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JOVELLANOS: El español por excelencia

El Mundo, 18/05/1997

Es el primer liberal moderno de nuestra historia. Su informe sobrela Ley Agraria se convierte en bandera
de los reformistas. Su meta: que la ley sirva para proteger al individuo de la arbitrariedad. Mientras exista
el recuerdo de la libertad, sobrevivirá a los ladrones de tumbas.

El mejor retrato que se ha hecho o que se ha querido hacer de un español es


el de Jovellanos por Goya. No sólo aparece ahí la nación en estado de melancolía, como incapaz de
defenderse de sí misma, sino que nos mira el que más noblemente luchó por ella, vencido como Don
Quijote, en la gloria luminosa de una derrota cantada. Ese cuadro tuvo que pintarlo Goya como decían
que el Giotto pintaba el cielo: de rodillas.

La melancolía, la contenida tristeza, el desamparo de fondo que muestra el político asturiano es un


símbolo dela Ilustración , del apagón; de nuestras Luces, de la dureza pedernal de una casta dirigente
incapaz de volver los ojos al pueblo que la sustenta y al que debería representar. Tiene en su mano
diestra abandonada, nunca caída, un papel que es como el pliego de los agravios pasados y por venir.
No sabía cuántos pero los intuía todos.no en balde dijo uno de sus mejores comentaristas que, siendo
Jovellanos hombre tan íntegro, tan inatacable, su destino era que robaran su memoria los sinverg|enzas.
Por eso mismo dijo cierto britano célebre que el patriotismo es, a veces, el último refugio de los
bribones.

Nació Jovellanos en Gijón, casi por sorpresa, en la madrugada de la noche de Reyes, de 1744, y por
eso sus padres le pusieron Gaspar Melchor, no sé por qué en este orden y no me pregunten por
Baltasar. Tenía su casa siete balcones y tuvo abundantía fraterna y cariño paterno, aunque su posición
social de hidalgo pobre -como Don Quijote- le obligó a ganarse la vida como Dios manda. En esta
tesitura, decidió o le decidieron a hacerse clérigo y a los 13 años salió de su «escondite» como llamaba
siempre a Gijón para estudiar en Oviedo, donde reinaba el admirable Padre Feijoo. De ahí marchó a
Avila, seis años decisivos que lo convirtieron en adulto y lo acostumbraron a la soledad y al horizonte,
rematando sus estudios en Alcalá. No pudo con la sotana, aunque le quedó una cierta propensión al
celibato, raíz de su soltería. Ahorcados los hábitos, buscó hacer carrera enla Justicia , puesta ya la vista
en la acción política, y su primer cargo importante fue enla Audiencia de Sevilla como Alcalde del
Crimen, que eso sí que era llamar a las cosas por su nombre. En las tertulias sevillanas fue depurando y
enriqueciendo su pensamiento, tanto en la lectura del primitivo liberalismo inglés como en los balbuceos
de lo que hoy llaman algunos economía clásica. Mientras, en los estrados, se endurecía contra el crimen
su voluntad.

En rigor, la idea fundamental de Jovellanos era la de conciliar los principios del liberalismo moderno,
tanto en lo político como en lo económico, con lo que él llamaba «la Constituciónhistórica de España».
Es decir, que para el prócer asturiano España no era una nación que desconociera la libertad, ni que
hubiera dejado nunca de luchar por ella en su larga y azarosa historia sino que esa libertad no estaba
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delimitada claramente en una Constitución sino que latía en las muchas instituciones que, a lo largo de los
siglos, habían creado precisamente la nación. Desde el Derecho Romano a los fueros medievales, desde
la lucha de los comuneros contra Carlos I a la de los aragoneses contra Felipe II en defensa de sus
libertades, pasando por los decretos de Nueva Planta que Felipe V introdujo para igualar a sus súbditos
y abrir a todos el camino de América, Jovellanos veía una continuidad no sólo histórica, sino de orden
moral. En ese sentido, es quizás el primer liberal moderno de nuestra historia, puesto que la nación es
para él mucho más que un grupo humano o que una historia común: debe ser un proyecto ético en el que
el individuo quede protegido y no tutelado por el Estado, donde la libertad sea la norma básica de la
actividad pública y donde lo privado sea casi sinónimo de sagrado.

Continuidad, integración, renovación: ésos son los principios del pensamiento político jovellanista, ésa es
la línea que guiará siempre su acción política: liberalizar España conservándola. Sólo entendiendo su
propósito, ese afán al que consagró toda su vida, puede entenderse la mirada melancólica que Goya
capta en su retrato, porque entre la nobleza de lo buscado y la vileza de lo tropezado hubo tal distancia,
tanto naufragio, que sólo un desalmado dejaría de sentir tristeza.

Nunca le faltaron motivos para ello. Del mismo modo que el mozo jovellanos y otros mayores, como
Aranda Floridablanca y Campomanes, seguían el camino de las reformas revolucionarias que en otros
países pueden señalar los nombres de Adam Smith en las ideas o de Washington en la polítca, otra parte
de España comprende que, por ese camino, el Antiguo Rñegimen, la situación reinante, los intereses
creados,la Monarquía Absoluta y el dominio de la iglesia en los ámbitos del espíritu tienen sus días
contados. Nace asíla Reacción , en el sentido profundo del término, y lo hace mediante un instrumento
práctimente olvidado durante el siglo XVIII:la Inquisición.

El proceso de Olavide, que había sido su amigo, mentor y anfitrión sevillano, fue el primer golpe serio
que le hizo ver a Jovellanos las dificultades de su prósito político, Campomanes, su paisano y protector,
lo sacó rápidamente de Sevilla -de donde cuentan que salió llorando- y lo nombró alcalde de Casa y
Corte en madrid, donde los reformistas o liberales primitivos eran más fuertes que en ningún sitio y
podían acogerse a la benignidad dela Corona. La Sociedad Económica Matritense es, si no su partido, al
menos su trinchera. De ahí sale su informe sobrela Ley Agraria que se convierte en bandera de los
reformistas y que muestra las dos preocupaciones básicas del gran gijonés: su empeño en crear un orden
legal claro y conciso, donde la ley proteja al individuo y cualquier arbitrariedad quede expresamente
prhibida, y también la refomra de las estructuras de propiedad, porque, a la manera inglesa sólo concibe
esa nueva España sobre una base social amplia de nuevos propietarios, de lo que era entonces casi el
único bien productivo: la tierra. Ahí levantó su bandera. Ahí levantó también los odios que le perseguirían
toda su vida. Por esas paradojas de la política y de la vida española, es un gran golfo, Godoy, acoso el
primer dictadoor moderno, el que le concede la oportunidad de poner en marcha sus planes. Jovellanos
es nombreado ministro de Gracia y Justicia, puesto e n el que lleva a cabo, entre otras muchas cosas, la
práctica eliminación del Santo Oficio, la limitación de la censura de libros y una desamortización de
bienenes eclesiásticos de notabilísimo alcance, la primera de nuestra historia moderna. Junto a ello, una
vasta reforma del Código Penal y otros muchos proyectos que quedan en nada cuando la facción
absolutista se da cuenta de que este hombre tan amable y moderado en el trato es de hierro cuando se
trata de hacer política. Y como no sabe disimular, a los nueve meses pierde de golpe todo su inmenso
poder.

Comienza ahí una tragedia que durará hasta su muerte y que explica su célebre frase esperando que se
le recuerde «con lástima y ternura». Por una denuncia anónima -en realidad, por la misma mano negra
que atrapó a Olavide- es condenado a prisión en Mallorca, en el castillo de Bellver, en condiciones tan
espantosas que su cuerpo se cubre de llagas y su espíritu ni siquiera puede disponer de recado de
escribir para consolarse. El frío, la humedad, la inclemencia de los carceleros, las inútiles peticiones de
clemencia a los reyes, acaban con su salud. Pero no con su ánimo. Y mucho tuvo que tener para
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después de la experiencia del apogeo y caída del Poder, de la que pocos salen, enfrentarse nada menos
que con la invasión napoleónica y la guerra que le siguió. Mientras Carlos IV y su hijo competían en
vileza ante Bonaparte, Jovellanos se negó a aceptar el poder que le ofrecía el Rey Intruso y se puso a
trabajar en la reorganización del Estado y en la defensa de la nación a través de las Juntas y, en lo legal,
trabajando en nuestra primera Constitución, la de Cádiz de 1812, popularmente llamadaLa Pepa. En el
libro de Gaspar Gómez dela Serna Jovellanos , el español perdido o en el más reciente de Fernández
Alvarez pueden seguirse con detalle las increíbles peripecias que este hombre ya sin más fuerzas que las
del alma debe arrostrar durante la guerra. Yendo y viniendo de Cádiz, naufragando, huyendo, peleando,
discutiendo, buscando siempre un punto de concordia entre los conservadores y los exaltados para quela
Constitución saliera adelante con el acuerdo de todos, jugándose continuamente la vida por su país y por
la libertad de todos. Y yendo finalmente a morir a su escondite, a su Asturias amada, en unos últimos
meses tristísimos en los que ve, con la clarividencia del que ya está con un pie en el estribo, cómo esas
ideas por las que había luchado, esa patria a la que entregó todo iban de nuevo camino del
envilecimiento que trae siempre el despotismo. Sus últimas palabras fuerón éstas:«¡ Nación sin cabeza!»
«¡ Desdichado de mí!».

Valían para ayer y valen para hoy mismo. Además de héroe, y muy a su pesar, Jovellanos fue profeta.
Será también, para siempre, el español por excelencia, el primero de los nuestros.

FERNANDO VII: Tigrekán I

El Mundo, 25/05/1997

Junto a su lamentable padre y el pendón de su mamá, vendió el país en Bayona. Mató, desterró o
enterró a los padres de «La Pepa». Su existencia es el mejor alegato a favor de la guillotina. Que nadie
caiga en el error de arrodillarse ante otro ídolo de esta catadura.

Es Fernando VII, mal que nos pese, uno de los nuestros. Como Franco. Como
Negrín. Su historia ha pesado tanto en la nuestra que no podemos negarla. Lo que sí podemos es
contarla y alentar a nuestra prole para que no caiga en el error de arrodillarse ante otro ídolo de esta
catadura. Tarea imposible. Caerá, con toda probabilidad, porque es propio del humano, y sin duda del
humano español, meter la pata. Pero al menos que no se diga que no advertimos del peligro a los
incautos.

Lo que delata físicamente a Fernando de Borbón y Borbón, y más Borbón, es ese mentón avieso que,
por más que se empeñe, no deja de ser quijada. En el hueso violento, aprontado y esquinado, grueso y
débil, grande y flojo, se resume su carácter. En los ojos yace su persona, porque, si alguna vez lo fue,
parece o se hace muerta. No mira sino que se mira. No ofrece sino que pide que le ofrezcan; y hay una
doblez en esa mendicidad real, tan evidente y tan sorda, que sólo el de Fuendetodos la captó en su
integridad. A veces hay que ser sordo para ver.

Pocos de los nuestros han hecho tanto daño a España como el que empezó bautizándose como El
Deseado, con mayúscula; siguió como El Rey Felón, y acabó como Tigrekán, fantasía verbal que
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denunciaba un despotismo asiático en el rabo de Occidente. Quizás hay gobernantes capaces de hacer
más daño a España que Fernando VII, pero, hasta ahora, faltos de que Tusell elogie a alguno de los
reyes godos, no lo ha logrado nadie.

Tenía el príncipe Fernando su general Armada en el canónigo Escóiquiz, y por él y con él probó varias
veces, entre 1806 y188, a derribar a su padre. Bueno, a su Padre, a su Madre y a Godoy, que era algo
así como la madre de los dos. Si en Francia guillotinaban reyes, aquí tejíamos visigóticamente el tapiz del
parricidio, lo cual prueba la superioridad de nuestra civilización sobre las vecinas. Conste.

Empezó Fernando por traicionar a su padre, el Rey, y ya noparó . Traicionó a su dinastía, traicionó a
sus posibles hijos, traicionó a la historia pasada, traicionó a la futura, traicionó a su país, traicionó ala
Corona , traicionó a los que, gritando su nombre, murieron frente a los mamelucos y carniceros de
Murat. Puso tan barata la nación española este tipo de belfo lánguido que Murat, el carnicero de
Madrid, pensó que podría disputársela al propio hermano del Emperador. Así que extremó su eficiencia
en la liquidación de españoles vivos, porque, que se sepa, respetó los cementerios. Todo lo demás, lo
fusiló. Mató tanto, mató tan cruelmente y tan sin sentido, si es que el crimen lo tiene, que Goya, un
afrancesado que se avergonzó de sí por respeto a los muertos suyos, no tuvo más remedio que
mostrárnoslo. Y ahí están: ahorcados, empalados, violados, fusilados todos, en nombre del emperador,
un tal Bonaparte.

Tiene España chas páginas negras. Hay entre los nuestros mucho hijo de Satanás. Pero es difícil
encontrar en dos mil años una figura tan pérfida y miserable como la de este tío, y lo siento por sus
sobrinos. En Bayona, este sujeto, su lamentable padre y el pendón de su mamá abdicaron, entregaron,
vendieron a España por no se sabe qué. Carlos abdicó de sus derechos; Fernando entregó sus derechos
a su padre, que ya no los tenía; quedó así España sin Rey, porque ni el padre ni el hijo resistieron la
superioridad moral, material y militar del Corso. La tragedia de España es que, sin saber la verdad de las
traiciones de Bayona, y creyendo que Napoleón le había quitado un Rey, se lo inventó. Ese es el origen
de El Deseado y ése es el principio de nuestros males: fiar a otros lo que por nosotros mismos somos
capaces de hacer.

Mientras el utrero con toisón sesteaba en Valengay, los españoles corrientes se mataban en su nombre.
No por él, sino por ellos, No por la dignidad del Rey, sino por la suya. Miles y miles murieron diciendo
«Viva Fernando!». El, mientras tanto, pensaba cómo podría someter a un pueblo que daba tanta guerra.

Hizo más ese pueblo. Reducido en su condición física a Cádiz, aunque toda España se convirtió en
trampa para extranjeros, creó una Constitución, labró su libertad, siguiendo la tradición que, mil años
atrás, habían marcado sus ancestros. Y como prueba de su afecto, o del afecto a su patria, los
«españoles de ambos mundos» (porque eran todos entonces españoles, a pesar de los océanos) le
ofrecieron una constitución en el día de su santo. Muchos no lo saben y a todos cuesta admitirlo, pero
como el Rey Intruso, el hermano del carnicero parisién, había ya entregado su propia Constitución, los
gaditanos, que eran enormes, tuvieron la humorada de firmarla el día del cumpleaños del rey, y, encima,
llamarlaLa Pepa , poniendo a San José sobre José. Para que luego digan dela Historia Sagrada.

Nada apreció el detalle esta barbián. En cuanto los españoles, con la pomposa ayuda de Wellington,
echaron de España al primer ejército del mundo, que puso más de doscientos mil hombres 8ojo,
doscientos mil, y no pudo con aquella España), volvió Fernandito por sus fueros, que eran la negación de
los fueros, nombre antiguo para significar derechos y libertades. A los que habían edificadola
Constitución , imagen legal de España, los mató, los desterró o los enterró, A los miles de guerrilleros
que se habían jugado el pellejo en su nombre, ,pero por España, trató de convencerlos de que eran
sinónimos. Le fue bien al principio pero, a los pocos años de tiranía, el ejército que debía proteger a las
Indias decidió que era más urgente proteger a España, Y Riego lo puso en un trance que para él no era
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inédito: perjurar. «Marchemos todos, y Yo el Primero por la senda constitucional», dijo el Rey, Y en
cuanto pudo, apenas tres años, con la ayuda de los franceses, los cien mil hijos de San Luis que ni eran
tantos ni tan santos, volvió a recrear su bosta, hez que cualquier equino deja tras de sí.

A los tres años de que Riego -noble nombre sobre hidráulico- nos llegó, los llamaron los polanquistas
de entonces «los mal llamados años», como si los años tuvieran enmienda o justificación de depósito. A
cambio, sus diez últimos en el trono han quedado bautizados comola Ominosa Década. Y ahí queda.
Pero lo malo es malo hasta el final y este Borbón, al que, después de lo de la senda, llamaban los
conservadores El rey Felón y los liberales simplemente Tigrekán, consiguió que un país, el nuestro, se
lanzase a una guerra civil, en nombre del hermano, don Carlos y de la hijita en ciernes, Isabel. Porque
tuvo el arte, este patrón de cabras, de obligar al país que se mató por él a seguir matándose sin él, pero
por su culpa. Nación, Libertad, Constitución; todo costó mucho más y vale más después de Fernando
VII. Es lo único que tenemos que agradecerle: lo que costó combatirle. Su existencia es el mejor alegato
a favor de la guillotina si no existiera ya, incluso en las comedias de Lope, el garrote vil. Fue las dos
cosas: Garrote y vil.

JUAN NEGRIN: El gran estafador

El Mundo, 01/06/1997

Acordó con los soviéticos la entrega del oro del Banco de España. Desde 1937 estaba, secretamente,
intentando pactar con Franco. De costumbres pantagruélicas, cenaba hasta tres veces. Belloch entregó
200 millones a su familia en concepto de indemnización.

Lo que Negrín ha conseguido en la historia moderna de España no lo ha


conseguido nadie. Robó al Estado, robó al pueblo, mató al Estado, mató al pueblo que servía a ese
Estado, traicionó a sus compañeros de partido, Prieto y Largo Caballero, traicionó a su propia
propaganda, pregonando la guerra final contra el fascismo mientras trataba de entenderse con él, según
las órdenes de Stalin, que no era lo que se dice un demócrata. Llegó al poder engañando a los suyos.
Pactó con los soviéticos la entrega del oro del Banco de España, entonces la tercera reserva del mundo.
Se llevó todo lo que los revolucionarios robaron de las cajas de seguridad de todos los bancos y cajas
de ahorro.

Tras proclamar la resistencia a ultranza contra Franco, Negrín fue incapaz de luchar por un solo metro
de Barcelona. Obligó a Manuel Azaña a un calvario porque no le ofreció más que dos plazas para huir
dela Gestapo , abandonando a su gran amigo Rivas Cherif. Azaña no lo abandonó y así murió, de tan
mala manera.

Mientras miles de millones de dólares, robados y sin recibo, yacían en bancos suizos o americanos,
cientos de miles de españoles casi morían de hambre en las arenas de Argelés y demás campos de
concentración franceses, sin que Negrín moviera una peseta para auxiliarles. Después de haber obligado
a millones de compatriotas a luchar «hasta el final» en una guerra perdida, le confesó a Araquistáin, su
antiguo amigo del alma, que desde el 37 estaba intentando pactar con Franco, que es lo que les
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reprochaba a Prieto y Azaña, amén de Besteiro, el derrotista que finalmente dio con Negrín y los
comunistas en tierra, aún al precio de entregar el cadáver dela República a Franco.

Vivió como un rajá a costa del erario, no rindió cuentas a nadie del dinero de todos los españoles y,
encima, consiguió que sus herederos recibieran un montón de millones de la administración franquista, de
la ucedea y de la felipista.

Lo último que hizo Belloch fue entregar unos 200 millones a la familia Negrín en concepto de
indemnización. ¡De indemnización al hombre que saqueó el Banco de España y todos y cada uno de los
bancos españoles sin devolver jamás un duro y sin dar cuenta de lo robada a nadie!

Reconozcamos que la historia de la picaresca, a veces entreverada con el crimen, estaría incompleta sin
Juan Negrín, presidente del gobierno dela República y uno de los mayores embusteros de la historia de
España. Tanto, que algunos historiadores turulatos lo consideran un héroe de la lucha contra la dictadura,
a él que fue un dictador de principio a fin. Como gobernante fue nefasto. Como embaucador, estupendo.
Fuerza es reconocerlo. Sólo Felipe González le hace sombra.

Lo del crimen asociado al robo como medio de llegar al poder y conservarlo no es fantasía erudita ni
interpretación discutible. Negrín echa del poder a largo Caballero, compañero de partido, porque está
dispuesto a hacer lo que el viejo y cabezón estuquista madrileño se negó a hacer en España: un juicio
contra el POUM como los de Moscú contra los comunistas de izquierda o simples antiestalinistas. Largo
Caballero cuenta en sus Memorias que el día en que echó de su despacho al embajador soviético perdió
el poder, pero que nunca pensó que tendría que tapar las escapadas sexuales de Negrín, siendo ministro
de Hacienda, a los cabarés de París y Londres, acompañado habitualmente de dos damas, forma
piadosa de llamarlas. Pero eso pertenece al capítulo de las malversaciones. Lo peor es que aceptase el
encarcelamiento y asesinato del jefe del POUM, Andrés Nin, a cambio de ocupar el sillón de primer
ministro. Porque fue su incondicionalidad hacia los soviéticos lo que realmente le dio el poder. Y lo único
que queda por averiguar es desde cuándo les era incondicional. Posiblemente desde antes de la guerra,
como Julio Alvarez del Vayo, al que ahora se descubre como hombre del Komintern desde1934, a las
órdenes de Willi Munzeerg.

Negrín aceptó el asesinato de Nin y de la plana mayor del POUM, y llegó al extremo, que cuenta Azaña
en sus Memorias, de intentar persuadir al presidente republicano de que lo de Nin era cosa de los nazis y
no de los soviéticos. Hizo más: trató de que los jueces condenaran a Gorkín, Andrade y demás jefes
vivos del POUM tras permitir que circulase un infame libelo que los trataba de trotskistas y nazis,
prologado por Bergamín. No lo logró, pero fue tanto su empeño que el abogado de los poumistas tuvo
que huir de España. ¡Y a esto que hizo Negrín le siguen llamando algunos la legalidad republicana!
Cuando la idiocia y la ignorancia se juntan, resultan invencibles.

Hay cosas en la vida que Negrín que, dentro de lo siniestro, resultan pintorescas. Cuenta Indalecio
Prieto que un día llegaron a la conclusión sus espías de que alguien robaba medicamentos (aspirinas) de
la mismísima sede del Gobierno. Investigaron y no encontraron ninguna pista, pero comprobaron de
modo fehaciente que tubos y tubos de aspirinas desaparecían del despacho del doctor Negrín. Estaban a
punto de detener a una secretaria cuando, un día, entró sin llamar al despacho, creyéndolo vacía, un
escribiente y se encontró con don Juan Negrín embaulándose el segundo tubo entero de aspirinas,
porque los tomaba de dos en dos. Añade entonces Prieto, en una formidable prosa mexicana, que las
costumbres pantagruélicas de Negrín no se limitaban al ácido acetilsalicílico, sino a la comida, la bebida y
las señoras. Que cenaba hasta tres veces, que bebía las botellas de dos en dos preferentemente
champaña pero sin olvidar el vino- y que prefería acostarse con las mujeres también a pares. Hay
rumores, sin embargo, de que la más famosa de sus amantes la compartió con uno de sus hijos. Es el
rasgo de generosidad más evidente de su vida pública.
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Dice Prieto, y esto ya puede ser maledicencia, que, por comer y beber sin tasa, era capaz de vomitar al
modo de los antiguos romanos, para seguir llenando el buche. Pero de esto no hay testigos. De lo del
oro, lo del POUM y lo de las cajas saqueadas, sobran.

Bien es cierto que muchos historiadores se niegan a ver las pruebas. De Tuñón de Lara (que en paz
descanse) a Tusell y Viñas, es tanto lo que se ha ocultado de Negrín que casi resulta violento descubrir
algo de lo tapado. No importa. Si aceptamos como nuestros a todos, los buenos y los malos,
aceptaremos también lo malo de todos, también de Negrín, como cosa nuestra. Que, en cierto modo, lo
es.

Porque el que Negrín llegara al poder, de la mano soviética, es culpa nuestra, de los españoles, que, a
las alturas de 1937, seguíamos sin entender la naturaleza dela URSS. Ni le entendía Azaña, ni la entendía
Martínez Barrio, ni la entendía Largo Caballero, ni Prieto, ni Besteiro. En realidad, el único que la
entendía era Negrín, y por eso llegó donde llegó.

Casado con una rusa blanca y conocedor, por tanto del sistema soviético, tuvo el gesto asombroso, si
no profesional, de pedir al PCE que le escogiera a un secretario, en cuanto lo nombraron ministro de
Hacienda. La cosa es tan fuerte que sólo Santiago Alvarez, en una hagiografía desinformada, es capaz de
contarla sin escándalo. Naturalmente, le pusieron al lado a un comisario. Beningo Díaz, que reportaba
cuidadosamente a sus jefes lo que hacía el ministro, en todos los sentidos. Pero ésa es la prueba mayor
de connivencia de Negrín con los soviéticos, porque era necesario saber lo que era y cómo funcionaba el
estalinismo para pedirle al PCE que te nombrara un secretario.

Negrín embaucó a muchos con el cuento de que había que prolongar la guerra hasta que llegarala
Guerra Mundial y nos sacaran de penas. Lo que realmente sucedió fue el pacto germano-soviético, que
dejó ala República liquidada. Pero, antes de ese pacto, que mostraba hasta extremos obscenos que nazis
y comunistas habían usado a España como simple teatro de sus forcejeos amistosos, porque allá se iban
Hitler y Stalin, es seguro que Negrín estaba al tanto de lo que se tramaba y se trataba.

Es seguro que Negrín sabía qué iba a ser dela República y, en consecuencia, de media España. Dispuso
de los fondos robados e los bancos para fundar el SERE, presuntamente para ayudar a los presos y
exiliados del campo republicano. En realidad, fue su modo de crear el partido que nunca tuvo, por lo
menos español.

Hay secretos que se fueron con Juan Negrín a la tumba, pero, la verdad, no creo que sea una tumba
digna de ser visitada. Por si quieren datos que justifiquen algunos adjetivos, les recomiendo el libro de
Olaya Morales La gran estafa. Trata de Negrín.

ANDRES NIN: El crimen que rematóla República

El Mundo, 15/06/1997

De orígenes anarquistas, fue funcionario sindical enla URSS al término de la revolución. Llegado Stalin
al poder, tuvo que abandonar Moscú para salvar la vida. De regreso a España, fundó partidos
trotskistas. Su asesinato en 1937 ejemplifica la profunda brecha que se abrió en la izquierda.
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Cuando los agentes secretos soviéticos, dirigidos por Orlov, y sus sicarios
españoles, entre los que destacaba el coronel Ortega, secuestraron, torturaron y asesinaron a Andrés o
Andreu Nin López, en junio de 1937, algo enla II República se rompió para siempre.

No se explica el final de la guerra sin la fosa que se abre, con el cuerpo de Nin dentro, entre los que
estaban dispuestos a todo al servicio de Stalin y los que, desde entonces, miraron a Moscú como un
peligro más que como un aliado. Si Moscú era capaz de mandar asesinar a un hombre inofensivo
políticamente como, de hecho, lo era Nin, ¿qué podía esperarse de bueno que viniera de Moscú? Ni
armas siquiera, que por entonces, además, empezaron a llegar de forma harto irregular, a pesar de estar
pagadas de antemano y de sobra con el oro del Banco de España enviado a Odessa.

Y es que la historia de Nin, como la de los otros grandes personajes del POUM, Maurín y Gorkin, era
la de la izquierda española del siglo XX. Formado en el anarquismo, con gran facilidad para los idiomas
-daba clases de catalán y de español entre presión y prisión, y pronto se ganó la vida como traductor en
las épocas de clandestinidad- Nin era, con Pestaña, una de las jóvenes promesas del movimiento
libertario, cuando triunfó el golpe de Estado leninista y fue enviado a Moscú para averiguar las
características del régimen y después decidir sila CNT se sumaba a la naciente III Internacional. Nin hizo
algo más que mostrarse favorable_ se quedó en Moscú. Allí empezó a trabajar en la organización dela
Profintern ,la Sindical Obrera dela III Internacional , y recorrió Europa como agente soviético buscando
su implantación, tarea dificilísima porque los socialistas y los anarquistas tenían el control absoluto de ese
terreno y pronto se mostraron opuestos al sectarismo leninista.

Nin tardó poco en desengañarse de la revolución. Dos años después de instalarse en su despacho dela
Profintern ya le contó a Gorkin sus dudas sobre la evolución dela URSS y, en especial, sobre la sucesión
de Lenin. Su favorito era Trotski, con el que mantenía muy buena relación Fue precisamente lo que, años
después, le costó la vida.

Y es que Trotski, además de crear el Ejército Rojo y de forjar, mano a mano con Lenin, el régimen de
terror que, a través de la cheka, dirigió desde los primeros meses de la revolución Félix Dzerzhinski,
tenía debilidad por los escritores e intelectuales, a los que adoctrinaba y con los que se entretenía en
largas veladas, bien regadas con vodka. Nin tenía un lugar importante aunque relativamente marginal en
la naciente nomenklatura y pertenecía al círculo de los Maiakovski, Esenin, Bábel, Lili Brik, Lieniak y
otros que, con Gorkin en la distancia, y Meyerhold en las tablas, sin olvidar a Dziga Vertov, Pudovkin y
Eisenstein en el cine, formaron una especie de Corte de Camelot en la naciente revolución soviética.

Nin tradujo al catalán y al español varios libros de Lenin, de Trotski y de los pocos teóricos que por
entonces tenía el partido bolchevique, pero complementaba su sueldo y su afán lliterario con la
traducción de narraciones de todos aquellos brillantes escritores, entre las que destaca Caballería Roja,
de Isaak Bábel.

Pero el rey Arturo Illior Ulianov murió y no había caballeros en torno ala Mesa Redonda de la
revolución de octubre. La lucha sorda entre Trotski y Stalin por la sucesión leninista, la tuvo ganada
Stalin desde el principio, pero tardó algún tiempo en tomar represalias. Así pudo censar a todos los que,
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en un momento dado, podían serle hostiles, y se dispuso a deshacerse de ellos.

Entre los trotskistas, que eran simplemente los que se oponían a Stalin o a ciertas formas del terror
soviético que no tenían sentido después de ganarla Guerra Civil , figuró desde el principio Andrés Nin.
Trotski pudo salir vivo dela URSS pero sus amigos se quedaron y, en la práctica, se convirtieron en
prisioneros del naciente estalinismo. Nin tuvo además la gallardia de no esconder nunca sus diferencias
con Trotski pero también de ayudarlo cuantas veces pudo, porque consideraba injusta su persecución.
Esto lo llevaba de cabeza a la cheka y al tiro en la nuca, cuando su mujer. Olga Tareeva, le impuso la
huida dela URSS como única forma de salvar la vida, Las autoridades negaron el visado. Entonces, Olga
se presentó en la sede del KGB -entonces GPU- diciendo que si no les dejaban salir, se pegaría un tiro
en la puerta dela Lubianka. Y sacó la pistola para demostrarlo. La vieron tan decidida que les dejaron
salir.

Cuando Nin regresa a España está naciendola II República y él funda un grupo claramente trotskista,
Izquierda Comunista, que, sin embargo, tropieza con dos obstáculos infranqueables: el dogmatismo de
Trotski y la existencia de un grupo, el Bloque Obrero y Campesino, dirigido por el aragonés afincado en
Barcelona Joaquín Maurín, cuyo liderazgo en el comunismo antiestalinista era indiscutido e indiscutible.
Nin no fue capaz de conseguir que su organización creciera mientras veía cómo la de Maurín se iba
haciendo cada vez más fuerte.

Después de muchas peleas teóricas y después de la participación del BOC en als alianzas obreras y la
revolución de Asturias, amén de la rebelión dela Generalitat que, dirigida por Dencás, terminó en un
espantoso ridículo,la IC y el BOC deciden unir sus fuerzas convencidos de la inminencia, por no decir
necesidad, dela Guerra Civil. Nace así el POUM, Partido Obrero de Unificación Marxista, en el que Nin
ocupa una presidencia honorífica pero en el que manda Maurín.

Su política es comunista, dictatorial, pero antisoviética, lo cual les enemista conla CNT -que no perdona
ni la antigua defección de Nin ni la represión de Ttrotski contra Makno y otros anarquistas enla URSS- y
con Stalin, que ha puesto en marcha, con Yagoda y Yehzov, lo que Conquest ha llamado «el gran
terror», una depuración masiva de todos los antiguos bolcheviques, con especial atención a los
anarquistas, troskistas y «socialtraidores» en general.

El comienzo dela Guerra Civil pilla a Marín en Galicia, donde consigue escapar con nombre falso, pero
es detenido al tratar de pasar a Francia por Jaca, y remitido a la cárcel. Nin queda entonces como jefe
nominal del POUM, pero el partido sigue siendo maurinista y, salvo Andrade, todos los dirigentes, con
Gorkin a la cabeza, le guardan respeto pero no obediencia. Cuando empieza la guerra, el POUM
moviliza sus efectivos como los demás partidos revolucionarios, ero el PCE-PSUC, es decir, Moscú,
por boca de Koltsov, ya ha ordenado la caza y captura de los trotkistas, a los que se asimila con los
nazis y el Gobierno de Burgos. Tras los Hechos de Mayo, en los que el POUM se alía desganadamente
ala CNT contra el PSUC, se desata la persecución contra los poumistas. En junio, Negrín, que ha
sustituido a Largo Caballero porque éste se niega a ilegalizar la organización dirigida por Nin, hace la
vista gorda para que el coronel Ortega y los agentes dela NKVD , el servicio secreto soviético que enla
España republicana ya campaba a sus anchas, detengan a la plana mayor del POUM.

Se llevan a Nin a Madrid, pasando por Valencia, y allí intentan convencerle a golpes de que confiese su
condición de agente franquista y nazi. Nin, hombre de salud frágil y carácter blando, no transige.
Comienzan entonces las torturas: lo llevan de Madrid -una cheka enla Castellana- a Alcalá de Henares y
allí, en un chalé, lo golpean hasta darlo por muerto. Pero vive. Entonces lo llevan al Pardo, a un garito
donde las Brigadas Internacionales solían depurar a los antifascistas que no rendían culto a Stalin. Lo
coge entonces una troika venida dela URSS y encargada de los mokrie dela, literalmente, asuntos
mojados, en sangre, se entiende.
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Por las declaraciones de un agente soviético a Jesús Hernández, número dos entonces del PCE, Nin fue
desollado vivo, o desollado hasta que murió, Pero nunca firmó nada contra sus compañeros. Mundo
Obrero publicó entonces que un grupo de agentes dela Gestapo habían cruzado las líneas y rescatado al
«traidor Nin» llevándoselo a Burgos. El POUM respondió desde la clandestinidad pintando en todas las
parees que tuvo a mano: « Gobierno Negrín: ¿dónde está Nin?.A lo que los del PCE-PSUC añadireron:
«En Salamanca o en Berlín». Se unió así el asesinato a la calumnia. Pero entre los que no eran
comunistas, la muerte de Nin significó una ruptura de fondo con Moscú que desembocó en la rebelión de
Casado al final de la guerra. «Antes con Franco que con los que mataron a Nin», se dijeron Besteiro y
los suyos. Lo que prueba hasta qué punto Nin era uno de los nuestros.

FRANCISCO LARGO CABALLERO: El Lenin español

El Mundo, 22/06/1997

Fue el líder indiscutible dela UGT y del PSOE durante 30 años. Llegó a presidente del Consejo de
Ministros con la misión de organizar un Estado revolucionario sobre las ruinas del republicano. Apresado
en Francia porla Gestapo , conoció todas las amarguras del destierro y del campo de concentración.

La vida de Largo Caballero, cruda, extensa, intensa, contradictoria y dura como


pocas, ejemplifica al máximo la lucha de un sector destacado de la clase obrera por la conquista del
poder, y del poder absoluto, que fuera capaz de redimir a las masas pobres y analfabetas, de las que
estos «obreros conscientes» procedían. Aun teniendo padre, fue como si no lo tuviera, porque abandonó
a su madre y el pequeño Paquito debió trabajar antes de los 10 años para ayudar a su madre en la dura
tarea de salir adelante, o por lo menos, de salir con vida.

Madrileño castizo, chamberilero de ojos muy claros, guapo para la época, no se le conocen otros
pecados que el del Poder y una intransigencia que en él casi equivalía a la moral. Todo lo que aprendió
fue por su cuenta, su integridad moral era absoluta, su ambición tampoco era un secreto y, después de
Pablo Iglesias, pero con mucha más fuerza y constancia que el fundador del PSOE, fue el líder
indiscutible dela UGT y el PSOE durante 30 años, compitiendo siempre con otros dos de los nuestros
que otro día retrataremos: Prieto y Besteiro. Pero, en rigor, si un hombre representa lo que el
proletariado español fue hastala Guerra Civil , ése es don Francisco Largo Caballero, bautizado por la
incomparable máquina de propaganda soviética como «el Lenin español».

Desde niño, decíamos, tuvo que trabajar y, después de algunos tumbos, aprendió el oficio de estuquista,
uno de los mejor pagados dentro de la albañilería de la época. Como tal, dirigió una de las secciones
más importantes dela UGT , la de Construcción, que se las tenía tiesas conla CNT , a veces aliados pero
siempre a distancia.

Tenía una muletilla Largo de la que Azaña se burla en sus Memorias, y era la de añadir «noverdá» a
cualquier frase de confianza. Ahí no sólo descubría su autodidactismo, pues apenas pudo estudiar salvo
por su cuenta ni tuvo otros maestros que los disgustos de la vida. En ese«¿ no, verdad?» está la duda, el
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desbarajuste intelectual que sólo una voluntad de hierro pudo compensar. De él se puede decir cualquier
cosa menos que no fuera honrado. De los famosos cien años de honradez del PSOE, 30 ó 40 son de
Largo Caballero.

Por su aspecto duro y atractivo, según los gustos de entonces, tuvo siempre predicamento entre las
damas, pero él, seguramente vacunado por la separación de sus padres, fue un marido fiel y un padre
entregado. No se dejó llevar por más vicio que el de la política, y tanto en el sindicato como en el
partido no se le conoce un desfalco ni un desliz. A cambio, podía ser tan frío como el peor de los
burócratas y tan torpe como el peor de los políticos.

Su porte altivo, de aristócrata obrero, permitía contraponerle en las coplas de las elecciones
republicanas, con el candidato más atractivode la derecho, José Antonio:

La señorita linda,
Pollita pera,
Votará por el lindo
Primo Rivera.
Mientras por Don Francisco
Y otros señores
Votarán los obreros
De embajadores

Esta consideración, autoestima dirían hoy, de la clase obrera española en los años 30, tiene tres etapas
de formación: los años 10, para resistir, heroicamente, y, singularmente, el 17, para intentar el asalto al
poder, los años 20 para replegarse, como hizo Largo, al colaborar enla Secretaría de Estado para el
Trabajo con la dictadura de Primo de Rivera; y, en fin, durante los años 30 para intentar de nuevo el
asalto al poder, llevando a toda la nación a un naufragio sangriento. De ello fue Largo responsable como
pocos, sin más excusa que el ir delante de millones de trabajadores que buscaban lo mismo: el
socialismo, a bofetadas o a tiros si era menester.

Durante más de 20 años, forcejeó con Prieto, el moderado astuto, y con Besteiro, el profesor
inflamado, por el control del socialismo español. Conforme avanzabala República , con la docta pero
disparatada ayuda de su mentor Araquistain, fue tomando cuerpo en él un desprecio total por la
democracia y un apego suicida por las soluciones violentas. Antes de la guerra es largo el que habla de la
dictadura del proletariado, cosa típica del que se había ido convirtiendo en un burócrata iluminado de la
política, entre las muchas prisiones que lo hicieron célebre: sobre todo las del 17 y el 31.

En el 36 era el líder indiscutible de la clase obrera española y así llegó a presidente del Consejo de
Ministros, con la misión de organizar un Estado revolucionario sobre las ruinas del republicano. Su arma
fueron las milicias. Su instrumento, al principio, Stalin. Con él se cruza una carta en la que el dictador
soviético le aconseja que cuide mucho la fachada burguesa dela República parlamentaria, en especial la
facción de Azaña, y Largo le responde, sincerísimo, que el Parlamento goza de un «predicamento escaso
entre nosotros». Lo cual, aunque imprudente era rigurosamente cierto.

Pero después de haber autorizado formalmente el envío del oro del Banco de España a Moscú,
operación montada por Negrín y Stavishki, un día se cansó de las continuas interferencias de los
soviéticos en su tarea y echó de su despacho, prácticamente a patadas, al embajador Rosenberg. Firma
así su sentencia de muerte política, que le será ratificada cuando se niega a la ilegalización -y persecución
implacable- del POUM, tras los sucesos de mayo del 37.

Prieto y Negrín consiguen echarlo, con el beneplácito de Azaña, de la presidencia del Congreso.
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Negrín, además, lo persigue: se le impide hasta hablar en público, se censuran sus pocos discursos y se
silencian sus declaraciones. El Lenin español es ya un enemigo de Stalin y eso estuvo a punto de pagarlo
con la vida.

Al final de la guerra, arrumbado por el desastre, no participó del golpe de Besteiro, entonces un ilustre
jubilado, pero tampoco defiende a Negrín. Debe agradecerle a Prieto la salvación de su familia, cortada
en dos cuando Franco llega al Mediterráneo por Castellón. Lo agradeció por escrito, noblemente. Pero
su odisea, como la de Azaña, tenía por delante las heces del cáliz.

Apresado en Francia porla Gestapo conoce todas las amarguras de su pueblo en el destierro y, a
continuación, el campo de concentración, antesala de la muerte. Aquella experiencia le hace apreciar,
quizá por primera vez y como nunca, el sentido de la libertad. Y en sus memorias, redactadas o
ayudadas por Enrique de Francisco, escribe:«Hace años, en un mitin celebrado en el cine Pardiñas, en el
que hablamos Saborit, Besteiro y yo, decía yo que si me preguntasen qué quería, mi respuesta sería ésta:
¡República! ¡República! ¡República!. Si hoy me hicieran la misma pregunta contestaría: ¡Libertad!
¡Libertad! ¡Libertad!. Luego, que le ponga cada cual el nombre que quiera».

Aunque por la ceguera totalitaria propia de su ideología y de su tiempo es uno de los grandes
responsables políticos de la guerra, no puede decirse que su paso por el poder lo endureciera ni rebajara
sindicalmente su amor a la nación. Después de salir del campo de Oraniemburg, vivo pero herido de
muerte, escribía también:

«Aparte de los que dedicaba a mi familia, mis pensamientos estaban siempre en España. ¿Qué
porvenir le está reservado a España?».Y aplicando a la experiencia de dirigente partidista la
inquietud por la libertad y por su patria, decía poco tiempo después:«Resulta algo monstruoso que
después de haber sufrido la dictadura negrinista en España, la de Pétain y Laval en Francia y
la de Hitler en Alemania, cuando se lucha en nuestro país y en la emigración para restablecer
la libertad destruyendo el régimen falangista, cuando han muerto millones de hombres para
destruir el fascismo, al volver a Francia se encuentre uno con un espíritu dictatorial en el sino
de nuestras organizaciones que prohibe recibir visitas en su casa, recomendar la corrección
entre los diferentes sectores obreros, asistir a los mítines porque en ellos tomas parte
elementos políticos adversarios a nuestras organizaciones y discutir la opinión de los demás».

«Con ese criterio»,añade,«algún día, no se podrán leer otros periódicos ni otros libros que los
editados por nosotros. Es indudable que el espíritu inquisitorial y dominante preside en mucho
nuestras decisiones. A nuestras organizaciones en Francia se les ha impreso un espíritu de
intolerancia y tan estrecho que le hace incompatible con su finalidad de democracia y libertad»

Precisamente ante los amenes del último Congreso del PSOE, no se le pude negar clarividencia al último
jefe de un partido que, hasta él podía sinceramente llamarse Socialista, Obrero yEspañol .

JULIAN BESTEIRO: La ética y una cierta estética

El Mundo, 29/06/1997

Fue captado para el partido por Pablo Iglesias, que le profesaba un cariño paternal. Se negó a seguir al
Gobierno del PSOE en su huida a Valencia. La última vez que vio a Negrín le dijo: «Le tengo por un
agente de los comunistas». Franco fue mezquino con él al terminar la guerra.
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Estaba predestinado a ser el hombre más importante del socialismo en el siglo


XX español. Pablo Iglesias, consciente de sus limitaciones intelectuales y, en el fondo, convencido de
que tenía que sacar al PSOE del obrerismo elemental en que se desarrolló durante sus primeros años de
existencia, así lo tenía decidido. Este catedrático de Lógica, cuya vida familiar es un verdadero culebrón,
había sido elegido por el santo laico del marxismo al principio, para sucederle y mejorarlo. Sin duda,
Iglesias pensaba en él como el primer presidente socialista, dela República o del gobierno.

Pero Julián Besteiro no fue ni una cosa ni la otra. Después de una existencia entre plácida y azarosa
(acompañada siempre de su medio hermano Sebastián Castedo, que llegó a ministro durante la
dictadura), después de ser elegido por Madrid como concejal -desde el 18 hasta el 36 sin interrupción-,
después de negarse a seguir al Gobierno del PSOE en su huida a Valencia, después de ser perseguido
por sus propios compañeros, en especial por Largo Caballero, después de ser el único que, con su
siempre fiel Dolores al lado, se mantuvo junto a sus electores en el Madrid de los bombardeos y los
paseos, sacando a gente de las checas, salvando la vida de Sebastián y dejando que algunos salvaran la
suya, terminó presidiendola Junta que dio el golpe de Estado contra el Gobierno del socialista Negrín.
De ser el hombre más respetado del socialismo español se convirtió en el traidor oficial para la
historiografía de izquierdas.

Julián nace en Madrid, junto ala Plaza Mayor , y vive en medio de una serie complicada de intrigas
amorosas, dentro de la más absoluta decencia pero también con un punto de picardía galdosiana.
Lástima que don Benito no le dedicara a los Besteiro un novelón. Hubiera tratado de dos hermanas
gallegas, María y Peregrina, que casan con dos primos, castellano pasado por Galicia el uno. Domingo
Castedo, que casa con la mayor, María; y madrileño el otro, José, al que Peregrina viene a buscar a
Madrid y caza con la inapreciable ayuda de su hermana. Pero quiso el diablo quemurieran , con dos
años de diferencia, el marido de Peregrina y la mujer de Domingo y, naturalmente, lo que hizo la hermana
menor al poco tiempo fue desposar al viudo de la mayor. Júntanse así los hijos de ambos matrimonios y,
dada la fertilidad de entonces, Juana Peregrina aportó al matrimonio cuatro niños vivos de los seis que
tuvo, el último de los cuales se llamaba como su padrino, Julián.

El cruce de afectos y relaciones familiares debió resultar demasiado fuerte para el joven Besteiro,
porque no se le conocieron nunca veleidades de faldas, entonces admitidas y hasta aplaudidas por la
opinión pública si el veleidoso era varón. En cuanto tuvo ocasión de casarse se jubiló como conquistador
y dedicó todo su tiempo al estudio y a la política. Pocas biografías, en esto, más aburridas que la suya.
Su biografía política es otra cosa. La clave de sus problemas dentro del partido fue su participación
activa en la gestación de la dictadura de Primo de Rivera. De la fracasada huelga general de 1917,
Besteiro sacó un fruto de inconmovible moderación. Meses antes del golpe de Estado de Primo de
Rivera, ya se había reunido éste con Besteiro para garantizarle que, a cambio de un discreto silencio,la
UGT se convertiría, tras la persecución dela CNT , en el sindicato decisivo de España. Primo le dio
garantías de que no se actuaría contra los anarquistas huérfanos de pistola. Naturalmente, lo que pactó
fue con el beneplácito de Pablo Iglesias, Pero ahí fue donde la rivalidad entre los hijos del Fundador se
desató y ya no hubo sucesor definitivo ni pacto duradero entre los jóvenes lobos del socialismo español.

Prieto se negó en redondo a aceptar el golpe de Estado. Largo aceptaba el trato, pero a cambio de ser
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él quien lo gestionara, y en cuanto a Fernando de los Ríos -el «Cristo Moerno», como le llamaban en su
Granada natal- tampoco aceptaba que fuera otro catedrático quien administrara la herencia socialista.

Don Julián tuvo que cargar con el sambenito de querer «convertir a los españoles en ingleses», por su
afán en transformar al PSOE en un partido semejante al laborista británico. Esa moderación no le impidió
escribir uno de los pocos libros teóricos sobre el pensamiento de Marx publicados en España antes de la
guerra: Marxismo y Antimarxismo, un verdadero plomazo. Pero como casi nadie había leído a Marx, le
permitió mantener su posición de sabio de izquierdas mientras trataba de llevar el partido hacia la
derecha. Todos los intentos del respetado pero poco atendido Besteiro se dedicaron a impedir la deriva
izquierdista que llevó a la rebelión contrala República en el 34 y a la deriva bolchevique del 36. Su
fracaso fue completo. Con la salud quebrantada, vio cómo el partido se le iba de las manos y, después,
cómo se dividía entreprietistas y caballeristas , división a muerte, como se pudo ver en Ecija en un
mitin de Prieto.

Besteiro no se fue: lo echaron. Sus compañeros le llevaron a puestos de mucha apariencia -como la
presidencia de las Cortes- pero poco poder. La guerra le pilló viejo y enfermo. Por encargo de Azaña,
pero también por iniciativa propia, trató de llegar a un acuerdo con Franco a través de Inglaterra,
aprovechando la coronación de Jorge VI, una misión diplomática cuando la guerra estaba aún
empezando y con Largo en el Gobierno, que trató de impedirla sin éxito. Pero entonces, nadie, ni fueran
i dentro, quería negociar. El mismo Azaña disimuló su compromiso con él -cosa que no le perdonó
nunca- y pronto vio cómo la dictaduranegrinista iba devorando a sus dos viejos enemigos: primero,
Largo; después, Prieto. Fracasados sus intentos de terminar la guerra por las buenas, horrorizado por los
vaivenes de una familia que se debatía entre un ex ministro de primo y un ex propagandista de Marx,
Besteiro dio el año 39 un paso decisivo al aceptar la jefatura que le propuso el coronel Casado dela
Junta Militar , que depuso al Gobierno Negrín, en la esperanza de acabar con el poder comunista y de
poder pactar en condiciones honorables con Franco.

Gracias a un yerno comunista pero no letal, Sebastián pudo huir de Madrid y pasar la guerra en
Barcelona, hasta la entrada de las tropas de Franco. Pero Besteiro vivió los tres años de matazón
intranquilo por la suerte de su doble familia. Y de la nación. Cuenta uno de sus familiares que la última
vez que vio a Negrín le dijo: «Antes de que le cuenten nada, quiero que sepa por mí lo que he dicho en la
ejecutiva del PSOE. Le tengo a usted por un agente de los comunistas».

Pero este mismo hombre, capaz de enfrentarse al todopoderoso Negrín y al PCE, fue el que no quiso
dejar a sus electores madrileños abandonados a su mala suerte, y supo compartirla, con dignidad
extraordinaria, hasta el final.

Para la historia, con mayúscula, queda su imagen, en un sótano del Ministerio de hacienda convertido en
improvisado estudio radiofónico, dirigiéndose a los españoles para pedirles el final de tanta sangre en
nombre dela Junta de Defensa Nacional. Estaba tan enfermo que, de hecho, pasaba el día acostado en el
camastro de un cuartucho vecino, de donde sólo lo sacaban para loas alocuciones radiofónicas mientras
duró el combate feroz de comunistas y anticomunistas que realmente dio fin ala Guerra Civil española. El
anarquista Mera, el coronel Casado y algunos socialistas como Wenceslao Carrillo, el padre de
Santiago, rodeaban a aquel hombre consumido, enteco, febril, aquijotado y angustiado, que supo asumir,
en las peores condiciones, el destino de su patria, cuando ya no le quedaba destino ni tenía sitio en su
patria, si es que de la patria quitamos la memoria.

Franco fue mezquino con él. El Tribunal Militar no lo condenó a muerte sino a reclusión perpetua, la
fórmula de evitar el paredón. Pero en un horrible peregrinar cautivo, un viaje dantesco de cinco días, lo
mandaron al penal de Carmona, donde no se daban las mínimas condiciones para que su quebrantada
salud resistiera el cautiverio. Consiguió ver a su mujer y hasta darle ánimo, mientras su cuerpo se iba
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consumiendo y su mente apagando.

Si defectos tuvo, si errores cometió, si no logró nunca su objetivo político, no cabe reprochárselo sino
lamentarlo. Pocos hombres de nuestro siglo han dejado una impronta de honradez, un marchamo de
seriedad, un fin de vida tan digno como Julián Besteiro en la política nacional. No fue un gran intelectual,
no fue un político afortunado, pero gracias a gente como él todavía la ética, entonces simplemente
decencia, tiene sentido y significado en el español del siglo XX. Y ello por esa triste imagen inolvidable,
por esa estética agónica de su final político. Esa fotografía pobre, en sepia y negro, esa imagen macilente
bajo el foco y frente al micrófono pidiendo la paz, es, ni más ni menos, la imagen de la ética cuando
vienen mal dadas, cuando ya no hay lugar para otra estética que la de la compasión.

MIGUEL ANGEL BLANCO GARRIDO: El llanto de una nación

El Mundo, 20/07/1997

La muerte de Gregorio Ordóñez le llevó a la política: ahora le sustituye como mártir. Su secuestro fue un
asesinato a cámara lenta. España vivió la agonía del Miguel como propia en la mayor procesión laica de
nuestra Historia. Nunca llegó a más sólo uno.

Todala Corona de Castilla, incluyendo naturalmente al Señorío de Vizcaya, no


reunía tanta gente cuando fue capaz de descubrir, conquistar, evangelizar y occidentalizar a casi toda
América en 50 años como fue capaz de reunir un vizcaíno de padres gallegos, Miguel Angel Blanco
Garrido, natural de Ermua, en un solo día: el 14 de julio de 1997. Juntando viejos, mujeres y niños, toda
Castilla no llegaba en1492 a los seis millones. Autores hay que no la dejan pasar de cinco. Sin embargo,
este muchacho, al morir con sólo 29 años cumplidos, supo, pudo, hizo el milagro de echar a la calle a
seis millones largos, que de punta a punta de España, incluyendola Península y sus archipiélagos, lloraron
a lágrima viva su desaparición. Millón y medio de personas en Madrid, un millón en Barcelona, medio
millón en Sevilla, Valencia y Zaragoza, quién sabe cuántos miles en cuantas plazas de cuantos pueblos.
Lo cierto es que el que no salió a la calle lloró en su casa, y el que salió, lloró también. Nunca hubo un
llanto tan largo, tan concienzudo, tan sentido, sobre la áspera, verde y bermeja tierra de España. Nunca
lloraron tantos por uno solo.

De este vizcaíno nacido de gallegos, de este español arriscado en la frontera, sabemos sólo una cosa,
que para todos ha sido suficiente: era uno más, era uno de los nuestros. Y como nuestro nos lo mataron,
y como nuestro lo hemos perdido y encontrado. Porque de la muerte de un hombre ha nacido algo más
que un símbolo: un mártir. Y un mártir vasco de la fe española, pero un mártir en vaqueros, sin
aspavientos, sin alardes. Un mártir de andar por casa, que es lo que todo el mundo pretende: andar por
casa, por la casa grande de nuestro pueblo. Lo mataron precisamente por eso, porque era uno más. Y
nunca llegó a más sólo uno, en su triste cuerpo desvanecido de agonizante.

Miguel Angel Blanco Garrido tenía un padre albañil, una hermana en Escocia y una novia muy guapa
con la que se iba a casar. Entró en política, en la modesta dimensión de la concejalía de un pueblo de
Vizcaya, cuando asesinaron a Gregorio Ordóñez, el líder del PP en Guipúzcoa. Sintió entonces que la
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moral pública exigía dar testimonio de su fe, porque su fe, sin estridencias, le sostenía. Ahora sucede a
Gregorio Ordóñez en la lista de mártires, que no víctimas, ni bajas, de la jauría etarra. Pero, más allá de
este mundo, cuando ya no puede sentir miedo en los huesos ni angustia en el corazón, le ha tocado ser el
sí bolo de todos los muertos de esa guerra sin declarar, y por tanto sin final, que es la política vasca.

Podía haber sido otro, porque otros muchos han pasado, como él, la angustia del secuestro, la
humillación de la tortura, la espera de la muerte y la convulsión del moribundo. Pero ha sido él. Después
de haber descubierto toda España el zulo de Ortega Lara y las condiciones inhumanas, peores que las de
los nazis, los estalinistas o los serbios, que los etarras reservan para sus víctimas, la sensibilidad popular
estaba a flor de piel. Y entonces secuestraron a Miguel Angel y amenazaron con matarlo si, en 48 horas,
el Gobierno no ponía a todos los presos etarras cerca de sus caseríos imaginados, de sus pisos cutres,
de sus casas confortables, de su entorno familiar, tan cálido, tan reconfortante después de haber pasado
por el trámite de despenar a algún prójimo. Era una forma de muerte lenta, a cámara lenta, dijo el
periódico, y, en efecto, así fue. A las 48 horas, alguien vio el cuerpo de un hombre tumbado en una
cuneta con la cara bañada en sangre. Nadie tuvo dudas de que se trataba de Miguel Angel Blanco.
Nadie tuvo dudas de que, al menos, sus sufrimientos habían terminado.

Porque durante dos largos, larguísimos días, España vivió la agonía de Migue como suya. Y cuando
llegó su muerte, la vivió como si fuese suya, personal y intransferible. De ahí el llanto, el río inmenso de
llanto que anegó la cara antigua y hermosa de la patria. De ahí los millones de personas que salieron a la
calle a llorar su propia muerte y a agracederle a Miguel Angel que hubiera muerto por ellos. Porque así
se ha entendido y si no es así, no se entiende: el pueblo español ha sentido que Miguel Angel ha muerto
por todos los españoles. Y así lo ha llorado. Y así lo ha enterrado. Y así lo recordará siempre. Miguel
Angel Blanco no pertenece ya sólo a nuestra historia política sino a nuestra historia religiosa, si puede
hablarse de religión en el sentimiento nacional. Unamuno, su paisano y maestro, diría que sí.

Espero que nadie entienda como falta de respeto a una figura tan sincera y profundamente querida y
subrayar lo que de auto de Pasión ha tenido su muerte para este viejo pueblo descreído pero
profundamente católico. Espero que no se entienda mal tratar de explicarnos cómo ha sido posible que
todo un país caiga de rodillas, siervo de la pena, ante una persona que, 24 horas antes, era
absolutamente anónima. Y sin embargo, los datos están ahí. Era un joven, con toda la vida por delante.
Tenía padres pero aún no tenía familia propia. Sus orígenes no podían ser más humildes. Sus padres
también vinieron de fuera, de muy lejos de Nazareth, aunque allí habían echado raíces. Con mucho
esfuerzo pudo estudiar y supo terminar sus estudios con fortuna. Ya había comenzado a recoger el fruto
de su trabajo. Una hermosa mujer a su lado, lo esperaba. El encontraba en la música la pequeña y
doméstica locura que cada sábado hacía volar las preocupaciones y lo sumía en un éxtasis tranquilo, de
pueblo, sin trascendencia. Y un día, al ver que habían cortado la cabeza de un Hombre Justo, sintió
dentro de sí la llamada de la justicia, de hacer pública su confesión de fe en el prójimo. Y la siguió,
contra los fariseos y los publicanos. Y todos vieron su virtud. Tal vez por eso lo eligieron para morir.

Dicen los forenses que sudó mucho, que su angustia fue inmensa tras su secuestro. No dicen que sudó
sangre, pero como si lo dijeran. Dicen también que le ataron las manos a la espalda horas antes de
matarle, para que viera llegar el final de su tiempo sin poder tomarle la medida, como un inmenso terror
desierto. Dicen que lo hicieron arrodillarse en la cuneta antes de ponerle la pistola en la nuca. Y que, de
rodillas, después de dispararle una vez, tras unos segundos que se harían horas, días, años, los 29 años
de vida y todos los años de una vida por venir que ya no llegaría nunca, lo remataron en el suelo. Y lo
dejaron por muerto, como un pobre animal atropellado en la carretera.

Pero Miguel Angel no murió entonces. Su cuerpo exánime guardó todavía unas horas el pálpito al que
algunos llaman vida y otros el simple andar del corazón. Anduvo aún, en las brumas de una agonía que
ya no era suya, sino de toda España, horas y horas, sin esperanza pero como ejemplo.
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Esas horas fueron decisivas para convertirle en mártir, en santo, en crucificado a los ojos de la gente
humilde, del pueblo corriente, del común que ve la vida por la televisión pero sabe distinguir lo que hay
de verdad detrás de unas imágenes y vio que detrás de las imágenes de Miguel Angel llegando al hospital
vivo pero yerto, tapado con una pobre manta azul que parecía tejido para Lázaro por Marta y María,
todo lo que había era verdad. Pura verdad. Cegadora verdad. De ahí nació el llanto. Y de ahí el culto.

Porque la forma en que España se lanzó a llorar por plazas y avenidas, por calles y callejas no ha sido
por orden ideológico, ni siquiera político. Ha sido tribal por el impulso, nacional por lo civilizada, moral y
religiosa por lo que ha tenido de culto a los muertos en nombre de la vida. Ha sido como un grito ante el
abismo y como un himno de ofrenda. Ha sido la mayor procesión laica de nuestra Historia, pero en vez
del Cristo, el pueblo caminaba tras la imagen de un muchacho asesinado por los enemigos de la nación y
de la libertad, por los que quieren romper lo que, más que cuerpo político, casi parecía cuerpo místico.

La muerte de Migue se ha visto no sólo como un acto de crueldad sin límites sino también como un
sacrilegio. Por verter la sangre de un inocente tras hacerle agonizar más de dos días, las mismas horas
del Nazareno, pero también por atentar contra el inocente, contra el cordero, contra el que nunca hizo
mal a nadie, contra el que sólo tenía como proyecto, además de los hermosos y modestos de su vida
familiar, el de ir caminando hasta Madrid para conseguir que rehicieran el polideportivo de su pueblo,
roto por la tormenta. En recompensa, en homenaje, toda España se puso en pie camino de su tumba. Y
le van a construir el polideportivo que llevará su nombre. Y le van a guardar para siempre, en los libros
de Historia, lugar de respeto.

Pero acaso lo más importante de ese inmenso entierro con seis millones de acompañantes y 33 más de
deudos y parientes es que la vieja nación, a la que se daba por rota y vieja, apareció a la luz del sol y
bajo la lluvia inmensamente joven, llena de vida, renacida por la sangre de Miguel Angel. Y se miró a sí
misma y casi no se reconocía. Por eso muchos, enla Plaza del Pilar donde se celebró el funeral postrero,
que no definitivo, lo llamaban santo. Porque dijo Miguel Angel Blanco Garrido a España: levántate y
anda. Y España se levantó, se puso en pie y echó a andar por todos los caminos de su ser. Así fue, así
ha sido y así se recordará en el tiempo. Esa estancia vacía y luminosa en la que hoy habita la memoria de
uno de los nuestros.

VICTOR ALBA: El republicano cabreado

El Mundo, 27/07/1997

Este hombre de la izquierda perdida tiene la extraña habilidad de estar siempre con los perdedores. Es
de los pocos que ha intentado explicar el comunismo. Ha escrito más de 100 libros y ha sobrevivido a
ello. Sus memorias son la exaltación sentimental de un español con genio.

A sus más de 80 años tiene razón Víctor Alba en cabrearse. Hace un año publicó
sus memorias, que son los 80 años de la historia de España que más fragante y electrizantemente hemos
vivido. En ellas cuenta, con una prosa extraordinaria, lo que le ha pasado y lo que nos ha pasado, lo que
le ha caído encima y lo que nos puede caer. Nadie ha acusado recibo de esas memorias. Y lo
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sorprendente es que Víctor Alba encuentra eso normal.

Las memorias de Víctor alba se titulan Memorias de un cabreado pero son la exaltación sentimental de
un español con genio. Con mal genio, habría que decir, si el genio tuviera entre nosotros alguna analogía
con la bondad. Víctor Alba pertenece a ese pequeño grupo que, desde el POUM, intentó dirigir la
izquierda española en un sentido que hoy nos resulta difícil de entender. Ser comunista, cuando lo que
más se odia esla URSS , resulta prácticamente imposible. Pero la experiencia del comunismo marca de
forma indeleble a todos los que lapadecen . También a Víctor Alba. No es fácil saber, todavía hoy, si
Víctor Alba es comunista, marxista, socialista, trotskista o un penitente de lo que en estos caminos
anduvo. En todo caso, debe quedar constancia que vale la pena tenerle atención.

He aquí un hombre que no ha dirigido un partido -el partido de Maurín- que no manda en un sindicato
-la CNTde Barcelona- que tampoco crea un partido propio, y que, sin embargo, permanece cautivo de
esas siglas, de esas fidelidades que, en el fondo, él tiene que fundar de nuevo, porque está rodeado de
muertos. Es un caso de fidelidad a la mortandad, de homenaje a la desaparición, porque Víctor Alba, en
sus obras sobre España, nunca nos habla de mañana, pero se niega a hablarnos de ayer. Se trata de un
caso especial de memoria selectiva en el que la selección es lo mejor de la memoria.

He visto a Víctor Alba, con su hija Cristina al lado, y me ha parecido un milagro que le tiempo no
respetará. Pocos como él saben de la historia de España. Pocos como él saben de la historia del
marxismo con temporáneo. Pocos como él saben de la historia del comunismo español. Sin embargo,
Víctor Alba no tiene medios para contar lo que sabe. Y ésa es una de las pequeñas tragedias que,
nombres aparte, debemos conllevar.

Sísifo y su tiempo. Memorias de un cabreado (1916-1996)es el título que la editorial Laertes ha


puesto a las memorias de Víctor Alba. Casi nadie ha podido comprar el libro. Los grandes periódicos lo
han silenciado. Los críticos de fuste, o no lo han entendido o lo han tirado al fondo de la papelera. Otros
que no son críticos pero que pudieran haber servido para propagar el hecho, siquiera el hecho noticioso,
no han dicho ni pío. Víctor Alba es un maldito. Quiero decir que pesa sobre él una de las grandes
maldiciones que pueden caer sobre un intelectual español: conocer la izquierda y condenarla. Víctor,
convertido en Sísifo por artes literarias y por capricho individual, ha hecho de su vida una epopeya y de
su epopeya una novela que no se puede leer. Es el destino de los anticomunistas brillantes. Este hombre
fue uno de los integrantes del POUM. Como tal, fue perseguido por el estalinismo y se jugó la vida sin
quererlo en los paredones dela Guerra Civil. Pero después de la guerra, durante muchos años, escribió y
escribió, libros y libros, sin que nadie los tomara mucho en serio. Tras salir de España, vivió en México y
en Estados unidos, pero siguió escribiendo de cosas inconvenientes. Tanto ha escrito que en esas
Memorias inencontrables hay 123 títulos que marcan su paso por las letras. Muy pocos han sobrevivido
a 100 libros. Muy pocos los han escrito de verdad. Víctor Alba ha hecho una cosa y la otra. Y, cuando
lo ves aturdido, un tanto despistado de lo que pasa alrededor, te sorprende tanto su inocencia como su
afán. Cumplidos los 80 años, no se sabe qué es más importante, si escribir 100 libros o seguir
escribiendo. Víctor Alba, en la duda, prefiere incordiar. Sería demasiado sencillo reducir la vida de
Víctor Alba a esos 100 libros apenas conocidos. Pero sería, en mi opinión, mucho más rastrero, limitar
su noticia a una serie de anécdotas baratas. Su vida de adolescente en Barcelona, su juventud de
miliciano enla Guerra Civil , su cárcel, sus preguntas, su liberación, su escapada, son pasajes comunes a
cientos de miles de españoles en esos tremendos años 30. Pero, por encima de sus vicisitudes
consuetudinarias, Víctor Alba es de los pocos que ha intentado entender y explicar el gran fenómeno
totalitario de nuestro tiempo: el comunismo. O lo que en términos académicos suele llamarse estalinismo
por no molestar.

Cuando empezó a escribir, uno de los libros que publicó quien dejó de publicar tan poco fue las Fábulas
Inoportunas. Y es casi un símbolo de lo que la impresionante trayectoria intelectual de Víctor Alba ha
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sido desde hace muchos años: inoportunidad. Nunca ha sido oportuno este hombre para las modas
intelectuales: en los 30 era fascista para los comunistas y comunista para los fascistas. En los años 40 era
soviético para los occidentales y agente dela CIA para los amigos dela URSS. Tiene la extraña cualidad
Víctor Alba de haber estado siempre entre los perdedores. Y así, no es de extrañar que su obra ande
perdida, inencontrable, fruto del azar.

Del marxismo español, del americanismo más o menos izquierdista, del catalanismo de verdad y de
otras muchas cosas sin tiempo ni lugar preciso, ha escrito Víctor Alba sin demasiada fortuna. Ahora vive
en Sitges, con su hija, y sigue escribiendo incansablemente. Ha visto caer el Muro pero lamenta que la
gente siga sin entender el comunismo. Es un catalán de pura cepa, pero lamenta las dificultades para
entenderse con Madrid en cuestiones que no sean de procedimiento. Es un muchacho de Barcelona que
ha atravesado la gran aventura totalitaria del siglo XX. Pero que la ha contado y no lo han creído. O no
lo han creído del todo. Sólo lo imprescindible.

Sin embargo, Víctor Alba es uno de los nuestros. De los más nuestros. Porque tanto en lo que excede
como en lo que falta, en lo que sobra como en lo que no llega, testimonia, da fe de una voluntad
verdadera que siempre nos falta. Este hombre de una izquierda perdida es uno de los pocos testigos que,
a izquierda y derecha, nos quedarán del siglo XX. Sus 80 años, sus más de 100 libros, no son nada al
lado del símbolo que lo debería preceder- quiso ser nada por despreciar serlo todo. Quiso ser alguien a
cambio de no ser multitud. Creo que he dicho que vive en Sitges y que sus libros andan perdidos por ahí
para el que los sepa buscar. Leerá y aprenderá. Víctor alba seguirá vagando al lado de la playa con los
dos sentidos que, según él, conserva de los cinco: oído y tacto. En mi opinión siempre ha tenido más
sentido, aunque siempre se le haya atravesado el plural.

LUCAS BELTRAN: El patriarca de la economía liberal

El Mundo, 03/08/1997

Fue estrecho colaborador de Cambó y Tarradellas enla Generalitat de Cataluña. La militancia franquista
de su hermano le salvó de la represión. Cuando el «milagro alemán» corroboró su línea de pensamiento
volvió a la política. Fue el maestro de varias generaciones de economistas.

Hace unos días murió Lucas Beltrán Flórez y lo hizo de una forma muy nuestra,
bajo ese silencio torvo, hecho de un cuarto de desprecio y tres de ignorancia, que España reserva a sus
grandes sabios. Apenas nadie recordó que con Lucas Beltrán se ha ido la personalidad más brillante del
pensamiento económico liberal del siglo XX en nuestro país y además un testigo excepcional de la
historia política española y de la historia intelectual de Occidente. Añádase a su sabiduría una bondad
personal, una elegancia natural y una serena pero apasionada y contundente defensa de sus ideas, que
casi toda su vida tuvo que mantener a contracorriente, y tendremos ante nosotros una de esas raras
figuras en que andan parejos el caballero y el intelectual. Razón de más para que su muerte haya pasado
inadvertida porque ninguna de esas condiciones son hoy habituales en nuestra vida pública.

Y sin embargo, la vida personal de Lucas Beltrán no es menos interesante que su vida profesional e
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intelectual. Nacido en 1911, en un pequeño pueblo de Tarragona llamado Alcanar, en el seno de una
familia relativamente acomodada dentro del mundo rural de principios de siglo, fue Lucas el mayor de
cinco hermanos. En su casa se hablaba castellano y catalán y aprendió el francés a los 10 años, cuando
le mandaron a un colegio del que sólo recordaba con cariño la obligación de hablar este idioma a la hora
de comer. Estudió después con los jesuitas cuatro años y, a la hora de escoger carrera, se decidió
-contrariando a su familia- por el Derecho, carrera que hizo en cuatro años, siempre con excelentes
calificaciones. Eso le permitió conseguir en 1931, gracias a su maestro Algarra, una beca para estudiar la
materia que, a su juicio, más falta hacía y menos se estudiaba en la universidad: Economía.

Su destino fue, visto desde hoy, el más feliz al que podía aspirar un estudiante de entonces:la London
School of Economics. Por aquella época era una especie de Universidad Fabiana, rival de Cambridge,
cuyo objetivo último, según el deseo de sus fundadores, los hermanos Webb, era allanar el camino al
socialismo inevitable. Sin embargo, precisamente por considerar que el socialismo era seguro y que había
que preparar buenos profesionales para cuando llegara, la libertad de cátedra era sagrada. Así pudo
darse una pluralidad de opciones a los alumnos y todas del máximo nivel. Baste decir que junto al
socialista Harold Laski se encontraban liberales como Robbins y, muy especialmente, el hombre que de
forma indeleble habría de marcar la trayectoria intelectual de Lucas Beltrán, un joven exiliado dela
Escuela Austriaca llamado Friedrich von Hayek, la estrella más prometedora de los jóvenes economistas
pero que no dudó en apagarse estrellándose una y otra vez contra el que había de ser el gran profeta de
la economía occidental durante 40 años: John Maynard Keynes.

En los grandes debates de los años 30 y 40 entre las dos grandes figuras de la economía mundial, Lucas
Beltrán fue un hayekiano convencido. Más convencido cuanto más triunfaba Keynes en las cátedras y en
la política de los gobiernos de casi dos generaciones. Por eso, cuando a partir de los primeros años 80
Hayek triunfa en toda la línea, Lucas Beltrán acogía el éxito de su maestro con la misma tranquilidad con
que había soportado su ostracismo, con una sonrisa leve y atristada, no por lo tardío del reconocimiento
intelectual -decía- sino por el tiempo perdido en reconocer lo evidente. Los azares de su vida también lo
hicieron comprensivo y amable -hasta la extenuación- en el terreno personal. Tuvo ocasión sobrada para
entender la condición humana desde su vuelta a Barcelona, terminada su beca enla London School of
Economics, porque en 1932 entró como ayudante en el despacho de Cambó, la primera figura política
de Cataluña, y hasta que llególa Guerra Civil se convirtió en su mano derecha y consejero principal para
toda clase de asuntos económicos, no hace falta decir que entreverados con los políticos.

La Guerra Civilobligó al joven Lucas Beltrán a un destino paradójico: uno de sus hermanos fue
asesinado por simpatías falangistas y la familia vivió en el sobresalto de la delación y en la angustia de la
denuncia anónima, entonces equivalente a la muerte. El resultado fue la disgregación y Lucas se quedó
solo con su padre en Barcelona, dedicado a una tarea tan meritoria como secreta: protegerla Fundación
Cambó ylaBernat Metge a las órdenes del presidente del Gobierno dela Generalitat Josep Tarradellas.
Aquel acuerdo secreto entre Cambó y Tarradellas sólo se conoció cuando éste volvió 40 años después
para presidirla Generalitat restaurada; y prueba de la amistosa colaboración de estos dos hombres es
que Tarradellas hizo presidente dela Fundación Montserrat Tarradellas, en Poblet, precisamente a Lucas
Beltrán.

La guerra fue una escuela decisiva para el joven economista. Aunque su tarea era la de asesorar ala
Generalitat en materia económica, era aquél un poder impotente ante los partidos y partidas desatados y
su única herramienta era la fabricación de moneda, es decir, la inflación. Por eso pudo decir, muchos
años después, que la peseta republicana no cayó porque se perdió la guerra sino tal vez al revés. En
cualquier caso, Franco se presentó en Barcelona en el 39 y el joven Beltrán siguió acudiendo a su
despacho enla Generalitat sin saber cuál sería su destino.

La militancia franquista de su hermano Juan -por cierto, padre de Emma Cohen- y la vuelta de Cambó,
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le evitaron la represión. Pero la marcha al exilio de Cambó le impuso ganarse la vida dando clases y
asesorando algunos de los primeros proyectos sociales del nuevo régimen. De ahí sale uno de sus libros
más innovadores, dedicado, en época tan temprana, al problema de las pensiones.

Tuvo también gran ayuda en el compañero entrañable de toda al vida, Joan Sardá, a quien había
ayudado durante la guerra colocándolo enla Generalitat y que, tras pasarse a los nacionales y volver con
los triunfadores a Barcelona, tampoco se olvidó de su amigo. En el 41 se casa con su prima Montserrat
y en el 44 presenta su tesis doctoral ante un tribunal en el que figuraba Luis Olariaga, seguramente la
figura que, antes de Lucas Beltrán, más decididamente se resistió a la ola de keynesianismo que invadía
Europa. El mismo que, muchos años después, presidiría el tribunal que le otorgóla Cátedra de Economía
Política, tarea en la que fracasó varias veces.

Pero en uno de esos fracasos estaba en el tribunal el gran don Ramón Carande que, ante la brillantez del
fallido opositor, le proporcionó la mejor ocasión profesional de dirigir su Servicio de Estudios. Allí pudo
leer, crear grupos de trabajo, conocer a fondo los mecanismos bancarios e insistir en su afán de sacar la
cátedra, que se le resistió bastante. Por fin la consiguió y comenzó su peregrinaje por Murcia, Salamanca
y Valladolid, sin dejar nunca el Urquijo. En esta época publica su primera obra popular,Economistas
Modernos , por solicitud de Vicens Vives. La obra se abría con una foto de Hayek a toda página. Era el
51 y, un año antes, Beltrán había traído a Hayek a España, después de haber hecho lo propio con
Rvpke en el 49. Ambos, junto a Mises, forman el núcleo esencial dela Escuela Austriaca que tanto
influyó en el grupo alemán de la revista Ordo, base teórica de la política de Erhard y del llamadomilagro
alemán .

En ese milagro, tan liberal como alemán, se fijaron los dirigentes del Plan de Estabilización y de los
Planes de Desarrollo y fue a través de éstos cómo Lucas Beltrán se encontró metido de nuevo en
política. En 1966, López Rodó, tras leer el informe del Urquijo sobre el Plan, le propone ser secretario
general. Empujado por el Urquijo, Beltrán acepta como casi todos los economistas distinguidos de
entonces y trabaja con López Rodo tres años. Luego, es nombrado presidente del Sindicato Vertical
dela Enseñanza (privada) y procurador en Cortes, el tiempo justo para que López Rodó le recompense
facilitando su acceso al puesto de sus sueños:la Cátedra de Economía Política de Madrid, tras lo cual
abandona aliviado la política.

Aunque oscurecido por la fama de su siempre amigo Sardá, Lucas Beltrán se convierte entonces en el
verdadero centro de las iniciativas que, tanto en la cátedra como en el domicilio del pionero Luis Reig,
van creando la primera generación de economistas genuinamente liberales, siempre dentro dela Escuela
Austriaca y bajo la inspiración de Hayek. Se crea Unión Editorial con Juan Marcos, se traduce a los
clásicos, se recibe a los jóvenes, se facilita bibliografía, se dan consejos. En suma, se hace escuela. Pero
pese al éxito de libros como suHistoria de las ideas económicas , Lucas Beltrán permanece en un
segundo plano, modesto, afable, elegante.

Su autoridad es, sin embargo, indiscutida dentro y fuera de España. El año pasado, con una amplia y
cuidadosa introducción de Jesús Huerta de Soto y excelentemente presentado enlaNueva Biblioteca
dela Libertad de Unión Editorial, Lucas Beltrán publica su último libro:Ensayos de Economía Política ,
que, por su amenidad, coherencia y diversidad, lo retrata de cuerpo entero. Ahí puede encontrar la
primera pista el que quiera saber algo del gran economista liberal de nuestra época, que se nos ha ido sin
perder la sonrisa y que, por tantos motivos, podemos llamar nuestro.

CIPRIANO MERA: El albañil que no quiso ser general

El Mundo, 10/08/1997
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Su único sueño durante la contienda civil fue el de volver a su profesión de albañil. Miaja siempre lo
promocionó a los máximos rangos operativos cuando se constituyó el ejército Popular. Contribuyó al fin
de la guerra al fundarla Junta de Defensa con Casado y Besteiro frente a Negrín.

Cipriano Mera es el último de los grandes anarquistas españoles del siglo XX y


uno de los pocos que conserva íntegro el espíritu del anarquismo del XIX. Pocos hombres como él se
atuvieron tan estrictamente a los principios libertarios y pocos, por no decir ninguno. Tuvieron tantas
ocasiones de vulnerarlos. A diferencia de Durruti, los Ascao o la propia Federica Montseny, Cipriano
Mera es el propotipo de militante obrero que, por su valor personal -nacido del orgullo y de la dignidad
en carne viva de los desheredados- y por una inteligencia natural que en él suplía la falta de estudios, fue
capaz de convertirse en uno de los grandes jefes militares del Ejército Popular dela República , al frente
de la 14 División, que con las de Líster y El Campesino fueron las grandes fuerzas de choque a lo largo
de la guerra, y después, del IV Cuerpo de Ejército. Si sus hazañas no fueron cantadas por la prensa
internacional, si su nombre no alcanzó la popularidad de los otros jefes militares fue por una y única
razón: su militancia anarquista y su animadversión a los comunistas, dueños de la propaganda.

Sin embargo, su división, ya que no tuvo capacidad para ganar la guerra, sí tuvo en su mano terminarla.
Y la terminó al fundarla Junta de Defensa con Casado y Besteiro frente a Negrín. Sus hombres
decidieron los cruentos combates que libraron los comunistas contra el resto de los partidos y sindicatos
del Frente Popular. Tres años antes, el 18 de julio de 1936, nadie hubiera dicho que aquel albañil
madrileño que estaba en la cárcel por los disturbios producidos enla Huelga de la construcción y que
odiaba cualquier rango o privilegio iba a convertirse en el hombre que terminaría militarmente con al
resistencia republicana. Aunque, en rigor, Mera nunca dejó de combatir a Franco, ni durante la guerra ni
en su largo exilio, tampoco aceptó el vasallaje, ni siquiera la compañía del comunismo estalinista. Y su
único sueño, durante la contienda civil, fue el de volver a su profesión de albañíl, desdeñando los honores
morales y materiales que la revolución le brindó.

Y es que Mera nuca quiso ser más que albañil. Desde su nacimiento en Madrid, en 1897, siguió los
pasos de su padre, obrero de la construcción y militante dela Asociación de Albañiles El Trabajo, de
UGT. A los 11 años, con una mínima instrucción, empezó a trabajar ayudando en las obras y, cuando no
había trabajo, haciendo de cazador furtivo, tarea en la que su padre era un experto. Seguramente esa
astucia del furtivo, esa forma de comprender el acecho, la caza y la huida fueron su auténtica escuela
militar, porque la guerra Civil española fue en cierto modo una forma de caza al margen de toda ley. Y
en esto, Mera, llevaba mucho aprendido.

Su propio aspecto, seco, enjuto, con la cara tajada a conciencia por el viento y los ojos escondidos
entre una frente noble y unas arrugas insomnes, es el de un cazador. Y su boca, dibujada o cortada
sobre los dientes fuertes y una mandíbula como un puño, también revela algo del hembra pasada,
presente o futura de quien caza por necesidad. Es un rostro de campesino español de cualquier siglo
llegado a Madrid cuando Pío Baroja escribíaLa Busca.

Pero en ese rostro no hay ingenuidad sino determinación, no hay temor sino violencia contenida, no hay
sometimiento ancestral sino voluntad de destrucción, de revolución. Su bautismo anarquista se produce
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al entrar en contacto con grupos violentos como el que perpetró el asesinato del presidente del gobierno
Eduardo Dato. No fue, pues, Mera, uno de aquellos anarquistas naturistas y vegetarianos que leíanLa
Revista Blanca y creían en el futuro del esperanto. Era, fue, desde que dejóla UGT para abrzzar el
anarcosindicalismo, un hombre de acción que no rehuía ni la clandestinidad ni la violencia. Participó en
diversas conjuras contra Primo de rivera, todas fallidas, pero al caer la dictadura, su prestigio, que había
pasado intacto dela UGT ala CNT , lo convirtió en presidente del Ramo de la construcción de Madrid.

Detrás del andamio, seco, con Durruti y otros, formó parte de las milicias o grupos de choque que, con
el nombre de Grupos de Defensa Confederal, hacían a la luz del día lo quela FAI remataba por la noche.
Desde 1933 es miembro del Comité Revolucionario que tantos quebraderos de cabeza produjo ala
República. Y esa política violenta, revolucionaria, que le lleva a la cárcel, empieza a devorar al albañil
que nunca quiso dejar de ser.

En 1936, era uno de los dirigentes del Comité de Huelga de la construcción, y como tal fue encarcelado
por las luchas entre piquetes y entre los propios sindicatos obreros. Fue encarcelado y de la cárcel le
sacó el fracaso de la rebelión en Madrid. No obstante,la Huelga dela Construcción es un caso
asombroso, por no decir patológico, de las reivindicaciones sindicales porque, proclamada bastante
antes del 18 de julio, terminó bastante después, como si no pasara nada. Es una ilustración de lo que
entendían por apoliticismo muchos dirigentes libertarios de entonces.

Apenas fuera de la cárcel, Cipriano Mera se enrola voluntario como miliciano raso, pero al poco
tiempo, por los avatares de la lucha, comienza a ascender vertiginosamente en la organización de las
milicias populares. Siempre mandando unidades anarquistas, en la primavera del 37 tiene ya a su mando
una división, la 14. Semejante carrera, sin ser militar como Galán, sin tener estudios como Tag|eña, sin
haber pasado por ninguna academia militar soviética, como Líster o Modesto, es sólo comparable a la
de Valentín González. Porque aunque el cargo máximo en aquellas tropas equivalía a general de División.
¡En menos de un año y por méritos de guerra!

En realidad, el mérito esencial de Mera, el primero de ellos, fue el de comprender que las milicias
obreras sólo serían operativas si adquirían la estructura, la formación y, sobre todo, la disciplina, del
ejército regular. En eso, pasados los primeros escarceos, en que las milicias anarquistas se desbandaban
con facilidad, hasta Durruti empezaba a estar de acuerdo. Pero la muerte de Durruti -que los anarquistas,
incluido Mera, siguen sin explicar- le dejó como única figura militar dela CNT. Esto fue muy apreciado
por Miaja que, aunque temía sus «albañiladas», como dio en llamar a su sentido del orgullo y del mando,
especialmente en defensa del débil, le apreció siempre y lo promocionó a los máximos rangos operativos
cuando se constituyo el ejército Popular. La amplia base cenetista, en la que se refugió también el
POUM, fue la cantera miliciana de la que Mera, con su jefe de Estado Mayor Verardini, extrajo una de
las mejores divisiones: la 14.

En unas memorias publicadas por Ruedo Ibérico en 1976 y amputadas de casi cualquier referencia
personal -sólo al final aparece su compañera de toda la vida, Teresa, sus dos hijos y sus padres, un
núcleo que se mantuvo siempre unido, especialmente en la adversidad- Mera da detalles muy
sustanciosos acerca de las trampas que los jefes militares le hacían a la superioridad -por ejemplo, Líster
nunca tomó Brunete, El Campesino no tomó Brihuega en la batalla de Guadalajara- y de las acechanzas
que padeció a manos de los comunistas por ser el único jefe miliciano con prestigio que no pertenecía al
Partido. Llegaron incluso a intentar asesinarle en un atentado del que Modesto, jefe del V Cuerpo de
Ejército y superior suyo, no quiso dar cuenta a Miaja y Prieto. La cosa estuvo a punto de acabar a tiro
limpio entre los dos, pero Mera se salió con la suya. Quizás por eso no volvieron a intentarlo. Pero las
maniobras contra él, especialmente después de mayo del 37, se recrudecieron. Tras detener a su jefe de
Estado Mayor, siempre por intrigas comunistas, estuvieron apunto de fusilar a Mika Etchébehere, una
argentina afín al POUM que vino voluntaria a la guerra de España y donde por méritos de guerra alcanzó
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el grado de capitán -Mika sí nos ha dejado unas excelentes aunque poco conocidas memorias de guerra.

A los dos los salvó del paredón Mera poniendo la pistola encima de la mesa. Convencido de que
Negrín era un simple agente soviético y que con el PCE era imposible continuar la guerra, dio el paso
decisivo dela Junta de Defensa. Pero antes propuso a Casado varias iniciativas: secuestrar a Negrín para
obligarlo a negociar con Franco o presentarse con él en Burgos aunque los fusilasen a todos, coger miles
de rehenes y cercar de dinamita las minas de Almadén para negociar directamente con los nacionales o
romper todos los frentes e iniciar una guerra de guerrillas tras todas las líneas enemigas. Ninguna de estas
iniciativas prosperó y así acabó todo. Pudo escapar por Valencia a Orán y comenzó un largo peregrinar
por prisiones francesas del Norte de Africa, sin aceptar la ayuda de Negrín ni de Prieto. Se evadió varias
veces y estuvo en Casablanca, como Viktor Laszlo, esperando un pasaje para América que nunca
llegaba. Lo que llegó fue su deportación a España, su juicio y condena a muerte y los largos meses en
Porlier viendo las sacas y esperando suturno . Se negó a pedir el indulto pero, aun así, salió de la cárcel
y tras unos escarceos conspirativos con los generales monárquicos, que le parecieron repelentes, pasó a
Francia para reorganizarla CNT , Allí se ganó siempre la vida trabajando y murió en Saint Cloud en
1975, 26 días antes de Franco. A su muerte, sólo tenía la pensión de albañil.

JOSE PALAFOX: El héroe desdichado

El Mundo, 17/08/1997

Fue el primero en declarar la guerra a Napoleón, con todo Aragón detrás. El pueblo vio con
satisfacción cómo comía su mismo rancho y dormía en un camastro. En el sitio de Zaragoza demostró su
genio militar, pero le derrotó la peste. Los que querían abolir la constitución le apartaron del favor real.

Durante algunos años, José de Rebolledo y Palafox Melzi, o simplemente José


Palafox Melzi, como solía llamarse, fue uno de los militares más prestigiosos de Europa, un héroe de
leyenda asociado al primer gran revés del todopoderoso Napoleón, el hombre capaz de vencer al primer
ejército del mundo tras resistir el asedio agónico de una ciudad indefendible: Zaragoza. Sería injusto
decir que en toda España se le apreció siempre menos que en el resto de Europa, porque los
aragoneses, al menos, le guardaron siempre veneración y respeto, dentro de lo que cabe en política, que
no es nunca territorio de unanimidades. Pero en la vida política española es difícil encontrar una
trayectoria más desventurada tras unos comienzos tan brillantes. Pocas veces un héroe fue tan ingenuo.
Pocas veces un general fue tan derrotado fuera del campo de batalla. Pocas veces un amigo de la
libertad fue tan menospreciado por los liberales y un defensor dela Monarquía tan traicionado por el
Rey.

Nació Palafox en Zaragoza, hijo de un navarro casi anciano y de una joven belleza milanesa que lo
apartó de la fecunda soltería. Fue un matrimonio feliz y, además de casar bien a su única hija, sus tres
hijos varones, de los que José era el más pequeño, entraron en el Real Cuerpo de Guardias de Corps,
que desde tiempos de Godoy fue destino social y político de altos vuelos. Fue el Rey Fernando VII el
que le encargó la custodia del mismo Godoy, amante de su madre. Y por obedecerle corrió Palafox la
suerte de aquella Corte maloliente. Por cierto, que no sabemos si se remonta a esa época el
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aragonesismo de denominar «corte» al lugar donde se guardan los cerdos o se trata de un


republicanismo posterior.

Supo Palafox de la marcha del Rey a Bayona. Y cuando Fernando VII se vio en manos del Corso le
encargó nada menos que levantar en armas el reino de Aragón, en el que su familia gozaba de mucho
respeto, para establecer una regencia a nombre de su tío el infante Antonio. Hizo más José Palafox: trató
de liberar al Rey en Francia mediante un golpe de mano que falló por poco y del que escapo con vida de
milagro. Huyó a pie y disfrazado desde Irún hasta Zaragoza, atravesando media Navarra que estaba
ocupada ya por los franceses. Apenas llegado a la capital aragonesa se presentó ante el capitán general
Guglielmi, dándole cuenta del encargo del Rey.

Guglielmi le dijo que ni hablar. Vio Palafox que su cabeza corría peligro y fingió retirarse a casa de su
pariente, el conde de Sástago, donde empezó a organizar la resistencia. En menos de una semana estuvo
todo listo y cuando Guglielmi se enteró y le mandó incorporarse a su destino en Madrid, Palafox se
quedó en Alfranca, cerca de Zaragoza, negándose a reconocer otra autoridad que la de su Rey,.Al
atardecer, una partida de hombres armados rodeó su casa. Pensó Palafox en una trampa de Guglielmi,
pero cuando se disponía a vender cara su vida, aquellos hombres prorrumpieron en vítores y dispararon
al aire. Venían a buscarlo para encabezar la rebelión como jefe popular de una ciudad que estaba ya en
pie de guerra.

Temiendo el desbordamiento y la barbarie, Palafox les dirigió la palabra, jurando defender al Rey y a
España hasta la última gota de su sangre y les pidió que se retirasen a sus casas, lo que hicieron de
inmediato. Pero al día siguiente, cuando las autoridades se negaron a aceptar las propuestas de Palafox,
lo impusieron como capitán general del reino. Palafox, que era brigadier, aceptó el mando pero no el
grado de general hasta que el Rey fuera libre de ofrecérselo. Por si el gesto no bastara, vendió todos sus
bienes para allegar recursos a la lucha y declaró formalmente la guerra a Napoleón en nombre del Rey.
Aunque sea el alcalde de Móstoles el que haya quedado en la leyenda y el pueblo de Madrid el más
temprano en el sacrificio fue realmente Palafox el primero que se puso al frente de la lucha con todo el
reino de Aragón detrás. Esa fue la verdadera proclamación dela Guerra dela Independencia. Faltaba
convertir a Zaragoza en una plaza fuerte capaz de resistir al Ejército de Napoleón.

Y ahí es donde se puso a prueba el genio militar y político de Palafox. En apenas 15 días envió cartas a
todas las provincias españolas notificándoles la declaración de guerra y pidiéndoles que se sumaran a la
lucha. Estableció la jurisdicción militar sobre cualquiera otra para cortar cualquier brote de anarquía,
pero mandó que los tribunales ordinarios siguieran con sus trabajos en todo lo que no afectase a la
guerra. Decretó la movilización de todos los hombres del reino de Aragón desde los 15 hasta los 40
años, aunque la afluencia de voluntarios hizo casi innecesario el decreto, porque sólo el primer día se
apuntaron 10.000 en Zaragoza. Estableció una policía de orden público para evitar desmanes. Convocó
a las Cortes de Aragón para que le sirvieran de consejo y reforzaran su legitimidad, como así sucedió.
Se aseguró el respaldo entusiasta del clero, de la pequeña nobleza, de la burguesía comercial y, sobre
todo, del pueblo llano, que vio con satisfacción cómo su flamante general vivía entre sus soldados, comía
su mismo rancho y dormía en un camastro, cuando dormía.

Además de crear una estructura puramente militar para la defensa, dentro de lo que sus escasos medios
materiales le permitieron y, apoyado en su segundo. Juan O4Neill, creó las unidades de caballería
necesarias para poder irrumpir por sorpresa en las líneas enemigas dificultando el asedio.

La rapidez de Palafox en sus preparativos fue providencial porque en la primera semana de junio, el
general Lefebvre se presentó ante la ciudad y cerró el cerco. Comenzó entonces uno de los episodios
más sangrientos y heroicos de todala Historia de España. Setenta días resistió Zaragoza. Y finalmente,
Palafox, atacando por sorpresa a la artillería francesa, al tiempo que sus tropas los acosaban
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simultáneamente en todas sus posiciones, hizo huir a los sitiadores dejando tras de sí una inmensa
cantidad de material, con el que Palafox preparó el segundo cerco. Este, dirigido por Lannes pero
teledirigido por Napoleón, que se había presentado en España para vengar su fracaso en Zaragoza y
Bailén, fue tan feroz como el primero.

Pero esta vez contaron los franceses con un aliado especial: la epidemia de peste que se extendió por la
ciudad y que hizo estragos en los defensores. No obstante, Palafox se negó a capitular. Fianalmente, él
mismo cayó gravísimamente enfermo, teniendo que abandonar la dirección de la plaza. Muerto O4Neill,
moribundo Palafox, con los muertos sin enterrar por las calles y con la ciudad destruida, el concejo
municipal aceptó unas condiciones de rendición honrosas, que los franceses nunca cumplieron. Al entrar
en Zaragoza fueron inmediatamente a casa de Palafox para que aceptara la rendición. A pesar de su
lamentable estado se negó. Enviaron entonces su espada al emperador y a él lo arrastraton a la prisión
de Vincennes, cerca de París, donde pasó casi cinco años sin más compañías ni respetos que los de sus
carceleros.

El año 1813 marca el apogeo y caída de Palafox. Tras volver a España con el Rey, le acompaña en una
visita a Zaragoza. Una muchedumbre de viudas, mutilados y huérfanos reciben al monarca. La diferencia
moral entre el pueblo y su Rey, que se arrastró en Bayona ante Napoleón, era todavía desconocida para
la mayoría de los españoles. Sin embargo, los que buscaban la restauración del Antiguo Régimen y la
abolición dela Constitución liberal de 1812 maniobraron para apartarlo de Fernando VII. Lo consiguen
sin esfuerzo. El Rey Felón despide a Palafox, que marcha a su tierra como capitán general, pero sin
conseguir que se compense su desprendimiento económico. Hasta su muerte vivirá lleno de deudas.

Cuando en 1820 se levantan los liberales, Fernando llama a Palafox para proteger su vida y el
marginado general, como siempre, obedece. Cuando se restaura el poder absoluto de Fernando VII,
Palafox volvió al ostracismo. A la muerte del Rey, pensó que su suerte mejoraría. Fue al revés: acusado
absurdamente de conspiración contra María Cristina fue apresado en su casa y conducido a la cárcel
como un malhechor. Cuando llegó el juicio, Palafox salió libre, sin cargo alguno, pero la humillación le
duró siempre.

Según el dicho inglés, los grandes soldados no mueren sino que se desvanecen. Así sucedió con Palafox
y también con sus papeles, depósito fiel y minucioso de su vida, hasta que García Mercadal, el erudito
aragonés, los encontró en una librería de viejo madrileña. Por uno de esos azares del destino, había sido
el joven García Mercadal quien acompañó a Galdós en su viaje a la capital del Ebro para documentar
uno de sus mejores Episodios Nacionales: Zaragoza. En él vive ya para siempre, a salvo de intrigas y
desdichas, rodeado de ese pueblo anónimo y heroico al que nunca se arrepintió de servir, José de
Palafox, uno de los grandes españoles de su tiempo y el nuestro.

ISABELLA CATOLICA : La decisión de España

El Mundo, 24/08/1997

Su reinado marcó para siempre el futuro de España. Uno de sus objetivos fue recuperar las tierras y
bienes que su hermano había entregado a los nobles y clérigos. En 1810, durantela Guerra dela
Independencia , los franceses profanaron su tumba y esparcieron sus cenizas al viento.
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El 24 de agosto de 1468, los personajes principales dela Corte de Enrique IV de


Castilla, El impotente, tuvieron noticia de que el Rey había firmado la víspera o la antevíspera un
documento por el que reconocía como su legítima heredera y sucesora a su hermana Isabel.

A los 17 años, Isabel había vivido lo bastante como para tener claro el sentido de su existencia. Cuando
aquel 24 de agosto la adolescente rubia, de piel muy blanca y ojos azules -herencia de los Lancaster-
esperaba en Cebreros el documento que su hermano Enrique había firmado a pocas leguas -en Cadalso
de los Vidrios- reconociéndola como Princesa de Asturias y heredera del trono, tenía ya la misma
contextura física, espiritual y política de su madurez. Sabía lo que quería y, sobre todo, lo que no quería,
que era precisamente lo que estaba bien a la vista en Castilla. Isabel se hizo mayor a golpe de zozobras y
desventuras. En la niñez, muerto su padre y alejada su madre dela Corte , vio cómo ésta se volvía loca,
destino trágico que siempre le alarmó y que le aguardaba en otra estación de su vida. La criaron casi
portuguesa, pues portuguesas fueron sus primeras ayas, y aprendió al tiempo el castellano y el luso. La
religión se convirtió en un consuelo y hasta en un refugio desde que tuvo uso de razón.

Pero aquella muchacha inteligente, hermosa según los gustos de la época, piadosa y retraída, parecía
abocada a un destino poco halag|eño. La degradación dela Corte y los escándalos de Enrique; el
menosprecio de éste a su madre; la soledad; la falta de recursos, lindante con la escazez, que madre e
hija padecieron; la sombre de un matrimonio forzado -del que se había librado poco antes por la súbita
muerte del maestre de Calatrava, viejo rijoso al que la había prometido Enrique IV para asegurarse el
apoyo de su hermano el marqués de Villena- y el peligro que corría su vida en aquel baile de golpes de
mano, cambio de herederos, raptos y asesinatos, la hicieron madurar a la fuerza. También la hicieron
extremadamente cautelosa, aunque no medrosa. Cuando tuvo ocasión de acceder al poder y de
ejercerlo, nunca dudó. Pero no había en ella improvisación sino reflexión acorde con las circunstancias.
Y por cierto, que desde aquel 19 de septiembre de 1468, cuando fue jurada Princesa de Castilla en la
venta de los Toros de Guisando, no faltaron circunstancias para poner a prueba el ánimo más esforzado.
Eso mismo pidió la víspera en la capilla: «Seso y esfuerzo» para defender su derecho. Nunca le faltaron.

Al morir su hermano Alfonso, había recibido ya la oferta de matrimonio de Fernando de Aragón, pero
no aceptó hasta ser jurada como princesa y sucesora. Sin embargo, apenas se perfiló la boda, muchos
nobles castellanos y el rey Alfonso de Portugal, tío de Isabel, trataron de desbaratarla a toda costa.
Existía el peligro -aunque nunca se previó tan grande- de la creación de un poder hegemónico enla
Península que acabara con el precario equilibrio de los tres reinos y con la abundosa cosecha para los
nobles del desgobierno de Castilla.

Naturalmente, los jóvenes príncipes, buscaban precisamente lo que casi todos los poderosos trataban
de evitar. Se casaron al año siguiente en una situación rocambolesca: la novia huyendo del Rey, su
hermano y el novio llegando al lugar secreto del matrimonio disfrazado de labriego. La sorprendente
madurez de Isabel, con 18 años, sólo era superada por la insultante precocidad de Fernando que, con
uno menos, ya tenía dos hijos bastardos. Pero además de aficionado al juego y las mujeres, el heredero
de Juan II tenía la inteligencia y el carácter necesarios para emprender lo que más que un matrimonio
ventajoso se presentaba como un reto personal, político y militar de dimensiones históricas. Que dos
personalidades tan fuertes y dos coronas tan complejas fueran capaces de unirse, durar y fortalecerse
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mutuamente parecía imposible. Pero fue. No es que España naciera de los Reyes Católicos, pero en su
reinado se decidió. Y en esa decisión, la clave fue Castilla, o sea, Isabel. El 8 de septiembre, Isabel
notificó a su hermano su decisión de casarse con el Rey de Sicilia, título dado por Juan II a su heredero
antes de la boda. El 14 de octubre lo conoció en Valladolid y firmaron el compromiso. Cinco días
después se casaron. Tras consumar el matrimonio, Fernando mostró en público la sábana nupcial, no
tanto o no sólo para atestiguar la doncellez de la esposa sino para mostrar la capacidad sexual del
esposo, hecho nada menor en el reino de El impotente.

Pero la luna de miel fue una vela de armas, preparando la guerra que se les venía encima y se
presentaba muy adversa. Primero fue Enrique; luego, Juana de Portugal; siempre, los nobles; y, más que
nadie, Portugal: todos trataron de impedir que Isabel ciñera la corona. Diez años de guerra padeció
Castilla hasta que, finalmente, portugueses y nobles castellanos se rindieron. En esa guerra, que fue una
contienda civil castellana pero sobre todo una durísima guerra peninsular, no sólo maduraron
políticamente los jóvenes príncipes sino que fueron creando una dinastía llamada a heredarla España
cristiana. Hecha la paz, Castilla participó en las empresas bélicas de Aragón rompiendo su alianza
tradicional con Francia y renunciando a la expansión africana, precio del pacto con Portugal. A cambio,
Aragón participó en la guerra civil castellana y, después, en la de Granada, que duró otros 10 años.

Hoy se recuerdan el descubrimiento de América y la conquista de Granada en 1492, que supusieron la


consagración internacional de Isabel y Fernando. Pero ambas hazañas, amén de la conquista del trono
castellano, sólo fueron posibles por las reformas, casi nunca originales pero sí hechas a fondo, dela
Administración , dela Iglesia , de la corte y de la propia Monarquía. Isabel se empeño en recuperar las
tierras y bienes entregados a los nobles y clérigos por su hermano, y poco a poco, negociando siempre,
lo consiguió. El objeto no era sólo tener más poder sino sanear la hacienda. Sólo así pudieron financiarse
tantas y tan costosas empresas. Durante el reinado de los Reyes Católicos bajaron los impuestos aunque
se acrecentaron mucho los ingresos reales. Eso, junto a la mejora del orden público conla Santa
Hermandad , los hizo inmensamente populares en el recuerdo de sus súbditos. Isabel era tan ahorradora,
pese a su cuidadísimo aspecto exterior, que guardaba hasta los retales de tela de los vestidos de sus
hijas. Fernando era directamente tacaño, hasta en el juego. Bendición doble que castellanos y
aragoneses no olvidaron jamás. Tampoco la expulsión de los judíos, en la que ni Isabel ni Fernando
habían pensado jamás, pese a que España era el único país importante de Europa de donde no habían
sido echados o exterminados. Francia lo hizo un siglo antes e Inglaterra, dos. Y si en Castilla y Aragón
se llegó a ese extremo no fue por razones económicas ni políticas, sino esencialmente religiosas-la Iglesia
, mucho menos corrompida pero más poderosa, amén de la opinión pública, acabaron imponiéndolo
como un remedio brutal contra la herejía latente o presente en los cristiano nuevos, que fueron decisivos
en el proceso de expulsión.

Los 100.000 judíos expulsados en la primavera-verano de 1492 no supusieron una ruina para España.
La conquista de Canarias, la incorporación de Navarra y el Tratado de Tordesillas con Portugal para la
colonización de las Indias fueron hitos en la consolidación del poder de los reyes. Pero lo que con ellos
se había, en sus descendientes se deshacía. El heredero, don Juan, murió a poco de casarse, sin
descendencia. Su hija mayor, Isabel, tan parecida ala Reina , casada con Alfonso de Portugal, quedó
viuda a los ocho meses y entró en un convento. Juana, casada con Felipe de Habsburgo cuando Juan lo
hizo con su hermana margarita, reveló pronto los síntomas de locura de su abuela Juana, agravados por
los malos tratos de Felipe, uno de los mayores canallas y más desvergonzados traidores que hayan
aspirado al trono español. Aunque Fernando se encargó de que no lo consiguiera, las horribles
peripecias de Juana amargaron la vida de sus padres, en especial dela Reina , que ya no se recuperó.
Catalina, casada con Arturo, príncipe de Gales, y luego con su hermano Enrique VIII, arrastró la
maldición de Enrique IV y su tragedia vive en los teatros. La pequeña María, escapó al cuadro trágico,
pero sin compensarlo.
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Isabel, rota, murió en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504, sin conocer a su nieto, el futuro
emperador Carlos. Con su confesor podía hablar latín, porque, cautivada por los primeros frutos del
Renacimiento, lo aprendió cuando ya era Reina y madre. Dejó un impresionante testamento, prueba de
la sinceridad de su fe y de la fuerza de su personalidad, y fue enterrada en Granada, junto a Fernando,
que murió en 1562. En 1801, durantela Guerra dela Independencia , los franceses dieron prueba de su
exquisitez abriendo los féretros y aventando sus cenizas. Era tarde, sin embargo, para borrar la huella
más profunda y duradera dela Historia de España.

MIGUEL SERVET: Mi libertad va conmigo

El Mundo, 31/08/1997

A los 19 años ya fue denunciado como hereje. Su obra no le gustó a Erasmo, Melanchton la denunció y
Quintana, su protector, la calificó de «pestilente». No vio la faz del odio de Calvino, su antagonista,
perseguidor y verdugo. Como simple digresión en una obra teológica explicó la circulación de la sangre.

Ni en la vida ni en la muerte tuvo fortuna Miguel Servet. En su breve y agitado paso


por el mundo fue perseguido por la intolerancia que, a costa dela Reforma religiosa, ensangrentó Europa.
A su muerte, tampoco gozó de la consideración que suele guardarse a los sabios, porque no había
muerto en la hoguera católica, sino en la protestante, y tampoco su país dejó de tenerlo por lo que era,
un heterodoxo al que resultaba difícil no llamar hereje.

Hoy, ni católicos ni protestantes gustan de recordar a quienes quemaron, pero tampoco los ateos
guardan mucha consideración por quienes dedicaron lo mejor de su tiempo a la teología. Es un personaje
incómodo, un marginal hasta del margen mismo. Tan sólo quiso ser un hombre libre y en semejante
empeño gastó y perdió su vida. A comienzos de este siglo, unos devotos de su memoria quisieron erigirle
un monumento en la muy civilizada ciudad de Ginebra. No lo consintieron las autoridades, que mantienen
en un airoso pedestal la estatua de su verdugo Calvino. El monumento tuvo que levantarse en las afueras
del lugar de su ejecución. Como si un destino trágico siquiera persiguiendo, cuatro siglos después de la
muerte física, la simple pervivencia de su memoria.

Nació Servet en una familia de la pequeña nobleza aragonesa, que usaba los apellidos Servet, Serveto y
también Revés. El primero lo utilizó nuestro personaje en lengua romance, el segundo en latín y el tercero
como alias (hoy es más común en Huesca el apellido Serbeto y en Lleida el de Cerveto). Su padre era
infanzón y ejercía como notario en Villanueva de Sigena. En esta villa de Huesca vino al mundo Miguel
un día de1511. A los 13 años dejó su pueblo natal. A los 15, tras pasar por Lleida, fue enviado por su
padre a Barcelona y para entonces sabía ya latín, griego y hebreo. Allí conoció a una importante
personalidad política y religiosa de Aragón, fray José de Quintana, un erasmista que lo acogió con
simpatía y lo incorporó a su servicio. A los 17 años partió para Toulouse, ciudad entonces de gran
prestigio académico. A los 18, viajó a Roma como paje de Quintana para asistir a la coronación de
Carlos V por Clemente VII. La carrera de Quintana, que llegó a confesor del Emperador y luego a abad
favorecía extraordinariamente el porvenir de su pupilo, pero Servet sólo abrigaba inquietudes
intelectuales.
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Una malformación inguinal le privó de las expansiones carnales que, a despecho de hábitos y prédicas,
cultivaban los estudiantes. Nunca pareció echar en falta estas aptitudes hasta que, en uno de los pocos
momentos tranquilos de su vida, le buscaron esposa, pero él prefirió renunciar a la boda por no poder
asegurarle sucesión. Fue uno de sus muchos gestos de nobleza.

En Francia y en Italia conoció de primera mano el ambiente intelectual que alentabala Reforma
protestante y que en España -y en Servet- tuvo un desarrollo muy particular. Baste recordar que Erasmo
fue invitado a residir y enseñar en nuestro país por Cisneros cuando todavía vivían los Reyes Católicos y
que éstos se adelantaron en la reforma de las órdenes religiosas corrompidas, privando de base social al
movimiento luterano. Sin embargo, la época de Servet, que coincide con el reinado de Carlos I de
España, vivió como cosa natural las disputas teológicas y en un temperamento tan independiente y
obstinado como el del joven aragonés, este fermento de libertad germinó de forma perdurable. La
libertad se acompasaba con su carácter, independiente y arisco, pero la época se compadecía poco con
el pensamiento libre. A los 19 años, Servet ya fue denunciado por Ecolampadio como hereje, lo cual,
incluso en aquellos tiempos de celo teológico, constituye un alarde de precocidad. Pero lo que mejor
retrata a Servet es que en aquel entonces vivía precisamente en casa de Ecolampadio, en Basilea, uno de
los principales núcleos protestantes. No dudó en discutir con su patrón a cuenta de la divinidad de
Jesucrito y del dogma dela Trinidad , que no convencía al ilustrado y litigante pupilo. Ahí empezó su mala
fama entre los protestantes. De Basilea pasó a Estrasburgo, donde mandaba Bucero y reinaba la
tolerancia. No para Servet, que discutió con Bucero y obtuvo el dudoso honor de ser considerado por
éste merecedor de que «le arrancasen las entrañas y lo descuartizasen». La charcutería a sus expensas
no arrendró a Servet, que eses mismo año de 1531 dio a la imprenta suDe Trinitatis Erroribus
negando la divinidad de Cristo al mismo nivel que el padre. Decía también en ese su primer libro que «no
deben imponerse como verdades conceptos sobre los que existen dudas», pero esto, por bien fundado
que estuviera en sus conocimientos de hebreo, no era muy compatible ni con la fe revelada ni conla
Iglesia que la custodiaba. Serbvet, sin embargo, defendía sus ideas sin importarle las consecuencias.
Mandó su obra a amigos y enemigos y la cosecha de denuestos fue muy similar. A Erasmo no le gustó.
Melanchton lo denunció a las autoridades de Venecia, por si aparecía por allí. Su protector, Quintana, la
consideró «pestilente». El nuncio del Papa escribió a España para quela Inquisición prohibiera la obra y
quemara en efigie a Servet.La Inquisición , obediente, comenzó a perseguirlo en mayor de 1532, Nunca
más pudo volver a su tierra, a pesar de que en la primera edición de su libro, bajo su retrato, escribiera
orgullosamente así su nombre: Michaelem Servetus, Hispaniarum de Aragonia. Desde entonces, aquel
español de Aragón tuvo bastante con salvar su vida.

Lo hizo, primero, apelando a la bondad de sus antagonistas. A Ecolampadio le escribió: «Si debe
condenarse a todo el que yerre en algo particular, habría que quemar a todos los mortales un millar de
veces». Y defendía su derecho a pensar y escribir libremente: «si he tomado la palabra, por la razón que
fuere, ha si do para proclamar que me parece grave matar a los hombres bajo pretexto de que se
equivocan en la interpretación de un punto, ya que conocemos que ni siquiera los elegidos están exentos
de caer en el error». Y Ecolampadio, pese a todo, consiguió que fuera admitido en Basilea. Pero ya en
1532 estaba en tierra alemana, donde rechazó el ofrecimiento de su hermano Juan para volver a España,
barruntando que se trataba de una trampa dela Inquisición , como así era. Tras huir de Alemania, según
en él era ya costumbre, llegó a París, donde conoció a Juan Calvino, su antagonista, su opuesto, su
perseguidor y, finalmente, su verdugo. Servet no supo ver en Calvino la faz del odio. Discutió con él
como con todo el mundo. Y tras su enésima huida, de París a Lyon, lo olvidó.

En Lyon entró a trabajar en una imprenta y se hizo amigo del médico Champier. Además de una edición
anotada dela Biblia , Servet trabajó textos médicos y pronto su talento le hizo docto en aquella para
entonces misteriosa ciencia. Trocó el recuerdo de su pueblo natal, y se hizo francés, para sobrevivir, en
1548. Pasó en el anonimato de Charlieu sus únicos años de paz. Su último refugio fue el servicio médico
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del arzobispo de Viena del Delfinado, donde volvió a la teología escribiendo su obra más importante:
Restitución del Cristianismo . En ella, y como simple digresión, Servet expone, basándose en su propia
experiencia como médico e investigador, una doctrina sobre la circulación de la sangre tan original como
exacta. Sólo por ella, su nombre merece ya el reconocimiento universal.

Pero la teología, la gran pasión de Servet, se le daba peor que la medicina. Es descubierta su identidad,
y debe huir disfrazado dela Inquisición francesa, que lo quema en efigie mientras lo busca. Decide huir a
Italia pero, incomprensiblemente pasa por Ginebra, donde es descubierto mientras escuchaba un sermón
de Calvino. El teócrata, dueño de la ciudad, no se atreve a discutir abiertamente con Servet, pero, a
través de hombres suyos, lo hace prisionero. Después lo descubre a los inquisidores de Viena del
delfinado. Y cuando Servet le pide de rodillas que no lo entregue, accede, pero sólo para acabar
condenándolo él mismo a lahoguera.

En el juicio, Servet se da cuenta de la perfidia de Calvino y lo insulta, pero luego le pide noblemente
disculpas. De nada le sirve. Se le niega incluso la posibilidad de un abogado y, pese a que en Ginebra
nada había hecho, tras una horrorosa estancia en la cárcel, se le condena a morir quemado con leña
verde, para que su suplicio dure más. Tiene lugar el martirio el 27 de octubre de 1553, el mismo año de
la publicación delaChristianismi Restitutio , que le dará universal fama póstuma. Calvino defiende, tras
ser enterrado Servet, el derecho a asesinarlo. Señal de que en cierta opinión había calado hondo el
crimen de Ginebra. Quizá porque compartía el lema que Servet o Serveto, alias Revés, había puesto en
su edición dela Biblia de Pagnino:Libertatem meam mecum porto . En el grabado, un hombre con
barbas, como Servet, lleva a cuestas dos maderos con esas palabras. Son su testamento. Cada cual lleva
consigo su propia libertad.

JUAN MARTIN «EL EMPECINADO»: El guerrillero convertido en adjetivo

El Mundo, 07/09/1997

Fue labrador antes de organizar las primeras operaciones importantes de guerrilla contra los franceses.
Fue uno de los pocos militares que apoyó a Riego y a la constitución. Camino del cadalso rompió las
esposas y trató de huir. Murió en la horca por «atentar contra los derechos del Trono»

En Castrillo de Duero, provincia de Valladolid, hay un río tan conscientemente


humilde que se llama el Botija. Sus humedales, en las afueras del pueblo, han creado unas balsas de
cieno negro que reciben el nombre de pecinas. Y a los que venían al mundo en las orillas de ese barro les
llamaban en los pueblos cercanos «empecinados», hijos, pues, del arroyo humilde y de la tierra oscura.
Pero por una de esas curiosidades de la historia, uno de los hijos de Castrillo, Juan Martín, nacido el 5
de septiembre de 1775, convirtió ese apodo en timbre de gloria, al punto que hoy es adjetivo
enaltecedor de la constancia hasta más allá de lo razonable. Un mérito discutible en los civiles pero no en
los que abrazan la carrera militar precisamente por imperativo civil, como hizo el más popular de los
guerrilleros enla Guerra dela Independencia. Nación Juan martín en una familia de labradores, sin mucha
hacienda pero sin hambre, y fue hombre más bien bajo de estatura, fuerte y rebolludo, carirredondo, con
nariz de alcotán y mirada congruentemente rapaz, despierta y fiera. Tenía el mentón partido, la boca
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prieta y la piel atezada, como salida del sol de las eras castellanas y de las pecinas de su origen. Poco
sabemos de sus primeros años, salvo que, como los chicos de su edad y condición, dejó pronto de
estudiar y empezó pronto a trabajar. A los 16 años quiso sentar plaza como militar, pero su padre pudo
impedírselo. Al poco estalló la guerra del Roselllón, con la que España se unió a los vecinos dela Francia
revolucionaria para liquidar su régimen, y el Rey pidió voluntarios. Uno de ellos fue Juan Martín, que en
tierras francesas aprendió los rudimentos de la guerra y la guerrilla, así como ciertas normas de hidalguía
y humanidad para con los prisioneros.

A la vuelta de la guerra, en 1796, casó con Catalina dela Fuente y se instaló en el pueblo de ésta,
Fuentecén, entre Castrillo y Aranda de Duero. Allí vivió como un labriego más hasta que en 1808 los
franceses ocuparon España entre la inopia del pueblo y la imbecilidad de sus mandamases. Había
concebido Juan Martín enla Guerra del Rosellón tanta animosidad contra los franceses que, según la
leyenda, antes del 2 de mayo ya se había echado al monte con dos vecinos para hostigar a los invasores.
Al empezar las hostilidades fue ampliando su partida y comenzó a atacar la vía entre Madrid y Burgos
que atraviesa su comarca natal y por la que discurría abundante circulación de hombres y pertrechos.

Como tantos otros guerrilleros cuando se encuadraron en el ejército regular, los deEl Empecinado
fueron derrotados junto a los soldados de carrera, que nada podían contra los de Napoleón. Sin
embargo, de esa catástrofe nació un movimiento guerrillero tan extenso como audaz, dirigido por
caudillos improvisados del estilo de Juan martín, llamado ya El Empecinado. Los aspectos de su vida
personal no son desconocidos o resultan carne de leyenda. Su propia trayectoria militar no había sido
estudiada en profundidad hasta que en 1995 apareció la admirable biografía de Andrés Cassinello, en la
editorial San Martín. Destino pavoroso, éste del olvido, tan español. Otra constante muy nacional en la
trayectoria de Juan Martín fue el enfrentamiento con los superiores del ejército regular, torpes pero
déspotas, y con las improvisadas autoridades de las juntas. El general Cuesta ya lo metió en la cárcel a
poco de empezar la guerra, en el verano de 1808, y sólo el aplastamiento de la herrumbrosa estructura
militar por Napoleón permitió que los guerrilleros, actuasen a su modo.

El resultado fue notable en lo militar y sobresaliente en lo político. Aquella guerra irregular,corso


terrestre , fue la expresión popular de lo que suele llamarse Defensa Nacional, llenando el vacío que la
incapacidad o la traición de las clases dirigentes habían dejado en España. La fama de Juan Martín salió
de su comarca y fue reclamado porla Junta de Guadalajara, radicada en Sig|enza, para crear entre
Castilla y Aragón, no lejos de Madrid, una situación militar más favorable. Había ya ascendido varias
vecesEl Empecinado por méritos de guerra y era muy apreciado enla Junta Central , así que se le
permitió y aún se le invitó a pasar a esa zona más difícil y para él desconocida. Sin embargo, ahí es
donde mostró que su habilidad en la lucha no era fruto del conocimiento del terreno sino de un auténtico
genio militar. Forcejeando siempre con los obtusos junteros alcarreños, sus éxitso militares fueron
continuos porla Serranía de Cuenca, los Montes Universales, los altos lllanos de Molina de Aragón y las
parameras y quebradas de Sig|enza.

Aumentó tanto su partida que pronto padeció las rivalidades de sus segundos, que llegaron al motín y la
dispersión de la tropa. PeroEl Empecinado era especialista en comenzar desde cero y rehacerse. Sus
merodeos porla Casa de Campo sembraron el pánico enla Corte delRey intruso , que trató de
comprarlo. La respuesta de Juan Martín fue contundente. Citando al Duque de Mahón, pasado a los
franceses, dice a José Bonaparte: «llegará a ser tan fiel servidor vuestro como lo ha sido de su patria.
Este cobarde, que poseído del terror cuando ataqué Cuenca, sólo cuidó de sepultar su persona en
donde ni aún el estruendo del cañón se oyese, y que por falta de disposición perdió oficinas, secretarías
y tesorería, todos los equipajes de la columna incluso los suyos propios y su misma espada que
conservo, y que no tuvo el valor de empuñar para defenderse...».

Sería interminable el relato de sus andanzas y aventuras. Cargando a caballo y con arma blanca al frente
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de sus jinetes, son incontables los ataques de Juan martín, Su movilidad, asombrosa. Su audacia,
ilimitada. Con 150 hombres toma Salamanca. Es capaz de defender Béjar y llega a entrar hasta tres
veces en Madrid. Tanta era su popularidad que los guerrilleros y los patriotas en general dieron en
llamarse «empecinados», con la significación adjetiva que llega hasta hoy.

Convertido ya en jefe militar, persigue a los franceses hasta el fin de la guerra y, vuelto Fernando VII, es
ascendido a mariscal de campo, aunque no le pagan. Su estrella palidece cuando se enciende de nuevo
la tea absolutista. Pero Juan Martín no se resigna: conspira, se mueve, trabaja por la vuelta del orden
constitucional. Es un patriota, un liberal, unnegro , como corresponde al apodo que le han permitido
conservar como título: Empecinado. En 1820, Riego obliga al Rey Felón a acatar de nuevola
Constitución de Cádiz yEl Empecinado es uno de los pocos militares importantes que se mantiene a su
lado, durante el Trienio Constitucional. Cuando, con el respaldo oculto del Rey, empiezan a alzarse jefes
guerrilleros como Merino para reimplantar el absolutismo, es Juan Martín el que debe perseguir a sus
antiguos compañeros.

Pero algo ha cambiado de1808 a 1820: ya no es la defensa nacional lo que anima a los alzados, sino la
política, en unos para mantener la libertad y en otros para volver a las caenas. Esa Guerra dela Lealtad ,
como bien se la llamó, no tiene, sin embargo el respaldo popular, ni el del Rey, ni el de muchos militares,
guerrilleros o no. Por eso, finalmente, los patriotas la perderán.

Juan Martín, como Riego y Torrijos, pertenecía al círculo de los comuneros, escisión masónica que
agrupaba a los llamados exaltados, defensores de la constitución. Y quizás su compañero mejor en la
época última de su vida fue Aviraneta, el pariente y personaje de las novelas de Baroja, modelo de
conspiradores. Conforme iba perdiendo la guerra, cada vez más reducido a las montañas de su comarca
natal, donde le acechaba la envidia de los vecinos y la inquina de sus antiguos compañeros de guerrilla,
tuvo ocasión El Empecinado de pasarse a las filas de Fernando VII por expresa invitación de éste a lo
que contestó: Diga usted al Rey que si no quierela Constitución que no la hubiera jurado; que el
Empecinado la juró y jamás cometerá la infamia de faltar a sus juramentos.

El Felón no lo olvidó. Cuando, tras la rendición de los generales liberales a los franceses de Angulema,
Juan Marín se queda solo, se entrega pacíficamente en Olmos para salvar a sus hombres. Pero lo
encadenan y lo llevan a rastras, entre los vejámenes del populacho, a Roa. Su propia mujer lo traiciona.
Desde finales de1823 a 1825 ninguna humillación le es ahorrada. Viendo que su vida peligra, se
movilizan sus compañeros y hasta el rey de Inglaterra pide clemencia, pero el de España, sin dar la cara,
confirma la sentencia. En la plaza de Roa, el 19 de agosto, tras romper las esposas al pie del cadalso y
tratar de huir a una iglesia, Juan Martín muere en la horca -se le niega ser fusilado- «por atentar contra
los derechos del Trono». ¡El trono que defendió con su sangre cuando Fernando VII lo ofrecía de
rodillas a Napoleón! Sin embargo, el ahorcado de Roa ha pasado a la historia como héroe entre los
héroes y su regio asesino como el mayor villano de entre los nuestros. Justicia tardía.

NICETO ALCALA ZAMORA: El desheredado dela República

El Mundo, 14/09/1997

De origen humilde, tuvo de niño como maestros a su padre y un albañil. Coincidió con Azaña de joven y
se profesaron una antipatía mutua. Al caer la dictadura fueelegido presidente por unanimidad. Lo
enterraron en el exilio con un crucifijo y dos puñados de tierra española.
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De entre los personajes respetables dela II República , que no son tantos, quizás
ninguno ha sido menos respetado que el que fue su primer jefe de Gobierno y primer jefe de Estado.
Oscurecido por el que lo sucedió en ambos cargos, Manuel Azaña, combatido por quienes debieron
haberle defendido, abandonado por quienes debieron haberle buscado, odiado minuciosamente por los
dos bandos dela Guerra Civil , despreciado por los historiadores y olvidado por sus compatriotas,
Niceto Alcalá Zamora, Don Niceto para los suyos, El Botas para sus enemigos, es hoy un ilustre
desconocido, deslustrado a fuerza de olidos.

Y sin embargo, pocas carreras políticas más relevantes, pocas trayectorias biográficas tan dignas de
consideración y quizás ninguna tan noblemente arrastrada hasta el final, como una cruz, por quien sólo al
Nazareno veneró tanto como a su patria. Hay imágenes que ilustran toda una existencia y la de Alcalá
Zamora en los últimos días de su exilio en Argentina es una de ellas. Contaba a la sazón 72 años, estaba
flaco, algo encorvado (él, que había andado siempre tan tieso) y se había dejado una larga barba blanca.
Su fervoroso catolicismo, que nunca fue obstáculo sino complemento de su fe liberal, le llevó a vestirse
en los últimos días de ermitaño, como para llegar al juicio último sin más recursos de abogado ni
eximentes mundanas que su fe y su probidad. Murió sin hacer ruido, por la noche, y lo enterraron, según
su voluntad, con un crucifijo entre las manos y dos puñados de tierra española junto al corazón, uno de
su Priego natal, en la provincia de Córdoba; otro, cogido en los Pirineos, antes de cruzarlos camino del
exilio. En su féretro, la última bandera republicana que se arrió en esa frontera, en Prats de Molló,
conservada para el último paso. No tenía bienes; trabajó hasta el final muy duramente; al cementerio dela
Chacarita le acompañaron muy pocos. Como si no hubiera sido nadie.

Sin embargo, lo había sido todo. Nació en una familia fervorosamente liberal, con casa presidida por
dos grandes retratos: uno de Espartero y otro de Prim. Estaba éste dedicado por el Héroe de Castillejos
a uno de los personajes más novelescos de la familia, su tío carnal Luis, un cura que dedicó su vida a
tratar de conciliar el catolicismo y el liberalismo, que fue ayudante de Prim en su época de conspirador,
que votó con sotana en las Cortes la libertad de cultos y que murió en Cebú (Filipinas) cuando
preparaba su vuelta a España para conciliar políticamente la fe y la libertad.

No era el único antepasado aventurero de la casa: destaca, entre otros, un abuelo que renunció al
uniforme para no servir a Fernando VII cuando éste rechazóla Constitución de Cádiz. Ese fue el espejo
para el joven Niceto en la vida pública. Pero salir adelante en la privada le costó Dios y ayuda. Su familia
tenía ingresos escasos y tuvo que estudiar por su cuenta en el pueblo, con su padre y un antiguo albañil
como maestros. Los libros, de prestado. Iba a examinarse a Cabra en un borriquillo negro, imagen que
recordó más de una vez con orgullo, porque tuvo, pese a las estrecheces, una infancia feliz. Su padre,
que lo hubiera querido militar aceptó su vocación por el Derecho y, a los 17 años y con las mejores
calificaciones, se licenció en Granada.

Poco después conoció a Pura Castillo, de la que se hizo novio y que había de ser la mujer de su vida,
pero, por no tener la edad legal, ni podía ejercer de abogado ni casarse. Siguió sus estudios en Madrid y
consiguió el premio extraordinario en su doctorado con una tesis sobreEl Poder en los Estados dela
Reconquista. Corríael año 1899. Ese mismo año gano, con el número uno, las oposiciones a letrado del
Consejo de Estado. Tenía sólo 22 años. Y se casó, claro.
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Sus dos vocaciones, el Derecho y la política, confluyeron de forma natural. Aliada de ambas fue su
elocuencia, asistida de una memoria prodigiosa. Fue el orador más celebrado de su tiempo, hasta la
revelación de Azaña, con el que había coincidido siendo ambos pasantes en el bufete de Cobeña y
donde contrajeron una antipatía mutua que habría de ser histórica. Alcalá Zamora publicaba
incesantemente y empezaba desde abajo su carrera política en el Partido Liberal. Su bibliografía revela
en los títulos una gran afición literaria:Los problemas del Derecho como materia teatral, El Derecho y
sus colindancias con el teatro de Ruiz de Alarcón, Dudas y temas gramáticos, la oratoria española
o El Pensamiento de El Quijote visto por un abogado . Elegido Académico dela Lengua , fue vetado
por Primo de Rivera. Así pudo precederlo Antonio Machado.

Su carrera política, siempre dentro de un liberalismo moderado, comenzó como secretario político de
Romanones, con el que trabajó en los ministerios de Fomento, Justicia y Gobernación. En 1906 fue
diputado porLa Carolina ; en 1910, director general de Administración Local y, luego, subsecretario de
Gobernación. En 1917 fue llamado por Maura para el Ministerio de Instrucción Pública y, tras frustarse
ese gabinete, por García Prieto para Fomento. Siempre en las Cortes, un tanto por su cuenta al
desperdigarse el Partido Liberal y encallar el maurismo, formó parte dela Comisión que estudia las
responsabilidades dela Guerra de Marruecos y el famoso Expediente Picasso: lo que vio le parecieron
«emanaciones de alcantarilla». Por su acendrado españolismo y su interés en la defensa nacional, dentro
del razonado antimilitarismo que se había revelado en su resonante discurso contra la construcción de
una nueva Armada en 1918, García Prieto le confía en 1922 el difícilísimo Ministerio dela Guerra. De
esa querencia lo desalojará el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923.

Después de haberlo sido casi todo en la monarquía parlamentaria, comienza en su carrera política
republicana al caer la dictadura. Es tan evidente su superioridad sobre los demás conspiradores que en el
Pacto de San Sebastián es elegido presidente por unanimidad y, al llegarla República , pasa de la cárcel
ala Presidencia del Gobierno provisional sin un solo contrincante. Tras una eficaz mediación con Maciá,
es elegido presidente de la república. Vive su máxima popularidad.

Perola República no es el régimen de orden, moderado, respetuoso con las libertades y con la religión,
que se había propugnado y que, por su prestigio, había atraído a tanta gente. Se queda solo respaldando
a Maura cuando éste quiere impedir la quema de iglesias sacando a la calle ala Guardia Civil. Al
discutirsela Constitución , dimite, y luego rectifica, por la prohibición de la enseñanza religiosa y la
expulsión de los jesuitas. Sus desacuerdos con Azaña los expondrá enLos defectos dela Constitución
de 1931 . Todo lo relativo a religión y libertades le aparta del bloque republicano-socialista, aunque le
convencen para que siga en el cargo a fin de mantener una apariencia moderada. Sin embargo, en 1936
y, a pesar de que había conseguido el indulto de los condenados a muerte por la revolución asturiana de
1934, el Gobierno del Frente Popular, mediante lo que políticamente es un auténtico golpe de Estado, lo
destituye por haber disuelto las Cortes... ¡a petición de los mismos que lo destituyen! Prieto y Azaña
perpetran esta felonía suicida, porque convierte ala República toda en representación de sólo media
España. Pero tampoco la derecha defiende a Alcalá Zamora.

Al estallarla Guerra , que lo encuentra de viaje a Escandinavia para olvidar amarguras, los dos bandos lo
persiguen: unos saquean su casa de Madrid, roban sus bienes, sus cajas de seguridad en el banco y el
manuscrito de susMemorias . Los otros vejan a sus familiares andaluces y arrancan hasta los árboles de
su fincaLa Ginesa. Sus dos hijos, Luis y Pepe, son persuadidos por Araquistáin para que se presenten
voluntarios en las trincheras republicanas, donde son utilizados publicitariamente contra su padre. Pepe
tiene sólo 16 años, cae enfermo y no le dejan volver con su familia, hasta que muere en Valencia. Doña
Pura, su madre, no le sobrevive mucho tiempo y en 1939 don Niceto queda viudo. Como ni franquistas
ni republicanos le prestan la menor ayuda para sostener a su familia, tenía otras cuatro hijas, acaba
huyendo desesperado de Francia camino de Argentina. El estallido dela Guerra Mundial hará que su
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viaje dure 441 días. En el destierro seguirá manteniendo la fe en sus ideales de siempre: el Derecho, la
libertad y España. Vive al límite de la pobreza, trabajando en lo que se le presenta. Escribe en los
periódicos, en las revistas culturales y en las del corazón, lo mismo sobre escritores que sobre la mujer
enla Historia o en el teatro. Publica un manual clásico sobre Lo Contencioso-Administrativo. Da clases.
Prepara a opositores. Casi ciego, su vista fue pésima, dicta los artículos y es aún capaz de repetir de
memoria sus discursos históricos. El régimen de Franco quiere que regrese a España y le ofrece negociar
la devolución de sus bienes, a lo que él se niega. Su última conferencia en Buenos Aires estuvo dedicada
al Quijote. Dignísimo final.

SANTIAGO RAMON Y CAJAL: La voluntad de saber

El Mundo, 21/09/1997

Su padre le forzó a ser médico. Ingresó en la sanidad militar y fue destinado a Cuba, donde contrajo el
paludismo. En el extranjero hubo intentos de desprestigiar sus descubrimientos sobre células nerviosas.
Sólo cuando ganó el Nobel, España descubrió que tenía un sabio.

Si Cajal no hubiera tenido un padre tan soberbio, no habría tenido necesidad de ser
tan bruto. Si hubiera tenido un padre menos bruto, no habría heredado un espíritu tan soberbio. Era don
Justo Ramón, padre de Santiago, un carácter tan tremendo que sólo oponiéndole una obstinación aún
mayor era posible un desarrollo individual. Sin su padre, Cajal habría sido cualquier otra cosa, sin duda
importante, pero no el investigador, el científico que llegó a ser. Porque si el talento puede ser natural, la
voluntad se forja y el espíritu se templa contra los obstáculos. Y don Justo fue como una peña: obstáculo
y elevación sobre una perspectiva vital durísima, plana, árida, un yermo donde sólo crecía la necesidad.

Don Justo era hijo de labradores de la provincia de Huesca y tuvo que trabajar desde muy joven.
Colocado como mancebo de un cirujano de pueblo, quiso salir de pobre y llegar a cirujano. Se fue a
Barcelona a pie y, una vez allí, acabó entrando a trabajar con un barbero que le enseñó los rudimentos
de la cirugía. Se casó con una mujer alta, fuerte y muy agraciada, Antonia Cajal, y ya con hijos decidió
conseguir el diploma que le faltaba. Aunque medianamente asentado, la experiencia de la pobreza nunca
le abandonó y se propuso que sus hijos no padecieran lo que a él le había tocado pasar. Y a su hijo
Santiago -nacido en Petilla de Aragón en 1852- le enseñó él mismo a leer y a escribir, geografía y
aritmética y algunas nociones de francés. Las clases tenían lugar en una cueva de pastores, y no
precisamente en homenaje a la caverna de Platón.

Pero aquel niño tan inteligente tenía un espíritu melancólico, retraído y dado a la ensoñación. Por mucho
que su padre lo sujetara férreamente al estudio, él se evadía con no menos fiera voluntad. Dijéronle que
había de ser barbero-cirujano, pero él se empeñaba en dibujar y pintar. Le escondían el papel y pintaba
en la madera, en la piedra, en el suelo. Le quitaban el lápiz y usaba un punzón, un trozo de pizarra o un
carbón de la lumbre. Tampoco su salud era como la de su padre, y el rigor de los castigos no contribuía
a mejorarla. Menos mal que doña Antonia tenía debilidad por su vástago y, a escondidas, mitigaba el
rigor de don Justo. Pero era el muchacho de la piel del diablo y su padre decidió encomendarlo a unos
frailes escolapios de Jaca, aconsejándoles mano dura. Tampoco hacía falta: a fuerza de encierros y
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ayunos casi lo matan. Sobrevivió gracias a su astucia para abrir la celda, ir a casa de un tío a comer y
volver sin que los frailes se dieran cuenta. Hasta que se dieron. Volvió tan mal que don Justo decidió
perdonarle el régimen carcelario.

Pero el colegio lo había endurecido y los veranos en Ayerbe, adonde se había trasladado la familia,
fueron teatro de sus barrabasadas. Un día,Santiaguico reunió a su partida de mocosos y los puso a
fabricar un cañón aprovechando un tronco de árbol abandonado. Tanta maña tenía para la mecánica que
ahuecaron el tronco, prepararon mecha, pólvora y gruesa munición de clavos y piedras. Encendieron la
mecha y volaron la puerta a un vecino, que no murió de milagro. Denunciado el guerrillero infantil, fue
conducido a la cárcel por unos días, y, por indicación de su padre, condenado también a ayunar. Tenía
11 años.

Su adolescencia fue un contínuo tira y afloja entre la voluntad paterna y sus ensoñaciones líricas o
épicas, según le diera por ser general o pintor. Le gustaba la soledad, meterse en los montes, cultivar una
cierta misantropía. Ganábale terreno una ambición sin objeto, una curiosidad desbocada, un afán de
saber que iba más allá de la barbería y la cirugía. Pero su padre lo arrastraba. Lo introdujo en la
anatomía con apenas 16 años y, cuando consiguió trasladarse a Zaragoza como médico dela
Beneficencia , lo matriculó en la universidad. Cursó medicina sin sosiego, entró en la sanidad militar y
quiso el destino que su regimiento fuera llamado a formar en el ejército expedicionario que partió hacia
Cuba en 1874. Apenas un año después, Cajal cayó gravísimamente enfermo de paludismo, pero,
devuelto a España, sobrevivió. La enfermedad no le abandonó del todo y retornó como hemoptisis, de la
que curó en Panticosa el día en que decidió no ser un enfermo.

Se le negaban las oposiciones mientras empezaba a vivir con el microscopio. Por fin consiguió un sueldo
en Zaragoza y se casó con doña Silveria Fañanás, que llevó con humildad y paciencia la desbocada
ambición de saber de su marido. A su primera hija la llamó Fe. Faltaría más.

En 1883 consiguió por fin la cátedra de Medicina de Valencia. Aunque había publicado ya un estudio
sobre las terminaciones nerviosas de los músculos, era un desconocido. Mientras su familia crecía
-Santiago, Luis, Paula, Jorge, Enriqueta-, él pasaba los días y no pocas noches volcado sobre el
microscopio. Sus intentos de entrar en una cierta vida social no sobrepasaron elAteneo . Estaba solo y
carecía de medios para investigar. Fueron años a la vez luminosos y sombríos, de conocimiento sin
reconocimiento, en los que su primitiva afición a pintar, extendida a la naciente fotografía, le consolaba
de la aridez de la observación pura. Pero ahí, en la angostura del laboratorio, encontraba por fin
horizonte para su ambición. Trabajó sobre el microbio del cólera y combatió también como médico la
enfermedad. Firmaba artículos con el seudónimo de Doctor Bacteria y, siempre por su cuenta,
perfeccionó el método de observación de Golgi, canónico en Europa. Mientras se creaba la primera
cátedra de Histología en España, Cajal, que había aprendido un rudimentario alemán y un inglés
elemental para completar su pobre francés, veía cómo sus primeras investigaciones sobre el sistema
nervioso se publicaban en las revistas científicas germanas. Son años de roturación y siembra; también de
supervivencia. En 1889 publica suManual de Histología ; en 1891, doña Silveria le da otra hija, Pilar;
en 1892, consigue la cátedra de Madrid y brujulea en busca de tertulia: desembarca en la del Café
Levante pero acaba fondeando en la delSuizo .

Mientras va publicando sus descubrimientos comienza a recibir invitaciones del extranjero: Berlín en
1889, Londres en 1894. En 1897, cuando su fama europea es un hecho, es elegido miembro dela
Academia Española de Ciencias. Dos años después,la Universidad de Nueva York lo nombra doctor
Honoris Causa . Su carrera internacional está empedrada de premios; Moscú en 1900, Berlín en 1905
y, al año siguiente, el Nobel, compartido con un Golgi absolutamente gagá, que todavía enaltece más el
mérito de Cajal.
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Lo esencial de su trabajo, equivalente a la investigación mundial de 50 años, según algunos científicos, es


el descubrimiento de la neurona y la clarificación de su estructura y funciones en el sistema nervioso,
acabando con la teoría reticular que hasta entonces reinaba y cambiando por completo la idea que se
tenía sobre ese ámbito. Pocas veces un descubrimiento ha ido tan a contrapelo de lo que se sabía a tan
en contra de lo que se creía. De hecho, tanto en el extranjero como en España, Cajal padeció hasta el
final de su vida intentos de acabar con su teoría y de desprestigiar su tarea. También la envidia, que no es
una costumbre de la comunidad científica actual sino una vetusta tradición, lo distinguió de forma sañuda
y señalada. Pero a lo más que llegaba era a indignarse, nunca a afligirse. Cuando corrió la noticia del
Nobel, que a Cajal no le convencía mucho, España descubrió de pronto que tenía un sabio. No un
científico, sino el científico por antonomasia, por no decir el único. Cajal es víctima de la curiosidad
nacional: le ponen su nombre hasta a las gaseosas y enferma del estómago por culpa de los banquetes.
Tendrán que pasar varios años para que su vida se sosiegue, recupere su vocación académica y forje
una escuela que continúe sus enseñanzas. Los barquinazos dela Restauración le preocupan mucho, ya
que una cierta paz ciudadana era necesaria para su ideal de reforma y modernización social, a la que
Cajal aportaba la noción del patriotismo modernizador dela Ciencia como vocación y necesidad pública.

En 1922 publicó susCharlas de café , que acrecentaron su popularidad. Multitud de jóvenes lo


tomaron por modelo, y su ejemplo o el de su gloria hicieron por despertar vocaciones más que 100
campañas gubernamentales. Nunca quiso ser ministro de Educación -Moret se lo propuso antes del
Nobel- y, tras la dictadura, apoyó ala Agrupación al Servicio dela República , de efímera vida y nula
eficacia. En 1930 quedó viudo y se dedicó por completo a la fundación de instituciones de educación
comola Escuela Nacional de Sanidad o el Instituto Cajal parala Investigación.Viviósus últimos años
preocupado por la suerte de España, que veía cada vez más abocada al barranco, y murió el 17 de
octubre de 1934, tras publicarEl mundo visto a los 80 años y sin ver la guerra Civil. Menos mal, Para
el descubridor de las neuronas habría sido letal ver cómo funcionaban en las cabezas o testas españolas
en 1936, justo tres décadas después de su reconocimiento universal.

JUAN BELMONTE: El torero que no podía morir

El Mundo, 28/09/1997

De joven toreaba de noche, sin ropa y esquivando ala Guardia Civil. En su primera corrida enla
Maestranza tiró la espada, hincó las rodillas y gritó al toro: «Mátame». Para los entendidos no era
tremendista, era suicida. Su rivalidad con su amigo Joselito marca la edad de oro del toreo.

En la historia de la lidia hay dos grupos de toreros: uno lo constituye Juan Belmonte;
en el otro se agrupan todos los demás. Ninguno en la historia dela Fiesta la ha cambiado tan de raíz. Los
toreros de hoy y hasta los toros son lo que son por lo que fue Belmonte. Tanto viene de tan poco.

Nació Juan en Sevilla, en la calle Ancha de Feria, que ya es nacer, el año 1892. Su padre regentaba una
humilde quincallería y, por cambiar de suerte, se fue a vivir al barrio de Triana, la otra parte del mundo,
separada de Sevilla por un puente. Al poco, murió la madre, joven y guapa, y aquel niño enclenque,
desgarbado, feo y triste se quedó además huérfano, con el recuerdo de su madre amortajada.
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Su padre volvió a casarse y le dio copiosa fraternidad, pero aquel niño tan poco favorecido por la
naturaleza y que no pasó más de dos años en la escuela, parecía de la piel de Belcebú. No hubo
travesura que no intentara ni amigotes malos que no frecuentara. Aunque tenía que ayudar a su padre en
la quincallería, era tal su timidez para el regateo y el trato, que cualquier mujer hacía negocio a su costa.
De la timidez enfermiza que nunca le abandonó pudo escapar hacia la ensoñación de la letra gracias a
tres amigos tipógrafos, que lo sacaron del encanallamiento menudo del barrio. Por ellos entró en el
mundo de la lectura, que, después del de los toros, fue el que más cultivó en su vida. Y tras ellos, cuando
empezó a ser mocito, llegaron los torerillos, un pequeño grupo que compendiaba todas las facetas de lo
antisocial. Eran vagos, gamberros, fumadores y bebedores cuando había qué, insolentes con niñas y
mujeres, pendencieros con los otros chicos. Hacían fieras burlas de un enano alcohólico convertido en
mascota y no tenían otro norte confesado que restaurar la tauromaquia de Antonio Montes, único
matador respetable y al que, naturalmente, ninguno había visto torear. Eran anarquistas por talante vital y
lo fueron también en lo político. Cuando Juanito fue don Juan tuvo que socorrerlos en la cárcel, adonde
los llevaron muy graves fechorías. Mientras, su obsesión era torear. De noche, se iban a las dehesas,
apartaban algún novillo y lo toreaban con su chaquetilla a la luz de la luna. Como los mayorales no
podían con ellos se hizo cargola Guardia Civil. Pero estos trianeros imposibles se atrevían hasta conla
Benemérita.

Cruzaban de noche el río, dejando la ropa en la ribera, y sin más atuendo que las alpargatas, pasaban
horas entre los cardos hasta conseguir apartar una res y torearla con la chaquetilla deRiverito , que era
el mayor. Así fueron los comienzos de Belmonte, durísimos y aventurados, fuera de la ley, de los
horarios normales, de la lógica alimenticia y hasta de la esperanza, porque Belmonte estaba convencido
de que nunca llegaría a ser torero.

Su padre se arruinaba poco a poco, cargado de hijos, mientras Juanito dormía de día y se jugaba la vida
de noche, toreando cualquier fiera en las marismas a la luz de la lunao , si no había luna, de una lámpara
de carburo. Se iba haciendo mozo, pero no gallardo. Comido por el hambre, dominado por la timidez y
por una ambición ininconcreta, aquel rebelde del Altozano tenía la estampa de un faquir con mandíbula
redundantemente regia, entre Austria y Borbón. De parecer Habsburgo tardío le salvaba una mirada
buída y oscura, de animal muy toreado y lleno de mataduras. Nadie creía en él, salvo Calderón, un
banderillero delEspartero , que fue su padrino en las tertulias sevillanas.

Su primer amor de verdad fue una mujer casada, muy guapa, que se prendó del becerrista feo y casi
consiguió hacerle olvidar su naciente y titánica afición. Tras un disparatado debut en Elvas, pudo, a
trancas y barrancas, empezar a torear con nombre propio o prestado, en sustituciones granujientas.Y
cuando por fin se coló en una novillada dela Maestranza , le echaron los dos novillos al corral. Ante el
segundo, tras sonar el tercer aviso, tiró la espada, se hincó de rodillas, acercó la cara al testuz de la fiera
y se puso a gritarle:«¡ Mátame! ¡Mátame!». El animal, mucho más prudente que el novillero, se volvió a
los corrales sin mancharse las astas.

Tras un invierno de desolación, trabajando como jornalero en al Corta del Guadalquivir, pudo volver a
empezar desde abajo, en Valencia, y allí, derrochando un valor temerario, hacerse un hueco enla Fiesta.
Desde Valencia, su nombre iba asociado alHule y alaPálida , esto es, a las cornadas de apariencia fatal.
No era Belmonte un torero tremendista sino, según el público más entendido, simplemente suicida. El
torero no compartía del todo este criterio, aunque lo aceptaba. Pero al que quería oírlo, si alguno hubo,
le explicaba su idea de la tauromaquia, madurada en aquellas madrugadas feroces deLa Tablada ,
toreando desnudo con una chaquetilla prestada. Decía que el toro no tenía sus terrenos propios y el
torero los suyos, según aseguraba la tauromaquia clásica, desde Paquiro. Belmonte no admitía derechos
de propiedad dentro del ruedo, ni a humanos ni a fieras. Esa fue su revolución. Lo demás fue valor, arte
y un magnetismo especial para los públicos. Sólo le faltaba un rival y lo encontró en el torero más
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perfecto que ha dado hasta hoyla Fiesta : José GómezGallito , Joselito.

La rivalidad entre Joselito y Belmonte, que marcala Edad de Oro del toreo, no fue una casualidad. José
era una criatura portentosa con la ferocidad de la juventud, el duende de una dinastía, y el dominio de la
técnica nunca visto. Era altanero, valeroso, soberbio, apolíneo. Tenía que tropezarse con su envés: el
oscuro, el pobre, el enfermo, el que sólo podía poner frente al toro su infinita capacidad de morir. Y ese
era Juan. Tan fatal era ese duelo que el primer día en que Belmonte triunfó en Sevilla quisieron sus
enloquecidos partidarios hacerle pasar el puente de Triana no en hombros, que era poco para el
semidiós, sino en andas, comoEl Cachorro en Semana Santa. Heroicamente resistió un cura el intento
de robar las andas, amenazando de excomunión a los sacrílegos y, cuando al fin consiguió su propósito,
rezongó: ¡Si por lo menos hubiera sido Joselito!».

Desde 1914 España se divide entre gallistas y belmontistas. Se ha llegado a decir que la división entre
aliadófilos y germanófilos no fue sino una politización innecesaria de la pugna sustancial entre los de José
y Juan. Con ambos llega un nuevo concepto de la tauromaquia, la creación de grandes plazas -comola
Monumental de Las Ventas, impulsada por Joselito- y el acercamiento de los intelectuales ala Fiesta ,
mérito de Belmonte, que desde novillero se aficionó al trato de Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Romero de
Torres y otros artistas taurófilos. Es famoso el diálogo con Valle:

- Ahora, Juan, ya sólo te queda morir en la plaza.

- Se hará lo que se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda.

A veces, Belmonte se quedaba a dormir en el estudio de Solana o de Vázquez Díaz, a sus anchas entre
libros y cuadros. Y no era una pose. Cuenta Josefina Carabias que Paco Madrid, compañero de las
primeras capeas, le aseguró que junto a la espuerta con el utillaje taurino llevaba siempre otra llena de
libros: «Un torero más leído y más bañado no lo ha habido ni lo habrá jamás». Con el dinero y la gloria
llegaron los contratos para América, llenos de aventuras increíbles en el México de la revolución o enla
Lima encantadora y colonial, que le recordaba a Sevilla y en la que encontró esposa, aunque muy flaca
para los gustos de entonces. ¿Cogidas? Todas. Pero la peor fue la de Joselito. Habían llegado José y
Juan a ser grandes amigos. Del mismo modo que José acabó toreando en los terrenos de Juan, y Juan
aprendiendo la técnica de José, aunque con limitaciones físicas, sus dos personalidades se fueron
hermanando. Viajaban juntos en el tren y se cambiaban de vagón al llegar a las estaciones, para no
defraudar. Joselito, que lo tenía todo, era muy desgraciado en amores. Enamorado de una muchacha de
la aristocracia andaluza, el padre se negaba a consentir su matrimonio con el torero. José llegó a dar
clases para leer mejor y mejorar su letra pero todo era inútil. También estaba harto del público, que se
había cansado de verlos triunfar juntos y ganar dinero. El día antes de su muerte, torearon en Madrid y
Gallito le dijo a Belmonte que debían retirarse, porque así no se podía torear. Juan estaba de acuerdo.
Fue una tarde horrible. José canceló la corrida madrileña del día siguiente y se fue a torear a Talavera.
Allí le esperaba la muerte.

Belmonte murió con él. Luego se retiró dos veces, rejoneó, tuvo cortijo, ganado y millones. Envejeció
lentamente, entre Madrid, Sevilla y su finca de Utrera. De vez en cuando se le veía en «Los Corales»,
con sus gafas negras, hablando poco y del tiempo. Tenía en la boca la tristeza de la muerte que fue de
otro. Con 70 años, se enamoró sin esperanzas de una flamenca muy joven. Una tarde, salió a pasear a
caballo, arreó el ganado, contempló el ocaso, volvió a la casa, subió a su habitación y se pegó un tiro.

MARIA DE ZAYAS: La primera novelista española

El Mundo, 05/10/1997
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Perteneció a la literatura del XVII. Estaba más cerca de Gómez Manrique que de Jorge y muy alejada
de la vía regia que va de Garcilaso a Quevedo. Sorprende la libertad con que se comportan sus
personajes femeninos en el aspecto sexual. Pardo Bazán dijo que en ella «se da la picaresca de la
aristocracia».

Sabemos cuándo nació, dónde y de quién. No sabemos, en cambio, cuándo


murió, ni en qué lugar, ni bajo qué circunstancias. Tampoco conocemos su estado: si fue casada o
soltera, viuda o monja, disipada o virtuosa, amiga del mundo o desengañada de sus vanidades. Ni
siquiera se ha llegado a averiguar si las gustó alguna vez, quizás muchas, o se anduvo alejada de
cualquier tentación. Que pensó en el amor más que en otra cosa, podemos suponerlo por sus escritos.
Que se supo y se quiso mujer, y se enfadó con la vida que entonces llevaban las mujeres, también
podemos afirmarlo por lo que ella misma dice. Pero de sus experiencias vitales femeninas estamos en
ayunas. Es, pues, María de Zayas, hija de su obra, destino éste acaso el más glorioso de todo escritor.
Vayamos a la cuna. En Madrid, el 12 de septiembre de 1590, reinando Felipe II, doña María de Barasa,
esposa legítima de don Fernando de Zayas y Sotomayor, que servía como caballero al conde de Lemos,
dio a luz una niña, también llamada María. Dentro de las costumbres de su tiempo, debió tener esmerada
educación en casa y horizontes abiertos fuera de ella. Suponemos que acompañó a sus padres a
Nápoles cuando el Conde fue nombrado Virrey, pero no tenemos datos seguros sobre su estancia
italiana. Sabemos también que vivió en Marid e incluso que retornó. Por este último paréntesis ha podido
creerse que terminó sus días donde nació. En medio, viajes y estancias, tal vez algún matrimonio, en
Zaragoza, Sevilla o Granada, aunque Madrid fuera el puerto de su travesía literaria. Allí la coloca Lope
en su Laurel de Apolo, y nada menos que «Sibila de Madrid» la llama enLa Garduñade Sevilla Castillo
Solórzano: «En estos tiempos luce y campea con felices lauros el ingenio de doña María de Zayas y
Sotomayor, que con justo título ha merecido el nombre de Sibila de Madrid, adquirido por sus
admirables versos, por su felice ingenio y gran prudencia, habiendo sacado de la estampa un libro de 10
novelas que son 10 asombros para los que escriben deste género, pues la meditada prosa, el artificio
dellas y los versos que interpola, es todo tan admirable, que acobarda las más valientes plumas de
nuestra España».

Este libro de asombros es el tituladoNovelas amorosas y ejemplares o Decamerón Español , que ya


en su portada hace pensar en Boccaccio y Cervantes. Sin embargo, de Boccaccio toma sólo la fórmula
de una reunión por culpa de una enfermedad (en vez de la peste, unas cuartanas de hermosa Lisis), sin
imitar lo escabroso del lenguaje ni lo explícito de las descripciones aunque vaya mucho más lejos en la
crudeza de las historias. En realidad, muchos escritores han utilizado la fórmula boccaciana para
presentar una colección de historias diferentes tenuemente engarzadas por un hilo común.

Por su época -nuestra autora era quinceañera cuando se publicó la primera parte del Quijote-, hay que
buscar en Cervantes y susNovelas ejemplares el referente fundamental de doña María, pero la
desenvoltura y libertad de sus personajes, fundamentalmente los femeninos, la alejan no sólo delManco
glorioso sino también de los grandes entre sus contemporáneos: el Tirso deLos Cigarrales de Toledo ,
el Lope de lasNovelas a Marcia Leonarda o el propio Castillo Solórzano. Los eruditos de hoy se
empeñan en considerarla «moderna» porque les recuerda cosas actuales: unos la reputan antecesora de
Freud; otras, sufragista con miriñaque, y no falta quien la tiene por romántica antes de tiempo.
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Por lo visto, no se les ocurre pensar que hay asuntos permanentes en la literatura de todas las épocas y
que, en todo caso, serán los románticos los que repiten a los barrocos, no al revés; y serán las feministas
modernas las que continúen y no inauguren el camino de doña María o de su contemporánea Sor Juana.
La propia literatura española ofrecía en el siglo XVII ejemplos logradísimos, no sólo antiguos como los
de don Juan Manuel o Timoneda, sino tan cercanos al barroco profundo comoLa Celestina, El
Lazarillo, donde cualquier escritor, con faldas o con greg|escos, se siente cautivo del idioma gentil y de
la libertad de juicio.

Y esas dos cualidades campean en las dos colecciones de relatos, las dos partes de su obra en prosa,
que son los 10 publicados en 1637 comoNovelas ejemplares y amorosas y los otros 10 publicados,
bajo el subtítulo deDesengaños , una década después. Tanto la poesía que aparece intercalada en ellos
como la que publicó antes en diversas antologías (Botello, Montalbán, Cuevas, Del Castillo olaFama
Póstuma dedicada a Lope) no está a la altura de su prosa. Es aseada, pero convencional y cortesana.
Más cerca de Gómez Manrique que de Jorge y muy alejada de la vía regia que va de Garcilaso a
Quevedo.

En cambio, como novelista es de una frescura y novedad sin precedentes ni tampoco seguidores. Tiene
de su época el gusto por la violencia, la crueldad, la magia y los encantamientos. La moral en ella no es
moraleja sino escarmiento. Ni ahorra episodios picarescos cuya crudeza no desmerece delBuscón
quevedesco, ni queda atrás de las bizanterías cervantinas en otros comoLa fuerza del amor oEl
prevenido engañado . Pero quizás lo que más sorprende en ella es la libertad con que se comportan los
personajes femeninos en el aspecto sexual y amatorio. Desde la que persigue a un hombre que ve por el
balcón hasta la que guarda un amante negro en el establo hasta devorarlo sexualmente, «antes de infinitos
adulterios».

Invariablemente, hay mujeres que acaban mal por la liberalidad con que entregan su cuerpo; pero no
son todas, ni mucho menos, y es notable lo poco que miran al decoro personal o familiar cuando siguen
sus impulsos, que es casi siempre. Al hecho añaden el dicho. Aprovechando los diálogos de los distintos
narradores en torno a la discreta Lisis, María de Zayas critica con la misma libertad que muestran sus
personajeslas idea de la época acerca de la honra y la virtud, que tanto perjudicaban a las mujeres y
beneficiaban supuestamente a los hombres. Así, en frase que recuerda las de Juana Inés de Asbaje, dice
Lisis a un galán que proclamaba su deseo de encontrar mujer tonta y honrada: «Y cómo sabrá ser
honrada la que no sabe en qué consiste el serlo?». Doña Emilia Pardo Bazán decía en su edición de
algunas novelas zayescas: «Veo en ella a la mujer todavía muy penetrada de la sana y fuerte cultura que
se debió a la iniciativa valerosa de la gran Isabel y resuelta a protestar contra el infeliz descenso del nivel
femenino, descenso que ya se anunciaba en los últimos Austrias y que se consumó totalmente bajo los
reyes dela Casa de Borbón». Y prueba tal conciencia con esta cita: «En la era que corre estamos con tan
adversa opinión con los hombres, que ni con el sufrimiento los vencemos ni con la conciencia los
obligamos». Peores tiempos llegarían: en el XVIII,la Inquisición prohibió reeditar sus novelas. Y es que
tiene la cortesía de la claridad: ¿«Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para la
venganza, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas?
¿Nuestra alma no es la misma que la de los hombres? (...) Por tenernos sujetas desde que nacimos, vais
enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la
verg|enza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas».

De la burla picaresca, abonada al tremendismo, que domina la primera serie novelesca, pasa en la
segunda al motivo barroco por excelencia: el Desengaño, que es a veces notación de la injusta burla de
las mujeres por los hombres y, en otras, expresión dolorida y casi metafísica de la imposibilidad de los
sexos para vivir lealmente y en armonía, tan distintas son las fuerzas que los gobiernan. EnLa esclava de
su amante, La inocencia castigada, El verdugo de su esposa oMal presagio casar lejos , un hado
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siniestro domina las vicisitudes amorosas. De la carcajada enEl castigo de la miseria pasamos a la
melancolía y el pesar deEstragos que causa el vicio , última narración y despedida aparente de la
autora. No hay dignidad en el amor:«¿ Qué más desengaño aguardáis que el desdoro de vuestra fama en
manos de los hombres?»(...) ¿Es posible que con tantas cosas como habéis visto y oído no reconozcáis
que en los hombres no dura más la voluntad que mientras dura el apetito, y en acabándose, se acabó?»
Lisis entra en un convento al final de las novelas y por ello muchos de sus críticos y editores han supuesto
que ése fue el destino último de doña María. Azorín se la imaginaba en una buhardilla madrileña, mirando
los tejados lluviosos y los gatos vagabundos. Tal vez llevaba razón y su desaparición lo fue en el aire, no
en la tierra. Acaso habita las sombras de cualquier casa del Madrid de los Austrias. Puede ser esa
viejecita del pelo blanco, con una lejana luz en la mirada, que encontramos a veces en la portería. Tal vez
en ese territorio, irreal pero cierto, vive, nos vive aún, la primera novelista española.

CARLOS III: La discreción hecha rey

El Mundo, 12/10/1997

Comenzó a reinar a mediados del siglo XVIII. Conocido como el mejor alcalde de Madrid, expulsó a
los jesuitas de España, acusados de complicidad en el motín de Esquilache. Durante su mandato, nace el
futuro Banco de España, se creala Lotería Nacional y se instauran los Consejos de Ministros.

Le llamaronEl mejor alcalde de Madrid , pero lo cierto es que tuvo que salir
huyendo dela Villa y Corte, presa del pánico, y nunca le perdonó al pueblo madrileño el miedo que pasó.
Se le cree un gran trabajador, pero dedicó a cazar muchas más horas al día que a cualquier otra cosa,
incluído el Real despacho. Tiene ojos de pájaro en los maravillosos retratos de Goya, pero la verdad es
que fue casado y viudo célibe, caso lindante con lo milagroso tratándose de Rey y de Borbón. Iba a misa
todos los días, rezaba al levantarse y al acostarse, pero eso no le impidió expulsar a los jesuitas de
España y de las Indias. Fue tan clemente en sus juicios que para ahorcar a un conspirador tuvieron que
hacerlo a escondidas, pero no le perdonó a su hermano Luis el casarse con una persona que no era de
sangre real. Famoso por su prudencia, echó a perder inútilmente la flota en Trafalgar. Tenido por el Rey
de las Luces y racionalista por excelencia, fue quizás el más creyente de su Corte y fundóla Lotería
Nacional. En fin, de los malentendidos que rodean su figura, sólo se salva el de la alcaldía madrileña.
Nadie ha hecho tanto como él para que Madrid parezca una capital.

Llegó al trono de España y las Indias de rebote, después de haber reinado felizmente un cuarto de siglo
en Nápoles. La muerte de su hermano Fernando VI, aquejado de los mismos raptos de locura y
depresión que su padre Felipe V, le hizo temer siempre por su salud mental. A eso se debió su cautela
en la lectura y su afición por la caza, a la que dedicó todas las tardes de sus casi tres décadas como
soberano español. Nunca hemos tenido un rey tan puntual ni tan reglamentado.

Sabemos por el Conde de Fernán Núñez, su fiel servidor, que se levantaba sin falta a las seis de la
mañana, fuera invierno o verano, se vestía y rezaba; a las siete, desayunaba su chocolate, oía misa y
pasaba a ver a sus hijos recién levantados; a las ocho, se ponía a trabajar en su despacho hasta las once,
nunca más de esas tres horas para todo un imperio. Luego, charlaba con los familiares, colaboradores y
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el confesor, recibía en audiencia a los enviados extranjeros y dejaba llegar la hora de comer, siempre en
público, y, en verano, añadía al postre la siesta. Llegados los fríos, para aprovechar la luz, se echaba
inmediatamente al campo en hábito cinegético. En verano, las piezas eran visibles hasta más tarde. Al
hacerse de noche, cenaba, jugaba a las cartas un rato, se iba a la cama, rezaba sus oraciones y dormía
como un bendito hasta las seis de la mañana. Y vuelta a empezar. Como el célebre filósofo, podía
habérsele empleado para poner en hora a los relojes. Era tan cuidadoso de la puntualidad, que si llegaba
pronto a una audiencia aguardaba con la mano en la puerta a que fuera la hora exacta para entrar.

Todo lo que tenía de cuidadoso con el tiempo lo tenía de abandonado con su atuendo, que lo usaba
hasta que se le caía a jirones y los servidores se lo cambiaban por otro nuevo sin decírselo. Teníanle los
que le rodeaban más afecto que los que le obedecían, pero él no se cuidaba mucho de lo uno ni de lo
otro. Sólo una conciencia acusadísima de sus obligaciones como Rey gobernaba su conciencia. Y como
le costaba tanto cambiar de ministro como de sombrero, la continuidad reinó con él en las Españas, en
política como en todo. Si se mira de cerca, el reinado de Carlos III no es sólo el de un buen monarca
sino, sobre todo, el del buen tino en manejar una clase dirigente comparable a las mejores de su tiempo y
en favorecer el nacimiento de una sociedad civil, criatura la más preciosa de la época. Con poco más de
nueve millones de habitantes, España sigue siendo una gran potencia, mediterránea y atlántica.

Bajo Carlos III y tras la paz de Versalles,la Corona de España alcanza su máxima extensión americana,
incluyendo tres cuartas partes de lo que hoy son los Estados Unidos; y contribuye a su independencia de
Inglaterra a través de figuras militares tan extraordinarias como Bernardo de Gálvez, el reconquistador
dela Florida.

Todo ello se hace bajo el dominio británico en todos los mares y buscando la alianza, que no sumisión,
francesa, amén de pactos muy eficaces con Portugal y Marruecos. También se desarrollan las relaciones
con Prusia y Turquía, para compensar el expansionismo de Rusia y Austria, favorecido por Inglaterra. Se
trata, en fin, de un torneo de ajedrez con muchas partidas simultáneas, pero donde los españoles, dentro
de sus posibilidades, se mueven como pez en el agua.

El nacimiento dela Sociedad Civil , de la que son expresión las Sociedades Económicas de Amigos del
País y las instituciones educativas no religiosas, cuenta como instrumento esencial con la prensa y la
imprenta, que conocen un auge extraordinario. Periódicos comoEl Censor , periodistas comoNipho .
Intelectuales como Meléndez Valdés, Jorge Juan, Jovellanos y un largo etcétera, propagan los ideales
dela Ilustración , dentro de un tono siempre moderado y reformistas con una sola excepción: los jesuitas.

Solos o con la ayuda de Pombal, los masones españoles, con Aranda a la cabeza y Campomanes al
estribo, consiguen expulsar a la compañía ignaciana como ya habían hecho Portugal y Francia. No fue un
acto antirreligioso sino un ajuste de cuentas dentro de la clase dirigente y de la misma iglesia. Baste decir
que en una encuesta tras la expulsión, tres de cada cuatro obispos se manifestaron satisfechos con la
medida, que si bien era fruto de una maquinación, obedecía a problemas políticos de más calado.

Nacen el futuro Banco de España y el futuro Consejo de Ministros; se promueve la investigación


científica a pesar de la esclerosis universitaria -los colegios mayores son bastidores del inmovilismo-; se
impulsan a través de la sociedad toda clase de proyectos educativos, puesto que la instrucción es una
segunda religión para los ilustrados. En fin, con sus peculiaridades y divisiones naturales, España vive una
tensión soportable y fructífera entre las fuerzas tradicionales que defienden la paz social y las incontables
iniciativas para mejorar la situación económica y social. Todas las reformas de Carlos III parecen
hacerse con el freno puesto, pero tal vez por eso, con la perspectiva del tiempo, nos parece la época
más constructiva entre los Reyes católicos y Cánovas.

No todo son luces. Aunque no toleró quela Inquisición se implantase en Nápoles, Carlos III tampoco
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llegó a suprimirla en España, y aún permitió coletazos aislados como el proceso a Olavide. Pero sin duda
en esas tres décadas se perfilaron las fuerzas sociales que, con el tiempo, defenderían tanto ala Nación
como ala Libertad , nombres que aún no eran de curso legal. Además de las sobras, tampoco faltan los
misterios. Acaso el más importante, por las consecuencias que tuvo, fue el Motín de Esquilache, que
terminó con el primer lustro de reinado carolino bajo la influencia de los consejeros heredados de Italia,
bien el valido Squilacci, bien el sabio corresponsal Tanucci, un talento excepcional entre los muchos de
su época.

No sabemos aún cómo las medidas higiénicas de Esquilache para mejorar la urbanidad madrileña -de la
que el recorte de capas y sombreros fue innecesaria anécdota- degeneraron en motín, el saqueo de la
casa del italiano, la huida del Rey empavonecido a Aranjuez y la imputación a los jesuitas de todo el lío,
que, convenientemente manejado por Aranda y Campomanes, acabó con su expulsión. Tal vez en la
masonería, en el naciente «Partido Aragonés» y en zonas reformistas de la propia Iglesia que habrían
luego de manifestarse en Cádiz, puedan rastrearse y, quién sabe, hasta encontrarse las claves de un
hecho que, finalmente, desembocó en la reposición de los ministros reformadores de la época de
Fernando VI y sus continuadores.

Campomanes en la economía y la administración; Aranda en la política interior e institucional;


Floridablanca en la política exterior son las figuras más brillantes de un reinado tranquilo en el que, bajo
las pelucas empolvadas, se maquinaba la lucha por el poder. Don Pedro Abarca de Bolea, conde de
Aranda, y don José Moñino, conde de Floridablanca, lucharon por el privilegio de gobernar las reformas
que aquella corte monótona promovía.

La imagen que nos ha quedado del reinado de Carlos III no es, sin embargo, la de sus grandes
personajes, sino la de las bellas artes y las obras públicas. En pintura, detrás de Tiépolo y Mengs, se
abre paso el joven Goya, cuyo talento asoma ya en los cartones para tapices y en los retratos del rey. En
arquitectura, Sabatini, tras destronar a Ventura Rodríguez, culmina austeramente, limpiando de figuras el
techo, el Palacio Real, la obra más importante de este tiempo, escoltada por los Reales sitios. Y aunque
la imagen más popular es también suya -la Puertade Alcalá- será Juan de Villanueva quien con el Museo
de Ciencias Naturales, hoy Museo del Prado, abra la joya definitiva de una Corona y una época tan
amables, tan perdurables.

MARIANA PINEDA: La libertad en el cadalso

El Mundo, 19/10/1997

Su vida transcurrió durante el primer tercio del siglo XIX. Murió por no delatar. Fue ahorcada el 26 de
mayo de 1831. Se la conoce como la gran heroína de la causa liberal. García Lorca la sacó de los
romances populares y la llevó al teatro. Su vida estuvo marcada por la pasión y la desgracia.

Cuandola Libertad subió al cadalso en Granada, el 26 de mayo de 1931, llevaba


un vestido de percal azul con flores de azucena color caña, medias grises y zapatos de talifete negros;
tenía los ojos muy azules y la piel muy blanca; el pelo rubio, generalmente recogido en peina, caía ahora
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suelto sobre los hombros y el pecho; contaba 26 años y se llamaba Mariana, Rafaela, Gila, Judas Tadea,
Francisca de Paula, Benita, Bernarda, Cecilia de Pineda Muñoz. Desde aquel día se le llamó sólo
Mariana Pineda y su nombre se convirtió en leyenda. Es la más famosa de las heroínas liberales, y casi
un siglo después, Federico García Lorca, otro granadino emplazado por la tragedia, llevó la leyenda al
teatro y la hizo universal. De niño, jugando al corro, había oído cantar el romance de la belleza que, para
serlo siempre, tiene que morir injustamente y en plena juventud. Jamás lo pudo olvidar. La vida de
Mariana estuvo marcada desde antes de su nacimiento por el azar, la pasión y la desgracia. Su padre fue
un marino de buena cuna y mala salud, capaz de sobrevivir a los ingleses y a los piratas, pero que en el
otoño de su vida, cuando iba a Lucena a vender sus tierras para vivir de rentas, cayó perdidamente
enamorado de una joven de humilde origen y soberbia belleza llamada María Dolores Muñoz.

Don Mariano de Pineda y Ramírez, capitán de navío retirado, había nacido el 1754, en
Guatemala.Treinta años le llevaba a María Dolores, con la que huyó a Sevilla. Allí nació su hija Luisa
Rafaela, pero no llegaron a casarse por las diferencias sociales y tal vez por presiones familiares.
Acabaron instalándose en Granada, en una casa dela Carrera del Darro, en 1803. Allí murió Luisa y
nació Mariana, nuestra heroína, el 1 de septiembre de 1804.

La pareja duró poco. María Dolores se fue con otro hombre y el moribundo señor Pineda, que le había
concedido la custodia legal de la niña y adjuntado su herencia, salió trabajosamente del lecho para
reclamar su custodia y volvió a morirse. La madre se desvaneció y Mariana quedó bajo la tutoría de su
tío José, solterón, achacoso y ciego. Pero una arpía astutísima de la familia, Tomasa Salazar, lo casó con
un hija suya, Tomasita Guiral, y el ciego debió entregar a Mariana al cuidado de don José de Mesa y
doña Ursula dela Presa.

Tras recibir una educación esmerada según las costumbres de la época, se convirtió en una de las
jóvenes más bellas de Granada. Y no sólo enamoraba a quienes la veían sino que, en lo tocante a
efectos, era de rompe y rasga. A los 14 años, conoció a un militar retirado y con malísima salud llamado
Manuel de Peralta, del que, hija al cabo de su padre, se enamoró. Casaron al año siguiente y con gran
prisa, ahorrando amonestaciones: la boda fue el 9 de octubre de 1819 y el 31 de marzo de 1820 tuvo
Mariana su primer hijo. Dos años después, Peralta dejó este perro mundo y convirtió a Mariana en la
viudita más bella de Granada.

Se supone que ese breve marido le ayudó por también a concebir una pasión sincerísima por las ideas
liberales, que reinaban en buena parte de la oficialidad, pero su muerte coincidió con la segunda de las
libertades constitucionales a manos de Fernando VII, personaje al que compararlo con las ratas sería un
insulto a los roedores. Nacíala Ominosa Década , en la que el Trono y la alcantarilla se igualaron
bastante. Verdugos, espías y traidores vivieron tiempos de prosperidad. También florecían en salones
nobilísimos como el de los Condes de Teba, los padres de Eugenia de Montijo, desterrados de Galicia
por liberales y que en Granada daban albergue a los enemigos del absolutismo. Entre ellos destacaba la
hermosa viuda y de ella se enamoró perdidamente un joven que, andando el tiempo, sería ministro de
Hacienda y uno de los hombres más ricos de España: el Marqués de Salamanca.

Pero Mariana no le correspondió. Según ha averiguado su minuciosa biógrafa Antonina Rodrigo,


prefirió a otro militar liberal, asiduo de la casa de los Montijo, llamado Casimiro Brodett. Se dieron
palabra de matrimonio, pero él no logró su purificación política para licenciarse y la boda se frustró, no
sabemos por qué. Murió 11 años después, en el campo de batalla, sin haberse casado nunca. Mariana
volvió a Granada en 1827 y continuó su carrera de conspiradora, siendo procesada por primera vez tras
la delación de Romero de Tejada en su prisión malagueña. Salió indemne de milagro.

En 1828, el comandante Fernando Alvarez de Sotomayor (sobrino del célebre cura liberal García dela
Serrana , tío de Peralta y, por tanto, primo de Mariana) fue condenado a muerte por colaborar en el
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fracasado alzamiento de los ejércitos de Andalucía contra Fernando VII.

Mariana, que tenía permiso para visitar diariamente a su tío el cura consiguió introducir, prenda a
prenda, un hábito completo de fraile y unas barbas postizas en la celda de don Fernando, que salió
tranquilamente de la cárcel por la única puerta que había, a la vista de todos.

Liberales y absolutistas quedaron convencidos de que Mariana era la artífice de la fuga del condenado y
aunque Pedrosa, alcalde del Crimen dela Real Chancillería , no pudo contra ella, se la guardó.

Mariana había conocido a otro hombre, Manuel Peña y Aguayo, astuto y cobardón que muchos años
después llegó también a ministro de Hacienda de Isabel II. Tuvo con él una hija que Peña sólo reconoció
en su testamento. Así vivió Mariana con su madre adoptiva, doaña Ursula, viuda de Mesa, y sus hijos
José María y Luisa, empeñada en diversos pleitos para recuperar algo de la herencia de su padre y de su
tutor don José. Pero dedicaba lo mejor de su tiempo a la conspiración, entre asonada y asonada.

En una de éstas, fraguada como siempre en Gibraltar, se le encargó un estandarte con el lemaLibertad,
Igualdad y Ley . Compró para ello un tafetán morado en cuyo centro cosió un triángulo verde. Estos
eran los colores del Oriente masónico, así que no se trataba de una bandera nacional como quiso luego
la leyenda, aunque su sentido político sea el mismo.

Como ella sabía coser pero no bordar, encargó las letras y la labor a dos criadas, y ése fue el pórtico de
su ruina. Cierto clérigo liberal tenía relaciones con una de las criadas y vio el bordado en cuestión.
Víctima de la devoción filial, advirtió a su padre, un doctor llamado Julián Herrera, realista furibundo, que
moderase sus ímpetus absolutistas porque la revolución era inminente. El padre sonsacó al hijo y se fue a
denunciar el caso.

Pedrosa vio llegada su oportunidad y arregló las cosas de modo que devolvieran el bordado a casa de
Mariana e inmediatamente entrase la policía para incautarse de la prueba del delito, como en efecto
sucedió. Mientras se armaba el proceso, fue Mariana arrestada en su domicilio junto a doña Ursula y sus
criadas.

Entonces debió ser cuando Pedrosa, enamorado de Mariana o confundido por su libertad sentimental,
se atrevió a pretenderla, pero sus insinuaciones fueron contestadas como sus averiguaciones, con
silencioso desdén. Mariana se negaba a decir una palabra. Luego cayó o se fingió enferma y al poco
trató de escapar disfrazada de vieja. Casi lo había conseguido cuando la atrapó su único guardián, que la
encerró de nuevo.

Pedrosa la envió entonces al Beaterio de Santa María Egipcíaca, en convento en funciones de cárcel
creado para rehabilitar prostitutas y que acabó albergando a mujeres condenadas por delitos comunes o
políticos. El trato era excelente por parte de las monjas pero los interrogatorios eran cada vez más largos
y apremiantes. Pedrosa decidió llevar la situación al límite y sugirió al fiscal Andrés Oller, conocido
liberal granadino, que sólo conservaría su puesto si pedía la pena de muerte contra su vieja amiga
Mariana.

La condena siguió su trámite y llegó a la corte. Calomarde lo trasladó a la instancia superior de Justicia,
que encontró la sentencia de muerte «justa y arreglada a la ley». Faltaba la firma real, que naturalmente
Fernando VII se apresuró a estampar, indicando el garrote como medio de ejecución. Pedrosa, ya con
la condena en la mano, trató de forzar la voluntad de Mariana, pero ella se negó a delatar. Sólo habían
pasado dos meses desde su arresto cuando llegó la fecha de su ejecución.

La víspera, serena, escribió un testamento que el escribano no pudo pergeñar por impedírselo las
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lágrimas. En otra carta explicó a sus hijos que moría dignamente porla Libertad yla Patria. Antes de
acostarse para su última noche, que fue de sueño breve y sereno, tuvo un rasgo que retrata su
personalidad. Debían cambiarle el vestido por si tenía algún veneno y también quitarle las ligas para evitar
que pudiera ahorcarse con ellas. Mariana aceptó el cambio de vestido si, tras su muerte, lo picaban con
unas tijeras para evitar que desnudaran el cadáver; pero no transigió con las ligas: «Eso, no. Jamás
consentiré ir al patíbulo con las medias caídas» Así subióla Libertad al cadalso el 26 de mayo de 1831,
en Granada. Nunca se la ha visto más hermosa.

TORQUEMADA: El gran inquisidor

El Mundo, 26/10/1997

Fue un producto típico de la endiablada sociedad española de la segunda mitad del s. XV. El inquisidor
entorpeció la vida intelectual española de forma trágica. Nunca se arrepintió de quemar herejes ni de
expulsar judíos. Su tumba fue profanada durantela Guerra dela Independencia.

Tomás de Torquemada entra enla Historia por haber sido el primer Inquisidor
General del Tribunal del Santo Oficio y el que puso a la firma de los Reyes Católicos el decreto de
expulsión de los judíos, pero no sabemos bien quién fue. Las referencias sobre su vida provienen de la
crónica de los dominicos que Fray Juan dela Cruz escribió en 1567 y cuya credibilidad es limitada.
Como a casi toda persona conocida del siglo XV, se le atribuye linaje judaico pero no sabemos si el
regidor Don Pedro Fernández de Torquemada o su señora Doña Mencía Ortega, sus padres, eran
cristianos nuevos. Hay tanto empeño en afirmarlo hoy como en borrarlo ayer. Y de linaje converso
encontramos personajes con tanta variedad de conductas como en el resto de la sociedad española de la
época. El origen no hace la trayectoria.

Torquemada, hombre de religión más que fe, es en realidad un producto típico de la endiablada
sociedad española de la segunda mitad del siglo XV. Pero por muy decidido que fuese, nunca resultó
decisivo, aunque a veces pareciera decisorio. Desde el nacimiento, en 1420, hasta la muerte en el
convento abulense de Santo Tomás, en 1498 -otro aniversario para el zurrón noventayochista: quinientos
años de la muerte de Torquemada-, su vida se parece a la de muchos hombres de aquella Castilla con
tanta fuerza en su gente como indefinición en sus caminos. Isabella Católica es el imán de los cambios y
realizaciones trascendentales de ese final del Cuatrocientos y no es casualidad que Torquemada sea uno
de los tres confesores importantes de su vida: un dominico, un jerónimo y un franciscano; el duro
Torquemada, el santo Talavera, el severo Cisneros. Para llegar al nivel de Cisneros le faltaba a
Torquemada categoría intelecutal -sólo era bachiller en Teología, mientras don Francisco Jiménez era
amigo de Nebrija y trató de fichar a Erasmo para su Universidad Complutense-, pero le sobraban, como
al futuro cardenal regente, ambición, seguridad en sí mismo y una austeridad que rondaba el
exhibicionismo. Más que una ética, el rigor de esta minoría de la iglesia castellana, reformista antes del
protestantismo, era casi una estética. Torquemada representaba una línea dura con respecto a los
conversos sospechosos de judaizar -es decir, de mezclar la fe de Moisés con la de Cristo mediante
dobles ritos o síntesis heréticas-, mietnras Talavera representaba la línea moderada, tradicional y
mayoritaria en el alto clero, la naciente burguesía ciudadana y la nobleza. Fueron los disturbios creados a
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propósito de los conversos los que hicieron cambiar lentamente y siempre detrás de los acontecimientos
esta política. Y fue Fernando, de linaje converso por su madre, Juana Enríquez, el que más
decididamente encabezó el movimiento cuando lo consideró irreversible, aunque para ello tuviera que
recurrir al Papa -que detestaba- y al antiguo confesor de su esposa, amén de pelearse con todo el reino
de Aragón.

Cuerpo doctrinal no posee Torquemada, ni tampoco encabeza una facción política. Es la expresión de
una conyuntura histórica, casi siempre mal entendida o manipulada, y cuya explicación sigue resultando
difícil. Se podría resumir diciendo que el proyecto de los Reyes Católicos para acabar con los
enfrentamientos de la aristocracia e incorporar clérigos y laicos sin títulos ni riquezas a la alta
administración tropieza con el problema de los conversos, instalados en la cúspide social. Estos
cristianos nuevos provocan o sufren feroces campañas a propósito del Poder que tienen, no por su fe,
pero sí con la fe, ligada a un nebuloso racismo, como elemento de conflicto. Lo que lleva al
establecimiento dela Inquisición es, pues, el problema de los conversos y no, como suele decirse, el de
los judíos, que eran poco más de cien mil, marginales desde el punto de vista social y bastante
respetados por su fidelidad religiosa tras las grandes conversiones de épocas anteriores. En realidad,
sólo había un grupo que odiaba más a los conversos que los cristianos viejos, y éste era precisamente el
de los judíos, que los consideraba traidores a su fe y a su raza. En ambos casos el odio era muy popular
y entre la plebe católica asociaba imputaciones de crímenes rituales, como el inventado del Niño deLa
Guardia , con la usura y los impuestos. Pero ese odio estaba groseramente manipulado por gente sin
escrúpulos que lo utilizaba en sus intrigas políticas y quizá por eso nunca fue considerado legítimo entre
los grupos dirigentes ilustrados, incluidos muchos religiosos.

Sin embargo, la existencia de conspiraciones políticas en las que se mezclaban prácticas rituales
judaizantes o heréticas, así como los conflictos cada vez mayores entre cristianos viejos y nuevos,
decidieron a los reyes a pedir al Papa la creación de una Inquisición nueva, ya que la tradicional era
absolutamente ineficaz por su propensión al soborno. No era en su origen una forma de persecución
racial -en España la mezcla racial es tan grande como antigua- sino religiosa y antiherética. Cuando Sixto
IV concedió la bula de rigor y nombró los dos primeros inquisidores, a los que sucedió Torquemada al
año siguiente, ya como Inquisidor General a propuesta de la corona, la máquina en marcha tenía tres
objetivos: luchar contra la herejía, pacificar los grupos sociales y facilitar a los reyes un mecanismo que
les permitiera unificar su acción de Aragón y Castilla mediante el instrumento que más los ligaba y que
menos discutían: la religión católica.

La aportación de Torquemada consistió en convertir lo que era un proyecto político para la religión en
un proyeco religioso para la política. Si esa mutación se hubiera previsto, seguramente la nueva
Inquisición no habría nacido. Pero cuando se puso en marcha, no hubo forma de detenerla. Los 10 años
de torquemadismo, desde el establecimiento del Tribunal del Santo Oficio hasta la orden de expulsión de
los judíos en 1492, escrita seguramente por el propio Fray Tomás, muestran la evolución del problema
de los conversos bajo la actividad inquisidora. Ambos hechos están pensados para preservar la pureza
de la fe y asegurar la posición social de los cristianos nuevos, pero desembocan en 3.000 ejecuciones
mediante la hoguera y un número varias veces superior de encarcelamientos, confiscaciones, torturas y
degradaciones públicas. Torquemada, detrás dela Corona , es quien siembra el terror.

El establecimiento de Torquemada como Inquisidor General, fácil en Castilla, fue dificultosísimo en


Aragón. Los catalanes aceptaronla Inquisición a regañadientes, pero pidieron que fueran ellos los que
nombraran al Inquisidor. Fernando no quiso. Los aragoneses fueron más lejos y Teruel llegó a alzarse en
armas contra el Santo Oficio, caso primero y último. Los turolenses cerraron las puertas de la ciudad a
los inquisidores que venían de Zaragoza; el Rey pidió que los funcionarios aragoneses acudiesen
armados a proteger la entrada de los inquisidores. No lo consiguió y tuvo que recurrir a tropas de
Castilla para que tomaran la ciudad. Pero la caída de Teruel desesperó y radicalizó a conversos, a judíos
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y a muchos cristianos viejos que veían quela Inquisición acababa con sus fueros y libertades. Empezaron
las conjuras en Zaragoza y una desembocó en el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués. La represión
fue rápida y feroz. Torquemada empezó a llevar una escolta de hasta doscientas lanzas y a tener siempre
en su mesa un cuerno de rinoceronte, para prevenir envenenamientos. Los judíos, al principio,
colaboraron con él como delatores de los despreciados conversos. Sólo cuando ya era tarde se dieron
cuenta de que iban a ser víctimas de un sistema que no sólo eliminaba a los que no terminaban de ser ni
judíos ni cristianos sino que imponía por la fuerza la existencia de una sola fe. La obligación no terminó
con la devoción pero sí con la libertad de conciencia.La Inquisición española, creada en todos sus
detalles por Torquemada, provocó muchas menos víctimas que otros tribunales europeos similares.

Eso es indudable, pese a todas las leyendas negras acumuladas. También es cierto que los católicos
franceses mataron más protestantes en una sola noche, la de San Bartolomé, que el Santo Oficio en tres
siglos y que los alemanes quemaron más brujas en un año quela Inquisición en toda su historia. Pero la
máquina de intolerancia, sospecha, terror y delación accionada por Torquemada entorpeció la vida
intelectual española de forma trágica. Duró más en la memoria que en el tiempo. Nos marcó.
Torquemada no murió arrepentido ni de quemar herejes ni de expulsar judíos, como se ha dicho, pero sí
viejo, paranoico, avariento y miserable Tras lograr la expulsión de los judíos, perdió la salud y volvió a
Avila. Negó su hacienda al convento de San Pablo y tuvo que desenterrar a sus padres para llevárselos a
Santo Tomás. Consiguió del Papa Alejandro VI una bula para que allí rigieran estatutos de limpieza de
sangre y pasó sus últimos años rapaceando fondos para la que fue su tumba. Durante la guerra dela
Independencia ésta fue profanada y aventadas sus cenizas. No se averiguó la identidad de los autores del
hecho. Demasiados sospechosos.

VIRIATO: El último lusitano

El Mundo, 02/11/1997

Como último caudillo de los lusitanos, tuvo en jaque durante varios años a las legiones romanas. En su
primera gran victoria, fingió una retirada y arrasó a las tropas de Vetilio. «Roma no paga traidores» fue la
frase que, según la leyenda, tuvieron que escuchar sus tres asesinos: Ditalcón, Audax y Minuro.

Cuando España aún no era España -ni Portugal, Portugal-, Viriato ya era
Viriato. Siglo y medio antes del nacimiento de Cristo, mientras romanos y cartagineses remataban su
pugna por el dominio del Mediterráneo, incluyendo a Hispania de forma muy especial, Viriato llegó a
dominar militarmente casi todala Península , desde el valle del Guadalquivir al valle del Ebro. En aquel
mosaico de tribus en retirada y entre los dos grandes imperios de la época, el genio militar del último
gran jefe de la tribu de los lusitanos consiguió un poder indígena como seguramente no existió antes y no
volvió a existir después. Viriato, como Indíbil y Mandonio, es un símbolo dela Iberia que los cronistas
romanos retratan en su crepúsculo, mientras la civilización grecolatina, a sangre y fuego, entraba
lentamente enla Península.

La novelería romántica ha hecho que Viriato, enemigo de Roma, figure en nuestro panteón imaginario
con más méritos que Sertorio, Pompeyo o Julio César. Cuando antaño se enseñaba Historia en píldoras
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mitológicas, Viriato era «un pastor lusitano». Pero aun en el caso de que alguna vez cuidara ovejas o
cabras, fue bastante más que pastor (con ser nobilísima esta profesión) y no un lusitano cualquiera.
Cuando el historiador Apiano de Alejandría, en su libro sobre Iberia -VI de su Historia Romana-, cita
por primera vez a Viriato, dice: «Aniquiló a numerosos romanos y dio muestra de grandes hazañas».

En realidad, Viriato tuvo en jaque durante varios años a las legiones, les infligió media docena de
derrotas humillantes, recorrió, revolvió y casi dominó las dos Hispanias, la ulterior yla Citerior , mató a
miles de soldados romanos o aliados y murió de confianza, veneno anterior al de la traición. Puede
decirse también que murió por pactar, pero eso no lo acredita como centrista póstumo. Hay sabios que
lo consideran sólo un aspirante a reyezuelo cuya ambición tropezó con la implacable Roma, hecho que
celebran.

Lo que seguramente ha cautivado la imaginación de las sucesivas generaciones de lectores más o menos
celtíberos es su soberbia aparición en los libros de Historia, digna de Don Juan enla Hostería del Laurel.
Cuenta Diodoro de Sicilia que un hombre rico llamado Astipas concedió la mano de su hija a un tal
Viriato y organizó el ya entonces forzoso banquete nupcial.

Pero el novio no apreció la vajilla de oro que en su honor se exponía, sino que, apoyado en su lanza,
soltó un discurso sobre lo poco que valían las riquezas cuando otros -es decir, los romanos- decidían su
destino, se negó a lavarse las manos, repartió a su escolta algo de comer, reclamó a la novia, la subió a
la grupa de su caballo y partió sin despedirse hacia su guarida en las montañas. Reconózcase la
plasticidad de la estampa. Pero su majeza incluía no poca crueldad. Años más tarde, cuando Astipas era
voluntario rehén de los romanos, lo reclamó y le cortó el cuello. Es el protomártir de los suegros
hispanos.

Viriato pudo nacer enla Sierra dela Estrella , al norte dela Lusitania , que se extendía por la mitad de lo
que ahora es Portugal y las tierras limítrofes entre Zamora y Badajoz. Estrabón tenía a los lusitanos por la
nación más poderosa entre las ibéricas, pero indudablemente no era la más próspera. El bandidismo
endémico muestra una clara dependencia del pillaje como modo de mantenimiento, así como escasez de
tierras fértiles para una población que no se bastaba con el pastoreo y recurría a la guerra para
alimentarse. Los tributos que probablemente cobraban desde antiguo entre la población de los valles del
Guadiana y Guadalquivir les llevaron al enfrentamiento con los romanos cuando éstos empezaron a
repartir tierras dela Bética entre sus colonos, sobre todo trasla Segunda Guerra contra Cartago.

Dos caudillos destacaron contra las legiones de Roma: Púnico, que murió en combate, y Césaro, que
dominó toda la costa bética, y proyectó lo que luego sería el salto lusitano más audaz aunque sin
consecuenccias: el paso del Estrecho. Pero la época heroica y decisiva de la entrecortada historia
lusitana llegó cuando el pretor Galba, cuya codicia y crueldad lo precedían, consiguió reunir a los
lusitanos alzados, dividirlos en tres grupos para hacerles entrega de tierras, desarmarlos y luego degollar
a muchos de ellos y vender al resto como esclavos. Entre los que escaparon de la degollina estaba
Viriato, que tras hacerse elegir jefe inició una brillante carrera militar de ocho años. No eran pocos
cuando el promedio de edad apenas llegaba entonces a los 30 años.

Cultivó Viriato tres cualidades básicas del guerrillero: el aprovechamiento sistemático del terreno para
las emboscadas, la audacia para cambiar el escenario de los combates, gracias a la movilidad de sus
tropas, y la capacidad de actuar muy lejos de sus bases de aprovisionamiento, lo cual suponía también
mucha mano izquierda para lograr alianzas sobre la marcha y pactos de manutención sobre el terreno. La
primera victoria de Viriato fue junto a la ciudad de Tríbola, al sureste del Guadalquivir, donde fingió una
retirada que terminó en copo y destrucción de las tropas de Vetilio. Era el año 147 antes de Cristo.
Batió entoncesla Carpetania , combatiendo incansablemente hacia el Norte y el Este hasta tomar
Segóbriga, ciudad clave de lo que hoy es aproximadamente Cuenca. Se retiró entonces al Monte de
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Venus, cabe la inaccesible fragosidad de Gredos, y desde allí se convirtió en el terror dela Hispania
Citerior tras haber dominado la ulterior. Plancio, Unimanio y Nigidio sucedieron a Vetilio en la lista de
víctimas viriatenses.

Comienza entonces una lenta e implacable reconquista romana de los territorios perdidos. La liquidación
de la guerra de Cartago permitió al Senado allegar más hombres y recursos para luchar contra los
insoportables lusitanos, que exhibían además una gran capacidad diplomática con diversas tribus ibéricas
como los vettones y otros feroces vecinos. El mérito suele atribuírsele a Viriato, aunque el enemigo
común había levado a las tribus peninsulares a una especie de confederación político-militar nada
desdeñable.

Lo que no podía el guerrero del Monte de Venus era hacer milagros. En el año144 a .d.C. los romanos
recuperaron el control del valle del Guadalquivir. Algunos historiadores creen que Quinto Fabio Máximo
derrotó a Viriato en Bailén, si era ése el lugar de Baecula. Otros lo sitúan en los Arapiles, así que no
salimos de la imprecisión evocadora de tantos combates peninsulares trascendentes, siempre en los
mismos sitios.

Tras la derrota ante Fabio Máximo, el caudillo lusitano se refugió en Sierra Morena, faltaría más, y
desde allí hizo frente a la gran expedición de Serviliano y unos 20.000 soldados. Viriato consiguió batir a
las legiones en una sorda guerra de desgaste y mantener hasta el año 142 sus posiciones en torno a lo
que hoy es Martos (Jaén), entonces llamado Tucci. Pero Serviliano y Fabio Máximo fueron privándole
de sus bases de apoyo y en el 140 tuvo que retirarse a Lusitania. Consiguió rehacerse, que es el sino de
todos los grandes generales antes de la derrota definitiva, y vengarse de Serviliano en el campo de
batalla. Pero tras la victoria se avino a firmar la paz y ésa fue su ruina.

En una de las diversas treguas que acordaban sin convicción ambas partes desde el año140 a .d.C.,
Viriato mató a su suegro, miembro de la clase dirigente lusitana que tal vez había decidido ya el pacto
con los romanos. Y finalmente, en el139 a .d.C., pudo recibir la oferta de ser rey de una Lusitania
independiente y aliada de Roma. O tal vez la propuesta fue suya y los romanos fingieron aceptarla; sobre
eso no hay acuerdo.

El hecho es que tres de sus enviados, Ditalcón, Audax y Minuro, volvieron del campamento romano con
más oro del que llevaban y se lo ganaron apuñalando a Viriato. Cuenta la leyenda que, muerto el héroe,
los asesinos volvieron a por lo suyo y los romanos, avarientos, le respondieron: «Roma no paga
traidores». La frase es notable pero apócrifa. Los lusitanos no se metían en magnicidios gratis.

Muerto Viriato, sus guerreros le rindieron homenaje cantando himnos, degollando animales y
combatiendo por parejas sobre su tumba, fórmula del entierro de primera en aquellos siglos tremendos.
Una vez quemado su cadáver en la pira ritual, aventadas sus cenizas y apagado el gran fuego nocturno,
los lusitanos no encontraron -tal vez por no quererlo buscar- sucesor para Viriato y fueron entrando en la
órbita romana.

Abrían así el camino para la inmediata dominación de los celtíberos de la meseta septentrional, clave
estratégica de la península y cuyo último foco de resistencia fue Numancia, que se rindió, en términos
menos heroicos de los que cuenta la leyenda, apenas cinco años después de la muerte de Viriato. Por
eso puede decirse que con él se extinguió la antigua Iberia y que Hispania, aunque algo chamuscada,
entró definitivamente enla Historia. A golpes, sin duda. Pero entró, entró.

ALFONSO XII: El rey liberal

El Mundo, 09/11/1997
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El único rey que se ha proclamado abiertamente liberal. Alfonso llevó siempre con discreción y
sufrimiento íntimo la mala fama de su madre Isabel II. En contra de la opinión de Cánovas, decidió
casarse con su prima María de las Mercedes, hija de Luisa Fernanda y el Conde de Montpensier.

El único rey español que se ha proclamado abiertamente liberal -antes incluso de


subir al trono- fue el hijo de Isabel II que, de sostenida, mimada y hasta pervertida por los liberales de su
época, pasó a ser destronada en la revolución de 1868. Era tal el hartazgo que aquellos hombres,
generalmente uniformados, a menudo masones, casi siempre aventureros, tenían de la reina y su familia
que uno de los más ilustres, Don Juan Prim, explicó en las Cortes su oposición a los borbones con sólo
tres palabras: «Jamás, jamás, jamás».

Pero sí, sí, sí... De la milicia a Amadeo, de Amadeo ala República y al caos, y del caos a la milicia, el
Sexenio Revolucionario (1868-1874) fue un alegato a favor dela Restauración. Faltaban aún tres cosas:
un proyecto serio, una opinión pública dispuesta a olvidar la bochornosa experiencia isabelina y un rey
español. Cánovas creó el proyecto y la opinión; y al rey, ya que no pudo engendrarlo, también lo creó
políticamente.

En la paternidad física, parece que se le adelantó uno de los amantes más apuestos de la reina castiza,
don Enrique Puig Moltó. Lo ha mostrado Ricardo dela Cierva en uno de sus mejores libros:La otra vida
de Alfonso XII , tan entretenido como silenciado.

Nació alfonso el 28 de noviembre de 1857 y fue presentado en público, sobre la ritual bandeja de oro,
mientras Narváez iba dejando paso a O4Donnell en el gobierno. Y llegó el rorro con acompañamiento
popular de alegría y jolgorio. Si por falta de sucesión masculina en Fernando VII llevaban isabelinos y
carlistas 20 años matándose, es muy comprensible la algazara.

Alfonso llevó siempre con discreción y sufrimiento íntimo la mala fama de su madre y la no mejor de su
padre oficial. Una, por escandalosa en su licenciosidad; el otro, por escandaloso en su inclinación sexual,
que le hacía poco propicio y físicamente poco eficaz para la procreación. Ninguno dejó de fastidiar al
vástago durante toda su vida.

Cuando fue proclamado Príncipe de Asturias en Covadonga, la reina añadió a todos sus nombres el de
Pelayo. Acierto indudable, porque a los 11 años le tocó emprender la reconquista del trono español,
perdido por Isabel II para siempre jamás, jamás, jamás.

Entonces empezó de verdad su vida. En el amargo exilio del que ha nacido príncipe y se ve en la calle,
fue educándose bajo la tutela de unos maestros que fueron también amigos. Entre ellos destaca el Duque
de Sesto, sombra y apoyo durante toda su existencia. Liberal en sus ideas y en la utilización de su
enorme fortuna, el duque estaba casado con una rusa hermosísima, Sofía Trubetzkoy, que pasaba por
hija natural del zar y que compartía con su marido cosmopolitismo, liberalismo y entusiasmo monárquico
(hubiera sido excesivo pedirles aversión al adulterio).
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Ambos desarrollaron la trama civil dela Restauración en la alta sociedad madrileña mientras Antonio
Cánovas del Castillo dirigía la política y trataba esforzadamente de que no fuera estorbada o suplantada
por la trama militar. No fueron los únicos pero sí decisivos.

Alfonso estudió tres años en el Colegio Theresianum de Viena, para aprender lo germánico sin olvidar lo
católico. Después le eligieronla Academia Naval de Sandhurst, la mejor de Europa, para mejorar su
inglés y acrecentar su amor al parlamentarismo británico, aunque en ella sólo pasó una temporada antes
de volver a casa, o sea, a Palacio. Fue notable estudiante, precoz en lo político, valeroso y buen patriota.
¿Se puede pedir más a un hijo de Isabel II y nieto de Fernando VII? Cuando el general Martínez
Campos, adelantándose y contrariando a Cánovas, se pronunció en Sagunto por Alfonso, éste hizo
pública su identidad política, en forma de carta pública, con fecha de 1 de diciembre de 1874, aunque
fuera más temprana su redacción.

Ese texto, conocido porManifiesto de Sandhurst y redactado cuidadosamente por Cánovas, dice entre
otras cosas de sustancia: «Huérfana la nación ahora de todo derecho público e indefinidamente privada
de sus libertades, natural es que vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitucional y a aquellas
libres instituciones que ni en 1812 le impidieron defender su independencia ni acabar en 1840 otra
empeñada guerra civil (...). Sea la que quiera mi propia suerte, ni dejaré de ser buen español, ni, como
todos mis antepasados, buen católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal». Y firma:
«Alfonso de Borbón».

Cánovas, historiador de fuste, hacía al posible rey hijo de las cortes de Cádiz; de religión católica, como
los carlistas que le hacían la guerra; y dispuesto a favorecer la modernización de España, que ya
entonces llamaban regeneración. El primero que lo entendió así fue el generalísimo carlista don Ramón
Cabrera,El Tigre del Maestraztgo , que brindó público apoyo en Londres al futuro rey. Estaba en el
aire la necesidad de paz civil.

Alfonso entró en España al comenzar el año 1875, por Barcelona, que le recibió entusiásticamente. Lo
mismo pasó en Valencia, donde Martíenz Campos presumió lo suyo. Pero fue en Madrid, faltaría más, la
apoteosis.

Con sus 17 años flacos encaramados a un imponente corcel blanco, el rey adolescente apenas podía
avanzar porla Castellana entre los vivas de la muchedumbre. Y Borbón al fin, saltándose el protocolo,
provocó una anécdota que sería fabulosa si no fuera simplemente cierta: viendo Alfonso a unas mozas
muy bullangueras, que se ganaban la vida en el mercado dela Plaza dela Cebada , cedió a su instinto
político y se acercó caracoleando para agradecerles sus vítores.«¡ Más gritábamos cuando echamos a la
puta de tu madre!», le explicó una moza enardecida. Por si no sabía el rey a qué atenerse.

Puede decirse que la coronación popular de Alfonso XII terminó ahí, tras lo cual marchó
inmediatamente a visitar al ejército que luchaba contra los carlistas, mietras Cánovas preparabala
Constitución más longeva de nuestra Historia.

Pero su vida personal, como siempre en los reyes, marcó la trayectoria de la institución. Al visitar la
primera línea de las tropas en la batalla de Lácar estuvo a punto de ser hecho prisionero. Escapó de
milagro, como algún tiempo después a un atentado anarquista, pero su salud se la guardaba. Tuvo en
1876 un vómito de sangre que, si bien no trascendió fuera de su círculo íntimo, delataba una tuberculosis
sorprendentemente inadvertida en la infancia, escondida en la adolescencia y que lo emplazaba
fatalmente antes de cumplir los 20 años.

Se hacía urgente encontrarle novia y, por una vez, contrarió a Cánovas eligiendo a su guapa prima
hermana Mercedes, hija de Luisa Fernanda y el Conde de Montpensier. Este era uno de los asesinos de
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Prim según el sumario instruido tras el crimen y Cánovas, como otros liberales, lo sabía.

Varios se negaron a votar en las Cortes a la hija de un asesino como reina de España, aunque Mercedes
nunca supo la razón. Isabel II, para romper el idilio, fue más lejos y le echó por delante a una belleza
extraordinaria, la cantante de ópera Elena Sanz, a la que ya había mandado a visitarle -tal vez a iniciarle
en el sexo- al colegio vienés.

Cantando con GayarreLa Favorita -nombre que se le adjudicó-, Elena hechizó al Príncipe, que dejó a
su primera contralto, Adelina Borghi, y le puso a Elena un piso junto a Palacio. La boda, tras el acuerdo
de las cortes, se celebró pese a todo, con lapoco lamentada ausencia de Isabel II. Pero desde la
ultratumba masónica, Prim se vengó: a los cinco meses moría de tifus, larvado como la tuberculosis de
Alfonso, la reina Mercedes, que pasó inmediatamente al romancero popular.

Alfonso le guardó luto... a su modo. Tuvo dos hijos con Elena Sanz y aceptó casarse con María Cristina
de Austria, inteligente, devota, fría, celosa y, por fortuna, constitucional. El rey, aburrido en Palacio y
enfebrecido por su enfermedad, comenzó una carrera contrarreloj para disfrutar de la vida que se le
escapaba. No dormía, apenas comía y pasaba las noches de cama en cama. Tuvo aún tiempo para tener
dos hijas legítimas y dejar a la reina embarazada de un niño, el futuro monarca Alfonso XIII.

Vio asentarse el turno de partidos y quiso el destino que su último gobierno fuera de Cánovas, vuelto al
poder en 1884. El 25 de noviembre de 1885, tras verle cumplir sus obligaciones hasta el último día,
España perdió al rey más popular de su historia moderna. Le faltaban tres días para cumplir los 28 y
llevaba tres años muriéndose. Tuvo el final romántico que merecía: muy español, muy liberal.

SAGASTA: El presidente del 98

El Mundo, 16/11/1997

Fue siete veces presidente del gobierno. Raptó a una casada a la puerta de la iglesia. Su lema «no hay
orden sin libertad ni libertad sin orden». Pronunció 2.542 discursos en 48 años. Trajola Ley del sufragio
Universal masculino, el Código Civil,la Ley de Régimen Local y el Matrimonio Civil.

Don Práxedes Mateo Sagasta fue nada menos que siete veces presidente del
Gobierno, aunque ahora se le recuerde sólo en 1898, cuando España perdió Cuba y Filipinas. También
fue ministro de todo, excepto de Hacienda, a pesar de que era hombre de números, ingeniero brillante y
compañero de aula de Echegaray.

Dijo de él Azorín que nunca leyó un libro, exageración cierta en quien fue tres años director del
periódicoLa Iberia y devorador de la letra impresa con fecha de caducidad. La pena es que no quisiera
escribir ninguno, porque no ha habido ni seguramente habrá político español con una trayectoria
semejante: diputado en 16 Cortes y 34 legislaturas, presidente del Congreso e, incansablemente, del
Consejo de Ministros con dos dinastías, las de Saboya y Borbón, amén de dos regencias. ¡casinada!
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Sus padres, comerciantes vascongados liberales que huían del carlismo, le hicieron nacer el 21 de julio
de 1825 en Torrecilla de Cameros (Logroño). Al emnos, una vez se enamoró, Y Consta que, siendo ya
ingeniero y trabajando en tierras de Zamora, raptó a una recién casada al salir de la iglesia, donde el
padre, coronel retirado, la había matrimoniado con un capitán. Tenía 17 años Angelita Vidal, palentina
de Rioseco, y vivió en virtuoso pecado con Don Práxedes hasta que murió su marido, 35 años después
del rapto, y pudieron contraer matrimonio. Sesenta años teníael novia y 46 la novia. ¡Tarde triunfó el
amor!

Si Sagasta escribió poco, puede decirse que no paró de hablar en sus 48 años de vida política: sólo en
las Cortes, pronunció 2.542 discursos; de ellos, 1695 en el Congreso, del que también fue presidente, y
847 en el Senado. Ningún mandamás constitucional del XIX habló ni duró tanto. Hasta un rato que
estuvo sin mandar lo aprovechó para entrar enla Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Lo fue todo y tantas veces en la política española que los historiadores se han vengado cumplidamente
de su fecundidad. La injusta mala fama dela Restauración se la llevó él y sólo ahora se ataca con la
misma furia a Cánovas. Hace poco, Julio Cepeda Adán trató de equilibrar en su biografía los juicios
negativos de Fernández Almagro, Pabón o García Escudero, recordando los positivos de Romanones y
Natalio Rivas, aquel ameno cronista de presidentes de gobierno y toreros románticos. Pero la empresa
no es del todo fácil.

Sagasta pasó de extremoso liberal-progresista, comandante dela Milicia Nacional , comecuras y


quemaconventos, a hombre de formalidad, componedor y maniobrero, cuyo lema fue: «No hay orden sin
libertad ni libertad sin orden. Su enrevesada y contradictoria trayectoria ideológica es fiel reflejo de la de
casi toda la izquierda burguesa española -y también de la derecha- en la segunda mitad del XIX. Sagasta
no cambió más de lo que lo hizo su base social y tal vez por eso la representó durante tantos años. Pero
¡cambió tanto!

No tuvo el verbo de Castelar ni la clarividencia de Cánovas, pero se convirtió en elviejo pastor de la


grey progresista y convirtió en leyes renovadoras las grandes posibilidades dela Restauración. Sagata
trajola Ley del Sufragio Universal Masculino, el Código Civil,la Ley de Régimen Local, el Matrimonio
Civil,la Ley de Prensa y otras de gran calado en los ámbitos militar,civil, económico y judicial . Que
muchas de esas leyes las sacara tras haberlas combatido en las Cortes no sólo muestra su
desvergonzada indiferencia en materia ideológica, sino su permanente adecuación al medio. A cambio,
en lo personal, fue hombre de honradez intachable, de afabilísimo trato y con una valentía que lo hizo
muy simpático al pueblo, llano o altivo.

El gesto más celebrado tuvo lugar cuando empezaba su carrera política durante uno de los
enfrentamientos del liberallismo radical o esparterista (representado porla Milicia Nacional ) con el
liberalismo moderado (representado por las tropas de O4Donell), Don Práxedes, tras haberse batido en
las calles al frente de sus milicianos, volvió a las Cortes, donde tenía su escaño de diputado por Zamora.

Y quiso el destino que, estando el uso de la palabra, cayera a su lado un cascote de las bombas que
O4Donnell lanzaba contrala Carrera de San Jerónimo. Sagasta cogió un pedazo de hierro aún caliente y
dijo a la presidencia:

- Pido que conste en acta.

Y constó, claro, Estos rasgos de majeza labran famas muy perdurables.

No fue fácil su tránsito desde la extrema izquierda liberal, incluidala Milicia Nacional que era su brazo
armado, hasta la jefatura del Partido Progresista, tras bautizarse como fusionista. Tuvo a favor su
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condición masónica, donde alcanzó el grado 33, y supo maniobrar hasta colocarse como jefe de la
facción moderada, dejando a al izquierda a Ruiz Zorrilla, su amigo y luego rival.

Mientras éste se mantenía en la línea miliciana y conspiratoria. Sagasta atravesóla Gloriosa hasta
desembocar en el Gobierno con Amadeo de Saboya. Antes se impuso silencio sobre el asesinato de
Prim, su jefe, quizás porque sabía demasiado o porque, siendo la reina Mercedes hija del asesino
Montpensier, no quiso comprometer al trono. Por curioso azar quedaron fuera de las Cortes
republicanas Cánovas y Sagasta y sobre Sagasta edificó luego Cánovas el edificio dela Restauración ,
hecho de alternacia partidista, liberalismo compartido y limitada afición a la democracia. Cuando hizo las
elecciones para Amadeo, dijo Sagasta: «Serán todo lo limpias que en España puedan ser». Menos
sincero que Cánovas, resultaba mucho más llevadero.

Su época de gloria son los años 80, los cinco primeros en la oposición y los cinco segundos en el
gobierno. Su decandencia, en los años 90, cuyo momento álgido, es decir, doloroso, es el 98. Y desde
ahí, con el desastre a cuestas, hasta su total decadencia física y muerte en 1903, tras un soponcio que le
sobrevino en las Cortes, justamente al final de un discurso en defensa del trono. Pero lo que más se
discute hoy es su comportamiento al frente del Gobierno cuando España declaróla Guerra a Estados
Unidos, con el resultado conocido y hasta, incluso, lamentado.

Su sexta llegada al Gobierno, en 1897, fue a petición expresa de la reina María Cristina, con la que
Sagasta tenía magnifica relacion. La causa era tan lógica como sombría: el asesinato de Cánovas por el
anarquista Angiolillo, que pretendía vengar los fusilamientos de Montjuich, denunciados en la prensa
europea como un renacer dela Inquisición.

Nunca Sagasta rechazó el poder pero entonces, además, tenía la obligación de ocuparlo. Entre sus
jóvenes ministros hubo un tal Antonio Maura que preparó años antes un plan de autonomía para las
colonias, inteligente y audaz. Sagasta quiso ahora aplicarlo y eso decidió a los Estados Unidos y a los
rebeldes cubanos a desatar la ofensiva final, porque, si triunfaba la autonomía, perdían la guerra.

Que así pensaban norteamericanos y cubanos es indudable. Que los USA empujaron a una España
militarmente inferior a la guerra suicida, nadie puede tampoco dudarlo. Que la explosión delMaine fue
-como sugiere Carlos Alberto Montaner en su novelaTrama - una excusa propocionada por los
cubanos a los norteamericanos para machacar la flota del almirante Cervera, es verosímil. Pero, sin esa
excusa, hubieran encontrado otra, contando siempre con la complacencia de Francia y Gran Bretaña.

Es falso que militares y civiles españoles no supieran que Estados Unidos tenía infinitamente más fuerza,
en recursos, población, barcos y cercanía a Cuba. Pero es cierto que nadie se atrevió a plantarle cara a
la demagogia política y periodística, que caricaturizó hasta la náusea el conflicto y no permitió la entrega
o la venta de Cuba, que fue el ultimátum de Estados Unidos. Antes que vender o regalar, prefirieron
hacer una guerra para perderla.

Pero Sagasta tuvo el castigo de los demagogos: encontrarse enfrente a otros demagogos más
desvergonzados. Entonces fue realmente «el político de las horas difíciles». Difíciles también porque él no
las hizo más fáciles. Durante las discusiones en las Cortes, los partidos echaron sobre Sagasta el fardo
de la derrota, cuando casi todos la habían propiciado y muy pocos combatido. Pero ése era sin duda el
destino de un hombre que vivió para la política y murió por ella. Después de protagonizar tantos
episodios, casi pasa a la historia sólo como el hombre que perdió cuba. La política, en fin.

NEBRIJA: Las humanidades por principio

Fue predominantemente un filólogo. Para sacar adelante algunas de sus obras contó con la ayuda de
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Juan de Zúñiga. En 1492 publicóla Gramática Castellana. Topó conla Inquisición y tuvo que protegerlo
el Gran Inquisidor, a la sazón Cisneros. Dio clases de Elocuencia y Poesía en Salamanca.

Cuando Antonio Martínez de Cala y Jarava, después de mucho estudiar, volvió


de Italia «para desbaratar la barbarie por todas partes de España tan ancha y luengamente derramada»,
decidió bautizarse de nuevo. Y se puso Elio, en homenaje a los emperadores romanos dela Bética ;
Antonio, nombre también romanísimo; y de Nebrija, porque Nebrissa era el nombre latino de su ciudad
natal, Lebrija. Así que, en lugar de Antonio Martínez El Lebrijano, adecuadísimo para cantaores
flamencos y toreros de tronío, hoy debemos hablar de Nebrija, que tampoco está mal como nombre
artístico.

El que en opinión de muchos debe ser considerado como nuestro primer maestro en Humanidades fue
uno de aquellos españoles ciclópeos de la segunda mitad del siglo XV, feroces y sufridos, ambiciosos y
patéticos, que labraron sólidamente - o eso creían ellos- el perfil moderno de la nación durante el reinado
de los Reyes Católicos.

Nebrija tenía tanta conciencia española como apego a su patria chica, Andalucía, a la que gustaba
llamar Bética y proclamaba con justicia como la primera romanizada -y civilizada- de las tierras hispanas.
Era también de aquellos renacentistas que, siguiendo la estela de Petrarca, vieron que la civilización en lo
que llamó Huizinga «el otoño dela Edad Media » precisaba ante todo la recuperación de la cultura
clásica, donde yacían olvidados todos los saberes humanos y hasta las revelaciones divinales. Para ellos,
el latín era la vía que llevaba a Jerusalén, Atenas y Roma. La raíz del árbol de las Humanidades.

Como típica y voluntariamente española, la de Nebrija fue una empresa nacional en sus fines pero
individual, personalísima, en su ejecución. Lucio Marineo Sículo, el gran humanista italiano adoptado por
los Reyes Católicos y que lo quería poco, dijo pensando en su libro más popular, lasIntroductiones de
1481, que España le debía tanto como los italianos a Lorenzo Valla. Bastante más porque suya esla
Gramáticade la lengua castellana , de 1492, primera de las publicadas en las lenguas romances, nada
menos que 37 años antes de la italiana de Trissino, 44 de la portuguesa de Oliveira y 58 de la francesa
de Meigret, como recordó Teresa Jiménez Calvente en un magnífico ensayo publicado por Historia 16 al
cumplirse los 500 años de esa obra. Unicamente por ella, merecería ya Nebrija un puesto de honor en
nuestra Historia y enla Filología universal. Pero es sólo una pieza de su gigantesca obra, escrita casi toda
en latín, cauce universal de la naciente cultura nacional. El español debía hacerse a imagen y semejanza
de su padre romano.

La obra de Nebrija se confunde con su propia vida, que empezó en 1444 y terminó en 1522. Sus
padres, Juan y Catalina, eran gente del común, y él echó a estudiar, como quien dice a andar, en su natal
Lebrija. De allí pasó a Salamanca, donde se le agotaron pronto maestros muy apreciados como el
matemático Apolonio o los filósofos Pascual Aranda y Pedro de Osma. A los 19 años dio el salto
definitivo a Italia, al colegio de San Clemente en Bolonia. Allí cursó Teología,Latín , Griego, Hebreo y
«erudición en todas las artes liberales», léase Derecho, Medicina, Astrología, Matematicas, Geografía,
Historia y, naturalmente, Gramática, donde tuvo como maestro a Martino Galeoto.
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El talento de Nebrija era apenas inferior a su afán de saber y éste sólo cedía ante su ambición, que era
la de cambiar de raíz la enseñanza de las Humanidades en España, empezando por los viejos manuales
latinos y por la cabeza: la mismísima Universidad de Salamanca.

Allí empezó en1475 a dar clase de Elocuencia y Poesía. Al año siguiente, consiguió la cátedra de
Gramática y emprendió la gran batalla para acabar con los pésimos textos que los estudiantes
manejaban. Esta lucha contra la modorra intelectual y la burocracia profesoral, estudiada por Francisco
Rico en su olvidadoNebrija contra los bárbaros , resultaría actual si alguna vez pudiera dejar de serlo.
Pero además de los intereses creados de la tropa universitaria, el belicoso gramático tropezó también
con lo que anunciaba el nombre completo de su pueblo,Nebrissa Veneria : el culto a Venus, su
insaciable apetito sexual, poco compatible con una ordenada vida eclesiástica.

Casó Nebrija con Isabel Solís, que le dio seis hijos y una hija, pero no por ello encauzó su natural
mujeriego, que él mismo reconoció alguna vez. Según la leyenda, no dejó de esparcir su simiente hasta el
último día de su vida. Leyendas aparte, tuvo que mantener, sobre sus vicios, una familia harto numerosa
que le hizo andar toda la vida aperreadísimo de dinero.

Esto explica que bajo la protección de Fray Hernando de Talavera, el confesor dela Reina ,
emprendiera trabajos de signo tan erudito como político, sin perdonar, ni hacerse perdonar,
composiciones latinas loando todo lo loable.

En Salamanca empezó a editar una Repetitio tras otra, que eran manuales en buen latín sobre materias
como Gramática, la pronunciación correcta del latín, el hebreo de las Sagradas Escrituras, los Pesos, las
Medidas o los Números. Entre sus libros de divulgación y consulta pueden citarse losAenigmata y el
Lexicon juris civilis , de Derecho;laIsagoge Cosmographia ; una Ortografía;laTablade la diversidad
de los días y las horas , que permitía averiguar los horarios de toda España y Europa:la Muestra de
Antig|edades de España, sobre arqueología y patrimonio artístico; y su hijo el impresor publicó
póstumos, unaRetórica , un libro sobre educación infantil tituladoDe liberis educandis y un comentario
sobre Virgilio, para añadir a los que había hecho sobre la obra de Prudencio, Persio o Sedulio.

Para sacar adelante algunas obras, además del confesor Talavera, contó con la ayuda del secretario del
Rey Miguel de Almazán, de Juan de Zúñiga, Maestre de Alcántara, y de Cisneros. A petición dela Reina
, hizo una versión en español de sus famosasIntroductiones latinas para que las mujeres metidas en
religión pudieran «leerlas y entenderlas». Y en 1492 Talavera y él mismo presentaron a los Reyesla
Gramáticade la lengua castellana , a fin, decían, de llevar la religión y las leyes a las nuevas tierras y
pueblos conquistados -el archicitado «siempre fue la lengua compañera del imperio»-, y ayudar a los que
no dominaban bien el español, como vizcaínos y navarros, o a los extranjeros que lo desconocían y
querían aprenderlo. Nebrija definió así su propósito: «Fijar y reducir en artificio la lengua patria que hasta
nuestra edad anduvo suelta y fuera de regla y a esta causa ha recibido en pocos siglos muchas
andanzas». De propina, publicó un Vocabulario Latino-Español y un Diccionario Español-Latín.
¡Siempre pensando en lo mismo!

Como escribía tanto faltaba a clase y acabaron echándole dela Universidad. Cuando quiso volver y
opositó a una cátedra que tenía a sus Introductiones como texto, prefirieron a un bachiller, por humillarle.
Fue la venganza de la piara académica por haber publicado que los profesores no debían ser vitalicios
sino mostrar continuamente su capacidad de investigación. ¡Doctrina nefanda! Cisneros lo llamó para
prepararla Biblia Políglota en su Universidad Complutense, pero Nebrija renunció porque se aceptaban
los corrompidos textos dela Vulgata sin corregirlos a través del caldeo o el hebreo. Menos en serio se
tomó su cargo de Cronista Regio: se limitó a poner en latín -y cobrar-laCrónica de Hernando del Pulgar.
Lástima.
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Topó con la naciente Inquisición y tuvo que protegerlo el Gran Inquisidor, a la sazón Cisneros. A
cambio, Nebrija le mandó un libro con una dedicatoria contra el Santo Oficio que vale por una
autobiografía:«¿ Qué sino será el mío que no sé pensar sino cosas difíciles, ni acometer sino arduas, ni
publicar sino las que me dan más disgustos? ¿Qué hacer en un país donde se premia a los que
corrompen las Sagradas Letras y, al contrario, los que corrigen lo defectuoso, restituyen lo falsificado y
enmiendan lo falso y erróneo seven infamados y anatematizados y aun condenados a muerte indigna si
defienden su manera de pensar? ¿He de decir a la fuerza que no sé lo que sé? ¿Qué esclavitud o qué
poder es éste tan despótico?». Cisneros, ya por última vez, lo recogió en Alcalá, «para que leyese lo que
él quisiese y, si no quisiese leer, que no leyese». ¡Nebrija sin libros! Iba ya cuesta abajo aquel hombre
menudo, cenceño, de pierna flaca, voz armoniosa y pequeños ojos brillantes. Se le fue la memoria y
debía dar clase con apuntes, pero siguió escribiendo hasta el final, «porque mi pensamiento y gana fue
siempre engrandecer las cosas de nuestra nación». En latín había escrito antes: «Estoy en deuda con mi
patria, pero ella me debe a mí más». Es verdad.

ROSA CHACEL: El siblo XX, en escritora

El Mundo, 30/11/1997

Su vocación primera y última fuela Estética como materia, pasión y religión. Se exilió en Brasil, donde
prosiguió su ambiciosa obra. En los años 70 comenzó su reconocimiento oficial en España. Murió sin
que la tribu literaria soportara su ancianidad altiva.

«Empiezo por confesar mi orgullo más pueril, el de haber nacido en el 98». Estas
son las primeras palabras de una de las mejores novelas españolas del siglo,Desde el amanecer , que
continúa: «La fecha es suficientemente señalada para que sea necesario explicarlo. Por aquel entonces
unos cuantos españoles pensaban, hablaban, escribían, luchaban; otros, engendraban criaturas que tenían
sentido y misión de compensaciones. Ya se ha señalado que en ese año fueron muchos los trabajadores
que nacieron en España: todos con más méritos que yo: ninguno con más ganas -ganas, entiéndase bien,
de acudir-. Así, pues, nacía en Valladolid ese año, día de Santa Clotilde, por eso es el segundo de mis
cuatro nombres: Rosa, Clotilde, Cecilia, María del Carmen». Hará, pues, un siglo del nacimiento de
Rosa Chacel en 1998. Y este siglo lo pasó casi entero entre nosotros, aunque la mitad, de grado o por
fuerza, lejos del territorio español, que no de España. Pocas escritoras han cumplido tan cabalmente el
dicho de Ortega: «Nada moderno y muy siglo XX», pero uno de los desastres de tan preclara hija del
Desastre ha sido el que no se haya entendido su obra precisamente así. Ahí ha quedado, dura y solitaria,
como piedra sobre piedra en mitad de la tierra de Castilla.

Desde el amanecer(1972), autobiografía de sus primeros diez años -que había sido preludiada por su
primera obra redonda,Memorias de Leticia Valle (1945) y proseguida porBarrio de Maravillas
(1976) -rememora la vida de la niña que siempre fue Rosa Chacel. En un ambiente familiar cargado de
lecturas y vacío de medios, con una madre que, por la salud frágil y caprichosa de su hija, fue su maestra
y un padre que no colmó el hueco que su hija le guardaba, anadea una criatura que se entera a la vez de
lo que piensa y de lo que siente. Padece esa enfermedad de la memoria que convierte en predicción lo
sucedido y a certidumbre tan equívoca la llama recuerdo. Ese afán de dar por sabidas todas las cosas le
acompañará siempre, en su vida y en su obra, pero la fatalidad como forma de luchar contra el tiempo
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funciona sólo en Literatura. En la vida no da más que disgustos.

La vocación primera y última de Rosa Chacel fueron las Formas,la Estética como materia, pasión y
religión. Estudió Escultura enla Escuela de Bellas Artes porque quizás las tres dimensiones de lo físico le
acercaban más al espejismo dela Belleza. Allí conoció a Timoteo Pérez Rubio, con quien se casó en
1922 y tuvo un único hijo: Carlos, con quien guardó relación más estrecha, más difícil y más larga -hasta
el final- que con el propio padre.

«Timo», como le llamaban todos, era hombre veraz, seco, austero y pintor notable. Es también acreedor
a la gratitud de todos los españoles como responsable de la evacuación de los cuadros del Museo del
Prado durantela Guerra Civil , primero de Madrid a Valencia, y luego de Cataluña a Francia y Suiza, en
medio de grandes dificultades y con una probidad sin límites. Baste decir que cuando Timoteo Pérez
Rubio terminó de dejar a salvo las obras maestras de Velázquez o de Goya, centenares de cuadros de
valor incalculable, todo lo que le quedó en el bolsillo fue un par de francos.

Pero antes de la guerra, e incluso antes dela República , Rosa y Timo vivieron los primeros años de su
unión en Roma, gracias a una beca de estudios de Timoteo, que iba poco a poco ganando nombre y
prestigio. Mientras, la literatura iba ganándole terreno dentro de Rosa a la escultura. Sobre todo tras la
lectura delRetrato del artista adolescente , de James Joyce, única influencia confesada y fructífera. Sin
embargo, su obra primera,Estación. Ida y Vuelta , quedó un tanto apenumbrada por situarse en la
estela de Ortega y Gasset, errático emperador estético y acuñador de la fórmula huera y
contraproducente deLa deshumanización del Arte . Decía Ortega que la novela de Rosa era
plasmación de sus ideas estéticas. Castigo duradero. A cambio, le encargóTeresa -biografía de la
célebre amante de Espronceda- para una colección inteligentemente pergeñada y que produjo un libro,
curioso entre los de su autora, que sólo vio la luz en 1941 y en Buenos Aires. Miguel Altolaguirre le
publicó en la colección Héroe, la mejor de entonces, su libro de sonetosA la orilla de un pozo , huella
de sus amistades en 1936: Concha de Albornoz, Cernuda, Alberti... El prólogo es de Juan Ramón
Jiménez. Por padrinos no quedaba. Pero la guerra acabó con todo.

En julio del 36, Timoteo se alista voluntario mientras Rosa, con Carlos aún muy pequeño, la pasa casi
toda en Francia, descontando una temporada en Grecia, con Concha de Albornoz, en casa de Nikos
Kazantzakis, luego célebre autor deZorba el Griego yLa última tentación de Cristo . En sus diarios y
en el libroTimoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín , Rosa Chacel evoca brevemente, con una
mezcla de verg|enza y alegría salvaje, nietzscheana, haciendo casi ostentación de lo que calla, esa estadía
en el espacio más hermoso durante el tiempo más horrible. Su relación con Timoteo aparece siempre
bajo un mismo aspecto de respeto y lejanía, de formal adhesión y fatal desviación; antes, durante y
después de la guerra.

Se exilia en un lugar aislado del exilio mismo: Brasil, con un paréntesis en Buenos Aires para que Carlos
no perdiese el idioma español. Allí, Timoteo se gana la vida para todos haciendo retratos y Rosa afronta
el reto de una obra ambiciosísima, para la que se siente a la vez sobrada de fuerza y mermada de
falcultades. Tan narcisista como cruel, se ve demasiado pobre, gorda -comió y bebió siempre con
apetito feroz-, malvestida , sin amigos ni relaciones sociales, incapaz de hacer todo lo que quiere, literaria
y vitalmente. Pero a la vez se muestra inteligente, segura de sí misma, altiva hasta la exasperación, sincera
hasta hacer daño, autosuficiente... en suma, insoportable. Los dos volúmenes de su diarioAlcancía ,
titulados tambiénIda y Vuelta (1982)> desgranan con dureza descarnada, sin precedentes en España,
este desvivirse infernalmente doméstico.

En 1960 publica en Buenos AiresLa Sinrazón , para algunos su novela más importante, para otros sólo
la más orteguiana, trabajada y trabajosa de las suyas. Julián Marías le dedicó atención y elogio enla
España franquista. Pero 15 años antes, enMemorias de Leticia Valle , había ya dado pruebas de una
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categoría literaria que se bastaba a sí misma, aunque poco popular. En los años 70, conla Transición
política, comienza su recuperación. La generación de los novísimos -Gimferrer, Ana María Moix- la
descubre y reivindica. Publica un ensayo -La Confesión(1970)- sobre la diferencia entre confesiones y
memorias a la sombra dela Culpa. Kierkegaard , San Agustín, Unamuno, Cervantes y Galdós son sus
referentes, biblioteca de lecturas fijas, aunque lo que nunca dejó de leer fueron novelas policiacas. Al año
siguiente saleSaturnal , sobre el sexo en la sociedad occidental, por decirlo marcusianamente. Es algo
más. Sobreviene un éxito de minorías. La crítica la adopta pero el público tardea. Publica los relatos de
Sobre el piélago (1951) yOfrenda a una virgen loca en un solo volumen:Icada, Nevda, Díada . Y en
1976 saleBarrio de Maravillas , que en cierto modo supone su consagración. Se abren las puertas al
reconocimiento oficial, se pronostican todos los premios y honores. Pero comienza entonces, con 80
años y buena salud, la gran decepción. Le dan en 1986 el Premio Nacional de las Letras, pero antesla
Academia se le cierra. Peor: prefiere a Carmen Conde. El Cervantes tampoco llegó a alcanzarlo. Y lo
más grave, lo que amargó sus últimos días: el ministro de Cultura, Javier Solana, le había prometido el
oro y el moro si volvía definitivamente a España con su hijo Carlos, ingeniero, y su nuera Yamilla. Vuelve
y llegan los tres, pero de lo dicho no hay nada. Anuncia que se vuelve a Brasil. Escándalo. Valladolid la
reclama como hija ilustre, le concede una pensión y promete trabajo a su hijo. Muerta la madre, los
políticos de turno traicionan todas las promesas. Preocupada por el dinero y por el futuro de los suyos,
Rosa escribe los guiones para RVE de una serie basada en su novela Teresa. Pero la serie, ya aprobada,
se queda sin filmar.

En 1984 publicaAcrópolis -evocación narrativa dela Residencia de Estudiantes- y, por fin, casi a
empujonesCiencias Naturales , que cierra el ciclo deBarrio de Maravillas . Previamente,Los Titulos y
Novelas antes de tiempo muestran la trastienda de un trabajo implacable. Aparecen también sus
artículos enRebañaduras y hasta un libro de cuentos infantiles, con el Asno -de Balaam, de Buridán, de
Juan Ramón- en portada. Soledad. Penuria. Al cruzar la raya de los 90 empieza a flaquear su salud, no
su espíritu. Se queda con Carlos, Yamilia y los amigos fijos: Clara Janés, Alberto Porlan, Maya
Altolaguirre, pocos más, La tribu literaria no soportaba la ancianidad altiva de una mujer que lo pretendía
todo y no sabía pedir nada. Murió en Madrid, un día de calor y nubes, y fue enterrada en Valladolid,
bajo un cielo perfecto.

MANUEL MACHADO: El hermano poeta

El Mundo, 07/12/1997

Tenía la gracia del Modernismo pasado por Triana. Fue mejor estudiante que Antonio y tuvo más éxito
de público; ambos fueron borrachos, mujeriegos y trasnochadores. Demostró un conocimiento profundo
de los metros cortos, de la copla popular y del desplante estético. Trabajó de bibliotecario.

Mientras vivieron, Manuel fue siempre «el mayor de los Machado». Muerto el
menor, se convirtió en «el hermano de Antonio», pena pequeña comparada con la de su mala muerte en
Colliure. Cuando el culto aSan Antono Machado alcanzó límites grotescos, con Alfonso Guerra de
Sumo Sacerdote, Borges, que los había conocido a los dos en sus años mozos, respondió así en Barajas
a la pregunta de un plumífero oficioso: «¿Dice usted Antonio Machado? ¡No sabía que Manuel tenía un
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hermano!». El desdén hacia la poesía de Manuel en nombre de la de Antonio, aún vigente, es propio de
facinerosos del espíritu, analfabetos en poesía y desalmados en política, indiferentes a la tragedia real y
simbólica de estos dos hermanos separados, nunca enfrentados, porla Guerra Civil.

No hay en toda la historia de la poesía en lengua española un caso de calidad tan soberbia y distinta
bajo el mismo apellido. Ni ayer, con los Argensola, ni hoy, con los Panero, ha llegado nadie -nadies- al
nivel que alcanzan Manuel y Antonio al publicar, con unos meses de diferencia, que son los que se
llevaban en edad,Alma ySoledades . El primero, arrasó. El segundo, anonadó. El de Manuel tenía la
gracia del Modernismo pasado por Triana, la hondura del flamenco con dejes de Verlaine. Antonio salía
también del modernismo tal y como lo recreó Rubén Darío, pero se adentraba en una nota grave, tan
sencilla y profunda como no se veía desdeJorge Manrique o Fray Luis de León. Tuvo más éxito de
público Manuel, aunque en el de crítica le superase Antonio, pero ambos ganaron de golpe crédito de
poetas grandes, en estilos no siempre distintos. Hay poemas en los que no se adivina el autor.

Manuel nació en 1874, en Sevilla, hijo del folclorista más acreditado de su tiempo: Antonio Machado y
Alvarez, que firmaba comoDemófilo sus recopilaciones de coplas y cantares. El padre no les vivió
muchos años; la madre era un tanto manirrota, así que los seis hermanos -Manuel, Antonio, José,
Joaquín, Francisco y Cipriana- estuvieron bajo la jurisdicción económica del abuelo, don Antonio
Machado Núñez, catedrático y, lo que resultaba más nutritivo, casado con una rentista. De aquella renta,
no precisamente babilónica, tiraba la parentela cuando no llegaba a fin de mes, que era casi todos los
meses. El abuelo consiguió la cátedra dela Universidad de Madrid, la familia marchó tras él yDemófilo
consiguió un puesto casi milagroso, como catedrático de folclor. Sus padrinos fueron Manuel Bartolomé
Cossío y Francisco Giner de los Ríos, apóstoles dela Institución Libre de Enseñanza. Allí estudiaron los
tres hermanos mayores, que le guardaron siempre devoción.

El mejor estudiante fue Manuel, enfermo de literatura. Antonio, víctima del mismo mal, no llegó a entrar
enla Universidad. Llevaban muy mal camino los dos hermanos: borrachos, mujeriegos, trasnochadores y,
encima, poetas. Verlaine, Baudelaire y los simbolistas franceses les llegaban destilados por Rubén Darío,
el nicaragüense genial que alumbró una nueva época de oro en la poesía española. Pero el material
humano no podía ser mejor. Manuel, siempre precoz, se apresuró a publicar en compañía de Enrique
Paradas, un par de libros a dúo:Tristes y Alegres , en 1894, yVersos , un año después. Luego se metió
en un lío de faldas y la familia lo devolvió a Sevilla, donde pasó un año a la vera deBombita y otros
toreros asiduos del Café de Silverio Franconetti.

Volvió a Madrid, se sentó en la tertulia de Fornos y en 1899 marchó a París, viaje iniciático y decisivo.
Allí, a la sombra de Verlaine, disfrutó de la amistad, del coñac Carlos Martel y de la absenta generosa
del gran Rubén Darío, con Amado Nervo o el prestigioso golfante modernista Gómez Carrillo, que vivía
con la cantante Raquel Meller. Diversos artículos sobre «la moderna estética» acompañan su vuelta a la
patria. Por fin, en 1902, publicaAlma . Y sale a hombros.

Convertido en escritor y personaje de fama, durante siete años anda dando tumbos eróticos y estéticos
por España y el extranjero, mayormente París. Publica casi anualmente.Caprichos, La fiesta Nacional.
Rojo y Negro, Alma, Museo, Los Cantares -prologado por Unamuno- yEl mal poema , para algunos
el mejor libro y para otros sólo el mejor título. Se dibuja con nitidez un estilo entre Bécquer y Verlaine,
entre Rubén y la soleá, con un conocimiento profundo de los metros cortos, de la copla popular y del
desplante estético. Lo que cala en el público son hallazgos llenos de majeza popular, propia de quien
decía haber aprendido a leer en el Romancero. Hace honor a su autorretrato: «Esta es mi cara y ésta es
mi alma. Leed: /Unos ojos de hastío y una boca de sed... / Lo demás... Nada... Vida... Cosas... Lo que
se sabe... / Calaveradas, amoríos... Nada grave. / Un poco de locura, un algo de poesía. / Una gota del
vino de la melancolía...»
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Nadie hasta él había intentado este quiebro: «Y mas que un buen poeta, mi deseo primero / habría sido
ser un buen banderillero». Tampoco semejante natural: «Mi voluntad se ha muerto una noche de luna / en
que era muy hermoso no pensar ni querer... / Mi ideal es tenderme sin ilusión ninguna... / De cuando en
cuando un beso y un nombre de mujer». Ni rematado con este volapié: «Que la vida se tome la pena de
matarme / ya que yo no me tomo la pena de vivir». ¿Cómo no iba a rendirse el Respetable?

En 1910, conquistada la cima y a orillas del vértigo, sienta la cabeza. Se casa con Eulalia Cáceres, una
prima conocida de siempre, algunos años mayor que él, que puso orden en su vida y le salvó de la gloria
efímera de los cafés, de la sífilis y de la cirrosis. Al año siguiente, mientras se le critica por su
«aburguesamiento», publicaApolo. Museo Pictórico , cuyos sonetos son, para su hermano Antonio, lo
mejor desde Calderón. Bien es verdad que para Manuel, su hermano Antonio era no sólo el mejor poeta
de España sino «tal vez de Europa». En 1912Cante hondo tiene un éxito pasmoso: según la leyenda,
vendió mil ejemplares el primer día. Ahí ha quedado la marca. Gana las oposiciones a bibliotecario, que
acabarán instalándolo en el Museo Municipal de Madrid, del que fue su primer director. Pero antes
prueba la novela, sin insistencia, y finalmente se consagra como crítico teatral del influyente periódicoEl
Liberal . PublicaSevilla y otros poemas y de la crítica, generosa y sin baba, pasa a la creación teatral.

Con Antonio, forma la pareja de más éxito desde 1926, fecha de Julianillo Valcárcel, hasta 1932,La
duquesa de Benamejí . Representan sus obras lo mejorcito del teatro nacional: en la dirección, Rivas
Cherif; en los papeles, Margarita Xirgu, María Fernanda Ladrón de Guevara... Su obra más ambiciosa
esLas Adelfas . La más popular,La Lolase va a los puertos , basada en una copla del propio Manuel.
Gran banquete en el Ritz que preside el dictador Primo de Rivera, con su hijo José Antonio como
orador. Anótese.

Llegala República y, al principio, Manuel se entusiasma casi tanto como su hermano. Hata compone un
himno nacional republicano con música de Esplá. Pero en 1932, en delNo es esto, no es esto , se
muestra desengañado y se proclama liberal, «tan ajeno al fascismo como el comunismo». La
radicalización política distancia a los hermanos. TrasLa duquesa de Benamejí sólo consiguen terminarEl
hombre que murió en la guerra en 1936. ¡Terrible premonición! Se estrenará en 1941, cuando ese
hombre puede llamarse Antonio. Manuel estaba en Burgos, de visita familiar, el 18 de julio, cuando
estalló la guerra. Denunciado por un tal Daranas y detenido, lo salvaron algunas amistades literarias. Se
adhiere a la causa nacional o franquista. En 1938 publicaHoras de oro. Devocionario y entra enla
Academia dela Lengua avalado por Pemán y Eugenio D´Ors.

A comienzos del 39 lee una mañana en el periódico que Antonio ha muerto. Consigue pasar a Francia y
cuando llega al cementerio de Colliure, para darle el último adiós, se entera de que su madre ha muerto
también. Allí, ante las tumbas de su madre y su hermano, Manuel Machado es la viva estampa de la
catástrofe civil, de la guerra entre hermanos, de la desolación de España. Vuelve, al terminar la guerra, al
Museo Municipal, cuya Biblioteca cuida con esmero. Publica suOpera Omnia y alguna antología. En
1944 se jubila y en 1947 muere en Madrid. Silencio. Olvido. Pequeño milagro: cincuenta años después,
en un noviembre tormentoso, al cuidado de Andrés Amorós, el Ayuntamiento abre en su Museo la
exposición: «Manuel Machado, poeta modernista». Sí: el que escribió: «Que la vida se tome la pena de
matarme / ya que yo me tomo la pena de vivir». ¡Siempre la pena!

MARIA CRISTINA DE AUSTRIA: Doña Virtudes

El Mundo, 14/12/1997

Llegó a Reina por sus virtudes, públicas y privadas, cuando hubo que buscarle esposa a Alfonso XII. El
Rey al duque de Sesto: «No te esfuerces, Pepe. A mí tampoco me ha parecido muy guapa. La que está
bomba es mi suegra». Hizo que los hijos de Alfonso con Elena Sanz fueran declarados sin padre.
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Si la restauración monárquica en 1874 es obra política de Cánovas, que lleva a


Alfonso XII de la mano hasta el trono desalojado por su despendolada madre, lo que solemos llamar
Restauración, con mayúscula, tiene como protagonista clave y como hilo de continuidad en la máxima
jerarquía del Estado, ala Reina María Cristina, esposa segunda de Alfonso XII. Embarazada al morir
éste, juróla Constitución como Reina Regente durante la minoría de edad de Alfonso XIII, nada menos
que 16 años.

Y al jurar Alfonso el cargo, se convirtió en Reina Madre y consejera del Trono hasta 1929, en que
murió. Durante el medio siglo que habitó entre nosotros, fue conocida en toda España comoDoña
Virtudes . Pocos motes tan adecuados, en lo que tiene de reconocimiento y también en el retintín.

Porque María Cristina de Habsburgo llegó a Reina de España precisamente por sus virtudes, públicas y
privadas, cuando el Gobierno de Cánovas tuvo que buscarle esposa a Alfonso XII tras la súbita muerte
dela Reina Mercedes. El recuerdo licencioso de Isabel II y la constatada afición a las faldas del joven rey
obligaban a buscar una candidata que no se perdiera por los pantalones, que pudiera tener descendencia
y que se atuviera religiosamente a los preceptos constitucionales del régimen político español.

Y como no parecía persona capaz de enamorar demasiado ni de influir en exceso, pero sí de


comportarse con la profesionalidad exigida en tan augusto menester, nadie mejor que esta hija de los
archiduques de Austria, tíos del Emperador Francisco José I, el marido deSissi , con poco más de 20
años y educada para el matrimonio en el capítulo de Nobles Damas Canonesas de Praga, del que fue
nombrada Abadesa, sin rango eclesiástico.

No tenía un duro, pero era germánica, católica, estudiosísima, melómana y no se le conocía un desliz ni
se le sospechaba. Isabel II, en su exilio parisino, patrocinó tanto este segundo matrimonio real como el
amancebamiento de su hijo con Elena Zanz, que antes y después de la muerte de la reina Mercedes era
popularmente conocida comoLa Favorita , la que cantaba con Gayarre cuando Alfonso le echó el ojo.
Cánovas, por una vez, coincidió con la persona que más detestaba, la reina felizmente destronada, y
propuso el matrimonio al Rey viudo, que se resignó, sin más.

Pero el sentido del deber de María Cristina iba más allá de la resignación. Se vieron antes de la boda en
la villa de Bellegarde, en Arcachón, y ella había colocado sobre la tapa del piano, que tocaba muy bien,
un retrato de María de las Mercedes, gesto que gustó al Rey, así como sus palabras de que respetaría el
recuerdo de la muerta y no pretendería nunca suplantarla. Demasiado bonita, ay, para ser cierto.
Además, Alfonso le confió al Duque de Sesto, que ponderaba las discretas virtudes estéticas de la novia:

«No te esfuerces, Pepe, a mí tampoco me ha parecido muy guapa. Pero te habrás dado cuenta de que
la que estábomba es mi suegra...»

Y lo estaba. El 29 de noviembre de 1879 tuvo lugar la boda, calcada de la anterior. Al mes, con
puntualidad germánica,la Reina estaba embarazada. A los nueve, daba a luz una niña, con desconsuelo
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general. Se esperaba un heredero no sólo por el machismo antañón, sino para aventar cualquier duda
dinástica -aún estaba fresco el recuerdo de las guerras carlistas-. María Cristina no podía hacer más.
Pronto quedó embarazada de la que sería su segunda hija, pero ya entonces padecía una gravidez más
duradera y menos feliz: los celos.

Aunque creyó que, tras el matrimonio, el Rey abandonaría a Elena Sanz y, después, quiso convencerse
de que lo haría tras tener un principito, la verdad fue mucho más cruel. Elena tuvo con su regio amante un
niño y luego otro, llamados Alfonso y Fernando, mientras ella daba a luz a María de las Mercedes -se
repetía el gesto con la difunta- y luego a María Teresa. Tras una tercera hija de Elena Sanz, Isabel
Alfonsa, el Rey cambió aLa Favorita porLa Biondina , la también contralto Adelina Borghi, igualmente
hermosa pero ni elegante ni desprendida. Y en María Cristina el rencor se confundió con el amor. En
realidad, no sabemos si verdaderamentela Reina estaba enamoradísima de Alfonso o era tan orgullosa,
tan pagada de sí misma, que no toleraba una desviación permanente. Acaso en ella las dos cosas eran
una sola o llegaron a serlo. Y en el rencor fue tan apasionada como en el amor. Incluso más.

De pronto,la Reina se enteró de que el Rey se moría. Y comprobó que seguía su vida licenciosa de
siempre, en la que Elena y Adelina eran sólo las titulares, pero había infinidad de suplentes. El Duque de
Sesto acompañaba al Rey en sus juergas, seguramente porque sabiendo que iba a morir quería que
disfrutara el tiempo que le quedase.La Reina entendió que Sesto y sus amigotes no vacilaban en acelerar
la muerte del Rey. Y se la juró.

En esos últimos meses de vida de Alfonso, diríase que María Cristina iba apuntando todos los desvíos,
todos los desdenes, todas las barbaridades que el Rey protagonizaba. Y sufrió horrores. Alfonso decidió
morir a pie firme y lo mismo visitaba a los enfermos de cólera -cuando él estaba para el Viático- que
pasaba las noches de cama en cama, volvía a Palacio al amanecer y se ponía a trabajar en los asuntos
del día. Tenía una hipervitalidad que delataba su enfermedad, pero María Cristina veía sólo vicio y
desdén. Que también los había.

La muerte fue rápida y con ella entró Cristina enla Historia de España. Yacía arrodillada, con la mano
del muerto entre las suyas, cuando Cánovas la obligó a levantarse para que jurasela Constitución y
recibiese la dimisión de su Gobierno. Nunca le perdonó la brusquedad, quizás por no entender que en
ese gesto de continuidad institucional se encerraba la clave de la política nacional.

Se ha dicho aunque no parece cierto, que una de las últimas frases de su marido fue: «Cristina, guarda el
coño y ya sabes: de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas». Pero los dos términos se cumplieron:
la virtud dela Reina fue tan evidente como su acatamiento dela Constitución y del sistema turnante,
aunque siempre prefirió a Sagasta. Lo mejor de su regencia es que los actos de Gobierno fueron sólo
responsabilidad de los gobiernos.

Y no es que no le gustase mandar, pero esa pasión que nadie le había sospechado supo mantenerla
dentro de la ley y del decoro, tan olvidados. En Palacio cambió la decoración, las salas, la servidumbre y
las damas de compañía, que se hicieron célebres por feas. Cuidó con mimo y devoción a su hijo el
príncipe, de salud débil y por cuya vida temían todos. Pero vivió. María Cristina, cumplida su tarea
oficial, se dedicó a su pasión particular: la venganza. Y lo hizo de forma concienzuda. A Sesto le exigió la
devolución del título y lo vendió. A los hijos de Elena Sanz los hizo declarar sin padre por el Tribunal
Supremo y les negó la herencia. A Francisco Silvela, que después de Cánovas era el gran líder
conservador, le hizo una fechoría que los buenos historiadores todavía cuentan de forma distinta. Según
González-Doria, Silvela informó ala Reina de que un servidor de Palacio no ocultaba en el Teatro que
estaba enamorado de ella. La mera hipótesis de que su virtud pudiera siquiera comentarse la enfureció
de tal modo que lo hizo dimitir.
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Según Ricardo dela Cierva , que documenta cuidadosamente el proceso, la caída de Silvela, tan injusta
como desgraciada, se debió a un desaire: la flota francesa, de paso por España, había pedido que
Alfonso la revistara y Silvela se comprometió en nombre del Gobierno, pero María Cristina canceló el
acto. Silvela, para no cargar a otros el fiasco diplomático, asumió de verdad la responsabilidad, dimitió y
se retiró de la política.

Las dos historias son conciliables:la Reina pudo montarle la trampa a Silvela no sólo por su inclinación
germánica y antifrancesa sino también como venganza. María Cristina había echado siete llaves al
sepulcro de su corazón y no permitía que una mano anónima le pusiera flores. Vivió cultivando un odio
insoluble.

Su muerte tuvo imprevisto y devastador efecto político: el Rey, roto su matrimonio, dependía tanto de su
madre que, al perderla, cayó en una grave depresión y no hizo nada serio para evitarla República. Por
eso puede decirse que con María Cristina empezó y terminóla Restauración : se había opuesto a que su
hijo aceptase la dictadura de Primo de Rivera porque deslegitimaba el sistema constitucional, incluido el
Trono, pero Alfonso XIII prefirió jugar a los soldados. Cayó Primo y tuvo que morirse María Cristina
para darle la última lección. Demasiado dura, aunque de su virtud tampoco quedan dudas.

LEOVIGILDO: El último de los godos

El Mundo, 21/12/1997

Fue el rey visigodo más valorado y temido. Se impuso militarmente al resto de visigodos dela Península.
Mandó matar a su hijo Hermenegildo, católico, que se rebeló contra él en una sangrienta guerra civil y
religiosa. Al final de su reinado, en el 585, había conseguido la unión política del país.

En los dos siglos y cuarto de dominio visigodo en España, nadie más valorado y
temido por sus contemporáneos que Leovigildo. Aunque fue el último de los reyes arrianos, su nombre
es celebrado por Isidoro de Sevilla, la gran figura de los católicos antes de la invasión musulmana.
Aunque mandó matar a su hijo Hermenegildo, rebelde y católico, los historiadores de la época de su
otro hijo, Recaredo, convertido al catolicismo, valoran más al padre asesino que al hijo asesinado. Sólo
mucho tiempo después, cuando ya la memoria de ambos se había borrado, San Hermenegildo, mártir, se
impuso a Leovigildo.

Fue el primer visigodo que quiso ser rey al modo bizantino, es decir, romano, para lo cual empezó a
vestirse de modo diferente; mejoró sustancialmente el código de Eurico, primero de los godos en
España, anulando la ley que prohibía los matrimonios entre godos y romanos; acuñó moneda con su
efigie y la de sus hijos; restableció las finanzas; unificó casi totalmentela Península en torno a Mérida y
Toledo tras derrotar a todo el mundo, dentro y fuera de sus fronteras; en fin, a su muerte, en el 586,
España era otra.

Los visigodos tenían una monarquía electiva. Al morir el rey, se elegía sucesor entre los nobles, lo que
producía elmorbo gótico , un regicidio permanente. Cuando Liuva, duque de Septimanía, fue elegido rey
al morir Atanagildo, asoció al trono a su hermano menor Leovigildo. Este se casó con la viuda de
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Atanagildo, Gosuinda, y al morir Liuva, en el 572, asoció al trono a sus hijos Hermenegildo y Recaredo,
fruto de un matrimonio anterior, pero sin partir el reino. Sin duda pensaba ya en la reunificación
terrotorial, política y religiosa de la antigua Hispania. Un trabajo digno de Hércules.

La Penínsulatenía un reino central visigodo, con sede en Toledo, que dominaba el conjunto, pero existía
también al noroeste, enla Galicia actual, el reino de los suevos; al norte, los astures, cántabros y
vascones, siempre prestos al saqueo; y al sureste el reino bizantino, con el que el Imperio Romano de
Oriente mantenía un pie enla Península a la espera de reconquistar la provincia romana de Hispania. En
los tres frentes combatió Leovigildo victoriosamente: empezó atacando los dominios bizantinos,
reduciéndolos a una franja costera de Cádiz a Denia, dominada desde las cumbres orientales dela Bética
hasta las más occidentales dela Penibética. Luego derrotó en diversas campañas a cántabros, astures y
vascones y, al final de su reinado, en el 585, llegó el mayor éxito: la conquista del reino suevo.

También combatió fuera de las fronteras peninsulares. Enla Septimanía , que iba desde los Pirineos hasta
el Ródano, con capital en Narbona y que pertenecía también al reino visigodo, conbatió con éxito a los
francos. Mantuvo definitivamente fuera de juego a los ostrogodos, que desde su temprana y sólida
hegemonía en Italia habían aspirado unos años atrás, reinando Teodorico, a controlar la agitada península
Ibérica. Su lucha contra los borgoñones la llevó a cabo además por medio de su hijo menor Recaredo,
con lo que impidió el florecimiento de intrigas sucesorias y facilitó la creación de una dinastía familiar. Sin
embargo, todo lo que ganó hacia afuera tuvo que invertilo en la más feroz de las luchas internas que
padeció el reino: la guerra civil contra su hijo mayor Hermenegildo, entre los años 580-584.

Esta guerra ilustra bien las dificultades que afrontó el rey visigodo en los aspectos étnico, religioso y
político. Había dos etnias en los dominios de Hispania, la visigoda y la hispanorromana, desde que a
finales del siglo V los visigodos entraran enla Península tras la caída de Roma. La visigoda, aunque
minoritaria, era la dominante en lo militar y político y pretendía mantener el sistema administrativo del
Imperio Romano, manteniéndose apartada de la etnia mayoritaria, la hispanorromana, sometida a los
godos.

Sin embargo, desde que el reino de Tolosa fue aniquilado por los francos, los visigodos fueron
limitándose geográficamente ala Península , y en la cuarta generación, que era la de Leovigildo, su
horizonte vital e histórico les llevaba a una confluencia o pacto con los romanos, puesto que hispanos lo
eran todos.

Había un obstáculo esencial entre las dos etnias, que era la religión. Los visigodos habían sido
convertidos al cristianismo en el siglo IV por Ulfila, que era un seguidor de Arrio. Y los arrianos no
aceptaban que Cristo, como Hijo, fuera Dios y de la misma naturaleza que el Padre, sino creado de la
nada por el Dios único. Tampocola Virgen María podía ser, por tanto,la Madre de Dios. Y el Espíritu
Santo no podía formar una divinidad triangular si se negaba la categoría divina a uno de los otros dos
vértices.

Sin embargo, los arrianos se veían arrinconados en su monoteísmo por los judíos y en su aceptación de
Cristo por los católicos. Sobrevivían como religión étnica, como signo de identificación visigodo frente a
los hispanorromanos, pero con problemas teológicos continuos y soportando la rivalidad de las iglesias
católicas de la mayoría de la población. Aunque el africano Arrio, como recuerda Pedro R. Santidrián en
suDiccionario de pensadores cristianos , pertenecía a la escuela teológicaracionalista de Antioquía,
los arrianos se encontraban en España con un problema más racional que teológico: el de la convivencia
forzosa de dos ramas del cristianismo en un territorio donde el paganismo popular seguía siendo muy
fuerte y provocaba una notable indiferencia religiosa.

Leovigildo no persiguió seriamente a los católicos hasta que estalló la guerra con Hermenegildo y,
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después de ganarla, se aproximó desde el arrianismo a la que, al cabo, era la confesión cristiana
mayoritaria del país. Era un proceso lógico de identificación que empezó antes de Leovigildo y culminó
después, en el que la clave fue esa guerra civil, ganada por los arrianos pero a un coste tan alto que
preparó el triunfo final de los católicos.

Con la idea lógica de crear una dinastía familar, Leovigildo había asociado al trono a Hermenegildo, y lo
envió como duque ala Bética en el 579, mientras Recaredo marchaba a luchar contra Guntrán de
Borgoña enla Septimanía. Su primogénito estaba casado con la princesa franca y católica Ingunda, que a
pesar de ser sólo adolescente resistió como una roca todas las presiones de la esposa de Leovigildo,
Gosuinda, para bautizarse como arriana. La hizo encerrar, golpear, arrastrar y sumergir en un estanque
lleno de peces, pero no consiguió nada. Y cuando Hermenegildo llegó a Sevilla, bajo la influencia del
obispo católico Leandro y de Ingunda, además de su propia ambición, se bautizó católico, se proclamó
rey, acuñó moneda con su propia efigie, consiguió muchos apoyos y trató de matar a su padre. Dos años
tardó Leovigildo en aceptar la guerra, y eso después de reunir en Toledo a los obispos arrianos en 580,
respaldado siempre por Recaredo. Pronto recuperó Mérida, devolvió sus iglesias y rentas a los arrianos,
sobornó a los bizantinos aliados de Hermenegildo y, después de largas y destructivas campañas, tomó
Sevilla y capturó al rebelde en el 584. Un año después, en Tarragona, lo mandó asesinar tras ofrecerle
volver al arrianismo. No quiso y un tal Sisberto le cortó el cuello.

Los tumultuosos sínodos de obispos arrianos, las dificultades en la conversión de los vencidos suevos al
arrianismo, así como su posible convicción de que los fuertes apoyos que había encontrado
Hermenegildo podrían reproducir una y otra vez la guerra civil, le llevaron a proponer a los católicos una
especia depacto teológico , por el que aceptaba la divinidad del Hijo aunque no la del Espíritu Santo,
según cuenta E.A. Thompson en su interesante obraLos godos en España . Este término medio entre
arrianismo y catolicismo, llamado herejía macedónica, fracasó, aunque atrajo al arrianismo a muchos
católicos deseosos de una paz entre cristianos.

Se dice que, atormentado por los remordimientos, se bautizó en secreto y recomendó lo mismo a su hijo
Recaredo, pero no es probable. Seguramente fue el último rey visigodo que mantuvo la fe arriana,
siquiera como instrumento político, pero también el que consiguió la unificación del reino, propició el
acercamiento de las dos etnias hispanas y con sus logros políticos y fracasos religiosos convenció a los
poderosos de que la paz pasaba por la conversión de los godos al catolicismo.

Así sucedió, pero Leovigildo no llegó a verlo. Los frutos de su reinado los recogió en el 587 Recaredo,
el rey más importante de los visigodos, según lo vemos hoy. Entonces se veía distinto. Para sus
contemporáneos, era sólo el hijo pequeño de Leovigildo.

RECAREDO: El primer rey católico

El Mundo, 28/12/1997

Inició los catorce siglos de catolicismo oficial en España. Su hermano, el primogénito Hermenegildo, fue
ejecutado por levantarse en armas contra su padre. A su merte, en el 601, la unificación territorial,
política y religiosa era un hecho. Su sucesor, el joven Lieva, no alcanzó el año y medio de reinado.
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No tendríamos belenes en Navidad si no fuéramos un país de hondísima tradición


católica. No tendríamos más de 1.400 años de catolicismo oficial si en el año 589 no se hubiera
celebrado el III Concilio de Toledo. Y no se habría celebrado ese concilio si dos años antes no se
hubiera convertido al catolicismo el rey de España, Recaredo, hijo pequeño de Leovigildo y su sucesor
en el 586, un año después de la ejecución en Tarragona del primogénito Hermenegildo, que se había
alzado en armas contra su padre y había provocado una cruenta guerra civil de casi un lustro.

Pero al morir Leovigildo la antigua Hispania de los romanos había dado los pasos sustanciales para su
reunificación visigoda. El reino suevo del noroeste había sido vencido y absorbido por el de Toledo. La
rebelión de Hermenegildo enla Bética no había dejado secuelas. Los bizantinos del noreste habían
quedado reducidos a una franja costera tras la conquista de la estratégica región dela Orospeda (con
casi todala Penibética , incluida Granada).

En cuanto a los pueblos también bárbaros del norte y el este, los francos, los borgoñones y los
ostrogodos, el propio Recaredo los había combatido con éxito en vida de su padre.

Desde el punto de vista miliar, nadie antes ni después pudo comparase con Leovigildo en la larga lista
de los reyes godos. Pero después del brillante militar, del victorioso estratega y del audaz reformador,
llegaba la hora de las instituciones, de consolidar lo conquistado y reforzar lo asentado. La hora de
Recaredo. En las monedas, Recaredo aparece con un perfir mucho menos elegante que el de Leovigildo
y el de su hermano mayor Hermenegildo.

El padre parece de huesos largos, frente despejada, nariz larga y un punto aguileña, mentón y boca bien
dibujados, aire todo de águila. A su lado, Hermenegildo, con un perfil similar pero más difuminado: un
alcotán que quiso ser águila. Recaredo, en cambio, no tiene perfil de ave de presa, sino más bien de
animal doméstico. Es chato, de nariz respingona, boca algo sumida y barbilla remangada. Parece apuntar
una sonrisa dequemasdá y deestoesloquehay . La frente, más corta, abombada, no se adorna más que
ritualmente con la banda guerrera que no sujeta los cabellos demasiado cortos sino que los acompaña
con resignación.

Desde que heredó el trono, Recaredo continuó la tarea que había emprendido su padre y que tenía
como fin la unificación o, por lo menos, la paulatina fusión de las dos etnias hispanas: la indígena
romanizada y la germánica invasora, menos romanizada y de distinta confesión religiosa, aunque también
cristiana: el arrianismo.

Hasta Leovigildo, estuvieron separadas incluso legalmente, con prohibición expresa del matrimonio, la
mayoría hispanorromana y la minoría hispanogoda. Como su padre fracasó en la unificación religiosa en
torno al arrianismo, tanto por las malas como por las buenas, Recaredo, después de convocar un
concilio arriano en el 587 y de promover un acuerdo entre los obispos arrianos y los católicos, dio el
paso decisivo bautizándose católico y proclamando el catolicismo religión de Estado en el III Concilio
toledano, cuya máxima figura en lo religioso fue san Leandro, obispo de Sevilla que había respaldado la
rebelión de Hermenegildo e Ingunda y que había resistido los ofrecimientos de Leovigildo para una fusión
teológica entre arrianismo y catolicismo aceptando la divinidad de Cristo pero no la del Espíritu Santo.
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No cedieron los católicos y se rindieron los arrianos.

En ese concilio abjuraron expresamente el arrianismo y consagraron una especie de cesaropapismo que
si, en un primer momento, trajo la paz y la promesa de una prosperidad tanto política como religiosa,
años más tarde y bajo otros reyes supuso la corrupción tanto dela Iglesia como del Estado.

En toda la historia de España no hay mejor episodio que argumente en favor de la separación dela
Iglesia y el Estado que los resultados del III Concilio de Toledo.

Pero eso no podían saberlo aún Leandro ni Recaredo, ni la mayoría de los nobles visigodos ni los
grandes terratenientes hispanorromanos, que sólo veían el final de una división religiosa que constituía una
base perfecta para interminables contiendas civiles.

Sin embargo, los elementos del compromiso eran de tanta confusión entre lo civil y lo religioso, entre lo
espiritual o lo temporal que unos y otros podían haber adivinado que la cosa tenía que acabar mal. El rey
podía convocar concilios, los nobles godos podían ser obispos, los obispos podían ejercer iniciativas
judiciales en materia civil y así sucesivamente.

Lo que también quedó claro era que los judíos podían ser perseguidos en determinadas situaicones
extremas. Eran los únicos que quedaban fuera del consenso y sólo porque eran el enemigo común
monoteísta en materia religiosa de arrianos y católicos, hasta entonces a la greña por culpa dela Trinidad.

Pero en un primer momento, devueltas a los católicos las iglesias y rentas adjuntas que les había
arrebatado Leovigildo, establecida la paz civil en lo religioso y viceversa, indiscutible la influencia del
sevillano Leandro en la corte de Toledo, que parecía ya totalmente romana dentro de la moda bizantina,
sólo una nube aparecía en el horizonte: la posible rebeldía de los arrianos irreductibles.

El cesaropapismo que mostraba Recaredo tenía otros obstáculos: judíos y paganos en lo religioso,
incluyendo el priscilianismo residual enel territorio suevo recién incorporado; bizantinos y francos , en lo
militar.

Pronto descargó la nube. El obispo Sunna de Mérida, con abundante respaldo civil, entre ellos el
posible candidato al trono Segga, se alzó en armas. Recaredo los venció, los desterró a Africa y le cortó
la mano a Segga, todo un signo que le imposibilitaba simbólicamente para reinar. Sus dos arietes contra
la gran conspiración fueron el duque Claudio y el Obispo Masona.

El conjurado traidor fue Witerico, que pasó a las filas de Recaredo sin abandonar su condición ofidia.
Luego se rebeló Godsuinda, viuda de Leovigildo y antes de Atanagildo, arriana que maltrató a Ingunda y
luego animó a la rebelión a su marido Hermenegildo. Ahora animaba a los arrianos de Toledo, pero
también fracasó y murió, no sabemos si como merecía tan gran intrigante.

También en Septimania se rebelaron algunos nobles arrianos con el apoyo exterior de Gontrán de
Borgoña. Claudio los venció tras cruentos combates. Por último, Argimundo quiso también hacerse con
el trono de Recaredo y se quedó sin cabellera y manco, según la reciente costumbre.

Más trabajo le llevó pastorear al episcopado católico, bastante pervertido no sólo por la incorporación
de nobles visigodos, que fue escasa, sino por la capacidad de intriga que le conferían sus atribuciones
civiles, amén de las luchas por rentas y bienes raíces. Ni el Papa ni el propio Leandro las tenían todas
consigo con Recaredo.

Tampoco Recaredo se fiaba del Papa, del que sospechaba que podía estar en relaciones con los
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bizantinos. Finalmente, después de casi una década desde el III Concilio de Toledo y cuando ya llevaba
otros seis y le quedaba uno más, el del 599, le escribió al Papa en tono simpático y filial. Era que unos y
otros habían ido acercándose como los erizos: con muchísimo cuidado. En los últimos años de su
reinado, firmó con el emperador bizantino Mauricio un pacto que puso fin a la lucha en torno a las
presiones del litoral andaluz.

En diciembre del año 601 murió en Toledo el Rey. En ese momento, la unificación territorial, política y
religiosa del reino era un hecho y la conciliación étnica un proyecto avanzado. Hubiera hecho falta una
dinastía y unos obispos de categoría para consolidar la obra de Leovigildo y su hijo, pero el sucesor de
Recaredo, el joven Liuva, no alcanzó el año y medio de reinado. El prototraidor Witerico, invocando la
ley germánica yposeído delmorbo gothorum , lo destronó, le cortó la mano y reanudó la nefasta
tradición de la monarquía electiva.La Iglesia católica se portó mejor: el hermano de Leandro de Sevilla,
san Isidoro -que, por cierto, eran de Cartagena- fue el hombre más brillante del siglo VII y dejó para la
posteridad, dentro de su inmensa obra, el celebérrimoLaus Hispaniae . En él tenían cabida muchos
reyes godos, pero ninguno mejor que Recaredo, acaso el más importante de nuestra Historia. Por lo
menos, así debe parecérnoslo en Navidad.

DON RODRIGO: La pérdida de España

El Mundo, 04/01/1998

Después de ser elegido rey tuvo que enfrentarse a tres rebeliones simultáneas. Perdió la batalla de
Guadalete ante 20.000 bereberes. El Estado visigodo se vino abajo por la mezcla y confusión de lo
privado y lo público. Se forjó la leyenda de que España se perdió por falta de valores morales.

En el año 711se perdió España para la civilización grecolatina y la religión


cristiana, que después de siete siglos habían convertido el mosaico de tribus de la península Ibérica en
una de las provincias más importantes del Imperio Romano. Todavía es unenigma histórico , por utilizar
el título de uno de los grandes estudiosos de este período, Claudio Sánchez Albornoz, cómo lo que las
legiones romanas tardaron 200 años en conquistar pudieron tomarlo los musulmanes en apenas dos
años, después de una sola gran batalla, la del Guadalete. Aunque conocemos perfectamente las
campañas de Tariq y Muza para dominarla España visigoda, lo militar -un ejército de unos 20.000
hombres- no basta para explicar el colapso total, el hundimiento de un reino que tenía detrás más siglos
de historia y una civilizaión más rica que la inmensa mayoría de las naciones actuales. Don Rodrigo era el
rey de España en aquel año fatídico y su nombre ha quedado asociado al enigma del suceso y a lo que
tiene de presagio y advertencia.

Era Rodrigodux , o sea, duqque dela Bética cuando murió el rey Vitiza, que pertenecía a uno de los
clanes visigodos más poderosos. Como de costumbre, el clan trató de sentar en el trono a los hijos del
difunto y, también como de costumbre, muchos nobles godos se negaron a aceptarlos. Lo hacían en
nombre del principio de monarquía electiva, tradicional en aquellos pueblos germánicos que irrumpieron
enla Historia de roma como Los Bárbaros del Norte, aunque en realidad estuvieran muy romanizados y
vinieran sobre todo del Este. Sucede que esa monarquía electiva había convertido cada sucesión regia en
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una orgía de sangre, en un asesinato tumultuoso donde se decapitaba no sólo a reyes o aspirantes, sino
también a familiares, deudos y allegados, para debilitar las candidaturas rivales mediante una dura
campaña electoral en pleno cráneo o a la altura del gaznate.

Después de Recaredo, un siglo antes, quedó unificado religiosamente el reino y se acordó una
colaboración estrechísima entre Iglesia y Estado. Todo parecía encaminarse hacia el establecimiento de
una dinastía que diese continuidad y paz al reino, pero elmorbo gótico , la costumbre de tirar de puñal,
veneno y espada para acceder al Trono, fue más fuerte que la lógica y el interés. Es cierto quela Iglesia
podía haber impuesto normas menos salvajes de conducta, negándose a legitimar al que llegara al Trono
asesinando . Ese era el designio de Recaredo y, sin duda, el de los grandes obispos de la familia
cartagenera de Leandro e Isidoro de Sevilla. Sin embargo, el fracaso fue estrepitoso. Y a Rodrigo le
tocó recoger los frutos de ese desastre a orillas del Guadalete.

Lapérdida de España , la destrucción de ese reino visigodo que heredaba una tradición romana y
germánica de siete siglos, no se debió, sin embargo, a una conjura palaciega, al impulso irresistible de los
musulamnes, a una hecatombe militar o a una guerra civil. Todo eso estuvo presente, pero no era
bastante. En la raíz de los males del Estado visigodo estuvo un problema que parece muy abstracto pero
que tiene consecuencias bien concretas y cuya actualidad no hace falta señalar: la división de poderes.

España se vino abajo por la mezcla y confusión de lo privado y lo público, lo religioso y lo laico, lo civil
y lo militar. Desde el III Concilio de Toledo, los reyes mandaban mucho enla Iglesia y los obispos
tomaban parte en la administración de Justicia. La legitimidad, por tanto, estaba en permanente almoneda
y cuanto más se corrompían los obispos menos podía pedir cuentas a los reyes, que se ceñían la corona
con las manos manchadas de sangre.La Justicia no sólo carecía de independencia sino que dependía de
un sinfín de clanes, civiles y eclesiásticos, regionales y gremiales, hasta el punto de que sólo la inseguridad
judicial era segura. Los obispos eran nombrados por razones de familia o de partido. Los
administradores romanos, que tiempo atrás intentaron conservar los visigodos, habían derivado hacia
formas pre-feudales de dependencia. Puede decirse que no existía ni un solo poder autónomo. En
consecuencia, el Poder era tan arbitrario como inestable y en vez de preservar algo, lo amenazaba todo.

La muerte de Vitiza acabó con un breve periodo de falsa paz. Su predecesor, Egica, había copiado
algunos excesos de Calígula con el añadido de un antisemitismo paranoico: creía sinceramente que los
judíos conspiraban contra él, por lo que decretó su liquidación; y los judíos, naturalmente, conspiraron
contra él. Vitiza pareció remediar algunas locuras de Egica, pero casi nadie distinguía ya los peligros
reales de los imaginarios y los problemas generales de los particulares. Una guerra civil caótica y
dispersa estalló en 710 y, al año siguiente, Rodrigo, elegido rey por un grupo importante de nobles
agrupado en lo que pomposamente llamaban Senado, tuvo que hacer frente a tres conflictos militares
simultáneos: las intrigas y alzamientos del clan vitiziano, la rebelión episódica pero endémica de los
vascones y la amenaza musulmana en el Magreb Occidental. Era Rodrigo probablemente el primer
militar de aquel tiempo -por eso lo nombraron- pero no podía hacer milagros. Cuando extinguía la fogata
vascona, una hoguera de insospechadas proporciones se encenció en el Norte de Africa: los vitizianos
pactaron con los bereberes recientemente convertidos al Islam una alianza para acabar con él.

No era una alianza contra natura ni representaba novedad alguna. Pensemos que Hermenegildo, que
llegó a santo una vez decapitado, pactó con los bizantinos para eliminar a su padre. Y hazañas
semejantes esmaltan toda la era visigoda. En el fondo, como suele suceder en las épocas de degradación
institucional, todo el mundo pensaba que los atropellos contrala Ley y la moral iban a ser sólo
temporales. No sopechaban los vitizianos que los hombres de Tariq y Muza no se iban a limitar a
derrotar a Rodrigo sino que los iban a liquidar tambián a ellos y a quedarse con el reino que tan
trabajosamente unificaron Leovigildo y Recaredo. Así que fueron traidores pero, sobre todo, estúpidos.
Por anteponer a todo sus intereses partidistas acabaron perdiendo todo y a todos.
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El personaje real y legendario que simboliza esa traición vitiziana es Don Julián -cuyo nombre varía
según las crónicas posteriores: Ulyán, Ullán, Urbán, Julían-, gobernador militar de Ceuta y guardián del
Estrecho, que en un momento dado, por su relación con el bando vitiziano, pactó la entrega de la ciudad
y trasladó al Peñón con barcos de cabotaje a varios miles de guerreros a las órdenes de Tariq. Esa roca
convertida en cabeza de playa tomó su nombre y se llamóGebel al Tariq ,la Roca de Tariq, derivando
luego en latín romanceado hastaGibraltar .

Mientras Tariq y luego Muza, su jefe, iban conquistando ciudades para el Califa de Bagdad, con la
ayuda de los vitizianos y la colaboración inestimable y razonable de los judíos, Rodrigo había bajado de
Vasconia a toda prisa para cortarle el paso. Se encontraron junto al Guadalete y, tras algunos días de
merodeo, entraron en combate. Según el romance, «en la octava batalla» las alas de su ejército, dirigidas
por vitizianos, lo traicionaron abandonando súbitamente el campo y permitiendo la aniquilación del
cuerpo central mandado por el propio Rodrigo, que desepareció dela Historia para entrar enla Leyenda.

Fueron tan graves y duraderas las consecuencias de aquella batalla que, con el tiempo, se tejió un relato
según el cual Julián, para vengar la seducción o violación de su hija Florinda (llamadala Caba por los
muslimes, esto es,la Prostituta ) entregó a los moros la católica España con el seductor Rodrigo a la
cabeza. No era posible explicar que se perdiera tan gran reino cristiano en una sola batalla, ni que en el
714 ya no quedara ni rastro del poderío visigodo. Lapérdida de España se entendió desde entonces
como una derrota del patriotismo por falta de virtud, de ahí que se achacara simbólicamente a un pecado
sexual la catástrofe militar, política y religiosa que supuso para el mundo cristiano la incorporación de
España a los dominios islamitas. Sin embargo, gracias a esa metáfora,la Reconquista tuvo un referente
mítico y un objetivo último que alimentaron durante casi 800 años los sueños y ambiciones de los
cristianos, unidos o dispersos, de uno u otro reino, contrala Media Luna. Los godos, que fueron un
desastre vivos, resultaron eficacísimos después de muertos.

Y en el fondo, la leyenda de que España se perdió por particularismos exacerbados, por falta de valores
morales en las instituciones y por un déficit de ética colectiva ejemplificado en el rey Rodrigo, respondía
a una realidad. Lejana, dirán algunos, muy lejana. Sólo en el tiempo.

ARGANTONIO: El mito real

El Mundo, 11/01/1998

Monarca centenario, gobernó sobre el reino de Tartesos. Se ofreció a ayudar a los foceos en su lucha
contra los persas y a admitirles en su reino si eran vencidos. Anacronte lo pintó como símbolo de la
felicidad terrestre. Rigió patriarcalmente los destinos de su pueblo.

Vivimos en un lugar de sol y sombra que los fenicios llamaron Ispania; los griegos,
Hespería; otros pueblos, Opshixia; los cartagineses, Ibería; y finalmente los romanos, de vuelta a los
orígenes fenicios, Hispania, con elegante H latina que no oculta su significado detierra de conejos ; por
cierto, mejor que Ophixia, que significatierra de serpientes . Y este lugar, desde antes de ser España,
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que es el nombre que resume todos los anteriores, tiene, entre otros, tres reyes míticos: Gerión, Gárgoris
y Habis. Gerión, según el mito griego, pastoreaba bravos toros y pacientes bueyes, era fuerte y rico, y
vino a matarlo Hércules, que se quedó con las Columnas y con el Estrecho. Gárgoris, además de pastor,
fue apicultor; descubrió la miel y con ella el vicio, porque tuvo con una de sus hijas un crío, obviamente
incestuoso, llamado Habis. Arrepentido o avergonzado, pero políticamente irresponsable, Gárgoris dejó
a su hijo en el monte para que las fieras proveyeran, pero unas ciervas, incomparablemente más gentiles
que la loba que tuvo que hacer otro tanto con Rómulo y Remo, lo amamantaron.

Esta Habis, superado el pequeño problema de su crianza, estaba tocado por la mano de todos los
dioses: se bañaba cubierto de tatuajes y no perdía los colores; seguía corriendo por el monte a los
ciervos sus parientes; era sabio y siempre joven; la suerte sonreía a cuantos se le acervaban (también,
como se sabe, llenó de envidia a Sánchez Dragó, que para curarse escribió sus cuatro librosGárgoris y
Habidis. Una historia mágica de España ).

Lo que ya realmente lo consagró en el empíreo mediterráneo fue que acertó a inventar el arado, que,
con el yugo de Gerión, hizo feraz y mítico el Jardín de las Hespérides, Hesperia, Ibería, Hispania o
Ispania.

Pero estos tres reyes pertenecen al ámbito del mito, aunque algunos, como Schulten, hayan querido ver
en ellos la versión mítica de personajes reales, en todos los sentidos del término. El primer rey histórico,
es decir, que existió en una época determinada según relato del gran Herodoto y que dominaba un vasto
territorio enla Península Ibérica cuando llegaron los fenicios a llamarla Ispania, fue Argantonio. Para ser
también agradecidos con los griegos que lo introdujeron enla Historia ,Arganthonios . Y su reino era
Tartesos, en griego clásicoTartessós .

El imperio tartesio o tertésico se extendía desde el Algarve hasta las montañas de Alicante y sus límites
naturales eran la cordillera mariánica al norte y el río Segura al este. Constaba de varias ciudades
grandes y tenía su centro en la capital.

Tartesos, en la desembocadura del Guadalquivir, disponía de muy bienas tierras cultivables y era un
próspero centro minero y comercial que mantenía contacto permanente con focios y fenicios desde el
final dela Edad del Bronce y el comienzo dela Edad del Hierro, hace de eso 3.000 años largos.

Argantonio no fue un Rey Fundador típicamente mediterráneo y mítico, como Gerión, Gárgoris o Habis,
sino que vivió, pero vivió tanto que su propia edad se convirtió en mito, hasta el punto de hacer de su
figura uno de esos relieves tartésicos en los que lo humano y lo simbólico coexisten con maravillosa
sencillez.

Herodoto dice que nuestro Argantonio vivió 120 años, de ellos 80 como rey. Y su fama de hombre rico
y venturoso estaba tan extendida que su contemporáneo Anacreonte, seis siglos antes de Cristo,
presumió en unos versos: «Yo no desearía el cuerno de Amaltea ni reinar 50 años en Tartesos». Bien es
verdad que, a cambio, le subió a 150 años la edad. En su gran capítulo dela Historia de Menéndez Pidal
dedicado ala Protohistoria , García y Bellido recorre con minuciosidad los límites imprecisos de este rey
histórico que vivió en una ciudad de la que sólo sabemos el nombre y en un reino del que tenemos más
leyendas que datos.

Es evidente que las noticias sobre Tartesos tienen una base real en el comercio que, por ejemplo,
mantenía Salomón con las naves de Tershesch, cuyo viaje de ida y vuelta a los confines occidentales del
Mediterráneo duraba tres años. Y es igualmente indiscutible que el nombre de Argantonio y el de
Tartesos respondían para los griegos a una realidad. Sin embargo, esa realidad se mezclaba de forma
que hoy nos parecearmoniosa y mágica con los mitos creadores de la civilización, a la vez
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descubrimientos y explicaciones del mundo recién nacido.

Otros reyes que fueron historia, como Minos en Creta, son al tiempo creaciones míticas. Y eso sucede
también con Argantonio: que tenemos dos vías para llegar a él: la historia y el mito, y ambas son
verdaderas aunque no tengan una misma existencia real.

Siguiendo en lo fundamental a García y Bellido pero corrigiendo a Schulten, uno de los más sugestivos
averiguadores sobre Argantonio fue Julio Caro Baroja. Deslindando en su libroEspaña antigua
conocimientos y fantasías sobre el concepto derealeza enla Antigüedad , defiende el valor de los mitos
porque nos suministran datos inapreciables conservados por la tradición y elevados a un orden que tiene
tanto de arte como de religión y ciencia. Un orden ilimitado e impreciso, pero rico en datos, evocaciones
e interpretaciones, y en todo caso propio de un mundo en el que la sabiduría sobre las cosas procedía
acaso más de la adivinación que de la observación.

Los focenses, predecesores de los fenicios, cuentan que la vida de Argantonio llega del año 670 al550 a
.C. y que su reinado comenzó en 630. Todos estos datos, aunque con base real, ilustran, sobre todo, el
valor de la longevidad como fuente de paz y riqueza. Argantonio habría sido un gran rey porque fue
viejo, muy viejo, y fue mejor porque empezó ya viejo a ser rey.

Esta valoración de la edad en un monarca no es propia de Tartesos sino de otras muchas civilizaciones
mediterráneas: no hay sino recordar a los patriarcas de Israel y de otros pueblos vecinos.

La edad, asociada a la sabiduría y a la duración o estabilidad retratan a nuestro Argantonio como típico
Rey Legislador. No es el que funda, el que inventa, el que conquista ni el que crea un reino a través de
un acto de valor o de astucia; se trata del hombre capaz de organizar la convivencia de pueblos distintos
bajo una misma ley que garantiza las diferencias pero permite a todos prosperar juntos. Es el modelo de
Rey Civilizador.

Julio Caro contrapone su figura a la de un rey mítico de toda Ibería: Crisaor, «el de la espada de oro».
No sabemos cuál fue la base real para la figura de Crisaor. Pero en él, como en Gerión y Habis, siempre
aparece la riqueza asociada a los reyesiberíacos oispánicos . También en Argantonio, cuyo nombre
evoca precisamente la plata.

La explicación radica sin duda en que el conocimiento y comercio con los pueblos orientales se debe a
la riqueza en cobre de la zona de Huelva y al comercio de estaño y otros metales que llegaban a la
ciudad de Tartesos dede Galicia por el interior y desde las Islas Británicas, precisamente llamadas
Casitérides por el estaño que de allí sacaron los romanos, antes los cartagineses y fenicios y, antes, los
tartesios, que además de comerciar con los minerales dela Península también lo hacían con los de otras
partes.

Es probable que la fundación fenicia de Cádiz tuviera lugar frente a Tartesos y que, después de muerto
Argantonio o los dos o tres Argantonios que con el mismo nombre se sucedieran en el trono durante el
siglo VI antes de Cristo, el imperio tartesio se fuera integrando dentro de una estructura fenicia, luego
cartaginesa, que se mantuvo hasta el triunfo definitivo de Roma sobre Cartago, en buena parte decidido
en Ispania, Ibería o Hispania.

Así pasó a Roma, desde Grecia, el nombre y el recuerdo de Argantonio, aquel rey longevo, sabio, rico
y venerable que gobernó las ricas tierras tartésicas y a una tribu de tribus, desde el Atlántico al
Mediterráneo, bajo un mismo sistema legal y mediante un comercio próspero.

Fue quizá, por su larga labor civilizadora, el primer aliado objetivo de la romanización. Fue también
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mítico en riquezas, como su contemporáneo Creso y guarda todavía oculta, en alguna de las
desembocaduras olvidadas del Guadalquivir, el tesoro de su inencontrable y magnífica ciudad. Hoyla
Historia se alimenta del mito. Quizá mañana el Mito alimentarála Historia.y desde el confín del mundo, en
la bruma de las marismas, Argantonio, nuestro Rey de Plata Antigua, verá llegar de nuevo las naves de
Oriente a Cádiz, futura capital dela Ley , dela Libertad , dela Curiosidad y del Comercio para sus
numerosos y lejanos descendientes. Apenas 2.500 años depués.

JORGE MANRIQUE: La vida como río

El Mundo, 18/01/1998

No llegó a cumplir los 40 años. No pudo ver cómo Isabel de Castilla, por la que tanto arriesgó su vida,
empezaba junto a Fernando de Aragón, el reinado más importante dela Historia de España. Inauguró la
poesía como un hecho individual, como expresión particular de sentimientos..

Es Jorge Manrique el primer gran poeta dela España moderna, la que nace con los
Reyes Católicos, aunque también puede decirse que es el último gran poeta dela España que cierrala
Edad Media y se abre a una nueva era con Isabel y Fernando. Dentro de los signos curiosos que
esmaltan su reinado, no es menor que su primer año coincida con el de la muerte del primer poeta de
Castilla defendiendo precisamente el derecho al trono de Isabel. No es tampoco casualidad que inaugure
la gran serie de poetas inmensos en la lengua de España con brevísima obra. A Jorge Manrique le
bastaron unas pocas estrofas de un solo poema para ganar fama imperecedera. También Garcilaso
escribió muy poco, Fray Luis de León apenas una docena de poemas y de San Juan dela Cruz se
recuerdan tres y hasta con uno bastaría. El paladar del lector de poesía estaba hecho al gusto exquisito y
popular de los romances, que ya en el siglo XV se constituyen en el Banco de España de nuestra divisa
lírica. No ya una lengua y una literatura sino toda una historia se justificarían sólo por el Romancero. Pero
además, con Jorge Manrique, la poesía en español -en su tiempo, la lengua de Castilla es ya la lengua
franca de todala Península , primera o segunda de todos los que sabían leer y escribir- comienza a ser
una empresa individual, al margen de los gustos de la corte y de las modas literarias. Inaugura la poesía
como hecho individual, como expresión de sentimientos que sabemos a qué y a quién corresponden. La
poesía no nace con él, pero él es nuestro primer lírico puro.

Jorge Manrique tiene además un misterio especial, un algo mágico que lo identifica con una época y una
sensibilidad que nos parecen fijados de una vez y para siempre por la sola gracia de unos pocos versos.
El culto que los lectores han rendido desde hace cinco siglos al hijo de Don Rodrigo Manrique,
dedicatario del primer gran poema de su género en nuestra lengua, viene siendo inalterable, regular,
sencillo, clásico, tan normal como el que puede rendirse ala Naturaleza. Y todo nace del prodigio de
esas«Coplas por la muerte de su padre» que comienzan:

Recuerde al alma dorminda,


avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
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cómo se viene la muerte


tan callando;

aunquela estrofa más popular es la sexta:

Nuestras vidas son los ríos


que van a dar en la mar,
qu´es el morir.
Allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir.

¿Sólo esto basta para hecer imperecedera la gloria de un poeta? Pues sí, basta y sobra. Su sencillez, su
falta de apresto y su naturalidad son precisamente las virtudes que lo han canonizado sobre la inmensa
tribu de los versificadores. Pero además Jorge Manrique tiene en torno a su nombre un conjunto de
hallazgos, una conjunción de misterios que nos permiten explicarnos no ya su valía -que nada importa a
los inmunes al encanto difícil de la poesía, en arcano para la mayoría de los humanos- sino esa
permanente popularidad suya, esa inquebrantable devoción secular.

Jorge Manrique llevaba uno de los apellidos más ilustres y antiguos de Castilla, el que pasó
precisamente alRomancero con los Siete Infantes de Lara. Sin embargo, se podó el apellido célebre
-Manrique de Lara- como para dejarlo sin hojarasca, por noble que fuera. Era hijo de uno de los
hombres más poderosos de su época, don Rodrigo Manrique, Comendador dela Orden de Santiago,
gran guerrero, político tenaz, noble turbulento, como todos los de su tiempo y emparentado con la familia
de los Mendoza. Pero la vida de Jorge Manrique, que podía haber dado para una gran crónica
cortesana, política y militar se quedó o alcanzó a quedarse sólo en elegía.

Era Jorque Manrique sobrino, hijo y hermano de poetas, entre los que destaca su tío Gómez Manrique,
uno de los tres o cuatro mejores del siglo XV si su sobrino carnal no los hubiera eclipsado a todos. Por
los datos que tenemos, escasos y convencionales, no hay la menor sospecha de enfrentamiento
generacional o familiiar, más bien todo lo contrario. Jorge, que nació en Paredes de Nava, tierras de
Palencia, en 1440, parece haber seguido con aprovechamiento los estudios de Humanidades y se
adiestró concienzudamente en el oficio militar que su tradición y su época requerían. A los cuatro años
perdió a su madre, doña Mencía de Figueroa, y su padre se volvió a casar dos años después con doña
Beatriz de Guzmán.

Quince años duró el matrimonio, por lo que cabe pensar que ella fue, si se dejó, la madre real del poeta,
aunque éste guardara siempre el recuerdo de la verdadera.

Su boda a los 26 años denota lo identificado que estaba Jorge Manrique con su familia: en 1469 se casa
por tercera vez su padre con doña Elvira de Castañeda y al año siguiente, 1470, se casa Jorge con la
hermana de su madrastra, doña Guiomar. Para entonces ya eran célebres su valor y arrojo en el campo
de batalla. La primera vez que aparece al frente de la caballería es en el asedio al castillo de Montizón y
tenía 24 años. Participa en las innumerables batallas por la sucesión enla Corona de Castilla, siempre del
lado de Isabel. No conoció sólo la gloria. La primera parte de la guerra fue penosísima y él mismo fue
hecho prisionero cuando trataba de tomar la ciudad de Baza. Su hermano Rodrigo murió en el mismo
hecho de armas.

Pero la muerte esencial, en su vida y en nuestra literatura, se había producido un año antes, en 1476.
Don Rodrigo, el padre, murió en Ocaña el 11 de noviembre, víctima de un cáncer que le devoró el
rostro. Semejante imagen de las Postrimerías, medieval hasta la caricatura pero terriblemente real, marcó
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indudablmente a Jorge, que expresó por ello en lasCoplas no sólo el elogio fúnebre a su progenitor sino
la contemplación misma de la vida como bien perecedero y mortal, del tiempo como víctima del tiempo,
de la belleza como objeto de nostalgia más que de celebración. Cuando dice «Los infantes de Aragón, /
¿qué se hicieron?», recuerda a los hijos de Fernando de Antequera y lo hace con afecto, porque su
familia era tradicionalmente aliada del bando aragonés de Castilla, pero se acuerda sobre todo de su
niñez, cuando aquellos galanes supieron conquistarla Corte. Tampoco queda nada de ellos.

El tema clásico delUbi sunt? pierde su carácter convencional por acercar formas vividas de lo fugaz: su
padre, su niñez, el Tiempo. Su propio tiempo. Era Jorge Manrique amigo de la tristeza y deudo de la
melancolía, quizá persuadido de que la muerte le rondaba. Y fue así: asediando el castillo de Garcimuñoz
cayó gravemente herido y murió poco después, en Santa María del Campo. Era el 24 de abril de 1479.
Seguramente una lluvia fina calaba las tierras altas de Castilla, los soldados volvían con sus armaduras
manchadas de sangre y de barro, aún no salía el sol y ya se ponía para aquel noble guerrero que en sus
ratos libres, siguiendo la tradición familiar, escribía algún poema.

No llegó a cumplir los 40 años. No pudo ver cómo Isabel de Castilla, por la que tanto arriesgó su vida y
finalmente la perdió, empezaba, junto a Fernando de Aragón, el reinado más importante dela Historia de
España. Sin duda soñó con la gloria, la de su casa, la de su patria, pero a todo se sobrepuso veloz el
tiempo. Su verso claro no tenía rostro: se lo prestó un caballero dela Orden de Santiago, Martín
Vázquez de Arce, enterrado en Sigüenza. Hay sobre el sepulcro un guerrero que lee un libro con gesto
de melancolía. Es una de las esculturas más hermosas de España. Mucha gente cree que es una
evocación de Jorge Manrique. Desde luego no se trata de un equívoco o de un error. La imagen del
Doncel de Sigüenza , siendo absolutamente singular, resulta casi intemporal por la armonía interior que
trasluce y la perfecta simetría de los rasgos. Podría decirse que es típicamente renacentista, pero
tampoco hay en ella el júbilo de las formas y la rotundidad de las celebraciones del volumen humano al
modo del siglo XVI.

Se ha interpretado, por eso mismo, como un gesto de despedida del Renacimiento ala Edad Media ,
con su inmensa fuerza desgarrada, sus convulsiones alucinadas y sus vértigos angélicos. Como si en el
pasado turbulento se perdiera también algo de la alegría salvaje de los siglos oscuros. Como si la
claridad de la piedra noble no alcanzara a consolarnos de la pérdida de aquel terror donde se escondía
la nostalgia del Infinito. Tanto sugiere esa piedra que, como símbolo de lo que Huizinga llamóEl otoño
dela Edad Media , alguién acabó identificándola con Jorge Manrique. Y acertó.

NICOMEDES PASTOR-DIAZ: Un olvidado magnífico

El Mundo, 25/01/1998

Su poema «La inspiración» se ha considerado el paradigma del romanticismo. Durante la regencia de


María Cristina, fraguó la escisión del liberalismo entre progresistas y moderados. A los 21 años y con
una carpeta de versos bajo el brazo llegó a «El Parnasillo» para conocer a Larra y Espronceda.

A mediados del siglo pasado era Nicomedes-Pastos Díaz Corbelle, nacido en


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Vivero, Lugo, en 1811, uno de los españoles más leídos, importantes y respetados. Cuando murió en
1863, todavía joven pero muy gastado por el continuo ajetreo político y literario en que desarrolló su
vida, había alcanzado casi todos los honores políticos, excepto el de Jefe del Gobierno. Fue Consejero
de Estado, ministro de muchas cosas, embajador en Italia y Lisboa, diputado continuo y Rector dela
Universidad de Madrid. También fue conferenciante de éxito, poeta de renombre y en dos lenguas,
novelista, parlamentario vigoroso y periodista de los más influyentes. Alcanzó en vida el aprecio de los
mejores españoles de su tiempo y en su desaparición, como cumple a las tradiciones patrias, se
otorgaron a su cadáver elogios infinitos. Para variar, eran sinceros y, lo que resulta más notable,
merecidos. Nicomedes-Pastor Díaz es uno de los españoles más eminentes y respetables del siglo XIX.
Pero no seríamos lo que somos si hoy su vida y su obra no padecieran un olvido casi total. El casi hay
que apuntarlo a la reciente edición de susObras políticas por José Luis Prieto Benavent, con prólogo de
Guillermo Gortázar y bajo los auspicios de Anthropos yla Fundación Cajamadrid.hasta ahora sólo era
frecuentable en las antologías poéticas del romanticismo en español -por sus Poesías de 1840- o más
recientemente en gallego, como adelantado delRexurdimento . Pero hacer un precursor del
nacionalismo gallego a Don Nicomedes es una tomadura de pelo al ilustre difunto. Porque Pastor Díaz
fue un patriota español, liberal hasta la médula de su pensamiento y de su sentimiento, que quiso dedicar
sus escritos precisamente «a la juventud española», para que constase su filiación pasada y por venir. En
español, su poemaLa inspiración se ha considerado el paradigma del romanticismo, pero aunque
doctrinalmente así sea, oscila entre lo pedregoso y lo estrepitoso. En gallego, en cambio, es amable y
menor, costumbrista, pastoril y un poco dominguero. Su novela largaDe Villahermosa ala China
(1855), historia de un donjuán madrileño que acaba convirtiendo paganitos, puede considerarse abuela
dePequeñeces , del padre Coloma. Su novela corta anteriorUna cita (1837), fina, galaica y sentimental,
resultaría hoy más a la moda.

Sin embargo, su prosa de ficción queda lejos del valor de su obra de pensamiento y reflexiónpolíticas .
Porque si bien otros desconocidos ilustrísimos de su cuadrilla alcanzan en el periodismo -Borrego- o en
el Derecho -Pacheco- un nivel semejante al suyo, Díaz como figura intelectual completa, dominadora de
todos los géneros y con una extraordinaria autoridad moral, no tiene comparación.

Nació en familia modesta y numerosa; su padre, Antonio Díaz era oficial dela Armada en la rama
administrativa y su madre, María Corbelle, era buena y prolífica: nueve hermanos le dio, con mayoría
femenina. Tomó nombre del santo del día de su nacimiento -15 de septiembre, San Nicomedes- y de su
madrina Pastora. Aprendió mucho latín y concibió robusta Fe -cosa rara- en el seminario. Estudió Leyes
en Santiago, con aprovechamiento. Vivió ajetreado y soltero, atendiendo a su populosa familia y
seguramente padeció un gran amor, tan imposible que se le quedó en los versos del que algún día
sabremos los detalles. Sobre todo fue virtuoso en política, donde tan difícil resulta. Don
Nicomedes-Pastor perteneció a una generación que saltó a la arena política al concluir la abyecta vida y
horrible reinado de Fernando VII. Tenían la experiencia del fracaso progresista en el Trienio
Constitucional (1820.1823) y de la vía muerta reaccionaria tras la abolición dela Constitución de Cádiz
(1814-1820) y otra vez enla Ominosa Década (1823-1833), que terminó cuando Tirano legó a España
en su testamento una bonita guerra civil.

Durante la regencia de María Cristina por minoría de edad de Isabel II, fraguó la escisión trágica del
liberalismo que había de marcar todo el siglo: la de losprogresistas ymoderados , ambos militaristas,
intransigentes, cainitas y peritos en incompetencia. En 1836, las primeras elecciones dieron el triunfo a
los moderados, pero los progresistas no lo admitieron y tras el motín de los sargentos deLa Granja
obligaron a la regente a imponerla Constitución del 12, derogando el Estatuto Real. Tras duro forcejeo,
se alcanzóla Constitución del 37, obra del progresista Olózaga pero de contenidos moderados y, lo más
importante, razonables. Esa Constitución define bien a Díaz y a sus amigos, liberales escarmentados,
primos hermanos de los doctrinarios franceses, que no se contentaban con el Himno de Riego y tampoco
admitían volver al Absolutismo.
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Su modelo no era Francia sino Inglaterra. No aspiraban a grandes proclamaciones de libertad sino a
garantías sólidas de su ejercicio. Defendíanla Religión y el Trono, pero también la libertad de conciencia
yla Constitución. Fervorosos partidarios de la propiedad individual y el libre comercio, apreciaban el
modesto cielo protector de los humildes en el Antiguo Régimen, aunque querían ver a España en el
Nuevo y a salvo de los carlistas. Patriotas, cultos y ambiciosos, estaban, en fin, condenados al chasco.

Cuando a los veintiún años y con una carpeta de versos bajo el brazo, el joven Nicomedes llegó aEl
Parnasillo para conocer a Larra y Espronceda, alimentaba tantas ambiciones litararias como políticas;
cuando entró en la tertulia de Quintana, trabando amistas con Blanco Whitae y el Abate Marchena,
recibió protección y afecto entre gente de muy diverso credo; cuando ejerció la secretaría de Javier de
Burgos, verdadero creador dela Administración Civil en el Nuevo Régimen, aprendió lo que era la
política como acontecimiento diario, fruto de la negociación; y, al cabo, rozó lo heroico a los veintiocho
años, como Jefe Político -luego Gobernador Civil- de Segovia, cuando salvó las joyas dela Catedral y el
dinero del Erario escondiéndose de las tropas carlistas nada menos que en los hornos del Alcázar. Este
episodio es una metáfora casi perfecta de cómo lo nuevo se albergaba obligadamente en lo viejo y el
Estado Liberal naciente debía acogerse a las viejas piedras históricas.

La ajetreada y tumultuosa era Isabelina tuvo la virtud, poco apreciada, de levantar un Estado para que
España sobreviviera en lo económico a la pérdida del Imperio, en lo político al absolutismo y en lo militar
a la destrucción del Ejército tradicional por Napoleón. Se enfrentó sin fondos a una larga guerra civil y la
ganó. No existía tradición electoral ni partidos políticos, pero se fueron creando; tampoco
Administración, que hubo de hacerse; se echó a perderla Educación por los disparates
desamortizadores; el doctrinarismo cegato acabó también con la protección social quela Iglesia brindaba,
mal que bien, a los menesterosos: todo ello dio base popular a los carlistas, nostálgicos del Antiguo
Régimen y defensores dela Tradición asociada ala Religión. Y para colmo, en Italia tuvieron la feliz idea
de crear un Estado Nacional acabando con el poder temporal del Papa y fue España la que más padeció
esa guerra espiritual. ¡Milagro es que no nos fuera peor!

El Manifiesto a los electores de 1839 es una obra modélica como exposición de los principios del
régimen liberal y participativo. Pero al llegar los puritanos al Poder en 1847, con Pachecho, Salamanca,
Istúriz, Estébanez, Calderón y un joven llamado Cánovas del Castillo, fracasaron por completo. Tuvieron
la ocurrencia de amnistiar al viejo Godoy, que llevaba en el exilio cuarenta años, y al foven progresista
Olózaga. Naturalmente, unos y otros les perdieron el respeto. Fue Díaz ministro de Comercio,
Instrucción y Obras Públicas, pueba de la confianza que le tenían el presidente, Pacheco, y el hombre
clave, Salamanca. Pero llegaron al Poder por el lecho de Isabel II, a la sazón ocupado por Serrano, y
por él cayeron, pocos meses después. Pero es en 1848, el año sangriento dela Revolución en Europa y
del Manifiesto Comunista, donde brilla más como intelectual. Pronuncia en el Ateneo Viejo unas
conferencias publicadas comoLos problemas del Socialismo y en ellas muestra su conocimiento de
Saint Simon, Owen y Fourier, expone sus ideas, las discute, avizora los peligros de un régimen socialista
o comunista y le opone tanto la libertad como la moral católica. Hete aquí que el primer conocedor del
socialismo en España fue su primer detractor. Y que, liberal sinneo , tras ser académico y pentaministro,
murió con sólo 52 años en la más digna y absoluta pobreza. Con razón se le tiene cuidadosamente
olvidado. Resulta demasido ejemplar.

GALDOS: La novela de España

El Mundo, 15/02/1998

Galdós hizo sobrevivir la realidad del siglo XIX convertida en ficción. Como Cervantes, lo leía todo y
recordaba cualquier coas que oía. Albareda, su director en «El Debate», le dio el título para sus
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«Episodios Nacionales». El clericalismo impidió que fuera propuesto para el Nobel. Murió pobre y
ciego.

Una de las mejores razones para consolarse de ser español es Galdós. En el


amargo exilio republicano, Luis Cernuda escribió un poema,Bien está que afuera tu tierra , que es
quizás el mejor elogio del escritor canario:«Los bien amados libros (...) / En tu tierra y fuera de tu
tierra / Siempre traían fielmente/ El encanto de España, en ellos no perdido, / (...) El nombre allí
leído de un lugar, de una calle / (Portillo de Gilimón o Sal si Puedes), / provocaba en ti la
nostalgia / De la patria imposible que no es de este mundo» .

Y es que si antes de Galdós hay un escritor sobre todos, Cervantes, y contemporánea de las suyas una
novela mejor,La Regenta , su obra es, en conjunto, incomparable. Galdós funda en el tiempo su propio
tiempo, el de una realidad, la española del siglo XIX, que sobrevive convertida en ficción.

Es la forma clásica de salvación de lo real mediante suimitatio artística; el triunfo del arte sostenido por
un propósito moral y político. El de Galdós es la recreación de la nación española como novela, una
aventura con infinitos personajes, reales y ficticios, a la sombra luminosa dela Libertad.

La obra de Galdós sobresale por la claridad de su propósito. En cambio, la vida de Galdós es de una
opacidad mineral, de una discreción enigmática. No es que quisiera dejar pocas huellas de su vida
particular, es que las borró todas. Y con tal éxito que hasta 1995 no se publicó una verdadera biografía
de Galdós, la de Pedro Ortiz-Armengol. Hasta entonces, 300 intentos en vano. Clarín, el más importante
de cuantos fracasaron, sólo consiguió que le confirmase una cosa: que nació en Las Palmas.

Y sin embargo, hay un novelón por escribir sobre la familia de nuestro escritor,canariona y goda desde
la conquista de las islas a finales del siglo XV, con raigón vasco, raíz castellana, una florida rama cubana
y el tronco navegando entreultramarinos ycoloniales .Las clave de la familia y seguramente del destino
galdosiano fue su todopoderosa madre Doña Dolores, todo un carácter que marcó indeleblemente la
vida de su hijo Benito y a quien seguramente le debemos la creación de un alma frágil y dura, ideal para
escribir novelas después de haberlas padecido.

Nació en 1843, noveno y último hijo de un gobernador cesante y en una familia con muchos líos
económicos, políticos, familiares y sexuales, vagamente dedicada al comercio. Cuando fue a la escuela, a
los ocho añitos, ya era famoso por su habilidad para hacer escenarios de cartón con figuritas de papel.
Se conserva su proyecto más ambicioso: un pueblo de plastilina, cartoncillo, piedrecitas y mondadientes,
con iglesia y todo.

Estudiante vulgar y escriba precoz, la clave de su adolescencia, tal vez de toda su vida, fueron sus
amores con cierta primita cubana, hija natural de una escocesa bastante alcohólica llamada Adriana Tate,
que viuda y ya mayor se lió con un joven tío de Galdós y tuvo a María Josefa Washington, más conocida
comoSisita . Doña Dolores doblegó el afán matrimonial de Benito y lo mandó a Madrid. Llegó muerto
de pena en1862, a estudiar Derecho, y en la ciudad destartalada y familiar, abigarrada y tumultuosa,
paseó todas las calles, husmeó todos los rincones, la miró de arriba abajo y de abajo arriba, a la vez
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atento y ausente, con un interior tan vacío que cabía todo.

Siete años de periodismo, destacando en el parlamentario, fueron su escuela literaria y política. La


consagración de aquel muchacho alto, silencioso, de porte discreto y mirada de alfiler, fue temprana, con
La fontana de oro , escrita en el año revolucionario de 1868, y donde ya aparece el maestro en narrar
grandes historias de las que no sabemos cómo ha podido enterarse.

Mesonero Romanos, que le influyó bastante en su primera época, acabó harto del saqueo de su
memoria, Y es que Galdós, como Cervantes, lo leía todo, hasta los papeles de la calle, y recordaba
cualquier cosa que oía. En la memoria primero y sobre el papel luego, todo lo sembraba. ¡Y cosechó!

Liberal de razón y corazón, vivió de cerca los grandes acontecimientos del Sexenio Revolucionairo:la
Noche de San Daniel, el fusilamiento de los sargentos de San Gil, la caída de Isabel II, el asesinato de
Prim, el paréntesis de Amadeo y la proclamación dela I República.

En 1873 tenía 30 años pero había visto lo suficiente como para concebir una obra sencillamente
monumental: contar en novelas la historia de aquella España disparatada, colérica, perpleja y entrañable.
Albareda, su director enEl Debate , le dio el título:Episiodios Nacionales . Y arrancó novelando un
naufragio:Trafalgar , la destrucción en tiempos de Carlos IV dela Marina de Guerra, clave militar de la
pérdida del Imperio y cuya batalla conocía por un grumete superviviente.

El año 73 escribe cuatroepisodios ; el 74, cinco, el 75, otros cuatro; desde 1876 escribe y publica
simultáneamente novelas y en1879 ha terminado las dos primeras series de Episodios -20 títulos- y la
primera parte de su obra novelística, en la que destacanDoña Perfecta, Gloria, Marianela y La
familia de León Roch . Lo saluda como maestro el crítico más fino, don Juan Valera, y Pereda, crítico
de su anticlericalismo, se convierte en amigo entrañable. Pero lo mejor está por llegar.

En 1881 comienza susNovelas Contemporáneas conLa desheredada ; en el 82, publicaEl amigo


Manso ; en el 83,El doctor Centeno ; en el 84,Tormento yLa de Bringas ; en el 85,Lo Prohibido ; en
el 87,Fortuanta y Jacinta ; en el 88,Miau ; en el 89,La Incógnita y la primera de las novelas de
Torquemada:Torquemada en la hoguera . En menos de 10 años ha escrito y publicado 10 novelas
sencillamente soberbias.

No hay nada semejante en la literatura de lengua española, ni antes ni después. Y por si fuera poco,
triunfa en el teatro apoteósicamente conRealidad .Clarín le organiza el primer homenaje y escribe su
biografía literaria y Juan Valera lo hace académico en 1889.

Viaja por toda España y casi toda Europa; mujeriego crónico y solterón empedernido, sus aventuras
galantes recorren la escala social, desde Lorenza Cobián, una asturiana modelo de pintor, analfabeta, a
la que pone piso y con la que gusta llamarse Sisebuto, hasta la suntuosa y magnífica Emilia Pardo Bazán,
admiradora, amiga, amante y deliciosa corresponsal. Sostuvo económicamente a varias mujeres y tuvo
algunos hijos, pero ocultos.

Sacaba tiempo para todo: del 92 al 96 puso sitio al teatro -La Locade la casa, La de San Quintón,
Los Condenados, Voluntad, La feria, adaptaciones de Doña Perfecta y Gerona-. Y no dejó
descansar a la novela:Angel Guerra en el 91;Tristana en el 92;Torquemada en la cruz , en el 93;
Torquemada en el Purgatorio , en el 94;Torquemada y San Pedro, Nazarín yHalma , en el 95;
Misericordia yEl Abuelo en el 97. Rompe con su editor y en 1898 se va al País Vasco para iniciar con
Zumalacárregui ,la Tercera Serie de Episodios.

El Desastrelo angustia como patriota y lo aboca más a la política. En el 90, Sagasta lo había hecho
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elegir diputado por Puerto Rico, pero no abrió la boca en Las Cortes.

En 1901, el estreno deElectra , del que sale a hombros, lo convierte en símbolo político del
anticlericalismo. Publica episodio y estrena obra, una, dos y hasta tres veces al año. En 1905,la
Academia sueca sugiere que presenten su nombre para el Nobel, pero la vileza del clericalismo político
lo impide. En 1910 es elegido diputado en la coalición republicano-socialista, una radicalización política
espejo de su pesimismo y paralela a su decadencia física.

En 1912 termina el último de los Episodios,Cánovas , y pierde totalmente la vista. Tiene a Marañón
como médico, es pobre después de tanto trabajo y lo ayuda una suscripción pública. La última mujer,
maestra joven y lazarillo, es enigmática hasta en el nombre: Teodosia Gandarias.

En enero de 1919 sale de casa para inaugurar su monumento en el Retiro, obra de Victorio Macho.
Cuenta Federico Carlos Sáinz de Robles, presente en el acto:«Ante la emoción de todos los asistentes
(...) Don Benito hizo que le subieran al plinto y con mano morosa fue acariciando su figura en
piedra, como si sus dedos tuvieran ojos para contemplarla» . ¡Cómo no llorar! Tras despedirse de sí
mismo, Galdós se despide de Madrid con los ojos de la memoria; en agosto da su último paseo por
Moncloa y el Parque del Oeste. Muere anciano, pobre y ciego un 4 de enero de 1920. El entierro,
apoteósico.

Pero como dejó escrito Cernuda, Galdós vive:«Hoy, cuando a tu tierra ya no necesitas, /Aún en
estos libros te es querida y necesaria, / (...) La real para ti no es esa España obscena y deprimente
/ En la que regentea hoy la canalla, / Sino esta España viva y siempre noble / Que Galdós en sus
libros ha creado. / De aquélla nos consuela y cura ésta».

CRISTOBAL COLON: América a la vista

El Mundo, 22/02/1998

Navegaba desde los 18 años y conocía el Atlántico de Islandia a Guinea. Para su primer viaje, los
Reyes aportaron 1.140.000 maravedíes. La expedición llevaba un intérprete para traducir al chino y un
sastre. En su tercer viaje acabó encadenado y en el cuarto se dedicó al tráfico de oro y esclavos.

Cristóbal Colón nació quizá Cristóforo Colombo en algún lugar cercano a Génova
el año 1451, aunque también dicen que fue judío aragonés, o gallego, o mallorquín, o manchego de
papel, como Don Quijote. En las últimas décadas se han publicado libros que lo hacen mujer y hasta
extraterrestre, pero Colón no era un apuesto marciano ni un joven aerolito cuando conoció a Isabel y
Fernando en 1486. Navegaba desde los 18 años. Conocía el Atlántico de Islandia a Guinea y en 1476
había naufragado en Portugal, donde se casó por lo menos una vez y tuvo una imprecisa descendencia.

Rechazado su proyecto de llegar por Occidente a Catay o la tierra del Gran Can (China leída en Marco
Polo), pasó a Castilla, que después del tratado de Alcaçobas había cedido a Portugal las rutas africanas
del comercio de especias. Siete años pasó pretendiendo enla Corte. Se ha dicho que ala Reina le
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gustaba el aventurero y visionario Colón. Más probable parece que enamorase a una de sus damas para
acceder con cierta frecuencia a Isabel, pero ésta no se encaprichó del hombre sino con la idea de llegar
por una ruta nueva a las Indias para ahorrar en el comercio de especias y sedas. Su regio marido, gran
tacaño, acabó por apoyarla.

En enero de 1492, la toma de Granada resonó en toda Europa. Acabadala Reconquista tras casi ocho
siglos. Sólo entonces Isabel comprometió el dinero para la flota y admitió que Colón fuera Almirante
dela Mar Océana y Virrey de las tierras por descubrir, en las Capitulaciones de Santa Fe del 17 de abril
de 1492. Los Reyes pusieron 1.140.000 maravedíes, el millón para navegar y el resto para Colón,
adelantados por el banquero Luis de Santángel, converso valenciano. Casi un cuarto de millón puso
Colón, adelantado por un negrero florentino llamado Joanoto Berardi. Y dos carabelas en concepto de
multa pordeservicios prestados, unos 400.000 maravedíes, aportó el pueblo de Palos de Moguer.

Todo estaba legalmente claro. Faltaba el pequeño detalle de llegar a las Indias. Y cuando Colón trató
de conseguir tripulación, en Palos sólo pudo reclutar a cuatro condenados a muerte. Si Martín Alonso
Pinzón no hubiera vuelto de Italia en junio y se hubiese animado a emprender el viaje, Colón no habría
podido reunir la flota. Gracias a los hermanos Pinzón, con sus carabelas,La Pinta yLa Niña y al
cosmógrafo Juan dela Cosa , con su naoSanta María , zarpó la expedición el 3 de agosto de 1492. Con
ellos pudo Colón llegar adonde llegó y, sobre todo, volver, el gran objetivo del viaje.

Se dice que Colón tenía un secreto, el manuscrito de un piloto que tras naufragar arribó a tierras del
Caribe y volvió para contarlo. Su viuda le habría vendido el manuscrito a Colón y de ahí sacaría éste su
temeraria seguridad. Pero los marineros desconfiaban. Colón los engañaba contando menos leguas
recorridas para que durase más el viaje, pero las corrientes marinas le engañaban a él y llevaban a las
naves más deprisa.

Desde las Canarias, con navegantes avezados como Colón, los tres hermanos Pinzones o Juan dela
Cosa , la expedición iba a todo mar. El 8 de septiembre dejó la isla de Hierro y el 11 de octubre avisó
fuegos en la costa americana. El 12, con la bandera de Castilla y otras dos con cruces verdes y las
iniciales de Fernando e Isabel, desembarcaron en Guanahani, una islita de las Lucayas, hoy Bahamas.
Era América, aunque Colón se murió sin saberlo.

De los 90 hombres que viajaban en las tres naves, más de 80 eran españoles, incluído el intérprete, un
judío converso ducho en idiomas para traducirle al Gran Can. Otro genovés, un calabrés, un veneciano,
un negro y un portugués completaban el paisaje humano, típico de la demografía castellana de la época.
Se ha insistido mucho en el aspecto mágico, irracional o providencial del Descubrimiento, pero viendo
cómo se desarrollaron las cosas parece claro que América era una fruta madura que sólo podía caer
donde cayó.

Ayudó mucho que un visionario ambicioso y un pequeño grupo de aventureros muy civilizados -llevaban
hasta sastre- pudieran culminar con tanto éxito y tan deprisa el primer viaje donde, tras Guanahani,la
Fernandina yla Isabela , llegaron a Juana (Cuba) y embarrancaron enLa Española (Haití). Allí, con los
restos delaSanta María , crearon el Fuerte dela Navidad , primera fundación americana en la que se
quedaron 39 hombres maravillados con los indios, llamados así porque en las Indias creían estar. DeLa
Española salieron casi todos los nativos, plantas, pájaros y objetos preciosos que exhibieron al regreso
dejando boquiabierta a media España, no sin que antes Colón le pasara en Lisboa al Rey de Portugal su
triunfo por las narices. Los Reyes recibieron encantados a Colón en Barcelona y de inmediato pidieron
las bulas pertinentes al Papa para conquistas y evangelizar las nuevas tierras.

Se organiza entonces la segunda expedición, la más numerosa y rica, con 34 navíos para unos 1.300
navegantes, incluída María Fernández, la única identificada por Consuelo Varela entre las mujeres que
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zarparon en septiembre de 1493. Como en el primer viaje, la gente es casi toda española, con mayoría
andaluza, un grupo vizcaíno, algunos catalanes, un mallorquín, varios portugueses y también italianos.
Lllevan todo tipo de artilugios técnicos, agrícolas y bélicos, amén de animales, semillas y plantas. Colón
escribió, como siempre, un diario de viaje para que lo leyeran a su vuelta los Reyes, aunque no se
conserva el original de ninguno y un sobrino golfo llamado Luis malvendió sus manuscritos y otros
documentos.

El gran viaje, pese a tanto, salió mal. Se descubrió y exploró Puerto Rico, como Cuba yLa Española ,
pero Colón tuvo un lío tras otro. A mitad del viaje envió un representantela Reina para ver si eran ciertas
las fechorías que le imputaban. Tras el descrédito, la vuelta triste. Comienzan los litigios de Colón por
mantener sus inmensas prerrogativas y el empeño de los Reyes en que Colón se limitase a navegar,
porque en lo demás era un desastre. Preferían al hijo mayor Diego y hasta al pequeño Hernando. Cómo
sería de listo que su mejor amigo era Amérigo Vespuchi, el que le birló el nombre de América.

El Almirante va reuniendo tantos títulos como deudas y en 1497, en busca de rapiña y esclavos,
emprende casi a la desesperada el tercer viaje. Estamos lejos del primer periplo maravilloso narrado por
Luis Arranz y ya se descubrió el secreto historiado por Manzano. Es una simple expedición comercial
dirigida por un hombre desprestigiado y con gente sacada de la cárcel o del aburrimiento. El origen
geográfico que establece Varela forma casi un mapa de España: cuatro canarios, 15 jerezanos, 13
sevillanos, cuatro madrileños, cuatro de Palos, tres de Salamanca, Baeza, Jerez de los Caballeros,
Córdoba y Lepe, dos de Baracaldo, Jaén, Toledo y Palencia; y de Ciudad Real, Coria, Illescas, Huelva,
Frenegal, Lugo, Legrija, Manzanilla, Morón, Oviedo, Sepúlveda y Valladolid, entre otras. Más
portugueses, italianos y un francés de Picardía.

Descubrenla Tierra Firme (llamada Isla Santa), la desembocadura del Orinoco, Margarita y Trinidad. Es
el inicio de las encomiendas y el origen de losviajes andaluces o menores (no tan menores) con los que
Juan dela Cosa , Hojeda, Diego de Lepe, Bastidas, Cristóbal Guerra o el tal Vespuchi descubrieron y
cartografiaron nuevas tierras para España. Pero es un 98: el Desastre para Colón.

Francisco Roldán encabeza una seria rebelión contra Cristóbal y su hermano Bernardino, acusándolos
de usupar la soberanía real en Santo Domingo. Se subleva después Adrián de Moxica. Mandan los
Reyes al juez pesquisidor Bobadilla, que encadena a los Colón y los manda de vuelta a España. Los
Reyes lo perdonan pero ya nunca se fiarán de él.

Cuando en su cuarto y último viaje (1502) llega a Santo Domingo, el Gobernador Ovando no le deja
entrar por orden real. Creen, con fundamento, que oculta oro y trafica con esclavos por su cuenta.
Trataba de encontrar un estrecho para pasar, por fin, a las islas dela Especiería , pero tocó Panamá y no
vio el istmo. En 1594 vuelve por Sanlúcar. Muerela Reina. Fernando se harta de su yerno Felipe y
también de Colón. Su estrella se eclipsa definitivamente. Hace testamento, recordando deudas de 30
años atrás, y muere en Valladolid, en mayo de 1506.

Sevilla,La Habana y Santo Domingo se disputan los huesos de quien, al final, no ha tenido cuna clara ni
sepultura segura. A las Indias las llamaron América, hechura de otros aventureros: los 10.000 españoles
que en 30 años conquistaron un continente de 60 millones de almas. Con significar tanto, con cerrar el
mundo, el Descubrimiento es sólo el comienzo afortunado de una empresa descomunal.

DOLORES IBARRURI, «PASIONARIA»: La «Carmen» de Stalin

El Mundo, 25/02/1998

Su singularidad iconográfica oculta una nulidad intelectual casi absoluta. Fue la adaptación celtibérica del
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estalinismo. Estuvo a punto de meterse a monja. En el 68 suscribió una tibia crítica a la invasión de
Checoslovaquia. Apoyó con entusiasmo las masacres de los demócratas alemanes, húngaros o checos.

Dolores Ibárruri es la española más fotografiada de nuestra Historia, su nombre


es más conocido que el de cualquier mujer realmente importante en la cultura o la política del siglo XX,
ha tenido la veneración de una parte de nuestro pueblo y concitado el odio de otra parte mucho mayor.
Pero casi nada de lo que se le atribuye, bueno o malo, es propiamente suyo. Su singularidad iconográfica
oculta una nulidad intelectual casi absoluta: no hay un libro, un artículo, una sola frase que, de ser buenos,
sean suyos, y que, de ser suyos, sean buenos.

Como gran sacerdotisa de la iglesia marxista-leninista, fue vulgar hasta en la sumisión con que siguió las
directrices del más genocida de los movimientos políticos contemporáneos: el comunismo de la época de
Stalin, en el que interpreta un papel de poco guión y mucha cámara.

La Pasionaria, como se le conoció siempre, es la carátula hispánica del dogma estalinista; una imagen
clásica y sombría, elegante y arrogante, derrotada y noble, convencional en el fondo, de lo español para
extranjeros.

SilaCarmen de Merinée fue una popularísima españolada para la pequeña burgesía occidental,
Pasionaria fue una representación del antifascismo mediterráneo para la izquierda de todo el mundo.
Dolores Ibárruri esla Carmen de Stalin, una rebelde de lo más obediente.

Nació en Gallarta (Mizcaya) en 1895, de familia minera y carlista. Comenzó su andadura política por vía
matrimonial, al casarse con un minero socialista llamado Julián Ruiz, con el que adquirió ciertos
rudimentos de marxismo.

No pasó hambre de niña, como se ha dicho, y su formación escolar hasta los 15 años fue buena para la
época. El ambiente familiar, las lecturas piadosas y su fortísimo carácter favorecieron una devoción
religiosa que la levó a las puertas del convento. Pero, leyendas aparte, no pasó de ahí.

Ayudó a su marido enla Huelga Revolucionaria de 1917, lo acompañó en la escisión procumunista del
PSOE en 1919 y entró en el PCE y en el Comité Provincial de Vizcaya en 1920.

Tras unos cuantos años de penalidades y aventuras en los que tuvo cinco hijos: Ester, Rubén, Amagoya,
Azucena y Amaya (éstas trillizas, de las que murió Amagoya al poco de nacer y Azucena a los dos
años), fue afirmando su vocación política y encauzándola a través del periodismo de partido.El Minero
Vizcaíno yLa Luchade Clases fueron los escaparates del pseudónimoPasionaria , que eligió ella misma
porque su primer artículo salió durantela Semana de Pasión de 1918.

Su carrera fue lenta, condicionada por el carácter minúsculo y sectario del comunismo español. Después
del empujón inicial del marido, su padrino político fue José Bullejos. Por él entró en el Comité Central en
1929, pero en 1932, latroika Bullejos-Adame-Trilla cayó por pretender cierta autonomía con respecto
a Moscú.
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Dolores Ibárruri, tras un amago de respaldo, traicionó a Bullejos y lo injurió ritualmente. Nunca más se
rebeló en serio contrala URSS. Así sobrevivió en la dirección del PCE hasta su muerte en 1989, pocos
meses antes de la caída del Muro.

Pasionariafue publicista eficaz ymitinera notable dentro del género tremendista, perola II República
tenía oradores formidables y en las Cortes a las que llegó en febrero del 36 el nivel parlamentario de los
comunistas era bajísimo.

Aunque no había muchas mujeres dedicadas a la política,La Pasionaria era superada en prestigio y
popularidad dentro de la izquierda por Victoria Kent, Margarita Nelken o Federica Montseny.

Al fracasar parcialmente el Alzamiento del 18 de julio y convertirse en Guerra Civil, el PCE va tomando
importancia en función de la presencia soviética, previo pago del oro del Banco de España. Pero son
Negrín y Alvarez del Vayo los hombres de Moscú en el Gobierno.

Los ministros Hernández y Uribe, José Díaz, secretario general del PCE, y la muy fotografiada Dolores
simplemente obedecen al hombre de Stalin, Palmiro Togliatti, escoltado siempre por el búlgaro Stepanov
y el húngaro Erno Gerö.

La gran historia de amor y rencor deLa Pasionaria comenzó entonces, en plena Guerra Civil, cuando
en 1937 se enamoró de Francisco Antón, guapo mozo pero de nulo nivel intelectual y político al que
Dolores Ibárruri convirtió en super-comisario político, por el que se enfrentó con Indalecio Prieto para
que no fuera a pelear al frente y al que promocionó hasta la cúpula del Partido Comunista de España
(PCE).

Terminada la guerra, fue atrapado en Francia por los nazis, peroLa Pasionaria consiguió que Stalin se
lo reclamara a Hitler y volviera a sus brazos en Moscú. Mantuvieron relaciones durante una década.
Pero cuando Dolores pasaba de 50 él no tenía 40, y además ella tuvo problemas de salud y se
separaron.

Por aquel entonces, Francisco Antón se había enamorado en Francia de una chica muy joven y muy
guapa, tuvieron familia -una hija nació subnormal- y pareció que, simplemente, su historia había
terminado. ¡Sí, sí, terminar! Cuando fracasaron las guerrillas del todo,Pasionaria siguió siempre con su
táctica habitual de culpar a alguien de haber hecho mal lo que ella había pensado bien.

Todas las purgas del PCE, encabezadas finalmente porPasionaria , son iguales. Alguien es un
obstáculo, por listo o por tonto. La dirección, con Dolores al frente, carga contra él. Si los rusos no lo
respaldan, lo aplastan. Si ella se da cuenta de quela URSS puede no estar de acuerdo, pacta en secreto
con los rebeldes y carga contra sus compañeros de la víspera. Así una y otra vez.

El golpe más asombroso lo dio en 1956, cuando Uribe, su mano derecha, se dispone a terminar con la
disidencia calculada de Carrillo y Claudín. Santiago Carrillo acaba siendo la mano derecha de Dolores y
Uribe es condenado por el «culto a la personalidad» de Dolores y rematado por el objeto de culto.
Aplauso unánime.

Pero la venganza contra Antón fue algo especial. Primero lo hizo culpable, junto a SantiagoCarrillo , del
fracaso del Partido en el interior. Carrillo defendió a Antón pero, viendo que nada detendría a Dolores,
traicionó a su compañero de París y pasó a acusarlo de las peores fechorías. Llamado a Moscú, Antón
acepta su derrota y suscribe una humillante autocrítica. Dolores no está satisfecha. Quiere que se le
acuse de más delitos. Antón se arrastra y se acusa de todo. No es suficiente.
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En Checoslovaquia tiene que trabajar hasta 20 horas diarias, con su joven esposa que no puede atender
a la hijita subnormal, pero la antigua amante es implacable.

Cuando Antón ha reconocido hasta el número de sus víctimas en el partido durante años, es cuando
Dolores revela para sorpresa de todos algo que sólo podía conocer por su intimidad con él: que su
padre pertenecía a un organismo policial. Vuelta a confesar y arrastrarse. Y para rematarlo del todo
-pues eso acarreaba la liquidación física-, Dolores lo acusa finalmente de ser un agente extranjero.

Todo esto se hace en la cúpula del PCE, sin que se entere la base. Nadie puede preguntar por qué, si
Pasionaria sabía que era un hijo de policía y un agente capitalista, se calló durante tantos años, mientras
dormía con él. Pero Líster, Uribe, Carrillo y demás estaban dispuestos a liquidar a Antón. Lo salvó la
muerte de Stalin.

Vázquez Montalbán ve en esta historia el feminismo de Dolores. De su marido, exiliado, sólo se acordó
en 1977, para un reportaje. ¡Tuvo suerte!

De la guerra se recuerdan sus fotos. No cuando trabajó para derribar a Largo Caballero y luego a
Prieto, cuando pidió públicamente, y obtuvo, la ilegalización del POUM, con el encarcelamiento de su
dirección, la tortura y asesinato de Nin y la calumnia póstuma.

Preconizó la resistencia a ultranza contra Franco, como quería Stalin, aunque ella huyó por avión con la
dirección del Partido sin haber facilitado un éxodo menos horrible ni preparado una mínima estructura de
resitencia.

Inmediatamente después, ensalzó el pacto nazi-soviético y glosó el reparto y represión de Polonia entre
Stalin y Hitler. Algunos se lorecordaron cuando murió su hijo Rubén en Stalingrado. Pero ella siguió
apoyando con entusiasmo las masacres de los demócratas alemanes, checos o húngaros por la policía y
el ejército soviéticos.

En el 68 suscribió la tibia crítica carrillista a la invasión de Checoslovaquia, aunque el PCE nunca rompió
conla URRS. Exiliada de lujo en Moscú, nada hizo imprevisible o que pusiera en riesgo sus prebendas.

Volvió convertida en mito a España en 1977 y presidióla Mesa de Edad de las primeras Cortes
democráticas. ¡Suprema ironía! Sus alabanzas a Stalin y a la represión comunista en medio mundo darían
para un libro tan grueso como repetitivo. Su carrera y su vida son bastante banales, salvo para los
mitómanos impenitentes, pero resultó fotogénica hasta el final.

LUIS CANDELAS: El delincuente romántico

El Mundo, 15/03/1998

Era el Don Juan de los arrabales: bien parecido, nariz poderosa y dientes blancos. Compartió amante
con Fernando VII. Sus contactos conla Corte le permitían salir de la cárcel. Tenía doble personalidad:
indiano adinerado de día, truhán de noche. Fue condenado a muerte, acusado de más de 40 robos.
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Aunque la imaginería afrancesada presente a Luis Candelas con los avíos propios
del bandolero de Sierra Morena, pertenece por completo al ámbito de la delincuencia urbana, área de
Madrid. Su popularidad y su majeza han llevado a muchos a imaginarlo al frente de una partida de
bandoleros, todos con catite, trabuco y punta de veguero en la zona siniestra del belfo, avizorando en la
lejanía a una diligencia que se interna desprevenida en Despeñapperros. No hay tal. Candelas y su banda
eran de extracción genuinamentegata , material del Foro, madrileños del Avapiés, que es como decir el
alma de la capital de España. Y si bien con este príncipe del latrocinio puede decirse que la delincuencia
ibérica abandona la tradición del merodeo por mercados facilones y por usureros en quienes un robo es
casi justicia, instalándose plenamente en la modernidad, es también cierto que el personaje estuvo a la
altura de su época y de su leyenda.

Nació en 1806, en una carpintería, hijo tercero de un matrimonio como el de Nazaret, aunque con el
marido más cerca de San José que su cónyuge dela Virgen María. Vivían sin agobios y con cierto rumbo
dentro de la idiosincrasia del barrio, así que lo desasnaron mandándolo a los Estudios de San Isidro,
pero se dice, ahí empieza la leyenda, que a cierta bofetada de un clérigo que le daba latines respondió
Luisito con dos, bofetones eminentemente laicos, y fue expulsado del colegio en represalia. Siguió
siendo, sin embargo, bastante buen lector y aplicó la técnica folletinesca a su obra y a su vida, que son
una misma cosa en el delincuente profesional.

Robó pronto, robó mucho y era un jaque de postín, pero tenía el prurito de no despenar al prójimo y no
hacerle daño más que en la bolsa. Corrían los tiempos de Fernando VII, y esa lenidad en el castigo
estaba muy mal vista, así que tenía que alternar la piedad con los robados y la de Albacete con los que
pedían sangre. Un par de duelos triunfantes dejaron a Luis Candelas en un puesto indiscutido dentro del
escalafón de amigos de lo ajeno. Bien parecido, con nariz poderosa, dientes blancos y tirando a
cuadrado a pesar de no ejercer oficio de esfuerzo físico, era el Don Juan de los arrabales, el Casanova
de la chulapería.

Tres mujeres marcaron la vida de nuestro personaje, que en el cheli de Avapiés podrían haberse
llamadoLa Víctima,La Traviata yLa Ruina. Ruinosafue la última, que le llevó con dengues al cadalso.
Víctima, la única legítima, Manuela Sánchez, con la que se casó en un Carnaval y a la que abandonó en
Navidades en mitad de Zamora y con una nevada tremenda, todo en 1827. La extraviada que lo orientó
se llamaba Lola y era hija de una hembra muy pública del barrio llamadaLa Tirazones. Habíaconcebido
a Lola fuera del matrimonio aunque no dela Iglesia , porque fue con un clérigo. Lola anduvo con un
aguador dela Fuente del Berro llamado Perico Chamorro, que con el nombre de don Pedro Collado
acabó de íntimo de Fernando VII, y éste de Lola. Como vendía naranjas le llamabanLa Naranjera. Yel
novio de su amiga Paca, que era Candelas, también degustó el cítrico, aunque en secreto.

Era aquel Madrid de los años 20 del siglo pasado un hervidero de intrigas políticas, liberales contra
absolutistas, constitucionales contra fernandinos, aristócratas y militares confraternizando con la
delincuencia; la gente del bronce, en fin, a medias con el clero bajo y las camarillas dela Corte. Después
del Trienio Constitucional, ahorcado el infeliz Riego, huéspedes del garrote vil guerrilleros muy famosos y
héroes civiles dela Guerra dela Independencia , instalada en la machacada España una inmensa
guarnición francesa para cuidar las espaldas del tirano Fernando VII, se vivió durante una década, con
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razón llamada Ominosa, un terror político casi absoluto. La delación se convirtió en religión de pago y el
exilio en vía de perfección al limbo. Maestro en la graduación represiva, experto en amedrentar mucho
con más crueldad en la forma que en el número, el Rey Felón se complacía en pasar las noches en los
tugurios flamencos, conciliando la monarquía intangible con la liviandad mercenaria. Era uno de sus
ministros secretos, destacadísimo enla Camarilla , el citado aguador Perico Chamorro, que procuraba al
inquilino vitalicio del Trono mujeres de tronío para compensar los achaques del Rey, viejo prematuro y
tan aparatosamente dotado por Venus como corto en su plenitud vital, que antes de los cincuenta era
recuerdo.

Entre las amantes fijas del Rey se hallaba LolaLa Naranjera , hembra de rompe y rasga, habitual de las
tabernas delCuclillo y Traganiños , que andaba enamoriscada de nuestro hombre. Esa vertiente
tabernaria dela Corte le propocionó al ladrón amigos importantísimos que lo sacaban de la cárcel tan
pronto entraba. Así escapó dela Cárcel de Villa cuantas veces quiso y hasta de una cuerda de presos
camino de Ceuta, condenado a 14 años de presidio, en menos de 24 horas. Pero Candelas no era tonto
y seguía las vicisitudes políticas. Veía a los liberales pasar del exilio al Poder y al patíbulo; y a los
absolutistas, tragar y devolverla Constitución , así que decidió adaptar la doble vida del ladrón de guante
blanco a las exigencias modernas de bipartidismo. Se fabricó una personalidad diurna y respetable, la de
un indiano adinerado, don Luis Alvarez de Cobos, Hacendista en el Perú, atildadísimo siempre, teñido
de rubio, con las largas patillas convertidas en barbita apuntada y gafas doradas de concha. Decía
pretender este caballero lo que tantos enla Corte , arreglar una herencia americana, y como liberal
escondido se apuntó a una logia masónica. Lo normal.

Pero por la noche, cuando debía juntarse con los de su banda -PacoEl Sastre , Baseiro y los hermanos
Cusó-, salía por la puerta de atrás de su casa de la calle Tudescos, número 5, que daba a un callejón
oscuro, convertido en el rey del hampa y ataviado para la ocasión: moreno, con patilla ancha y flequillo
bajo el pañuelo adamascado, calañés, faja roja, capa negra, calzón de pana y calzado de mucho tirar.
Ya no fingía acento de Lima sino que acentuaba el legítimo del Avapiés y pasaba dela Lola , la amante
del Rey, ala Paca , su compañera de correrías, sin dejar de lado a una Doña Mari-Alicia, aristócrata
ricachona y aventurera que a su vez era amante del donjuán de los conspiradores liberales, Don
Salustiano Olózaga. En medio de tanta confusión de lechos es milagroso que la policía del siniestro
Marqués de Viluma tuviera capacidad de dsitinguir a los enemigos del régimen, pero lo hacía. Así
cayeron Olózaga y el librero Miyar, mientras el Rey decaía irreversiblmenete en su lecho legal, pero con
ánimo de llevarse por delante a los que pudiera.

Ahí es donde Luis Candelas alcanza su punto de gloria. Encarcelado por sus cosas pero dueño de los
pasillos de la cárcel, descubre a un escribano masón al que conoce de la logia, organiza con Mar-Alicia
y José de Olózaga una conspiración al minuto y poco antes de que lo ahorquen, saca de la celda al
condenado. A la puerta, Olózaga dice al ladrón que lo acompañe, pero Candelas se niega, porque ha
dado palabra de quedarse dentro. Olózaga dice que no se va sin él; Candelas, que se queda. En la
discusión sale una punta de carceleros que estaba jugando a las cartas y se lían todos a trabucazos en el
patio de la cárcel. Olózaga salva su vida tirando monedas de oro a los esbirros mientras amenaza con la
pistola y grita:

-¡Onzas y muerte llevo!

Ante el argumento, todos ceden. Huye Olózaga y Candelas se queda en la trena, sólo un par de días.
Ya es leyenda. Pero dos cambios acarrean su desgracia. Por primera vez se ha enamorado y de una niña
bien, Clarita, de familia honesta, clase media, dispuesta a que la niña matrimonie con el indiano. Acaba
yéndose con la niña y la familia a Valencia, pensando en cambiar de vida. Roba alguna joya para ir
tirando o viaja a Madrid para algún golpe más serio. Mientras tanto, ha muerto el Rey y estalla la guerra
carlista. Los liberales en el poder ya no tratan con delincuentes, los persiguen. Y Candelas comete dos
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atracos políticamente incorrectos: en apenas unas horas, asalta a la modista dela Reina en su taller, y al
embajador de Francia y su señora en una diligencia. Orden de caza. Huye con Clara a Inglaterra, pero al
llegar a Gijón, ella dice que no se embarca. Regresan a Madrid y allí lo detienen. Condenado a muerte
por más de 40 robos y también como símbolo de la truhanería, el juez le pregunta si tiene que decir algo
sobre la sentencia:

-Sí, Señor Presidente. Que, aunque tardía, la encuentro muy puesta en razón.

Constancio Bernaldo de Quirós, enLa Picota. Figurasde delincuentes , atribuye a Candelas en el


cadalso el detalle de fijarse en que al verdugo le faltaba un botón del chaleco. Antonio Espina, autor de
una biografía deliciosa a finales del primorriverismo, en el estilo de Gómez dela Serna , le adjudica esta
última frase al pie del garrote y dirigida al respetable:

-¡Patria mía, sé feliz!

Así pasó a tiempo ala Historia el más famoso de los delincuentes románticos. Un poco más y ajustician
a un burgués que quería ser decente. Con 31 años, Luis Candelas andaba ya en coplas, donde ha
quedado.

DON PELAYO: El rey dela España perdida

El Mundo, 22/03/1998

Fue guardia real en la corte de Don Rodrigo. Que su hermana entrara a formar parte del harén de
Munuza fue determinante en su rebelión. Lllevó sus tropas y su pequeña corte ambulante a las montañas
cántabras. Tras 18 años de guerra logró consolidar un pequeño reino cristiano español.

Aunque algunos mizifuces y ciertas zapaquildas le nieguen hasta la existencia, lo


cierto es que Don Pelayo vivió y fue rey y luchó en Covadonga y venció a los moros. Pero tampoco son
ciertas las grandes batallas, la voluntad de lucha desde el principio, el poder de su ejército ni la extensión
de su reino. Pelayo fue cristiano, godo, o hispanogodo, nació a finales del siglo VII, en fecha y lugar que
desconocemos y murió en el año 737, tras comenzarla Reconquista de España a los invasores
musulmanes.

Porque para Pelayo no había la menor duda de que los musulmanes eran invasores y que le habían
arrebatado su patria. Cómo y por qué llegó a ser nombrado rey y a fundar un reino más en el aire que en
el suelo son cosas harto confusas en los detalles aunque clarísimas en el fondo.

Era Pelayoespatario , una suerte de guardia real en la corte de Don Rodrigo, el último de los reyes
godos. Su padre se llamaba probablemente Favila y su abuelo Pelayo, porque era costumbre
hispanogoda heredar el nombre del abuelo y por eso mismo el hijo y sucesor de Pelayo fue Don Favila,
al que mató un oso. En alguna crónica se da por muerto al padre de Don Pelayo a manos de Vitiza,
antecesar y rival de Don Rodrigo en la lucha de clanes godos que acabó en la derrota del Guadalete. Es
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posible: el asesinato era una de las costumbres más asentadas entre los godos.

También es casi seguro que Pelayo fuera uno de los combatientes más cercanos al derrotado Rodrigo
en aquella batalla del 711 que marcó toda la historia posterior. Debía de ser del clan de Rodrigo o
adoptado por éste y soldado de valor y autoridad indudables, porque no tuvo que disputar con nadie el
trono de España, que en el año 718, cuando se alzó en armas, era una simple silla de montar.

Pero esos siete años, desde la derrota en 711 hasta la rebelión en las montañas de Asturias, son muy
oscuros. En principio, Pelayo fue, como otros godos e hispanorromanos notables, parte de la aparatosa
espantada, desparrame sin orden ni concierto, de los cristianos ante los invasores moros.

Sin capacidad para fortalecerse en Toledo o atrincherarse siquiera en las tierras altas dela Meseta ,
aquellas tropas fueron dando tumbos y rindiéndose, cada vez más al norte, hasta pasar los Pirineos o
quedar contra el Cantábrico, en las montañas astures y cántabras.

Pero también las tierras asturianas cayeron bajo control musulmán. Munuza se llamaba el gobernador de
aquella comarca, que se estableció en lo que hoy es Gijón. En virtud de los acuerdos entre cristianos
derrotados y musulmanes vencedores, Pelayo marchó a Córdoba como enviado o como rehén, mientras
una hermana suya, con la que había hehco toda la retirada hasta el norte, quedaba en Asturias.

La hermana de Pelayo, mientras éste vivía en Córdoba, pasó al harén de Munuza y este hecco fue uno
de los determinantes en su rebelión. Probablemente, los musulmanes rompieron sus promesas de
respetar la religión y costumbres de los cristianos en cuanto se vieron dueños de la situación y eso movió
a los soldados más cualificados a declararse en guerra.

La desigualdad entre los ocupantes y los rebeldes era tan grande que se comprende lo limitado del
ejército de Pelayo, pero también debía de ser muy clara la disyuntiva de someterse totalmente o luchar a
muerte para que un grupo suficientemente furte emprendiera tan desigual batalla.

No había reivindicaciones, no había reformas por discutir y ni unos ni otros buscaron un pacto. Por
ambas partes estaba clara la determinación de luchar. En los moros, para aniquilar a los cristianos
rebeldes; y en los cristianos, para defenderse de los moros.

Desde el principio de la guerra, y así lo cuentan los propios cronistas árabes, Pelayo fue rey. Es por
tanto muy posible que su elección fuera clandestina y previa a la rebelión. Como la monarquía goda era
electiva bastaría con la pertenencia de Pelayo a la familia del rey Rodrigo e, incluso, con su incostestada
jefatura militar para alcanzar la corona.

Como desde Recaredo los reyes godos y cristianos lo eran de toda España y como además no existía
un territorio claro dominado por Pelayo y sus menguadas huestes, ostentar esa corona lo significaba todo
a la vez no significaba nada. Pelayo era rey de España, pero dela España perdida, con la excepción de
los reductos, más humanos que geográficos, de las montañas astures.La España cristiana era más una
reivindicación que una realidad, una empresa más que un negocio.

Pelayo entronca su realeza de forma natural con la monarquía goda, pero, como dijo el historiador moro
Ben Jaldún y repetía gustoso el cristianísimo Fray Justo Pérez de Urben, «con él comienza una dinastía
nueva sobre un pueblo nuevo». La legitimidad, al margen del origen godo, hispanorromano o mixto, se
forma en una lucha que es territorial y religiosa, de legitimidad y de fuerza.

El objeto de la contienda está bien claro desde el principio: el antiguo territorio dela España visigoda,
antes hispanorromana, donde se practicaba la religión de Cristo. En recobrar ese territorio para un orden
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político que ya no era ni podía ser godo, sino esencialmente cristiano, se entretendrán los habitantes dela
Península Ibérica y sus islas anejas cerca de 800 años.

Naturalmente, al principio, los nobles godos que vivían con cierta comodidad sometidos a los
musulmanes consideraron disparatado el proyecto de Pelayo. Mucho más cuando el valí Ambasa
encabezó un ejército para ayudar a Munuza y aplastar definitivamente a los cristianos.

Los rebeldes, según el historiador musulmán Al Maqqari, que recoge testimonios de la famosa Crónica
del Moro Rasis (Al Rasis), Ben Haz, y Ben Jaldún, llegaron a pasarlo muy mal: «No quedaba sino la
roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con 300 hombres. Los musulmanes no dejaron de atacarle
hasta que sus soldados murieron de hambre, y no quedaron en su compañía más que 30 hombres y 10
mujeres». Pero fueran esas sus fuerzas o superiores, el hecho indiscutible es que Pelayo consiguió
escapar.

Ambasa consideró suficiente el castigo porque llevó sus tropas más allá de los Pirineos, donde tomó
Narbona y sitió Tolosa, lugar en que encontró la muerte. Alqama, su sucesor, tuvo que hacer frente de
nuevo a Pelayo, señal de que se había rehecho y reforzado. Que no se trataba de una simple rebelión
más o menos militar sino de un movimiento de indudable calado político lo prueba que en la expedición
iba el obispo toledano Don Oppas, del clan de Vitiza, sin duda para romper la unidad de godos y
cristianos rebeldes.

Pero no pudieron con Pelayo. Cabe los Picos de Europa, por donde se despeña el río Auseba, en las
cercanías de una cueva consagrada a Santa María, tuvo lugar en 722 una de tantas emboscadas que
sufrieron las tropas de Alqama y su recuerdo, símbolo de aquella campaña victoriosa, acabó por
denominarse Covadonga. Qué duda cabe que responde a un hecho cierto, a uno de tantos, y que hubo
otros con resultado opuesto. Pero es ética y estéticamente justo que en aquel lugar se recuerde la hazaña
de Don Pelayo. ¿Donde mejor?

Dotado de indudable talento militar y de prestigio político, Pelayo llevó sus tropas y su pequeña corte
ambulante a las cercanas montañas cántabras y amplió así tanto sus lugares de ataque como de retirada.
Durante más de 18 años sopotó ataques de los musulmanes y los devolvió, con el balance final de la
consolidación de un reino cristiano español en la coronilla de un riquísimo y poderoso califato musulmán,
también español, que hizo de Córdoba «luz de Europa», según la sabia monja germana Hroswitha. A la
sombra de aquella hermosa luz, los sucesores de Pelayo consolidaron la dinastía asturiana, que fue, de
hecho y de derecho, la monarquía cristiana de España.

Pelayo creó, en efecto, una dinastía nueva para un pueblo nuevo, o mejor, un renuevo del viejo pueblo
hispano. Legó un trono a caballo, un trámite entre precipicios, pero después de casi dos décadas de
lucha contra un enemigo infinitamente superior nadie discutió su legitimidad.

Cuando su hijo y heredero Don Favila murió despedazado por un oso, le sucedió el hijo de Pedro,
duque de Cantabria, el noble más importante de los que le habían reconocido como rey. El hijo de
Pedro estaba casado con Ermesinda, hija de Pelayo, y reinó con el nombre deAlfonso I El Católico .
Reconquistó Galicia y la comarca de las Bardulias, llamada también Castilla. Pero eso ya no pudo verlo
Don Pelayo, aunque sin duda lo soñó.

EMILIA PARDO BAZAN: La genio

El Mundo, 29/03/1998

Entre los novelistas del XIX, sólo la superan Galdós y Clarín. Fue la primera corresponsal en el
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extranjero. Fundó el «Nuevo teatro crítico». Abandonó pronto el verso por la prosa. Se casó a los 17
años pero le duró poco. Con 25 años, derrotó en un certamen de ensayo a Concepción Arenal.

No hay en la cultura española moderna fenómeno de personalidad, creatividad,


gracia, hondura y libertad, de genio en suma, como Doña Emilia Pardo Bazón. Entre los novelistas del
XIX, sólo la superan Galdós y Clarín. Entre los intelectuales de signo liberal no hay media docena
comparable.

Es también la primera gran periodista española, escribiendo sin cesar desde 1876 hasta su muerte; fue la
primera corresponsal en el extranjero -Roma y París-; fundó y dirigió el«Nuevo Teatro Crítico» ;
recogió enLa cuestión palpitante su textos sobre estética naturalista enLa Epoca ; y reunió sus grandes
artículos feministas deLa España Moderna enLa Mujer Española , acaso el libro más imporante y
menos conocido del feminismo español. Conquistó, en fin, un lugar de honor en nuestras letras -cuando
reverdecían-, y suspuso en la sociead dela Restauración un terremoto permanente, una perpetua
novedad.

Todo lo hizo a pesar de ser mujer, sin dejar de ser mujer y reivindicando su condición de ser mujer.
Cuando no había cuotas ni discriminaciones positivas, Doña Emilia fue un ejemplo para muchos
españoles de lo que significaba la igualdad de los sexos en libertad. Le costó no pocos sinsabores, pero
tuvo el orgullo y la categoría de no quejarse jamás. Vivió casi cuanto quiso, casi como quiso y casi de lo
que quiso. Dejó una obra admirable que se leerá en el siglo XXI con más gusto y reconocimiento que en
el siglo XX. Y aunque su nombre ande hoy perdido enla Universidad rumiante y en la edición académica,
acabará como personaje de película, porque lo es.

Nació enLa Coruña -Marineda en sus novelas- el 16 de septiembre de 1851. Heredó el liberalismo de
su padre, Don José, y el carácter abierto, emprendedor e independiente de su madre, Doña Amalia dela
Rúa. Su infancia fue un paseo entre bibliotecas, de la estupenda de su casa a la de otra condesa
admirable, la de Espoz y Mina, cuyasMemorias son uno de los grandes retratos de nuestro siglo XIX.

Leyó siempre con prisa, con fruición, con ferocidad. Literatura y política andaban juntos en aquellos
años. Y la familia de Pardo Bazón leía al Duque de Rivas, a Quintana, a su paisanoNicomedes-Pastor
Díaz y a Zorrilla. Emilita idolatraba al autor delTenorio .

Y tanto como leyó quiso que la leyeran. Su indiscutible biógrafa Carmen Bravo Villasante cuenta que,
de muy niña, arrojaba desde el balcón papelitos con versos patrióticos a los soldados que volvían de
Africa, y que, en otra ocasión, propinó una oda al veterano conspirador y sempiterno galán Don
Salustiano Olózaga, de visita en su casa. Abandonó pronto y, casi del todo, el verso por la prosa.
También, de alguna forma, la soltería por el matrimonio, a los 17 años. Duró poco el connubio, sustituído
por un discreto acuerdo de separación como pareja y continuidad familiar.

Adoraba a sus hijos, en especial a Jaime, al que dedicó un libro de poemas con su nombre como título
que le editó uno de sus mentores de adulta, Don Francisco Giner de los Ríos. El marido, Don José
Quiroga, se sometió con apreciable dignidad al seísmo con faldas que lo arrasó desde los 15 años.
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Doña Emilia, como Galdós, Pereda y otros forzados de la pluma en su tiempo, escribió mucho:
artículos, cuentos, novelas, ensayos y reportajes.

Con sólo 25 años, derrotó en un certamen de ensayo a Concepción Arenal, con una obra sobre el
Teatro del Padre Feijóo. Tardó un poco en cogerle el aire al género narrativo:Pascual López (1879),
obra estudiantil e iniciática, yUn viaje de novios (1881), novela y crónica de balnearios europeos ricos.
Pero conLa Tribuna (1882) logra su primera obra redonda, dentro de la estética naturalista a la que
dedicó el ensayo ya citado,La cuestión palpitante , prologado por Clarín y criticado por casi todos,
menos Galdós.

No es, como se ha dicho, la primera vez que aparece la mujer en un ambiente obrero, ya que la novela
primogénita del realismo folletinesco español esMaría o la hija de un jornalero , pero el personaje de
la cigarrera y revolucionaria Amparo, tan moderno, delicado y complejo, es el primero arrollador y con
estilo. Un pregón feminista en un reloj de precisión.

Tras retratar lo urbano, Doña Emilia, que pasaba largas temporadas en su hermosa casa del Pazo de
Meirás, y después de un par de tanteos,Bucólica (1884) yEl Cisne de Villamorta (1885), escribe el
gran fresco rural, recreando a su gusto un campo gallego violento, sensual, lleno de contrastes sociales y
culturales, en dos obras formidables:Los pazos de Ulloa (1886) yLa madre naturaleza (1887):

Escribiendo a novela por año, nuestra autora no deja de cultivar el llamado naturalismo, que hoy nos
parece simplemente una literatura sin censura y con predilección por los conflictos sociales y sexuales, o
sea,naturales .La piedra angular , publicada casi un lustro después, es el epílogo de este denso y
coherente trayecto literario.

Pero entre sus dos grandes obras rurales, Doña Emilia publica dos obritas fascinantes, madrileñas y
autobiográficas.Morriña cuenta un amor fatal con tintes adúlteros y de intriga.Insolación es tal vez so
obra más redonda, más nítida y atrevida, de técnica portentosa y actualísima.

Es la historia de una seducción en los derribos, aceras, afueras y ferias de Madrid. Pero una seducción
que no es caída ni tragedia, como en la obra anterior, sino crónica precisa de la fatalidad de las
circunstancias, del destino en detalle. Puede considerarse también una descripción muy libre, aunque sin
estridencias, del deseo femenino, de su inclinación al sexo inconveniente cuando la ocasión la pintan
calva. Fue un escandalazo.

Y es que casi todos vieron en aquellos dos relatos que la condesa de Pardo Bazán no sólo se complacía
en mostrar los apetitos crudos y las relaciones salvajes en la naturaleza semifeudal gallega sino que
desnudaba en público, ante el Todo Madrid, sus propias historias de alcoba.

Vivía Doña Emilia el apogeo de su popularidad y era el blanco de todas las controversias y el perejil de
todas las salsas. Pudo ser la primera presidenta del Ateneo y debió ser la primera Académica dela
Lengua , pero lo impidieron las resistencias machistas y las envidias femeniles. Si unos detestaban que se
metiera en cosas de hombres, otras le envidiaban su fama y su libertad como mujer. La odiaban porque
hacía lo que ellas ni se atrevían a pensar.

¿Exposición Universal de París? Allí está Doña Emilia, que se ha atrevido a llevarle la contraria en un
café a Víctor Hugo, asistiendo a la inauguración y contándola en la prensa. ¿Llega la novela rusa? Pues
ahí está Doña Emilia presentándola por la versión francesa en tres célebres conferencias madrileñas,
luego editadas en libro. ¿Y quién está en primera fila? Pues su próximo amante: el mismísimo Galdós.
Compréndase la envidia ante el fenómeno.
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Pasión crepuscular y relativa, respetuosa y simpática, ésta de Doña Emilia y Don Benito, que ambos
simultanean con otras atenciones amorosas: él, mantenidas pobres y amantes ricas; ella, amoríos
fulminantes con jóvenes como Lázaro Galdiano y Narcís Oller. La fuerte y la que traiciona es ella, pero
se hace perdonar.

Galdós le llevaba 10 años pero tenía un gran porte, mientras ella, que nunca fue guapa, estaba cetácea,
pero las cartas explican de forma hilarante y tierna por qué resultaba tan atractiva. Era una fuerza de la
naturaleza y tenía en el coloquio íntimo una gracia chamberilera impensable en una condesa gallega con
sus años y arrobas. Por eso era irresistible.

Las broncas tampoco la dejaban indiferente. EnUna Cristiana yLa Prueba , de 1890, parece trabar
polémica a través de la ficción con algunos de sus detractores morales, como el Padre Coloma,
Menéndez Pelayo y Pereda. La diferencia de edad entre enamorados, el cruce de afectos o deberes
familiares y el remordimiento religioso prueban en ambas novelas que Doña Emilia tenía más en cuenta la
opinión de lo que aparentaba.Adán y Eva , que agrupaMemorias de un solterón (1891) yDoña
Milagros (1894), parece la justificación del romance galdosiano. Pero enLa Quimera (1895) vuelve al
aguafuerte para retratar aquel Madrid polvoriento y bizcochable.

Doña Emilia presumía de trabajar para vivir, y no paraba.

EnLa sirena negra (1898) se confesó por última vez. Publicó seis libros de cuentos y el erudito Varela
Jácome ha descubierto una novela inédita:Selva . Cuando se fue, el 12 de mayo de 1921, había
conseguido el título de Catedrática de Literaturas Neolatinas y su artículo póstumo se tituló:El aprendiz
de helenista . ¡Setenta años y empezando! Dicen que murió pero está vivísima.

TODA AZNAR: La reina Toda

El Mundo, 05/04/1998

Fue esposa de Sancho Garcés I, que destronó al «Tuerto» y la hizo reina de Navarra. Se daba tanta
prisa en someterse a Abderramán III como en traicionarlo. Su política de matrimonios logró la paz entre
Iñigos y Jimenos. Murió descalabrada al caer por la torre del homenaje de su castillo pamplonés.

Toda Aznar, bisnieta del rey García Iñiguez de Pamplona; nieta por parte de
madre del rey Fortuño Iñiguez, llamado el Tuerto; esposa de Sancho Garcés I, que destronó al Tuerto y
la hizo reina; madre del rey García II; tía del califa Abderramán III; abuela de dos reyes de León y de
Sancho de Navarra; suegra de Fernán González; tía de casi todos los nobles importantes dela Península
y la mayor casamentera conocida a este lado de los Pirineos, tanto entre cristianos como entre
musulmanes, fue con bastante probabilidad la mujer más importante dela Alta Edad Media española,
aunque, sin duda, no la mejor. Lástima que Sánchez Albornoz, en su legendaria disputa con Lévi
Provençal sobre las fuentes históricas árabes del Reino de Pamplona; Pérez de urbel, en su detallista
reconstrucción de la guerra de clanes vascones, o García de Cortázar, gran sistematizador de la
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complicadísima urdimbre de familias, clanes, pactos, repactos y recontrapactos que anudan la cadena de
posesiones cristianas pirenaicas no hayan podido darnos más datos sabrosos sobre la reina Toda. Los
que tenemos, sin embargo, nos permiten asomarnos a una existencia febril, dilatada y, en el sentido literal
del término, extraordinaria.

Hace pocos años se publicó El viaje de la reina, de Angeles de Irisarri, visión amena pero quizás en
exceso amable de la última hazaña de esta fiera coronada.

Nació Toda Azanar el 2 de enero del 876 y murió el 15 de octubre de 958. Ochenta y dos años tenía al
dejar este mundo y era de tan vigorosa naturaleza, tan política y tan ferzo defensora de su causa, que sus
últimos meses de vida los pasó viajando de Pamplona a Córdoba y de Córdoba a Pamplona para pagar
una cura de adelgazamiento y el trono de León para su nieto Sancho el Gordo, que lo había perdido a
manos de su hermano jorobado Ordoño, llamado El Malo.

Quienes creen que la dieta, la línea y la bulimia son términos odiosamente contemporáneos, propios del
siglo XX, deben saber que hace más de 1.000 años en España un rey perdió el trono por perder la línea
-en realidad, estaba tan gordo y tan deforme que no podía montar a caballo ni sostener la espada- y lo
recobró gracias a la cura de adelgazamiento del famoso Hasday Ben Hasprut, que viajó desde Córdoba
a Pamplona con sus hierbas mágicas y lo dejó hecho un adonis. A cambio, la reina Toda, su hijo el rey
García y el ex-obeso Sancho viajaron a Córdoba para rendir vasallaje a Abderramán III. Luego, el califa
les prestó un ejército bajo las órdenes de Ben Tumlus, que en un año puso a Sancho en ocndiciones de
echar a Ordoño y de derrotar a su suegro Fernán González, que es lo que buscaba la anciana Toda. Fue
su última y soberbia demostración de poder.

Era de estirpe vascona y raíz gascona, ultrapirenaica. Hay un Aznar conde de Gascuña en tiempos de
Ludovico Pío, que fue hecho prisionero en el segundo Rondesvalles y que era sin duda uno de los hispani
que se instalaron en territorio franco tras la conquista dela Península por los musulmanes. Según les iba
en la guerra al imperio carolingio o a los señores musulmanes del valle del Ebro, dependientes del
emirato cordobés, estos clanes se instalaban a uno u otro lado de los Pirineos. Durante el siglo IX, en el
primitivo solar navarro se establecieron dos grandes familias, la vasconade los Iñigo, es decir, los Iñiguez,
en torno a Pamplona, y la gascona de los Jimeno, o sea, los Jiménez, que tras encabezar una rebelión
contra los francos se instalaron en torno a Leire. Al principio se impusieron los vascones y, uno de ellos,
Iñigo Iñiguez, llamado Arista, se proclamó rey de Pamplona con el apoyode los Jimeno. Juntos
resistieron las acometidas de origen franco o cordobés, ayudados por la alianza conlos Muza de Tudela.
En esta familia destacó Muza ben Muza, hijo de la misma madre que Iñigo Arista aunque de distinto
padre y de distinto credo, que contó con la ayuda de los pamploneses cuando desde Córdoba le querían
apretar las tuercas. Tanto los cristianos de las montañas como los musulmanes del valle eran de origen
hispanogodo y buscaban escapar del control de sus patronos, francos o cordobeses, en cuanto podían.
Los matrimonios cruzados fueron la fórmula habitual de sus alianzas, aunque ni los lazos de sangre eran
entonces seguros.

Los Iñigos mantuvieron la primacía en el reino de Pamplona apoyados en los vascones menos
cristianizados y bajo la tutela de los poderosos Banu Quase, descendientes del muladí Casio, un conde
hispanogodo que se pasó a los musulmanes a cambio de conservar el control de valle del Ebro. Pero en
el año 905 Sancho Garcés, de la familia Jimena y procedente del núcleo gascón, más cristianizado,
derrocó al rey Fortún Iñiguez, el Tuerto, y se proclamó rey. Su esposa, nuestra Toda, aunque era una
Iñiguez, respaldó, si no empujó, a su marido en la conquista del trono, fundando la dinastía Jimena.

Durante 20 años, Sancho Garcés I y Toda Aznar cambian por completo la política navarra. Su alianza
ya no será con los musulmanes de Tudela sino con los cristianos de León y su expansión llegará hasta el
Ebro por el Sur, el condado de Aragón por el Este y los de Alava y Castilla por el Oeste, sin dejar de
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combatir a los cordobeses, quienes al empezar el verano solían saquearles a conciencia.

Cuando muere Sancho Garcés I, en el 925, los Jiménez no se fían de la reina -al cabo una Iñiguez- y
como el joven príncipe don García sólo tiene seis años, sientan en el trono a don Jimeno, hermano del
rey muerto. Pero muere seis años después y entonces Toda toma el poder ya sin oposición. Su autoridad
será indiscutible y lo demostró combatiendo contra todo el mundo, dentro y fuera del reino.

Aunque los intratables cordobeses la obligaron más de una vez a rendirles pleitesía, Toda se daba tanta
prisa en someterse como en traicionarles. En Simancas, la peor derrota de Abderramán III, los cronistas
de allende los Pirineos describen a Toda a caballo, empuñando la espada y animando a los suyos a
matar sarracenos. Pero además, Toda fue gran política experta en bodas. A sus hijas Sancha, Oneca,
Urraca y Velasquita las casó muchísimo. Ya en vida de su marido, a Sancha la casaron con Ordoño II
de León, que le vivió unos meses, luego con el conde de Alava, Herreméliz, y finalmente con Fernán
González, el hijo que hubiera querido Toda si no le hubiese gustado tanto mandar. El conde castellano
tenía además una madre de aúpa, Muniadona, llamada en árabe Muma y en latín comitissima, que era
como Toda pero con más hijo.

A Oneca la casó con Alfonso IV de León y luego con Abadalá, emir de Córdoba. A Urraca, con el
hermano y rival de Alfonso, Ramiro de León, una vez que conquistó el trono con ayuda de los navarros.
Y a Velasquita, con el conde Munio de Alava y, apenas se le murió, con el conde, Galindo Aznar, de
Ribagorza. Por su puesto, después de las hijas, Toda colocó a sobrinas y nietas en todos los tálamos de
alcurnia. Pero llegó demasiado lejos: casó a su hijo García con una prima carnal, Andregoto, hija de
Galindo Aznar y de Sancha Garcés, y, al cabo de cierto tiempo, García se atrevió a rebelarse, repudió a
Andregoto, aunque ya tenían descendencia y se trajo de león a la que fue reina Teresa. Toda dejó a
García por imposible y se dedicó a su nieto Sancho.

La última batalla de Toda es la que le enfrentó a su consuegra Muniadona y a Fernán González. El rey
Ordoño de León, nieto de Toda, estaba casado con una hija de Fernán González pero la abandonó por
una hermosa gallega. El padre y la abuela de la repudiada pactaron con Toda que Sancho el Gordo,
también nieto suyo, sería rey de León, apoyado por navarros y castellanos, pero Ordoño, cuando los vio
venir, acordó con Fernán González la readmisión de su hija y Toda se quedó con el Gordo en la meseta.
Entonces tuvo lugar la citada -y novelada por Irisarri- aventura de la dieta adelgazante, la sumisión ante
Abderramán, la derrota de Ordoño y la humillación final de Fernán González. Cumplia su venganza,
Toda ya preparaba otras bodas: su nieta Urraca Garcés se casaría con Fernán González, viudo de su
hija Sancha, y sería condesa, como quien dice reina de Castilla; y la hija de Fernán González, Urraca
Fernández, se casaría con su nieto Sancho y sería reina de Navarra. De esa forma, se haría de nuevo la
paz entre los buenos vecinos. Y realmente así sucedió.

Quizá porque no podía terminar mejor la historia, aquel día de otoño del 958 Toda Aznar subió
satisfecha a la torre del homenaje de su castillo pamplonés para contemplar los chopos ya bermejos
junto a las aguas frías y las llanuras altas en el horizonte pardo y verde. No sabemos si sufrió un síncope
o sintió que se moría y quiso contemplar sus tierras por última vez. Fuera como fuese, cayó rodando por
la escalera de caracol de piedra. Y se descalabró.

ISABEL DE BORBON:La Chata

El Mundo, 12/04/1998

Fue princesa de Asturias en dos ocasiones, aunque nunca llegó al trono. A los tres años de su boda, su
marido se suicidó. Aficionada a los toros y a las verbenas, se ganó la simpatía del pueblo. Era una
excelente pianista. Tras la muerte de Alfonso XII, Cánovas la obligó a renunciar a la corona.
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Una de las actividades más pertinaces de los españoles durante los siglos XIX y XX
ha sido la de expulsar del trono y del país a la familila Borbón para luego volver a instalarla y continuar la
dinastía. Sin duda se trata de una relación pasional, en la que el amor y el odio se alternan
desordenadamente, pero hay en ella oasis de tranquilo afecto que prueban la nostalgia de una relación
menos conflictiva. Uno de esos episodios amables es el de la vida de quien fue dos veces heredera del
trono, doña Isabel de Borbón, popularmente conocida comoLa Chata.

Es el único caso de Borbón que, al llegarla II República , recibió la petición de que continuara viviendo
en España. Sin embargo, la infanta, que estaba enferma y tenía casi 80 años, se fue al exilio con el resto
de la familia para morir en París, en un convento de Auteuil, el 23 de abri de 1931, cinco días después
de partir hacia el destierro. El semanario Crónica le dedicó su portada con este pie: «Era,
indiscutiblemente, la figura dela Familia Real más popular y querida en Madrid, por su espíritu
democrátio y castizo».

Efectivamente, la popularidad dela dos veces princesa de Asturias, cinco años hasta que nació Alfonso
XII y unos meses hasta que nació Alfonso XIII, era enorme. Lo fue siempre y por muchas razones, pero
acaso la más importante es que habiendo nacido en el Palacio Real acudía a los mismos sitios que el
pueblo llano: romerías, procesiones, verbenas, saraos, meriendas y, por supuesto, a los toros.

Hasta la vuelta del exilio de doña María de las Mercedes, madre del Rey Juan Carlos, no ha habido enla
Familia Real una visitante más asidua ala Monumental de Las Ventas y, antes, dela Plaza Vieja dela
Fuente del Berro. A diferencia de doña Mercedes, devota de Curro Romero, no seguía la escuela
sevillana y su favorito fue el gran Vicente Pastor.

Los madrileños la querían porque no se perdía una fiesta, porque presidió todas las organizaciones
caritativas imaginables, porque vestía de forma llamativa y alegre, porque hablaba con cualquiera y
porque, siendo de tan alta cuna, fue desgraciadísima en su vida particular. Esto siempre ha provocado la
simpatía popular. Además tenía una cara fea y simpática, con la nricilla remangada, y eso le valió pronto
el mote deLa Chata que la infanta acabó apreciando. El«¡ VivaLa Chata !» que gritaban todos a su paso
cuando iba a los toros, dadas las circunstancias políticas, era muy de agradecer.

Nació Isabel, princesa de Asturias, el 20 de diciembre de 1851, hija de la reina Castiza, Isabel II. Era
su segundo alumbramiento pero el primero, un niño, nació muerto. Casi dos días duró el parto hasta que
su padre oficial, el rey consorte Francisco de Asís, la presentó públicamente en la ritual bandeja de plata,
junto al presidente del Consejo don Juan Bravo Murillo. Afortunadamente, el rey no montó el escándalo
del alumbramiento anterior, buscando parecidos del muertecito con supuestos amantes de su majestad.
En cambio, la infanta estuvo a punto de quedarse huérfana antes de salir a la calle, cuando su madre la
llevaba ala Virgen de Atocha. A la salida de la capilla de Palacio, un cura loco, llamado Martín Merino,
se abalanzó sobre la reina y la apuñaló. El gesto instintivo del brazo y las ballenas del corsé dejaron en
herida leve un golpe que pudo ser mortal.

El regicida confeso fue juzgado, condenado y ejecutado rapidísimamente; el gobierno mandó destruir los
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legajos del juicio y, como hubo luego no pocas conspiraciones organizadas por el cuñado de Isabel II,
duque de Montpensier, se ha especulado mucho con la alta inspiración del magnicidio frustrado; pero a
diferencia del asesinato de Prim, de éste no se ha probado nada. Y ya es tarde.

Tres años después tuvo Isabel una hermanita, Cristina, que murió a los tres días. Y el 28 de noviembre
de 1857 nació Alfonso, el futuro Alfonso XII, por ley Príncipe de Asturias y heredero del trono. Se
supuso que la niña le tendría celos, pero la verdad es que desarrolló pronto una disposición maternal y
protectora que les hizo inseparables de por vida. Juntos y solos pasaron varios años y luego se les
unieron las infantas que sobrevivieron: Pilar, Paz y Eulalia. Murió la quinta infanta, María dela
Concepción , a los dos años, y el noveno y último, Francisco de Asís, a los 20 días. Siempre hubo dos
grupos: el de Isabel y Alfonso y el de las otras tres infantas, con la menor de las cuales, Eulalia, la más
lista de todas, se levóLa Chata siempre fatal.

Sabido es que Isabel II ponía tanta prisa en pecar como en arrepentirse, lo que la hizo deudora del
padre Claret y de Sor Patrocinio, confesor y consejra espiritual que cargaron no pocas veces con culpas
de la soberana. Pero entre los sucesos que dela Reina conceptuó como desastres hubo uno que
repercutió trágicamente en su primogénita y fue el reconocimiento del Reino de Italia, creado a costa de
la soberanía temporal del Papa y los Borbones de Nápoles. Isabel II reconoció a Italia, porque así lo
impusieron los gobiernos constitucionales, pero su corazón inquieto y modorro buscaba un desquite, y lo
encontró en la boda de Isabel con uno de los hijos de los destronados napollitanos, Cayetano, conde de
Girgenti. No fue una boda de Estado, fue la chapuza de una reina tarambana que quiso hacer un gesto
político de sumisión al Papa entregando a su hija de 16 años a modo de penitencia.

No hubo nunca entre Isabel y Cayetano amor, entusiasmo, ni siquiera interés. Se casaron el 13 de mayo
de 1868, se fueron de viaje de bodas y en el extranjero les pillóla Gloriosa y el destronamiento de Isabel.
Si se adelanta unos meses el general Serrano en echar de España a su antigua amante, se libraLa Chata
del bodorrio. El desventurado marido, después de obsequiarla con unos ataques de epilepsia
-enfermedad sobre la que nadie había advertido a la recién casada- y de tratar de arrojarse por un
balcón, acabó pegándose un tiro en Lucerna, el 26 de noviembre de 1871. Con apenas 20 años, Isabel
se quedaba viuda y en el exilio. Desde entonces se le tuvo justificada lástima. Tres años pasó de luto,
mientras España vivía un trasiego de generales, saboyas, repúblicas y violentos líos. De pronto,la
Restauración. Alfonso fue rey gracias a Cánovas, pero sólo tras la obligada renuncia de Isabel II. El rey
consorte, muy querido por sus hijos, se quedó en Epinay con su amigo Meneses. A diferencia de la
reina, nunca quiso regresar.

Isabel estaba en edad de volver a casarse, pero el destinado a ser otro marido curioso, el archiduque
Luis Salvador, no aceptó. Así que se instaló en un palacete de la calle Quintana con tres damas de
compañía, algún servicio y un par de gatos. Empleaba su tiempo en obras benéficas y en pasear por la
calle, que acaso por la experiencia del exilio recorría con fruición. Pronto perdió la línea y, de ser una
chica feucha pero atractiva, pasó a convertirse en señora de triple papada con gesto entre serio y burlón.
Gran amiga de la música, excelente pianista y hasta compositora a ratos, apadrinó a jóvenes talentos
como Arbós. No fue bibliófila pero le gustaba la cerámica y los cacharros en general. En todas las
romerías acudía a ella un enjambre de vendedores y a todos les comproba, emplazándoles a cobrar en
su casa al día siguiente. Siempre pagó. Fue también excelente cazadora y gran amazona, pero una vez se
cayó del caballo y casi se mata. Le quedó cicatriz y nunca volvió a montar.

Vivió encantada el matrimonio de su hermano con María de las Mercedes, la muerte súbita de ésta y
luego la del rey, estando María Cristina en cinta. Era de nuevo heredera del trono, pero cánovas, para
ahorrarse la pensión, se negó a nombrarla Princesa de Asturias. Se aguantó, qué remedio. La tragedia la
acercó mucho a Crista y prodigó al recién nacido los mismos cuidados que antaño su padre. De segunda
madre viuda, veía pasar los años.
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Su mayor hazaña diplomática fue el viaje a Buenos Aires en el Centenario dela Independencia argentina,
llevando la representación real. El periplo de Alfonso XII, una epopeya mundana de la época, contó con
periódico a bordo que recogía las vicisitudes del empingorotado pasaje. En su biografía deLa Chata ,
Francisco Azorín recuerda que, al pasar el Ecuador, su alteza dio permiso para cambiar el atuendo por
pijamas de seda. En Buenos Aires, el gentío estuvo varias veces a punto de aplastarla. Un triunfo.

Pero su gran éxito político fue convertirse en parte del paiseje madrileño. Por eso al llegarla República
ala Puerta del Sol no quería prescindir de tan ilustre vecina. Al saberse su muerte, en Las Ventas se
guardó un minuto largo de silencio. En 1991, trajeron sus restos a España y la enterraron enLa Granja ,
donde pasaba los veranos. Cerca siempre de Madrid.

ANTONIO MACHADO: El poeta bueno

El Mundo, 19/04/1998

Fue un pésimo estudiante al que le costó terminar el bachillerato. Con 35 años se casó con Leonor, que
tenía 15. Juan Ramón le reprochó su oportunismo político y literario. Formó parte del séquito intelectual
de Ortega, que le ayudó enla Academia dela Lengua. Murió exiliado en Francia.

Ningún poeta del siglo XX nos llega tan a lo hondo como Antonio Machado. Nadie
como él ha conseguido con unos pocos poemas en verso pobre, aconsonantado, ripioso a veces, una
emoción lírica, una densidad tal de sentimiento que lo colocan entre los mayores de la historia de nuestra
lengua. En un siglo de grandes poemtas, como no los había desde el XVII, su libro Campos de Castilla,
que nunca fue un libro del todo, tiene los versos más enteros de su generación, la famosa del 98, e
incluso de la siguiente, la célebre del 27. En su tiempo hay un poeta mayor, Juan Ramón Jiménez; hay un
precursor genial, Rubén Darío; y con él coexisten jóvenes prodigiosos, como Cernuda, Alberti o Lorca;
pero de todos ellos seguramente el más profundo y duradero es Antonio Machado. Sobrevive incluso a
sus admiradores, virtud concedida a muy pocos elegidos.

La clave del esplendor seco y melancólico de la poesía machadiana tiene nombre propio: Leonor. Así se
llamó una de las dos mujeres de su vida, sin duda la principal, un amor fatal, hermoso, paradójico, un
poco grotesco y al que la muerte puso fin de un tajo. Leonor era hija de un sargento retirado dela
Guardia Civil , Deferino Izquierdo, y de Isabel Cuevas, quienes se habían trasladado a Soria desde el
pueblo de Almenar y pusieron fonda. Allí apareció un día de 1907, después de merodear por otras
pensiones, el nuevo catedrático de Francés del Instituo de Soria, nuestro poeta, con 33 años muy
vividos, muy bebidos y muy baqueteados. Leonor tenía 13.

El hombre que llegó a Soria solo, sin dinero y sin esperanzas, era un sevillano nacido en 1875 y recriado
en Madrid. Su padre fue un folclorista mamoso, Antonio Machado Alvarez, Demófilo, que trabajó más
recogiendo coplas que alimentando a su prole, media docena de críos a la sombra de un abuelo
catedrático. Los Machado estudiaron enla Institución Libre de Enseñanza, bajo la dirección de Francisco
Giner de los ríos, pero Antonio fue un pésimo estudiante, no terminó el bachillerato cuando le tocaba y
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tuvo que hacerlo a los 25 años. Nunca estudió una carrera y sólo consiguió la cátedra deFrancés porque
no necesitaba título universitario. Huérfano desde los 18 años, era bohemio, nocherniego, amigo del
flamenco, del vino y las hetairas, muy hermano de su hermano, pero sin su brillantez. Era el hermano de
Manuel, el mismo que acabó siendo el hermano de Antonio. Tuvo veneración por su madre. Amigos de
verdad, muy pocos, casi ninguno. Trató de emigrar a Guatemala, de ser actor, de vivir en Paris por dos
veces. Todo fracasó.

Su primer libro, Soledades (1902), fue saludado elogiosamente por Rubén Darío y Juan Ramón
Jiménez, el no va más. Y el éxito se amplió en otra edición transformada: Soledades, Galerías y otros
poemas (1907). Pero sin más ingresos que los líricos, con traducciones y encargos de lance, se moría de
hambre. Un día, después de alguna juerga de amarga resaca, decidió hacer caso a sus amigos dela
Institución y firmó unas oposiciones deFrancés , para catedrático de Instituto. Las ganó y le tocó Soria.

Y allí, enla Pensión Izquierdo , se enamoró de aquella chiquilla que aún parecía más joven de lo que era.
Estaba recién llegada del pueblo, escribía con faltas de ortografía y, además, estaba don Ceferino al
gatillo. Pero Antonio no era un simple seductor de menores. O no sólo eso. Aquella pasión descabalada
sólo podía terminar en boda o en ataúd y fue, de momento, en boda. Tras cambiar de pensión para
guardar las formas se casó con Leonorcica, como la llamaban en casa, el 30 de julio de 1909. Quince
años tenía la novia. Tras un primer año aparentemente feliz, consiguió una beca oficial para llevar a
Leonor a concer París, pero allí, un 14 de julio, la chiquilla tuvo un vómito de sangre. Diagnosticada la
tuberculosis, volvieron a Soria, Leonor se fue apagando en las manos de Antonio, que la paseó porultima
vez, ya en silla de ruedas, en la primavera del 1912, con el primer ejemplar de Campos de Castilla recién
editado. Murió el primer día de agosto, a los tres años y un día de matrimonio.

Machado estuvo a punto de suicidarse. Si no lo hizo e incluso si reanudó una cierta meditación religiosa,
fue por no resignarse a perder del todo a su mjer-niña. Trasladado rápidamente a Baeza, vivió mucho
tiempo en la ensoñación de Soria, de Leonor, de la soledad terrible en la que había terminado aquel
drama de amor y muerte. Escribió entonces unos poemas sencillamente desesperados, hermosos y
tristes, en los que el amor a la tierra de Castilla y el sueño de amor perdido se mezclan de forma
indisoluble. Se publicaron en una segunda edición de Campos de Castilla, rehecho de nuevo en sus
Poesías completas. Esos poemas de los últimos años en Soria y los primeros en Baeza -Campos de
Soria, A un olmo seco, A José María Palacio- son la culminación del modernismo y al tiempo algo
nuevo, personalísimo. Antes de ellos Machado es un gran poeta. Con ellos, sublime. Después, Los
complementarios, los heterónimos, que empezaron siendo Abel Martín y Juan de Mairena y terminaron
siendo legión (hasta un tal Antonio Machado); muchos poemas dedicadosm, mucho oficio, pero nunca
nada como lo anterior.

A falta de Salamanca, huyó de Baeza a Segovia, donde frecuentaba unas ventas muy tiradas al pie del
Alcázar y dormía grandes curdas entre meretrices de retirada, como él mismo. Publica su obra en
sucesivas ediciones de un mismo libro ampliado, Poesías Completas, y las Nuevas Canciones en 1924.
Juan Ramón rompe con él reprochándole su oportunismo literario y político. Antonio se refugia en la
familia, en especial en su hermano Manuel, con el que dio en escribir varias obras de teatro que tuvieron
muchísimo éxito, como Las Adelfas oLa Lola se va a los Puertos. Forma en el séquito intelectual de
Ortega, que alcanzó su máxima influencia durantela Dictadura de Primo de Rivera. Gracias a ella Antonio
llegó a académico dela Lengua en lugar de don Niceto Alcalá-Zamora, vetado por el dictador. Fue una
candidatura muy radical: lo presentaron el director dela Academia de Artillería y el director del Seminario
de Segovia, y en la docta casa lo apadrinó Azorín.

Primo de Rivera incluso presidió con su hijo José Antonio un banquete en homenaje a los Machado en
1929. sólo dos años después, con el mismo Ortega que saludó elogiosamente ala Dictadura bajola
Monarquía , Machado fundóla Agrupación de Intelectuales al Servicio dela República , e incluso la
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proclamó en Segovia en 1931. Durante esos años republicanos cultivó unos amores platónicos y
patéticos con Pilar Valderrama, a la que llamó Guiamar. Su buena estrella en el teatro se extinguió. En
1936, tiene arteriosclerosis, úlcera, ha perdido casi la vista, se hace masón y, a la vez, compañero de
viaje de los comunistas. En fin, con la guerra comenzó una tragedia que sólo algunos necios han querido
transformar en apoteosis del izquierdismo cívico.

Separado casualmente el 18 de julio de su hermano Manuel, que estaba en Burgos; alejado también en
Guiomar, que huyó a Portugar; Antonio, tan desastrado, quedó a cargo de su madre, anciana y enferma,
y de sus tres hermanos con sus nueras. Se convirtió en una de las figuras del PCE y colaboró en la muy
digna revista Hora de España, pero prologó el libro de discursos de Azaña Los españoles en guerra que
políticamente estaba en las antípodas de los comunistas. También publicó un libro de circunstancias, La
guerra, con digujos de su hermano José. En él, junto a una notable elegía a Lorca y un hermoso cuarteto
a Madrid, se halla un soneto dedicado a Líster que termina: «Si mi pluma valiera tu pistola / de capitán,
contento moriría». Semejante desvarío moral explica mejor que una enciclopedia su situación.

Si la guerra fue terrible para casi todos, guardó para él un cáliz de indecible amargura. Salió de España a
pie, bajo la lluvia helada en finales de enero de 1939, con el turbión humano que pasó los Pirineos tras la
caída sin lucha de Barcelona, y quedó varado con su madre, José y su cuñada, en el pueblecito de
Colliure, en la pensión Quintana. Los inquilinos se preguntaban por qué no bajaban nunca juntos al
comedor los dos hermanos Machado. Al fin supieron que sólo tenían una chaqueta y no querían
aparecer sin ella en público. Se fue muriendo en febrero, casi un mes de agonía, con su madre
agonizando también en la habitación de al lado. Antonio falleció un 22 de febrero; doña Ana, tres días
después.

En los bolsillos de su abrigo encontraron milagrosamente un papelito con un solo verso, que es su
testamento lírico: «Estos días azules y este sol de la infancia». No hace falta más. He ahí de nuevo,
desasido del tiempo y la amargura, el autor de Campos de Castilla, el patriota melancólico, el hombre
solo de la mano de una niña, el escritor sublime, entrañable e inolvidable.

CLARA CAMPOAMOR: Una mujer, un voto

El Mundo, 26/04/1998

Muchos políticos no le perdonaron su exitosa lucha por el sufragio universal. Tras no ser incluida en las
listas del Frente Popular, escribió «Mi pecado mortal. El voto femenino y yo». Murió en el exilio en
1972. Su ideal siempre fue la fusión de todos los republicanos en un partido con Azaña y Lerroux.

A ningún político de ninguna época, a ningún diputado o representante del


pueblo debe tanto la democracia en España como a Clara Campoamor. Le debemos nada menos que el
sufragio universal, idea aparentemente muy admitida pero que para hacerse realidad precisa que las
mujeres tengan los mismos derechos electorales que los hombres, durísima tarea que ha consumido en
casi todos los países las energías de varias generaciones de mujeres y de hombres amigos de la igualdad.
En el nuestro, se consiguió de golpe, sin aparente esfuerzo, porque el esfuerzo lo hizo una persona sola.
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Clara Campoamor fue una mujer que se hizo a sí misma, que luchó siempre contra todo, contra todos y
contra todas -«mi ley es la lucha», decía- para conseguir una España en donde la cuna fuera un origen,
no un destino, y dondela Ley no fuera un castigo sino un amparo. Nació el 12 de febrero de 1888 en una
familia humilde del madrileño barrio de Maravillas. Su padre, Manuel Campoamor Martínez, había
nacido en Santonña y era contable en un periódico madrileño. Su madre, Pilar Rodríguez Martínez, era
modista, y de los tres hijos que tuvo el matrimonio vivieron dos, Clara e Ignacio. Cuando Manuel murió,
Pilar tuvo que sacar a todos adelante con su trabajo. Clarita dejó la escuela y se puso a ayudar a su
madre repartiendo ropa. Entró luego de dependienta en una tienda y a los 21 años hizo oposiciones para
auxiliar del Cuerpo de Correos y Telégrafos. Las ganó y empezó a trabajar en 1910 en San Sebastián.

En 1914 hace oposiciones para profesora de adultas en el Ministerio de Instrucción Pública, ganándolas
con el número uno. Pero sólo puede enseñar taquigrafía y mecanografía, ya que no tenía siquiera el
Bachiller. Decide entonces estudiar mientras sigue ayudando a la familia. Además de sus clases, trabaja
como mecanógrafa en el Ministerio y en el diario mauristaLa Tribuna como secretaria del director,
Cánovas Vervantes, más conocido comoEl Nini (ni en política era Cánovas, ni escribiendo Cervantes).
A Clara este puesto le permitió, sin embargo, conocer a gente, interesarse por la política y convencerse
de que ése era también su sitio. En 1920, cumplidos ya los 32, empieza una vida nueva: se matricula
como alumna de Bachillerato, que termina en dos años, y a continuación enla Facultad de Derecho,
concluyendo la carrera en otros dos. Con 36 años se convierte en una de las pocas licenciadas
españolas ydispuesta a ejercer, cosa que hace desde 1925. Sus ideas sobre la igualdad de la mujer la
acercan al PSOE y prologa el libro de María CambrilsFeminismo Socialista , dedicado a Pablo
Iglesias. Pero ni ella era socialista ni aceptaba la colaboración del PSOE conla Dictadura. Creóla
Asociación Liberal Socialista, pero la dejó cuando no pudo conseguir su definición republicana. Mantuvo
una gran actividad como conferenciante enla Asociación Femenina Universitaria yla Academia de
Jurisprudencia, defendiendo siempre la igualdad de la mujer y la libertad política.

Ilegítimo pero con indudable ánimo renovador, el régimenprimorriverista ofreció a tres abogadas
jóvenes y prestigiosas -Clara Campoamor, Victoria Kent y Matilde Huici- entrar enla Junta del Ateneo.
Sólo Victoria Kent aceptó. Cuandola Academia de Jurisprudencia otorgó a Clara Campoamorla Cruz
de Alfonso XII, por su Premio Extraordinario, también la rechazó, como gesto republicano. A pesar de
su origen humilde y su rápida ascensión social, no abandonó la austeridad en su vida privada ni la
fidelidad a sus principios.

Trabajó con Martí Jara, buen amigo de Azaña, en el embrión de Acción Republicana, en cuyo Consejo
Nacional figuró al principio. Nunca logró su ideal estratégico: la fusión de todos los republicanos en un
gran partido de centro, con Azaña como delfín natural de Lerroux.

Tras la sublevación de Galán y García Hernández en Jaca, su fusilamiento y el proceso del Comité
Revolucionario, Clara asumió la defensa de los implicados, entre ellos su hermano Ignacio. Los pobres lo
pagaron más caro que los ricos, como recordó después. El abandono del trono por Alfonso XIII, tras el
triunfo republicano en las grandes ciudades, llevó al Poder de la noche a la mañana a sus clientes,
convertidos en Gobierno Provisional. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes y aunque el
mito dice quela República dio el derecho al voto a la mujer, no fue así.La II República supuso un
retroceso frente al derecho de voto femenino parcial otorgano por Primo de Rivera. En 1931, la mujer
pudo ser elegida, no electora. Y Clara Campoamor salió diputada en las listas del Partido Radical, al que
se afilió por ser «republicano, liberal, laico y democrático». Su propio ideario político.

Formó parte dela Comisión Constitucional , de 21 diputados, y allí peleó eficazmente por establecer la
no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio,
el divorcio y el sufragio universal, generalmente llamado voto femenino. Todo lo consiguió menos el voto,
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que tuvo que debatirse en el Parlamento. Y allí es donde Clara Campoamor se ganó un puesto
imperecedero en la memoria de la libertad española.

La izquierda, con excepción de un grupo de socialistas y algunos republicanos, no quería que la mujer
votase porque se suponía que estaba más influida porla Iglesia e iba a favorecer a las derechas. Estas
tampoco lo querían pero lo apoyaban porque creían que les podía favorecer. Entonces, el partido
Radical Socialista puso frente a Clara a la otra diputada, Victoria Kent, para negar el voto de la mujer
aplazándolosine die . El debate fue extraordinaio yla Campoamor arrolló. Pero no tenía mayoría. La
consiguió con el apoyo de la minoría derechista, la mayoría del PSOE y algunos republicanos. Victoria
Kent y los radicales trataron de ganar lo perdido mediante una enmienda constitucional, pero Clara la
desbarató.

Cuando la derecha abandonó el Parlamento porla Ley de Congregaciones se hizo el último intento para
impedir el voto femenino, perola Campoamor no sólo se impuso en el debate sino que, contra pronóstico
y por sólo cuatro votos, lo ganó. Apoyándose en el PSOE y en algunos republicanos de derecha,
derrotó a los socialistas de Prieto y a los republicanos de su propio partido, el Radical, el Radical
Socialista y el de Azaña. Prieto salió del hemiciclo diciendo que aquello era «una puñalada trapera ala
República ». Hubo un gran escándalo. Y cuando en el 33la CEDA ganó las elecciones y Lerroux formó
gobierno, sin ellos y con ellos, toda la izquierda le echó la culpa de su derrota a Clara Campoamor. Fue
su muerte política.

En el 33 no consiguió renovar su escaño, en el 34 abandonó el Partido Radical por su subordinación ala


CEDA y los excesos en la represión del golpe revolucionario de Asturias. Pero cuando, en 1934, pidió,
con la mediación de Casares Quiroga, ingresar en Izquierda Republicaca -fusión deradicalsocialistas,
azañistas y galleguistas -, la sometieron a la humillación de abrirle un expediente y votar en público su
admisión, que fue denegada.

Dos afiliadas pasearon en alto su bola negra, jactándose de la venganza. No entró en las listas del
Frente Popular, que ganó por una mayoría más amplia que la derecha en 1933 y, evidentemente, con el
voto femenino. Nadie le pidió disculpas. Escribió entonces, y publicó en mayo de1935,Mipecado
mortal. El voto femenino y yo , testimonio de sus luchas parlamentarias y uno de los libros políticos
más admirables y menos divulgados del siglo XX español.

La guerra la pilló por sorpresa y huyó de Madrid temiendo que la pasearan sus republicanos. En 1937
publicó en ParísLa revolución española vista por una republicana , en francés, nunca editado en
español. Vivió una década en Buenos Aires y se ganó la vida traduciendo, dando conferencias y
escribiendo biografías -Concepción Arenal, Sor Juana Inés dela Cruz , Quevedo-. Trató de volver a
finales de los 40 y a comienzos de los 50, pero se topó con que tenía que serdepurada por haber
pertenecido a la logia masónicaReivindicación . A diferencia de otros exiliados, ella se negó a declarar
por undelito legalísimo cuando se cometió. Así, por principios, se quedó en el exilio para siempre.

En 1955 se instaló en Lausanne (Suiza), trabajando en un bufete hasta que perdió la vista. Murió de
cáncer y de nostalgia en abril de 1972 y mandó que sus restos fueran incinerados en San Sebastián,
donde se hallaba al instaurarsela II República.

Concha Fagoaga y Paloma Saavedra, en su reedición deEl voto femenino y yo , en 1981, citan una
carta de Clara Campoamor en1959 a Martín Telo: «Creo que lo único que ha quedado dela República
fue lo que hice yo: el voto femenino». Cierto. Y con sólo el voto masculino nunca habríamos alcanzado el
sufragio universal.

IGNACIO SANCHEZ MEJIAS: El torero del 27


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El Mundo, 03/05/1998

Fue uno de los grandes toreros del siglo y gran amigo de «Joselito». Su figura quedó inmortalizada en un
poema de Lorca. «La Argentinita», antes novia de «Joselito», fue su gran amor. Murió de gangrena tras
una cogida en agosto de 1934. Fue novelista, poeta, presidente del Betis y actor de cine.

«Ignacio fue una personalidad excepcional y de un atractivo singularísimo. Muy


pocos podrían comparársele, en nuestro siglo: Lawrence de Arabia, Chaplin, Picasso...», dice Andrés
Amorós en la última y mejor biografía de Sánchez Mejías. Y no exagera al afirmar que, de haber nacido
norteamericano, habría sido ya objeto de varias películas. A cambio de esa gloria, que ya llegará, tiene la
de haber sido uno de los grandes toreros del siglo. Disfrutó de enorme popularidad, del amor de las
mujeres, de la admiración de los hombres y del caprichoso afecto de los artistas. Físicamente resulatba
devastador: «Es un macho espléndido, una curiosa mezcla de hombría violenta ycharme casi femenina;
es brusco, quizá un poco duro, pero al mismo tiempo también tierno y fino», escribió Carlos Morla, el
amigo de Lorca. Y su última pasión, Marcelle Auclair: «Ignacio no era seductor; era la seducción
misma».

Cuando murió, tras una cornada en la plaza de Manzanares, su memoria fue glosada por Miguel
Hernández, Rafael Alberti -que hizo el paseíllo en su cuadrilla- y otros grandes poetas, pero el que ganó
la partida fue García Lorca, cuyoLlanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías es quizás su obra
más redonda, para muchos la mejor elegía en nuestra lengua desde lasCoplas de Jorge Manrique . Lo
malo es que ha borrado hasta el recuerdo del torero.

Nació el 6 de junio de 1891, en la sevillanísima Calle dela Palma. Era hijo de un médico acomodado y
adusto que se empeñó en que siguiera sus pasos.pero nunca llegó a estudiar Medicina, ni siquiera a
terminar el Bachillerato cuando le correspondía. Lo hizo en un solo examen y de todas las asignaturas,
cuando ya era mayor. Mientras tanto, en los Escolapios hacía novillos y se iba al Arenal a jugar a los
toros con otros críos, entre ellos, José Gómez, llamado a ser unos años después, con el sobrenombre de
Joselito , el torero más grande de todos los tiempos y, sin duda, el hombre más influyente en la vida de
Ignacio Sánchez.

A los 17 años se embarcó con otro mozalbete como polizón en un barco a Nueva York. Detenidos en
la aduana, la policía los tomó por anarquistas dinamiteros, pero su hermano Aurelio, que vivía en
México, consiguió rescatarlos. Ignacio comenzó a trabajar en Veracruz, pero se acordaba de cuando
jugaba al toro en el Arenal, junto ala Torre del Oro, y se estrenó como banderillero, en Morelia, en
1910. Se presentó en Madrid en septiembre de 1913, y el 21 de junio del año siguiente en su Sevilla. Al
entrar a matar recibió una cornada terrofírica, que le partió la femoral. Si no murió fue por su juventud y
su excepcional fortaleza física, pero el percance y sus secuelas lo alejaron por unos años de llegar a ser
matador de toros.

Siguió como banderillero superior por los adentros. Lo fue de Belmonte, de RafaelEl Gallo y, por fin,
del menor, y sin embargo mayor, de losGallos , su amigo de la infanciaJoselito , con el que había
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emparentado en 1915 al casarse con Lola Gómez Ortega. En los tres años siguientes se consagró en la
cuadrilla deJoselito como el primer banderillero español, con permiso de su cuñado, excepcional
también con los garapullos. Es un lugar común que la técnica deJoselito como lidiador es la más perfecta
que se ha conocido. Y en esa escuela se formó, como matador, Ignacio Sánchez Mejías

En 1919 tomó la alternativa en Barcelona de manos deJoselito y con Belmonte de testigo. La confirmó
en Madrid al año siguiente, en abril, ya bajo los signos de su carrera toda: muy técnico, muy valiente,
muy popular, con fama de antipático o favorecido por su cuñado y capaz de entusiasmar a cualquier
público con su valor y su arrogancia. Contrató para 1920 más de un centenar de corridas y sólo dos
cornadas le impidieron alcanzarlas. Pero antes le esperaba Talavera. El 16 de mayo alternaba allí con
Joselito cuando el toroBailaor le pegó a su cuñado un cornalón imprevisto. Mientras lo llevaban a la
enfermería, Ignacio mató al toro. Al terminar la lidia, cuando entró a ver al herido, era ya cadáver. Lo
veló esa noche y lo lloró siempre. La fotografía de Ignacio abrumado por el dolor, sosteniendo con una
mano abierta la cara mientras con la otra acaricia la cabeza deJoselito yacente, tranquilo ya en su gloria,
es quizás la más emocionante de la historia dela Tauromaquia.

Algo así como el recuerdo de José buscó enncontró entonces Ignacio en la novia del torero muerto,
Encarnación López,La Argentinita. Era una mujer inteligente, atractiva, folclorista excepcional y gran
bailarina, como su hermana Pilar. Aunque Ignacio tuvo amores abundantes, tempestuosos y anecdóticos,
como aquél de México en que un marido lo pilló en la cama con su legítima y salió a tiro limpio de la
casa, sólo por Encarnación llegó a abandonar a Lola: la hermana por la novia. En 1925 su relación se
hizo oficial, pero ya duraba tiempo. Los dos eran famosos, ricos, inteligentes, guapos y, encima, se
querían. Como no había divorcio pero sí dos hijos y él losadoraba , se instaló en una alcoba aparte en su
finca de Pino Montano y siguió haciendo vida familiar. En Madrid tenía habitación en el Palace, aunque
vivía en casa deLa Argentinita. Por ella se hizo muy amigo de García Lorca, que le había musicadoLos
cuatro muleros y otras piezas populares. Por ella conoció a grandes músicos como Falla, y trató a los
amigos de Lorca: Guillén, Alberti, Bergamín, Dámaso Alonso, Gerardo Diego... En 1923 no toreó. En
1924, tras recobrar su cartel, se enfrentó a los empresarios taurinos, que llegaron a un acuerdo para no
pagar a ninguna figura más de 7.000 pesetas. Ignacio defendía el libre mercado, la ley de la oferta y la
demanda, con la vida de por medio. En represalia, lo quitaron dela Feria de Sevilla en 1925. Pero él, de
acuerdo con el matador, se tiró como espontáneo, impecablemente vestido, y le puso tres pares
excepcionales a un Santa Coloma. El público lo aclamó pero los empresarios azuzaron contra él a los
críticos venales, que eran casi todos.

Ignacio se convirtió entonces en crítico de sus propias faenas enLa Unión. Aguantó en esa guerra de
nervios y de imagen, pero tras varias cogidas graves se cansó y se marchó de los ruedos en 1927. Ese
año pagó el viaje a Sevilla y reunió luego en su finca a los jóvenes poetas que querían rendir homenaje a
Góngora en su tricentenario. Ahí nació la famosa Generación del 27, en cuya foto más conocida aparece
Ignacio con el sempiterno sombrero ladeado, elegante, sonriendo.

Escribió varias obras de teatro:Sinrarzón , de corte psicoanalítico, que estrenó María Guerrero con
gran éxito de crítica y se tradujo a varios idiomas;Zaya , taurina, metafísica y autobiográfica;Ni más ni
menos , farsa poética muy 27;Soledad , un esbozo, yLas calles de Cádiz , gran musical paraLa
Argentinita , con golfillos deLa Isla y que incluía las canciones populares de Lorca. También dio una
conferencia sobre tauromaquia enla Universidad de Columbia (Nueva York), fue actor de cine, jugador
de polo, automovilista, novelista, poeta, amigo del general Sanjurgo, promotor fallido de un aeropuerto
en Sevilla, presidente del Real Betis Balompié, dela Cruz Roja... El no va más.

Pero en 1934 volvió a los toros. Antes había tenido un tórrido romance con la hispanista francesa
Marcelle Auclair, a la que conoció en casa de Jorge Guillén. El flechazo fue tan claro que Lorca quiso
llevársela, porque estaba convencido de queLa Argentinita los iba a matar a los dos. Ignacio la siguió a
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París, se topó con el marido, ella se asustó y no llegó a comprometerse. Volvió al año siguiente, a tiempo
para verlo torear y triunfar en Santander. La historia no continúo porque a Ignacio le esperaba ya su
destino, seguramente el que buscaba. Domingo Ortega tuvo un accidente de coche y su apoderado,
Dominguín, le pidió que lo sustituyera en Manzanares, el 11 de agosto. Le venía muy mal, pero como los
toros eran grandes no quiso que pareciese que los huía. Se quedó sin coche, sin hotel, sin cuadrilla. Por
primera vez en su vida acudió al sorteo y sacó él mismo las dos papeletas con los números de los toros
de Ayala que le correspondían. El primero, número 16,Granadino , manso, astifino y badanudo, lo
cogió junto al estribo. El se agarró a los cuernos y llegó hasta los medios con el asta dentro, dirigiendo el
quite de Alfredito Corrochano. No quiso que lo operaran en la mísera enfermería y pidió volver a
Madrid, pero la ambulancia tardó varias horas y el viaje fue muy malo. A los dos días se declaró la
gangrena. Murió, sufriendo y delirando, en la mañana del 13.

Esa misma tarde empezó Lorca a escribir elLlanto , que hoy suele leerse como premonición de su
propia muerte trágica, dos años después. Pero no, no era él. Ignacio Sánchez Mejías bien merece, acaso
como nadie en este siglo, esos versos mágicos: «Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un
andaluz tan claro, tan rico de aventura...».

LUCIA SANCHEZ SAORNIL: La vanguardista

El Mundo, 10/05/1998

Fue la precursora del ultraísmo y pionera en la exhibición del deseo homosexual. Creó el grupo
«Mujeres Libres», rama feminista dela CNT. Defendía que la lucha de la mujer no podía subordinarse a
la lucha de clases. Trasla Guerra Civil , no fue reconocida y pudo instalarse en Valencia. Murió de
cáncer.

La vida de esta madriñela nacida en 1895 y fallecida en Valencia en 1970 reúne de


forma dramática los avatares de la vanguardia literaria y política del siglo XX español. Es la única figura
femenina del ultraísmo, el primero y más interesante de los ismos en nuestra lengua, creado por el chileno
Vicente Huidobro. Es también la dirigente anarquista más singular de la época dela Guerra Civil ,
creadora del grupoMujeres Libres , que representó la rama feminista dela CNT. En ambas vanguardias
militó y perdió. De ambas desertó, desengañada y silenciosamente.

Procuró siempre borrar las huellas de su paso por el mundo, hasta el punto de que no existen imágenes
de largos periodos, décadas enteras de su vida; hecho sorprendente si se tiene en cuenta que durante
muchos años se ganó el pan retocando fotografías. Fue también pionera de una cierta exhibición del
deseo homosexual femenino en poesía, pero usó para hacerlo un pseudónimo masculino, Luciano de
San-Saor; encontró a la mujer y compañera de su vida en America Barroso, a la que conoció en 1937 y
que le acompañó hasta su muerte. Pero no dejó memorias, novela autobiográfica u otro documento
escrito sobre su vida. Siendo escritora, no figura en los libros de literatura. Siendo política, no aparece en
los libros de política. Sólo algunos estudios sobre feminismo anarquista enla Guerra Civil , como los de
Mary Nash en los 70 -publicados cuando Lucíahabía muerto-, intentaron rescatar su figura de un olvido
voluntario y forzoso, del que finalmente no ha salido.
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En 1996, el IVAM de Valencia y la editorial Pre-Textos publicaron suPoesía conocida, que no es toda
la que escribió, en un volumen preparado rigurosamente por Rosa María Martín Casamitjana con la
colaboración de Antonia Fontanillas. A cambio de esta seria aproximación de conjunto a Sánchez
Saornil se produjo la películaLibertarias , caricatura progre del grupo fundado por Lucía,Mujeres
Libres , y de la vida real de las mujeres españolas que, como ella, militaron en la vanguardia de todo
durante los años 20 y 30, pagando muy caro en su vida y en su obra la derrota absoluta de las utopías
ácratas.

Entre todas aquellas libertarias de verdad, por lo general bastante poco cinematográficas, destaca la
calidad de la obra dispersa y la fascinante opacidad de la vida de Lucía Sánchez Saornil, una mujer
inteligente, feúcha y sentimental que murió quejándose en verso de su falta de fe católica. ¡Ella, que había
condenado hasta el matrimonio civil! Sería, sin embargo, un error pensar que se trató de un
arrepentimiento cobardón al borde de la fosa.

Más bien estamos ante una persona de formación lenta y rigurosamente clásica, en lo literario y en lo
ético, que fue derivando por exasperación hacia el extremismo radical en los tres órdenes de su
existencia, como escritora, como mujer y como política; pero que tras la catástrofe dela Guerra Civil se
recluyó en un anonimato sepulcral, abandonando la militancia anarquista y retornando a una forma de
poesía clásica y rabiosa que se parece más al modernismo de su lírica juvenil que al populismo mediocre
de sus romances de guerra.

No es que Lucía fuera una personalidad inconsistente sino que la vivencia de su poesía, de su sexualidad
y de sus ideas políticas la llevó tan dramáticamente lejos que, por fuerza, tuvo que asumir la dolorosa
realidad de su fracaso. En realidad, su vida es tan contradictoria y compleja como la época, o mejor, las
épocas que le tocó vivir. Nació en una familia pobre dela Calle del Labrador, en el barrio de las
Peñuelas. Su padre se llamaba Eugenio y era la viva síntesis de las contradicciones del siglo XIX: un
republicano que trabajaba como telefonista del duque de Alba.

Su madre, Gabriela, murió pronto y también un hermano, quedando ella a cargo del padre y otra
hermanita desde muy joven. Pudo sólo estudiar en la escuela pública y luego simultaneó el trabajo de
telefonista con los estudios de pintura enla Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tal vez esa
formación plástica le llevó a relacionarse con los poetas vanguardistas en1918 a través de la revistaLos
Quijotes , donde publicaba sus versos.

Curiosamente, pero solía suceder en esa época, siguió cultivando una poesía típicamente modernista,
rubendariana, con destellos de calidad pero banales en sus argumentos. Sólo los poemas eróticos
dedicados a la belleza femenina tienen fuerza y originalidad. Cansinos Assens transmite un perfil suyo de
mujer modesta, acaso lesbiana y muy valiosa. Le gustó uno de aquellos poetas, César A. Comet, pero
cuando éste vio la pobreza de su casa no volvió a frecuentarla. Por esa fallida aventura o amor frustrado
muchos niegan su tendencia homosexual, como si fueran cosas excluyentes.

En fin, la tensión entre el clasicismo modernista y los rasgos futuristas del movimientoUltra no era una
rareza de Lucía. Baste recordar que el manifesto del ultraísmo se publica enCervantes (1919) y que la
otra gran revista esGrecia . Nuestra autora publicó también enTableros ,Plural ,Manantial yLa
Gaceta Literaria.

Nunca reunió Lucía sus poemas de esa época en libro. Parece que estaba más interesada en tratar a los
Larrea, Gerardo Diego, Borges, Garfias, Vighi, Guillermo de Torre o Adriano del Valle que en
construirse una carrera literaria. Hay antologías del ultraísmo que no la mencionan, a pesar de poemas
notables comoCuatro Vientos o la recaída juanrramoniana deElegía Interior . Como autodidacta, su
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evolución es irregular y lenta. Abandonaría el experimentalismo durante la década de los 20 para


volcarse en su actividad política como militante anarquista, a la que se dedica enteramente durante los
años dela II República. Desde 1933 fue secretaria de redacción dela CNT de Madrid.

Como todos los revolucionarios de entonces, Sánchez Saornil considera ala República una simple
mascarada burguesa que hay que utilizar y luego derribar. Pero desde Tierra y Libertad,La Revista
Blanco ySolidaridad Obrera , Lucía va perfilando su dimensión feminista. Defiende abiertamente que la
lucha de la mujer no debe subordinarse a la lucha de clases y que donde tienen que empezar los
libertarios a hacer propaganda para liberar de sus prejuicios a las mujeres es en su propia casa. Los jefes
dela CNT yla FAI , especialmente Federica Montseny, la descalifican.

Le sucede en el campo revolucionario lo mismo que a Clara Campoamor en el liberal democrático: los
prejuicios machistas de republicanos o anarquistas son superiores a las diferencias ideológicas. En 1936,
antes dela Guerra , Lucía creaMujeres Libres , con Amparo Poch y Rosa Comaposada, organización
que al estallar la contienda civil llega a encuadrar a 20.000 mujeres. Pero salvo editar una revista con ese
nombre y ayudar en el frente como intendencia, no hacen más. Les impiden los propios anarquistas
convertirse en agentes de liberación dentro de la revolución. Incluso les niegan el derecho a una
organización femenista dentro del movimiento libertario, mientras las Juventudes Libertarias sí son
admitidas y se convierten en el peor enemigo deMujeres Libres .

En la guerra escribe romances de propaganda, como todo el mundo, y tan malos que no parecen suyos.
Publica elRomancero de Mujeres Libres (1937) y susartículos periodísticos en Horas de Revolución
(1938). En la revista valencianaUmbral conoce a América Barroso y ya nunca se separarán. Pasan
juntas a pie la frontera en 1939 y, tras dos años en Francia, juntas la vuelven a pasar en 1941, huyendo
de los alemanes. Se instalan en Madrid pero, tras ser reconocida Lucía, se trasladan aún más
discretamente a Valencia, donde América trabaja en un consulado y Lucía retoca fotografías.

Como nunca le gustó la publicidad, nadie más la reconoce y las dos mujeres van envejeciendo juntas, en
un anonimato cuidadoso que sólo conoce el pintor Pedro de Valencia. El sentimiento de derrota absoluta
lo refleja este verso:«Has jugado y perdiste: eso es la vida» .

Tras diagnosticarle un cáncer, comienza una angustiosa cuenta atrás, invocando a Dios o insultándolo,
según los días y el ánimo. En poemas comoEsperanza y Sonetos de laDesesperanza , leemos«Quiero
creer en Dios, quiero creer, / no me enturbiéis la fe que voy buscando» ; y también«¿He de creer en
ese Dios absurdo / ese Dios que hizo al hombre contrahecho?» .

Tras la despedida elegíaca«Ya no veré altamares... sólo un puerto / de sirenas varadas que
exaspera / mi ansiedad condenada a un punto muerto, / contar, pesar, medir lo que yo era» ,
comparó su destino con el dela Victoria de Samotracia:«perderé como tú si se da el caso / la cabeza
pero nunca las alas» y terminó su último soneto con el verso«quiero serenidad para morirme» .
América hizo grabar sobre su tumba este otro:«Pero... ¿es verdad que la esperanza ha muerto?» . En
vida de Lucía, muchas veces.

BORRELL II: Los límites del Llobregat

El Mundo, 17/05/1998

Fue un hombre ambicioso y con una gran experiencia política. Primero, en solitario como conde de
Urgel, y luego de Barcelona, Gerona y Ausona, junto a Mirón. Al morir su hermano, decidió poner en
marcha sus planes y asegurarse un dominio más allá del Llobregat. Fue derrotado por el califa Almanzor.
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A finales del siglo VIII, consolidado en España el dominio cristiano de Asturias, el


emperador Carlomagno decidió impedir las continuas incursiones de los musulmanes dela Península en
los dominios francos mediante la creación de una Marca Hispánica, a la vez fortaleza territorial y frontera
humana, capaz de contenerlos antes de llegar a los Pirineos. Tras fundar el reino de Aquitania y poner al
frente a su heredero Ludovico Pío, se esforzó en establecer ese territorio con autonomía militar, aunque
con una lógica y férrea dependencia política, destinado esencialmente a parar la acometida islámica en
sus ciudades amuralladas y permitir la llegada de la caballería franca para desbaratarla. Siguiendo la
costumbre, se puso al frente de los territorios fronterizos a unoscomes , delegados del poder imperial,
que eran nombrados y destituidos por Carlomagno y que dependían directamente del reino de
Aquitania.La Marca Hispánica se creó, pues, como un condado franco, pero con pobladores
provenientes del nuevo reino aquitano y que, en muchos casos, eranhispani , gentes con experiencia de
armas que habían pasado los Pirineos tras la derrota del Guadalete y se habían asentado a la sombra de
Tolosa y al suroeste.

La base étnica de la población dela Marca hizo honor a su nombre y fue abundantemente hispánica
desde su origen. Apenas existió presencia franca, salvo la imprescindible para garantizar el control
político. Y no hubo un solocome o conde, sino varios, correspondientes a los condados de nueva
creación: Rosellón, Ampurias, Besalú, Cerdaña, Ausona, Gerona y Barcelona. Los de Urgel, Pallars y
Ribagorza no pertenecían, en principio, ala Marca , aunque se fueron integrando en ella.

El primer Conde de Barcelona fue el visigodo Bera, renegado al servicio de los francos que en el 817
fue nombrado marqués y estableció el predominio duradero de Barcelona, que había sido reconquistada
por el propio Ludovico Pío. Carlomagno dispuso que su legislación fuera romano-visigoda y
consuetudinaria. Enla Marca y la vecina Septimania rigieron elRégimen Hispánico y el Forum Judicum.
Al margen del origen franco, muchas cosas recuerdan el goticismo astur-leonés.

Los primeros condes dela Marca Hispánica tuvieron poca relevancia, hasta el punto de que no se
conservan todos sus nombres. El más famoso, esencialmente por novelescas elaboraciones posteriores
de signo romántico y nacionalista, es Wifredo el Velloso, Conde de Barcelona, que reunió varios de
estos dominios cuando el imperio de Carlomagno comenzó a desintegrarse. Pero la lejanía y debilidad de
la corona y la acumulación de territorios no llevó a Guifré o Wilfred o Xifré,El Pilós, a unirlos bajo
alg´un signo político o institucional, y los repartió entre sus descendientes. Probablemente el primer
conde que intentó una autonomía real dela Marca Hispánica fue, el mucho menos conocido Borrell II,
que trató de seguir los pasos de navarros y aragoneses nadando entre las aguas del califato y los restos
del imperio; también como ellos trató de hacerse súbdito del Papa en lugar del Rey.

Borrell II era nieto de Wifredo el Velloso. A la muerte de éste, su primogénito Wifredo II, en algún
momento llamado príncipe, aunque no como signo de realeza, heredó tres condados: Barcelona, Ausona
y Gerona. Los demás quedaron para sus tíos Mirón y Sunifredo. Su hermano chico Suñer quedó con el
título de Conde pero sin solar propio. A Wifredo II se le llamaba también Borrello o Borrell y fue
sucedido por Suñer, casado con una Riquilda, seguramente hija del propio Wifredo.

A comienzos del siglo X pasó por primera vez los límites del Llobregat. Sin embargo, el rey moro de
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Huesca lo atacó con éxito en el 912. Las fronteras quedaron imprecisas y el mayor empeño del conde
fue lograr donaciones imperiales para fortalecer monasterios como Vich y Ripoll.

El primogénito del piadoso Suñer, Ermengol, murió luchando contra los moros, y el conde, preso de
melancolía, llamó al poder a su segundo hijo. Borrell, que había heredado Urgel de su tío Sunifredo, y a
su tercer hijo, Mirón, tras lo cual se metió fraile. Murió santamente. Mirón o Miró compartió durante una
década el poder con Borrell hasta su muerte en el 966, quedando éste al frente del núcleo de los
condados dela Marca. Era Borrell II hombre ambicioso y con indudable experiencia política, primero en
solitario, como conde de Urgel, y luego de Barcelona, Gerona y Ausona, junto a Mirón, al parecer la
personalidad dominante. Pero al morir su hermano decidió poner en marcha sus planes y asegurarse un
dominio más allá del Llobregat. Lo primero que hizo fue contraer matrimonio, extrañamente tardío, con
Ledgarda, hija de un conde de Auvernia con nombre muy comercial: Ramón Pons. Lo siguiente, crear
una provincia eclesiástica propia, pidiendo al Papa que liberase a sus obispos de la dependencia del
arzobispado de Narbona.

Su clérigo favorito era Attón de Vich, y el plan consistió en recuperar la antigua primacía de Tarragona,
ahora abandonada y en ruinas, para transferirla a Ausona. En las Navidades del 970 se presentaron en
Roma, para conseguir de Juan XIII la bula correspondiente, el propio conde Borrell, Attón y un listísimo
monje de Aurillac, llamado Gerberto, que, andando el tiempo y con la ayuda del germano Otón I,
llegaría a Papa con el nombre de Silvestre II.

Juan XIII quedó fascinado por Gerverto y se lo envió a Otón. A cambio, les condeció la bula que
pedían y puso en manos de Attón, la dirección eclesiástica dela Marca , para lo cual debía partir de la
sede gerundense, vacante por la muerte del obispo Arnulfo y ocupada por un joven impostor. Pero el
arzobispo de Narbona no aceptó la bula, y los otros condes dela Marca respaldaron a los obispos en su
insumisión. Tan feroz fue la lucha política y eclesiástica que en el 971 Attón fue asesinado. El sucesor,
Froya, no reclamó para sí los derechos otorgados por la bula papal, sino que se sometió al arzobispo de
Narbona; pero le salió otro obispo rebelde consagrado en Gascuña que le declaró la guerra y fue
respaldado por la facción enemiga de Borrel II. Froya acabaría años después asesinado como Attón.

Las dificultades episcopales no impidieron que Borrell II se entregara a su sueño de poder político. Para
ello puso en marcha una doble estrategia: ruptura paulatina con los francos, soliviantando al pueblo de
Barcelona contra el Imperio, y paz con el califa de Córdoba, Al Hakem II, que en el 963 había
derrotado a todos los cristianos pirenaicos con cierta facilidad. El encargado de crear un ambiente
cordial y de confianza en Córdoba fue Enneco Bofill.

Más tarde envió al vizconde Guitardo con el mismo propósito, y pareció que todo salía según sus
planes. Entonces se hizo llamar Duque de Iberia. Y de Gotia. Y dela Hispania Citerior. Menos rey, todo.

Pero en el 976 Al Hakem II murió, y el hombre fuerte en Córdoba, califa en nombre del califa, se
llamaba Almanzor. Durante algunos años dejó creer a Borrell II que lo consideraba un aliado, mientras el
conde barcelonés iba rompiendo amarras con la corte carolingia. Cuando consideró que la población de
Barcelona estaba suficientemente alejada de la obediencia a su rey Lotario, en el 985 lanzó una de sus
clásicas ofensivas fulminantes y entró a sangre y fuego enla Marca Hispánica.

Borrell II pidió ayuda a su rey legítimo, pero éste dejó que el vanidoso Borrell probara sus propias
fuerzas ante un ejército enemigo. El resultado fue terrible. Almanzor saqueó a conciencia los campos en
torno a Barcelona y, cuando Borrell II se quedó en el interior con todos los soldados que pudo reunir, la
atacó con su eficacia habitual. La ciudad no resistió y Borrell pudo escapar a última hora dejando al
vizconde Udalardo el dudoso honor de asumir la derrota. No hubo piedad para los vencidos. Barrios
enteros fueron saqueados, los barceloneses murieron o fueron capturados y enviados a Córdoba como
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esclavos. Finalmente, la ciudad entera fue entregada a las llamas, ardiendo en su interior todos los
documentos y bienes guardados allí.

Destruída Barcelona, Almanzor procedió a una sistemática devastación dela Marca Hispánica. Borrell II
pidió de nuevo ayuda a los francos, pero éstos, sumergidos en los habituales problemas sucesorios, no
mostraron especial conmiseración por un conde desleal. Mientras los moros apresaban a la flor y nata
del clero, de la nobleza y de la milicia, Borrell vagaba como un fantasma por sus posesiones, y sólo
cuando Almanzor se cansó del saqueo pudo volver a las ruinas de Barcelona. Hugo Capeto se hizo con
la corona de Carlomagno, pero nadie enla Marca Hispánica volvió a soñar proclamarse rey. Borrell II
dedicó sus últimos años a lamentar sus desbocadas ambiciones, a recuperar cautivos y a reconstruir lo
que pudo, monasterios sobre todo. Sus descendientes heredaron una autonomía de hecho, pero
arruinada. Mil años hace.

MARIA GOYRI: La primera universitaria

El Mundo, 24/05/1998

Siguió los pasos de Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán y perteneció a la tercera generación de
mujeres eminentes del XIX. Ingresó como oyente enla Universidad en 1891. Antes dela Guerra Civil
trabajó enla Institución Libre de Enseñanza. Dedicó sus últimos años a la investigación filológica.

Si en el otoño de 1892 le hubieran dicho a María Goyri que, cien años después, la
mayoría del alumnado universitario español sería de sexo femenino, quizá le habría costado un poco
creerlo. Pero sólo un poco. Al fin y al cabo, nadie como ella iba a dedicar tan abnegada y eficazmente su
vida para conseguirlo. Fue la primera universitaria española de la época contemporánea, porque antes
dela Contrarreforma yla Ilustración nuestro país era de los menos cerrados en materia de instrucción y
dignificación femeninas.

Pero durante el siglo XIX dos generaciones de mujeres eminentes, cuyas máximas figuras son
Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán, tuvieron que rehacer el camino y el tiempo perdidos. Una
tercera, de la que María Goyri es quizás el nombre más importante, aunque hoy casi olvidado, tuvo que
saltar de siglo para llevar a la práctica lo que en teoría demandaban nuestras primeras feministas.
Humanistas, deberíamos decir; puesto que al defender los derechos de la mujer defendían los de media
Humanidad y nunca hicieron bandera sexista ni sectaria de sus propósitos de igualdad legal, instrucción
general y emancipación individual.

Hay un momento clave en el que la anciana Doña Concepción, la genial Doña Emilia, y la jovencísima
María cruzan sus caminos vitales, tan distintos y tan complementarios. Lo recuerda en su excelente
bosquejo biográfico Antonina Rodrigo y quizá de él habría de partir una historia del feminismo español,
cuando se escriba. Fue en ese mismo año de 1892, en el Ateneo de Madrid, donde tenía lugar el
Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano. Salió a debate la ponencia de Concepción
Arenal sobre la educación de la mujer y los dos aspectos que reclamaba: la formación intelectual y la
educación física.
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Otra mujer muy notable, Carmen Rojo, que dirigíala Escuela Normal de Maestras, se opuso
frontalmente a la reivindicación gimnástica, hecho que puede parecer hoy trivial pero que tiene mucho
sentido si pensamos en todos los tabúes y simbolismos que el cuerpo de la mujer encerraba para la
época. Enconado el debate, saltó a la palestra una joven rubia, alta, de ojos verde agua, que defendió
con vehemencia las tesis de Concepción Arenal. Fue tan apabullante y encendida su intervención que el
salón se venía abajo con los aplausos. Doña Emilia Pardo Bazán se fue hacia la muchacha y le propinó
un abrazo de los suyos, aplastante. Ahí se consagró María Goyri ante el pequeño gran mundo de las
intelectuales españolas, cuya dedicación a la enseñanza ha sido la clave de su éxito final.

Pero María no hablaba a humo de pajas ni por razones meramente teóricas, sino basándose en su
propia experiencia vital. Desde niña había tenido que recurrir, empujada por su madre, al ejercicio físico
para combatir una artritis de origen tuberculoso.

Su progenitora Doña Amalia era una mujer avanzadísima para la época, porque no sólo la metió en el
gimnasio sino que la apuntó a una clase de dibujo con niños varones y le dio ella misma clases de todo,
especialmente de autodisciplina.

A su empuje se debe indudablemente la seguridad en sí misma y la fe en el progreso de la mujer que


llevaron a María, de familia vasca pero nacida en Madrid, ciudad en la que se instaló definitivamente a
los cinco años, a ingresar como oyente enla Universidad junto a su gran amiga Carmen Gallardo en el
curso del 91. Cuando Carmen quedó huérfana de padre -Don Mariano, que cumplió con ella un papel
similar al de Doña Amalia en María- y se casó ese mismo año con un hombre notable, Ibáñez Marín, se
dispuso a continuar su caminosola . Por poco tiempo.

Siendo una personalidad destacadísima, María era también el fruto del esfuerzo de beneméritos
apóstoles de la emancipación femenina y la igualdad de los sexos, como Fernando de Castro, gran
amigo de Concepción Arenal y creador dela Asociación parala Enseñanza dela Mujer. Entre las
secciones académicas estabala Escuela de Comercio, en la que la hija de Doña Amalia entró a los 12
años. A los 17 empezó a frecuentarla Institución Libre de Enseñanza y a los 18 y 19, como oyente, y ya
como alumna oficial, entró enla Universidad.

Por cierto que debía ir a la sala de profesores y entrar acompañada de éstos en el aula, sin frecuentar
los pasillos ni sentarse junto a los compañeros en clase. Precauciones estúpidas, concesiones a los
prejuicios de la época, que el ejemplo de María derruyó más eficazmente que todas las argumentaciones.

Curiosamente no fue allí sino otra vez en elAteneo donde encontró al hombre de su vida, en uno de esos
cruces biográficos que hacen las delicias de los historiadores. Daba allí unas conferencias Marcelino
Menéndez Pelayo, volcado ya en el estudio de las ideas estéticas y de la literatura hispanoamericana, y a
escucharle acudió su antiguo alumno Ramón Menéndez Pidal, ya profesor universitario.

También acudió María, que llamaba la atención en todas partes y sin duda despertó algo serio en el
entonces precocísimo maestro, casi tan precoz como en su día Don Marcelino.

Inclinada vocacionalmente al estudio de la literatura española y, en especial, la primitiva, era inevitable


que la casualidad diera paso a la lógica y María se convirtiera en alumna de Ramón, luego en su
colaboradora y finalmente en su mujer.

Fue el híspido y atormentado sobrino del rey Sabio, el infante don Juan Manuel, quien enlazó
definitivamente esos dos espíritus severamente libres. María preparaba su tesis sobre elLibro del Conde
Lucanor y Ramón un estudio sobre la obra de Don Juan Manuel. Nunca se sabrá qué fue primero, el
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enxiemplo o el amor, pero de aquel estudio salieron juntos para el resto de sus vidas. Su luna de miel
fue célebre porque la hicieron siguiendo la ruta del Cid, que así de encantadoramente estudiosa y pacata
era la juventud de la época; y en honor al héroe medieval, redescubierto por Don Ramón, le pusieron a
su primera hija Jimena, como la esposa de Don Rodrigo. Digna hija de María y nieta de Amalia, Jimena
habría de ser la tercera mujer excepcional en la renovación pedagógica del siglo XX español.

En el estilo dela Institución pero también en el vitalísimo de la propia María, el joven matrimonio
Menéndez Pidal-Goyri salía de excursión porla Sierra del Guadarrama, acompañado de Jiménez
Marín-Gallardo. Iban de caza, pero no cinegética sino literaria: romances viejos conservados en la
tradición oral de la sierra madrileña, en cuya Ermita del Paular pasaban los veranos.

Con los años y la maternidad -tras Jimena llegó Ramón- María empezó a ser Doña María, como Ramón
llegó a ser Don Ramón. Ella era una mujer imponente, al decir de los que la veían por primera vez. Su
estatura, sus ojos, su porte altivo y la energía que emanaba toda su figura la convertían en modelo de
maestra.

Sin embargo, era tan sincero su amor al estudio, tan compenetrada estaba con la obra que lleva el
nombre de su marido, tan discretamente llevaba sus asuntos religiosos, familiares y personales que nunca
fue objeto de habladurías ni de críticas. Y es incalculable, de nuevo, lo que ese ejemplo supuso para la
nueva consideración de la mujer enla España de comienzos de siglo.

Además de las investigaciones sobre el Romancero, el Conde Lucanor y Lope de Vega, su única
aventura sentimental -decía ella- con algunos siglos de retraso, María Goyri trabajó hastala Guerra en el
Instituto-Escuela dela Institución Libre de Enseñanza, dedicada a la docencia del español enla
Preparatoria. Mantuvo siempre su querencia higienista, combinando el juego y el ejercicio físico con el
intelectual, siempre severa y exigente tanto con el niño como, sobre todo, con el maestro. Igual que ella
fue alumna de su madre, Jimena lo fue suya y luego maestra de maestras, del Instituto-Escuela al Colegio
Estudio. No dejó tampoco de cultivar el periodismo didáctico, y ahí están susCrónicas Femeninas enla
Revista Popular.

La Guerra Civilfue una hecatombe para los Menéndez-Goyri. Estaban en el bando de Franco pero
seguían defendiendo sus ideas liberales, incluyendo la educación femenina en todos los ámbitos. El
retroceso sólo fue episódico, aunque sórdido. Tras las depuraciones de posguerra y los oscuros años40,
a la sombra de un Imperio de papel biblia o de papel de estraza, según los escribanos, fueron rehaciendo
sus vidas y su obra. Jimena tomó el relevo educativo, mientras Doña María se consagraba al archivo
familiar y la investigación filológica. Murió en 1955. Literata, pedagoga, feminista, ciudadana, su vida fue
una síntesis admirable de ética y estética.

DIEGO DE SILVA Y VELAZQUEZ:La Pintura

El Mundo, 31/05/1998

Fue un hombre reservado y melancólico. Trabajó el retrato como medio para ganarse la vida en la
corte. Su amistad con Rubens le permitió perfeccionar su técnica. Su cuadro «Las Meninas» es el más
comentado y discutido dela Historia. Con permiso de Cervantes, es el artista español más importante.
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Para hacerse una idea aproximada del significado de España en la civilización


universal lo mejor es acercarse al Museo del Prado a ver los cuadros de Velázquez, para muchos el
mejor pintor dela Historia y, con permiso de Cervantes, el artista español más importante de todos los
tiempos. No hay obra como la del sevillano donde pueda percibirse con tanta nitidez lo que de personal
tiene la creación, de español el argumento y de universal la ambición. Quizá no hay tampoco ninguna en
que la evidencia siga de tal manera siendo un enigma y la transparencia una deleitosa dificultad.

La vida de Velásquez parece, como pintada por él, una simulación de claridades cuya nitidez oculta un
portentoso esfuerzo. Nada le fue fácil aunque todo lo sugiera. Sus contemporáneos lo encontraban
reservado y melancólico, tal y como él mismo se retrata: un hombre que mira, el hombre que pinta.
Puede decirse sin la menor exageración que lo esencial de su vida es su obra, pero eso mismo prueba la
dificultad que tuvo para vivir.

Nació con los calores del último año del siglo XVI y fue bautizado el 6 de junio en la parroquia sevillana
de San Pedro como hijo primogénito de Don Juan Rodríguez de Silva y Doña Jerónima Velázquez. Su
abuelo Diego fue un portugués de Oporto que llegó en busca de fortuna a Sevilla, donde nació el padre
de nuestro pintor. La familia materna era toda sevillana. Y puede decirse que la ocupación principal de
sus días fue que se les considerase hidalgos, para ahorrarse impuestos. En ese empeño pasó también la
suya Diego de Silva y Velázquez, a quien le fallaron tres de los cuatro abuelos, considerados plebeyos
–que no judíos- por el Consejo de Ordenes Militares.

Aquel terrible y estúpido tinglado racista de lalimpieza de sangre, inventado para regular el acceso a
los cargos y dineros públicos de cristianosviejos y nuevos o conversos, traía beneficios económicos y
consideración social, pero obligaba a no desempeñar trabajos manuales. Velásquez había trabajado
desde los nueve años en los talleres de HerreraEl Viejo y de Francisco Pacheco, cobrando por su labor
desde los 17, así que no podía pretender ser hidalgo. Pero nuestro hombre se empeñó en ello para que
lo enterraran como Caballero dela Orden de Santiago, así que precisaba que los tribunales admitieran
mentiras evidentes. Lo consiguió. Por respeto a su persona y a su obra mintieron todos; mintió el propio
rey; mintió el mismísimo Papa. Todos declararon que Velázquez sólo pintaba por placer –cuando le
habían pagado- y muy bien, sus maravillosos cuadros. Pero probablemente es el perjurio más justificado
de todala Historia de España.

La vida de Velázquez, pese a su fama y su papel en la corte de Felipe IV, es de una opacidad absoluta,
rigurosamente enigmática. Sabemos poquísimas cosas de él y de ellas no todas seguras. Pero hay en su
obra tanta vida, tanto talento y tanto sentimiento que bien podemos decir que pocos han acreditado
como Velázquez el ejercicio de humano. En su vida artística hay tres nombres decisivos, aparte del de su
maestro y suegro Pacheco, donde aprendió más técnica que arte: el Greco, que tenía ya 70 años cuando
lo visitó un Velázquez con sólo 11 en su estudio de Toledo, y del que aprendió la originalidad como
valor intrínseco; Caravaggio, la negaciónmaldita de la pintura académica con su reivindicación de lo más
humilde y tirado de la calle como objeto de atención artística; y Rubens, que le deslumbró como modelo
de pintor y hombre de mundo y le incitó a la aventura italiana. Pero antes de cumplir los 20 años, enla
Viejacocinando huevos , ya se había mostrado como un maestro de la composición. A los 21 ya ha
pintado, entre sus primeros retratos, uno impresionante deSor Jerónima dela Fuente , al que añade en
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1622 una cabeza soberbia de un hombre anónimo y el justamente célebre retrato de Góngora. Parece
que desde el principio el joven sevillano vio en el retrato la herramienta para ganarse la vida y en la corte
madrileña el campo ideal para roturar su fama. Gracias a la privanza del conde-duque de Olivares,
paisano suyo, y a un cuadro que le hizo en su viaje a Madrid de 1622, fue introducido en palacio. Tuvo
la suerte de que Felipe IV, rey tan culto como desafortunado, no sólo fuera aficionado a la pintura, como
su abuelo, sino incluso alumno de Maíno, de formación italiana y poco académica, lo cual permitió que
con un solo retrato del monarca fuera contratado como pintor real en octubre de1623, a los 24 años.

Su revolución en el género del retrato es progresiva y radical. En 1629 llegó a la corte Rubens, que
deslumbró al joven Diego por su elegancia, don de gentes, cultura y, sobre todo, su humildad para seguir
aprendiendo, copiando tizianos cuando estaba en la cumbre de su gloria. Este encuentro entre el maduro
y amable Rubens y el joven y ambicioso Velázquez lo convence de la necesidad de viajar por primera
vez a Italia, con el duque de Spínola, en el otoño de ese mismo año, con la excusa de comprar obras
para el rey. Allí mejora su técnica y amplía su repertorio. El cambio puede advertirse entre el célebre
cuadro deLos Borrachos y el deLa Fraguade Vulcano .

Pero su vuelta en 1631, tras pasar por Nápoles, Velázquez empieza a mostrar un estilo ya maduro y
personalísimo en los retratos del rey y de los personajes de la corte, en especial uno ecuestre del
Príncipe Baltasar Carlos. Y en 1635 termina, con destino al Salón de Reinos,La Rendiciónde Breda ,
más conocida comoEl cuadro de las lanzas . Es una obra ambiciosísima, donde la composición es al
mismo tiempo llamativa y compleja y donde la técnica se pone al servicio del arte y el arte obedece a
criterios de valor, no sólo estético, sino también moral. Es un canto paradójico a la civilización en la
guerra. Velázquez fue escalando puestos dentro de la burocracia palatina y se fijó en unos personajes,
los enanos y bufones, de los que hizo una serie absolutamente extraordinaria. Cada cual tiene sus
favoritos, pero quizá el más brillante desde el punto de vista técnico sea el deCalabacillas ; el más
sugerente para el literato El bobo de Vallecas; y el más impresionante como metáfora de la condición
humana y de la dignidad del hombre demediado,Don Sebastián de Morra . Acaso en éste alcance su
mayor fuerza expresiva la consideración humanista, diríase cervantina, del desdichado. La identificación y
el respeto loconsigue pintando a los bufones a la altura de sus ojos y no vistos desde arriba. Sólo por
ellos ya sería inmortal.

Pero Velázquez no deja de progresar. Después de dos cristos tan distintos como perfectos, a partir de
1640 llegan las calamidades políticas y pinta en sólo tres días el retrato deFelipe IV en Fraga , cuando
acudió a sofocar la revuelta catalana. Expuesto en Madrid a petición de los catalanes dela Villa y Corte,
es una de sus escasas comparecencias públicas, ya que la mayor parte de su obra no sale de los
dominios de Palacio y las familias reales. En 1643 cae el conde-duque, su gran valedor, sustituido por su
hijo. Para él, gran libertino, pintó seguramente dos venus, de las que se conserva la de espaldas, la
famosaVenus del Espejo , de una calidez mórbida realmente soberbia. Pero las cosas no son como
antes y consigue marcharse de nuevo a Italia a comprar adornos, cuadros y esculturas para el Real
Alcázar. Allí es feliz, tanto que casi no vuelve. Sobre todo cuando tras exponer el retrato de su criado
Juan de Pareja , pinta el deInocencio X , que lo consagra en la mismísima Roma. Parece que tuvo
entonces un hijo natural, fruto de una amante que algunos identifican conlaVenus . Pero , como siempre
en Velázquez, lo único cierto es su pintura. Y ahí quedan los dos cuadritos delaVilla Médicis que tienen
dentro toda la pintura moderna.

Cuando vuelve a Madrid emprende la recta final de su vida, es decir, de su obra. El nuevo matrimonio
del rey trae personajes nuevos que retratar y entre ellos la infanta Margarita, ojito derecho de la corte y
del propio pintor, que la mima como antaño al príncipe Baltasar Carlos. Morirá pintándola en el verano
de 1660. Felipe IV no quería que el aposentador –cargo que finalmente consiguió Velázquez- lo
retratase en su decadencia física. Tras mucha porfía accede y el fruto es un verdadero tratado sobre la
melancolía. En fin, entre 1656 y 1658 Velázquez pinta dos obras que lo consagran como elpintor de los
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pintores o la pintura por excelencia:Las Meninas yLas Hilanderas . Ambos son de gran complejidad
simbólica, con un alarde casi inhumano de dominio técnico y consiguen el milagro de revivir la luz.La
Meninas , consideradola Teología dela Pintura , es el cuadro más comentado y discutido dela Historia
del Arte. Por todo, cuando a la salida del Prado un listillo le preguntó a Dalí:«¿ Qué hay de nuevo?», él
respondío: «¡Velázquez!».

MARIA FELICIA GARCIA SITJES:La Malibrán

El Mundo, 07/06/1998

Fue la diva más famosa y se convirtió en embajadora de "lo español". Su padre, tenor y duro maestro,
la instruyó a puntapiés. Hablaba cinco idiomas. Debutó como suplente en "El Barbero de Sevilla" El hijo
de Robert Owen, el poeta Halleck y el marqués de Lafayette se rindieron a su belleza.

La familia García Sitjes es sin duda la más ilustre de todas las que España ha
dedicado al mundo de la ópera. El padre, Manuel García, fue uno de los tenores más famosos de
Europa; la madre, Joaquina Sitjes, una cantante acreditadísima; el hijo mayor, Manuel, barítono excelso
y el mejor maestro de canto del mundo; la hija pequeña, Paulina, no sólo soprano del máximo prestigio
sino una de las mujeres más relevantes de la cultura europea en el siglo XIX; pero a todos superó el
genio, la gracia y la novela vital, tumultuosa y breve, de la hija segunda, María Felicia, conocida por el
nombre artístico deLa Malibrán.

Fue la diva más famosa y admirada de su época, simbolizó como nadie el espíritu romántico y entronizó
lo español como sinónimo de temperamento artístico en Europa y América, donde conquistó a todos los
públicos y encandiló a todos los corazones. Antes de que Carmen saliera de la pluma de Merimée, yaLa
Malibrán significaba en todo el mundo lo español, por su belleza morena y sensual, por su carácter
apasionado y vibrante, por su personalidad indiscutible y, naturalmente, porque esas características, que
tan atractivas resultaban en un momento en que España estaba de moda por su heroica resistencia a
Napoleón, adornaban una voz y un talento escénico absolutamente prodigiosos para toda la crítica y
todos los públicos.

La Malibrán, que siempre se consideró y fue considerada española, no nació, sin embargo, en España,
Y quizá tampoco era español de origen su padre, el que impuso a toda la familia la búsqueda de un estilo
artístico genuinamente español y de categoría internacional. Fue seguramente lo único en que estuvieron
de acuerdo padre e hija, siempre a la greña, quizá porque María Felicia heredó el carácter y el vivísimo
genio de su irascible progenitor.

En realidad, Manuel no se llamaba García, sino Vicente Manuel del Pópolo Rodríguez, y ni tuvo padre
legal ni pudo disfrutar de su madre, que lo dejó huérfano a los seis años. Al desconocido abuelo deLa
Malibrán se le ha atribuido origen gitano y también italiano, por el extraño apellidodel Pópolo adjunto al
Rodríguez. Salvador de Madariaga, al que fascinaba la vida novelesca de la familia García, más famosa
en el extranjero que en su país de origen, supone alguna conjura, sociedad secreta o conspiración
garibaldina en el rastro italiano del pequeño Manuel.
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Es probable.lo seguro es que vino al mundo con una prodigiosa voz que empezó a sonar en el coro dela
Catedral de Sevilla y que tuvo instrucción musical suficiente para convertirse antes de los veinte años en
un cantante formidable, amén de apuesto galán. Se casó con una belleza y otra gran voz, la de Joaquina
Sitjes, que pese a su apellido catalán era de Cádiz. Entre los rasgos comunes de la pareja destacaban la
voluntad, la disciplina y una inteligencia tan notable como su carácter. Con esos ingredientes y la ayuda
de la suerte tenían que dar al mundo tantos hijos como genios de la música. Y lo hicieron. Pero no sin
infinitas penalidades.

Su primer vástago, Manuel, nació en 1805 y cuando Joaquina estaba encinta por segunda vez estallóla
Guerra dela Independencia. Manuel García no quiso colaborar con José Bonaparte, pero tampoco
asistir a la derrota de su patria, así que se fue directamente a París, donde nació María Felicia y él triunfo
como tenor. Pero Napoleón traía y atraía la desgracia y en 1811 tuvieron que huir a Nápoles, donde
reinaba Murat. Allí trabaron estrechísima y perdurable amistad con Rossini, que le escribió a Manuel
varias obras, entre ellasEl Barbero de Sevilla con la que se consagró. Y allí debutó y triunfó
clamorosamente, con sólo seis años, María Felicia García.

EstrenabanAgnese , de Paër, Manuel y Joaquina, con ella en el papel de hija que tercia y arregla una
pelea conyugal. De pronto, Joaquina perdió el hilo y la niña, ni corta ni perezosa, se puso a cantar en su
lugar. Tan bien lo hizo que el público no dejó que la madre recuperase el papel hasta que terminara
María Felicica. Pero ésta no tuvo tiempo ni ocasión para envanecerse, porque su padre era un maestro
durísimo, que instruía a puntapiés a sus dotadísimas criaturas.

En 1815, después de Waterloo, llegó la guerra hasta Nápoles y se desató una horrible peste. Los
García, con los niños a cuestas, consiguieron huir atravesando las trincheras sanitarias y llegaron a París.
Pero García decidió poner a su hija a salvo de las contingencias y la metió interna en Hammersmith, un
colegio-convento cercano a Londres. De allí salió a los dieciséis años, hermosísima y con cinco idiomas
regularmente aprendidos.

Volvió a la dura férula paterna y debutó a propuesta del propio Manuel García como suplente de la
suplente enEl Barbero de Sevilla en 1925. Tenía sólo diecisiete años y después de Londres tomó París.
Los poetas contaron su belleza española, los críticos alabaron su prodigiosa voz y el público se rindió
ante aquella fuerza de la naturaleza. El que no se rendía ni se conformaba era su padre, que tuvo la
ocurrencia genial de marchar a Nueva York, un poblachón al que entonces no iba nadie.

Cinco eran los García en aquel viaje, ya que llevaron también a la pequeña Paulina, de cinco años.
Menos ella -y porque no tuvo oportunidad, que ganas y talento musical le sobraban- cantaban todos. Así
pudieron presentar una compañía de una altura desconocida en aquellas tierras.

Pero la buena racha no duró, porque el amor llamaba a las puertas de Felicia, y con tanta insistencia
que, al final, le dejó entrar. Ya en el barco se enamoró de ella el hijo de Robert Owen, famoso promotor
inglés del socialismo utópico. Como la familia García era liberal de izquierdas, simpatizaron mucho, hasta
que el padre puso el interés cantante y sonante por encima de las coincidencias ideológicas. Tras
desembarcar, vieron un día entre el público al destronado rey de España José Bonaparte con Fenimore
Cooper, cuyo vecino de asiento, el poeta Fitz-Greene Halleck, perdió la cabeza por María Felicia.

Ella aceptó su propuesta de matrimonio, pero el padre también la vetó. Y pocos meses después, de la
noche a la mañana, se casó con un presunto banquero llamado Malibrán, ante el que el padre -del que
realmente huía la novia- ya no pudo oponer resistencia. Sin embargo, el marido era un estafador que,
antes de cumplir un año de casados, de obligarle por celos a retirarse de los teatros y de forzarla a
recorrer México pagando deudas, acabó en la cárcel. Lo único que aportó a la unión este rosellonés de
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origen berebere fue su apellido -variante de Al Ibrahim-, con el que se conoció a María Felicia desde su
vuelta, tras abandonar por imposible al marido fugaz, su primer hombre.

Volvió a triunfar y a ganar dinero tan pronto, todavía en el umbral de los veinte años, que Malibrán se
negó a concederle el divorcio. Entonces le salió a María Felicia un protector de leyenda: nada menos que
el marqués de Lafayette, héroe dela Guerra dela Independencia norteamericana, que se enamoró de la
cantante. No sabemos si ella le correspondió o sólo le agradeció su caballeroso comportamiento con un
célebre saludo militar desde el escenario, pero Lafayette consiguió no sólo la anulación del matrimonio
civil por un truco legal sino también del eclesiástico.

Desde 1830,La Malibrán fue la reina de los escenarios de Europa. El único escollo fue Milán, donde la
famosísima Pasta, que había triunfado conNorma , vio cómo la española pedía interpretar su obra
favorita y, en su presencia, le robaba el favor del público. Pasta asistió a la primera sesión para ponerla
nerviosa. No lo consiguió y a la segunda, ya sin ella, el público tiró de su coche por las calles en lugar de
los caballos. Además,La Malibrán tomó partido por el liberalismo revolucionario italiano y se convirtió
en un símbolo de la resistencia contra Austria. Su popularidad llegó al paroxismo.

De1832 a 1836 vivió en una nube. Había encontrado el amor en 1830 con un violinista belga llamado
Bériot, a quien conoció en casa deLa Cabarrús. Con él se fue a vivir y le dio un hijo, con gran disgusto
de Doña Joaquina y de Don Manuel, que dejó este mundo con su mal humor habitual. María Felicia se
hizo cargo de toda la familia y Paulina empezó a acompañarla al piano, su verdadera vocación, aunque
su madre la preparó para seguir los pasos de su hermana.

En 1836,La Malibrán se convierte en Madame Berrito. Pero en vísperas de una actuación en Inglaterra
cae del caballo, que la arrastra golpeando la cabeza contra el suelo. Pareció recuperarse y siguió
cumpliendo compromisos, pese a desvanecimientos cada vez más frecuentes. El 14 de septiembre actúa
en Manchester y en las repeticiones, tras una portentosa actuación, cae fulminada en el escenario.
Sobrevivió sólo nueve días. Al morir, tenía 28 años y era la cantante más famosa del mundo. Quedaba
otra García, Paulina, pero la suya es otra historia.

PAULINA GARCIA SITJES: Paulina Viardot

El Mundo, 14/06/1998

Su éxito en la ópera ha quedado a la sombra de la leyenda de su hermana, «La Malibran». Enamoró a la


flor y nata de la inteligencia europea de su tiempo. Compartió su vida con Louis Viardot, su marido, e
Iván Turgéniev, su eterno amante. Su vida íntima sigue aún llena de secretos.

Paulina García Sitjes fue conocida en toda Europa como Paulina Viardot, por su
matrimonio con el director del Teatro Italiano de París y por la tradición transpirenaica de que las
mujeres pierdan su apellido y tomen en del marido, pero durante mucho tiempo fue, para cierto público,
la hija de Manuel García y, sobre todo y siempre, la hermana pequeqa y sucesora deLa Malibrán.
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No es posible separar la vida y el arte de Paulina de su familia, espaqola de origen, italiana de profesión,
francesa de acomodo y europea de destino. Tampoco cabe olvidar que la muerte en plena juventud de
su famosísima hermana María Felicia,La Malibrán , que le llevaba 13 aqos, marcó para siempre su
propia peripecia vital, porque sus padres se empeqaron en que siguiera sus pasos como cantante en
lugar de dedicarse al piano, que era su vocación. Pero así como su propio éxito como cantante, aunque
fue incomparablemente más dilatado, ha quedado a la sombra de la leyenda de su hermana, la novela de
su vida encontrará más pronto que tarde su popularidad y su película. Porque vivió 89 aqos y aunque
según muchos testigos era la fea de la familia, resultaba tan atractiva y tenía tanto talento que enamoró
devastadora e irresistiblemente a la flor y nata de la inteligencia europea de su tiempo. Y de ambos
sexos.

A mediados del siglo XIX, Paulina García, ya Viardot, reunía en su casa de campo de Courtavenel a lo
mejor, o por lo menos lo más célebre, de la música y la literatura: Chopin, Rossini, Musset, George
Sand, Delacroix, Saint-Saëns, Flaubert, Gounod, Liszt, Berlioz e incluso Dickens. Más tarde, cuando se
fue a vivir a Baden-Baden, rehizo y amplió ese círculo e ingresaron en él Meyerbeer, Robert y Clara
Schumann, Brahms, Fauré, Richard Wagner... Y en ésa y en todas sus casas, Iván Turguéniev, el amante
perpetuo e inconsolable. Y siempre, al fondo, George San, la mujer que la amó tanto y que la convirtió
en heroína de su novelaConsuelo . Claro que también Saint-Saëns le dedicóSansón y Dalila , Wagner
le ofreció el segundo acto deTristán; y Brahms le compuso y dirigió bajo su balcón una serenata de
cumpleaqos. Paulina, proclamada diosa del Arte, hija de Apolo, hermana de Orfeo, ha sido una de las
mujeres más festejadas dela Historia europea.

Y sin embargo, sus sentimientos siguen siendo un enigma y su vida, tan pública, está llena de íntimas
oscuridades. Se casó antes de los 20 aqos, pero con un marido que ya no cumplía los 40 y que le había
buscado una mujer que la amaba a ella. Tuvo varios hijos, pero la quisieron poco y no los cuidó tanto
como a la hija natural de su amante, que no la quiso nada. Tampoco está claro, más bien turbio, que su
marido fuera el padre de todos sus hijos. En realidad, Paulina, Louis Viardot e Iván Turguéniev formaban
un triángulo absolutamente público, viajaban y vivían juntos y juntos eran recibidos por reyes y reinas que
oficialmente abominaban del adulterio.

Podría decirse que Paulina Viardot vivió como una auténtica libertina pero que, sin embargo, Paulina
García no pareció haberse interesado en serio más que por los placeres del espíritu, singularmente la
música. Aparte de eso, concedía sus favores como tales y se dejaba amar educadamente por todo el
mundo.

Además del libro que le dedicó George Sand, toda la extraordinaria obra novelística de Turguéniev está
marcada por sus atormentadas relaciones con esta mujer, que duraron desde el día en que la conoció en
San Petersburgo, y cayó enamorado de ella, hasta el mismo día de su muerte, prácticamente en sus
brazos. Pero aún andan los estudiosos del autor dePrimer amor averiguando los nombres verdaderos
en los que solía inspirarse para sus obras de ficción el escritor ruso. Tenemos, pues, enigmas para rato.

Paulina fue la hija pequeqa, tardía y mimada de Manuel García y Joaquina Sitjes -que luego afrancesó
su nombre y se hizo llamar Joaquine Sitchés-, ahorrándose la durísima educación musical de los dos hijos
mayores, Manuel y María Felicia, en la que menudeaban los golpes. Vio cómo sus hermanos huían de su
padre y cómo María Felicia era desgraciada en su matrimonio con Malibrán, tenía luego un hijo sin
haberse casado y moría pocos meses después de su matrimonio con Bériot.

Paulina contaba entonces 15 aqos y no era tan hermosa ni tan apasionada como su famosa hermana.
Pero aceptó sucederla y se sometió a un durísimo y completo aprendizaje dirigido por su padre, que
para compensar sus limitaciones de voz le dio una formación musical completísima. En cuanto al talento
dramático, superó aLa Malibrán. En cuanto al talento a secas, a toda la familia.
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Aunque debutó en 1838, en París, su primer gran triunfo lo obtuvo al aqo siguiente, en Londres,
haciendo el papel que consagró a su hermana:la Desdémona deOtelo , papel dificilísimo para su edad
pero en el que se aplaudió tanto lo que prometía como lo que exhibía. En París, su primer propagandista
fue Alfred de Musset, que intentó conquistarla denodadamente, en prosa y en verso, pero sin éxito.
Paulina arrastraba una primera decepción sentimental: la de su maestro de piano y célebre compositor
Liszt, que no se dejó llevar porque entendió que con aquella alumna se acababa su ajetreada vida
amorosa.

Tras desdeñar a Musset, Paulina probablemente cedió a los deseos de George Sand, o sea, Aurore
Dupin, casada con Casimiro Dudevant pero verdadera coleccionista de amantes de ambos sexos, entre
ellos Musset, y el más famoso de todos: Federico Chopin. George Sand fue la que urdió el matrimonio
con Louis Viardot, pensando en la carrera musical de Paulina y en la conveniencia de un marido
mundano y comprensivo para ciertas libertades de orden sentimental. Empezando por ella misma, claro.
La elección fue acertada porque Paulina fue amada y amó a su marido. También.

Su carrera fue larga, inteligente y hábilmente llevada, con la ayuda de la facilidad para los idiomas típica
de los García. Paulina cantó bien en media docena: francés, inglés, espaqol, alemán, italiano y ruso. La
capital que más dificultades le planteó fue aquélla en la que vivió casi siempre, París. Su marido estaba
sometido a todos los vaivenes y politiqueos de los clanes teatrales y musicales de Francia y Paulina se
benefició a veces pero salió perjudicada en muchas otras.

Viajó a Espaqa en los comienzos de su reinado musical y arrasó, tanto en Madrid como en Sevilla,
donde era sólo la hija de Manuel García. Pese a no vivir nunca en el país de sus padres, cultivó la lengua
e incluso la música espaqola, para la que compuso varias versiones de canciones populares. Pero en su
casa francesa se vivía lo espaqol porque Viardot fue uno de los grandes hispanistas de su época,
traductor deEl Quijote y excelente conocedor de nuestros clásicos.

ComoLa Malibrán , también Paulina fue aplaudida durante décadas como símbolo artístico de lo
espaqol, que ella mantuvo, no obstante, a prudente distancia geográfica. Y como espaqola eminente fue
aclamada en San Petersburgo, donde el azar de una recepción le hizo conocer a Iván Turguéniev,
entonces con apenas 25 aqos y una carrera literaria inédita.

El la siguió el resto de su vida, con algunos paréntesis de alejamiento y desesperación. Pero cuando
Louis Viardot estaba moribundo y supo que Turguéniev dejaba su casa, también enfermo de muerte,
hizo que lo bajaran a la puerta para darle la mano y despedirse como los grandes amigos y enemigos
íntimos que fueron. Lo milagroso es cómo Paulina consiguió que ambos se aceptaran y tolerasen el amor
de otros hombres y amigos, como el pintor Ary Scheffer, que tuvieron menos suerte. Después de
asistirles en sus últimos momentos, ella les sobrevivió casi 30 aqos.

La guerra franco-prusiana en 1870 destruyó el mundo cosmopolita en que vivía y triunfaba Paulina
desde 1835. Pero, como buena administradora de su genio y sus afectos, compró una casa en Bougival
en la que reprodujo a pequeqa escala Courtavenel y Baden-Baden. Tenía un hermoso parque donde los
Viardot cedieron terreno al arruinado Turguénniev para construirse la casa donde finalmente murió. Aqos
después, bajo los árboles, siempre elegante, Paulina paseaba de una casa vacía a otra, pensando en los
amigos, amores y artistas que la iban dejando cada vez más sola.

Murió en 1910 y se reprodujeron entonces los elogios a su talento y las habladurías sobre su vida
íntima. Al enjuiciar personajes célebres se tiende al blanco y negro, aunque en realidad nos las habemos
siempre con variantes más o menos oscuras del gris. Sólo muy raramente, como en el caso de Paulina
García Sitjes, más conocida en dos siglos como Paulina Viardot, nos sorprende el auténtico gris perla.
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FERNANDO II DE ARAGON Y V DE CASTILLA: El rey fundamental

El Mundo, 21/06/1998

Tenía 10 años cuando estalló la rebelión de Barcelona contra su padre Juan II. Aprendió en la más dura
de las escuelas lo que eran la muerte, la traición, el dinero y la fuerza. Sus proezas militares no tienen
parangón: conquistó el reino de Granada, Navarra y tomó las plazas del Norte de Africa.

Cuentan que Felipe II dijo un día en El Escorial señalando un retrato de su


bisabuelo Fernando: «A él debemos todo». Y es muy cierto que cuando España dominaba el más vasto
Imperio conocido lo fundamental provenía de los Reyes Católicos, y en especial de quien más se
preocupó de la guerra y la diplomacia: Don Fernando. Sus proezas militares, políticas y diplomáticas no
tienen parangón: venció al frente del bando isabelino en la guerra civil de Castilla, derrotando a Portugal,
terminó de conquistar las Canarias, conquistó el Reino de Granada liquidando la presencia islámica en
España, dominó Italia derrotando brillantemente a la invencible Francia, conquistó Navarra, tomó las
plazas del Norte de Africa entre el Estrecho y Túnez, en su reinado se descubrió América y empezó su
colonización. También se descubrió el Océano Pacífico, se exploró el Africa Oriental y se abrieron
nuevas rutas de comercio con Europa y por Africa...

Todo eso partiendo de un reino en decadencia que apenas pasaba del millón de habitanttes y, tras
casarse a los 17 años, a escondidas y con una dispensa papal falsa, con una prima suya que sólo tenía
18, y a la que meido reino se negaba a reconocer como heredera del trono. No ha habido una reina
como Isabel en toda nuestra historia, pero tampoco un rey como Fernando. En realidad, ni en España ni
en ningún otro país del mundo hallamos una pareja remotamente comparable.

«Desde su niñez fue criado en guerras, do pasó muchos trabajos y peligros de su persona. Y porque
todas sus rentas gastaba en guerras que tenía, estaba en continuas necesidades», dice de Fernando de
Aragón Hernando del Pulgar en suCrónica de los Reyes Católicos . Había nacido en 1452 y tenía 10
años cuando estalló la rebelión de Barcelona contra su padre, Juan II, que desembocaría en una década
de cruenta guerra civil. Vio cómo la mitad de los patricios catalanes proclamaba rey al de Castilla y luego
a más de un infante francés.

Aprendió en la más dura de las escuelas lo que era la muerte, la traición, el dinero y la fuerza. Cuando
su padre lo nombró rey de Sicilia, todavía niño, tenía ya la corona dentro de la cabeza. Y cuando se
casó con Isabel, e inmediatamente debió ponerse al frente de las tropas para defender su derecho al
trono de Castilla, comenzó una guerra que terminaría con su muerte.

Tenía como divisa «Tanto monta», inventada por Nebrija en recuerdo de Alejandro Magno, que se
encontró con el célebre yugo atado con una soga y cuyo nudo debía desatar el que pretendiera la
conquista de Oriente. Alejandro no se entretuvo y lo cortó con un tajo de su espada. El gesto retrata
bien la decisión de Fernando, pero Maquiavelo lo tomó como modelo paraEl Príncipe porque su
astucia era mayor que su audacia.
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La Edad Mediaespañola termina a todos los efectos cuando los Reyes entran en Granada tras la guerra
victoriosa conducida por Fernando, pero puede decirse que su última representación tiene lugar el 1 de
marzo de 1476, en la batalla de Toro, cuando el príncipe heredero de Aragón y rey de Castilla, rodeado
de sus fieles aragoneses, tiende su lanza al frente del cuerpo central del ejército de Isabel y encabeza la
carga contra las tropas portuguesas y castellanas que defienden la causa de Juana «La Beltraneja».

En su minuciosa y prodigiosa reconstrucción de esta guerra, Luis Suárez Fernández dice que es la última
vez que Castilla vio el espectáculo de un rey cargando al frente de sus caballeros con los cascos,
armaduras y vistosísimos arreos medievales. Es rigurosamente cierto. Fernando decidió esa noche en el
campo de batalla aquella larga guerra y aseguró la corona de Isabel, que era la suya. Pero la reina
también había luchado pueblo por pueblo, encargada de la intendencia y la enfermería, sin olvidar
actuaciones políticas espectaculares, como cuando se presentó a cuerpo limpio en Segovia y dominó con
su sola presencia y autoridad una rebelión ciudadana que habíasecuestrado a su entonces única hija
María. El apoyo de los aragoneses a los castellanos de Isabel tuvo también éxito cuando Luis XI de
Francia invadió Guipúzcoa y Navarra con más de 20.000 hombres, estrellándose en Fuenterrabía.
Fernando dirigió la lucha en Guipúzcoa y Vizcaya, luego en Navarra, sin dejar de combatir en Castilla.

Con apenas 25 años, la pareja real desplegaba una gran actividad militar y diplomática en los frentes de
Aragón -Francia, Italia,la Santa Sede- y en los viejos y nuevos de Castilla. Acabó venciendo en todos.
Isabel aguantó como pudo los justificados celos que Fernando le daba. Tuvo mérito. Un sector muy
importante de Castilla era contrario a la unión con Aragón que signnificaba la boda de los príncipes.
Todos veían que era algo más que una boda, porque en esa época las uniones de los pueblos pasaban
por la unión de los soberanos y pronto quedó claro que aquella pareja venía realmente a dejar huella.

Pero la corona de Castilla tenía tres veces más tierra y seis veces más gente que la de Aragón y, aunque
desde el compromiso de Caspe, los reyes aragoneses pertenecían a la misma dinastía castellana de los
Trastámara, los dos reinos tenían orientaciones políticas muy distintas. Francia era el primer socio
comercial de Castilla y un tradicional aliado atlántico, mientras que Aragón era enemigo incondicional de
Francia y buscaba su aislamiento mediante alianzas con Borgoña, el Papa o Inglaterra para asegurarse la
hegemonía en el Meditarráneo.

Lo que podríamos llamar elbando atlántico de Castilla prefería la unión con Portugal, mientras Isabel y,
por supuesto, Fernando, preferían la alianza aragonesa dejando para sus hijos la unidad peninsular. Si no
quisieron titularse Reyes de España, aunque todos los reconocían como tales, fue para ir acostumbrando
a la unión a castellanos y aragoneses sin cerrar la puerta a los portugueses que, hasta Camoens, también
se llamaban españoles.

Tras derrotar a Portugal y Francia, Fernando se puso en 1482 al frente de la mayor empresa militar de
los reinos cristianos españoles: la conquista del último reino musulmán dela Península. Diez años de
costosísimos empeños, alardes militares, políticos y diplomáticos culminaron con la entrada de los Reyes
en Granada el 2 de enero de 1492. Terminaba asíla Reconquista y esto confirió un prestigio
extraordinario en toda Europa a Fernando e Isabel. Fue también el año del Descubrimiento de América,
el de la expulsión de los judíos y el de la primera gramática castellana, entre otros hechos decisivos.
Fernando acababa de cumplir 40 años, vivía el apogeo de su gloria, pero en Barcelona, donde concluida
la guerra civil había resuelto eficazmente el conflicto de los payeses deremensa y enderezado la
reorganización de Cataluña -el redreç-, acechaba la muerte.

Un payés loco saltó sobre él en la escalinata de la plaza del Rey y le dio una puñalada en el cuello,
mortal de necesidad. La gruesa cadena de oro que siempre traía frenó el tajo pero la herida era tan
grande que la reina no quiso verla. Pasó tres días prácticamentemuerto pero su constitución consiguió
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vencer la fiebre y la infección. Vivió aún 20 años, aunque sólo cinco buenos. En Nápoles, los ejércitos
de Fernando, gracias a la experiencia granadina, alumbraban una nueva técnica de combate, basada en
la combinación de caballería ligera e infantería armada con arcabuces. Gonzalo Fernández de CórdovaEl
Gran Capitán fue el brillantísimo general que en Ceriñola y Garellano derrotó a los franceses y aseguró
para Aragón el dominio de toda Italia y el control del comercio mediterráneo. También consiguió otra
vieja aspiración aragonesa: recuperar el Rosellón.

Todo se torció en el mes de septiembre de 1497, cuando el príncipe heredero don Juan, recién casado
con Margarita de Austria, se sintió muy enfermo durante una visita a Salamanca. Avisado Fernando,
llegó a galope tendido desde Valencia a Alcántara, pero sólo pudo acompañar a su único hijo y sucesor
en los últimos momentos. Margarita estaba embarazada, pero abortó. Quedaban otras cuatro hijas. La
mayor, María, estaba casada con Manuel de Portugal, y sus padres la hicieron jurar como princesa para
impedir que su herencia saliera dela Península. María tuvo un hijo, Miguel, que sucedía a Juan, pero
ambos murieron poco después. En 1504 falleció Isabel, y su yerno Felipe, ya I, quiso apartar cuanto
antes al suegro de la regencia y aliarse con Francia. Fernando se casó entonces con Germana de Foix,
que tuvo un hijo, muerto al nacer. Pudo reclamar la mitad «ganancial» de Granada y de las Indias, para
impedir que un Habsburgo sometiera a Francia el naciente imperio; pensó incluso en su nieto Fernando
como heredero; al fin se designó a Carlos. Antes de morir en 1512, rindió otro servicio decisivo: la
conquista de Navarra, más unida a Aragón pero que entregó a Castilla para protegerla mejor. Con el
viejo reino, Fernando acababa de reunir bastante más que España. Dicen que murió tratando de
engendrar un heredero. Es comprensible.

JUANA I DE ESPAÑA: Juanala Loca

El Mundo, 28/06/1998

Cuando Juana y Felipe se conocieron en Lille quisieron meterse en la cama y hubo que adelantar la
boda. Por vigilar a su marido parió a su primogénito Carlos en un retrete. A la muerte de Felipe no hubo
forma de apartarla del cadáver. Los comuneros quisieron reponerla en el trono como reina..

En diciembre de 1506 una mujer embarazada de ocho meses anda de noche, a pie,
por los campos de Castilla. Va detrás de un cortejo silencioso que a la luz de las antorchas porta un
ataúd. En él van los restos de su joven marido, muerto tres meses antes. La mujer lleva al cuello, colgada
de una cinta negra, la llave del féretro. El cortejo no para en las ciudades, ni en los pueblos, ni en las
posadas, ni en los conventos de monjas, ni en ningún lugar donde pueda encontrarse una joven. A la
viuda la acompañan hombres armados y con antorchas, algún fraile y mujeres mayores. Ella lleva el
rostro cubierto por un velo, pero todos saben que esa mujer que se esocnde tras un velo negro es la más
rica y poderosa del mundo. Es doña Juana I de Castilla que, huyendo de la peste declarada en Burgos,
lleva a su marido don Felipe I a enterrar a Granada, junto a la reina IsabellaCatólica .

La imagen, rigurosamente histórica, ha cautivado la imaginación de las generacionnes durante siglos. Es


como si la desdichada heredera de los Reyes Católicos llevara a cuestas todo el dolor y la muerte que
acompañan la gigantesca construcción política de sus padres. Como si en el ataúd fueran las víctimas de
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tanto poder ganado a sangre y fuego: quizás el cadáver de Jimeno Gordo, al que Fernando, por orden
de su padre Juan II, mandó ahorcar ante él en una sacristía y negándole el derecho de Manifestación que
había jurado respetar como Príncipe de Aragón; quizá va también el cadáver del primer judío quemado
en Sevilla porla Inquisición durante el reinado de su madre Isabel; o el del último moro de Granada
muerto al pie de las muralllas; o el de un supuesto ladrón al que no se halló botín, pero quela Santa
Hermandad ahorcó en un camino para aterrorizar a los malhechores. En ese ataúd va también su razón,
incapaz de entender las cosas sin sufrirlas. Va todo el peso del mundo, cerrado con una pequeña llave.

Los títulos de esa mujer loca que tiene que pararse en Torquemada, casualmente cuna del apellido del
primer Inquisidor General, con los dolores del parto, son muchos, muchísimos: heredará los reinos de
Castilla, Aragón, León, Navarra, Granada, Valencia, Galicia, Murcia, Sevilla, Jaén, Toledo, Algeciras,
los Algarbes y Jerusalén; el condado de Barcelona; los señoríos de Molina, Vizcaya y Alava; los
ducados de Atenas y Neopatria; heredará las plazas del Norte de Africa y las inmensas Indias hasta
entonces descubiertas. Pero como si toda la gloria política y militar que alumbraba el nacimiento dela
Casa de España debiera tener su contrapartida maldita, los herederos de Isabel y Fernando han ido
muriendo uno a uno, hasta llegar a esta mujer que se niega a ayudar al nacimiento de su propia hija
porque su padre ya no podrá verla. Ya no le importan los vivos. Y tampoco sus hermanos muertos.

El primero en morir fue el príncipe Juan, con 19 años, recién casado con Margarita de Austria y a la que
dejó embarazada, pero abortó. La mayor de las hijas de los reyes, Isabel, reina de Portugal tras su
matrimonio con Manuel I, heredaba automáticamentela Corona de Castilla, pero no la de Aragón, donde
regíala Ley Sálica. Fernando estaba a punto de cambiarla cuando María tuvo un hijo, Miguel, que se
convertía en heredero de las tres coronas: Castilla, Aragón y Portugal. Pero Isabel murió un año
después, en el segundo parto y poco después murió también el príncipe Miguel en Granada, donde lo
habían llevado sus abuelos Isabel y Fernando parra cuidarlo.

Después de Juan, Miguel e Isabel, la primera en la línea de sucesión dela Corona de Castilla -y de
Aragón, si su padre Fernando así lo decidía- era Juana, casada con Felipe de Habsburgo, llamadoEl
Hermoso , primogénito del emperador de Alemania. Sin embargo, a Isabel, que nunca se recuperaría de
la muerte del príncipe Juan, al que desde niño llamaba «mi ángel», y a su esposo, el aún vigoroso y astuto
Fernando, le producía horror que su inmenso legado terminara en las manos de Juana, porque su estado
mental la incapacitaba para el ejercicio de la función regia. Y así como el príncipe Juan habría sido
tutelado por los reyes, lo mismo que el principito Miguel e, incluso, Manuel de Portugal, al que muerta
Isabel dieron en feliz matrimonio a su hija María, el marido de Juana no iba a dejar reinar a su mujer ni a
sus suegros.

La madre portuguesa de Isabel se volvió loca y su hermano Enrique solía meterse en los bosques a
hablar solo para tranquilizar su espíritu. Paradójicamente, Juana nació clavada a su abuela paterna, Juana
I de Aragón, de la familia de los Enríquez, Almirantes de Castilla. Cuenta González-Doria que,
bromeando con el parecido, Fernando le llamaba «madre» e Isabel «suegra». Sin ser una gran belleza,
resultaba atractiva por sus ojos verdes y rasgados, su rostro fino y su talle gentil. Pero dentro de una
inteligencia notable acechaba la locura.

De niña fue muy estudiosa -hablaba latín, afición tardía de su madre- y entregada a la devoción. Era muy
extremosa en sus penitencias y hasta quiso meterse a monja. Sus padres la casaron a los 16 años con
Fellipe, hijo mayor de Maximiliano I de Alemania y de María de Borgoña, que acababa de morir
convirtiéndolo en soberano de Flandes. No tenían los Habsburgo ni una pequeña parte de las posesiones
españolas pero eran muy ricos y vivían con un lujo que a los Reyes Católicos, austeros tirando a tacaños,
les parecía exagerado y hasta repulsivo.

Fue casarse y empezar el escándalo. Apenas se conocieron, el 21 de agosto de 1496 en Lille, quisieron
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meterse en la cama, así que hubo que buscar a un cura y adelantar la boda. Felipe era muy mujeriego y
al principio la pasión de su joven esposa le divirtió; luego le cansó y finalmente le horrorizó, porque
incluía unos celos morbosos que sólo calmaba el tálamo. Juana abandonó sus prácticas religiosas.

Por vigilar al marido, ya fuera de cuentas, tuvo a su primogénito Carlos en un retrete. Antes de nacer su
segundo hijo, Fernando, llegaron a España como príncipes de Asturias y se manifestó el desdén de
Felipe por sus suegros. Tras el parto, quisieron sus padres cuidarla algún tiempo en el Castillo dela Mota
, por apartarla de quien tan loca la volvía, pero escapó descalza tras su marido en plena noche, insultó a
su madre e hizo tales disparates que tuvieron que dejarla ir. Murió Isabel en 1504, dejándola como
heredera. Volvieron a España y Felipe se apresuró en mostrarla como loca a los nobles castellanos para
incapacitarla. La forzó a recibirlos casi a oscuras, con una caperuza negra ocultándole el rostro, pero
tuvo uno de sus raptos de lucidez y los reconoció a todos, hablando muy cuerdamente. De ahí viene la
leyenda de que su locura era un ardid para quitarle el trono. Caló en el pueblo pero no en quienes la
conocían.

Pronto se dividió el reino entre los partidarios de Felipe y Fernando, como rey o regente. Juana
encadenaba embarazos y depresiones. Felipe se apoyó en Francia para aislar a Fernando pero éste
rompió el cerco casándose con Germana de Foix, sobrina carnal del rey francés. Durante un tiempo,
Fernando le dio a su yerno cuerda donde ahorcarse y cuando ya los nobles suspiraban por su autoridad,
Felipe murió tras beberse un cántaro de agua helada en un frontón. Fernando volvió como regente y los
nobles acudieron a rendirle pleitesía. También Juana, con su féretro, acudió a besarle la mano.

No había forma de apartarla del muerto. La dejaron por imposible pero entró en una de sus crisis de
suciedad y tuvieron que recluirla en el castillo de Tordesillas, con el ataúd de Felipe a la vista en una
iglesia cercana. Así fueron pasando los años, murió su padre en Madrigalejo, en 1516. Vino su hijo
Carlos y también le prestó acatamiento, pero nadie pensó en rescatarla de su oscura vida hasta la
rebelión de los comuneros, que trataron de reponerla en el trono como reina legítima. Pero entre sus
viejas manías estaba la de no firmar ningún papel y no consiguieron su autorización para nada serio.
Probablemente, eso evitó una larga guerra civil.

Carlos se dio cuenta entonces del peligro y ya no hizo nada por sacarla de la reclusión. Rara vez la
visitaban sus hijos y alternaba periodos de lucidez sombría y de arrebato, en los que tenían que asearla a
viva fuerza. Dormía vestida, con la llave del ataúd al cuello, por si alguien quería sorprenderla. Pasaron
hasta 46 años de encierro, pero enla Semana Santa de 1555 recobró la lucidez, como hizo su abuela
también antes de morir.

Mandó que la enterraran con Felipe en Granada y dejó este mundo reconciliada con todo y con todos.
En la memoria popular quedó el nombre de Juanala Loca y los románticos pintaron su desvarío junto al
ataúd. Después dela Guerra Civil se rescató en el cine suLocura de Amor , con un éxito bárbaro.pero
casi nadie recuerda ya que fue la primera reina de España. Una historia muy triste.

ELIA MARIA GONZALEZ-ALVAREZ: Lilí Alvarez

El Mundo, 12/07/1998

Síntesis de elegancia, belleza y distinción como no se ha vuelto a ver en las pistas de tenis. Practicó,
además, esquí, patinaje sobre hielo, billar, equitación y automovilismo. Le gustaban las emociones
fuertes. Notablemente culta y cultivada, era, también, una feminista convencida.
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Si hay una imagen que resume lo mejor dela España que se asomaba al siglo
XX con capacidad para todo lo bueno y todo lo nuevo, esa es la de Lilí Alvarez disputando la final del
Campeonato de Tenis de Wimbledon en 1926, 1927 o 1928, que las tres disputó aunque no ganara
ninguna.

Era una síntesis de elegancia, belleza y distinción como no se ha uelto a ver en las pistas de tenis. Y esa
imagen correspondía perfectamente a una de las personalidades más interesantes de nuestra época, una
mujer que al morir en Madrid, el 8 de julio de1998, a los 93 años de edad, cerraba con una media volea
sensacional, el que siempre fue su mejor golpe, una vida que siempre entendió como un partido de tenis
en el que no valía la pena quedarse en el fondo de la pista.

Elia María González-Alvarez y López-Chicheri nació por casualidad en el Hotel Flora de la ciudad de
Roma, el 9 de mayo de 1905. Fue bautizada en San Juan de Letrán, nada menos, y bajo ese signo de
cosmopolitismo elegante discurrió la primera parte de su vida.

Por la delicadísima salud de su madre, Lilí pasó los años de su infancia en Suiza, y allí se aficionó a
todos los deportes y sobre todas las superficies, desde el esquí sobre nieve al patinaje sobre hielo, desde
el tenis o la equitación al billar, que empezó a jugar a los cuatro años, subidita a una silla.

Tenía una constiutción física prodigiosa, al tiempoesbelta y sólida, fibrosa y finísima . Las facciones
delicadas y una figura que ni pintada por Rafael de Penagos para las ilustraciones delBlanco y Negro
albergaban un carácter férreo y aventurero, una decisión y un valor a toda prueba para emprender
cualquier juego. A los 11 años ganó su primer trofeo de patinaje sobre hielo. A los 14, su primer
campeonato de tenis. A los 16,la Medalla de Oro de patinaje en Saint-Moritz. Y como además le
gustaba divertirse sin renunciar nunca a la competencia, ganó también el campeonato de tango de
Alemania.

Pero el deporte para el que reunía mejores condiciones era el tenis. Su progresión fue vertiginosa y, en
un primer momento, mundana. Cuando, con 18 años, se trasladó a vivir ala Costa Azul con su familia,
era la contrincante más buscada por todas las celebridades de la aristocracia y la política que solían
pasar allí los interminables veranos de entonces, especialmente Gustavo V de Suecia, con el que jugaba
habitualmente en Cannens.

Lilí buscaba emociones fuertes y le dio también por el automovilismo. Correr y competir eran una misma
cosa para ella, así que a los 19 años ganó el Campeonato de Cataluña de Automovilismo. Viendo que
ahí no tenía rival se concentró en el tenis y en sólo dos años de práctica se plantó en la final de
Winbledon, ayer como hoy el campeonato más imporatnte del mundo. Ese fue el momento en que los
españoles y, sobre todo, las jóvenes españolas, se encandilaron con su preciosa figura vestida con
camisa de hilo y falda larga, toda de blanco con una cinta muy ancha, aturbantada, en el pelo negro
cortado a logarçon .

Otras veces llevaba la cinta y una rebeca de hilo rojas, siempre sobre el uniforme blanco de rigor,
incluidas las medias y los zapatos bajos. Aún estaba más guapa. Y el gesto de concentración era
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insoportablemente atractivo, tan demoledor como sudrive .

Cuando en 1926 disputó su primera final en Wimbledon, contra la inglesa KathleenKitty Mac Kane,
tuvo el partido en la mano. Había perdido el primer set por 6-2, pero animada por el público, entre el
que estaban los reyes de España Alfonso XIII y Victoria Eugenia, le dio la vuelta al marcador, ganó el
segundo set y se puso en el tercero y definitivo con cuatro juegos a uno y ventaja de 40-15. Entonces,
según decía ella, «se le fue el santo al cielo» y perdió el título que ya casi tenía en el bolsillo.

Lilí siempre recordó aquel partido, pese a su final, como el más bonito de su vida. Quizá porque a pesar
del resultado había demostrado que era la mejor. En cambio, en los dos años siguientes, le tocó
enfrentarse en la final a la mejor tenista de la época, la estadounidense Helen Willis, que sí era claramente
superior aThe senorita , como la llamaba siempre la prensa anglosajona. Y es que aquella mujer de
veintipocos años presumía de su origen y además exhibía un carácter muy español en las reuniones más
encopetadas dela Europa posterior ala Primera Guerra Mundial.

Se hizo mundialmente célebre una anédota protagonizada por nuestra deportista y el victorioso mariscal
francés Foch, que incurrió en la galantería relamida de decirle:

- No me atrevería a proponerle un partido de tenis a esta señorita...

A lo que Lilí respondió, fulminante:

- No se preocupe mariscal. Yo tampoco le declararía a usted la guera.

Y es queThe senorita , que ganó en dobles el Roland Garros de 1929, era una feminista convencida,
que no pasaba por la condescendencia machista, aunque apreciaba, como persona notablemente culta y
cultivada, el talento y el ingenio. Por supuesto, eso le ocasionó a Lilí Alvarez bastantes contrariedades,
pero las sobrepasaba fácilmente con elpassing-shot de su carácter. No es que se creciese ante la
adversiad; es que le gustaba provocarla, para darse el placer de vencerla.

Convertida en una celebridad, se sintió tentada por el periodismo y empezó a escribir para elDaily Mail
de Londres. Desde la proclamación dela II República Española en 1931 envió crónicas parlamentarias y
políticas, poniendo especial atención a los cambios que tenían lugar en la mujer española.

En 1934, el cambio le ocurrió a ella: se enamoró y se casó con un diplomático y aristócrata francés, el
condela Valdéne , pero su matrimonio corrió la misma suerte trágica de su país. En 1939, después de
perder al hijo que esperaba, se separó de su marido para siempre. Nunca se supo qué había ocurrido
para que una persona tan religiosa como Lilí rompiera su pareja, pero debió de ser algo muy grave y
muy hondo, tan terrible como todo lo que había sucedido en España y empezaba a suceder en todo el
mundo. Siempre se negó a escribir sus Memorias, así que el secreto quedó donde seguramente debía
quedar: en su almario. Decidió vivir en España en 1941 y siguió practicando deporte, o sea, ganando
campeonatos. Lo hizo en automovilismo y en esquí, del que fue campeona española. Pero tuvo un
altercado en Candanchú, con los federativos de la época, cuya siniestrez es perfectamente imaginable.
Se les ocurrió la brillante idea de dejar esperando a las mujeres mientras esquiaban los hombres y ella los
puso de chupa de dómine. La acusaron de «ofensas a España», confundiéndola seguramente con su
bigotito. Al poco de expulsarla dela Federación volvieron a admitirla, pero ella ya no quiso competir más
y se dedicó al deporte privadamente. Por cierto, hasta su ancianidad.

Comenzó entonces una carrera como escritora de tipo religioso y feminista, mixtura difícil. En 1946
publicóPlenitud . En 1951 dirigió al V Congreso Feminista Hispanoamericano un vibrante discurso:La
batalla de la feminidad .
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En 1956 salió enTierra extraña , escrito con gran repercusión en ambientes católicos no oficiales y que
inició su serie de libros sobre la espiritualidad seglar y el compromiso con los desfavorecidos. Contaba
con la amistad especial de Guillermo Rovisora, un dirigente obrero de la época, y de Tomás Malagón,
cura obrero dela HOAC.

Quizás su título más «alegre y rápido», como ella misma definía su tenis, seaIdeario de una beata
atípica . Pero tambiénFeminsimo y espiritualidad ,El seglarismo y su integridad oLa religiosidad
masculina y su desdicha . Dedicó al deporteEl mito del amateurismo y reflexionó sobre feminidad,
deporte y religión enMi testamento espiriutal ,Revivencias ,La vida vivida yLa gran explicación
desde la vida y el deporte , que presentó en público poco antes de su muerte.

En el mundo intelectual, Lilí Alvarez fue como en el deportivo; una excepción. O más precisamente:
alguien excepcional.

Tuvo que vivir tantos años para ver el triunfo de Conchita Martínez en Wimbledon, siete décadas
después de sus éxitos. Cuando el tenis español volvió a los más alto, en la final dela Copa Davis contra
Australia, Lilí viajó a Sidney y escribió paraABC : «En el recinto de "White City"..cuandola banda militar
tocaba nuestro himno nacional, se me saltaban las lágrimas y pensaba: ¿qué hay hoy en día que reporte
así, abiertamente, manifiestamente, multitudinariamente, más gloria, más alabanza a España, que este
juego limpio que todos juegan?». Nadie lo ha jugado mejor que Lilí Alvarez.

ANTONIA MERCE: «La Argentina»

El Mundo, 19/07/1998

Nació en Buenos Aires durante una gira de su padre, primer bailarín del Teatro Real. Empezó a ganarse
la vida de corista. Fue amiga de Falla y favorita de intelectuales. En 1918 era ya una figura del baile
español. Alta, de ojos verdes, fue una de las mujeres más elegantes de su tiempo.

Hay dos mujeres que protagonizan la modernización de nuestra danza en el siglo


XX, su divulgación internacional y su entronización en el gremio intelectual, tantas veces refractario al
folclore popular, oscuro y anónimo. Curiosamente, comparten apodo artístico, por haber venido ambas
al mundo casualmente en Buenos Aires, donde actuaban sus padres. Una es Antonia Mercé,La
Argentina ; la otra, Encarnación LópezLa Argentinita . Las dos fueron amigas de los músicos y poetas
del 27:La Argentina , más amiga de Falla;La Argentinita , más amiga de Lorca. Ambas tuvieron que
partir de abajo, del mundo de las variedades y el cabaré, para llegar, a fuerza de estudio y constancia, a
enamorar a los modernos creadores españoles y al público de París y Nueva York.

Pero la primera en edad, Antonia Mercé, tuvo una vida tranquila, marcada por el trabajo y el éxito. La
segunda, Encarnación López, vivió una existencia marcada por la tragedia. La primera fue una de las
mujeres más elegantes de su tiempo, pero en cierto modo se convirtió en una parisina española. La
segunda fue amada por los toreros y los poetas, pero padeció los dramas de ambas profesiones.La
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Argentina se ahorró con su temprana muerte los horrores dela Guerra Civil.La Argentinita murió tras
perder su hacienda en nuestra tragedia y la salud durantela Segunda Guerra Mundial. La menor parecía
estar bajo el signo de Dionisos. La mayor, bajo el de Apolo.

Antonia Mercé nació hija del amor romántico y del baile español. Su padre, Manuel Mercé, era el
coreógrafo y primer bailarín del Teatro Real y conoció a Pepita Luque, cordobesa de muy buena familia,
durante una gira. Se casaron y ella empezó a bailar, aunque no era ya una jovencita, como alumna de su
marido. Tenía unas cualidades innatas de gracia y ligereza que su marido, sólido pero académico y algo
soso en la interpretación, supo adivinar y entender como complementarias de las suyas. Formaron casi a
la vez familia y pareja artística. Y en el Buenos Aires de 1890 vino el mundo su hija Antonia, llamada a
ser figura máxima del baile español. Su padre no quería que bailase, sino que triunfase en la ópera, para
lo que no le faltaban condiciones. Pero su esfuerzo se estrelló contra la tozudez de Antonia, que prefería
los pies y hasta las manos, a ser posible con castañuelas, para expresarse.

A los 10 años entró en el Conservatorio para estudiar música, pero a cambio su padre aceptó que se
incorporase también al cuerpo de baile juvenil del Teatro Real, a sus órdenes. Antoñita se llevaba mejor
con su madre que con su padre, tenía de ella la intuición y la creatividad, pero no se sometía tan
fácilmente al despotismo académico de Manuel. En vez de la niña mimada del Real se convirtió en la hija
díscola y, en puertas de la adolescencia, casi en la oveja negra. Pero un drama familiar impidió que el
enfrentamiento fuera más lejos: el padre cayó enfermo en una silla de ruedas; la madre tuvo que hacerse
cargo de la academia de baile que tenían junto a la vivienda familiar, en la madrileñísima calle del Olmo; y
Antonia abandonó el Conservatorio y empezó a ganarse la vida en el Teatro Apolo, de corista, mientras
seguía estudiando danza con su madre.

Fueron momentos cruciales para la vida y la carrera de la bailarina. Con 13 años, tenía una base notable
en música y declamación, bailaba muy bien y tenía un arte peculiar para las castañuelas, pero la última fila
del cuerpo de baile enlaCuartadel Apolo , ya de madrugada, no era el mejor sitio para que cuajara una
bailarina clásica. Tampoco para hechizar a un millonario, según la moda de la época, porque Antonia era
longilínea , oscura y a pesar de sus ojos verdes un tanto simiesca. Gracias a los postizos y a su gracia
para bailar consiguió, pese a todo, triunfar pronto en la zarzuelaLas sobrinas del Capitán Grant ,
homenaje chusco a Julio Verne. Se instala en el Romea, donde recita, canta y baila, haciéndose con una
función para ella sola llamadaLos jueves de «Argentina» que además la convierte en favorita de los
intelectuales delAteneo , que le hacen allí un homenaje. Después, cuando actúa en el Kursaal, es el
centro de la tertulia del palco de los artistas, que preside Valle-Inclán. Pero estos contactos no la ayudan
especialmente en su carrera, aunque le proporcionen un perfil especial entre las artistas jóvenes de su
tiempo.

A los 21 años sale por primera vez al extranjero, actúa en Portugal y debuta en Francia, en Le Jardin de
Paris, pero su primera intentona importante en el Moulin Rouge pasa sin pena ni gloria. Todavía no tiene
un género propio ni ha depurado un estilo. Vocación y condiciones le sobran. Elegancia y personalidad,
también. Pero todavía está en un momento de acumulación de experiencias, de viajes, de cierto lujo y
vanidad. El príncipe Trubetzkoy le hace una escultura que se expone en Nueva York y allí, durante una
larga gira americana que inicia tras el comienzo dela I Guerra Mundial, estrenaGoyescas , de Granados.
Baila una docena de piezas típicamente españolas, con una creada especialmente para ella:La danza de
los ojos verdes . El éxito de crítica es absoluto, incondicional. Cuando en 1918 vuelve a España ya es
una fiigura popular en el extranjero. Y lo ha conseguido con un baile y una música genuinamente
españoles, apreciados como tal por el público más exigente.

Tanteando siempre diversos géneros, hizo bastantes galas con Federico García Sanchiz, el que había de
ser, un cuarto de siglo después, el charlista más famoso del franquismo. Josep María Sert le hace
después los decorados deLos jardines de Aranjuez , pero Antonia está decidida a poner cerco a París,
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la capital artística del mundo de entonces, que se le resiste. Se instala allí tras conocer al que sería uno de
los pocos hombres realmente importantes en su vida: Arnold Meckel, a quien se debe buena parte de su
lento y seguro ascenso internacional y también de su relativa tranquilidad personal, porque Antonia, fuera
del método en el trabajo, era de una alegría avasalladora y nerviosa que retraía a mucha gente. Meckel la
hizo navegar en la época de oro delmusic-hall siempre como artista española con grandes aspiraciones.

Tuvo que esperar siete años para alcanzarlas. Después de varios años de trabajo reestrenaEl Amor
Brujo , de Falla, que en su primera versión para la gran Pastora Imperio había sido un verdadero
fracaso. Ampliada y mejorada por el compositor granadino y por la guionista María Lejárraga (que
firmaba siempre con el nombre de su marido Gregorio Martínez Sierra), la historia de la gitana Candelas,
que se debate entre un amor antiguo y tiránico y otro nuevo y magnífico, era un papel ideal paraLa
Argentina , o así lo entendía ella a pesar del fracaso de una gran artista gitana como Pastora Imperio. Y
así sucedió. Con Vicente Escudero como pareja, su éxito en el Trianón fue realmente apoteósico. Y la
consagración de la crítica francesa, definitiva. Desde entonces, pudo hacer lo que quiso, dentro y fuera
de España.

Francia la adopta como propia, aunque siempre dentro del género español y con protagonismo especial
de Falla. Desde París puede ir a cualquier parte y de hecho recorre los cinco continentes. Agasajada
enla Universidad de Columbia, también es una figura mundana. La visten Cocó Chanel y Jean Patou, a
quien a veces le enmienda la plana, como en la falda corta, que ella alarga justo para cubrir sus rodillas
huesudas. En su apunte biográfico de los años 70, basándose en la biografía de Néstor Luján y
Montsalvatge, cuenta Antonina Rodrigo que el célebre sombrero-campana,lacloche de Lucienne, lo
cambióLa Argentina inclinándolo hacia atrás para mostrar sus famosos ojos verdes. Lo mismo pasó con
su versión ligeramente drapeada y más sencilla del sombrero-turbante de Coco Chanel. Antonia Mercé
se había convertido en unaelegante internacional.

Pero desde la cumbre no olvidaba sus orígenes. La raíz popular de nuestro folclore y los bailes más
antiguos, empezando por la jota, le interesaban sobremanera, aunque lo que más admiraba era el
flamenco. No lo llevó al escenario en toda su pureza, ni se atrevió a cantarlo, pero sí llegó a bailarlo con
gracia jonda. Al llegarla II República , Azaña le impusola Gran Cruz de IsabellaCatólica . Requerida de
continuo por las asociaciones folclóricas de toda España, recibió en Barcelona, cuyo Museo del Teatro
conserva cartas y valiosas pertenencias suyas, el homenaje del Esbart Catalá de Dansaires en 1934. Al
año siguiente fue homenajeada por el mundo del flamenco en Madrid y actuó por última vez en elEspañol
. El 18 de julio de 1936 se celebró en San Sebastián un festival de danzas vascas en su honor. Al
terminar, se sintió mal y cruzó la frontera hacia Bayona. Murió en el camino. Pero nadie se fijó en noticia
tan significativa. En España se acababa de reestrenarlaDanzadela Muerte , con asombroso éxito de
crítica y público.

ENCARNACION LOPEZ JULVEZ: «La Argentinita»

El Mundo, 23/07/1998

Tenía una voz corriente, pero mucha gracia y picardía. Su peculiar estilo renovó el baile español. Tuvo
una estrecha relación con los poetas del 27, sobre todo con Lorca. Sus dos grandes amores, los toreros
«Joselito» ySánchez Mejías , murieron en el ruedo. Bailó por última vez ante Indalecio Prieto.
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En 1898, ocho años después deAntonia Mercé,La Argentina , vino al mundo en


Buenos Aires, también por casualidad, Encarnación López Júlvez, llamdaLa Argentinita , como lo fue en
sus orígeneslaPavlovaespañola . Pero Antonia ascendió aArgentina y Encarnación se quedó con el
diminutivo cariñoso. Era también hija de artistas, aunque su padre era guitarrista y no bailarín, y su madre
aragonesa y no andaluza. Para más semejanza, empezó a ganarse la vida en el mundo de las variedades,
peroAntonia Mercé no pasó de un triunfo tangencial, escapando del género, mientras que Encarnación
López fue una verdadera estrella del cuplé. López Ruiz, en su evocación del popularísimo género
musical, recuerda que su primer gran éxito fueNiña, ¿de qué te las das? , de Susillo y Font de Anta, Y
la verdad es que aquello podrían haberlo dicho las cupletistas deLa Argentinita , porque siendo
bailarina, empezó a cantar para ser estrella del género, y con una voz sólo corriente pero con su picardía,
su gracia para el baile y su apabullante personalidad dentro y fuera del escenario logró desbancar a todas
las grandes figuras, incluida Raquel Meller.Campúa , el empresario más famoso de la época, la sacó del
Romea y la llevó al teatro Maravillas pagándole un fortunón: cien mil pesetas del año 20. Nadie en aquel
entonces había cobrado cifras así.

Pero Encarnación no se contentó con el dinero.había estudiado con grandes bailaoras comoLa
Macarrona oLa Coquinera para llegar a la raíz más genuina del baile español. Era constante y
perfeccionista. Tenía la ambición de hacer cosas grandes y ciertamente las hizo. Con su hermana Pilar
formó una pareja de baile español que poco a poco fue ascendiendo peldaños en la vía que el talento de
Antonia Mercé había abierto para artistas nuevos. La raíz era el folclore tradicional, con claro
predominio de lo andaluz y el flamenco, pero sin olvidar otras variantes regionales que permitieran una
adaptación moderna y elegante para el público internacional. Es admirable cómo un grupo relativamente
pequeño de artistas consiguió dar en poco tiempo un cambio tan grande al panorama artístico español y
a la imagen misma de España, tanto en la música como en las letras, la puesta en escena, la coreografía y
la interpretación. Falla es el compostior más destacado, aunque Granados y Albéniz, entre otros,
suministran piezas a Pastora Imperio,Antonia Mercé , las hermanas López Júlvez y otras artistas de lo
que podríamos denominarla Generación del 27 del baile español. En el caso deLa Argentinita la
relación con los poetas de ese grupo es estrechísima, en especial con García Lorca.

Las dos etapas de éxito de Encarnación López, que se fundieron durante la década de los 20, como
convenía a sus negocios y a su proyección artística, van asociadas a los dos amores de su vida, dos
toreros de tronío, de la máxima importancia enla Fiesta : José Gómez OrtegaJoselito eIgnacio Sánchez
Mejías . Bien pudo decirLa Argentinita que tenía entre sus pretendientes a lo mejor del mundo de los
toros: el Número Uno, el incomparableJoselito ; y el más atractivo galán de cuantos se vestían de luces,
Ignacio Sánchez Mejías , el gran amor de su vida. La relación con ambos fue distinta, pero acabó de
igual forma trágica.

De su noviazgo conJoselito tenemos muy pocos datos. En la biografía que Antonio García-Ramos y
Francisco Narbona -padre de Cristina- dedicaron aIgnacio Sánchez Mejías se cuenta que en el invierno
de 1919, cuando para huir de la depresión que la muerte de su madre le había producido al siempre
melancólicoJoselito , éste se fue a torear a América, le envió una carta desde Lima al padre de
Encarnación anunciándole que a su vuelta tenían que hablar de un «asunto importante». Todos los que
estaban en el secreto de sus relaciones, incluyendo a Encarnación, lo entendieron como el anuncio de
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una petición de mano. La cogida mortal del 16 de mayo de 1920 en Talavera acabó con Joselito y
también con la pareja.

La Argentinitase fue a Amércia para olvidar. Pero aquel largo viaje que empezó en Buenos Aires y
terminaba en México comenzó buscando el olvido de un amor y terminó encontrando lo que se buscaba
olvidar. En la capital mexicana se encontró casualmente con Ignacio Sánchez Mejías, que toreaba allí, y
se hicieron inseparables. Tal vez el respeto aJoselito , al que Ignacio veneraba, les había impedido
confesarse antes la atracción apasionada que sentían. Y aunque Ignacio no podía conseguir el divorcio
de Lola Ortega, hermana deJoselito , se fue a vivir con Encarnación, su antigua prometida. Eso sí,
guardando las formas: cuando estaba en Madrid tenía reservada habitación en el hotel Palace, aunque se
le encontraba casi siempre en la casa de la calle General Arrando que había comprado Encarnación.

La relación duró más de una década y fue magnífica para ambos, no sólo en el aspecto sentimental sino
también en el artístico. Gracias a Encarnación, el torero entró en contacto con los poetas jóvenes del 27:
Alberti, Gerardo Diego y sobre todo García Lorca, que llamaba «comadre» aLa Argentinita y colaboró
con ella en distintos proyectos artísticos. Para Encarnación preparó Lorca las versiones musicales de
canciones populares comoLos Cuatro muleros oLos pelegrinitos . De su colaboración salió el
espectáculo musicalCafé de Chinitas que se estrenó en Nueva York, con éxito. A Ignacio, apartado de
los toros y dedicado a un sinfín de actividades, incluyendo la de autor dramático, le gustaba mucho
pasear con Encarnación por Manhattan y sentarse en algún banco de los pequeños parques bajo los
rascacielos, donde nadie conocía al torero ni a la artista famosa.

Después de mucho darle vueltas,Ignacio Sánchez Mejias decidió escribir el libreto de una obra paraLa
Argentinita , que firmó con el pseudónimo de Jiménez Chávarri y que titulóLas calles de Cádiz . Las
canciones eran de García Lorca, sobre base popular, y el resto de la música, de Falla; la coreografía de
Encarnación López, los bocetos de Ontañón y los artistas eran gitanillos de verdad queIgnacio ,
productor y director, trajo de Cádiz,La Isla o Jerez. También rescataron para la escena a las más
famosas bailaoras gitanas que a finales del XIX triunfaron en el sevillano Café del Burrero:La
Macarrona ,La Ferananda yLa Malena. Las estrellas eran Encarnación y su hermana Pilar,
alternándose, pero con acompañamiento de Manolitala Maora , Paquitala del Morao , Curro y Pablo
Jiménez,El Churri yEl Titi..entre otroscantaores ybailaores , con destacada actuación de chiquillería.
El espectáculo, que trataba de insertar en un poema dramático formas genuinas y antiguas de folclore
popular andaluz, desde la canción de corro a los villancicos pasando por diversos palos del cante, se
estrenó en octubre de 1933 y el éxito fue total, tanto de crítica como de público. Es el momento mejor,
en lo personal y en lo profesional, deLa Argentinita , que si bien no llega a eclipsar aAntonia Mercé , se
equipara aLa Argentina en mérito y reconocimiento. Y que forma conIgnacio una de las parejas más
famosas de España, sólo comparable a la de RafaelEl Gallo con Pastora Imperio.

Pero la nostalgia de los aplausos y acaso un oscuro deseo de terminar su vida en la plaza en plena
gloria, como su ídoloJoselito , lleva aSánchez Mejías de nuevo a los ruedos en 1934. Y llega la muerte,
tras la cogida del 11 de agosto en Manzanares. ALa Argentinita ni siquiera le quedó el consuelo de
acompañarle en sus últimos instantes. Su esposa legítima y sus hijos pasaron por la clínica madrileña
donde entró consciente y salió cadáver, tras una atroz agonía. Encarnación huyó a Buenos Aires, como
13 años antes, y por lo mismo.

Volvió a España en vísperas dela Guerra Civil , cuyo estallido la sorprendió en Madrid.Claridad ,
periódico de la izquierda del PSOE, denunció en portada queLa Argentinita se había negado a actuar
para los soldados heridos, noticia falsa pero que encerraba una condena cierta al paseo y la muerte.
Encarnación colocó una bandera argentina en su casa y, en cuanto pudo, huyó con su hermana Pilar y su
cuñado Tomás Ríos, a Alicante. Tras angustiosa espera viajaron a Orán, Casablanca y París. Con la
victoria de Franco,La Argentinita pudo regresar a Madrid, aunque no perdió todos sus contactos con
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el exilio. Y la muerte le llegó tras bailar por última vez, sevillanas y en bañador, ante Indalecio Prieto, en
la casa del oftalmólogo Castroviejo en Nueva York. Quería Encarnación queDon Inda le devolviera sus
joyas robadas del banco en 1936 y que podían estar entre las el«Vita» , pero Indalecio Prieto le remitía
a Negrín. Terminada la fiesta, Encarnación se sintió mal. Tenía un tumor en el vientre del que no había
querido operarse para no abandonar la danza, comoLa Pavlova , y que finalmente le costó la vida. Era
el 5 de agosto de 1945 y aún vivió 20 días terribles. Su cadáver llegó a España en diciembre y el entierro
fue casi tan espectacular como los deSánchez Mejías yJoselito , enterrados en el mismo panteón
sevillano.La Argentinita , definitivamente sola, se quedó en Madrid.

FELIPE II:La Monarquía Hispánica

El Mundo, 20/09/1998

Fue hijo de Carlos I y de la reina Isabel e Portugal. Amó la música, la caza, la pesca y el coleccionismo.
Iba a misa andando y se paraba en la calle a hablar con los niños y ancianos. Como rey de Portugal,
culminó la unión peninsular. Su mayor fracaso fue el naufragio dela Armada Invencible.

Felipe II fue hijo del emperador más poderoso de su tiempo y de la reina más
hermosa que ha tenido España: Isabel de Portugal.

Nació en Valladolid en 1527, tan delgado y frágil, con la piel tan blanca, los ojos de un azul tan claro y
el pelo tan rubio que parecía albino, hijo dela Luna. Ninguno de los razonables temores sobre su salud se
cumplieron y se convirtió en un joven de estatura mediana tirando a baja, talle esbelto, andar erguido,
hablar pausado, sonrisa blanca, elegante ysencillo en su atuendo, cuidadosísimo de su higiene, con un
talante amable, gentil, y un punto de lejanía melancólica. En su cara dominaron de joven los ojos y de
viejo, la mirada. Los labios sensuales fueron acuchillándose con el tiempo. No habló cinco idiomas,
como su padre: sólo español y portugués con el latín para entenderse. Su educación fue sólo
parcialmente buena: en vez de Luis Vives tuvo al cardenal Silícco, en realidad apellidado Guijarro, pero
el príncipe, con su amor a los libros, a las artes y a las ciencias, fue forjándose una admirable formación
intelectual.

Creó la biblioteca privada más importante del mundo, con voluntad expresa de hacerla accesible a
todos. Desde niño amó la música, la caza, la pesca y el coleccionismo. Solitario casi de profesión, quiso
ser querido, dentro de lo posible. Su espejo único, fuente de emulación y de inseguridad, fue su padre. El
acusadísimo sentido de la responsabilidad que lo dominó durante toda su vida nació de la obediencia al
emperador y del escondido afán de superarlo.

Carlos V no pudo legarle el Imperio Alemán como hubiesen querido ambos, pero sí el proyecto en
marcha de un imperio atlántico formidable, con España como pieza esencial, instalada en ambas orillas,
asomada al Pacífico y guardando las espaldas mediterráneas.

El principal problema heredado fue la división religiosa de Europa, que no pudo remediar Carlos y que
se convirtió en el problema esencial de Felipe y de toda Europa. Convertido por destino y convicción en
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defensor del catolicismo y de Roma frente al protestantismo, fue, curiosamente, el único rey de su tiempo
que vestía como un burgués de los que seguían a Calvino. Iba a misa andando; se paraba en la calle a
hablar con niños, mendigos o ancianos, y bebía con ellos el agua que le ofrecían.

Identificado absolutamente con su papel de rey y escudo de la fe, trató no obstante de construirse una
vida privada, como un rico hombre anónimo. En parte lo consiguió y eso lo volvió muy vulnerable ala
Leyenda Negra protestante, que lo presenta como un monstruo sanguinario, porque no es fácil trazar el
perfil completo, en lo particular y en lo general, de un rey humano, demasiado humano.

Su condición silenciosa, su reserva, vienen de la madre. Cuando Isabel de Portugal lo traía al mundo
mandó bajar la luz de las bujías, se tapó el rostro con un pañuelo y contestó a Leonor de Mascarenhas,
que le animaba a gritar para relajarse: «Näo me faleis tal, minha comadre, que eu morrerei, mas näo
gritarei». El estilo de Felipe II es, pues,reservado de nacimiento. Huérfano a los 12 años, se acostumbró
a controlar sus emociones y extremar su cortesía mientras se preparaba a colaborar con su padre el
emperador, que pronto dispuso de un príncipe tan inteligente como discreto. A los 17 años era ya
regente efectivo y estaba casado con la jovencísima y gorda María Manuela de Portugal, que murió en el
parto del primogénito, Carlos, una maldición de nacimiento.

Una vez embarazada María Manuela, Felipe tuvo su época de juerguista y mujeriego, hasta el punto de
alarmar a su padre que le llamó la atención. Las damas que trataba eran las de sus hermanas y acabó
enamorándose de verdad de Isabel Osorio, con la que pasó días muy felices en la ciudad de Toro. Fue
un gran amor, evidentemente imposible.

Viudo a los 18 años, se paseó por Europa a los 21 y cautivó a todas las cortes: apuesto, culto,
distinguido, sensible... En 1554 viajó a Inglaterra para casar con María Tudor, enamorada de él por el
soberbio retrato de Moro. Felipe no correspondía a esa pasión, aunque fue muy considerado con su
poco agraciada esposa. Los roces de su séquito con la corte inglesa no afectaron nunca al
comportamiento del príncipe español que, al parecer, enamoró también a Isabel, la hija de Ana Bolena y
futura reina y rival. Los supuestos embarazos de María, bastante mayor y bastante enferma, fueron sólo
fruto de la hidropesía y de la histeria.

En 1556, Felipe recibió de su padre la corona de España, clave de sus inmensos dominios. El
emperador murió en Yuste en 1558, el mismo año en que Felipe quedaba viudo por segunda vez. Para
entonces, ya había conseguido su mayor victoria militar en tierra. San Quintín, aplastando a los franceses.
Fruto de un sueño y de esa victoria fue su gran obra personal, cultural, religiosa y política: el Monasterio
de San Lorenzo de El Escorial. Una joya para albergar muchas joyas, un símbolo religioso en el que
tuvieron parte la astrología y la magia, un lugar de paz y apartamiento que para Felipe significó algo
parecido a una casa propia.

El gran proyecto atlántico suponía el cerco de Francia ya trazado por Fernando el Católico y la paz con
Inglaterra. Por eso, al quedar viudo trató de casarse con Isabel. Sin embargo, la nobleza de Inglaterra no
aceptaba un futuro de supeditación a España y la consolidación de Isabel supuso la cancelación de esa
boda y su creciente inclinación al protestantismo, que Felipe trató de impedir, así como la excomunión de
Isabel por Roma. Inglaterra, la aliada deseable, no le correspondió. Y Felipe e Isabel, que pudieron ser
amantes y luego esposos, se hicieron enemigos íntimos, radicales.

Pacificó sus relaciones con Francia por el tratado de Cateau-Cambresis y en 1560 casó con la joven y
atractiva Isabel de Valois, destinada en principio a su hijo Carlos. Por entonces, el príncipe era ya un
desequilibrado que gustaba de matar animales por verles sufrir; glotón, borrachín y putañero desde la
adolescencia y encaprichado de una novia convertida en madrastra.
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El matrimonio con Isabel dio paso a la mejor época de su vida, afincado ya en España, con El Escorial
en marcha, con dos hijas, Isabel y Catalina, a las que adoraba y una esposa que lo hacía casi feliz. Sólo
la creciente locura del príncipe Carlos, al que apenas calmaba la joven reina, le obsesionaba. Por la
terrible tradición de locura en la familia temía lo peor y sus temores se cumplieron.

Carlos mataba caballos por verlos desangrarse, le hizo comer a un zapatero unas botas que no le
gustaron, se rompió la cabeza persiguiendo a una criada y alternaba grandes comilonas con ayunos
delirantes. Finalmente, en 1567 emepó a conspirar con los flamencos rebeldes contra su padre. Después
de unos meses de torturada espera, el rey, tras un retiro espiritural, vistió su coraza y al frente de un
grupo de guardias prendió al príncipe y lo encerró en el castillo de Arévalo, donde murió unos meses
después, anoréxico y loco. Isabel, siempre muy delicada de salud, murió poco después. Aquel maléfico
año 68 el rey anunció que, en adelante, vestiría sólo de negro.

Y negra como su Leyenda, se tornó la gobernación de sus reinos, mientras el rey se aburría con su
cuarta esposa, Ana de Austria. Lo peor fue la rebelión de los Países Bajos, con hombres que habían
sido sus paladines, como Egmont y Montigny, luego Guillermo de Orange, convertidos en enemigos a los
que liquidó implacablemente. Ni la represión del duque de Alba, ni la maquinaria atroz del Santo Oficio,
ni siquiera la formidable victoria de su hermano bastardo Juan de Austria en Lepanto contra los turcos lo
aplacaron. Al contrario, don Juan se convirtió en una obsesión, como figura internacional con
aspiraciones regias que Felipe ni podía ni quería contentar.

Su éxito político en los Países Bajos propició un episodio siniestro: el asesinato del secretario Escobedo
por orden del secretario del rey, Antonio Pérez. Felipe lo permitió o al menos no lo persiguió, aunque
desconocemos por qué preocupaba el rey el chantaje entre dos compinches corruptos: Escobedo y
Pérez.

Luego fue Antonio Pérez, muy querido por Felipe II, el que con la intrigante y fascinadora princesa de
Eboli, acabó en la cárcel. Pero se fugó a Zaragoza y convirtió un viejo litigio nobiliario y fuerista en
verdadera rebelión. No merecía tanto el traidor Pérez, que escapó, ni tan poco el joven Justicia Juan de
Lanuza, decapitado injusta e innecesariamente. Más grave, por la conexión exterior, fue la rebelión de
los moriscos de las alpujarras; y más caro y humillante el naufragio dela Armada Invencible. Pero desde
1580, como rey de Protugal, Felipe II culminó la unión peninsular y de los dos imperios americanos. En
fin, aunque gracias a él son hoy católicas Francia o las Filipinas, aquellas islas lejanas por las que pudo
decirse que «en sus dominios no se ponía el sol», su figura yace, desde 1598, en una fría y reservada
sombra.

CATALINA DE ARAGON: Víctima enamorada de Barbazul

El Mundo, 15/11/1998

Fue la hija pequeña de los Reyes Católicos. Su matrimonio con Enrique VIII la convirtió en reina de
Inglaterra. Rechazó hasta la muerte la petición de divorcio de su esposo, amante de Ana Bolena.
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La hija pequeña de los Reyes Católicos era la que más se parecía a su madre:
rubia, de ojos claros, graciosa, inteligente... Era una belleza de tipo inglés, muy en la línea de su bisabuela
Catalina de Láncaster, de quien tomó el nombre y que fue quien introdujo la locura en la dinastía de los
Trastámara. Fue una joven excelentemente educada, que hablaba y leía en latín. De los cinco hermanos
supervivientes, Catalina era sin duda la de mejores prendas intelectuales y morales pero le faltó la
ambición política para ser más feliz. Y quizá la razón fue que, como sus hermanas y a ejemplo de su
madre, tenía una manía de enamorarse propia de las novelas de caballerías. Catalina, en mayor medida
que Juana, representa una variante poco comentada pero quizá la más común delamor cortés , tan
novelero: elamor fatal al propio esposo, que ni lo comparte ni lo merece.

Nació en Alcalá de Henares en 1485, ocho días antes dela Nochebuena. A los cinco años contempló la
emocionante y vistosa toma de Granada. Allí se quedó a vivir con sus padres, porque Isabel y Fernando
siempre consideraron que la capital dela España suya, la de los Reyes Católicos, sólo podía ser la ciudad
ganada por ellos parala Cruz. Pasaron los años y un día Catalina tuvo que abandonar los arrayanes y la
magia umbría del Generalife yla Alhambra , las calles soleadas de Santa Fe y el perfil soñador dela Torre
dela Vela. Su destino era el de completar el designio político dela España recién nacida como potencia
universal, en contra y a despecho de Francia, cuyo cerco establecieron los Reyes Católicos con el anillo
de cinco bodas: Juan y Juana con los Habsburgo; Isabel y María, con Portugal; Catalina con Inglaterra.
El final de tan redondo proyecto fue sin embargo pentafunesto: ni el príncipe Juan llegó a rey de España
ni el infante Manuel a heredar España y Portugal. Y la mejor, Catalina, llegó a reina de Inglaterra para
vivir en carne propia la ruindad de una Corona, el envilecimiento de un reino, la ruptura de su Iglesia y la
miseria dela Razón de Estado, vulgo Política.

Catalina había sido prometida, niña aún, para casarse con su heredero Arturo, a Enrique VII de
Inglaterra, fundador de la dinastía de los Tudor. Al cumplir los 15 años, Catalina embarcó hacia
Plymouth desde donde emprendió trayecto a caballo hasta Londres. Causó más impresión a su maduro
suegro que a su joven y espiritado maridillo, que seguramente nunca conoció mujer. Tras el bodón
fueron enviados a Gales, a vivir separados hasta que sus mayores decidieran unirlos, pero a los seis
meses una epidemia bautizada como lafiebre del sudor , los postró en cama. Se levantó Catalina pero
no Arturo, que la dejó viuda sin haber cumplido los 16.

Fue prometida al nuevo príncipe de Gales, el robusto y alegre Enrique, que sólo tenía 11 años. El propio
Enrique VII, al quedar viudo, quiso desposarla. Pero Isabella Católlica , en una de sus últimas decisiones
antes de morir, vetó ese enlace que consideraba turbio y senil. La tacañería de su padre y de su suegro,
que se pasaban mutuamente la pelota de su manutención, la hizo perder sus verdes años casi muerta de
hambre. Isabel murió en 1504 y Catalina sólo pudo ya confiar en su confesor Diego Fernández. Por fin,
en 1509 murió Enrique VII y el nuevo rey, Enrique VIII, mostró su deseo de poseer cuanto antes a la
princesa española. Veintitrés años tenía ella y él acababa de cumplir 18.

Fue Catalilna, en los años que le dejaron, una reina adorada por el pueblo y respetada en la corte. Ella
en persona cabalgó al frente de las tropas de reserva que derrotaron y dieron muerte al rey de Escocia
en 1513. Para entonces Catalina había dado a luz una niña muerta, había visto morir casi recién nacido al
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heredero del trono y en la guerra sufrió un aborto. Tendría muchos percances en sus embarazos y al final
sólo sobreviviría una niña, la futura María Tudor, reina de Inglaterra y de España, muerta sin
descendencia.

Su infecundidad le obligó a aceptar los devaneos crecientes de Enrique, que reconoció un hijo bastardo
de Bessie Blum y que terminó enamorándose de la hermana pequeña de su amante María Boleyn,la Ana
Bolena fatídica. La astuta Ana negó sus favores al rey mientras no fuese libre y éste enloqueció hasta el
punto de pensar en el divorcio de Catalina, con el argumento de que había sido antes esposa de su
hermano. La treta, urdida por el todopoderoso Wolsey, tendía a lograr la anulación del matrimonio por
el Papa, que estaba dispuesto a aceptarlo si la reina lo admitía. Catalina ya no podía esperar de su
marido ni respeto ni amor, pero ella sí se los tenía y además guardaba celosamente su dignidad de
esposa y de católica. Ningún Papa se atrevería a anular la boda de la hija de los Reyes Católicos.

Una parte de los intelectuales, clérigos y laicos, que como Juan Luis Vives o Tomás Moro había atraído
Catalina a su cultísima corte se pusieron de parte de una reina, cuyo encanto y conducta intachable les
constaba. En la propia Iglesia de Inglaterra, sometida a las presiones de Wolsey y Cromwell, se fueron
creando dos bandos: los que sometían sus principios a la voluntad del rey y los que preferían la
obediencia a Dios y al Papa antes que al capricho de Enrique VIII. Poco a poco, empezaron a pagar
algunos con su vida. El caso más resonante en toda Europa fue el del canciller Tomás Moro, autor de
Utopía , que supo morir por su religión y su reina. El Papa Clemente VII, personaje asabandijado, trató
de convencer a Catalina para que aceptase el divorcio a cambio de una fortuna. La reina, asqueada, ni le
contestó.

Con el divorcio como obsesión real, Ana Bolena accedió a acostarse con Enrique y quedó embarazada.
Hizo entonces decapitar a Wolsey y animó al rey a erigirse en cabeza de una iglesia nacional que le
facilitase el divorcio. Pero necesitaban que Catalina se doblegara y ella no lo hizo nunca. La obligaron a
vivir en casas cada vez más lóbregas, la presionaron con su hija María, la amenazaron con el juicio por
alta traición y con la muerte. Ella aceptó, pero siempre que su martirio fuera público. Los últimos años de
Catalina fueron los del envilecimiento del Parlamento inglés, la miseria de su Iglesia y la imposición del
terror a manos de Cromwell. Por fin, el 7 de enero de 1536, Catalina murió de dolor o, más
probablemente, enveneada por Ana Bolena con la supervisión de Cromwell. Enrique VIII podía ya
empezar a ser el auténtico Barbazul de la leyenda. Pero su esposa legítima murió amándole.

AL MUTAMID: El rey poeta de Sevilla

El Mundo, 22/11/1998

Se convirtió en heredero cuando su padre ordenó matar al primogénito. Fracasó en la toma de Málaga,
porque su ejército estaba borracho. Cuando los almorávides tomaron Sevilla se vio obligado a partir al
destierro.

Pocas vidas tan novelescas y, sin embargo, tan consagradas a la poesía como
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la del tercer y último rey sevillano de los abadíes, Mohammad ben Abbad. Su abuelo Mohammad ben
Qasim, fundador de la dinastía, llegó al poder en 1035 instalando en el trono a un doble del califa Hisem
II, muerto o asesinado. El seudo-Hisem era cierto hijo de un esterero que se le parecía mucho y que sólo
aparecía en público para refrendar cuanto dijera Al Qasim. Muchos se lo creyeron y otros tuvieron que
fingirlo para conservar su cuello. El hijo del falsificador, Al Mutadid, que lo sucedió en 1042, continuó
algún tiempo con el embuste, hasta que una vez seguro de su poder tras haber conquistado, traicionado,
envenenado y seducido a mansalva, se coronó sin mayores ceremonias. Fue un político terrible y un
caudillo militar formidable, que convirtió la taifa de Sevilla en la más importante de Al Andalus.

Tenía varios hijos pero el segundo, conocido como Mutamid, era el más apuesto, sensible, valeroso,
delicado y feroz. Habría sido uno de tantos príncipes guerreros enla España de los reinos de taifas si a su
hermano mayor no lo hubiera mandado ejecutar su propio padre por supuesta traición o simple cobardía
en una operación militar de conquista. Mutamid quedó automáticamente convertido en heredero y como
tal había sido quizá designado secretamente por su padre.

Sin embargo, con 12 años cometió éste el error de enviarlo a Silves, en el Algarve, para que lo educara
un personaje singularísimo, sacado por el propio Mutadid del arroyo gracias a un poema elogioso que le
había dedicado poco antes. Aquel rey intratable tenía la debilidad de la poesía, con predilección
maniática por el tema floral, y encontró en Abu Bakr Ben Ammar a un talento excepcional en todos los
órdenes de la vida, excepto el moral. Pero eso no lo sabía cuando le confió a su hijo, que quedó
marcado para siempre por esa compañía.

Pocos años mayor que Mutamid, Ben Ammar, llamado de Silves por el señorío que le otorgó Mutadid,
lo introdujo en todos los placeres de la carne, pero también del espíritu. Con toda probabilidad lo sedujo
y a él se refería Mutamid cuando escribía: «Nuestro compañero amado combatió con ojos, espada y
lanza/ A veces caza mujeres, bellas gacelas; a veces hombres, valientes leones». Pero se trataba de una
dependencia afectiva y psicológica más que propiamente sexual.

Cuando, ya separado de Ben Ammar, su padre le envió a tomar Málaga y fracasó -entre otros detalles,
porque su ejército estaba borracho-, su comportamiento en el campo de batalla fue tan valeroso que
Mutamid no lo mandó decapitar como a su primogénito, sino que lo readmitió en aquella corte sevillana
donde todo, hasta el crimen, parecía tocado por la estética. No en balde su primer ministro era el
formidable poeta Ben Zaydun, autor acaso del mejor poema hispanoárabe,la qasida en nun . Ben
Zaydun dejó Córdoba amargado por las intrigas políticas y las penas amorosas y sirvió eficazmente a
Mutadid hasta su muerte, en 1071.

El año 1058 fue clave en la vida del entonces príncipe Mutamid. Su padre lo hizo venir de Silves para
encargarle sus primeras tareas militares y alejarle de la molicie y la influencia de Ben Ammar. Ese mismo
año, Mutadid había decidido jubilar para siempre al falso califa y asumir el trono, con lo que el príncipe
tuvo un poder sólo menor que su afán de gloria. Pero además le aguardaba un encuentro de muy distinta
índole. Paseando un día a orillas del Guadalquivir con un amigo -Ben Ammar, si no había sido aún
expulsado dela Corte-, jugaban a completar poemas, entretenimiento inconcebiblemente popular en la
sociedad andalusí de la época. Al levantarse una ligera brisa sobre el río, dijo Mutamid: «El viento teje
lorigas en las aguas».

Esperaba la respuesta de su compañero, cuando ambos oyeron:

«¡Qué coraza si se helaran!».

Era una voz oculta en los juncos. Tras ellos descubrieron a una joven bellísima llamada Rummaykiya,
que resultó ser esclava de un arriero. Mutamid la llamó a palacio, enloqueció de amor y la hizo su
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esposa, tomando el nombre deItimad , aunque en palacio la llamaran, cómo no,La Señora. No tenía
suerte en sus amoresMutamid , acaso porque le cegaban la belleza y la poesía. Itimad era de mucho
cuidado, aunque no tenía tanto peligro como Ben Ammar. Se había refugiado enla Corte zaragozana de
los Banu Hud, y a la espera de que su amigo alcanzara el trono y lo llamara a su lado, como fatalmente
había de suceder, se convirtió en estadista de alquiler.

En aquella España del siglo XI, la del Cid, el rey castellano Alfonso VI era la figura central. Poco a
poco, jugando con las debilidades y las intrigas de los taifas, Alfonso se iba haciendo dueño dela
Península. Toledo cayó en sus manos sin tirar una flecha. Y así habría sucedido con Granada y acaso
con el reino sevillano heredado por Mutamid en 1069, si éste no hubiera roto con Ben Ammar porque se
atrevió a entregar a uno de los hijos de Mutamid como rehén de Ramón Berenguer II, en una
complicada intriga para conquistar Murcia. Sus hijos eran la pasión pura del rey sevillano que juró matar
a su íntimo enemigo. Atrapado éste por unos mercenarios en una de sus muchas aventuras
rocambolescas, fue comprado a sus captores por Mutamid.

Cuando lo llevaron ante él, tomó un hacha, y la levantó sobre la cabeza de quien había sido su mejor
amigo. Entonces, por un momento, vaciló. Acaso Ben Ammar dijo algo para disculparse o quizá, llevado
de su turbio genio, para provocarlo, Mutamid lo mató de un hachazo.

Pero entonces la tragedia lo anegó. Perdió a sus dos hijos mayores en la guerra. Llamó a los
almorávides para que le ayudasen a combatir a Alfonso VI y así lo hicieron en la batalla de Zalaca, pero
luego Yusuf, su caudillo, volvió y tomó todos los reinos de taifas, empezando por el de Sevilla. La
variopinta y riquísima España musulmana cayó bajo el velo negro de los morabitos. Cuando a Yusuf le
preguntaban por el significado de unos versos contestó: «Sé que piden dinero». Ahí se resume la derrota
de Mutamid. Encadenado junto a su familia, tuvo que embarcar en el Guadalquivir, camino del destierro
en Africa. Con Rummaykiya andrajosa, su hija vendida como esclava y sus familiares en la calle,
Mutamid escribió sus mejores poemas al tiempo ido, a la belleza gozada y perdida, a sus cadenas y a los
cuervos de Agmat. Allí murió, un día de otoño de 1095. Vive en sus versos. Su historia es su leyenda.

MARIA AMALIA DE SAJONIA: La reina del Belén

El Mundo, 13/12/1998

Esposa de Carlos III, uno de nuestros grandes reyes, y madre de Carlos IV. Impulsó la tradición del
belén entre los españoles. Fumaba cigarros habanos para calmar sus nervios. Murió con 35 años de
tuberculosis.

Como otras tradiciones españolas que se suponen antiquísimas, la de instalar un


belén en todas las casas, de las más empingorotadas a las más humildes, viene del siglo XVIIII. Y la
responsable fue una reina que sólo pudo pasar un invierno en el Trono, que llegó con 34 años y murió
con 35, que se llamó María Amalia de Sajonia y que fue la primera esposa y la única mujer de uno de
nuestros grandes reyes, Carlos III.
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En realidad, la figuración del belén es una tradición que viene de los orígenes del cristianismo. A finales
del siglo II se encuentran imágenes dela Virgen y el Niño en as catacumbas y desde el siglo V se
multiplican en los mosaicos de las iglesias bizantinas escenas ya codificadas conla Virgen , el Niño, San
José, el buey, la mula y la estrella. La idea de Belén como símbolo de nuevo nacimiento, ligado a la
celebración del solsticio de invierno, esto es, del triunfo del sol y de la luz sobre las tinieblas, tuvo
siempre gran aceptación popular, aunque las disputas teológicas impidieran unadefensa entusiasta por
parte dela Iglesia. En la baja Edad Media, el belén fue tomando forma y haciéndose costumbre en los
monasterios alemanes, desde donde pasó rápidamente y triunfó en Italia. Allí, San Francisco de Asís
representó por primera vez un belén viviente. Durante el renacimiento y, sobre todo, en el barroco los
autos sacramentales se convirtieron en símbolo del catolicismo frente al protestantismo.

En España, la celebración dela Navidad tiene raíces culturales aún mas profundas. Los primeros poemas
completos en romance castellano sonvillancicos , es decir, sencillas canciones de villanosen un
castellano balbuciente para celebrarla Nochebuena. El villancico se mantiene en la lírica culta de forma
inalterable hasta el siglo XVIII. Y entonces es cuando aparece la costumbre popular del belén casero,
asociada a la de los villancicos. Como entonces, se cantan en grupo, acompañados por los instrumentos
musicales máshumildes e improvisados, desde el almirez a la zambomba y a la botella de anís tañida con
tenedor.

El belén, que se presenta con sorprendente salud estética en el umbral del siglo XXI, tiene su particular
nacimiento en el Palacio del Buen Retiro,tresmeses después de llegar al trono en 1759 Carlos III, un
madrileño que reinaba en Nápoles hasta que la muerte sin sucesión de su hermanastro Fernando VI lo
convirtió en rey de España y de las Indias. Carlos era el primer hijo de Felipe V y su segunda esposa, la
italiana Isabel de Farnesio, que consiguió el ducado de Parma para su primogéito, y lo cambió tras el
Tratado de Viena porla Corona de Nápoles y Sicilia. A los 22 años se casó con una princesa alemana
de 14 primaveras llamada María Amalia de Sajonia, nacida en Dresde, hija de Federico Augusto III,
duque de Sajonia y de Lituania y luego rey de Polonia, y de la princesa María Josefa de Austria, hija del
emperador de Alemania José I. Pese a su juventud,la alta, rubia, robusta y piadosa reina se llevó a las mil
maravillas con su marido, que era un buenazo. Ambos compartían una formación religiosa y moral sólida,
el aprecio por los placeres familiares y el desdén por el boato, el protocolo y el ringorrango.

Amalia, que se firmaba siempreAmélie y que utilizó el francés para hablar con su marido hasta que
aprendió italiano, idioma familiar y de la corte napolitana, era muy fecunda pero pasaron años y niños
hasta que le dió un heredero. Primero llegaron cinconiñas , de las que murieron tres. Por fin, llegó un
varón, Fellipe, que resultó retrasado mental. Y luego otros dos varones: el futuro Carlos IV y Fernando,
luego rey de Nápoles. Cumplidas las previsiones dinásticas, tuvieron más descendencia, hasta 13 hijos.
Al desembarcar en España en 1759, tras dejar a Felipe y a Fernando en Nápoles, les acompañaban
siete supervivientes: el príncipe Carlos, tres infantes y tres infantas. Con la servidumbre viajaban también
un papagayo, dos monos, varios perros, muchas cajas de habanos y, naturalmente, un belén.

Con tantos alumbramientos, María Amalia había perdido la dentadura y la lozanía. Había adquirido a
cambio, para calmar sus nervios, el hábito de fumar grandes cigarros habanos, que se hacía enviar desde
Madrid. Le gustaban los de sabor más fuerte, de modo que bien puede decirse que María Amalia
encontró en la nicotina su droga favorita. Por lo demás, era una excelente ama de casa y tenía adoración
por la cerámica. Las residencias que tuvieron estaban maravillosamente arregladas, pero la vida
napolitana, amable y sosegada, se fue a pique cuando Fernando VI tuvo la ocurrencia de morirse y los
nuevos reyes de España tuvieron que venirse a Madrid.

Tenía por entonces María Amalia un genio más que vivo, que sólo se amansaba en presencia de su
marido, el rey. El trato con su suegrala Farnesio resultó un calvario. Las dificultades del idioma, el
invierno feroz, los helados aposentos del Palacio del Buen Retiro, el desconocimiento del idioma y la
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insalubre capital de España, que le pareció horrible, conspiraron para amargarle a la reina su primera
Nochebuena española, que resultó la última. Lo único que le encantó de España fue El Escorial, donde
mandó que la enterraran. Pero a los madrileños lo que les gustó de María Amalia fue el belén. Mientras
la reina iba poniendolas hermosas figuras napolitanas, el rey, preocupado por su salud, le hablaba de
edificar una fábrica de porcelana enel Buen Retiro, adecentar y modernizar las calles de Madrid, terminar
el Palacio Real y los hardines y hacer otras muchas mejoras que España necesitaba. María Amalia se
sorprendió por el éxito de su belén, inmediatamente imitado por las clases altas, copiado por las medias
y celebrado por las bajas. En septiembre de 1760, con los pulmones demasiado débiles por el tabaco,
murió la eina de tuberculosis. Y dijo Carlos III:"En 22 años de matrimonio, éste es el primer disgusto
serio que me da Amalia".

El rey nunca volvió a casarse, pero cumplió todas las promesas que le había hecho a su esposa. Madrid
fue otro. Y las navidades españolas, también. Los artesanos levantinos rivalizaron con los italianos en la
creación de figuras y años después, en Barcelona, se hicieron moldes de yeso para teatrillos del
nacimiento, baratos y populares. En Madrid, hasta los más pobres se acostumbraron a comprar figuras
de arcilla cocida en los puestos dela Plaza Mayor. Hoy se venden de plástico en todas partes, pero falta
la figura de la reina Amalia fumando un puro y dejando una porcelana en el portal.

ADRIANO: Imperio, gloria y melancolía

El Mundo, 20/12/1998

Se le considera precursor del despotismo ilustrado. Le apodaron «El grieguito». Impulsó fortificaciones,
mejoró las comunicaciones y reformóla Administración. Su época fue la auténtica Edad de Oro de
Hispania.

Publio Aelio Adriano (76-138), aun en mayor medida que Trajano, representa la
consolidación de la dinastía Aelia y el poder del Partido Hispano en Roma, pero también el milagro de
conjugar cuatro elementos capaces de arruinar cualquier imperio: un alma atormentada, un talento
excepcional, una personalidad avasalladora y una idea fatalista y melancólica del mundo. Para algunos es
el emperador más imporatante de Roma. Se le ha considerado el precursor del despotismo ilustrado,
pero al lado de Adriano los reyes europeos del siglo XVIII no pasan de tiranos alfabetizados.

Era sobrino del emperador, que lo adoptó al quedar huérfano, pero u personalidad era muy distinta y le
resultaba detestable a Trajano. La elección de Adriano como sucesor se debe a la emperatriz Plotina,
que lo incorporó a la familia casándolo con una sobrina carnal, la gaditana Vibia Sabina. Era una belleza
fría, discreta, adecuadapara un hombre tan brillante como complicado. Según algunas fuentes turbias,
como Dión de Casio, Adriano fue amante de la esposa de Trajano, captándose así su favor, pero enla
Roma del siglo II la primiscuidad sexual era demasiado corriente para resultar decisiva.

Todavía se discute si Adriano nació en Itálica o en Roma. En todo caso el enrizamiento familiar en
Hispania era tan fuerte y la romanización de los hispnos tan acreditada que al cumplir los 15 años
Adriano marchó de Roma ala Bética para estudiar en Córdoba, Itálica y Gades. No se trataba de recibir
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una formación localista. Más aún que en Roma, en Hispania se adoraba a Grecia, cuna del SAber y no
del Poder. Las lecturas de Lucano, Marcial, Quintiliano y, sobre todo, Séneca, condujeron a Adriano a
los estoicos, en especial a Epiteto. Pero su apego a las letras no fue mayor que a las ciencias, en esepcial
las que servían a la ingeniería y a la arquitectura.

Su devoción por Atenas era tan grande que le pusieron el apodo deEl Grieguito (Graeculus). Se dejó
barba, pero no para imitar a Pericles sino para ocultar una piel picada y unas manchas azulencas.

Era grande, rubio y membrudo, como Trajano. Y fue uno de los grandes colaboradores en su ascenso
al poder. Cuando el Partido Hispano colocó a Nerva para facilitar el ascenso de Trajano, que se
aguardó con sus tropas en Garmania, el joven Adriano y su cuñado Severiano, casado con su única
hermana Domitia Paulina, le escoltaban al frente de las tropas de Germania Superior y Panonia. El
artífice de estos nombramientos fue Licinio Sura, que pese a algunas diferencias con Trajano volvió a
intgrarse en la maquinaria política y militar del Partido Hispano en la conquista de laDacia. Adriano
combatió allí a las órdenes de Trajano y con Licinio Sura como jefe de Estado Mayor.

Cuando en 117 llegó a emperador, cambió, sin embargo, la política militar de Trajano. Salvola Dacia ,
no conservó ninguna de sus conquistas_ hizo retroceder la frontera oriental al Tigris, volvió a la política
de estados satélites o bajo control, como Armenia y Partia, impulsó un gran plan de fortificaciones en las
fronteras exteriores e intriores del Imperio, amplió o restauró toda la red de comunicaciones terrestres y
marítimas, reformó la burocracia incorporando a los caballeros (equites) ala Administración provincial y
profesionalizó los rangos superiores del ejército. Pero la clave de su política de saneamiento fue una
reforma fiscal con dos pilares: privatización de grandes extensiones ararias del Imperio para crear
muchos pequeños propietarios y mejora de la explitación y administración del monopolio imperial de
minas.

Fue la época de oro de lasliberalidades , donaciones de grandes familiar en forma de templos,


calzadas, acueductos, teatros, circos, hospitales, orfanatos, escuelas y subsidios económicos. Adrano
continuó la política de liberacón de esclavos, reformó el régimen laboral de los gremios, aumentó el
número de escuelas gratuitas para los pobres y eliminó los impuestos de los maestros. Trazó él mismo
grandes obras públicas, entre las que destacan el Panteón -la mayor bóveda del mundo, con cuyo
bronce se fundió siglos más tarde el baldaquino de San Pedro y más de 100 cañones- y su tumba del
castillo de Sant Angelo, a la que se llegaba por el puente Aelio.

Adriano fue a Trajano lo que Augusto a César. Les difirenciaba la pasión viajera, que llevó a Adriano a
estar continuamente de visita por todo el Imperio. Apenas paró en Roma, cosa que nunca le perdonaron
enla Urbe : al morir, el Senado le negó los sacrificios que le correspondían como divinidad y sólo la
insistencia de su sucesor Antonio, desde entonces llamado Pío, convenció a los humillados romanos.

Se demoró especialmente en Grecia pero no descuidó su solar nativo. La época de Adriano es la


auténtica Edad de Oro de Hispania. Se renuevan las calzadas; el comercio bético vive, gracias algarum
(base de la salazón), el aceite, el vino y los productos frescos (una lechuga llegaba de Cádiz a Roma en
apenas una semana), en la opulencia; la urbanización avanza tanto enla Península que reclutar trabajo
hasta en el valle del Duero. Pero Adriano logra convencerlos y las legiones hispanas, (dehispaniarum
vasconum , dehispaniarum asturum et callacaeorum ) frenan a los moros en Mauritania. Abundan las
monedas de homenaje alexercitum hispaniarum , a Hércules, divinidad hispana por excelencia, y al
propio Adriano, denominadoRestaurator Hispaniae . ¿Por defenderla del peligro africano? ¿Por
reconocer políticamente su unidad? Lo cierto es que fue el primero en cambiar el término tradicional
Hispanias por el deHispania . Y aquí le erigieron más monumentos que a cualquier emperador.

Creó a orillas del Guadalquivir la nueva y magnífica Itálica. En Egipto se enamoró del joven Antinoo, a
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quien seguramente proyectó adoptar y hacer emperador. El conflicto entre su pasión y su razón lo
resolvió el joven ahogándose en el río y Adriano pasó suúltimos años como alma en pena. Un día,
concluída ya su tumba, el filósofo Eufrates le pidió permkiso para suicidarse. El decidió seguir su
ejemplo, pero nadie quiso ayudarle. Su médico se suicidó para no obedecerle; su criado tiró el puñal y
huyó. Entonces se resignó a esperar su fin. Poco antes de morir escribió este breve y famosísimo poema:
«Almica que me huye tan delgada,/vieja amiga del cuerpo en que vivía,/ ¿a qué lugar ahora está llamada,/
paliducha, desnuda, tan helada/ tú, que aún ayer fundabas mi alegría?».

ANTONIO ORDOÑEZ: El mito de la escuela rondeña

El Mundo, 27/12/1998

Nació el 16 de febrero de 1932 y murió el pasado 19 de diciembre. Hemingway fue su amigo y


«biógrafo». Estoqueó a 2.000 toros. Para muchos es el mejor torero de la segunda mitad del siglo XX.

Cuando el padre de Antonio Ordóñez debutó en Madrid, el crítico Gregorio


Corrochano tituló su crónica con sencillez ática:Es de Ronda y se llama Cayetano . Nacía así, con el
mismo estilo literario que se glosaban en la plaza, un torero mítico, Cayetano OrdóñezEl Niño dela
Palma , y se consolidaba otro mito mucho más duradero: el dela Escuela de Ronda, supuesta antítesis
de la de Sevilla y que proclama dos virtudes capitales: la naturalidad en el ruedo y la hondura en la
ejecución clásica de las suertes.

Si bien se mira, se trata de las virtudes especialmente apreciadas por el público de Madrid, el más
exigente, pero con la concesión a Andalucía, Sevilla aparte, de la cuna y la norma del arte taurino. El
clasicismo con el pellizco del arte, es la técnica de Despeñaperrosp´arriba con el sentimiento de
Despeñaperrosp´abajo , Pedro Romero y Antonio Fuentes frente a Pepe Hillo, el padre auténtico dela
Tauromaquia sin mitología escolar.

Además de Corrochano, tuvo Cayetano Ordóñez un publicista de excepción en Ernest Hemingway,


gran frecuentador de plazas y toreros aunque sujeto reñido con la verdad y arbitrario aficionado, que lo
canonizó enFiesta y lo crucificó enMuerte enla Tarde.

Heredó el capricho del prepotentado el guapo hijo de Cayetano, tercero de sus cinco toreros. Antonio
Ordóñez, que también disfrutó la chundarata propagandística de Hemingway en la serie de reportajes
para la revistaLife publicada en 1959 con el títuloEl verano sangriento .

Se trataba de glosar la rivalidad real de Ordóñez con su cuñado Luis Miguel Dominguín, pero el relato
taurino era tan poco respetuoso con la verdad como su novela¿Por quién doblan las campanas? con
la realidad de nuestra Guerra Civil. Sirvió para acuñar una popularidad extrataurina que, a la larga, pudo
perjudicar a Ordóñez y difuminar su figura de torero soberbio, casi tan vanidoso aunque menos
poderoso que Luis Miguel.

Para muchos aficionados, Antonio ha sido el mejor torero de la segunda mitad del silo XX. Para los que
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creen enla Escuela Rondeña , el mejor de todos los tiempos, la síntesis de José y Juan, del apolíneo
Joselito y el dionisíaco, agonístico Belmonte, con quien está más emparentado. Pero Ordóñez no fue un
torero episódico: mil corridas y dos mil toros estoqueados en 25 años de alternativa lo convierten
objetivamente en uno de los más grandes dela Historia.

En cuanto al arte, para los que le vieron torear, el mejor de una portentosa generación de artistas:
Antoñete , Manolo Vázquez, Curro Romero... Compitió ventajosamente en los años 50 y 60. Aparte de
Luis Miguel, con Julio Aparicio o Paco Camino, clásicos y exquisitos. Y tuvo el detalle de negarse a
torear conEl Cordobés . Gesto de artista.

Nació el 16 de febrero de 1932, en Ronda (Málaga). Fue a la escuela de las Esclavas de Ronda, donde
acreditó buenas cualidades para el fútbol. Pero su padre le tenía fe como torero y en Sevilla le llevaba el
carretón hastalaVentade Abao , donde se hizo becerrista. Su carrera como novillero-prodigio la hizo al
lado y casi a la sombra de uno de los grandes de su generación: Manolo Vázquez, el pequeño de otra
dinastía taurina en la que destacó el elegantísimo Pepe Luis. Pero Antonio Ordóñez no tenía rival cuando
le echaba ganas. El 28 de junio de 1951 tomó la alternativa en Madrid junto a la pareja de moda: Julio
Aparicio y Miguel BáezLitri .

Pero cuando Antonio triunfó en Madrid, después de Manolo Vázquez, los eclipsó a todos. Su único
gran rival en el ruedo fue «Dominguín», otro niño prodigio, torero de dinastía, temperamento casi
inhumano en el ruedo y ambición comparable, si no superior, a la del rondeño.

Durante la década de los años 50, la rivalidad con su cuñado -se casó con Carmina González Lucas en
1954- fue una mina para los empresarios y para los aficionados. El verano del 59, marcado por las
cornadas e inmortalizado por Hemingway, no fue el único de ardiente competencia ni tampoco el único
de graves percances. No se matan dos mil toros sin cicatrices. Y Ordóñez, que cuando se decidía a
torear de verdad no tenía rival, recibía en esas ocasiones gravísimas cornadas. Una en Tijuana, el año
1962, lo retiró por primera vez.

Antes, y al igual que a su padre, Gregorio Corrochano le había dedicado una crónica magistral en
Blanco y Negro por la que, para algunos, fue su mejor faena. Era el San Isidro de 1960, el toro era un
atanasio y se lo brindó al entonces Príncipe de España Juan Carlos de Borbón. Corrochano la tituló
Una faena de Príncipe y en ella ponderaba sobre todo, la hondura de las verónicas, el lance más
distintivo, armonioso y majestuoso del repertorio de Ordóñez, y la delicadísima cadencia de los
muletazos con la derecha, incluidos los redondos, que manejaba mejor que la izquierda.

Siempre se llevó mal con la izquierda, en los toros y en la política, y como con la izquierda se mata, no
fue gran matador. Adquirió el vicio o la ventaja de citar a recibir y dejar una estocada baja en lo que
Cañabete llamó «el rincón de Ordóñez».

Pero en el volapié se notaba más la fechoría y la gente aprendió a silbarlo. Se le perdonaba el paso atrás
en las verónicas, cuando lo daba, y su desconfianza con la zurda, por lo bien que componía la figura, sin
forzar la suerte ni perder cierto aroma, cierto estilo indefinible y como añejo de andarles a los toros que
suele llamarse Escuela Rondeña. Pero si en el futuro alguien quiere explicar en qué consiste el toreo
rondeño tendrá que decir Ordóñez.

De su primer matrimonio tuvo Ordóñez dos hijas. La mayor se casó con el infortunadoPaquirri y uno
de sus hijos, Francisco Rivera Ordóñez, educado con Antonio, siguió la carrera familiar, con popularidad
elefantiásica. Tras la retirada del 62, Antonio Ordóñez, protagonizó una reaparición clamorosa en el 64,
pero ya no pudo volver a comienzos de los 80. Viudo en el 84, se casó con Pilar Lezcano en el 85 y
disfrutó de una madurez apacible y campera, dedicado a su ganadería y a la plaza de toros de Ronda, en
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la que organizaba la corrida goyesca. En la finca de San Cayetano guardó en un pozo, bajo los tilos, las
cenizas del gran amigo y aficionado Orson Welles.

El Gobierno Aznar le otorgóla Medalla de Oro de las Bellas Artes. Se supo entonces que padecía
cáncer. No pudo asistir a la boda de su nieto Francisco con la hija de la duquesa de Alba y toda España
supo que se iba. El sábado 19 de diciembre de 1998 murió en Sevilla.

AL HAKEM II: El califa bibliotecario

El Mundo, 10/01/1999

Sucesor de Abderramán III, murió el 1 de octubre de 976. Su reinado dio al Al Andalus un largo
periodo de paz. Amplió la mezquita de Córdoba. Contrario al alcohol, quiso arrancar todos los viñedos.

Si el siglo X es el único en que puede hablarse de un auténtico Estado


hispanomusulmán -esto es,andalusí , porque Al Andalus llamaban los musulmanes ala Hispania romana
y goda que conquistaron casi por completo en el siglo VIII- los años de califato de Al Hakem II, hijo y
sucesor del primer califa Abderramán III, constituye la auténtica Edad de Oro del Islam español.

Con la hegemonía militar lograda por su padre sobre todos los caudillos militares andalusíes, incluido el
peligrosísimo cristiano Omar Ben Hafsún, se produjo la unidad política que, en vano, buscaron los
omeyas desde el primer emir independiete Abderramán I (756) y creyeron alcanzar con Abderramán II
(850).

El califato se basaba en la igualdad de todos los grupos étnicos y religiosos para acceder a los puestos
de gobierno, acabando con la nobleza militar árabe, berberisca, eslava o de cualquier otro origen. El
respeto a los cristianos, a los judíos y a la inmensa parte e la población cuya identidad religiosa estaba a
merced de los conquistadores de turno, así como la constitución de una burocracia meritocrática y una
clase media comercial y administrativa fueron las bases de ese Estado que duró un siglo y en el que se
pusieron las bases para una cultura que, por el hundimiento del sistema político en la guerra civil, la
disgregación de las taifas y la devastadora invasión de los africanos almorávides y almohades, apenas
tuvo tiempo de dar sus frutos. Aunque los que dio fueron brillantísimos.

El símbolo de esa cultura andalusí, pluralista, tolerante, universalista y todo lo original que puede serlo el
saber, es, sin duda, la biblioteca de Al Haken II. Sila Córdoba que cantó Hroswita en la criatura de
Abderramán III, su bliblioteca es el hijo por el que siempre suspiró este califa inteligente, ilustrado,
sensible y extremadamente piadoso, del que sólo cabe lamentar que reinara apenas 15 años. También
que su figura haya quedado oscurecida por su predecesor Abderramán III y su sucesor de hecho,
Almanzor, las dos figuras más importantes de la historia de Al Andalus.

Cuando el 16 de noviembre de 961 murió Abderramán III y Al Hakem ocupó el trono, tenía ya 46
años. Hasta entonces, y pese a su unión con la bellísima Radhia, no tuvo hijos. Es bastante probable que
se dedicase primordialmente a los efebos, según costumbre musulmana de esa y otras épocas. Pero al
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llegar al trono la descendencia se hacía necesaria y Al Hakem desconfiaba de conseguirla. Logró dársela
una concubina esclava, de origen vascongado llamada Sobh,laAurora de Dozy, a quien
significativamente Al Hakem dio el nombre masculino deChafar .

Nunca tuvo buena salud Al Hakem, ni tampoco una belleza irresistible. Rubio, como casi todos los
omeyas, pero tirando a pelirrojo, con grandes ojos negros, nariz aguileña, paticorto y huésped de todos
los males, sólo escapó del más común enla Córdoba de entonces: el alcoholismo. Tanto se preocupó por
esta costumbre que concibió la peregrina idea de implantarla Ley Seca de raíz, esto es, arrancando
todos los viñedos de Al Andalus. Menos mal que loconvencieron de que el aguardiente de higos
emborrachaba más que el vino y abandonó la idea. En cambio, promovió la ampliación de la mezquita en
lo que hoy es su cuerpo central.

En lo político, pretendía vivir en paz pero los cristianos del Norte, que conocían ese vicio, tuvieron la
osadía de negarse a entregar ciertas fortalezas y a pagar los tributos acordados con Abderramán III. Al
Hakem entabló entonces una guerra en la que brilló el liberto Gálib.

El éxito fue tan contundente que ya no volvieron a la armas mientras vivió Al Hakem. Hubo una
excepción, la de Fernán González, en prisión cuando el califa llegó al trono y lo reclamó, pero que fue
liberado por García de Navarra y su madre Toda, suegra del conde catellano, el cual no dejó de
organizar cuantos estropicios pudo en los dominios musulmanes. Cuando murió en 970 el califa creyó
descansar al fin de los cristianos y así fue en general, con la excepción de Castilla, donde Garci
Fernández hizo honor a su antecesor y enredó cuanto pudo.

Dos graves ofensivas marítimas tuvo que afrontar: la de los daneses que, como los normandos, recorrían
los puertos de Europa sembrando el terror; y posteriormente la de los fatimíes, nuevamente en pie de
guerra desde las costas africanas. Con Almería como base naval, Al Hakem pudo deshacer la flota
danesa gracias a la pericia de su almirante Ibn al Rumahis, pero tuvo más problemas con las revueltas del
Magreb y las continuas ambiciones fatimíes. Tras fracasar y morir su general Ben Tumlus en la represión
de la enésima horda aficana, tuvo que enviar al propio Gálib, con tanta libertad para sobornar como para
combatir enemigos. Tanto y tan bien sobornó que venció sin apenas combatir, pero gastó tanto y de
forma tan poco controlable que el califa envió a Ibn abi-Amir para controlar las cuentas. Esa fue la
primera vez que Almanzor supo realmente lo que era un ejército.

En 974, cuando Galib volvió triunfante de Africa, Al Hakem sufrió un ataque de hemiplejía del que
nunca se recuperó. Muerto su primogénito Abderramán en 970, hizo jurar a Hixem II como sucesor y se
dedicó a preparar el tránsito emancipando un centenar de esclavos, rebajando una sexta parte los
impuestos y garantizando la existencia de los maestros de las 25 escuelas para niños pobres que había
creado en Córdoba. Pero sobre todo, visitó el que, aparte de la mezquita, era su templo favorito: la
inmensa biblioteca que desde sus tiempos de príncipe había creado. Allí funcionaba un taller de copistas,
encuadernadores y miniaturistas. Tenía agentes para ojear y comprar libros en El Cairo, Bagdad,
Damasco y Alejandría. Desde la biblioteca subvencionaba no sólo a los escritores y estudiosos de Al
Andalus sino de todo el mundo. Cuando supo que Abu el-Faraj Isfahani había comenzado su célebre
antología de poesía y canción árabes le envió mil monedas de oro paa tener una copia. El Isfahani le
envió una especial, con la genealogía de los omeyas.

Y es que Al Hakem, que leyó y anotó muchos de los miles de libros de su biblioteca era un genealogista
consumado, el más importante que haya tenido esa disciplina. Todavía hoy es la máxima autoridad y
pasaron siglos antes de que se reuniera en España una biblioteca como la suya, sólo porque escribía,
perdonaba, protegía a los filósofos y pagaba a los poetas más desvergonzados. El 1 de octubre de 976
murió en brazos de Fagil y Djahad, sus eunucos, Al Hakem II, el califa biblitecario. El mundo perdió un
lector.
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JULIO CESAR: Del Rubicón al Ebro

El Mundo, 17/01/1999

Nació el año102 a .C. dentro de una familia de la aristocracia. Cuando llegó a Hispania tenía 33 años.
Ejército permanente, colonización, bajos impuestos y derechos municipales, claves de su política.

La primera vez que Cayo Julio César llegó a Hispania tenía 33 años y ante las aguas
de la vieja bahía gaditana donde se rendía culto a Hércules-Melqart, el fundador mítico de Iberia, lloró
recordando que, a su edad, Alejandro Magno había conquistado el mundo. El, en cambio, acababa de
obtener su primer cargo en elcursus honorum , el de cuestor enla Hispania Ulterior y andaba huyendo
de sus acreedores y enemigos políticos de Roma. No es que fuera desconocido allí. En realidad, se le
conocía demasiado.

Había nacido en el año102 a .C. dentro de una antigua y noble familia de la aristocracia, pero sus pasos
políticos, enla Guerra Social que desde los Gracos arrasaba Roma lo llevaron al partido popular. Una tía
suya se había casado con Mario, el gran enemigo de Sila y el Senado; él desposó a una hija de Cinna, el
lugarteniente de Mario y cuando Sila le ordenó divorciarse, se negó. Incomprensiblemente, Sila le
perdonó la vida aunque advirtió que «había en ese joven muchosMarios ».

No tentó más a la suerte y se fue a la guerra de Asia Menor hasta que murió Sila. Vuelto a Roma triunfó
entonces como orador, el único capaz de oscurecer al mismísimo Cicerón. En un viaje a Rodas para
perfeccionar su retórica fue capturado por unos piratas que, mientras llegaba su rescate, le preguntaban
bromeando qué haría al volver a Roma. Respondió que reuniría una flota, atraparía a sus captores y los
ahorcaría. Rieron todos. Pero César cumplió su palabra al pie de la letra. Era, pues, un golfo encantador,
un intelectual derrochador, excéntrico y populista, un orador político habilísimo. Cuando llegó a Cádiz no
era nadie. Pero tal vez allí se dispuso a serlo todo.

A su vuelta a Roma se convierte en el líder indiscutible del partido popular. Humilla al Senado en el año
65 d.C. reponiendo los triunfos y la estatua de Mario. Se asocia con Craso, el hombre más rico de
Roma, para abastecer sus arcas. Seguramente participan ambos en la conjura de Catilina contra el
Senado y cuando Catón el Joven y, sobre todo, Cicerón acaban con Catilina, debe huir a Asia Menor y
conseguir luego, quizá bajo soborno, que le nombren para un cargo en Hispania, pretor enla Ulterior , en
el 61.

Su política fue meditada y fulminante, un modelo de la inmediata conquista de las Galias. En lo militar,
con tres legiones, emprendió una campaña de saqueo por Lusitania, para reunir fondos, pero también
para rehacerla Ruta dela Plata.

No fue una campaña dura, salvo para los galaicos derrotados, y resultó brillantísima en términos
económicos. Sobre todo, puso en marcha el programa de su partido, el popular, cediendo tierras a los
soldados licenciados y practicando tanto enla Hispania Ulterior (pompeyana) como enla Citerior
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(sertoriana) una táctica de atracción política casi perfecta. Ejército permanente, colonización sistemática,
reducción de impuestos y derechos municipales fueron las cuatro claves de la política de César.

Ese programa, meditado desde su primera estancia en Gades, le valió en Roma el crédito político
necesario para formar con Pompeyo y Craso en el año 60 el primer triunvirato. En el 59 fue nombrado
cónsul y siguió cultivando su clientela hispana a espaldas de Pompeyo, que tras derrotar a Sertorio
consideraba la península Ibérica como una finca indisputable. Tras deshacerse, con viles medios, de
Catón y Cicerón, obtuvo el mandato de las Galias Cisalpina y Transalpina por cinco años. Desde allí
oteaba la política de Roma y aguardaba el desgaste de Pompeyo y Craso. Derrotó a los helvecios y
luego a los germanos. No obstante, sus victorias militares, mezcla de audacia y precisión táctica, le
daban una fama arrolladora. En el 54 se hace asignar otros cinco años la gobernación de las Galias y se
juega el todo por el todo contra Vercingétorix, último caudillo capaz de unir a los galos contra Roma.
Tras su aplastante victoria del 52 y la captura de Vercingétorix, a quien pasea como prueba de su éxito
en Roma, tiene ante sí abiertas todas las glorias, incluyendo la literaria porDe Bello Gallia y todas las
envidias.

En el 53 había muerto su hija Julia, casada con Pompeyo, que era su único lazo de unión. También
Craso había perecido asesinado por los partos. En el 50 quedan frente a frente Pompeyo, que ya había
sido nombrao Cónsul Perpetuo -casi un monarca- y César, que aspiraba al poder total. En el 49 el
Senado le ordena disolver su ejército. Su partido, con Marco Antonio a la cabeza, denuncia al Senado y
huye junto a César. Pasa el Rubicón y comienza la penúltima guerra civil, el penúltimo estertor dela
República. Tras sus relativos fracasos en Grecia, es de nuevo Hispania quien le da la victoria a César. A
punto de ser aniquilado por Afranio en Ilerda (Lérida) ,consigue eludir la tenaza de 70.000 hombres y
rodearlos en un recodo del Ebro.

La victoria de César sorprendió tanto dentro como fuera de la península. Las bases pompeyanas
quedaron cercadas. César buscó entonces el cuerpo a cuerpo con Pompeyo en Farsallia, donde lo
aplastó. Y cuando persiguiéndolo llegó hasta Egipto, un eunuco llamado Potino, que había hecho huir ala
Corte a la heredera Cleopatra, le ofreció como presente la cabeza de Pompeyo. César apartó la vista
con horror. Y era sincero. Enredado en amoríos con Cleopatra, derrotó casi jugando al hijo del
legendario Mitridates del Ponto. Farnaces le duró una frase:Vini, vidi, vinci . Pero el hijo mayor del
Pompeyo, Cneo, secundado por el pequeño, Sexto, rehizo el bando pompeyano en Hispania y consiguió
reunir hasta 11 legiones hispanorromanas, capaces de darle la vuelta a la guerra y acabar con César.
Estuvieron a punto de conseguirlo pero en el 45, César los aniquiló en Munda (la actual Montilla).

César trazó entonces los planes de colonización definitiva de Hispania. Reunió una asamblea de
municipios en Hispalis y expuso lo que bien sabían todos: las ciudades que, como Corduba, le
resistieron, yacían en el polvo tras horrible masacre. En cambio, Lisboa, Tarraco, Cartado Nova,
Cástulo y, por supuesto, Cádiz, a cuyos sacerdotes había devuelto el tesoro de Hércules, se convertían
en colonias romanas, con rango de ciudadanos para sus habitantes. César, ya dictador vitalicio en Roma,
nombró a un Senado en el que por primera vez había tres hispanos: Ticio, Lucio Decidio Saxa y, el
primero detodos Lucio Cornelio Balbo. La romanización de Hispania dibujada por Sertorio y que
Pompeyo recreó en una vasta red de relaciones políticas alcanzó con César su perfil definitivo, aunque
fuera su hijo adoptivo, Augusto, el llamado a convertirlo en realidad. A César, en el44 a .C., le
agardaban ya los Idus de Marzo.

WALLADA: Una mujer fatal del siglo XI

El Mundo, 24/01/1999

Hija del califa Mustafkí, fue la más célebre de las poetisas de Al Andalus. En 1025 abrió palacio y salón
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literario en Córdoba. Su historia de amor y desamor con Ben Zaydun se convirtió en una leyenda.

Entre las figuras intelectuales, políticas y mundanas en el brillante naufragio del


Islam español durante el siglo XI, la más llamativa es la princesa Wallada, de la familia real de los
Omeya, cuyo padre fue uno de los muchos califas que durante lafitna o Guerra Civil llegaron al trono
cordobés mediante el asesinato y a puñaladas también lo abandonaron. Abderramán Obaidallah al
Mustafkí, padre de la más célebre de las poetisas de Al Andalus, mató en1023 a Abderramán al
Mustazhir, el fugacísimo califa elegido asambleariamente enla Mezquita de Córdoba, que hizo ministros
al gran Ben Hazm y su amigo Ben Suhayd pero cuyo reinado sólo duró siete semanas. Dos años
después, el asesino fue asesinado en Uclés. Hay cierto consenso en considerar a Mustafkí como uno de
los tipos más viles de cuantos poblaron el caos entre Almanzor y los almorávides.

La ajetreada, tumultuosa y libérrima peripecia vital de Wallada ha llevado a muchos a pensar que las
mujeres de Al Andalus, por supervivencia de las costumbres cristiano-visigóticas o por cierto
matriarcalismo beréber, disfrutaron de una libertad que no tienen las mujeres en ninguna sociedad
islámica. Las estudiosas más modernas, como Rubiera Mata, apuntan que en la sociedad andalusí sólo
hay dos grupos a los que se permiten imprecisas y amplias libertades: las solteras o viudas ricas y las
prostitutas. Sólo había libertad sin honor o sin marido. Lo denunció el propio Averroes (Ibn Rushd):
"Nuestro estado social no deja ver lo que de sí pueden dar las mujeres. Parecen destinadas
exclusivamente a dar a luz y amamantar a los hijos y ese estado de servidumbre ha destruido en ellas la
facultad de las grandes cosas. He aquí por qué no se ve entre nosotros mujer alguna dotada de virtudes
morales".

Sin embargo, dos costumbres palaciegas de buen tono, la poesía y la caligrafía, alumbraron poetisas
andalusíes. La primera, en el siglo VIII, fue Hassana at´ Tamimiyya. Pero es en el siglo XI cuando surgen
mujeres de buena posición dedicadas a las letras, como la cordobesa Aisa bint Ahmed Ibn Qadim, o la
piadosa -única que peregrinó aLa Meca- Maryam bint Abu Yaqub Al-Ansari, de Silves. La mejor, por
el número de poemas conservados y por su trágica historia de amor con Abu Yafar ben Said, es la
granadina Hafsa bint ar´Rakkunniyya. También granadinas fueron la sutil Umm al-Hanna y la descarada
Nazun bint al-Qalai. De Guadalajara, Umm al´Ala. Y dos princesas: la sevillana Butayna hija de
Mutamid, y la almeriense Umm al-Qiram, de Summadih. Pero Wallada las ha eclipsado a todas.

Tras la muerte de su padre, con apenas 17 años y gracias a los fondos que Mustafkí supo guardar,
Wallada abrió palacio y salón literario en Córdoba, donde ofrecía instrucción a hijas de familias
poderosas y acaso instruía a esclavas en la poesía, el canto y las artes del amor. Al cabo ella era hija de
Amin´am, una esclava cristiana enviada a cultivarse a Medina, y su nodriza y maestra fue la esclava negra
Safia. Cuando tenía unos 20 años conoció al hombre que marcó para siempre su vida. Es un encuentro
de famosos, buscado por ella. Ben Zaydun es un noble de excelente posición, con gran influencia política
y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento. Pero Wallada es la mujer más culta,
famosa y escandalosa de Córdoba. Se pasea sin velo por la calle y, a la moda de los harenes de
Bagdad, lleva versos suyos bordados en la orla de su vestido o en túnicas transparentes. Los del lado
izquierdo dicen: "Por Alá, que merezco cualquier grandeza/ y sigo con orgullo mi camino"; los del
derecho: "Doy gustosa a mi amante mi mejilla/ y doy mis besos para quien los quiera". Es una belleza
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apabullante: hermosa figura, tez blanca, ojos azules, rubia-pelirroja... el ideal de la época.

Wallada era una mujer acostumbrada a mandar, en la calle, en la casa y en la cama. Se enamoró de Ben
Zaydun en una noche de fiesta poética, jugando a completarse poemas según la costumbre cordobesa de
entonces. Fue el choque de dos vanidades literarias, en la que ella tomó la iniciativa. Pero tras unos
amores estrepitosos, apasionados, públicos y versificados, pronto se rompió el idilio.

¿Cuál fue la razón? Wallada escribe: "Sabes que soy la luna de los cielos/ mas, para mi desgracia, has
preferido a un oscuro planeta". ¿Una amante negra, esclava de la propia Wallada? La traición con un
amante negro es una convención de la poesía islámica. No debe tomarse literalmente. La tradición no la
niega Ben Zaydun, pero ¿con quién? Es posible que fuera con la propiamujer fatal de Wallada, la mujer
Munya, a la que nuestra princesa encontró en la calle y a la que, fascinada por su belleza, compró,
educó, convirtió en poetisa desvergonzada y que finalmente la abandonó. Es más probable que Wallada
sorprendiera a Ben Zaydun con un amante masculino, porque eso le reprocha luego ferozmente en sus
sátiras: "Si (Ben Zaydun) hubiera visto falo en las palmeras/ sería pájaro carpintero". En fin, lo cierto es
que Wallada no la perdonó nunca. Se hizo amante del hombre fuerte de Córdoba, el visir Ben Abdús,
rival político y enemigo personal de Ben Zaydun, al que privó de sus bienes y acabó metiendo en la
cárcel. En esa época de cautiverio físico y amoroso escribió Ben Zaydun sus poemas más famosos. Pero
Wallada no quiso volver a verlo. Eso es lo que creó realmente la leyenda. Ben Zaydun, tras recobrar la
libertad, recorría de noche los palacios arruinados de Medina al-Zahara, símbolos de una pasión
destuida. Toda Córdoba lo vio errante y ojeroso, enfermo de amor, y supo de sus poemas sumisos,
implorando el perdón que nunca le fue concedido. Algunos creen que Ben Zaydun utilizó la forma de
amor udrí, precedente del amor cortés occidental, para expresar su pasión. Otros, como Nykl, piensan
que su relación con Wallada es como la de Musset con Georges Sand. Ciertamente parece la de una
deminatrix con unesclavo voluntario , pero el secreto a voces no deja de ser secreto. Y la poesía lo
mejora.

Arruinada en su fortuna y su crédito, Wallada recorrióla España de los reinos de taifa, quizá también la
cristiana, exhibiendo su talento y acaso otorgando sus favores, pero siempre volvió a Ben Abdús, en
cuyo palacio acabó viviendo aunque sin casarse con él y bajo cuya protección le sobrevivió, siempre
altiva y hermosa, hasta cumplidos los 80 años. También Ben Zaydun rehizo su vida y su carrera política
en Sevilla, a la sombra del feroz Mutamid, padre del rey poeta Mutamid. Vivió muchos años y murió rico
y poderoso, quizá remotamente nostálgico o quizá totalmente curado de aquel amor que ya sólo vivía en
las antologías poéticas.

GREGORIO MAYANS:La Ilustración temprana

El Mundo, 31/01/1999

Su abuelo, el abogado Juan Siscar es quien le incita al estudio del Derecho. Creador dela Historiografía
y Filología españolas. Sus sucesivos planes educativos fueron ignorados o mutliados por las
universidades.
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Una de las tonterías de mayor fortuna entre españoles y extranjeros, especialmente


tras la crisis del liberalismo de principios del siglo XX, es la de negar que en España haya existido
Ilustración o cosa parecida. Bien es verdad que también se ha afirmado campanudamente que no hubo
romanización, ni Bárbaros, ni invasión islámica, ni Reconquista, ni Feudalismo, ni Renacimiento, ni
Burguesía, ni Capitalismo, ni Liberalismo, ni Democracia, ni nada. Nada y nunca. Reputados caudillos
regionales proclaman hoy que España no existe, nunca existió o murió hace tiempo. Cadáver curioso el
español, fantasmal, insepulto y con excelente color, de atender a sus pintores.

Con mucho trabajo empieza pues a reconocerse la figura de Gregorio Mayáns y Siscar, valenciano
eminentísimo que pasó hartos trabajos en vida para que se respetaran tanto su persona como sus ideas y
que representa admirablementela Ilustración temprana. Tampoco surge de la nada, ya que sus fuentes
son españolas: losnovatores , que en las postrimerías del XVII desarrollan en una España
aparentemente desvencijada pero soterradamente viva, impulsos, ideas y proyectos de reforma de ideas
y costumbres que alimentan lasLuces futuras.

Nació en Oliva (Valencia) en la última primavera del XVIII, el 9 de mayo de 1699. Su padre, Pascual
Mayáns, era del bando austracista enla Guerra de Sucesión y acompañó al archiduque Carlos a
Barcelona en 1706. Hasta 1713 en que lo envían de vuelta a Oliva estudia con los jesuitas de Cordelles
pero ya en el pueblo natal es su abuelo el abogado Juan Siscar quien le incita al estudio del Derecho. Lo
cursa en Valencia, donde trata a losnovatores más destacados: Tosca, Corachán o Iñigo, que le facilitan
lecturas esenciales en su formación, como Locke y Descartes.

En 1719 va a Salamanca para aprender más Derecho. El chasco por la situación universitaria, no mejor
que la de Valencia, se compensa por el contacto que uno de sus profesores, Borrull, le facilita con el
sabio helenista Manuel Martí, deán alicantino, que será su mentor y guía de lecturas clásicas, tanto
españolas como latinas o griegas, y que encauzará su vocación hacia las Humanidades. Este derrotero es
esencial en la futura creación dela Historiografía y Filología españolas por Mayáns porque entronca el
afán ilustrado dieciochesco con el renacentismo español: Nebrija, Arias Montana, Fray Luis de Granada
y Fray Luis de León, el Brocense, Luis Vives, San Juan dela Cruz , Santa Teresa, Cervantes...

Toda la larga y fecunda vida intelectual de Mayáns estará encaminada a recuperar, editar y enaltecer esa
tradición española. LasLuces en España no dependen ni de la nueva dinastía borbónica ni son copia de
Francia.

Tras terminar sus estudios de leyes en Salamanca y Valencia, siempre con cierta zozobra económica,
gana la cátedra de Código Justiniano, pero sus colegas valencianos de la facultad de Derecho le hacen la
vida imposible. Tras un panfleto en latín contra sus detractores, publica en 1725laOraciónen alabanza
de las obras de D. Diego Saavedra Fajardo y en 1727laOraciónen la que exhorta a seguir la
verdadera idea de la elocuencia española , donde critica los excesos barrocos y pondera la sencillez
hispana y ática de losFray Luises , Vices o el Brocense. Viaja a Madrid en ese año, donde le acogen
con afecto el director dela Academia Española , Marqués de Villena y el Bibliotecario Real, Juan de
Farreras.
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Comienza a cartearse con Feijoo, pero pronto romperá con él achacándole escasa formación y mucha
superficialidad.

En suHistoria del Parlamento español , José Luis Abellán suscribe las tesis del gran erudito y editor
mayansiano Antonio Mestre sobre la razón que asiste a Mayáns contra Feijoo y, sobre todo, contra
Antonio Flórez, autor del gran monumento que eslaEspaña Sagrada , al que achaca recoger igualmente
historia y superstición, muy especialmente en lo que respecta al apóstol Santiago.

En 1730, tras perder en favor de Arbuixerch la pavordía de la universidad valenciana, oposiciones en


las que se mezclaron insidias políticas de borbonistas y austracistas, foralistas y antiforalistas y,
naturalmente, las envidias y rencoressuscitadas entre sus colegas por Mayáns, éste decide abandonar
Valencia por Madrid, donde conseguirá el cargo de Bibliotecario Real. Llevaba del brazo suOrador
Cristiano , (1733) que le abre enla Corte tantas puertas como le cierra. Un año antes ha publicado su
autopresentación como latinistaEpistolarum libre sex , que le abre las de media Europa.

En 1737 publica la primera biografía de su amadísimo Cervantes yOrígenes de la lengua española ,


verdadera fundación dela Historia dela Lengua y Literatura del español. Y escribe uno de los textos más
tristes de nuestra historia:la Carta-Dedicatoria al ministro Patiño con un ambicioso plan de renovación
académica y cultural de España: estudios sobre Lengua Castellana, de Ortografía, Gramática y Retórica;
sobre Filosofía; sobre Jurisprudencia; sobre Historia; diccionarios de voces antiguas, etimológico,
latino-español y español-latino, de Arte y Ciencias; una Historia documental de España y, en fin, una
Historia dela Iglesia , que le parecía esencial. La carta, esto es lo triste, ni siquiera recibió respuesta.

En 1739, escaso de fondos y desengañado de ambiciones, se retira a Oliva, se casa con una prima,
Margarita Pascual, y funda en 1742la Academia Valenciana «dedicada a recoger e ilustrar las memorias
antiguas y modernas, pertenecientes a las cosas de España». Su censura delaEspaña Primitiva de F.
Javier dela Huerta y Vega, «fábula indecorosa y opuesta a las verdaderas glorias de España», le
enemista con las Academias dela Historia y Lengua. Su edición delaCensurade historias fabulosas , de
Nicolás Antonio, enfrenta ala Academia Valenciana conla Inquisición. Mayáns se refugia en la
correspondencia con el extranjero. Para los alemanes, sobre todo, se convierte en un mito.

La llegada de Fernando VI al trono y de Ensenada al poderrescatan del forzado retiro a Mayáns,


totalmente reivindicado por Carlos III, que lo nombra Alcalde de Casa y Corte. Tras la expulsión de los
jesuitas le encarga un nuevo plan de educación que los rectores universitarios, trocean y arruinan. Pero
en Oliva y Valencia lo visitan viejos y nuevos ilustrados: Piquer, Pérez Bayer, Muñoz, Cerdá Rico,
Cavanilles, Blasco... Dedica sus últimos años a preparar la edición dela Obra Completa de su adorado
Luis Vives, pero muere su mujer y él le sigue en Diciembre de 1781. Tenía 82 años.

ZURBARAN: El hábito de la luz

El Mundo, 07/02/1999

La moda tenebrista del siglo XVII lo catapultó a la fama. Aprendió a pintar en Sevilla. Fue un virtuoso
del color blanco. Su obra se centró en la religión. Para él, pintar fue llevar lo real a lo sagrado.
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Zurbarán es un pintor al que sólo imaginamos en «la espaciosa y triste España»


de Fray Luis de León. Los trabajos, la gloria, las envidias, el olvido, la varia fortuna crítica, la
destrucción y aventamiento de su obra y su nueva fama tardía son españolas a más no poder. Como
venir al mundo un 98 (el del XVI) en Fuente de Cantos, provincia de Badajoz, hijo de un tendero de
origen vasco, Luis de Zurbarán, y una extremeña llamada Isabel Márquez. Como tener una mercería en
el pueblo, que no pasaba de 700 vecinos.

Nada sabemos de su niñez. A los 15 años su padre le buscó empleo en Sevilla como aprendiz de pintor
y al siguiente, 1614, entró en el taller de Pedro Díaz de Villanueva, un artesano bastante vulgar. Perola
Sevilla a la que llega el joven Zurbarán no lo era. Babilonia pasada por Génova, capital del comercio,
mosaico de España y de su Imperio, puerta y estribo de las Indias, escaparate de todos los vicios, altar
de todas las ambiciones, ninguna otra más viva, más atropellada, más crujiente y estallante podía verse
en el mundo. Al que en la primavera de su edad se asomaba allí al mundo, la neblina luminosa del
Guadalquivir podía cegarlo para siempre. Cualquiera.

Salvo que ese cualquiera trajera dentro la luz a secas, sencilla e implacable como un hábito de luz, de un
pueblo pequeño de Extremadura. Quizás toda la obra de Francisco de Zurbarán es el rescate, a través
de la inmensa factoría de imágenes del catolicismo, de aquella luz primordial, de aquel hábito del que
vestían las cosas más sencillas: las telas de la tienda de su padre, los cachorros de la cocina de su madre,
la cara estamentada, humilde, atezada, pero dignísimamente suya, de los frailes, los labradores, los
mercaderes, los pobres y los santos, hijos todos del mismo barro español.

Cuando Zurbarán comienza a pintar, reinaba en aquella infinita Sevilla el taller de Pacheco, luego suegro
de Velázquez. Era aun joven Herrera el Viejo y empezaba a vender cuadros Juan de Roelas. La lucha de
los talleres era muy grande aunque abundaban los encargos, esencialmente de imágenes religiosas.
Alonso Cano y Diego de Silva Velázquez eran alumnos de Pacheco, el importante, mientras Zurbarán lo
era de aquel Villanueva sin prestigio pero que se ganaba bien la vida y enseñaba a ganársela. No
sabemos lo que serían los tratos y conversaciones de aquellos adolescentes aprendices de genio, pero
que Zurbarán no veía claro o no se sentía cómodo en la barahúnda sevillana lo prueba el que apenas
terminada su formación, con 18 años, vuelve a su comarca natal, aunque no se instala en Fuente de
Cantos sino en Llenera, que será su hogar adoptivo. Había en él dos parroquias, varios conventos y
hasta Tribunal dela Inquisición que actuó en un sonado proceso contra losalumbrados del pueblo. En
ambiente tan formal, lo más sensato en un joven era casarse y así lo hizo el pintor con María Páez, hija
de zapatero, hermana de cura, poseedora de una buena dote y nueve años mayor que él. Salvo incógnito
acceso volcánico, todo apunta a boda de conveniencia con fruto rápido: una niña llamada María y
bautizada en febrero de 1618. Dos alumbramientos después, Zurbarán quedaba viudo por primera vez.
Rápidamente le arreglaron otra boda con una mujer de acomodada posición y excelentes cualidades,
Beatriz de Morales, que le llevaba más de una década. Tuvieron sólo una hija, Jerónima.

1626 es el año del gran salto a Sevilla. Vuelve dueño de una técnica muy sólida y dispuesto a
emprender obras grandes, a veces de muchos cuadros, para lo que emplea ayudantes que en ocasiones
estropean parte de la obra o que vuelven imprecisa su atribución al maestro. Pero Zurbarán está seguro
de sí mismo y pinta muy barato a los dominicos de San Pablo una serie de siete cuadros de santos y un
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Crucificado para la sacristía, fechado en 1627, que los frailes exhiben casi a oscuras, para que lo tomen
por escultura. El dominio de la técnica de Caravaggio y la moda tenebrista de la época lo catapultan a la
fama. Sevilla le pide que resida en la ciudad, lo que acepta encantado, pero Alonso Cano y otros
sevillanos se amotinan pidiendo que se examine como todo el resto del gremio sevillano. Inútil pretensión.
En1629 pinta la serie de San Pedro Nolasco, llamando especialmente la atención el cuadro de la
aparición de San Pedro crucificado cabeza abajo. Otros cuadros son cobrados por Zurbarán pero no
están pintados por él. Sí es peculiar suyo el tratamiento a los hábitos de los monjes, hasta el punto de
que esa vida asombrosa de las telas, que se dirían con vida y lenguaje propios, nadie la ha logrado antes
ni después. En los hábitos de Zurbarán se produce el milagro de la multiplicación de los blancos: blanco
nacarado, y azulenco, y amarillento de puro sólido, y pardo clarísimo, y pálido casi verdoso, y blanco
oscuro, y desvaído, y sombrío, y aclarado, y luminoso, y cegador, y recto, y color de rosa blanca, y
rosado, y blanco hollín, y blanco de cal en día de sol y en día de lluvia, y blanco burbujeante, y blanco
marmóreo, y blanco furioso, y blanco sutil y blanco arrepentido, y blanco pobre, y blanco de pura luz,
que es siempre el color de blanco.

En 1634, Velázquez le llama a Madrid para colaborar en el Salón de Reinos. Pinta una Defensa o
Socorro de Cádiz, asunto histórico raro en su producción, centrada en lo religioso. También pinta una
serie sobre Hércules, mítico fundador de España, donde acredita dominio técnico pero sin la gracia y la
originalidad que en él nunca son de composición ni de argumento, ya que pinta generalmente con
estampas y toma composiciones de otros, sino de sentimiento, de trato divinal y casi demiúrgico de las
cosas muertas.

Gracias a su excepcional biógrafa María Luisa Caturla sabemos hoy muchas cosas de su vida, así sus
continuos envíos a América, y sus últimos años madrileños, hasta su muerte en 1664, sobre los que
existía una leyenda de pobreza que no es cierta. Simplemente, triunfaba Murillo y su popularidad había
pasado. Embarcado ya en un tercer matrimonio, dulcifica su paleta, abrevia las sombras, comercia en
sedas para ayudarse. Viendo ese eclipse se va pintando a un San Francisco terroso, acalaverado,
embebido en el cielo; también lienzos en los quela Santa Faz diríase que se le aparece a la tela, de tan
real. Pero lo real no es nunca demasiado real en Zurbarán. Para él, pintar fue llevar lo real a lo sagrado.
Como suVirgen Niña dormida , de Jerez, vive un sueño de salvación por la gracia dela Luz. De ahí la
devoción que nos inspira.

AUGUSTO: Hispania y la paz de Roma

El Mundo, 14/02/1999

Nombrado heredero por César ocupó su puesto con 17 años. Terminó con los cántabros y astures, los
dos últimos pueblos hispanos que combatieron a Roma. Fundó Mérida, Zaragoza y Barcelona.

Una peculiaridad del viejo solar español es que casi siempre ha sido independiente
y ha estado regido por reyes y dinastías propias. Quizá por eso los grandes forjadores romanos de
Hispania, base de todas las españas posteriores, son considerados menosnuestros que Viriato, Indíbil o
Mandonio. Sin embargo, la auroral y fecunda época romana dela Península presenta personajes que no
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limitaron su acción al solar hispano, porque fueron emperadores de todo el Imperio, pero crearon en
nuestro suelo más que nadie en los siglos futuros. Octavio Augusto, heredero de César, nunca ha sido
considerado hispano (como antecedente de español), pero fue quien terminó con cántabros y astures, los
dos últimos pueblos que combatieron a las legiones romanas. Sólo por concluir la romanización de
Hispaniamanu militari ya merecería un lugar de honor. Pero ¿qué rey, moro o cristiano, Austria o
Borbón, quién en estos 2.000 años puede presumir de haber fundado ciudades como Mérida, Zaragoza
o Barcelona? Sólo Augusto.

Cayo Octavio –lo de Augusto vino después- nació en el63 a .C. y su abuela, Julia, era hermana de
César. Aunque sobrino-nieto del dictador, éste lo nombró heredero y lo tenía apartado de Roma,
estudiando en Apolonia, cuando fue asesinado. Con sólo 17 años, tenía sobre sí un legado político
interminable, que debía disputar al delfín militar de César, el fiel Marco Antonio, a los conspiradores que
lo habían asesinado y a quienes despreciasen al enfermizo Octavio y ambicionases su puesto, que eran
casi todos.

El camino hacia el poder de aquel adolescente es bien conocido aunque poco valorado. En el44 a .C.,
Marco Antonio impugna el testamente de César y parte a combatir a Décimo Bruto, uno de los
conspiradores. Cicerón, que respaldaba a los asesinos, y el Senado, que temía la dictadura de Antonio,
se apoyaron en Octavio. Pero Marco Antonio, entre Décimo Bruto y el ejército senatorial, tuvo que huir
a los brazos de Lépido. Este lo convence para formar el Segundo Triunvirato con Octavio y repartirse el
enorme espacio de la todavía República. Quedaban dos conspiradores, Marco Bruto y Casio, a los que
vencen en Filipos en el42 a .C. Mientras Antonio se une a Cleopatra, su esposa legal (Fulvia) insta a un
cuñado, Lucio Antonio, a liquidar a Octavio. Pero éste pone al frente de su ejército a Marco Visanio
Agripa, quien lo derrota en el año40 a .C. Muere Fulvia y Octavio casa a su hermana Octavia con
Antonio, en prueba de paz. Le asigna el Este y él se queda con Italia, Hipania yla Galia. A Lépido le
deja, primero, Africa y luego, nada. En el32 a .C. Antonio se divorcia de Octavia. Su cuñado propaga
que busca proclamarse rey con Cleopatra. El reflejo republicano funciona y la pequeña flota de Octavio
y Agripa consigue derrotar a la más poderosa de Antonio y Cleopatra en el31 a .C. En el29 a .C.
Octavio cierra el templo de Jano: la última de las guerras civiles había terminado.

En Hispania empezaba la última guerra contra Roma, emprendida por cántabros, astures y algunos
vacceos. En el27 a .C., recién nombradoprinceps y tras crear en Roma una sutil forma de monarquía no
declarada, Augusto desembarca en Tarraco y emprende su primera campaña militar para terminar con
los problemas hispanos. Como en los dos siglos anteriores, los romanos calcularon mal la resistencia. En
el26 a .C., mientras Carisio ataca a los astures, independientes pero más bien pacíficos, Augusto
acomete a los escurridizos y feroces cántabros. Los astures, tras un año de lucha y cercados, se suicidan
con veneno, pero los cántabros consiguen que Augusto enferme y se retire a Tarraco. Su hijo mayor
Tiberio empezó con 20 años su carrera militar en las montañas cántabras. Tanto bebía del vino del
Duero para darse calor y ánimo que sus soldados le cambiaron elTiberius Claudius Nero porBiberius
Caldius Mero .

En el otoño del25 a .C., ya repuesto, Augusto volvió al frente y fundó Astúrica Augusta (Astorga),
como base de la retaguardia y símbolo de la colonización militar que pensaba acometer. Unos triunfos
aparentes y la entrega de Corocotta, un bandolero que tenía puesto precio exorbitante a su cabeza y se
presentó tranquilamente ante Augusto –quien lo perdonó y lo indemnizó- hicieron creer al Emperador
que la guerra había concluido. Clásico error. Al año siguiente, los astures se rebelaron contra Carisio y
los cántabros les siguieron. Los astures acabaron trabajando en las minas, pero los cántabros lucharon
hasta la muerte. Cuenta Estrabón que las madres mataban a sus hijos antes de verlos esclavizados, que
los crucificados cantaban himnos de triunfo y que los niños mataban a sus hermanos cuando los romanos
venían a arrancarlos de sus poblados. La guerra de los cántabros terminó el19 a .C. y fue el último
ejemplo del amor a la independencia de las tribus hispanas. Fue tan dura la conquista que Agripa ni
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reclamó el triunfo. Un signo de civilización.

La romanización se aceleró tras esta última guerra. La presencia de las legiones para proteger las minas
y prevenir una posible vuelta al bandolerismo en Lusitania o a la rebelión en la zona cantábrica se
convirtió, como había previsto César, en la base de la colonización. Puede decirse sin temor a la
paradoja que la civilización romana llegó a Hispania gracias a su militarización. Hasta Vespasiano no
hubo una reducción drástica de las legiones, pero poco a poco sus labores se centraron en crear obras
públicas y administrar las provincias. Romanización fue sinónimo de urbanización y, en ese sentido,
resultó más fácil en el desarrollado Sur que en el atrasado Norte.

Lentamente, a medida que la red de calzadas ampliaba el espacio urbano, se incorporaron a la


civilización romana los antiguos pueblos peninsulares.

El culto al Emperador lo inauguró Tarraco con Augusto y el latín comenzó a borrar las leyendas de las
monedas en las viejas lenguas ibéricas. Se impuso la lengua y fueron cuajando las modas de Roma.
Hispania se convirtió en lo que pensaban César y Augusto: la rica y tranquila retaguardia del Imperio allá
donde terminaba el mundo, en elFinis Terrae . Con Augusto, Hispania comenzó a disfrutar del más
largo periodo de paz que hasta entonces conociera. Las tribus belicosas se convirtieron en reservas de
las legiones. Todas las formas de la economía, la política, el derecho, la religión y la sabiduría se vaciaron
en el molde romano. Y el municipio, la ciudad, la urbe, fueron la clave de la romanización, esto es, de la
civilización.

ABDERRAMAN III: Un califa en Occidente

El Mundo, 21/02/1999

Vivió 70 años y reinó durante 49. Tomó el título de califa. Consiguió la rendición de Toledo. A una
esclava que lo rechazó le quemó la cara. Hizo de Córdoba centro del saber universal.

Vino al mundo en un piélago de sangre. Su abuelo el emir Abdallah mandó a su hijo


Motarrif que matase a Mohammed, su hermano y padre de nuestro Abderramán. Así las gastaban los
Omeya en aquellos amenes del siglo IX, cuando el culto a la masacre igualaba a cristianos y musulmanes,
árabes y berberiscos, yemeníes y eslavos. Estos eslavos eran más bien hijos de Babel: cristianos del
norte de España, gallegos y leoneses, francos de muy diversa cuna, germanos y normandos, daneses y
chipriotas, tal cual siciliano y cierto número de esclavos y libertos dela Iliria ola Panonia romanas, los
propiamenteeslavos . Pero así se separaba a los profesionales de las armas que luchaban en todos los
frentes y ejércitos. Tras el asesinato de Mohammed, Abdallah se arrepintió, adoptó y educó al huérfano
Abderramán, dejándole el trono en 912. El trono y el caos.

Tenía sólo 22 años Abderramán pero estaban ya tan debilitados los nobles árabes y berberiscos, tan
aburridos de aventuras los eslavos y tan agotados los cristianos rebeldes de Omar al Hafsún que, desde
que en 913 montó a caballo al frente de su ejército para atacar a los castellanos de Elvira y Jaén, se vio
que la estrella de Abderramán iba a brillar sobre cualquier otra. En 917 murió Omar ben-Hafsún y 11
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años después su hijo Hafz se rendía en su inaccesible capital, Bobastro.

Para entonces Abderramán dominaba ya el Algarve hasta Santarén, todas las grandes capitales dela
Andalucía Oriental yla Occidental , había tomado Mérida y nada se interponía en su camino a Toledo.
Quizá por eso en 929 tomó el título de Califa, Defensor de los Creyentes y Defensor dela Fe , pero ya
había demostrado desde la toma de Elvira, que el respeto a los cristianos y la promoción de judíos,
eslavos y berberiscos iban a ser norma de su política. Entre su destreza militar, su habilidad política y el
cansancio popular de tantos años de sangre, el califato fue recibido como un régimen de paz. Dentro de
lo que cabe, lo fue. Pero después de pacificar hasta la última frontera del norte y hasta la última playa del
sur. En 932, después de dos años de sitio consiguió la rendición de Toledo. Dentro de la rabiosa
independencia que siempre hizo de ella casi una república aparte, los toledanos aceptaron a este nuevo
monarca que desde ese año gobernó sinhadjib o primer ministro. Nadie lo echó en falta.

De inmediato sintieron el peligro los cristianos leoneses de Ramiro II y los Tuchibíes musulmanes de
Zaragoza, que aunque encargados de vigilar la frontera del Norte de Al Andalus actuaban como señores
independientes. A ellos se unió García de Navarra, dirigido por su madre la reina Toda, quizá la única
figura de la época capaz de compararse con Abderramán, aunque no tuviera medios para vencerle. La
alianza de 934 fue la más formidable que forjaron sus enemigos, pero al tercer año de campaña los había
derrotado.

Pero el califato estaba aún poco cuajado y el eclipse del peligro cristiano alentó las ambiciones de los
nobles árabes, que se veían preteridos por eslavos y hasta judíos en la creación de una nueva clase
dirigente. Decidieron darle un escarmiento al Califo y hacer fracasar la campaña del939 . El general
eslavo Nadja perdió la batalla de Simancas -y la vida- pero los cristianos no se limitaron al símbolo de la
victoria. Persiguieron a los musulmanes y los masacraron en Alhandega. Fue el único gran desastre militar
de Abderramán y le sirvió para aplastar aún más los conatos de tribalismo militar o nobiliar. Se dedicó a
sanear el Tesoro, reformarla Administración , fomentar el comercio y convertir Córdoba en el lugar
donde todos los que eran algoquerían vivir. No otro ha sido siempre el proceso de creación de
monarquías absolutas pero pocas veces se ha conseguido tan rápida y espectacularmente como en la
década de los 40 del siglo X. No descuidó la antigua Mauritania, donde los fatimíes amenazaban el
poderío cordobés, y forjó una política de alianzas basada en una flota formidable, fondeada en Sevilla,
Málaga y Almería, además del puesto adelantado de Ceuta. En el Sur, la paz también se hizo costumbre.

Y en el Norte, las continuas discordias en el reino de León, con el naciente poder castellano de Fernán
González y la incombustible Toda de Navarra haciendo y deshaciendo reyes, terminaron por convertir a
Abderramán en árbitro de los destinos cristianos. La guerra de Sancho el Craso, apoyado por Toda, y
Ordoño el malo, apoyado por Fernán González terminó en un episodio sainetesco: el viaje de Toda, su
hijo García de Navarra y su sobrino Sancho de León a la corte cordobesa en el 959 para agradecer a
Abderramán el adelgazamiento de Sancho. Repuesto Sancho en el trono y apresado Fernán González
por los navarros, puedo descansar Abderramán y entregar el califato cordobés a Al Hakem en 961.

Vivió 70 años y reinó 49. Para complacer a su favorita Zahra fundó una ciudad de fastuosa belleza al
lado de Córdoba, Medinat al-Zahra. Pero el lado salvaje de Abderramán III también es inolvidable. A
una esclava que lo rechazó le quemó la cara. Cuando murió, Córdoba tenía casi medio millón de
habitantes, cifra sólo superada por Bagdad. Y no vivían hacinados: había 113.000 casas, con 300 baños
y 3.000 mezquitas. Ademásla Universidad cordobesa, muchas de cuyas clases se daban enla Mezquita ,
era un verdadero centro del saber universal. Allí los viejos textos griegos se traducían al árabe o llegaban
las coplas de Bagdad y Damasco para que los estudiosos se asomaran a Platón y Aristóteles. De allí
salieron los grandes maestros de las siguientes generaciones: el gramático Ibn Alcutia, el genealogista
Abú Alí Jalib o el experto coránico Abu Bakr ibn-Moawia. La gran biblioteca que el príncipe Al Hakem
tomó como cosa propia pudo crecer y desarrollarse gracias a los generosos subsidios de Abderraman
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III. Todas las artes hallaron acogida y todos los artistas, aun los más peligrosos, los del pensamiento o
filósofos, fueron protegidos. La monja germana Hroswita, que viajó a Córdoba atraída por su fama, la
llamó «Ornamento del Mundo». No lo era sólo espiritual. Puede decirse que el oro de toda Europa se
acuñaba en Córdoba. Fue el califato fundado por Abderramán III un régimen militar, pero con un
ejército de nuevo cuño, plural de origen, único de mando. Lo mismo la burocracia, que atendió más al
mérito que a la cuna. Y el conocimiento, merced a la apertura de escuelas gratuitas, llegó casi a abolir el
analfabetismo. Nunca el Islam ha prometido tanto. Claro que nunca había habido un califa tan al
Occidente.

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