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A lo largo de la historia la matemática ha sido empleada con objetivos

profundamente diversos. Fue instrumento para la elaboración de vaticinios entre


los sacerdotes de los pueblos mesopotámicos, se considero como un medio de
aproximación a una vida mas profundamente humana y como camino de
acercamiento a la divinidad, entre pitagóricos, fue utilizada como una importante
actividad disciplinadora del pensamiento, ha sido la más versátil e idónea
herramienta para la exploración del universo, pero también ha sido un instrumento
de creación de belleza estética y un campo propicio para el ejercicio lúdico.

Por otra parte, la matemática misma es una ciencia intensamente dinámica y


cambiante, que no trata simplemente de palabras y símbolos, ni de una simple
aptitud que se puede aprender, sino que implica valores, percepciones y creencias
de naturaleza personal, todo esto indica que la actividad matemática no puede ser
una realidad de abordaje sencillo.

En efecto, se registra un hecho que difícilmente podemos ignorar y es que muy


pocos profesores estamos satisfechos con el trabajo realizado ya que no se ha
logrado que los aprendizajes de los estudiantes sean solidos y duraderos y
tampoco que se desarrolle una actitud activa y responsable en el proceso de su
aprendizaje.

La profesión docente se ha vuelto muy difícil debido a los ambicioso objetivos de


la educación y a la gran complejidad de los fenómenos que enfrentamos. Los
objetivos de la educación han evolucionado hacia un aprendizaje multidimensional
para todos: del énfasis por el conjunto de conocimientos rígidos centrados en el
dominio de técnicas y en el desarrollo de habilidades mecánicas, se ha pasado al
desarrollo de las habilidades intelectuales de alto nivel y la formación de actitudes
que favorezcan la independencia, la autonomía y la toma racional de decisiones
en las situaciones cambiantes (autoaprendizaje).

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