Está en la página 1de 7

1

“Dos palabras”1, la historia inicial y central de los “Cuentos de Eva Luna” de


Isabel Allende, es un relato que explora las relaciones amorosas y sensuales, en las
que el erotismo se enriquece con ingredientes de encantamiento mágico.
El relato propone además un prototipo de mujer atípico en su entorno que convierte a
los hombres en personajes secundarios seducidos por Belisa, la seducción suya es
universal porque el instrumento de su hechizo es ella misma, su cuerpo y su olor, y
divide esos hombres en dos especies: los aceptados, representados por el coronel, y
los rechazados que encarna el mulato.
Simultáneamente la historia de Belisa es una mezcla armónica de realidad y fantasía,
el mundo de Belisa está construido de manera que los hechos de su mundo, por
extraordinarios o fantásticos que puedan parecernos, no entran en conflicto con las
leyes naturales.  Por eso la duda no tiene espacio en ellos, ni los hechos alcanzan el
estadio de lo extraño o sorprendente.  Así no es posible cuestionar la posibilidad de
vender el mejoramiento de la calidad de los sueños (11), ni el aprendizaje del
diccionario “desde la A hasta la Z” (13).   A esto a se le ha llamado Realismo Mágico, y
los “Cuentos de Eva Luna” de los que hace parte “Dos palabras”, están inmersos en
esta controvertida definición .
2

 
La relación mágico erótica

En “Dos palabras”, el erotismo se manifiesta en el discurso acompañado de


elementos mágicos usados para seducir o rechazar.  Aunque los recursos
nigromantes aparecen desde el comienzo cuando el narrador nos cuenta de la
existencia de la palabra única y “secreta” usada “para espantar la melancolía” , ellos
hacen parte de una mezcla de atributos eróticos y mágicos que marcan la historia de
manera especial a partir del momento del encuentro entre Belisa y el coronel forajido,
y ella logra percibir que se trata del “hombre más solo de este mundo”
sorprendiéndose “por su voz suave y bien modulada” (15).  La atracción sensual que
de inmediato despierta en ella ese “hombre más temido del país” y el miedo a la
muerte a manos del mulato, se unen para decidirle a aceptar el encargo del discurso
del coronel aspirante a presidente, pero lo trascendental en la decisión es el deseo
erótico que le desencadena ese macho prototipo que la impulsa a desear “tocar a ese
hombre” y “recorrerlo con las manos”, porque percibe “el palpitante calor” de su
piel (16).   La ansiedad sentida en el primer encuentro se repite en el segundo, y es el
momento esperado por Belisa para usar sus recursos de hechicera, reforzando la
magia con el sortilegio de la palabra única y secreta que le permitirá atrapar para
siempre al coronel no solo por el arte del embrujo, sino por la poderosa sensación
erótica que le regala a él  el cuerpo de Belisa convertido en instrumento universal de
arrobamiento, amarrándolo después con el filtro de amor de las palabras encantadas
que ayudarán a hacer inolvidables el olor que desprendía y “el calor de incendio que
irradiaban sus caderas, el roce terrible de sus cabellos, el aliento de yerbabuena
susurrando en su oído las palabras secretas”, el filtro de amor brujo (17).
Por ser universal la seducción de Belisa a partir de su cuerpo fetiche, el mulato al igual
que el coronel también es conquistado, la diferencia estriba en que al coronel lo
seduce por decisión propia, no son los hombres quienes deciden sino Belisa, el mulato
no le interesa aunque note “sus ojos suplicantes de perro perdido” y decide
expulsarlo de su entorno con la misma firmeza con que atrapa al elegido, el poder de
su conjuro le permite apoderarse de quien quiera,  pero también utiliza la taumaturgia
discursiva para detener al mulato cuando intenta tocarla, y él percibe el encantamiento
hecho palabras que le espantan el deseo “porque creyó que se trataba de alguna
maldición irrevocable” (17).
La magia subyugante se encadena al objeto erótico que es el cuerpo de Belisa, a su
vez arma inicial de la conquista que le llega al coronel revestida del fetiche de su
aliento y del olor de sus cabellos y su cuerpo.  Belisa no requiere bebedizos ni naipes
para quitar el sueño y desatar la pasión, sus elementos mágicos intrínsecos, seducen,
2

conquistan y retienen, formando todos juntos, palabras y fetiches, el filtro de amor que
transforma al coronel en un esclavo obnubilado, un líder que pierde “los sentidos” y
llega a caminar “como un sonámbulo” (19).  El conjuro de sus palabras solo puede
ser curado en el ensalmo de su presencia, al entenderlo el mulato corre a buscarla
nuevamente, a traer a la “bruja” que le dejo un “encantamiento susurrado al oído”
(19), un embeleso que subyuga y obliga a vivir prisionero en sus confines, en el
hechizo endemoniado que no puede deshacerse y hace entender a los hombres del
coronel por qué se tornan mansos “los ojos carnívoros del puma”,  “cuando ella avanzó
y le tomo la mano” (20) . 3

 
Representación de género

La literatura latinoamericana, ha construido una serie de arquetipos femeninos


paradigmáticos dentro de su entorno social, dichos modelos son en general
unidimensionales y abarcan un espectro que va desde la princesa bella y virgen, hasta
la bruja prostituta y vampiresa (Muñoz 11).  Igual ocurre con los arquetipos masculinos
construidos en el modelo patriarcal, agresivo e insensible del macho.  La identidad de
género en los personajes masculinos de “Dos palabras” parte de un escenario en que
el macho encuentra el medio apropiado para la expresión de su masculinidad
convencional.  Sin embargo, lo varonil se transforma en el curso de la historia a partir
de la forma como esos hombres se relacionan con el personaje femenino (Muñoz 7). 
A su vez, el personaje femenino transgrede el universo convencional, sustentando
buena parte de su poder en la  argumentación inteligente sin abandonar lo emocional
que se acredita a la naturaleza femenina, ni la capacidad de seducción a partir de
“recursos de mujeres” .
4

Belisa Crepusculario vende palabras.  El perfil que nos dibuja el narrador no hace
referencia a su belleza física, estaría de más, sin embargo mantiene en lo descrito sus
“firmes piernas” y “senos virginales” de las que el mulato no “apartaba los ojos” (16),
para no romper de un solo tajo con los viejos paradigmas, pero el recurso lo utiliza solo
para ayudarse a resaltar los elementos eróticos del argumento con los cuales logra
Belisa hacerse omnipotente al sumarlos a su otra fuente de poder derivado de su
racionalidad en el dominio del discurso, el cual no juega en detrimento de su condición
de mujer emocional ni con su capacidad de seducción, por eso características
consideradas masculinas como son la capacidad de controlar las emociones, y las
decisiones de competir y de seducir (no de  ser seducida), hacen parte de los rasgos
de Belisa.
La protagonista de “Dos palabras” asume tareas y objetivos masculinos sin poner en
riesgo su femineidad, y es en esa caracterización femenina en que se inscribe su oficio
desde el cual coloca a las mujeres en el terreno tradicional de lo intuitivo y a los
hombres en el pensamiento lógico porque sus palabras son “capaces de tocar con
certeza el pensamiento de los hombres y la intuición de las mujeres” (16), y por ser
Belisa quien maneja la palabra y no un hombre, subvierte el paradigma tradicional
femenino y masculino y se coloca  por la fuerza de la palabra y con su poder de
seducción, asumiendo el liderazgo sobre los hombres de su entorno, hombres por
demás esquematizados como viriles, protectores y fuertes.   La subversión que
representa Belisa de los rasgos estereotípicos femeninos que como mencionábamos
antes la hacen omnipotente, es puesta en entredicho de alguna manera por el objeto
erótico que elige, al tratarse de uno que aunque se doblegue ante ella, es símbolo
jerárquico, interpretable como una forma de respeto a las estructuras sociales en que
vive el lector (Mendíbil 14-15).
La descripción inicial del mundo masculino se enmarca en el modelo convencional que
describimos antes y del que paulatinamente van alejándose los personajes.  La
hombría del coronel y sus hombres se sustenta en su retrato de guerreros míticos
eternamente unidos “al estropicio y la calamidad” (14), leales al jefe y dirigidos por
machos singulares: el mulato gigantesco símbolo de fuerza y obediencia, y el coronel
3

fiero y solitario revestido de autoridad indiscutible.  Aunque Belisa es el instrumento


final de la transformación del coronel y de sus hombres, él mismo ya había dado un
paso en esa vía sin el cual el cambio no habría sido posible: quiere ser presidente para
dejar de lado el fastidio que le producía “el terror en los ojos ajenos”, el ver huir a los
hombres y el saber que abortaban las mujeres con el solo anuncio de la presencia de
sus huestes, quería entrar en los pueblos “bajo arcos de triunfo” y “comer pan
recién horneado” para poner fin a su dieta bandolera de “iguanas y sopa de culebras”
(15) (Muñoz 24).
La transformación es paulatina porque el rapto de Belisa fue un estropicio más usado
como el camino para liberarse del estigma, el modelo masculino se desliza hacia una
masculinidad reestructurada tanto en el coronel como en sus hombres, que mutan su
imagen de guerreros a la de hombres capaces de juntarse para escuchar y seguir con
emoción el discurso escrito por Belisa  para el coronel, cuyos ojos amarillos también
brillaban de entusiasmo (17).
Los hombres del coronel son también transformados a causa del discurso exorcista de
Belisa, su palabra encantadora y mágica transforma no solo el objeto al que propone
su palabra “única y secreta”, sino que su arenga logra alterar todo el universo en que
se mueve, cambiando a los hoscos guerrilleros en simples ciudadanos ejerciendo el
poder y el deber civilista del ejercicio electoral, acompañando al coronel en su periplo
en el que “repartían caramelos y pintaban su nombre con escarcha dorada en las
paredes” (18), así logra que su imagen se transforme ante los asustados habitantes de
su mundo, y entra en sus pueblos triunfal, armado de “la lucidez poética de sus
argumentos” que se hacían perdurables en la esperanza creada por su nueva figura
que quería “corregir los errores de la historia”.
Finalmente el coronel sucumbe, es el macho domado que no teme mostrarse sensible,
que necesita de la mano de Belisa para continuar andando.
 
Magia, fantasía y realidad en “Dos palabras”

El término “Realismo Mágico (RM)”, ha sido utilizado por más de seis décadas para
resaltar las especiales características observadas en la novela hispanoamericana del
siglo XX, peculiaridades que según Ángel Flores se advierten a partir de 1935 cuando
aparecen los cuentos de Borges “Historia universal de la infamia” y la novela de
María Luisa Bombal “La última niebla”.   Flores entiende el “RM” como la literatura
hispanoamericana inspirada en la europea de comienzos del siglo XX y la define como
“una mezcla de realidad y fantasía” con “gran preocupación por el estilo”.  Una
década más tarde aparece el artículo también clásico de Luis Leal que propone
el “RM” como “una actitud ante la realidad” que permite “el descubrimiento de la
misteriosa relación que existe entre el hombre y sus circunstancias” sin pretender
“copiar o vulnerar la realidad circundante” diferenciándose de realistas y
surrealistas a pesar de la huella de estos últimos, porque su propósito no es
reproducir la realidad sino “captar el misterio que palpita en las cosas”(Abate
148) sin la necesidad de crear mundos imaginarios para escapar de la realidad
cotidiana (Mena 398).
La polémica se expande por la inclusión casi inmediata del concepto de “Lo Real
Maravilloso Americano (LRMA)”, y en el encasillamiento de autores en uno u otro, lo
que se ve agravado por la flexibilidad en el uso de los dos términos que va de la
sinonimia a la diferenciación, y agrandada luego con la llegada a la escena del
debate Mágico Realista de la preocupación por lo Fantástico y lo Maravilloso,  lo que
ocurre inicialmente con Leal cuando desliga el Realismo Mágico de la Literatura
Fantástica, y de los movimientos Modernista, Surrealista y Vanguardista (Abate
148), y que es posteriormente revisada cuando esa misma literatura es observada bajo
el prisma que aportaron Todorov y años más tarde Barrenechea, lo que se ha
convertido en el más importante punto de la controversia .   Llarena en su “balance
5

crítico” (Llarena 107), llama la atención sobre el origen del problema que comienza
4

cuando se insiste en calificar al RM y LRMA como una continuación o variante de la


literatura fantástica, lo que se pudo justificar al comienzo del fenómeno porque era
urgente “darle nombre al proceso de <desrealizacion> de la nueva literatura” y no se
encontró un mejor ni más cercana expresión para bautizarlo (Llarena 108).  La
confusión acerca de la utilización de ambos vocablos traslada la falta de acuerdo a los
parámetros para incluir en cada rango a los autores estudiados.  La propuesta de
Llarena aunque trata de ser unificadora y sintetizadora de lo que se tenía al finalizar el
siglo XX, establece una diferencia entre RM y LRMA, porque aunque las dos trabajan
de igual manera el material fantástico y el espacio imaginario, son diferentes en “el
proceso sistemático de verosimilización” y “la convivencia no conflictiva entre realidad
y fantasía” y se queda con la denominación de magicorrealistas para los relatos que
admiten materiales míticos en los que la verdad se determina por “el punto de vista
prelógico, no diferenciado”.  Ubica además a Carpentier y Asturias en LRMA (Llarena
116).   Ángel Valbuena Briones, citado por Abate (148), lo ve como “una visión de
un mundo sorprendente, de una realidad en que la fantasía y el mito forman
parte de ella” e incluye en la categoría a Borges y a Cortázar.
Lucia Inés Mena haciendo un esfuerzo de síntesis de lo que hasta 1975 se había
dicho, propone que el “Realismo Mágico consiste en una cierta penetración de la
realidad, de parte de algunos autores, que hace que su cosmovisión sea más
profunda compleja y poética.”  Y que sumergirse de tal manera en la realidad
“produce el desdoblamiento de ésta” pudiendo mostrarnos no solo lo “objetivo
de las cosas, sino también su lado oculto, ambiguo y misterioso.”   A partir de
estos planteamientos propone como Mágico Realistas a Rulfo y García Márquez,
quienes “anclados en su terruño nativo”  crean “una problemática y una
6

mitología” hispanoamericanas que supera los límites del regionalismo logrando


además hacerse universales con el auxilio de su gran refinamiento técnico. 
Mena también acepta la propuesta de excluir de la categoría a Borges y Cortázar
por su creación de mundos imaginarios imbuidos “de un hondo sentido
filosófico” e identificados con la Literatura Fantástica, e igualmente a Asturias y
Carpentier dada la influencia del Surrealismo en sus obras, a pesar de
reconocerles su anclaje al terruño y la mitología americanas.  Sin embargo, es
unánime la aceptación de la influencia del movimiento surrealista en el Realismo
Mágico por su “rebelión contra las normas”, “la búsqueda de lo maravilloso”, “el
culto de lo absurdo” y “el uso de tiempos no cronológicos” (Abate 152).
Mena, apoyándose en la definición inicial de Roh, adjudica el realismo mágico al
campo de lo maravilloso, porque su objetivismo le permite penetrar la realidad en
mayor medida haciendo que sus misterios hagan parte de esa realidad que se
complementa con lo misterioso y lo sobrenatural aunque lo maravilloso es solo un
ingrediente del realismo mágico y no es suficiente para definirlo  (Mena 399-406).
Las propuestas se hacen más analíticas y desapasionadas a partir de 1980.   Es en
ese contexto que aparece el trabajo de la Brasilera Irlemar Chiampi, que es
considerado otra piedra angular en el debate a partir de su estudio de las relaciones
semánticas y pragmáticas de los textos magicorrealistas, que le permiten proponer
una lista de cinco rasgos constitutivos del RM  los que a continuación transcribo
tomándolos de Abate (150):
Efecto de encantamiento del receptor;
Enunciación problematizada (función metadiegética de la voz y proliferación
barroca de significantes);
Remisión a un referente discursivo (lo “real maravilloso”) integrado a un sistema
de ideologemas de americanismo, cuyo significado básico es la no disyunción;
Articulación sémica no contradictoria de las isotopías natural y sobrenatural;
Combinatoria sémica de las dos modalidades: desnaturalización de lo real y
naturalización de lo maravilloso.
Después de este recuento teórico es importante hacer notar que el desacuerdo existe
también en el establecimiento de las fronteras generacionales, porque no es posible
5

observar entre lo que se denomina “boom” y “post-boom” un real límite en el rango


de edad de los autores (De la Fuente 240 y 264), como tampoco ese frontera existe en
la temática que los mismos autores del boom desarrollaron después de los años
noventa del siglo pasado en la cual concuerdan con los autores del post-boom que
continuaron escribiendo (De la Fuente 255 y 264).
Allende ha sido llamada “la discípula y contraparte femenina” de García Márquez
entre otras cosas por “una hermandad obvia de estilo, técnica y temática”
(Mendíbil 10-15),  pero no es lo generacional ni su comparación con García Márquez
lo que hace de Allende una escritora de la que algunas de sus obras como
sus “Cuentos de Eva Luna” y el que nos ocupa “Dos palabras”, deban ser
entendidas como parte  del Realismo Mágico, sino el haber comprobado que
ellas están inmersas en lo que hemos entendido como la caracterización de la
categoría, vayamos de nuevo a la historia.
En “Dos palabras”, el narrador asume la historia de Belisa mostrándola inmersa en su
particular universo, con el cual mantiene una misteriosa relación simbiótica a partir de
sus especiales circunstancias, las que ocurren desde su nacimiento e infancia,
envueltos en la realidad de la magia y la tragedia que la amarran a su mundo haciendo
innegable y cotidiana cada cosa, sin necesidad de crearle imaginarios de otros
mundos ni falaces escenarios.   Sus acciones desentrañan los misterios de su vida
como parte de la magia inmersa en la vida misma, de manera natural, igual que si
hubieran ocurrido de otra forma más corriente.
Esa forma de penetrar la realidad del mundo de Belisa por parte de Allende “que
hace que su cosmovisión sea más profunda, compleja y poética” y que logra
mostrarnos “su lado oculto, ambiguo y misterioso”, es el mismo descrito para
caracterizar a Rulfo y García Márquez, y que hemos aceptado con el nombre de
“Realismo Mágico” (RM), por eso es ella misma quien busca su nombre “hasta
encontrarlo” y vestirse con el (11), porque era tan grande la miseria en su familia
“que ni siquiera poseía nombres para llamar a sus hijos” (12).
Lo misterioso y ambiguo se muestran desde su anclaje en el mundo real, del que
paulatinamente y sin contradicciones y usando solo el arma retórica y poética de su
discurso, va alejándose para adentrarse en el mundo de lo maravilloso y
extraordinario.  Belisa emprende el viaje con el que burla a la muerte “siguiendo
el espejismo del agua” (12), y no solo lo consigue sino que también descubre el
destino transcendental de la escritura.   Años después, cuando es raptada por el
mulato, al final del camino de tortura atada de pies y manos, “un sorbo de
aguardiente con pólvora” le permite volver a la vida (14).  El discurso redentor
que escribe para el coronel esta “hecho de palabras refulgentes y durables” para
que no se hicieran ceniza con el uso, el coronel lo aprende y lo repite en cada
pueblo dejándolo descansar entre jornadas,  pero lo que no abandona son las
dos palabras secretas en las que reincide “cuando lo ablandaba la nostalgia, las
murmuraba dormido, las llevaba consigo sobre su caballo, las pensaba antes de
pronunciar su célebre discurso y se sorprendía saboreándolas en sus
descuidos” (18).
Con todo, el universo de Belisa vive lejos de lo sobrenatural y lo fantástico, las leyes
que rigen su mundo son un todo coherente que aleja del lector la duda y la sorpresa
aunque parezcan extraños, porque lo maravilloso y misterioso hacen parte de él
porque de ellos el realismo mágico está embebido y ligado (Mena 406), además de
estar sujeto a su terruño americano, de cuyos mitos ha extraído su naturaleza y su
fuerza.
40
Bibliografía
 Allende, Isabel. “Cuentos de Eva Luna”. México: Editorial Diana SA, 1997. Print.
 Abate, Sandro. “A medio siglo del realismo mágico: balance y perspectivas.”
Anales de Literatura Hispanoamericana. 26 (1997): 145-159. Web: dialnet.unirioja.es
6

 Barrenechea, Ana María. “Ensayo de una Tipología de la Literatura Fantástica.”


Revista Iberoamericana. 80 (1972): 391-403. Web
 Carullo, Sylvia G. “Fetichismo, magia amorosa y amor erótico en dos cuentos de
Isabel Allende.” Texto Crítico. Nueva época. 4-5. (1997): 125-132. Web: cdigital.uv.mx
 De la Fuente, José L. “La narrativa del en Hispanoamérica: una cuestión de límites.”
Anales de Literatura Hispanoamericana. 28 (1999): 239-266. Web: dialnet.unirioja.es
 Llarena González, A. “Un balance crítico: la polémica del realismo mágico y lo real
maravilloso americano (1955-1993)”. Anales de Literatura Hispanoamericana. 26
(1997): 107-117. Web: dialnet.unirioja.es
 Mena, Lucia I. “Hacia una formulación teórica del realismo mágico.” Bulletin
Hispanique. 77 (1975): 395-407. Web: persee.fr
 Mendíbil, Aránzazu B. “Estereotipos raciales y sexuales en la narrativa del “realismo
mágico”: la revisión crítica del .” 16 (2007) 1-16. Web lehman.cuny.edu
 Muñoz, Ana Laura. “Representaciones de la masculinidad en Cuentos de Eva
Luna.” Revista Destiempos. 19 (2009): 11-30. Web: destiempos.com
 Rodríguez, Lydia. “Consideraciones teóricas: el realismo mágico y la ciencia
ficción.” Hybrido: arte y literatura. (2006): 39-46 Web: dialnet.unirioja.es
 Ruiz Serrano, Cristina. “El realismo mágico de las últimas décadas en
Hispanoamérica y Rusia: ¿Hibridez o desaparición?” Goteborg University (2008): 175-
193. PDF tomado de la Web: gupea.ub.gu.se
 Umpierre, Luz María. “Unscrambling Allendes’s “Dos Palabras”: The Self, the
Immigrant/writer, and social justice.” Mellus 27-4 (2002): 129-136. Web
La discusión acerca del Realismo Mágico comienza en 1925 a partir de la publicación
del libro de Franz Roh “Nach-Expressionismus (Magischer Realismus)” en Leipzig, del
que fueron traducidos al español algunos capítulos que se publicaron en 1927 en la
“Revista de Occidente” Madrid, 16 (1927): 274-301, bajo el título “Realismo
Mágico”. Roh se refiere al arte post-expresionista al que le atribuye un objetivismo
que no copia la realidad sino que es una segunda creación que permite “descubrir los
objetos partiendo del espíritu” y haciendo evidentes sus misterios. Fue la aplicación de
estas ideas al campo literario lo que originó el debate y sus múltiples direcciones, los
críticos de la literatura hispanoamericana adoptaron el nombre para denominar las
nuevas tendencias de la novela continental. El fenómeno está tratando de ser definido
desde entonces, Ángel Flores en su artículo clásico “Magical realism in Spanish
America fiction” publicado en Hispania, 38 (1955): 187-192 lo plantea como esa
mezcla armónica de realidad y fantasía, una década más tarde Luis Leal publicó su
análisis–respuesta al trabajo de Flores “El realismo mágico en la literatura
hispanoamericana” en Cuadernos Americanos 153 (1967): 230-235 tratando de
totalizar lo hasta entonces publicado. (Mena 395-98, Abate 145-48).
Carullo (126-28) compara los elementos fetichistas y los mágicos de la palabra secreta
en “Dos palabras”, con los ritos del medioevo que utilizaban bebedizos, naipes y otros
elementos como instrumentos de brujería, para lograr conquistar y retener, que son los
efectos que se le acreditaban a la magia, la ñapa de la segunda palabra, es la barita
mágica que induce la enfermedad amorosa y desata los síntomas de la obsesión.
El florecimiento de las teorías feministas se ha complementado con la aparición de
estudios que tratan de dilucidar las diferentes formas de la masculinidad
latinoamericana, los modelos masculinos son menos discriminatorios y capaces de
transformarse a partir de su interacción con las mujeres, de igual manera son capaces
de borrar el culto a la virilidad producto del amaestramiento social (Muñoz 1-4, 11-14),
(Mendíbil 2). La transformación de los personajes femeninos a partir de esa misma
interacción de géneros, produce prototipos de mujer “que asumen sin perjuicios las
tareas masculinas” inmersas en una femineidad que no se pierde nunca aunque le
arrebaten a los hombres la habilidad de ser líderes (Muñoz 27-28), y que ejercen el
poder adquirido sobre hombres fuertes, protectores y viriles, con quienes resuelven
sus conflictos en contiendas de poder “generalmente expresados sexualmente”
(Mendíbil 12-13).
7

El desarrollo teórico parte del trabajo de Tzvetan Todorov: “Introducción a la literature


fantastique” publicado en Paris en 1970 y de la reinterpretación propuesta por Ana
María Barrenechea (Barrenechea 394-396). Barrenechea concluye que es la ausencia
de problematización entre lo irreal y lo cotidiano lo que diferencia el RM de la literatura
fantástica. Para Abate, la disyuntiva tiene como polos alternativos la ubicación del RM
como una categoría subordinada a la literatura fantástica y una reacción antipositivista
el realismo naturista del siglo XIX, opción planteada por Flores, Maturo y Planellsse,
contra la propuesta de quienes le reconocen su génesis desde la unión entre lo
verdadero y lo sobrenatural sin problematización de la causalidad como en la literatura
fantástica y anclado al ámbito hispanoamericano que es lo que proponen Leal,
Anderson Imbert y Chiampi (Abate 151).
El anclaje al terruño nativo es un reclamo teorizado por los propios escritores cuando
ejercieron de críticos y en ese campo se reconoce como aporte fundamental de
Carpentier, Asturias y Uslar Pietri quienes reclaman nuestra América hispana como el
espacio en que ocurre el discurso de lo “real maravilloso” (Abate 147) . A pesar de ese
reclamo, algunos quieren ver el RM como un fenómeno inscrito en su similar europeo
o en particular con el ruso (Ruiz 175). Para Maturo no es posible ignorar en el RM su
“sentido religioso” y avanzando en el desarrollo de los postulados de Flores, lo
entiende como un “realismo americano”, simbólico y mítico, que se asombra ante la
naturaleza con misticismo, enlazando “el costumbrismo más descriptivo con la
subyacente valoración del sentido religioso inherente a la vida tradicional” (Abate 149-
50).
Nos referimos a la cita que hace A. Llarena (109) del artículo de Irlemar Chiampi
“Realismo maravilloso y literatura fantástica”, ECO, 229 (1980): 79-101, que fue luego
ampliado en su libro sobre el mismo tema, cuya versión en español fue publicada en
1983 por Monte Ávila, Caracas bajo el nombre “El realismo maravilloso. Forma e
ideología en la novela hispanoamericana”. Chiampi propone llamar Realismo
Maravilloso al RM, que según las premisas anteriores es una “poética de la
homología”, en que lo real y lo extraordinario son absolutamente equivalentes y cuyo
encantamiento es también radicalmente diferente al de la literatura fantástica, esa
homologación se logra con un trabajo retorico de persuasión “que confiere status de
verdad a lo no existente” (Llarena 109), le reconoce además el sincretismo y la no-
disyunción producto del mestizaje, resaltando su ruptura de lo “racional-positivista de
la constitución de lo real”.
Del Autor
Jorge Chavarro
Médico colombiano actualmente residente en Houston, Texas. En el verano de este
2014 termina la maestría de Literatura Hispanoamericana en Sam Houston State
University, Huntsville, Texas. Forma parte del cuerpo docente del Departamento de
Lenguas Extranjeras en esa universidad, como instructor asociado.
Publicado en: Este Lunes

También podría gustarte