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https://faroargentino.com/2022/05/la-trampa-del-capitalismo-chino/
https://dialogopolitico.org/author/max-povse/
La pandemia dejó al descubierto esta situación de descontrol que puede devolver a la pobreza
a cientos de millones en el corto plazo.
Max Povse
Ello derivó en que muchos países, que vieron dinero fácil en los ofrecimientos chinos,
tomaran deuda por altos porcentajes de sus PBI, cayendo en trampas de deuda. En términos
simples, este concepto alude a un fenómeno financiero tan antiguo como la moneda en
sí: si uno presta grandes sumas de dinero a un tercero que sabe que no podrá
devolverlo, tiene el derecho de recuperar su inversión (y a menudo, bastante más).
China encontró un vericueto legal: si en los términos y condiciones, el deudor accede a ceder
su soberanía al acreedor en caso de incumplimiento, entonces se puede eludir la Doctrina y
colocar tantas trampas de la deuda como se quiera alrededor del mundo.
Esta práctica financiera, tan usual para los ciudadanos de a pie dejó de implementarse
en el mundo a partir de la Doctrina Drago (una de los más importantes aportes de
Argentina a la configuración del orden liberal contemporáneo). Sin embargo, China
encontró un vericueto legal: si en los términos y condiciones, el deudor accede a ceder su
soberanía al acreedor en caso de incumplimiento, entonces se puede eludir la Doctrina y
colocar tantas trampas de la deuda como se quiera alrededor del mundo.
Este discurso ha calado profundo entre los sectores iliberales de Occidente, tanto de
izquierda como de derecha, que ven en Xi Jinping a un líder fuerte, que protege a los
suyos contra la amenaza que –alegan– nosotros mismos representamos para China.
Algo similar ocurre con la Rusia de Putin y los justificativos de la invasión a Ucrania.
Pero en ninguno de los dos casos el discurso refleja la realidad, sino más bien un mundo
simbólico en el que viven estos líderes, y en el que quieren que también vivan los demás.
En China esta red de contención está completamente ausente. Debido a una mezcla de
burocracia segregacionista que controla la movilidad de los ciudadanos, y a una
mercantilización indiscriminada de los servicios básicos, el mercado chino se ha
convertido en un mundo de oportunidades para hoy, pero de hambre para mañana si no
se tiene capacidad de ahorro. La pandemia dejó al descubierto esta situación de
descontrol que puede devolver a la pobreza a cientos de millones en el corto plazo.
Este peligro no afecta exclusivamente a la clase media baja (en la que los autónomos y
los trabajadores migrantes son los que afrontan mayor riesgo de un setback financiero
serio), sino que también impacta en la clase media alta, aquella que tiene activos por
más de un millón de dólares. Aquí es importante hacer una aclaración respecto a las
mediciones socioeconómicas de China, que casi siempre han sido manipuladas para
reflejar una realidad que se adecúe al relato oficial. Si bien los millonarios se cuentan
por millones (valga la redundancia), sólo se contabiliza su valor bruto, por lo que los
pasivos no inciden en los números. Si así lo hicieran, muchos de ellos hasta tendrían un
valor neto negativo, así como varias empresas, entre las que se cuenta el infame caso de
Evergrande.
Este fenómeno constituye un clásico ejemplo de crecimiento a través de deuda
insustentable dado que, a fin de mantener los indicadores económicos en verde, se ha
recurrido a la deuda como financista de un consumo sin contraparte. Así, y de acuerdo
con las cifras de la Institución Nacional para las Finanzas y el Desarrollo de China, el
apalancamiento de los hogares muestra un crecimiento hasta el 62,2% de sus activos en
2021, desde solo un 5% en el 2000. Este es un nivel superior a la media de la Unión
Europea, y cercano a los niveles de apalancamiento en Estados Unidos y Japón, todas
economías con sólidas redes de contención social, que se hicieron visibles durante los
confinamientos tempranos de la pandemia.
Hoy esa expectativa ha demostrado la fragilidad de los supuestos sobre la que estaba
basada: el principal, que el Gobierno rescataría a los privados en caso de estar en
problemas. Por el contrario, la dirigencia del Estado-partido ha aprovechado la crisis
para aumentar su market share, ya sea a través de la compra de empresas defaulteadas
a precio de subasta, o por medio de la ejecución de contratos bancarios, en un sistema
que está dominado por cinco bancos estatales (el Industrial and Commercial Bank of
China, el Bank of China, el China Construction Bank, el Agricultural Bank of China, y
el Bank of Communications).
Así, con la connivencia del Gobierno comunista, que añade al problema estructural del
endeudamiento un práctico Estado de sitio en sus megalópolis, hoy una parte importante de la
población se encuentra en aprietos financieros que difícilmente se resolverán con políticas de
aplicación limitada, como la extensión de los plazos de los préstamos o la reducción de las
tasas de interés, que ante la presión social se aprestan a aplicar las autoridades locales. Por el
contrario, y a medida que los desajustes financieros sigan manifestándose, probablemente no
queden sectores de la economía china sin perder en el futuro cercano, aparte –claro está– de
la dirigencia del Estado-partido, que legisla para no sólo aislarse de los problemas, sino que
aprovecha el río revuelto para obtener ganancias pescando entre sus connacionales.