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1. La a ct it u d d e S a n to T o m á s h a cia la e sté tica .

H asta hoy m ism o, los partida­


rios de la escolástica consideran a Santo Tomás (1225-74) como el m ayo r filósofo y
estético de la misma. Ello no obstante, debemos señalar que Santo Tom ás no se in­
teresó sobremanera por la estética, y si se ocupó de ella fue sólo porque no la pudo
eludir en su gran sistema filosófico. Pero aunque la tratara m arginalm ente, en sus
conceptos estéticos salen a relucir tam bién y en gran m edida sus enorm es facultades
intelectuales.
El método escolástico de com poner y contraponer conceptos condujo a Santo
Tom ás a considerar ciertas cualidades de lo bello que habían pasado desapercibidas
aún a aquellos autores para los cuales la estética era de sumo interés y que tenían
mejores conocimientos en el cam po del arte. No fue Tomás de Aguino el único caso
de este tipo en la historia de la estética. Cinco siglos más tarde, Inm anuel Kant, que
tampoco m ostraría gran interés p or la estética, al incluirla en el sistem a filosófico,
hizo que esta disciplina diera un enorm e paso hacia adelante.
Santo Tomás no escribió en efecto ningún tratado específico dedicado al estudio
del arte ni la belleza. El tratado D e p u lc h r o , que se le ha atribuido, no salió de su
plum a. Es m ás: el filósofo no consagró a las cuestiones de lo bello ni un solo capí­
tulo de sus escritos, refiriéndose a la belleza sólo cuando lo requerían otros tem as;
adem ás, siempre que lo hizo, la trató concisamente y sin entrar en detalles, pero sus
lacónicas observaciones indican que tenía un concepto m uy claro de la mism a. En
cualquier caso, resulta una tarea bien difícil com poner en base a enunciaciones ac­
cidentales una teoría estética com pleta, y más laborioso todavía será com paginar
aquellas observaciones sueltas, procedentes de diferentes períodos y hechas con di­
versas o casio n esa.
2. Las tesis tr a d icio n a le s e n la e s té tica d e S a n to T om ás. Tomás de A quino, dis­
cípulo de Alberto M agno, asistió a sus clases, que trataban, entre otras cosas, tam­
bién de la estética, por lo que asum ió algunos conceptos aristotélicos, sobre todo el
de la forma. Y también de A lb erto o tal vez de otros maestros tom ó varias de las
tesis pertenecientes a la tradición estética del medievo:
1. Así la tesis de que, junto a la belleza sensible, existe también la belleza in­
teligible (o, dicho en otros térm ino s: junto a la belleza corpórea existe la belleza es­
p iritu al; junto a la belleza exterior, la belleza interior);
2. La tesis de que además de la belleza imperfecta que conocemos por expe­
riencia existe también y sobre todo la perfecta belleza divina;
3. La tesis de que la belleza im perfecta es reflejo de la perfecta, existiendo qn
ella y gracias a ella y aspirando a ella;
4. La tesis de que lo bello difiere conceptualm ente de lo bueno, aunque no di­
fieren in r e porque todas las cosas buenas son bellas, y todas las bellas son buenas;

2 P. Vallet, L ’id é e d u b e a u d a n s la p h ilo s o p b ie d e St. T h om a s d ’A quin, en: «Précis historiques», III


série, X, 1880.— L. Schütz, T hom as-Lexicon 2 A ufl. 1895.—M. de W ulf, L es th é o r ie s e s th é tiq u e s p r o p r es
a St. T h o m a s d*Aquin. «Revue N éo-scolastique», II, 1895.—É tud es h isto r iq u es su r P e s th é tiq u e d e St. T h o ­
m a s, 1896.—J. M aritain, A rt e t s co la s tiq u e , 1920.— M . de M unnynck, L 'esth étiq u e d e St. T h o m a s d ’A­
q u in , en: San T om m a so d ’A qu ino, M iscella n ea , M ilano, 1923.—A. Dyroff, Ü b er d ie E n tw ick lu n g u n d
w e r t d e r A sthetik d es T h om a s v o n A qu in, en: «A rchiv für syst. Philosophie und Soziologie», Festgabe
Stein, vol. 33, 1929.—F. O lgiati, La «s im p lex a p p r eh en sio » e in tu iz io n e a rtística , en: «R ívista di filosofía
neo-scolastica», vol. 25, 1933.— U . Eco, I lP r o b l e m o e s te t ic o in San T o m m a so , en la ed. de Studi di Es­
tética, 1956.—Dom H. Pouillon, op. cit.— W . Strózew ski, P rob a s y ste m a ty z a cji o k re sle ñ p iék n a w y s t é -
p u já c y c h w tek sta ch íw . T om a sza (un invento de sintetizar las definiciones de lo bello que aparecen en los
textos de Santo Tomás) en: «Rocznikach filozoficznych», vol. VI, 1, Lublin, 1958.—F. J. Kovach, D ie A est-
h etik d e s T h om a s v o n A quin, 1961.
5. La tesis de que la belleza consiste en la arm onía, la proporción (co n s o n a n tia )
y la claridad (cla rita s).
Todas estas tesis procedían de Seudo-D ionisio y San A gustín, pero sus raíces se
rem ontaban a Platón y Plotino. De acuerdo con ellas, parte de los pensadores m e­
dievales prestó escasa atención a la belleza terrestre, pero dicha situación cam bió en
la Baja Edad M edia, sobre todo con Santo Tomás, quien no dejó de alabar la belleza
trascendente, aunque su concepto de lo bello lo form uló en base a la belleza terre­
nal, em píricam ente conocida.
3. O b s e r v a c io n e s d e S a n to T o m á s a c e r c a d e l a r t e y d e lo b e llo . En casi todas
las obras de Santo Tomás, em pezando por su com entario al L ib ro d e la s S e n te n cia s
de Pedro Lom bardo (1254-1256), D e v e n í a t e (1256-59), hasta la S u m m a T h e o lo g ic a
(1265-73), encontram os alguna que otra m ención de lo bello y del arte, siendo di­
chas m enciones más extensas en sólo dos casos: en el com entario a L os N o m b re s
D iv in o s (probablem ente de 1260-62), donde expone Santo Tom ás sus prim eros con­
ceptos estéticos, y en la S u m a t e o ló g ic a , donde m anifiesta sus conceptos maduros.
M ientras que en la prim era se atiene a ideas profesadas p or sus antecesores escolás­
ticos, en la segunda se nota y a una acusada influencia de la escuela peripatética, así
como la presencia de sus propios conceptos.
4. D efin ició n d e lo b e llo . En p articular fue idea o rigin al de Santo Tomás su de­
finición de lo bello, que en la S u m m a t e o ló g ic a es repetida dos veces, aunque en dos
versiones diferentes. En la prim era, llam a bellas a las cosas que «agradan a la vista»
(q u a e v is a p la c e t ) ', y en la segunda dice que se llam an bellas aquellas cosas «cuya
percepción m ism a com place» (cu iu s ip sa a p p r e b e n s io p la c e t ) 2.
A m bas definiciones pueden parecer incom patibles, y a que una determ ina la be­
lleza estrictam ente concebida (por m edio de la vista) y la otra en un sentido más am ­
plio (m ediante la percepción). La prim era parece lim itar la belleza a las cosas visi­
bles, cosa que no hace en cam bio la segunda. Sin em bargo, en otra ocasión Santo
Tom ás explica que la vista, en cuanto sentido más perfecto, substituye en su len­
guaje a todos los sentidos, y que el térm ino «visió n» es aplicable a d 'o m n e n c o g n i ­
t io n e m a lio r u m sen su u m , de m odo que podemos suponer que Santo Tomás tenía
una sóla definición de lo bello form ulada de dos m aneras diferentes.
Y era ésta una definición más am plia de lo que h oy podría parecer: en el len­
guaje m edieval, «visió n » (v is io ) y «percepción» (a p p r eb e n s io ) no designaban exclu­
sivam ente actos sensibles. Santo Tom ás empleó estos térm inos tam bién a d c o g n i t io ­
n e m it e lle c t u s 3 y en sus escritos no sólo habla de la v is io co rp o ra lis , exterior, sen­
sible sino tam bién de la in t e lle c t iv a , m e n ta lis, im a g in a tiv a y de la v is io s u p e r n a tu -
ra lis, b e a ta , v is io p e r e s s e n tia n ; así com o al h ablar de a p p r e b e n s io no sólo la carac­
teriza p e r s en su m sino tam bién p e r in tile c tu m , a p p r e b e n s io in te r io r , u n iv e rs a lis, a b ­
so lu ta . Por esta razón, su definición de lo bello h ay que entenderla am pliam ente,
siendo una definición elaborada con base en la belleza visible, pero que se extendía,
por analogía, a la espiritual.
A quella ¡dea no era inesperada, y a que en la Edad M edia el concepto de lo bello
no se lim itab a a la belleza sensible. Las voces «percepción» y «visión» empleadas
por Santo Tom ás abarcaban toda aprehensión directa del objeto, toda contem pla­
ción, tanto la sensible como la intelectual. A dem ás, la palabra «contem plación» no
aparece en las definiciones de lo bello por él form uladas, pero aún así la emplea con
relación a la belleza y la entiende am pliam ente, abarcando con ella la co n te m p la tio
s p iritu a lis e t in tim a .
Las dos variantes de la definición de lo bello form uladas p or Santo Tom ás di­
fieren también en otro aspecto. U n a de ellas dice que son bellas aquellas cosas que
agradan y la otra que son Dellas las cosas cu ya percepción nos com place. Según una,
la causa de la com placencia son las cosas vistas, y según otra, en cam bio, el acto m is­
mo de ver. Son éstas, en el fondo, dos distintas posibilidades de concebir la com­
placencia estética, objetiva la una y subjetiva la otra. Las opiniones de Santo Tomás
acerca de lo bello indican que la prim era variante expresaba su idea más acertada­
mente porque, a su parecer, la com placencia estética dependía de los objetos con­
tem plados y no del m ism o hecho de contem plar, siendo la contem plación condición
de la com placencia.
N o obstante su sencillez, la definición de Santo Tom ás es de sum a im portancia
para la historia de la estética, incluyendo dos ideas capitales. La prim era, que las co­
sas bellas nos agradan, siendo éste el criterio básico para reconocerlas. La segunda,
que no todo lo que nos gusta es bello: lo es sólo la que gusta cuando es directa­
mente contem plado. En consecuencia, no llam arem os bella a una cosa que gusta por
distintas razones, por ejem plo, al ser útil. La prim era idea y a la conocían los prim e­
ros escolásticos, como G uillerm o de Auvergne, pero la segunda la añadió Santo T o­
más. La com binación de ambas fue m u y significativa y no sin razón la definición
de Santo Tomás es una de las más citadas de la estética m edieval. C onsiderándose a
veces la quintaesencia de la estética escolástica.
El concepto de lo bello de Santo Tom ás no fue pues ni «m etafísico» ni «tras­
cendente», según afirm an algunos historiadores. N o fue en efecto un concepto mo­
delado en la belleza absoluta, ideal y sim bólica, sino form ulado en base a cualidades
más concretas que la perfección o la genérica cualidad de adm iración, términos em­
pleados frecuentem ente en la Edad M edia para definir la belleza.
En su com entario a Seudo-D ionisio, Santo Tom ás, influido por el autor com en­
tado, tomó como punto de partida la perfecta belleza divina para descender hacia la
belleza de la creación. Pero en la S u m m a procedió a la inversa: partiendo de la belleza
de la creación y por analogía con ella, concibió la belleza perfecta. E incluso en el
com entario a D ionisio subrayaba la pluralidad de lo bello: una cosa es la belleza es­
p iritual y otra la córporea, sostenía. En ello consiste precisam ente la im portancia de
Santo Tomás en la histo ria de la estética m edieval: el filósofo pasó del concepto pla­
tónico de belleza ideal, tan divulgado en el M edievo, al concepto em pírico, mode­
lado en el pensam iento aristotélico.
En algunas ocasiones, Santo Tom ás, a sem ejanza de otros escolásticos, entre ellos,
A lberto M agno entendía la belleza de m anera más restringida, valiéndose de la tesis
antigua de que lo bello consiste en la proporción de m iem bros y colores 4, o en una
forma y un color adecuados 5. En estos casos, el filósofo se refería a la belleza en
el sentido más estricto, es decir, a la belleza corpórea (p u le h r itu d o co r p o r is ), la ex­
terior 6, que diferenciaba de lá interior, espiritual. En cam bio, la belleza am pliam en­
te concebida, la deberm inaba con aquellas dos cualidades y a m encionadas: la com­
placencia y la contem plación.
Y estas dos cualidades le fueron suficientes para llevar a cabo la problem ática se­
paración entre lo bello y el bien 7, tarea que tantas dificultades había reportado a
los filósofos antiguos y m edievales. Pero dentro del sistem a conceptual de Santo T o­
más, resultó más sencilla esta operación: la belleza es objeto de contem plación y no
de aspiración, m ientras que el bien es objeto de aspiración y no de contem plación.
El bien lo perseguim os, mas no lo contem plam os, y lo bello es la forma contem pla­
da (p u lch r u m p e r t i n e t a d r a tio n e m ca u sa e fo r m a lis ) , a diferencia del bien como ob­
jetivo al que se aspira ( b o n u m h a b e t r a tio n e m firíis). Para satisfacer el deseo del bien,
h ay que poseerlo, y para satisfacer el deseo de lo bello es suficiente poseer su im a­
gen. Sin embargo — y esto y a lo había afirm ado Seudo-D ionisio y tras él muchos
escolásticos, Ju an de la R óchele y A lberto M agno entre ellos— , aunque el bien y lo
bello son cualidades distintas, hacen su aparición conjuntam ente: las cosas buenas
son bellas y las bellas son buenas.
5. P a r ticip a ció n d e l s u je t o e n la b e lle z a . La definición de lo bello form ulada
por Santo Tom ás relatizaba la belleza con respecto al sujeto que la contem pla. Si lo
característico de lo bello es agradar, entonces no es posible prescindir del sujeto al
que agrada; la belleza es propiedad de los objetos, pero en tanto que quedan en re­
lación con el sujeto.
Era ésta una idea desconocida en el pensam iento antiguo, donde la belleza era
una cualidad objetiva que no im plicaba al sujeto, pero que surgió y a en los albores
de la estética cristiana. A sí, la encontram os en las teorías de los Padres de la Iglesia,
en San B asilio y luego en los escolásticos. A ntes de Santo Tom ás y a la habían ex­
presado G uillerm o de A uvergne y los autores de la S u m m a A lex a n d ri. A lberto M ag­
no no había reparado en ella, pero su discípulo sí la incluyó en su doctrina.
Dicho concepto relativizaba lo bello, mas no lo subjetivaba. A firm aba que no
h ay belleza sin sujeto al que la m ism a com place, pero tampoco existe belleza sin ob­
jeto construido de m odo que pueda provocar la com placencia. La opinión de Santo
Tomás era coincidente: no es bella una cosa porque la querem os sino que la quere­
mos porque es bella y buena 8. Y para que sea bella y su belleza provoque com pla­
cencia, deben.cum plirse ciertas condiciones, tanto subjetivas como objetivas.
Dado su elem ento objetivo, la belleza es objeto de cognición p u lc h r u m re s p icit
a d v i m c o g n o s c itiv a m . U n hom bre o anim al herm oso provocan en nosotros la com­
placencia, que es un sentim iento, desde luego, mas un sentim iento basado en la per­
cepción, o sea, en la cognición.
Pero, ¿en qué cognición? En la cognición que se consigne m ediante la percep­
ción. P orque la percepción es un acto sensible, pero contiene un elem ento intelec­
tual: p e r c e p t i o e s t q u a e d a m ra tio . Para percib ir lo bello el sujeto necesita no sólo de
los sentidos sino tam bién de las funciones intelectuales; y necesita de ellas al perci­
b ir no sólo la belleza intelectual sino tam bién la sensible.
A l reconocer el factor intelectual en la cognición de la belleza, Santo Tomás adop­
tó posturas que en la psicología de lo bello podríam os calificar de intelectualism o
estético, posiciones que entraron de lleno en el sistem a escolástico. C on cautela y
acierto escribía Santo Tomás que para ser exactos, «la cognición no se realiza ni m e­
diante los sentidos, ni m ediante la razón, sino que el hom bre conoce a través de los
sentidos y la razón ».
A l m odo de ver de Santo Tom ás, la cognición de lo bello — igual que toda cog­
nición— consistía en la asim ilación del objeto por el sujeto, creyendo que, en cierto
sentido, el objeto conocido penetra en el sujeto. Era éste un concepto opuesto a la
concepción estética m oderna, llam ada teoría de la e m p a tia , que sostiene que el su­
jeto percibe la belleza del objeto cuando penetra en el mism o con el sentim iento.
A sí pues, conforme a la tesis que tam bién prevalece h o y día, Santo Tomás atri­
buía la participación en la experiencia estética tanto al objeto como al sujeto, más
la relación entre ambos se la im aginaba al contrario de lo que opinan la m ayo ría de
los estéticos del siglo XX.
La escolástica se planteó con frecuencia la pregunta de si todos los sentidos eran
capaces de percibir la belleza, y Tom ás de A quino com partió concretam ente la opi­
nión de los que creían que no todos los sentidos podían hacerlo. C om o argum ento
ponía el ejem plo de la lengua, que llam a bello a lo que vemos y oímos y no a lo
que saboream os u olem os. En consecuencia, son sólo estéticos los sentidos de la vis­
ta y el oído porque son los más «cognoscitivos», y ligados a funciones intelectuales.
De esta suerte, la lim itación de los sentidos capaces de conocer y percibir la be­
lleza quedaba en relación directa con el intelectualism o estético de Santo Tomás.
6. L a s a tis fa ció n e s té tica . El hom bre, al.encontrarse frente a la belleza, experi­
m enta un placer, especialm ente el placer de contem plar ( d e le cta tio co n tem p la tio n is,
d e le c t a t io v isa s ). Y es el su yo un placer específico, porque mientras otros placeres,
en p articular los provenientes del sentido d e l tacto, siendo comunes a todos los se­
res vivos, aparecen al realizar actividades necesarias y útiles y sirven para manter la
vida, el placer estético no tiene prácticam ente ninguna relación con las estrictas ne­
cesidades vitales. Es pues un privilegio del hom bre, el único ser que se deleita con
la belleza de las cosas p or sí m ism a y el único también que es capaz de amarlas ^.
Santo Tom ás explicó en el sentido aristotélico la diferencia entre el placer este-
tico y el vital, citando el ejem plo de la voz del ciervo, que es agradable tanto para
el león como para el hom bre. Es agradable en efecto, pero por distintas razones:
para el león anuncia la com ida, y al hom bre le com place por su arm onía (p r o p ter
c o n v e n i e n t i a m s e n s ib ilu m ) 11. El león goza de sensaciones auditivas porque las aso­
cia con otras, biológicam ente im portantes para él, m ientras que el hombre se deleita
con ellas por sí m ism as. N o hay relación entre el placer cjue el hombre experimenta
al p ercib ir los sonidos arm oniosos y el estricto sostenim iento de la vida. Cuando el
placer es originado por la percepción sensible, por los colores o sonidos, no se debe
a funciones biológicas sino más Dien a la arm onía. Los sentimientos estéticos no son
pues tan puram ente sensibles como ciertos sentim ientos biológicamente im portan­
tes, pero tampoco son tan puram ente intelectuales como los sentimientos morales,
por lo que constituyen un fenómeno interm edio entre ambos extremos.
A todo ello se añade que para Santo Tom ás existían dos clases de sentimientos
estéticos: unos puram ente estéticos, provocados por los colores, las formas o los so­
nidos s e c u n d u m se, y otros m ixtos: biológicos y estéticos a la vez, producidos por
la arm onía de los colores o sonidos u otras im presiones, así como también por la
satisfacción de las necesidades y aspiraciones. C ausan en el hombre placeres mixtos,
por ejem plo, los perfum es de las m ujeres (n o n d e le c t a n t u r o d o r ib u s s e c u n d u m se,
s e d p e r a cc id e n s ) o su «beldad y sus adornos» ( p u lch r itu d o e t o rn a tu s fe m in a e ) . A si­
m ism o, eran para Tomás de A quino placeres m ixtos la gim nasia, la rítm ica y los
juegos.
7. C u a lid a d es o b je t iv a s d e lo B ello . C onform e a su definición Santo Tomas en­
tendía la belleza como cualidad del objeto con relación al sujeto, por lo que la cues­
tión de lo bello presentaba para él dos aspectos: el subjetivo y el objetivo. L a con­
tem plación de cosas bellas se desarrolla entre v i d e n s y v is u m , entre el que contem ­
pla y lo contem plado.
H asta ahora hemos hablado sólo del aspecto subjetivo, que Santo Tom ás trato
más detalladam ente que los demás escolásticos. Q ueda pues por presentar el aspecto
objetivo.
En lo que atañe al aspecto subjetivo de lo bello la pregunta fundam ental era:
¿cómo reconocemos lo bello y cómo encontram os allí la com placencia? A hora la pre­
gunta es: ¿cuáles son los factores objetivos de lo bello que causan c o m p la c e n c ia .
Tomás de A quino solía citar dos factores: p r o p o r t io y cla rita s. En el com entario
a L os n o m b r e s d iv in o s escribe: «si decimos que algo es bello es porque posee la cla­
ridad propia de su género y porque está construido conforme a proporciones ade­
cuadas» . M ás tarde, en la S um a , expresaría más brevem ente esta idea: «la belleza
consiste en cierta claridad y proporción» (P u lch ru m co n s istit in q u a d a m cla r ita te e t
p r o p o r t i o n e ) 13. Pero no había en aquellas afirm aciones nada nuevo: de m anera se­
mejante habló de este tema U lrico de E strasburgo, contem poráneo de Santo Tomas,
y ambos lo habían aprendido de su m aestro A lberto M agno, quien a su vez, había
asum ido la tesis de Seudo-D ionisio (p u lch r itu d o e s t co n s o n a d a cu m cla r ita te , u t d i a t
D io n y siu s — escribió U lrico—) y , rem ontándonos más lejos, de los griegos antiguos.
A. L a p r o p o r c ió n . Igual que la m ayo ría de los escolásticos, Santo Tomás con­
cebía la proporción de m anera más am plia que los filósofos de la Grecia antigua.
Estos últim os la interpretaban en el sentido pitagórico, cuantitativa y m atem ática­
m ente, p or lo que podían advertirla sólo en las cosas m ateriales.
Tom ás de A qum o conocía tam bién aquella concepción cuantitativa de la p ro ­
porción («relació n determ inada de una cantidad a o tra», ce r ta h a b itu d o u n iu s q u a n -
tita tis a a a lte r a m ), pero personalm ente em plearía — como antaño lo hiciera San
A gustín — el concepto más am plio, entendiendo por proporción cualquier relación
de un m iem bro a otro (a lio m o d o q u a e lib e t a t h a b itu d o u n iu s a d a lte r u m p r o p o r t io
d icitu r ) I4.
L a proporción así concebida englobaba, en el sistem a de Santo Tomás, no sólo
relaciones cuantitativas ( c o m m e s u r a tio ) sino tam bién cualitativas (c o n v e n ie n tia ), no
sólo las proporciones del mundo m aterial sino tam bién las del mundo espiritual, no
sólo las relaciones entre las cosas y el alm a ( p r o p o r tio r e i e t a n im e), sino tam bién la
relación entre la cosa y su modelo, entre la im agen y el m odelo, así como la relación
con el m odelo exterior que es para la imagen la propia idea en la mente del artista.
A sim ism o, abarcaba las relaciones en la estructura ontológica de las cosas, como la
relación entre la form a y la m ateria, e incluso la relación de la cosa consigo m ism a:
si era congruente interiorm ente, si era en fin com o debía ser. En una palabra, Santo
Tom ás entendía la proporción de m anera m u y am plia, pero — conforme a su actitud
em pírica— m odeló su concepto según sencillas relaciones materiales conocidas di­
rectam ente, y en conjuntos visibles. P or ejem plo, al determ inar la belleza del hom ­
bre, enum eraba las proporciones de su cuerpo y no las del espíritu.
A sí se preguntaba: ¿C uándo la proporción es adecuada ( d e b it a p r o p o r t io ) , es de­
cir, arm ónica? 15 (H a rm o n ía , c o n v e n ie n t ia , co m m e s u r a tio ) . ¿C uándo constituye un
factor de lo bello? C uando corresponde a la finalidad, a la naturaleza, a la esencia,
o, en térm inos aristotélicos, a la form a de la cosa.
La form a ( fig u r a ) hace bella la cosa, pero sólo cuando corresponde a su natura­
leza I6. Para el cuerpo humano es adecuada aqu ella proporción que corresponde al
alm a y a sus actividades. La proporción «ad ecuad a» de Santo Tomás no era necesa­
riam ente una proporción m atem ática, ni tam poco una proporción estable, que siem ­
pre produce com placencia, independientem ente del objeto en que aparezca. El filó­
sofo estaba m uy lejos de la idea de que sólo una proporción bella es herm osa; al
contrario, afirm aba que una es la belleza del hom bre y otra la del león, una la del
niño y otra la del anciano; una es la proporción del alm a y otra la del cuerpo, y «la
b elleza de este cuerpo es distinta a la de aquél» 17. Todos aman la belleza, pero unos
aman la espiritual y otros la corpórea 18.
B . La cla r id a d (cla rita s). A l sostener que eran factores de lo bello «la propor­
ción y la clarid ad» Santo Tomás repetía una tesis que ya funcionaba desde hacía m u­
cho tiem po y era generalmente aceptada y, com o la m ayoría de las tesis m uy repe­
tidas, era bastante am bigua. Igual que los demás pensadores, tampoco Santo Tomás
logró lib rarse de aquella am bigüedad, em pleando el concepto de claridad ora lite­
ralm ente, ora en sentido figurado. A sí cita como ejem plo de dicha «claridad» un «co­
lo r n ítid o » ( c o lo r n itid u s) , pero tam bién habla de la claridad de la virtud (cla rita s
e t p u lc h r it u d o v irtu tis).
A l com entar la concepción dionisiana de co n s o n a n tia e t cla rita s, y ejem plificán­
dola con el hom bre, Tomás de A quino escribía: «llam am os bello al hom bre cuando
sus m iem bros guardan las proporciones adecuadas en sus dim ensiones y disposición,
y cuando su color es claro y nítido. A sí pues, se debe llam ar también bella a una
cosa cuando posee la claridad, espiritual o corporal, propia de su género, y cuando
está construida con adecuada proporción». En esta explicación, el concepto de «cla­
ridad » se u tiliza al mism o tiempo en sentido literal («colores claros y nítidos») y fi­
gurado (la claridad «esp iritu al»).
Sin em bargo, en tanto que discípulo de A lberto M agno, Santo Tomás conocía
la interpretación hilom órficade claridad, reducida a la «fo rm a», es decir, a la esencia
de la cosa que trasluce su aspecto exterior, y él m ism o la aplicó sosteniendo que-la
claridad del cuerpo proviene de la claridad del alm a. C la rita s ca u sa b itu r ex r e d u n -
d a n tia a n im a e in C orpus, dice el filósofo. Esta concepción tan am plia, que com pren­
día tanto el resplandor espiritual como el corporal, iba bien con la doctrina del es­
tético escolástico, mas tenía la desventaja de reun ir conceptos distintos, sólo ligados
por un térm ino com ún.
L a interpretación que Santo Tomás dio de los conceptos de «proporción» y «cla­
ridad» prueba que, a su modo de ver, decidían sobre fa belleza tanto el aspecto de
las cosas cuando correspondía a su esencia, como su esencia cuando se revelaba en
su aspecto. Tal concepción — inspirada por A ristóteles, aunque él mismo nunca la
form ulara— im plicaba que la belleza no se debe sólo-al aspecto de las cosas, sino
tam bién a su esencia. Pero im plicaba tam bién que la belleza reside en las cosas m is­
mas y no, según sostenían numerosas teorías m edievales, en su sentido alegórico.
C. L a integridad (in teg rita s). En la doctrina de Tomás de A quino la proporción
y la claridad, tan am pliam ente concebidos, agotaban prácticam ente los diversos fac­
tores de la belleza 19. Sin em bargo, en un párrafo de la S u m m a el filósofo añade un
tercer factor, diciendo que son tres los elem entos necesarios para la belleza. P rim e­
ro, la integridad (in te g rita s), es decir, la perfección, porque lo que tiene deficiencias
es por sí m ism o feo. Luego considera precisa la proporción adecuada, es decir, la
arm onía (cónsonantia). Y, finalmente, la claridad (cla rita s), porque llam am os bellas
aquellas cosas que-poseen nitidez.
A q uel texto de Santo Tomás, en el cjue la relación de los factores de lo bello es
am pliada con la «in tegrid ad » o «perfección», es el más citado por los historiadores
y considerado como la exposición más representativa y característica de la estética
tom ista.
A q uel tercer factor es en efecto menos am biguo y más com prensible que los
otros ao s. Su idea es sencilla: ninguna cosa puede ser b ella si le falta un componente
esencial. A sí desfigura al hom bre la falta de un ojo o de una oreja, es decir, que le
afea cualquier merm a.
Esta idea, indudablem ente acertada, h ay que considerarla como un m érito de la
estética tom ista. Sin em bargo, parece que es una idea que cabe dentro del concepto
de proporción, entendida tan am pliam ente como la com prendiera el filósofo de
A quino. U na cosa no tendrá la proporción adecuada cuando sus partes no queden
en la debida relación, o cuando falte una d e las partes. Y esta es probablem ente la
razón p or la que Santo Tomás solía atenerse a la tradicional concepción binaria de
los factores de lo bello. A l fin y al cabo, el in clu ir el concepto de in te g r ita s en el
p r o p o r t io es una cuestión lexicológica, y por tanto no parece justo que algunos his­
toriadores traten aquellos tres factores de lo bello com o el máxim o logro de la es­
tética m edieval. Los m éritos de Santo Tomás para con la estética residen en sus ha-
yazgos restantes. El mismo no prestó al parecer m ayo r atención a su teoría de los
tres factores de lo bello, ya que nunca volvió a referirse a ella. En cuanto a la tesis
de los dos factores tampoco era idea suya.
Siguiendo la corriente escolástica, Santo Tomás veía la belleza en la naturaleza
y no en el arte. Su definición y teoría de lo bello se refieren pues a la naturaleza, y
aunque vivió en la época de las m onumentales catedrales góticas, citaba siem pre ál
hom bre como ejem plo de belleza, y no las obras pictóricas o escultóricas. Sus re­
flexiones acerca de lo bello de poco sirven en consecuencia para interpretar el arte
m e d iev a la. Su estética filosófica y su estética del arte son dos estéticas distintas, aun­
que ostentan ciertos rasgos com unes, típicos de la centuria en que nacieron. C orre­
lativam ente, la teoría d é lo bello de Santo Tom ás no tom aba en consideración el arte,
y su teo ría del arte no reparaba en la belleza.
8. L a t e o r ía d e l a r te . La teoría del arte de Santo Tom ás no fue una teoría de
las bellas artes, sino del arte en el extenso sentido de cualquier producción.
A . El filósofo em pleaba la p alab ra arte (a rs) para designar la nabilidad de pro­
d ucir, m ientras que al acto mism o de p ro ducir lo llam aba más bien f a c t i o (fa c tio e st
a c tio tr a n sie n s in e x te r io r e m m a te r ia m ), lo que coincidía con la nom enclatura an ti­
gua y m edieval. A sí definió el arte como una «disposición acertada de la m ente» ( r e c ­
ta o r d in a t io ra tio n is) que perm ite alcanzar un fin conveniente por medio de deter­
m inados recursos, o, en fórm ula más concisa: r e c t a ra tio fa c tib iliu m 21.
L a génesis de una obra de arte está en el creador, en su im agen de la cosa que
ha de p roducir. La im agen de la casa que el constructor tiene en su mente debe an­
ticipar la construcción de la mism a. Para hacerla real, el creador debe conocer las
reglas generales de la fabricación.
T odo ello lo sabían y a los pensadores m edievales e incluso creían que aquellas
reglas generales eran suficientes para el artífice. Pero Santo Tomás c o m p le t ó e sta o p i­
n ió n con un elem ento aristotélico: dado que el creador aplica reglas generales para
realizar las tareas concretas, en cada caso diferentes, además de las reglas le hará fal­
ta el sentido del realism o.
B. Si bien el origen y la fuente del arte están en el creador, la finalidad reside
en el producto, y a éste ha de ajustarse la actividad del artista: «el arte no exige que
el artífice actúe bien sino que cree una buena o bra» 21. En un espíritu genuinam ente
aristotélico, Santo Tom ás creía que el com probante del valor ae una obra de arte
no reside en las cualidades subjetivas del artista sino en las cualidades objetivas de
la obra.
C . La diferencia entre el arte y la ciencia estriba en el hecho de que el objetivo
del prim ero es producir cosas valiosas (útiles, agradables o bellas, para ser más exac­
tos), m ientras que la ciencia es una actividad cognoscitiva y no productiva. Por otro
lado, el arte difiere tam bién de la m oralidad, pues ésta últim a pertenece al ámbito
de la acción y aspira siem pre a un fin com ún a toda vida hum ana, m ientras que aquél
aspira siem pre a un fin particular, a una u otra obra 22. De este modo sencillo se­
paró Santo Tomás los grandes campos de la actividad humana.
Los escolásticos solían incluir las ciencias entre las artes, en calidad de «artes es­
peculativas o teóricas». Santo Tom ás, en cam bio, si englobaba las ciencias en las ar­
tes, era por encontrar «cierta sim ilitud entre ellas» (p e r q u a n d a m s im ilitu d in e m ): «si
el arte no sólo conoce sino que tam bién produce» (ars n o n s o lu m e s co g n it iv a , s e d
f a c t i v a e o r u m , q u a e s e c u n d u m a r t e m fiu n t ) , entonces no son verdaderas artes las «es­
peculativas» sino las «operativas».
Esta tesis representa un paso im portante en la labor de precisar y determ inar el
concepto del arte; y casi al mismo tiempo que Tom ás de A quino llegaron a esta con­
clusión otros escolásticos.
D. N o obstante estas delim itaciones, el alcance de las artes seguía siendo para
Santo Tomás m uy extenso, cam biando dentro de su concepto diversos oficios y ar­
tesanías, como cocineros, m ilitares, banqueros, o la equitación y la legislación por
ejem plo.
Pero lo más im portante para la estética fue que Santo Tom ás uniese en un mis-

a M. Schapiro, op. cit. págs. 135 y ss.


mo concepto el arte de escribir (scr ip tiv a ), de pintar (p ictiv a ) y de esculpir (scu lp ti-
v a ), A sí las trató como un grupo separado, guiándose por el criterio de que eran
artes figurativas (a r tes fig u r a n d i) , y siguiendo el criterio antiguo las clasificó como
artes representativas, y no como bellas artes.
E. El arte im ita a la naturaleza: a rs im ita tu r n a tu ra m . A l expresar esta opinión
Santo Tomás no se refería exclusivam ente a las artes representativas sino a la tota­
lidad de las artes. Y no sólo a la im itación del aspecto natural de las cosas, sino tam­
bién a la manera de actuar de la naturaleza, es decir, a la im itación tal y como la
había entendido Demócrito y no Platón. El filósofo justificaba su idea de la im ita­
ción de la naturaleza por el arte argum entando que ésta, igual que aquél, tiende a
determ inados fines 23, m ientras que las artes figurativas im itan tanto el modo de ac­
tuar como el aspecto de la naturaleza.
F. Tomás de Aquino no identificó las artes figurativas con las bellas artes. C on­
servando la idea antigua creía que la d i ffe r e n t ia s p e c ifica entre ambas no reside en
la belleza. Todas las artes pueden y deben alcanzar la belleza, no sólo las figurativas,
lo que en su lenguaje significaba que es posible alcanzar la perfección en todos los
campos de la producción hum ana. Y era ésta una postura lógica a la luz del vasto
concepto escolástico de lo bello.
L a convicción de que el arte aspira a la belleza no se lim itaba a las artes repre­
sentativas pero, como es natural, tam bién las concernía: «cualquiera que reproduce
o representa algo, lo hace para ejecutar algo bello» 24. Las obras artísticas no son
pues sino «com posición, orden y figura» 2S, dice Santo Tomás. Y éstas eran también
las cualidades en que consistía, a su parecer, la belleza.
G. A l modo de los antiguos, Santo Tom ás dividió las artes en las que propor­
cionan placer y las que son útiles. Las artes h oy consideradas «bellas» se hallaban
repartidas en ambos grupos y , debido a las convicciones de la época, la m ayoría de
ellas se clasificaba en el grupo de artes útiles. A sí por ejem plo, la pintura que, con­
forme a la concepción m edieval, servía para enseñar a los que desconocían ¡a
escritura.
H . La idea de Santo Tomás sobre el valor de las artes se basaba en presupues­
tos m edievales, mas sus conclusiones diferían de las extraídas por la m ayor parte de
los pensadores de aquella época. Este estaba convencido de que las artes — como to­
das actividades del hombre— deberían ser evaluadas desde un punto de vista reli­
gioso-m oral, pero — a diferencia de los rigoristas— creía que tal evaluación no era
favorable para ellas, y a que las artes sirven para glorificar a Dios y no para enseñar
a las gentes.
En su m oderada evaluación, m uy distante del ascetism o de los cistercienses e in­
cluso del de los franciscanos, Santo Tom ás no censuraba las artes cultivadas con el
fin de proporcionar placer, y menos aún las que com binaban el placer con cierta uti­
lidad, como la orfebrería, o las artes que producían los vestidos, ornam entos o per­
fumes. A su modo de ver, las representaciones teatrales, la música instrum ental o la
poesía, estaban al servicio exclusivo del placer, mas eran adm isibles porque divertían
al público y artista 2b. Santo Tom ás exigía únicam ente que cum plieran una condi­
ción: que se ajustaran a la entidad ordenada y racional y , por tanto, arm ónica de la
vida. «G uardém onos de rom per la arm onía del alm a», decía a este respecto.
I. La evaluación m etafísica de las artes, no resultó en cambio tan positiva como
la religioso-m oral. O m n es f o r m a e a r tificia le s s u n t a ccid e n ta le s , todas las formas del
arte son accidentales, el arte no es capaz de crear nuevas formas del ente. Santo To­
más com partía la popular opinión m edieval de que en el arte no se da ni creación
ni form ación, sino sólo representación y transform ación.
J . Según los objetivos de los que se sirve el arte, Santo Tomás distinguió dos
tipos, las que h o y llam aríam os decorativas y funcionales. Y tenía por superiores es­
tas últim as, creyendo que la su ya era la finalidad más adecuada: cada uno trata de
dar a su obra la m ejor form a posible, pero no p or sí m ism a sino respecto a su
finalidad 27.
Además distinguía en el arte — conforme a la doctrina de A ristóteles y de m a­
nera sem ejante a como lo hiciera San Buenaventura—■dos clases de belleza: la que
consiste en la arm onía de las formas y la consistente en una representación adecuada
del tem a. Y decía de esta segunda que algunos cuadros se consideran bellos cuando
representan perfectam ente la cosa, aunque la m ism a fuese fea 2S.
9. C o n ce p to s e s t é t ic o s q u e S a n to T o m á s to m ó d e o tr o s p e n s a d o r e s . Sería erró­
neo creer que Santo Tom ás es autor de todas las tesis que m antuvo sobre lo bello
y el arte. A sí la unión de c o n s o n a n tia e t cla rita s había sido y a ideada por Seudo-
D io nisio ; el concepto de la form a provenía de A ristó teles; los conceptos de claridad
y de forma los había relacionado A lberto M agno. G uillerm o de Auverghe definió
la belleza valiéndose del concepto de com placencia, y la concepción restringida de
b elleza corpórea em pleada p o r Santo Tom ás había sido elaborada por los estoicos.
D e m anera sem ejante a la ae Tom ás de A quino, distinguían la belleza del bien los
escolásticos de principios del siglo X III. Y no sólo G uillerm o de A uvergne, sino tam ­
bién, casi m il años antes, San B asilio discernieron la relación entre lo bello y el su­
jeto. Las dos concepciones de belleza, la objetiva y la suW etiva, las había contra­
puesto San A gustín. Los conceptos de co m p o sitio , o r d o y fi s u r a , que Santo Tomás
distinguía en una obra de arte, poco diferían del m o d u s , o r a o y s p e c ie s de la teoría
agustiniana y de sus adeptos del siglo X III. El factor intelectual en la percepción ya
lo había resaltado San Buenaventura. La belleza en cuanto tercer objetivo de las ac­
tividades del hom bre —junto al placer y la utilidad— lo había añadido H ugo de San
V íctor, quien tam bién era el autor de la tesis de que todo arte puede y debe pro du­
cir cosas bellas. El v is u s in t e r i o r y a había aparecido en el pensam iento de los prim e­
ros escolásticos, y la oposición entre los placeres em anados de las necesidades bio­
lógicas y los placeres puram ente estéticos provenía directam ente de Aristóteles.
Sería erróneo en consecuencia no advertir estos préstam os, pero tampoco hay
que extrañarse en exceso ante ellos. El de los escolásticos fue un trabajo colectivo
y el título de propiedad era por tanto com ún. Ellos habían trazado un program a co­
herente de trabajo y serían claram ente establecidas las autoridades a las que debían
atenerse. La asim ilación de las ideas consideradas com o justas no era para ellos un
derecho sino una obligación. El uso consistía en citar solam ente a las autoridades
antiguas como A ristóteles, Seudo-D ionisio o San A gustín. El m érito histórico de
Santo Tomás no consiste pues en form ular una u otra tesis p articular sino en com ­
binar unas y otras en un sistem a uniform e, prom oviendo una doctrina en la que, no
obstante su trascendentalism o m edieval, cabía claram ente la belleza sensible.
10. R e su m en . En la obra de Santo Tomás de A quino, la estética ocupa'un lu­
gar m uy m odesto, un lugar relativam ente inferior en com paración con la doctrina
de algunos otros pensadores escolásticos, Victorianos, o m ísticos franciscanos. Así
incluso se ha llegado a afirm ar que el m ayo r expositor de la escolástica se había in ­
teresado m uy poco por lo bello. U n estudioso de su estética sostiene por ejem plo que
Santo Tom ás no sentía ninguna necesidad de sistem atizar sus conceptos estéticos,
y a que no dejó más que unas breves menciones al respecto. Ello no obstante, dichas
m enciones conciernen a problem as esenciales y m anifiestan una postura consecuen­
te del filósofo en lo que atañe a los problem as de la estética.
A sí son especialm ente notables tanto su lapidaria definición de lo bello, cuanto
el señalar la participación del sujeto y el factor intelectual que se introduce en la ex­
periencia estética; y por lo m ism o, la separación conceptual del bien y de lo bello,
del arte y de la ciencia, de los placeres estéticos y los placeres biológicos; o la unión
del concepto de lo bello con el de integridad, así como la elaboración detallada del
concepto de arte.
La estética de Santo Tom ás desempeñó un papel m u y im portante incluso en
aquellos casos en los que no dijo cosas nuevas, por cuanto recordaba conceptos y a
olvidados, reforzaba o rechazaba los dudosos, y sistem atizaba los dispersos. Santo
Tom ás no ideó realm ente la fórm ula de p r o p o r t io e t cla rita s pero sí la consolidó; no
inventó el concepto de hilom orfism o en la estética, pero sí hizo que renaciera la m a­
nera de pensar aristotélica. En el terreno de la estética, Santo Tom ás fue un verda­
dero aristotélico, a pesar de que desconocía la obra estética fundam ental del estagi-
rita. Y poseía el espíritu aristotélico del em pirism o, de la precisión, de la m esura y
el equilibrio de los elem entos, todo lo cual lo introdujo en la estética escolástica, así
como en su m etafísica y su ética.
A com ienzos de este siglo se ha llegado a escribir que «en las escasas reflexiones
estéticas de Santo Tom ás no h ay ni una huella de una concepción original ni de un
desarrollo sistem ático que sean dignos de atención» a. En realidad lo único acertado
de esta frase sería lo referente a las «escasas reflexiones». A parte de ello, este juicio
encontraría h o y pocos partidarios entre los estudiosos de la historia de la estética.
Las reflexiones de Santo Tom ás no constituyen en efecto el punto final de la estética
m edieval, pero sí son, en cam bio, la expresión más m adura de la estética escolástica.

S. TEXTOS DE SANTO TOMAS DE AQUINO

TOMAS DE AQUINO, Sutntna


T h eologiae, I q. 5 a 4 ad 1 DEFINICIÓN DE LA BELLEZA

1. Bonum proprie respicit appeti- 1. El bien propiamente se refiere al de-


tum ... Pulchrum autem respicit virn , seo... En cambio, la belleza se refiere al po­
cognoscitivam, p u lc h ra enim dicun- der cognoscitivo, pues se llama bello aquello
tur, q u ae v is a p la ce n t; linde pulch- que agrada a la vista; por esto la belleza con­
rum in debita proportione consistit, siste en la debida proporción, ya que los sen­
quia sensus delectantur in rebus debite tidos se deleitan en las cosas debidamente
proportionatis sicut in sibi similibus, proporcionadas como algo semejante a ellos,
nam et sensus ratio quaedam est et pues los sentidos —como toda facultad cog­
omnis virtus cognoscitiva. Et quia noscitiva— son de algún modo entendimien­
cognitio fit per assimilationem, assimi- to. Y si el conocimiento se realiza por asimi­
litudo autem respicit formam, pulch- lación y la semejanza se basa en la forma, la
rum proprie pertinet ad rationem cau- belleza pertenece propiamente a la razón de
sae formalis. causa formal.

TOMÁS DE AQUINO, Summa


T h eologiae, I-a Il-ae, q. 27 a 1 ad 3

2. Ad rationem pulchri pertinet, 2. Pertenece a la naturaleza de la belleza


■quod in eius aspectu seu cognitione aquello cuya visión o conocimiento colma el

J O. Külpe, A n fa n g e p s y c h o l o g i s c b e r Á sthetik b e i d e n G riech en , en: F estsch ríft M . H eirtz e, 1906, p.


quietetur appetitus. Unde et illi sensus deseo. Por eso, también aquellos sentidos que
praecipue respiciunt pulchrum, qui son más cognoscitivos —como la vista y el
máxime oognoacitivi simt, scilicet visus oído, que sirven a la razón— aspiran princi­
e t auditus rationi deservientes: dici- palmente a la belleza:' así hablamos de bellas
mus enim pulchra vísibilia et pulchros visiones y bellos sonidos; sin embargo, para
aonos. Tn sensibilibus autem aliorum las percepciones de los demás sentidos no
aenauum non utimur nomine pulchri- usamos el término «belleza»; no decimos be­
tudinis: non enim dicimua pulchros llos sabores y olores. Y así sucede que la be­
sapores et odores. E t sic patet, quod lleza añade al bien una ordenación a la facul­
pulchrum addit supra bonum quem- tad cognoscitiva, de manera que se llama
dam ordinem ad vim cognoscitivam ita «bueno» aquello que colma el deseo, mien­
quod bonum dicitur id, quod simplici- tras que «bello» se aplica a aquello cuya per­
te r complacet appetitui; p u lc h ru m cepción misma complace.
autem dicatur id c u iu s ip s a ap p re-
h e n s io p la o e t.

TOMÁS DE AQUINO, Sum m a


T heologiae, I q. 67 a. 1 c EL CONCEPTO DE VISION

3. Patet in nomine visionis quod 3. Así, el término «visión» significa ante


primo impositum est ad significandum todo el acto del sentido de la vista; pero, por
actum sensus visus; sed propter digni- la nobleza y certeza de este sentido, se ex­
tatem et certitudinem huius sensus tiende este término, en lenguaje corriente, al
extensum est hoc nomen, secundum conocimiento de todos los demás sentidos...
usum loquentium ad omnem cogni- y por encima de esto se extiende también al
tionem aliorum sensuum... « t ulterius conocimiento intelectual.
etiam ad c o g n itio n e m in te lle c tu s .

TOMÁS DE AQUINO, In Ps. 44 (ed.


Frette, t. XVIII) LA BELLEZA CORPÓREA
4. Pulchritudo [corporis] consi- 4. La belleza del cuerpo consiste en la
stit in proportione membrorum et proporción de miembros y colores.
-colorum.

TOMÁS DE AQUINO, Sum m a


T heologiae, II-a.III-ae q. 145 a 2 c
5. Pulchritudo corporis in hoc 5. La belleza del cuerpo consiste en la
consistit, quod homo habeat membra proporción adecuada de los miembros en el
corporis bene proportionata cum qua- hombre, unida a cierta claridad de color.
dam colorís claritate.

TOMÁS DE AQUINO, C ontra im pugn. c. RELACION ENTRE LA BELLEZA


7 ad 9 (ed. Mandonnet, Opuscula, t. IV) CORPÓREA Y ESPIRITUAL
6. Est enim dúplex pulchritudo. "'6. Existen, pues, dos tipos de belleza: la
Una spiritualis, quae consistit in debita espiritual, que consiste en la disposición ade­
ordinatione et affluentia bonorum spi- cuada y la plenitud de bienes espirituales... y
ritualium... Alia est pulchritudo ex te- la belleza exterior, que consiste en la dispo-
rior, quae consietit in debita ordina- sición adecuada del cuerpo y ia plenitud de
tione corporis et affluentia exteriorum los elementos exteriores que lo componen.
rerum, quae ad corpus ordinantur.

TOMÁS DE AQUINO, In d ivin a RELACIÓN ENTRE EL BIEN Y LO


N omina, 367 b BELLO
7. Quamvis autem pulchrum et 7. Ahora bien, aunque en un sujeto de­
bonum sint idem subiecto, quia tam terminado la belleza y la bondad son una mis­
claritas quam consonantia sub ratione ma cosa, pues la naturaleza del bien abarca
boni continentur, tamen ratione dif- tanto la claridad como la armonía, sin embar­
feru n t,. nam pulchrum addit supra go difieren en la naturaleza, pues la belleza
bonum ordinem ad vim cognoscitivam añade al bien e¡ estar ordenada hacia la facul­
illud ease huius modi. tad cognoscitiva.

TOMÁS DE AQUINO, In d ivin a EL CARACTER OBJETIVO DE LA


N omina, 398 BELLEZA
8. Non enlm ideo aliquid est 8. En efecto, no es bella una cosa porque
pulchrum et quia nos illud amamns, nosotros la amemos, sino que la amamos por­
sed quia est pulchrum et bonum, ideo que es bella y buena.
amatur a nobis.

TOMÁS DE AQUINO, Saturna


T heologiae, I q. 91 a. 3 ad 3 EL HOMBRE Y LO BELLO
9. Solus homo delectatur in ipsa 9. Únicamente el hombre se deleita en la
pulchritudine sensibilium secundum belleza del orden sensible por la belleza
seipsam. misma.

TOMÁS DE AQUINO, In Eth, N icom . L.


III, lect. 19, n. 600 (ed. Frette, vol. XVIII) DELECTATIO Y AMOR
10. Causa delectationis quae est 10. La causa del placer que es el amor.
amor. Unusquisque enim delectatur Cada uno se deleita en aquello que posee el
ex hoc, quod habet id, quod amat. objeto de su amor.

TOMÁS DE AQUINO, Sum m a LA COMPLACENCIA ESTÉTICA Y LA


T h eologiae, I l-a I l-a e q. 141 a. 4 a d 3 BIOLÓGICA
11. Leo delectatur vidcns cervum 11. El león se recrea viendo al ciervo y
vel audiens vocem eius, propter cibum. oyendo su voz, porque será su alimento. En
Homo autem delectatur secundum cambio, el hombre no sólo disfruta por eso,
alios sensus non solum propter hoc, sino también por la armonía que capta cada
sed etiam p ro p te r c o n v e n ie n tia m sentido. Ahora bien, en cuanto las percepcio­
s e n s ib iliu m . In quantum autem nes de los diversos sentidos causan placer por
sensibilia aliorum sensuum sunt delcc- su propia armonía (como, por ejemplo, cuan­
tabilia proptersui convenientiam, sicut do el hombre se deleita en una composición
cum delectatur homo in . sono bene armónica), este placer no se debe a la conser­
harmonizato, ista delectatio non per- vación de. la naturaleza.
fcinefc ad conservationem naturao.
TOMÁS DE AQUINO, In d ivin a N om ina,
302 a CLARIDAD Y PROPORCION
12. Unumquodque dicitur pulch- 12. Decimos que algo es bello porque po­
rum secundum quod habet claritatem see la claridad propia de su género, espiritual
sui generis, vel spiritualem vel cor- o corpórea, y porque está construido confor­
poralem et secundum quod est in me a proporciones adecuadas.
debita proportione conslitutum.

TOMÁS DE AQUINO, Saturna


T h eologiae, Il-a Il-ae q. 180 a. 2 ad 3
13. Pulclmim consistit in quadam 13. La belleza consiste en cierta claridad
claritate et proportione. y proporción.

TOMÁS DE AQUINO, Sum ma EL DOBLE SENTIDO DEL


T h eologia e, I q. 12 a 1 ad 4 CONCEPTO DE PROPORCIÓN
lá . Proportio dicitur- dupliciter. 14. La proporción se define de dos ma­
Unomodo c e r ta h a b itu d o u n ius neras. Por un lado, es la relación determina­
q u a n t i t a t i s ad a lte ra m , secundum da de una cantidad con otra, y en este senti­
quod duplum, triplum et aeqnale sunt do el duplo, el triple y lo igual son formas de
species proportionis.Alio m odo quae- la proporción. Por otro lado, se define la pro­
li b e t h a b itu d o u n iu s ad a lte - porción como cualquier relación de un miem­
ru m p ro p o r tio d ic itu r. Et sic bro con otro, y así puede existir proporción
potest esse proportio creaturae ad entre una criatura y Dios, puesto que se re­
Deum, inquantum se habet ad ipsum laciona con El como el efecto con la causa y
ut effectus ad causam et ut potentia como la potencia con el acto.
ad actum.

TOMÁS DE AQUINO, D e an. I, lect. 9, EL DOBLE SENTIDO DEL


n. 135 (ed. Piroita, p. 50) CONCEPTO DE ARMONÍA
15. Constat quod harmonía pro­ 15. Está claro que la armonía propiamen­
prie dicta est consonantia in sonis; te dicha es la consonancia musical, pero se
sed isti trapsumpserunt istud nomen aplicó este nombre a la proporción adecua­
ad omnem d e b ita m p ro p o rtio n e m , da, tanto en las cosas compuestas de diversas
tam in rebus compositis ex diversis partes como en la fusión de los contrarios.
partibus quam in commixtis ex con- De acuerdo con esto, pues, se puede decir que
trariís. Secundum hoc ergo liarmonia la armonía es de dos tipos: ya la propia com­
dúo potest dicere: quia vel ipgam eom- posición o fusión, ya la proporción de esa
positionem aut commixtionem, vel composición o fusión.
proportionem illius compositionis seu
commixtionis.

TOMÁS DE AQUINO, Sum m a


T h eologiae, I-a Il-ae q. 49 a 2 and 1 LA FORMA Y EL COLOR

16. Figura prout convenit naturao 16. La forma y el color contribuyen a la


rei et color pertinet ad pulchritudinem. belleza del objeto, en la medida en que son
adecuadas a la naturaleza de éste.
TO M ÁS DE A Q U IN O , In d iv in a EL CA R A C TER IN DIVID UAL DE LA
N om ina , 362 (ed. M andonnet 9, t. II) BELLEZA

17. A lia enim e s t p u lch ritu d o spi- 17. Una es la belleza del alma y la otra la
ritu s e t a lia corporis, a tq u e a lia llu ras belleza del cuerpo, y la belleza de este cuer­
e t illiu s corporis. po es distinta a la de aquél.

TOM ÁS DE A Q U IN O , I n Ps. 25, 5


(Editio altera Veneta, t. I, p. 311)

18. Omnis hom o a m a t p u lch ru m : 18. Todos los hombres aman la belleza:
carn ales a'm ant p u lc liru m c arn ale , spi- los de inclinaciones carnales aman la belleza
ritu a lc s a m a n t p u lch ru m sp iritu a le . carnal, y los espirituales aman la belleza
espiritual.

TOM ÁS DE A Q U IN O , In d iv in a
N om ina , 362 (ed. Mandonnet, t. II) DOS CONDICIONES DE LA BELLEZA
19. H on jin em p u lch ru m dicim us 19. Llamamos bello al hombre cuando
p ro p ter decentem pro po rtion em mem- sus miembros guardan las proporciones ade­
bro rum in q u a n tita te e t si tu , e t p ro pter cuadas en sus dimensiones y disposición, y
hoc quod h a b e t claru m e t n itid u m cuando su color es claro y nítido. Así pues,
colorcm . U n de p ro p o rtio n alitcr est se debe también llam ar bella a una cosa cuan­
in c a cte ris accip ien d u m quod unum - do posee la claridad—espiritual o corporal—
quodque d ic itu r p u lch ru m secundum propia de su género, y cuando está construi­
quod h a b e t c l a r i t a t e m su i generis, da con adecuada proporción.
v e l sp iritu a le m , v e l corporalem , et
secun dum quod e st in d e b ita p r o -
p o r t i o n e co n stitu tu m .

TO M ÁS DE A Q U IN O , S um m a
T h eo lo g ia e, Il-a Il-ae q. 145, a. 2

S ic u t ac cip i p o test e x v erb is Dio- Como se entiende por las palabras de D io­
n y s ii (cap . i d e D iv . N om ., p a rt. 1 , nisio (cap. 4 D e D iv. N om ., part. 1, lect. 5 y
lec t. 5 e t 6 ), a d ratio n em p u leh ri siv e 6), en la base de la belleza o hermosura con­
decori c o n cu rrit e t c la r ita s , e t d e b ita curren la claridad y la debida proporción,
pro po rtio. D ic it en im quod D eus d i­ pues se dice que Dios es hermoso como cau­
c itu r p u leh er sic u t u n iv erso m m con- sa de la proporción y esplendor del universo
so n a n tia e e t e la r ita tis ca u sa . — afirma Dionisio.

TOM ÁS DE A Q U IN O , S um m a TRES CON D ICION ES DE LA


T h eo lo gia e, I q. 39 a. 8 BELLEZA

20. A d p u lch ritu d in e m t r ia re- 20. La belleza requiere tres condiciones:


q u iru n tu r: prim o qu id em i n t e g r i t a s , primero, la integridad o perfección, porque
siv e p e r f e e t i o , q u a e enim d im in u ta lo inacabado es por ello feo; segundo, pro­
su n t, hoc ipso t u r p ia su n t. E t d e b ita porción adecuada o armonía; por último, cla­
p ro p o rtio , siv e c o n s o n a n t i a . E t ite - ridad, porque llamamos bello a lo que tiene
ru m e l a r i t a s , u n d e q u ae h a b e n t un color nítido.
colorem n itid u m , p u lc h ra esse dicun-
tu r.

TOMÁS DE A Q U IN O , S u m rm ,
T h eo lo gia e, I-a Il-ae q. 57 a. 5 ad 1 EL ARTÍFICE Y EL ARTE
21. B o n um a r tis e o n sid e ra tu r non 21. La calidad del arte se observa no en
in ipso a rtífic e , sed in ipso a rtific ia to , el propio artífice, sino en la obra misma, pues
cum ara s it r e c t a r a t i o f a c t i b i l i u m : el arte es la exacta proporción de lo que se
factio- enim in e x terio re m m a te ria m puede hacer: la creación, proyectándose so­
tran sie n s non est p erfectio fa cie n tis, bre la materia exterior, no supone la perfec­
sed f a c t i... A d a rte m non re q u iritu r, ción del creador, sino de lo creado... El arte
quod a rtife x b en e o p eret, sed quod no exige que el artífice actúe bien, sino que
bonum opus f a c ia t. cree una buena obra.

TOMÁS DE A Q U IN O , S um m a
T h eo lo gia e, I q. 15
21a. D om us p ra e e x is tit in m en te 21a. La casa existe de antemano en la
a e d ific a to ris; e t h a e c p o te st d ici id e a mente del constructor, y a esto puede llamar­
dom us, q u ia a rtife x in te n d it dom um se idea de la casa, porque el artífice intenta
a ssim ila re fo rm ae, q u am m en te con- hacer la casa semejante a la forma que conci­
cep it. bió en su mente.

TOMÁS DE A Q U IN O , S um m a
T h eo lo gia e, I-a Il-ae q. 21 a. 2 ad 2. . EL ARTE Y LA VIDA M ORAL
22. In a rtific ia lib u s ra tio o rd in a tu r 22. En el arte la mente aspira a un fin par­
a d ñ n em p a rtic u la re m ... in m o ralib u s ticular... mientras que la moralidad se propo­
a u te m o rd in a tu r a d íin e m com m unem ne un fin común a toda la vida humana.
to tiu s h u m an ae v ita e .

TOMÁS DE A Q U IN O , In P hys, II, 4 (ed.


Leonina, t. II, p. 65) LA N ATU RALEZA Y EL ARTE
23. A r s i m i t a t u r n a t u r a m ; eiu s 23. El arte im ita a la naturaleza; ahora
au te m quod a rs im ita t u r n a tu ra m , bien, puesto que el arte im ita a la naturaleza,
ra tio e st, q u ia p rin cip iu m o peration is es lógico que el principio de la acción sea la
a rtific ia lis cognitio e st; ideo au tem cognición artística. Por eso el arte puede im i­
re s n a tu ra le s im ita b ile s su n t p er artero , tar los elementos naturales, pues un principio
q u ia ab aliq u o p rin cip io intelleo tivo intelectivo ordena toda la naturaleza hacia su
to ta n a tu ra o rd in a tu r a d finem suum , finalidad, de modo que la obra de la natura­
u t sic opus n a tu ra e v id e a tu r esse opus leza parece obra de la inteligencia, al proce­
in te llig e n tia e, dum p er d e te rm in a ta der por determinados medios para fines con­
m e d ia ad certos fin es p ro eed it: quod cretos, porque también en la manera de ac­
e tia m in operando ars im ita tu r. tuar el arte ¡mita a la naturaleza.
(P or. S u m m a th eo l. I q. 117 a 1 c).

TOMÁS DE A Q U IN O , In d iv in a
N om in a , 366 EL ARTE Y LA BELLEZA
24. N uüus e u ra t e ffig iare vel re- 24. Nadie se preocupa por reproducir o
y ra e se n ta re n isi ad p ulch rum . representar algo, a no ser para crear una obra
bella.
TOMÁS DE A Q U IN O , S um m a
T h e o lo g ia e , Il-a Il-ae q. 96 a. 2 ad 2.
25. C orporum a rtific ia liu m form ae 25. Las formas de los cuerpos artísticos
p ro ced u n t e x conceptione a rtific ia; proceden de la concepción del artista, y no
e ten im n ih il a liu d sin t qu am com- son sino composición, orden y figura.
p o sitio , ordo et fig u ra.

TOMÁS DE A Q U IN O , S um m a EL DERECHO DEL HOMBRE AL


T h eo lo gia e, Il-a Il-ae q. 168 a. 4 PLACER
26. E st au tem c o n tra ratio n em u t 26. Es una actitud irracional el mostrarse
a liq u is se a liis onerosum e x h ib e at, serio con los demás, no mostrando en abso­
p u ta dum n ih il d e le c ta b ile exh ib et luto alegría o incluso impidiendo la alegría de
e t e tia m alio ru m delectatio n em im - los demás... La austeridad, como virtud, no
p e d it... A u ste rita s, secun d um quod excluye todas las distracciones, sino sólo las
e st y ir tu s , non e x c lu d it om nes d electa- superfluas y desordenadas.
tio n es, sed su p erfluas e t in o rd in atas.

TOM ÁS DE AQ U IN O , S u m m a EL ARTE ESTÁ SUJETO A LA


T h eo lo gia e, I, q. 39 a. 8 FINALIDAD
27. Q u ilib et a u te m a rtife x inten- 27. Ahora bien, cualquier artista trata de
d it suo opere dispoaitionem optim am dar a su obra la mejor forma posible, no por
in d u cere n'on sim p lie ite r, sed p er ella misma, sino respecto a su finalidad. Y si
e om paratio nem ad fin em . E t si ta lis esta forma conlleva algún tipo de fealdad, el
d isp ositio h a b e t secum ad iu n etu m artista no se preocupa: por ejemplo, el artista
a liq u e m d efectum , a rtife x non c n rat, que fabrica una sierra para cortar la hace de
s ic u t a rtife x , qui fa c it serram ad hierro, para que sirva a su misión, y no se
secan d u m , fa c it üam ex forro, u t s it molesta en hacerla de cristal, que es un ma­
id ó n e a ad secan d u m ; n ec c u ra t eam terial más bello, porque esta belleza es un im­
face re ex v itro , q u ae e st p u lclirio r pedimento para su función.
m a te ria , q u ia ta lis p u lcliritu d o e st
im p ed im en tu m finia.

TOMÁS DE A Q U IN O , S um m a
T h eo lo gia e, I, q. 39 a. 8 LA IMAGEN Y LA BELLEZA
28. V idem ua quod a liq u a im ago 28.’ Vemos que se considera bella una
d ic itu r p u lc k ra , ai perfecto re p ra e se n ta t imagen si representa correctamente a su mo­
rem q u am v is turp em . delo, aunque éste sea feo.

14. La e st é t ic a de A lh a z én y V i t e l io

1. La s e g u n d a c o r r ie n t e d e la e s t é t ic a d e l s ig lo X III. En la estética escolástica


nadie superó a Santo Tomás de A quino, pero, por otro lado, no toda la estética del
siglo XIII fue escolástica. Sobre todo, no lo fue la estética de los artistas y teóricos
del arte. Tam bién dentro de la filosofía misma surgió una corriente estética más au­
tónom a, menos dependiente del sistem a filosófico y teológico de la época y del mé­
todo escolástico, una estética descriptiva, de carácter em pírico, en la que las distin-

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