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PSICOPEDAGOGÍA DE LA ALFABETIZACIÓN

FICHA DE CÁTEDRA 2022

SOBRE LAS CONCEPCIONES DE LECTURA

Según los aportes de diversas investigaciones, podemos identificar tres concepciones


teóricas en relación al proceso de la lectura.

1. La primera, que predominó hasta los años sesenta aproximadamente, concibe la


lectura como un conjunto de habilidades.
2. La segunda, desarrollada por Kennet Goodman, el modelo psicolingüístico,
considera que la lectura es el producto de la interacción entre el pensamiento y el
lenguaje.
3. La tercera, desarrollada por Louise Rosenblatt, concibe la lectura como un
proceso de transacción entre el lector y el texto.

La lectura como conjunto de habilidades

Aprender a leer se concibe como una asociación entre respuestas sonoras y estímulos
gráficos (Ferreiro, 1978). De fuerte concepciones psicológicas conductistas, pone énfasis
en las discriminaciones auditivas y visuales y en la correspondencia fonema- grafema.
En 1942 el lingüista Leonard Bloomfield, citado por Ferreiro (1978) afirma que la principal
causa de las dificultades para comprender el contenido de la lectura es el dominio
imperfecto de la mecánica de la lectura. Esto es, que el primer paso es acceder al
reconocimiento de la letra. Para Ferreiro y Teberosky (1978) la psicología, la lingüística
y la pedagogía de la época parecen coincidir en considerar la lectura como algo
mecánico.

Smith (1997) plantea que se suele percibir sencillamente la lectura como un problema de
mera decodificación de fonemas. Esto es, traducir los elementos básicos del lenguaje
escrito, las letras, a sus fonemas equivalentes en el lenguaje hablado. Leer por lo tanto
se entiende como la acción de descifrar signos gráficos. Una vez aprendidos, la escritura
debe procurar representar con un signo cada elemento de la cadena hablada (Saussure,
1972).

Esta teoría supone el conocimiento de las palabras como el primer nivel de la lectura,
seguido de un segundo nivel que es la comprensión y un tercer nivel que es el de la
evaluación. La comprensión se considera compuesta de diversos subniveles: la
comprensión o habilidad para comprender explícitamente lo dicho en el texto, la
inferencia o habilidad para comprender lo que está implícito y la lectura crítica o habilidad
para evaluar la calidad del texto, las ideas y el propósito del autor. De acuerdo con esta
concepción, el lector comprende un texto cuando es capaz precisamente de extraer el
significado que el mismo texto le ofrece. Esto implica reconocer que el sentido del texto
está en las palabras y oraciones que lo componen y que el papel del lector consiste en
descubrirlo.
La lectura como un proceso interactivo

Los avances de la psicolingüística y la psicología cognitiva a finales de la década del


setenta dan lugar al surgimiento de la teoría interactiva, modelo psicolingüístico
propuesto por Kenneth Goodman. Esta teoría postula que los lectores utilizan sus
conocimientos previos para interactuar con el texto y construir significado.

Goodman (1980a, 1980b, 1994), por su parte, sostiene que la lectura es un juego de
adivinanzas psicolingüístico complejo en el que el lector reconstruye el significado a
través de una interacción con el texto. En este juego de adivinanzas el lector, valiéndose
lo menos posible de la información que le ofrece el texto, usando sus conocimientos
previos, sus experiencias, selecciona la información más apropiada para hacer
predicciones, anticipaciones, adivinanzas y reconstruir el significado. El significado no
reside en lo impreso, sino que ha de ser aportado por el lector. Según el autor, existe un
único proceso de lectura para todas las lenguas y para todo tipo de texto,
independientemente de su estructura o de los propósitos que motivaron al lector a leer.
La comprensión es el único objetivo de la lectura. Para lograrla, el lector se vale de una
serie de estrategias que ocurren simultáneamente y no secuencialmente (como en el
modelo anterior). Ellos son:

★ Selecciona las pistas gráficas que le ofrece el texto guiado por selecciones
anteriores, sus conocimientos previos y su competencia.
★ Utiliza las pistas del texto para formar imágenes y anticipar lo que vendrá.
★ Relaciona lo que encuentra con lo que ya conoce.
★ Hace predicciones a partir de la información gráfica.
★ Vuelve a lo leído para confirmar, apoyar una idea, o para buscar más pistas y, a partir
de esto, poder adivinar.
★ Utiliza el contexto para probar la pertinencia semántica y gramatical.
★ Hace inferencias a partir de la información que ha construido.

Frank Smith (1980), uno de los primeros en apoyar esta teoría, destaca el carácter
interactivo del proceso de la lectura al afirmar que "en la lectura interactúa la información
no visual que posee el lector con la información visual que provee el texto" (p. 30). Es
precisamente en ese proceso de interacción en el que el lector construye el sentido del
texto. Este concepto contrapone que leer es un simple desciframiento de lo impreso o de
las marcas que hay sobre un soporte. Es un proceso activo en el cual los estudiantes
integran sus conocimientos previos con la información del texto para construir nuevos
conocimientos. En este proceso las marcas impresas en el texto activan los
conocimientos relevantes con los que cuenta el lector para construir significados, para
darle sentido al texto. Es decir, el significado no reside en el texto, sino que se construye
con lo que aporta el lector. Según el autor, la lectura consiste en formular preguntas al
texto y a través de la comprensión de éste elaborar las respuestas. Para que esto ocurra
la lectura debe presentarse como una experiencia real, significativa similar a otras que
vivimos a diario. Esta experiencia nos permite involucrarnos con la realidad que nos
ofrece el texto, vivirla para darle sentido.
El enfoque interactivo se vio enriquecido con el aporte de los psicólogos constructivistas
que se dedicaron al estudio del papel que juega en la lectura la experiencia previa del
sujeto, y por lo tanto, retomaron el concepto de “esquema” de Bartlett (Carrell, 1992) en
sus estudios sobre memoria. Los constructivistas se refirieron a la lectura como un
proceso mediante el cual el lector trata de encontrar la configuración de esquemas
apropiada para explicar el texto en cuestión. La interacción entre pensamiento y lenguaje
sostenida por los psicolingüistas pasa a ser para los psicólogos constructivistas, la
interacción entre la información aportada por el texto y los esquemas que posee el lector.
Para Rumelhart (citado en Dubois, 1996) un esquema es “... una estructura de datos que
representa los conceptos genéricos archivados en la memoria.” y contiene además una
“...red de interrelaciones que mantienen entre sí las partes constitutivas” (p. 12) de un
determinado concepto. Entonces, los esquemas son unidades en las cuales no sólo está
almacenado todo el conocimiento, sino también la información necesaria sobre cómo
usar ese conocimiento.

Una de las características esenciales de los esquemas es que poseen variables, lo cual
les permite estar asociados a diferentes aspectos del ambiente en diferentes
evocaciones (instantiations) del esquema. Por ejemplo, el esquema comprar implica
como mínimo las variables comprador, vendedor, mercancía y dinero. Sin embargo, toda
variable posee valores típicos o restricciones (constraints) que cumplen importantes
funciones en el proceso de comprensión. Por un lado, ayudan a identificar los distintos
aspectos de la situación con las variables del esquema, es decir, impedirían que se
confunda el comprador con la moneda en una situación de compra. Por otro, las
restricciones operan como “valores omitidos” para variables que no han sido observadas.
Por ejemplo, si se lee sobre un partido de fútbol se pueden inferir el número de jugadores
por equipo, o de arcos en la cancha, aunque no esté explicitado en el texto.

Otra característica de los esquemas es que cada uno consiste en una red o árbol de
subesquemas los cuales, a su vez, se pueden constituir en otros subesquemas. Por
ejemplo, el esquema departamento estaría constituido por los sub-esquemas dormitorio,
cocina, baño, etc. pero a su vez cocina estaría conformado por mesada, pileta, alacena,
etc. Del mismo modo, un departamento sería un subesquema de edificio.

Dubois (1991) afirma que "el enfoque psicolingüístico hace mucho hincapié en que el
sentido del texto no está en las palabras u oraciones que componen el mensaje escrito,
sino en la mente del autor y en la del lector cuando reconstruye el texto en forma
significativa para él" (p.11). De este modo, el lector logra comprender un texto sólo
cuando es capaz de encontrar en su archivo mental (en su memoria) la configuración de
esquemas que le permiten explicar el texto en forma adecuada. Cuando una persona lee
sobre un museo o ve imágenes, fotos o lo visita, va agregando cada una de estas
experiencias a su esquema de lo que es un museo. Algo que no puede hacer quien no
tiene dichas experiencias. Cuando no se ha tenido experiencia alguna sobre un tema
determinado, no se dispone de esquemas para activar un conocimiento determinado y
la comprensión será muy difícil, si no imposible. Estos esquemas están en constante
desarrollo y transformación. Cuando se recibe nueva información, los esquemas se
reestructuran y se ajustan. Cada nueva información amplía y perfecciona el esquema
existente (Heimlich y Pittelman, 1991 citado en Viglione, López, Zabala, 2005).

La lectura como proceso transaccional

Esta teoría viene del campo de la literatura y fue desarrollada por Louise Rosenblatt en
1978 en su libro The reader, the text, the poem (El lector, el texto, el poema). Para
explicar el proceso de lectura emplea los conceptos de transacción y atención selectiva.

Se hace hincapié en el proceso recíproco que ocurre entre el lector y el texto (Dubois,
1991). Al respecto (1985, citado en Dubois, 1991) Rosenblatt asevera que, "mi punto de
vista del proceso de lectura como transaccional afirma que la obra literaria ocurre en la
relación recíproca entre el lector y el texto. Llamo a esta relación una transacción a fin
de enfatizar el circuito dinámico, fluido, recíproco en el tiempo, la interfusión del lector y
el texto en una síntesis única que constituye el significado ya se trate de un informe
científico o de un "poema" (p.67). La transacción es un tipo de relación en la cual “cada
elemento o parte es visto como los aspectos o fases de una situación total” (p. 98).

Rosenblatt (1985) sostiene que el lector y el texto como términos genéricos no existen;
existen sólo posibles lectores y posibles textos. Una persona se hace lector sólo cuando
se establece la transacción con el texto. En este sentido, la autora descarta la polaridad
lector-texto como participantes en el proceso de lectura. Por el contrario, define la lectura
como un evento en el que ocurre una transacción, una fusión entre el lector y el texto en
un momento y un contexto determinado para construir significado. El significado no existe
de antemano en el texto o en el lector, adquiere entidad durante entre el lector y el texto.

Bates (s/f citado en Rosenblatt, s/f) elabora la útil metáfora del “iceberg” como sentido
total de una palabra para un sujeto: la punta visible representa lo que yo llamo el aspecto
público del significado, que descansa sobre la base sumergida del significado privado.
“Público” designa usos o significados que aparecen en los diccionarios. Los múltiples
significados indicados para una misma palabra reflejan el hecho de que el mismo signo
asume diferentes significados en ocasiones diferentes y en contextos sociales, culturales
o personales diferentes. En otras palabras, “público” se refiere a los usos adjudicados
por ciertos grupos de personas y que otro individuo comparte. Es de observar que
“público” y “privado” no son sinónimos de “cognitivo” y “afectivo”. Las palabras pueden
tener connotaciones afectivas públicamente compartidas. Las asociaciones privadas de
cada persona con una palabra pueden o no corresponder con las connotaciones que
tiene para el grupo, si bien estas últimas también deben adquirirse de modo individual.
Las palabras ineludiblemente implica para cada persona una mezcla de elementos tanto
públicos como privados, la base y también la punta del iceberg semántico. Para la
persona, por ende, el lenguaje es esa parte, o conjunto de características, del sistema
público que ha internalizado a través de sus propias experiencias con las palabras en
situaciones de la vida real. “Los conceptos léxicos deben ser compartidos por hablantes
de un idioma común... y sin embargo, queda margen para una considerable diferencia
de persona a persona en lo que hace a los detalles de cualquier concepto” (Miller y
Johnson-Laird, 1976, p. 700).
Bajo este enfoque, la lectura procede a través de un proceso de atención selectiva, en
el que el lector selecciona algunas pistas pertinentes que le ofrecen el texto e información
de sus esquemas, para producir el significado. La atención selectiva del lector conduce
a la adopción, consciente o inconsciente, de dos posturas diferentes frente al texto: la
estética y la eferente. Cuando el lector adopta la primera permanece absorto en lo que
piensa y siente, en lo que vive a través y durante el acto de lectura. En la postura
eferente, en cambio, la atención del lector está centrada en lo que “se lleva”, en lo que
retiene después de leer un texto. Rosenblatt advierte, sin embargo, que ambas posturas
constituyen los extremos de un continuum y que la adopción de una de ellas, en forma
predominante, no excluye la posibilidad de pasar a la otra durante la lectura de un mismo
texto (Dubois, s/f).

El término eferente (del latín efferre, conducir fuera) se refiere al tipo de lectura en la cual
la atención se centra predominantemente en lo que se extrae y retiene luego del acto de
la lectura. Vemos aquí ilustrado, sin lugar a dudas, lo que quiere decir James cuando se
refiere a atención selectiva y a nuestra capacidad de enviar hacia la periferia de la
conciencia o de ignorar aquellos elementos que no sirven a nuestro interés presente. En
la lectura eferente, entonces, enfocamos la atención de modo principal en la “punta
pública del iceberg” del sentido. El significado resulta de la abstracción y estructuración
analítica de ideas, información, direcciones o conclusiones que se retienen, utilizan o
llevan a la práctica al finalizar la lectura.

La postura predominantemente estética da cuenta de la otra mitad del continuo. En este


tipo de lectura, el lector se dispone con presteza a centrar la atención en las vivencias
que afloran durante el acto de lectura. Se eligió el término estético porque su raíz griega
sugiere percepción a través de los sentidos, los sentimientos y las intuiciones. Ingresan
ahora a la conciencia no sólo los referentes públicos de los signos verbales sino también
la parte privada del “iceberg” del significado: las sensaciones, las imágenes, los
sentimientos y las ideas que constituyen el residuo de hechos psicológicos pasados
relacionados con dichas palabras y sus referentes. La atención podrá incluir los sonidos
y ritmos de las palabras mismas, escuchados en el “oído interior” a medida en que se
perciben los signos. Cada alternativa representa un tipo distinto de actividad selectiva,
una relación diferente entre el lector y el texto.

Hay que tener presente que cualquier hecho lingüístico conlleva tanto aspectos públicos
como privados. A medida en que la transacción con el texto impreso agita elementos del
reservorio de la experiencia lingüística, el lector adopta una actitud selectiva o postura,
trayendo hacia el centro de atención ciertos aspectos y remitiendo otros hacia la periferia
de la conciencia. La postura refleja el propósito del lector. La situación, el propósito, el
conjunto de experiencias lingüísticas del lector, como así también los signos en la página
ingresan en la transacción y afectan el grado de atención que reciben los significados
públicos y privados y las asociaciones.

El remanente de todas las transacciones pasadas de una persona, en particular los


contextos social y natural, constituye lo que bien puede llamarse un reservorio de
experiencias lingüísticas. William James sugiere en particular la presencia de un aura del
lenguaje que acumula vivencias. Para Rosenblatt (s/f) la lectura y la redacción comparten
un mismo proceso básico: la transacción a través de un texto. En cualquier instancia
lingüística, hablantes y oyentes como así también escritores y lectores tienen sólo sus
reservorios de experiencias lingüísticas como base para la interpretación. Toda
interpretación o todo significado nuevo implica una reestructuración o extensión del
acervo de vivencias del lenguaje —tanto oral como escrito— que se hagan presentes.
En lugar de una interacción semejante a la que se ocasiona cuando las bolas del billar
se empujan unas a otras, se ha producido una transacción, concebida en cambio como
reverberación, oscilación rápida, como combinaciones y condicionamientos mutuos.

La lectura es un momento especial en el tiempo que reúne un lector particular con un


texto particular y en unas circunstancias también muy particulares que dan paso a la
creación de lo que ella ha denominado un poema. Este "poema" (texto) es diferente del
texto escrito en el papel como del texto almacenado en la memoria. De acuerdo con lo
expuesto en su teoría, el significado de este nuevo texto es mayor que la suma de las
partes en el cerebro del lector o en la página. (Rosenblatt, 1978).

La diferencia que existe, según Cairney (1992), entre la teoría transaccional y la


interactiva es que para la primera, el significado que se crea cuando el lector y el autor
se encuentran en los textos es mayor que el texto escrito o que los conocimientos previos
del lector. Él considera que el significado que se crea es relativo, pues dependerá de las
transacciones que se produzcan entre los lectores y los textos en un contexto específico.
Los lectores que comparten una cultura común y leen un texto en un ambiente similar,
crearán textos semejantes en sus mentes. No obstante, el significado que cada uno cree
no coincidirá exactamente con los demás. De hecho, los individuos que leen un texto
conocido nunca lo comprenderán de la misma forma.

Bibliografía

Cairney, T. H. (1992). La enseñanza de la comprensión lectora. Madrid: Ediciones


Morata.
Dubios, M. E. (s/f). Las teorías sobre lectura y la educación superior. Revista Lectura y
Vida.
Ferreiro, E. y Teberosky, A. (1979). Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño.
Buenos Aires: Siglo XXI.
Morales, O.A. (2016). El proceso de lectura desde la perspectiva de los lectores.
Promoción de la lectura en ambientes extraescolares del Estado Mérida, Venezuela.
Universidad de Los Andes.
Rosenblath (s/f). El modelo transaccional: la teoría transaccional de la lectura y escritura.
Nwe York: Universidad de New York.
Smith, F. (1997). Para darle sentido a la lectura. Madrid: Aprendizaje Visor.

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