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Jorge Enrique Samaniego Sisalima

Laboratorio de Montaje
Scrip
No es arena lo que siento en mis manos. Es el eco de una tierra
lejana: ¿Cuántas memorias se han perdido en botellas enviadas
mar adentro? No digo que soy una botella, pero tal vez estoy
perdido. La otra noche soñé que estaba en otro lugar. Por un
instante me iluminó un destello de otro tiempo. Duele darse
cuenta de que al abrir los ojos estás en medio de la nada, solo,
yendo a la deriva. Hay veces que descanso en la corriente, pero
su fuerza es demasiada y golpea mis piernas aferradas al fondo.
Me arrastro herido mientras las líneas se desdibujan, pierdo el
sentido, me rindo. Pero, tus brazos son tierra firme…
Espera.
Recuerdo el viejo árbol de aguacate extenderse por entre los
muros tan alto a los ojos de un niño. Recuerdo a mi madre
arreglando sus geranios en el jardín. El viento en las tardes de
abril y las manchas de barro en mi rostro. Recuerdo el sonido
que hacia el viejo televisor al encenderse. Recuerdo el café
goteando directo en la olla. Recuerdo el primer libro que abrí.
Recuerdo tu nombre, escrito sobre el cristal, y no poder
pronunciarlo. Recuerdo mis cuadernos de la escuela, y los que no
eran de la escuela, en los que escribía quien era y ahora no he
vuelto a encontrar.
Mi letra de siempre fue pésima sin importar cuantas veces te
escribía. Creo que por eso dejaste de contestarme. Saliste un
día sin decir a dónde ibas. No te detuve porque pensé que era lo
correcto, tenías que marcharte algún día junto con todas tus
cosas; llevado por el viento como semilla de diente de león.

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