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Capítulo XLI: Carbón

Carbón es el doctor de Platero. El poeta lo describe como un hombre afable y nos cuenta,
como curiosidad, que solo come pan reblandecido porque no le quedan dientes. También nos
dice que siempre ríe menos cuando acude al cementerio a visitar la tumba de su hija.

Capítulo XLII: El niño del agua

Juan Ramón le cuenta a Platero que ese niño que siempre ven jugando en el agua y
disfrutando de ella se ha llevado su alma con su contagiosa felicidad.

Capítulo XLIII: La amistad

Juan Ramón reflexiona sobre la bonita amistad que le une a Platero, que es más que un burro
o un animal para él. Juntos juegan y saben lo que el otro quiere, por eso Platero sabe que tiene
que llevar siempre a Juan Ramón al pino.

Capítulo XLIV: La arrulladora

El poeta describe una bonita escena en la que la hija del carbonero acuna y trata de dormir a
su hermanito.

Capítulo XLV: El árbol del corral

Juan Ramón cuenta que hay un árbol en su jardín que sembró el mismo. Aunque a veces se ha
olvidado de él, este no ha dejado de crecer.

Capítulo XLVI: La tísica

Juan Ramón le pide a Platero que saque a pasear en su lomo a una mujer que sufría de fiebre
tísica. La mujer ya está cansada de su enfermedad, pero el burro la trata con cuidado.

Capítulo XLVII: El rocío

En la procesión de la Virgen del Rocío, a la que acude todo el pueblo, van también Juan Ramón
y Platero, al que el primero se ha preocupado de limpiar y acicalar. Narra la alegría compartida
del evento.

Capítulo XLVIII: Ronsard

Ambos protagonistas, como siempre juntos, se sientan en la pradera de flores amarillas. Así de
cómodos, Juan Ramón recita algunos de sus versos escritos en francés.
Capítulo XLIX: El tío de las visitas

En una calle completamente en silencio, empieza a sonar música. El causante de tal alboroto,
que anima a bailar y a gritar a los niños, es el Tío de las Visitas. No le importa además que
nadie pueda darle algo de dinero, ya que disfruta viendo cómo los pequeños se acercan,
muestras interés por los sonidos y participan como pueden en la melodía.

Capítulo L: La flor del camino

Por el camino Juan Ramón y Platero siempre se cruzan con una flor verdaderamente hermosa.
Su pureza es tal que, da igual cuanta gente pase, nunca sufre daños.

Capítulo LI: Lord

Juan Ramón recuerda a su perro de la infancia, Lord, que estuvo con él en los momentos más
duros de su vida, como la enfermedad de su madre. Cuando otro perro con rabia lo mordió
hubo que encerrarlo.

Capítulo LII: El pozo

En una bonita descripción llena de adjetivos y también reflexión, el autor equipara lo profunda
que es la palabra «pozo».

Capítulo LIII: Alberchigos

Platero y Juan Ramón ven a un niño con un burro, lo que hace que el autor recuerde con
melancolía y nostalgia los tiempos en los que ambos gozaban su juventud.

Capítulo LIV: La coz

Platero quiso acompañar a Juan Ramón y a su amigo Montemayor al herradero de los novillos.
Montemayor decide subirse en el burro, pero este no soporta bien el peso y se le hincha le
vena.

Capítulo LV: Asnografía

Juan Ramón rechaza la idea preconcebida que hay de los asnos y los burros, reconociendo que
son animales mejor que los humanos.

Capítulo LVI: Corpus

Platero se sienta mientras su dueño le explica todo lo que pasa en la procesión del Corpus, que
pasa ante ellos.
Capítulo LVII: El Paseo

Sus paseos son lentos y tranquillo. Platero se suele sentar o comer hierba del prado mientras
Juan Ramón recita sus poemas.

Capítulo LVIII: Los gallos

Juan Ramón describe una escena en la que las personas montan mucho alboroto viendo una
batalla de gallos. El autor rechaza esa violencia y lo pasa mal mientras es testigo del
«espectáculo».

Capítulo LIX: Anochecer

El autor describe la noche en el pueblo. Por un lado, hay una luz que invita a ver a las gentes
volviendo del trabajo, a los niños jugando… Pero la oscuridad también deja ver a los mendigos,
a los ladrones esperando su oportunidad…

Capítulo LX: El sello

Juan Ramón cuenta su ilusión al recibir un sello personalizado, donde pone su nombre y
también el de su pueblo: Juan Ramón Jiménez-Moguer.

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