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Jesús Jambrina
virgilio piñera:
poesía, nación y diferencias
serie Biblioteca Cubana
E. Serrano
Dirigida por: Pío
Virgilio Piñera:
poesía, nación y diferencias
© Jesús Jambrina, 2012
© Foto de cubierta, cortesía de Mario García Joya, 2012
© Editorial Verbum, S.L., 2012
Tr.ª Sierra de Gata, 5
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Impreso en España / Printed in Spain
Piñera recobrado............................................................. 11
Poesía y nación............................................................. 14
Ante la crítica................................................................. 19
Nota personal................................................................ 24
Conclusiones.................................................................. 189
A mi madre.
Piñera recobrado
1
Uno de los aspectos que se tiende a olvidar en los estudios sobre el autor es
su estancia argentina de doce años, durante la cual no solo publicó algunos de sus
libros más importantes, Cuentos fríos (1956) y La carne de René (1952), sino que se
relacionó activamente con los autores de la literatura argentina del momento, en par-
ticular con los escritores de Sur: Borges, Silvina Ocampo, José Bianco, etc., además
de su cooperación e intercambio creativo con Witold Gombrowicz, de quien ayudó
a traducir su novela Ferdydurke.
11
12 Jesús Jambrina
Poesía y nación
4
“Intento escribir de las naciones occidentales como una manera ubicua y os-
cura de vivir el lugar de la cultura. Este lugar es más acerca de la temporalidad que
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 15
sobre lo histórico. Este lugar es más complejo que la ‘comunidad’, más simbólico
que ‘la sociedad’, más connotativo que ‘el país’, menos patriótico que la patria, más
retórico que las razones de Estado, más mitológico que la ideología, menos hege-
mónico que la hegemonía, menos centrado que el ciudadano, más colectivo que ‘el
sujeto’, más psíquico que lo civil, más híbrido en la articulación de las diferencias
culturales y las identificaciones —género, raza y clase— que lo que puede repre-
sentarse en cualquier estructura jerárquica o binaria de los antagonismos sociales”.
(Esta y las demás traducciones han sido realizadas por el autor).
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Ante la crítica
Nota personal
12
A comienzos de los años sesenta cuando Piñera fungió como crítico lite-
rario, primero en el periódico Revolución (1959-1961) y más tarde en Lunes de
Revolución, el suplemento cultural de la misma publicación, y bajo el influjo de su
entusiasmo inicial con el triunfo de los guerrilleros, llevó a cabo una intensa revisión
de la poesía cubana desde el siglo XIX hasta el presente de entonces.
13
Piñera viajó a La Habana desde Camagüey en 1937 para estudiar Filosofía
y Letras en la universidad. Para una descripción autobiográfica de ese recorrido ver
revista Unión 26-29.
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cia, y uno que otro contacto con la poesía de Emilio Ballagas, Pi-
ñera no tuvo mayor conocimiento de los poetas modernos hasta su
llegada a La Habana. Él mismo ha contado cómo fue en este mo-
mento que conoció a Apollinaire, Breton y Peret, y cómo, ante su
total desconocimiento en tal dirección, cayó inevitablemente en la
órbita de José Lezama Lima, quien ya por esos años, después de la
publicación de Muerte de Narciso (1937), se había convertido en
el guía de su promoción literaria (“Cada cosa en su lugar”: 11-12).
El ensayo que comentamos termina con una metamorfosis:
“Como obedeciendo a ordenadas mutaciones aquel vasto friso co-
menzó a diluirse en musical vapor que calaba todas la potencias
tornándolas en raros sones silenciosos; pero mi corazón, avergon-
zado por su miseria; trémulo ante su pequeñez, huyó de la dulce
lluvia prometida: se había transformado en una palabra más sobre
la Tierra” (144). Así, el hablante-lector se ha integrado, como pa-
labra él mismo, al torrente sanguíneo de la lectura, convirtiéndose
en sustancia poética. Este aspecto es también el que, para Piñera,
marca la diferencia entre Julián del Casal y José Martí: allí donde
el primero “no logra llevarnos más allá de la persona del propio
poeta”, el segundo “rompe la barrera interpuesta entre el poeta y
el lector, nos introduce de lo particular en lo general; del episo-
dio en la historia” (Poesía y crítica: 190-91). Y concluye: “Esta
es la hazaña, parcialmente realizada por él [Martí], y es también
el puente mágico que podría unir la orilla poética de nuestro si-
glo xix con la orilla poética de nuestro tiempo” (Poesía y crítica:
191). Al final de “Poesía y crimen” la barrera igualmente cae y la
poesía, el poeta y el lector se han hecho uno en las palabras.
La patada de elefante
15
Publicado en el primer número de Poeta, noviembre, 1942.
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alma/ infinita, transida…// ¡Que cuando lance/ mi rugido de siglos/ callados y dor-
midos/ la humanidad vencida/ andará de rodillas!” (211-12). Este es un poema que
pertenece a la etapa inicial de la poesía del autor, pero en él ya se perciben elementos
temáticos y metafóricos comunes en su trabajo posterior. Por ejemplo, la tensión
del “secreto a voces”, el deseo de mantener el secreto, pero que, a su vez, este se
sepa. También, el afán de conocimiento íntimo, el uso de verbos indagadores como
“escarba”, “araña” tan frecuentes luego en toda su poesía, igualmente los símbolos
del “fantasma” y del “muerto” que en Piñera remite a aquel sujeto que ha sido ex-
cluido o se ha autoexcluido de la participación en el espacio público, ya sea debido
a una “deformidad” como el personaje de “Vida de Flora” (1944), o porque practica
una sexualidad diferente, como los travestís de “La gran puta” (1960) . En “El grito
mudo”, se aprecia además la ansiedad del hablante por convertirse no solo en voz de
sí mismo, sino de aquellos que están en su misma situación existencial, este aspecto
será uno de los que verifican, primero el subrayado humanista de la poesía piñeriana
y luego, especialmente a partir de 1959, su vocación civil, de preocupación por los
asuntos de la polis. Esto lo veremos más detalladamente en el capítulo III.
17
Para un estudio general de la poesía cubana en los primeros años de la re-
pública, véase Juan Marinello, “Veinticinco años de poesía cubana”, en Rafael Her-
nández y Rafael Rojas (113-39).
40 Jesús Jambrina
20
Se refiere a los editoriales que aparecían en la portada de Nadie Parecía,
Cuaderno de lo Bello con Dios firmado por Los Directores, pero que eran escritos
por José Lezama Lima.
21
Se trata de un poema de Lezama aparecido en Nadie Parecía, Cuaderno de
lo Bello con Dios, No. V, La Habana, 1943
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 47
El poeta y su geografía
22
Antón Arrufat se ha referido al procedimiento crítico de Piñera de la si-
guiente manera: “Era una de las constantes de la superación crítica de Piñera, el
encontrar el defecto esencial de un escritor o de una obra. Es curioso —y esto cons-
tituye una de sus claves— cómo él veía el defecto del otro a través del suyo, pues
en su producción literaria podemos hallar idéntica dispersión: escribió poesía, muy
abundante, teatro (alrededor de 20 piezas), tres novelas, varios libros de cuentos, y si
se consideran sus artículos y ensayos integrarían varios volúmenes. Quizá al hallarle
idéntica dispersión a Borges, la entendía mediante o por intermedio de la suya. Esta
es una impresión, tal vez superficial, que nos deja su obra. Día llegará, como ha ocu-
rrido ya con Borges, que todo eso, cuento, novela, poesía, crítica, ensayo, se integre
y lo veamos en todo su esplendor como un cosmos”. (Espinosa: 139).
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24
Cuando triunfa la revolución en 1959, Piñera, como la mayoría de la pobla-
ción y los intelectuales del momento, inmediatamente reconoce que en lo adelante
habría un antes y un después de ese hecho y que, si bien su obra y él mismo estaban
insertos en ese proceso contradictorio, la lógica histórica indicaba que por edad y
por la transformación social llevada a cabo, su trabajo mediaba entre dos épocas
completamente distintas. Ver la cita de Piñera que hace Rine Leal en su prólogo
al Teatro Inconcluso (Piñera, 38, 1990) y también el testimonio de Abilio Estévez.
(Espinosa: 254).
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 53
La enfermedad Valéry
he dicho, y lo repito, esa es mi opinión, que era una actitud muy se-
mejante a la de la beat generation norteamericana y a la de los angry
young men ingleses, es decir, una actitud rebelde contra todo y contra
todos, contra la burguesía y sus hipocresías, y sobre todo una manera
de molestar, de destrozar toda la farsa burguesa, atacando incluso las
cosas que la burguesía guardaba con supuesto respeto, por ejemplo,
las cuestiones sexuales. (Pérez León: 86-91)
Pero lo cierto es que más allá de ese tipo de comentario de
ocasión, la crítica no ha hecho las preguntas pertinentes acerca
de cuál es y cómo se articula la relación de Virgilio Piñera con
la tradición europea en su conjunto. Al interior de su obra exis-
te una tensión cognitiva que mueve gran parte de las opiniones
del autor con respecto a los temas culturales de su época. Este
tipo de preocupación se hizo clara en una entrevista con Witold
Gombrowicz a propósito de la salida de Ferdydurke en Argentina:
“Ferdydurke nos abre el camino para conseguir la independencia,
la soberanía espiritual, frente a las culturas mayores que nos con-
vierten en eternos alumnos. Mi trabajo literario persigue el mis-
mo fin y creo que aquí nos encontramos —Polonia, la Argentina
y Cuba— unidos por la misma necesidad de espíritu” (Poesía y
crítica: 256). Lo puntual de este aspecto de la obra rebasa el tema
específico de este capítulo; pero sería útil mantener en mente que
el mismo ocupa un espacio importante en la escritura piñeriana y
que en ello también se asemeja a muchos de sus contemporáneos,
especialmente cuando la discusión toma como referencia la in-
fluencia norteamericana en la vida cotidiana de América Latina,
algo que en el caso de Cuba es muy evidente en textos de autores
de casi todas las posiciones estéticas e ideológicas.
“Erística de Paul Valéry” (1942) fue publicado, precisamente,
en la revista Poeta, dirigida por el propio Piñera luego de la diso-
lución de Espuela de Plata en 1941. El autor comienza definiendo
al poeta francés como un hecho consumado tanto para sí mismo
como para sus lectores-poetas y de ahí que sea útil conocer sus lo-
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 57
25
El texto de Piñera se publicó originalmente en la revista Ciclón, la cual
tuvo entre sus tareas modernizar las perspectivas críticas acerca de la literatura y el
arte cubano en general. El ensayo sobre Ballagas se incluyó en la sección titulada
“Reevaluaciones” en la que también se publicaron textos sobre Whitman y Wilde,
por solo citar autores salpicados por el “escándalo” de la homosexualidad. Para un
estudio amplio sobre la revista, ver: Pérez León, Roberto: Tiempo de Ciclón, La
Habana, Ediciones Unión, 1995.
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26
Ver “Outing silence as code: Virgilio Piñera” en José Quiroga: Tropics of
desire. Interventions from queer Latino America, New York and London, New York
University Press, 2000, pp. 115-118. También el fragmento dedicado a este poeta en
la disertación de Wilfredo José Hernández: Cartografía del deseo: representaciones
de homosexualidad masculina en la literatura hispanoamericana (1880-2000). Uni-
versidad de Conneticut, 2002.
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de manera separada, así como a que el trabajo del crítico sea una
ejecución paliativa de la obra en estudio. Para él lo cultural —esto
es la religión, los valores familiares burgueses, la propia idea de
literatura y sus usos políticos— no son más que barreras inter-
puestas entre el sujeto y sus posibilidades imaginativas. De ahí
que la crítica pueda, desde el compromiso y la responsabilidad
ética, esclarecer el proceso creativo de un texto, haciéndolo visi-
ble a los lectores en general.27
Lo cultural para él responde a una lógica de tortura que ata y
fija simbólicamente a los sujetos a una mecánica de reproducción
del status quo de la realidad: una realidad, valga la redundancia,
con la que él y la mayoría de los miembros de su generación,
fuesen de una u otra posición estética o ideológica, coincidían en
criticar y hasta en cambiar en lo referente a las políticas económi-
cas, educacionales e institucionales, pero que en cuanto a temas
como la sexualidad, los estilos literarios o la función de la litera-
tura, tenían profundos desacuerdos.28A Piñera por su parte, como
27
En los últimos cincuenta años, este tipo de crítica se ha practicado poco
entre los críticos literarios cubanos. Recientemente, sin embargo, se han venido pu-
blicando algunos estudios como el de Gustavo Pérez Firmat titulado “El amante de
las torturas, o Eugenio Florit (casi) en persona”, donde el crítico devela el contenido
homosexual de “El martirio de San Sebastián”, sin dudas el poema más comenta-
do de Florit. Disponible en: http://www.habanaelegante.com/Winter2005/Verbosa.
html. Igualmente pueden mencionarse algunos libros explorando las resonancias
homosexuales en la literatura y la cultura cubanas, entre ellos: Víctor Fowler, La
maldición. Una historia del placer como conquista (1998), Emilio Bejel, Gay Cu-
ban Nation (2001), Abel Sierra Madero, Del otro lado del espejo. La sexualidad en
la construcción de la nación cubana (2006) y Francisco Morán, Julián del Casal o
los pliegues del deseo (2008).
28
Además de los miembros de Orígenes, de fuerte tradición clásica y católica,
y a los cuales Piñera es asociado comúnmente, existían también los escritores de
Nuestro Tiempo, vinculados al Partido Socialista Popular (PSP), de abierta tendencia
marxista, e incluso algunos de ellos pro soviéticos. Este último, al cual pertenecían,
por ejemplo, José Antonio Portuondo y Mirta Aguirre, entre otros, fueron los que
a principios de los años sesenta lograron desplazar de las posiciones dirigentes a
los intelectuales considerados liberales en las nuevas circunstancias revolucionarias,
entre ellos a muchos de los que se habían dado a conocer en la revista Ciclón y que
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 63
La vocación de cáncer
29
El artículo de Baquero titulado “Tendencias de nuestra literatura” se publicó
originalmente en el Anuario Cultural de Cuba, 1944. Un fragmento del poema de
Césaire, traducido por el propio Piñera, había sido incluido en el número 2 de la
revista Poeta, mayo, 1943, dirigida por este último. Igualmente en 1943, se había
editado en La Habana una traducción del libro de Césaire hecha por Lydia Cabrera
e ilustrada por Wifredo Lam.
30
Para una reseña general tanto de los criterios de Gastón Baquero, como los
de Cintio Vitier en comparación con los de Virgilio Piñera, ver Saínz 36-61.
65
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31
Para un estudio detallado de este tema ver Alejandro de la Fuente 176-189.
32
Para una comparación entre La isla en peso y la pintura de Wifredo Lam,
ver Casamayor.
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33
Ver Pérez Cisneros.
34
“Montaige admite por una vez que su ‘yo’ es un performance, que lo que él
observa es una pose para el observador, su texto supuestamente autobiográfico no
puede sino reflejar esta duplicidad: ‘su medio [el texto autobiográfico], para poder
trasmitir ese aspecto de su yo, tiene que revelar, no el papel que está desempeñando,
sino el actor en el proceso de la actuación’. Ese despliegue de autoconsciencia del
acto de escribir sobre la escritura hace de los Ensayos un tipo de meta-teatro en el
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 69
quien recala en una isla tropical donde: “los últimos glóbulos ro-
jos de un dragón / tiñen con imperial dignidad el manto de una
decadencia” (37). Aquí el poeta se distancia de cualquier asimila-
ción colonial, describiendo el evidente desencuentro que se pro-
duce entre el discurso metropolitano —“la dignidad imperial”— y
su nueva morada local. E insiste más adelante: “la eterna historia
de la cínica sonrisa del europeo / llegado para apretar la tetas de
mi madre” (37). Con este último verso, el yo de La isla en peso
deja de ser individual para convertirse, mediante una anagnóri-
sis histórica, en colectivo en el resto del poema. Se ausenta de
un sí tradicional (disciplinado, estable, colonizado) para diluirse
en un no problemático (subversivo, inestable, descolonizado) que
lo identifica con aquellos sujetos nacionales poco o cuando más
insuficientemente representados hasta ese momento. Un yo que
reconoce en la “maldita circunstancia del agua por todas partes”
el obstáculo para un acceso completo “al peso de la isla”, a su
dimensión real en el sentido de posible.
A la altura de este fragmento del texto es que reconocemos
al agua como un símbolo que no alude únicamente a la situación
geográfica de una isla, incluso puede decirse que principalmente
no remite a ella, sino a los discursos, las palabras mismas que la
conforman en su interior y que, en tanto “vieja tristeza de Cadmo
y su perdido prestigio” (37), condenan a los hombres a morder
“el sitio dejado por su sombra”(38), a lanzar “dentelladas al vacío
donde el sol se acostumbra” (38), a recortar “los bordes de la isla
más bella del mundo” (38) y a tratar de “echar a andar a la bestia
cruzada de cocuyos” (38). Piñera hace visible un desajuste cróni-
co en la manera en que el hablante se percibe a sí mismo histórica-
mente. En este punto se enfrenta “a la bestia cruzada de cocuyos”,
la cual se le presenta como un reto gnoseológico que el texto está
llamado a superar paulatinamente.
de Cadmo desdentado alude entonces a un conflicto fundacional que recorre el texto
de principio a fin y que a partir de este momento se hará más evidente.
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39
“...el verdadero arte filosófico no consiste en reconocer a la ficción detrás de
la realidad […] sino en reconocer lo Real en lo que parece ser mera ficción simbóli-
ca”.
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 83
40
Pienso, por ejemplo, en la teoría de la transculturación que desde la década
del 40 hasta hoy no termina de considerarse con peso en el campo intelectual de
la isla, dándosele muchas veces el limitado calificativo de estudios afrocubanos o
folclóricos, en el sentido de popular, sin aspiraciones ontológicas fundamentales.
Igual los intentos que se han llevado a cabo con respecto al feminismo y las inves-
tigaciones sobre la representación de la homosexualidad en la cultura —el propio
Piñera, como veremos más adelante, un pionero en este último tema—, pero que no
constituyen una vía de acceso consecuente a las definiciones de lo nacional.
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 85
hacia el sur de la ciudad. Los Gómez, descendientes del patriota Juan Gualberto
Gómez (1854-1933), celebraban tertulias literarias cada sábado a las que asistían
escritores y artistas del momento que, por una u otra razón, habían sido excluidos
del sistema institucional de la cultura oficial. Una memoria de estos eventos, que
llegaron a ser conocidos en toda la ciudad, puede leerse en la revista Vitral, Pinar del
Río, octubre, 1997, 75-81.
42
En su famoso ensayo “La historia como arma”, Manuel Moreno Fraginals
afirma que la Revolución había inspirado a todos a hacerse las preguntas iniciales
sobre la nación. Lo cierto es que, como tal, este es un proceso que había estado liga-
do a toda la historia cultural cubana, sin embargo fue en 1959 cuando, por primera
vez, se percibió la posibilidad real de pensar la historia desde perspectivas más cien-
tífica, si se quiere, pero el intento no fructificó y el Estado revolucionario cortó toda
especulación objetiva, reorientando el impulso investigativo hacia la validación de
sus propias tareas como poder. Pero, a su vez, este último fue un proyecto que tomó
años implementar y solo fue completamente institucionalizado en los setenta con la
creación del Ministerio de Cultura (1976).
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 87
43
Ver Allen Young, Marvin Leiner, e Ian Lumsden.
44
Con ese nombre se conoce la redada policial que con el pretexto de “limpiar”
la ciudad de elementos antisociales —prostitutas, proxenetas y pederastas— el go-
bierno revolucionario llevó a cabo en una de las noches de octubre de 1961, en prin-
cipio solamente en el antiguo barrio de Colón, donde se encontraba la zona roja de
la capital del país, pero que terminó extendiéndose por toda la ciudad y sus lugares
aledaños como fue el caso de Guanabo, el pueblo playero donde vivía Piñera, quien
fue apresado y encarcelado por unas horas la mañana posterior a aquella noche bajo
el cargo de “Atentado contra la moral”.
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 89
señor Piñera. Al levantarse Virgilio (que de tan afeminado que era hacía parecer al
otro Virgilio como un viril togado romano) se irguió Friné antes sus jueces, pero
todavía vestida. El juez, de toga y bigote, exclamó viendo a la parte ofensora ahora:
‘¿Cómo? ¿usted es el acusador? ¿Usted? ¡Usted lo que es es un marica empederni-
do! ¡Fuera de aquí! No quiero verlo de nuevo en esta corte porque vendrá de acusado
por sodomita, pederasta y evirado!’. Virgilio contaba años después que lo primero
que hizo al regresar a su casa fue coger un diccionario y buscar qué quería decir evi-
rado exactamente —y cuando lo supo comenzó a preparar sus maletas (Mi música
extremada: 247-48).
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 91
46
Virgilio Piñera dedicó explícitamente más de diez poemas a (los miembros
de) la familia Gómez, dos reveladoras cartas a Juanita Gómez, la anfitriona de las
tertulias, dos cuentos donde describe la atmósfera de la casa: uno de ellos está des-
aparecido, y el otro se titula “Ars longa vita brevis”, publicado en Un fogonazo.
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 93
La escritura inestable
difícil darse cuenta de que “la historia secreta de las caras alarga-
das” y el resto de sus políticas cotidianas no pueden separarse de
una práctica cultural mayor en la cual lo poético se organiza (y ex-
pande) activamente a través de una red de imaginarios y relacio-
nes (personales o no) complejas y duraderas. En rigor, las contra-
dicciones de Espuela, como reconoce el propio Vitier (Crítica 2:
485-86), subsistieron, atenuadas, en Orígenes e incluso llegaron
a Ciclón (1955-1957) y Lunes de Revolución (1959-1961) como
parte de una dinámica socio-cultural que buscaba soluciones tras-
cendentes a tareas intelectuales consideradas urgentes en su mo-
mento histórico. Se trataba entonces de divergencias inherentes
al proceso creativo mismo, a un impulso por articular lo público-
nacional en función de símbolos e instituciones representativas
que permitieran dar a luz un cosmos específico: los nacimientos a
los que (utópicamente) se refiere Piñera como posibles al margen
del devenir diario e individual.
La maduración del proyecto cultural de la generación del 36
es también la maduración de sus diferencias, de sus tensiones y de
sus posiciones individuales frente a lo nacional desde una pers-
pectiva pública y privada. Es una maduración en la que conflu-
yen cuerpo social y cuerpo personal, una hipóstasis, una transfi-
guración, una transmutación, una resurrección —palabras todas
de gramática origenista— que se resuelve en una obra altamente
comprometida con sus propias visiones sobre el deber ser de la
nación y de los cuerpos que la conforman. De ahí el contenido
visceral de algunas de las polémicas que rodean a dicha genera-
ción, ya sea la más o menos abierta de Piñera con Lezama y Vitier
o la de Lezama y Juan Marinello, con Jorge Mañach, y por solo
mencionar las más conocidas.
En todas ellas, sus participantes se implicaron a fondo, sal-
vando no solo el prestigio personal o estético, sino creyendo co-
rregir la ubicación de la isla en el mapa espiritual y geográfico de
la cultura occidental. Esta metamorfosis de lo privado en público
106 Jesús Jambrina
51
Estoy en desacuerdo con la opinión que, según Julio Rodríguez Luis, emitió
Severo Sarduy al final de su vida cuando en conversación con él afirmó que la poca
suerte de Virgilio Piñera en Latino América se debe a que “lo que creíamos su ori-
ginalidad, salía toda de Gombrowicz” (Rodríguez Luis 113), un criterio que sospe-
chosamente desconoce la radicalidad estética de Piñera previa a su encuentro con el
escritor polaco a mediados de los años cuarenta en Buenos Aires. La identificación
vanguardista del autor cubano tanto con Gombrowicz como con Ionesco y Beckett,
entre otros, responde más bien a una coincidencia histórica que a “una especie de
surrealismo kafkiano internacional” (Vitier, “Virgilio Piñera” 49) como parece suge-
rirlo Sarduy, según Rodríguez Luis.
108 Jesús Jambrina
52
Para un testimonio acerca de la reacción de Piñera al fallecimiento de Leza-
ma ver Jambrina, “Virgilio en Mantilla”. Disponible on line: http://www.diariodecu-
ba.com/cultura/10151-virgilio-en-mantilla
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 111
53
Piñera leyó La isla en peso en casa del propio Cintio Vitier, a lo cual se
refiere años después en su artículo “Cada cosa en su lugar”: “En 1943, y como la
poesía lujosa y verbalista me daba náuseas […] escribí La Isla en peso. Recuerdo
que antes de su publicación ofrecí una lectura en casa de Vitier. Hubo consternación
general. ‘Hay sífilis en tu poema, y esto no me gusta’ —me dijo Cintio. Por su parte,
Baquero, en el Anuario Cultural del Ministerio de Estado, me enfiló los cañones.
En cuanto a Lezama… Pues no salía de su asombro: ¡alguien se atrevía en Cuba a
escribir un poema empleando un lenguaje que no era el suyo!” (11-12)
112 Jesús Jambrina
54
Un síntoma de esta percepción acerca de lo folclórico podemos comprobarlo en el
hecho de que la revista Orígenes nunca publicó a Nicolás Guillén (1902-1989), a pesar de ser
este desde los años treinta, una de las voces más importantes de la poesía afrocubana y caribeña.
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 115
55
“La intelligentsia hegemónica cubana ha establecido una supremacía me-
diante el gesto violento de extraer poder de la imposibilidad de expresar la otredad,
mientras que el sujeto afrocubano marginalizado no es capaz de expresarse debido a
una falta de medio con los cuales hacerlo”.
56
Fue Gastón Baquero, quien, en el Anuario Cultural de Cuba correspondien-
te a 1943, pero dado a conocer en 1944, sintetizó públicamente los sentimientos
encontrados que La isla en peso provocó en parte de la intelligentsia cubana de los
años cuarenta: “En este ‘hacerme una historia’, clave del poema, encontramos la raíz
de todas sus virtudes literarias y de todos sus extravíos culturales. La isla que sale
de ese afán de ‘hacerme una historia’ a contrapelo de la historia evidente —y de la
geografía, la botánica y la zoología evidentes— es una isla de plástica extra-cubana,
ajena por completo a la realidad cubana. Isla de Trinidad, Martinica, Barbados…
llena de una vitalidad primitiva que no poseemos, de un colorido que no posee-
mos, de una voluntad de acción y de reacción que no poseemos, es precisamente
la isla contraria a la que nuestra condición de sitio ávido de problema, de historia,
de conflicto, nos hace vivir más ‘civilmente’, más en espíritu de civilización, de
nostalgia, de Persona. Esta isla que Virgilio Piñera ha levantado en el marco de unos
versos inteligentes, audaces, a veces deliberadamente llamativos y escabrosos, en
desconexión absoluta con el tono cubano de expresión, es isla de una antillanía y
una martiniquería que no nos expresan, que no nos pertenece” (308). Así mismo,
en La Gaceta del Caribe (1944), Mirta Aguirre en una pequeña, pero puntual nota,
salió en defensa del texto de Piñera, reconociendo en él un cambio de rumbo en la
poesía cubana y desestimando las acusaciones de demasiada similitud con Diario
del retorno al país natal, de Aimé Césaire, publicado en La Habana en 1943, tradu-
cido por Lydia Cabrera y con ilustraciones de Wifredo Lam. El propio Piñera había
traducido un fragmento del poema de Césaire, el cual publicó en el segundo número
de la revista Poeta.
116 Jesús Jambrina
El vacío habitado
La polémica interminable
Un bamboleo frenético
61
“Botella” se le llamaba al pago oficial, puesto que se hacía a través de em-
pleos del Estado, que los políticos corruptos daban a sus defensores a cambio de
algún favor casi siempre electoral. Fue una práctica económica muy popular en la
Cuba republicana.
141
142 Jesús Jambrina
62
El libro representativo en esa tendencia literaria “abstraída” pudiera con-
siderarse Lo cubano en la poesía (1958), de Cintio Vitier, cuyo objetivo declarado
fue “rescatar la dignidad nacional” (10), entendiendo por esta una suma extremada-
mente jerarquizada de poéticas que, según el crítico, habían sustanciado mejor que
Virgilio Piñera: Poesía, nación y diferencias 143
cualquier otra forma literaria, e incluso hecho histórico, la existencia espiritual del
país. Vitier incluso sintetiza en diez los rasgos fundamentales de lo cubano en la
escritura poética: “El arcadismo incluye: naturaleza, indios, inocencia, ingenuidad,
blancura, idilio, égloga, sensualidad, tropicalismo, tiempo ahistórico, víspera. La
ingravidez incluye: misterio de lo débil, fuerza de lo suave, delicadeza, flexibilidad,
vaguedad, paisaje del rumor y del temblor, anticasticismo, antifanatismo, no teluri-
cidad, ser en vilo, en vilo. La intrascendencia incluye: suave risa, antisolemnidad,
juego, ausencia de dogmatismo, poco sentido religioso metafísico, despreocupación,
provisionalidad, inconsecuencia, choteo, galleo, irresponsabilidad, nadas. La lejanía
incluye: nostalgia desde afuera (emigración), nostalgia desde adentro, imagen mí-
tica de la isla, anhelos reminiscentes, intuición de lo otro, lejanización radical del
mundo, historia y cultura como sueño. El cariño incluye: suavidad y refinamiento
en el trato, ideal de la belleza juvenil modesta, costumbres criollas, círculo abriga-
do y penumbroso de la familia, centro de la madre o la abuela, tejidos interfami-
liares, ternura y mimo en la amistad, cadencia (danza y contradanza). El despego
incluye: intemperie, descampado del ser, fondo de ardiente hurañez, falta de arraigo
último, disponibilidad para ir siempre a otra cosa, escaso sentimiento nacionalista,
soledad, incoincidencia radical consigo mismo. El frío incluye: incoincidencia con
la realidad, ausencia de destino, insuficiencia para la comunión humana profunda,
atmósfera de resentimiento y de rencor, vida oculta, desamparo, desolación. El va-
cío incluye: oratoria, énfasis, política, oquedad de las formas nacionales y sociales,
carencia de finalidad, causalismo, facticidad de la vida, vulgaridad cotidiana, chatu-
ra, sinsentido, grotesco, absurdo. La memoria incluye: infancia o naturaleza como
paraíso perdido, añoranza del ayer familiar o heroico, misterio e las sensaciones
en el recuerdo, fábula, reminiscencia; y también, en la música, tonadas guájiras,
bajo rítmico del Son. El ornamento, en fin, incluye: barroquismo frutal indiano,
voluptuosidad, estilo del criollo, filigrana vegetal, floreo del danzón, realidad como
arabesco sobre la nada, espiral del instante, adiós a la naturaleza o despedida del ser
a sí mismo” (482-95).
144 Jesús Jambrina
63
“...su ‘verdad’ o su ‘falsedad’ es secundario a la tarea de la representación
misma”.
64
La frase completa es: “Un país frustrado en lo esencial político puede en-
contrar virtudes por otros cotos de mayor realeza” (Lezama, Imagen y posibilidad: 196)
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 145
66
Antón Arrufat ha comentado lo siguiente sobre el uso de este seudónimo:
“Según me confesó él mismo, creo que en una carta, pero puede ser que me lo dijera
personalmente, ahora no puedo precisarlo, el uso del seudónimo le fue impuesto por
la dirección del periódico. Este era el órgano oficial del Movimiento 26 de Julio, y
dada la homofobia nacional y los temores ocultos del cubano, que siempre ha tenido
al homosexualismo como una manifestación de debilidad en el hombre y que se pre-
cia de su machismo, un homosexual connotado como Piñera no podía escribir con
su nombre en un periódico revolucionario. De ahí que Carlos Franqui le exigiera un
seudónimo. Este afán de ocultar siempre ha sido contraproducente, y en este caso
los lectores empezaron a preguntarse quién era El Escriba. Y lo que se pretendía
esconder resultó, en definitiva, más evidente: era Virgilio Piñera quien estaba detrás
de ese seudónimo” (Espinosa: 178).
152 Jesús Jambrina
De la ingravidez al vértigo
69
Como ha escrito José Bianco refiriéndose a los cuentos del autor, el barro-
quismo piñeriano “proviene no de su estilo simple, desolado, y a la vez cadencioso,
coloquial, ni del ambiente que ese estilo refleja, sino de la acción misma de sus cuen-
tos, de un conflicto que en casi todos ellos se plantea y resuelve de modo parejo”
(7). Igualmente en la poesía, sin que la similitud sea mecánica, Piñera mantiene una
tensión que se resuelve en un estar siempre despierto en medio del sueño.
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 163
72
Después de varios años en Argentina, Piñera decide que es tiempo de re-
gresar a Cuba definitivamente a vivir con su familia. En carta a su hermana Luisa
Joaquina en junio de 1958 desde Buenos Aires, le dice lo siguiente: “Querida, si
Dios quiere, pienso estar de vuelta para principio de octubre. Mantén esto en secreto
[…] Una vez que presente mi novela al concurso de Losada —se refiere a Pequeñas
Maniobras (1963)— haré mi bártulos y volveré al nido. Siempre he acariciado ese
proyecto de vivir con mi hermana, sobre todo al final de mi vida, porque uno siente
en toda su intensidad el amor que dos o tres personas, entre miles de millones, nos
profesan” (inédito). Es conocido también que, a pesar de la situación nacional y la
represión contra los homosexuales, Piñera decidió regresar a la isla después de un
viaje a Europa en 1961. “A su regreso […], Virgilio, que conocía bien a sus griegos,
cometió un acto de hybris: besó la tierra colorada del aeropuerto de La Habana como
si fuera una alfombra roja” (Cabrera Infante, Mi música: 248).
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 169
Un eterno de la diferencia
75
Para un estudio sobre la relación entre Piñera y el canon literario cubano,
aunque solo con respecto al cuento, ver Balderston: “Piñera y cuestiones del canon,
1953-1990”, en Molinero (463-70).
174 Jesús Jambrina
77
Los cinco años que van entre 1971, año del Congreso de Educación y Cultu-
ra donde se trató de imponer la estética del realismo socialista, desterrando cualquier
tendencia “extranjerizante”, hasta 1976 cuando se crea el Ministerio de Cultura. Los
historiadores de la cultura no se ponen de acuerdo en esta periodización en tanto los
efectos de la parametración de la vida cultural llegaron hasta finales de esa década,
iniciándose un descongelamiento cultural en los comienzos de los años ochenta a
partir de las graduaciones de jóvenes artistas plásticos del Instituto Superior de Arte.
Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias 177
78
Ese proceso remite igualmente a la lectura que se hizo en el capítulo 1 sobre
su texto “Poesía y crimen” (Espuela: 142-44)
180 Jesús Jambrina
79
Enrique Saínz considera, basándose en criterios de Francisco de Oráa, que
este período del trabajo piñeriano no tiene que ver con una preocupación estética
por la escritura, sino más bien con lo que el crítico llama “un hastío existencial”
que se expresa de forma absurda (145). Aunque no estoy de acuerdo con este punto
de vista, entre otras razones porque lo encuentro incongruente, prefiero aquí solo
limitarme a subrayar que en todo caso, estos cortes experimentales dentro del ya
de por sí experimental estilo de Piñera no son exclusivos de estos años, sino que
tienen una tradición en la obra del poeta desde los años treinta y por ello nos ofrece
una secuencia de análisis más amplia en el tiempo, lo cual, sin dudas, nos ilustra de
manera fehaciente un patrón de rupturas donde, digámoslo claramente, lo existen-
cial, lo ético y lo estético se retroalimentan constantemente en la escritura del poeta.
Más adelante y un poco antes, sin embargo, Saínz menciona las reminiscencias de
la poesía clásica española en los versos de Piñera (142, 146), un tema que no se ha
estudiado y que posiblemente en un futuro nos ayude a comprender parte de los
dilemas existenciales de una zona de la poesía del autor, ligada al concepto barroco
del sueño y de la vida como teatro. Estos asuntos fueron retomados en la modernidad
tardía, pero ya se habían expresado en los estadios tempranos de la misma, especial-
mente en la España de los siglos xvi y xvii cuando se produce el apogeo barroco
en medio del tránsito entre la época feudal y los inicios del capitalismo europeo.
Escritor americano al fin, en Piñera se cruzan diversas tradiciones y dimensiones
temporales, aspectos sin los cuales sería difícil entender tanto los encuentros como
los desencuentros de la obra piñeriana con las de algunos de sus contemporáneos de
otras latitudes y de las suyas propias.
182 Jesús Jambrina
mente —véanse “El tesoro” (212) o “Los pasos” (213), ambos de-
dicados a Abilio Estévez, un poeta, entonces, muy joven— Piñera
no solo invierte la ecuación del saber occidental, erigido de arriba
hacia abajo, de Dios a los hombres, sino que propone una fórmu-
la horizontal de dicha ecuación, cuya estabilidad depende no del
grado de disciplina que se manifieste hacia la jerarquía, sino del
grado de saber que los sujetos desarrollen sobre sí mismos, así
como de sus posibilidades de trascendencia.
“Himno a la vida mía” complementa el posesivo del título
con aquellos sustantivos referidos al cuerpo del poeta que se men-
cionan en el texto —un brazo (remite a acción), una boca (remite
a palabra)— que, en el silencio de su muerte, brindará a los que
vengan detrás el signo necesario para descubrir la “pura esencia”
de quien los escribió. En el primer relato de uno de sus libros
póstumos de cuentos, Un fogonazo (1987), titulado “La muerte
de las aves” (269-70), Piñera narra cómo las aves del mundo mu-
rieron todas por una razón desconocida, sin embargo, al paso de
los escritores, inexplicablemente, levantaron el vuelo nuevamente
para caer otra vez solo cuando la literatura misma muera, lo cual,
¿habría que decirlo?, el poeta ha descubierto en sí mismo, sería
un imposible. Expulsado de la casa del poder, el autor reconoce
la eficacia de su trabajo allí donde solo las palabras reinan, donde
en el silencio de la lectura, otro poeta, como aquel de su prosa
“Crimen y poesía” (Espuela: 142-44), visualiza el secreto de los
signos en conexión con el presente, activando así un nuevo ciclo
en la cadena significante.
Para concluir, podemos decir que los aspectos civiles en la
poesía de Virgilio Piñera entre 1959 y 1979 se evidencian allí don-
de el sujeto hablante choca con la historia. Si previo al triunfo de
la revolución, aquella era un sueño, una utopía, una posibilidad a
la que el poeta se refería ansioso de futuridad —y en esto Piñera
coincide plenamente con su generación—, después de esta fecha,
sus poemas experimentan un desengaño existencial que vuelven
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Unas semanas antes se había derrotado la invasión en Bahía de Cochinos.
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200 Jesús Jambrina
LUNES DE REVOLUCIÓN
Literatura y cultura en los primeros
años de la Revolución Cubana
I.S.B.N.: 978-84-7962-198-2