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101
DOSSIER
ESCRITORAS LATINOAMERICANAS EN EL SIGLO XXI:
CUESTIONES LÍQUIDAS
Colaboraciones de
LOURDES PARRA-LAZCANO FRANCA MACCIONI
MAURICIO DÍAZ CALDERÓN JOSÉ MATAMALA PIZARRO
NADIA PRADO NAÍN NÓMEZ
LORENA AMARO FRANK ORDUZ RODRÍGUEZ
PAULA DANIELA BIANCHI MARÍA LAURA ROMANO
MARÍA JOSÉ PUNTE KAREN SABAN
NIKLAS BORNHAUSER RITA DE MAESENEER
GIANFRANCO CATTANEO JASPER VERVAEKE
UNIVERSIDAD DE CHILE
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES ADOLFO CALERO GINA VILLAMIZAR
FUNDADA EN 1842
PABLO CONCHA FERRECCIO SERGIO PIZARRO ROBERTS
DANIEL ESCANDELL MONTIEL LIMARÍ RIVERA
JOSÉ ENRIQUE FINOL EWALD WEITZDÖRFER
MARCIN KOLAKOWSKI RAMÓN TENA FERNÁNDEZ
Departamento de Literatura
UNIVERSIDAD DE CHILE
UNIVERSIDAD DE CHILE
Facultad de Filosofía y Humanidades
Fundada en 1842
Departamento de Literatura
http://www.revistaliteratura.uchile.cl
Correo electrónico: rchilite@gmail.com
Director: Horst Nitschack
Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades, Departamento de Literatura.
Ignacio Carrera Pinto N° 1025, Santiago-Chile. Correo electrónico: hnitschack@u.uchile.cl
Comité de Redacción: Javier Bello, Carolina Brncić, Jéssica Castro, María Eugenia Góngora,
Luz Ángela Martínez, Cristián Montes, Alejandra Ortiz, Romina Pistacchio, Matías Rebolledo
B ernardo Subercaseaux, Eduardo Thomas, David Wallace.
Producción editorial: Secretaria de Redacción: Alejandra Ortiz Salamovich, Facultad de
Filosofía y Humanidades, Departamento de Literatura. Ignacio Carrera Pinto #1025, Santiago-
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Asistente editorial y coordinador Red de Revistas: Pablo Concha Ferreccio. Correo
electrónico: evaluacion.rchilite@gmail.com
Diagramación y corrección de textos: Reditext. Teléfono: (56-2) 222 399 194. Correo
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Comité Editorial: Iván Carrasco, Universidad Austral de Chile, Chile; Santiago Daydí-
Tolson, Universidad de Texas, San Antonio, EE.UU.; Ottmar Ette, Universidad de Potsdam,
Alemania; Amadeo López, Universidad de París X, Nanterre, Francia; Félix Martínez Bonati,
Universidad de Columbia, EE.UU.; Fernando Moreno, Universidad de Poitiers, Francia; Naín
Nómez, Universidad de Santiago de Chile, Chile; Marcos Piason Natali, Universidad de São
Paulo, Brasil; Grínor Rojo, Universidad de Chile, Chile; Guillermo Gotschlich, Universidad
de Chile, Chile.
Revista Chilena de Literatura está incluida en ISI Web of Science (WoS), SCOPUS, Scielo,
Latindex Catálogo, HAPI, CLASE. Otorga acceso gratuito a través del portal de revistas
revistaliteratura.uchile.cl. Asimismo, puede consultarse en bases de datos como JStor,
EBSCO y GALE.
Copyright: Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades, Departamento de Literatura
ISSN 0718-2295 versión electrónica
101
MAYO 2020
DOSSIER
Escritoras latinoamericanas en el siglo XXI:
cuestiones líquidas
SUMARIO
II. ARTÍCULOS
Niklas Bornhauser y Gianfranco Cattaneo. Traducción y traducción
de sí en Georges-Arthur Goldschmidt 131
Adolfo Calero. Aproximación teórica a la novela del totalitarismo en
la Unión Soviética durante el estalinismo y el deshielo de Jruschov 151
Pablo Concha Ferreccio. A bagaceira y el imposible cierre de la nación 181
Daniel Escandell Montiel. POETuitéame: aproximación teórica a la
poesía no creativa mediada por los hashtags de twitter y análisis
de la experiencia lectora 203
José Enrique Finol. Imaginarios de la corporeidad: cuerpo, silencios
y tiempos en Pedro Páramo, de Juan Rulfo 223
Marcin Kolakowski. Valor cognoscitivo del enamoramiento en
Martin Eden de Jack London, Maurice de E. M. Foster y en
Ausencia de Blanca de Antonio Muñoz Molina 245
Franca Maccioni. Giannuzzi y el trabajo con las ruinas. Entre la
insignificancia y la archisignificancia de lo que hay 275
José Matamala Pizarro. Marcas de lo transgeneracional en algunos
versos de “El libro devorado” 297
Naín Nómez. Trascendencia y regeneración en la poesía de David
Rosemann-Taub 311
Frank Orduz Rodríguez. Juntacadáveres de Juan Carlos Onetti:
tango y novela 331
María Laura Romano. Raza, escritura y prensa: el caso del periódico
O Mestre Barbeiro (Porto Alegre, 1835) 355
Karen Saban. De la memoria cultural a la transculturación de la
memoria: un recorrido teórico 379
Rita de Maeseneer y Jasper Vervaeke. Sensaciones, sonidos y silencios
en El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez 405
Gina Villamizar. Fractura y resistencia en algunos cuentos misioneros
de Horacio Quiroga 427
Sergio Pizarro Roberts. El grado cero de la muerte en las poéticas
de Walt Whitman y Pablo Neruda 443
III. NOTAS
Limarí Rivera. “Mi siempre bien amada Violeta Parra”: Carta de
Silvio a Violeta 467
Ewald Weitzdörfer. Los grandes temas de Carlos Iturra en La
duración promedio del presente 477
IV. DOCUMENTOS
Ramón Tena Fernández: “Hermano lobo fue el puñetazo en la mesa
que la prensa del franquismo necesitaba para despertar”. Entrevista
a Ángel García Pintado 487
V. RESEÑAS
Jesús Cano Reyes. La imaginación incendiada. Corresponsales
hispanoamericanos en la guerra civil española. Bobby Deglané.
Crónicas de la guerra civil española. Por Niall Binns 503
Samuel Rodríguez. Universo femenino y mal. Estudio crítico de la
narrativa de Espido Freire. Por Sadi Lakhdari 508
Antonia Viu. Materialidades de lo impreso. Revistas latinoamericanas
1910-1950. Por Matías Marambio 511
Rodrigo Viqueira. Negrismo, vanguardia y folklore. Representación
de los afrodescendientes en la obra de Ildefonso Pereda Valdés
(1925-1935). Por María Elena Oliva 515
Alberto Giordano. El discurso sobre el ensayo en la cultura argentina
desde los 80. Por Clara María Parra Triana 518
Presentación
ESCRITORAS LATINOAMERICANAS
EN EL SIGLO XXI: CUESTIONES LÍQUIDAS
Los trabajos que reúne este dossier ofrecen una aproximación a las escritoras
latinoamericanas durante el siglo XXI. Las luchas feministas contemporáneas
que alcanzaron su auge a finales de los años sesenta y de los años setenta,
así como el post-boom latinoamericano de los años ochenta y noventa,
propiciaron una visibilidad significativa de la escritura de mujeres. A su
vez, esta visibilidad se extendió a través de las editoriales que, por razones
comerciales, empezaron a promover a un mayor número de escritoras que
atendían a un público “femenino” de lectoras. Sin embargo, el canon literario
seguía siendo predominantemente masculino. De ahí que los primeros veinte
años del presente siglo son sustanciales para comprender los alcances de las
manifestaciones literarias emergentes, en particular las hechas por mujeres
en Latinoamérica. En comparación con el siglo anterior, en el siglo XXI cada
vez más escritoras latinoamericanas se posicionan en los circuitos literarios,
con una mayor participación en el mercado editorial y en las ferias literarias
con obras que van más allá de la visión reduccionista masculino/femenino.
Asimismo, las escritoras tienen más presencia en los medios de comunicación
masiva, gracias al internet y a las redes sociales. No obstante, aún queda
trabajo por hacer. Por ejemplo, para el festival “Hay” de Cartagena en 2017,
las treinta y nueve “voces para contar Latinoamérica” incluyen trece mujeres
y veintiséis hombres. Es decir, el número de hombres duplicaba al de mujeres.
Pero más allá de los números, los temas de la violencia de género siguen más
presentes que nunca; en consonancia con los movimientos de Ni Una Más y
Me Too, donde activistas y escritoras han denunciado el acoso y la violencia
sexual en sus esferas sociales.
Las escritoras contemporáneas que se estudian en este dossier no se
reconocen como parte de una generación coherente y con fines comunes.
Sin embargo, levantan la voz para compartir sus experiencias y narrar sobre
temas que anteriormente resultaban tabúes. En particular, su escritura es un
10 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
perciben los personajes espacios citadinos como Tokio o Los Ángeles fuera
de los bordes nacionales y temporales, y cómo estos establecen cartografías
emocionales. Asimismo, se identifican personajes que desde el tránsito
cuestionan las diversas caras de los cosmpolitanismos.
Los artículos que se presentan retoman la propuesta de “modernidad líquida”
de Zygmunt Bauman, y desde un enfoque crítico de sexo y género, cuestionan
cómo la literatura escrita por latinoamericanas incorpora las experiencias de
vida, junto a los flujos de violencia y de capital; flujos que se inscriben en
las incertidumbres performativas de sociedades más interconectadas, pero en
condiciones de mayor precariedad. Este dossier propone reflexiones acerca
la literatura publicada por escritoras latinoamericanas en estos primeros
veinte años del siglo XXI. La intención ha sido la de generar puntos de vista
múltiples, señalar itinerarios, coincidencias, cancelaciones y búsquedas.
Lourdes Parra-Lazcano
Universidad de Aberdeen, Aberdeen, Escocia
Coordinadores dossier
Escritoras latinoamericanas en el siglo XXI: cuestiones líquidas
REVISTA CHILENA DE LITERATURA
Mayo 2020, Número 101, 13-39
MATERNIDADES “LÍQUIDAS”:
FEMINISMOS Y NARRATIVAS RECIENTES EN CHILE 1
RESUMEN / ABSTRACT
Uno de los cuestionamientos más significativos de las distintas etapas del feminismo se centra
en la figura de la madre como desiderata de lo femenino, figura que entorpece el avance de
las políticas igualitarias. En Chile, diversas voces denuncian esta situación a través de la
representación literaria. En este artículo son analizados los textos de Diamela Eltit, Pía Barros,
Lina Meruane y Claudia Apablaza, considerando la transformación que ha experimentado el
país y los discursos sociales en los últimos treinta años.
The mother figure as a desideratum of the feminine has remained a significant discussion
in different phases of feminism, as it hinders the progress of egalitarian policies. In Chile,
several voices have raised this issue in literary representation. The following article analyzes
texts by Diamela Eltit, Pía Barros, Lina Meruane, and Claudia Apablaza, considering the
transformation experienced in the country and social discourse over the past thirty years.
1
El siguiente artículo es producto de las investigaciones FONDECYT REGULAR
1180522 “Carto(corpo)grafías: narradoras hispanoamericanas del siglo XXI”, del que la
autora es investigadora responsable, y PIA CONICYT SOC180023, en que participa como
investigadora titular, bajo la dirección de la Dra. Claudia Matus.
14 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
2
A diferencia del llamado “feminismo de la igualdad”, expresión que refiere a posturas
feministas que se focalizan sobre todo en la idea de universalidad jurídica, fundamental en la
lucha y consecución de derechos políticos como el sufragio, el “feminismo de la diferencia”
refiere a diversas posturas críticas que hacen hincapié en las formas específicas que adquiere
la experiencia de las mujeres, denunciando a su vez que las construcciones universalistas de
sujeto tienen un sello patriarcal. De ahí que se reivindique la “diferencia” como una forma
de adquirir autonomía y libertad respecto de las construcciones discursivas patriarcalistas.
Maternidades “líquidas”: feminismos y narrativas recientes en Chile 15
los límites sociales de las mujeres, sino como una experiencia de la cual se
pueden rescatar aspectos creativos y energizantes. Autoras como Adrienne
Rich, Julia Kristeva o Luce Irigaray buscan acercarse a la maternidad en
tanto “experiencia” (Alcalá García 63). En este línea se encuentra un número
no menor de textos3, que, sin desligarse del diagnóstico inicial sobre la
desigualdad y la violencia a la que han sido sometidas históricamente las
mujeres, proponen diversas perspectivas para desmantelar la idealización
y la romantización de lo materno. Su crítica se dirige principalmente a la
manipulación de la maternidad como institución política. Escribe Adrienne
Rich que esta institucionalidad
3
Nora Domínguez (v. Bibliografía) hace una excelente síntesis bibliográfica tanto
en el ámbito francófono como anglosajón.
16 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
momentos de la escena feminista, que Carol Arcos describe así: “la primera se
entronca al proceso de lucha por la democracia y expresa su ejercicio político
hasta la década de 1990, y la segunda comienza a pronunciarse a finales de la
misma década, pero con mayor notoriedad en el nuevo milenio” (51). A partir
de los noventa, Arcos observa una “institucionalización del feminismo en la
academia o en los Estados a través de secretarías o ministerios de la mujer”,
como también su “oenegización” (Arcos 52 y ss.). A su juicio, la instalación
del feminismo en la academia, si bien ha incidido en un importante desarrollo
teórico-crítico, ha debilitado su potencial político o contestario en el espacio
público. El activismo más radical se desplaza a otros espacios, donde Arcos
observa un fortalecimiento del feminismo “como fuerza despatriarcalizadora,
anticapitalista, antirracista y anticolonial, y también una agencia crítica contra
la heterosexualidad obligatoria” (54). En su ensayo sobre biopolítica de lo
materno en los feminismos latinoamericanos, Carol Arcos refiere a estos
movimientos recientes como una “red de sentido rebelde a través de la cual
la posición de sujeto deseante se bifurca respecto del lugar de lo materno-
patriarcal” (57).
Durante el último año en Chile, el movimiento feminista ha adquirido
aun más relevancia. Bajo consignas reivindicativas como “El violador eres
tú”4, “Ni una muerta más”, “Ni una menos”, “Vivas nos queremos” y “Me
Too”, se revigoriza la acción feminista, con cientos de miles de personas que
salen a la calle para protestar contra la violencia sexual y el feminicidio desde
2011. En este sentido, mayo de 2018 es un momento particularmente decisivo:
se produce una serie de marchas, paros y tomas originadas principalmente
por la actividad de las mujeres en los ámbitos universitario y escolar. La
discusión en torno al aborto en tres causales será uno de los principales focos
de atención en el caso del movimiento chileno5. En 2019, el estallido del 18
4
La frase forma parte del estribillo de la performance “Un violador en tu camino”,
desarrollada por el grupo LasTesis –Sibila Sotomayor, Daffne Valdés, Paula Cometa Stange
y Lea Cáceres– en el marco del estallido social chileno iniciado el 18 de octubre de 2019.
Refiere al trabajo de investigación realizado por ellas en torno a diversos textos feministas,
en este caso, el trabajo de Rita Segato sobre la experiencia de la violación, que combinan con
textos locales, como el Himno de Carabineros de Chile.
5
La ley 21.030, de aborto en tres causales está vigente en Chile desde diciembre de
2017. Permite la interrupción del embarazo en los casos de inviabilidad fetal, riesgo para la
madre y violación. Un foco de discusión posterior a la promulgación de la misma ha sido el
tema de la objeción de conciencia por parte de los equipos médicos en las instituciones de
salud. El libro Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado, editado por Faride Zerán,
Maternidades “líquidas”: feminismos y narrativas recientes en Chile 17
reúne una serie de ensayos que profundizan sobre estos antecedentes y la trayectoria que han
tenido las movilizaciones feministas en el país, durante los últimos años.
18 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
6
Al respecto, Mónica Barrientos escribe: “En El cuarto mundo encontramos tres
espacios fundamentales que forman una arqueología latinoamericana desde el inconsciente
de la memoria: la casa, el útero y la ciudad. Estos tres espacios funcionan como espejos
deformados que replican las acciones y perversiones de sus habitantes, ya que desplazan
las ruinas de la ciudad hacia los espacios más íntimos de la familia como centro carcomido
por el poder” (21). La lectura de Barrientos, como también las de Áurea Sotomayor, Laura
Scarabelli y Mary Green (v. Bibliografía) se hacen cargo del rico y complejo vínculo entre
cuerpo, maternidad y poder que Eltit va hilvanando en diversas producciones.
Maternidades “líquidas”: feminismos y narrativas recientes en Chile 19
7
Un hito significativo en la historia de las representaciones de lo materno en el
ámbito literario chileno es la publicación, en 1996, de Salidas de madre, libro que replica la
aparición de antologías similares en Argentina (Salirse de madre, 1989) y España (Madres e
hijas, 1996). Es interesante comparar las colecciones aparecidas en el Cono Sur, escritas con
posterioridad a los respectivos períodos dictatoriales. Como señala Nora Domínguez, en tanto
el libro argentino surgía de un colectivo de mujeres que lo autogestionaron, Salidas de madre
fue una antología de autoras invitadas a formar parte del proyecto por parte de Editorial Planeta,
“que entendía que había un mercado amplio de mujeres lectoras” (57). Si bien Domínguez
plantea que, de todos modos, en ambos casos se trata de conjuntos ficcionales que buscan
retratar el vínculo madre-hija, en su comentario resulta más evidente la filiación feminista y el
carácter político de los textos argentinos. El libro de Planeta coincide con un resurgimiento de
la edición en Chile, que en el caso de esta editorial contó con un fuerte dispositivo comercial
20 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
“Lo abyecto nos confronta con esos estados frágiles en donde el hombre erra
en los territorios de lo animal” (Kristeva 21). Son precarias en su lenguaje,
delirantes, están fuera de toda ciudadanía.
En “Artemisa”, cuento de Pía Barros publicado en el libro A horcajadas
(1990), hallamos la historia de Luisa, quien ha dado a luz hace poco y cuya
experiencia como madre irá tomando los visos de una historia de terror.
A diferencia de la diosa griega, virgen cazadora a quien, sin embargo, se
consagraban los partos, Luisa no puede evitar el destino de la maternidad
como única identidad posible para ella. Reacia a amamantar y cuidar de su
hijo (“el heredero” lo llama el padre, Marcos, en una alusión bastante directa
al patriarcado y al poder), es obligada por su entorno (enfermera, “criada”,
marido) a asumir su función, reclamada asimismo por el pequeño recién
nacido, que intenta succionar no solo su pecho, sino también su rodilla o su
espalda, como si fuera una sanguijuela.
Barros convoca un imaginario cercano a la propuesta de Roman Polanski
en El bebé de Rosemary (1968), en que una joven madre se resigna a
amamantar a un anticristo, engrendrado mediante una violación satánica.
En ambos casos se trata de mujeres vampirizadas por el ejercicio materno,
pero en el cuento de Barros, a diferencia de lo que ocurre en la película, no
hay un ápice de sumisión: “Le era repulsivo verlo pegado a ella, chorreando
por las comisuras el líquido que desprendía de sus pezones antes rosados y
hermosos, y ahora oscuros y grandes, desmesurados…” (Barros 53). Quizás si
intencionadamente, Barros marca una diferencia entre su protagonista, de una
clase media acomodada, y “la criada” de la casa, llamada muy irónicamente
“Angelina”, probablemente en honor al “ángel del hogar”, que le susurra a
la madre: “’Señora, se niega a tomar de la mamadera, creo que tendrá que
darle usted’” (Barros 53-54). Aunque su margen de negociación es estrecho
–quien posee el poder doméstico es el marido–, la mujer vive esta experiencia
como una pesadilla doméstica de la que por momentos cree poder escaparse.
El desenlace es grotesco: el cuerpo de Luisa se cubre de pezones que destilan
leche y ella pierde la conciencia mientras el recién nacido prácticamente
la vampiriza. Se trata de una imagen monstruosa, que no en vano ha sido
analizada por diversas críticas:
8
La transición se inicia en 1990. Desde entonces, muchos sectores políticos han
intentado llevar adelante una Asamblea Constituyente en busca de una nueva carta de derechos
para Chile, dado que la Constitución vigente fue creada por el gobierno militar (1980). La
actual crisis política y social, detonada por esta inercia institucional, se reveló particularmente
el 18 de octubre de 2019, día del “estallido social” chileno, movimiento que ha llevado a
los distintos actores políticos a formularse la posibilidad de un plebiscito sobre una nueva
constitución. “Apruebo” o “rechazo” serán parte de la consulta, así como la modalidad que
debiera tener una convención (constituyente/mixta). El plebiscito tiene fecha para el 26 de
abril y al cierre de este artículo es aún incierto que se pueda realizar, debido a la irrupción,
en febrero de 2020, de una crisis sanitaria descrita como “pandemia”: el coronavirus.
Maternidades “líquidas”: feminismos y narrativas recientes en Chile 23
que puedan contar en los malos momentos” (Bauman, Amor 7), esto es,
deseosos de relacionarse, pero al mismo tiempo reacios a los compromisos
de carácter permanente, que paradójicamente, apunta, les pueden restar
libertad para “relacionarse”.
Con un enfoque muy distinto a Barros y Eltit, en este nuevo mundo
avizorado por Bauman y otros teóricos de la postmodernidad, escritoras
como Meruane y Apablaza asumen posiciones que permitirían hablar de
“maternidades líquidas”: sus textos, como se verá, buscan definir o redefinir
la experiencia maternal desde perspectivas porosas, fluidas, en que ya no
tiene cabida el “grotesco anatómico” como crítica fuerte de la institución
maternal. De lo que hoy se trata es de que haya tantas maternidades como
madres, y parte del juego del sistema neoliberal consiste en ofrecer a sus
consumidores la posibilidad de elegir una experiencia maternal dentro de un
vasto mercado disponible. Esta disposición social necesariamente impacta
en las representaciones de lo materno, en sus relatos.
Después de décadas de luchar contra la nociva concepción del masoquismo
femenino –que a juicio de Freud marcaría “los grandes momentos de la vida
sexual femenina: la menstruación, la desfloración, el parto” (Badinter 282)–,
hoy muchas mujeres deciden volver al parto natural con dolor, o deciden
ocuparse voluntariamente de la crianza de los hijos. Las que persisten en buscar
realización en su trabajo, enfrentan múltiples exigencias que nunca antes tuvieron
que afrontar sus madres o abuelas. Las nuevas narradoras latinoamericanas
ponen de manifiesto estos nuevos conflictos de las mujeres, siempre ansiosas
por definir el ámbito y los límites de sus relaciones interpersonales. Varias
de ellas procuran dar voz, con una perspectiva renovada, al problema de la
maternidad.
En De donde vienen los niños, Nora Domínguez explica que una
consecuencia importante de la dictadura argentina (extrapolable, pienso, a
otras situaciones de violencia en el Cono Sur donde hubo políticas de Estado
represivas), fue que la maternalización –politización de la maternidad como
única identificación de lo femenino– habría de ser puesta en crisis por las
Madres de la Plaza de Mayo, quienes, a juicio de Domínguez, rompieron con
ella, repolitizando “en sus propios términos lo que ya había sido politizado
por el gobierno militar a través de los secuestros y las desapariciones de los
hijos” (22). Domínguez invita a revisar qué cambios “se producen en el relato
hegemónico de la maternidad cuando las madres se toman la palabra” (24).
Con posterioridad a la dictadura, tanto en Argentina como en Chile o Uruguay,
hay una ingente literatura de “hijos” que buscan resemantizar ya desde los
26 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
9
Se habla de una “literatura de los hijos”. En Chile, la expresión es utilizada por
Andrea Jeftanovic en el el libro de ensayos Hablan los hijos, para referirse a una serie de
representaciones que abarcan desde la narrativa de Clarice Lispector hasta formas de dramaturgia
y representación teatral contemporáneas, pero en que una vez más lo materno aparece escrito
o representado desde la óptica filial. Por otra parte, es probable que el primero en utilizar esta
expresión dándole el sentido específico de un discurso sobre la dictadura, tramado a partir del
imaginario de los hijos de quienes la vivieron en su madurez, sea Alejandro Zambra, quien
usa la expresión como subtítulo en uno de los capítulos de Formas de volver a casa (2011).
Las asociaciones de “hijos” aparecen con un sentido más politizado en Argentina y Uruguay,
y existe toda una literatura y producción fílmica testimonial asociada a la experiencia de la
pérdida de los padres a causa de la represión dictatorial.
Maternidades “líquidas”: feminismos y narrativas recientes en Chile 27
UN TEXTO SORORO
El libro de Lina Meruane Contra los hijos se originó en una crónica para la
revista Etiqueta Negra en 2010 y ha tenido una vida no exenta de polémicas
en Chile y el extranjero 10. Con mucho acierto, el ensayo es publicado en
10
La más bullada de estas polémicas probablemente haya sido la que se entabló en
2018 con el escritor español Alberto Olmos (1975), quien publicó en su columna “Mala fama”,
de El confidencial, el texto “El silencio de los padres: los hijos son horribles, quedaos con
eso”, donde, simplificando muy torpemente los argumentos de Meruane, plantea que “Más o
menos cada media hora alguien cree fundamental decir que odia a los niños”. La escritora tardó
apenas una semana en responderle en la columna “Algunos muchachos nerviosos”, publicada
por revista Contexto, donde argumenta sobre su libro: “… hubiera sido ingenuo derramar esas
letras sin suponer que alguien respondería: todo texto escrito en contra va a encontrar quien lo
contradiga. Y pensé, no sin razón, que las contrariadas serían las muchas madres entusiastas
de su rol. Alguna respondió de frente y otras respondieron a mis espaldas. Las madres-totales
se quejaron, alguna súper-madre hizo un mohín. Menos esperable era que salieran a la carga
los felices padres de familia. Esos muchachos que hasta ahora tan poco se han preocupado
de escribir sobre la paternidad. Y no es raro que no lo hayan hecho: se escribe sobre lo que
importa, lo que toca a cada uno, y por generaciones los hijos le importaron muy poco a sus
padres. Una vez fecundados, esos hijos eran cosa de sus madres –se miraba con sospecha a
los que decidían cuidar a sus hijos mientras su mujer (o su hombre) salía a trabajar. No juzgo
a esos padres ausentes, tampoco los celebro, eran hombres de su tiempo. Simplemente anoto
que mientras ellos iban y venían, despreocupados, u ocupados de otros asuntos, había una
28 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
mujer haciéndose cargo de la prole. Juzgo sí a esos que hoy quieren seguir actuando como
sus predecesores. A los que se resisten a cambiar cuando los tiempos lo exigen”.
Maternidades “líquidas”: feminismos y narrativas recientes en Chile 29
11
Apablaza es autora de varias ficciones con rasgos autobiográficos/autoficcionales.
Este libro lo publica poco después de ser madre y la residencia en Bogliasco tuvo lugar,
efectivamente, en 2012. En los días en que apareció su libro publica el texto “Así escribí la
novela Diario de quedar embarazada”, además de dar entrevistas en que el libro fue calificado
como “autoficción”, señalando las similitudes entre la autora y su protagonista (v. Bibliografía).
32 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
12
“Mi padre es médico, mi madre enfermera, la casa estaba llena de muestras médicas.
En algunos almuerzos ese era el tema de sobremesa. Nos acostumbramos a las palabras operación,
34 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
alerta a los ciclos del sueño, a su orina, a su alimentación, muy en sintonía con
los predicamentos de la actual sociedad de consumo y la búsqueda permanente
de bienestar personal. Estos padecimientos, que la llevan a temer la muerte
en Bogliasco, tienen un eventual término o fin en el parto, que es preludiado
como un gran momento de liberación y reencuento consigo misma.
Yo en el vientre de mi madre.
L en mi vientre.
L con una guagua en su vientre.
La hija de L con una guagua en su vientre.
Es una cadena. Se puede cortar cuando una de las mujeres decida
no ser madre o cuando a una mujer le nazca solo un hombre (114).
cuando una mujer está haciendo, aunque sea aterrorizada y con dolor,
lo que la historia le ha dicho que era su deber y su destino, hace lo
mismo que hizo su madre, revive la escena que tanto la separa de
su propia madre (porque se supone que ahora ella ya es una mujer y
no una niña) como a la vez la une porque crea con mayor intensidad
una imagen de su madre (380).
CONCLUSIONES
Aínsa, Fernando. “Palabras nómadas: los nuevos centros de la periferia”. Alpha (2010): 55-78.
Alcalá García, Inmaculada. “Feminismos y maternidades en el siglo XXI”. Dilemata 18
(2015): 63-81.
Apablaza, Claudia. “Así escribí la novela Diario de quedar embarazada”. El Desconcierto,
11/10/2017. Página web: http://www.eldesconcierto.cl/2017/10/11/asi-escribi-la-novela-
diario-de-quedar-embarazada/. (Consultada en 04/12/2018).
________ Diario de las especies. Santiago de Chile: Lanzallamas, 2008.
________ Diario de quedar embarazada. Santiago de Chile: Ediciones B, 2018.
Arcos, Carol. “Feminismos latinoamericanos: deseo, cuerpo y biopolítica de lo materno”.
Debate feminista 55 (2018): 27-58.
Badinter, Elizabeth. ¿Existe el amor maternal? Historia del amor maternal. Siglos XVII al
XX. Barcelona: Paidós/Pomaire, 1981.
Barrientos, Mónica del Carmen. “El cuerpo femenino y transgresión en El cuarto mundo de
Diamela Eltit”. Revista Iberoamericana, Vol. LXXXII, Núm. 254 (Enero-Marzo 2016):
15-26.
Barros, Pía. “Artemisa”. A horcajadas. Santiago de Chile: Asterión, 1990, 51-57.
Bauman, Zygmunt. Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Ciudad
de México: FCE, 2005.
________ Modernidad líquida. Buenos Aires: FCE, 2004.
________ Vida líquida. Barcelona: Paidós, 2006.
Beauvoir, Simone de. El segundo sexo. Madrid: Cátedra, 2000.
Cánovas, Rodrigo. Novela chilena, nuevas generaciones. El abordaje de los huérfanos.
Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1997.
Domínguez, Nora. De donde vienen los niños. Maternidad y escritura en la cultura argentina.
Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 2007.
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REVISTA CHILENA DE LITERATURA
Mayo 2020, Número 101, 41-69
RESUMEN / ABSTRACT
Este artículo es una lectura del poemario Aguas de Alicia Genovese, que escribe la memoria
del agua y de la dictadura argentina, cuyo entre gravitacional y llovizna cavilativa bracea
1
Este artículo fue escrito en el marco del Proyecto Fondecyt 1180331, “Representaciones
de la memoria transgeneracional en producciones artístico-culturales de “hijos” y “nietos” en
países del Cono Sur, 1990-2017”, y su investigadora responsable es Alicia Noemí Salomone.
2
Alicia Genovese nació en Lomas de Zamora en 1953. Vivió durante cinco años en
Estados Unidos, donde se tituló de Master of Arts y PhD en literatura latinoamericana en la
Universidad de Florida. En los años noventa regresó a Argentina, fue decana del Departamento
de Literatura de la Universidad Kennedy, además de dar clases en la Universidad de Buenos
Aires. Actualmente es profesora titular del Taller de Poesía en la Universidad Nacional
de las Artes (UNA). Ha publicado dos libros de ensayo: La doble voz. Poetas argentinas
contemporáneas (Biblos, 1998) y Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco (Fondo de Cultura
Económica, 2011). En poesía es autora de El cielo posible (El Escarabajo de Oro, 1977); El
mundo encima (Rayuela, 1982); Anónima (Último Reino, 1992); El borde es un río (Libros
de Tierra Firme, 1997); Puentes (Libros de Tierra Firme, 2000); La ville des pontes / La
ciudad de los puentes (Antología editada en Quebec, 2011); Química diurna (Alción, 2004);
La hybris (Bajo La Luna, 2007); Azar y necesidad del benteveo (Mágicas Naranjas, 2011);
Aguas (adelanto, Cuadro de Tiza Ediciones, 2012); Aguas (Ediciones del Dock, 2013); El
río anterior: antología personal (Ruinas Circulares, 2014); La contingencia (Gog & Magog,
2015); Diarios del Delta (Deaca, 2018); la antología La línea del desierto (Gog & Magog,
2018); y su primer libro de memorias en prosa Ahí lejos todavía (Zindo & Gafuri, 2019). Sus
investigaciones como ensayista, en especial sobre la poesía de mujeres contemporáneas de
Chile y Argentina, han sido decisivas para entender esta doble voz que configuran las poetas
mujeres que han escrito en los últimos treinta años.
42 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
con los nadadores del poema hacia el pasado. Arrastre subjetivo y cámara de resonancia de
la subjetividad que desestabiliza la identidad y prefigura la acción insistente de pensar a los
ausentes, exponiendo la memoria histórica mediante la figura del agua que se vuelve “rocío de
la introspección” y ritmo del recuerdo, que, en cuanto placer amniótico, posibilita que agua y
pensamiento respiren y (re)escriban, en su itinerario hacia el pretérito, la memoria individual
y colectiva que perdura como imagen que presentiza y recupera las napas geológicas de la
memoria, proyectándose en el poema y más allá de sí, como poética de la complementabilidad
y de la mutualidad.
The following article is a reading of the collection of poems Aguas, by Alicia Genovese, which
writes the memory of water and of the Argentinian dictatorship, and whose gravitational
in-between and reflexive drizzle strokes with the swimmers of the poem towards the past.
Subjective haul and a resonance chamber of subjectivity that destabilizes identity and prefigures
the persistent act of thinking about the absent ones, exposing historic memory through the
notion of water that becomes «the sprinkling of introspection» and the rhythm of remembrance,
that, as amniotic pleasure, allows water and thought to breathe and to rewrite, in its itinerary
towards the past, individual and collective memory that endures as an image that presents
and recovers the geological layers of memory, projecting in the poem and beyond itself, as
a poetics of complementarity and mutuality.
Recuerdas demasiado,
me dijo mi madre hace poco.
¿Por qué aferrarse a todo eso?
Y yo dije
¿dónde puedo dejarlo?
Anne Carson
De lo que me robaron
no fui desposeída
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida.
Gabriela Mistral
“Donde hay agua, aún se puede vivir”, escribió Celan (74), mientras que
Bachelard anotaba “el ser humano tiene el destino del agua que corre”
(15). Leo, entonces: se puede vivir aún, vivir otra vez, el origen en el curso
de las aguas. Habitar a distancia de la inmovilidad y el anquilosamiento.
Procedencia y domicilio que se alteran entre sí y que nunca se arraigan.
Desde ese derrame y su posibilidad, me quedo en lo que apunta Genovese
de Arnaldo Calveyra (Mansilla, Entre Ríos, 1929-París, 16 de enero de 2015)
en el epígrafe que abre su libro: “Extraño que la tierra se divida entre agua y
pensamiento”. Entre gravitacional de la memoria: agua y pensamiento que
cursan el recuerdo, movimiento de una variación reflexiva: nadar y pensar.
Exilio y distancia, deseo del lugar poético e intersticio sopesado en ese placer
amniótico en el que se mueve Genovese en Aguas –y en varios de sus libros–,
o el convencimiento de algo que no se desea atrapar ni concluir.
La otra cita que inicia el poemario también alude al agua, pero más
específicamente a la figura del nadador, es la del poeta bonaerense –contemporáneo
de Calveyra– Héctor Viel Temperley en el El nadador (Buenos Aires 1933-
1987): “Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada. / Tuyo es mi cuerpo
(…) / Mi cuerpo que se hunde / en transparentes ríos / y va soltando en ellos
/ su aliento, lentamente” (Obra completa, 55).
Son dos poetas de aguas, uno nacido sobre la orilla del Río de la Plata y el
otro en Entre Ríos. Viel Temperley es “el niño que aprendió a nadar” y “que
se tiene que adelantar a su cuerpo para salvarse”, es decir, despojarse, salir
44 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
3
En una entrevista en Página 12, Genovese aclara: “La presencia del agua no es algo
nuevo en mi poesía; aparece en El borde es un río, en Puentes, en Los diarios del Delta, en
Química diurna, sólo que aquí lo hacen más francamente, como si yo misma hubiese encontrado
mis aguas abiertas. Como voy al Delta seguido, el tema del agua siempre está ahí y aparecen
poemas que hacen referencia a ella o que son el punto de partida de imágenes. La figura de
María Inés Mato me llamaba mucho la atención, por el tipo de desafío corporal que implica y
porque nunca se sabe bien con qué obstáculo tendrán que enfrentarse los nadadores de aguas
abiertas. Me gusta ese modo de escribir donde parece que estoy contando un cuentito, tomo
una escena o una breve narración, hasta que el poema empieza a girar y se desliza hacia otro
lugar, hacia otro tipo de enunciado de realidad, otra dimensión menos esperable en una simple
historia o una simple descripción, pero que está sujeto a ella” (“Agua que enciende” s/p).
Leer-nadar: rocío de la introspección y placer amniótico en la poesía… 45
despliegue del lenguaje poético” (102). El sujeto se configura “no solo como
una función textual sino como un sujeto con cuerpo y género que deja en el
poema huellas de una experiencia y memoria individual que son, a la vez,
socialmente constituidas” (102).
Genovese, en especial en Aguas, como señala Salomone, escribe desde
el desafío corporal la memoria y la subjetividad, exhibiendo escrituralmente
su contexto de producción: la dictadura argentina y la crisis económica y
política de 2001, deconstruyendo aquellas
concepcion[es] de sujeto poético (…) que lo consideran una mera
figura textual, gramatical o trascendental (…) enfatiza[ndo] los papeles
que los aspectos contextuales tienen en la definición del sujeto lírico,
lo que se traduce en una concepción que vemos cercana a la idea de
sujeto incardinado (sujeto con cuerpo y con género) y performativo
que, partiendo de las teorizaciones de Simone De Beauvoir, desarrolla
Judith Butler (Salomone 102).
Memoria que en los contextos sociales vividos por nuestros países afinca
ese saber de la finitud y se esparce en un espacio abierto disperso que se
transmite, nadando en aguas abiertas, desatándose de lo puramente testimonial
e inscribiendo la supervivencia de las imágenes poemáticamente:
Finitud, “perfección sensible [que] tolera más la falta que el exceso” (Aguas4
15). Genovese lee, desplaza, hace nadar el poema como lee una orquídea. En
la fragilidad de ese único tallo, enhiesto, pero siempre a punto de la caída,
porque, al igual que nosotros, “necesita convencerse de que puede morir”
(A 15). Aguas es un entrecruzamiento, “una memoria que reconstruy[e]
subjetivamente, una memoria capaz de mediaciones simbólicas que produ[cen]
desplazamientos, el entendimiento entre lo dicho y lo no dicho, entre lo literal
y lo simbolizado” (Genovese, “Entre la ira” 76).
La trama discursiva del poema, su procedimiento reflexivo, por lo tanto,
“no se enclaustra en el texto mismo sino que se prolonga más allá de él, al
constituirse en el medio desde el cual la poesía puede religar [varias] formas de
experiencia” (Salomone 104): reflexiva, creativa, factual, intuitiva, subjetiva,
evocativa e imaginativa. Arrastre subjetivo, resonancia, encuentro, fulcro,
in-actualidad del poema; formas de la experiencia que tienen lugar en el
lenguaje. Intensidades, palabra poética-pensante que nombra, y “nombrar es
establecer distancias, mediatizar, pero también mantener cercanía alojando
esa emoción que continúa” (Genovese, “Entre la ira” 74).
La presencia del agua en El borde es un río, en Puentes o en Química
diurna, como ocurre en Aguas, está vinculada a la memoria y a ese arrastre
y resonancia poéticos. En El borde es un río es límite doméstico, espacio
íntimo, en que el río es imaginado desde el cuerpo que desmiente cauces,
se humedece y se instala en la desmesura, en el interior que se filtra desde
el paisaje y viceversa. Espacio interior aquietado en su abstracción, en su
(in)quietud que cuando alguien se ausenta es desazonante e (in)familiar,
acomodamiento y desacomodamiento, demora entre palabra y palabra, porque,
más allá de cualquier distancia o cercanía espacio-temporal, hay injerto.
La ausencia, su persistencia, es “borde acuciado de deseo” (El borde 187)
y “ternura infinita que choca entre las paredes del cuerpo” (184) que, en
cuanto propagación lingüística, se adosa sobre otras superficies ya inscritas
y relacionadas, teniendo como objetivo la resistencia, la sustentación, la
sobrevivencia, la multiplicación, la renovación y la potencia. Aguas entra
en contacto con su propio delta, y como el injerto, provisto de su poder de
propagación, vuelve a producir nuevos tejidos y sentidos, como si fuesen
comunicaciones vasculares. Uniendo y tactando, patrón y variedad: los
poemas entran en con-tacto. Línea, límite, arrullo, acople que también leemos
4
En adelante A
48 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
Desde este saber, este modo del saber, se trata de preguntarle al agua y dejarla
en su misterio, intuir en un universo acuoso donde la palabra se transporta
a sí misma. Los nadadores testean al filo para dejarse ir en una persecución
hipertélica: “[e]n el aliento / la obsesión por el agua (…) / (…) siempre en
el límite / de lo incompatible (…) [para abrirse camino hacia el] mundo de
la carne / y de los intercambios humanos” (A 10-11).
Agua, lago, río, libro, cruce azaroso para ser en medio de algo que nos
rodea y que modera la caída ante la certidumbre del fin. Ser en medio del
líquido en el que se hunde la palabra para soltar el aliento. Hablar del agua,
diferenciarla y asociarla es leerla y testear la respiración, sumergirse en el
placer amniótico para inscribir en cada braceo un trazo, y coligarse al elemento.
AGUA Y PENSAMIENTO
Nadar y pensar / leer y nadar
Para los antiguos griegos, según Montaigne, era fundamental, para no ser
acusado de extrema ineptitud, saber leer y nadar (1111). Es lo que hace Alicia
Genovese: surfear en el oleaje del verso libre, como señala en Leer poesía,
ensayo que escribió simultáneamente a Aguas y cuyas páginas son el inicio
de una bella concepción acuosa del poema:
5
El texto de Zambrano al que alude Maillard es Hacia un saber sobre el alma (72).
Leer-nadar: rocío de la introspección y placer amniótico en la poesía… 51
Una, entre otras, que emerge y nada en estas Aguas es María Inés Mato, la
nadadora sin pie que busca inscribiendo travesías magníficas a través de esa
otra manera de hablar:
Nada en aguas heladas con una pierna menos, pero su cuerpo resiste. Como
el verso libre su braceo se aleja intencionadamente de las pautas del ritmo
y del signo. El ritmo organiza, coordina, proyecta, corrige, desorganiza,
produce el movimiento y la corriente del lenguaje. Se carece, se aprende, se
puede nadar sin piernas, cruzar el Beagle, el canal de la Mancha, un estrecho
impensable del mar Báltico con su inadmisible inestabilidad: “Quién acepta
una nadadora sin pie / ¿o ese imposible desequilibrio?” (A 12).
El poema arriba para hablar con la memoria y con la imperfección,
comparece y llega hasta la Patagonia, a las mujeres yámanas. Quizás la
memoria sea eso: una cápsula, una especie de sensor de temperatura y la
memoria del agua, memoria de la lengua. Ejercicios de control mental y
concentración para elevar la temperatura del cuerpo que se ha quedado en
el frío olvidándose de sí mismo hasta fenecer. Falla inercial de la historia no
contada. Temblores, anestesia de extremidades y de extremos.
Saber sentido, escritura que piensa, hace memoria y poetiza el mundo: poética
de la complementabilidad y la mutualidad, restitución de la palabra de los
hundidos y de la propia.
María Inés unió el estrecho
que separa Malvinas. Brazada tras
brazada, de la guerra abre olvidos;
una huella de espuma, un puente blanco,
un rastro en el agua de los vencidos (A 13).
El frágil volumen que es el cuerpo en esa vastedad piensa: ¿cómo medir esa
monstruosa inmensidad?, ¿cómo medir el dolor? El fracaso, esa insatisfacción
esencial, la falta de Mato, es la carencia frente al mundo y frente a sí misma.
La inmensidad del agua es la experiencia que acontece más allá de lo real
y de bracear con devoción e insatisfacción originaria respecto del mundo
sensible. En el agua se intensifica la subjetividad en su extremo trabajo de
pensamiento y sentimientos, y se excede constantemente: “Si abandona, la
meta permanecerá, invisible / en la mañana después del cansancio, / en la
noche anterior de la necesidad” (A 20). Sobrepasando su propio límite, la
exigencia de ir es insoslayable, no hay nada que en esa inmensidad sofoque
56 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
vértigo y la irrupción de esa magnitud que se vuelve esa otra masa de soledad
que es el pensamiento. Genovese anota:
Desde esta memoria isla, envuelta en líquido, el agua atraviesa con lo que
lleva, “el agua avanzaba sobre las costas, / (…) con el pausado, siempre
misterioso, / movimiento de un dios” (A 25). Su derrame libera, abre, promete
por-venir, marea la memoria, el recuerdo. La imagen, la representación del
horror ensancha la imaginación. Es cierto que el poema no puede plasmar
lo que fue tal cual fue, y es cierto también que la impresión inicial y la
representación del acontecimiento pasado no se tocan, solo se rozan, pero
rozar es suficiente. La poesía no es adecuación sino posibilidad, precisamente
porque acecha en el intermedio, no es copia ni calco de lo que fue, sino la
posibilidad de que lo sido vuelva y podamos remontarlo, leerlo-nadarlo. Pensar
si la representación mnémica nos asegura el verdadero acontecimiento, nos
asegura lo que ha ocurrido, si lo narrado es cierto o no, si la historia solo
se adecua a las representaciones disponibles en las fuentes, o si la distancia
con los acontecimientos nos producen vacíos, recuerdos encubiertos,
imaginaciones o falsas imágenes. Faulkner lo resuelve en su esplendoroso
Las palmeras salvajes:
Leer-nadar: rocío de la introspección y placer amniótico en la poesía… 59
6
Piglia escribe: “Nunca sé si recuerdo las escenas o si las he vivido. Tal es el grado
de nitidez con la que están presentes en mi memoria. Y quizá eso es narrar. Incorporar a
la vida de un desconocido una experiencia inexistente que tiene una realidad mayor que
cualquier cosa vivida. (…) Un narrador tradicional (…) intercala reflexiones y máximas en
medio de sus historias. En el fondo como forma de retardar la acción. Pensar es un modo de
crear suspenso (…). Construir un espacio entre un acontecimiento y otro acontecimiento, eso
es pensar” (Cuentos con dos rostros 76 y 90).
7
Para el filósofo coreano Byung-Chul Han este mirar de nuevo involucra una mirada
distanciada, un pathos de la distancia necesario, pues sin él lo que habría sería una sociedad
sin respeto, que conduciría al escándalo, al espectáculo. El respeto, sería así, la condición sine
qua non para lo público; allí donde desaparece el respeto, decae lo público. Por lo tanto, “la
decadencia de lo público y la creciente falta de respeto se condicionan recíprocamente” (13).
60 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
bajo “el signo de la idea de justicia” (123). “La memoria es del pasado”, “el
pasado que no pasa” (22) y hay una existencia inconsciente del recuerdo, una
“preservación por sí, constitutiva de la duración misma (…) latencia que puede
considerarse como una figura positiva del olvido” (535), que Ricoeur llama
olvido de reserva. Ese olvido de reserva, ese tesoro de olvido es poemático,
“adonde recurro cuando me viene el placer de acordarme de lo que una vez vi,
oí, sentí, aprendí, conseguí (…). Una experiencia para siempre” (Ricoeur 535),
con la que comprendemos la imagen como supervivencia (Didi-Huberman)
y como reconocimiento (Ricoeur).
8
Es la hermosa idea de memoria feliz trabajada por Ricoeur como reconocimiento
y pequeño milagro de la memoria que puede fallar, “cuando se produce, entre los dedos que
ojean un álbum de fotos o en el reencuentro inesperado de una persona conocida o en la
evocación silenciosa de un ser ausente o desaparecido para siempre, se escapa la exclamación:
“¡Es él! ¡Es ella!”. Y la misma expresión acompaña progresivamente, con colores menos
vivos, un acontecimiento rememorado, una habilidad recuperada, un estado de cosas de nuevo
promovido al reconocimiento, a la “recognición”. Todo el hacer-memoria se resume así en
el reconocimiento” (634). Wisława Szymborska tiene su propia fenomenología e historia,
lo dice de esta manera: “Todo principio / no es más que una continuación, / y el libro de los
acontecimientos / se encuentra siempre abierto a la mitad” (Poesía no completa 368-369).
Para Mistral, por su parte, en el poema “Patrias” de Lagar, esta memoria es despeño y recobrar
(Poesía reunida. Mi culpa fue la palabra 486).
Leer-nadar: rocío de la introspección y placer amniótico en la poesía… 61
El agua devuelve
lo que no le pertenece (…)
La marea devolvió cuerpos
tirados al océano,
el de la madre de Ana
con el oleaje,
desconocida en la playa
de Santa Teresita (A 29).
María Bianco
en los huesos el nombre
como un hilván,
un hilo tironeado,
ombligo de las cosas
que devuelve (…)
La memoria es un lazo despiadado,
el corazón que recobra
el roce de una blusa
y en su perfume, un pulso
de vida y muerte alternas (A 29).
Pulso alterno, intermitencia en que variamos, un día tras otro y, sin embargo,
nunca más ese roce, ese perfume:
Ni olor en el cuello
del abrazo, ni piedra raspada
que nombre,
cuando Ana traía flores frescas
a la casa de calle Lavalleja (A 30).
9
Cal que igual que el vitriolo verde que conserva y que Benjamin trae a colación
en El narrador en el relato de Johann Peter Hebel, respecto de un joven que trabaja en las
minas de Falun y que, en vísperas de su boda, la muerte lo alcanza en las profundidades de
la galería. Sin embargo, “su prometida continúa siéndole fiel después de la muerte, y vive lo
suficiente como para reconocer a su novio cuando, ya convertida en una madrecita ancianísima,
cierto día, de la perdida galería, es extraído un cadáver que, saturado de vitriolo de hierro,
se ha preservado de la putrefacción” (75-76). Cuando el cuerpo es puesto en la tumba la
amada pronuncia estas palabras: “Duerme bien ahora, espera un día o diez en el lecho nupcial
fresco, y deja que el tiempo no te parezca largo”. Ese cadáver, perfectamente conservado, es
la metáfora de transmisión a un tiempo pretérito y a la consonancia con aquel, es la manera
64 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
una es estela gris, la otra blanca, pero devuelve en el oleaje que es llegada
y retirada. El mar que parece devorárselo todo sin devolverlo, sin embargo,
no alcanza a detener lo que él mismo trae de regreso. El mar devolvería a
María Bianco inaugurando un reencuentro inesperado como reconocimiento
y acontecimiento poemático. Aguas materializa la relación entre filosofía y
poesía, dos formas del pensamiento en diálogo. Nos interroga y acoge en su
saber sentido haciendo de la escritura un ejercicio conmemorativo. Piensa
contextos y vidas, y en tanto diferencia y negatividad inaugura su propia
poética de la alteridad, de la complementabilidad y la mutualidad. Aguas
hace memoria escrita de los otros cuando se pregunta:
Cómo un nosotros
desde la exigencia solitaria
del aliento al nadar.
Cómo un nosotros, lastimados,
rozados por la pólvora literal
de la historia, atravesados
por los vendavales
mayores, aún probando
en el agua otro eje:
de espaldas, de pecho,
probando
el apoyo lábil del agua (A 32).
en que desde una orilla siempre nos asomamos hacia la otra y alguien desde el otro lado
recoge nuestra mirada. Choque de tiempos, se deja algo tras de sí que alguien reconocerá,
a la manera de un reencuentro inesperado en que el relato, como el poema, “mantiene su
fuerza acumulada, y es capaz de desplegarse aún después de largo tiempo” (El narrador 69),
reservarse e irrumpir. Para Benjamin, esta irrupción, “se asemeja a las semillas de grano que,
milenariamente encerradas en las cámaras de las pirámides al abrigo del aire, han conservado
su poder germinativo hasta nuestros días” (70). Supervivencia, duración del poema desde su
ya-no a su todavía. Hay que habitar el “espacio de las aberturas de las posibilidades, de los
resplandores, de los pese a todo” (Didi-Huberman, Supervivencia 31). Esto es “pese al todo de
la máquina, pese a la noche oscura, pese a los reflectores feroces [del fascismo]” (33). Es así
como el cuerpo del enamorado conservado en la tumba de Falun exhibe el carácter discontinuo
de la imagen dialéctica, que destella y alimenta en el instante al pasado, con lo que podemos
pensar “de qué modo los tiempos se hacen visibles” (34) trayendo consigo la reaparición, por
la “colisión de un presente activo con su pasado reminiscente” (47).
Leer-nadar: rocío de la introspección y placer amniótico en la poesía… 65
un nosotros, lastimados,
rozados por la pólvora literal
de la historia, atravesados
por los vendavales
mayores (A 32).
Frente a esas cabezas viscosas, sin rostro, ante los filamentos de las medusas
la memoria atraviesa a nado, volviéndose rastro de espuma, destello y también
topetazo y tironeo que custodia “el pulso y el calor” (A 35) de ese nosotros,
para mantenernos vivos, de orilla a orilla, cuidando la palabra en su fugacidad,
protegiendo el calor, el fuego, allí donde la memoria es
Un mar revuelto
donde sopla la furia
y el dolor se abre limpio,
flor originaria (A 28).
Manantiales, ríos, mares, una verdad para ser nadada. “La inmersión es la
entrega” y, al mismo tiempo, “descender / de la ilusión de cielo / o permanencia
/ y por debajo nadar (A 41). Retirarse en zambullida, allí la distancia lee a
lo lejos una ciudad, a lo lejos una imagen, a lo lejos y cerca imagina una
Leer-nadar: rocío de la introspección y placer amniótico en la poesía… 67
palabra para esa ciudad y para esa imagen que comienza a ser una ciudad o
un nadador que se acerca llegando primero con su esfuerzo a la orilla, como
la madre de Ana. En Aguas se inscribe la potencia de un movimiento, agua
y pensamiento, “[e]l universo [que] es cada cosa, / probar y probar / el agua
desemejante” (A 46), entre la fragilidad y la insistencia para, “fuera / de la
(…) burbuja autosuficiente” (A 46), en “fiebre y desazón” (A 45), volver
sobre el manto agitado del líquido amniótico que nos posibilita movernos y
protegernos, remontar lo real, su catarata intempestiva, lluvia lenta, golpe a
lo lejos en el aquí y ahora del poema.
Genovese, como las nadadoras de aguas abiertas, es disidente, salta a
“[e]ste poema [que] habla / del futuro”, a “[e]ste poema [que] habla / del
presente”, a “[e]ste poema [que] / habla del pasado / y de lo incierto” (A 49).
Donde hay agua aún se puede escribir, nadar, leer, sentir y comulgar con
el yacaré
en su pesada zambullida,
el ciervo sorprendido
bebiendo en la corriente,
la gallineta a los gritos
en los humedales (A 49-50).
El desierto no es la nada
es lo dejado por el agua,
el corazón prolongado que amarillea
y se perpetúa en intentos (A 52).
agua y pensamiento. Diálogo sobre sí y sobre otros, que mantiene con el acto
de escribir la “piedad con los detalles” que nos pide la poeta polaca Wisława
Szymborska en su poema “Foramníferas” (Aquí 35). Aguas profundas donde
el nadador, el que lee, se sostiene en su propio límite alterando el ritmo y el
aliento, alejado y cerca de la orilla. Allí, una palabra, como el planeta, gira
sobre sí misma y se derrama. La memoria del agua: “rocío de la introspección”
(A 64), como anota Genovese, que la horada pero que, al mismo tiempo, es
furia y docilidad que “avanza por el drenaje del corazón” (A 65). Traccionar,
drenar, nadar y leer “en el paisaje del desierto / [en que] el agua es / como
la primera palabra” (A 54).
Genovese hunde profundo el lápiz, como Virginia Woolf pensó “hundir
hondo la caña del pensamiento en la corriente”. “Agua, / obscenidad del
mundo” (A 41). Agua: extraño código en que “su reactiva inmediatez impone
/ una verdad / para ser nadada” (A 41), para ser leída en el repliegue de la
obsesión y del pensamiento, porque “pensar es unir, planear la continuidad,
la metonimia del agua” (A 43). Donde hay agua se puede vivir, otra vez.
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REVISTA CHILENA DE LITERATURA
Mayo 2020, Número 101, 71-101
RESUMEN / ABSTRACT
El propósito de este trabajo es explorar los lindes y devenires de las fronteras maleables:
geoespacialidades corporales y subjetivas de algunas escenas y personajes difusos representados
en la literatura del presente en América Latina. Es decir, cómo esas fronteras inestables surcan
dimensiones líquidas y baldías que se vinculan de diferentes modos con las pieles, corporalidades
y subjetividades de las protagonistas literarias. Para ello me centro en cuatro producciones de
escritoras contemporáneas en relación con sus otras derivas narrativas: “Janice e o umbigo”
(2003) y “200 m2” (2010) de la brasileña Veronica Stigger, “Un hombre sin suerte” (2015) de
la argentina Samanta Schweblin, “Perro callejero” (2009) de la boliviana Giovanna Rivero y
“Hongos” (2013) de la mexicana Guadalupe Nettel.
The purpose of this work is to explore the boundaries and becomings of the malleable borders:
geo-space, corporal and subjective of some scenes and diffuse characters represented in the
literature of the present in Latin America. That is to say, how these unstable borders plow
through liquid, bald and fluid dimensions in the skins, corporalities and subjectivities of
the literary protagonists. For this I focus on four productions of contemporary writers in
relation to their other narrative drifts: “Janice e o umbigo” (2003) and “200 m2” (2010)
by the Brazilian Veronica Stigger, “Un hombre sin suerte” (2015) by the Argentine Samanta
Schweblin, “Perro callejero” (2009) by the Bolivian Giovanna Rivero and “Hongos” (2013)
by the Mexican Guadalupe Nettel.
Keywords: bodies, liquid sex-affective relationships, violence, Latin American literature, borders.
1
Mario Cámara y Florencia Garramuño hacen una reflexión sobre la obra de Stigger
en relación con el uso del lenguaje y del espacio en su obra diversa, así como del empleo del
collage en su trabajo (Cámara 8) y (Garramuño 15).
2
Willy Muñoz afirma que Giovanna Rivero no puede deslindar las violencias de las
prácticas corporales eróticas. Observa que las sexualidades y violencias son intrínsecas al ser
humano y a la literatura de la escritora boliviana (70).
3
El concepto de bio-zoepolítica incluye la cara de una misma moneda o corporalidad:
la vita nuda “cumple la función de umbral de articulación entre bios y zoe, vida natural y
vida políticamente calificada” (Agamben 471). Es decir, no hay cuerpos ni subjetividades
que sean incluidas sin ser excluidas de algún espacio. Ambos conceptos: bios y zoe son
interdependientes.
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 73
4
Maricruz Castro Ricalde aborda la obra de Guadalupe Nettel desde varios ángulos,
uno de ellos, es desde el manejo de una violencia oblicua y soterrada que se aplica en los
cuerpos de las protagonistas (Ptosis 4).
5
Lorena Amaro señala que la escritura de Samanta Schweblin resalta el mundo
grotesco como la alteración del orden cotidiano en su obra (291), mientras que Rodrigo
González además apunta que en apariencia todo se desarrolla de manera tranquila en los
universos creados por la escritora hasta que irrumpe lo monstruoso desarticulando modos
disciplinarios y presentando la disolución de los órdenes heterocentrados (97).
74 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
6
“consigo mesma e apreciar – sem uma alma para lhe roubar a paciência e o bom
humor – aquele buraquinho perfeitamente bem delineado de sua barriga” (11).
7
“Impulsionava o tronco para frente e beijava seu umbigo. Beijava e beijava e ria
satisfeita. Dos beijos, passou às lambidas. Gastava horas lavando seu umbigo com cuspe”
(11-12).
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 77
8
“de súbito, prendeu sua língua num buraco aberto pela acidez de sua saliva” (12).
9
o buraco tornou-se gradativamente maior: penetrava nele não só a língua, mas
também a boca e o nariz” (12).
10
“De repente, zupt!, foi-se a cabeça de Janice para dentro de sua barriga. Extasiada,
forçou ainda mais a passagem. Os ombros entraram com uma certa dificuldade. Depois deles,
78 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
14
“Então, como combinado, Eduardo leu um conto que ela deixou –e que como
sempre, ninguém compreendeu” (18).
80 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
Así, en Stigger vemos cómo proliferan estos silencios cercados donde las
protagonistas en espacialidades cerradas e íntimas llevan a cabo su propia
liberación de la sociedad heterosexista y normativa15. Ambas tramas transcurren
en las fronteras geoespaciales de los orificios corporales femeninos y en los
espacios privados y cerrados de las casas de las protagonistas.
En el final, se rasga un velo y es el de no querer tener un cuerpo completo
en el exterior, compartido con otros, ni una morada perfecta para ser “trifeliz”.
Verônica y Janice suprimen todo goce posible hacia el afuera o compartido,
porque el dolor que las surca las transforma en corporalidades frágiles y
queer en el sentido de cuerpos desviados (Ahmed, Fragilidad 2016). Ese
seccionamiento constituye para Verônica una punición al goce porque el
cuerpo le molesta, representa una carga para ella. El cuerpo y la piel que lo
recubre deben asimilar los excesos escópicos de su propio camino, la
15
Otro cuento que continúa esta línea de pieles, flagelos y fluidos es “Domitila”, un
breve relato que abre la obra Gran cabaret demenzial (2013). Lo interesante de esta protagonista
es que Domitila cuando más se acerca a la intimidad o a los espacios cerrados, más libre y
feliz se siente. En la experiencia del dolor, consigue una liberación. Solo en la privacidad del
baño encuentra la posibilidad de intervenir en los contornos corporales del moldeado de la
piel cercenándose los pezones.
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 81
VESTIDURAS PELIGROSAS
16
“A forma nunca é fixa, é inerente a ela a volubilidade […] se consideramos todas
as formas, em particular as orgânicas, descobrimos que não existe nenhuma coisa subsistente,
[…] antes que tudo oscila num movimento incessante” (Stigger, Maria Martins 28).
82 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
17
El epíteto “puta” para designar la bombacha es notable. Podría haber dicho
simplemente bombacha o bombacha de mierda (asociando el calzón con el recto y lo abyecto
de este); sin embargo, en el texto se asocia la putez con la lencería infantil, reforzando los
conceptos heteropatriarcales del insulto hacia las mujeres tratadas siempre como putas. La
bombacha también implica cierto erotismo o fetiche en muchas relaciones sexuales o eróticas
y el hecho de ser sacada deja al descubierto la intimidad de la menor.
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 83
18
Esta ideología live del “show” que enhebra el régimen visual de múltiples capas
(más en el mundo cibernético) es mucho más notorio en la última producción literaria de la
autora, Kentukis (2018) que inicia así: “Lo primero que hicieron fue mostrar las tetas. Se
sentaron las tres en el borde de la cama, frente a la cámara, se sacaron las remeras y, una a
una, fueron quitándose los corpiños” (9). Todo trascurre ante un oso de peluche que tiene una
cámara ocular y que retransmite la desnudez de los cuerpos de las protagonistas.
84 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
19
Cabe señalar que en el relato la niña es quien utiliza la palabra “shopping” que no
está escrita en cursiva sino que la usa con total naturalidad resaltando la costumbre de llamar
así en la Argentina a los grandes centros comerciales. No obstante, enfatiza que es “bastante
feo” (110) e inmediatamente aclara: “no creo que mamá lo conociera” (110). En oposición
al anglicismo “shopping”, el hombre se expresa con términos también en inglés pero que
delatan un dejo de varón tanguero o arrabalero del Buenos Aires de los años 50: el “darling”
y “my lady” en el original están en cursiva. De esa manera se remarca que el hombre trata a
la niña como a una querida de los años 50 argentinos queriendo demostrar un bilingüismo
inexistente, excepto por el uso de un par de vacablos pronunciados en otra lengua y que en
la actualidad podrían tomarse como un vulgarismo. Eso delata la diferencia de edad y quizás
hasta de clase. La lleva a un centro comercial al por mayor no a un sitio donde el minimalismo
de la exposición de las prendas es lo que realza las diferencias.
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 85
ese color o rosas, él le sigue mostrando el camino y le apunta que “hay que
buscar mejor, hay que estar seguros” (111). Entonces, en un juego de manos,
el hombre sin nombre le obsequia una bombacha negra, con corazoncitos
blancos y la cara de Kitty. La niña se excita. Nuevamente la toma de la mano
y la conduce al probador: “hay que probarla” (111), le indica. A esta altura
de la narración la escritura llega al clímax, al punto de tensión donde todo
puede pasar, incluso consumarse una violación. Sin embargo, él le indica
que ingrese sola. Ella acepta porque “no está bien que te vean en bombacha”
(112) si no es alguien muy conocido (así evoca las palabras que le dijera
la madre), pero el miedo se hace presente en ella, teme salir y que no haya
nadie. Entonces le pregunta el nombre, él no se lo da porque aduce estar
maldito por una mujer y que si lo menciona morirá. La pequeña insiste y
juega diciéndole que puede escribirlo que eso no equivale a pronunciarlo.
Él accede, lo escribe y le pide que no lo lea.
La infanta se prueba la bombacha y experimenta una transformación
definitiva del uso y legibilidad de ese nuevo objeto de consumo y deseo.
Adora ese objeto íntimo y asegura que jamás se lo sacará porque es perfecto
y que si su padre se la pidiera para agitarla por la ventana se la daría para
que ahora sí todos la vean. No es una pequeña bombacha blanca de niña. Es
negra y además no tiene alarma. Eso le aporta a la prenda un doble placer:
la perfección de lo nuevo y la transgresión de poseerla sin pagarla, pero más
aún, quebranta su promesa y lee el nombre del hombre sin suerte. Salen del
centro comercial de la mano y sin pagar. Ella se siente cómplice y jactanciosa:
“para él (el de seguridad) mi hombre sin nombre sería mi papá, y me sentí
orgullosa” (114). Ese orgullo se refuerza con el pronombre posesivo “mi”
ya no es el hombre sin nombre sino “mi hombre” sin nombre.
Cuando salen del shopping, la madre que llevaba la bombacha blanca
colgada y al aire libre en la correa de su cartera, los ve. Se dirige hacia su hija
e inmediatamente le levanta el jumper delante de los policías, del hombre sin
suerte, del padre y de todos quienes estuvieran en la calle. Otra vez el show y
la vergüenza se apoderan de la niña. Lo privado se expone en la esfera de lo
público sin resguardar la intimidad de la menor, que se traga el papelito con
el nombre de él, repitiéndolo muchas veces: “para no olvidármelo nunca”
(114). Se remarca que mientras ocurre esto, la policía detiene al hombre y
le preguntan su nombre. Él se queda en silencio al tiempo que se cruza su
mirada con la de la pequeña, en silencio, mientras su madre le grita al hombre:
“hijo de puta” (114) al ver otra bombacha cubriendo la genitalidad de la niña
reemplazando la blanca y el padre enojado, lo golpea.
86 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
20
En la novela El trabajo (2006) del argentino Aníbal Jarkowski hay una insinuación
de violación que no es narrada sino sugerida a través de prendas íntimas que usaba la
protagonista, Diana, esparcidas en el piso, desgarradas y ensangrentadas, que dan a entender
que se produjo el acto violatorio. La escena de la violación se repone desde lo no dicho.
La bombacha representa la genitalidad femenina rota, violada, ensangrentada doblemente
porque es la prenda íntima que exhibía en un acto teatral, mientras que la blusa y el corpiño
desgarrados funcionan como las metonimias de un cuerpo femenino constituido por el abuso
y por la dominación del mismo como territorio; y finalmente, su desaparición presume el
aniquilamiento y el silencio de Diana. El lenguaje no menciona la violación ni la describe,
sino que narra un cuerpo lastimado y ropas rasgadas. Así, al no nombrar, el lenguaje pone
en tensión la acción y, por lo tanto, manifiesta la duda. Desde lo no dicho –recurso elegido
por el autor– se escenifica una violación cruenta y disciplinadora y de ese modo se acalla la
enunciación de la sexualidad. En lugar de palabras solo hay lágrimas (cita de autora).
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 87
AMORES PERROS
volverse un cuerpo dócil, una piel muerta. Continúa: “además lo que tengo
que decir excede los límites de este mundo normal. Solo yo acepto esta
exageración que ha convertido mi vida en algo especial” (44). Ella vivió la
mejor noche de sexo de su vida, pero resuelve mantenerlo en secreto y pensarlo
como una hiperbolización del deseo y actividad sexuales, compensándolo
con culpabilidad y acusaciones. Al leer estos dos primeros párrafos, una casi
aseguraría que la protagonista fue ferozmente violada. ¿Pero es eso lo que
realmente ocurrió?
“Desearía poder nombrarlo, atribuirle un apellido que lo haga más
cercano, más vulnerable” (44). Esa es la clave que ordena la economía del
texto. Toda gira en torno del nombre, del poder decir, del poder decidir callar,
ocultar, denunciar o explorar la felicidad que le proporciona el libre ejercicio
de la sexualidad. Algo similar le ocurre a la niña del cuento de Schweblin.
La menor queda menos frágil cuando conoce el nombre de ese extraño y
lo engulle después. El nombre le otorga una identidad al desaparecido, al
extranjero, al fugitivo, al innombrable. Le proporciona a la testigo poder
nominar, gritar su nombre, llamarlo para que regrese o para expulsarlo de su
cuerpo. La imposibilidad de hacerlo la torna vulnerable. La deja sin nada, solo
con el recuerdo de esa noche de sexo. La narración condensa las tácticas de
seducción que la protagonista despliega para seducir a su presa. Ella trabaja
en un negocio que canjea revistas pornográficas Playboy, es decir, un negocio
que se sostiene a través del canje y donde no circularía el dinero, pero sí el
deseo de las fotos de mujeres desnudas. Ella lo mira a través del cristal de
ese negocio, siempre desde adentro, en la privacidad del local, en el espacio
cerrado que se asoma a la calle pero que no la puebla. Ella lo compara con
un tipo común, “como un animal” (44) de costumbre que bebe café negro. Le
llama la atención el “bulto” (44) por el que desciende el café, “la manzana de
Adán” (44) que llega justo hasta el punto óptimo de la cabeza, “frontera exacta
para decapitar” (44). Acecha a su futuro botín desde el otro lado del vidrio.
Las escenas sexuales son formuladas como si una cámara de video casera
se instalara en la revistería. Nada sofisticado, sí esperado como las lecturas de
la revista Tony (una revista argentina de historietas con personajes masculinos
muy musculosos y súper dotados de fuerza). Él entra una noche con el cuerpo
mojado, llueve, se queda en el centro del negocio y allí se activa la cámara o
la pluma de Rivero. Es interesante que lo primero que destaca la narradora
es el olor que se desprende del cuerpo de este hombre sin nombre, “olía a
mojado, como los perros callejeros” (45). Nuevamente la comparación de
ese hombre deseado con el perro común, sin nada especial que lo distinga
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 89
más que la calle, el anonimato del lugar, lo común. Es casi inverosímil que
él entre a comprar una Playboy y que ella lo envíe a un negocio dos cuadras
más adelante que sí vende porque aquí solo se intercambian revistas. Aunque
temiendo que él se vaya, le ofrece “una excepción” (45) porque intuye que
debe correr un gran riesgo en el mismo instante en el cual hay que “intentar
saber” (Derrida, El tocar 435). Ella oscila permanentemente entre el deseo
de ser poseída por ese perro al que provoca y el deber ser, y la culpabilidad
de “otorgarle una excepción” (45) porque sabe que tiene que arriesgar, ya que
el riesgo condensa “una forma más del porvenir que solo puede anticiparse
bajo la forma del peligro absoluto. Rompe con la normalidad constituida,
y, por lo tanto, no puede anunciarse, presentarse, sino bajo el aspecto de la
monstruosidad” (Derrida, De la gramatología 10). Y el riesgo es peligrosamente
monstruoso porque es ostentoso su deseo y puesta en escena para cercar a
ese perro sin nombre.
Ella monta una acción performativa de un imaginario sociosexual
canónico y machista para él, a quien percibe como a un actor de un “film
XXX” (46) y “un exceso” (46). Entonces ¿qué es lo monstruoso sino aquello
que está en la opacidad esperando brillar? Es simplemente lo que se exhibe
en esa pose: “Empecé a adoptar poses, poses para él. Me apoyaba en los
mostradores juntando mis pechos para que formaran un tajo oscuro entre
ellos, una cavidad caliente” (46). En cada frase expresada por la protagonista
no caben dudas de que ella ansía devorar al perro y ser devorada por él.
La exhibición que ella crea para él son las diversas poses que representa
igualándose a las poses de las fotografías de las mujeres de la revista Playboy.
Ella desea ser consumida por él, mirada por él, deseada por él. Por eso, imita
esas posiciones esperando su entrada: “yo sabía que una noche él tenía que
entrar a mirar las revistas. Esa espera era una curva creciente. […] Suponía
que él, en algún momento, tendría que pasar por la revistería y me miraría
a través del vidrio” (55).
Cuando él acepta la excepción, ella observa en él “un halo ambiguo de
suciedad y hombría” (46), nuevamente lo abyecto para él, el olor a animal
mojado, ahora consigna lo ambiguo entre el macho animal y la mugre, la
suciedad tan salvajemente atractiva para ella que aún espera el zarpazo.
Mientras él se acerca, ella vislumbra su papada creciente y afirma que con
más kilos y voz ronca sería su Marlon Brando. No solo este hombre podría
representar en sus fantasías al Brando, ya viejo antes de morir, por la papada,
la gordura y la voz áspera, sino que se podría hacer un paralelo con la escena
de la violación al personaje que interpreta la actriz María Schneider en el film
90 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
“El último tango en París” (1972) filmado por Bernardo Bertolucci21. En este
cuento, la acción se revierte, la protagonista desea ser penetrada y goza, no
llora ni se siente humillada, sino que al que le hizo le excepción de cobrarle
una revista Playboy en veinte dólares, en lugar de canjearla, lo ridiculiza al
punto de no darle identidad, de no denunciarlo y de dejarlo en el anonimato.
Todo esto a pesar de sentir que esa no identidad del personaje le hace más
pesada la carga de sentirse plena y culposa al mismo tiempo porque, como
señala Bauman, es muy difícil desear una relación “ligera y laxa” (12) sin
deshacerse de ella luego sin “prejuicios y cargos de conciencia” (13). No
olvidemos que en el mundo de la protagonista, como vendedora de revistas de
mujeres que obsequian fantasías para hombres (aunque eso no es excluyente),
ella también fantasea y mezcla el deseo desde la complejidad que tensionan
la realidad y la ficción dentro del mismo dispositivo ficcional del cuento.
Ella le da las revistas, se larga a llover “con furia” y le ve una mirada
“amarilla”. Él le pide que cierre el negocio porque se cortará la luz ya que esa
“lluvia no es ingenua” (47). Ella le replica que cierran a las diez de la noche
y él le advierte que hay algunos violadores de mujeres por la zona: “¿acaso
deseas eso? (47). La luz finalmente se corta, las revistas por las que pagó se
caen al piso y cuando él se agacha, ella otra vez lo olfatea y siente “su aliento
a humo” (48). Mientras la posee con fuerza sobre el mostrador tal como ella
imaginó, él por primera vez le susurra: “puedo olerte” (48) y se mezclan en
fluidos: “perro mojado”, “sudor de hombre”, “mis pechos como si de ellos
fuera a mamar una leche diabólica”, “cueva ácida de mi entrepierna”, “sentí
su saliva, yo agua, yo licor” (48). A medida de que el cuerpo de él se encorva
y ruge, cobra otra forma más animal y, al penetrarla bruscamente, le susurra:
“Loba”. Luego dice que en el piso la “embistió” y la penetró “untándola” y
“arremetió” con furia brutal. Ella lloró. Esta parte de la escena final, que ella
no previó es la que la descoloca y la hace gemir de dolor. Sin duda se lee una
correspondencia con la escena denominada “de la manteca” de “El último
tango en París” y es allí donde se juega con el denunciar o no. En tiempos
de feminismos donde se escucha en las calles de América Latina el “yo te
creo hermana” mexicana, ¿qué sucede cuando una mujer denuncia a pesar
21
En el año 2007 la actriz denuncia en el Daily Mail que la aclamada escena más
erótica del mundo del cine es en realidad una violación. En el 2013, Bertolucci, en un brindis
para la revista Playboy, recalcó la complicidad con Brando, que ya había muerto igual que
María Schneider, y aseveró que no se arrepentía de haber hecho esa obra de arte. Es decir,
admitió la violación en plena fiesta Playboy y no hubo puniciones. En el 2016 lo reafirmó.
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 91
22
En el mismo libro puede leerse el cuento “Lili llorando” como contracara de este,
donde la adolescente denuncia la violación y el policía la maltrata al punto tal de poner en
duda su palabra e incluso dudando de su posible placer.
92 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
HONGOS AMOROSOS
23
Micro-bíos y micro-zoe: cuando me refiero a bios y zoe hago alusión a los términos
utilizados por Gabriel Giorgi (24) en su relectura de Giogio Agamben. El bios consigna la vida
misma y la zoe encarna la abyección. Y el agregado del “micro” es porque estoy trabajando
con la intimidad de un personaje y la relación de sus afectos y mundos abiertos.
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 93
24
Para Deleuze y Guattari el concepto “devenir animal” no es una simple transformación
sino un cambio en una deconstrucción del sujeto que deviene en algo más impersonal, en algo
que imposibilita la comunicación plena. Es decir, el devenir es una mutación que se intensifica
en líneas de fuga donde el devenir genera la desterritorialización de las rigideces molares
(216).
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 95
Aparece solo una parte del cuerpo en primer plano como una frontera
fragmentada y en movimiento continuo que nos hace pensar en un cuerpo
fraccionado como una cartografía de zonas intensificadas en segmentos de
interés. El dolor, la herida y la ausencia o abandono facilitan la salida del
encierro y esa sacrificialidad parece ser la única forma de mutación y apertura
donde incluso encuentra el placer.
El cuerpo es sensible a heridas que si se abren permitirían una posible
cura. De este modo, puede ser reconstruido, deconstruido o modificado, según
la necesidad de la protagonista. A su vez, Laval la sigue en esta ausencia/
presencia de lo abyecto: “recibí este mensaje en mi correo electrónico: mi
hongo no desea más que una cosa: volver a verte” (236), así Laval le informa
a la protagonista que desea reanudar el vínculo, desdoblándose y otorgándole
cierta autonomía deseante al pene con micosis. Inmediatamente retoman la
relación. Cabe destacar que ella estaba separada y vivía sola, recluida en su
casa intentando decodificar la micosis. Leía acerca de los hongos y descubrió
que “el aferramiento a la vida y al ser parasitado no pueden sino acercarlos
a nosotros” (236). Entonces, ¿su vida con Laval qué era? O, mejor dicho,
¿cómo se vislumbra? ¿como una unión parasitaria? ¿como una dependencia
que es imposible de escindir? Prosigue: “Concluí que con las emociones
ocurre algo semejante: muy distintos tipos de sentimientos (a menudo
simbióticos) se definen con la palabra «amor». Los enamoramientos muchas
veces nacen también de forma imprevista, por generación espontánea” (237).
96 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
Ella acepta quedarse con los hongos sabiendo que son parásitos a los que
hay que imponerles un límite:
CONCLUSIÓN
adoptó para atraer el sujeto que finalmente la viola. Lo que ella cuestiona
es que nadie va a creer en su palabra sino que se volverá todo en contra de
ella: “las respuestas que podría dar en el caso de una denuncia, retornarían a
mí en una certera acusación” (54). Entonces calla en lugar de pasar por una
segunda posible humillación al no ser creída su enunciación.
En “Hongos”, una mujer inteligente en plenitud sucumbe a una relación
clandestina primero y parasitoclandestina, después que la deja a la intemperie,
en un baldío solitario. La vinculación micótica la destruye, dejándola atrapada
en una micro-zoe inmunitaria y abyecta. Es decir, permanece expulsada fuera
de lo pensable; cambiada, extranjera en su propia piel, extraña y extrañada,
casi deshumanizada, invisible a ese mismo régimen visual al que somete a su
vagina cada vez que acaricia a los hongos. Ella se torna un contorno baldío.
Lo que exhiben estos cuentos son palabras y expresiones incómodas.
Quizás intimidades vergonzosas por el estigma que puedan generar los
episodios anómalos o extraños que a veces les suceden a algunos personajes.
Los miedos, las soledades y los abandonos en estas sociedades desbordadas y
líquidas –donde “conectarse y desconectarse de la red implica asumir riesgos”
(Bauman 12)– producen en estas mujeres o niñas una cicatriz opaca y dolorosa
que las deja atrapadas en una comunidad agobiante. Por eso, cada una a su
manera se evade de la realidad y huye de los otros para acabar en la muerte o
en un encierro eterno. De este modo, la escritura muestra realidades dolorosas
y abyectas, así como representaciones normalmente excluidas y silenciadas en
la literatura. Estos cuentos se centran en las carencias sexoafectivas y sitúan
la materialidad de la carne, aquello mutante, monstruoso, híbrido, incómodo,
desviado, raro, enfermo, animal. Pero también las pasiones y deseos en un
primerísimo primer plano que deja al desnudo la fragilidad de los cuerpos
en tiempos de amores líquidos y disueltos.
Las protagonistas acaban solas, aisladas en un espacio de la casa, en
una privacidad autoimpuesta, quizás porque el afuera se torna insostenible.
Recordemos que la soledad o el cautiverio impuesto a las mujeres desde lo
literario representa un orden hegemónico político y vertical que evidencia un
sistema opresivo del que puede escaparse a través de ciertas líneas de fuga,
solo por momentos. Ellas finalizan recluidas en sus pieles abiertas, rajadas,
heridas, estalladas, agujereadas, exhibidas, penetradas con una enorme
cicatriz que les perfora hasta los huesos. Parecen fenecer en una intemperie
maleable, de fronteras indefinidas y fluidas; sin embargo, en esta red de
novísimas escritoras latinoamericanas pareciera haber un punto de salida,
una línea de fuga que se repite en las narrativas y que se teje –una trama
La fragilidad de las fronteras corporales en la literatura latinoamericana del siglo XXI 99
invisible– mediante una red tentacular donde cada personaje deviene “humus”
(Haraway, Staying with 32). En los cuentos analizados, las protagonistas
descubren una forma de vincularse con ellas mismas y con ese afuera, sin
por ello quedar exceptuadas de percibir la fragilidad de cuerpos y pieles, la
sensibilidad de los afectos inermes y la presencia aplastante del dolor en las
políticas biocorporales (Ahmed, La política cultural 54).
Me gustaría concluir en este lineamiento con las palabras de Nancy
respecto de las pieles y de los cuerpos del dolor: “La piel toca y se hace tocar.
La piel acaricia y halaga, se lastima, se despelleja, se rasca. Es irritable y
excitable. Toma el sol, el frío y el calor, el viento, la lluvia, inscribe marcas
del adentro –arrugas, granos, verrugas, excoriaciones– y marcas del afuera,
a veces las mismas o aun grietas, cicatrices, quemaduras, cortes” (Nancy,
58 indicios 25).
Las cicatrices en la piel funcionan como recordatorio de algo que se encarga
de extinguir la ausencia de aquello que falta y naturaliza lo monstruoso de la
huella y el cuerpo roto, una marca no luminosa da cuenta de la transformación
o de exterminio. Cada herida en estos relatos es necesaria para narrar una
tensión que va in crescendo y que no se resuelve nunca en la liquidez de las
redes tentaculares.
BIBLIOGRAFÍA
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Adriana Hidalgo, 2017.
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PUEG/UNAM, 2004.
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100 Revista Chilena de Literatura Nº 101, 2020
RESUMEN / ABSTRACT
Hablar de “sujetos nómades” para referirse a las generaciones de escritoras del nuevo milenio,
ya resulta insuficiente. Estamos ante subjetividades y cuerpos acostumbrados a atravesar
diversos tipos de fronteras: físicas, lingüísticas, de géneros discursivos. El desafío actual
parece ser la tentación de habitar las fronteras y de establecer ahí un “hogar en la encrucijada”
(Bauman). En ese juego de articulación de los lugares fronterizos, una serie de escritoras
argentinas exhiben otras formas de concebir el espacio, hacia una cartografía hecha de los
restos coleccionados por el paso de lugares ajenos entre sí; una temporalidad concebida como
un collage de husos horarios; un lenguaje perdido en las traducciones. En este trabajo serán
abordadas tres obras: En el hotel cápsula (2017) de Lucía Puenzo, Algún lugar (2017) de
Paloma Vidal y V (2017) de Mariana Docampo.
Referring to the generation of writers of the new millennium as “nomadic subjects”, it has
become already insufficient. Bodies and subjectivities are used to overstep different types of
boundaries: physical, linguistic, discursive genres. The current challenge for these writers
seems to be not the desire to cross borders, as the temptation of inhabiting them, establishing
a “home on the crossroads” (Bauman). In this game of the articulation of these boundaries, a
group of three Argentine writers, show us in their writings a contemporary way of conceiving
space, as a collage of different places that don’t belong to each other; temporality is conceived
as an assembly of time zones; language, as lost in translations. Three works will be addressed:
En el hotel cápsula (2017) by Lucía Puenzo, Algún lugar (2017) by Paloma Vidal and V
(2017) by Mariana Docampo.
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Intentar hacer una cartografía en torno de la literatura del presente, más allá
del campo en el que decidamos concentrarnos, se ha vuelto una empresa tan
quimérica como tentadora. ¿Por dónde empezar a trazar los ejes o los puntos
nodales desde los cuales dibujar algo así como un mapa? En lo que concierne
a la literatura argentina actual, sobran ejemplos que podrían llegar a ser
representativos de la temática propuesta por este dossier en torno a las escritoras
latinoamericanas de comienzos de este mileno. Para este trabajo optamos por
tres autoras que han desplegado obras muy diferentes y, sin embargo, tienen
los pies bien plantados en ciertas preocupaciones que atraviesan los debates
de lo contemporáneo. Lo primero que se percibe como un rasgo en común
es la conciencia en ellas de producir obras en un mundo intercontectado, al
que solemos llamar global o mundializado, en donde las comunicaciones y
las traslaciones en el espacio se han facilitado o incrementado hasta generar
un determinado modo de ciudadanía que no se siente encorsetada por las
fronteras nacionales. Sabemos que este tipo de delimitaciones aún condiciona
la existencia de todo sujeto en la actualidad, dando lugar a ciudadanías
de distintas clases, así como a la figura del desclasado1. Sin embargo, la
posibilidad de viajar y de moverse por el planeta aparece como una de las
marcas indiscutibles en sus obras, tematizadas desde posiciones variadas.
Vamos a abordar a tres autoras de la misma franja generacional: Lucía
Puenzo, nacida en 1976, Paloma Vidal, en 1975 y Mariana Docampo, en
1973. Las tres han escrito textos literarios, sobre todo novelas y cuentos.
1
Esta certeza reviste una de las preocupaciones centrales de Bauman quien, al pensar
la globalización, constata los modos en que se estratifica la sociedad de consumo o posmoderna.
La movilidad, su mayor o menor grado de posibilidad, es lo que produce las escalas actuales
de estratificación entre quienes tienen la libertad de moverse (los globalmente móviles) y lo
que se ven obligados a ello, o a moverse en condiciones que no desean ni eligen (localmente
sujetos). A eso se suman los sistemas de fronteras y visados. Esta distinción le permite hablar
de dos paradigmas en relación con las vivencias de la movilidad: los turistas y los vagabundos
(La globalización 103-133).
Mujeres imaginando nuevas cartografías en la Argentina del postmilenio 105
Aunque una de las características a tener en cuenta son los modos en que, a
partir de la escritura, sus trabajos van desdibujando las fronteras genéricas o
de los campos artísticos, como se verá en los ejemplos que serán analizados a
continuación. En ese sentido es que la escritura literaria no es el único terreno
al que ciñen sus obras. Recurriendo al concepto de “modernidad líquida” que
propone Zygmunt Bauman, se puede decir que para estas escritoras ya no se
hace viable un modelo de escritura que siga los parámetros de lo “pesado”
o del hardware. Delimitar una frontera deja de ser una “obsesión” 2, y la
“técnica de poder” a la que se apunta es la de “la huida, el escurrimiento,
la elisión, la capacidad de evitar” (Bauman, Modernidad líquida 17); estas
escritoras buscan allí la potencia.
Lucía Puenzo es, además de escritora, guionista y directora de cine. Por
momentos, incluso, parece ser mejor conocida ante un público amplio por
sus películas más que por sus novelas. Paloma Vidal además de escritora y
profesora universitaria, es editora de la revista digital bilingüe Sala Grumo
e incursiona en el terreno de la performance. Mariana Docampo también
ha realizado labores como editora, como guionista de cine, pero además
baila tango y dirige una milonga queer. El hecho de publicar novelas parece
funcionar como un núcleo que atrae por su fuerza centrípeta la legitimidad
de la producción de estas autoras. Esto las convierte en escritoras, lo cual
sigue teniendo su peso en el campo cultural. Pero lo que interesa de sus
textos para el siguiente análisis no es tanto ver posibles contaminaciones o
préstamos entre la textualidad y las otras variantes de la expresión artística,
sino pensar cómo es que se mueven estas subjetividades del presente, sus
rutas, así como los espacios de permanencia. En realidad, estas escrituras
parecen más a gusto habitando la frontera, lo cual no quiere decir que estén
del todo cómodas en ella. Lo cierto es que hay un deseo de merodear por
los “espacios vacíos”, que Bauman define como lugares a los que no se les
adscribe ningún sentido, sobrantes luego del mapeo mental y que no han
sido cartografiados (112).
Un caso particular en este grupo es el que representa Paloma Vidal.
Técnicamente, ella no es una autora “argentina”. ¿Por qué incluirla entonces?
2
Más adelante, Bauman reforzará este término de manera contundente en un crescendo
significativo: “El territorio fue una de las mayores obsesiones modernas, su adquisición fue
una de sus mayores compulsiones y la protección de las fronteras llegó a convertirse en una
de las adicciones modernas más ubicuas, inflexibles y permanentes” (122, las cursivas me
pertenecen).
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3
En su artículo “Narrativas da diáspora feminina contemporánea”, las autoras hacen
notar que Vidal no se hizo nacionalizar brasileña a pesar de vivir en Brasil desde los dos años,
con lo que se subraya esta elección de transitar por dos culturas diversas (Correia Muzi et al.
440).
4
Consigno aquí mi agradecimiento a Paloma Vidal que me hizo llegar su novela
Algún lugar a través de su amigo y traductor Mario Cámara, que ofició de “mensajero”.
5
Como es sabido, un ejemplo actual muy reconocido es el de la escritora Laura
Alcoba (nacida en 1968) que vive en Francia desde los diez años, lugar al que se exilió con su
familia y, por lo tanto, escribe sus novelas en francés, para luego ser traducidas al castellano.
6
Ilse Logie, al encarar este tema, sostiene que la reflexión en torno de la lengua que
hace Paloma Vidal apunta a pensar ese núcleo común entre emigración y memoria, a partir del
cual se recuerda el pasado para vislumbrar o imaginar un futuro. El bilingüismo contribuye
a esta condición de identidad ambivalente, asumida por la narradora como discontinua y
compleja. Siganevich, por su parte, piensa a Vidal dentro de un grupo junto con las escritoras
Lina Meruane y Cynthia Rimsky con quienes comparte tanto la generación, como el hecho
de ser viajeras de la mundialización. Las tres coinciden en recorrer mediante la escritura un
territorio imaginario con el fin de recuperar retazos de las lenguas familiares, en un movimiento
de búsqueda de los orígenes. Tanto Logie como Siganevich centran su análisis en Más al sur
(2008). La vinculación entre migración y memoria, así como exilio y errancia está trabajado
en Algún lugar a partir de autores postcoloniales como Edward Said por Correia Muzi et al.
Mujeres imaginando nuevas cartografías en la Argentina del postmilenio 107
7
Para un desarrollo pormenorizado de este tema, véase Punte, Topografías del
estallido 69-82.
8
Mariana Docampo es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires.
Publicó cuentos y novelas. Su novela El Molino (Bajo la luna, 2007) ganó el segundo premio
del Fondo Nacional de las Artes. Desde el 2011 dirige la colección Las antiguas de la editorial
Buena Vista, que se dedica a la publicación de las primeras escritoras argentinas. Es la
fundadora del espacio Tango Queer y una de las organizadoras del Festival Internacional de
Tango Queer en Buenos Aires. Es coguionista del largometraje Marilyn (Martín Rodríguez
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Redondo, 2018) y coautora junto con Guillermo Gasió del libro de entrevistas Sara Facio.
La foto como la pasión (Planeta, 2016).
Mujeres imaginando nuevas cartografías en la Argentina del postmilenio 109
El caso de esta autora es muy particular, porque Lucía Puenzo dirige películas
de cine además de escribir guiones cinematográficos y novelas9. Entre sus
obras más sobresalientes se incluyen tres largometrajes de notable recepción
internacional, más seis novelas. A estas se suma un volumen, En el hotel
cápsula, con tres textos que podrían ser definidos como crónicas, pero que
también pueden ser leídos como si fueran cuentos. Estos relatos oscilan entre
un pacto de tipo autoficcional, de innegable verosimilitud, y un elemento
ficticio, que transita siempre por los textos de la autora. La consecuencia de
esa oscilación es que el lector se ve obligado a replantearse qué es lo que
entiende por realismo, algo que reaparece en su última novela, Los invisibles.
Para decirlo de otra manera, las novelas de Puenzo parecen realistas, pero en
algún punto la mirada lectora sospecha que la narración de los hechos que está
leyendo participa de otro tipo de lógica que pone en vilo el supuesto realismo
narrativo del texto10. Funciona como una forma de contaminación entre un
lenguaje que se presenta como transparente, y una estética que proviene de
otro lado. Específicamente, de los medios masivos de comunicación: cine,
televisión, historietas.
Por otro lado, el hecho de que Lucía Puenzo se encuentre inmersa en
el mundo del cine o la televisión no se traslada de manera mecánica a sus
9
Lucía Puenzo es egresada de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización
Cinematográfica (ENERC), también estudió Letras en la UBA. El primer largometraje que
dirigió, XXY (2007), obtuvo más de veinte premios internacionales. Es coguionista del
documental (H) Historias cotidianas (Andrés Habegger, 2000), de los largometrajes La puta
y la ballena (Luis Puenzo, 2003), A través de tus ojos (Rodrigo Fürth, 2006), El faro de las
orcas (Gerardo Olivares, 2016); directora de los cortos Los invisibles (2008), Más adelante
(2009) y de la serie para televisión Cromo (2015). Lleva publicadas seis novelas y un libro
de relatos.
10
El tema del realismo en Puenzo es analizado por Carina González, quien estudia
cómo en su narrativa se producen nuevos usos del realismo. Mediante la entrada de la oralidad,
Puenzo introduce una forma de extrañamiento o de “deformación” de la materia narrativa
que produce que el realismo se vea afectado, aunque no abandonado por completo. En gran
medida, son los medios masivos los que proponen estrategias y convenciones genéricas que
Puenzo traslada a la escritura como se ve, por ejemplo, en los manejos de las velocidades para
la trama, así como los procedimientos en relación con el verosímil. En la escritura de Puenzo,
según González, conviven un cierto giro documental, un ojo etnográfico orientado hacia lo
popular, y una obsesión por mostrar determinadas “marcas generacionales” (194-198).
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11
El cine nunca aparece tematizado en sus obras previas, ni en las novelas ni en las
películas. Eso no quiere decir que ellas no estén impregnadas y atravesadas por la estética
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cinematográfica, bajo la forma de los géneros que cita de manera más o menos velada, desde
el policial hasta el melodrama.
12
Son los dos casos en la obra de Puenzo en donde adquiere protagonismo un sujeto
trans o intersexual. En los dos casos se aborda el deseo de superar el binarismo masculino/
femenino, sea mediante una nueva performance de género, como en el caso de Tai (Tiano), el
hijo del embajador, o de Alex, el intersexual protagonista de la película XXY, que plantea la
libertad de elegir una posible definición sexual. Tai es el nombre que adopta esta chica trans
de dieciocho años y que se encuentra transicionando. Por momentos se presenta todavía como
Tiano.
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