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COMENTARISTAS INVITADOS
Rafael Bernal
Profesor universitario en temas comerciales y arbitrales
“Despacio, despacio, se llega lejos”; pero no tanto. En 1980, tuve la oportunidad, en La sociedad
anónima en Colombia, de referirme a los sindicatos de accionistas –acuerdos de accionistas–. Y
señalando la importancia de los mismos, expresé la esperanza de que se lograra algún día entre
nosotros una legislación que canalizara esta práctica. Solo con la Ley 222 de 1995 logramos este
primer objetivo, y 15 años más se necesitaron para ver una aplicación práctica y sólida de la teoría.
Son los tiempos del Derecho, los tiempos de la justicia que, en nuestro país, no tiene tiempos.
Mencionaba allí la existencia de los “sindicatos de mando” que, conforme a la doctrina más
relevante, se encuadraban como un “contrato plurilateral parasocial”, alrededor del derecho de voto
que persigue, en grandes líneas, ejercer una influencia directa sobre el mando social y un mejor
balance entre las diversas fuerzas que en un momento componen la sociedad. Desde la teoría, el
fallo es la concreción de un largo camino.
Desde el precedente, no se puede menos que celebrarlo: por la celeridad –que entiendo ahora es
mucho mayor–, la especialidad y la calidad del mismo. Con el artículo 116 de la Constitución de
1991 y el ejercicio de funciones jurisdiccionales por entidades administrativas, se puso una gran
esperanza en contribuir para mejorar el crítico tema de la “justicia” en Colombia. Este
pronunciamiento, meritorio, a todas luces, muestra que con voluntad y capacidad profesional y
personal, sí se puede lograr. Lástima sí una segunda instancia que desdibuja el esfuerzo, para dejar
la decisión final en manos de quien no es especializado y donde la celeridad no es un afán. Una
segunda instancia en la misma Superintendencia, por ejemplo, sería lo deseable. Supongo que eso
tomará otros tantos años más.
Jorge Hernán Gil
Experto en Derecho Societario
La sentencia de abril 23 de la Superintendencia de Sociedades con respecto al acuerdo de
accionistas corresponde a una providencia expedida en un término muy corto, por un experto en
sociedades, como lo menciona el profesor Reyes.
Corresponde al primer antecedente jurisprudencial donde se acepta que la violación a lo pactado en
un acuerdo de accionistas constituye motivo para impugnar las decisiones sociales, si descontados
los votos emitidos en contravención al pacto, se afecta la mayoría decisoria. Se resalta que un
gerente de la sociedad depositaria, aunque sea representante legal de una sociedad socia, puede
firmar el acuerdo sin que se incurra en violación de la ley, dado que no es accionista y
administrador.
La formalidad consistente en que el acuerdo conste por escrito y se entregue al representante legal
para su depósito fue confirmada de manera brillante, al considerar que si un ejemplar del contrato
suscrito por los accionistas no fue entregado al representante legal solicitando su depósito,
haciéndolo oponible a la sociedad, se cumplió tal propósito, puesto a que en el Acta 27 de Junta
Directiva se transcribió el texto del acuerdo y se aprobó; reunión a la cual asistieron todos los
representantes de las sociedades signatarias quienes firmaron el acta, y además, asistió el gerente
de la sociedad depositaria. Teniendo en cuenta que el acta consta por escrito y que el libro reposa
en las oficinas de administración, también se ajustó el acuerdo, al artículo 70. Una conclusión
diferente desconoce gravemente el principio de la buena fe.
[1] Cuyo fundamento se encuentra en las normas previstas para la sociedad por acciones
simplificada, contenidas en el parágrafo segundo del artículo 24 de la Ley 1258 del 2008 y en el
artículo 252 de la Ley 1450 del 2011.
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