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continuó siendo reelegido legal y periódicamente, hasta 1910.

Las elecciones que se celebraban cada


periodo, constituían el rito de paso que servía para guardar las formas, es decir, la apariencia de que en
México había un gobierno elegido por el pueblo. Pero sólo era una apariencia.

Economía

El gobierno de Díaz favoreció la inversión extranjera. A partir de 1893, la cabeza de este plan de
desarrollo económico fue José Yves Limantour, de ascendencia francesa y miembro del grupo de Los
Científicos. Buena parte del capital invertido en México era francés, sobre todo en banca, comercio,
textiles y minería. En los ferrocarriles, la minería y el petróleo eran de gran importancia las inversiones
inglesas, estadounidenses, alemanas y españolas. Minas, petróleo, ferrocarril, textiles, plantaciones de
azúcar: la mayoría tenía capital extranjero. Aparentemente el país prosperaba, creando estabilidad
económica, pero ciertos sectores de la sociedad seguían en su miseria ancestral.

Díaz crea nuevas haciendas privadas y ampliar las antiguas. Hasta 1910, aproximadamente once mil
haciendas controlaban 57% del territorio nacional mientras quince millones de campesinos, alrededor
de 95% de las familias rurales, carecían de tierra.114

El acelerado desarrollo científico y técnico de este periodo histórico dio lugar a la expansión económica
y a la revolución agrícola, industrial y social. Los medios de comunicación tuvieron grandes avances,
facilitaron el comercio y el desarrollo industrial, así como la emigración y los cambios sociales. La
industrialización propició que se acentuaran cada vez más las diferencias existentes entre las clases
sociales. Para aquellos beneficiados por el progreso la nueva sociedad era representada de manera bella
y amable (Bella época) o como “sociedad de consumo”, integrada por la burguesía que buscaba un alto
nivel de vida. Esta visión expresaba los ideales de su tiempo y contrastaba con la que se vivía dentro de
minas, fábricas y talleres, donde la calidad de vida era infrahumana. Con el crecimiento de la industria
en el mundo, también aumentó la mano de obra asalariada y, casi al mismo tiempo, se fortalecieron los
movimientos obreros que lucharon por sus derechos políticos y sociales alrededor del mundo. Esta ola
fue expresada en el fortalecimiento del sindicalismo y el socialismo.

La influencia de las potencias imperialistas se reflejó en México a partir de la primera década del
Porfiriato, cuando dio inicio el reordenamiento político y socioeconómico del país, periodo en que se
alcanzó significativo desarrollo en ramos como la siderurgia, las comunicaciones y los transportes. Las
consecuencias más importantes de estas transformaciones fueron, por una parte, la integración como
nación independiente al mercado mundial pero subordinada a los capitales extranjeros, y por otra, el
fortalecimiento del poder centralizado del Estado.

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