdió en barbara se habría ganado en bramantip. La conveniencia está
quizá a favor del arreglo adoptado, 9 pero debe recordarse que es simplemente un
arreglo.
Ahora, el método que mostraremos, al no tener referencia con un esquema más
que con otro, siempre ofrecerá la conclusión más general, y únicamente debe observarse
su validez abstracta considerada como un resultado del razonamiento puro. Y por tanto
a veces veremos conclusiones que para un lógico serían informales pero nunca tales que
un razonamiento podría contar como falsas.
Pero los cánones aristotélicos, además de restringir el orden de los términos de
una conclusión, también limitan su naturaleza, y esta limitación es de mayor
consecuencia que lo primero. Por un cambio de figura podemos remplazar la conclusión
particular de bramantip por la conclusión general de barbara, pero de este modo no
podemos reducir a una regla inferencias como
Algunas no-Xs no son Ys.
Con todo, hay casos en los que tales inferencias pueden realizarse con
legitimidad, y suelen ocurrir en los argumentos no restringidos. Ahora, si una inferencia
de este tipo o de cualquier otro es legítima por sí misma, será exhibida en los resultados
de nuestro método.
Al restringir el canon de interpretación podemos confinar nuestros resultados
expresados dentro de los límites de la lógica escolástica, pero esto sólo nos restringiría
al uso de una parte de las conclusiones que nos permite nuestro análisis.
La clasificación que adoptaremos será puramente matemática, y más tarde
consideraremos el arreglo lógico al cual corresponde. Será suficiente, como referencia,
con nombrar las premisas y la figura en la que se basan.
1ª Clase - Formas en las que no entra v.

9
El punto de vista contrario fue sostenido por Hobbes. La cuestión está muy bien discutida en la
Introduction to the Literature of Europe, vol. III, p. 309 de Hallam. En el uso retórico del silogismo, la
ventaja parece descansar sobre la forma rechazada.

31
Aquellas que admiten una inferencia son AA, EA, Fig. 1; AE, EA, Fig. 2; AA, AE,
Fig. 4.
Ejemplo. AA, Fig. 1, y, por mutación de premisas (cambio de orden), AA, Fig. 4.
Todas las Ys son Xs, y (1 − x) = 0, o (1 − x) y = 0 ,
Todas las Zs son Ys, z (1 − y ) = 0, o zy − z = 0 .
Eliminando y por (15) tenemos
z (1 − x) = 0
∴Todas las Zs son Xs.
Un modo conveniente de llevar a cabo la eliminación consiste en escribir la
ecuación de las premisas de forma tal que y sólo aparezca como una factor de un
miembro en la primera ecuación y sólo como un factor del miembro opuesto en la
segunda ecuación, y después multiplicar las ecuaciones omitiendo a y. Éste es el método
que adoptaremos.
Ejemplo. AE, Fig. 2, y, por mutación de premisas, EA, Fig. 2.
Todas las Xs son Ys, x(1 − y ) = 0, o x = xy ,
Ninguna Z es Y, zy = 0, o zy = 0
zx = 0
∴ Ninguna Z es X.
El único caso en el que no hay inferencia es AA, Fig. 2,
Todas las Xs son Ys, x(1 − y ) = 0, x = xy,
Todas las Zs son Ys, z (1 − y ) = 0, zy = z
xz = xz
∴0 = 0 .
2ª Clase - Cuando v es introducida por la solución de una ecuación.
Los casos legítimos directa o indirectamente 10 determinables por las reglas
aristotélicas son AE, Fig. 1; AA, AE, EA, Fig. 3; EA, Fig. 4.
Los casos legítimos no determinables así son EE, Fig. 1; EE, Fig. 2; EE, Fig. 3;
EE, Fig. 4.
Ejemplo. AE, Fig. 1, y, por mutación de premisas, EA, Fig. 4.
Todas las Ys son Xs, y (1 − x) = 0, y = vx (a)

10
Decimos directa o indirectamente porque en algunos casos se requiere la mutación o conversión de las
premisas. Así, AE (Fig. 1) es resoluble por Fesapo (Fig. 4) o por Ferio (Fig. 1). Aristóteles y sus
seguidores rechazaban la cuarta figura por considerarla solamente una modificación de la primera, pero
siendo ésta una mera cuestión de forma, cualquier esquema puede llamarse aristotélico.

32
Ninguna Z es Y, zy = 0, 0 = zy
0 = vzx
∴ Algunas Xs no son Zs.
La razón por la cual no podemos interpretar vzx = 0 como “Algunas Zs son no-
Xs” es que, por los propios términos de la primera ecuación (a), la interpretación de vx
está fijada, como “Algunas Xs”; v es considerada como representativa de “Algunos”
sólo con respecto a la clase X.
Para la razón de nuestro empleo de una solución de una de las ecuaciones
primitivas, véanse las observaciones en (16) y (17). Si hubiésemos resuelto la segunda
ecuación en lugar de la primera, habríamos tenido
(1 − x) y = 0,
v(1 − z ) = y , (a),
v(1 − z )(1 − x) = 0 , (b),
∴Algunas no-Zs son Xs.
Aquí debe observarse que la segunda ecuación (a) fija el sentido de v(1 − z ) ,
como “Algunas no-Zs”. El sentido completo del resultado (b) es que todas las no-Zs que
se encuentran en la clase Y se encuentran en la clase X, y es evidente que esto no podría
haberse expresado de otra manera.
Ejemplo 2. AA, Fig. 3.
Todas las Ys son Xs, y (1 − x) = 0, y = vx,
Todas las Ys son Zs, y (1 − z ) = 0, 0 = y (1 − z )
0 = vx(1 − z )
∴ Algunas Xs son Zs.
Si hubiésemos resuelto la segunda ecuación, habríamos tenido por resultado
“Algunas Zs son Xs”. La forma de la ecuación final particulariza a qué Xs o a qué Zs se
refieren, y esta observación es general.
Lo siguiente, EE, Fig. 1, y, por mutación, EE, Fig. 4, es un ejemplo de un caso
legítimo no determinable por las reglas aristotélicas.
Ninguna Y es X, xy = 0, 0 = xy,
Ninguna Z es Y, zy = 0, y = v(1 − z )
0 = v(1 − z ) x
∴ Algunas no-Zs no son Xs.

33
3ª Clase - Cuando v se encuentra en una de las ecuaciones pero no es introducida
por solución.
Los casos legítimos determinables directa o indirectamente por las reglas
aristotélicas son AI, EI, Fig. 1; AO, EI, OA, IE, Fig. 2; AI, AO, EI, EO, IA, IE, OA, OE,
Fig. 3; IA, IE, Fig. 4.
Aquellos no determinables son OE, Fig. 1; EO, Fig. 4.
Los casos en los que no es posible ninguna inferencia son AO, EO, IA, IE, OA,
Fig. 1; AI, EO, IA, OE, Fig. 2; OA, OE, AI, EI, AO, Fig. 4.
Ejemplo 1. AI, Fig. 1, y, por mutación, IA, Fig. 4.
Todas las Ys son Xs, y (1 − x) = 0,
Algunas Zs son Ys, vz = vy
vz (1 − x) = 0
∴ Algunas Zs son Xs.
Ejemplo 2. AO, Fig. 2, y, por mutación, OA, Fig. 2.
Todas las Xs son Ys, x(1 − y ) = 0, x = xy,
Algunas Zs no son Ys, vz = v(1 − y ), vy = v(1 − z )
vx = vx(1 − z )
vxz = 0
∴ Algunas Zs no son Xs.
La interpretación de vz como “Algunas Zs” está implicada, se observará, en la
ecuación vz = v(1 − y ) considerada como representando la proposición “Algunas Zs no
son Ys”.
Los casos no determinables por las reglas aristotélicas son OE, Fig. 1, y, por
mutación, EO, Fig. 4.
Algunas Ys no son Xs, vy = v(1 − x)
Ninguna Z es Y, 0 = zy
0 = v(1 − x) z
∴ Algunas no-Xs no son Zs.
La ecuación de la primera premisa nos permite aquí interpretar v(1 − x) , pero no
nos permite interpretar vz.
De los casos en los que ninguna inferencia es posible, tomamos como ejemplos
AO, Fig. 1, y, por mutación, OA, Fig. 4.

34
Todas las Ys son Xs, y (1 − x) = 0, y (1 − x) = 0,
Algunas Zs no son Ys, vz = v(1 − y ) (a) v(1 − z ) = vy
v(1 − z )(1 − x) = 0 (b)
0 = 0,
ya que en este caso la ecuación auxiliar es v(1 − z ) = 0 .
Prácticamente no es necesario llevar a cabo esta reducción, pero resulta
satisfactorio hacerlo. La ecuación (a), se ve, define vz como “Algunas Zs”, pero no
define v(1 − z ) , así que podríamos detenernos en el resultado de eliminación (b) y
contentarnos con decir que no es interpretable en una relación entre las clases X y Z.
Como segundo ejemplo tomemos AI, Fig. 2, y, por mutación, IA, Fig. 2.
Todas las Xs son Ys, x(1 − y ) = 0, x = xy,
Algunas Zs son Ys, vz = vy, vy = vz
vx = vxz
v(1 − z ) x = 0
0 = 0,
en este caso siendo v(1 − z ) = 0 la ecuación auxiliar.
En realidad en cualquier caso en esta clase, en donde ninguna inferencia es
posible, el resultado de eliminación es reducible a la forma 0 = 0 . Por lo tanto, no es
necesario multiplicar los ejemplos.
4ª Clase - Cuando v entra en ambas ecuaciones.
Ninguna inferencia es posible en cualquiera de los casos, pero entre los casos
ilegítimos existe una distinción que es peculiar a esta clase. Las dos divisiones son
1) Cuando el resultado de eliminación es reducible, por las ecuaciones
auxiliares, a la forma 0 = 0 . Los casos son II, OI, Fig. 1; II, OO, Fig. 2; II, IO, OI, OO,
Fig. 3; II, IO, Fig. 4.
2) Cuando el resultado de eliminación no es reducible, por las ecuaciones
auxiliares, a la forma 0 = 0 . Los casos son IO, OO, Fig. 1; IO, OI, Fig. 2; OI, OO, Fig.
4.
Como ejemplo del primer caso consideremos II, Fig. 3.
Algunas Xs son Ys, vx = vy, vx = vy,
Algunas Zs son Ys, v' z = v' y, v' y = v' z
vv' x = vv' z

35
Ahora, las ecuaciones auxiliares v(1 − x) = 0, v' (1 − z ) = 0 , dan
vx = v, v' z = v' .
Sustituyendo tenemos
vv' = vv'
∴0 = 0 .
Como ejemplo del segundo caso consideremos IO, Fig. 1.
Algunas Ys son Xs, vy = vx, vy = vx,
Algunas Zs no son Ys, v' z = v' (1 − y ), v' (1 − z ) = v' y
vv' (1 − z ) = vv' x
Ahora, siendo v(1 − x) = 0 , v' (1 − z ) = 0 las ecuaciones auxiliares, lo anterior se
reduce a vv' = 0 . Es a ésta forma a la que son reducibles todos los casos similares. Su
interpretación es que las clases v y v' no tienen ningún miembro común, como resulta
evidente.
Esta clasificación está basada puramente en distinciones matemáticas. Ahora
vamos a investigar cuál es la división lógica a la que corresponde.
Los casos legítimos de la primera clase comprenden todos aquellos en los que,
de dos premisas universales, puede sacarse una conclusión universal. Vemos que
incluyen las premisas de barbara y celarent en la primera figura, de cesare y camestres
en la segunda, y de bramantip y camenes en la cuarta.
Están incluidas las premisas de bramantip porque admiten una conclusión
universal, aunque no en la misma figura.
Los casos legítimos de la segunda clase son aquellos en los que una conclusión
particular sólo es deducible de dos premisas universales.
Los casos legítimos de la tercera clase son aquellos en los que una conclusión es
deducible de dos premisas, una de las cuales es universal y la otra particular.
La cuarta clase no tiene casos legítimos.
De entre los casos en los que no es posible ninguna inferencia de ningún tipo,
encontramos seis en la cuarta clase distinguibles de los otros por la circunstancia de que
el resultado de eliminación no asume la forma 0 = 0 . Los casos son

,
y otros tres más que se obtienen por mutación de premisas.

36
Podría suponerse que habríamos de encontrar alguna peculiaridad lógica para
responder a la peculiaridad matemática que hemos notado, y en efecto existe una muy
notable. Si examinamos cada par de premisas en el esquema de arriba, encontraremos
que virtualmente no hay término medio, i. e., no hay ningún medio de comparación en
ninguno de ellos. De esta forma, en el primer ejemplo, los individuos sobre los que se
habla en la primera premisa se afirma que pertenecen a la clase Y, pero aquellos sobre
los que se habla en la segunda premisa se afirma virtualmente que pertenecen a la clase
no-Y, y no podemos, por medio de ninguna transformación o conversión legítima,
alterar este estado de cosas. La comparación, empero, sí podrá hacerse con la clase Y en
una premisa y con la clase no-Y en la otra.
Ahora, en cada caso además de los seis de arriba, encontraremos un término
medio, ya sea expresado o implicado. He seleccionado dos de los casos más difíciles.
En AO, Fig. 1, a saber,
Todas las Ys son Xs,
Algunas Zs no son Ys,
tenemos, por conversión negativa de la primera premisa,
Todas las no-Xs son no-Ys,
Algunas Zs no son Ys.
Y ahora se ve que el término medio es no-Y.
De nuevo, en EO, Fig. 1,
Ninguna Y es X,
Algunas Zs no son Ys.
Una conversión probada de la primera premisa (véase De la conversión de
proposiciones) da
Todas las Xs son no-Ys,
Algunas Zs son no-Ys.
Y el término medio, el verdadero medio de comparación, es claramente no-Y, aunque,
como las no-Ys en una premisa pueden ser distintas a las no-Ys en otra, no puede
sacarse ninguna conclusión.
La condición matemática en cuestión - la irreductibilidad de la ecuación final a
la forma 0 = 0 - representa adecuadamente, por tanto, la condición lógica de que no
haya término medio, o medio de comparación común, en las premisas dadas.
No tengo conocimiento de que la distinción ocasionada por la presencia o
ausencia de un término medio, en el estricto sentido entendido aquí, haya sido señalada

37
por los lógicos. La distinción, aunque real y digna de atención, no es de ninguna manera
obvia, y aquí habría pasado desapercibida si no hubiese sido por la peculiaridad de su
expresión matemática.
Lo que parece ser novedoso en el caso anterior es la prueba de la existencia de
combinaciones de premisas en las que no hay ningún medio de comparación en
absoluto. Cuando tal medio de comparación, o verdadero término medio, existe, la
condición de que su cuantificación en ambas premisas debe sobrepasar su cuantificación
como un todo único ha sido hábil y claramente mostrada como necesaria para la
inferencia legítima por el profesor De Morgan (Cambridge Memoirs, Vol. VIII, parte
3). E indudablemente éste es el verdadero principio del silogismo considerado desde el
punto de vista de la aritmética.
He dicho antes que sería posible imponer condiciones de interpretación que
restrinjan los resultados de este cálculo a las formas aristotélicas. Tales condiciones
serían
1) Que convengamos en no interpretar las formas v(1 − x), v(1 − z ) .
2) Que convengamos en rechazar toda interpretación en la que el orden de los
términos viole la regla aristotélica.
O, en lugar de la segunda condición, podríamos convenir en que, una vez
determinada la conclusión, el orden de las premisas sea cambiado, si es necesario, para
hacer formal al silogismo.
Del carácter general del sistema es realmente claro que podría hacerse para
representar cualquier esquema de lógica concebible al imponer las condiciones propias
al caso contemplado.
Hemos encontrado, en una cierta clase de casos, que es necesario remplazar las
dos ecuaciones expresivas de proposiciones universales por sus soluciones, y conviene
señalar que habría sido admisible hacer esto en todos los casos, 11 de tal forma que cada

11
Puede resultar satisfactorio ilustrar esta declaración con un ejemplo. En Barbara tendríamos
Todas las Ys son Xs, y = vx
Todas las Zs son Ys, z = v' y
z = vv' x
∴ Todas las Zs son Xs.
O podemos multiplicar la ecuación resultante por 1 − x , lo que nos da
z (1 − x) = 0 ,
por lo tanto la misma conclusión “Todas las Zs son Xs”.
Pueden no resultar inapropiados algunos ejemplos adicionales de la aplicación del sistema de
ecuaciones en el texto a la demostración de teoremas generales.

38
Sea y el término a ser eliminado y que x represente indiferentemente cualquiera de los otros
símbolos. Entonces cada una de las ecuaciones de las premisas de cualquier silogismo dado puede
ponerse bajo la forma
ay + bx = 0 (α )
si la premisa es afirmativa, y bajo la forma
ay + b(1 − x) = 0 (β )
si es negativa, a y b siendo constantes o de la forma ± v . Para probar esto a detalle, examinemos cada
tipo de proposición haciendo que y sea, sucesivamente, sujeto y predicado.
A, Todas las Ys son Xs, y − vx = 0 (γ ) ,
Todas las Xs son Ys, x − vy = 0 (δ ) ,
E, Ninguna Y es X, xy = 0
Ninguna X es Y, y − v(1 − x) = 0 (ε ) ,
I, Algunas Xs son Ys,
Algunas Ys son Xs, vx − vy = 0 (ζ ) ,
O, Algunas Ys no son Xs, vy − v(1 − x) = 0 (η ) ,
Algunas Xs no son Ys, vx = v(1 − y )
∴ vy − v(1 − x) = 0 (θ ) .
Las ecuaciones afirmativas (γ ), (δ ), y (ζ ) pertenecen a (α ) , y las ecuaciones negativas
(ε ), (η ), y (θ ) a ( β ) . Puede verse que las dos últimas ecuaciones negativas son iguales, pero existe
una diferencia de interpretación. En la primera
v(1 − x) = Algunas no-Xs,
mientras que en la segunda
v(1 − x) = 0 .
La utilidad de las dos formas generales de referencia (α ) y ( β ) aparecerá de la siguiente
aplicación.
1) Una conclusión sacada de dos proposiciones afirmativas es por sí misma afirmativa.
Por (α ) tenemos para las proposiciones dadas
ay + bx = 0,
a ' y + b' z = 0 ,
y eliminando
ab' z − a ' bx = 0 ,
que es de la forma (α ) . Por lo tanto, si hay una conclusión, es afirmativa.
2) Una conclusión sacada de una proposición afirmativa y de una proposición negativa es
negativa.
Por (α ) y ( β ) tenemos para las proposiciones dadas
ay + bx = 0
a ' y + b' (1 − z ) = 0
∴ a ' bx − ab' (1 − z ) = 0 ,
que es de la forma ( β ) . Por lo tanto la conclusión, si hay, es negativa.
3) Una conclusión sacada de dos premisas negativas involucrará una negación (no-X, no-Z)
tanto en el sujeto como en el predicado, y por tanto será inadmisible en el sistema aristotélico, aunque
justa por sí misma.
Porque las premisas siendo
ay + b(1 − x) = 0,
a ' y + b' (1 − z ) = 0 ,
la conclusión será
ab' (1 − z ) − a ' b(1 − x) = 0 ,
que sólo es interpretable en una proposición que tiene una negación en cada término.

39
caso de silogismo, sin excepción, pudiese haber sido tratado con ecuaciones
comprendidas en las formas generales
y = vx o y − vx = 0 A,
y = v(1 − x) o y + vx − v = 0 E,
vy = vx vy − vx = 0 I,
vy = v(1 − x) vy + vx − v = 0 O.
Quizá el sistema que hemos venido empleado es mejor, al distinguir los casos en
los que v sólo puede utilizarse, que aquellos en los que debe. Pero para la demostración
de ciertas propiedades generales del Silogismo el sistema anterior es, por su simplicidad
y por la mutua analogía de sus formas, muy conveniente. Lo aplicaremos al siguiente
teorema. 12

4) Tomando en cuenta únicamente aquellos silogismos en los que la conclusión es la más


general que puede deducirse de las premisas - si, en un silogismo aristotélico, la premisa menor es
cambiada en calidad (de afirmativa a negativa o de negativa a afirmativa) sea o no cambiada en
cantidad -, ninguna conclusión será deducible en la misma figura.
Una proposición aristotélica no admite un término de la forma no-Z en el sujeto. Ahora, al
cambiar la cantidad de la proposición menor de un silogismo, la transferimos de la forma general
ay + bz = 0
a la forma general
a ' y + b' (1 − z ) = 0 ;
véase (α ) y ( β ) o viceversa. Y por consiguiente, en la ecuación de la conclusión, habrá un cambio de z
a 1 − z , o viceversa. Pero esto es equivalente al cambio de Z en no-Z o de no-Z en Z. Ahora, el sujeto de
la conclusión original debe haber involucrado una Z y no una no-Z, y por tanto el sujeto de la nueva
conclusión involucrará una no-Z, y la conclusión no será admisible en las formas aristotélicas excepto por
conversión, lo que haría necesario un cambio de Figura.
Las conclusiones de este cálculo siempre son las más generales que puedan sacarse, y por tanto
la demostración anterior no debe suponerse que puede extenderse a un silogismo en el que se deduce una
conclusión particular cuando es posible una universal. Éste es el caso sólo de bramantip, entre las formas
aristotélicas, y por lo tanto la transformación de bramantip en camenes, y viceversa, es el caso de
restricción contemplado en la declaración preliminar del teorema.
5) Si por la premisa menor de un silogismo aristotélico sustituimos su contradictoria, ninguna
conclusión es deducible en la misma figura.
Aquí sólo es necesario examinar el caso de bramantip, estando todos los otros determinados por
la última proposición.
Al cambiar la menor de bramantip a su contradictoria, tenemos AO, Fig. 4, y esto no admite
ninguna inferencia legítima.
Por lo que el teorema es verdadero sin excepción. Muchos otros teoremas generales pueden
probarse del mismo modo.
12
Este elegante teorema me fue comunicado por el Rev. Charles Graves, Fellow y profesor de
matemáticas en Trinity College, Dublín, a quien deseo expresar mi agradecido reconocimiento por su
juicioso examen de la primera parte de este trabajo y por algunas nuevas aplicaciones del método. El
siguiente ejemplo de reducción ad impossibile se encuentra entre ellas:
Modo a reducir: Baroko Todas las Xs son Ys, 1 − y = v' (1 − x)
Algunas Zs no son Ys, vz = v(1 − y )
Algunas Zs no son Xs, vz = vv' (1 − x)
Modo reducido: Barbara Todas las Xs son Ys, 1 − y = v' (1 − x)

40
Dadas las tres proposiciones de un silogismo, probar que sólo hay un orden en el
que pueden ser legítimamente arregladas, y determinar tal orden.
Todas las formas dadas arriba para la expresión de proposiciones son casos
particulares de la forma general
a + bx + cy = 0 .
Asumamos entonces, para las premisas del silogismo dado, las ecuaciones
a + bx + cy = 0 (18),
a '+b' z + c' y = 0 (19).
Entonces, eliminando y, para la conclusión tendremos
ac'+ a ' c + bc' x − b' cz = 0 (20).
Ahora, tomando ésta como una de nuestras premisas, y cualquiera de las
ecuaciones originales, supongamos (18), como la otra, si por eliminación de un término
común x entre ellas podemos obtener un resultado equivalente a la premisa restante
(19), se verá que hay más de un orden en el que las proposiciones pueden ser
legítimamente escritas; si es de otro modo, sólo un arreglo es legítimo.
Llevando a cabo, pues, la eliminación, tenemos
bc(a '+b' z + c' y ) = 0 (21),
que es equivalente a (19) multiplicada por un factor bc. Ahora, al examinar el valor de
este factor en las ecuaciones A, E, I, O, encontramos que en cada caso es v o − v . Pero
es evidente que si una ecuación expresando una proposición dada es multiplicada por un
factor extraño, derivado de otra ecuación, su interpretación estará limitada o será
imposible. Así, o bien no habrá resultado en absoluto, o bien el resultado será una
limitación de la proposición restante.
Si, no obstante, una de las ecuaciones originales fuese
x = y, o x − y = 0,

Todas las Zs son Xs, z (1 − x) = 0


Todas las Zs son Ys, z (1 − y ) = 0.
La conclusión del modo reducido se ve que es la contradictoria de la premisa menor suprimida.
Por lo tanto, etc. Hay que observar que la prueba matemática de proposiciones contradictorias es que, al
eliminar un símbolo electivo entre sus ecuaciones, el otro símbolo electivo desaparece. La reducción
ostensiva de Baroko y Bokardo no supone dificultad alguna.
El profesor Graves sugiere el empleo de la ecuación x = vy para la expresión primaria de la
proposición “Todas las Xs son Ys”, y señala que, al multiplicar ambos miembros por 1 − y , obtenemos
x(1 − y ) = 0 , la ecuación que establecimos en el texto y de la cual la [ecuación] anterior es una
solución.

41
el factor bc sería − 1 , y no limitaría la interpretación de la otra premisa. Por lo tanto, si
el primer miembro de un silogismo ha de entenderse para representar la proposición
doble “Todas las Xs son Ys” y “Todas las Ys son Xs”, sería indiferente en qué orden
estuviesen escritas las proposiciones restantes.
Una forma más general de la investigación precedente sería expresar las
premisas por las ecuaciones
a + bx + cy + dxy = 0 (22),
a '+b' z + c' y + d ' zy = 0 (23).
Después de la doble eliminación de y y z encontraríamos que
(bc − ad )(a '+b' z + c' y + d ' zy ) = 0 ,
y se vería que, en cada caso, el factor bc − ad debe, o bien desaparecer, o bien expresar
una limitación de significado.
La determinación del orden de las proposiciones resulta lo suficientemente
obvia.

42
DE LOS HIPOTÉTICOS

Una proposición hipotética se define como dos o más categóricas unidas por
una cópula (o conjunción), y los distintos tipos de proposiciones hipotéticas son
nombrados a partir de sus respectivas conjunciones, a saber, condicional (si), disyuntiva
(o), etcétera.
En las condicionales, la proposición categórica de la cual resulta la otra se llama
el antecedente, y aquella que resulta de ella el consecuente.
Del silogismo condicional hay dos, y sólo dos, fórmulas:
1) La constructiva
Si A es B, entonces C es D,
Pero A es B, por lo tanto C es D.
2) La destructiva
Si A es B, entonces C es D,
Pero C no es D, por lo tanto A no es B.
Un dilema es un silogismo condicional complejo con varios antecedentes en la
mayor y una menor disyuntiva.
Si examinamos cualquiera de las formas del silogismo condicional dado arriba,
veremos que la validez del argumento no depende de cualesquiera consideraciones que
tengan referencia con los términos A, B, C, D considerados como los representativos de
individuos o de clases. Bien podemos, de hecho, representar las proposiciones A es B, C
es D, por los símbolos arbitrarios X y Y respectivamente y expresar nuestro silogismo
bajo las formas que siguen:
Si X es verdadera, entonces Y es verdadera,
Pero X es verdadera, por lo tanto Y es verdadera.
Así, lo que hemos de considerar no son objetos y clases de objetos, sino las
verdades de las proposiciones, a saber, de aquellas proposiciones elementales que están
encarnadas en los términos de nuestras premisas hipotéticas.
A los símbolos X, Y, Z, representativos de proposiciones, podemos adecuar los
símbolos electivos x, y, z en el siguiente sentido.
El Universo hipotético 1 comprenderá todos los casos y coyunturas de
circunstancias concebibles.

43
El símbolo electivo x, unido a cualquier sujeto expresivo de tales casos,
seleccionará aquellos casos en los que la proposición X es verdadera, y de modo similar
para Y y Z.
Si nos limitamos a la contemplación de una proposición X dada, y dejamos en
suspenso toda otra consideración, entonces sólo dos casos son concebibles, a saber,
primero, que la proposición dada es verdadera, y, segundo, que es falsa. 13 Como estos
casos juntos hacen el Universo de la Proposición, y como el primero está determinado
por el símbolo electivo x, el segundo está determinado por el símbolo 1 − x .
Pero si se admiten otras consideraciones, cada uno de estos casos será resoluble
en otros, individualmente menos extensivos, cuyo número dependerá del número de
consideraciones ajenas admitidas. Así, si asociamos las proposiciones X y Y, se
encontrará que el número total de casos concebibles está exhibido en el siguiente
esquema.
Casos Expresiones electivas
1) X verdadera, Y verdadera xy
2) X verdadera, Y falsa x(1 − y )
3) X falsa, Y verdadera (1 − x) y
4) X falsa, Y falsa (1 − x)(1 − y ) (24).
Si añadimos las expresiones electivas para los dos primeros de los casos
precedentes, la suma es x, que es el símbolo electivo adecuado al caso más general de X
siendo verdadera independientemente de cualquier consideración de Y; y si añadimos
las expresiones electivas en los dos últimos casos juntos, el resultado es 1 − x , que es la
expresión electiva adecuada al caso más general de X siendo falsa.

13
Fue sobre el obvio principio de que una proposición es verdadera o falsa que los estoicos, aplicando tal
principio a afirmaciones sobre eventos futuros, se empeñaron en establecer la doctrina del destino. En
contra de su argumento se ha dicho que involucra “un abuso de la palabra verdadero, cuyo significado
preciso es id quod res est. Una afirmación referente al futuro no es ni verdadera ni falsa.” (Copleston:
Necessity and Predestination, p. 36). Sin embargo, si el axioma estoico fuese presentado bajo la forma
“Es cierto que un evento dado tendrá lugar o no tendrá lugar”, la réplica anterior fallaría en dar con la
dificultad. La respuesta apropiada sería que ninguna definición meramente verbal puede resolver la
cuestión sobre cuáles son el curso y constitución reales de la naturaleza. Cuando afirmamos que, o bien es
cierto que un evento tendrá lugar, o bien es cierto que no tendrá lugar, tácitamente asumimos que el orden
de los eventos es necesario, que el futuro no es sino una evolución del presente, de tal forma que el estado
de cosas que es determina por completo aquel que será. Pero ésta es (por lo menos en lo que respecta a la
conducta de los agentes morales) la verdadera cuestión en disputa. Exhibida bajo su forma apropiada, el
razonamiento estoico no involucra un abuso de términos, sino una petitio principii.
Debe añadirse que los iluminados defensores de la doctrina de la Necesidad hoy en día, viendo
el fin como señalado sólo en y a través de los medios, repudian con justicia tales consecuencias prácticas
enfermizas que son el reproche del fatalismo.

44
De esta manera, la extensión del Universo hipotético no depende, en absoluto,
del número de circunstancias tomadas en cuenta. Y debe notarse que, sin importar qué
tan pocas o qué tan muchas puedan ser tales circunstancias, la suma de las expresiones
electivas representando todo caso concebible será siempre la unidad. Así, consideremos
las tres proposiciones X: llueve; Y: graniza; Z: hiela. Los posibles casos son los
siguientes:
Casos Expresiones electivas
1) Llueve, graniza, y hiela xyz
2) Llueve y graniza, pero no hiela xy (1 − z )
3) Llueve y hiela, pero no graniza xz (1 − y )
4) Hiela y graniza, pero no llueve yz (1 − x)
5) Llueve, pero no graniza ni hiela x(1 − y )(1 − z )
6) Graniza, pero no llueve ni hiela y (1 − x)(1 − z )
7) Hiela, pero no graniza ni llueve z (1 − x)(1 − y )
8) Ni llueve ni graniza ni hiela (1 − x)(1 − y )(1 − z )
1=suma
Expresión de proposiciones hipotéticas
Expresar que una proposición dada X es verdadera.
El símbolo 1 − x selecciona aquellos casos en los que la proposición X es falsa.
Pero si la proposición es verdadera, no hay tales casos en su Universo hipotético, y por
tanto
1 − x = 0,
o x =1 (25).
Expresar que una proposición dada X es falsa.
El símbolo electivo x selecciona todos aquellos casos en los que la proposición
es verdadera, y por tanto, si la proposición es falsa,
x=0 (26).
Y en cada caso, habiendo determinado la expresión electiva adecuada a una
proposición dada, afirmamos la verdad de tal proposición al igualar la expresión
electiva a la unidad, y su falsedad al igualar la misma expresión a 0.
Expresar que dos proposiciones, X y Y, son simultáneamente verdaderas.
El símbolo electivo adecuado para este caso es xy, y por tanto la ecuación
buscada es

45
xy = 1 (27).
Expresar que dos proposiciones, X y Y, son simultáneamente falsas.
La condición obviamente será
(1 − x)(1 − y ) = 1,
o x + y − xy = 0 (28).
Expresar que la proposición X es verdadera o que la proposición Y es verdadera.
Afirmar que una u otra de las dos proposiciones es verdadera es afirmar que no
es verdadero que ambas sean falsas. La expresión electiva adecuada para ambas siendo
falsas es (1 − x)(1 − y ) , y por tanto la ecuación requerida es
(1 − x)(1 − y ) = 0,
o x + y − xy = 1 (29).
Y, por consideraciones indirectas de este tipo, puede ser expresada cualquier
proposición disyuntiva, sin importar el número de sus miembros. Pero la siguiente regla
general suele ser preferible.
REGLA. Considérese cuáles son los casos distintos y mutuamente excluyentes
en los cuales está implícito, en la declaración de la proposición dada, que algunos de
ellos son verdaderos, e iguálese la suma de sus expresiones electivas a la unidad. Esto
dará la ecuación de la proposición dada.
En efecto, la suma de las expresiones electivas, para todos los casos concebibles
distintos, será la unidad. Ahora, siendo todos estos casos mutuamente excluyentes, y
estando afirmado en la proposición dada que algún caso de un conjunto dado de ellos es
verdadero, se sigue que todos los que no están incluidos en tal conjunto son falsos, y
que sus expresiones electivas son, respectivamente, iguales a 0. Por lo tanto la suma de
las expresiones electivas para los casos restantes, a saber, aquellos incluidos en el
conjunto dado, será la unidad. Algunos de esos casos serán entonces verdaderos, y
como son mutuamente excluyentes, es imposible que más de uno sea verdadero. De
aquí la regla en cuestión.
En la aplicación de esta regla debe observarse que, si los casos contemplados en
la proposición disyuntiva dada no son mutuamente excluyentes, deben resolverse en una
equivalente serie de casos mutuamente excluyentes.
Así, si tomamos la proposición del ejemplo anterior, a saber, “X es verdadera o Y
es verdadera”, y asumimos que los dos miembros de esta proposición no son
excluyentes hasta el punto que en la enumeración de casos posibles debemos contar con

46
que las proposiciones X y Y son ambas verdaderas, entonces los casos mutuamente
excluyentes que colman el Universo de la proposición, con sus expresiones electivas,
son
1) X verdadera y Y falsa x(1 − y )
2) Y verdadera y X falsa y (1 − x)
3) X verdadera y Y verdadera xy ,
y la suma de estas expresiones electivas igualada a la unidad da
x + y − xy = 1 (30),
tal como antes. Pero si suponemos que los miembros de la proposición disyuntiva son
excluyentes, entonces los únicos casos a ser considerados son
1) X verdadera, Y falsa x(1 − y )
2) Y verdadera, X falsa y (1 − x) ,
y la suma de estas expresiones electivas igualada a 0 da
x − 2 xy + y = 1 (31).
Los ejemplos adjuntos ilustrarán mejor este método.
Expresar la proposición “X no es verdadera o Y no es verdadera”, los miembros
siendo excluyentes.
Los casos mutuamente excluyentes son
1) X no verdadera, Y verdadera y (1 − x)
2) Y no verdadera, X verdadera x(1 − y ) ,
y su suma igualada a la unidad da
x − 2 xy + y = 1 (32),
que es lo mismo que (31), y en efecto las proposiciones que representan son
equivalentes.
Expresar la proposición “X no es verdadera o Y no es verdadera”, los miembros
siendo no excluyentes.
A los casos contemplados en el último ejemplo debemos añadir el siguiente
X no verdadera, Y no verdadera (1 − x)(1 − y ) .
La suma de las expresiones electivas da
x(1 − y ) + y (1 − x) + (1 − x)(1 − y ) = 1
o xy = 0 (33).

47
Expresar la proposición disyuntiva “X es verdadera o Y es verdadera o Z es
verdadera”, los miembros siendo excluyentes.
Aquí los casos mutuamente excluyentes son
1) X verdadera, Y falsa, Z falsa x(1 − y )(1 − z )
2) Y verdadera, Z falsa, X falsa y (1 − z )(1 − x)
3) Z verdadera, X falsa, Y falsa z (1 − x)(1 − y ) ,
y la suma de las expresiones electivas igualada a 1 da, tras la reducción,
x + y + z − 2( xy + yz + zx) + 3 xyz = 1 (34).
La expresión de la misma proposición, cuando los miembros no son excluyentes
en ningún sentido, será
(1 − x)(1 − y )(1 − z ) = 0 (35).
Y es fácil ver que nuestro método es aplicable a la expresión de cualquier
proposición similar cuyos miembros estén sujetos a cualquier cantidad y carácter
especificado de exclusión.
Expresar la proposición condicional “Si X es verdadera, Y es verdadera”.
Aquí está implicado que todos los casos de X siendo verdaderos, son casos de Y
siendo verdaderos. Estando los primeros casos determinados por el símbolo electivo x, y
los últimos por y, tenemos, en virtud de (4), que
x(1 − y ) = 0 (36).
Expresar la proposición condicional “Si X es verdadera, Y no es verdadera”.
La ecuación es obviamente
xy = 0 (37);
esto es equivalente a (33), y en efecto la proposición disyuntiva “X es verdadera o Y es
verdadera” y la proposición condicional “Si X es verdadera, Y no es verdadera” son
equivalentes.
Expresar que “Si X no es verdadera, Y no es verdadera”.
En (36) escribamos 1 − x en lugar de x y y en lugar de 1 − y y tenemos
(1 − x) y = 0 .
Los resultados que hemos obtenido admiten ser verificados de muchas maneras
distintas. Baste tomar, para un examen más particular, la ecuación
x − 2 xy + y = 1 (38),
que expresa la proposición condicional “X es verdadera o Y es verdadera”, en este caso
los miembros siendo excluyentes.

48
Primero, sea verdadera la proposición X; entonces x = 1 , y sustituyendo tenemos
1− 2y + y = 1 ∴−y = 0 o y = 0,
que implica que Y no es verdadera.
Segundo, sea X no verdadera; entonces x = 0 , y la ecuación da
y = 1 (39),
que implica que Y es verdadera. Podemos proceder del mismo modo con los supuestos
de que Y es verdadera o que Y es falsa.
De nuevo, en virtud de la propiedad x 2 = x, y 2 = y , podemos escribir la
ecuación bajo la forma
x 2 − 2 xy + y 2 = 1 ,
y extrayendo la raíz cuadrada tenemos
x − y = ±1 (40),
y esto representa el caso real, porque, como cuando X es verdadera o falsa, Y es
respectivamente falsa o verdadera, tenemos que
x = 1 o 0,
y = 0 o 1,
∴ x − y = 1 o − 1.
No habrá ninguna dificultad en el análisis de otros casos.
Ejemplos de silogismo hipotético
El tratamiento de toda forma de silogismo hipotético consistirá en formar las
ecuaciones de las premisas y en eliminar el símbolo o símbolos que se encuentren en
más de una de ellas. El resultado expresará la conclusión.
1) Silogismo disyuntivo.
X es verdadera o Y es verdadera (excluyente) x + y − 2 xy = 1
Pero X es verdadera x =1
Por lo tanto Y no es verdadera ∴y =0
X es verdadera o Y es verdadera (no excluyente) x + y − xy = 1
Pero X no es verdadera x=0
Por lo tanto Y es verdadera ∴ y =1
2) Silogismo condicional constructivo
Si X es verdadera, Y es verdadera x(1 − y ) = 0
Pero X es verdadera x =1

49
Por lo tanto Y es verdadera ∴ y =1
3) Silogismo condicional destructivo
Si X es verdadera, Y es verdadera x(1 − y ) = 0
Pero Y no es verdadera y=0
Por lo tanto X no es verdadera ∴x = 0
4) Dilema constructivo simple, la premisa menor excluyente.
Si X es verdadera, Y es verdadera x(1 − y ) = 0 (41)
Si Z es verdadera, Y es verdadera z (1 − y ) = 0 (42)
Pero X es verdadera o Z es verdadera x + z − 2 xz = 1 (43).
De las ecuaciones (41), (42), (43) debemos eliminar x y z. Sea cual sea la forma
en que hacemos esto, el resultado es
y = 1,
de donde es evidente que Y es verdadera.
5) Dilema constructivo complejo, la premisa menor no excluyente.
Si X es verdadera, Y es verdadera x(1 − y ) = 0
Si W es verdadera, Z es verdadera w(1 − z ) = 0
X es verdadera o W es verdadera x + w − xw = 1 .
De estas ecuaciones, eliminando x, tenemos
y + z − yz = 1 ,
que expresa la conclusión “Y es verdadera o Z es verdadera”, siendo los miembros no
excluyentes.
6) Dilema destructivo complejo, la premisa menor excluyente.
Si X es verdadera, Y es verdadera x(1 − y ) = 0
Si W es verdadera, Z es verdadera w(1 − z ) = 0
Y no es verdadera o Z no es verdadera y + z − 2 yz = 1 .
De estas ecuaciones debemos eliminar y y z. El resultado es
xw = 0 ,
que expresa la conclusión “X no es verdadera o Y no es verdadera”, siendo los miembros
no excluyentes.
7) Dilema destructivo complejo, la premisa menor no excluyente.
Si X es verdadera, Y es verdadera x(1 − y ) = 0
Si W es verdadera, Z es verdadera w(1 − z ) = 0

50
Y no es verdadera o Z no es verdadera yz = 0 .
Tras la eliminación de y y z tenemos
xw = 0 ,
que indica la misma conclusión que el ejemplo anterior.
De estos casos y de otros similares parece que, ya sea que los miembros de la
premisa menor de un dilema sean excluyentes o no, los miembros de la conclusión
(disyuntiva) nunca son excluyentes. Este hecho quizá ha escapado a la atención de los
lógicos.
Las de arriba son las formas principales del silogismo hipotético reconocido por
los lógicos. Sin embargo sería fácil extender la lista, especialmente al mezclar los
caracteres disyuntivo y condicional en la misma proposición, de la cual lo siguiente es
un ejemplo.
Si X es verdadera, entonces Y es verdadera o Z es verdadera
x(1 − y − z + yz ) = 0
Pero Y no es verdadera y=0
Por lo tanto, si X es verdadera, Z es verdadera ∴ x(1 − z ) = 0 .
Aquello que los lógicos llaman proposición causal es propiamente un silogismo
condicional cuya premisa mayor ha sido suprimida.
La afirmación de que la proposición X es verdadera porque la proposición Y es
verdadera es equivalente a la afirmación
La proposición Y es verdadera,
Por lo tanto la proposición X es verdadera,
y éstas son la premisa menor y la conclusión del silogismo condicional
Si Y es verdadera, X es verdadera,
Pero Y es verdadera,
Por lo tanto X es verdadera.
Y así se ve que las proposiciones causales están incluidas en las aplicaciones de nuestro
método general.
Nótese que hay una familia de proposiciones disyuntivas y condicionales que no
pertenece, por derecho, a la clase considerada en este capítulo. Estas proposiciones son
aquellas en las que la fuerza de la partícula disyuntiva o condicional se gasta en el
predicado de la proposición, como si, hablando de los habitantes de una isla particular,
dijéramos que todos son europeos o asiáticos, queriendo decir que es verdadero de cada

51
individuo que es un europeo o un asiático. Si apropiamos el símbolo electivo x a los
habitantes, y a los europeos, y z a los asiáticos, entonces la ecuación de la proposición
anterior es
x = xy + xz o x(1 − y − z ) = 0 (a),
a la que podríamos añadir la condición yz = 0 , ya que ningún europeo es asiático. La
naturaleza de los símbolos x, y, z indica que la proposición pertenece a aquellas
[proposiciones] que antes designamos como categóricas. Muy diferente a la anterior es
la proposición “Todos los habitantes son europeos o todos son asiáticos”. Aquí la
partícula disyuntiva separa proposiciones. El caso es aquel contemplado en (31) del
capítulo presente, y los símbolos por los cuales es expresado, aunque sujetos a las
mismas leyes que las de (a), tienen una interpretación completamente distinta. 14
La distinción es real e importante. Toda proposición que puede expresar el
lenguaje puede ser representada por símbolos electivos, y las leyes de combinación de
tales símbolos son las mismas en todos los casos. Pero en una clase de instancias los
símbolos se refieren a colecciones de objetos, mientras que en la otra a las verdades de
las proposiciones constituyentes.

14
Algunos autores, entre los que se encuentra el Dr. Latham (First Outlines), consideran que la única
función de una conjunción es conectar proposiciones, y no palabras. Con esta perspectiva no puedo estar
de acuerdo. La proposición “Todo animal es racional o irracional” no puede resolverse en “Todo animal
es racional o todo animal es irracional”. La primera pertenece a [las proposiciones] categóricas puras,
mientras que la segunda a [las] hipotéticas. En proposiciones singulares, tales conversiones parecerían
estar permitidas. “Este animal es racional o irracional” es equivalente a “O bien este animal es racional o
es irracional”. Esta peculiaridad de las proposiciones singulares casi justificaría que las ubicásemos,
aunque son realmente universales, en una clase separada, tal como hicieron Ramus y sus seguidores.

52
PROPIEDADES DE LAS FUNCIONES ELECTIVAS

Ya que los símbolos electivos se combinan de acuerdo con las leyes de cantidad,
podemos, a partir del teorema de Maclaurin, expandir una función dada φ (x) en
potencias ascendentes de x, exceptuando los casos malogrados ya conocidos. Así,
tenemos
φ ' ' ( 0)
φ ( x) = φ (0) + φ ' (0) x + x 2 + , etc. (44).
1 .2
Ahora, x 2 = x, x 3 = x, etc., y por lo tanto

 φ ' ' ( 0) 
φ ( x) = φ (0) + x φ ' (0) + +, etc. (45).
 1 .2 
Ahora, si en (44) hacemos que x = 1 , tenemos
φ ' ' ( 0)
φ (1) = φ (0) + φ ' (0) + +, etc.,
1.2
por lo cual
φ ' ' (0) φ ' ' ' (0)
φ ' (0) + + +, etc. = φ (1) − φ (0) .
1.2 1.2.3
Sustitúyase este valor para el coeficiente de x en el segundo miembro de (45) y
tenemos 15

15
Aunque éste y los siguientes teoremas sólo han sido probados para aquellas formas de funciones que
son expansibles por el teorema de Maclaurin, pueden considerarse como verdaderas para cualesquiera
formas; esto será evidente por las aplicaciones. La razón parece ser que, como sólo a través de una forma
de expansión se vuelven interpretables las funciones electivas, no es posible ninguna interpretación
conflictiva.
El desarrollo de φ (x) también puede determinarse así. Por la conocida fórmula para la
expansión en factoriales,
∆2φ (0)
φ ( x) = φ (0) + ∆φ (0) x + x( x − 1), etc.
1. 2
Ahora, siendo x un símbolo electivo, x( x − 1) = 0, así que todos los términos después del
segundo desaparecen. También ∆φ (0) = φ (1) − φ (0) , por consiguiente
φ {x = φ (0)} + {φ (1) − φ (0)}x .
El matemático podría estar interesado en la observación de que éste no es el único caso en el que
una expansión se detiene en el segundo término. Las expansiones de las funciones operativas compuestas

d    d 
−1
 d   d  −1
φ  + x −1  y φ  x +  
  son, respectivamente, φ  + φ' x y
 dx    dx    dx   dx 
−1
d 
φ ( x) + φ ' ( x)  .
 dx 
Véase Cambridge Mathematical Journal, Vol. IV, p. 219.

53
φ ( x) = φ (0) + {φ (1) − φ (0)}x (46),
que también emplearemos bajo la forma
φ ( x) = φ (1) x + φ (0)(1 − x) (47).
Toda función de x en la que las potencias enteras de tal símbolo estén
involucradas solas es, por este teorema, reducible al primer orden. A las cantidades
φ (0), φ (1) las llamaremos los módulos de la función φ (x) . Son de gran importancia en
la teoría de las funciones electivas, como será evidente por las siguientes proposiciones.
PROP. 1. Cualesquiera dos funciones φ ( x),ψ ( x) son equivalentes si sus
correspondientes módulos son iguales.
Esta es una obvia consecuencia de la última proposición, porque como
φ ( x) = φ (0) + {φ (1) − φ (0)}x ,
ψ ( x) = ψ (0) + {ψ (1) − ψ (0)}x ,
es evidente que si φ (0) = ψ (0), φ (1) = ψ (1) , las dos expansiones serán equivalentes, y
por tanto las funciones que representan también serán equivalentes.
Lo inverso de esta proposición es igualmente verdadero: si dos funciones son
equivalentes, sus correspondientes módulos son iguales.
Entre las aplicaciones más importantes del teorema anterior podemos observar
las siguientes.
Supongamos que se requiere determinar para qué formas de la función φ (x) es
satisfecha la siguiente ecuación:
{φ ( x)}n = φ ( x) .
Aquí inmediatamente obtenemos para la expresión de las condiciones en
cuestión,
{φ (0)}n = φ (0). {φ (1)}n = φ (1) (48).
De nuevo, supongamos que se requiere determinar las condiciones bajo las
cuales es satisfecha la ecuación
φ ( x)ψ ( x) = χ ( x) .
El teorema general inmediatamente da
φ (0)ψ (0) = χ (0). φ (1)ψ (1) = χ (1) (49).
Este resultado también puede probarse sustituyendo por φ ( x),ψ ( x), χ ( x) sus
formas expandidas, e igualando los coeficientes de la ecuación resultante propiamente
reducida.

54
Todos los teoremas de arriba pueden ser extendidos a funciones de más de un
símbolo. Esto porque, como los distintos símbolos electivos se combinan entre sí de
acuerdo con las mismas leyes de los símbolos para la cantidad, podemos primero
expandir una función dada con referencia a cualquier símbolo particular que contenga, y
después expandir el resultado con referencia a cualquier otro símbolo, y así
sucesivamente, siendo el orden de las expansiones completamente indiferente.
Así, siendo φ (xy ) la función dada, tenemos

φ ( xy ) = φ ( x0) + {φ ( x1) − φ ( x0)}y ,


y expandiendo los coeficientes con referencia a x, y reduciendo,
φ ( xy ) = φ (00) + {φ (10) − φ (00)}x + {φ (01) − φ (00)}y
+ {φ (11) − φ (10) − φ (01) + φ (00)}xy (50),
a lo cual podemos dar la elegante forma simétrica
φ ( xy ) = φ (00)(1 − x)(1 − y ) + φ (01) y (1 − x)
+ φ (10) x(1 − y ) + φ (11) xy (51),
de donde, de acuerdo con el lenguaje empleado, designaremos φ (00), φ (01), φ (10), φ (11)
como los módulos de la función φ (xy ) .
Inspeccionando la forma general de arriba, es claro que cualesquiera funciones
de dos variables son equivalentes si sus correspondientes módulos son todos iguales.
De esta manera, las condiciones sobre las cuales depende la satisfacción de la
ecuación
{φ ( xy)}n = φ ( xy )
se observa que son
{φ (00)}n = φ (00) {φ (01)}n = φ (01)
(52).
{φ (10)}n = φ (10) {φ (11)}n = φ (11)
Y las condiciones sobre las cuales depende la satisfacción de la ecuación
φ ( xy )ψ ( xy ) = χ ( xy )
son
φ (00)ψ (00) = χ (00) φ (01)ψ (01) = χ (01)
(53).
φ (10)ψ (10) = χ (10) φ (11)ψ (11) = χ (11)

55
Es muy fácil asignar, por inducción de (47) y (51), la forma general de una
función electiva expandida. Es evidente que, si el número de símbolos electivos es m, el
número de los módulos será 2 m , y que sus valores separados se obtendrán al
intercambiar, de toda forma posible, los valores 1 y 0 en los lugares de los símbolos
electivos de la función dada. Los diversos términos de la expansión de la cual los
módulos sirven como coeficientes se formarán al escribir, para cada 1 que aparezca bajo
el signo funcional, el símbolo electivo x, etc., que representa, y para cada 0 el
correspondiente 1 − x , etc., y considerando éstos como factores, su producto,
multiplicado por el módulo del cual se obtienen, constituye un término de la expansión.
Así, si representamos los módulos de cualquier función electiva φ (xy...) con

a1 , a 2 ,..., a r , la propia función, cuando es expandida y arreglada con referencia a los


módulos, asumirá la forma
φ ( xy ) = a1t1 + a 2 t 2 + ... + a r t r (54),
en donde t1 , t 2 ,..., t r son funciones de x, y,... , resueltas en factores de las formas
x, y,...,1 − x,1 − y,..., etc. Estas funciones satisfacen individualmente las relaciones de
índice
t1n = t1 , t 2n = t 2 , etc. (55)
y las demás relaciones
t1t 2 = 0...t1t 2 = 0, etc. (56),
desapareciendo el producto de cualesquiera dos de ellas. Esto se inferirá de inmediato al
inspeccionar las formas particulares (47) y (51). Así, en la última tenemos, para los
valores de t1 , t 2 , etc. , las formas
xy, x(1 − y ), (1 − x) y, (1 − x)(1 − y ) ,
y es evidente que éstas satisfacen la relación de índice y que todos sus productos
desaparecen. Designaremos por t1 , t 2 ,..., las funciones constituyentes de φ (xy ) , y
definiremos la peculiaridad de la desaparición de los productos binarios al decir que
tales funciones son excluyentes. Y en efecto, las clases que representan son mutuamente
excluyentes.
La suma de todos los constituyentes de una función expandida es la unidad. Una
prueba elegante de esta proposición se obtendrá expandiendo 1 como una función de
cualesquiera símbolos electivos propuestos. Así, si en (51) asumimos que φ ( xy ) = 1 ,
tenemos φ (11) = 1, φ (10) = 1, φ (01) = 1, φ (00) = 1 , y (51) da

56
1 = xy + x(1 − y ) + (1 − x) y + (1 − x)(1 − y ) (57).
Es obvio que sin importar qué tan numerosos sean los símbolos involucrados,
todos los módulos de la unidad son unidad, y por tanto la suma de los constituyentes es
la unidad.
Ahora estamos preparados para entrar en la cuestión de la interpretación general
de las ecuaciones electivas. Para este propósito nos será de gran ayuda la siguiente
proposición.
PROP. 2. Si el primer miembro de la ecuación general φ ( xy...) = 0 es expandido
en una serie de términos cada uno de los cuales es de la forma at, a siendo un módulo
de la función dada, entonces, para cada módulo numérico a que no desaparece,
tendremos la ecuación
at = 0 ,
y las interpretaciones combinadas de estas diversas ecuaciones expresarán la plena
significancia de la ecuación original.
En efecto, representando la ecuación bajo la forma
a1t1 + a 2 t 2 + ... + a r t r = 0 (58),
multiplicando por t1 tenemos, por (56),
a1t1 = 0 (59),

por lo cual, si a1 es una constante numérica que no desaparece,


t1 = 0 ,
y de manera similar para todos los módulos que no desaparecen. Y en la medida en que
de estas ecuaciones constituyentes podamos formar la ecuación dada, sus
interpretaciones expresarán en conjunto su plena significancia.
Así, si la ecuación dada fuese
x− y =0 X y Y son idénticas (60),
tendríamos φ (11) = 0, φ (10) = 1, φ (01) = −1, φ (00) = 0 , así que la expansión (51) asumiría
la forma
x(1 − y ) − y (1 − x) = 0 ,
por lo cual, por el teorema de arriba,
x(1 − y ) = 0 Todas las Xs son Ys
y (1 − x) = 0 Todas las Ys son Xs,
resultados que son en conjunto equivalentes a (60).

57
Podría suceder que la simultánea satisfacción de ecuaciones así deducida pueda
requerir que uno o más de los símbolos electivos desaparezca. Esto únicamente
implicaría la no existencia de una clase: incluso puede suceder que conduzca a un
resultado final de la forma
1= 0,
que indicaría la no existencia del Universo lógico. Tales casos sólo surgirán cuando
intentemos unir proposiciones contradictorias en una sola ecuación. La manera en la que
parece ser evadida la dificultad en el resultado es característica.
De esta proposición resulta que las diferencias en la interpretación de las
funciones electivas solamente dependen del número y posición del módulo que
desaparece. Ningún cambio en el valor de un módulo, excepto el que causa que
desaparezca, produce cambio alguno en la interpretación de la ecuación en la que se
encuentra. Si entre el número infinito de distintos valores que estamos permitidos a dar
a los módulos que no desaparecen en una ecuación propuesta ha de preferirse algún
valor, éste es la unidad, porque cuando los módulos de una función son todos 0 o 1, la
propia función satisface la condición
{φ ( xy...)}n = φ ( xy...) ,
y esto introduce inmediatamente simetría en nuestro cálculo, y nos proporciona
estándares de referencia fijos.
PROP. 3. Si w = φ (xy...) , w, x, y,…, siendo símbolos electivos, y si el segundo
miembro es expandido por completo y arreglado en una serie de términos de la forma
at, tenemos permitido igualar a 0, de forma separada, cada término en el que el módulo
a no satisface la condición
an = a ,
y dejar, para el valor de w, la suma de los términos restantes.
Ya que la naturaleza de la demostración de esta proposición no se ve afectada
por el número de términos en el segundo miembro, por razones de simplicidad nos
conformaremos con que haya cuatro, y supondremos que solamente los módulos de los
primeros dos satisfacen la ley del índice.
Entonces tenemos
w = a1t1 + a 2 t 2 + a3 t 3 + a 4 t 4 (61)
con las relaciones
a1n = a1 , a 2n = a 2

58
añadidas a los dos conjuntos de relaciones conectando t1 , t 2 , t 3 , t 4 , en concordancia con
(55) y (56).
Elevando (61) al cuadrado tenemos
w = a1t1 + a 2 t 2 + a32 t 3 + a 42 t 4 ,
y sustrayendo (61) de esto,
(a32 − a3 )t 3 + (a 42 − a 4 )t 4 = 0 ,
y siendo una hipótesis que los coeficientes de estos términos no desaparecen, tenemos,
por la PROP. 2,
t 3 = 0, t 4 = 0 (62),
por lo cual (61) se vuelve
z = a1t1 + a 2 t 2 .
La utilidad de esta proposición será evidente en lo sucesivo.
PROP. 4. Las funciones t1 , t 2 ,..., t r , siendo mutuamente excluyentes, siempre
tendremos que
ψ (a1t1 + a 2 t 2 + ... + a r t r ) = ψ (a1 )t1 + ψ (a 2 )t 2 + ... + ψ (a r )t r , (63),
sean cuales sean los valores de a1 , a 2 ,..., a r , o la forma de ψ .

Esté la función a1t1 + a 2 t 2 + ... + a r t r representada por φ (xy...) ; entonces los


módulos a1 a 2 ...a r estarán dados por las expresiones
φ (11...), φ (10...); (...)φ (00...) .
También ψ (a1t1 + a 2 t 2 + ... + a r t r ) = ψ {φ ( xy...)}

= ψ {φ (11...)}xy... + ψ {φ (10)}x(1 − y )...


+ ψ {φ (00)}(1 − x)(1 − y )...
= ψ (a1 ) xy... + ψ (a 2 ) x(1 − y )... + ψ (a r )(1 − x)(1 − y )...
= ψ (a1 )t1 + ψ (a 2 )t 2 ... + ψ (a r )t r , (64).
No sería difícil ampliar esta lista de interesantes propiedades, de las cuales lo
anterior son sólo ejemplos. Empero, aquellas que hemos hecho observar son suficientes
para nuestros propósitos presentes. La siguiente proposición puede servir como una
ilustración de su utilidad.
PROP. 5. Sea cual sea el proceso de razonamiento que apliquemos a una única
proposición dada, el resultado será, o bien la misma proposición, o una limitación de
ella.

59
Representemos la ecuación de la proposición dada bajo su forma más general,
a1t1 + a 2 t 2 + ... + a r t r = 0 (65),
resoluble en tantas ecuaciones de la forma t = 0 como haya módulos que no
desaparecen.
Ahora, la transformación más general de esta ecuación es
ψ (a1t1 + a 2 t 2 ... + a r t r ) = ψ (0) (66),
siempre que atribuyamos a ψ un carácter perfectamente arbitrario, permitiéndole
incluso que involucre nuevos símbolos electivos teniendo cualquier relación propuesta
con los originales.
El desarrollo de (66) da, por la última proposición,
ψ (a1 )t1 + ψ (a 2 )t 2 + ... + ψ (a r )t r = ψ (0) .
Para reducir esto a la forma general de referencia sólo es necesario observar que, como
t1 + t 2 ... + t r = 1 ,
para ψ (0) podemos escribir
ψ (0)(t1 + t 2 ... + t r ) ,
de donde, sustituyendo y transponiendo,
{ψ (a1 ) − ψ (0)}t1 + {ψ (a 2 ) − ψ (0)}t 2 + ... + {ψ (a r ) − ψ (0)}t r = 0.
De esto resulta que, si a es cualquier módulo de la ecuación original, el
correspondiente módulo de la ecuación transformada será
ψ (a) − ψ (0) .
Si a = 0 , entonces ψ (a ) − ψ (0) = ψ (0) − ψ (0) = 0 , por lo cual no hay nuevos
términos en la ecuación transformada, y por tanto no hay nuevas proposiciones dadas al
igualar a 0 sus miembros constituyentes.
De nuevo, ya que ψ (a ) − ψ (0) puede desaparecer sin que a desaparezca, puede
que falten términos en la ecuación transformada que sí existían en la [ecuación]
primitiva. Así, algunas de las verdades constituyentes de la proposición original pueden
desaparecer por completo de la interpretación del resultado final.
Por último, si ψ (a ) − ψ (0) no desaparece, entonces debe, o bien ser una
constante numérica, o bien involucrar nuevos símbolos electivos. En el primer caso, el
término en el que se encuentra dará
t = 0,
que es uno de los constituyentes de la ecuación original; en el segundo caso tendremos

60
{ψ (a − ψ (0))}t = 0 ,
en donde t tiene un factor limitante. La interpretación de esta ecuación, por
consiguiente, es una limitación de la interpretación de (65).
El sentido de la última investigación será más evidente para el matemático que
para el lógico. Ya que de cualquier ecuación matemática puede deducirse un número
infinito de otras [ecuaciones], parecía ser necesario mostrar que, cuando la ecuación
original expresa una proposición lógica, todo miembro de la serie derivada, incluso
cuando es obtenido por expansión bajo un signo funcional, admite una interpretación
exacta y consistente.

61
DE LA SOLUCIÓN DE ECUACIONES ELECTIVAS

De cualquier forma que un símbolo electivo, considerado como desconocido,


esté involucrado en una ecuación propuesta, es posible asignar su valor completo en
términos de los símbolos electivos restantes, considerados como conocidos. Sobre tales
ecuaciones debe observarse que, por la propia naturaleza de los símbolos electivos,
necesariamente son lineales, y que sus soluciones tienen una analogía muy cercana con
las soluciones de las ecuaciones diferenciales lineales, los símbolos electivos arbitrarios
de una ocupando el lugar de las constantes arbitrarias en la otra. Primero ilustraremos el
método de solución con ejemplos, y después lo aplicaremos a la investigación de
teoremas generales.
Dado (1 − x) y = 0 (Todas las Ys son Xs), determinar y en términos de x.
Como y es una función de x, podemos asumir que y = vx + v' (1 − x) (tal siendo la
expresión de una función arbitraria de x), quedando por ser determinados los módulos v
y v' . Tenemos entonces que
(1 − x){vx + v' (1 − x)} = 0
o, en la multiplicación real,
v' (1 − x) = 0 .
Para que esto sea generalmente verdadero sin imponer ninguna restricción sobre x
debemos asumir que v' = 0 , y no habiendo ninguna condición para limitar v, tenemos
y = vx (67).
Esta es la solución completa de la ecuación. La condición de que y es un símbolo
electivo requiere que v también sea un símbolo electivo (ya que debe satisfacer la ley
del índice), siendo arbitraria su interpretación en otros aspectos.
Similarmente, la solución de la ecuación xy = 0 es
y = v(1 − x) (68).
Dado (1 − x) zy = 0 (Todas las Ys que son Zs son Xs), determinar y.
Como y es una función de x y z, podemos asumir que
y = v(1 − x)(1 − z ) + v' (1 − x) z + v' ' x(1 − z ) + v' ' ' zx .
Y sustituyendo tenemos
v' (1 − x) z = 0 ,
y por tanto v' = 0 . Entonces la solución completa es

62
y = v(1 − x)(1 − z ) + v' ' x(1 − z ) + v' ' ' xz (69),
v' , v' ' , v' ' ' siendo símbolos electivos arbitrarios, y la interpretación rigurosa de este
resultado es que toda Y es, o bien una no-X y no-Y, o una X y no-Z, o una X y Z.
Es digno de notar que la ecuación de arriba puede resolverse, como
consecuencia de su forma lineal, añadiendo las dos soluciones particulares con
referencia a x y z, y remplazando las constantes arbitrarias que cada una involucra por
una función arbitraria del otro símbolo, siendo el resultado
y = xφ ( z ) + (1 − z )ψ ( x) (70).
Para mostrar que esta solución es equivalente a la otra, sólo basta con sustituir,
por las funciones arbitrarias φ ( z ),ψ ( x) , sus equivalentes
wz + w' (1 − z ) y w' ' x + w' ' ' (1 − x) ,
y así tenemos que y = wxz + ( w'+ w' ' ) x(1 − z ) + w' ' ' (1 − x)(1 − z ) .
Como consecuencia del carácter perfectamente arbitrario de w' y w' ' , podemos
remplazar su suma por un único símbolo w' , por lo cual
y = wxz + w' x(1 − z ) + w' ' ' (1 − x)(1 − z ) ,
que concuerda con (69).
La solución de la ecuación wx (1 − y ) z = 0 , expresada por funciones arbitrarias,
es
z = (1 − w)φ ( xy ) + (1 − x)ψ ( wy ) + yχ ( wx ) (71).
Estos ejemplos pueden servir para mostrar la analogía que existe entre las
soluciones de ecuaciones electivas y las del orden correspondiente de las ecuaciones
diferenciales lineales. Así, la expresión de la integral de una ecuación diferencial
parcial, ya sea por funciones arbitrarias o por una serie con coeficientes arbitrarios, está
en estricta analogía con el caso presentado en los dos últimos ejemplos. Extender esta
comparación sería atender a la curiosidad más que a la utilidad. Preferimos contemplar
el problema de la solución de ecuaciones electivas bajo su aspecto más general, que es
el objeto de las investigaciones venideras.
Resolver la ecuación general φ ( xy ) = 0 con referencia a y.
Si expandimos la ecuación dada con referencia a x y y, tenemos
φ (00)(1 − x)(1 − y ) + φ (01)(1 − x) y + φ (10) x(1 − y ) + φ (11) xy = 0 (72),
los coeficientes φ (00), etc., siendo constantes numéricas.
Ahora, la expresión general de y, como una función de x, es

63
y = vx + v' (1 − x) ,
v y v' siendo símbolos desconocidos a ser determinados. Sustituyendo este valor en
(72), obtenemos un resultado que puede escribirse bajo la forma
[φ (10) + {φ (11) − φ (10)}v]x + [φ (00) + {φ (00) − φ (00)}v'](1 − x) = 0 ,
y para que esta ecuación pueda ser satisfecha sin restringir de ninguna manera la
generalidad de x, debemos tener
φ (10) + {φ (11) − φ (10)}v = 0,
φ (00) + {φ (01) − φ (00)}v' = 0,
de donde deducimos
φ (10) φ (00)
v= , v' = ,
φ (10) − φ (11) φ (01) − φ (00)
por lo cual
φ (10) φ (00)
y= x+ (1 − x) (73).
φ (10) − φ (11) φ (00) − φ (01)
Habiendo expandido la ecuación original sólo con respecto a y, habríamos tenido
φ ( x0) + {φ ( x1) − φ ( x0)}y = 0 ;
pero puede haber sobresaltado a aquellos no acostumbrados a los procesos del álgebra
simbólica el que de esta ecuación hayamos deducido
φ ( x 0)
y= ,
φ ( x0) − φ ( x1)
debido al carácter aparentemente sin sentido del segundo miembro. Tal resultado, sin
embargo, habría sido perfectamente legítimo, y la expansión del segundo miembro nos
habría dado la solución obtenida arriba. En el siguiente ejemplo emplearé este método,
y sólo observaré que, para aquellos que pueda parecerles dudoso, pueden verificar sus
conclusiones recurriendo al método anterior.
Resolver la ecuación general φ ( xyz ) = 0 o, en otras palabras, determinar el valor
de z como una función de x y y.
Expandiendo la ecuación dada con referencia a z tenemos
φ ( xy 0) + {φ ( xy1) − φ ( xy 0)}z = 0
φ ( xy 0)
∴z = (74),
φ ( xy 0) − φ ( xy1)
y expandiendo el segundo miembro como una función de x y y con ayuda del teorema
general tenemos

64
φ (110) φ (100)
z= xy + x(1 − y )
φ (110) − φ (111) φ (100) − φ (101)
φ (010) φ (000)
+ (1 − x) y + (1 − x)(1 − y ) (75),
φ (010) − φ (011) φ (000) − φ (001)
y ésta es la solución completa requerida. Por el mismo método podemos resolver una
ecuación que involucre cualquier número propuesto de símbolos electivos.
En la interpretación de cualquier solución general de esta naturaleza pueden
presentarse los siguientes casos.
Siendo constantes los valores de los módulos φ (00), φ (01), etc., uno o más de los
0 1
coeficientes de la solución puede asumir la forma o . En el primer caso, el símbolo
0 0
0
indefinido debe ser remplazado por un símbolo electivo arbitrario v. En el segundo
0
1
caso, el término, que es multiplicado por un factor (o por cualquier constante
0
numérica excepto 1), debe ser separadamente igualado a 0, e indicará la existencia de
una proposición subsidiaria. Esto es evidente por (62).
Ejemplo. Dado x(1 − y ) = 0 , Todas las Xs son Ys, determinar y como función de
x.
Sea φ ( xy ) = x(1 − y ) ; entonces φ (10) = 1, φ (11) = 0, φ (01) = 0, φ (00) = 0 , por lo
cual (por (73))
1 0
y= x+ (1 − x)
1− 0 0−0
0
= x + (1 − x)
0
= x + v(1 − x) (76),
v siendo un símbolo electivo arbitrario. La interpretación de este resultado es que la
clase Y consiste en toda la clase X con un resto indefinido de no-Xs. Este resto es
indefinido en el sentido más alto, i. e., puede variar desde 0 hasta toda la clase de no-Xs.
Ejemplo. Dado x(1 − z ) + z = y (la clase Y consiste en toda la clase Z, con las
no-Zs en cuanto son Xs), encontrar Z.
Aquí φ ( xyz ) = x(1 − z ) − y + z , por lo cual tenemos el siguiente conjunto de
valores para los módulos
φ (110) = 0, φ (111) = 0, φ (100) = 1 , φ (101) = 1,

65
φ (010) = −1, φ (011) = 0, φ (000) = 0, φ (001) = 1,
y sustituyendo éstos en la fórmula general (75) tenemos
0 1
z= xy + x(1 − y ) + (1 − x) y (77),
0 0
el coeficiente infinito del segundo término indica la ecuación
x(1 − y ) = 0 , Todas las Xs son Ys,
y el coeficiente indeterminado del primer término siendo remplazado por v (un símbolo
electivo arbitrario), tenemos
z = (1 − x) y + vxy ,
cuya interpretación es que la clase Z consiste en todas las Ys que no son Xs y en un resto
indefinido de Ys que son Xs. Desde luego que este resto indefinido puede desaparecer.
Los dos resultados que hemos obtenido son inferencias lógicas (no muy obvias) de las
proposiciones originales, y nos dan toda la información que contienen con respecto a la
clase Z y a sus elementos constituyentes.
Ejemplo. Dado x = y (1 − z ) + z (1 − y ) (la clase X consiste en todas las Ys que son
no-Zs y en todas las Zs que son no-Ys), se requiere la clase Z.
Tenemos
φ ( xyz ) = x − y (1 − z ) − z (1 − y ),
φ (110) = 0, φ (111) = 1, φ (100) = 1, φ (101) = 0,
φ (010) = −1 , φ (011) = 0 , φ (000) = 0, φ (001) = −1,
por lo cual, sustituyendo en (75),
z = x(1 − y ) + y (1 − x) (78),
cuya interpretación es que la clase Z consiste en todas las Xs que no son Ys y en todas
las Ys que no son Xs; una inferencia estrictamente lógica.
Ejemplo. Dado y{1 − z (1 − x)} = 0 , Todas las Ys son Zs y no-Xs.
Procediendo como antes para formar los módulos tenemos, sustituyendo en las
fórmulas generales,
1 0 0
z= xy + x(1 − y ) + y (1 − x) + (1 − x)(1 − y )
0 0 0
o z = y (1 − x) + vx(1 − y ) + v' (1 − x)(1 − y )
= y (1 − x) + (1 − y )φ ( x) (79)
con la relación xy = 0 .

66
De esto es evidente que ninguna Y es X y que la clase Z consiste en todas las Ys
que no son Xs y en un resto indefinido de no-Ys.
Este método, en combinación con el método de Lagrange para multiplicadores
indeterminados, puede ser aplicado muy elegantemente al tratamiento de ecuaciones
simultáneas. Nuestros límites sólo nos permiten ofrecer un único ejemplo, pero el tema
bien merece una investigación posterior.
Dadas las ecuaciones x(1 − z ) = 0, z (1 − y ) = 0 , Todas las Xs son Zs, Todas las Zs
son Ys, determinar el valor completo de z con cualesquiera relaciones subsidiarias
conectando x y y.
Añadiendo la segunda ecuación, multiplicada por una constante indeterminada
λ , a la primera, tenemos
x(1 − z ) + λz (1 − y ) = 0 ,
por lo cual, determinando los módulos y sustituyendo en (75),
1 0
z = xy + x(1 − y ) + (1 − x) y (80),
1− λ 0
de donde derivamos
z = xy + v(1 − x) y
con la relación subsidiaria
x(1 − y ) = 0 .
La primera de estas expresiones significa que la clase Z consiste en todas las Xs
que son Ys, con un resto indefinido de no-Xs que son Ys. La última significa que todas
las Xs son Ys, siendo de hecho la conclusión del silogismo del cual las dos
proposiciones dadas son las premisas.
Al asignar un significado apropiado a nuestros símbolos, todas las ecuaciones
que hemos discutido admitirían ser interpretadas mediante [proposiciones] hipotéticas,
pero puede ser suficiente con haberlas considerado como ejemplos de [proposiciones]
categóricas.
Tal peculiaridad de los símbolos electivos, en virtud de la cual toda ecuación
electiva es reducible a un sistema de ecuaciones t1 = 0, t 2 = 0, etc., constituidas de
forma tal que todos los productos binarios t1t 2 , t1t 3 , etc., desaparecen, representa una
doctrina general en la lógica con referencia al análisis último de las proposiciones, sobre
la cual resulta deseable ofrecer alguna ilustración.

67
Cualquiera de estos constituyentes t1 , t 2 , etc., consiste únicamente en factores de
las formas x, y,...,1 − w,1 − z , etc. En las [proposiciones] categóricas representa, por
tanto, una clase compuesta, i. e., una clase definida por la presencia de ciertas
cualidades y por la ausencia de otras cualidades.
Cada ecuación constituyente t1 = 0, etc., expresa una negación de la existencia
de alguna clase así definida, y las distintas clases son mutuamente excluyentes.
Así, todas las proposiciones categóricas son resolubles en una negación de la
existencia de ciertas clases compuestas, no siendo ningún miembro de tal clase
miembro de otra.
La proposición “Todas las Xs son Ys”, expresada por la ecuación x(1 − y ) = 0 , se
resuelve en la negación de la existencia de una clase cuyos miembros sean Xs y no-Ys.
La proposición “Algunas Xs son Ys”, expresada por v = xy , es resoluble como
sigue. Expandiéndola,
v − xy = vx(1 − y ) + vy (1 − x) + v(1 − x)(1 − y ) − xy (1 − v)
∴ vx(1 − y ) = 0, vy (1 − x) = 0, v(1 − x)(1 − y ) = 0, (1 − v) xy = 0 .
Las tres primeras implican que no hay una clase cuyos miembros pertenezcan a
cierta “Algunas” desconocida, y son 1) Xs y no Ys; 2) Ys y no Xs; 3) no-Xs y no-Ys. La
cuarta implica que no hay una clase cuyos miembros sean Xs y Ys sin pertenecer a esta
desconocida “Algunas”.
Del mismo análisis es evidente que todas las proposiciones hipotéticas pueden
resolverse en negaciones de la coexistencia de la verdad o falsedad de ciertas
afirmaciones.
De esta manera, la proposición “Si X es verdadera, Y es verdadera” es resoluble,
por su ecuación x(1 − y ) = 0 , en una negación de que la verdad de X y la falsedad de Y
coexisten.
Y la proposición “X es verdadera o Y es verdadera”, miembros excluyentes, es
resoluble en una negación, primero, de que X y Y son ambas verdadera, y segundo, de
que X y Y son ambas falsas.
Pero podría preguntarse si no es necesario algo más que un sistema de
negaciones para la constitución de una proposición afirmativa. Si no se requiere, pues,
un elemento positivo. Sin duda hay necesidad de uno, y este elemento positivo está
suministrado, en las [proposiciones] categóricas, por la suposición (que puede
considerarse como un prerrequisito de razonamiento en tales casos) de que hay un

68
Universo de concepciones, y que cada individuo que contiene pertenece a una clase
propuesta o no pertenece a ella, y en las [proposiciones] hipotéticas, por la suposición
(igualmente prerrequisita) de que hay un Universo de clases concebibles, y que
cualquier proposición es verdadera o falsa. En efecto, la cuestión de la existencia de
concepciones es preliminar a cualquier declaración sobre sus cualidades o relaciones
(Aristóteles, Anal. Post., lib. II, cap. 2).
Por lo anterior es claro que las proposiciones pueden considerarse como
descansando, a la vez, sobre un fundamento positivo y sobre uno negativo. Este punto
de vista no es extraño al espíritu del razonamiento deductivo ni inapropiado a su
método, este último procediendo siempre por limitaciones y el primero contemplando lo
particular como derivado de lo general.

Demostración del método de los multiplicadores indeterminados


aplicado a ecuaciones electivas simultáneas

Para evitar complejidades innecesarias, será suficiente con considerar el caso de


tres ecuaciones involucrando tres símbolos electivos, siendo aquellas las más generales
de su tipo. Se verá que el caso está marcado por cualquier característica que afecte el
carácter de la demostración, que se presentaría en la discusión del problema más general
en el que tanto el número de ecuaciones como el número de variables son ilimitados.
Sean las ecuaciones dadas
φ ( xyz ) = 0, ψ ( xyz ) = 0, χ ( xyz ) = 0. (1).
Multiplicando la segunda y la tercera por las constantes arbitrarias h y k, y
añadiéndolas a la primera, tenemos
φ ( xyz ) + hψ ( xyz ) + kχ ( xyz ) = 0 (2),
y habremos de mostrar que, al resolver esta ecuación con referencia a cualquier variable
z por el teorema general (75), obtendremos no solamente el valor general de z
independiente de h y k, sino también cualesquiera relaciones subsidiarias que puedan
existir entre x y y independientemente de z.
Si representamos la ecuación general (2) bajo la forma F ( xyz ) = 0 , su solución
puede ser escrita, por (75), bajo la forma
xy x(1 − y ) y (1 − x) (1 − x)(1 − y )
z= + + + ,
F (111) F (101) F (011) F (001)
1− 1− 1− 1−
F (110) F (100) F (010) F (000)

69
y hemos visto que cualquiera de estos cuatro términos ha de ser igualado a 0, cuyo
módulo, que podemos representar por M, no satisface la condición M n = M o, lo que
aquí es lo mismo, cuyo módulo tiene cualquier otro valor que 0 o 1.
Consideremos el módulo (supongamos M 1 ) del primer término, a saber,
1
. Dándole al símbolo F su significado pleno, tenemos
F (111)
1−
F (110)
1
M1 = .
φ (111) + hψ (111) + kχ (111)
1−
φ (110) + hψ (110) + kχ (110)
Es evidente que la condición M 1n = M no puede ser satisfecha a menos que el
miembro que está a la derecha sea independiente de h y k, y para que esto sea el caso
debemos tener la función
φ (111) + hψ (111) + kχ (111)
independiente de h y k.
φ (110) + hψ (110) + kχ (110)
Asumamos entonces que
φ (111) + hψ (111) + kχ (111)
= c,
φ (110) + hψ (110) + kχ (110)
c siendo independiente de h y k. Tenemos, depurando las fracciones e igualando los
coeficientes, que
φ (111) = cφ (110), ψ (111) = cψ (110), χ (111) = cχ (110),
por lo cual, al eliminar c,
φ (111) ψ (111) χ (111)
= = ,
φ (110) ψ (110) χ (110)
siendo equivalente al sistema triple
φ (111)ψ (110) − φ (110)ψ (111) = 0
ψ (111) χ (110) − ψ (110) χ (111) = 0 (3),
χ (111)φ (110) − χ (110)ψ (111) = 0
y es claro que, si cualquiera de estas ecuaciones no es satisfecha, el módulo M 1 no

satisfará la condición M 1n = M 1 , por lo cual el primero término del valor de z debe ser
igualado a 0, y tendremos
xy = 0 ,
una relación entre x y y independiente de z.

70
Ahora, si en términos de z expandimos cada par de las ecuaciones primitivas (1),
tendremos
φ ( xy 0) + {φ ( xy1) − φ ( xy 0)}z = 0,
ψ ( xy 0) + {ψ ( xy1) − ψ ( xy 0)}z = 0,
χ ( xy 0) + {χ ( xy1) − χ ( xy 0)}z = 0,
y eliminando sucesivamente z entre cada par de estas ecuaciones tenemos
φ ( xy1)ψ ( xy 0) − φ ( xy 0)ψ ( xy1) = 0,
ψ ( xy1) χ ( xy 0) − ψ ( xy 0) χ ( xy1) = 0,
χ ( xy1)φ ( xy 0) − χ ( xy 0)φ ( xy1) = 0,
que expresa todas las relaciones entre x y y que se forman al eliminar z. Expandiéndolas,
y escribiendo el primer término de forma completa, tenemos
{φ (111)ψ (110) − φ (110)ψ (111)}xy + etc., = 0,
{ψ (111) χ (110) − ψ (110) χ (111)}xy + etc., = 0,
{χ (111)φ (110) − χ (110)φ (111)}xy + etc., = 0,
y es evidente, de la Prop. 2, que si el coeficiente de xy en cualquiera de estas ecuaciones
no desaparece, tendremos la ecuación
xy = 0;
pero los coeficientes en cuestión son los mismos que los primeros miembros del sistema
(3), y los dos conjuntos de condiciones concuerdan exactamente. Así, en lo que respecta
al primer término de la expansión, el método de los coeficientes indeterminados
conduce al mismo resultado que la eliminación ordinaria, y es obvio que, por su
similitud de forma, aplicará el mismo razonamiento a todos los otros términos.
Supongamos, en segundo lugar, que las condiciones (3) están satisfechas, de tal
manera que M 1 es independiente de h y k. Entonces asumirá indiferentemente las
formas equivalentes
1 1 1
M1 = = = .
φ (111) ψ (111) χ (111)
1− 1− 1−
φ (110) ψ (110) χ (110)
Estas son las formas exactas del primer módulo en los valores expandidos de z,
deducidas individualmente de la solución de las tres ecuaciones primitivas. Si este valor
0
común de M 1 es 1 o = v , el término estará retenido en z; si cualquier otro valor
0
constante (excepto 0), tenemos una relación xy = 0 no dada por eliminación, sino
deducible individualmente de las ecuaciones primitivas, y similarmente para todos los

71
otros términos. Así, en cada caso la expresión de las relaciones subsidiarias es un
acompañamiento necesario del proceso de solución.
Es evidente, tras una consideración, que una prueba similar aplicará a la
discusión de un sistema indefinido en cuanto al número de sus símbolos y de sus
ecuaciones.

POST SCRIPTUM

Están agregadas algunas explicaciones y referencias adicionales que se me han


ocurrido durante la impresión de este trabajo.
Las observaciones sobre la conexión entre la lógica y el lenguaje son apenas lo
suficientemente explícitas. Sostengo que tanto una como el otro dependen, muy
materialmente, de nuestra habilidad para formar nociones generales por la facultad de
abstracción. El lenguaje es un instrumento de la lógica, pero no un instrumento
indispensable.
A las observaciones sobre la causa me gustaría añadir las siguientes.
Considerando la causa como un antecedente invariable en la naturaleza (que es la
perspectiva de Brown), ya sea asociada o no con la idea de poder, como ha sido
sugerido por Sir John Herschel, el conocimiento de su existencia es un conocimiento
propiamente expresado por la palabra que, no por porqué. Es muy notable que las dos
mayores autoridades en la lógica, moderna y antigua, concuerden en la última
interpretación y difieran ampliamente en su aplicación a las matemáticas. Sir W.
Hamilton dice que las matemáticas exhiben únicamente el que, mientras que Aristóteles
dice que “el porqué pertenece a los matemáticos, porque ellos tienen las demostraciones
de las causas” (Anal. Post. Lib. I, cap. XIV). Debe añadirse que el punto de vista de
Aristóteles es consistente con el sentido (aunque erróneo) que en varias partes de sus
escritos asigna virtualmente a la palabra causa, a saber, un antecedente en la lógica, un
sentido de acuerdo con el cual podría decirse que las premisas son la causa de la
conclusión. Me parece que esta perspectiva le da incluso a sus investigaciones físicas
mucho de su carácter peculiar.
Reconsiderando, pienso que el punto de vista de la p. 36, sobre la presencia o
ausencia de un medio de comparación, se sigue inmediatamente de la doctrina del
profesor De Morgan, y por tanto declino todo derecho de descubrimiento. El modo en el
que aparece en este tratado es, no obstante, destacable.

72
He encontrado razones suficientes para cambiar la opinión expresada en las pp.
37-39. El sistema de ecuaciones ofrecido ahí para la expresión de proposiciones en los
silogismos siempre es preferible al [sistema] empleado antes, tanto en generalidad como
en facilidad de interpretación.
En virtud del principio de que una proposición es verdadera o falsa, todo
símbolo electivo empleado en la expresión de las [proposiciones] hipotéticas admite
solamente los valores 0 y 1, que son las únicas formas cuantitativas de un símbolo
electivo. De hecho es posible, partiendo de la teoría de probabilidades (que es
puramente cuantitativa), llegar a un sistema de métodos y procesos para el tratamiento
de las [proposiciones] hipotéticas exactamente similar a aquellos que han sido dados.
Los dos sistemas de símbolos electivos y de cantidad contactan, si se me permite la
expresión, en los puntos 0 y 1. Me parece que por esto está implicado que la verdad
incondicional ([proposiciones] categóricas) y la verdad probable se reúnen en la
constitución de la verdad contingente ([proposiciones] hipotéticas). La doctrina general
de los símbolos electivos y todas las aplicaciones más características son totalmente
independientes de cualquier origen cuantitativo.

FIN

73

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