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“El cuerpo y la musculatura

ya no son entonces
un mero instrumento
para la supervivencia,
sino el puente
que permite toda inserción
significativa en el universo.”
(Delgado, 2004, p. 47)

2. SER CIUDAD
Lo extraordinario se encuentra dentro de lo cotidiano y dentro de lo
extraordinario hay cotidianeidad. Así sucesivamente a diversas escalas. El
presente capítulo concibe experiencias que impactan en aquello que nos
rodea. Las actitudes artísticas de apropiarse de la ciudad y de la vida, parten
de la necesidad lúdica de resignificar los aspectos domésticos y habituales.
Infantilizar lo urbano es atreverse a la aventura de salir en búsqueda del
espacio perdido que resiste como la niñez. El objetivo de los próximos relatos
escalados es reconocer como “yacimientos arqueológicos” (Delgado, 2007,
p. 264) las experiencias realizadas con el cuerpo presente.
El enfoque desarrollado desea construir un aporte a las derivas
urbanas. En tanto que a priori se presentan como recorridos ocasionales y
no como formas de pensamiento situado. A partir de determinadas variables
como la práctica de andar en bicicleta, que sostiene a la cotidianidad, se
pretende mostrar la posibilidad de que, a conciencia, la vida tanto cotidiana
como extraordinaria se puede transformar en una deriva infinita, en la que el
movimiento prima sobre lugar.
Las acciones y los recuerdos son evocados por el esfuerzo físico,
distorsionando el tiempo lineal o cronológico. Se presentarán descripciones
de espacios que comprenden lecturas sobre una ciudad desconocida,
desde la perspectiva argentina, latinoamericana, y en bicicleta. Es oportuno
mencionar que Madrid permite desarrollar el pedaleo, donde la condición
del viaje se potencia. No sería lo mismo otra topografía: ni en un puerto con
escaleras como Valparaíso en Chile, ni entre los pasajes estrechos enlazados
por puentes de Venecia. Tampoco en la ciudad de origen, Rosario, dado que
el vínculo con un lugar a través de los años restringe las posibilidades de
abstraerse imaginariamente desde la memoria corporal en trance por el ritual
de rodar.
Cierta ajenidad al espacio permite verlo y esta observación genera la
necesidad de definirse, ya que fuera de las ciudades donde crecimos no hay
casi testimonios públicos de quienes somos. En Los no lugares, Marc Augé
(2004) sostiene que los relatos son un conjunto de signos que atraviesan y
organizan los lugares. Lo anónimo del tiempo y el espacio —inseparables—,
le ofrece la oportunidad al sujeto de identificarse. Por ello este análisis, con
intenciones creativas de testimoniar, se ve potenciado por el estado de
libertad y responsabilidad que el vivir en Madrid implica como desafío. El
periodista madrileño Javier Reverte (2017), considera que el hombre debe ver
las cosas, respirar aromas, tocar manos, pisar tierra por sí mismo, sin esperar

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a que le cuenten la información desde un aparato. Defiende que el alma
debe recuperar la pasión por la aventura, y que toda gran aventura supone
el viajar.
En esta óptica, la escritora Rebecca Solnit (2015) narra Wanderlust.
Una historia del caminar donde menciona el efecto euforizante de andar
por la tierra. Etimológicamente el título del libro significa pasión por viajar.
En el andar los paisajes y la memoria se hilvanan con la cadencia de los
pasos. Mientras se camina, el pensar se transforma en un acto físico, en el
cual la mente y el cuerpo trabajan juntos. Deambulando, la autora encuentra
la inspiración para escribir repentinamente sobre el techo de los autos.
Cada recorrido se mueve cosiendo en una tela imaginaria los espacios y las
experiencias continuas, que conectan la sucesión de interiores.
El antropólogo Manuel Delgado argumenta que el uso humano del
ritmo, no consiste en adaptarse a los ambientes, sino justamente lo contrario:
alterarlos o contrapuntarlos. Los ritmos del trabajo, la cotidiana sincronía de
andares y las ritualidades basada en la repetición resultan motivos de juegos.
El ritmo en el ser humano ha trascendido hasta alcanzar una dimensión tanto
ética como estética. El movimiento cuando es el cuerpo quien lo desarrolla,
objeto de especulación formal, aporta dinamismo y se convierte en símbolo.
(Delgado, 2004)
Practicar el espacio, escribe el teólogo Michel de Certeau (2007), es
invocar las sensaciones de la infancia y pasar a ser otro. La experiencia a la
que se refiere parte del primer viaje, del nacimiento, del auto reconocimiento
de sí mismo y de la concepción espejada del cuerpo como otro.

2. 1. ENTRE LO PROPIO Y LO PRESTADO

El método que se utiliza para describir escenas consiste en seleccionar


fragmentos prestados de los libros Pensar/Clasificar de Georges Perec (1986)
y Una Temporada en Tinker Creek de Annie Dillard (2017), que despliegan la
posibilidad de cazar espacios y confeccionar apropiaciones con un diseño
propio, estableciendo diálogos.
Las lecturas silenciosas sobre la cotidianeidad de Perec generan un
contexto dinámico: un modo de ver elementos aislados de su hábitat para
captar su esencia. En las descripciones para adentro, la voz íntima revela
los secretos de las escenas. El autor detecta cómo se estructuran acciones
pequeñas dentro de otras actividades soporte como leer, no como propuesta,
sino como una forma de aprovechar tiempos muertos. En este sentido, el
filósofo Karl Marx explica que lo apropiado es lo adecuado, es decir, propio
porque se brinda al servicio del pueblo para resolver sus necesidades.
(Lefebvre, 1971)
En un contexto natural, Dillard (2017) expresa que lo azaroso
ya no es sorpresa cuando se vive en un mundo hostil. Se extraerán de su
libro observaciones sobre ritos, hábitos o técnicas empleadas en diversas
culturas para conceptualizar maneras de abordar los espacios que permitan
identificar percepciones de los entornos habitados. Se destaca el carácter
fugitivo en la intersección del tiempo y espacio: los relatos destacan cómo
estas dimensiones, encontradas, invaden los pensamientos.

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2. 1. 1. ZAPATOS

En invierno prefiero el color marrón... Me gustan los borcegos Skechers de Chile,


para aislar el frío madrileño. Aptos para mantener los pies cálidos y los pasos
firmes. Para trabajar, utilizo los zapatos venecianos de cuero negro por fuera,
con dibujos azules y blancos por dentro. Para salir a correr o andar cómodo,
me gustan las zapatillas livianas compradas a los africanos del Mediterráneo, en
Benalmádena, Málaga. En verano me gusta el rojo, los calzados híbridos entre
formales e informales, ‘zapatitos’. Los que traje, los compré un mes antes de
venir, en Rosario, en el cruce de las peatonales Córdoba y San Martín. Para estar
de entrecasa, a falta de pantuflas, empleo unas botas de neopreno negras con
abrojos, de estética náutica, encontradas a unas cuadras de casa entre Monte
Perdido y la Estación Sur. Los fines de semanas de calor, prefiero las sandalias
de cuero de origen amazónico, aunque no son apropiadas para distancias largas.

“En invierno
prefiero
el color azalea...
Me gustan
también las prendas de
seda brillantes
y las vestimentas
blancas del derecho
y de color rojo oscuro
del revés.
En verano,
me gusta el violeta,
el blanco.”
(Perec, 1986, p. 61)
Img. 26. Julián Barrale. Zapatos. Fotografía digital, 2020.

2. 1. 2. COSAS QUE NO SON LIBROS Y SE ENCUENTRAN EN


UNA BIBLIOTECA
Dos limas para uñas, rotuladores acuarelables, uno amarillo y otro verde, un
portaminas Castell alemán comprado en el Roperito, feria de los fines de semanas
rosarinos, un pincel con el número nueve, utilizado para encuadernar con cola,
adquirido en un paseo en colectivo por Buenos Aires, dos cúters o trinchetas
amarillas —una comprada en la universidad, otra encontrada en la universidad—,
una microfibra, un lápiz de color marrón Staedler, dos biromes marca BIC, una
fibra Pelikan también marrón, una regla Pizzini de 15 centímetros muy gastada,
dos mecheros o encendedores uno blanco y otro verde, una lapicera Parker azul,
una tijera de mango rosa comprada en un mercado chino de Gondomar, Galicia;
dos gomas de borrar, dos lápices del IKEA, dos clips pequeños, dos pendrive o
pinchos, un tornillo de la biblioteca, un arito, un botón del saco, un pequeño
caracol de Málaga, el control del aire acondicionado frío/calor, dos esculturas
de Rakú —un carpincho y una teja—; tres llaves, una de casa, una de la puerta
de la corrala de vecinos y otra de la bicicleta, juntas a un llavero rojo que dice
Remove Before Fligth; nueve plantas, cuatro en frascos de vidrio con agua y cinco

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en macetas. Junto a los libros, hay algunos cuadernos, cartones que he utilizado
para la encuadernación de Ficción de Ficciones, maquetas de libros en blanco,
revistas propias y prestadas, agendas de programaciones culturales, fanzines de
compañeras del máster y un pañuelo verde comprado en una manifestación de
2019.

“Fotografías en marcos
de estaño dorado,
pequeños grabados,
dibujos a pluma,
flores secas en copas,
piróforos provistos
o no con cerillas
químicas (peligrosas)”
(Perec, 1986, p.43)
Img. 27. Julián Barrale. Biblioteca. Fotografía digital, 2020.

2. 1. 3. LO PACTADO

Había un tiempo concreto en ese tiempo pactado, algo inquietante y agradable


a la vez, un tiempo esperado y presente, un tiempo ágil en un espacio preciso.

“Había
algo abstracto
en ese tiempo
arbitrario,
algo tranquilizador
y temible a la vez,
un tiempo
inconmovible
y atemporal,
un tiempo inmóvil
en un espacio
improbable.”
(Perec, 1986, p.69)
Img. 28. Julián Barrale. Lo pactado. Fotografía digital, 2020.

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2. 1. 4. MAÑANAS

El silencio inunda la casa por las mañanas. De tanto en tanto algunas canciones
son solicitadas entre auriculares, para valorar la tranquilidad aún más. La tenue
claridad, diáfana de la ventana, equilibra las luces cremosas de adentro. En el
espacio interior solemos encontrar tres focos: las luces perimetrales en los rincones
del techo; la lámpara verde oliva que alumbra la mesa de trabajo —cuatro manos,
dos ordenadores, el mate y los libros—; y a veces la luz de la cocina destaca
limones, peras, manzanas o mandarinas, en un recipiente transparente junto a los
restos del desayuno. La casa se transforma en una oficina desde temprano. Se oye
el impacto y el ritmo de los dedos en el teclado. La respiración, susurros y el tlac
de las articulaciones cuando suenan. El cuerpo se convierte en esa motricidad
fina, que de vez en cuando va acompañada por un estiramiento, un suspiro o un
rozamiento. La ciudad se suspende. La calle Salvador Martínez Lozano es calma
por la mañana y la corrala de vecinos también. El entorno se altera desde la tarde
hasta la noche, cuando en general ya no estamos.

“Había poco ruido.


Un piano
o una radio, a veces,
a lo lejos;
alguien
que en alguna parte
pasaba la aspiradora”
(Perec, 1986, p.72)
Img. 29. Julián Barrale. La bici en casa. Fotografía digital, 2020.

2. 1. 5. LO ESTABLECIDO

Salgo a fumar un cigarro a la luna,


la luna roja
menguante, de rakú,
en la ventana del baño
en el pasillo-balcón de las casas,
donde tendemos la ropa
entre la escalera y el aire-luz
donde dejamos las bicis y las vestimentas,
descansando de nosotros.
Dos palomas revolotean los tejados,
el macho hincha las plumas, inclina la cabeza,
y da vueltas alrededor de la hembra, mientras arrulla
“el día está lindo, hay vientito” —dice Agus y agrega—,
“me imaginé en bici”.

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Mientras la mantis
mantenía paralizada
a la avispa
bajo las puntas
de su doble sierra
y ya había comenzado
a devorar su vientre,
la avispa seguía
lamiendo la miel
de la abeja,
incapaz de renunciar
al manjar incluso
en los estertores
de la muerte.
(Dillard, 2017, p.97)
Img. 30. Julián Barrale. Corrala. Fotografía digital, 2020.

2. 1. 6. AFORISMOS

El orden de los recuerdos, no altera el olvido


El recuerdo surge del olvido
El olvido transforma el recuerdo
Los olvidos se hacen recuerdos
No es el recuerdo, es el olvido
El recuerdo camina sobre los campos del olvido
En la ciudad de los muertos, el recuerdo te mantiene vivo,
Cuando no haya nadie que te recuerde, pasaremos al mundo del olvido
Nada graba tanto el recuerdo como el deseo de olvidar
Intentar olvidar es parecido a recordar
El olvido y el recuerdo, son infieles convivientes
La obra del olvido prueba que recordar es fácil y olvidar difícil (Juarroz, 1984)
Aunque nos olvidemos de olvidar seguro que el recuerdo nos olvida (Benedetti,
1995)

“El recuerdo
es una enfermedad
cuyo remedio
es el olvido
El recuerdo
no sería recuerdo
si no fuera olvido
Lo que viene
por el recuerdo
se va por el olvido”
(Percec, 1986, p. 184)
Img. 31. Julián Barrale. Escalera Caracol. Edición digital, 2020.

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Img. 32. Julián Barrale. Favela Rosinha. Fotografía digital, 2020.

2. 1. 7. DE CUÁN DIFÍCIL ES IMAGINAR UNA CIUDAD IDEAL

No me gustaría vivir en la India, pero a veces sí


No me gustaría vivir bajo un puente, pero a veces sí
Me gustaría vivir en Lavapiés, pero a veces no
No me gustaría vivir en un estadio, pero a veces sí
Me gustaría vivir en España, pero a veces no
Me gustaría vivir en una favela, pero no demasiado tiempo
No me gustaría vivir en Ciudad Lineal, pero a veces sí
No me gustaría vivir en un árbol, pero a veces sí
No me gustaría vivir en un Gran Vía, pero a veces sí
“No me gustaría Me gustaría vivir en Madrid, pero a veces no
vivir en Norteamérica, No me gustaría vivir en Los Ángeles, pero a veces sí
pero a veces sí No me gustaría vivir en un rascacielos, pero a veces sí
No me gustaría Me gustaría vivir para llegar a ser padre, pero a veces no
vivir al aire libre, Me gustaría vivir en la Tabacalera, pero no para siempre
pero a veces sí” No me gustaría vivir en Tenerife, pero a veces sí
(Perec, 1986, p. 137) No me gustaría que viviéramos todos en Venecia, pero a veces sí.

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