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¿Es feliz el hombre viviendo en sociedad?

Esta es definitivamente una de las incógnitas del ser humano, ¿Se puede ser feliz
viviendo en sociedad? ¿Existe si quiera la felicidad como una meta a la que se puede
llegar siguiendo los pasos correctos? La verdad es que las respuestas son más
complejas de lo que nos gustaría, pero muchos, como Rousseau, afirman en su
discurso que el hombre era más feliz en su estado natural, refiriéndose a aquellas
épocas en donde no existía ni la propiedad privada ni ciertos aspectos que
caracterizan a la sociedad de hoy en día.

En rasgos generales, todos hemos sido parte de la sociedad y también sus víctimas.
Varias fueron las veces que he escuchado el testimonio de personas que dicen preferir
una vida autosustentable y fuera del sistema antes que continuar dentro de las masas.
Sin embargo, bajo mi punto de vista, surge un dilema.

La sociedad suele definirse como un conjunto organizado de personas que se


relacionan entre sí, de acuerdo a unas determinadas reglas jurídicas y sociales, y que
comparten una misma cultura en un espacio y un tiempo determinado. Las
sociedades, no fueron creadas a la fuerza sino que surgieron naturalmente debido a
las necesidades y a los instintos sociales y de supervivencia. Si cuando hablo de
instintos me estoy refiriendo a aquellas conductas innatas e inconscientes que se
transmiten genéticamente entre los seres vivos de la misma especie, se reforzará el
concepto de que el hombre es un ser social por naturaleza y que la sociedad es el
mayor ejemplo que existe para comprobarlo. Como consecuencia, la mayoría de estas
mismas personas que aclamaban preferir una vida no sistematizada, no se estaban
refiriendo exactamente a una vida de soledad sino que estarían dispuestas a ser
acompañadas por algún grupo vecinal. Sin embargo, el problema continúa, ya que se
estaría creando una nueva pequeña sociedad con nuevas normas sociales y
expectativas de los constituyentes donde existirán reglas de convivencia para el
supuesto bienestar común. Esto me lleva a la conclusión precipitada de que no es
posible escapar de la sociedad; no mientras existan relaciones humanas y el afán de
no ser molestado por los demás. (Esto, por supuesto, ignorando a ermitaños o casos
especiales donde verdaderamente no parece existir tal necesidad por el contacto
humano)

Partiendo de la conclusión anterior, podríamos plantearnos trabajar con lo que


tenemos y mejorar la sociedad ya que no podemos deshacernos de ella, a pesar de
que lo hemos estado intentando hacer durante miles de años a través de una infinidad
de pensamientos políticos e ideologías. Aun así, existe un aspecto que se destaca y
que en mi opinión personal, es más fácil de abordar: las normas sociales y más
específicamente lo que la sociología llama como los mores, las costumbres y los usos.
Estos tres conceptos forman parte de una jerarquía dentro de este tipo de reglas las
cuales comparten una función en común que es el orden y la aceptación social. El
principal elemento para que funcione es la presión que estas ejercen a los grupos para
que no sea necesario un castigo judicial para que ciertos actos no sean realizados.
Los actos van desde la prohibición del asesinato o la pedofilia, que causarían un exilio
social total, hasta simples modas, la necesidad de adquirir el celular de última
tecnología, estilos de música o lenguaje coloquial que realmente llega a afectar
gravemente a la juventud. Los últimos mencionados afectan a la felicidad de la gente
de manera discreta y pasan de ser necesidades del tercer nivel, a cumplir un papel
fundamental para diferenciar a las personas, a la vez que frecuentemente son
causales de exclusión social, críticas y formación de sub grupos. Costumbres como la
depilación en mujeres, el anhelo por los productos extremadamente caros, el
matrimonio, los colores atribuidos por género, la extrema delgadez en el modelaje
como símbolo de belleza, entre otros, no son más que construcciones culturales que
se formaron con el paso de los años, y que en muchísimos casos son promovidos y
dictados por los poderosos y las empresas que buscan sacar un beneficio de la
mentalidad consumista que se está alimentando. Este tipo de expectativas son a las
que el individuo se enfrenta día a día mientras vive en la sociedad, y aunque estas se
encuentran en constante cambio intergeneracional, muchas de ellas persisten en el
inconsciente.

No a todos les afecta de la misma manera estas normas o costumbres. Existen


grupos, como la población más mayor, que ya no les interesa guiarse por este tipo de
estándares; mientras que también hay personas a las que estos ideales les vienen
bien, dado que cumplen con ellos fácilmente y no chocan con sus realidades o
identidad. Esto da como resultado que mientras más diferente seas, más difícil será
para vos, ser feliz en la sociedad.

Como se mencionó previamente, existen muchos criterios para que se dé la exclusión


social, y en clase se mencionó uno que suele pasar por inadvertido: la madurez. La
madurez va de la mano con el desarrollo del superyó de la teoría del psicoanálisis de
Sigmund Froid, y representa los pensamientos morales y éticos, la autoevaluación y la
crítica de uno mismo y de lo que nos rodea. Este aspecto del crecimiento puede o bien
generar un aislamiento por falta de madurez o, de lo contrario, para aquél que sea más
maduro. También se le suma que una de las desventajas de tener el superyó
demasiado desarrollado, es la tendencia a la infelicidad por no seguir los deseos del
ello y por la incomprensión colectiva.

Fue durante esa misma jornada que me di cuenta de que mi infancia había sido
altamente condicionada por no comprender a mis compañeros y sentirme
indirectamente fuera de lugar aunque no lograba descifrar cuál era la razón de esa
sensación. Tal vez dentro de la sociedad global, un niño o un adolescente más maduro
pueda destacar positivamente, sin embargo, los niños manejan su propia sociedad y
sus propios estándares, los cuales yo no seguía. Mi método para ser incluida
nuevamente fue básicamente fingir emociones, gustos, opiniones e incluso creencias
(porque iba a un colegio altamente religioso donde los mismos niños excluían a
aquellos ateos).

Me caracterizaba por un pensamiento muy moral y muy reflexivo. Me pasaba los días
preocupada por problemáticas universales que ni siquiera iba a poder solucionar. A
raíz de todo esto, me veía envuelta en muchas discusiones con mis pares y me
frustraba mucho no poder ser capaz de explicarles mis puntos como correspondía.
Había veces en las que inexplicablemente me sentía auto limitada por mi edad y mi
experiencia.

Esto me provocaba infelicidad y una sensación de insatisfacción permanente, hasta


que consciente o inconscientemente decidí hacer un cambio drástico en mi vida y vivir
mi etapa adolescente la cual ya se había atrasado bastante. Cambié para sobrevivir y
para adaptarme. Actualmente me manejo en grandes círculos y me desenvuelvo mejor
en ambientes sociales; mi autoestima también mejoró. Más individuos me expresan su
opinión sobre que soy más agradable y yo también me permito que ellos me agraden a
pesar de que tal vez tengan ideas cruzadas con las mías. No obstante, mantengo mis
principios, los cuales en ocasiones me debo de auto recordar ya que no quiero que la
aceptación social me provoque olvidarme de lo que yo creo que está bien o mal.

Éste modo de vivir también me trajo ventajas a largo plazo. Me di cuenta de que de
este modo puedo influir en las opiniones del resto desde dentro en vez de “gritar” mis
argumentos desde fuera de la burbuja y recibir atención omisa. También tuve la
oportunidad de escuchar nuevas perspectivas y de entablar relaciones duraderas con
personas que hace 2 años nunca hubiera accedido.

Podría decir que definitivamente soy más feliz ahora, pero la verdad es que me he
llegado a decepcionar de mí misma por sentir que puede que cuando yo era menor yo
fuera más inteligente o más racional. He dejado de lado muchas preocupaciones como
la contaminación, la explotación laboral, el veganismo, entre otros, por el simple hecho
de que me estaba creando verdadera infelicidad y la sociedad tampoco estaba
colaborando. La sociedad me obligó a cambiar y por la misma razón, yo me rehúso a
participar en la exclusión a personas diferentes y más cuando se trata de aspectos que
ellos no eligieron o son parte de su identidad; porque de ahí vine yo. Yo solo tuve la
suerte de ser lo suficientemente similar al resto como para poderme camuflar. Es difícil
ser diferente en la sociedad y hasta donde me concierne no creo que se pueda ser
feliz en sociedad si tenemos una mente débil.

Agradezco el espacio para poder expresar mi vivencia personal dentro del parcial y fue
tranquilizante que gracias a los conocimientos adquiridos este año le haya encontrado
una explicación lógica a uno de mis dilemas más propios.

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