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Escuela de Ciencias Sociales

Seminario de Estudios Filosóficos Históricos

Resumen

Las éticas teleológicas. I: La excelencia

Estudiante

Marvin Gerardo Peraza Morales – 2015125325

Profesor

Jorge Prendas Solano

Fecha

9 de setiembre

II Semestre, 2016
Escuela de Ciencias Sociales 09/09/2016
Seminario de Estudios Filosóficos Históricos Resumen

Las éticas teleológicas. I: La excelencia


Las primeras producciones de la filosofía moral (Grecia, siglo IV a.C.) difícilmente serán
igualadas a lo largo de los siglos. Se manifiesta la conciencia moral, la autoestima en la ética,
búsqueda de autenticidad y el triunfo interior.

El primer defensor de la ética, o filosofía moral y política, fue Sócrates, quien también ha sido
inspiración para las teorías más importantes. Fue el primer formulador de un concepto nuevo de
excelencia (areté).

En este análisis de aportaciones éticas teleológicas, debe anunciarse que el énfasis en la


excelencia individual va acompañado por algunas importantes carencias de la ilustración ateniense
que llegarían hasta el Siglo de las Luces. Por ejemplo, la declaración de los derechos válidos para
todos los seres humanos.

Debe advertirse también que el teleologismo clásico, presenta la ventaja de acentuar no sólo
la importancia de los logros conseguidos con nuestras acciones, sino la realización de una obra de
arte con nuestra propia vida, el desarrollo de nuestras potencialidades y virtualidades, de modo que
vivamos con gozo nuestras relaciones con la sociedad, asumiendo responsabilidades con gusto y
disfrutando prudencial y éticamente de la vida.

La ética griega no busca el conformismo con la moral grupal, sino la autodeterminación del
individuo y su obediencia a los dictados de una razón condicionada. Algunos pasajes relativos
aportados por grandes pensadores, que permiten la caracterización de la ética griega son los
siguientes:

Sócrates

Constituye el anticipo de las éticas teleológicas y de lo mejor de las éticas deontológicas. Con
Sócrates se inaugura la concepción ética de la vida. Su defensa de la conciencia particular, la valoración
de la voz de la conciencia, la defensa del autoestima y la autodeterminación son precursores de la ética
kantiana.

Sócrates se muestra como un ciudadano ilustrado que antepone el interés de Atenas, a cualquier
otra clase de consideraciones morales, sin dejar de lado su personalidad parlanchina, callejera y
demoledora de la moralidad convencional. Este pensador representa lo más cercano posible al concepto
griego de ciudadano excelente. Además, inauguró la variedad de éticas teleológicas conocida como
perfeccionismo, que más allá de orientar a los actos correctos, promueve la generosidad y el
autoperfeccionamiento.

Nos brindó en su Apología, una lección sobre la virtud, pidiendo para sus hijos no bienes
materiales, fama o riqueza, sino el mismo tipo de riqueza moral que él quiso repartir entre sus ciudadanos:
respeto propio, amor a uno mismo. Sócrates, lleva a cabo el tránsito espontáneo del es al debe, es decir,
de la condición humana, el bienestar, los intereses y necesidades humanas, a la moralidad crítica, a la
ética.

Platón

Se muestra más rotundo, contundente y dogmático frente a la actitud lúdicamente vacilante


de Sócrates. Platón hace una propuesta objetivista de la ética, situando el mundo de los valores en
un ámbito distinto al natural, con el fin de evitar reduccionismos sociologizantes.

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Lo que es bueno en una comunidad determinada, no tiene por qué ser considerado como
necesariamente bueno. La ética teleológica de Platón se marca unos objetivos y metas que
dependen de las necesidades y anhelos básicos de la naturaleza humana.

En Eutifrón, Platón muestra la imposibilidad de definir lo bueno como lo “mandado por los
dioses”. En la República, no se niega la estrecha vinculación entre la felicidad y la justicia, lo que
constituye un hito histórico al inaugurar los fundamentos de una ética normativa teleológica con
núcleo en la búsqueda conjunta de la felicidad, excelencia y justicia.

Platón nos exhorta su respeto a los cuerpos y las almas hermosas, a una fundamentación de
la ética y a la configuración de nuestras vidas de acuerdo con una razón apasionada.

Además, menciona que vale la pena ser moral porque sólo los individuos que obran de
acuerdo con la justicia son plenamente dichosos. Aquí puede verse cómo justifica su propuesta de
una organización política y social en la que el poder es ostentado exclusivamente por la razón y el
coraje. Vale la pena desligarnos del grupo, “ascender” hacia el conocimiento y la luz. Vale
especialmente la pena anunciar la buena nueva.

Platón puso los cimientos para el desarrollo de todas la éticas teleológicas futuras que
coloquen al ser humano y su felicidad por encima de todo otro tipo de consideraciones.

Aristóteles

Ha sido el autor más citado como representante de las éticas teleológicas en la Antigüedad
clásica. Sus teorías fueron adoptadas y desarrolladas dentro de un concepto más teológico que
teleológico por Tomás de Aquino, lo que dio mayor difusión a sus teorías éticas.

Tuvo mayor claridad expositiva y un mayor rigor lógico en sus escritos que Platón. Ambos
son catalogados como representantes de las éticas eudemonistas, frente a las rivales éticas
hedonistas. Tanto Aristóteles como Platón valoran el bienestar del cuerpo y del espíritu por igual.

Es de especial es histórica importancia su distinción entre bueno como medio y bueno como
fin, noción que se encuentra en la base de las distinciones contemporáneas en filosofía moral y
política. Aristóteles insiste en la necesidad de averiguar por qué llamamos buenas una serie de
cosas, objetos y conductas.

Si está claro que el placer y el dolor mueven a las criaturas humanas en sus actuaciones, y
han de ser tenidos en cuenta a la hora de fundamentar una ética y filosofía política, que para
Aristóteles se ocupa del estudio del placer y el dolor, no todos los placeres cuentan por igual. Para
él, los placeres espontáneos entorpecen la búsqueda de la vida excelente.

Aristóteles, como Kohlberg, considera que el ser humano está llamado naturalmente a su
autodesarrollo. Una criatura desarrollada encuentra satisfacción en los placeres más profundos y
duraderos, y no los espontáneos.

Para Aristóteles, la felicidad es lo más excelente. Es el fin de todas nuestras acciones, y de


la acción política en general. La felicidad la elegimos por ella misma y nunca por otra cosa.
Consideramos suficiente lo que por sí solo se hace deseable en la vida.

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La optimista concepción del hombre como ser en continuo desarrollo, capaz de convivir con
sus amigos y conciudadanos, ayuda a Aristóteles a verificar el paso desde el hedonismo ético
individualista hasta un hedonismo ético político. “Procurar el bien de una persona es algo deseable,
pero es más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo o una ciudad”.

Aristóteles reflexiona acerca de las formas más burdas del del egoísmo, socialmente
rechazables, diferenciándolas de la búsqueda del amor propio, de la propia excelencia como algo
elogiado y elogiable. “El hombre bueno debe ser amante de sí mismo”.

Otro punto que este pensador indica con acierto es que las virtudes no son producidas por la
naturaleza ni contra ella, sino que se trata de potencialidades que pueden llegar a ser o que pueden
atrofiarse de acuerdo con nuestra perseverancia y conforme a nuestros hábitos y energías.

Epicuro

“La amistad danza en torno a la tierra y, como un heraldo, anuncia a todos nosotros que
despertemos para la felicidad”. Esta proclamación de Epicuro cierra el primer momento de éticas
teleológicas, resumiendo los puntos cruciales que deben prolongarse a través del tiempo: la
cordialidad y la alegría, la apelación al optimismo, el deseo de que todos participen de la amistad.

Puede decirse que Epicuro fue más individualista que Platón o Aristóteles, sin embargo,
comparte prácticamente todas las ideas centrales defendidas por las éticas teleológicas:

1. El bien se basa en el placer mayor. En segundo lugar, en placer, para merecer ese
nombre, tiene que ir asociado a la excelencia. Placer es aquel que resulta mejor tras
un cálculo ponderado y equilibrado desde la imparcialidad.
Para este filósofo, la propia filosofía no es sino “una actividad que con discursos y
razonamientos procura la vida feliz”.
2. Calidad de los placeres. “Cuando decimos que el placer es el fin, no nos referimos a
los placeres de los disolutos que dan el goce (…) pues ni banquetes, ni orgías
constantes (…) engendran una vida feliz”. Solo una vida ordenada es digna y
excelente.
3. Respecto al cálculo prudente de los placeres, los fragmentos de Epicuro eran
protoutilitaristas. Al elegir los placeres y dolores “conviene juzgar todas estas cosas
con el cálculo y la consideración de lo útil y conveniente”.
Epicuro juzga que las leyes no son un fin en sí mismas sino únicamente medios para
la utilidad general.
Para Epicuro, el placer implica sabiduría y excelencia, y la sabiduría y la excelencia
son la fuente más profunda del placer.

Tanto Epicuro, como Aristóteles y Platón, anticipan en buena medida lo mejor de las éticas
teleológicas posteriores del bienestar.

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