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es raro encontrar, entre la literatura moderna –la de hace unos decenios puede, ya,
resultar inútil–, autores que presenten el problema tal como ahora se pretende enfo-
carlo. Pero, la misma banalidad de estos comentarios, quizá sirva para decidir a otros
a hablar y escribir sobre el tema, cubriendo ese bache que acusa la literatura técnica.
En todo problema de este género, se tiene una finalidad con unas condiciones
esenciales, y otras accesorias, que cumplir; y se tienen unos medios para realizarlo.
La finalidad varía enormemente de un caso a otro, pero siempre existe. Construir
por construir resulta demasiado costoso para servir de juego a los hombres maduros
de ésta y de todas las épocas. No siempre alcanza ese algo; pero construye para algo.
Las obras no se construyen para que resistan. Se construyen para alguna otra fina-
lidad o función que lleva, como consecuencia esencial, el que la construcción man-
tenga su forma y condiciones a lo largo del tiempo. Su resistencia es una condición
fundamental; pero, no es la finalidad única, ni siquiera la finalidad primaria.
Para lo que aquí interesa, las finalidades funcionales primarias podrían agruparse
en la siguiente forma:
1.º Aislar un determinado volumen del exterior. O sea, defender ese volumen
de los agentes naturales exteriores: viento, lluvia, nieve, ruidos, temperatu-
ras, vistas de otras personas, etc. Desde el punto de vista estructural suelen
distinguirse, en este grupo, los muros de cierre y las cubiertas.
2.º Sostener cargas fijas o móviles. Es decir, pontear o establecer una platafor-
ma que permita el paso de personas, vehículos, etc. Son, de una parte, los
pisos de los edificios, y de otra, los puentes, viaductos, pasarelas, etc.
3.º Contener empujes horizontales o establecer un paramento, que soporte los
empujes de tierras, aguas u otros materiales líquidos, áridos o materias aná-
logas. Son las presas, paredes de depósitos y silos, muros de contención,
diques de abrigo, etc.
Aparte de los grupos de construcciones establecidos, existen otros de menos gene-
ralidad –como pueden ser tuberías, revestimientos de túneles, mástiles, chimeneas,
canales, muros de cerca, etc.–, y que no son fáciles de clasificar rígidamente, ni opor-
tuno el hacerlo ahora.
La finalidad funcional primaria va siempre acompañada de otras, más o menos
obligatorias, que determinan infinidad de variaciones, y que dan personalidad pro-
pia a cada caso concreto.
Así, por ejemplo, el tablero de un puente carretero ha de presentar superficie lisa
y de poca pendiente para permitir el paso de vehículos; si es de peatones, puede ya
presentar escalones, aunque no sea lo más conveniente por razones de comodidad.
Una vivienda necesita huecos para dar paso a la luz; pero, aun cuando fuese econó-
mico con nuevos materiales, puede no convenir que sea continuamente transparen-
te en toda su superficie. Y, así, podrían multiplicarse los ejemplos.
Existen, pues, unas condiciones imprescriptibles, otras puramente accesorias o de
conveniencia, y unas intermedias absolutamente necesarias cualitativamente, pero
que admiten, en lo cuantitativo, un margen mayor o menor. Por un puente colgan-
te, sin viga de rigidez, podrá ser posible el paso como en un tobogán, pero, nadie
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admitiría esta solución; sin embargo, una pequeña flecha es bien aceptable. Hasta
dónde se acepta la elasticidad del sistema es punto difícil de concretar y está sujeto a
opiniones puramente subjetivas.
En todos estos casos hay que llegar a un compromiso con las posibilidades técni-
cas, económicas y otras que se irán comentando.
Pero, en cualquier caso, debe subrayarse la gran importancia que tiene el fijar, en
cada caso, la finalidad y las características de la construcción propuesta, diferencian-
do en ellas lo esencial, de lo conveniente, y de lo simplemente accesorio.
Por otra parte, toda construcción tiene una función resistente que cumplir. Se
emplea aquí la palabra resistente en un sentido lato y poco técnico. Se refiere a todo
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de ejecución que es la más económica o de menor costo directo. Pero, hay que tener
en cuenta otras razones que pueden hacer conveniente alterar esta marcha, incluso
por razones económicas, cuando el problema se enfoca en su conjunto; y, como con-
secuencia de ello, puede incluso cambiar el tipo estructural que convenga elegir.
Falta de dinerario a corto plazo o razones presupuestarias, con el consiguiente
establecimiento de consignaciones anuales fijas, puede obligar a una marcha más
lenta para evitar el encarecimiento que representa un adelanto de dinero a présta-
mo. Por el contrario, los intereses intercalarios de los capitales sucesivamente inmo-
vilizados durante la construcción y, aún más, el quebranto que representa retrasar
los beneficios que la construcción haya de producir una vez terminada, pueden jus-
tificar aumentos importantes del costo directo de la misma a favor de una mayor
rapidez.
La marcha más económica de la obra y el propio tipo de la misma deberán, pues,
estudiarse, teniendo en cuenta todo esto y haciendo el estudio financiero completo.
Es un problema de costo y de productividad del dinero sucesivamente empleado en
la obra.
Otro aspecto más encajado en el tema de esta obra es el aspecto estético de la cons-
trucción.
Hay monumentos en los que esta cuestión puede decirse que constituye o envuel-
ve totalmente la finalidad primaria; en otras, de tipo industrial o de misión puramen-
te sustentante y sin posibilidad de vista, el factor estético es despreciable y puede lle-
gar a desaparecer totalmente.
Hasta qué punto hayan de sacrificarse a ese factor estético los factores económi-
cos será, pues, cuestión de consideración diferente en cada caso; pero siempre ha de
valorarse su influencia, aun cuando sólo fuese para justificar su abandono.
La condición estética debe incluirse siempre, como una de tantas condiciones esen-
ciales o accesorias de la finalidad que se busca. Convendrá comentarla por separado,
porque tiene su modalidad propia y sus relaciones específicas con la función estática
del conjunto; y porque, por otra parte, en la mayoría de las construcciones, sus exi-
gencias no son tan concretas como el resto de las que se consideran en el grupo de
finalidad; al separarlas, se puede, en este último grupo, incluir solamente las de fina-
lidad utilitaria, o funcionales, que provocan la construcción; mientras que la estéti-
ca se encuentra más abstractamente unida al conjunto y más especialmente –al menos
hasta hoy– a las partes visibles de la construcción. Hasta dónde las exigencias estéti-
cas son de orden visual y hasta dónde de orden intelectivo, en cuanto se requiere que
la apariencia externa arrastre a la comprensión de los fenómenos funcionales y estruc-
turales internos, es punto difícil de definir y que requiere meditación especial. Sobre
todo ello habrá de hablarse más adelante.
De todo este conjunto de consideraciones y factores, tan heterogéneos, ha de salir
el planteamiento del problema que trata de resolver el proyectista; pero no son ellos,
ni con mucho, los únicos que ha de considerar.
Hay que tener en cuenta que, para resolver el problema, el constructor cuenta con
unos materiales determinados y con unas técnicas de construcción o procesos cons-
tructivos de los que es difícil salirse en un momento determinado.
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en el ánimo del proyectista, aun si sólo se trata de crear la forma estructural, porque
ella sola, sin integrarse en el conjunto de la construcción, no tendría razón de ser.
En definitiva, el problema ha de plantearse con estas cuatro premisas o conjunto
de ellas: finalidad utilitaria; función estructural o estática; exigencia estética, y limi-
tación económica.
Para resolverlo, se dispone –como se dijo– de unos materiales y de unas técnicas.
Sólo mediante un profundo conocimiento de las características mecánicas, y de otros
órdenes, de los materiales, de las técnicas que cada uno requiere y de los medios de
que se dispone para manejarlos, se puede atinar en la elección conveniente, tanto de
los materiales como de los procesos de ejecución, y encontrar el tipo estructural ópti-
mo con sus formas resistentes ajustadas a todas las exigencias.
El resultado debe comprender estas cuatro cosas: el material, el tipo estructural,
sus formas y dimensiones, y el proceso de ejecución en relación con los elementos
auxiliares que requiera. Las cuatro cosas van unidas y se influyen mutuamente; sólo
una atinada elección de las cuatro puede dar la solución óptima; ninguna puede con-
siderarse independiente de las otras; ninguna puede olvidarse.
Según que el material sea la piedra o sea el acero, variará esencialmente el tipo
estructural, el proceso de ejecución, las dimensiones y los medios auxiliares por uti-
lizar. La carencia de determinados medios auxiliares o su elevado coste puede hacer
prohibitivo el empleo de ciertos materiales o de tal sistema de construcción; y no es
necesario insistir en que lo mismo sucede con cualquiera de los otros puntos.
La variedad de condiciones, más o menos imperativas, que aparecen entre todos
estos elementos, hace el problema más difícil de solución. Esquematizándolo en forma
matemática podría decirse que se tienen las siguientes:
Ecuaciones Incógnitas
Finalidad utilitaria Material
Estatismo (Función estática) Tipo estructural
Cualidades estéticas Forma y dimensiones resistentes
Condiciones económicas Proceso de ejecución
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Por eso, el proyectar, aun cuando sólo sean estructuras, si bien tiene mucho de
ciencia y de técnica, tiene mucho más de arte, de sentido común, de afición, de apti-
tud, de delectación en el oficio de imaginar la traza oportuna, a la que el cálculo sólo
añadirá los últimos toques con el espaldarazo de su garantía estático-resistente.
Esta rápida visión del conjunto de temas y facetas, que entran en el problema, ha
de servir de guía para ir esbozando, una a una, las cuestiones que influyen en él. Aun
cuando se trate de diferenciarlas para poder analizar el problema, todas ellas están tan
ligadas entre sí, que, continuamente, al tratar de una, habrá que referirse a otras; y
solamente, al integrarlas después, podrá lograrse alguna garantía de acierto en su
enjuiciamiento.
No se pretende aquí –y aun así es mucha la osadía– más que dar ideas y conoci-
mientos generales; porque la variedad de casos es tal, que fuera locura intentar des-
cender al detalle. Nada de lo dicho ni de lo que sigue es nuevo; no es más que un
conjunto de perogrulladas. Pero, aun así, puede ser interesante el revisarlas y agru-
parlas en unas páginas; por cuanto, es siempre del mayor interés el meditar sobre ellas
y el grabarlas más y más en el espíritu –de técnicos de la construcción–, para poder,
con más facilidad, seguir las buenas normas que, constituyendo un hábito o segun-
da naturaleza, han de conducir con naturalidad y acierto por el arriesgado y aluci-
nante camino de la creación.
La heterogeneidad de los factores comentados es tan fuerte que necesariamente
ha de acusarse de unos capítulos a otros. Temas tan diferentes, como el tensional y el
estético, requieren forzosamente, no sólo un tratamiento diferente, sino inclusive un
estilo de exposición totalmente distinto, que ha de chocar al lector cuando pase de
un capítulo a otro. No se ha querido tratar de disimularlo ni uniformarlo, porque es
precisamente esa diversidad y hasta antinomia de los distintos factores, cualidades,
conceptos, ideas y sentimientos la que ha de llevar el proyectista integrada dentro de
sí en el propio carácter e idiosincrasia de la persona. La perfección del proyecto no
puede ser la simple consecuencia de lo aprendido en los libros, sino la natural deri-
vación de una personalidad bien equilibrada en toda su complejidad; y en el fondo,
como siempre, lo que interesa fundamentalmente es la formación de esa personalidad.
Y todavía una advertencia: lo que importa no son las opiniones que dé el autor,
quien no pretende imponérselas a nadie; no importa estar o no de acuerdo con
muchas de las que exponga. Lo que pretende es tan sólo llamar la atención sobre ellas,
porque lo esencial es meditar, una y otra vez, sobre las diversas cuestiones planteadas,
hasta formar un criterio propio y consciente sobre la valoración relativa de los dife-
rentes temas y su eficaz forma de integración en el proceso creador de la obra.
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