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- EL ESPECTADOR
El director y el espectador
La fascinación que produce el cine permite encubrir la manipulación que
hace posible el juego. Incluso, en la escritura del cine clásico americano -
donde apenas existen huellas del trabajo del realizador y el espectador tiene
la sensación de ser él quien lleva la iniciativa- existe una sutil manipulación
de los efectos de la enunciación que aparecen "invisibles", pero
perfectamente estructurados para provocar en el receptor la reacción deseada
y prevista por el director. No obstante, la capacidad intelectual del espectador
le permite configurar distintas respuestas ante un mismo estímulo, por lo que
el rígido esquema conductista de estímulo-respuesta no es aplicable al cine,
en su sentido estricto.
El realizador debe conocer bien cuáles son los mecanismos que le permiten
actuar sobre el espectador y poder diseñar así su respuesta, tanto en lo que
se refiere al sentido de las imágenes, como al tipo e intensidad de los
sentimientos que en él debe provocar. La respuesta está implícita en la obra,
pero necesita del receptor para su actualización.
La complejidad del fenómeno participativo hace insuficiente las
explicaciones psicoanalíticas y psicológicas, ya que intervienen otros
factores como; la fascinación que produce el medio, el lugar que ocupa el
espectador en la organización estructural del relato, la articulación y
tratamiento de la información, etc. Todo ello define un tipo de relaciones con la
ficción más consistente que sus posibles vinculaciones a través de
proximidades sicológicas, morales o ideológicas.
El espectador y la cámara.
El espectador vive la ficción a través de la cámara, el objetivo son sus ojos y
donde ella está ubicada, está colocado él. Esta circunstancia hace que el
espectador se incorpore al ámbito de la ficción, al espacio donde ocurren los
acontecimientos, y despliegue todo un juego de relaciones que van a ser clave
para definir el tipo de respuesta emocional que tendrá ante la propuesta fílmica.
Los lugares del espectador
El juego del espectador depende, en gran medida, de la articulación de los
lugares en los que se sitúa la cámara. Esos lugares le introducen en la ficción
y le permiten desarrollar ámbitos de relación con determinados personajes y
hechos.
El don de la ubicuidad
El espectador, a través de la cámara -sus “ojos”-, presencia los
acontecimientos desde un lugar privilegiado y en el momento preciso. Tiene el
don de la ubicuidad. Esa posibilidad y la de observar sin ser visto, es algo que
al espectador no le sucede en su condición de individuo.