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LA LEY 22219/2011
I. INTRODUCCIÓN
Los administradores de sociedades, en tanto se trata de personas que dirigen y gestionan la
sociedad, adquieren una responsabilidad tanto por las actuaciones de la propia entidad como por los
actos que realizan en calidad de tales y en el ámbito de sus competencias y funciones. Esta
responsabilidad se contempla en distintas vertientes del ordenamiento jurídico -mercantil, penal, etc.-
y necesariamente en el orden tributario.
En este sentido, aunque las obligaciones tributarias se imputan a la sociedad, así como las
consecuencias de su incumplimiento, sus administradores no resultan ajenos a las mismas, pues
dentro de las funciones de representación, dirección o gestión que tienen asignadas, encontramos las
de cumplir y velar por el cumplimiento de los deberes tributarios de aquéllas (1) . Y es precisamente
en estos cometidos en los que las leyes tributarias se han fijado para establecer un régimen
específico aplicable a los administradores para los casos en que las sociedades incumplan sus
deberes fiscales y tal incumplimiento se relacione con una conducta negligente de éstos y, también,
para los casos en que las actuaciones de los administradores, incumpliendo deberes que les son
propios, puedan poner en peligro la correcta aplicación de los tributos (2) .
Las posibilidades que se ofrecen a las normas fiscales a este efecto podemos resumirlas básicamente
en dos: bien se les considera directamente sujetos infractores, imponiéndoseles directamente una
sanción tributaria, bien se les aplica un régimen que amplíe el círculo de deudores del tributo
lográndose así una mayor garantía a favor de la Hacienda pública (3) . En el caso del ordenamiento
tributario español, a diferencia de la solución adoptada en el ámbito penal, la opción legislativa ha
sido la última, de forma que el régimen previsto para los administradores responde principalmente a
una finalidad garantista, aunque no esté desprovisto, como veremos, de ingredientes procedentes del
derecho sancionador.
Pues bien, para llevar a cabo esta ampliación del conjunto de sujetos que aparecerán frente a la
Hacienda como deudores de las obligaciones correspondientes a las sociedades, la Ley 58/2003,
General Tributaria (LA LEY 1914/2003), siguiendo a todos sus precedentes, ha encontrado en la
figura de los «responsables tributarios», el régimen más adecuado para el propósito perseguido.
Efectivamente, en el actual art. 43 LGT, en el mismo sentido que sus antecedentes legislativos,
encontramos tres supuestos de responsabilidad tributaria, subsidiaria, especialmente encaminados a
tipificar conductas o actuaciones de los administradores sociales que conllevarán su declaración como
responsables, tributarios: administradores de sociedades activas que hubiesen sido sancionadas por
incumplir sus deberes tributarios; administradores de sociedades que hubiesen cesado sus
actividades pero que tengan deudas tributarias pendientes; y miembros de la Administración
Concursal y liquidadores de sociedades que hayan permitido el incumplimiento de las obligaciones
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propias del derecho sancionador al ámbito de los procedimientos tributarios seguidos contra los
responsables. Posición esta última que ha sido acogida por algunas sentencias en el sentido indicado,
como son las STS de 24 de septiembre de 1999 y otras anteriores (30 de septiembre de 1993 y 24 de
mayo de 1994).
Concretamente, en relación con los supuestos legales que consideramos pueden subsumir las
conductas de los administradores de sociedades, predomina el componente sancionador, ya que,
normalmente, su consideración como responsables está asociada al incumplimiento de algún deber o
a la realización de un acto ilícito. Precisamente por ello, se han formulado propuestas encaminadas a
modificar las normas, entendiendo que sería procedente establecer tipos específicos de infracciones
tributarias aplicables a estos casos, con sus correspondientes sanciones. Sin embargo, la decisión del
legislador no ha sido ésta.
No siendo ello así, la naturaleza del responsable no es la del sujeto infractor, sino la de un obligado
tributario, que se sitúa junto al obligado principal, suscitándose con ello un problema de calificación
de las relaciones jurídicas que aparecen en este caso. A saber: la del responsable con la
Administración tributaria; la del responsable con el obligado principal, y la existente entre los
posibles sujetos que pudieran aparecer conjuntamente en calidad de responsables.
2. Definición
El art. 41.1 de la LGT nos suministra el punto de partida para adentrarnos en la definición de
responsable, cuando declara: «La ley podrá configurar como responsables solidarios o subsidiarios
de la deuda tributaria, junto a los deudores principales, a otras personas o entidades. A estos
efectos, se considerarán deudores principales los obligados tributarios del apartado 2 del art. 35 de
esta ley».
Esta disposición, que apenas cambia la definición de la figura a pesar de las constantes
modificaciones que ha padecido desde 1963 (la última por la Ley 36/2006 (LA LEY 11545/2006)),
encierra los elementos fundamentales de esta categoría de obligados tributarios, razón por la que
comentaremos sucintamente su contenido.
2.1. El responsable es un obligado tributario
Según hemos indicado anteriormente, esta calificación se desprende de lo declarado en el art. 35.5,
cuando establece que «tendrán asimismo el carácter de obligados tributarios los responsables a los
que se refiere el art. 41 de esta ley».
Por tal motivo le van a incumbir las obligaciones materiales y formales que se integran en el instituto
jurídico del tributo, así como los derechos y garantías que les asisten, aunque siempre con una
posición peculiar ante la Administración ya que, salvo la posibilidad de que se adopten medidas
cautelares por parte de la Administración o en algún otro caso que posteriormente examinaremos, su
presencia ante la Administración se reconduce muy principalmente a la fase de recaudación del
tributo. De hecho, los aspectos referentes a las actuaciones administrativas referidas a los
responsables, se regulan en la Sección 3.ª del Capítulo V («Actuaciones y procedimiento de
recaudación») y con escasa mención a las actuaciones previas a esta fase de los procedimientos de
aplicación del tributo.
Esto no impide que, en ciertos supuestos -exigencia también de las sanciones, etc.-, deba entenderse
que les son de aplicación las garantías y principios propios de un procedimiento sancionador.
2.2. Situado junto al obligado principal
Quizá el elemento más identificador de la posición jurídica del responsable sea el que lo define como
«situado junto al deudor principal», ya que, como tantas veces se ha dicho, no se coloca en su lugar,
el responsable no desplaza al deudor principal de su condición de tal, sino que se suma al mismo
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ampliando el número de sujetos que están obligados al pago de la deuda y cumpliendo así su
finalidad de garantía (STS de 2 de febrero de 2007).
A este efecto, debe señalarse que el propio art. 41, ya citado, nos remite al art. 35 a efectos de
identificar quiénes son los deudores principales, en cuya virtud tienen esta consideración: a) Los
contribuyentes. b) Los sustitutos del contribuyente. c) Los obligados a realizar pagos fraccionados. d)
Los retenedores. e) Los obligados a practicar ingresos a cuenta. f) Los obligados a repercutir. g) Los
obligados a soportar la repercusión. h) Los obligados a soportar la retención. i) Los obligados a
soportar los ingresos a cuenta. j) Los sucesores. k) Los beneficiarios de supuestos de exención,
devolución o bonificaciones tributarias, cuando no tengan la condición de sujetos pasivos.
Pues bien, en relación a esta larga relación de obligados principales, hemos de decir que, por un
lado, no es completa, pues debe añadirse, como señalan algunos autores (4) , a los sujetos
infractores, ya que existen supuestos de responsabilidad en que al obligado principal se le han
impuesto exclusivamente sanciones, sin que existan otros componentes de la deuda tributaria. A este
efecto debe citarse el art. 181.2 de la misma Ley: El sujeto infractor tendrá la consideración de
deudor principal a efectos de lo dispuesto en el apartado 1 del art. 41 de esta ley en relación con la
declaración de responsabilidad.
Y, de otra parte, que la enumeración de los deudores principales identificándolos con todos los
«obligados» es innecesaria y excesiva, ya que se incluyen supuestos en los que es difícil imaginar la
existencia de responsabilidad, como es el caso de los obligados a soportar retenciones o ingresos a
cuenta, o de los beneficiarios de supuestos de exención o devolución cuando no tengan la condición
de sujetos pasivos.
2.3. Como deudor solidario o subsidiario respecto del deudor principal
Hemos de advertir en primer lugar que el lenguaje de la Ley no se corresponde con los conceptos
civiles sobre la solidaridad y subsidiariedad, ya que la regulación de su alcance y significado se
desarrollan en la LGT que les atribuye un sentido y régimen propio.
La distinción entre ambas modalidades afecta esencialmente a la posición externa del responsable,
frente a terceros -en el caso, la Hacienda pública-, al grado o forma en que se les exigirá el
cumplimiento de la obligación principal. Así, el responsable solidario ocupa la misma posición, o se
sitúa en el mismo plano que el deudor principal, mientras que el responsable subsidiario, se sitúa en
un segundo grado y en caso de incumplimiento de la obligación principal sea por el obligado
tributario, sea por los responsables solidarios.
La doctrina ha tratado de encontrar el criterio del legislador para atribuir a cada supuesto de
responsabilidad su calificación como solidario o subsidiario, habiéndose pretendido que la posición
solidaria correspondería a quienes hubiesen realizado actuaciones ilícitas y, en consecuencia, la
responsabilidad se extendería también a las sanciones, reservando la calificación de subsidiariedad
para los restantes supuestos, pero lo cierto que es que al haberse ampliado legalmente los supuestos
de responsabilidad, de una u otra clase, y generalizarse por declaración legal la extensión de la
responsabilidad a las sanciones en cualquiera de los casos, la anterior afirmación carece actualmente
de respaldo normativo.
En cuanto a las diferencias de régimen jurídico que se establecen en la LGT, al margen de la
regulación separada en distintos artículos de los supuestos de responsabilidad de cada clase,
resaltaremos que las diferencias entre ambas categorías aparecen principalmente en el ámbito de los
procedimientos que deberán seguirse en cada caso, o, más bien, de los prerrequisitos establecidos en
la Ley para que la Administración pueda iniciar actuaciones respecto de los responsables. Por esta
razón nos remitimos a la parte de la obra en que se analizará esta materia, no sin concretar ahora
que el acto de declaración de la responsabilidad -de derivación de responsabilidad- solidaria puede
hacerse, ex art. 175 LGT, en cualquier momento anterior al vencimiento del periodo voluntario de
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pago de la deuda que se deriva, bastando con requerirle el pago una vez transcurrido dicho periodo,
o una vez transcurrido el periodo voluntario de pago de la deuda principal, dictando la derivación de
la responsabilidad; mientras que la responsabilidad subsidiaria requiere, antes de dictarse la
derivación, la previa declaración de fallido del deudor principal y de los responsables solidarios (art.
41.5 LGT).
Solo nos queda añadir que, salvo precepto legal expreso en contrario, la responsabilidad será
siempre subsidiaria, de suerte que, no declarándose expresamente el grado de responsabilidad
aplicable a un supuesto, debe entenderse que se trata de una responsabilidad subsidiaria.
2.4. Por la realización de un supuesto de hecho definido en la Ley
Aunque la definición legal no lo afirma expresamente -«La ley podrá configurar...»- la posición de
responsable se deriva siempre de la realización de un supuesto de hecho que ha de estar previsto en
una norma con rango de ley. Tal exigencia se desprende del art. 8 de la LGT (Reserva de ley
tributaria) cuando ordena la regulación en todo caso por ley de «c) La determinación de los obligados
tributarios previstos en el apartado 2 del art. 35 de esta ley y de los responsables».
2.5. Formalmente declarado como tal por la Administración en un procedimiento especial
Naturalmente que, aunque la mera realización del presupuesto generador de la responsabilidad ya
atribuye al sujeto esta calificación, sin embargo no existirá ningún efecto jurídico hasta que se
produzca el acto de derivación de responsabilidad.
Tal acto es competencia de los órganos de la Administración, según se examinará en otro capítulo
independiente.
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En cuanto a las sanciones, el art. 41.4 LGT dispone: «La responsabilidad no alcanzará a las
sanciones, salvo las excepciones que en esta u otra ley se establezcan». Es decir, en cada supuesto
de responsabilidad, la Ley establecerá si las sanciones impuestas al obligado principal son exigibles
al responsable.
Ahora bien, una vez derivada la responsabilidad y transcurrido el plazo voluntario de pago que se le
concede al responsable y sin que hubiese realizado el ingreso, se iniciará, ahora respecto del propio
responsable, el periodo ejecutivo y se exigirán los recargos e intereses que procedan. Del mismo
modo, a partir de este momento, las infracciones cometidas por el responsable les serán imputadas al
mismo. En cualquiera de estos casos, no será necesario que la Administración proceda a ninguna
derivación de responsabilidad, pues se trata de deudas propias de este obligado.
Volviendo al examen de los componentes de la deuda principal que pueden exigirse al responsable, y
en cuanto a los intereses de demora, se ha venido a considerar que éstos deben quedar excluidos,
pues en periodo voluntario no se exigen. Sin embargo, hemos de advertir que existe un periodo
voluntario cuando se trata de dudas liquidadas por la Administración y notificadas para su pago,
razón por la que, en estos casos, la responsabilidad alcanzará a los intereses. Por otra parte, y en
cuanto a la cuota tributaria principal, en los casos en que el deudor principal -o un responsable
solidario- la haya satisfecho parcialmente, solo se podrá derivar al responsable, la parte de la cuota
no pagada por aquél. En estos casos la deuda del responsable no coincidirá con la exigible al deudor
principal en periodo voluntario.
En cuanto a la extensión de la responsabilidad a las sanciones -dado que se tratará en otra parte de
la obra- solo indicaremos ahora que se trata de una de las cuestiones más debatidas y sobre las que
la LGT ha venido cambiando de criterio y provocando soluciones diferentes en los Tribunales. Por su
parte, la doctrina, ha encontrado en el principio de personalidad de la pena y en la imposibilidad de
adecuar la sanción a la conducta del sujeto (criterios de graduación, etc.), dos graves inconvenientes
que exigirían una revisión de la LGT en esta materia para adecuarla a la doctrina del Tribunal
Constitucional que, si bien, lo admitió, lo limitaba a los casos en que el responsable hubiese
participado en la infracción tributaria imputada al obligado principal.
4.2. Los deberes formales exigibles al responsable
En tanto que responsable y con independencia de los deberes que le incumben como contribuyente u
obligado tributario, la LGT hace mención expresa a dos potestades de la Administración que pueden
ser ejercitadas sobre los responsables. Nos referimos a la posibilidad de adoptar medidas cautelares
y a las facultades de investigación relativas al propio responsable. Así se dispone en el art. 41.5 de la
LGT cuando ordena que, con anterioridad a derivación de responsabilidad, la Administración
competente pueda adoptar las medidas cautelares previstas en el art. 81 de esta ley y realizar
actuaciones de investigación con las facultades previstas en los arts. 142 y 162 de la propia ley.
4.2.1. Las medidas cautelares
Dado que la ley admite que la Administración pueda adoptar medidas de esta naturaleza, aún antes
de la derivación de responsabilidad, se nos suscita, en primer lugar, la cuestión del fundamento o
legitimación de esta posibilidad, y ello, no solo en un plano teórico, sino por la necesidad de que se
imposición se armonice con los criterios de proporcionalidad y transitoriedad que, en todo caso,
deben inspirarlas, más aún cuando antes de la derivación de responsabilidad y de la declaración de
fallido de la sociedad, la obligación del responsable solo existe «como una simple entelequia»
(García Novoa).
Pues bien, a nuestro juicio, las razones que se pueden aducir en defensa de la posibilidad de adoptar
medidas cautelares frente a quien no es todavía responsable subsidiario son perfectamente
comprensibles: la posibilidad de distraer bienes cuando el futuro responsable tenga conocimiento de
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la insolvencia del deudor principal y antes de que formalmente se le declare fallido, etc.
Si éste es el fundamento jurídico que permite adoptar medidas de coerción sobre el patrimonio de
una persona, antes de que exista un concreto vínculo jurídico ni una declaración previa o acto
administrativo que lo sustente, está claro que las exigencias de motivación y proporcionalidad
deberán ser revisadas por los tribunales de justicia con especial cuidado.
En cuanto al régimen fijado en el art. 81 de la LGT, diremos que deberá motivarse la existencia de
«indicios racionales de que, en otro caso, dicho cobro se vería frustrado o gravemente dificultado»,
más no por la acción o situación del obligado principal (para ello existen medidas diferentes previstas
en la LGT y relativas a su patrimonio), sino por indicios relacionados con el propio sujeto
potencialmente responsable. Ello, a excepción de los casos en que la responsabilidad a derivar lo
fuese por participación dolosa del «presunto» responsable en las infracciones cometidas por el
obligado principal, ya que, en este caso, ambas acciones deben apreciarse conjuntamente.
Y, en cuanto a la finalidad de la medida -el aseguramiento del cobro de la deuda- no debe olvidarse
que la propia figura de la responsabilidad ya tiene este fin, razón por la que no debe entenderse
como una cláusula habilitadora que legitima toda o cualquiera de las medidas que se enumeran en la
LGT, sino que debe ser un criterio que inspire las facultades de la Administración en todos los
órdenes. Así, antes de que la deuda se hubiese liquidado al obligado principal podría, incluso, ser de
dudosa validez la adopción de cualquier medida sobre el patrimonio de quien no es responsable -al
menos si se trata de responsabilidad subsidiaria-. Piénsese que el art. 81 de la LGT ordena:
«4. Cuando la deuda tributaria no se encuentre liquidada pero se haya comunicado la propuesta de
liquidación en un procedimiento de comprobación o inspección, se podrán adoptar medidas
cautelares que aseguren su cobro de acuerdo con lo dispuesto en este artículo. Si se trata de deudas
tributarias relativas a cantidades retenidas o repercutidas a terceros, las medidas cautelares podrán
adoptarse en cualquier momento del procedimiento de comprobación o inspección.»
Es decir, se restringen las facultades de la Administración, incluso para el propio obligado principal.
Respecto del contenido de las medidas cautelares a adoptar, os hemos de remitir a la enumeración
abierta que nos hace la propia Ley, al referirse a las siguientes:
a) La retención del pago de devoluciones tributarias o de otros pagos que deba realizar la
Administración tributaria.
b) El embargo preventivo de bienes y derechos.
c) La prohibición de enajenar, gravar o disponer de bienes o derechos.
d) Cualquier otra legalmente prevista.
En todo caso debe recordarse que las medidas han de ser transitorias, en los términos del apartado 5
del artículo que comentamos, y que, las medidas a que nos referimos ahora, no empecen a las
posibilidades de que dispone la Administración para adoptar medidas cautelares de otra naturaleza
cuando esté desarrollando actuaciones de investigación relativas al propio responsable, con la
finalidad de constatar la existencia de los presupuestos de hecho determinantes de su
responsabilidad o de indagar sobre su situación patrimonial.
4.2.2. La situación del responsable ante los órganos de inspección y recaudación
Según decíamos anteriormente, el 41.5 de la LGT permite que, con anterioridad a derivación de
responsabilidad, la Administración competente pueda realizar actuaciones de investigación con las
facultades previstas en los arts. 142 y 162 de la propia ley. Dichos preceptos nos remiten a la
actuación de los órganos de inspección y de recaudación.
Respecto de las medidas atribuidas a los órganos de inspección, el art. 146 prevé la adopción de
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mención al caso. Nos preguntamos ahora sobre cuestiones tan básicas como son: si estamos en
presencia de un auténtico procedimiento inspector o se trata de unas actuaciones al margen del
mismo, pues la respuesta a esta cuestión resolverá problemas como son la referente a si el
procedimiento está sujeto a unos plazos; cuál es la documentación que debe registrar las actuaciones
e integrar el expediente; etc. Ante el silencio de nuestro ordenamiento, parece, a nuestro entender
que las actuaciones con el responsable -previas a la derivación- no son susceptibles de calificarse
como un auténtico procedimiento de inspección, lo que tampoco nos conduce a la conclusión de que
estemos ante una actividad sin límites y sin régimen aplicable, ante vías de hecho, sino que
habríamos de construir para cada actuación la norma aplicable según la naturaleza de la actuación a
enjuiciar (entrada domiciliaria, requerimiento de información, etc.) y sin excluir las propias normas
del procedimiento de inspección. Sin embargo, habría situaciones sin una respuesta similar a la
derivada de las normas sobre inspección -motivación y orden del Inspector jefe en el inicio, la
duración máxima de las actuaciones, etc.-, que habrían de resolverse al margen de las garantías allí
previstas.
Respecto de las actuaciones y facultades atribuidas a los órganos de recaudación por el art. 162 LGT,
vemos que la norma les atribuye las mismas facultades que se han atribuido a la Inspección en el art.
146 de la LGT y las que ostentan estos órganos en virtud del art. 142 LGT en relación con la
comprobación e investigación de la existencia y situación de los bienes o derechos de los obligados
tributarios, comprendiendo el deber de colaborar y de poner en conocimiento de la Administración, a
requerimiento de ésta y con posible sanción en caso de desatención, una relación de bienes y
derechos integrantes de su patrimonio en cuantía suficiente para cubrir el importe de la deuda
tributaria, de acuerdo con lo previsto en el apartado 2 del art. 169 de esta ley.
Ahora bien, en el supuesto en que la competencia para derivar la responsabilidad corresponda a los
órganos de recaudación, a diferencia de lo señalado anteriormente para las actuaciones inspectoras,
el Reglamento General de Recaudación, en el art. 124, contiene una regulación mínima del
procedimiento que deberá seguirse.
4.3. El régimen de la obligación del responsable frente a la Hacienda pública
En lo que afecta al régimen que debe aplicarse a los responsables relativo a su obligación en cuanto
tal -pago, aplazamientos, etc.- nos hemos de remitir al régimen general de las obligaciones
tributarias previsto en las leyes, si bien hemos de destacar algunas cuestiones que han suscitado
dudas interpretativas o el establecimiento de un régimen especial.
Así, su responsabilidad patrimonial es de carácter universal, salvo que la ley hubiera limitado su
responsabilidad, lo que no ha hecho en los casos que afectan a administradores, por lo que, según
nuestro ordenamiento, los bienes que se perseguirán deben estar situados en territorio nacional, y si
responsable solidario careciese de bienes en el territorio nacional, deberá estarse a lo dispuesto en
las normas internas -comunitarias en su caso- sobre asistencia mutua en materia de recaudación.
También como ejemplo de lo anterior debemos citar la resolución núm. 00/2204/2006 del TEAC
(Vocalía 11.ª) de 13 de junio de 2007, en la que, dilucidándose la posibilidad de embargo de bienes
del responsable que habían sido gananciales y tras la disolución de esta comunidad, declara (con
argumentos válidos para cualquier obligación tributaria):
«El tema sustancial debatido en este reclamación ha sido ya examinado y resuelto en varias
ocasiones por este Tribunal Central, que ha mantenido el criterio de que conforme al art. 28 de la Ley
General Tributaria Ley 230/1963 (LA LEY 63/1963) (coincidente con el art. 20 de la vigente Ley
General Tributaria-Ley 58/03), la obligación tributaria se entiende contraída desde el momento de la
realización del hecho imponible, si bien este momento no tiene por qué coincidir con el de la
exigibilidad del pago de la deuda correspondiente, por hallarse, generalmente, supeditada la misma a
su previa liquidación y notificación al sujeto pasivo;... existe por tanto desde el devengo, un vínculo
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jurídico entre el deudor tributario y la Hacienda Pública que permite a ésta, una vez que la deuda es
exigible, actuar sobre los bienes existentes en el patrimonio del deudor en el momento de la
realización del hecho imponible, pues éstos siguen afectos a su pago aun cuando en virtud de la
disolución y liquidación de la sociedad de gananciales hayan visto modificada su naturaleza
originaria, es decir que los bienes que como gananciales hubieran de responder de la obligación
tributaria, no se eximen de tal responsabilidad por el hecho de haber sido adjudicados como
privativos al cónyuge deudor o a su consorte, por lo que la Administración puede dirigir la acción
ejecutiva contra los bienes recibidos por los esposos que tenía la sociedad de gananciales al
liquidarse y que se detallan en la escritura de capitulaciones matrimoniales, y, en su caso, los
adquiridos a costa o en sustitución de éstos; siendo de aplicación a este caso lo dispuesto en el art.
1317 del Código Civil (LA LEY 1/1889)...»
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responsabilidad subsidiaria.»
La segunda cuestión, si una vez derivada la responsabilidad la Administración puede elegir al sujeto
al que exigirá el cumplimiento de la deuda, podría invocarse el art. 35.6. LGT, en cuya virtud, la
concurrencia de varios obligados tributarios en un mismo presupuesto de una obligación determina
que queden solidariamente obligados frente a la Administración tributaria al cumplimiento de todas
las prestaciones, salvo que por ley se disponga expresamente otra cosa.
Pues bien, al menos en el caso de los administradores se trata de una posición interna de solidaridad
ya que, en ninguno de los supuestos legales existe norma legal que fije un régimen distinto.
Lógicamente, en el caso de deudas tributarias exigidas a los administradores en concepto de
responsables que incluyan sanciones, solo se podrá reclamar la totalidad de la deuda a los
administradores que hayan tenido algún género de participación en la comisión de la infracción. En
todo caso, quien hubiese pagado la deuda, hemos de recordar lo ya expuesto, podrá dirigirse frente a
los restantes responsables, invocando como fundamentos del reembolso, los arts. 1145 y 1844 del
Código Civil, antes citados (7) y considerando que la deuda deberá prorratearse entre todos ellos.
En este caso, y entroncamos con el primer problema analizado, si la Administración no hubiese
declarado responsables a todos los sujetos que hubiesen realizado el presupuesto de hecho de la
responsabilidad, el consejero que ejercitase la acción de reembolso, carecería de titulo jurídico para
una acción de repetición contra los consejeros no declarados responsables, o al menos se vería
privado de la posibilidad de invocar como fundamento de su acción el carácter de coobligados al
pago de la misma deuda.
7. La extinción de la responsabilidad
En principio, según dijimos, las causas de extinción de las obligaciones tributarias reguladas en la
LGT han de ser aplicadas a estos casos, por lo que nos limitaremos ahora a exponer solamente
algunas cuestiones de interés.
7.1. La prescripción
A este efecto hemos de partir de lo dispuesto en la LGT cuando ordena:
«Art. 67. Cómputo de los plazos de prescripción
2. El plazo de prescripción para exigir la obligación de pago a los responsables solidarios comenzará
a contarse desde el día siguiente a la finalización del plazo de pago en periodo voluntario del deudor
principal.
(...)
Tratándose de responsables subsidiarios, el plazo de prescripción comenzará a computarse desde la
notificación de la última actuación recaudatoria practicada al deudor principal o a cualquiera de los
responsables solidarios.»
Ahora bien, a nuestro juicio, en este artículo se están confundiendo dos cuestiones distintas, pues
deberían diferenciarse dos vertientes de la prescripción: a) La prescripción del derecho a derivar la
responsabilidad a los administradores, y b) La prescripción de derecho a exigir el pago.
Respecto del plazo de prescripción del derecho a derivar la responsabilidad, nuestro ordenamiento
establece que, mientras que no haya prescrito la obligación principal, no se pueden considerar
prescrita la del administrador responsable. Ello en virtud del art. 68 LGT («Interrupción de los plazos
de prescripción») que declara:
«7. Interrumpido el plazo de prescripción para un obligado tributario, dicho efecto se extiende a
todos los demás obligados, incluidos los responsables.»
Así lo declara la STS de17 de marzo de 2008 (ponente: Rafael Fernández Montalvo):
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No podemos cerrar esta introducción sin advertir que se trata de un tema complejo, como se deduce
de la gran conflictividad jurídica en la materia y de la constante modificación que las disposiciones
legales al respecto han padecido durante su vigencia, así como por la abundante doctrina científica
existente y de la Administración tributaria.
Por este motivo, resulta necesario comenzar por una visión histórica de su regulación en la LGT.
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«Art. 38. 1. Responderán solidariamente de las obligaciones tributarias todas las personas que sean
causantes o colaboren en la realización de una infracción tributaria.»
Las modificaciones que en materia de responsabilidad se introducirían posteriormente, no afectarían
a los supuestos concretos referidos a los administradores, sino al art. 37 de la LGT relativo al
régimen general de los responsables.
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INFRACCIONES TRIBUTARIAS
1. Introducción
Si indagamos en los antecedentes de la LGT podemos remontarnos a la redacción dada en 1969 por
Ley 60/1969 (LA LEY 881/1969), de Reforma Tributaria, que venía a establecer lo siguiente:
«Art. 40. 1. Serán responsables subsidiariamente de las infracciones tributarias simples, de omisión,
etc... cometidas por las personas jurídicas, los administradores de las mismas que, por mala fe o
negligencia grave no realizaren los actos necesarios que fuesen de su incumbencia para el
cumplimiento de las obligaciones tributarias infringidas, consintieren el incumplimiento por quienes
de ellos dependan o adoptaren acuerdos que hicieran posibles tales infracciones.
En ningún caso podrá ser exigida la indicada responsabilidad a los administradores que no asistan a
la reunión o que salvaran expresamente su voto en los acuerdos de que se trate.»
Como puede deducirse del precepto, el supuesto se configuraba legalmente con claros perfiles
sancionadores, tanto en la descripción de la conducta de los administradores -mala fe o negligencia
grave- como en las excusas absolutorias previstas para exonerar a los administradores.
La mencionada disposición fue objeto de nueva redacción por la Ley 10/1985 que venía a introducir
modificaciones para adaptarlo al nuevo régimen sancionador tributario y para alejarlo del carácter
sancionador con que se había regulado anteriormente. La nueva disposición ordenaba:
«Art. 40. 1. Serán responsables subsidiariamente de las infracciones tributarias simples y de la
totalidad de la deuda tributaria en los casos de infracciones graves cometidas por las personas
jurídicas, los administradores de las mismas que no realizaren los actos necesarios que fuesen de su
incumbencia para el cumplimiento de las obligaciones tributarias infringidas, consintieren el
incumplimiento por quienes de ellos dependan o adoptaren acuerdos que hicieran posibles tales
infracciones.»
Puede decirse que, en términos generales, ésta sería la configuración definitiva del precepto, ya que
la redacción vigente dispone:
«Art. 43. Responsables subsidiarios.
1. Serán responsables subsidiarios de la deuda tributaria las siguientes personas o entidades:
a) Sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo a) del apartado 1 del art. 42 de esta ley, los
administradores de hecho o de derecho de las personas jurídicas que, habiendo éstas cometido
infracciones tributarias, no hubiesen realizado los actos necesarios que sean de su incumbencia para
el cumplimiento de las obligaciones y deberes tributarios, hubiesen consentido el incumplimiento por
quienes de ellos dependan o hubiesen adoptado acuerdos que posibilitasen las infracciones. Su
responsabilidad también se extenderá a las sanciones.»
A la anterior norma debe añadirse lo dispuesto en el art. 182 de la misma Ley, cuando ordena:
«2. Responderán subsidiariamente del pago de las sanciones tributarias las personas o entidades que
se encuentren en los supuestos de los párrafos a), g) y h) del apartado 1 del art. 43 de esta Ley, en
los términos establecidos en dicho artículo.»
Esta referencia resulta obligada por cuanto el art. 43.1 LGT declara como contenido de la
responsabilidad «la deuda tributaria» expresión que podría motivar dudas en el caso en que se
hubiesen impuesto sanciones de carácter formal, sin existencia de cuota o perjuicio material para la
Hacienda. Con esta otra disposición se despejan esas dudas de forma que se subsumen las
sanciones, sea cual sea su clase, en el ámbito de la responsabilidad que ahora examinamos.
Debemos advertir también que la norma citada es de aplicación por todas las Administraciones y no
solo en el ámbito estatal, como declara el Tribunal Supremo (Sala 3.ª Secc. 2.ª) en sentencia de 7 de
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febrero de 2005 (ponente: Sr. Martínez Micó). Con excepción, claro es, de las disposiciones
contenidas en los ordenamientos forales que son, con un contenido muy semejante, las establecidas
por Álava en la Norma Foral General Tributaria, de 28 de febrero de 2005 (12) ; por Bizkaia en la
Norma Foral General Tributaria del Territorio Histórico de Bizkaia de 10 de marzo de 2005 -de
idéntico contenido a la anterior- y por Gipuzkoa en la Norma Foral General Tributaria del Territorio
Histórico de Gipuzkoa de 8 de marzo de 2005 -también con igual contenido-. Y, finalmente Navarra
en la Ley Foral 13/2000, de 14 de diciembre (LA LEY 275/2001), General Tributaria, que establece:
«Art. 32. Supuestos especiales de responsabilidad subsidiaria
1. Serán responsables subsidiariamente de las infracciones tributarias simples y de la totalidad de la
deuda tributaria en los casos de infracciones graves cometidas por las personas jurídicas los
administradores de hecho o de derecho de ellas que no hubiesen realizado los actos necesarios que
fuesen de su incumbencia para el cumplimiento de las obligaciones tributarias infringidas, o bien
hubiesen consentido el incumplimiento por quienes de ellos dependan o hubiesen adoptado acuerdos
que hicieron posibles tales infracciones.»
Dada la plena coincidencia de las disposiciones forales con el contenido de la LGT, pueden extenderse
a estos ordenamientos las consideraciones doctrinales y jurisprudenciales que se hagan en relación a
la norma estatal.
Finalmente, advertiremos que la existencia de una regulación de la responsabilidad de los
administradores en las normas tributarias, que supone un instrumento de posible utilización por parte
de todas las Administraciones, no significa que éstas, en su condición de acreedores, no puedan
acudir a los medios que pone a su disposición el ordenamiento privado para defender sus derechos
de crédito y que son objeto de estudio en esta misma obra.
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Ello es una consecuencia de las modificaciones de la LGT pues, con anterioridad, el Tribunal
Supremo, Sala de lo Contencioso (ponente: Manuel Vicente Garzon Herrero) en sentencia de 29 de
enero de 2008, declaró:
«La responsabilidad que el art. 40.1 consagra no se genera por la conducta de la entidad, sino por la
específica que el precepto describe, directamente imputable al administrador, y que es distinta de la
que generó la sanción. Es la imputación de esa conducta que el precepto del art. 40.1 describe la que
genera la responsabilidad, no la existencia de infracción imputable a la persona jurídica y
provocadora de una sanción. Por eso, el art. 40.1 posibilita una responsabilidad del administrador, sin
que la entidad administrada haya sido sancionada y, en sentido inverso, infracción de la entidad
sancionada, sin que exista responsabilidad en el administrador.»
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si bien, no le serán exigibles las sanciones. Y, a la inversa, pagada la cuota pero no la sanción, la
responsabilidad quedaría limitada al importe de esta última.
Finalmente hemos de señalar que, a nuestro juicio, la forma en que la Ley regula este tipo de
responsabilidad, en que la infracción deriva del descubrimiento de una deuda, debe existir una
correlación entre la infracción cometida por la sociedad y la deuda tributaria no ingresada para que
ambas puedan ser objeto de derivación al administrador. Así, si la persona jurídica ha sido
sancionada a consecuencia de una infracción de carácter formal y, al tiempo, se hubiese dictado una
liquidación por una deuda no ingresada, pero que no da lugar a sanción, entendemos que no procede
derivar la responsabilidad a los administradores sino por la sanción, ya que su comportamiento
negligente solo ha incidido en la infracción y en la correspondiente sanción. Es decir, no siempre que
exista una infracción imputable a la persona jurídica será posible derivar la responsabilidad a sus
administradores por la totalidad de los débitos de la primera, sino que debe existir una correlación
entre (a) la infracción cometida -por negligencia de sus administradores- (b) la sanción que se
impone, y (c) la deuda que haya motivado las anteriores.
Esta interpretación es, según dijimos anteriormente, la que se desprende de los antecedentes
legislativos del precepto examinado, cuya redacción, si bien ha sido objeto de modificación, no da
lugar a pensar que sea voluntad de la Ley producir este cambio, sino otros a los que haremos
mención oportunamente. Así se desprende de la STSJ de Andalucía, Sevilla, de 13 de septiembre de
2002 (ponente: Ilmo. Sr. D. Guillermo Sanchís Fernández-Mensaque):
«Así en el primer párrafo se habla de acciones u omisiones imputables a los administradores que
hayan posibilitado el incumplimiento de las obligaciones tributarias, colaborando con ello a la
comisión de las infracciones, y, precisamente por ello, la responsabilidad se extiende al importe de
las sanciones.»
3.2. La imputación a una persona jurídica
La mención a las personas jurídicas que expresamente se hace en la Ley ha de entenderse en el
sentido de comprender, en forma prioritaria, a las sociedades, pero también a otras entidades
jurídicas que gozan de personalidad, como es el caso de las asociaciones o fundaciones. Por tanto, se
excluyen las entidades sin personalidad para las que existe una disposición específica en la LGT (art.
42.1.b) acorde con el hecho de que no existan propiamente administradores de las mismas (art. 45.3
LGT). A este efecto solo hemos de señalar que resulta irrelevante la condición de sujeto pasivo del
impuesto sobre la renta o sobre sociedades que ostente la persona jurídica, pues solo debemos
incluir en el ámbito de la norma ahora estudiada a quienes el ordenamiento atribuya la condición de
persona jurídica.
Tal interpretación no debe considerarse restrictiva y fundada en la naturaleza sancionadora del
precepto, sino simplemente acorde con la propia sistemática de la Ley que restringe solo la
responsabilidad a quienes tengan la condición de administradores de las personas jurídicas, habiendo
optado por soluciones diferentes para las entidades a que se refiere su art. 35.4.
Por otra parte, cuando estemos en presencia de sociedades en constitución que todavía no tengan
atribuida personalidad ni se hayan designado sus administradores, es evidente que la derivación de
responsabilidad solo podría fundarse en una interpretación amplia del concepto de administrador de
hecho, incluido expresamente en el texto legal actualmente en vigor. Así se desprende del contenido
no formalista del concepto de administrador que ha defendido el Tribunal Supremo (STS de 29 de
junio de 1995) entendiendo que el carácter de administrador no viene dado por su exacta
denominación, sino por el contenido y alcance de las funciones encomendadas, de manera que la
persona que efectivamente ejerza la gestión y lleve la dirección económica de la sociedad será
administrador, cualquiera que sea la terminología utilizada. En este mismo sentido, la Resolución del
TEAC de 22 de febrero de 1995 en la que dice:
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no es suficiente, dando una interpretación conjunta a las normas de la LGT y la CE (art. 24 y 25) para
hacer pesar sobre él una sanción, cuando en el expediente de derivación de responsabilidad no
conste ni se haya probado otra circunstancia concreta que sirva de base para la imputación.»
Finalmente, en cuanto a la incidencia del reparto de funciones entre los administradores dentro del
Consejo de administración, hemos de recordar que el Informe para la Reforma de la Ley General
Tributaria recomendó interpretar la norma en el sentido de que:
«El administrador sería responsable siempre que no realice los actos necesarios de su incumbencia
para el cumplimiento de las obligaciones tributarias infringidas según el contenido de los Estatutos
sociales. De este modo puede determinarse si, entre las funciones atribuidas por la sociedad al
administrador, éste se reserva la incumbencia del cumplimiento de las obligaciones tributarias o si,
por el contrario, ésta se desplaza a otros sujetos. Defender esta posibilidad conduciría, obviamente, a
una reformulación de este supuesto de responsabilidad que permitiera su extensión a tales sujetos
carentes de la condición de administradores.»
Ahora bien, en todo caso, de haberse acogido esta propuesta, no se eliminaría la existencia de una
culpa in vigilando de los administradores, por lo que, al menos en el ámbito tributario, no tendría
efectos tan importantes.
4.2. La inscripción de los administradores en el registro mercantil
Una de las cuestiones que también ha suscitado dudas y problemas interpretativos se refiere a casos
en que los sujetos a quienes se derivó la responsabilidad bien no ejercían ya funciones aunque
constaban inscritos en el registro o bien, ejerciendo funciones de administrador, no aparecían
inscritos como tales.
En relación con estos segundos supuestos, el concepto de administrador de hecho, ha venido a
disipar dudas sobre la extensión de la responsabilidad a estos casos (13) , mientras que en el primer
supuesto la tendencia de la jurisprudencia y doctrina administrativa pone de manifiesto que, la mera
inscripción registral de un sujeto, no es determinante por sí misma, de su declaración como
responsable.
Así se desprende de la resolución del TEAC de 23 de enero de 2003 (Vocalía 1.ª) en un caso en el
que no se había formalizado documento alguno relativo al cese del declarado responsable
subsidiario, en su cargo de administrador. No constando en consecuencia inscrito dicho cese en el
Registro Mercantil, pese a que se trata de un acto inscribible, lleva al TEAC a declarar que la
inexistencia de la inscripción registral del cese del administrador no constituye un dato concluyente a
efectos de la determinación de la concurrencia o no de la condición de administrador, en una
determinada época, de la persona a la que se pretende derivar la responsabilidad, sino que se trata
de un dato más a valorar, junto con los demás que existan en el expediente, cuando se trate de
enjuiciar el citado tema.
Ello significa a nuestro juicio que la Administración puede utilizar en su favor la inscripción registral
sin necesidad de acudir a otras pruebas, pero que los interesados pueden desvirtuar ésta mediante la
aportación de otros medios de convicción. Es decir, la vigencia en el registro mercantil de la
inscripción de una persona como administrador, no es determinante de su responsabilidad, pues la
inscripción no es necesaria y carece de eficacia constitutiva, y, si bien, goza de una presunción de
veracidad, esta presunción puede ser destruida mediante prueba en contrario. Así pues, la
Administración encontrará en el registro mercantil una prueba, pero no suficiente en todos los casos,
para concretar al sujeto al que derivar la responsabilidad tributaria, pero cuando la inscripción
adolezca de un vicio y haya motivado la actuación administrativa contra el administrador inscrito, el
declarado responsable deberá instar de la jurisdicción competente la nulidad de la inscripción en el
registro mercantil y, obtenida la resolución, podrá instar la anulación del acuerdo de derivación de
responsabilidad por la vía del art. 244 de la Ley 58/2003, General Tributaria (LA LEY 1914/2003), en
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(...)
b) Cuando concurra fuerza mayor.
c) Cuando deriven de una decisión colectiva, para quienes hubieran salvado su voto o no hubieran
asistido a la reunión en que se adoptó la misma.
d) Cuando se haya puesto la diligencia necesaria en el cumplimiento de las obligaciones tributarias.
Entre otros supuestos, se entenderá que se ha puesto la diligencia necesaria cuando el obligado haya
actuado amparándose en una interpretación razonable de la norma o cuando el obligado tributario
haya ajustado su actuación a los criterios manifestados por la Administración tributaria competente
en las publicaciones y comunicaciones escritas a las que se refieren los arts. 86 y 87 de esta ley.
Tampoco se exigirá esta responsabilidad si el obligado tributario ajusta su actuación a los criterios
manifestados por la Administración en la contestación a una consulta formulada por otro obligado,
siempre que entre sus circunstancias y las mencionadas en la contestación a la consulta exista una
igualdad sustancial que permita entender aplicables dichos criterios y éstos no hayan sido
modificados.
(...)».
A este efecto hemos de recordar, de otra parte, que el art. 133.3 del TRLSA (LA LEY 3308/1989)
establece que:
«En ningún caso exonerará de responsabilidad la circunstancia de que el acto o acuerdo lesivo haya
sido aceptado, autorizado o ratificado por la Junta general.»
Finalmente señalar que la prueba de las circunstancias que vamos a examinar corresponde a la
Administración, incumbiendo a los administradores a quienes se derive la responsabilidad la carga de
probar que se produjo alguna de las circunstancias que determinan la exclusión de negligencia.
Pues bien, los tres supuestos concretos fijados en la LGT que manifiestan el comportamiento
negligente por parte de los administradores son los que pasamos ya a examinar seguidamente.
5.2. Cuando no hubiesen realizado los actos necesarios que sean de su incumbencia para
el cumplimiento de las obligaciones y deberes tributarios
La conducta descrita en este primer supuesto establece la necesidad de que la omisión por parte del
administrador se concrete en el ámbito de la esfera de sus competencias y que aquélla conduzca a la
infracción tributaria imputada a la sociedad.
Su delimitación con los supuestos descritos en los apartados siguientes no siempre es sencilla, y
existirán ejemplos en que un mismo comportamiento pueda subsumirse en varios, aunque quizá el
matiz más destacable de este supuesto consista en el carácter de «omisión» de los actos necesarios,
mientras que otras conductas subrayan aspectos activos.
En este momento debe también recordarse la incidencia que puede tener en la responsabilidad de
cualquier administrador la organización interna de los órganos de dirección de la sociedad, lo que en
muchos casos queda reflejado en reglamentos internos de dirección de la entidad que constituyen
divisiones especializadas y especifican funciones y responsabilidades dentro del consejo de
administración o de otros órganos de dirección. Tales disposiciones internas son obligatorias para los
directivos que encuentran limitadas sus competencias y atribuciones. A nuestro juicio, la existencia
de estas estructuras internas, convenidas expresamente, y propias de las grandes empresas, deben
tenerse en consideración a la hora de determinar cuál de los administradores tiene atribuidas
funciones que determinen la posible comisión de una infracción tributaria por parte de la sociedad,
pues la sola formulación de las cuentas anuales no necesariamente se vincula al incumplimiento de
deberes tributarios.
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6. La extensión de la responsabilidad
De lo ordenado en el art. 43.1 a) de la LGT, se desprende que la responsabilidad alcanza a la deuda
tributaria y que también se extenderá a las sanciones. Ambas cuestiones serán objeto de tratamiento
en otra parte de esta obra, si bien hemos de reiterar lo siguiente:
Primero: que las sanciones a que se extiende la responsabilidad son exclusivamente aquellas que se
relacionen o deriven de su conducta, pues la sociedad puede haber sido sancionada por varios
impuestos, periodos, etc., debiendo determinarse en cada caso los límites de su responsabilidad.
Segundo: que, también en relación con la deuda y por las razones antes expuestas, la que resulta
exigible a los administradores responsables es la derivada de su conducta negligente.
(1) Así, García Novoa, César, «El procedimiento de derivación de responsabilidad de administradores de sociedades. Aspectos
sustantivos y procedimentales», Revista Técnica Tributaria, núm. 57, 2002, pág. 57.
(2) Dado que las consecuencias de sus actos lo son para la sociedad y que los socios podían limitar su responsabilidad frente a
terceros, ha sido necesario incluir en el ordenamiento jurídico medidas tendentes a la protección de terceros y consistentes en
hacer a los administradores responsables frente a éstos de las consecuencias de sus actos en tanto que partícipes del órgano
de dirección de las sociedades. Como no podía ser de otro modo, el ordenamiento tributario se hizo eco de esta necesidad y
vino a fijar un conjunto de supuestos en los que se definían conductas de los administradores sociales que darían lugar a
extenderles las consecuencias derivadas del incumplimiento por la sociedad de sus obligaciones fiscales.
(3) Véase nuestro trabajo: «La responsabilidad tributaria de los administradores de sociedades», RTT núm. 57, 2002, pág. 13.
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(4) Romero Plaza y Serantes Peña,Responsables y responsabilidad tributaria, CISS, 2009, pág. 49.
(5) Martín Queralt, J., Lozano Serrano, C., Casado Ollero, G., Tejerizo López, J. M.,Curso de Derecho Financiero y Tributario,
Tecnos, Madrid.
(6) Así lo suscitó Calvo Ortega, R., en su trabajo «La responsabilidad tributaria solidaria por actos ilícitos», HPE, 5, pág. 52 y ss.
(8) La responsabilidad de los Administradores de las Personas Jurídicas en la nueva Ley General Tributaria. Thomson-Aranzadi,
2004.
(9) «Serán responsables solidarios de la deuda tributaria las siguientes personas o entidades:
a) Las que sean causantes o colaboren activamente en la realización de una infracción tributaria. Su responsabilidad también
se extenderá a la sanción.»
(10) «g) Las personas o entidades que tengan el control efectivo, total o parcial, directo o indirecto, de las personas jurídicas o en
las que concurra una voluntad rectora común con éstas, cuando resulte acreditado que las personas jurídicas han sido creadas
o utilizadas de forma abusiva o fraudulenta para eludir la responsabilidad patrimonial universal frente a la Hacienda Pública y
exista unicidad de personas o esferas económicas, o confusión o desviación patrimonial. La responsabilidad se extenderá a las
obligaciones tributarias y a las sanciones de dichas personas jurídicas.
h) Las personas o entidades de las que los obligados tributarios tengan el control efectivo, total o parcial, o en las que concurra
una voluntad rectora común con dichos obligados tributarios, por las obligaciones tributarias de éstos, cuando resulte
acreditado que tales personas o entidades han sido creadas o utilizadas de forma abusiva o fraudulenta como medio de elusión
de la responsabilidad patrimonial universal frente a la Hacienda Pública, siempre que concurran, ya sea una unicidad de
personas o esferas económicas, ya una confusión o desviación patrimonial.
En estos casos la responsabilidad se extenderá también a las sanciones».
(11) Sobre las dificultades de la Administración para probar en unos u otros casos, Herrera Molina, Pedro, «La responsabilidad de los
administradores por participación en ilícitos tributarios», Revista Técnica Tributaria, núm. 57, 2002, pág. 79 y 80
(13) En relación a la situación anterior a la nueva LGT, véase Navarro Faure, A. «La responsabilidad tributaria de los administradores
de empresas», Revista Técnica Tributaria, núm. 52, 2001.
(14) De la Hucha Celador, Fernando, «Reflexiones para una redefinición dogmática de las responsabilidad en Derecho tributario»,
RDF y HP, núm. 95, 1997.
(15) Véase Herrera Molina, Pedro, «La responsabilidad de los administradores por participación en ilícitos tributarios», Revista
Técnica Tributaria, núm. 57, 2002.
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