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La relación mágico erótica
conquistan y retienen, formando todos juntos, palabras y fetiches, el filtro de amor que
transforma al coronel en un esclavo obnubilado, un líder que pierde “los sentidos” y
llega a caminar “como un sonámbulo” (19). El conjuro de sus palabras solo puede
ser curado en el ensalmo de su presencia, al entenderlo el mulato corre a buscarla
nuevamente, a traer a la “bruja” que le dejo un “encantamiento susurrado al oído”
(19), un embeleso que subyuga y obliga a vivir prisionero en sus confines, en el
hechizo endemoniado que no puede deshacerse y hace entender a los hombres del
coronel por qué se tornan mansos “los ojos carnívoros del puma”, “cuando ella avanzó
y le tomo la mano” (20) . 3
Representación de género
Belisa Crepusculario vende palabras. El perfil que nos dibuja el narrador no hace
referencia a su belleza física, estaría de más, sin embargo mantiene en lo descrito sus
“firmes piernas” y “senos virginales” de las que el mulato no “apartaba los ojos” (16),
para no romper de un solo tajo con los viejos paradigmas, pero el recurso lo utiliza solo
para ayudarse a resaltar los elementos eróticos del argumento con los cuales logra
Belisa hacerse omnipotente al sumarlos a su otra fuente de poder derivado de su
racionalidad en el dominio del discurso, el cual no juega en detrimento de su condición
de mujer emocional ni con su capacidad de seducción, por eso características
consideradas masculinas como son la capacidad de controlar las emociones, y las
decisiones de competir y de seducir (no de ser seducida), hacen parte de los rasgos
de Belisa.
La protagonista de “Dos palabras” asume tareas y objetivos masculinos sin poner en
riesgo su femineidad, y es en esa caracterización femenina en que se inscribe su oficio
desde el cual coloca a las mujeres en el terreno tradicional de lo intuitivo y a los
hombres en el pensamiento lógico porque sus palabras son “capaces de tocar con
certeza el pensamiento de los hombres y la intuición de las mujeres” (16), y por ser
Belisa quien maneja la palabra y no un hombre, subvierte el paradigma tradicional
femenino y masculino y se coloca por la fuerza de la palabra y con su poder de
seducción, asumiendo el liderazgo sobre los hombres de su entorno, hombres por
demás esquematizados como viriles, protectores y fuertes. La subversión que
representa Belisa de los rasgos estereotípicos femeninos que como mencionábamos
antes la hacen omnipotente, es puesta en entredicho de alguna manera por el objeto
erótico que elige, al tratarse de uno que aunque se doblegue ante ella, es símbolo
jerárquico, interpretable como una forma de respeto a las estructuras sociales en que
vive el lector (Mendíbil 14-15).
La descripción inicial del mundo masculino se enmarca en el modelo convencional que
describimos antes y del que paulatinamente van alejándose los personajes. La
hombría del coronel y sus hombres se sustenta en su retrato de guerreros míticos
eternamente unidos “al estropicio y la calamidad” (14), leales al jefe y dirigidos por
machos singulares: el mulato gigantesco símbolo de fuerza y obediencia, y el coronel
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El término “Realismo Mágico (RM)”, ha sido utilizado por más de seis décadas para
resaltar las especiales características observadas en la novela hispanoamericana del
siglo XX, peculiaridades que según Ángel Flores se advierten a partir de 1935 cuando
aparecen los cuentos de Borges “Historia universal de la infamia” y la novela de
María Luisa Bombal “La última niebla”. Flores entiende el “RM” como la literatura
hispanoamericana inspirada en la europea de comienzos del siglo XX y la define como
“una mezcla de realidad y fantasía” con “gran preocupación por el estilo”. Una
década más tarde aparece el artículo también clásico de Luis Leal que propone
el “RM” como “una actitud ante la realidad” que permite “el descubrimiento de la
misteriosa relación que existe entre el hombre y sus circunstancias” sin pretender
“copiar o vulnerar la realidad circundante” diferenciándose de realistas y
surrealistas a pesar de la huella de estos últimos, porque su propósito no es
reproducir la realidad sino “captar el misterio que palpita en las cosas”(Abate
148) sin la necesidad de crear mundos imaginarios para escapar de la realidad
cotidiana (Mena 398).
La polémica se expande por la inclusión casi inmediata del concepto de “Lo Real
Maravilloso Americano (LRMA)”, y en el encasillamiento de autores en uno u otro, lo
que se ve agravado por la flexibilidad en el uso de los dos términos que va de la
sinonimia a la diferenciación, y agrandada luego con la llegada a la escena del
debate Mágico Realista de la preocupación por lo Fantástico y lo Maravilloso, lo que
ocurre inicialmente con Leal cuando desliga el Realismo Mágico de la Literatura
Fantástica, y de los movimientos Modernista, Surrealista y Vanguardista (Abate
148), y que es posteriormente revisada cuando esa misma literatura es observada bajo
el prisma que aportaron Todorov y años más tarde Barrenechea, lo que se ha
convertido en el más importante punto de la controversia . Llarena en su “balance
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crítico” (Llarena 107), llama la atención sobre el origen del problema que comienza
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