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Anarquismo en America Latina
Anarquismo en America Latina
Ya durante la década de 1860 las ideas anarquistas llegan a América Latina y se concretan en
algunos grupos de acción. En las Antillas francesas se fundan Secciones de la Internacional;
en México se difunden las ideas de Proudhon y Bakunin y surgen las primeras organizaciones
obreras, campesinas y estudiantiles de signo libertario. A comienzos de los años 70 es clara la
presencia de núcleos anarquistas en ambas márgenes del Plata. Desde entonces y durante
más de medio siglo, el anarquismo tiene una larga y accidentada historia en muchos de los
países latinoamericanos. En algunos de ellos, como en Argentina y Uruguay, logró la adhesión
de la mayor parte de la clase obrera, a través de sindicatos y sociedades de resistencia,
durante varias décadas. En otros, como en México, desempeñó un papel importante inclusive
dentro de la historia política y de las contiendas armadas del país. En Chile y Perú, fue
indudable iniciador de las luchas de la clase obrera en su dimensión revolucionaria. Inclusive
en aquellos países donde no logró después un gran arraigo sindical, como Ecuador, Panamá o
Guatemala, no cabe duda de que las primeras organizaciones obreras que trascendieron el
significado de meras sociedades de socorros mutuos y encararon la lucha de clases, fueron
anarquistas.
El anarquismo tiene, pues, en América Latina una amplia historia, rica en luchas pacíficas y
violentas, en manifestaciones de heroísmo individual y colectivo, en esfuerzos organizativos, en
propaganda oral, escrita y práctica, en obras literarias, en experimento teatrales, pedagógicos,
cooperativos, comunitarios, etc. Esta historia nunca ha sido escrita en su totalidad, aunque
existen algunos buenos estudios parciales. Más aún, quienes escriben la historia social,
política, cultural, literaria, filosófica, etc., del subcontinente suelen pasar por alto o minimizar la
importancia del movimiento anarquista. Hay en ello tanta ignorancia como mala fe. Algunos
historiadores desconocen los hechos o consideran al anarquismo o como una ideología
marginal y absolutamente minoritaria y desdeñable. Otros, por el contrario, saben lo que el
anarquismo significa en la historia de las ideas socialistas y comprenden bien su actitud frente
al marxismo, pero precisamente por eso se esfuerzan en olvidarlo o en desvalorizarlo como
fruto de inmadurez revolucionaria, utopismo abstracto, rebeldía artesanal o pequeño burguesa,
etc.
El presente Prólogo no pretende ser una historia completa del anarquismo latinoamericano,
sino simplemente un esbozo de ella. Aun así, la amplitud de la materia (que abarca desde
Argentina hasta México) y la escasez de estudios previos (que no sean parciales) nos ha
obligado a darle una extensión mayor que la habitual dentro de la Biblioteca Ayacucho. En él se
examinan los hechos sociales, la propaganda periodística, y la literatura del anarquismo en
cada país, desde el extremo meridional (Argentina) al septentrional (México). La antología
comprende escritos de autores anarquistas de varios países. Nuestro criterio de selección ha
sido no la excelencia literaria sino la relevancia ideológica o filosófica de los mismos. Pero
antes de proceder a dar un esbozo histórico, país por país, trataremos de establecer,
brevemente, algunos rasgos específicos del anarquismo en América Latina.
Como todo pensamiento originado en Europa, la ideología anarquista fue para América Latina
un producto importado. Sólo que las ideas no son meros productos sino más bien organismos
y, como tales, deben adaptarse al nuevo medio y, al hacerlo, cambiar en mayor o menor
medida.
Decir que el anarquismo fue traído a estas playas por inmigrantes europeos es casi acotar lo
obvio. Interpretar el hecho como un signo de su minusvalía, parece más bien una muestra de
estupidez. (La idea misma de «patria» y la ideología nacionalista nos han llegado de Europa).
Pero el anarquismo no fue sólo la ideología de masas obreras y campesinas paupérrimas que,
arribadas al nuevo continente, se sintieron defraudadas en su esperanza de una vida mejor y
vieron cambiar la opresión de las antiguas monarquías por la no menos pesada de las nuevas
oligarquías republicanas. Fue muy pronto el modo de ver el mundo y la sociedad que
adoptaron también masas autóctonas y aún indígenas, desde México a la Argentina, desde
Zalacosta en Chalco hasta Facón Grande en la Patagonia. Muy pocas veces se ha hecho notar
que la doctrina anarquista del colectivismo autogestionario, aplicada a la cuestión agraria,
coincidía de hecho con el antiguo modo de organización y de vida de los indígenas en México y
del Perú, anterior no sólo al imperialismo español sino también al imperialismo de los aztecas y
de los incas. En la medida en que los anarquistas lograron llegar hasta los indígenas, no
tuvieron que inculcarles ideologías exóticas, sino sólo tornar conscientes las ancestrales
ideologías campesinas del «calpull» y del «ayllu».
Por otra parte, en la población criolla se había arraigado muchas veces una tendencia a la
libertad y un desapego por todas las formas de la estructura estatal que, cuando no eran
canalizadas por las vías del caudillaje feudal, eran tierra fértil para una ideología libertaria. Casi
nunca se menciona la existencia (en Argentina y Uruguay) de un «gauchaje» anarquista, que
tenía su expresión literaria en los payadores libertarios. Pero, aun prescindiendo de esto
fenómenos, que serán considerados sin duda poco significativos por los historiadores
académicos y marxistas, puede decirse sin lugar a dudas que el anarquismo echó raíces entre
los obreros autóctonos mucho más profunda y extensamente que el marxismo (con la sola
excepción, tal vez, de Chile).
De todas maneras, si se exceptúa este caso singular (que podría tener sólo una réplica en el
reciente P.V.P. uruguayo, cuya ideología anarquista es, sin embargo, mucho más dudosa),
puede decirse que en América Latina el anarquismo fue casi siempre anarcosindicalismo y
estuvo esencialmente vinculado a organizaciones obreras y campesinas. Hubo, sin duda,
algunos anarco-individualistas en Argentina, Uruguay, Panamá, etc., y también algunos anarco-
comunistas enemigos de la organización sindical en Buenos Aires (durante las décadas de
1880 y 1890), pero la inmensa mayoría de los anarquistas latinoamericanos fueron partidarios
de un sindicalismo revolucionario y antipolítico (no, como suele decirse equivocadamente, a-
político) En esto se diferencia el anarquismo latinoamericano del norteamericano. En Estados
Unidos hubo, sin duda, un poderoso sindicalismo anarquista, cuyo más celebre testimonio fue
brindado por los mártires de Chicago. Este anarquismo, que representaba la continuación del
movimiento anti-esclavista en el ámbito de la civilización industrial, fue promovido por
emigrantes (italianos, alemanes, eslavos, etc.), cuyo prototipo revolucionario era el germano
Johann Most. Más tarde hubo también un sindicalismo revolucionario (anarquista o cuasi-
anarquista), el de los Industrial Workers of the World (IWW), que prolongaba, a su vez, en el
mundo del trabajo industrial, las tradiciones de lucha del viejo Far West. Pero, por otra parte,
hubo también, desde mucho antes, una corriente autóctona, representada por grandes figuras
literarias como Thoreau y Emerson, que nada tiene que con el movimiento obrero, que hunde
sus raíces en el liberalismo radical de Jefferson, y otros pensadores del siglo XVIII, que se
prolonga tal vez en lo que hoy se denomina «libertarianism». No se trata de una ideología anti-
obrera (aunque hay, sin duda, hoy, libertarios de derecha), pero se desarrolla en un plano
ajeno a las luchas laborales, y sus motivos principales son la negación de la burocracia y del
Estado, los derechos humanos, el antimilitarismo, etc.
Por otra parte, el anarquismo presenta también algunos rasgos diferenciales en los diferentes
países de América Latina. En la Argentina ha sido, con la FORA, más radical, hasta el punto de
ser considerado extremista por la CNT española. En Uruguay ha sido más pacífico, como ya
señalaba Nettlau, tal vez porque menos perseguido (excepto durante la última dictadura). En
México ha tenido significación en el gobierno, no sólo por la participación del magonismo en la
revolución contra Porfirio Díaz, sino también porque la Casa del Obrero Mundial brindó a
Carranza sus «batallones rojos» en la lucha contra Villa y Zapata y porque los dirigentes de la
CGT polemizaron con el propio presidente Obregón. En Brasil, por el contrario, estuvo siempre
al margen de toda instancia estatal, y la república militar-oligárquica nunca lo tomó en cuenta
sino para perseguir, desterrar o asesinar a sus militantes. Fenómeno típico de ciertos países
latinoamericanos, entre 1918 y 1923, fue el anarco-bolchevismo. En Argentina, Uruguay, Brasil
y México sobre todo, al producirse en Rusia la revolución bolchevique, muchos anarquistas se
declararon partidarios de Lenin y anunciaron su incondicional apoyo al gobierno soviético, pero
no por eso dejaron de considerarse anarquistas. Esta corriente desapareció con la muerte de
Lenin, pues quienes decidieron seguir a Stalin ya no se atrevían sin duda a llamarse
«anarquistas».
En todos los países latinoamericanos el anarquismo produjo, además de una vasta propaganda
periodística y de una copiosa bibliografía ideológica, muchos poetas y escritores que, con
frecuencia, fueron figuras de primera línea en las respectivas literaturas nacionales. No en
todas partes, sin embargo, fueron igualmente numerosos y significativos. En Argentina y
Uruguay puede decirse que la mayoría de los escritores que publicaron entre 1890 y 1920
fueron, en algún momento y en alguna medida anarquistas. En Brasil y en Chile hubo
asimismo, durante ese periodo, no pocos literatos ácratas, aunque no tantos como en el Río de
la Plata. En Colombia, Venezuela, Puerto Rico, etc., si bien no floreció una literatura
propiamente anarquista, la influencia de la ideología libertaria se dio más entre literatos y
poetas que en el movimiento obrero. Es importante hacer notar, sin embargo que aun allí
donde la literatura y anarquismo casi sinónimos, como en el Río de la Plata (periodo
mencionado), los intelectuales anarquistas nunca desempeñaron el papel de élite o vanguardia
revolucionaria y nunca tuvieron nada que ver con la universidad y con la cultura oficial. En esto
el anarquismo se diferencia profundamente del marxismo.
1) Una serie de golpes de Estado más o menos fascistoides, que se producen alrededor del
año 30 (Uriburu en Argentina, Vargas en Brasil, Terra un Uruguay, etc.) Todos ellos se
caracterizan por una represión general contra el movimiento obrero, los grupos de izquierda y
los anarquistas en especial. En ciertos casos (Argentina) llegan a desarticular enteramente la
estructura organizativa y propagandística de las federaciones obreras anarcosindicalistas.
La prensa libertaria: Los primeros periódicos anarquistas aparecen a partir de 1904, año en
que fue fundado el periódico anarquista Los Parias. Periódicos como Simiente Roja, El
Hambriento, Humanidad, El Oprimido, La Antorcha, Los Oprimidos, El Ariete y La Protesta
aparecerían posteriormente.
Una naciente cultura libertaria: La actividad cultural libertaria también se inició en la primera
década del siglo XX. El grupo libertario “Humanidad” y el “Centro Socialista 1ero de Mayo se
fusionaron para dar paso al “Centro de Estudios 1ero de Mayo” en 1909. Ese mismo año, se
representó una obra para conmemorar una masacre de mineros chilenos en 1907. En 1910, se
funda el “Centro Racionalista Francisco Ferrer”, en honor al anarquista y pedagogo español, y
en 1911, el “Centro Artístico de Vitarte”, posteriormente “Centro artístico Nueve de Enero”. En
tal centro se representaron obras como El Cristo Moderno, La Hoguera o Juan Ose.
Las primeras manifestaciones en Lima y Callao y la lucha por las 8 horas: Los panaderos
fueron los primeros al adoptar la idea anarquista en 1905, organizados en la Federación de
Obreros Panaderos “Estrella del Perú” y liderados por Manuel Caracciolo Lévano y Delfín
Lévano. Ese mismo año se celebra en Lima por primera vez el 1ero de Mayo, en
conmemoración de los Mártires de Chicago, anarquistas que fueron llevados a la orca por un
atentado que no cometieron en 1886 en la ciudad de Chicago en EEUU.
En 1911, después de una huelga de 29 días, los anarcosindicalistas organizan el primer paro
general en Lima y Callao, demandando un aumento, la reducción del día laboral de 13 a 10
horas y la eliminación del trabajo de noche. Al día siguiente, el presidente Leguía interviene y
obliga a los patrones a aceptar las demandas de los obreros. Los sindicatos de panaderos,
textiles, zapateros, portuarios, etc. se federaron y dieron nacimiento en 1912 a la Federación
Obrera Regional Peruana (FORP), adherente a la Asociación Continental Americana de
Trabajadores (ACAT) de carácter anarcosindicalista.
Arequipa: En otras ciudades como Arequipa o Trujillo, los sucesos seguían la misma línea
libertaria. En 1926, se funda en Arequipa la Federación Obrera Local de Arequipa (FOLA), de
la cual destacan el tipógrafo Jacinto Liendo y el sastre Francisco Ramos. La FOLA,
especialmente el sector de Mollendo, mantenía un contacto estrecho con la Industrial Workers
of the World (IWW) de Chile. En efecto, los trabajadores peruanos de Mollendo fraternizaron
con sus colegas chilenos en secreto. El gobierno respondió enviando dos barcos navales al
puerto. En 1925, la FOLA, apoyada por la FOL y la IWW lanzó una huelga general para detener
la Ley de Conscripción Vial, la cual obligaba a los hombres adulto de trabajar gratuitamente
para el estado 12 días al año. El anarquismo continuó su presencia en la ciudad blanca en los
años 30.
Cuzco: En Cuzco, intelectuales como Luis Velasco Aragón, Julio Luna Pacheco, Humberto
Pacheco, Roberto Latorre, entre otros, fueron los principales exponentes de la idea anarquista.
El más influyente fue tal vez Velasco Aragón, un discípulo de Manuel González Prada. Velasco
Aragón fundó y dirigió el “Centro Manuel González Prada” y centro artístico y literario “Capa y
Espada”. También existió una universidad popular que contó con más de cien estudiantes, de
la cual destaca Ricardo Santos, un carpintero proponente del anarcosindicalismo. En Cuzco,
se creó la Federación Obrera Local del Cuzco, modelada también en la FORP.
En Sicuani, había una biblioteca comunal llamada “El Ayllu”, fundada por Miguel Ángel Delgado
Vivanco, uno de tres hermanos anarquistas muy conocidos y respetados en Cuzco y Apurímac.
A esta biblioteca acudió un joven llamado José María Arguedas, quien también recordara
melancólicamente el sonido del carnaval de Tambobamba, pueblo fundado por Eramos
Delgado V., Encino del Val, otro discípulo de Manuel González Prada, y a quien Arguedas le
tenía mucho cariño. El tercer hermano Delgado Vivanco también fundó una biblioteca
anarquista en Cotabambas.
En Otras Provincias: Hasta la primera década del siglo XX, el anarquismo se había
concentrado en ciudades como Lima, Trujillo, Arequipa, Cuzco, Chiclayo, Huacho, etc. pero a
partir de 1909, las ideas anarquistas se expandirían por todo el país. En 1912, ocurre la
matanza del valle de Chicama, cuando cientos de jornaleros son asesinados por los gamonales
que hacían caso omiso a sus reclamos. La infame tragedia impulsó la radicalización de más
activistas como M. Herminio Cisneros que pronto se convirtieron al anarquismo. Por su parte,
Teodomiro Gutierrez, Cuevas, más conocido como Rumi Maqui, influenciando por las ideas
anarquistas, lanza una gran insurrección indígena en 1914 que fuera derrotada en 1915.
En 1909, se crea la Asociación Pro-Indígena, a la cual se une Miguelina Acosta Cardenas a
partir de 1917. En 1920 se crea el “Comité Pro-Derecho Indígena – Tahuantisuyo”, en el cual
participa Carlos Condorena, un campesino puneño ávido lector de periódicos anarquistas y en
1923 la “Federación Indígena Obrera Regional Peruana”. El anarquismo se fusiona así con el
movimiento campesino, llegando a crear una nueva ideología, mezcla de anarquismo
revolucionario y milenarismo que buscaba en el imperio incaico un modelo de sociedad.
El Declive: A finales de los años 1920, el anarquismo pierde mucho campo, y el movimiento
obrero vira rápidamente hacia el pensamiento marxista de Mariátegui y el pensamiento
populista e inter-clasista de Haya de la Torre.
El porqué de este rápido abandono de las ideas libertarias ha sido examinado por varios
historiadores que presentan diferentes explicaciones. Lo más probable es que el abandono de
estas ideas fue causado por múltiples factores. La revolución rusa y el prestigio de los
bolcheviques fueron un factor. La gran represión sobre los grupos anarquistas, las expulsiones
de militantes, e incluso la tortura, como en el caso de Delfín Lévano, fue otro factor. También
es probable que la mayor parte de la clase trabajadora y el campesinado no haya sido lo
suficientemente expuesto a las ideas libertarias, y tras la represión a los grupos anarquistas, se
creó un vacío ideológico. Y aún otro factor podría ser la dificultad de la aceptación de las ideas
libertarias en una sociedad tan conservadora como la peruana, que se prestaba más a ideas
populistas que a conceptos como “internacionalismo” o “lucha de clases.”
Y sin embargo, las ideas libertarias no desaparecieron del todo. En las décadas posteriores,
serían comunes los homenajes a Manuel González Prada, o las celebraciones del Primero de
Mayo. A finales de los 50s, aparecería la Federación Anarquista del Perú, de la cual destaca
Wenceslao Zavala Grimaldo, quién fuera recluido en la isla del Frontón. Se sabe de
anarquistas que, en los 60s, formaron parte de las primera guerrillas como el MIR o el ELN.
Posteriormente, durante el gobierno de Velasco, libertarios como Jaime Llosa participaron en la
creación de cooperativas obreras y agrícolas.
El Presente: Pero no sería hasta la década de 1980 cuando las ideas anarquistas renacen con
el rock subterráneo y la contracultura. Sin embargo, la falta de información sobre la historia y la
práctica anarquista frenó su desarrollo. Se crearon grupos como Movimiento Anarquista de
Lima (MAL), Colectivo de Juventudes Anarquistas (CAJA), Autonomía Proletaria,
Colectivización, o Lucha Proletaria. Aparecen también publicaciones como Desobediencia o
Humanidad.
En la década del 2000 aparece la agrupación Qhispikay Llaqta, luego colectivo Estrella Negra,
que dieran paso a Unión Socialista Libertaria, con grupos en Lima y Huancayo, y que publica el
periódico Avancemos. Unión Socialista Libertaria adhiere a la plataforma Anarkismo, y estuvo
presente en el Reencuentro Internacional del Anarquismo en St. Imier, Suiza, en el 2012 que
conmemoraba los 140 años de la Internacional de St. Imier. Hubieron cortejos anarquistas
presentes en las movilizaciones por lo sucedido en Bagua y contra el proyecto minero en
Conga. Así mismo, desde hace algunos años, también hay una presencia anarquista notable el
1ero de Mayo en Lima. En el ámbito estudiantil, Tendencia Estudiantil Libertaria (TEL) en Lima
y el Círculo de Resistencia Estudiantil Ácrata (CREA) de Arequipa han aparecido en escena.
En Arequipa, también se cuenta con la presencia del colectivo Amor y Odio.
Como diría Manuel González Prada, “no quiere decir que nos hallemos en vísperas de
establecer una sociedad anárquica. Entre la partida y la llegada median minas de imperios,
lagos de sangre y montañas de víctimas. Nace un nuevo cristianismo sin Cristo, pero con sus
perseguidores y mártires. Y si en veinte siglos no ha podido cristianizarse el mundo, ¿cuántos
siglos tardara en anarquizarse?”