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VACUNAS.
MATERIA: INMUNOLOGÍA.
NOMBRE DEL PROFESOR:
MG, EDWIN DARÍO VELÁSQUEZ ZAMBRANO.
ALUMNO:
CHRISTIAN ALEXIS MAZA QUIZHPI.
TERCERO: “C”.
Conocer que las vacunas se entienden como productos biológicos diseñados para crear protección
frente a una determinada enfermedad estimulando la formación de una respuesta del sistema
inmune, basada en células y anticuerpos capaces de prevenir la infección. El método más habitual
para aplicar las vacunas es la inyección, aunque algunas se administran por vía oral, como la
vacuna contra rotavirus, y más recientemente por vía nasal como ciertas formulaciones contra la
influenza.
Saber para qué sirve la aplicación o administración de las vacunas en el sistema inmunitario ya
que el sistema inmune reacciona como si estuviera en presencia de la enfermedad y desarrolla
defensas efectivas para combatir y la respuesta inmunológica funcione a plenitud, deberemos
saber que la vacuna debe ser colocada oportunamente, antes de que se produzca la exposición a
los microorganismos y se produzca una infección.
También podremos decir que las vacunas tienen un rol importante en la inmunización y es que
controla la transmisión de las infecciones, eliminación de la enfermedad y eventualmente, la
erradicación de los virus o bacterias que causan enfermedades infecciosas en las personas y en los
animales.
MARCO TEORICO.
La primera vacuna fue descubierta por el médico inglés Edward Jenner en 1798, éste descubrió
que, al utilizar el virus de la viruela de las vacas en los humanos, éstos quedaban inmunizados
frente a la viruela humana. Es por eso que el término vacuna proviene del latín vaccinus, que es
perteneciente o relativo a las vacas, de vacca (vaca). El método de Jenner se conoce como vacuna,
y como tal su descubridor será reconocido en todo el mundo como el padre de la vacunación.
El propósito de las vacunas consiste en estimular los mecanismos naturales de defensas de los
organismos para que produzcan anticuerpos contra un germen en particular. En caso de que un
organismo como los animales vacunados sea atacada por un germen o virus, el cuerpo está
preparado para hacerle frente. Los riesgos son menores, puesto que la cantidad de gérmenes usados
en la vacuna y el tiempo de exposición están cuidadosamente controlados. Gracias a la
inmunización por medio de la vacunación se ha logrado erradicar enfermedades como viruela, la
poliomielitis, hepatitis, etc. Por lo general, una vacuna proporciona protección para el resto de la
vida. (González, 2020)
Hay dos métodos básicos por los que cualquier animal puede ser inmunizado frente a una
enfermedad infecciosa: inmunización pasiva y activa. La inmunidad pasiva crea inmunidad
Transmitido temporalmente por anticuerpos de animales resistentes a animales susceptibles. esta
transferencia los anticuerpos pasivos brindan protección inmediatamente, pero cuando se
catabolizan, esta inmunidad se desvanece con el tiempo y los receptores recaen fácilmente
volviendo a ser susceptibles.
INMUNIZACIÓN PASIVA.
Los antisueros generados de este modo se denominan inmunoglobulinas, producidas por caballos
jóvenes, Las toxinas de los clostridios son proteínas que pueden ser desnaturalizadas, eliminando
su toxicidad mediante un tratamiento con formaldehído, denominándose toxoides, los caballos
donantes se inoculan primero con toxoides, pero una vez que se producen los anticuerpos, las
siguientes inyecciones pueden contener toxinas purificadas. El plasma se separa de la sangre, y la
fracción de globulinas que contiene los anticuerpos se concentra. (Tizard, 2009)
La inmunoglobulina tetánica se administra a los animales que requieren protección inmediata
contra el tétanos. Al menos se deben aplicar 1.500 UI de inmunoglobulina a los caballos y bóvidos;
500 UI a los terneros, ovejas, cabras y cerdos; y 250 UI a los perros. La cantidad exacta varía
según la extensión del daño tisular, el grado de contaminación de la herida y el tiempo transcurrido
tras la lesión. La inmunoglobulina tetánica es de poca utilidad una vez que la toxina se ha unido a
su receptor específico y aparecen los signos clínicos.
INMUNIZACIÓN ACTIVA.
La inmunización activa tiene varias ventajas sobre la inmunización pasiva, incluida la protección y
la memoria duraderas, así como la estimulación de esta respuesta protectora mediante inyecciones
repetidas de antígeno o exposición a la infección. Esta inmunidad debería conferirse tanto al
animal inmunizado como al feto, en el caso de gestación, y la vacuna debería estar libre de efectos
secundarios adversos. La vacuna ideal debería ser barata, estable y adaptable a la vacunación en
masa, y debería estimular una respuesta inmune distinguible de la resultante de una infección
natural, la inmunización y la erradicación simultáneas. (Tizard, 2009)
Además de los requisitos anteriores, una vacuna eficaz también debe poseer otras propiedades
esenciales: en primer lugar, debe liberar el antígeno de manera eficiente para que pueda ser
procesado por las células presentadoras de antígenos y secretar las citoquinas apropiadas; en
segundo lugar, debe estimular tanto a los linfocitos B como a los T para que produzcan células de
memoria en grandes cantidades; y tercero, las células T auxiliares y las células efectoras deben
estimularse contra diferentes epítopos de vacunas para reducir las diferencias interindividuales en
los polimorfismos de clase II del complejo principal de histocompatibilidad (MHC) y las
propiedades de los epítopos. Finalmente, el antígeno debe ser capaz de estimular las células de
memoria para que la protección sea lo más duradera posible. (Tizard, 2009)
Las vacunas vivas modificadas infectan a las células del hospedador, que sufren la replicación
vírica, procesando los antígenos endógenos. De esta manera, los virus vivos estimulan una
respuesta Th1 dominada por los linfocitos citotóxicos CD8+.
La replicación vírica puede ser peligrosa, porque los virus vacunales pueden causar la enfermedad
o una infección persistente (llamada virulencia residual). Por el contrario, los organismos
inactivados actúan como antígenos endógenos y normalmente estimulan respuestas dominadas por
los linfocitos CD4+ del tipo Th2. Esta puede no ser la respuesta más apropiada para algunos
microorganismos, pero es más segura.
También parece que las células dendríticas responden de manera diferente a las bacterias vivas e
inactivadas. Los microorganismos vivos (p. ej., Salmonella) inducen una mayor regulación positiva
de CD40, CD86, interleuquina- 6 (IL-6), IL-12 y el factor estimulador de colonias de granulocito-
macrófago, a la que inducen los organismos inactivados, lo cual sugiere que las células dendríticas
siguen diferentes rutas de maduración tras la exposición a bacterias vivas o inactivadas.
Las ventajas y desventajas prácticas de las vacunas que contienen organismos vivos o inactivados
se reflejan bien en las vacunas disponibles frente a Brucella abortus en el ganado bovino. B.
abortus produce abortos en los bóvidos, y la vacunación se ha empleado históricamente para
controlar la enfermedad. Las infecciones por Brucella se controlan mejor mediante una respuesta
inmune mediada por células, siendo necesaria una vacuna integrada por una cepa avirulenta viva
de B. abortus. (Tizard, 2009)
Las antiguas vacunas de Brucella, especialmente la vacuna formada por la cepa 19, generaban una
inmunidad que duraba toda la vida de las vacas, impidiendo los abortos. Por desgracia, esta vacuna
de la cepa 19 también causaba reacciones sistémicas: tumefacción en el lugar de inyección, fiebre
alta, anorexia, apatía, y un descenso en la producción de leche. La cepa 19 podía causar abortos en
vacas gestantes, orquitis en los toros, y fiebre ondulante en los seres humanos. Para erradicar la
brucelosis se emplean tradicionalmente pruebas serológicas para identificar a los animales
infectados, y la cepa19 generaba una respuesta de anticuerpos difícil de distinguir de una infección
natural.
En general, las vacunas que contienen microorganismos vivos tienden a inducir una inmunidad
más fuerte y de tipo Th1, respecto a las vacunas formadas por microorganismos inactivados. Una
razón para este hecho es que las vacunas de virus vivos pueden invadir las células del hospedador e
inducir la producción del interferón, de manera que confieren una protección rápida en los
animales susceptibles. Las vacunas inactivadas estimulan más bien una respuesta de tipo Th2. Para
muchos microorganismos, especialmente en el caso de virus, la respuesta Th1 sería más apropiada.
INACTIVACIÓN.
La Antigenicidad de microorganismos inactivados para usarse como vacuna, debe parecerse lo más
posible a un organismo vivo. Por lo tanto, los métodos de inactivación que provocan cambios
significativos en la estructura del antígeno debido a la desnaturalización de la proteína suelen ser
insatisfactorios. Si se utilizan productos químicos, estos no deben alterar los antígenos
responsables de estimular la inmunidad protectora. Uno de esos químicos es el formaldehído, que
forma enlaces cruzados en proteínas y ácidos nucleicos, dándoles rigidez estructural.
El tratamiento con acetona o alcohol también puede desnaturalizar fácilmente las proteínas. Los
agentes alquilantes que se unen a las cadenas de ácido nucleico también se pueden usar para
inactivar microorganismos porque dejan intactas las proteínas de su superficie y no interfieren con
su antigenicidad. Los ejemplos de agentes alquilantes incluyen óxido de etileno, etilenimina,
acetiletilenimina y beta-propiolactona, todos los cuales se han usado en vacunas veterinarias.
Muchas vacunas eficaces que contienen bacterias inactivadas (bacterias) o toxinas inactivadas
(toxoides) pueden prepararse con relativa facilidad utilizando estos reactivos. Algunas bacterias
pueden contener una mezcla de estos componentes. Por ejemplo, algunas vacunas contra M.
haemolytica contienen bacterias inactivadas y leucotoxina bacteriana inactivada. (Tizard, 2009)
ATENUACIÓN.
Los microorganismos tóxicos vivos no suelen utilizarse en las vacunas y deben reducirse en
virulencia para que, aunque estén vivos, no puedan causar enfermedades. El proceso de reducción
de la virulencia se denomina atenuación. El nivel de atenuación es fundamental para el éxito de la
vacuna, ya que una atenuación baja conservará la virulencia y la patogenicidad residuales en el
cuerpo, mientras que el exceso generará la atenuación daría como resultado una vacuna ineficaz.
Por lo general, se asocian con la adaptación de los organismos para crecer en condiciones
inusuales, de modo que pierden su idoneidad para hospedadores normales. Por ejemplo, una cepa
de Mycobacterium bovis BCG (BCG) se volvió avirulenta mediante cultivo en medio saturado de
bilis durante 13 años. Una cepa de Bacillus anthracis comúnmente utilizada en las vacunas se
debilita al crecer en agar suero al 50 % en una atmósfera enriquecida con CO2, lo que hace que no
pueda formar cápsulas. (Tizard, 2009)
El método más empleado para la atenuación vírica ha sido el del crecimiento prolongado en cultivo
tisular. Es habitual cultivar células de las especies que van a ser vacunadas para reducir los efectos
secundarios resultantes de la administración de tejidos extraños. la atenuación del virus se lleva a
cabo mediante el cultivo del microorganismo en células a las cuales no está adaptado. Por ejemplo,
el virus virulento del moquillo canino ataca preferentemente a las células linfoides, por lo que, con
fines vacunales, el virus se cultiva repetidamente en células de riñón canino, ocasionando así la
pérdida de su virulencia. (Tizard, 2009)
EL EMPLEO DE VACUNAS.
Las vacunas y los procedimientos de vacunación continúan evolucionando a medida que se intenta
mejorar su eficacia y seguridad. Al inicio muchas vacunas tenían una eficacia limitada e inducían
graves efectos secundarios, aunque estos efectos se consideraban aceptables cuando se comparaban
con los riesgos de contraer la enfermedad. Los protocolos de vacunación desarrollados reflejaban
la corta duración de la inmunidad inducida por estas vacunas. (González, 2020)
Los avances en el diseño y en la producción de vacunas han traído como consecuencia grandes
mejoras en la seguridad y eficacia. Estas mejoras han hecho reconsiderar los riesgos relativos y los
beneficios de su empleo, modificando los protocolos de vacunación.
ADMINISTRACIÓN DE VACUNAS.
La mayoría de las vacunas se administran por inyección, lo que debe hacerse con cuidado, teniendo
en cuenta la anatomía del animal. Por lo tanto, se debe tener cuidado de no lesionar o infectar a los
animales con agujas limpias y afiladas. Las agujas sucias o desafiladas pueden causar daño al
tejido e infección en el lugar de la inyección.
La piel en el lugar de la inyección debe estar limpia y seca, pero se debe evitar el uso excesivo de
alcohol. Las vacunas vienen en dosis estándar y no deben dividirse por tamaño de animal, ya que
las vacunas no están formuladas por peso o edad. Debe estar presente una cantidad suficiente de
antígeno para estimular las células del sistema inmunitario y obtener una respuesta de ellas,
independientemente del tamaño del cuerpo.
Sin embargo, otras enfermedades, la inmunidad sistémica es menos importante que la inmunidad
local y la vacunación en el sitio de invasión potencial puede ser más apropiada. Por lo tanto, las
vacunas intranasales pueden usarse para la mayoría de las infecciones en animales domésticos:
rinotraqueítis en bovinos; infección estreptocócica equina; rinotraqueítis, Bordetella
bronchiseptica, infección por coronavirus y calicivirus en gatos; Virus parainfluenza y Bordetella y
bronquitis infecciosa y enfermedad de Newcastle en pollos. (Tizard, 2009)
Cuando se vacunan grandes colectividades de animales, deben emplearse otros métodos, como la
aplicación de vacunas en aerosoles, que permiten su inhalación por todos los animales de un grupo.
Esta técnica se emplea en granjas de visones para la vacunación contra el moquillo canino y la
enteritis del visón, y en pollos contra la enfermedad de Newcastle.
Por conveniencia, se ha vuelto común usar mezclas de microorganismos en una sola vacuna. Por
ejemplo, hay vacunas disponibles para enfermedades respiratorias en ganado que contienen
rinotraqueítis bovina (BHV-1), diarrea viral bovina (BVD), virus de parainfluenza 3 (P13) e
incluso virus hemolítico de Mannheimia.
En perros se pueden administrar vacunas que contienen todos los microorganismos siguientes:
virus del moquillo canino, adenovirus canino-1, adenovirus canino-2, parvovirus canino-2, virus de
la parainfluenza canina, bacterina de leptospira y virus de la rabia. Estas mezclas suponen un
ahorro considerable de tiempo y esfuerzo, protegiendo a los animales frente a varios agentes
infecciosos simultáneamente. (Tizard, 2009)
Cuando se inoculan simultáneamente diferentes antígenos de una mezcla, se produce una
competición entre los antígenos. Los fabricantes de vacunas de antígenos múltiples (vacunas
multivalentes) tienen esto en cuenta y modifican las mezclas según este principio. Las vacunas
nunca deberían mezclarse indiscriminadamente, ya que un componente puede dominar en la
mezcla o interferir con la respuesta al resto de los componentes.
CALENDARIOS DE VACUNACIÓN.
SERIES INICIALES.
Los anticuerpos maternos protegen pasivamente a los recién nacidos y, por lo general, no es
posible vacunar con éxito a los animales muy jóvenes. Si se considera necesaria la estimulación
inmunológica en esta etapa, se puede vacunar a la madre en el momento adecuado al final del
embarazo para que los niveles de anticuerpos estén en su punto máximo cuando se forma el
calostro. Una vez que el animal nace, la vacunación activa solo es efectiva cuando la inmunidad
pasiva ha disminuido. Dado que no se puede predecir el momento exacto de la pérdida de la
inmunidad materna, generalmente se requieren al menos dos o más dosis en la serie de vacunación
inicial.
El momento de la vacunación inicial también puede ser determinado por la enfermedad. Algunas
enfermedades son estacionales y deben vacunarse antes de que comience el brote esperado.
Algunos ejemplos son la vacunación contra el parásito pulmonar Dicyocaulus viviparus
administrada a principios del verano, justo antes de la temporada esperada de la enfermedad, la
vacunación de primavera contra el ántrax y la vacunación de las ovejas con Clostridium chauvoei
antes de la vacunación en pastos. (Tizard, 2009)
Se sabe que las células de memoria, los linfocitos B, las células plasmáticas y los linfocitos T
persisten después de la vacunación, lo que proporciona una protección duradera a los animales. La
presencia de células plasmáticas de vida larga se asocia con la producción de anticuerpos
persistentes, de tal forma que un animal vacunado puede tener anticuerpos en su sangre durante
muchos años tras la administración de la vacuna. Se cree que estas células plasmáticas de larga
vida sobreviven por la activación con moléculas microbianas inespecíficas a través de los
receptores tipo Toll.
Las vacunas modernas normalmente inducen una protección más duradera, especialmente en los
animales de compañía; algunas requieren una revacunación cada 2 o 3 años, mientras que en otros
casos la inmunidad puede durar toda la vida del animal y las vacunas de virus inactivados pueden
proteger de la enfermedad a los animales individuales durante muchos años.
Podemos decir también que aprendimos que la inmunización pasiva brinda protección
inmediata y la inmunización activa posee otras propiedades como liberar el antígeno de
manera eficiente, estimular tanto a los linfocitos B como a los T para que produzcan
células de memoria y células T auxiliares.
Para concluir conocimos los mecanismos de administración de las vacunas que la mayoría
se administran por inyección a nivel subcutánea o intramuscular también empleando otros
métodos de aplicación como oral, intranasal y por inhalación, y las vacunas tienen una
protección más duradera requiriendo una revacunación cada 2 o 3 años, mientras que en
otros casos la inmunidad puede durar toda la vida y las vacunas virus inactivados pueden
proteger de la enfermedad a los animales individuales durante muchos años.
Bibliografía