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Raza goda y limpieza de sangre: mitología social

y Contrarreforma en los Siglos de Oro

El contexto histórico-político
Los Siglos de Oro españoles, conocidos como la cumbre literaria y cultural de España,
fueron, sin embargo, unos de los siglos más atormentados de la historia española, dado que se
agudiza el problema de la limpieza de sangre, un problema que empieza plantearse de forma muy
seria desde el siglo XV, pero cuyas raíces parecen remontarse incluso mucho más tiempo atrás.
Como muy bien lo apunta Eloy Benito Ruano en uno de sus artículos 1, el odio de siempre que
varios pueblos sintieron contra los judíos es una cosa muy conocida: los judíos eran los que
crucificaron a Cristo y, de una u otra forma, este odio parecía ser justificado.
Pero en el caso de España, a este hecho se le añaden otros más. En primer lugar, hay que
saber que los principales núcleos judíos se asentaron en la Península Ibérica en el siglo I d. Chr.
Esto significa, evidentemente, que los judíos se encontraban ya desde seis siglos en Hispania,
compartiendo el mismo territorio con la población autóctona cristiana, cuando los árabes
invadieron la península, en el año 711. Como los judíos eran practicantes de otra religión, es
más, de la religión que crucificó al verdadero Dios, fue muy fácil acusarlos que habían
conspirado con los musulmanes contra la Corona, para que el pueblo cristiano cayera en las
manos del enemigo de la fe. Esta idea vino a concretizarse aún más cuando los judíos se
convirtieron en los hombres de confianza del poder árabe: ellos eran los herederos de la gran
cultura hebrea, eran ricos y cultos y, por lo tanto, a ellos se les ofrecieron los cargos más altos del
estado, como secretarios, escribas, etc. En la Edad Media las cosas siguieron funcionando de la
misma forma2, pero como la Reconquista del territorio por parte de los cristianos avanzaba y las
presiones políticas se ejercían sobre los judíos, muchos de ellos se convirtieron al cristianismo,
aunque seguían practicando la ley de Moisés a escondidas.
Como era por esperar, el hecho de que los judíos (aunque conversos) siguieron
desempeñando cargos muy altos en el estado cristiano, dio lugar a la instalación de una envidia

1
Eloy Benito Ruano, Los orígenes del problema converso. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003.
[Consultable en http://www.cervantesvirtual.com/obra/los-origenes-del-problema-converso--0/]
2
Jaime Salazar Acha, “La limpieza de sangre” en Revista de la Inquisición, Nº 1. Madrid: Editorial Universidad
Complutense, 1991, p. 290.

1
llameante por parte de los “cristianos viejos” en contra de los judíos conversos, aunque de forma
no justificada, porque los cristianos viejos no tenían ni la riqueza ni la cultura de los judíos.
Recordemos, como prueba de lo que acabamos de decir, que en el XVII Concilio de Toledo, del
año 694, después de acusar a los judíos de haber conspirado contra la corona, se propuso la
confiscación de sus bienes, mientras que en el año 1378 se iniciaron las predicaciones del
arcediano de Ecija, Ferrand Marínez en contra de los judíos conversos. Igualmente, en el año
1391 tuvo lugar el ataque de la judería de Sevilla, evento que empujó a muchísimos judíos a
convertirse al cristianismo3.
Hasta este estado de nuestro análisis ya contamos con tres ideas. La primera: los judíos
eran el pueblo que crucificó a Cristo, el hijo del verdadero Dios. La segunda: los judíos
asentados en la Península Ibérica conspiraron contra la Corona española para que los árabes
destruyeran la cristiandad. Y la tercera, el hecho de que los judíos, y luego, los judíos conversos,
ejercieron altos cargos en el estado atrajo la envidia de los cristianos viejos.

La aparición del primer “estatuto de limpieza de sangre” y sus consecuencias en los Siglos
de Oro
Teniendo en cuenta todo lo que hemos mencionado hasta ahora acerca del problema
judío, hacemos un paso hasta el año 1449, cuando Castilla se encontraba en guerra contra de
Aragón. Para ayudar a la defensa del país, Don Álvaro de Luna, el valido del rey Juan II de
Castilla, solicitó un empréstito a la población de Toledo y encargó a Alonso Cota (que eran
conversos) y a otros a recaudar el dinero. Como era por esperar, la población no quiso acordar el
empréstito y, la víspera del día en el que tenía que recaudarse el dinero, se acusó a Don Álvaro
de Luna que junto con los judíos conversos quería hacer daño a los “cristianos viejos”. Además,
los canónicos de la iglesia de la ciudad, Juan Alfonso y Pedro López Gálvez, animaron a la
población a poner fin a dicha injusticia y quemaron la casa de Alonso Cota y las de otros
cristianos nuevos.
La consecuencia de todo este escándalo fue una sentencia-estatuto redactada por Pedro
Sarmiento, el alcalde mayor de Toledo de aquel momento, mediante la cual se destituyó a todos
los conversos de Toledo que ocupaban cargos públicos. Dicha sentencia, además que acusaba a

3
Rica Amrán De Pedro Sarmiento a Martínez de Siliceo: la “génesis” de los estatutos de limpieza de sangre.
Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006 [Consultable en http://www.cervantesvirtual.com/obra/de-
pedro-sarmiento-a-martnez-siliceo---la-gnesis-de-los-estatutos-de-limpieza-de-sangre-0/].

2
los conversos de ser malos cristianos (se conocían los errores dogmáticos de los conversos), de
actuar en detrimento de la Corona, por tener amistad con Don Álvaro de Luna, considerado en
aquel momento el enemigo de los toledanos, ordenaba que los descendientes de los judíos no
pudieran tener “ni oficio, ni beneficio” en la ciudad de Toledo. 4 Igualmente, se describía la
alianza entre judíos y moros tras la muerte de Don Rodrigo y la pérdida de la ciudad para la
cristiandad gracias a su ayuda, mencionando que la meta de los judíos y de los conversos era
destruir la fe y a los buenos creyentes. Al final de la sentencia-estatuto, Pedro Sarmiento dio
también una lista de conversos importantes a los que se destituía. Es decir, este estatuto (y los
que le siguieron al estatuto de Sarmiento) representaba “una norma que exigía al que aspiraba a
un cargo o a ingresar en una determinada institución, que no tenía ningún antepasado conocido,
por lejano que fuera, judío o musulmán y no estaba, por tanto, infectado con su sangre.”5
El estatuto no quedó si eco, y contra-ataque procedió precisamente del Papa Nicolás V,
quien no estuvo de acuerdo con la manera de actuar de Sarmiento y dictó tres bulas en las que
expresó su desacuerdo en relación con este problema. En la primera de estas bulas el Papa acusa
a Pedro Sarmiento de tres crímenes: contra el rey, contra Toledo (las leyes y el gobierno de la
ciudad) y contra sus habitantes; en la segunda trata el problema converso en relación con la
cristiandad, mencionando que una vez bautizada una persona, esta queda librada de sus pecados,
y en la tercera, abolió una sentencia dictada por los rebeldes contra el arcediano de la catedral de
Toledo, Fernando de Cerezuela.
A las bulas papales les siguieron inmediatamente, como respuesta, el Memorial de
Marcos García de Mora, dirigido al mismo Papa y al rey Juan II, en el que se revelaba la
doctrina de la limpieza de sangre. Por una parte, se insistía de nuevo en el hecho de que Don
Álvaro de Luna y los conversos quieren destruir a los cristianos viejos y que, por tanto, al
quemar las casas de los conversos solo se hizo justicia. Por otra parte, se aludía al hecho de que
los descendientes de los judíos son malos y herejes por naturaleza. Por tanto, era imposible que
se comportaran como auténticos creyentes; la mancha de su origen no podía ser borrada, a pesar
de que la doctrina católica sostenía que el bautismo limpiaba todos los pecados de un pasado no
cristiano.
Sin embargo, entre las capas más altas de la sociedad, muchas personalidades
intelectuales y “cristianas viejas” del momento no compartieron el punto de vista de Pedro
4
Rica Amrán, op. cit.
5
Jaime Salazar Acha, op. cit., p.293.

3
Sarmiento o Marcos García de Mora. Hay dos textos fundamentales en el siglo XV que abordan
este problema a favor de los conversos sobre los que vale la pena hablar en este pequeñísimo
estudio nuestro acerca del problema converso. El primero se titula Institución al Relator,
redactado por Fernán Díaz de Toledo en octubre 1449, que cuenta con argumentos religiosos,
jurídicos y sociales basados en principios doctrinales cristianos a favor de los conversos. Entre
otras cosas a Díaz de Toledo le inquieta más el hecho de que la persecución de los conversos ha
puesto en peligro la expansión de la Iglesia Militante, es decir, el hecho de que la meta principal
de la Iglesia Católica era convertir toda la Tierra al cristianismo, pero debido a este problema, la
Iglesia ya no podía cumplir con su objetivo.
El segundo libro es el de Juan de Torquemada, titulado Tractatus contra Medianitas et
Humanitas adversarios et detractores filorum qui populo Israelitico origenem tracerunt. En este
texto, Torquemada tacha de irrazonable la Sentecia-estatuto de Toledo apuntando que los que
actúan como jueces en los casos de los conversos no conocen el derecho canónico, que los
testigos son cómplices de los acusadores y que es una injusticia que no se le da al acusado una
posibilidad de defensa. Finalmente, Torquemada es el que tiene el valor de nombrar las cosas por
su nombre y concluye afirmando que la sentencia fue realizada por odio. Subraya también que
dicha sentencia se atribuye de forma ilícita, dado que su instrucción no fue ejecutada por una
autoridad competente, y que su meta es diabólica.
Diez años más tarde aparece el libro de Alfonso de Espina, Fortaleza de la Fe, donde se
acusa a los conversos de ser culpables de todos los males. Al final del siglo, en 1496, la orden de
los jerónimos adopta unos estatutos de limpieza de sangre, siendo esta adopción causada por el
hecho de que se habían encontrado dentro de la orden monjes de origen converso que judaizaban
en secreto. El papa Alejandro VI aprueba los estatutos concebidos por los jerónimos, y podemos
decir que, a partir de este momento, la adopción de los estatutos en iglesias llega a ser algo
común durante todo el siglo XVI. Recordemos que en 1511 se establecieron limitaciones en la
iglesia de Badajoz, en 1515 en Sevilla y en 1530 en Córdoba. Pero el momento más importante
para la generalización e imposición de los estatutos es el año 1547, cuando Juan Martínez Silíceo
promulgó un estatuto por el cual se les prohibía obtener cargos públicos a los que no pudieran
demostrar que todos sus antecesores fueron cristianos.6 En 1555 el estatuto fue aceptado por el

6
Jaime Salazar Acha, op. cit., p.293.

4
rey Felipe II, y rápidamente fue adoptado también por ciudades como Osma, Oviedo, León,
Sigüenza y Santiago de Compostela.
Sin embargo, el siglo XVI viene marcado por un texto fundamental que se posiciona a
favor de los conversos. Ese texto es el Discurso de fray Agustín Salucio, que aparece en 1599 y
cuyo título completo es Discurso acerca de la justicia y buen govierno de España, en los
estatutos de limpieza de sangre; y si conviene o no, alguna limitación de ellos. La meta de este
Discurso era reformar los estatutos, limitando su extensión temporal y sociológica. El libro,
formado por tres partes, está fuertemente influenciado por el humanismo cristiano, y desarrolla
conceptos clave del dogma cristiano como la religión, la paz, la honra, la justicia, la clemencia,
el desengaño y el valor.7
En el siglo XVII el problema de “la limpieza de sangre era un hecho social asumido,
aceptado y compartido por mucha gente en España.”8 Sin embargo, los debates sobre el problema
se agudizaron, y varias personalidades políticas quisieron proponer reformas en determinados
sectores de la organización social, como el sector militar, donde quería devolverse a las órdenes
militares su sentido originario, de recompensa de los servicios y méritos personales, y no de
recompensa por ser descendiente de un “limpio linaje”. Creemos que el texto más importante del
siglo XVII, escrito por una persona que no formaba parte de la Inquisición (porque en la
siguiente parte hablaremos también sobre la actitud de la Inquisición en relación con este
problema) es El Memorial al Conde-Duque de Olivares, cuyo título completo es Discurso cerca
de las informaciones y estatutos de limpieza de sangre que en España se hacen, redactado en
1624 o 1625 por un autor anónimo. La tesis fundamental que se defiende en este manuscrito es
que “los estatutos de limpieza de sangre son una de las principales causas de la crisis por la que
atravesaba la Monarquía, puesto que han creado problemas políticos, sociales, económicos y
religiosos.”9 Por otra parte, El Memorial utiliza argumentos religiosos para demostrar la
absurdidad de los estatutos de limpieza, como el poder del bautismo. El autor anónimo insiste en
el hecho de que la Iglesia está compuesta por todos sus miembros, indiferentemente del origen de
estos miembros y apunta que las prácticas anti-judías van en contra de la fe. Acusa a los

7
Vincent Parello, “Entre honra y deshonra: el Discurso de fray Agustín Salucio acerca de los estatutos de limpieza
de sangre (1599)” en Criticón, Nº 80, 2000, p. 140.
8
Antonio Irigoyen López, “Religión católica y estatutos de limpieza de sangre. A propósito de un Memorial al
Conde-Duque de Olivares” en Sefarad (Sef ), vol. 70:1, enero-junio 2010, p. 143.
9
Idem, p.144.

5
cristianos viejos que están “atropellando la charidad cristiana” 10 y llega a descalificar a los
partidarios de la limpieza de sangre de ser cristianos. Igual que su antecesor, Juan de
Torquemada, el autor del memorial subraya que, de un problema religioso, la limpieza de sangre
ha llegado a ser un problema político y social. Él considera que impedir el ascenso social de los
conversos es la única meta de los cristianos viejos, concluyendo que estos últimos son
instrumentos utilizados por el demonio para debilitar la nación más cristiana de todo el mundo,
puesto que los estatutos actuaban en “desfavor de la Religión y charidad christiana sembrando
disensión.”11

La Inquisición y los estatutos de limpieza de sangre


Como muy bien hemos podido ver, el problema de los estatutos de limpieza de sangre
generó durante siglos controversias y disputas muy fuertes entre personalidades conocidísimas
de la Iglesia Católica y generó también la fundación de una de las instituciones más criticadas de
toda la historia de España: la Inquisición. Fundada en 1480, la Inquisición ayudó a que los
españoles se familiarizaran con la idea de que todos los conversos eran potencialmente
heréticos12, pero aunque insistía en la incapacidad de los conversos condenados y de sus
descendientes de ocupar cargos, no excluyó a todos los conversos hasta fecha muy tardía como
1550, y solo en 1572 hubo reglas estrictas para poder entrar en el Santo Oficio.13
Ya hemos apuntado que el estatuto del arzobispo Silíceo fue el que animó a otras
comunidades a excluir a los conversos en calidad de miembros de la sociedad. Pero la
Inquisición, una institución concebida precisamente para vigilar los asuntos relacionados con la
limpieza de sangre, no actuó de manera tan drástica, dado que los estatutos nunca formaron parte
de las leyes de España, siendo solamente unas reglas adoptadas por sociedades privadas y sin
validez fuera de aquellas sociedades. Por lo tanto, no se puede decir que España fue un país en el
que reinaba un régimen racista y que los conversos eran excluidos la sociedad. Por ejemplo,
Henry Kamen, en un estudio suyo, titulado Una crisis de conciencia en la edad de oro en
España: la Inquisición contra Limpieza de Sangre, apunta que un converso podía generalmente

10
Idem, p.148.
11
Antonio Irigoyen López, op. cit., p.162.
12
Henry Kamen, “Una crisis de conciencia en la edad de oro en España: la Inquisición contra Limpieza de Sangre”
en Bulletin Hispanique. Tome 88, Nº 3-4, 1986, pp. 324.
13
Idem, p. 325.

6
asistir a cualquier universidad u ocupar una catedra, entrar en cualquier puesto en el gobierno
central o municipal, obtener un título de noble o entrar en la Iglesia y llegar a ser obispo. De
hecho, dice el autor del artículo, “muchos conversos ejercieron libremente empleos y puestos de
influencia en los municipios, las catedrales y las universidades y nunca fueron retirados de sus
puestos.”14 Del mismo estudio de Kamen sabemos que muchísima gente de origen judío
conseguía sus honores a través de la falsificación de su genealogía y que en 1560, el Cardenal
Francisco de Mendoza y Bobadilla redactó el Tizón de la Nobleza de España, mediante el cual
demostró que la mayoría de la élite de España tenía sangre judía en sus venas 15 e incluso la
Inquisición española estaba consciente de este aspecto.
En 1599, cuando salió el Discurso sobre la limpieza de sangre de Fray Agustín de
Salucio, sobre el que ya hemos hablado, el Inquisidor General del momento, Pedro Portocarrero,
sostuvo el punto de vista de Salucio. Sin embargo, el libro fue prohibido gracias a un informe del
fiscal de la Suprema, Dr. Antonio Portocarrero, en el cual se invocaban tres razones en contra del
libro de Salucio. La primera era que el libro había sido impreso sin poner el nombre del editor, la
fecha y el lugar de la publicación; la segunda, que no había recibido licencia oficial, y, la tercera,
se consideraba que el libro era en contra de toda honestidad que uno se atrevería a condenar lo
que es aprobado por muchos. En las Cortes hubo un gran debate sobre este tema y, finalmente,
en el 8 de febrero de 1600 los miembros de las Cortes decidieron enviar un memorial al Rey,
pidiendo reformas. El mismo Duque de Lerma, alabando el libro de Salucio, le pide al nuevo
Inquisidor General, el Cardenal Miño de Guevara, que le mandara un informe sobre el libro de
Salucio.
El libro de Salucio desapareció por completo debido al conflicto del que hemos hablado,
pero las ideas de su autor no quedaron sin eco, ya que, en 1619, Diego Sánchez de Vargas
publicó en Madrid un detallado ataque contra los estatutos, repitiendo los argumentos de Salucio.
El mismo año, Martín González de Cellorigo, que era en aquel momento residente y juez de
confiscaciones de la Inquisición de Toledo, redactó un libro titulado Alegación en que se funda
la justicia, a favor de los cristianos nuevos. Tres años más tarde, en 1622 otro Inquisidor
General, Andrés Paduco, pidió la abolición total de los estatutos, mientras que, en 1624,

14
Kenry Kamen, op. cit., p. 328.
15
Idem, p. 332.

7
Francisco Murcia de Llama, el censor de Cervantes y censor de la Inquisición, escribió un
Discurso político en el cual acusó que los estatutos eran “una locura.” 16
En gran parte debido a las personalidades que formaban parte de la Inquisición, parece
que, a partir de 1650, tanto los intelectuales laicos, como los hombres de la Iglesia o de la misma
Inquisición, empiezan a sentir desprecio por los estatutos que fueron abiertamente contravenidos.
De esta forma, en la segunda mitad del siglo XVII los procesos contra los conversos eran muy
raros, mientras que el siglo XVIII trae la abolición de los estatutos: en 1833 la Reina
Gobernadora suprimía toda información para ejercer cualquier profesión, carrera u oficio,
exceptuando de ello el ejército y la marina cuyas informaciones de limpieza de sangre fueron
definitivamente suprimidas en el año 1865.17

Conclusiones
Intentado desprender una conclusión de todas las informaciones que hemos recogido en
este brevísimo ensayo acerca del problema de la limpieza de sangre, hay que decir que, aunque
para muchos historiadores e investigadores los Siglos de Oro parecen ser manchados por la
presencia de los estatutos de limpieza, hemos visto que las cosas no fueron totalmente así.
Sabemos ahora que la opinión de los españoles educados fue de hostilidad a la limpieza y que los
ataques más decisivos contra los estatutos procedieron precisamente de los oficiales de la
Inquisición. Que los estatutos han perdurado hasta el siglo XIX en la sociedad española, creemos
que se debe, sobre todo, al hecho de que es difícil cambiar las mentalidades de un día para otro.
Como en cualquier caso o problema se necesita tiempo para poder hacer cambios.
Otro aspecto que tenemos que apuntar es que la limpieza de sangre no representa la raíz
de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial del siglo XX. En los Siglos de Oro españoles la
limpieza no de fundamentaba en criterios científicos, como en el siglo XX, sino en criterios
religiosos (y como muy bien lo hemos podido ver, en criterios sociales y políticos). El concepto
de raza no se entendía en su sentido científico de hoy, sino en el sentido de personas
pertenecientes a un mismo pueblo.

BIBLIOGRAFÍA
16
Henry Kamen, op.cit., p. 346.
17
Jaime Salazar Acha, op. cit., p. 294.

8
AMRÁN, Rica, De Pedro Sarmiento a Martínez de Silíceo: la “génesis” de los estatutos
de limpieza de sangre. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006 [Consultable en
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