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Pueblo Matsigenka

Otras denominaciones del pueblo Machiguenga, Matsiguenga, Machiganga, Matsiganga


Ámbito de presencia del pueblo Amazónico
Departamento/s con presencia tradicional Cusco, Madre de Dios, Ucayali
Cuencas del río Madre de Dios, Mantalo, Picha, Sensa,
Sinquireni, Urubamba y Yamariato, ubicadas en las
siguientes provincias:
Ámbitos territoriales con presencia tradicional ● Atalaya, departamento de Ucayali.
● Calca, La Convención y Paucartambo,
departamento de Cusco.
● Manu, departamento de Madre de Dios.
Otro/s país/es con presencia tradicional Ninguno
N° de localidades pertenecientes al pueblo 111
N° de población aproximada que vive en las
18,933
localidades pertenecientes al pueblo
Lengua Matsigenka
Familia lingüística Arawak
N° de personas que tienen la lengua como
6,629
lengua materna1
Traductores y/o intérpretes2 20
N° de personas que se autoidentifican como
5,982
parte del pueblo indígena3
Cuenta con miembros en situación de
Sí (Reserva Territorial Kugapakori, Nahua, Nanti y Otros).
aislamiento y contacto inicial4
• Lote de hidrocarburos 175
• Lote de hidrocarburos 191
Participación en procesos de consulta previa5
• Propuesta de Plan Maestro de la Reserva Comunal
Amarakaeri 2016-2020
Elaboración: Base de Datos Oficial de Pueblos Indígenas u Originarios (BDPI) – VMI – MC.

1
Fuente: XII Censo Nacional de Población y VII de Vivienda (INEI, 2017)
2
Fuente: Registro Nacional de Intérpretes y Traductores de lenguas indígenas en
https://traductoresdelenguas.cultura.pe/
3
Fuente: XII Censo Nacional de Población y VII de Vivienda (INEI, 2017)
4
Fuente: Dirección de Pueblos Indígenas en situación de Aislamiento y Contacto Inicial (2021)
5
Fuente: Dirección de Consulta Previa (2020)

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Pueblo Matsigenka

Otras denominaciones: Machiguenga, Machiganga, Matsiganga, Matsiguenga

1. Introducción

Los Matsigenka son un pueblo indígena u originario perteneciente a la familia lingüística


Arawak. Parte de su identidad cultural lo constituye la estrecha relación con el territorio,
el cual es considerado una fuente de vida pues provee diversos medios para la
subsistencia, así como también son importantes todos los seres que lo habitan.

Otro punto resaltante sobre ellos es la convivencia dentro de su territorio con reservas
territoriales y parques nacionales. En ese sentido, los Matsigenka son un grupo social
heterogéneo compuesto por indígenas en diferentes grados de interrelación con la
sociedad nacional (Fernández, 2020).

El territorio del pueblo Matsigenka se ubica en el sureste de la cuenca amazónica de


Perú, en los departamentos de Cusco y Madre de Dios. Sus localidades se extienden
desde la ribera derecha del río Apurímac, abarcando las cuencas del Alto y Bajo
Urubamba hasta alcanzar el Manu y el río Alto Madre de Dios (Rosengren, 2004).
Además de vivir en localidades, también existen familias Matsigenka en situación de
aislamiento voluntario y contacto inicial, en la Reserva Territorial Kugapakori, Nahua,
Nanti, así como en las cuencas de los ríos Camisea, Cashiriari, Paquiría y Timpía
(Ministerio de Cultura, 2016). Por otro lado, también se pueden ubicar familias viviendo
dentro del Parque Nacional del Manu (PNM). Aquí, a diferencia de otros lugares de su
territorio, solo están permitidas las actividades económicas con fines de subsistencia y
bajo el empleo de técnicas tradicionales (Fernández, 2020).

La zona habitada por los Matsigenka se considera como una frontera ecológica en tanto
se extiende a lo largo de las laderas orientales de los Andes hasta zonas de bosque
tropical, bosque húmedo semi-tropical y bosque de neblina en la ceja de selva. Estas
características configuran el territorio de este pueblo como un espacio geográfico y
ecológico excepcional debido a que alberga de los ecosistemas de mayor biodiversidad
en el planeta. Así, por ejemplo, se han censado alrededor de 319 especies de aves y
300 tipos de árboles en una hectárea de bosque (Shepard e Izquierdo, 2003).

De acuerdo a la información contenida en la Base de Datos Oficial de Pueblos Indígenas


u Originarios (BDPI), el pueblo indígena u originario Matsigenka cuenta con un total de
111 localidades pertenecientes a pueblos indígenas u originarios, de las cuales 57
cuentan con reconocimiento como comunidad nativa. De acuerdo a los Censos
Nacionales 2017, la población de dichas localidades asciende a 18,933 personas
aproximadamente. Asimismo, a nivel nacional, 5,982 personas se sienten o consideran
parte del pueblo Matsigenka.

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2. Historia
2.1. Pre-Colonial

Es poco lo que se conoce sobre la historia precolombina del pueblo Matsigenka. La


existencia de petroglifos en su territorio, así como en otros lugares de montaña son
indicio que el área ha sido habitada por un periodo prolongado; no obstante, aún no se
ha podido determinar los autores de los petroglifos ni lo que representaban para sus
creadores (Rosengren, 2004). Por otro lado, de acuerdo a la mayoría de mitos y
leyendas recogidas sobre este pueblo, su aparición apunta al pongo de Mainique, en
Echarate, Cusco, es desde ahí donde se habrían dispersado en varias direcciones
(Barriales, 2007 citado en Fernández, 2020). Según Renard-Casevitz (1985), un punto
importante sobre los antiguos Matsigenka fue su relacionamiento con los Incas y otras
poblaciones andinas. Se presume que los primeros vínculos surgieron durante el
gobierno del inca Cápac Yupanqui, puesto que el imperio se encontraba en intentos de
dominar un territorio más extenso.

Si bien los Incas solo llegaron a conquistar algunas aldeas cercanas a los territorios
habitados por los Matsigenkas, esto les permitió dominar geográficamente los bosques
al norte del Cusco y entablar relaciones de intercambio con las poblaciones aledañas.
La inclusión de palabras de origen quechua en la lengua Matsigenka, numerosos
cuentos y mitos sobre el Inca, además de la tradición de tejer túnicas de algodón, serían
las evidencias de la antigua relación comercial entre pueblos andinos y amazónicos. A
esto se le suma otras evidencias como los caminos de piedra Inca, los cuales se
extienden en el interior del territorio Matsigenka, atravesando la cordillera de
Vilcabamba, la cuenca del Urubamba y la región de Cosñipata en el Alto Madre de Dios
(Shepard e Izquierdo 2003). Posterior a la conquista, estos caminos también serían
aprovechados por Manco Inca en la resistencia armada de Vilcabamba (Mayor &
Bodmer, 2009).

Las relaciones de intercambio entre los Matsigenka y las poblaciones andinas se


basaron en diversos productos. Mientras que ellos proveían coca, tabaco, pieles y
plumas, recibían a cambio herramientas de bronce, sal y textiles. Asimismo, el
intercambio no se habría limitado a las poblaciones andinas, sino también, se realizó
con poblaciones ubicadas en la selva baja (Shepard e Izquierdo, 2003).

2.2. Colonial

El territorio Matsigenka llamó la atención de los colonizadores tempranamente. Después


de que tomaran el Cusco, las historias sobre la riqueza que albergaba la ciudad
conocida como “El Dorado” o “Paititi”, impulsó a varios españoles en búsqueda de
fortuna en las tierras bajas tropicales. Sin embargo, no sería hasta el siglo XVII en que
se produciría un ingreso más sostenido con las misiones evangelizadoras. En ese
sentido, los contactos entre los antepasados de los Matsigenka y la colonia, fueron aún
esporádicos. Por ejemplo, en el año 1571 se producen encuentros entre españoles e
indígenas a partir de la persecución del Inca Túpac Amaru I en el valle de Vilcabamba,
así como también a partir de las expediciones de exploración, como la de Martín García
Loyola en el año 1572. Asimismo, también destaca la expedición dirigida por el jesuita

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Cristóbal de Quevedo en 1715 (Mora & Zarzar, 1997).

Hacia el siglo XVII la Compañía de Jesús se estableció en el norte de Cusco, donde


emprendieron plantaciones de azúcar y haciendas en el Alto Urubamba, hecho que
permitió el financiamiento de sus escuelas. Posteriormente, entre los años 1768 y 1798,
serían secundados por las misiones dominicas, quienes tomarían posesión de las
antiguas haciendas jesuitas. Después, para 1802, también habría incursiones de la
orden franciscana en el territorio Matsigenka (Fernández, 2020).

Los misioneros se adentraron en la zona por medio de reemplazar a los Incas en el


intercambio de objetos, de esta manera, introdujeron diversos utensilios que eran de
interés para las poblaciones amazónicas. Particularmente se relata la importancia del
intercambio en la hacienda misional Cocabambilla, (actual pueblo de Echarate) aunque
esta no constituyó un núcleo para la expansión de misiones (Rosengren, 2004). Salvo
las dinámicas de trueque donde se transaba niños indígenas y la presencia de
epidemias en la zona, poco es lo que se sabe sobre los impactos de la vinculación entre
los Matsigenka y los españoles. Asimismo, pese al establecimiento de los religiosos,
varios investigadores están de acuerdo en que los Matsigenka no despertaron un interés
particular en la empresa misional por lo no se incidió con fuerza en su evangelización
hasta el siglo XIX (Shepard e Izquierdo, 2003).

Las explicaciones sobre este desinterés son de diversa índole. Por un lado, se habla de
las dificultades que surgieron para evangelizar a los Matsigenka por su asentamiento
disperso y lejano. Esto representó un gran gasto económico y en tanto las misiones
debían dar cuenta del número de personas que lograban convertir al cristianismo, el
pueblo Yine significó una mejor opción para los religiosos (Fernández, 2020, Varese,
2006; Rosengren, 2004). El aislamiento de la zona también se relaciona con el
levantamiento de Juan Santos Atahualpa; sin embargo, es poco lo que se conoce sobre
el impacto y la participación Matsigenka en esta insurrección (Ministerio de Salud, 2006).

2.3. República

En el año 1847, el descubrimiento de la corteza de la zarzaparrilla, destinada para la


fabricación de quinina -tratamiento de la malaria- llevó a nuevas olas de colonización
dentro del territorio Matsigenka. A partir de aquel momento, comenzaron a emerger
otras economías en base a la extracción de productos de la selva como la cascarilla o
caucho, lo que con el transcurso del tiempo generó la instalación de haciendas y casas
de comercio a lo largo del Urubamba, desde el Cusco hasta Loreto. En el sur, la
consolidación de haciendas cusqueñas se logró a partir de productos como la coca y en
el norte, el incremento de la extracción del caucho impulsó el ingreso al territorio
Matsigenka por vía fluvial. El auge económico; sin embargo, trajo graves consecuencias
para la población indígena, los cuales experimentaron altas tasas de mortalidad, así
como ocasionó la dispersión y el refugio de ellos en zonas más aisladas (ILV, 2006;
Ministerio de Salud, 2006).

A lo largo del siglo XIX, los Matsigenka fueron forzados a participar en las haciendas
como mano de obra esclava. Informaciones de dicha época relatan cómo mujeres y

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niños eran vendidos en ferias, práctica que se mantuvo por varias décadas y se
consolidó hacia el siglo XX. El boom en torno a la exportación de las gomas destinadas
a elaborar caucho instaló consigo a los “barones del caucho” y casas de comercio, las
cuales impusieron su dominación sobre la población local hasta el siguiente siglo. Desde
1880 y hacia el siglo XX, muchas familias Matsigenka fueron víctimas de las “correrías”,
las cuales eran expediciones en búsqueda de esclavos para integrarlos al trabajo en el
caucho. De igual manera, se instalaron sistemas de endeudamiento donde se prestaba
dinero o entregaba bienes a los indígenas, de tal manera que la deuda generada no
pudiera saldarse y se vieran obligados a trabajar en el caucho (Baer, 1994). Además de
las precarias condiciones que vivieron aquellos años, la expansión de enfermedades
como la viruela, el sarampión, la fiebre amarilla y la gripe mermaron a los Matsigenka,
es así que se estima que el 60% de la mano de obra indígena del Manu pereció durante
aquellos años. Los Matsigenka aún mantienen en su tradición oral y memoria los relatos
sobre aquellos años, entre ellos, un punto que destaca es la valentía y resistencia de
sus antepasados (Rosengren, 2004).

Para 1917, el auge del caucho llegó a su fin, haciendo que la mayoría de extranjeros
abandonaran el territorio del Manu. Ante este panorama los Matsigenka buscaron
aislarse en los afluentes y cabeceras de los ríos, mientras que otros quedaron
establecidos a lo largo del Urubamba. Paralelamente, desde inicios del siglo XX también
comenzó un progresivo retorno de las misiones a la zona del Alto Urubamba y Madre
de Dios. Este segundo ingreso provocó grandes cambios en el pueblo Matsigenka,
siendo que se establecieron misiones católicas en puntos estratégicos a lo largo de los
ríos Urubamba y Madre de Dios. De esta manera, su funcionamiento se desplegó como
centros de comercio y núcleos importantes de colonización, asimismo, es recién con
esta segunda entrada que consolidó recién la evangelización del pueblo Matsigenka
(Rosengren, 2004; Shepard e Izquierdo, 2003).

En el año 1930, debido a la expansión de haciendas dedicadas al cultivo de té, café y


coca en el Alto Urubamba y en el Alto Madre de Dios, se impulsó también la construcción
de carreteras que penetraron el territorio Matsigenka, lo que entabló un flujo de contacto
constante entre este pueblo indígena y otros actores foráneos. Dichos medios de
comunicación establecieron nuevas olas de colonización, que como resultado dejó a
muchos grupos indígenas reducidos en islas rodeadas de colonos. Esto tuvo un impacto
importante en el aprovisionamiento de recursos naturales, los cuales con el tiempo se
hicieron insuficientes (Mora & Zarzar, 1997; Ministerio de Salud, 2006).

Durante la década de 1950, una de las transformaciones más importantes en la historia


del pueblo Matsigenka fue la llegada del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), quienes
comenzaron su trabajo en la región de Camisea y posteriormente se moverían hacia las
cabeceras del Manu. El cambio más importante que surgió a partir del contacto entre
los Matsigenka y el ILV fue el asentamiento de familias que vivían dispersas en núcleos
denominados comunidades. Inicialmente, el interés de la población indígena para seguir
al ILV fue el aprovisionamiento de mercancías valoradas; tales como cuchillos de metal,
hachas, vestimenta y servicios de salud. Sin embargo, con el pasar del tiempo, la
educación formal y bilingüe se transformó en una de las principales necesidades y
demandas de este pueblo indígena u originario (ILV, 2006; Shepard e Izquierdo, 2003;

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Baer, 1994).

El establecimiento de personas alrededor de las escuelas bilingües del ILV sentó las
bases durante las décadas de 1960 y 1970 para la creación de reservas y comunidades
nativas. Varias de las solicitudes que se formularon durante dichos años llegaron a la
titulación en 1974, con la vigencia de la Ley de Comunidades Nativas. A partir de
entonces, el número de comunidades Matsigenka fue creciendo progresivamente.

En los años siguientes los hechos de violencia del Conflicto Armado Interno en el Perú,
representaron una grave amenaza para los pueblos Matsigenka y Yine; sin embargo, a
diferencia de otros pueblos indígenas u originarios ubicados en la selva central, los
alcances de este proceso fueron muy pocos en la zona donde se encontraban (Davis,
2002). En su lugar, lo que sí cobraría gran importancia para los pueblos indígenas de
Cusco y Madre de Dios fue el desarrollo de actividades de explotación de hidrocarburos
a partir de la década de 1980. En el año 1983 se firmó contrato con la empresa Shell, la
cual operó hasta 1988 y se retiró temporalmente hasta 1996. De igual manera, la
empresa Chevron inició sus acciones hacia 1990 donde se realizó estudios y la
perforación de cinco pozos. A finales de los años 90 también tuvo la presencia de la
compañía Phillips Petroleum, la cual estuvo en la zona circundante al proyecto Camisea.
El impacto inmediato de todas estas empresas fue una mayor afluencia de movimiento
comercial, así como de trabajadores (MINSA, 2006).

Durante la década de los 90 y hacia la entrada del siglo XXI, los Matsigenka han
atravesado diversos procesos donde destaca la organización política por medio de
organizaciones y federaciones. Esto ha surgido como respuesta ante presiones sobre
el territorio, así como el impacto de diversas actividades en la salud de este pueblo
indígena. De esta manera, algunas organizaciones que resaltan son el Consejo
Matsigenka del Río Urubamba (COMARU), la Central de Comunidades Nativas
Matsigenka (CECONAMA), así como la Federación Nativa del Río Madre de Dios y
Afluentes (FENAMAD).

Un hecho importante en el año 2003 fue la creación de la Reserva Comunal


Machiguenga, la cual representa un área natural protegida y busca garantizar la
conservación de los afluentes del río Urubamba, desde las cumbres del lado oriental de
la Cordillera de Vilcabamba. De igual manera, hacia la actualidad, los Matsigenka
también se encuentran en el Parque Nacional del Manu, espacio desde donde se busca
el impulso del ecoturismo como alternativa de desarrollo.

3. Identidad
3.1. Autodenominación y otras denominaciones

Hasta el siglo XIX, si bien el conocimiento sobre el territorio Matsigenka era limitado, las
menciones a este pueblo indígena u originario se realizaban con frecuencia en los
documentos coloniales y republicanos. De esta manera, se observa que algunos de los
nombres adscritos fueron “andes”, “antis”, “chunchos” y “manaríes”, todas
correspondientes a denominaciones de afuera, probablemente de origen andino
(Rosengren 2004). Con el pasar de las décadas, los Matsigenka también fueron

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agrupados dentro de la categoría “campa”, al igual que otros grupos de la familia
lingüística Arawak. Esta denominación fue expandida por la orden de franciscanos,
quienes hasta finales de siglo tuvieron a su cargo la evangelización de la zona.

Es recién a partir del siglo XX, que las misiones dominicas expanden el etnónimo
Matsigenka, palabra que en su idioma quiere decir “seres humanos”, “gente” o
“persona”. “Matsigenka” es una referencia al ser humano en general y en su sentido más
amplio, a aquellos que poseen almas o espíritus de forma humana (Shepard e Izquierdo,
2003).

De igual manera, a los Matsigenka que se encuentran en situación de aislamiento y


contacto inicial se les ha referido como “kogapakori” o “kugapakori”, lo cual, en realidad,
correspondía una apelación peyorativa cuyo significado era “asesinos, gente que vive y
mata”; sin embargo, hacia la actualidad, estos grupos han tomado el nombre de Nanti
(Shepard e Izquierdo, 2003; BDPI, s.f.).

4. Lengua

La lengua matsigenka (ISO: mcb) pertenece a la familia lingüística Arawak, es hablada


por el pueblo Matsigenka y se encuentra en estado vital. Los resultados de los Censos
Nacionales 2017 indican que 6,629 personas aprendieron a hablar en su niñez en la
lengua matsigenka. Para mayor información, se recomienda la revisión de la Ficha de
la lengua matsigenka y el Mapa Sonoro Estadístico de Lenguas Indígenas u Originarias
del Ministerio de Cultura.

5. Instituciones distintivas
5.1. Instituciones Sociales

La base de la organización social Matsigenka es la institución de la familia, la que con


el pasar del tiempo ha adquirido diversos patrones y formas de funcionar.
Tradicionalmente, las familias convivían en asentamientos pequeños y dispersos, los
cuales funcionaban con cierta autonomía y cuyo patrón de residencia era
mayoritariamente uxorilocal. Es decir, posterior a las uniones matrimoniales, las parejas
pasaban a vivir e integrarse en la familia de la mujer (Baer, 1994).

Estos grupos se encontraban encabezados por un patriarca que se encargaba de velar


por el bienestar del resto del grupo. En las relaciones de parentesco, algunas prácticas
que han variado hacia la actualidad son el emparejamiento endogámico, entre primos
cruzados y la costumbre de contar con más de una esposa, la cual recibe el nombre de
poliginia (Fernández, 2020). En relación a este último punto, las uniones poligínicas eran
una característica común entre los hombres que ostentaban poder en el grupo. Para
poder contar con más de una mujer, el hombre debía disponer diversos recursos que
certifiquen su capacidad de proveer a la familia, como ser un buen cazador y poseer
buenas relaciones sociales, además de gozar de prestigio en el grupo. Una de las
formas en que se daban este tipo de uniones era por medio de esposar a una mujer y
también a su hermana, lo cual recibía el nombre de poliginia sororal (Baer, 1994).

Por otro lado, hacia la actualidad, si bien los Matsigenka han reconfigurado su

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organización social y política bajo la figura jurídica de comunidad nativa, la cual implica
una articulación local, regional y nacional; aún se contempla la toma de decisiones
importantes a nivel de la familia o dentro del grupo residencial (Shepard e Izquierdo,
2003).

Otro punto que organiza la sociedad Matsigenka son las relaciones de género, las
cuales mantienen un modelo de complementariedad entre hombres y mujeres. Si bien
cada persona goza de autonomía, en la división del trabajo y en las relaciones
matrimoniales, hombres y mujeres cumplen funciones distintas, las cuales se apoyan
una sobre la otra. Esto es resultado de un largo proceso de socialización que comienza
en la niñez y que va acompañado de diversas prácticas y rituales las cuales enseñan a
cada género qué actividades y roles se les adscribe dentro de su grupo social (Renard-
Casevitz, 1999).

En el caso de las mujeres, al llegar a la pubertad estas ya tienen un conocimiento básico


sobre actividades domésticas y productivas, lo que incluye saber preparar el masato,
así como el hilado, el tejido y la cestería. Las principales responsabilidades que han
asumido con el tiempo es el cuidado de los hermanos menores, el cultivo de la chacra
y también toman parte en la siembra de algunos productos.

El paso a la vida adulta se configura en relación a la primera menstruación, lo cual indica


que se encuentra apta para formar una familia. Antiguamente, existían ciertas prácticas
asociadas al primer periodo como la reclusión de la adolescente en su casa, donde
permanecía hilando y donde recibía ciertos cuidados como comer alimentos sin sal. El
encierro se prolongaba algunos días y estaba prohibido visitarla. Finalizando este
momento, se organizaba una celebración denominada shitakorentsi, la cual era una
fiesta donde la adolescente preparaba masato para los invitados y se le pintaba el
cuerpo en señal que ya era una mujer. Con el tiempo y la difusión de la educación formal,
la idea del matrimonio, así como las responsabilidades de las adolescentes han variado
para darle más peso a acabar la primaria y secundaria, de igual manera, existe también
la aspiración a llegar a la educación superior (Rojas Zolezzi, 1998).

En el caso de los hombres, la socialización se encuentra encaminada al desarrollo de


actividades de aprovisionamiento como la caza y la pesca. Asimismo, desde pequeños
también son enseñados en conocimientos como abrir y desbrozar chacras, el deshierbe
de las mismas y la siembra de determinados cultivos. Los hombres son también quienes
construyen casas y aprovisionan leña para las cocinas. La división del trabajo entre
géneros permite que las familias puedan subsistir con relativa autonomía. De igual
manera, si bien cada uno tiene sus funciones, la colaboración suele ser bastante
equitativa y pragmática, siendo que hombres pueden realizar actividades de mujeres de
ser necesario y viceversa (Rosengren, 2004; Shepard e Izquierdo, 2003).

5.2. Instituciones Económicas

La subsistencia del pueblo Matsigenka ha consistido en el perfeccionamiento y


combinación de actividades como la agricultura de roza y quema, la caza y la pesca, lo
que en conjunto ha permitido la reproducción social del grupo (Shepard e Izquierdo,

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2003). Si bien con el tiempo, estas actividades han sufrido diversas variaciones de
acuerdo a la llegada de nuevas tecnologías e insumos, este pueblo indígena sigue
incorporando los medios de subsistencia tradicionales. En la misma línea, la
organización del trabajo sigue siendo determinada principalmente por la división de los
roles de género (Fernández, 2020).

Al igual que en el caso de otras sociedades indígenas amazónicas, los Matsigenka han
dividido el aprovisionamiento de tal manera que las mujeres toman un mayor rol en el
trabajo de las plantas mientras que los hombres proveen la proteína. Sin embargo,
ambos géneros mantienen el mismo grado de compromiso en la agricultura, la cual
representa la principal actividad de donde se obtienen alimentos (Johnson & Johnson,
1975). De esta no solo depende el sustento diario, sino que también, parte de la
producción es destinada actualmente al comercio. La agricultura de roza y quema se
practica en tanto los suelos de la Amazonía no son ricos en nutrientes. Con esto, las
sociedades indígenas, entre ellas los Matsigenka, han desarrollado métodos de cultivo
estacional, siendo que un terreno se abre y se aprovecha por algunos años para
posteriormente trasladarse hacia otro espacio (Renard-Casevitz, 1972; Rosengren,
2004).

Los hombres se encargan de tumbar, rozar y prender fuego en un espacio apropiado, el


cual posteriormente será aprovechado para sembrar cultivos. La vegetación que se
recoge de estos trabajos es puesta a secar y posteriormente también se quema. Las
familias se dedican a la apertura de chacras y siembra de cultivos justo antes de la
estación de lluvias. Los cultivos que se obtienen son frutas, plátano, maíz y
principalmente, la yuca. Después de la siembra, la función que se asume es el
mantenimiento de chacras por medio de eliminar la hierba mala hasta que llega el
momento de recolectar los productos. Las familias usualmente poseen media hectárea
de parcelas, las cuales se van alternando en el tiempo conforme los minerales de la
tierra se reducen, lo que minimiza la producción (Yu, Shepard, Ohl-Schacherer & Levi,
2013).

Entre todos los productos que obtienen de la tierra, el más importante resulta la yuca,
tubérculo que representa la base de la alimentación Matsigenka. Esta es consumida de
diversas formas, siendo predominante de manera asada, así como convertida en una
bebida denominada masato. En las unidades domésticas Matsigenka es común que
todos los miembros tomen masato puesto que esta bebida es de gran importancia y se
ha incorporado como parte de la cotidianidad, al punto que no disponer de ella es motivo
de tristeza o evidencia pocos recursos de la familia. De igual manera, el consumo de la
yuca y el masato es un marcador de la identidad Matsigenka, es parte de las
características que los distinguen como pueblo indígena u originario (Rosengren, 2004).

Por otro lado, otros cultivos de valor son los destinados al comercio, como el café, el
cacao o el achiote, los cuales comenzaron a producirse a gran escala a partir de la
década de 1950. Desde entonces, algunos grupos familiares han optado por estos
productos en tanto su venta implica un ingreso económico; sin embargo, dado las
limitaciones de recursos humanos, así como de insumos tecnológicos, muchas familias
Matsigenka se ven en la posición de priorizar los cultivos comerciales en detrimento de

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otras actividades de subsistencia como la pesca o caza (Rosengren, 2004).Otros
ingresos económicos que han ido en escala en las últimas décadas provienen de la
actividad ganadera desarrollada en menor escala, la venta y producción de madera y el
trabajo asalariado en empresas petroleras.

Otra de las actividades tradicionales que practica el pueblo Matsigenka es la caza. Esta,
además de ser fuente de alimento, se inscribe en la organización social indígena como
uno de los marcadores más importantes sobre ser hombre, donde incluso en tiempos
pasados era de las actividades que los constituía como tales (Johnson & Johnson,
1975).

La caza antiguamente se llevaba a cabo con arcos y flechas; no obstante, en las últimas
décadas ha ganado importancia el uso de escopetas y municiones. Los hombres se
encaminan solos en el bosque o también pueden ir acompañados de familiares como
hermanos, primos o hijos. Si bien no es común que las mujeres participen de esta
actividad, ellas proveen suministro como masato y antiguamente también colaboraban
en la elaboración de arcos y flechas. Si bien existen diversas técnicas de caza, entre las
principales se encuentra acechar a la presa por medio de ubicarse en lugares cerca de
donde comen. Asimismo, también se da el uso de trampas, las cuales se destinan para
obtener roedores pequeños y aves (Renard-Casevitz, 1972; Rosengren, 2004).

Entre los Matsigenka, ser un buen cazador implica diversas prácticas, no cualquier
persona logra dominar este arte, por el contrario, se requieren años de experiencia y
cultivar varios aprendizajes. Tradicionalmente los cazadores se pintaban el rostro, de
esta manera, sus presas no podían reconocerlos y se hacían invisibles, además, este
signo también era de ayuda para que otros cazadores los pudieran reconocer y no
pensaran que se trataba de un espíritu del bosque. Otro elemento importante es el
conocimiento sobre los seres sobrenaturales que habitan en el monte. Un buen cazador
sabe respetar a los “dueños” de los animales, que son los espíritus que disponen si
dicha presa debe o no, ser cazada. Para efectos de protección, los hombres suelen
llevar y consumir invekikis, plantas mágicas las cuales potencian sus habilidades.
También es considerado de mala suerte la sangre menstrual, por lo que buscan alejarse
de las mujeres que están con su periodo para que dicho fluido no atraiga malos espíritus.

En el territorio Matsigenka, si bien existen reservas comunales, hacia la actualidad, se


han incrementado desmedidamente actividades como la tala de madera ilegal. Esto,
además de la construcción de carreteras, ha tenido consecuencias en la disponibilidad
de animales, puesto que estos cada vez son menos comunes en las zonas aledañas.
Así, la caza ha perdido su importancia en relación a otras fuentes de alimento, donde
los Matsigenka, cada vez más, optan por productos envasados y procesados
(Fernández, 2020; Yu et al., 2013).

Al igual que la caza, la pesca es otra fuente importante de proteína animal. Entre los
Matsigenka se trata de una actividad que se practica todo el año, siendo la temporada
más productiva durante la estación seca, puesto que bajan los niveles de agua. De
acuerdo a la época del año y a cómo esté el río, existen diversos tipos de pesca. Incluso,
se ha llegado a identificar hasta 8 técnicas distintas, donde intervienen principalmente

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los hombres. Entre los métodos más comunes está el uso de anzuelo y cordel, el cual
se realiza durante las mañanas o entrada la tarde. Quienes prefieren esta actividad son
los adolescentes y jóvenes, para los cuales se convierte en un pasatiempo y una forma
de entretenerse.

Otro de los métodos más empleados para la pesca es por medio del uso de los venenos
naturales que emanan ciertas plantas denominadas kogi. Para pescar con veneno los
Matsigenka se agrupan entre varias personas y comienzan por seleccionar un espacio
adecuado en las afluentes del río. Los hombres organizados proceden a crear un
pequeño dique, lo cual minimiza la corriente y deja atrapado a los peces. Se esparce el
kogi, el cual aturde a los peces y prontamente, hombres y mujeres los van recolectando
y poniendo en sus canastos (Rosengren, 2004).

5.3. Instituciones Políticas

Hasta principios de la década de 1950, los Matsigenka se encontraban organizados


políticamente bajo la figura del jefe del grupo familiar. Este recibía por nombre
tinkamintsi y se destacaba por sus habilidades para la oratoria, así como su capacidad
para infundir respeto y lograr persuadir a otros.

Los tinkamintsi poseían algunos privilegios como tener grandes chacras, las cuales eran
destinadas a aprovisionar al resto del grupo de yuca. De igual manera, podían poseer
entre diez a veinte esposas. Eran personas mayores y respetables; sus principales
funciones estaban dirigidas a guiar al resto del grupo, promover las buenas relaciones,
resolver los conflictos internos, así como desplegar las defensas en caso de alguna
amenaza (Mora & Zarzar, 1997; Baer, 1994). Paralelamente los Matsigenka también
hacían referencia a otro tipo de líderes denominados gantatsirira. Estos, a diferencia de
los tinkamintsi, ostentaban el poder por el uso de la fuerza y se destacaban por su
violencia y severidad. Mientras que se obedecía a los tinkamintsi por consenso, en el
caso de los gantatsirira era por la fuerza (Rosengren, 2004).

Por otro lado, así como se daba la existencia de actores cuyo liderazgo mediaba la
relación entre los humanos, los Matsigenka también le adscribían un carácter político al
rol del serpigari¸ quien era la persona especializada en la relación con los espíritus y los
no humanos. Por medio de la toma de plantas alucinógenas, así como resultado de un
extenso entrenamiento, los seripigari lograban mantener conexión con seres
sobrenaturales, como los espíritus saangarite, e intercedían por los humanos y el bien
del grupo (Fernández, 2020).

Con el pasar de las décadas y hacia los últimos años, estas figuras han desaparecido
para pasar al ordenamiento de acuerdo a la legislación de la Ley de Comunidades
Nativas. A partir de esta, el orden político Matsigenka se encuentra bajo la dirección de
un jefe cuyo liderazgo se caracteriza por el manejo de los asuntos con la sociedad
nacional. Rosengren (2004) comentan que, si bien estos líderes tienen un
reconocimiento, paralelamente aún hay personas que con liderazgos que evocan ciertas
características de las antiguas figuras políticas. Por ejemplo, dentro de una ciudad, es
considerado como líder una persona que mantienen buenas relaciones sociales con el

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resto de sus vecinos.

Los jefes de comunidad actuales no ostentan de manera irrevocable el poder; por el


contrario, muchas de las decisiones sobre el grupo se toman de manera colectiva,
procurando incluir a la mayoría de integrantes. Por otro lado, en tanto los jefes de la
comunidad están obligados a responder a cuestiones y expectativas de agentes
foráneos, terminan siendo comunes las tensiones entre los valores de la cultura en
relación a las imposiciones de la sociedad nacional. Es por este motivo que algunos
Matsigenka no se consideran representados por sus jefes de comunidad o piensan que
estos están más alineados con actores foráneos que con la misma localidad
(Rosengren, 2004),

Finalmente, en las últimas décadas han emergido y se han consolidado diversas


organizaciones indígenas y federaciones Matsigenka, las cuales partieron de la
necesidad de una respuesta de la población indígena ante diversos cambios y
problemáticas. Entre los líderes que conforman estos espacios se caracterizan hombres
y mujeres con habilidades para la negociación política fuera del contexto indígena así
como con autoridades nacionales (Rosengren, 2004).

6. Cosmovisión y sabiduría ancestral


6.1. Mitos, dioses y visiones del mundo

La cosmovisión Matsigenka, al igual que otros pueblos indígenas u originarios de la


selva central, ha mantenido tradicionalmente la concepción del mundo humano como
parte de un universo donde hay niveles superiores e inferiores de existencia y donde
habitan diversos seres y dioses (Rosengren, 2004).

En ese sentido, el universo es concebido a partir de cinco niveles. El lugar habitado por
los humanos se denomina Kipatsi, y se encuentra en medio de las otras dimensiones.
Hacia el cielo y en la parte de arriba está el mundo denominado Menkoripatsa y más
arriba de este se ubica el Inkite, el cual es hogar de divinidades como Tasorintsi, el dios
creador. Los seres que habitan los mundos superiores son seres alegres y de buen
carácter, aunque también se puede encontrar algunos dioses peligrosos como
Katsivorérini, el cometa.

Debajo del mundo de los humanos también se ubican otros niveles como el Kamaviria,
el Apavatsatsetara y el Gamaironi, los cuales son la antítesis de los mundos de arriba,
puesto que se encuentran habitados principalmente por demonios y monstruos.
Asimismo, se cree que los seres de los mundos inferiores se encuentran tristes y
descontentos, pese a que trabajan arduamente, en esas tierras no crece la yuca por lo
que les falta el alimento principal (Fernández, 2020).

Además, también existe la creencia de que todos estos mundos se encuentran


conectados por un río cósmico que va desde el Inkite hasta el Gamaironi. En los mundos
superiores, los seres de arriba se bañan en el río, lo que les permite rejuvenecer y ser
inmortales. En el mundo humano, el río cósmico está asociado al Urubamba, el cual en
lengua matsigenka recibe el nombre de Eni o Omandre Eni, “el río” o “el gran río”
respectivamente (Rosengren, 2004). Los seres de los diversos mundos pueden transitar

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por el universo mientras que los humanos solo tienen dicha capacidad por medio de los
sueños.

Por otro lado, el funcionamiento de estos mundos, así como elementos de la cultura
Matsigenka son explicados a través de relatos míticos, los cuales muestran la
interacción entre dioses y humanos (Renard-Casevitz & Dollfus, 1988). Siguiendo esa
línea, el origen de las cosas y el hombre es narrado a partir de la competencia entre los
dioses Tasorintsi y Kentivákori.

Cuenta la historia que en un tiempo anterior existían los cinco mundos, pero en estos
no había ningún tipo de vida, solo los dos dioses creadores. Un día Tasorintsi descendió
al Kipatsi donde se encontró con Kentivákori. Al conocerse, el primer personaje retó al
segundo a demostrar su poder y los seres que era capaz de crear. Kentivákori,
queriendo crear un humano, tomó polvo y luego de frotarlo en sus manos sopló, pero en
lugar de lo que se había propuesto, de su creación salió un sapo. Al contemplar esto
Tasorintsi le dijo que él le mostraría cómo hacerlo correctamente. De esta manera, juntó
polvo en sus manos y al soplar salió un hombre.

Por más que Kentivákori lo intentó, con cada soplo solo aparecían objetos y seres
inferiores. De esta manera, los Matsigenka le atribuyen a este dios la creación de todas
las cosas imperfectas como los suelos infértiles, las cataratas y remolinos, los árboles
sin fruto, las palmeras espinosas, así como también, la creación de seres foráneos como
los blancos y las poblaciones andinas. Por el contrario, Tasorintsi, además de crear a la
humanidad, se le atribuye la invención de todo lo bueno y hermoso. Es por ese motivo
que los humanos de aquel tiempo eran seres perfectos que no conocían el hambre, la
enfermedad o la muerte. Por aquel entonces no había conflictos, todos vivían en
armonía y satisfechos (Rosengren, 2004).

De igual manera, el estado de imperfección en el que vive la humanidad en la actualidad


también es explicado con otro mito. Se cuenta que un día un humano le habló a
Tasorintsi y le pidió convertirse en un ser mortal, susceptible a sentir hambre, enfermar
y demás características que implica la condición humana. Al escuchar esto, Tasorintsi,
furioso y herido por la ingratitud de su creación le concedió todos los defectos y decidió
abandonar el Kipatsi llevándose consigo todas las creaciones perfectas. Después de
este evento, las personas aún tenían una conexión con los seres y mundos de arriba
por medio de una liana que los conectaban; sin embargo, al ver cómo los humanos se
tornaron problemáticos, los espíritus saangarite la cortaron (Baer, 1994).

Por otro lado, en relación a las visiones sobre la muerte y el destino de las personas, los
Matsigenka contemplan la creencia donde la muerte no está separada de la vida y es
parte de un continuum donde el alma, suretsi, deja el cuerpo, ivatsa y pasa a integrarse
a otro plano de la existencia. Las prácticas de luto Matsigenka también comprenden
ciertos criterios como permanecer estoico, no llorar y reprimir en gran medida el dolor
ante la muerte de un ser querido, puesto que los muertos aún permanecen algunos días
buscando sus pertenencias y queriendo llevarse también a sus seres queridos a la tierra
de los muertos. El periodo de duelo tiene como objetivo proteger a los vivos del fantasma
de los muertos. Es por ese motivo que también, antiguamente, los familiares del fallecido

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se afeitaban la cabeza y se la pintaban con tinte rojo o negro, con la esperanza de poder
disfrazarse del fantasma. Otro tipo de práctica también era el abandono de la vivienda
donde vivía el muerto ya sea temporal o permanentemente (Izquierdo & Shepard, 2004).

6.2. Mundo espiritual y seres no humanos

Según Rosengren (2004), para los Matsigenka, distintos elementos del medio que los
rodea constituyen una sola dimensión de su mundo. Es decir, suelos, flora, fauna y
demás topografía están dotados de cierta agencia, la cual permite, en cierto punto,
entablar relaciones sociales con ellos. Lo que desde una perspectiva occidental se
distingue como el mundo “sobrenatural”, desde el punto de vista Matsigenka, constituye
parte de su ontología y de su experiencia cotidiana. Es de esta manera, que este pueblo
indígena traza una especial relación con el territorio en que habita, puesto que se
reconoce como parte de este a diversos seres espirituales, los cuales ejercen influencia
sobre los seres humanos.

De acuerdo a los mitos de origen del pueblo Matsigenka, tradicionalmente los seres que
habitan este mundo se clasificaban no bajo la dicotomía “bueno/malo”, sino de acuerdo
al grado de perfección que poseen. Esto representa una evocación a la historia de
Tasorintsi y Kentivákori, quienes crearon todo lo “bueno” y todo lo “malo”, siendo los
humanos un intermedio en toda esta creación. Con esto, nuestro mundo está habitado
por seres de gran perfección, estos espíritus son referidos comúnmente como
saangarite, que es el plural de saankari, “aquellos que son puros”.

Los saangarite son concebidos como criaturas perfectas que aborrecen todo lo impuro,
además, su presencia es considerada de mucho provecho entre los Matsigenka puesto
que ejercen un rol de protección contra los demonios o espíritus malignos. Estos seres
habitan en la parte alta de las montañas; sin embargo, los indígenas los llaman por
medio del uso del tabaco, al igual que del uso de plantas, invenkikis, que representan la
comida principal de los espíritus. Los Matsigenka tienen mucho respeto por estos
espíritus, en ese sentido, evitan algunas zonas altas, por temor y respeto de los
saangarite. Ellos son muy celosos de su privacidad y si algún humano llega a
fastidiarlos, no tardan en llegar terribles consecuencias (Rosengren 2004; Baer, 1994).

Por otro lado, al igual que se data de espíritus perfectos, los Matsigenka también ubican
en este mundo espíritus malignos o demonios, los cuales reciben el nombre de
kamagárini. Estos seres están asociados a la muerte, la destrucción y la imperfección.
Las personas describen que poseen un aspecto físicamente deforme, asimismo, son
peludos, tienen un olor desagradable; y principalmente, la característica más exagerada
es en relación a los geniales donde los kamagárini hombres cuentan con miembros
enormes mientras las kamagárini mujeres resaltan por poseer vaginas con dientes
(Rosengren, 2004).

De igual manera, el término kamagárini también es contemplado como una forma


genérica de denominar a diferentes seres malignos. Entre estos están los impositoni,
seres con apariencia de hombres desnudos, los cuales viven en los remolinos
llevándose consigo a quienes pasan cerca de sus hogares. También están los

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katsongátiri, quienes, con aspecto similar a los Matsigenka, deambulan por la noche y
capturan a los indígenas que encuentran en el bosque para obligarlos a trabajar en sus
chacras (Rosengren, 2004).

6.3. Conocimientos y prácticas tradicionales

Los Matsigenka se distinguen por el despliegue de gran variedad de conocimientos


médicos, los cuales incluyen a sus propios especialistas y tratamientos. Aquí, al igual
que el caso de otros pueblos indígenas u originarios, destaca el uso de plantas
medicinales las cuales se encaminan a curar afecciones físicas, psicológicas y
espirituales (Sherpard e Izquierdo, 2003).

En la sociedad Matsigenka la salud es concebida a partir del verbo shinetagantsi, el cual


significa “estar feliz”, “ser productivo”, “estar bien alimentado”, por lo que también
funciona como una antítesis de “estar enfermo”. Gozar de salud es algo profundamente
relacional, por lo que implica una armonía entre el estado físico, emocional y espiritual.
Muchas veces los indígenas identifican que cuando alguien cae enfermo es porque
algún espíritu o algún brujo le ha producido daño. De esta manera, así como los
humanos tienen como presa a los animales y los cazan, estos también pueden estar en
un orden predatorio con los espíritus, los cuales pueden “cazar” a los humanos y el
efecto directo es la enfermedad. (Izquierdo & Shepard, 2004).

Las manifestaciones de las enfermedades son diversas sintomatologías como fiebre,


diarreas, a la par del cambio de conducta como dejar de ir a la chacra o permanecer
recostado. Es a partir de este evento que las familias recurren a diferentes repertorios y
especialistas. Por un lado, entre los Matsigenka se encuentra generalizado el uso de
plantas medicinales, las cuales suelen ser preparadas por los abuelos o abuelas de las
familias en forma de brebaje con fines de aliviar los síntomas. Las plantas medicinales
o ivenkikis ocupan un lugar importante en la sociedad Matsigenka, muchas familias se
aseguran de contar con diversos insumos en sus chacras o huertos con fines de atender
cualquier tipo de malestar. Las plantas incluso, son usadas de forma preventiva,
especialmente en los niños y recién nacidos, a fin de que los espíritus malignos no les
puedan hacer daño en tanto representan aún seres muy vulnerables (Araujo, 2017).

Por otro lado, este pueblo indígena cuenta también con especialistas, quienes no solo
se encargan de lidiar con las afecciones sino con el espíritu causante de estas. Tal es
el caso del seripigari, quien cura principalmente por medio del uso de tabaco. Los
seripigari en la actualidad han reducido su número y popularidad; sin embargo, en
tiempos pasados ocuparon un rol muy importante no solo como curanderos sino como
parte de la organización política.

Convertirse en seripigari no era tarea fácil, para lograrlo debían pasar un estricto
entrenamiento, el cual podía durar varios años. Los jóvenes aprendices eran instruidos
por un maestro quien le enseñaba las técnicas para alcanzar el conocimiento de los
espíritus. De esta manera, los serpigari pasaban por dietas que les prohibían comer
carne de ciertos animales, el consumo de sal así como las relaciones sexuales. De
manera complementaria ingerían plantas maestras como el tabaco o la ayahuasca, lo

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cual les permitía entrar en un estado de trance. Es durante este momento que los
seripigari lograban entablar conexión y relacionarse con los espíritus saangarite.
Quienes tras evaluar su poder y capacidad, los llevaban con otros seres sobrenaturales
y les mostraban diversos conocimientos (Rosengren, 2004; Izquierdo & Shepard, 2004).

En tal sentido, el Estado peruano ha declarado mediante Resolución Directoral Nacional


N° 836/INC-2008 a los conocimientos y usos tradicionales del Ayahuasca como
Patrimonio Cultural de la Nación, practicados por las comunidades nativas en el ámbito
amazónico y como garantía de continuidad cultural de los pueblos indígenas u
originarios.

Finalmente, así como existen los seripigari, quienes son los chamanes buenos, también
existen los chamanes malos o brujos, quienes usan su poder para el mal. Ellos, por
medio de maleficios o pactos con demonios mandan enfermedades o incluso pueden
provocar la muerte de las personas. La mayoría de Matsigenkas explican que la brujería
se fundamenta en la envidia, idea que refuerza la necesidad de vivir armoniosamente
tanto con los vecinos como con los espíritus (Izquierdo & Johnson, 2007).

7. Expresiones culturales
7.1. Festividades y Celebraciones

El pueblo Matsigenka, de forma similar a otros grupos de la familia lingüística Arawak,


ha desarrollado celebraciones que giraban en torno al consumo de la bebida tradicional:
el masato.

Desde tiempos antiguos, este pueblo indígena u originario celebraba fiestas del masato,
las cuales constituían eventos claves en la vida social. Estos espacios consistían en la
elaboración de grandes cantidades de la bebida a base de yuca, la cual se tomaba de
forma fermentada. Los integrantes de las localidades se reunían en un ambiente de
compartir y celebraban tomando masato hasta que ya no quedara nada. Los
participantes de la fiesta del masato asistían con su mejor vestimenta y con pintura
corporal de color rojo, negro-azulado o combinando colores (Baer, 1994).

Diversos autores coinciden en que la fiesta de masato cumplía la función social de unir
al grupo, pero también de develar tensiones. De esta manera, la toma de masato
fermentado congregaba a las personas y durante sus interacciones contribuía a suavizar
las relaciones sociales entre vecinos, pero también en algunas ocasiones contribuía a
desinhibirse y manifestar conflicto o desacuerdo, cumpliendo también una función
catártica (Rosengren, 2004; Shepard e Izquierdo, 2003; Baer, 1994). Asimismo, las
fiestas del masato no solo eran ocasión de intercambio con los humanos, sino también
con los no humanos, puesto que se celebraban con fines de recibir la visita de los
espíritus saangarite.

Las fiestas eran una ocasión alegre para la representación de danzas y canciones por
medio del uso de instrumentos musicales locales como las flautas de pan o los
tambores. También se aprovechaba el momento para contar mitos, cuentos y la historia
local (Shepard e Izquierdo 2003). Por otro lado, los hombres con talento para la oratoria
realizaban duelos verbales denominados hantavage'ronúsi, “decir por gusto”. Aquí se

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solían lanzar indirectas, las cuales apelaban a los valores de la paz social entre vecinos
puesto que los contrincantes no debían tomarse personalmente lo declarado (Baer,
1994).

7.2. Manifestaciones Artísticas y Artefactos Culturales

Los Matsigenka se caracterizan por los vastos conocimientos sobre el espacio donde
habitan y por el desarrollo de artefactos a partir de materiales que el mismo medio
provee. Si bien con el pasar del tiempo varios objetos de fabricación industrial han
pasado a reemplazar los artículos de uso cotidiano, en algunas comunidades se sigue
fabricando objetos, los cuales, además, se destinan a la venta como artesanía
(Rosengren, 2004).

Tal caso ha sido el de la cerámica. Antiguamente los Matsigenka elaboraban vasijas y


ollas por medio de manipular y cocinar la arcilla. Progresivamente con el tiempo, la
introducción de ollas de acero reemplazó la antigua indumentaria, por lo que es poco
común encontrar mujeres que sigan elaborando o conozcan las técnicas para hacer
cerámica. Parte de la cultura material que sí continúa vigente es la elaboración de
telares, los cuales son utilizados usualmente para fabricar cushmas.

Por otro lado, parte de la indumentaria Matsigenka también lo conforman artefactos


fabricados de palma. En las familias es común encontrar las esteras o shitachi, la cual
se asemeja a alfombra o también es usada como un colchón donde se suelen echar a
dormir las personas. De igual manera, también es común la elaboración de cestos para
el transporte de diversas cosas así como de cernidores hechos de tejer fibra de palma
(Carrasco, 1970).

7.3. Vestimenta y Trajes Tradicionales

En el pueblo Matsigenka la vestimenta tradicional se denomina cushma o manchakintsi.


Consiste en una tela larga, la cual es vestida a modo de túnica y es usada tanto por
hombres como mujeres de todas las edades.

La cushma es una prenda elaborada por las mujeres, quienes le dedican sus ratos libres
o aproximadamente una hora del día. La fabricación de las cushmas puede ser una labor
de varias semanas, especialmente al inicio, donde se pasa a convertir los copos de
algodón en hilos que poco a poco se van hurdiendo en telares. La cushma es una
vestimenta usada en el cotidiano, aunque también se elaboran cushmas que se usan
solo en ocasiones especiales. En las familias todos los miembros suelen poseer al
menos una, siendo el número ideal de cushmas aproximadamente unas tres. Así, se
destina una cushma vieja para el trabajo en la chacra y en el campo, otra para el uso
diario y otra cuando amerite una ocasión especial. Es por dicho motivo que
antiguamente cuando se trataba de una familia extensa siempre había una mujer mayor
hilando para hacer cushmas a los más pequeños (Johnson, 2003).

Los diseños de las cushmas varían entre hombres y mujeres. Los primeros usan telas
con rayas verticales la cual es unida dejando un cuello en forma de “V”, mientras que en

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las mujeres las cushmas son con telas de rayas horizontales y el cuello recto. De igual
manera, tradicionalmente las mujeres adornaban sus vestimentas con cáscaras de
nuez, semillas, plumas y huesos (ILV, 2006). Por otro lado, al igual que en otros pueblos
indígenas u originarios, en la actualidad las cushmas han pasado por variaciones,
siendo el principal cambio la elaboración de cushmas a partir de telas industriales, como
el tocuyo.

Además de las vestimentas, tradicionalmente los Matsigenka empleaban otros


complementos en su vida cotidiana como la pintura corporal o algunos ornamentos. En
relación al primer punto, tanto hombres y mujeres pintaban sus caras con la tintura roja
que deja el fruto del achiote. Este era mezclado con grasa, lo que permitía una mejor
adherencia y fragancia. Por otro lado, otro tipo de tintura usada en este pueblo también
era el color negro que se obtenía de la planta conocida como huito (Carrasco, 1970).

En relación al segundo punto, los hombres Matsigenka solían utilizar como parte de su
vestimenta coronas hechas de madera. En estas también se podía apreciar plumas de
aves como el paujil trenzadas con hilos de algodón. Su uso casi siempre era durante
alguna ocasión especial o ceremonia. Para el caso de las mujeres, parte de su
apariencia antiguamente era llevar el cabello corto con un cerquillo el cual era alisado
por medio del uso de peines hechos de espinas. Asimismo, también se usaban el
curique, el cual consistía en una pieza de plata o de semilla que se portaba a manera
de adorno en la nariz (Carrasco, 1970).

8. Participación en relación al Estado


8.1. Participación en procesos de consulta previa

A nivel nacional, las siete (7) organizaciones nacionales representativas6 de los pueblos
indígenas y originarios han participado de la implementación de cinco (5) procesos de
consulta previa:

● Proyecto de Decreto Supremo que aprueba la Política Sectorial de Salud


Intercultural.
● Propuesta del Reglamento de la Ley Forestal y Fauna Silvestre.
● Propuesta de Resolución Ministerial que aprueba el Plan Nacional de Educación
Intercultural Bilingüe.
● Propuesta de Reglamento de la Ley de Lenguas Originarias.
● Propuesta del Reglamento de la Ley Marco sobre Cambio Climático.

Además, el pueblo Matsigenka, de manera específica, ha participado de tres (3)


procesos de consulta previa:

● Propuesta de Resolución Presidencial que prueba la propuesta de modificación


de la zonificación contenida en el Plan Maestro de la Reserva Comunal
Amarakaeri 2016-2020.
● Proyecto de Decreto Supremo que autoriza la suscripción del contrato de licencia

6
Para mayor información se puede visitar https://bdpi.cultura.gob.pe/organizaciones-representativas

bdpi.cultura.gob.pe
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para la exploración y explotación de Hidrocarburos en el Lote 175.
● Proyecto de Decreto Supremo que autoriza la suscripción del contrato de licencia
para la exploración y explotación de Hidrocarburos en el Lote 191.

Para conocer más sobre estos procesos, visite el portal web de Consulta Previa en:
http://consultaprevia.cultura.gob.pe/

8.2. Participación en espacios de difusión cultural

La Feria Nacional de Artesanía Arte Nativa (ARTE NATIVA), organizada por la Dirección
General de Artesanía del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR) es un
espacio de difusión cultural en el que participan representantes del pueblo Matsigenka.

La Feria ARTE NATIVA fortalece la valoración de los talentos, habilidades,


conocimientos y técnicas, además de promover el trabajo colaborativo, la protección del
medio ambiente, la interculturalidad y la generación de alianzas entre todos los actores
del sector artesanal. De tal manera, los expositores del pueblo Matsigenka presentaron
productos culturales en bisutería, fibra vegetal y pintura en las ediciones del 2017, 2018
y 2019.

Por otro lado, el Programa para la salvaguardia del arte tradicional peruano “Ruraq Maki,
hecho a mano”7, articulado por la Dirección de Patrimonio Inmaterial, el Museo Nacional
de la Cultura Peruana, el Proyecto Qhapaq Ñan y las Direcciones Desconcentradas de
Cultura, todas ellas instancias del Ministerio de Cultura, es otro espacio de difusión
cultural en el que participan representantes del pueblo Matsigenka.

En ese sentido, Ruraq Maki, hecho a mano, es uno de los esfuerzos públicos para el
registro, la investigación y la difusión del arte popular tradicional. Para la organización
de cada edición se convoca la participación de artistas populares tradicionales de todas
las regiones del país quienes, a través de su arte, mantienen vigentes prácticas
tradicionales y ancestrales, muchas de las cuales se remontan a períodos
prehispánicos. De tal manera, los expositores del pueblo Matsigenka presentaron
productos en bisutería artesanal, cestería y tejido con tintes naturales y algodón nativo.

9. Bibliografía

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