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Título original: The Keyes Of the Kingdom of Heaven, And Power thereof, according
to the Word of God. By That Learned and Judicious Divine, Mr. Iohn Cotton, Teacher
of the Church at Boston in New-England, Tending to reconcile some present differences
about Discipline.
Autor: John Cotton.
Traducción íntegra al español por Jorge Alfredo Rodríguez Vega.
Revisión de la fidelidad de la traducción por Taylor Walls y Alaín J. Torres
Hernández.
Diseño de portada por Jorge A. Rodríguez Vega.
Traducido y publicado por © Editorial Legado Bautista Confesional
(Santo Domingo, Ecuador, 2023).
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser
reproducida o copiada, ya sea de manera electrónica o mecánica,
incluyendo fotocopias, grabaciones, digitalización o archivo de imágenes
electrónicas, excepto cuando sean autorizados por la editorial.
Traducción de Las Santas Escrituras: LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS.
Copyright © 1986, 1995, 1997. La Habra, CA: Editorial Fundación, Casa
Editorial para La Fundación Bíblica Lockman; a menos que se indique
otra versión.
ISBN 978-9942-605-21-4
Clasificación Decimal Dewey: 262
Teología Cristiana. Eclesiología.
Versión Digital / E-book.
ÍNDICE DE CONTENIDO
Presentación ............................................................................ i
Prólogo a esta traducción ..................................................... iii
Para el lector .......................................................................... 1
Capítulo I: Qué son las llaves del Reino de los cielos
y cuál es el poder de las mismas ....................................... 19
Capítulo II: De la distribución de las llaves y su
poder, o de las distintas clases de llaves ............................ 27
Capítulo III: Del sujeto receptor del poder de las llaves,
a quiénes han sido confiadas: Primero, de la llave
del conocimiento y, luego, de la del orden..................... 37
Capítulo IV: Del sujeto receptor a quien le es dada la
llave del privilegio, poder o libertad de la iglesia ............. 39
Capítulo V: Del sujeto receptor al que le ha sido
entregada la llave de la autoridad .................................... 51
Capítulo VI: Del poder y la autoridad otorgados a los
sínodos .............................................................................. 57
Capítulo VII: Del primer sujeto receptor de todo el
poder de las llaves y una explicación de la
independencia .................................................................. 67
Apéndice: Prefacio a la edición estadounidense ................ 113
PRESENTACIÓN
Por Dr. Samuel Renihan
M
e alegra mucho presentar ante ustedes esta traducción
al español del libro Las llaves del Reino. Creo que la
publicación de este libro será otro avance para los
bautistas reformados en la recuperación de nuestra herencia
histórica y teológica. Los nombres engañan, a veces, y en el caso de
los bautistas particulares del siglo XVII, quizás uno piense que por
tener un nombre diferente del de los congregacionalistas (como John
Owen o Thomas Goodwin) eran muy distintos en su teología. Al
contrario, tenían mucho en común, y Matthew Bingham, en su libro
Orthodox Radicals, ha propuesto la tesis de que el nombre más exacto
para los bautistas particulares en sus primeros años sería los
congregacionalistas bautísticos. Es decir, eran congregacionalistas
que empezaron a practicar el credobautismo. Pero lo que es
importante entender es que no abandonaron su congregacio–
nalismo. Las Llaves del Reino provee uno de los vínculos eclesiológicos
más importantes entre los congregacionalistas y los bautistas
particulares (o congregacionalistas bautísticos). Lo que se ve en
capítulo XXVI de nuestra confesión de fe depende, en gran parte,
del trabajo de John Cotton y el desarrollo posterior del congre-
gacionalismo.
En mi propia experiencia, he conocido a varios bautistas
reformados que pensaban que el congregacionalismo era igual a una
democracia pura que aniquila la autoridad de los ancianos y sería
casi anarquía en la iglesia. Tales personas reaccionaron con sorpresa
cuando les dije que nuestros antepasados eran congregacionalistas,
i
ii Presentación
E
n diciembre de 2019, cuando Legado Bautista Confesional
empezó, una de las primeras cosas que planteamos fue el
enfoque que tendría la editorial. Decidimos que los libros
que traduciríamos y publicaríamos estarían enfocados en cuatro
direcciones principales relacionadas con los bautistas particulares
del siglo XVII. Serían libros escritos por los bautistas particulares,
sobre los bautistas particulares, de los herederos de los bautistas
particulares o que influenciaron profundamente a los bautistas
particulares. Después, considerando estas categorías, elaboramos
una lista de libros que anhelábamos que estuvieran en español y
comenzamos a trabajar en este maravilloso proyecto con todas
nuestras fuerzas. El libro que tienes hoy en tus manos pertenece a la
última de estas cuatro categorías. Las llaves del Reino de los cielos cumple
a cabalidad con la descripción de esta categoría, pues verdadera-
mente fue un libro que influenció a los bautistas particulares.
Aunque estuvo entre nuestras prioridades desde el principio y su
traducción fue iniciada hace más de un año, el Señor permitió que
el proceso llevado a cabo en este libro haya sido lento y reflexivo,
dándonos la oportunidad de crecer en nuestro entendimiento de su
contenido y sus implicaciones. Pero el día llegó; el trabajo de
traducción y revisión fue terminado, y hoy tenemos el gran honor
de poner en tus manos este tratado eclesiológico cuya publicación
original marcó un hito en la vida de las iglesias en las colonias
inglesas en el Nuevo Mundo y en Inglaterra, afectando profunda-
mente a hombres como John Owen y Thomas Goodwin, así como
a nuestros padres bautistas particulares.
iii
iv Prólogo a esta traducción
1 John Cotton, The Keyes Of the Kingdom of Heaven, And Power thereof, according
to the Word of God. By That Learned and Judicious Divine, Mr. John Cotton, Teacher of
the Church at Boston in New England, Tending to reconcile some present differences about
Discipline, eds. Thomas Goodwin y Philip Nye (Printed by M. Simmons for
Henry Overton, and are to be sold at his Shop entring into Popes head Alley
out of Lumbard Street, 1644). Para la traducción del título original y este
anuncio, véase la portada más adelante.
2 John Cotton, The Keyes Of the Kingdom of Heaven, And Power thereof, according
to the Word of God. By That Learned and Judicious Divine, Mr. John Cotton, Teacher of
the Church at Boston in New England, Tending to reconcile some present differences about
Discipline, eds. Thomas Goodwin y Philip Nye (Boston, MA: S. K. Whipple &
co., 1852).
3 John Cotton, The Keys of the Kingdom of Heaven, And Power thereof, According to
Aunque nos esforzamos por preservar la forma del texto para que
el lector tenga la sensación de estar leyendo directamente el texto
original, vimos la necesidad de modernizar la grafía de las
referencias bíblicas, que en el original a veces aparecen en cursiva y
otras en redonda, unas veces abreviadas y otras no, sin ninguna
razón aparente. Además, los errores tipográficos originales fueron
arreglados según el sentido, y se insertaron notas al pie provistas por
los traductores y revisores con el propósito de facilitar la
comprensión del texto. También añadimos la traducción al español
de las frases latinas utilizadas por el autor. Finalmente, incluimos
algunos subtítulos con el propósito de ayudar al lector a ver con más
claridad la estructura del capítulo o el argumento del autor. Hemos
incluido notas al pie de página para dar aviso cuando consideramos
que era necesario a fin de que el lector pueda distinguir claramente
entre lo que estaba en el texto original y las añadiduras de nuestra
traducción.
Tuve el privilegio de hacer la traducción íntegra de este libro y
nuestro amado hermano Alaín J. Torres Hernández realizó una
cuidadosa revisión para constatar la fidelidad de la traducción al
texto original. La maquetación fue hecha por el pastor Taylor Walls,
uno de los directores de Legado Bautista Confesional y consejero
indispensable de cada una de nuestras traducciones.
4A. W. McClure, John Cotton: Patriarch of New England {trad. no oficial: John
Cotton: Patriarca de Nueva Inglaterra}, The American Puritans Series, Book 1
(H&E Publishing, Kindle Edition), p. 9.
5 Cotton Mather, COTTON MATHER: Magnalia Christi Americana (1702),
John Owen, The Works of John Owen {trad. no oficial: Las obras de John
12
Owen}, editado {en inglés} por William H. Gould, vol. 13 (Edinburgh: T&T
Clark, s. f.), p. 223.
13 Francis J. Bremer, «The Puritan experiment in New England, 1630-
L
as mayores conmociones en los reinos se han suscitado y mantenido en
su mayor parte por el poder1 y las libertades de los
gobernantes y los gobernados, junto con los debidos límites
y fronteras de ambos. Lo mismo ha ocurrido en las iglesias, y continúa hasta el
día de hoy en las más agudas disputas (aunque ahora el tema de la guerra2 ha
cambiado) {sobre} quién debe ser el primer sujeto receptor idóneo y
completo del poder eclesial que Cristo ha dejado en la tierra, cómo se
limita, y a quién ha sido confiado. Esta controversia es la heredad
que nos ha tocado de estos tiempos de manera especial; y ahora que la mayoría de
las partes (que pueden pretender {tener} algo {que decir} al respecto) han tenido
sus giros y vicisitudes en varias épocas por haber estado en esta controversia por
tanto tiempo, y sus alegatos por sus diversas pretensiones han sido tan escuchados
desde hace tantos años, se puede esperar que en breve se llegue a una determinación
y que Cristo pronto establezca este poder sobre los herederos legítimos, a quienes
primitivamente lo delegó.
En aquellos tiempos más oscuros, esta bola de oro fue lanzada por el (así
llamado) clero, solo para correr entre ellos; y, como poseían tranquilamente los
1
2 Para el lector
a alegar y demandar que se les legue una parte y legado. Los santos (en estos
tiempos de conocimiento), al encontrar que la llave del conocimiento ha
abierto tanto sus corazones que ven con sus propios ojos lo sustancial de la piedad,
y que ¾mediante la instrucción y guía de sus maestros¾ están capacitados para
entender por sí mismos otras cosas a cuya práctica deben unirse, por tanto,
(muchos de ellos) comienzan a sospechar cada vez más que les debería
corresponder de igual manera alguna parte en la llave del poder.
Errar yendo al otro extremo fue la desdicha de aquellos que, en estos últimos
tiempos, revivieron por primera vez este alegato del derecho de los pueblos (como
siempre ha sido el destino de la verdad cuando sale a la luz por primera vez en
la Iglesia de debajo de esa larga noche de tinieblas que el anticristianismo había
traído sobre el mundo para que lo acompañara una larga sombra de error) al
alegar y reclamar para sí todo poder, que los ancianos puestos sobre ellos solo
ejercían por ellos el poder que era propiamente de ellos y que Cristo (como
sostenían) había estatuido radical y originalmente en el pueblo solamente.
Pero después de que se hayan alegado todos los títulos de los que se contentan
con nada menos que el todo, el juicio y la sentencia final pueden caer
(posiblemente) en una adecuada y debidamente proporcionada distribución
y dispersión de este poder en varios participantes, y el todo, en ninguna
de las partes. En las mancomunidades, la dispersión de varias
partes del poder y los derechos en distintas manos, para que coincidan y estén de
acuerdo conjuntamente en los actos y procesos de peso y trascendencia, es lo que
provoca su κράσις {/krásis/} y constitución saludables, lo cual las hace
duraderas y preserva su paz, cuando ninguna clase de personas se encuentra
excluida, sino que, según su involucramiento, se le deja y confía una medida
adecuada de poder o privilegio. Por lo tanto, la sabiduría de los primeros
constituyentes de las mancomunidades se ve más en este justo equilibrio del poder
y los privilegios, y en el establecimiento de los límites exactos de lo que se confía
a cada uno; incluso, admiramos más esto que sus otras leyes; y, por experiencia,
se considera que una definición y separación claras y distintivas de todas estas
parcelas de poder, según su tipo y también su alcance, es tan esencialmente
4 Para el lector
necesaria (si no más) que cualquier otro estatuto que establezca los tipos y grados
de delitos o penas.
Así, en la política o gobierno por el cual Cristo quiere que se ordenen Sus
iglesias, la correcta disposición del poder en estas (suponemos humildemente)
puede residir en una debida y proporcionada asignación y dispersión
(aunque no en la misma medida y grado) en distintas manos, de acuerdo con los
distintos involucramientos y participaciones que pueda tener cada rango en Su
Iglesia, más que en una confianza total y única depositada en un solo hombre
(por muy capaz que sea) o en cualquier tipo o clase de hombres u oficiales, aunque
estén diversificados por un sinnúmero de subordinaciones entre sí. Y de la misma
manera, no podemos dejar de imaginar que Cristo ha sido tan exacto al establecer
los verdaderos límites y fronteras de cualquier porción de poder que haya impartido
a alguien (si nosotros de esta época pudiéramos llegar a discernirlo correctamente)
como lo ha sido al ordenar qué tipo de disciplinas7 {deben aplicarse}, por cuáles
pecados, y qué grados de procedimientos {conducen} a esas disciplinas; en lo cual
encontramos que ha sido puntual.
Ahora bien, el objetivo8 que persigue este serio y juicioso autor en este tratado
es exponer las líneas y argumentos justos de esta división del poder eclesial
entre todos los distintos sujetos receptores del mismo con el fin de aplacar las
disputas que están teniendo lugar al respecto en la actualidad. Y, en general,
establece esta máxima fundamental que es válida para todos los particulares9,
a quienes se supone que se les ha confiado alguna porción de poder: Que,
cualquiera que sea el poder o derecho que tenga
cualquiera de los poseedores y sujetos receptores del
mismo, lo tienen cada uno directamente10 (es decir, con respecto
11 Nota de los traductores: ley escrita —Lit., ley estatutaria; es decir, estipulada
en los estatutos. El original dice: «Statute-Law».
12 Nota de los traductores: el objetivo ¾Lit., el escopo.
13 Nota de los traductores: se dignó conceder de buena gana el enorme privilegio de
uno de ellos, y dispersada entre ambos14, por fuero {concedido de parte} del Señor;
así como suele suceder en algunas de nuestras ciudades estatutarias con una junta
de concejales15 (los gobernantes) y un consejo común (un órgano del
pueblo), también Él da a los ancianos o presbiterio un poder vinculante
de gobierno y autoridad propio y peculiar de ellos, y a cada hermano
por separado, una porción de poder y privilegio para que concuerden con
ellos16, y tales asuntos solo deberían ser tramitados con el acuerdo conjunto de
ambas partes, aunque por un derecho diferente, de modo que, como una iglesia de
hermanos solamente, no podrían proceder a ninguna disciplina pública sin
tener ancianos sobre ellos, así tampoco los ancianos tienen poder en la
iglesia para disciplinar sin que el pueblo concuerde con ellos, ni tiene poder cada
uno por sí solo de excomulgar a todos los demás, aunque juntos tienen
poder sobre una o más personas particulares cualesquiera, ya sea de los ancianos
o de los hermanos.
Y debido a que estas congregaciones locales17 (tanto los ancianos como el
pueblo) pueden estar en desacuerdo, cometer errores y abusar de este poder que
se les ha confiado, el autor, en segundo lugar, aboga entonces por una
asociación o comunión de iglesias que envían a sus ancianos y
mensajeros a un sínodo (así decide él denominar a propósito esas
asambleas de ancianos que las iglesias reformadas llaman
clases o presbiterios, para distinguirlas de los presbiterios de
congregaciones mencionados anteriormente).18
Además, {el autor} reconoce que {dicha asociación de iglesias} es una
ordenanza de Cristo a la cual Él ha confiado (en relación con la rectificación
de malas administraciones, la sanidad de disensiones en
14 Nota de los traductores: entre ambos —Es decir, entre los ancianos y los
hermanos.
15 Nota de los traductores: concejales —O regidores.
16 Nota de los traductores: con ellos ¾Es decir, con los ancianos.
17 Nota de los traductores: congregaciones locales ¾Lit., congregaciones
particulares.
18 Nota de los traductores: Aquí hay un punto seguido en el original, pero
y también {2} que la tenencia y ejercicio de este poder por parte de todos estos
sujetos receptores provengan24 directamente de Cristo a todos ellos, incluso no es
otra cosa que aquello a lo que se han amoldado nuestras propias apreciaciones
desde hace mucho tiempo. Y esto lo pueden atestiguar muchos de nuestros amigos
y algunos de los que tienen una opinión diferente, pues han conocido de antaño
nuestros criterios personales, así como nuestras propias notas y transcripciones
escritas hace mucho tiempo, además de muchas profesiones públicas desde que ha
habido ocasión; hasta el punto de que cuando leímos esto por primera vez de este
erudito autor (sabiendo cuál ha sido la tendencia más general tanto de la práctica
como del criterio de nuestros hermanos al congregacionalismo25) confesamos
que nos llenamos de asombro ante esta {intervención de la} mano divina que ha
conducido así los criterios (sin el menor intercambio mutuo o insinuación de
pensamientos o nociones en cuanto a estos particulares) de nuestros hermanos
allá y de nosotros (indignos de ser mencionados con ellos) aquí. Solamente
pedimos permiso al venerable autor y a los hermanos que revisaron su tratado
para declarar: {Q}ue no estamos de acuerdo con cada una de las expresiones que
aparecen aquí y allá en el tratado, ni con todas y cada una de las afirmaciones
que se unen entre sí en este, ni siquiera con todos los fundamentos o alegatos
{tomados} de las Escrituras; y quizá tampoco habríamos usado los mismos
términos en todas las cosas para referirnos a las mismas materias.
Por ejemplo, consideramos humildemente que profetizar (como lo llama
la Escritura), o hablar para la edificación de toda la iglesia, puede ser realizado
(a veces) por hermanos dotados, aunque no en el oficio de ancianos de la iglesia,
(!) solo ocasionalmente, no regularmente, (") [p]or hombres con capacidades tales
que sean aptos para el oficio, [y] (#) no suponiendo esto por sí mismos, sino por
haber sido juzgados como aptos por aquellos que tienen el poder para hacerlo y
así habérseles permitido {«profetizar»} y haber sido designados para ello,
«...protestar, además, que no es nuevo ahora para nuestros pensamientos que {1} y {2}
provengan directamente de Cristo a todos estos {sujetos receptores}...».
25 Nota de los traductores: tendencia [...] al congregacionalismo ¾Lit., tendencia
[y] ($) para que de este modo y de una manera especial su doctrina sea sometida
(para juzgarla) a los ancianos docentes26 de esa iglesia. Y cuando se
cauciona de esta manera, no vemos incongruencia con que los tales hablen de un
punto de la teología en una congregación, como tampoco vemos incongruencia en
que los hombres con capacidades similares hablen y debatan sobre asuntos de
religión en una asamblea de teólogos, que este reverendo autor aprueba y aquí se
practica entre nosotros.
De nuevo, con toda humildad, todavía no vemos que esa asamblea de
apóstoles, ancianos y hermanos en Hechos 15 haya sido un
sínodo formal de mensajeros enviados de parte de una asociación establecida
y compuesta de iglesias vecinas, sino una asamblea de la iglesia de
Jerusalén y de los mensajeros de la iglesia de Antioquía solamente;
que estaban muy alejados unos de otros y ahora {se encontraban} reunidos
electivamente. Tampoco estamos convencidos hasta el momento de que, con el fin
de hacer de esto un precedente de tal sínodo formal, los apóstoles
fungieron27 allí como ancianos ordinarios en vez de {actuar} por la guía y
asistencia apostólica. Más bien (si simplemente consideramos los aspectos mutuos
en que se encontraban estas dos iglesias y sus ancianos en esta concurrencia,
abstrayendo de ellos esa influencia e impresión [esa esfera superior] que los
apóstoles que estaban entonces presentes tenían en esta transacción) concebimos
que esto fue una consulta (como el erudito autor también reconoce que fue
primaria y originalmente, solo elevándose a {la categoría de} consejo general por
la presencia de los apóstoles, siendo ellos ancianos de todas las iglesias) o, si
se quiere, una referencia a modo de arbitraje para decidir sobre aquella
gran controversia surgida entre ellos en Antioquía, que consideraron
demasiado difícil para ellos; para que así, de hecho, fuera una garantía para
todas las formas de comunión entre todas {las iglesias}, o cualesquiera {de
estas}, especialmente {entre} las iglesias vecinas; y para que en ocasiones
similares fueran ordenanzas provistas de poder ministerial para tales fines y
propósitos. Ahora de muchas maneras nos vemos impedidos de explicarlo por este
medio y en este momento; {p}ero, incluso si esa hubiera sido la intención y los
apóstoles hubieran fungido28 allí como ancianos ordinarios —como el
erudito autor considera—, aun así, los límites de la proporción de poder que se
podrían trazar tomando como referencia ese patrón no se extenderían más allá de
un poder ministerial doctrinal, etc., en tales asambleas, que de buena gana
concedemos. Y puede observarse con qué ojo cauteloso y exactitud toma la latitud
y elevación de ese poder que allí se expone, sin atreverse a restar lo más mínimo,
ya sea de clase o grado, de lo que garantiza ese ejemplo; que era a lo sumo un
discernimiento doctrinal tanto de la verdad de aquella controversia acerca de la
cual fueron consultados como de la cuestión de hecho en aquellos que habían
enseñado lo contrario, como tergiversadores29 de ellos y subversores de la fe; sin
llegar a blandir la espada y el poder de la excomunión contra aquellos grandes y
groseros transgresores u otros que no los obedecieran por medio de esa epístola.
En último lugar, solo para aclarar más la diferencia entre la participación de
la membresía30 (que el reverendo autor suele llamar libertad y a veces
poder) y el gobierno y autoridad de los ancianos (lo que constituye
la primera distribución del poder eclesial en las congregaciones
particulares), así como para ilustrar ese otro complemento del poder
doctrinal ministerial en una asociación o comunión de iglesias, al que se
le priva del poder de excomunión (que es el segundo {poder}). Nos
atrevemos a arrojar un poco de nuestra tenue luz sobre cualquiera de estos temas
y presentar cómo se han mantenido en nuestros pensamientos con el fin de evitar
que algunos lectores se equivoquen, especialmente sobre el primer poder.31
En cuanto a este primer poder, concebimos que hay ancianos y
hermanos en cada congregación, como suelen ser mencionados claramente por
sus padres tengan un poder para guiarla en su elección (que ella debería obedecer,
pues es su deber) y un poder que también debe concordar para dar su mano, o el
matrimonio es inválido, (comparando la participación {del poder} que ella tiene
[en aquello en que a ella más estrecha e íntimamente le concierne] con la de ellos)
surge de la noción de una autoridad extrínseca; mientras que ese poder
en ella no es más que el poder de su propio acto, en el que aquello que le concierne
propiamente le da una participación libre por un derecho intrínseco. La
misma diferencia sería visible si hubiéramos visto un gobierno compuesto por una
aristocracia y una democracia en el que —supongamos— el pueblo
tiene una participación {del poder} y su consentimiento real es necesario para
todas las leyes y sentencias, etc., mientras que en unos pocos nobles que se
establecen sobre ellos (cuya preocupación es menos general), quienes debieran
contar con la aprobación formal35 de todos, estarían el gobierno y la
autoridad, pero en esa multitud {estarían} el poder y la
participación; y tal autoridad se debe dar a un presbiterio de ancianos
en una congregación particular, de lo contrario (como hemos resuelto desde hace
mucho tiempo) todo lo que se dice en el Nuevo Testamento acerca de su
gobierno y la obediencia del pueblo a ellos debe ser considerado solo
metáforas y no se corresponde con ninguna realidad sustancial de gobierno y
autoridad.
Y en esta distribución de poder, Cristo ha tenido una adecuada y debida
consideración del estado y la condición de Su Iglesia, como ahora bajo el Nuevo
Testamento la ha cualificado y dignificado. Bajo el Antiguo Testamento estaba
en su infancia, pero ha salido comparativamente de su minoría de edad y ha
crecido hasta una edad más madura (como dice en Los Profetas que sería una
etapa de madurez del Pacto de Gracia en comparación con el Antiguo Pacto, y
también como Pablo lo expresó a los Gálatas). Por lo tanto, son más capaces en
general, si los santos visibles (de los que deben estar compuestas las iglesias bajo
el Nuevo Testamento)36 de unirse a sus guías y líderes en juzgar y discernir lo
contradice. Por lo tanto, esta autoridad (considerada en él) tampoco debe ser
juzgada como vana, infructuosa e ineficaz para llevar a los hombres a la
obediencia.
Tampoco parezca extraño que el poder de esta disciplina de cortar {de entre
la congregación} a los hombres y entregarlos a Satanás (en el que reside
la parte positiva de la excomunión [y de hecho la controversia
entre nosotros y otros]) esté inseparablemente vinculado por Cristo a
una congregación particular como su privilegio innato propiamente, de manera
que ninguna asamblea o junta de ancianos que se presuma y se reconozca
justamente como más sabia y juiciosa se arrogue el poder formal de la excomunión
o prive de este a las congregaciones particulares. Porque aunque sea difícil explicar
los motivos de las instituciones de Cristo, suele haber en la sabiduría y la razón
humanas algo análogo a estas que puede servir para ilustrar, si no para justificar,
esta dispersión de participaciones. Y así (si no nos equivocamos) se
puede encontrar incluso en la sabiduría de nuestros antepasados, en las
constituciones de este reino. La condena a muerte de cualquier sujeto en
el reino es el mayor castigo civil; por lo que, de todos los demás, su equivalente
más cercano y exacto en lo espiritual es cortar un alma y entregarla a Satanás;
sin embargo, el poder de este gran juicio no se pone en manos de una asamblea de
abogados solamente, ni siquiera de todos los jueces mismos, hombres escogidos por
su sabiduría, fidelidad y gravedad, quienes, no obstante, por su oficio, están
designados para que tengan parte en esto. Pero cuando todos se reúnen por alguna
causa especialmente difícil para dar consejo y dirección en tales juicios (como a
veces lo hacen), aun así, no tienen el poder de pronunciar esta sentencia de muerte
sobre cualquier hombre sin la concordancia con un jurado de sus compañeros de
su propio rango, y en las localidades estatutarias, de sus vecinos. Y con un jurado
de estos (hombres que de sí mismos no se supone que sean tan diestros en las leyes,
etc.), dos jueces, incluso uno solo, junto con otros jueces en el tribunal, tienen poder
para declarar y dictar lo que todos ellos y todos los abogados de este reino juntos
no tienen {poder para declarar y dictar} sin un jurado. Y nosotros, los de esta
nación, solemos admirar el cuidado y la sabiduría de nuestros antepasados en este
aspecto, y estimamos este privilegio del sujeto en este particular (peculiar de
16 Para el lector
nuestra nación) como una de las glorias de nuestras leyes, y nos enorgullecemos
de ello como una libertad y seguridad para la vida de cada persona como las que
—pensamos— ninguna otra nación a nuestro alrededor puede mostrar. Y cuál
debería ser la razón de tal constitución, sino esta (en la que insistimos al
principio): la dispersión del poder en varias manos por las que pase el juicio de
todo hombre en asuntos capitales; en lo cual unos debieran tener el lazo del mismo
interés común para obligarlos a la fidelidad, mientras que los otros debieran tener
la habilidad y la sabiduría para guiarlos y dirigirlos.
Además de esa participación {del poder} que hay en cualquier tipo de
asociación, fraternidad, o vecindad inclusive; o —de manera similar— aquella
que es común a los hombres que por igual están sujetos a una autoridad
establecida sobre ellos para sentenciarlos, hay también la ventaja especial de un
conocimiento exacto del hecho en sus atroces circunstancias, e incluso (en estos
casos) de la conducta ordinaria de la persona que transgrede.
No necesitamos extendernos en la aplicación de esto. Aunque una mayor
asamblea de ancianos debe ser reverenciada como más sabia y capaz
que unos pocos ancianos con sus congregaciones por separado, y por
consiguiente puede tener mayor poder doctrinal (un poder propia y peculiarmente
adecuado a sus facultades38) en casos de dificultad, para determinar y dirigir las
congregaciones en su camino, aun así, Cristo no les ha confiado el poder que Él
ha confiado a las congregaciones, porque están separados del pueblo. Así que
una sola tribu de hombres a quienes les conciernan todos los aspectos
mencionados anteriormente es deficiente, de quienes Cristo desearía su
acuerdo personal, no por delegación o representación solamente, no solo para la
ejecución, sino incluso para {dictar} la sentencia legal también de
cortar a los hombres {de entre la congregación}, como puede observarse
en el paralelo y ejemplo anterior. Incluso, cuanto más altas y grandes son las
asociaciones de presbiterios, más alejados están del pueblo, y aunque por
ello se pueda tener una mayor ayuda en cuanto al conocimiento jurídico del
reglamento con el que se debe proceder, aun así, están a una mayor distancia
CAPÍTULO I
QUÉ SON LAS LLAVES DEL
REINO DE LOS CIELOS Y CUÁL
ES EL PODER DE LAS MISMAS
tanto las palabras de este texto, sobre el cual se edifica ese poder.
Cinco frases requieren una pequeña aclaración:
1. ¿Qué se entiende aquí por el Reino de los cielos?
2. ¿Cuáles son las llaves de este Reino y en qué consiste la
entrega de las mismas?
3. ¿Cuáles son las acciones2 de estas llaves, de las cuales se dice
que atan y desatan?
4. ¿Cuál es el objeto de estas acciones, el cual debe ser atado o
desatado y recibe el nombre genérico de «todo lo que»
{atéis}?
5. ¿Quién es el sujeto receptor de este poder, o a quién se le
otorga este poder? «Yo te daré las llaves…».
comprensión.
Las llaves del Reino de los cielos 21
dice Hilkiah (Hilcías), pero en realidad el texto bíblico declara que quien recibió
las llaves de la casa de David fue Eliaquim, su hijo.
22 Qué son las llaves del Reino de los cielos y cuál es el poder de las mismas
sino la llave del pozo del abismo (Apo. 9:1). No obstante, la frase
«todo lo que» está escrita aquí en el género neutro (no en el
masculino «todo aquel») para implicar tanto cosas como personas
—cosas como pecados; personas: aquellos que los cometen—,
porque cuando nuestro Salvador habla de las mismas acciones,
refiriéndose a las mismas llaves (Jua. 20:23),7 se explica así mismo de
la siguiente manera: «A quienes perdonéis los pecados, estos les son
perdonados; a quienes retengáis los pecados, estos les son retenidos».
Por lo tanto, «lo que ates en la tierra» {Mat.16:19}, es paralelo a «a
quienes retengáis los pecados» en la tierra {Jua. 20:23}; y «lo que
desates en la tierra» {Mat. 16:19}, es paralelo a «a quienes
perdonéis8 los pecados» en la tierra {Jua. 20:23}.
Ahora bien, esta acción de atar y desatar todo pecado en todo
aquel que los cometa está en parte en la conciencia del pecador, y
en parte, en su estado exterior en la Iglesia, que suele expresarse en
otros términos, ya sea in foro interiori9 o in foro exteriori10. Como cuando
en la dispensación de las ordenanzas de Dios un pecador está
convencido de estar bajo la culpa del pecado, entonces su pecado es
retenido, su conciencia está atada bajo la culpa de este, y él mismo
está atado bajo alguna disciplina de la iglesia, conforme a la
naturaleza y la debida retribución de su transgresión; y si su pecado
es de una clase más detestable, él mismo es excluido de la comunión
de la iglesia. No obstante, cuando un pecador se arrepiente de su
pecado y lo confiesa ante el Señor, y —en caso de que sea de
a la vez. Porque así como el Padre envió a Cristo, así Cristo envió a
Pedro (como a cada uno de los apóstoles) cum amplitudine, et plenitudine
potestatis11 (en la medida en que cualquier oficial de la iglesia o toda
la iglesia misma tuviera la capacidad de recibirlo), véase Juan 20:21.
De modo que Agustín no se equivocó al decir que Pedro recibió las
llaves en nombre de la Iglesia. No obstante, de este texto en
Mateo 16:19 no impugnaremos ningún otro poder —ni al
presbiterio ni a la fraternidad de la iglesia— que aquel que se les
concede expresamente en otros textos de las Escrituras.12
Ahora bien, en otras Escrituras se dice lo siguiente. En primer
lugar, que Cristo dio el poder de retener o perdonar los pecados (es
decir, el poder de atar y desatar, esto es: todo el poder de las llaves)
a todos los apóstoles, así como a Pedro (Jua. 20:21, 23). En segundo
lugar, se dice también que los apóstoles encomendaron la autoridad
y el gobierno de cada iglesia particular a los ancianos (el presbiterio)
de esa iglesia (Heb. 13:17; 1 Tim. 5:17); por lo tanto, Cristo les dio
el poder de las llaves también a ellos. En tercer lugar, se dice además
que Cristo dio el poder de las llaves también al cuerpo de la iglesia,
esto es, la fraternidad {de miembros} junto con el presbiterio {de
ancianos}; porque el Señor Jesús imparte el poder de atar y desatar
a los apóstoles, o a los ancianos junto con toda la iglesia, cuando se
reúnen en Su Nombre y se ponen de acuerdo en cuanto a la
disciplina de un transgresor (Mat. 18:17-18). Si un transgresor
¾dice el Señor¾ rehúsa escuchar a la iglesia, que sea para ti como
un gentil o publicano, es decir, que sea excomulgado. Esta disciplina
administrada por los ancianos, junto con toda la iglesia, es ratificada
por Él con esta promesa del poder de las llaves: «En verdad, os digo
que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que
desatéis en la tierra, será desatado en el cielo». En este texto, aunque
haya algunas diferencias entre los teólogos clásicos y los
congregacionalistas en cuanto a lo que debe entenderse por «la
iglesia» («dilo a la iglesia») —ya sea el presbiterio o la
congregación—, todos están de acuerdo en esto (y es el acuerdo en
la verdad lo que buscamos): Que ningún transgresor debe ser
excomulgado si no es con alguna concordancia de la congregación,
al menos por medio de: (1) El consentimiento con respecto a la
sentencia. (2) De la ejecución real de la misma al apartarse del
transgresor así condenado y disciplinado. Ahora bien, concebimos
que este consentimiento y concordancia de la congregación, que se
requiere para el poder y la validez de la disciplina, es una parte del
ejercicio del poder de las llaves.
De modo que cuando Cristo dijo a Pedro: «Yo te daré las llaves
del reino de los cielos»; si Pedro recibió en ese momento todo el
poder de las llaves, entonces estuvo en el lugar y en el nombre de
todos los que recibieron alguna parte del poder de las llaves, ya sean
apóstoles, ancianos o iglesias. Incluso si lo recibió en su posición
como apóstol solamente, aun eso no impide que así como él recibió
el poder de un apóstol, el resto de los apóstoles recibió el mismo
poder, ya sea en este texto o en otro; y el presbiterio de cada iglesia
recibió —si no en este texto, sí en otro— el poder perteneciente a su
oficio; y de la misma manera cada iglesia o congregación de
creyentes profesos recibió también la porción del poder eclesial que
les pertenecía.
CAPÍTULO II
DE LA DISTRIBUCIÓN1 DE LAS
LLAVES Y SU PODER, O DE LAS
DISTINTAS CLASES DE LLAVES
L Existe:
a distribución ordinaria de las llaves suele ser enseñada de
la siguiente manera:
3 Nota de los traductores: Hay un orden tanto de los que se sujetan, como de
los que gobiernan.
4 Nota de los traductores: θεραπαίνης τάξιν ἐπιλάβουσα significa: recibió el
oficio de sierva. Aquí se está haciendo referencia al autor griego Ateneo para
ilustrar el uso de la palabra τάξιν (orden), mostrando que la sierva y su señora
tienen un orden diferente.
5 Nota de los traductores: La palabra original es aequipollent, que significa
La llave de la fe
La llave de la fe es la misma que el Señor Jesús llama «la llave del
conocimiento» en Lucas 11:52; con respecto a la cual denuncia que
los intérpretes de la ley la habían quitado. Ahora bien, esa «llave del
conocimiento» de la que habla Cristo era tal que, si no la hubieran
quitado, los que la poseían hubieran tenido el poder para entrar ellos
mismos en el reino de los cielos y podrían haber abierto la puerta a
otros para que entraran también. Además, el conocimiento por el
cual un hombre tiene poder para entrar en el Cielo es solo la fe, que
a menudo se le llama: «conocimiento», por ejemplo, en Isaías 53:11:
«Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos»; es
decir, por la fe de Cristo; y Juan 17:3: «Y esta es la vida eterna: que
te conozcan a ti»; es decir, que crean en Ti. Por lo tanto, esta llave
—la «llave del conocimiento» (conocimiento salvador), que es la
misma que la «llave de la fe»— es común a todos los creyentes. Un
alma fiel que conoce las Escrituras y a Cristo en ellas, recibe a Cristo
y entra por Él en el Reino de los cielos, tanto en la vida presente
como en la venidera. En esta vida entra en un estado de gracia por
medio de la fe (Heb. 4:3); y, por la profesión de su fe, entra también
en la comunión de la Iglesia —que es el Reino de los cielos en la
tierra. Por esta misma fe, cree para justificación y confiesa para
salvación, la cual es perfeccionada en el Reino de la gloria
(Rom. 10:10).
poco de levadura fermenta toda la masa» (v. 9). (2) Presupone que
la iglesia tendrá la misma opinión que él y concordará en la
disciplina de aquel que los perturbó con la doctrina corrupta (v. 10),
habiendo mostrado él mismo que no tiene compañerismo con la
doctrina corrupta (v. 11). (3) Procede a declarar qué disciplina
desearía que se aplicara contra este y el resto de aquellos maestros
corruptos. Dice él: «¡Ojalá que los que os perturban también se
mutilaran!» —es decir, que sean excomulgados (v. 12). Ahora bien,
para que los hermanos de la iglesia no levanten objeción diciendo:
—¿Pero qué poder tenemos nosotros para excomulgarlos?, el apóstol responde
que ellos tienen el poder o libertad para unirse con la parte más sana
del presbiterio para echar fuera o cortar {de entre la congregación
a los falsos maestros}: «Porque vosotros, hermanos» ¾dice él¾ «a
libertad fuisteis llamados».
Si se objetara además: —Sí, pero si se le da al pueblo este poder y libertad
en algunos casos, ya sea para desechar a sus maestros o cortarlos {de en medio
de ellos}, el pueblo pronto se aprovechará para abusar de esta libertad hasta llegar
a un libertinaje carnal. El apóstol lo previene con una palabra de sano
consejo: «Porque vosotros, hermanos» —dice él— «a libertad
fuisteis llamados; solo que no uséis la libertad como pretexto para la
carne, sino servíos por amor los unos a los otros» (v. 13). Y, a
continuación, sigue oportunamente este consejo con la advertencia
de que se cuiden de abusar de esta libertad de disputar carnalmente
(una enfermedad habitual de la libertad popular) y con todo ello los
desaconseja de todos los demás frutos de la carne, hasta el final del
capítulo.
Por lo tanto, es evidente que se da una llave de poder o libertad
a la iglesia (a los hermanos junto con los ancianos) para abrir una
puerta de entrada al llamado de los ministros; así como para cerrar
la puerta de entrada contra ellos en algunos casos, como cuando
mediante la doctrina corrupta y perniciosa se convierten de pastores
a lobos feroces.
34 De la distribución de las llaves y su poder, o de las distintas clases de llaves
8 Nota de los traductores: las almas que creen y se arrepienten —Lit., las almas
A
sí como las llaves del Reino de los cielos son diversas,
también son diversos los sujetos a quienes estas han sido
confiadas; como en el cuerpo natural, la diversidad de
funciones está en correspondencia con la diversidad de miembros.
1. La llave del conocimiento (que es la misma que la llave de la fe)
pertenece a todos los fieles, sean parte o no de una iglesia local.
Como en los tiempos primitivos, cuando los hombres de edad
avanzada eran primero llamados y convertidos a la fe antes de ser
recibidos en la iglesia. Incluso ahora, un indio o pagano no puede
ser recibido en la iglesia hasta que haya recibido primero la fe y haya
hecho profesión de ella ante el Señor y la iglesia. Esto argumenta
que la llave del conocimiento se da no solo a la iglesia {local}, sino
a algunos antes de que entren en la iglesia {local}. Y, sin embargo,
{es dada} a los cristianos por el bien de la iglesia; para que los que
reciban esta gracia de la fe, por ella puedan recibir a Cristo y Sus
beneficios, y con ello puedan recibir también este privilegio:
encontrar una puerta abierta ante ellos, para entrar en la comunión de
la iglesia.
2. La llave del orden (hablando del orden de la iglesia, como lo hace
Pablo en Col. 2:5), pertenece a todos los que están en el orden de la
37
38 De la llave del conocimiento y de la llave del orden
E
sta llave es dada a los hermanos de la iglesia, pues así lo dice
el apóstol en Gálatas 5:13 (en el pasaje citado y expuesto
anteriormente): «Porque vosotros, hermanos, a libertad
fuisteis llamados».
En efecto, así como el εὖ εἶναι {bien ser}, εὐεξία {bienestar} y
εὐπραξία {buen obrar} de una nación1 se manifiesta en el correcto
y debido establecimiento y equilibrio de las libertades o privilegios del
pueblo —que en un sentido verdadero puede ser llamado un poder—
y la autoridad del gobierno civil, así también la seguridad de la
estructura de la iglesia se manifiesta en el correcto y debido
establecimiento y ordenamiento del santo poder de los privilegios y
libertades de los hermanos, y la autoridad ministerial de los ancianos.
El evangelio no permite ninguna autoridad eclesial (o gobierno
eclesial, propiamente dicho) a los hermanos, sino que la reserva
enteramente a los ancianos, y, sin embargo, impide la tiranía, la
oligarquía, y la exorbitancia de los ancianos mediante el
establecimiento amplio y firme de las libertades de los hermanos,
que llega a ser un poder en ellos. Cabe mencionar aquí el axioma de
Bucero: Potestas penes omnem Ecclesiam est; Authoritas ministerii penes
2 Nota de los traductores: El poder está en las manos de toda la iglesia; la autoridad
poder, ya sea para elegir a los sacerdotes dignos o para rechazar a los indignos.
Las llaves del Reino de los cielos 41
9 Nota de los traductores: apartarse de ellos —Es decir, apartarse del anciano o
L
a llave de la autoridad o del gobierno ha sido confiada a los
ancianos de la iglesia, y así el acto de gobernar se convierte
en el acto propio de su oficio: «Los ancianos que gobiernan
bien…» (1 Tim. 5:17; Heb. 13:7, 17).
Los actos específicos de este gobierno son muchos.
El primero y principal es aquel al que deben atender principal-
mente los «[ancianos] que trabajan en la predicación y en la
enseñanza» , es decir, la predicación de la Palabra con toda autoridad y lo
que se anexa a ello: la administración de los sacramentos o sellos.
«Esto habla, exhorta y reprende» ¾dice Pablo a Tito¾ «con toda
autoridad» (Tit. 2:15). Y de Mateo 28:19-20 se desprende que se
anexa la administración de los sellos: «Id, pues, ¾dijo Cristo a los
apóstoles¾ y haced discípulos […], bautizándolos...».
Si se objeta {diciendo} que los miembros que no son ancianos
pueden profetizar públicamente (1 Cor. 14:31) y, por lo tanto,
también pueden bautizar, y que así este acto de autoridad no sería
peculiar a los ancianos predicadores.
Respuesta 1: Este pasaje en {la carta a} los Corintios no habla de
los miembros ordinarios, sino de hombres dotados con dones extra-
51
52 De la llave de la autoridad
«Pſal. 8. 20» (Sal. 8:20), pero en realidad se está refiriendo a Isaías 8:20.
54 De la llave de la autoridad
R
econocemos que los sínodos han sido establecidos correcta-
mente como una ordenanza de Cristo. Con respecto al
motivo por el que pueden ser convocados encontramos
tres causas justas en la Escritura:1
1. Cuando una iglesia que carece de luz o paz en casa
desea el consejo y la ayuda de otras iglesias, de unas pocas
o más. Así, la iglesia de Antioquía, sintiendo molestia por los maestros
corruptos que oscurecían la luz de la verdad y generaban no poca
disensión entre ellos en la iglesia, envió a Pablo, Bernabé y otros
mensajeros a los apóstoles y ancianos de Jerusalén, para que establecieran
la verdad y la paz. Al unirse los ancianos con los apóstoles (y sin
duda por el consejo de Pablo y Bernabé), se argumenta que no
enviaron a los apóstoles como oráculos extraordinarios, infalibles y
auténticos de Dios (porque si hubiera sido así, ¿qué necesidad habría
del consejo y la ayuda de los ancianos?), sino como guías sabios y
santos de la iglesia, quienes no solo podían aliviarlos con algún
consejo sabio y un orden santo, sino que también establecieron un
precedente para las épocas sucesivas sobre cómo se podrían eliminar
un párrafo a cada uno de estos tres puntos (a excepción del primer punto que
está unido al párrafo que le precede), hemos añadido énfasis al encabezado de
cada punto para facilitar la lectura.
57
58 Del poder y la autoridad otorgados a los sínodos
Nota de los traductores: cosas […] indiferentes —Es decir, cosas que no son
6
pecaminosas en sí mismas.
60 Del poder y la autoridad otorgados a los sínodos
10 Nota de los traductores: los acuerdos que el Señor no ha aprobado —Lit., las
como la cita el autor: «God hath set some in his church» (Dios ha puesto a algunos
en su iglesia).
Las llaves del Reino de los cielos 71
Respuesta: Hay una diferencia entre {1} las reinas, las princesas y
las damas de gran honor (como la Iglesia es para Cristo [Sal. 45:9])
y {2} las esposas de los campesinos y las de los hombres pobres. Las
reinas y las grandes personalidades tienen varios oficios y oficiales
para todos los asuntos y servicios de la casa, como los chambelanes,
mayordomos, tesoreros, interventores, alguaciles legales, caballe-
rizos y porteros, que tienen en sus manos toda la autoridad para
ordenar los asuntos de la casa de sus señores. La reina no tiene ni
una sola llave para ningún oficio, sino solo el poder y la libertad de
pedir lo que quiera de acuerdo con la asignación real dada por el
rey. Si se excede, los oficiales tienen el poder de restringirla por
orden del rey; pero las esposas de los campesinos y las de los
hombres pobres, cuyos maridos no tienen oficiales, alguaciles o
mayordomos que supervisen y ordenen sus propiedades, pueden
llevar en su propia cintura las llaves de cualquier oficio que el
marido no guarda en su propia mano, no porque las esposas pobres
tengan mayor autoridad en la casa que las reinas, sino porque
debido a su pobreza y humilde situación, se ven obligadas a ponerse
en lugar de muchos sirvientes para sus maridos.
Objeción 3: Todo el cuerpo humano terrenal es el primer sujeto
receptor de toda capacidad14 natural de cualquier miembro del
cuerpo, así como la facultad de ver está primero en el cuerpo antes
que en el ojo.
Respuesta: No todos los aspectos en el cuerpo místico (la Iglesia)
son iguales en todos los sentidos a los del cuerpo natural. En el
cuerpo natural, todas las facultades de cada parte serían inexistentes
en efecto, pero no se ejercen o manifiestan hasta que cada miembro
esté articulado y formado. Sin embargo, no es así en el cuerpo de la
iglesia de hermanos. Todas las diversas funciones del poder eclesial
no son inexistentes efectivamente en el cuerpo de hermanos, a
menos que algunos de ellos tengan los dones de todos los oficiales,
que a menudo no los tienen si no tienen presbíteros ni hombres
aptos para ser presbíteros. Ahora bien, si el poder del presbiterio
fuera dado a una iglesia local de hermanos, como tal, primo15 y per
se16, entonces {este poder} se encontraría en cada iglesia local de
hermanos, porque quatenus ad omnia valet consequentia {en este sentido
es una consecuencia válida para todos}.
Objeción 4: Pero es un principio común reconocido por muchos
de nuestros mejores teólogos que el gobierno de la iglesia es una
mezcla de monarquía, aristocracia y democracia. Con respecto a
Cristo, la Cabeza, el gobierno de la iglesia es soberano y
monárquico. En cuanto al gobierno del presbiterio, tiene que ver
con la mayordomía y es aristocrático. En cuanto al poder del pueblo
en las elecciones y disciplinas, es democrático, lo que argumenta que
el pueblo tiene algún tipo de κράτος poder y autoridad en el gobierno
de la iglesia.
Respuesta: En un sentido amplio, se puede reconocer una especie
de autoridad en el pueblo:
En primer lugar, como cuando un hombre actúa por consejo según
su propio discernimiento libremente, entonces se dice que es
αυτεξόυσιος, Dominus sui actus. Así el pueblo en todos los actos de
libertad que realiza es Domini sui actus, señor de sus propios actos.
En segundo lugar, el pueblo, por sus actos de libertad, como son: la
elección de oficiales, la concordancia en la disciplina de los
transgresores y en la determinación y promulgación de los actos
sinodales, tiene un gran peso o poder en el ordenamiento de los
asuntos de la iglesia, lo cual puede ser llamado κράτος o potestas, un
PODER que muchas veces se conoce con el nombre de gobierno o
Santo para ejercer sus talentos en ese oficio entre ellos, y el pueblo
puede y debería recibirlo como enviado de Dios para ellos.
¿Qué defecto puede hallarse en tal llamado cuando los hermanos
ejercen su legítima libertad y los ancianos ejercen su legítima
autoridad en su ordenación y nada más se requiere para la
integralidad de un llamado ministerial?
Si se objeta que se requiere la imposición de las manos del obispo,
el cual sucede a Timoteo y a Tito, a quienes el apóstol Pablo dejó, el
uno en Éfeso y el otro en Creta, para ordenar ancianos en muchas
iglesias (Tit. 1:5).
Respuesta: Con respecto a la ordenación de Timoteo y Tito y la
ordenación por medio de obispos (con su pretensión al oficio de
Timoteo y Tito), se ha dicho lo suficiente por parte de muchos
doctos piadosos hasta ahora, especialmente de los últimos tiempos.
En resumen, se llega a estas conclusiones:
Primera conclusión: Que Timoteo y Tito no ordenaron ancianos en
muchas iglesias como obispos, sino como evangelistas. Timoteo es
llamado expresamente un evangelista (2 Tim. 4:5), y Tito es
mostrado claramente como un evangelista tanto como Timoteo por
las características de un evangelista, algo que bien la Escritura
sostiene o bien Eusebio comenta en su Historia Ecclesiastica, Libro 3,
capítulo 37 (versión griega), capítulo 31 (versión latina). {El
ministerio de los evangelistas} no se limitaba a una iglesia
determinada, sino que seguía a los apóstoles terminando su obra de
plantar y regar iglesias allí donde llegaban. Ciertamente ordenaron
oficiales donde faltaban y ejercieron jurisdicción (como los
apóstoles) en varias iglesias, pero con el resto del presbiterio y en
presencia de toda la iglesia (1 Tim. 5). No obstante, no hay ninguna
instrucción en las epístolas a Timoteo o a Tito, ni en ninguna otra
82 Del sujeto receptor de todo el poder de las llaves y de la independencia
19 Nota de los traductores: una asamblea […] regional —Lit., una asamblea […]
del «classis».
88 Del sujeto receptor de todo el poder de las llaves y de la independencia
perdone (2 Cor. 2:6-10). Ahora ejusdem potestatis est ligare & solvere,
claudere & aperire.21
Objeción 2: Lo único que sugiere todo esto es que algunos en la
iglesia de Corinto tenían este poder (a saber, el presbiterio de la
iglesia, pero no todo el cuerpo del pueblo) para excomulgar al
transgresor.
Respuesta 1: Si el presbiterio fue el único que ejerció este poder,
esto es suficiente para que se cumpla la proposición de que toda
iglesia provista de un presbiterio y que proceda justa y pacíficamente
tiene en sí misma todo el poder que se requiere, el cual debe ser
ejercido dentro de su propio cuerpo.
Respuesta 2: Es evidente en el texto que los hermanos
concordaron22 también en esta sentencia, y con algún acto de poder (el
mismo que al no haber sido ejercido antes retardó la sentencia y
cuyo ejercicio fue un requisito necesario para la administración de
la sentencia).
Porque, en primer lugar, la reprobación por no haber procedido
antes a la sentencia se dirige a toda la iglesia, así como al presbiterio:
Todos son culpados por no haberse entristecido, por no haberlo expulsado de en
medio de ellos, por más bien haberse vuelto arrogantes (1 Cor. 5:2).
En segundo lugar, el mandamiento se dirige a todos ellos:
«cuando vosotros estéis reunidos» (¿y qué es eso sino una reunión de
la iglesia?) para proceder contra él (1 Cor. 5:4). Del mismo modo, al
final del capítulo les ordena a todos: «…EXPULSAD DE ENTRE
VOSOTROS AL MALVADO» (v. 13).
ata.
96 Del sujeto receptor de todo el poder de las llaves y de la independencia
alguna».
Las llaves del Reino de los cielos 103
35 Nota de los traductores: Clavis errans non ligat —O Una llave fallada no ata.
36 Nota de los traductores: Ecclesia litigans non ligat —O Una iglesia atada no
ata.
Las llaves del Reino de los cielos 105
FINIS
A
l presentar al público una nueva edición de este excelente
tratado sobre el congregacionalismo, parece necesario
decir algo acerca de su erudito autor, las circunstancias en
las que apareció originalmente y el motivo de su republicación.
Nuestros límites no nos permiten insertar una biografía extensa,
sino solo algunos de los acontecimientos prominentes de su historia.
Remitimos a nuestros lectores, quienes desean un relato más
completo del autor, a su biografía por Norton y Mather.
John Cotton nació el 4 de diciembre de 1585 en Derby,
Inglaterra. A los 13 años de edad ingresó en el colegio de
Cambridge, donde su distinguida erudición le aseguró, poco
después de su graduación, el cargo de profesor en la Universidad.
Mientras ejercía este cargo, el Espíritu de Dios sometió su orgullo y
puso sus talentos y adquisiciones al servicio de Cristo y de la Iglesia.
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