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RESEÑA EL MALESTAR EN LA GLOBALIZACIÓN EDWIN ESTEBAN TORRES

GÓMEZ* EL MALESTAR EN LA GLOBALIZACIÓN. STIGLITZ, JOSEPH E. 2001,


TAURUS, 2002. PRIMERA VERSIÓN RECIBIDA EL 14 DE OCTUBRE DE 2009;
VERSIÓN FINAL ACEPTADA EL 18 DE NOVIEMBRE DE 2009

Así como las lluvias en ocasiones son aclamadas por multitudes debido a cuestiones de
supervivencia, hay otros casos en los que causan tantos desastres, tantas muertes e
inundaciones, que las personas desearían que jamás volviese a llover. Un caso análogo al
de la lluvia es la globalización; trae muchos beneficios para unos, pero a la vez, podría
conllevar mucha miseria para otros. Es por esto, que llama tanto la atención el título de
este libro escrito por Joseph E. Stiglitz, “El malestar en la globalización”. Joseph E. Stiglitz,
nacido en Gary, Indiana el 9 de febrero de 1943, es un reconocido Economista
estadounidense, que ha sido condecorado con la medalla John Bates Clark (1979) y el
Premio Nobel de Economía (2001). Es conocido por su visión crítica de la globalización.
Hizo parte del Consejo de Asesores Económicos del presidente Bill Clinton, se desempeñó
en el Banco Mundial –BM– como economista jefe y como Vicepresidente senior durante
casi tres años. Ha dictado clases en la Universidad de Yale, la Universidad de Duke, la
Universidad de Stanford, la Universidad de Oxford, la Universidad de Princeton, y
actualmente, es profesor de la Universidad de Columbia. Las experiencias vividas por
Stiglitz en el Banco Mundial y en su periodo como Asesor Económico en gobierno de Bill
Clinton, fueron lo que lo impulsaron a escribir este libro. Es por esto que Stiglitz en el
prólogo de su libro dice: “Escribo este libro porque en el Banco Mundial comprobé de
primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en
desarrollo, y especialmente sobre los pobres en estos países”. El título del libro (El
malestar en la globalización) –sugerido por Hal Varian– además, de ser llamativo, es muy
coherente con el desarrollo del texto. Aunque hay quienes se han atrevido a criticarlo
fuertemente. Daniel T. Grinswold, director del Centro de Estudios de Política Comercial del
Cato Institute, en uno de sus escritos en el que critica el texto * Estudiante del programa
de Economía de la Universidad de Antioquia. Dirección electrónica:
edwint56@hotmail.com 190 Perf. de Coyunt. Econ. No. 14, diciembre 2009 en cuestión,
dice: “Un título más apropiado para este libro debería haber sido El Malestar de Joseph
Stiglitz. Lo que podría haber sido una lúcida visión de la globalización por uno de los
economistas más reconocidos del país, es en cambio un mero ajuste de cuentas
personales distorsionados por los perjuicios propios del autor y su rencor personal”. El
desarrollo del libro se lleva a cabo en nueve capítulos, en los cuales el autor hace una
crítica a las instituciones económicas internacionales por su mala gestión. Entre estas
instituciones, la más atacada por Stiglitz es el Fondo Monetario Internacional, pero
también acomete en contra del Banco Mundial y de la Organización Mundial de Comercio
–OMC–. A lo largo del libro, el autor relata experiencias vividas por países en desarrollo, y
por otros que se encontraban en la transición del comunismo al capitalismo. En el
transcurso de estos relatos, Stiglitz se hace un profundo interrogante: “¿Por qué la
globalización –una fuerza que ha provocado tanto bien– ha llegado a ser tan
controvertida?”. De ahí en adelante empieza a mencionar los errores cometidos por el
FMI, el BM y la OMC en sus intervenciones en las economías a fin de llevar a cabo una
liberalización de los mercados. Para Stiglitz, la globalización y la apertura de los mercados
de países que se encuentran en periodos de transición del comunismo al capitalismo, son
procesos que deben realizarse cuidadosamente, éstos deben estar dotados de un ritmo y
una secuencia. Pero para el FMI, la situación parece ser contraria; la institución se ha
preocupado por la velocidad en la apertura de dichos mercados, pero ha dejado de lado
aspectos muy importantes como la adaptación cultural, el cuidado del medio ambiente, la
democracia, los derechos humanos y la justicia social. Para Stiglitz, el Fondo se aprovecha
de que los países que están afrontando crisis y recesiones se encuentran por lo general en
condiciones tan humillantes, que deben aceptar la ayuda del FMI con el compromiso de
seguir los consejos que dicha institución les da. Pero el problema no es que sigan las
órdenes del FMI, sino, que dichas recomendaciones en la mayoría de los casos no son las
más apropiadas. Cualquier gobierno ha de alarmarse sabiendo que el FMI ha cometido
errores en todas las áreas que ha incursionado: desarrollo, manejo de crisis y transición
del comunismo al capitalismo, entre otras. En países como Rusia, Etiopía, Corea del Sur,
Corea del Norte, Malasia, Kenia, Japón y China, el FMI ha querido promover la
liberalización de los mercados, pero con un objetivo más profundo: privatizar las grandes
empresas de estas naciones (algo en lo que países como Estados Unidos han tardado
mucho tiempo). Stiglitz considera muy curioso el hecho de que Malasia y China, países que
no siguieron las indicaciones del FMI, llevaron a cabo una liberalización comercial exitosa,
mientras que en otras economías como la rusa, en vez de mejorar las condiciones
económicas, se presentaron disminuciones significativas en el PIB. Sobre estas
inconsistencias, Stiglitz comenta también el caso de Kenia; un pequeño país al cual el FMI
le negó su ayuda porque presentaba significativos niveles de corrupción en su gobierno,
pero, no se la negó a Rusia, un país mucho más grande, cuya corrupción 191 Reseña
gubernamental, no es un secreto para nadie, y que incluso, puede llegar a ser mayor que
la que se presenta en Kenia. Es así como el autor, lanza una crítica al argumento en el que
el FMI se basa para llevar a cabo una privatización afanada. Según la institución, de
acuerdo con las fuerzas del mercado, y basado en la teoría de la mano invisible de Adam
Smith, se presentan mecanismos de filtración que permiten que los pobres no se vean
perjudicados en estos procesos de privatización, pero lo que no ha tenido en cuenta el
FMI es el hecho de que hay (según Stiglitz) suficiente conocimiento empírico que
demuestra que en los países en proceso de desarrollo estos mecanismos de filtración
funcionan deficientemente. A demás, en los países con gobiernos corruptos como Rusia,
las privatizaciones apresuradas se convierten en lo que los economistas llaman “búsqueda
de rentas” (quedarse con parte de los beneficios o conceder contratos o empleos a los
amigos). El libro de Stiglitz, independientemente de las ideologías económicas y políticas
del lector, lleva a una reflexión acerca de si estamos todos colaborando para llevar a cabo
un proceso de globalización justo. Recalca que entidades como el FMI realmente deberían
velar porque esto se cumpla, pero parece que los intereses son otros. Es por esto que
Stiglitz dice algo que llamaría la atención de cualquier Keynesiano: “Keynes se revolvería
en su tumba si supiese lo que ha sucedido con su criatura”. Al final del libro, en el último
capítulo, Stiglitz propone siete reformas básicas para una mejor globalización. Estas
reformas son: 1. Aceptación de los peligros de la liberalización de los mercados de
capitales, y de que los flujos de capital de corto plazo (“dinero caliente”) imponen
abultadas externalidades, costes soportados por quienes no son parte directa en las
transacciones (prestamistas y prestatarios). 2. Reformas sobre quiebras moratorias. 3.
Menos recursos destinados a los salvamentos. 4. Mejorar las regulaciones bancarias
(tanto en diseño como en implementación). 5. Mejor gestión del riesgo (principalmente
riesgos que tienen que ver con la volatilidad de los tipos de cambio). 6. Mejores redes de
seguridad. Y la más importante de todas. 7. Mejores respuestas a las crisis. Para el lector
es agradable encontrarse con este tipo de propuestas al final del libro, pues, no sólo son
críticas, sino que son comentarios también sólidos y argumentados, lo que le permite al
lector un análisis responsable. El malestar en la globalización (libro de amena lectura)
cuestiona al lector en cuanto al papel que está desempeñando frente a la sociedad y
frente al medio ambiente a la hora de hablar de globalización. Después de haber leído la
obra del Nobel de Economía queda un “pequeño sinsabor”, y es el hecho de que el
problema no es la globalización, sino la manera en que se está llevando a cabo.
FUENTE: WEBGRAFIA: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=86112767008

Resumen del libro “El Malestar en la Globalización” de


Joseph Stiglitz

I. “La Promesa de las Instituciones Globales”


En este primer capítulo, Stiglitz comienza contextualizando lo que ha dejado la Globalización, es
decir, algunos de sus beneficios, entre los que destacan:
 Incremento en las exportaciones
 Enriquecimiento de países
 Mayor acceso a la información y educación
 Mayor presencia de grupos de activistas en el mundo por medio del Internet
 Condonación de de deuda a países del tercer mundo
 Ha reducido la sensación de aislamiento
Al mismo tiempo, se acentúa que en todas las reuniones que han convocado los organismos
internaciones que llevan las riendas de la globalización, han sido objetos de conflictos y batallas, donde
inclusive ha costado la vida manifestantes.
Asimismo, el autor indica que todos los países del tercer mundo tendrán que aceptar la globalización
aunque se resistan a ella. Sin embargo, se deja una pregunta abierta, ¿cumple la globalización con las
promesas del beneficio económico?
En cifras que cita el mismo autor, se tiene que 1,200 millones de personas viven con menos de un
dólar al día, indicando que gran parte de este problema reside en que los países del tercer mundo atraviesan
por crisis políticas, sociales y económicas que ahuyentan la inversión.
En este capítulo, el autor relata un poco de la historia económica moderna al hablar de cómo se fue
construyendo la globalización y la importancia en su participación que tuvieron las instituciones
internacionales como el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y la Organización Mundial del
Comercio.
Los países del primer mundo exigieron a los países pobres que abrieran sus fronteras comerciales,
mediante la eliminación de las barreras al comercio exterior, manteniendo los primeros dichas restricciones.
En el continente Americano, tanto en el sur como en el centro, se comenzaron a dar golpes de estado,
violencia urbana, conflictos políticos y sociales, esto al igual que en el continente Africano.
Ante estas crisis, organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional otorgaron
préstamos financieros a cambio de que los países firmaran cartas de “condicionalidad” para asumir como
recetas las políticas económicas dictadas por los países ricos a los de la periferia, situación que posteriormente
encontró su parte más importante con el Consenso de Washington.
Es precisamente en esta parte de la lectura donde Stiglitz se plantea si todo esto ha sido por culpa de
la globalización, para responderse que per se la globalización no es buena ni mala, sino que depende quien la
controle.
El autor define a la Globalización como aquella que “Consiste, básicamente, en la integración más
estrecha de los países y pueblos del mundo, provocada por la reducción de los costos del transporte y la
comunicación, y el desmantelamiento de barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, tecnología,
conocimientos -en menor grado-, y personas a través de las fronteras.”
Para Stiglitz, este fenómeno fue impulsado por los tres grandes organismos internacionales el Fondo
Monetario Internacional, Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, los cuales indica,
responden a los intereses del grupo de países más ricos del mundo.
“las políticas de las instituciones internacionales demasiado a menudo se ajusten en función de
intereses comerciales y financieros de los países industrializados avanzados”
La “Promesa de las Instituciones Globales”, se titula así ya que en la opinión de Stiglitz estas
instituciones no han cumplido su misión de ayudar a los países pobres, sino por el contrario, estas han
respondido a los intereses particulares de los países ricos.

II. “Promesas Rotas”


En continuación y concordancia con el primer capítulo, aquí versa sobre el rompimiento de las
promesas de estas organizaciones internacionales para con los pobres del planeta tierra.
Para el autor, estos organismos internaciones aplican políticas económicas como si fueran recetas, es
decir, no se realiza un estudio de las necesidades de cada país. Sobresalen el uso de políticas monetaristas que
solo buscan detener la inflación.
Se ponen ejemplos como el caso de Etiopía, país recibe donaciones ya que lo que produce es menor a
lo que consume, y además requiere ayuda social para construir escuelas y clínicas. Esto a pesar de que la
ayuda internacional es inestable, por lo que este país se reveló a las políticas del FMI.
Stiglitz menciona que no los modelos aplicados por el FMI no aplican a la mayoría de los países
subdesarrollados.
Según Stiglitz, existen razones principales por las cuales fracasa la condicionalidad:
 La fungibilidad, El dinero que ingresa a un país para un objetivo específico puede no guardar relación con el
objetivo y sus acciones realmente realizadas.
 Las condiciones generalmente son erróneas, por ejemplo, la liberalización de los mercados financieros de
Corea, políticas que no se adaptan al país.
 El procedimiento erróneo del FMI: Antes de visitar un país redactan un borrador de informe, con la visita al
país se ajusta y se dan recomendaciones. Existen ya informes y/o párrafos predeterminados los cuales se
varían levemente; a estos informes Stiglitz les llama informes de "Talla única".
En mi opinión, el autor busca un salvoconducto o lavarse las manos de las políticas del FMI, ya que
al principio de la lectura trata de promocionar todos los intentos que realizó por cambiar las políticas del
organismo, pero considero que con el poder que el tenía pudo haber hecho más que escribir un “best seller”.

III.“¿Libertad de Elegir?”
Este capítulo resulta interesante ya que el autor deja percibir de manera somera su ideología, ya que
si bien no la defiende abiertamente, si habla de la importancia de la privatización.
Obviamente, él critica a los gobiernos que no han podido llevar a cabo de una manera eficiente sus
procesos de privatización, ya que indica que “Los gobiernos podrían mejorar sus políticas económicas, sobre
todo si dieran margen a las privatizaciones de empresas y se encargaran de proveer servicios públicos
esenciales en vez de administrar empresas.”
Para él, el problema es que muchos gobiernos ven a la privatización como un fin y no como un
medio, lo que ocasiona que excluyan políticas de bienestar social. El error para Stiglitz de estas instituciones,
es que presionan para una rápida privatización de los países subdesarrollados, además de que se dejan guiar
por principios teóricos neoclásicos.
Otro problema que acarrea la privatización es el del desempleo. Al necesitar empleados jóvenes,
despiden a los de mayor antigüedad con bajas indemnizaciones, y contrata a los nuevos por escasísimos
sueldos. A esto se le suma una gran cantidad de costes sociales que rara vez se solucionan en poco tiempo.
En algunos países, las privatizaciones han empeorado mucho las cosas ya que, generalmente, traen a
una compañera de la mano: la corrupción.
Otro punto importante de este capítulo es el tema de la liberalización, ya que Stiglitz la define como
“la supresión de interferencia pública en los mercados financieros, de capitales, y las barreras comerciales”.
El autor menciona que, inclusive para el FMI, Los efectos de esta política pueden ser perniciosos.
La aplicación de la liberización contribuyó a crisis financieras globales en la década del ’90, y fue
devastadora en pequeños y pobres países. Por el contrario, los países del este asiático se fueron abriendo
progresivamente a la liberización, y la globalización fue aprovechada para la exportación de sus productos
Como se plasmó en el Consenso de Washington, la inversión extranjera es sumamente importante y
uno de los tres pilares de dicho Consenso. En muchos casos, la inversión extranjera ha cumplido un
importante papel en muchos países, aunque los aspectos negativos son reales. A menudo, de la mano de dicha
cooperación extranjera se instalan en un determinado país “multinacionales” que desplazan a las pequeñas y
medianas empresas y tiendas o almacenes.
Si bien es cierto que muchas personas perderán sus fuentes de ingresos, las multinacionales ofrecen
sus productos a bajos precios, lo que es provechoso para los “consumidores tercermundistas” que conviven a
diario con la subsistencia. Pero para los críticos, no es éste el único punto de vista por analizar. En ausencia de
estrictas leyes que regulen la competencia, a medida que las multinacionales vayan eliminando a sus
competidores locales, reinará el monopolio, y los precios serán establecidos de acuerdo a sus intereses. Los
benéficos “bajos precios” pasarán a ser sólo una ilusión.

IV. “La crisis del este asiático. De cómo las políticas del FMI llevaron al mundo al
borde de un colapso global”
El 2 de julio de 1997 se hundió el bath tailandés, y así quedo inaugurada la crisis económica más
grande luego de la gran depresión de 1930. La crisis se extendió a los países más cercanos y amenazó a
América Latina y los Estados Unidos. Por desagracia, las políticas que quería implementar el FMI, y que de
hecho implementó, sólo ayudaron a recrudecer y empeorar la situación. Esto llevó a miles de personas en el
mundo a exigir la revisión no sólo de las políticas del Fondo sino también de la efectividad de la propia
organización.
En perspectiva, las políticas del FMI no sólo exacerbaron los problemas en el este asiático sino que,
de hecho, fueron las responsables de que aparecieran. Sin embargo, los países de la región se recuperaron con
tal rapidez que se conoció al hecho como “el milagro del Este asiático”.
En el informe donde se explicaba este milagro se llegó a la conclusión de que los países asiáticos se
habían recuperado por no aplicar ciertas políticas del Consenso de Washington. Muy por el contrario, esta
recuperación se debía en gran parte al accionar de los estados. El “milagro” era en realidad ficticio; todo lo
que habían hecho los estados del este asiático fue ahorrar e invertir correctamente.
La crisis no pareció afectar demasiado a Occidente, y la postura de Clinton fue la de restarle
importancia al grave problema y, consecuentemente, no asistir económicamente para aliviar la situación. Esto
provocó un descontento generalizado, sobre todo en Tailandia que en la Guerra de Vietnam había ofrecido un
intenso apoyo a los Estados Unidos.
Por otro lado, los líderes del BM y el FMI compartían la postura de Clinton, mientras que los líderes
de los países asiáticos con graves problemas estaban aterrorizados. Sabían qué medidas tomar para
recuperarse pero, de ser tomadas, el Fondo los condenaría con la retirada del capital internacional.
Malasia fue el único país que se atrevió a enfrentar al Fondo y, “sorpresivamente”, la recesión de
dicho país fue la más breve y menos profunda.
El problema en Corea fue prácticamente mediático (comenzaron a expandirse los rumores de que
Corea no poseía reservas y los bancos extranjeros no les renovaron los préstamos), pero el problema en
Tailandia fue algo peor. Los especuladores (que advirtieron la devaluación de la moneda local –el bath–),
comenzaron a comprar U$S. Lo que sigue se sabe: el valor del bath cayó, y para esto el gobierno comenzó a
vender sus reservas en U$S para evitar la devaluación de la moneda local. Pero llegó el momento en que el
gobierno se quedó sin la divisa norteamericana e, inevitablemente, la moneda local se devaluó
considerablemente.
A todo esto el problema se acrecentaba. A modo de respuesta, la comunidad internacional destinó
95.000 millones de dólares (55.000 millones para Corea, 33.000 para Indonesia y 17.000 para Malasia), con el
propósito de que dichos países sostuviesen su tipo de cambio. Además, el dinero fue utilizado en parte para
pagar las deudas de las empresas de estos países para con los prestamistas internacionales. Desgraciadamente,
los más ricos comenzaron a comprar U$S a un cambio favorable y comenzó lo que se denomina salida o fuga
de capitales, es decir, los más ricos sacaron sus grandes sumas de dinero para depositarlas en bancos
internacionales.
Pero, claro está, estos préstamos traían consigo “condiciones” impuestas por el Fondo: en primer
lugar se debían elevar los impuestos y, seguidamente, recortar el gasto público. Asimismo, se obligó la
abolición de los monopolios y a una mayor transparencia. En fin, a cambio de ayuda, se debía renunciar a
gran parte de la soberanía económica.
Pero la situación no parecía mejorar y las divisas siguieron perdiendo valor. El FMI culpó a dichos
países de no aplicar seriamente las políticas recomendadas y, como era de esperarse, los inversores huyeron.
Paralelamente, el PBI se desplomaba y los bancos cerraban. Los paros se multiplicaban y los índices de
desempleo llegaban a porcentajes altísimos. El crecimiento de la pobreza era incontrolable.

ibliografía
STIGLITZ JOSEPH E., “El Malestar en la Globalización”, Ediciones Taurus, Madrid, España, 2002.

Fuente de investigación: Blog de Enrique.

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