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IRONIA

Ironía, también llamada antífrasis, figura retórica en la que las palabras


transmiten un significado diferente del literal, entre el humor seco y el
ligero sarcasmo, o, más sencillamente, figura mediante la cual se dice lo
contrario de lo que se dice. Abundan los ejemplos coloquiales: decir “¡qué
bonito!” para enfatizar una mala acción o un error. El escritor cubano
Virgilio Piñera recurre a la ironía en su cuento “La carne”: los personajes,
ante la escasez de carne, deciden alimentarse cortando filetes de su propio
cuerpo.

Relacionada con el sentido del humor, la ironía implica un ejercicio de


distanciamiento crítico por parte del individuo con respecto a sí mismo y a
las cosas que lo rodean. Próxima a la parodia y a la sátira, la ironía, al
trabajar en ese delicado límite entre lo verdadero y lo falso, desestabiliza
el propio funcionamiento de la lengua (afirma y niega a la vez), además de
quebrar las falsas certezas. Propone, además, un equilibrio entre lo cómico y
lo serio. Como dice Ronald Knox, “hemos perdido, o estamos perdiendo, la
capacidad de tomar el ridículo en serio. Que nos hemos acostumbrado a las
lecturas de humor y eso ha vacunado nuestros sistemas contra el saludable
veneno de la sátira”.

Otras figuras retóricas, como la lítotes o el eufemismo, tienen que ver con
la ironía, sobre todo porque la atenuación (en el primer caso) y fórmulas
consideradas políticamente correctas (en el segundo) rozan lo risible,
muchas veces sujetas a la intención y la entonación del hablante. Entre
otros ejemplos, merece la pena recordar a grandes maestros de la ironía
como Oscar Wilde, Bertolt Brecht y Enrique Jardiel Poncela.

HERMENEUTICA

Hermenéutica, arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido.


En un principio se utilizó en el estudio de la teología y se aplicó
específicamente a la interpretación de las Sagradas Escrituras, pero su uso
se ha ampliado desde el siglo XIX hasta abarcar las teorías filosóficas del
significado y la comprensión, así como las teorías literarias de la
interpretación textual.

Los teóricos de la hermenéutica del siglo XIX, como Friedrich


Schleiermacher y Wilhelm Dilthey, entendían la comprensión como un
proceso de reconstrucción psicológica, es decir, de reconstrucción, por
parte del lector, de la intención original del autor. En este sentido, el texto
es la expresión de los sentimientos de su autor y los intérpretes deben
intentar ponerse en el lugar del autor para revivir el acto creador.

El problema de esta concepción es principalmente su exceso de fe en el


género humano: presupone que todo el mundo tiene la misma capacidad para
superar las dificultades que entraña todo proceso de comprensión. Se basa
en la creencia de que es posible alcanzar una única interpretación correcta.
Sin embargo, una visión algo más escéptica de la interpretación sostiene que
no hay razones fundadas para emitir un juicio y por lo tanto se corre el
riesgo de hundirse en la ciénaga del subjetivismo y el relativismo (el
descubrimiento de que el conocimiento no es absoluto). El filósofo alemán
Martin Heidegger y su discípulo Hans-Georg Gadamer describían este
dilema como un círculo hermenéutico, en alusión al modo en que la
comprensión y la interpretación, la parte y el todo, se relacionan de manera
circular: para comprender el todo es necesario comprender las partes, y
viceversa. Tal es la condición de posibilidad de toda experiencia y toda
investigación humanas. Véase también Procesualismo.

HAIKU

Haiku, composición poética japonesa que destaca por su concisión y su poder


evocativo. Consta de tres versos no rimados, de cinco, siete y cinco sílabas.

El haiku clásico e ideal presenta dos imágenes contrastadas, una de las


cuales indica el tiempo y el lugar, mientras que la otra ofrece una viva
aunque fugaz reflexión. Su combinación logra transmitir una determinada
emoción o un estado de ánimo. El poeta no hace ningún comentario, sino que
deja al lector que perciba por sí solo la síntesis de las dos imágenes. Un
haiku del poeta Basho que escribió los más perfectos ejemplos del género,
ilustra espléndidamente esta dualidad: “Ahora el puente colgante queda
silenciado por las enredaderas, Como la enredadera de nuestra vida.”

El haiku evolucionó a partir de esta estructura original de versos


relacionados, conocida como renga, y fue ampliamente utilizado por los
monjes budistas zen durante los siglos XV y XVI. En los doscientos años
siguientes, esta forma poética alcanzó su mayor popularidad y éxito. Otros
destacados poetas autores de haiku son, además de Basho, Yosa Buson,
Kobayashi Issa y Masuoka Shiki.
La extremada concisión del haiku influyó en los miembros del movimiento
poético angloamericano de principios del siglo XX conocido como imaginismo
y definido por Ezra Pound. El haiku sigue siendo una forma poética cultivada
por miles de japoneses, que anualmente publican sus mejores creaciones en
las numerosas revistas dedicadas a este arte. Véase Literatura japonesa;
Poesía.

HAGIOGRAFIA

Hagiografía (derivado de hagiógrafo, del griego agios, ‘santo’ y grafo,


‘escribir’, es decir ‘el que escribe sobre un santo’), en sentido general se
emplea para designar un relato biográfico admirativo sobre un santo o
cualquier otra persona.

Los relatos de las vidas de santos fueron muy populares durante la edad
media, bien en forma de relato dedicado a un santo o de colecciones de
varios, como la latina Legenda Aurea, escrita en el siglo XIII por el italiano
Jacobo de la Voragine, y la griega Synaxarion de Simeón de Metafrasto. Del
poeta español del siglo XII Gonzalo de Berceo se conservan la Vida de
Santo Domingo de Silos, Vida de San Millán de la Cogolla y la Vida de Santa
Oria. Aunque el objetivo principal de las hagiografías era difundir la fe
entre sus lectores, este tipo de obras prestaban poca atención al rigor
histórico y, al centrarse en los milagros realizados por sus protagonistas,
dieron como resultado fábulas extravagantes que pasaron a formar parte
del folclore. A ellas se debe por ejemplo el establecimiento del 14 de
febrero como día de San Valentín, o la transformación del Obispo Nicolás
del santo que salvó a tres muchachas de la prostitución al santo que salvó a
tres niñas de morir ahogadas, lo que lo convirtió en patrón de los niños y dio
lugar al personaje de Santa Claus. La leyenda de Santa Eugenia es algo más
confusa. Cuentan que, vestida de hombre, se convirtió en abad, pero mostró
sus pechos para defenderse de una acusación de agresión sexual. Otra
leyenda muy popular es la de la santa portuguesa Wilgeforte, a quien le salió
barba para no casarse con el rey de Sicilia.

GREGUERIA

Greguería, género breve creado por Ramón Gómez de la Serna, próximo al


epigrama y a la captación súbita de una imagen cuya gracia reside en la
transgresión de la lógica previsible. También puede asociarse al chiste.
El mismo Gómez de la Serna define a la greguería como la suma del
humorismo y la metáfora y como "el atrevimiento a definir lo que no puede
definirse". Por su brevedad, se vincula también con el haiku, ese "telegrama
poético", según dice Ramón. Las primeras greguerías remontan a 1910. Su
autor eligió este término —cuyo significado original es gritería confusa—
por su valor eufónico. Citamos algunos ejemplos: "Aparecen días tan
húmedos que hasta los tenedores sienten reuma"; "¡Oh!: puñetazo por
sorpresa en un ojo de lo escrito"; "Las románticas se tocaban un bucle como
si hablasen por teléfono con ellas mismas". Pueden encontrarse greguerías
en ciertas máximas de autores como Enrique Jardiel Poncela, Noel Clarasó,
Ricardo Güiraldes y Oliverio Girondo, a quien Gómez de la Serna dedica el
volumen de su selección de Greguerías de 1910 a 1960, calificándolo como el
"escritor más original y fantasmagórico de la literatura argentina". Uno de
los títulos de Girondo, “Membretes”, continúa la estética de las greguerías y
ayuda a precisar aún más el significado de este género breve. Un membrete
es, según la definición del Diccionario del español actual, de Manuel Seco, el
“nombre o título de una persona o de una entidad, impreso o grabado en su
papel de correspondencia”. Si al significado estricto, propio de la
organización burocrática, se le añade humor, se afirma una tendencia propia
de la literatura y el arte contemporáneos: la ruptura con la solemnidad y el
gusto por la parodia de las convenciones.

GENEROS LITERARIOS

Géneros literarios, técnicas expositivas singulares, ligadas a ciertas leyes


de forma y contenido de carácter histórico o no a las que se someten las
obras literarias.

La primera clasificación de los géneros literarios pertenece a Aristóteles,


quien los redujo a tres: épica, lírica y teatro. El primero ha extendido su
significado, al incluir la novela, a la noción más amplia de narrativa. Pero el
género, entendido como conjunto de constantes retóricas y sígnicas o
semióticas que identifica y reúne a varios textos, se va conformando
históricamente. Por tanto, resulta muchas veces difícil fijar rígidamente los
límites entre lo propiamente narrativo o épico-narrativo, lo lírico o poético y
lo dramático o teatral.

Dentro de cada género surgen subgéneros o géneros menores, algunos de


ellos sólo válidos en ciertos momentos históricos. Existen, por otra parte,
novelas líricas (Gabriel Miró), poemas narrativos (desde los romances
noticieros a la poesía coloquial contemporánea o la misma recuperación
contemporánea de la épica en Ómeros de Derek Walcott), poesía que
recurre al ingrediente de la teatralidad (y así lo ha estudiado Jenaro Talens
en el Libro de Buen Amor), intersección entre los géneros (del Ulises de
James Joyce a Larva de Julián Ríos). La clasificación aristotélica, por otra
parte, no toma en cuenta el ensayo, en el que se desarrollan y argumentan
ideas: para algunos, en él se da un contacto directo entre autor y lector;
para otros, puede analizarse como un relato (histórico, médico, psicológico u
otros) en el que el autor se traslada a un yo (observador u omnisciente) que
demuestra una hipótesis determinada.

La teoría del discurso permite también distinguir entre los diversos


géneros: poético, narrativo, dramático, ensayístico y sus combinaciones
posibles. Nos sale al paso una definición humorística del escritor
guatemalteco Augusto Monterroso: “La vida no es un ensayo, aunque
tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas;
no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del
poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso, eso, un movimiento
perpetuo”.

1 INTRODUCCIÓN (GENERO FANTASTICO)

Género fantástico, género literario que describe hechos sorpresivos o


imprevisibles en la vida cotidiana y que se interesa, en consecuencia, por
trascender los límites y obtener una percepción más aguda y menos
superficial de la realidad inmediata. La fantasía puede ser un recurso
placentero, que estimula el gusto por el vuelo imaginativo, o un medio
tendente a exacerbar emociones como el miedo, la perplejidad, el terror, la
incertidumbre. Desde el punto de vista conceptual, la fantasía puede
entenderse como la forma antagónica del dogma, siempre que no se la
someta a una interpretación unívoca y, por tanto, tendenciosa.

2 ANTIGÜEDAD DE LA FICCIÓN FANTÁSTICA

Según el escritor argentino Bioy Casares, el género fantástico “es tan viejo
como el miedo”. Definitivamente la ficción fantástica precede a la realista.
El Poema de Gilgamesh de los antiguos sumerios es ya ficción fantástica y
algunos papiros del antiguo Egipto contienen narraciones mágicas. Apuleyo,
autor romano, trata en El asno de oro temas como la metamorfosis y la
magia. Textos medievales como la Divina Comedia de Dante, La muerte de
Arturo (1469-1470) de Thomas Malory o el Roman de la rose de Jean de
Meun y Guillaume de Lorris entran de lleno en lo maravilloso, lo sobrenatural
y lo monstruoso. De modo parecido se encuentran conjuntos de relatos
fantásticos en la antigüedad de culturas alejadas de Europa, el Océano de
historias de la India o Las mil y una noches árabes son dos ejemplos claros.

3 ORÍGENES DEL GÉNERO

Los orígenes de lo fantástico, como género de la literatura occidental


distinto del realismo convencional, pueden rastrearse hasta el siglo XVIII,
cuando novelas góticas como El castillo de Otranto (1764) de Horace
Walpole o Los misterios de Udolfo (1794) de Ann Radcliffe comenzaron a
explotar ciertos temas extravagantes y sobrenaturales que serían
retomados una y otra vez por escritores posteriores de literatura
fantástica. Otras fuentes de inspiración llegarían de la búsqueda en baladas
medievales, de la traducción que Antoine Galland hizo de Las mil y una
noches al francés (1704-1717) y de los estudios y publicaciones sobre el
folclore y las leyendas europeas. Los temas clásicos de la literatura
fantástica, los que se han desarrollado desde el siglo XVIII hasta hoy,
incluyen la aparición del llamado Doppelgänger (véase Fantasma), los mundos
paralelos, los pactos con el diablo, las historias alternativas, las búsquedas
mágicas, la realidad invadida por sueños o hechizos monstruosos. Entre las
primeras obras maestras de la literatura fantástica figuran la fantasía
oriental Vathek (1786), de William Beckford, los relatos dentro del relato
de El manuscrito encontrado en Zaragoza (1804-1814) del aristócrata
polaco Jan Potocki, o las colecciones de cuentos publicadas por el alemán E.
T. A. Hoffmann en las primeras décadas del siglo XIX.

Aunque el novelista gótico Charles Brockden Brown fue probablemente el


primer autor fantástico norteamericano, y Nathaniel Hawthorne produjo
historias como “El joven Goodman Brown”, es Edgar Allan Poe el mejor de los
iniciadores del género en América, tanto en prosa como en verso. También
puede verse a Poe como un pionero de la literatura de terror y de ciencia
ficción. Durante los siglos XIX y XX se va haciendo más borrosa la frontera
entre los géneros, pero probablemente sea mejor considerar el terror y la
ciencia ficción como subgéneros dentro del fantástico. En el siglo XIX,
Edward Lear y Lewis Carroll jugaron y experimentaron con el lenguaje y las
paradojas de la lógica. (En estos y en muchos otros casos es difícil trazar la
línea que separa la ficción fantástica para niños de la escrita para adultos).
Otros escritores, como Charles Dickens, George MacDonald o William
Morris, hicieron un uso didáctico de la fantasía, poniéndola al servicio de la
ética cristiana y la alegoría. Esta tendencia continuó durante el siglo XX con
ejemplos tan notables como la novela de G. K. Chesterton El hombre que fue
jueves (1908) y el ciclo de novelas para niños Historias de Narnia, de C. S.
Lewis.

4 TENDENCIAS MODERNAS

En los tiempos modernos, los escritores americanos y británicos han tendido


a cultivar una literatura fantástica destinada al consumo masivo. Escritores
europeos y latinoamericanos como Jorge Luis Borges, Italo Calvino, Mijaíl
Bulgakov o Michel Tournier se han centrado en la producción de obras más
literarias e intelectuales que, a veces, coinciden con las ideas y la imaginería
expresionista y surrealista. El realismo mágico, un tipo de fantasía en el que
los acontecimientos más extraños se narran de forma llana y realista, ha
estado dominado por los latinoamericanos, sobre todo Gabriel García
Márquez y Carlos Fuentes. De todos modos, otros escritores, como la
británica Angela Carter, el checo Milan Kundera y el italiano Calvino, han
escrito también obras pertenecientes a esta subcategoría de lo fantástico.
Una obra de Italo Calvino como El caballero inexistente, título seguramente
inspirado por el Museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández,
se sirve claramente del recurso de lo fantástico a través del humor:
encuentro de lo visible (la armadura) y lo invisible (el cuerpo del caballero),
de lo aparente y lo real, recurso que, a su vez, pone en cuestión los límites
del realismo vulgar.

Se puede establecer una amplia distinción entre baja y alta fantasía. En la


baja fantasía, lo fantástico irrumpe en el mundo real y cambia alguno de sus
aspectos, como ocurre, por ejemplo, en La metamorfosis de Franz Kafka,
donde un hombre se despierta convertido en un “monstruoso insecto”. La
alta fantasía, al contrario, imagina un mundo completamente alternativo,
generalmente muy detallado. El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien es uno
de los ejemplos más conocidos de alta fantasía. Junto con la serie de
novelas de Robert E. Howard dedicadas a Conan, el bárbaro, la trilogía de
Tolkien ha sido una de las principales fuentes de inspiración para el
posterior desarrollo del subgénero fantástico de gran consumo conocido
como “espada y brujería”. En años recientes, Terry Pratchett e Iain Banks
han escrito parodias sobresalientes de los clichés más abundantes en este
subgénero. Pese a todo, la trilogía de Gormengast (1946-1959) de Mervyn
Peake y El rey que fue y será (1958) de T. H. White son ejemplos notables
de alta fantasía que no cae en los tópicos.

5 EL CINE FANTÁSTICO
El cine, gracias a su habilidad para representar lo extraordinario, se ha
convertido en un vehículo importante para el género fantástico en el siglo
XX. La película de Georges Méliès Viaje a la luna (1902), al igual que la
mayoría de las que dirigió su autor, es una fantasía que se sirve de efectos
especiales para simular lo inexistente. Muchos de los clásicos del primer
cine pertenecen también al género fantástico, entre ellas El gabinete del
doctor Caligari (1919, de Robert Wiene) o El Golem (1920, de Paul
Wegener). La categoría de lo fantástico ha producido una amplia variedad
de películas, desde las que provocan un gran desconcierto emotivo e
intelectual hasta las que ofrecen la ocasión de un hilarante entretenimiento.
Esta variedad sólo puede sugerirse citando algunos títulos: El mago de Oz
(1939, de Victor Fleming), La bella y la bestia (1945, de Jean Cocteau),
Giulietta de los espíritus (1965, de Federico Fellini), Céline y Julie van en
barco (1974, de Jacques Rivette), Los caballeros de la mesa cuadrada y sus
locos seguidores (1974, de Monty Python), Superman (1978, Richard
Donner; 1980 y 1983, Richard Lester; 1987, Sidney J. Furie), La historia
interminable (1984, Wolfgang Petersen; 1990, George Miller), El señor de
los anillos: La comunidad del anillo (2001), basada en la obra del J.R.R.
Tolkien.

Durante las últimas décadas del siglo XX, se ha desarrollado la creación de


juegos de ordenador, que abundan en el uso de estos temas fantásticos,
como las misiones mágicas, los combates con monstruos o las ciudades de
laberintos.

LA DIVINA COMEDIA (CANTO I)

La Divina comedia es un poema alegórico basado en la cosmogonía cristiana


medieval. En el primer canto, el que sigue, se sitúa la acción y el escenario.
El poeta tiene 35 años, inicia su viaje el Viernes Santo para concluirlo el
Domingo de Pascua. La selva oscura es el pecado y el monte, la virtud. Dante
escoge como guía a Virgilio por considerarlo el poeta más excelso de la
literatura clásica.

Fragmento de la Divina comedia.

De Dante Alighieri.

Canto I.

A mitad del camino de la vida,


en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado.

¡Cuán dura cosa es decir cuál era


esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento!

Es tan amarga casi cual la muerte;


mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron.

Yo no sé repetir cómo entré en ella


pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera.

Mas cuando hube llegado al pie de un monte,


allí donde aquel valle terminaba
que el corazón habíame aterrado,
hacia lo alto miré, y vi que su cima
ya vestían los rayos del planeta
que lleva recto por cualquier camino.

Entonces se calmó aquel miedo un poco,


que en el lago del alma había entrado
la noche que pasé con tanta angustia.

Y como quien con aliento anhelante,


ya salido del piélago a la orilla,
se vuelve y mira al agua peligrosa,
tal mi ánimo, huyendo todavía,
se volvió por mirar de nuevo el sitio
que a los que viven traspasar no deja.

Repuesto un poco el cuerpo fatigado,


seguí el camino por la yerma loma,
siempre afirmando el pie de más abajo.

Y vi, casi al principio de la cuesta,


una onza ligera y muy veloz,
que de una piel con pintas se cubría;
y de delante no se me apartaba,
mas de tal modo me cortaba el paso,
que muchas veces quise dar la vuelta.

Entonces comenzaba un nuevo día,


y el sol se alzaba al par que las estrellas
que junto a él el gran amor divino
sus bellezas movió por vez primera;
así es que no auguraba nada malo
de aquella fiera de la piel manchada
la hora del día y la dulce estación;
mas no tal que terror no produjese
la imagen de un león que luego vi.

Me pareció que contra mí venía,


con la cabeza erguida y hambre fiera,
y hasta temerle parecía el aire.

Y una loba que todo el apetito


parecía cargar en su flaqueza,
que ha hecho vivir a muchos en desgracia.

Tantos pesares ésta me produjo,


con el pavor que verla me causaba
que perdí la esperanza de la cumbre.

Y como aquel que alegre se hace rico


y llega luego un tiempo en que se arruina,
y en todo pensamiento sufre y llora:
tal la bestia me hacía sin dar tregua,
pues, viniendo hacia mí muy lentamente,
me empujaba hacia allí donde el sol calla.

Mientras que yo bajaba por la cuesta,


se me mostró delante de los ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo.

Cuando vi a aquel en ese gran desierto


«Apiádate de mí —yo le grité—,
seas quien seas, sombra u hombre vivo.»
Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui,
y a mis padres dio cuna Lombardia
pues Mantua fue la patria de los dos.

Nací sub Julio César, aunque tarde,


y viví en Roma bajo el buen Augusto:
tiempos de falsos dioses mentirosos.

Poeta fui, y canté de aquel justo


hijo de Anquises que vino de Troya,
cuando Ilión la soberbia fue abrasada.

¿Por qué retornas a tan grande pena,


y no subes al monte deleitoso
que es principio y razón de toda dicha?»

«¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente


de quien mana tal río de elocuencia?
—respondí yo con frente avergonzada—.
Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran volumen.

Eres tú mi modelo y mi maestro;


el único eres tú de quien tomé
el bello estilo que me ha dado honra.

Mira la bestia por la cual me he vuelto:


sabio famoso, de ella ponme a salvo,
pues hace que me tiemblen pulso y venas.»

«Es menester que sigas otra ruta


—me repuso después que vio mi llanto—,
si quieres irte del lugar salvaje;
pues esta bestia, que gritar te hace,
no deja a nadie andar por su camino,
mas tanto se lo impide que los mata;
y es su instinto tan cruel y tan malvado,
que nunca sacia su ansia codiciosa
y después de comer más hambre aún tiene.

Con muchos animales se amanceba,


y serán muchos más hasta que venga
el Lebrel que la hará morir con duelo.

Este no comerá tierra ni peltre,


sino virtud, amor, sabiduría,
y su cuna estará entre Fieltro y Fieltro.
Ha de salvar a aquella humilde Italia
por quien murió Camila, la doncella,
Turno, Euríalo y Niso con heridas.

Este la arrojará de pueblo en pueblo,


hasta que dé con ella en el abismo,
del que la hizo salir el Envidioso.

Por lo que, por tu bien, pienso y decido


que vengas tras de mí, y seré tu guía,
y he de llevarte por lugar eterno,
donde oirás el aullar desesperado,
verás, dolientes, las antiguas sombras,
gritando todas la segunda muerte;
y podrás ver a aquellas que contenta
el fuego, pues confían en llegar
a bienaventuras cualquier día;
y si ascender deseas junto a éstas,
más digna que la mía allí hay un alma:
te dejaré con ella cuando marche;
que aquel Emperador que arriba reina,
puesto que yo a sus leyes fui rebelde,
no quiere que por mí a su reino subas.

En toda parte impera y allí rige;


allí está su ciudad y su alto trono.
¡Cuán feliz es quien él allí destina!»

Fuente: Dante Alighieri. Divina comedia. Edición de Giorgio Petrocchi.


Traducción y notas de Luis Martínez de Merlo. Madrid: Ediciones Cátedra,
1996.

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