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Administrativa
Introducción
El título de la ponencia cuyos comentarios nos fueron encomendados parte de una serie de
presupuestos fundamentales, a saber: en primer lugar, que existe un ordenamiento jurídico,
distinto al ordenamiento administrativo, denominado Derecho privado, y es que
ciertamente el Derecho privado difiere del Derecho administrativo tanto en su estructura
como en sus finalidades: el derecho privado se caracteriza por la existencia de normas de
coordinación para facilitar la convivencia entre los ciudadanos; el Derecho administrativo,
se funda sobre idea de una subordinación de los particulares frente a la Administración.
Ambos Derechos tienen finalidades distintas: mientras el Derecho privado persigue
establecer un sistema reglas aplicables a las relaciones privadas, el Derecho administrativo
regula intereses públicos, colectivos, a los cuales el interés particular está subordinado.
Nuestros comentarios persiguen presentar los principios rectores que orientan la actividad
jurídica privada de la Administración, así como presentar de manera descriptiva algunos
ejemplos de cómo la Administración venezolana en la actualidad, en ejercicio de facultades
legalmente conferidas, emplea directa o indirectamente instrumentos de Derecho privado
en su actividad jurídico-pública.
Dentro de los parámetros que impone el título de la ponencia que comentamos, el punto de
partida debe situarse en el campo de las formas de la actividad administrativa. En la
doctrina no ha habido acuerdo en torno al criterio de clasificación de las formas en que se
manifiesta dicha actividad; así, a la clásica división tripartita de la actividad administrativa
en actividad de policía, fomento y servicio público, propuesta por Jordana de Pozas, la
doctrina contemporánea ha reconocido otras modalidades, no reconducibles a las
anteriormente señaladas, que son manifestación de otras materias que ha otorgado el
ordenamiento jurídico a la Administración, tales como la actividad administrativa
sancionadora, la actividad arbitral y la actividad de gestión económica (también llamada
industrial o de producción de bienes). La aplicación del Derecho privado en las actividades
de la Administración se presenta con mayor o menor fuerza en algunos sectores, en la
medida que los instrumentos de ese ordenamiento sean idóneos y apropiados para la
consecución de los fines y necesidades que la Administración está llamada a satisfacer; en
ese sentido, es evidente que el uso de los instrumentos de Derecho privado tiene menor
preponderancia en actividades como las de policía o sancionadora en comparación con
otras, como la de gestión económica. El grado de intensidad en la utilización de dichos
instrumentos dependerá de la posibilidad efectiva de que la Administración pueda llevar
adelante sus cometidos y dar soluciones a los problemas planteados desprovista de
potestades administrativas, en un plano de igualdad con los administrados.
El asunto fue tratado en Venezuela hace algún tiempo por el profesor Gonzalo Pérez
Luciani quien había señalado, como una tipología dentro de las formas de la actividad
administrativa, aquella realizada con medios de Derecho privado, apuntando que «Las
Administraciones modernas, en una propensión siempre creciente, vienen dotadas de
medios de derecho público para atender al cuidado de intereses públicos, pero al mismo
tiempo y también con la misma propensión, con medios de Derecho privado, para ser
utilizados alternativamente con aquellos […]». De otra parte, a nivel de la doctrina
extranjera se había venido discutiendo desde hace tiempo el fenómeno de la huida de la
Administración al Derecho privado, poniendo de relieve el creciente uso de fórmulas
organizativas propias del Derecho privado en el ámbito de la Administración. El tema
también fue planteado por el profesor Brewer-Carías en estas mismas Jornadas, hace tres
años, quien lejos de observar una huida puso de relieve la reacción recuperadora del
Derecho administrativo venezolano y la progresiva publicización de campos de actividad
que en su origen estaban sólo reguladas por el Derecho privado.
El tema no es nuevo entre nosotros; ya desde hace mucho tiempo, académicos, practicantes
del Derecho administrativo y la propia Administración pública han reclamado a nuestros
legisladores la falta de regulación legal de áreas en las que hay una concurrencia del
ordenamiento jurídico público con el privado a fin de prevenir que ambos puedan
solaparse.
La vigencia del citado principio se manifiesta no sólo en la necesidad de que haya una
previsión legislativa que autorice a la Administración para auxiliarse de los instrumentos de
Derecho privado, sino en la aplicación de ciertas disposiciones administrativas cuya
inobservancia haría ineficaz el acto o negocio jurídico privado. Las nociones de capacidad
jurídica y representación suficiente, propias del Derecho privado, se ven sustituidas por la
de competencia: la del órgano para comprometer a la Administración y la del funcionario
para actuar. La posición personal de los funcionarios públicos entraña consecuencias en
orden a la modificación del régimen de determinados medios de prueba, como la confesión;
la necesidad de una previsión presupuestaria en los casos en que deba producirse una
erogación por la Administración; la sujeción de las operaciones al régimen de control fiscal
y a los procedimientos para la selección de contratistas, aún para algunas contrataciones
que no están reguladas por un régimen prepoderante de Derecho público, también son
algunos ejemplos de la imposibilidad para la Administración de sustraerse por completo del
régimen jurídico que le es propio: el Derecho administrativo.
En el campo del derecho público la idea de interés público o general se sitúa como factor
motivador y condicionante de toda acción que implique el ejercicio de potestades
administrativas.
No obstante, no debe confundirse el interés público con que obra la Administración con la
cualidad con que debe concurrir la Administración en sus relaciones con los particulares.
Al tratar el régimen de la actividad administrativa de Derecho privado, la voluntad de la
Administración se escinde en dos manifestaciones distintas: en primer lugar, la voluntad
unilateral de acudir al derecho privado y, en segundo lugar, la ejecución del acto
precedente, la concreción efectiva del acto o negocio de Derecho privado. La primera
manifestación tiene un carácter preparatorio e interna de la Administración, mientras que la
segunda es externa y materializa la vinculación de aquélla con el ordenamiento privado.
En primer lugar, como señala Sosa Gómez, (i) es necesario que no existan graves razones
para considerar que la actuación de carácter público sea esencial, es decir, que la ley no
exija y presuma de manera terminante que en la consideración del ente público, se
encuentre en primer plano un interés jurídico público que, por ende, exija el empleo de un
instrumento de Derecho público. En segundo lugar, (ii) es necesario también que exista una
equivalencia entre el medio de carácter público y el de carácter privado, esto es que el
medio de derecho privado sea idóneo para la realización de fines públicos y que su uso sea
susceptible de provocar los mismos resultados que se habrían obtenido de haber empleado
medios de naturaleza pública. Por último, (iii) debe ser conveniente, es decir, debe existir
un interés subjetivo, secundario, patrimonial en sentido lato, de que el uso de un
instrumento de Derecho privado en vez de uno de Derecho público redundará en beneficio
tanto para la Administración como para los particulares.
De otra parte, no debemos perder de vista que los negocios e instrumentos disciplinados
por el Derecho privado que son susceptibles de ser empleados son sólo aquellos que
pueden entrar dentro de sus funciones, por lo que deben excluirse aquellos conectados con
las personas físicas. De ahí que, con razón, la doctrina haya afirmado que el derecho
privado que resulta aplicable a la Administración no es el de los propietarios, sino el de los
administradores.
El uso de los instrumentos del Derecho privado no anula los mecanismos de control inter-
administrativos que el legislador ha establecido para asegurar la regularidad de la actividad
administrativa. La Administración puede ser exonerada por el legislador de cumplir con las
leyes administrativas, sin embargo no puede escapar de su condición de Administración y
que aún cuando se someta formalmente al Derecho privado, siempre estará sujeta al
ordenamiento jurídico administrativo, por lo que atañe al control de sus operaciones. Así
ocurre en la Ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público (LOSPP), la cual
considera patrimonio público aquel que corresponde a las sociedades en las cuales la
República, los institutos autónomos, los establecimientos públicos y las demás personas de
derecho público tengan participación igual o mayor al cincuenta por ciento del capital
social y establece regulaciones especiales para los administradores de dicho patrimonio.
La conciliación, institución de derecho procesal civil que ha sido definida como «[l]a
convención o acuerdo a que llegan las partes por mediación del juez durante el proceso,
que pone fin al litigio y tiene los mismos efectos que la sentencia definitivamente firme.»,
también ha sido trasladada al ámbito de la actividad administrativa. En el caso de los
procedimientos abiertos iniciados de conformidad con la LPCU es la propia
Administración la que funciona como instancia de conciliación, procurando la
autocomposición del procedimiento; un funcionario de la Sala de Conciliación y Arbitraje
ejerce sus buenos oficios que permita a las partes llegar a un acuerdo que estimen justo y
equitativo. De lograrse la conciliación se levantará un acta de conciliación, la cual deberá
ser suscrita por las partes y por el Jefe de la Sala o por el funcionario que éste haya
designado, y será registrada en la Sala de Conciliación y Arbitraje, en el libro
correspondiente, poniendo fin a la controversia.
Por lo que se refiere a las controversias sometidas a arbitraje, éstas serán resueltas por el
Jefe de la Sala actuando como árbitro arbitrador en única instancia. El laudo arbitral se
dictará con arreglo a la equidad y será inscrito en el Libro de Arbitrajes que a tal efecto
deberá llevar la Sala de Conciliación y Arbitraje.
En tal sentido, el artículo 61 de la Ley de Concesiones dispone que las partes pueden
«[u]tilizar los mecanismos de solución directa tales como la conciliación y la transacción» .
Se desprende de la referida disposición que no se trata de una enumeración taxativa y que,
por el contrario, la intención del legislador fue la de incluir dentro del ámbito material de la
norma a todo medio directo de resolución de controversia que fuera idóneo para resolver
las diferencias que pudieran presentarse entre las partes. En ese sentido, cabría pensar en el
uso de la mediación para que las partes escojan un tercero que pueda crear condiciones
propicias para la comunicación y proponer soluciones a la controversia para someterla a la
consideración de las partes en conflicto.
Ahora bien, de acordar las partes someter sus diferencias a un Tribunal Arbitral,
corresponderá a éstas decidir la forma en la que estará compuesto dicho Tribunal (i.e.
composición), las materias de las que conocerá (i.e. competencia), el trámite procesal
aplicable (i.e. procedimiento) y el derecho aplicable, de conformidad con la normativa que
rige la materia.
Dadas las particulares limitaciones que van a aparejadas al uso de estos medios de solución
de controversias -en los casos en que una de las partes es un ente u organismo de la
Administración- deben establecerse en la cláusula arbitral o compromisoria, las
condiciones dentro de las cuales se desarrollará el arbitraje. En ese sentido, debe tenerse en
cuenta que mediante esta vía no podrán debatirse asuntos o materias que puedan afectar el
interés público, otorgarse potestades reservadas por la Constitución y las leyes al poder
público o convenir sobre el ejercicio de potestades administrativas. Así, por ejemplo, sería
nula una cláusula que permitiera a un tribunal arbitral controlar la legalidad de un acto
administrativo por un Tribunal Arbitral o establecer limitaciones a la administración para el
ejercicio de las potestades que legalmente tiene conferidas.
Queda también abierta la posibilidad de que en aquellos casos en los cuales el objeto del
debate sean cuestiones de carácter técnico, las partes puedan someter la solución del asunto
al conocimiento de expertos directamente designados por ellas. En tales casos la decisión,
adoptada siguiendo el procedimiento previamente establecido por las partes, tendrá carácter
definitivo.
2.3. Actividad de gestión económica
Ahora bien, la Ley de Privatización (LP) prevé como mecanismo para la venta de acciones
o cuotas de participación de empresas públicas, el uso de las modalidades previstas en la
Ley de Mercado de Capitales (LMC). Tal fue el mecanismo empleado para la privatización
del capital público existente en la empresa companía telefónica CANTV, cuando se efectuó
una oferta pública de valores de dicha empresa. En estos casos, la Administración concurre
al mercado de capitales como cualquier otro particular, debiendo cumplir los trámites
correspondientes por la Comisión Nacional de Valores que, habiendo evaluado la
información presentada, autorizará la oferta y procederá a su registro.
Conclusión
No estamos frente a un proceso de huida o vuelta hacia el Derecho privado, por el contrario
estamos en medio de un proceso mucho más grande y complejo: el de la redefinición de los
ámbitos del Derecho público y del Derecho privado.