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Reflexiones en torno

a la Universidad Moderna
Por: Alberto Pacheco Benites

En un contexto echado sobre las lógicas de mercado en todos los aspectos de la

construcción social y en el que el discurso de la producción ha filtrado todas las áreas de

lo social, la educación universitaria parece haber también cedido su lugar privilegiado

de la reflexión crítica al de una suerte de pragmatismo profesionalista y aplicativo, a

contracorriente de lo que había conducido la idea de educación universitaria hasta hace

no mucho tiempo.

En ese contexto, transitan las posiciones académicas caminos distintos: hay quienes

buscan «rescatar» la Universidad como espacio de la reflexión crítica, pero que lo hacen

desde la orilla casi nostálgica de una puesta en valor de ciertos –valga la redundancia–

valores perdidos. Por otro lado, están quienes sustentan que la validación de las lógicas

universitarias debe darse del lado de una optimización de ciertos procesos diseñados

para la enseñanza. Y ellos chapotean en el charco de unas siempre mentadas (y

estipuladas con tufo de recetas) metodologías y procesos de estandarización de las

dinámicas al interior de la universidad.

Están también quienes reclaman una urgente mutación de la Universidad, hacia una

institución que abrace estas lógicas que demanda el mercado (y se levantan voces,

incluso, que invocan a evitar un «rezago» por parte de la Universidad). Desde esta
tribuna, pues, el nexo entre la universidad y el mercado se hace fuerte y las fronteras

entre las praxis de las profesiones y la formación desparecen 1.

Pero quizá no muchos ojos se han posado sobre las implicancias y dinámicas que

suponen la pérdida de un espacio echado sobre la reflexión, sobre la aproximación

crítica, ni tampoco se han dado luces sobre todas las lógicas que suponen este viraje (y

que no solo decantan por la apatía institucional o gubernamental).

Lo cierto es que la(s) «crisis» de la Universidad supone(n) el engranaje entre

dimensiones que abarcan muchos aspectos. Desde las taras que ya estarían sentadas en

las bases de la Universidad Moderna (cuyo modelo de sustento –la propia Modernidad–

también se encuentra en crisis), hasta las relaciones entre conocimiento e información,

cuyas propias mutaciones atestiguamos, sobre todo, desde el lado de nuestras esferas de

tecnología y comunicación digital, así como también en la dinámica propia de lo que

ocurre con la institucionalidad educativa, en términos de constitución de los currículos

(donde el peso de lo reflexivo se diluye de forma acelerada) o del valor de los títulos,

que a mano de las acreditaciones y estandarizaciones pierden el valor que tenían, con

cada generación que accede –con menores esfuerzos y lógicas mercantiles– a la

obtención de un Título universitario.

De modo que habría que partir por una reflexión en torno a la Universidad Moderna

para, desde allí, entender las mutaciones en el conocimiento en sí y también en el

funcionamiento institucional, para luego situar el rol de la reflexión crítica hoy.

UNA MIRADA A LA UNIVERSIDAD MODERNA

1
Cabría, si no, pensar en todo el discurso publicitario que alienta una versión de la Universidad enfocada
en el trabajo sobre los conocimientos especializaos propio de las carreras desde los primeros momentos
de la formación, manifestando, incluso, que es una «pérdida de tiempo» cualquier cariz general, amplio
o reflexivo en el sentido más genérico del término.
Hay quienes consideran en el proyecto de Kant, de finales del S. XVIII, ya una entrada

a la denominación de lo que sería la Universidad moderna 2, mientras que otros dan

cuenta de esta gestación recién en la transformación que la Universidad alemana sufriría

en las postrimerías del S. XIX 3.

Lo cierto es que, sea desde la visión iluminista de la Universidad kantiana, o de la

perspectiva de investigación –luego arrojada a la especialización aplicativa– de la visión

alemana, el periodo que abarca toda la hegemonía del pensamiento moderno transformó

la institución universitaria y la forma en que se estructura y divide el conocimiento.

Quizás (y con cierta desazón) podría reconocerse de común en ambas posiciones que

ninguna de las dos propuestas pudo concretarse. Ni la Facultad de Filosofía pudo

concretarse como la preponderante de cara a una discusión en torno a las doctrinas,

contenidos y enseñanza de las Facultades, ni se consiguió una aproximación holística

por parte de las instituciones, centrada en la investigación orientada por un espíritu

científico abarcador y amplio.

Por el contrario, de un lado las Facultades de filosofía en muchos casos se convirtieron

en claustros cerrados, echados a repasos (y respetos) casi monacales de tradiciones

filosóficas consagradas. Una cerrazón de producción endogámica y muchas veces

estéril, en tanto su falta de diálogo con otras disciplinas, temáticas y contextos, lejos

pues del rol activo que suponía en la visión de Kant y que suponía un conflicto de

discusión provechosa de aquellos contenidos medulares de los currículos y las formas

de producción universitaria. De otro lado, la investigación científica (muy a pesar de sus

2
THAYER, W. La Crisis no moderna de la Universidad Moderna. Editorial Cuarto Propio; Santiago;
Chile. pp. 32
3
Cfr. WITTROCK, B. “Las tres transformaciones de la Universidad Moderna”, en: ROTHBLATT,
S. y WITTROCK, B. (eds.), La Universidad europea y americana desde 1800. Pomares–Corredor;
Barcelona; España; 1996
promotores decimonónicos alemanes, probablemente) terminó de base para el discurso

científico que sería característico de la formación universitaria hasta nuestros días.

Es decir, que sería la cuna de una tendencia no solo hacia una final especialización de

los campos de la ciencia, pero llevada a un extremo, sino a una super-diversificación –

en respuesta a las demandas del mercado– de materias, profesiones y formaciones que,

por lo general –y de cara a una formación que no tiene un componente integrante de

filosofía–, se vuelve dispersa y laxa, atentando de lleno contra el espíritu, que había sido

delineado por los idealistas alemanes.

Este discurso científico, además, se convertiría en un legitimador de las prácticas que el

filósofo francés Michel Foucault identificó como propias de la Modernidad: vigilar,

controlar y corregir 4. Así, la idea de una Universidad volcada a la investigación

científica devendría en la institución mediante la cual se promovió y desarrolló un saber

que legitimaría al poder (y a sus prácticas) y que, en tanto su base discursiva, permitiría

el despliegue de todos los mecanismos y microfísicas a las que son sometidos los

sujetos, en tanto cuerpos dóciles, a lo largo del desarrollo y constitución disciplinar del

periodo moderno 5. Dicho de otro modo, la validación del ideal cientificista como algo

digno de perseguir en el marco de la formación académica de la sociedad, desde un lado

institucional (el Estado promoviendo el modelo científico a través de sus

Universidades), constituiría a tal discurso como preponderante. Sería la base

epistemológica sobre la cual se levantarían –por ponerlo nuevamente en términos

foucaultianos– los mecanismos desarrollados por todas las «Instituciones de encierro»

en el marco de una «Sociedad disciplinar».

4
Cfr. FOUCAULT, M. Vigilar y Castigar; Segunda edición; Editorial Siglo XXI; México; 2010
5
Cfr. FOUCAULT, M. Op. Cit; pp. 155 y siguientes. y FOUCAULT, M. El Poder, una bestia
magnífica; Editorial Siglo XXI; Argentina; 2012 pp. 67-86 y 139-158
Esta preponderancia por el discurso cientificista, incluso, llevaría a que la idea de una

búsqueda –una investigación científicamente pura–, tuviera asidero más allá del campo

de las ciencias naturales, pretendiéndose lo mismo en disciplinas orientadas a las

dinámicas sociales y culturales 6. Algo que, como ha quedado en evidencia en la última

etapa del Siglo XX, no necesariamente ha podido acomodarse al estudio de los

fenómenos más actuales (ligados con la influencia de la comunicación y lo tecnológico

como paradigma de la sociedad y la cultura), sobre todo por el dinamismo que estos

representan y por sus lógicas, dadas a permutar y rebasar las categorías conceptuales de

corte cientificista 7 blandidas por las llamadas Ciencias Sociales.

Lo cierto es que es precisamente este contexto el que invita a pensar en una revaloración

de la reflexión crítica como integradora de múltiples intereses de investigación y

producción académica proclives, por lo general, a una dispersión particularista de sus

técnicas aplicativas, precisamente científicas la mayor de las veces. Quizás, pues, una

mentada interdisciplinaridad contemporánea resulte menos quimérica si la reflexión

crítica de carácter filosófico se convierte en el pívot de las empresas académicas de

diversa índole y perspectivas.

Otra dimensión medular a tomar en cuenta, de cara a una aproximación a las herencias

de las versiones de la Universidad Moderna, supone el rol protagónico que se le asignó

al Estado en dicha propuesta de institución universitaria. Este ha sido, de cara a lo que

ocurre en nuestros días, un punto sobre el cual se sustenta una de las dificultades que

atraviesa la Universidad contemporánea. Y es que, tan inscrita en la lógica de contribuir

a la constitución y reforzamiento de un Estado-Nacional (o, del lado contrario, en

6
Cfr. WALLERSTEIN, I. Impensar las Ciencias Sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos;
Editorial Siglo XXI; México; 1999
7
BAUMAN, Z. La sociedad sitiada. Fondo de cultura económica; Buenos Aires; Argentina; 2002; pp. 9-
34
dependencia de lo que el Estado supone como constitución y roles del conocimiento), la

Universidad pareciera perder esta fuerte vinculación institucional y encontrar unos de

sus escollos contemporáneos, al verse frente a una crisis que atraviesa el propio Estado-

Nación 8.

Esta crisis de la dinámica estatal o nacional puede focalizarse, por un lado, en las

dinámicas de los capitales tras-nacionales, que los sustentan pero los superan, dado que

ni las dinámicas económicas contemporáneas, ni los consumos en los que se inscribe el

mercado pueden –como sí estos capitales– circular más allá de las fronteras, rezagando

incluso a las figuras supranacionales de los acuerdos de tipo contractual entre naciones

(ONU, OEA, etc…) 9. En tal sentido, cabe mencionar la idea planteada por los autores

Michael Hardt y Antonio Negri, al referir a este nuevo panorama como Imperio,

momento de la Historia en el que la otrora preponderancia del Estado queda relegada

por el protagonismo de los flujos económicos que se desarrollan, apátridas, globales, y

sobre los cuales, la mayor de las veces, las instituciones Estatales muchas veces no

tienen mayor control 10.

Pues bien, pareciera que nuestras modernas universidades han también adoptado esta

variante del mercado y esta nueva lógica de los capitales privados. Y así, más que

responder a los intereses de un Estado-Nación (en el cual se inscribían en tanto proyecto

constituyente), pareciera que la investigación y la ciencia se han puesto a su servicio.

Podríamos decir que, allí donde para el filósofo alemán Wilhelm Von Humboldt era una

8
Al respecto, la propuesta del escritor norteamericano Bill Readings precisamente concentra en esta
dimensión lo que él considera como el motor de una universidad en ruinas. Cfr.: READINGS, B. The
University in ruins; Harvard University Press; EEUU; 1997 (no se cuenta aún con una traducción a
nuestro idioma)
9
Podría considerarse, incluso, que tales Contratos Supranacionales de herencia moderna, se ven
reemplazados en nuestros días por unos más ponderados, acuerdos de Comercio Libre (NAFTA,
MERCOSUR, TLC, etc…)
10
Cfr.: HARDT, N y NEGRI, A. Imperio. Paidós; Buenos Aires; Argentina; 2002
preocupación central que el Estado financie la investigación de la ciencia en la

Universidad, hoy (al menos en campos de tecnología y ciencia, ambos preponderantes

también en las dinámicas sociales y el mercado), fueran algunas de las más grandes

empresas del planeta las que se constituyen como las principales promotoras y

financistas de ciertos campos de desarrollo.

Se ve pues, que en el marco de una crisis generalizada de la Modernidad y de los

discursos («caída de los grandes relatos», diría el filósofo francés Jean-François

Lyotard 11), la Universidad Moderna, en tanto institución central en la configuración del

pensamiento y los discursos modernos, también se encuentra afrontando una dinámica

de crisis. El modelo alemán devino especialista, mientras la universidad kantiana de

corte iluminista se presenta más como un sueño nostálgico a favor de la preponderancia

filosófica, al tiempo que la profesionalización del modelo napoleónico pareciera haberse

convertido –en su versión actual– en una instrumentalización generalizada de las

carreras universitarias, como meras preparatorias de saberes técnicos echados sobre

demandas de mercados laborales.

Claro, aquí solo se ha hecho hincapié sobre aspectos muy puntuales (y ciertamente, se

ha solapado el corpus de las reflexiones y variaciones que la Universidad tuvo a lo largo

del Siglo XX, con la entrada y primacía de los modelos norteamericanos), pero lo cierto

es que las versiones de la institución universitaria que se desarrollaron desde finales del

Siglo XVIII, se encuentran sin una vigencia que sea evidenciable, del mismo modo en

que la Institución Universitaria en su conjunto está –tal como en el momento previo al

surgimiento de tales propuestas– amenazada.

REFERENCIAS

11
Podría recordarse, también que su libro La Condición Posmoderna es un «informe sobre el saber»
o BOURDIEU, P. “La juventud no es más que una palabra” en: Bourdieu, P.
Sociología y Cultura. México DF.: Editorial Grijalbo.1984

o FOUCAULT, M. Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Alianza


Editorial, Madrid, España, 1981

o FOUCAULT, M. Vigilar y Castigar; Segunda edición; Editorial Siglo XXI; México;


2010

o HARDT, N y NEGRI, A. Imperio. Paidós; Buenos Aires; Argentina; 2002

o KANT, I. El conflicto de las Facultades. Editorial Losada; Buenos Aires; Argentina;


2004.

o READINGS, B. The University in ruins; Harvard University Press; EEUU; 1997

o VON HUMBOLDT, W. “Sobre la organización interna y externa de los


establecimientos científicos superiores en Berlín”, en: en: FICHTE, J. G. (et. al). La
idea de la Universidad en Alemania. Editorial Sudamericana; Buenos Aires; Argentina;
1959. pp.209-219

o WALLERSTEIN, I. Impensar las Ciencias Sociales. Límites de los paradigmas


decimonónicos; Editorial Siglo XXI; México; 1999

o WITTROCK, B.; “Las tres transformaciones de la Universidad Moderna”, en:


ROTHBLATT, S. y WITTROCK, B. (eds.), La Universidad europea y americana
desde 1800. Pomares–Corredor; Barcelona; España; 1996

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