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DIEZ AÑOS DE CRISIS DE LA DEUDA LATINOAMERICA

El artículo "Diez años de crisis de la deuda latinoamericana" de Ricardo Ffrench-


Davis y Robert Devlin examina la crisis de la deuda que afectó a América Latina en
la década de 1980. El endeudamiento masivo con la banca privada internacional
llevó a una crisis económica sin precedentes en la región.
El endeudamiento excesivo de los países de América Latina se produjo debido a la
facilidad con la que los prestamistas internacionales ofrecieron recursos financieros.
Los bancos relajaron las salvaguardias y garantías, lo que generó una
corresponsabilidad en la crisis.
Las instituciones multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial, y los gobiernos de
los países industrializados también jugaron un papel importante en la crisis.
Estimularon la contratación de créditos y alentaron a los países a eliminar las
restricciones al endeudamiento externo. Sin embargo, no anticiparon que la
abundancia de recursos financieros y las bajas tasas de interés eran coyunturales
y podrían revertirse rápidamente.
En 1982, la crisis se manifestó con la interrupción abrupta del financiamiento
bancario, sumiendo a América Latina en una grave crisis que duró toda la década.
La readecuación macroeconómica de la abundancia a la escasez de fondos tuvo
altos costos económicos y sociales. La crisis tuvo un impacto significativo en el
crecimiento económico, derribó el modelo de sustitución de importaciones e
intervención estatal, y dio paso a estrategias de corte neoliberal.
La gestión de la crisis estuvo a cargo de un comité representativo de los bancos
acreedores, el FMI, el Banco Mundial y el Gobierno estadounidense. Sin embargo,
se subestimó la profundidad del ajuste requerido y se priorizó el aspecto financiero
sobre la equidad y la justicia social.
A lo largo del tiempo, los países latinoamericanos reestructuraron sus economías,
cambiando el enfoque del gasto de consumo e inversión hacia la producción de
bienes exportables. Las masivas devaluaciones cambiarias y la diversificación de
las exportaciones fueron factores clave en esta transformación. A principios de la
década de 1990, resurgió el financiamiento privado, en parte debido a la confianza
recuperada y a la baja demanda de fondos en Estados Unidos.
Durante los años setenta, hubo un crecimiento rápido de los flujos bancarios
internacionales hacia los países en desarrollo, especialmente en América Latina.
Esto se debió a un aumento en la liquidez de los prestamistas y a la expansión del
mercado financiero internacional. Sin embargo, esta situación no podía ser
sostenible a largo plazo.
La estructura de los préstamos bancarios cambió a favor de los países en desarrollo,
lo que les proporcionó una gran oferta de fondos. Esta oferta fue resultado del
crecimiento del mercado financiero internacional y de la participación de las
economías en desarrollo. Sin embargo, este crecimiento y acceso fácil a los
préstamos tenía sus riesgos, como la falta de supervisión y las burbujas financieras.
Además, durante este período, las tasas de interés reales eran bajas o incluso
negativas debido a la inflación internacional. Esto hizo que los préstamos bancarios
fueran a plazos más cortos y a tasas de interés más altas que los préstamos
oficiales. A pesar de esto, la gran competencia entre los bancos permitió la
renovación fácil de los préstamos.
El acceso a estos préstamos bancarios ayudó a compensar la inestabilidad y el
deterioro de los términos de intercambio en América Latina. Las exportaciones y el
producto interno bruto (PIB) de la región crecieron durante este período. Sin
embargo, la deuda privada sin garantía gubernamental y a corto plazo también
aumentó, lo que generó preocupaciones sobre su sostenibilidad.
El sector oficial, incluyendo dependencias gubernamentales y organismos
multilaterales, desempeñó un papel activo durante la crisis. El Fondo Monetario
Internacional (FMI) actuó como intermediario entre los bancos y los países
deudores. Los bancos contaron con la presencia del FMI en los procesos de ajuste
de los deudores, pero solo si habían acordado reprogramar sus deudas y otorgar
préstamos involuntarios. Los países pudieron acceder a la reprogramación de
deudas si contaban con un programa contingente con el FMI.
Los bancos centrales y los ministerios de Hacienda de las economías
industrializadas presionaron a los bancos, especialmente a los más pequeños, para
que actuaran de manera colectiva. Los organismos oficiales también proporcionaron
préstamos puente a los deudores para cubrir el servicio de la deuda durante las
negociaciones con la banca. Además, los gobiernos acreedores reprogramaron
deudas oficiales en el marco del Club de París y promovieron desembolsos de
préstamos de los organismos multilaterales para financiar parte de los pagos de
intereses de la deuda bancaria.
El período de septiembre de 1985 a septiembre de 1987 se conoce como el Plan
Baker, en el cual se introdujo un nuevo enfoque llamado "ajuste estructural con
crecimiento". Se reprogramaron vencimientos de deuda en condiciones comerciales
y se anunció la movilización de nuevos préstamos por parte del FMI, la banca y las
dependencias oficiales. El Banco Mundial también tuvo una mayor participación en
la gestión oficial durante este período.
En conclusión, durante la crisis de la deuda, el sector oficial, incluyendo
dependencias gubernamentales y organismos multilaterales, desempeñó un papel
activo y desplegó una serie de medidas y estrategias para abordar el problema.
Estas acciones incluyeron la reprogramación de deudas, la intermediación entre los
bancos y los países deudores, la provisión de préstamos puente y la facilitación de
operaciones de reducción de deuda.
A través de programas como el Plan Baker y el Plan Brady, se buscó brindar alivio
a los países deudores y establecer un marco para reestructurar y reducir sus deudas
de manera ordenada. Estos planes involucraron la participación de diferentes
actores, como el FMI, el Banco Mundial, los bancos centrales y los gobiernos
acreedores.
Si bien estas medidas contribuyeron a aliviar la carga de la deuda en algunos países
y a estabilizar la situación financiera en cierta medida, también es importante
destacar que tuvieron implicaciones económicas y sociales significativas. La
implementación de políticas de ajuste estructural asociadas a los programas de
reestructuración de deuda generó efectos recesivos y tuvo consecuencias en los
sectores más vulnerables de la sociedad.
En última instancia, la crisis de la deuda y las acciones tomadas por el sector oficial
para hacerle frente dejaron lecciones importantes sobre la necesidad de un enfoque
más equitativo y sostenible en la gestión de la deuda soberana. También resaltaron
la importancia de considerar los impactos sociales y económicos de las políticas
implementadas durante los procesos de reestructuración de deuda para evitar el
deterioro de las condiciones de vida de la población afectada.

REFERENCIA:
Ffrench, Devlin, (1993) Diez años de deuda latinoamericana. Comercio exterior.

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