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UNIDAD 4

1. Imputabilidad. Concepto.

Es la atribución del acto y sus consecuencias al sujeto que lo realizó voluntariamente.


Se supone que ha estado en condiciones de valorar el alcance de su acción. La
imputabilidad es un concepto que se utiliza para establecer si el sujeto demandado
tiene suficiente discernimiento o capacidad para atribuírsele el resultado.

Imputabilidad Legal: para arrastrar consecuencias a su autor, los actos deben ser
voluntarios, los actos ejecutados sin discernimiento, intención y libertad no producen
obligación ninguna, son considerados un acontecimiento fortuito. El elemento
fundamental de todo acto es la voluntad del que lo ejecuta. Es necesario que la autoría
material del hecho se cumpla por una persona que, con discernimiento, intención y
libertad al tiempo de su ejecución, hubiese estado en condiciones de prever y evitar
sus resultados. Hay imputabilidad “cuando el acto procede de una libre voluntad”.

Factor de atribución.

Para que las consecuencias de un hecho puedan ser atribuido a un sujeto


determinado, es necesaria que el mismo obedezca a un factor de atribución.

El hecho dañoso provoca, fácticamente, la lesión de un sujeto; frente a este fenómeno,


el derecho se pregunta si es justo que el daño quede a cargo de quien lo ha sufrido, o
si por el contrario, debe desplazar sus consecuencias económicas a otra persona. Si
no es justo, impone la obligación de responder, la razón por la cual produce tal
desplazamiento es lo que se denomina factor de atribución.

Factores de atribuciones: subjetivo y objetivo.

Los Factores Subjetivos toman en cuenta la reprochabilidad de la conducta del sujeto


ofensor o dañador, sea, porque obro negligentemente (culpa) o lo hizo con intención
de dañar (dolo).

Los Factores Objetivos son los que no tienen en consideración esa reprochabilidad
sino alguna otra razón por la cual es justo provocar el desplazamiento. Son factores
objetivos el riesgo, la equidad, la garantía (obligación de seguridad), las obligaciones
de resultado, etc.

Coexistencia de factores de atribución subjetivo y objetivo.

Para un sector de la doctrina (Bustamante Alsina, Bueres, Alterini, Ameal, López


Cabana, Mosset Iturraspe, Trigo Represas, Izquierdo Tolosa, Casiello) la culpa es el
principio rector de la responsabilidad civil. Ello sin perjuicio de la concurrencia con
otros factores de atribución de carácter objetivo.

La culpa representaría una base mínima en todo supuesto de responsabilidad civil en


el que no corresponda la aplicación de otro factor subjetivo más grave (dolo) u
objetivo. Dentro de esta corriente proclaman que la responsabilidad objetiva que
consagra distintos art. del Código anterior es subsidiaria, excepcional y de
interpretación restrictiva. Otros, en cambio, entienden que los factores objetivos de
atribución se encuentran en el mismo plano de jerarquía cualitativa que la culpa.

La culpa ha dejado de ser el epicentro del sistema. La tendencia a la objetivación de la


responsabilidad civil ha desbordado incluso a orbita extracontractual.

Los factores de atribución en el nuevo Código Civil y Comercial.

El nuevo código, hace referencia a los Factores de atribución en el art. 1721, cuando
dispone que, “La atribución de un daño al responsable puede basarse en factores
objetivos o subjetivos. En ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa”.

2. La responsabilidad subjetiva y objetiva en materia obligacional


(contractual). Las obligaciones de medios y resultado.

Para terminar el ámbito de la responsabilidad objetiva y subjetiva en materia


obligacional (contractual), el punto de partida debe ser emplazado en torno a la
distinción entre obligación de medio y de resultado.

La distinción entre ambas obligaciones es útil, relevante y actualmente tiene una


función todavía más trascendente que la vislumbrada por Demogue, marca una línea
divisoria entre la responsabilidad subjetiva (obligaciones de medios) y objetiva
(obligaciones de resultado).

El art. 1723 del C.C. y C. dispone que Responsabilidad objetiva. Cuando de las
circunstancias de la obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor
debe obtener un resultado determinado, su responsabilidad es objetiva.

En las obligaciones de medios, también llamadas de prudencia o de diligencia, el


deudor se compromete a realizar una conducta “diligente”, orientada a la obtención de
un resultado, esperado y querido por el acreedor, pero no asegurado. En estas
obligaciones, el factor de atribución es subjetiva, sin perjuicio de que la prueba de la
culpa del deudor puede descansar sobre el acreedor o, ser presumida iuris tantum,
correspondiendo al deudor la acreditaciones de un obrar diligente (prueba de la no
culpa).

El principio consagrado en el art. 1734 del C.C y C. dispone “Excepto disposición legal,
la carga de la prueba de los factores de atribución y de las circunstancias eximentes
corresponde a quien los alega”. El nuevo código adopta como principio general la
concepción tradicional: la carga de la prueba de los elementos de la responsabilidad
civil, ya se trate del factor de atribución (art. 1734), de la relación de causal (art. 1736)
o del daño (art. 1744), recae sobre quien alega su existencia, que normalmente será el
damnificado, actor en el proceso de daños.

Esa regla puede a veces ser muy dificultosa, muchas veces el damnificado carece de
los conocimientos o de los elementos necesarios como para probar ese factor de
atribución. Ejemplo, el paciente que imputa mala praxis a los medios que lo atendieron
no sabe qué ocurrió en el quirófano, mientras que los facultativos demandados podrían
explicar y acreditar con mayor facilidad su eventual obrar diligente.
Por tal motivo, se ha expandido la doctrina y la jurisprudencia argentinas la aplicación
de la doctrina denominada “de las cargas probatorias dinámicas”, que postula que la
carga de la prueba de un hecho debe ser puesta en cabeza de quien se encuentre en
mejores condiciones de producirlas. La carga probatoria es dinámica por cuanto no se
encuentre atada a principios rígidos, sino que todo dependerá de las circunstancias del
caso concreto de quien se encuentre en mejore condiciones para probar.

Este principio ha sido reconocido por el nuevo código en su art. 1735, en cuanto
dispone, “No obstante, el juez puede distribuir la carga de prueba de la culpa o de
haber actuado con diligencia debida ponderando cuál de las partes se halla en mejor
situación para aportarla. Si el juez considera pertinente, durante el proceso
comunicará a las partes que aplicara este criterio, de modo de permitir a los litigantes
ofrecer y producir los elementos de convicción que haga su defensa”.

La teoría de las cargas probatorias dinámicas aparece como una excepción al principio
general.

Supuestos de obligaciones de medios. Se consideran obligaciones de medios a las


obligaciones de prestar servicio, en particular, a las que provienen de los contratos de
locación de servicios, del contrato de trabajo y del mandato. La mayor parte de los
servicios de profesionales de la medicina y de la abogacía encuadran dentro de esta
categoría, como también la del arquitecto que dirige una obra. En ellos los
profesionales asumen la obligación de prestar sus conocimientos técnicos al cliente,
sin asegurarle el resultado financiero o económico exitoso de esa gestión.

En cambio, en las obligaciones de resultado, el deudor asegura un resultado exitoso y


asume todas las contingencias que puedan presentarse en el desempeño de la
conducta proyectada, salvo aquellas absolutamente fortuitos, generado por una
casusa ajena. Ejemplo: con las obligaciones de dar: la no concreción del resultado
(entrega de la cosa debida) produce el incumplimiento.

Ante la falta de obtención de resultado y la presunción de incumplimiento, el deudor


para liberarse de las consecuencias, debería acreditar la presencia de una causa
ajena.

Supuestos de obligaciones de resultado. Las obligaciones de dar son de resultado, ya


que su cumplimiento solamente se obtiene a través de la efectiva entrega de lo
adeudado. Tratándose de obligaciones de hacer, se considera obligaciones de
resultado la de ejecutar una obra, material o intelectual. La prestación de una obra es
una obligación de resultado, por lo que, si el contratista fracasa, aquella se juzga
incumplida, sin derecho a obtener la contraprestación. La razón obedece a que el
contrato de obra, la remuneración del contratista no es debida por el trabajo o el
tiempo empleado, sino por la conclusión completa y total de la obra. Esto determina
que sea el quien soporte el riesgo de su fracaso y de la eventual pérdida de la misma
antes de operar su entrega.

Algunas prestaciones médicas o sanitarias también pueden considerarse de resultado,


en cuanto implican la realización de una obra intelectual, por ejemplo una placa
radiográfica, la realización de un análisis de sangre, etc. Se consideran también obras
intelectuales, y verdaderas obligaciones de resultado, la elaboración de prótesis
(miembro ortopédico, prótesis dental, marcapasos, aparatos anticonceptivos). La
cirugía estética da lugar a verdaderas obligaciones de fines por cuanto, se asegura al
paciente- acreedor a un resultado, que es garantizado por el médico –deudor.

Es de resultado las obligaciones del trasportista de trasportar a destino las personas o


cosas a él confiadas, en el tiempo y modo convenidos y en condiciones de
indemnidad. En lo que hace las obligaciones de no hacer, se consideran que, por lo
general, son de resultado, ya que su cumplimiento suele depender exclusivamente del
deudor, siendo allí inexistentes al margen de aleatoriedad.

3. Factores Subjetivos.

Dolo. Diversas acepciones.

El dolo implica una idea de mala fe, de conducta deliberada contraria al derecho.

El Código anterior contemplaba diversas acepciones:

Vicio de la voluntad: (art. 931 C.C) es “… toda aserción de lo que es falso o


disimulación de lo verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee
con ese fin”. Se trata de una conducta orientada a provocar el error en un tercero.

Elemento del delito: (art. 1072 C.C) El dolo delictual (elemento del delito) consiste en
ejecutar un hecho ilícito “… a sabiendas (con conciencia de la ilicitud del acto) y con
intención de dañar la persona o los derechos de otro”.

El dolo en el incumplimiento obligacional: (art. 521 C.C) El dolo es el incumplimiento


obligacional, consiste en no cumplir de manera consciente, deliberadamente, pudiendo
cumplir. Para su configuración no es menester la intención de causar daño al
acreedor.

El nuevo Código Civil y Comercial sigue reconociendo algunas acepciones diferentes


de dolo:

Dolo como vicio de la voluntad: (art. 271 C.C y C.) “Acción dolosa es toda aserción de
lo falso o disimulación de lo verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que
se emplee para la celebración del acto. La omisión dolosa causa mismos efectos que
la acción dolosa, cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia u ocultación”.
Consiste en el engaño que se utilice para conseguir la ejecución del acto.

Dolo obligacional: (art. 1084 inc. D C.C. y C.) Se refiere al incumplimiento intencional
de una obligación y habilita la resolución del contrato.

Dolo como factor de atribución de responsabilidad subjetivo: (art. 1724 C.C. y C.)
Cuando dispone que: “El dolo se configura por la producción de un daño de manera
intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos”. La norma identifica
el concepto de dolo con la idea de “dolo obligacional” y “dolo delictual”, que se
consideran subsumidos en el art. 1724, las que se unifican en función de querer el
resultado previsible de la acción: sea por la intención de dañar o por desentenderse de
ese resultado probable con relación a los intereses ajenos.

Prueba del dolo.


El dolo no se presume. La prueba del mismo pesa siempre sobre quien invoca su
existencia. Son aplicables los principios generales del art. 1734 del C.C. y C., que
dispone “la prueba del dolo incumbe a quien lo alega y son admisibles todos los
medios de prueba”.

Efectos del dolo.

En los contratos celebrados de manera paritaria, el texto legal se aparta del criterio del
principio general sentado en el art. 1726 del C.C. y C., estableciendo que el deudor
incumplidor responde por las consecuencias que las partes previnieron o pudieron
haber previsto al memento de su celebración, salvo que medie dolo del deudor.

Culpa. Concepto. Unidad y pluralidad. Sistemas de aparición.

Para que se configure la culpa es necesario la presencia de dos requisitos: la omisión


de realizar la conducta exige la naturaleza de la obligación y la ausencia de propósito
deliberado de incumplir o de causar un daño.

El nuevo código en el art. 1724 (antes art. 512 C.C) “La culpa consiste en la omisión
de la diligencia debida según la naturaleza de la obligacional y las circunstancias de
las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia la negligencia y la
impericia en el arte o profesión…”

a. La negligencia: Consiste en no prever lo que era previsible o, habiéndolo


hecho, en no adoptar la diligencia necesaria para evitar el daño. Ejemplo: el
chofer que deja estacionado el automóvil, con las llaves puestas, posibilitando
su hurto por un tercero. También se la denomina, entre los penalistas, culpa
inconsciente.
b. La imprudencia: Se traduce en una conducta positiva, precipitada o irreflexiva,
que es llevada a cabo sin prever sus consecuencias. Es el caso de quien
conduce a gran velocidad en zona urbana, confiando en que su habilidad para
manejar le permitirá evitar un accidente o esperando que no ocurra. También
se la suele denominar culpa consciente. La imprudencia importa falta de
previsión o de precaución.
c. La impericia: Consiste en “la incapacidad técnica para el ejercicio de una
función determinada, profesión o arte”. Por ejemplo, el ingeniero que, por
desconocimiento de las reglas que rigen su actividad profesional, realiza un
cálculo de estructura equivocado, que luego provoca el derrumbe de la obra.

La valoración de la conducta régimen de nuestro Código Civil.

Vélez Sarsfield se había apartado del sistema de graduación de la culpa de derecho


romano (culpa grave, culpa leve y culpa levísima), pero a pesar de no existir dicha
graduación de culpas, si existen distintos tipos de conductas, el obrar muy mal no es
igual que obrar mal y los diferentes grados de la conducta, es decir “… la omisión de
aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación y que correspondiese a
las circunstancias de las personas, del tiempo y el lugar”.

Teniendo en cuenta, las circunstancias de las personas: no es igual la diligencia


esperada de un chofer experimentado que de uno principiante; las circunstancias del
tiempo: por ejemplo, el conductor debe extremar las precauciones si está lloviendo; las
circunstancias del lugar: por ejemplo: requiere mayor grado de cautela conducir en un
camino montañoso que hacerlo en una ruta desértica.

En este sentido el art. 1725 de C.C. y C. establece “Cuanto mayor sea el deber de
obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible
al agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias. Cuando existe una
confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las condiciones
particulares de las partes. Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición
especial, o la facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los
contratos que suponen una confianza especial entre las partes. En estos casos, se
estima el grado de responsabilidad, por la condición especial del agente”.

Las reglas vertebrales que sienta este art. 1725 son las siguientes:

a. Debe obrarse con prudencia y pleno conocimiento de las cosas evitando


causar daño injustificado.
b. Cuando mayor es el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las
cosas, también es mayor la diligencia exigible al agente y la rigurosidad en la
valoración de la previsibilidad de las consecuencias.
c. Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial o la
facultad intelectual de una persona determinada, sino el cartabón general de
diligencia y previsibilidad ordinaria.

El artículo alude a un estándar de conducta general, fundado en los principios de


normalidad, buena fe, razonabilidad, y confianza.

En la culpa el juez valora en concreto, a las circunstancias de las persas, tiempo y


lugar, al mayor grado de previsibilidad requerido si las condiciones personales del
agente o la confianza imponían un mayor deber de diligencia.

La prueba de la culpa.

La carga de la prueba de la culpa incumbe, a quien alega, salvo disposición legal o


convencional en contrario (art. 1734). En la culpa se prevén específicamente
facultades para la distribución de la carga de la prueba de la culpa o de haber obrado
con la diligencia debida, ponderando cuál de las partes se halla en mejor situación de
aportarlas, las que surgen de la llamada “teoría de las cargas dinámicas de la prueba”
(art. 1735 C.C. y C.).

Dispensa anticipada de la responsabilidad.

El código anterior regulaba la dispensa anticipada del dolo en el art. 507, donde
establecía que eran nulas las cláusulas que anticipadamente dispensa al deudor de la
responsabilidad por el incumplimiento doloso de la obligación. El problema se suscitó
respecto a culpa, que a diferencia de la dispensa anticipada del dolo, el código anterior
guardaba silencio. La mayoría de la doctrina consideraba que tampoco era admisible
la dispensa anticipada de la culpa cunando se pretenda excluir o limitar
anticipadamente la responsabilidad por daño a la persona; o cuando ella importe
desnaturalizar la esencia misma de la relación contractual o atenten contra el orden
público y el principio de buena fe. Lo que llevaría a la invalidez de la cláusula.
En el ámbito del derecho de consumo, la ley 24.240 tiene por no convenidas a las
cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por daños.

La situación ha sido subsanada en el C.C. y C. en su art. 1743, que dispone “Son


válidas las cláusulas que eximen o limitan la obligación de indemnizar cuando afectan
derechos indispensables, atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes
imperativas, o son abusivas. Son también inválidas si liberan anticipadamente, en
forma total o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor o de las personas por las
cuales debe responder”.

4. Los factores objetivos.

Los factores objetivos prescinden de la conducta reprochable del sujeto y ponen el


acento en la victima que sufrió un daño y necesariamente debe obtener el
resarcimiento del mismo.

El nuevo código hace referencia en su art. 1720, que dispone “El factor de atribución
es objetivo cuando la culpa del agente es irrelevante a los efecto de atribuir
responsabilidad. En tales casos, el responsable se libera demostrando la causa ajena,
excepto disposición legal en contrario”.

La responsabilidad es objetiva cuando la culpa no es necesaria para atribuir


responsabilidad, más aún la culpa del agente es indiferente, y se prescinde de ella, por
lo que la obligación de reparar se efectúa con abstracción de la imputación subjetiva.
El sindicado como responsable se exonera si acredita la causa ajena o sea la ruptura
total o parcial del nexo causal, el hecho o la culpa del damnificado; el hecho o la culpa
de un tercero por el que no debe responder y el caso fortuito o fuerza mayor. Si bien el
art. no lo dice expresamente, la exoneración puede ser total o parcial, resulta de la
interpretación armónica con los restantes artículos. (Art. 1719, 1726, 1727, 1731 del
CCC).

La teoría del riesgo.

Surgió en el derecho francés del siglo XIX. En esta teoría quien es dueño o se sirve de
cosas, o realiza actividades que, por su naturaleza o modo de empleo generan riesgos
potenciales a terceros, debe responder por los daños que ellas originan. La ley 17.711
marco el comienzo de un periodo de objetivación del deber de reparar. Tanto en
materia contractual como extracontractual, los factores objetivos de atribución
incrementaron de manera significativa su importancia.

Sin embargo, omitió contemplar expresamente los daos generados por actividades
riesgosas. Una actividad es riesgosa cuando por su propia naturaleza, o por las
circunstancias de su realización genera un riesgo o peligro para terceros. El nuevo
Código Civil y Comercial trata a la “Responsabilidad derivada de la intervención de
cosas de ciertas actividades” en la Sección 8°, en los art. 1757 y 1758.

El nuevo código contempla dos supuestos:

a- El daño causado por el riesgo o vicio de las cosas, que mantiene la ya referida
ley del art. 1113 del código anterior.
b- La incorporación expresa de las actividades que sean riesgosas o peligrosas
por su naturaleza, por los medios empleados o por las circunstancias de su
realización.

En todos los casos la responsabilidad es objetiva. No son eximentes la autorización


administrativa para el uso de la cosa o la realización de la actividad, ni el cumplimiento
de las técnicas de prevención (art. 1757 CCC).

En cuanto a los sujetos responsables se admite que el dueño y el guardián son


responsables indistintamente del daño causado por las cosas. Se considera guardián
a quien ejerce, por si o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o quien
obtiene un provecho de ella. El dueño no responde si prueba que la cosa fue usada en
contra de su voluntad expresa o presunta. En caso de actividad riesgosa o peligrosa
responde quien la realiza, se sirve u obtiene provecho de ella, por si o por terceros,
excepto lo dispuesto por la legislación especial (art. 1758 CCC).

Factor de garantía.

La idea de “garantía” constituye un factor objetivo de atribución. El nuevo código en su


art. 1753 señala: “El principal responde objetivamente por los daños que causen los
que están bajo su dependencia, o las personas de las cuales se sirve para el
cumplimiento de sus obligaciones, cuando el hecho dañoso acaece ene ejercicio o con
ocasión de las funciones encomendadas. La falta de discernimiento del dependiente
no excusa al principal. La responsabilidad del principal es concurrente con la del
dependiente”.

Contempla dos hipótesis: por un lado, la de los daños causados por aquellos que
están bajo dependencia del principal y, por otro lado, en una suerte de reafirmación del
dispositivo previsto en el art. 732 del CCC, para el caso de los auxiliares no
dependientes, los generados por cualquier tercero del que el principal se sirva para
ejecutar una obligación.

El deber de seguridad.

La obligación de seguridad tiene carácter de obligación secundaria pero autónoma y


por ende no subordinada a la principal. El cumplimiento de la obligación denominada
principal no conlleva el de la obligación de seguridad. Este tipo de obligación tiene
sustento en el principio de la Buena Fe, que permite admitir la existencia de la
obligación de seguridad, aun cuando no se la haya establecido expresamente al
celebrarse el contrato.

El ámbito de aplicación solo se concibe en aquellos contratos que por las


características de sus prestaciones, de carácter riesgoso o peligroso, imponen al
deudor la obligación de velar por las personas y bienes del acreedor respecto de los
daños que puedan ocasionarse durante su ejecución. La obligación de seguridad tiene
por finalidad preservar la indemnidad de la persona y bienes del co-contratante,
durante la ejecución del contrato.

En general son obligaciones de resultado. El deudor para excluir su responsabilidad


debe probar el caso fortuito, el hecho o culpa de la víctima o el hecho de un tercero
por quien no debe responder.
La obligación de seguridad tiene carácter constitucional surge de la interpretación del
art. 19 de C.N., que establece el principio de no dañar y se encuentra fortalecida por la
reforma de 1994 que incorporó con jerarquía constitucional diversos Tratados
Internacionales sobre Derecho Fundamentales. A partir de la incorporación de estos
Tratados Internacionales, se ha consagrado la obligación de seguridad como principio
general del derecho.

La obligación de seguridad tiende a la preservación del daño. Existen numerosos


casos jurisprudenciales que conciben la existencia de una obligación tacita de
seguridad aplicable en diversos ámbitos y que se encuentra su fundamento en el
principio de buena fe:

a. El contrato de transporte. Donde el transportista asume la obligación de


transportar incólumes a las personas o cosas confiadas a él. La obligación de
seguridad del trasportador, exigía trasladar sano y salvo al pasajero al lugar del
destino, deber que también imponía adoptar las medidas conducentes para
evitar que pudiera perpetuarse hechos delictuosos durante el viaje.
El art. 1289 del C.C. y C. prescribe las obligaciones de transportista, que
consisten no solo en proveerle lugar para viajar, trasladarlo al lugar convenido
y llevar su equipaje, sino garantizar su seguridad. También el transporte de
cosas es de resultado y objetiva, solo se excusa probando causa ajena, según
el art. 1306 del CCC “el transportista está obligado a entregar la carga en el
mismo estado en que las recibió, excepto causa ajena”.
b. El contrato de enseñanza intelectual. El titular de un establecimiento
educacional asume no solo las obligaciones típicas que emergen de dicha
relación, sino también una obligación de seguridad, consistente en mantener
incólume la integridad física y espiritual del educando mientras se encuentra
confiado por sus representantes legales al establecimiento.
c. Clubes deportivos. Contrato de práctica deportiva. Quien pone sus
instalaciones a disposición de sus socios o de terceros para que practiquen un
deporte, asume una obligación de seguridad, relativa a los daños que estos
puedan sufrir en ocasión del uso de las instalaciones.
d. Responsabilidad civil de los propietarios de establecimientos bailables. El
propietario del local debe garantizar que los concurrentes no sufran daños en
su integridad física o en sus bienes. Por lo tanto, deben adoptar todas las
medias necesarias para evitar el acaecimiento de daños. En consecuencia, se
consideró responsable al dueño de un local- pub- por los daños que sufrió una
persona como consecuencia de una pelea que se originó dentro del recinto
bailable y que continúo fuera del mismo.
e. Responsabilidad civil de la empresa de catering. La contratación del servicio de
catering para un evento determinado, es innegable la existencia de una
obligación tacita de seguridad que acompaña a la prestación principal, nadie
contrata un servicio asumiendo un riesgo de ser dañado; podrá uno salir de la
reunión más o menos satisfecho por los alimento del servicio de catering, por el
modo en que mismo se brindó, pero nunca con una intoxicación.
f. Responsabilidad civil del propietario de un garaje. El propietario del garaje no
solo asume la obligación de prestar servicio de cochera sino también una
obligación de seguridad. Por lo tanto, será responsable de los daños que sufra
el rodado como así también frente al robo o hurto del mismo. La obligación del
guardador es de resultado y su responsabilidad objetiva.
g. El contrato de espectáculo deportivo. El organizador genera no solo obligación
de adecuar su conducta a los términos de lo ofrecido, sino que también la de
preservar la seguridad de los asistentes y participantes durante todo el
transcurso del mismo. Si un espectador resulta dañado por elemento
contundente arrojado por otros espectadores, quedara patentizado el
incumplimiento de la obligación de seguridad del organizador, quien deberá
responder salvo que se acredite la ruptura del nexo causal (hecho de la víctima
o de un tercero extraño o el caso fortuito).
h. La ley de defensa al consumidor. Pesa sobre el prestador de servicios públicos
una obligación de seguridad de preservar a las personas y bienes de sus co-
contratantes, respecto de los daños que puedan ocasionarse durante su
ejecución del contrato. En los arts. 5 y 6 de la Ley de defensa del consumidor
(Ley 24.240 y sus modificaciones) se establecen deberes, así las cosas y
servicios deben ser suministrados o prestados en forma tal que, utilizados en
condiciones previsibles o normales de uso, no presenten peligro alguno para la
salud o integridad física de los consumidores o usuarios (art. 5); respecto a las
cosas y servicios riesgosas, deben comercializarse observado los mecanismo,
instrucciones y normas establecidas o razonables para garantizar la seguridad
de los mismos (art.6). también el art. 28 dispone que los usuarios deben ser
informados sobre las condiciones de seguridad de las instalaciones y de los
artefactos de servicios públicos que se presten a domicilio.

Otros factores de atribución objetivos.

La equidad, el exceso en la normal tolerancia entre vecinos y el abuso del derecho


también suelen funcionar como factores objetivos de atribución, permitiendo que la
responsabilidad de ciertos sujetos se presuma, con prescindencia de un reproche
subjetivo sobre tales sujetos.

El nuevo código impone una indemnización de equidad a cargo del autor de un daño
causado involuntariamente (art. 1750 CCC). Se trata sin dudas de una reparación
debida en base a un factor de atribución objetivo, el agente responsable no será
culpable, al haber obrado sin discernimiento, intención y libertad. Y la equidad
presenta particularidades bien diferenciadas: la indemnización no es integral, sino
atenuada, en función del patrimonio del deudor, la situación personal de la víctima y
las circunstancias del hecho (art. 1742 CCC).

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