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En el prado, Platero experimenta por primera vez lo que es el eco, que le devuelve sus propios
rebuznos. El sonido le causa inquietud y quiere irse.
Platero y Juan Ramón han invitado a comer a varios niños. De repente, uno de ellos se levanta
lleno de energía y emoción cuando oye llegar a su madre.
Juan Ramón pide Platero que admire con él la fuente del pueblo, donde el agua brota blanca y
celeste, creando un bello espectáculo de colores.
Los dos protagonistas caminan entre el paisaje otoñal, en el que el autor destaca los árboles
sin hojas.
Juan Ramón rememora cómo cuando era niño y el invierno empezaba a llamar a la puerta
comía piñones. Decide pues ir a comprar algunos para compartirlos con su amigo Platero.
Platero y Juan Ramón llegan al naranjal, donde aparentemente no hay nadie. Al poco rato se
dan cuenta de que no están solos, pues hay un toro que se ha fugado y está yendo hacia la
colina para escapar.
Noviembre ha llegado y eso quiere decir que Platero pronto tendrá que ponerse a trabajar en
la vendimia.
Juan Ramón y Platero se encuentran por el camino una escena que les entristece mucho. Una
yegua ha muerto porque su dueño la echó por vieja y porque luego unos niños, cuando la
vieron desnutrida en medio del campo, empezaron a tirarle piedras.
Juan Ramón observa la procesión, de la que también forma parte Platero, que se dirige a los
campos de vendimia.
Juan Ramón narra que los gitanos nómadas ya han vuelto al pueblo y han pedido permiso al
alcalde para acampar El autor recuerda cómo se divertían y también como robaban.
Platero observa hipnotizado una llama de fuego. Juan Ramón hace lo mismo, describiendo su
belleza y comparándola con el cuerpo de una mujer.
El autor empieza a ser consciente del envejecimiento de Platero, que cada vez está más
cansado y más perdido.
Juan Ramón observa que Platero bosteza aún cuando ha dormido mucho, por lo que se
pregunta si el hecho de que no haga nada no será culpa suya por no haberlo puesto nunca a
trabajar.
Es Noche Buela y Juan Ramón cuenta cómo toda su familia está reunida en casa. Platero juega
con los niños que lo visitan en una noche tan especial.
Platero y Juan Ramón pasan por la calle donde el hombre nación. Recuerda que cuando era
niño era una calle donde siempre había marineros, que daban un poco de miedo por llevar
siempre un cuchillo encima.
El invierno está a punto de llegar, algo que se nota por cómo está cambiando el aspecto de la
naturaleza.
Juan Ramón cuenta que hoy el ciego ha estado ordeñando a su burra. El animal ya está muy
mayor, igual que su amo, y actúa casi como un lazarillo a pesar de lo mal que la trata el ciego.