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Introducción

El enorme crecimiento global ha creado un aumento de la presión ejercida


sobre las personas, quienes se ven envueltos entre las exigencias de las
organizaciones, las demandas de los ciudadanos, sus valores y principios
profesionales y familiares cuyas circunstancias contribuyen a la aparición del
síndrome de burnout.

No es un secreto que el síndrome de burnout (SB) es uno de los estresores


más comunes, de manera crónica, es el medio laboral y social. En estos primeros
años, el concepto de burnout no despertó mayor interés en la comunidad
científica, hasta que Maslach (1982) publica sus trabajos, definiendo las bases que
conforman el síndrome. Describió que este: involucra cansancio personal,
despersonalización y baja realización personal, que sigue a la presentación de
estrés laboral por un tiempo prolongado. La influencia de sus trabajos fue tal que,
hasta el día de hoy, los principios que ella cimentó siguen siendo aceptados por la
comunidad científica. Christina Maslach, junto al psicólogo Michael P. Leiter,
desarrolló un instrumento novedoso para medir el síndrome de burnout, que desde
su publicación y hasta el día de hoy continúa siendo uno de los test más aplicados
en el área (Maslach y Jackson, 1981) (Maslach y Jackson, 1986).

El Síndrome de Burnout posee una alta incidencia entre el personal que se


dedica al cuidado de la salud, a pesar de no ser reconocido por el CIE-10, ni los
DSM-IV y V como entidad, es conocida la capacidad que posee de afectar la
calidad de vida de los individuos que lo sufren (inclusive puede provocar suicidio
en los casos más graves), por lo que es vital entenderlo para poder prevenirlo y
tratarlo. Debido a sus consecuencias en el ambiente y en el rendimiento de las
organizaciones, la prevención y tratamiento del SB trascienden lo individual y
permiten obtener beneficios significativos (mayores ingresos económicos, mejor
trato al cliente, menor ausentismo, entre otros) para el centro de trabajo de los
individuos afectados o en riesgo
Síndrome de Burnout

El síndrome de burnout (SB) es un problema psicosocial que se presenta


cuando existe un agotamiento emocional a causa de exponerse a situaciones de
estrés constante, es un fenómeno psicosocial que surge como respuesta a
situaciones estresantes interpersonales y se lo han definido como una enfermedad
ocupacional crónica que se caracteriza porque combina dos dimensiones
principales : agotamiento emocional (perdida de energía y sensación de
impotencia) y despersonalización (perdida de motivación y retiro del trabajo).

Este concepto novedoso, se desarrolla a partir de los trabajos fisiológicos


pioneros de Selye (1960), que identifica el estrés como la suma de repuestas
fisiológicas, principalmente hormonales, inducida como reacción a estresores. Es
la activación del eje hipotálamo-hipófisis-cortico-suprarrenal, que genera la
elevación de la producción de corticoides y la activación subsiguiente del eje
simpático-médulo-suprarrenal. Es lo que Selye describe como desencadenante del
estrés, generándose toda esta repuesta ante estímulos inespecíficos. Cuando esta
activación es sostenida en el tiempo, se presenta el síndrome general de
adaptación, con todos los cambios y alteraciones funcionales, que pueden
progresar a daños morfológicos en el individuo (Sandín, 2003). Estas repuestas
inespecíficas generadas ante la inadaptación es lo que se conoce como estrés. Se
debe reconocer que, ante estresores, el organismo despliega una serie de
medidas adaptativas que tratan de compensar las alteraciones a las que el
organismo se ve sometido, pero estas medidas pueden tener tal magnitud que
sean capaces de generar más daño, comparado al causado por el estresor.

La definición clásica de burnout fue formulada por Maslach (1993), quien lo


considera un síndrome psicológico, de agotamiento emocional, despersonalización
y disminuida realización personal, que puede ocurrir en individuos normales. Esto
implica que, cuando decimos que un profesional está “quemado”, debe reflejar el
hecho de que una situación (laboral, familiar o social) le ha sobrepasado,
agotando su capacidad de reacción de manera adaptiva. Es el final de un proceso
continuado de tensión y estrés (Álvarez Gallego y Fernández Ríos, 1991). Así, la
presentación de burnout es la secuencia predecible de la persistencia de un
estresor dentro del ámbito laboral, seguido por un periodo de mal ajuste a los
cambios que se harían necesarios para mantener la homeostasis psicológica del
individuo.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que el "burnout es un


síndrome que se ha transformado en un grave problema enfrentado por los que
cuidan la salud de las personas afectadas por enfermedades crónicas, que inciden
tanto en el staff como en los miembros de una familia".

Se identifican 3 componentes del SB:

1. Cansancio o agotamiento emocional: pérdida progresiva de energía,


desgaste, fatiga

2. Despersonalización: construcción, por parte del sujeto, de una defensa


para protegerse de los sentimientos de impotencia, indefinición y frustración.

3. Abandono de la realización personal: el trabajo pierde el valor que tenía


para el sujeto.

Dichos componentes se presentan de forma insidiosa, no súbita, si no


paulatina, cíclica, puede repetirse a lo largo del tiempo, de modo que una persona
puede experimentar los tres componentes varias veces en diferentes épocas de su
vida y en el mismo o en otro trabajo.

Existen varios tipos de manifestaciones que podemos considerar como


signos de alarma o en ocasiones como parte ya del cuadro clínico en sí como:
negación, aislamiento, ansiedad, miedo o temor, depresión (siendo uno de los más
frecuentes en este síndrome y uno de los síntomas más peligrosos ya que puede
llevar al suicidio), ira, adicciones, cambios de personalidad, culpabilidad y
autoinmolación, cargas excesivas de trabajo, se puede presentar como cambios
en los hábitos de higiene y arreglo personal, cambios en el patrón de alimentación,
con pérdida o ganancia de peso exagerada, pérdida de la memoria y
desorganización, dificultad para concentrarse y puede haber trastornos del sueño.
.

La clínica del síndrome se esquematizó en cuatro niveles:

• Leve: quejas vagas, cansancio, dificultad para levantarse a la mañana

• Moderado: cinismo, aislamiento, suspicacia, negativismo

• Grave: enlentecimiento, automedicación con psicofármacos, ausentismo,


aversión, abuso de alcohol o drogas

• Extremo: aislamiento muy marcado, colapso, cuadros psiquiátricos,


suicidios

López-Elizalde (2004), formuló los siguientes puntos clave para la


prevención de burnout en personal de salud:

1. Desarrollar un proceso personal de adaptación de expectativas a la


realidad cotidiana.

2. Formación

3. Equilibrio de áreas vitales: familia, amigos, aficiones, descanso, trabajo

4. Fomento de buena atmósfera de equipo: espacios comunes, objetivos


comunes

5.Limitar la agenda laboral

6. Tiempo adecuado para cada paciente

7. Minimizar la burocracia con apoyo de personal auxiliar

8. Formación continua dentro de la jornada laboral

9. Coordinación con espacios comunes, objetivos compartidos

10. Diálogo efectivo con las autoridades.

Para prevenir o tratar el Burnout es importante realizar cambios


significativos en el estilo de vida. No es suficiente con tomar vacaciones, para
luego volver a la rutina cotidiana. Es fundamental aprender a implementar
actividades y acciones de autocuidado que se vuelvan parte del día a día.

Reconocer y eliminar los estresores, mejorar la calidad de vida y el


funcionamiento organizacional, junto con promover estrategias de afrontamientos,
han sido actividades efectivas. Se debe fortalecer las habilidades sociales y el
apoyo social que los trabajadores reciben (Gascón, Olmedo y Ciccotelli, 2003).
Las intervenciones individuales son las más implementadas, porque en la práctica
su aplicación es sencilla. La parte más difícil del conglomerado de acciones
requeridas, recae en el clima organizacional, así como en la estructura misma de
los lugares de trabajo, cuyos modelos por lo general son rígidos y muy difícilmente
se abren al cambio, aunque sea necesario. En este sentido, se sugieren
intervenciones organizacionales, tales como estructuras más horizontales,
jerarquía descentralizada y con mayor grado de independencia, promociones
internas justas, flexibilidad horaria, apoyo a la formación y fortalecimiento de las
relaciones interpersonales (Castro, 2005).
Bibliografía

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