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ESCUELA DE DERECHO

LIC. CIENCIAS JURIDICAS

Asignatura: PROCEDIMIENTO LABORALES

Docente: AMÍLCAR EFRÉN CARDONA MONTERROSA

Tema:
“Procedimiento de Ejecución de Sentencias Laborales”

Alumno: Ricardo Ernesto Sánchez Alas

Carnet: 51-5777-2017

Fecha de entrega: 15/12/2021


Marco de Referencia Histórico

Si lo que queremos es comprender y conocer mejor el sentido y alcance de la institución


jurídica vigente es necesario conocer sus orígenes y desenvolvimiento. En este sentido,
se estima conveniente hacer una relación cronológica de forma breve, de cómo se ha
desenvuelto y de la forma como ha sido regulada la ejecución de las sentencias en
materia laboral, los arreglos conciliatorios y la transacción laboral, en la Legislación
Procesal Laboral Salvadoreña; así como, la incidencia del Código Procesal Civil y
Mercantil, en estas instituciones.

Por lo que, que antes y después del año de 1911, no fueron dictadas en el país leyes
laborales, de tal manera, que por muchos años la prestación de servicios personales
estuvo regulada como un contrato de arrendamiento en los capítulos VII, VIII y IX del libro
cuarto del Código Civil, hasta que para los empleados de comercio se promulgo en 1927,
la Ley de Protección a los Empleados de Comercio y posteriormente en el año de 1949, la
Ley de Contratación Individual de Trabajo en Empresas y Establecimientos Comerciales e
Industriales, que comprendía tanto a los trabajadores de las empresas comerciales como
industriales.

En cuanto a la evolución de las Leyes Procesales de Trabajo en El Salvador, las primeras


Leyes de trabajo se promulgaron a partir de 1911 hasta 1949 y todas las controversias
que pudieran surgir con motivo de la aplicación de estas leyes, fueron solventadas con las
normas de la justicia civil ordinaria; puede haber sido que debido a esto no fue posible la
vigencia de las leyes laborales, como lo demuestra el hecho de la existencia de pocos
conflictos, según lo investigado.

Por lo que, investigando antecedentes históricos en relación a la legislación laboral


salvadoreña, es necesario recurrir a las primeras leyes de contenido social que ya
contemplaban en una forma inicial la manera de hacer valer los derechos de los
trabajadores.

Veamos que se hace referencia a la Ley Sobre Accidentes de Trabajo, promulgada por
Decreto Legislativo del 11 de mayo de 1911 y publicada en el Diario Oficial del 13 del
mismo mes y año citados. Confiándose la función de vigilar su cumplimiento a los
Alcaldes Municipales y a los Jueces de Paz. Este cuerpo legal, constituye el punto de
partida para la relación del desenvolvimiento que hasta en la actualidad ha tenido la
ejecución de la sentencia en materia laboral.

Pero en la referida ley, no se encontraba una disposición en donde regulara lo relativo a la


ejecución de la sentencia, que se pronunciaban en los juicios en que se reclamaba
indemnización por accidente de trabajo; de tal manera, que, a falta de disposiciones
legales respecto a esta materia, se aplicaba sencillamente el procedimiento común, como
si se hubiera tratado de un juicio en que se demandara un derecho de naturaleza civil.
Esto era así, pues se trataba de la primera ley de carácter social en el país, ya que en
aquella época los problemas sociales del trabajador eran tratados en forma breve y todas
las relaciones nacidas del trabajo se regulaban por el Código Civil, mediante el contrato
de arrendamiento de servicios y contrato para construcción de obras materiales.

Importante también es que se hace referencia a la Ley Sobre Aprendizaje de Oficios y


Artes Mecánicas e Industriales, promulgada por Decreto Legislativo del 28 de mayo de
1914 y publicado en el Diario Oficial del 6 de junio del mismo año; en esta ley, ninguna
referencia se hace al procedimiento a seguir para tramitar las demandas en que se
reclamaban las indemnizaciones debidas por los casos de ceses o restricción del contrato
que habría de celebrarse, tampoco hace referencia a cómo debía ejecutarse la sentencia,
por lo tanto, esto lleva a suponer que a estos procedimientos incluyendo la ejecución de la
sentencia se le aplicaba las normas del proceso común.

También, a partir de 1927, por Decreto Gubernativo del 15 de junio de 1927 y publicado
en el Diario Oficial del 18 de junio del mismo año, se estableció una Junta de Conciliación
en cada cabecera departamental. La creación de tales juntas se realizó de acuerdo con el
artículo 22 de la Ley Sobre Accidentes de Trabajo; y entre sus funciones tenía procurar
que las partes conciliaran sus intereses, para lo cual, la junta o el miembro de ella
designado haría de hombre bueno.

Al igual en la Ley de Protección a los Empleados de Comercio, promulgada el 31 de mayo


de 1927 y publicada en el Diario Oficial el 12 de junio de 1927. En esta ley, en caso de
cesación o separación de todo empleado de la o las ocupaciones para la cual había sido
contratado, estableció el modo de proceder de acuerdo a lo prescrito en el numeral 4° del
Art. 8 que textualmente decía que:

“El desahucio o notificación se hará en un mes antes, por lo menos, del día en que el
empleado habrá de quedar cesante, si el pago o el trabajo fueron contratados por
mensualidades; si fueren contratados por menos tiempo, la notificación se hará antes de
igual tiempo, por lo menos.

En caso de que se suscite duda a causa de que, si el plazo o el trabajo es por mes o
menos, la junta determinara a tendiendo a la naturaleza de la ocupación y a los usos
corrientes.

El patrono comunicará a la junta y al empleado, por escrito, el día en que haya hecho
saber a éste que habrá de cesar en la ocupación.

Entonces la junta por medio de un inspector o en otra forma fehaciente averiguara si es


verdad que se ha hecho el desahucio y el resultado lo asentara la junta en un libro que
llevara al efecto, para que sirva de prueba”.

De modo, que esta ley era muy diminuta, pues no decía nada al respecto a cómo se
tramitaba la demanda en la que el empleado reclamaba sus derechos, cuando éste era
despedido de su empleo, ni mucho menos en cuanto a la ejecución de las sentencias, que
se pronunciaban en los juicios laborales y los arreglos conciliatorios a que llegaban las
partes, pues si la junta de conciliación, ante quienes se ventilaban el desahucio o despido
del trabajador no lograban un avenimiento entre las partes, la acción por medio de la cual
el actor reclamaba sus derechos, tenía que ventilarse en los tribunales comunes,
sustanciándose los juicios de acuerdo a los procedimientos civiles ordinarios, corriendo
con la misma surte la ejecución de las sentencias, arreglos conciliatorios y transacciones
laborales, que en ellos se pronunciaban.

Siguiendo entonces luego, con fecha 4 de noviembre de 1927, se emitió el Reglamento de


la Ley de Protección a los Empleados de Comercio, que le encomendaba y confería
deberes y atribuciones a las Juntas Departamentales de conciliación. De conformidad con
dicho reglamento, si en la audiencia conciliatoria practicada por la junta de conciliación no
había avenimiento alguno, el conflicto tenía que resolverse a través de los tribunales
comunes.

Por ende, el 13 de junio de 1928, en tiempos de Pió Romero Bosque, se dio la Ley de
Reglamentación de las Horas de Trabajo, en donde se estableció la jornada de 8 horas y
multas para los infractores; en cuanto a los conflictos que se suscitaban, eran resueltos
por las Juntas de Conciliación, no obstante, esta Ley tampoco abordo disposiciones que
regularan la ejecución de la sentencia, de tal manera, que cuando se exigía el
cumplimiento de la sentencia definitiva, se aplicaban las reglas del Código de
Procedimientos Civiles.

Ya que es a partir del Decreto Legislativo No. 321 del 12 de enero de 1946, que se dicta
la Ley de Creación del Departamento Nacional del Trabajo y publicado en el Diario Oficial
del mismo mes y año. Las expresadas Juntas de Conciliación desaparecieron y como una
innovación muy importante es que fue creado el Departamento Nacional del Trabajo, el
cual dependía del Ministerio de Trabajo, señalándose como funciones las de preparar la
legislación del trabajo, la inspección laboral y conocer de las disputas entre el capital y el
trabajo. Dicho departamento, contaba con un cuerpo de inspectores, correspondiendo uno
por lo menos para cada departamento.

No obstante se establecieron estos primeros organismos encargados de la administración


de justicia laboral en primera instancia, disponiéndose que en lo sucesivo el delegado
Inspector Departamental en cuanto tuviera conocimiento de un conflicto entre el
empleador y el trabajador, daría el aviso correspondiente al segundo director del
departamento nacional del trabajo, para que éste integrara la junta de conciliación con el
inspector como presidente y como representante de la parte patronal y otro que era
designado por el trabajador o el grupo de trabajadores afectados. De tal manera, que esta
junta era la que conocía del conflicto, convocando a las partes a una primera audiencia en
la que procuraba avenirlas, proponiendo la solución que estimaba justa y equitativa; si no
se lograba el avenimiento de las partes, se remitía el expediente al Director del
departamento quien procedía a formar el Concejo Nacional del Trabajo y se procedía a
una segunda audiencia en la que cada interesado expondría sus pretensiones y
presentaría las pruebas necesarias para su justificación.

Entonces ya reunida en dicha audiencia las pruebas, el Concejo pronunciaba sentencia


dentro de veinticuatro horas, la que se hacía saber a las partes y la cual quedaba
ejecutoriada, aclarando, que contra el fallo del Concejo únicamente podía interponerse el
recurso de súplica ante el Ministerio de Trabajo, quien dictaba el fallo definitivo y del cual
no había recurso alguno. Haciéndose cumplir por la Junta de Conciliación en la forma
gubernativa, así lo establece el artículo 20 de la mencionada ley. Como es de apreciar,
aquí se habla del procedimiento para la ejecución de la sentencia.

Se hace una vinculación a la Ley Especial de Procedimientos para Conflictos Individuales


de Trabajo, promulgada por Decreto Legislativo del 29 de septiembre de 1949, publicado
en el D.O. No 215, Tomo No 147, el 30 de septiembre del mismo año. En el que se
establecía que a los delegados Inspectores del Trabajo les correspondía “conocer en
primera instancia de los reclamos de los obreros y empleados contra sus patronos o de
éstos contra aquellos que pueden tener lugar conforme a la Ley de Contratación Individual
de Trabajo en Empresas y Establecimientos Comerciales e Industriales, lo mismo que en
los casos de reclamos sobre indemnizaciones por accidentes de trabajo y la Ley de
Protección a los Empleados de Comercio”. En el caso de segunda instancia, conocía en
revisión o en apelación el director del Departamento Nacional del Trabajo. El fallo del
director admitía el recurso de súplica ante el Ministerio de Trabajo, siempre que el valor
de lo reclamado excediera de mil 24 colones. Además, tenía competencia para conocer
del recurso extraordinario de nulidad. En ella, aparece regulado concretamente por
primera vez, lo relacionado a la ejecución de las sentencias en materia laboral
específicamente en el artículo 25 que textualmente dice: “Las sentencias de los juicios de
trabajo, tienen fuerza ejecutiva y se harán ejecutar por cualquiera de los jueces de los
Civil de la respectiva circunscripción departamental a opción del interesado.

Entonces la certificación de la sentencia ejecutoriada de trabajo, extendida a petición de


parte por los delegados e Inspectores Departamentales de Trabajo, el director del
Departamento Nacional del Trabajo o el Ministerio de Trabajo, respectivamente, servirá de
ejecutoria de ley”.

El juez de lo civil ejecutará a petición de parte las sentencias de trabajo siguiendo el


procedimiento establecido en el Art. 450 del Código de Procedimientos Civiles”. Aquí ya
se regulaba la forma en que se ejecutaban las sentencias de los jueces de trabajo,
siguiendo al respecto el procedimiento establecido en el Código de Procedimientos
Civiles.

Así es que en el año de 1949, que fue promulgada la Ley Especial de Procedimientos
para Conflictos Individuales de Trabajo, pero respecto a la ejecución de las sentencias en
materia laboral, se le seguía dando aplicación al procedimiento civil, incidiendo éste en
materia laboral, sin que se hubiere establecido un modo de proceder, sencillo, rápido y
efectivo en la ejecución de la sentencia en materia laboral, tal como la realidad lo requería
y lo aconsejaban las modernas corrientes de las doctrinas laborales.

Se dictó la Ley de Creación de los Tribunales de Trabajo, para guardar concordancia con
el Art. 81 de la Constitución de 1950, en el sentido que al Poder Judicial le correspondía la
potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado en materia de trabajo, por lo que el
legislador consideró sustituir a los organismos dependientes del Poder Ejecutivo en el
ejercicio de esta jurisdicción. La ley mencionada, fue creada a iniciativa de los ramos de
Trabajo y Previsión Social y de Justicia, estableció que los tribunales dependientes del
Poder Judicial, conocerían de conflictos de trabajo de carácter jurídico y se aclaró que los
conflictos colectivos de carácter económicos estarían sujetos a una ley especial.
Por lo que los tribunales de trabajo en El Salvador, fueron creados en el año de 1960,
mediante Decreto Nº 48 de la Junta de Gobierno de El Salvador, de fecha 22 de diciembre
de 1960, que promulgó la Ley de Creación de los Tribunales de Trabajo. Dicho Decreto
fue el resultado del espíritu de la Constitución de 1950, la cual estableció la jurisdicción
especial de trabajo.

En ese mismo orden, fue decretada por la Junta de Gobierno de El Salvador, la Ley
Procesal de Trabajo, el 22 de diciembre de 1960 y publicada en el Diario Oficial de la
misma fecha; de modo, que esta ley vino a sustituir a la Ley Especial de Procedimientos
para Conflictos Individuales de Trabajo, la cual no obstante haber tenido una existencia
temporal en cuanto a su vigencia, es necesario hacer referencia de ella por los grandes e
importantes cambios que introdujo en el procedimiento laboral especialmente en lo
referente a la ejecución de las sentencias laborales y más que todo por haberse pasado a
la esfera o dependencia del poder judicial los tribunales de trabajo, por lo que, se hizo
necesario modificar los procedimientos laborales, conviniendo introducir aquellas reformas
que de acuerdo a la experiencia se juzgaban necesarias para simplificar, aclarar o
sistematizar tales procedimientos.

Al contemplar, la nueva modalidad que en la Ley procesal de Trabajo, dio en materia de


ejecución de las sentencias, fue la introducción de las reformas a que hacía referencia en
los considerandos a fin de simplificar los procedimientos, es necesario transcribir el Art. 63
de la expresada ley, el cual se refería a la ejecución de las sentencias laborales y en este
sentido decía que: “ Las sentencias laborales se harán ejecutar, a petición de parte, por
los jueces que conocieron en primera instancia, siguiendo el procedimiento establecido en
el Art. 450 del Código de Procedimientos Civiles. Sin formar pieza separada”. En ese
sentido, tal disposición legal transcrita, de la Ley Procesal de Trabajo, en las regulaciones
que hizo en cuanto a la ejecución de las sentencias en materia de trabajo, tuvo algunas
innovaciones en relación a la Ley Especial de Procedimientos Individuales de Trabajo en
el sentido, que aquellas se hacían ejecutar por los jueces de lo laboral y no por los jueces
de lo civil, siguiendo el procedimiento común y sin formar pieza separada, pues la
ejecución de las sentencias es una continuación del proceso laboral.

Por otra parte, la siguiente ley en materia procesal, que se dio en el país fue la segunda
Ley Procesal de Trabajo, promulgada por Decreto Legislativo N° 42 de fecha 28 de
febrero de 1961 y publicada en el Diario Oficial del 3 de mayo del mismo año.

De tal manera, que el legislador al elaborar la Ley Procesal de Trabajo, decretada por el
Directorio Cívico Militar, en lo relativo a la ejecución de las sentencias, trajo un verdadero
avance, porque incluyo por vez primera la ejecución de arreglos conciliatorios, en el Art.
62 de esta ley manifestando que: “Las sentencias laborales y los acuerdos conciliatorios
se harán ejecutar, a petición de parte, por los jueces que conocieron o debieron de
conocer en primera instancia, siguiendo el procedimiento establecido en el Art. 450 Pr.
sin formar pieza separada y sin necesidad de ejecutoria”.

No obstante, está ley tuvo corta vigencia, ya que poco después entró en vigencia el primer
Código de Trabajo, que ha tenido el país, el cual fue aprobado por la Asamblea Nacional
Legislativa por Decreto N° 241 de fecha 22 de enero de 1963, publicado en el Diario
Oficial del 1 de febrero de 1963. En esta normativa, se recopilaron en un solo cuerpo legal
las diversas leyes laborales, que se encontraban vigentes y dispersas a la fecha de su
aprobación.

En efecto, en el Código de Trabajo de 1963, trataba de la ejecución de las sentencias en


los artículos 362 y 363, los cuales, desde luego, al igual que en los casos anteriores, para
conocer como estaban redactados los transcribimos a continuación: Art. 362. “Las
sentencias laborales y los acuerdos conciliatorios se harán ejecutar a petición de parte,
por los jueces que conocieron o debieron conocer en primera instancia, siguiendo el
procedimiento establecido en el Art. 450 Pr sin formar pieza separada y sin necesidad de
ejecutoria, debiendo considerarse las tercerías como puramente civiles.

Cuando los autos tengan que cumplirse a otros procesos de naturaleza diferente, en
virtud de otras ejecuciones, la acumulación siempre se hará al juicio civil o de hacienda,
según el caso, sin tomar encuentra las fechas de los respectivos embargos. En este caso,
el juez de trabajo certificara la sentencia respectiva y desglosara lo demás concerniente al
cumplimiento de la sentencia y los tramitara para su acumulación a quien corresponda,
dejando el original de la sentencia en el juicio y haciendo constar la fecha de la remisión”.

Art. 363. “Las sentencias definitivas en los juicios de trabajo quedan pasadas en autoridad
de cosa juzgada, cuando las partes consienten expresamente en ellas; o tácitamente por
no interponer los recursos legales en los términos de ley; y cuando de ellas no existe
recurso alguno”.

Estimemos que en el Art. 362 del Código de Trabajo, se introdujeron notorias


modificaciones en relación al Art. 63 de la Ley Procesal de Trabajo, que le precedió al
primer Código de Trabajo, en lo relacionado a la ejecución de las sentencias.

En el referido cuerpo normativo, se reglamentó por primera vez lo relativo a las tercerías
remitiéndolas en cuanto a su trámite al procedimiento civil; asimismo, en lo relacionado a
la acumulación de autos, estableciendo reglas pertinentes en cuanto a su tramitación. En
consecuencia, con esta breve alusión al primer Código de Trabajo, concluimos la
evolución histórica, que la Legislación Laboral Salvadoreña, ha tenido respecto a la
ejecución de las sentencias en materia laboral y los arreglos conciliatorios.

El actual Código de Trabajo, fue aprobado por Decreto Legislativo número 15 de fecha 23
de Junio de 1972 y publicado en el Diario Oficial el 31 Julio del mismo año, hace
referencia en su Libro Cuarto al Derecho Procesal de Trabajo, donde se regula lo relativo
a la ejecución de la sentencia, arreglos conciliatorios y transacciones laborales, así como
también, lo relacionado a la ejecución de la sentencia contra el Estado, Municipios e
Instituciones Oficiales, Autónomas. Sin embargo, por disposición de ley en los juicios y
conflictos de trabajo se aplican en cuanto fueren compatibles con la naturaleza de éstos,
las disposiciones de la norma procesal común que no contraríen el texto y los principios
procesales.

Un aspecto importante es, que el 1 de julio de 2010, entró en vigencia, el Código Procesal
Civil y Mercantil y que, además, se derogó expresamente el Código de Procedimientos
Civiles, que venía aplicándose desde 1881. Sin embargo, no puede obviarse, que hoy en
día la aplicación de la novedosa normativa puede ser una herramienta capaz de solventar
algunas deficiencias y vacíos que presenta el proceso de ejecución de sentencias,
arreglos conciliatorios y transacciones laborales en el Código de Trabajo, que data desde
1972 y como consecuencia de ello, se hace necesario la aplicación supletoria del Código
Procesal Civil y Mercantil, al derecho laboral específicamente lo relacionado a la ejecución
de la sentencia en materia laboral.

Una vez abordado todo ese apartado histórico, es evidente que, en el Derecho Social,
siempre ha tenido incidencia el Derecho Común, esto es así mientras no exista un Código
Procesal Laboral, que regule tan importantes instituciones.

Marco de Referencia Legal


Vamos a comenzar estableciendo y haciendo alusión los principios que la ley regula en
cuanto al procedimiento de ejecución de las sentencias, arreglos conciliatorios y
transacciones laborales, así como, la ubicación que tienen en la Constitución de la
República de 1983, Derecho Internacional (pactos, tratados, y convenios internacionales
suscritos por El Salvador). Posteriormente la regulación de la misma, contemplada en el
actual Código de Trabajo, Código Civil, Ley de Organización y Funciones del Sector
Trabajo y Previsión Social y Ley Orgánica Judicial, para finalmente verificar la incidencia
del Código Procesal Civil y Mercantil, que regula lo referente a la ejecución forzosa la
cual, es de mucho beneficio para los procesos laborales, especialmente en la ejecución
de la sentencia laboral, con la finalidad de garantizar los derechos de los trabajadores del
sector privado.

La Constitución de la República de El Salvador.

En lo referente a la Constitución de la República de El Salvador, en el Titulo VI Órganos


del Gobierno, Atribuciones y Competencias, Capítulo III, Órgano Judicial, en el artículo
1722, establece en la segunda parte del inciso 1° que: “Corresponde exclusivamente a
este Órgano la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado en materias
constitucionales, civil, penal, mercantil, laboral, agraria y de lo contencioso-administrativo,
así como en las otras que determine la ley”. En consecuencia, de lo dicho en el citado
artículo, se reconoce que los Jueces y las Juezas no son competentes únicamente para
juzgar, sino también, para ejecutar lo juzgado. A efecto de posibilitar el cumplimiento del
mandato, para ello se establece en las leyes secundarias el proceso de ejecución, pues
en la Carta Magna no hace mención a este tipo de procesos. Sin embargo, dentro de la
Constitución, no únicamente se le impone al Estado el deber de prestar un servicio para
garantizar el acceso a la justicia de las personas sometidas a su jurisdicción, sino
también, se les reconoce a estas últimas el derecho de acceso a la justicia. Así, el artículo
2 inciso 1º de la Constitución, señala que: “Toda persona tiene derecho a la vida, a la
integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la propiedad y posesión,
y a ser protegida en la conservación y defensa de los mismos”, el contenido de éste
derecho, es la posibilidad que tiene toda persona de acudir al órgano estatal competente
para plantearle, vía pretensión procesal, cualquier vulneración inconstitucional en la
conservación, defensa, mantenimiento y titularidad de sus derechos”. Esta disposición
constitucional, obliga al Estado Salvadoreño a dar protección jurisdiccional integral a
todos sus miembros, frente a actos arbitrarios e ilegales que afecten la esfera jurídica de
los mismos y a través del instrumento hetero compositivo también creado
constitucionalmente diseñado con tal finalidad, “el proceso jurisdiccional en todas sus
instancias y en todos sus grados de conocimiento”.

Así mismo, “el proceso como realizador del derecho a la protección jurisdiccional, es el
instrumento de que se vale el Estado para satisfacer las pretensiones de los particulares
en cumplimiento de su función de administrar justicia5”. Por lo tanto, de este
pronunciamiento es posible deducir, que la pretensión de una persona que busca el
cumplimiento de una sentencia que le favorece, se realiza mediante un proceso de
ejecución forzada, cuando la contraparte se niega a cumplir voluntariamente con la
obligación que le fue impuesta. Este proceso, es una de las herramientas de mayor
importancia dentro de un proceso judicial, ya que a través de aquél se garantiza el
cumplimiento de las decisiones judiciales, aun frente a la involuntariedad de la persona
obligada a satisfacer una obligación que le ha sido impuesta con arreglo a las leyes.

Por lo que la Constitución prevé una sección en el capítulo II, referido a los derechos
sociales, dedicada especialmente al ámbito laboral tanto en su parte material como
procesal.

Entonces, se indican los derechos de los trabajadores y el contenido mínimo esencial que
debe contener la reglamentación infraconstitucional que se dedique a su ordenación; no
obstante, no menos importante, de otras disposiciones se derivan variados derechos y
garantías de índole procesal y procedimental.

Podemos decir, que “éstos cobran especial relevancia tratándose del proceso laboral ya
que no resultan ser meras normas programáticas, sino constitutivas y declarativas que
profieren un mandato al legislador en la previsión normativa y al juzgador durante su
aplicación en los tribunales respectivos”6. En este sentido, la idea fundamental, es dejar
planteada la necesidad que el juez de lo laboral, haciendo un uso directo de la
Constitución, pueda no sólo aplicarla directamente sino echar mano de la nueva
normativa Procesal Civil y Mercantil inspirada en los principios que ya la Constitución está
previendo para la jurisdicción laboral; así se tiene que:

a) El derecho a la protección jurisdiccional y no jurisdiccional en el ámbito laboral.

En cuanto al proceso jurisdiccional, el Estado debe procurar o debería de procurar la


protección, conservación y defensa de los derechos de los gobernados. Así, el artículo 2
expresamente lo señala y de él se deriva esa vinculación directa de los jueces con la
Constitución, así, como de la vinculación del justiciable con el artículo 8 de la Constitución
de la República.

Sin embargo, en materia laboral no es sólo éste el artículo relacionado, sino, además, el
Art. 37 el cual indica que: “El trabajo es una función social, goza de la protección del
Estado, y no se considera artículo de comercio”. A partir de esto, se observa un panorama
tripartito, a saber: el derecho fundamental al trabajo, el derecho a la estabilidad laboral, y
el derecho a protección jurisdiccional del trabajador y el artículo 49 de la Constitución de
la República.
b) La configuración del carácter tuitivo del proceso laboral derivado del artículo 38 de la
Constitución.

En ese sentido, el artículo 38 de la Constitución de la República de El Salvador, señala


textualmente que: “El trabajo estará regulado por un Código que tendrá por objeto
principal armonizar las relaciones entre patronos y trabajadores, estableciendo sus
derechos y obligaciones. Estará fundamentado en principios generales que tiendan al
mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores e incluirá especialmente
ciertos derechos”. Tal enumeración y consideración a partir de cada uno de los supuestos
y derechos, evidencian ese carácter tuitivo al que se alude.

Sobre este carácter, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El


Salvador, ha teorizado señalando que: “el fundamento de la seguridad social, en la
Constitución Salvadoreña, está constituido por una estructura tríadica, cuyos elementos
configuradores son: la categoría jurídica protegida, los riesgos, contingencias o
necesidades sociales y las medidas protectoras de carácter social”.

c) La jurisdicción especializada y sumaria del proceso laboral derivada del artículo 49 de


la Constitución.

El artículo 49 de la Constitución, señala que: “Se establece la jurisdicción especial de


trabajo. Además, señala que los procedimientos en materia laboral serán regulados de tal
forma que permitan la rápida solución de los conflictos. Por ende, el Estado tiene la
obligación de promover la conciliación y el arbitraje, de manera que constituyan medios
efectivos para la solución pacífica de los conflictos de trabajo. Podrán establecerse juntas
administrativas especiales de conciliación y arbitraje, para la solución de los conflictos
colectivos de carácter económico o de intereses”.

Por lo tanto, de la anterior disposición, se coligen tres mandatos específicos de especial


atención al ámbito laboral: 1) la jurisdicción especializada; 2) el carácter expedito del
proceso laboral; y 3) la solución alterna de la disputa laboral. En consecuencia, cuando se
inicia un proceso laboral por la violación del derecho de un trabajador, no se tiene la
certeza del resultado que se obtendrá al final del mismo. Sin embargo, cuando se acude
al Órgano Judicial a efecto de promover un proceso de ejecución, ya no existe
incertidumbre en cuanto al resultado que se conseguirá, puesto que se pronuncia una
sentencia definitiva por un juez, que debe de cumplirse para lograr que se imparta una
verdadera justicia de lo contrario, se pasará a ejecutar la sentencia.

Tratados Internacionales.

Veamos ahora los Tratados Internacionales, respecto al tema de esta investigación el


único tratado que se vincula es la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, que regula algunos derechos de gran importancia para los trabajadores y que
también deben ser respetados por el Estado Salvadoreño. Se establece, primeramente, el
Derecho de Justicia, en el Artículo XVIII que Literalmente dice: “Toda persona puede
ocurrir a los Tribunales para hacer valer sus Derechos. Asimismo, debe disponer de un
procedimiento sencillo y breve por el cual la Justicia lo ampare contra actos de la
autoridad que violen, en perjuicio suyo, alguno de los Derechos Fundamentales
consagrados constitucionalmente. Seguidamente, se estable el Derecho de petición, en el
Articulo XXIV que literalmente dice: “Toda persona tiene derecho de presentar peticiones
respetuosamente a cualquier autoridad competente, ya sea por motivo de interés general,
ya interés particular y el de obtener pronta resolución”.

Código de Trabajo.

Refirámonos al proceso de ejecución judicial de sentencias, arreglos conciliatorios y


transacciones laborales se encuentra regulado en el Libro Cuarto: denominado, Derecho
Procesal de Trabajo, Título Segundo, Capítulo I, Sección sexta, artículo 422 del Código de
trabajo el cual contiene un procedimiento muy limitado en cuanto a su procedimiento. Y en
la Sección séptima, se encuentra lo referido a la ejecución de sentencias contra el Estado,
Municipios e Instituciones Oficiales Autónomas y Semiautónomas Arts. 423 y 424 CT. De
tal manera, que el Art. 422 CT, respecto al procedimiento de ejecución de la sentencia,
textualmente dispone que: “Las sentencias, los arreglos conciliatorios y las transacciones
laborales permitidos por la ley, se harán ejecutar a petición de parte, por el juez que
conoció o debió conocer en primera instancia. En estos casos el juez decretará embargo
en bienes del deudor, cometiendo su cumplimiento, a opción del ejecutante, a un Juez de
Paz o a un Oficial Público de Juez Ejecutor, a quien se entregará el mandamiento
respectivo. Verificado el embargo, el juez, de oficio ordenará la venta de los bienes y
mandará que se publique por una sola vez un cartel en el Diario Oficial, en la forma
prevenida por el Código de Procedimientos Civiles para el juicio ejecutivo.

Transcurridos ocho días después de esa publicación, el juez oficiosamente señalará día y
hora para el remate de los bienes y mandará fijar carteles en lugares convenientes,
expresando el día y hora del remate, lo mismo que el valor que debe servir de base.

El director del Diario Oficial hará las publicaciones dichas gratuitamente.

Llegado el día del remate y durante dos horas antes de la señalada, un miembro del
personal del juzgado, designado por el juez, se situará a la puerta del tribunal en donde
dará los pregones necesarios, anunciando las posturas que se hicieren.

En todo lo demás se aplicaban las disposiciones pertinentes del Código de


Procedimientos Civiles, relativas al juicio ejecutivo, actualmente serán las disposiciones
del nuevo código procesal civil y mercantil.

La ejecución de las sentencias y arreglos conciliatorios a que se refiere el primer inciso,


se tramitará sin formar pieza separada y sin necesidad de ejecutoria; y las tercerías se
considerarán como puramente civiles, tramitándose en consecuencia ante el mismo juez
laboral competente y sujetándose éste al procedimiento civil.

En los casos de este artículo, cuando los autos tengan que acumularse a otro u otros
procesos de naturaleza diferente, en virtud de otras ejecuciones, la acumulación siempre
se hará al juicio civil o de hacienda, según el caso, tomar en cuenta las fechas de los
respectivos embargos.

En este caso el Juez de Trabajo certificará la sentencia respectiva y desglosará lo demás


concerniente al cumplimiento de sentencia y los remitirá para su acumulación, a quien
corresponda, dejando el original de la sentencia en el juicio y haciendo constar la fecha de
remisión.

El Juez de lo Civil o el de Hacienda, tendrán especial cuidado en la observancia del


privilegio a que se refiere el Artículo 121.

La acumulación a que se refiere el inciso anterior, no tendrá lugar cuando el otro juicio
fuere el de concurso o quiebra”.

Respecto a la sentencia, se encuentra regulada en el Art. 416 del Código de Trabajo, la


cual deberá recaer sobre la cosa litigada y en la manera en que haya sido disputada.

En lo referente de la conciliación existen dos tipos: la primera, es la conciliación judicial


cuya regulación se encuentra en los artículos 391, 414 Inc. 1º, 427, 388 y 433 CT, estas
regulan situaciones que pueden resultar en la audiencia conciliatoria judicial; la segunda,
es la conciliación extrajudicial, cuya regulación se encuentra en los artículos 422, 450, 491
al 499 del CT, esta es la que se realiza ante el Ministerio de Trabajo y Previsión Social, en
cuanto el procedimiento a seguir y luego lo comunicara al Juez de la Causa. Por lo tanto,
la ejecución de los arreglos conciliatorios, por ser éstos de carácter administrativo, se
codifica en el artículo 30 de la Ley de Organización y Funciones del Sector Trabajo y
Previsión Social, el cual señala que: Si “las partes hubieren llegado a algún acuerdo, la
certificación que se expida del acta correspondiente tendrá fuerza ejecutiva y se hará
cumplir en la misma forma que las sentencias laborales, por el juez que habría conocido
en primera instancia del conflicto”.

En cuanto a la transacción, se encuentra regulada en el CT, en los artículos Art. 422 inc.
1º, Arts. 450 Inc. 1º y 458 CT

Código Procesal Civil y Mercantil

Perdida la vigencia del Código de Procedimientos Civiles, se aplica esta normativa, ya


que se constituye en el nuevo derecho procesal común, de aplicación supletoria a las
distintas ramas del derecho por la novedad que supone siempre y cuando no contradiga
los principios y naturaleza de los distintos procesos incluyendo al proceso laboral.

En ese sentido, el Código Procesal Civil y Mercantil, como herramienta novedosa, permite
suplir vacíos que se encuentran en el procedimiento de ejecución judicial de sentencias,
en materia laboral, regulada en el Título Segundo, Capítulo II, Libro Cuarto, Sección
sexta, artículo 422 del Código de Trabajo.

Por lo tanto, el procedimiento que ayudara a suplir esos vacíos se encuentra en el Código
Procesal Civil y Mercantil, específicamente en el Libro V, que prevé una regulación amplia
y suficiente, que está destinado a la Ejecución Forzosa, regulándose en el Título I,
Disposiciones Generales, Capítulo Primero, referido a los Principios de la Ejecución
forzosa en los Arts. 551 y 552; Capítulo Segundo, Art. 559, referido a los Títulos no
Ejecutables Art. 560 límites a la Actividad de la Ejecución; Capítulo Tercero, Examen de
Competencia Art. 563; Capítulo Cuarto, las Partes en la Ejecución a partir de los Arts. 564
al 569; Capítulo Quinto, respecto a la Solicitud de Ejecución, Arts. 570 al 576; Capítulo
Séptimo, Suspensión de la Ejecución a partir de los Arts. 586 y 589; Capítulo Octavo,
Ejecución contra el Estado, Arts. 590 y 591.

Asimismo, en el Título Tercero, referido a la ejecución Dineraria: Capítulo Tercero,


Determinación del patrimonio del ejecutado, Arts. 611 al 614; Capítulo Cuarto, el embargo
Arts. 615 Inc. 1, 616 al 635; Capítulo Quinto, Tercería de Dominio Arts. 636 al 642;
Capítulo Sexto, Tercería de Preferencia de pago Arts. 643 al 645; Capítulo Séptimo,
Realización y subasta de los bienes embargados, Arts. 646 al 648 y Arts. 650, 654 al 660
Inc. 1º, 3º Arts. 661 al 664; Capítulo Octavo, Normas Especiales sobre realización de
inmuebles, Arts. 665 al 674. Además, el Libro segundo, Título Tercero, Capítulo Segundo,
referido a la Acumulación de ejecuciones a procesos de otra naturaleza en el Art. 97 del
CPCM.

En conclusión, por una parte, la legislación laboral deja demasiados vacíos e


incertidumbres en cuanto al procedimiento de ejecución y por otra, la interpretación e
integración del derecho permite brindar una solución viable a este problema, pues si no se
incluye a lo breve en la ley secundaria, se violentaría el deber que la Constitución impone,
consistente en ejecutar lo juzgado, con el objeto de impartir justicia y evitar que la
sentencia sea únicamente una mera declaración de intenciones.

En ese sentido, cobra relevancia, traer a cuenta la jurisprudencia de la Sala de lo


Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador, la cual señala que: “El
juez está habilitado a integrar e interpretar el derecho, por el deber que se le impone de
adoptar las medidas oportunas para llevar a cabo esa ejecución”

Marco de Referencia Doctrinal

EJECUCIÓN DE SENTENCIAS

En este apartado veremos una integración de lo establecido en el código procesal


civil y mercantil en lo referente a las sentencias laborales.

Cuando hablamos de la ejecución de sentencias, evocamos esa actividad del Estado


coercitiva a través de la cual y contra la voluntad del deudor o condenado se cumple lo
dictaminado a favor de un a creedor victorioso. Esta sentencia para que pueda ejecutarse
como tal debe cumplir con ciertos presupuestos y además estar guiada por ciertos
principios. En todo caso, se trata de un proceso que ineluctablemente vuelve verosímil la
labor de tutela por parte del Estado en deber de dar protección jurisdiccional, y no
meramente declarativa, sino material y tangiblemente real.

En fundamento teleológico de esta ejecución, en definitiva, es que las sentencias de


condena no siempre son suficientes para la eficaz tutela de los derechos lesionados, que
en el proceso civil y mercantil son de naturaleza patrimonial ordinariamente; y, esto
porque el condenado puede negarse a cumplir voluntariamente el mandato contendió en
ellas. Por esto es preciso que el Estado provea de los medios necesarios para conseguir
el cumplimiento, aun de forma coactiva. De esta manera, la ejecución viene a ser una
actividad del órgano jurisdiccional mediante la cual se actúan forzosamente las
consecuencias pretendidas por la norma en un caso concreto y sobre una persona
determinada.

El artículo 551 del CPCM prevé el acceso a la ejecución forzosa, señalando que,
consentida o dictada ejecutoria, en su caso, respecto de uno de los títulos que lleva
aparejada ejecución, y vencido el plazo que se hubiera otorgado para su cumplimiento, se
procederá, a hacerla efectiva, a instancia de parte, de conformidad con las reglas que se
establecen en dicho Código. El plazo al que se refiere esa disposición es de tipo judicial, o
sea que es el juez quien debe asignarlo ya que el legislador guardó silencio al respecto.

Por otra parte, es preciso identificar que hay dos tipos de ejecución: la propia y la
impropia. La ejecución propiamente tal es aquella que se lleva adelante para las
sentencias condenatorias, ya que las mismas requieren un desplazamiento jurisdiccional,
hacia el cumplimiento de una prestación.

La impropia sin embargo es aquella que se manifiesta en los procesos declarativos y aun
constitutivos, en la medida que son de cumplimiento inmediato y normalmente no se
requiere ese desplazamiento jurisdiccional. Por ejemplo, la sentencia que declara nulo un
instrumento público se ejecuta pura y simplemente enviando el oficio al registro
respectivo.

El libro quinto del CPCM es el que desarrolla esta forma de proceder, previéndose las
disposiciones atinentes de acuerdo con el tipo de ejecución que se promueva. Por
ejemplo, se regula la ejecución provisional que permite darle cumplimiento a una
sentencia, aunque se haya recurrido de ella en apelación; la ejecución dineraria para
todas aquellas sentencias cuya condena sea en dinero; y la prestacional en general, que
opera cuando las sentencias ordenan la entrega de una cosa determinada o genérica, la
realización de una acción personalísima o no personalísima, la prohibición de hacer algo o
su cese, o, incluso declarar una voluntad. En cada uno de los casos se han considerado
diferentes acciones conminativas, según lo explicaré en otras lecciones.

EJECUCIÓN DE SENTENCIAS. PRINCIPIOS

En el artículo 551 del CPCM se destacan algunos principios como el acceso a la


ejecución forzosa, el cual establece que consentida y dictada ejecutoria de un título que
contenga aparejada ejecución y vencido el plazo para el debido cumplimiento, se
ejecutará a instancia de la parte. Debe para este efecto disponerse de un título que tenga
esa característica, el cual no necesariamente es o debe ser una sentencia. Puede ser un
acuerdo o transacción al que llegaron las partes durante el desarrollo del litigio,
relacionado con una obligación dineraria, que luego no se cumpla.

Además, el principio de contradicción el cual establece la posibilidad de la oposición del


ejecutado y discutir en audiencia los argumentos expuestos. Lo que, si debe aclararse en
cuanto a este principio, es que el ejecutado no viene facultado para rediscutir los hechos
que han quedado decididos en la cognición, sino aquellos que por naturaleza misma de la
ejecución pueden argüirse como tal. Por ejemplo, el pago de la cantidad establecida en la
sentencia o el tema de la postulación incluso.

El principio dispositivo el cual establece que la ejecución procederá siempre a petición de


parte. A diferencia de otros ámbitos del Derecho donde es posible la acción del órgano
Judicial oficiosamente, en esta materia, y especialmente en el tema de la ejecución de las
sentencias, es condición necesaria de la declaración de voluntad del ejecutante del modo
que lo indican las disposiciones del Código. A eso se refiere el artículo 570 del CPCM el
cual señala que la ejecución solo podrá iniciarse a instancia de parte ejecutante, que la
solicitará por medio de un escrito en el que debería constar identificación suficiente de la
persona contra la que se pretenda dicha ejecución, el título en que se funde, lo que busca
obtener y las actuaciones ejecutivas que solicitan.

El principio de oralidad que establece de una forma muy limitada la posibilidad de celebrar
audiencias durante esta fase de ejecución. Por ejemplo, el artículo 580 del CPCM señala
que la oposición a la ejecución se sustanciará, sin suspensión de las actuaciones, en una
audiencia a la que serán citadas todas las partes personales para que acudan con los
medios de prueba de que intenten valerse, y que deberán celebrarse dentro de los cinco
días siguientes al de la notificación.

El principio de completa satisfacción del ejecutante, que regula el artículo 552 del CPCM.
En virtud de este la ejecución se llevará a cabo en sus propios términos y en
consecuencia el ejecutante tiene derecho a ser indemnizado por los daños y perjuicios
que sean responsabilidad del ejecutado. De hecho, aparece regulada la figura de la
aplicación del embargo en un intento de que la ejecución tenga la posibilidad de abarcar
su completa satisfacción.

Finalmente, el principio de prescripción que lo regula el artículo 553 del CPCM, donde se
establece al igual que todo tipo de pretensión, que esta tienen un plazo determinado para
poder llevar a cabo su respectiva ejecución. Este es de dos años.

EJECUCIÓN DE SENTENCIA. COMPETENCIA

Los tribunales competentes para llevar adelante la ejecución de las sentencias son los
mismos que a su vez las han dictado. El artículo 30 del CPCM señala que, los juzgados
de primera instancia conocerán: ° De la ejecución forzosa, conforme a lo previsto en dicho
Código. No se dice nada en relación con las cámaras de segunda instancia, pero es obvio
que también ellas serán competentes para conocer de la ejecución forzosa cuando haya a
su vez conocido como tribunal de primera instancia.

La problemática que se presenta, sin embargo, en la realidad judicial es la derivada de las


oficinas receptoras y distribuidoras de demandas, donde corresponde a entregar la
solicitud de ejecución, pues con ello se genera u trámite administrativo innecesario. Es así
porque para este efecto no puede buscarse y encontrarse la equidad como si para la
distribución de demandas, ya que siempre será el mismo tribunal que dictó la sentencia
quien deba ejecutarla. Al ser así, se genera entonces una posible dilación indebida en el
cumplimiento de la sentencia. En otras palabras, sería más fácil permitirles a las partes
llevar directamente la solicitud al tribunal.

Ahora bien, la competencia para conocer de la ejecución de los acuerdos y transacciones


judiciales, debidamente aprobados y homologados, le corresponderá al juez ante el que
se hubiere producido el acuerdo o transacción. Cuando los acuerdos o transacciones de
den en segunda instancia o en casación, serán ejecutados por el juez que conoció en
primera, a cuyo efecto se devolverá el expediente al inferior, con certificación del acuerdo
o transacción y de su aprobación u homologación.

En este punto se nos presenta dos posibilidades. Que la ejecución se afinque en un título
derivado de un acuerdo al que llegaron las partes, por ejemplo, en la función conciliadora
de la audiencia preparatoria. De haber ocurrido esto, el legislador le otorga plena fuerza
en caso de incumplimiento y le confiere competencia al mismo juez para proceder, de
conformidad con el artículo 551 y siguiente del CPCM. Lo otro es que el acuerdo se
materialice en segunda instancia o incluso en casación.

De ocurrir este último supuesto no deviene en competente para conocer de la posible


ejecución de este el tribunal ante quien se gestó, sino el de primera instancia. El cuidado
que debemos tener en este punto para no perdernos en la idea es que el mero hecho de
que las partes acuerden o transen en relación con el asunto litigado no significa que la
ejecución se entablará. Esta presupone la existencia de acuerdo y su incumplimiento
posterior.

Esto último es altamente positivo dentro de la función pública judicial, porque deja
entrever la apertura que existe en todo momento y en todas las instancias para que las
partes en atención al principio dispositivo puedan llegar a un acuerdo, liberándose así de
la decisión hetero compositiva que esperaban.

EJECUCIÓN DE SENTENCIAS. TÍTULOS

El artículo 554 del CPCM, indica que son títulos de ejecución: 1. ° Las sentencias
judiciales firmes; 2°. Los laudos arbitrales firmes; 3. ° Los acuerdos y transacciones
judiciales aprobados y homologados por el juez o tribunal; 4. ° Las multas procesales; 5.°
Las planillas de costas judiciales, visadas por el juez respectivo, contra la parte de las ha
causado, y también contra la contraria, si se presentaren en unión de la sentencia
ejecutoriada que la condena al pago; y, 6.° Cualesquiera otras resolución judiciales que,
conforme a dicho Código u otras leyes, lleven aparejada ejecución.

Cada uno de los supuestos, en general, no requieren un análisis exhaustivo, pues parece
claro de qué documento se trata y cuál es su naturaleza jurídica, sin embargo, si debe
destacarse el inconveniente extremo que resultará al intentar aplicarse el numeral quinto
citado, pues de forma ahora mismo de visar plantillas es haciendo uso del Arancel
Judicial, de suyo incompatible ya con el CPCM, debido a que su articulado posee una
clasificación de proceso que desapareció. Por ello en este puno vale detenerse en estas
valoraciones y proceder a los cambios que sean necesarios.
Por el momento, la única manera de sortear el problema legal es adecuando los procesos
de antaño a los procesos de antaño a los actuales, de acuerdo con sus rasgos
homogéneos, por ejemplo, aplicar la previsión del otrora ordinario al proceso común.
Además, hay un dato más grave todavía: este arancel data del año 1906 y solo ha sido
reformado cosméticamente dos veces a lo largo de su vigencia, en el año 1969 y 1975

Finalmente, no quiero dejar de destacar que la enunciación que hace el CPCM de los
títulos no es arbitraria, sino que atiende a un común denominador: la incidencia
jurisdiccional. Esto significa que la calidad de ejecución de un título dependerá que sobre
su formación ha tenido por partes de Órgano jurisdiccional. Por ello es un claro y
destacable error que el legislador en el artículo 701 del CPCM, tratándose de las multas y
pese a lo dicho en el artículo 554 del mismo Código, les atribuya fuerza ejecutiva a dichos
títulos.

Señala este artículo que las penas pecuniarias que conforme a este Código se incurra por
una falta, exceso o por contravenir a lo ordenado en el mismo, si se tratase de las partes
se le dará audiencia a esta por cuarenta y ocho horas y con lo que contestaste o sin ella,
se confirmará o revocará dicha pena.

La certificación que de lo actuado se extendiere será título ejecutivo. Más, si se tratare de


un funcionario, cualquiera de las partes podrá dirigirse al tribunal superior en grado, a fin
de que, observando el mismo procedimiento aplicable a las partes, haga efectiva la multa
por el sistema retención.

Gravísima contradicción entonces la que destacamos del CPCM, la cual sorteamos y


resolvemos más que a partir de un tema interpretativo de la norma a partir de la condición
natalicia a la que me referiría en la gestión y formación del documento que se trata.

EJECUCIÓN DE SENTENCIAS. RECONOCIMIENTO

En vista de la posibilidad jurídica de ejecutar títulos extranjeros y no solo nacionales, el


legislador salvadoreño en el artículo 555 del CPCM menciona cuáles de ellos podrían
llevarse adelante. Indicada que también son títulos de ejecución las sentencias y otras
resoluciones judiciales extrajeras que pongan fin a un proceso, y los aludos arbítrales
extranjeros reconocidos en El Salvador. Dichos títulos tendrán fuerza ejecutoria en los
términos que indiquen los tratados internacionales multilaterales, las normas de
cooperación jurídica internacional o los tratados celebrados con el país del que provengan
los títulos de ejecución. Una vez reconocidos un título de ejecución extranjero, se
procederá a darle cumplimiento.

Ahora bien, dicho títulos extranjeros no podrán, sin embargo, ejecutarse de una vez, sino
solo mediando determinas condiciones. La primera de ellas es que hayan tratados
internacionales que reglen la forma de ese reconocimiento. De no haber ningún convenio
internacional de este tipo, el tribunal competente para realizar dicho reconocimiento será
la Corte Suprema de Justicia.
Los requisitos entonces según el Código que deben considerarse para autorizar su
ejecución son 1.° Que la sentencia, con autoridad de cosa jugada en el Estado en que se
ha pronunciado, emane del tribunal competente según las normas salvadoreñas de
jurisdicción internacional; 2.° Que la parte demandada, contra la que se pretende realizar
la ejecución, hubiese sido legalmente emplazada, aunque fuera declarada rebelde,
siempre que se le hubiera garantizado la posibilidad de ejercer su defensa y que se le
hubiese notificado legalmente la resolución; 3.° Que la sentencia reúna los elemento
necesarios para ser considerada como tal en el lugar donde se dictó, así como las
condiciones de autenticidad exigidas por la ley nacional; 4°. Que la sentencia no afecte los
principios constitucionales o de orden público del derecho salvadoreño, y que el
cumplimiento de la obligación que contenga sea lícito en El Salvador; y, 5°. Que no exista
en EL Salvador un proceso en trámite, ni una sentencia ejecutoriada por un tribunal
salvadoreño que produzca cosa juzgada.

Sobre la competencia para el reconocimiento, el artículo 557 del CPCM preveía que era
competencia la sala de lo Civil de la Corte Suprema de Justicia, sin embargo, este fue
declarado inconstitucional de conformidad con la sentencia dictada en el proceso de
inconstitucionalidad referencia 117 – 2012, de ficha nueve de mayo de dos mil dieciséis,
pues la competencia es de la Corte Suprema de Justicia.

La referida Sala así lo consideró atendiendo el texto literal del artículo 182 atribución 4ta
de la Constitución el cual señala que son atribuciones de la Corte Suprema de Justicia:
conceder, conforme a la ley y cuando fuera necesario, el permiso para la ejecución de
sentencias pronunciadas por los tribunales extranjeros. No obstante que también en ese
mismo artículo conste la atribución 1ra que es conocer de los procesos de amparo, no
siendo la Corte Suprema de Justicia quien conoce de los mismos sino la Sala de lo
Constitucional. La diferencia estriba en que, a pesar de constar así, el mismo
Constituyente legitima ese proceder al atribuirle expresamente esa competencia a la Sala,
en los artículos 174 y 247 de la Constitución.

EJECUCIÓN DE SENTENCIA. SUSPENSIÓN

En relación con la suspensión de la ejecución, el artículo 586 del CPCM prevé la regla
general, en el sentido que la ejecución solo podrá suspenderse mediante auto dictado al
efecto, cuando lo soliciten todas las partes personadas o cuando lo ordene expresamente
la ley, sin perjuicio de que se mantengan las medidas necesarias para garantizar las
actuaciones ejecutivas adoptadas. En caso de suspensión antes de decretarse esta se
cumplirán las medidas ejecutivas adoptadas.

La idea es que, si el proceso se encuentra ya en su fase de ejecución, se soslayen en la


manera de lo posible todos aquellos eventos o actuaciones que puedan diferirle o incluso
volver nugatoria la sentencia condenatoria. De ahí que el mismo legislador establece que
la interposición de los recursos de la ejecución, aunque previa justificación y caución
suficiente, si podría hacerse a petición del ejecutado.

Un supuesto concreto en el cual es posible esa suspensión es el de la revisión de


sentencia firme. Y lo es por las posibles resultas de esta, que llega incluso a la rescisión
de la decisión. Sin embargo, para que ello sea posible el legislador igualmente indica que
debe ser solicitado por el ejecutado, y siempre que concurra causa justificativa suficiente
en el caso concreto y que se preste caución bastante para responder de los daños y
perjuicios que se puedan causar al ejecutante.

Ahora bien, señala el artículo 587 del CPCM que, si la demanda de revisión fuera
desestimada, en cuanto se tenga conocimiento de este hecho, se alzará la suspensión, se
ordenará que continúe la ejecución y se decidirá lo procedente sobre la caución prestada.
Si se estima la demanda de revisión, el tribunal mandará archivar las actuaciones
ejecutivas en canto se le comunique este hecho y ordenará que se adopten las medidas
oportunas para hacer volver el ejecutado a la situación anterior al inicio de la ejecución.

Enseguida, siempre en lo atinente a la revisión, el legislador contempla una regla singular


en el caso del rebelde, la cual es además de ininteligible, abusiva. Nuevamente
arremetiendo contra el rebelde, dado el estado en el que el mismo se encuentra. Señala
el artículo 588 del CPCM que, si la demanda de revisión la interpone el demandado
rebelde, el archivo de las actuaciones solo procederá cuando se hubiese estimado la
revisión y hubiera sentencia favorable en el proceso posterior que se siga con audiencia
del demandado. Si el posterior proceso seguido con audiencia del demandado termina en
sentencia desfavorable, se aprovechará, en lo que sea posible, la actividad de ejecución
realizada en función de la sentencia revisada.

Los anteriores significan que aun de obtenerse una sentencia favorable en el proceso de
revisión, el rebelde no tendrá derecho a que se archiven las actuaciones ejecutivas, sino
hasta que haya sido demandado nuevamente y en este segundo proceso hay resultado
victorioso. Esto es absoluta y manifiestamente inconstitucional. No solo por el derecho
que tiene el demandado rebelde a un efectivo estado de certeza, sino porque n existe
ningún parámetro de diferenciación que valide este tratamiento distinto en relación con el
demandado presente.

Otro caso concreto de suspensión es el que se verifica en virtud de la prejudicialidad


penal. En artículos 589 del CPCM establece que, si se iniciara un proceso penal por
hechos delictivos relacionados con título o con el despecho de ejecución, se podrá
decretar la suspensión de esta, previa audiencia de todas las partes y del Fiscal General
de la República. No obstante, en el caso de que se decrete la suspensión, podrá
ejecutante evitarla si presta caución suficiente a juicio del juez, para responder de la que
obtenga y de los daños y perjuicios causados el ejecutado. En este supuesto empero, a
diferencia del anterior, el legislador invierte la posibilidad que se rinda la caución, pues
ahora es el ejecutante quien puede prestarla si quiere que la ejecución continúe, para
responder por los daños y perjuicios causados al ejecutado

EJECUCIÓN DINERARIA

Hemos dicho ya que la ejecución tiene diversas aristas y manifestaciones según sea la
sentencia o resolución que se pretenda ejecutar. Si es una condenatoria, que conmina al
pago de una suma de dinero, el legislador le llama dineraria. De ahí que el artículo 604 del
CPCM establece que serán aplicables las disposiciones contenidas en dicho título a todos
los reclamos derivados de la existencia de un título de ejecución, cuando la obligación
contenida en el mismo sea liquida. Para ordenar la ejecución se considerará liquida toda
cantidad de dinero determinada, expresada en el título con letras, cifras o guarismos
comprensibles, prevaleciendo la que constate con letras si hubiera disconformidad. Sin
embargo, al efecto de ordenar la ejecución, la cantidad que el ejecutante solicite por los
intereses que se pudieran devengar durante la ejecución y por las costas que esta origine
tendrá que ser líquido.

La primera condición entonces, para la promoción de esta ejecución es la determinación


del monto que se reclama, sin que en ello cuente lo accesorio como lo es el pago de
intereses legales o convencionales y las costas procesales de la instancia. Esto será
luego extraído de la liquidación que llegado el día de la realización de los bines
embargados deberá efectuarse.

Ese pago de intereses, en especial los legales, es una clara manifestación del principio de
completa satisfacción, en cuya virtud la ejecución forzosa se llevará a efecto en sus
propios términos, y el ejecutante tiene derecho a ser indemnizado por los daños y
perjuicios sufridos debido al incumplimiento, sea a causa de dolo, negligencia, morosidad
del ejecutado o cualquier contravención al tenor de la obligación que se ejecuta.

Y me refiero que es particularmente en el caso de los intereses legales, porque muchas


veces se dictan condenas dinerarias sin especificarse si el monto a pagarse los
devengara, pudiendo pasar días, meses o años sin que el deudor, eventualmente de
manera intencional, pague, lo cual le provoca un claro perjuicio al acreedor, por él debe
respondérsele, de conformidad con este principio.

Ahora bien, para la promoción de una pretensión de ejecución de este tipo debe
disponerse de un título de ejecución. Aquí cobra vigencia lo que señalábamos en otra
lección, en relación con estos títulos. El artículo 554 del CPCM, indica que son títulos de
ejecución:

1.° Las sentencias judiciales firmes;

2.° los laudos arbitrales firmes;

3° Los acuerdos y transacciones judiciales aprobados y homologados Por el juez o


tribunal;

4.° Las multas procesales;

5.° Las planillas de costas judiciales, visadas por el juez respectivo, contra la parte que las
ha caudado, y también contra la contraria, si se presentaren en unión de la sentencia
ejecutoria que la condena al pago; y,

6.° Cualesquiera otras resoluciones judiciales que, conforme a dicho Código u otras leyes,
lleven aparejada ejecución.

Aquí cobra valor lo expresado ya en el sentido que el común denominador de estos títulos
que dan lugar a la ejecución dineraria es su incidencia jurisdiccional. Esto significa que la
cualidad de ejecución de un título depende de ella, de modo tal que se manifieste la
misma en su formación.

EJECUCIÓN DINERARIA. DESPACHO

De conformidad con el principio dispositivo, a toda ejecución le precede una pretensión.


Así lo establece el artículo 570 del CPCM, al establecer que la ejecución forzosa solo
podrá iniciarse a instancia de parte ejecutante, que la solicitará por medio de un escrito en
el que deberá constar la identificación suficiente de la persona contra la que se pretenda
dicha ejecución, el título en que se funde, lo que se busca obtener y las actuaciones
ejecutivas que se solicitan.

En el caso de ejecución en dinero, se deberá indicar la cantidad que se pretende, la cual


podrá ser incrementada hasta en una tercera parte para cubrir el pago de los intereses
que se devenguen y las costas que se ocasionen durante la ejecución, sin perjuicio de la
liquidación posterior. Ese incremento se realiza en función de los embargos que deban
realizarse, pues le da un parámetro al ejecutor de la masa, bien objeto que podrá cautelar.

Pues bien, la solicitud es examinada cual, si se tratara de una demanda, de modo tal que
en caso de contener vicios formales o sustanciales pueda ser declarada inadmisible o
improponible. Si la misma, en cambio, reúne las condiciones mínimas de procedencia,
concurriendo los presupuestos procesales necesarios, sin que el título presente alguna
irregularidad, el juzgador la admite despachando ejecución. El despacho de ejecución,
según lo establece el artículo 576 del CPCM, determinará con precisión la persona contra
la que se dirige, la cantidad por la que se sigue, las actuaciones que se ordenan, incluido
el embargo de bienes, y las medidas de localización de elementos patrimoniales del
deudor. El Juez, si lo considera procedente para un desarrollo más adecuado de la
ejecución, hará en su resolución cuantas precisiones estime oportunas. A partir de este
momento, atendiéndose al principio de dirección y ordenación, el juez impulsa de oficio el
procedimiento, ordenando las actuaciones que fueren necesarias para que el ejecutante
reciba lo que le corresponda.

Despechada ejecución, se le notifica al ejecutado para que pueda pronunciarse al


respecto, en el sentido de manifestarle al juez con qué hará frente a la misma, aunque el
legislador indica claramente que tal comunicación no constituirá ni citación ni
emplazamiento. Y no lo es porque no se le está convocando en un día y hora especifica ni
previéndole que comparezca a manifestar su defensa en juicio, sino reprendiéndolo para
que pague, o diga en todo caso con qué le hará frente a la ejecución, aunque el mismo
legislador haya contemplado motivos de oposición.

En todo caso, quiere destacar, el inicio de la ejecución, según lo dispone el artículo 578
del CPCM, notificado al deudor, supone la orden judicial que le impide disponer de su
bienes y derechos, limitarlos o gravarlos sin autorización judicial; y esto deberá
asegurarse mediante la anotación en los registros públicos correspondientes, si a ello
hubiere lugar. Cumplida la obligación de manifestación de bienes suficientes, a la que se
refiere el artículo 611 del CPCM, se alzará la prohibición general de disponer.
EJECUCIÓN DINERARIA. DECLARACIÓN DE BIENES

Un mecanismo que utiliza el legislador para volver más efectiva la ejecución dineraria de
sentencias, es la participación del propio deudor en el desarrollo de esta, conminándole a
la realización de uno o más actos que pueden ir en perjuicio de su propio patrimonio.

Así el artículo 611 del CPCM señala que el juez exigirá al ejecutado que presente, en el
plazo de cinco días, una declaración bajo palabra de honor en la cual manifieste la
tenencia y propiedad de bienes y derechos suficientes para hacer frente a la ejecución.
Este requerimiento se hará con el apercibimiento de que, si no lo hace o lo hace
falsamente, incurrirá en las sanciones a que hubiere lugar por la desobediencia a
mandato judicial.

Sobre el particular, se promovió en su momento una demanda de inconstitucionalidad en


contra de la citada disposición, porque se adujo que violaba el derecho que tiene toda
persona a no declarar contra sí mismo. La Sala de lo Constitucional, sin embargo,
desestimo la demanda, según sentencia dictada en el proceso referencia 148-2012,
dictada el veinte de abril de dos mil quince, donde literalmente y en lo pertinente se
expuso: Entonces de conformidad con el antecedente jurisprudencial relacionado, para
determinar si el derecho a no declarar contra sí mismo tiene aplicación en un ámbito
distinto del sancionaría, lo determinante es fijar con precisión si la norma de conducta
contenida en la disposición jurídica concernida contempla un efecto sancionatorio, por
tener una finalidad represiva, retributiva o de castigo. Ello, con independencia de la
denominación empleada por el instrumento normativo que contemple la situación.

Así, sigue el Tribunal debe partirse de que el art. 611 CPCM es susceptible de vulnerar el
derecho en mención únicamente si este resulta aplicable al supuesto normativo del
primero; es decir –según se consignó en el considerado precedente-, si efectivamente
tiene un carácter sancionatorio, pues de lo contrario, el parámetro de control no mostraría
interferencia normativa alguna con aquel. Circunstancia que se determinará a
continuación.

En tal sentido, concluye, al margen de la perfectibilidad de la técnica legislativa utilizada


en el objeto de control, en cuanto a la mención de la posibilidad de aplicar sanciones
vinculadas con el término “desobediencia a mandato judicial”, ello no configura la violación
constitucional planteada, pues el asunto dirimido en este proceso es la supuesta
vulneración del derecho a no declarar contra sí mismo, derecho que únicamente tiene
lugar respecto de disposiciones con un contenido punitivo; y habiéndose establecido que
el art. 611 CPCM no muestra tal naturaleza, por ende, no revela interferencia normativa
con el art. 12 incisos 2.° y 3.° Cn. Por tanto, declarase que el art. 611 del Código Procesal
Civil y Mercantil no existe la inconstitucionalidad alegada en relación con el derecho a no
declarar contra sí mismo establecido en los incisos 2.° y 3.° del art. 12 de la Constitución.
En razón de lo dicho, la norma está vigente y debe producir los efectos que se pretenden
con ella, a sabiendas que, si se echa mano de su contendió normativo y se accede, se
levanta en consecuencia la prohibición general de disponer a la que se refiere el artículo
578 del CPCM, misma que tiene un efecto general que provoca la ilicitud de toda
enajenación, cualquiera que sea el bien y cualesquiera que sean las sumas que se le
reclamen al ejecutado.

EJECUCIÓN DINERARIA. AVERIGUACIÓN DE BIENES

Hemos dicho ya que el legislador ha optado por hacer uso de diversas herramientas que
permiten volver más eficaz la ejecución dineraria, por ejemplo, el decreto de embargo
como medida ejecutiva de cumplimiento, la prohibición general de disponer de los bienes
y la declaración de bienes por parte del deudor mismo.

No obstante, aun y cuando dicha prohibición se decrete, puede ocurrir que el deudor siga
de contumaz y no reacciones al llamado del juez. En tal caso señala el artículo 612 del
CPCM que si instalada la ejecución, no se tuviere conocimiento de la existencia de bienes
suficientes en poder del ejecutado, el juez podrá dirigirse a los registros públicos
pertinentes a fin de que faciliten la relación de todos los bienes o derechos del ejecutado,
de los que faciliten la relación de todos los bienes o derechos del ejecutado, de los que se
tuviera constancia. También se podrá pedir que se solicite informe de los saldos que
cuentas y depósitos que pudiera tener el ejecutado en entidades financieras, hasta el
límite de la cantidad objeto de la ejecución.

Conste lo anterior será aplicable cuando la averiguación que pudiera efectuar el acreedor
ejecutante hubiese resultado infructuosa, lo cual significa que es una carga de este en
primer término la denuncia de bienes en poder del ejecutado. En todo caso, de activarse
la función investigativa y directa del juzgador, se activa a su vez por mismo hecho el
deber de colaboración de terceros. Así lo señala el artículo 613 del CPCM, al indicar que
las personas y entidades a las que se dirija el juez están obligadas a prestar su
colaboración y a entregarle cuantos documentos y datos tengan en su poder. En todo
caso se respetarán los derechos fundamentales y los límites que expresamente impongan
las leyes. El juez podrá imponer multas periódicas a las personas y entidades que no
presten la colaboración que el tribunal les demande como arreglo al inciso anterior, en
cantidades que oscilen entre cinco y diez salarios mínimos, urbanos vigentes más altos,
las que graduará según sea el valor en litigio, sin perjuicio de informar al respecto a las
entidades contraloras.

Esto ya nos había señalado el legislador a su vez en el artículo 12 del CPCM, al prever
que toda persona o autoridad está en la obligación de colaborar con la justicia, cuando
sean requeridas para ello. En consecuencia, a quien se niegue a colaborar se le impondrá
una multa cuyo monto según la gravedad del caso, se fijará entre cinco y diez salarios
mínimos más altos, vigentes. Si el hecho fuere constitutivo de delito, el juez certificará lo
conducente a la fiscalía General de la República.

En la práctica salvadoreña, la función investigativa en este sentido no la acoge ni el


acreedor ni el juez, sino que se encarga a un ejecutor de embargos, auxiliar en este
sentido, quien, una vez designado por el juez para la faena, se aboca a registros públicos
y demás entidades, intentando dar con el paradero de uno o más bienes del deudor.

EJECUCIÓN DINERARIA. EMBARGO

Hemos dicho ya que, despachada la ejecución, se procederá al embargo de bienes por


medio de la oportuna declaración judicial que lo acuerde, salvo que el ejecutado consigne
la cantidad debida, en cuyo caso se suspenderá. Si el ejecutado formulare oposición, la
cantidad consignada se depositará en la cuenta de Fondos Ajenos en Custodia. Si no la
formulare, la cantidad consignada para evitar el embargo se entregará al ejecutante previo
liquidación.

Esto significa que el embargo se puede evitar mientras se deduce quienes tienen la razón,
durante la ejecución de la sentencia. La condición no obstante en este caso es que se
formule oposición, porque si no se hace y simplemente se consigna lo reclamado para
que sea entregado al acreedor previa liquidación, pareciera que la pretensión no es solo
evitar el embargo sino cumplir con la obligación sin más.

Este embargo, decretado que sea, podrá realizarse por medio de un tercero. El artículo
617 del CPCM señala que se hará por medio de un ejecutor de embargos, como delegado
del juez y con la autoridad conferida por este. Si hubiera que embargar bienes ubicados
en lugar distinto al de la circunscripción territorial del tribunal, el ejecutor podrá realizar el
embargo sin necesidad de pedir autorización al juez competente de la localidad en que
están los bienes.

Esta modalidad es demás de eficaz la menos costosa para el acreedor, pues no tiene que
contratar a un tercero a quien además hay que pagarle para que proceda en
consecuencia, aunque no siempre es posible hacer uso de ella. Los ejemplos que
típicamente podemos ubicar en este supuesto es el de embargo de salarios y d derechos
reales inscritos en el Registro de la Propiedad, así como el embargo de cuentas
bancarias, pues bastará que el juez libre un oficio a la autoridad respectiva informándole
sobre el proceder, así como sus alcances. En el caso específico del embargo de salarios,
al mismo juez le corresponderá ulteriormente darle seguimiento a su ejecución, dado su
cumplimiento sucesivo.

EJECUCIÓN DINERARIA. EMBARGO. ALCANCES

El embargo es la medida de ejecución que se utiliza para reclamar coactivamente el pago


de una suma de dinero, al deudor en mora y es decretado por el juez a petición del
acreedor. El artículo 619 del CPCM señala que el embargo de una cosa o derecho
comprende el de todos sus accesorios, pertenencias y frutos, aunque no hayan sido
expresamente mencionados o descritos. Los bienes cuyo previsible valor sea mayor que
la cantidad por la que se hubiera despechado ejecución no podrán ser embargados, salvo
que fueran los únicos existentes en el patrimonio del ejecutado y que su afectación
resultare necesaria para los fines de la ejecución.

En ese sentido, el CPCM prevé una diversidad de bienes sobre los cuales puede recaer el
embargo. En primer lugar, se prevé que es embargable el salario, sueldo, pensión,
retribución o su equivalente, en cuanto no exceda de dos salarios mínimos. No obstante,
señala el artículo 622 del CPCM, sobre las cantidades percibidas en tales conceptos que
excedan de dicha cuantía se podrá trabar embargo de acuerdo con la siguiente
proporción: A. Un cinco por ciento para la primera cuantía adicional hasta que suponga el
importe del doble del salario mínimo. B. Un diez por ciento para la cuantía adicional hasta
el importe equivalente a un tercer salario mínimo. C. Un quince por ciento para la cuantía
adicional hasta el importe equivalente a un cauto salario mínimo. D. Un veinte por ciento
para la cuantía adicional hasta el importe equivalente a un quinto salario mínimo. E. Un
veinticinco por ciento para las cantidades que excedan de esta suma.

Esta restricción tiene como finalidad última el que no haya un embargo que suponga
limitar los ingresos de su familia, que ponga en peligro el desarrollo de una vida digna.

Sobre el embargo de títulos el artículo 627 del CPCM indica que, si se embargaran títulos,
valores o instrumentos financieros, el juez podrá acordar el embargo de los dividendos,
intereses, rendimientos de toda clase y reintegros que, a su vencimiento, le correspondan
al ejecutado, debiéndosele que retenga las cantidades a disposición del tribunal. También
podrá ordenar que se retenga e propio título, valor o instrumento financiero. También
podrá ordenar que se retenga el propio título, valor o instrumento financiero. También se
notificará el embargo a los responsables del mercado en que los títulos, valores o
instrumentos se negocien, o a los administradores de las sociedades emisora, cuando
aquellos representaran una participación en ella.

El embargo de cuentas está regulado en el artículo 626 del CPCM y da la facultad para
embargar la suma debida en su totalidad. El acreedor puede ser quien ponga en
conocimiento la existencia de la cuenta a los efectos del embargo.

La referida normativa reza que, si se embargaran cuentas abiertas en entidades


financieras, créditos, sueldos, salarios u otras remuneraciones o, en general, bienes que
generen dinero en favor del ejecutado a cargo de un tercero, el juez ordenará a este
retener a disposición del tribunal la cantidad correspondiente hasta el límite de lo
adeudado en la ejecución. En lo que exceda de este límite de lo adeudado en la
ejecución. En lo que exceda de este límite podrá el ejecutado disponer de sus cuentas
bancarias o recibir las cantidades pertinentes. Después de haberse ordenado
judicialmente la retención del crédito del ejecutado no será válido el pago hecho por el
deudor.

Dicha manera de embargo ha generado disputas y una que otra disyuntiva por el secreto
bancario que prevé la Ley de Bancos. Sin embargo, ya se reconoce la facultad del juez de
proceder al embargo de cuentas, luego de haber solicitado a una y otra entidad financiera
la existencia o no de alguna de ellas a favor del deudor. El artículo 612 del CPCM en lo
pertinente señala que también se podrá pedir que se solicite informe de los saldos de
cuentas y depósitos que pudiera tener el ejecutado en entidades financieras, hasta el
límite de la cantidad objeto de ejecución.
Siempre a instancia del ejecutante pueda ser que se pretenda el embargo no propiamente
de un bien sino de su renta, en cuyo caso se procederá bajo la orden del juez a retener
dichos intereses o frutos.

Los legisladores señalan en el artículo 628 del CPCM que cuando se embargan intereses,
rentas o frutos, se ordenará a quien deba entregarlos al deudor o a quien los perciba
directamente, que los retenga y los ingrese en la cuenta de Fondos Ajenos en Custodia, si
son intereses; o simplemente los retenga a disposición del tribunal, si fueran rentas o
frutos de otras clase, si fuera necesario, respecto de los últimos podrá ordenarse que se
constituya una administración judicial, con el objeto de asegurar una mejor garantía; e
igual providencia podrá acordarse cuando se desatendiera la orden de retención o
ingreso.

La preponderación en esta clase de embargos la ejerce el depositario judicial, quien está


sujeto a las penalidades que se prevén por la desobediencia a mandato judicial. A ello se
refiere al artículo 631 del CPCM, al indicar que el depositario debe custodiar y conservar
los bienes con la debida diligencia, exhibirlos en las condiciones que se le indiquen y
entregarlos a la persona que el juez designe, pues en otro caso se le removerá. Cuando
el ejecutado fuera nombrado depositario, podrá autorizársele el uso de lo embargado que
no sea incompatible con su conservación, así como su sustitución si no exige la
naturaleza de las cosas o la actividad empresarial, pero sus frutos o rentas quedarán
afectos a la ejecución.

El más crítico de todos resulta ser normalmente el embargo de muebles. Esto no solo
porque es el más costoso, dado que debe tercerizarse a través un auxiliar de la
administración de justicia, sino por el contacto directo con el deudor al momento de la
diligencia.

El legislador da algunos parámetros para proceder. Señala en el artículo 629 que el


embargo de muebles se llevará a cabo en lugar de donde estos se encontraren. Al
practicar el embargo, el ejecutor hará constar la más exacta descripción posible de los
bienes embargados, con indicación de sus señas distintivas, del estado en que se
encuentran y de todos aquellos elementos que sirvan para efectos de la posterior
realización. Al efecto, el ejecutor podrá valerse de medios de documentación gráfica; y
hará constar las manifestaciones que hagan en el acto los intervinientes en el embargo.
Lo embargado se depositará con arreglo a Derecho, adoptándose, en el propio acto, las
medidas precisas en orden al depósito y a la designación de depositario.

Ese embargo, empero, no debe entenderse extensivo al mobiliario de la casa. Este es


inembargable de conformidad con el artículo 621 ordinal 4.° del CPCM. Por lo tanto, debe
entenderse que esta posibilidad se reduce a bienes muebles dados en prenda, o de otra
naturaleza como los vehículos, máquinas o similares.

Del mismo modo se prevé además el embargo de bienes inmuebles. Se indica que, si se
embargan inmuebles u otros bienes inscribibles en registros públicos, el ejecutor de
embargos deberá diligenciar el respectivo mandamiento de embargo hasta su efectiva
inscripción. Si el bien cuyo embargo se pretende inscribir estuviese y gravado, se dejará
constancia de ello en la respectiva acta, con especificación de la precedencia de la
anotación.

En este caso el depositario es el registrador, quien tiene a cargo el control de las


marginaciones respectivas. Recuérdese que, conforme a la prelación de créditos, puede
existir más de un embargo sobre un mismo bien inmueble y que no siempre aplica la regla
tradicional de primero entiempo primero en derecho, sino el pago preferente o privilegiado
que concurra.

Sobre dicha prelación, los artículos 2217, 2218 y 2219 del Código Civil desarrollando las
causas de preferencia, mientras que el artículo 664 del CPCM señala que cuando hubiere
varios embargantes y resultare insuficiente el sobrante, se distribuirá al pago a prorrata. Si
hay terceros con derechos preferente, se les pagara en el orden debido, conforme a las
disposiciones del Código Civil y leyes pertinentes. Finalmente, a este respecto, el artículo
643 del CPCM señala, reganado la tercería del pago, que la intervención de un tercero o
la ejecución, fundada en su derecho a ser reintegrado de su crédito con preferencia sobre
el acreedor ejecutante, deberá deducirse ante el juez que este conociendo de la
ejecución, y se sentenciará con el ejecutante y el ejecutado, por los trámites del proceso
común:

Finalmente, también es posible embargar una empresa. Se utiliza al efecto la figura del
interventor con cargo a caja. En el artículo 633 del CPCM se señalan las obligaciones que
este tiene, enlistándolas así: 1.° Vigilar la contabilidad de la empresa, poniendo cuidado
en que los documentos coincidan con tales movimientos; 2.° Vigilar las compras y ventas
que se hagan en la empresa, poniendo cuidado en que los documentos coincidan con
tales movimientos; 3.° Supervisar el cobro de las deudas a favor de la empresa; 4.° Cuidar
de que la inversión de fondos se haga adecuadamente; 5.° Llevar cuenta de las entradas
y gastos de los bienes que son objeto de la intervención; y 6.° Velar porque la empresa
embargada continué con la explotación del giro que tuviere encomendado.

En caso de que interventor notare abuso o malversación en la administración de dichos


vienes dará aviso al juez y al ejecutante, pudiendo el primero decretar el depósito y
retención de los productos líquidos en un banco o en poder de quien estime conveniente
sin perjuicio de informar a la Fiscalía General de la República.

Esta enumeración de atribuciones y responsabilidades es oportuna en la medida que el


interventor no llega ni debe llegar como dueño de la empresa y menos como aquel que la
hará llegar a la quiebra, sino por el contrario como un perfecto administrador que la
sacará adelante a los efectos de recuperar el dinero litigado.

Marco de Referencia Jurisprudencial


DESARROLLO DEL PROCEDIMIENTO DE EJECUCIÓN LABORAL.

INICIACIÓN: SOLICITUD A PETICIÓN DE PARTE.


Refirámonos al procedimiento de ejecución laboral este se promueve a solicitud de parte,
tal como lo establece el artículo 422 Inc. 1º del Código de Trabajo, en el cual es aplicable
supletoriamente de forma moderada el artículo 570118, que regula la solicitud de
ejecución y artículo 572119 ambos del CPCM.

En el procedimiento intervienen dos partes, será acreedor el trabajador o el patrono que


inicie el procedimiento para exigir el cumplimiento de la obligación y deudor, el patrono o
trabajador que se encuentra en mora del cumplimiento de la misma. Siendo el trabajador
y el patrono partes intervinientes en el proceso. Pueden comparecer por sí o por medio de
un Representante Judicial o Legal.

Por lo cual, al hacer referencia a la persona que puede solicitar la ejecución, es decir el
trabajador como ejecutante, es conveniente hacer las siguientes consideraciones:

a) El trabajador puede hacerlo personalmente, siempre y cuando tenga la capacidad


procesal para ello, es decir, que sea mayor 18 años, tal y como lo establece el Art. 374 del
Código de Trabajo.

b) A través de su representante judicial que puede ser un abogado, un procurador laboral


o un estudiante de derecho con facultad para ello o bien el representante sindical. Tal
como lo establece el Art. 375 del CT.

c) Cuando no tuviera la capacidad procesal por medio de su representante legal y en su


defecto por el Procurador General de la República.

d)Si el trabajador fallece, podrá pedir la ejecución los herederos que hubieren aceptado
herencia y fueren declarado como tales, en su carácter de representantes de la sucesión.

e) De conformidad al artículo 486 del Código Civil, puede pedir la ejecución el curador de
la herencia yacente, por no haberse presentado ninguna persona aceptando la herencia o
habiéndolo hecho no comprueba suficientemente la calidad de heredero; teniendo en
cuenta el orden establecido en el artículo 988 del Código Civil, en cuanto a los llamados a
la sucesión intestada.

En lo referente a que personas pueden solicitar la iniciación del procedimiento de la


ejecución laboral, es necesario determinar contra quien se lleva a cabo. Siendo en este
caso, el patrono quien puede ser persona natural o jurídica, en este sentido se hacen las
siguientes consideraciones:

a) Si el patrono es persona natural, su muerte no hace expirar su compromiso de pago,


pudiendo exigirse su cumplimiento a sus herederos y no habiéndolos al curador de la
herencia yacente de conformidad a los Arts. 1257 del Código Civil y 86 del Código
Procesal Civil y Mercantil121.

b) Si el patrono es persona jurídica, cabe la posibilidad de ejecutar al representante


patronal acreditado, si resultare que dicha persona no tiene la razón social, denominación
o nombre comercial que en la sentencia se le diere por no haberse acreditado la
existencia de aquella y la personería jurídica del representante legal de la misma, para
efecto que responda subsidiariamente con sus bienes, en atención al último inciso del
artículo 421 del Código de Trabajo.

Por tanto, cuando hacemos referencia a las personas jurídicas queda comprendido el
Estado, las Instituciones Oficiales Autónomas y Municipalidades, aunque lo dispuesto en
el inciso en mención no tiene aplicación contra ellas. En el caso de sustitución patronal, la
ejecución se llevará a cabo contra el patrono sustituto siempre y cuando haya sido
notificado de la existencia del juicio respectivo de conformidad con el Art. 609 del CT.
Asimismo, la primera parte del inciso 1º del Art. 422 del CT, dice que: “Las sentencias, los
arreglos conciliatorios y las transacciones laborales permitidos por la ley, se harán
ejecutar a petición de parte, por el juez que conoció o debió conocer en primera
instancia”.

Sin embargo, cabe mencionar, según los legisladores el juez que debió conocer y hace
referencia a la ejecución de un arreglo conciliatorio extrajudicial o una

Por ello y tal como lo señala el cuerpo legislativo en cuanto a los efectos de suscitarse
tratándose de ejecución de sentencias o arreglos conciliatorios judiciales, no obstante
estar de acuerdo que no constituye proceso distinto al que les dio origen, se cree justo y
conveniente que dicha ejecución se inicie a petición de parte y no tenga aplicación el
principio de oficiosidad que rige el proceso laboral, por cuanto puede ocurrir que el
patrono haya cumplido con lo ordenado en la sentencia o lo acordado en la audiencia
conciliatoria; y que por no manifestarlo aquel o el trabajador al juez, de manera oficiosa se
proceda a la ejecución decretando el juzgador embargo en los bienes del patrono que
efectivamente ha cumplido con su obligación.

Al referirnos al instrumento para de inicio la etapa de ejecución del proceso, en el artículo


422 inciso 5º del Código de Trabajo, dice que: “La ejecución de las sentencias y arreglos
conciliatorios a que se refiere el primer inciso, se tramitará sin formar pieza separada y sin
necesidad de ejecutoria”.

De esas bases sostenemos tal cual lo menciona el maestro HUGO ALSINA, la ejecución
de la sentencia se sigue dentro del mismo juicio, no en pieza separada, por lo que no es
más que otra etapa del juicio, en ese sentido la ejecución de la sentencia, es la última
etapa del proceso, por lo tanto, para pedirla no hay necesidad de otro proceso ya que se
sigue en el mismo proceso y ante el mismo juez que conoce en primera instancia. En el
derecho laboral, siendo un derecho social, no se necesita de ejecutoria, o sea la
certificación de la sentencia ejecutoriada y pasada por autoridad de cosa juzgada. Y esto
se debe al espíritu del legislador de hacer breves y sencillos los procedimientos en
materia laboral, beneficio de los trabajadores, que son la parte que se protege, es decir,
sus derechos.

EJECUCIÓN DE SENTENCIAS

COMPETENCIA PARA EJECUTAR SENTENCIAS DICTADAS POR JUECES DE LO


LABORAL, COMO SENTENCIAS DICTADAS EN PAÍS EXTRANJERO
A continuación, presento el extracto de una resolución de un recurso de apelación que
conoció la cámara primera de lo laboral y que aborda la ejecución de la sentencia.

“La apelante pretende que se revise la aplicación de normas que rigen el proceso; ya que
el auto definitivo del que se apela en concreto, conlleva un rechazo de la demanda in
limine Litis, razón por la cual no se trata de entrar a conocer del fondo de la pretensión,
sino más bien, éste conocimiento o valoración se circunscribe estrictamente a valorar las
razones que el Administrador de Justicia A quo tuvo para declararse incompetente y
abstenerse de pronunciar sentencia en el fondo del asunto.

En cuanto a la competencia objetiva, en su doble perspectiva, puede ser analizada en


primer lugar por razón de la materia que determina el Juez competente, atendiendo al
objeto y la naturaleza de lo solicitado; y en segundo lugar, en atención a la cuantía, que
es el otro gran elemento distributivo de la competencia judicial.

Respecto de la competencia objetiva por razón de la materia, la especialidad a la que se


ciñen los Jueces de lo Laboral en general, está delimitada por el conocimiento de juicios
ordinarios de trabajo en los que figuran un trabajador y un patrono, cuyo objeto principal
es la satisfacción de un conflicto individual o colectivo de trabajo; pero, una vez
sentenciado un juicio, de no existir de por medio un recurso en contra de la decisión de
fondo, lo que procede, luego de la declaratoria de ejecutoriada y pasada en autoridad de
cosa juzgada, es la etapa de la ejecución de la sentencia, llevada a cabo bajo la
responsabilidad y dirección del mismo Juzgador que sustanció la etapa cognoscitiva del
conflicto laboral, de conformidad a lo dispuesto por el Art. 422 del Código de Trabajo.

En ese mismo orden de ideas, no se debe confundir con la etapa de ejecución forzosa a
que se refiere el Capítulo Segundo del Código Procesal Civil y Mercantil, que dispone lo
referente a los "Títulos de Ejecución" y, que en el inciso 2° número 1 del Art. 554
establece que las sentencias judiciales firmes son títulos de ejecución, por lo tanto
pueden ser ejecutadas de conformidad a las leyes; y el Art. 555 dispone que: "También
son títulos de ejecución las sentencias y otras resoluciones judiciales extranjeras que
pongan fin a un proceso (...)", asimismo, su inciso 2° es aún mas claro pues dictamina
que una vez reconocido tal título de ejecución extranjera, dotado de plenos efectos
jurídicos, se procederá a su cumplimiento mediante las normas de la ejecución forzosa de
las contenidas en el referido cuerpo normativo; por lo que nada tiene que ver con la etapa
procesal de ejecución de sentencia en materia laboral, cuya competencia la distribuye
estrictamente el Código de Trabajo.

Por su parte, el Art. 30 número 4 del CPCM., estipula que los Juzgados de Primera
Instancia, es decir en materia Civil y Mercantil, son competentes de la ejecución forzosa,
lo cual no puede soslayar el hecho que, teniendo en cuenta las reglas de la hermenéutica
jurídica, aun cuando nuestro Código de Trabajo suple los vacíos legales al aplicar las
pautas de una supletoriedad importada, según estipula el Art. 602 del Código de Trabajo
en relación con el Art. 20 del CPCM.; es decir, que lo no dispuesto por la referida ley, será
regulado conforme a lo que sí esté previsto en el Derecho Procesal Común; no obstante,
ya existe regulación expresa que dictamina como actuar en casos de ejecución de
sentencias pronunciadas en juicios laborales, y nos referimos a los Arts., 422 y siguientes
del Código de Trabajo.

En otras palabras, compartimos los razonamientos formulados por el Señor Juez A quo,
ya que los Jueces de lo Laboral únicamente pueden llevar a cabo una ejecución de
sentencia, de no haberse interpuesto recurso alguno, en la que ha habido una decisión de
fondo pronunciada por ellos mismos; y no, una sentencia dictada por autoridad extranjera
que haya sido homologada mediante diligencias de pareatis de las contempladas por el
Art. 557 y siguientes del CPCM., cuya competencia le corresponde exclusivamente a la
Honorable Sala de lo Civil de la Corte Suprema de Justicia, tal como dispone el Art. 28
número 1 del CPCM.; en el caso de autos, tal circunstancia se aprecia con la certificación
de fs. […] de la pieza principal, que contiene resolución pronunciada por la referida Sala,
a las nueve horas del veintitrés de junio de dos mil quince, en la cual se concedió permiso
para ejecutar la sentencia proveniente del extranjero.

Habiéndose tenido a la vista y leída que ha sido la certificación de fs., […]de este
incidente, consistente en resolución pronunciada por el señor Juez Segundo de lo Civil y
Mercantil de Santa Ana, en la cual declaró no ser el competente para conocer del caso, y
señaló que el competente era el señor Juez de lo Laboral de dicha ciudad, sin remitir
autos; se estudiaron los fundamentos que motivaron la decisión del primer Juzgador, la
cual pudo ser objeto de impugnación de conformidad a la vía procesal respectiva, pero la
solicitante no ejerció tal derecho sino que se decantó por iniciar la tramitación de una
nueva solicitud, ahora en materia laboral, en atención de adoptar los razonamientos del
aludido Administrador de Justicia en jurisdicción civil y mercantil.

Este Tribunal, es del criterio que ha sido la propia litigante la que ha originado el retardo
en el cumplimiento de la sentencia extranjera que pretende, pues debió haber continuado
la vía recursiva pertinente y llevar a conocimiento de un Tribunal Civil Superior, el
mencionado rechazo de su solicitud exponiendo los argumentos que estimase
pertinentes; por lo que, es menester hacer énfasis en la importancia de que la solicitante
haga uso de las etapas y vías procesales adecuadas hasta su completo agotamiento, y
no, buscar otro tipo de jurisdicción, como es la Laboral, para interponer una nueva
solicitud, que a todas luces es perteneciente a la materia Civil y Mercantil, en la etapa de
ejecución de sentencias, de acuerdo a lo estatuído por los Arts. 554 ordinal 1°, 555, 557 y
siguientes del CPCM., carente de todo requisito de admisibilidad al procedimiento de
ejecución de sentencias ejecutoriadas en materia laboral.

Finalmente, en relación a la pretensión de la solicitante, de que ésta Cámara se pronuncie


sobre qué Administrador de Justicia es el competente de conocer del caso de marras, de
conformidad a lo estipulado por el Art. 27 ordinal 3° del CPCM., la autoridad judicial a
quien la ley otorga la facultad de dilucidar competencias jurisdiccionales es la Honorable
Corte Suprema de Justicia, previo entable del conflicto de competencia, suscitado entre
dos funcionarios judiciales que se atribuyen o nieguen la competencia, y en donde el
segundo de los mismos, lleve a cabo una remisión de los autos al ente judicial colegiado
superior, fundamentando sus motivos; por lo que no habrá un pronunciamiento al
respecto, ya que lo contrario sería irrogarse atribuciones jurisdiccionales que únicamente
competen al Tribunal previamente establecido en la ley.

En el caso subjudice, el señor Juez Segundo de lo Civil y Mercantil de Santa Ana, debió
haberse fundamentado en el Art. 40 CPCM., y remitir los autos al Juzgador que
considerase competente, siendo éste último, el obligado a generar el conflicto de
competencia, pero únicamente indicó qué Juez debía conocer, sin remisión de autos; por
su parte el Juez de lo Laboral de la referida ciudad, cuando la solicitud se le presentó, al
no poder generar el aludido conflicto, debió haber ordenado la remisión de autos con su
declaratoria de incompetencia, y no lo hizo argumentando la materia como criterio de la
competencia; y quedó sujeto a remitir los autos a este Tribunal, por consecuencia de la
interposición del recurso de apelación, consecuentemente, no se entabló el mencionado
conflicto; para el caso puede consultarse el precedente de la sentencia pronunciada por el
Honorable Pleno de la Corte Suprema de Justicia, referencia: 6-D-2011, de fecha
14/06/2011, en la que la señora Jueza de Instrucción de Soyapango, se abstuvo de
conocer y envió los autos al señor Juez de lo Civil de dicha circunscripción territorial, ya
que los supuestos que sustentaban el ilícito de usurpación, encuadraban más en el de
acciones posesorias, ante las cuales el último Juzgador negó su competencia y remitió el
proceso al Pleno de la Corte.

En ese sentido y, en aras de no violentar el derecho que tiene todo ciudadano de accesar
a una efectiva tutela jurisdiccional, ante la situación planteada, y dado que el pretendido
«conflicto de competencia», ha generado una inexcusable violación al derecho de acceso
a la justicia, se reitera que la Constitución de la República, enuncia derechos
fundamentales inherentes a toda persona, previendo por medio de las garantías
consagradas en ella, la efectiva protección de esos derechos; asignándole al Órgano
Judicial, «la administración de justicia». Art. 1 Cn.

En razón de ello, se ha dicho: «para que al justiciable se le garantice efectivamente la


protección a los derechos que consagra la Constitución, debe existir un sistema que
pueda lograr tal cometido, y que se pueda acceder a él; en consecuencia, debe
responderse al real acceso a la justicia, el que se deriva en: deducir las pretensiones,
producir pruebas, obtener un pronunciamiento justo y recurrir de aquél que le sea adverso
ante instancias superiores, solicitar la ejecución de la decisión cuando se encuentre firme,
etc. El medio de llevar a la práctica ese propósito, sólo se logra a través de la posibilidad
cierta de que todas las personas y sin excepción alguna, puedan acceder al órgano
jurisdiccional y obtener de ella el respectivo pronunciamiento. Arts. 1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (PACTO DE SAN JOSE, OEA 1969) y 1 del CPCM.

Consecuentemente con lo expresado, y en el afán de una administración de Justicia


Pronta y Eficaz, así como de conformidad a los principios rectores del proceso, que son:
de Economía Procesal, Celeridad, Abreviación, Inmediación y el de una Tutela Judicial
Efectiva, es procedente confirmar la resolución apelada, por las razones expuestas,
devolviéndole los autos al Juez A quo y, se le ordenará que remita los mismos al ente
Jurisdiccional que, tomando en cuenta los parámetros de esta resolución y, la certificación
de la resolución pronunciada por el señor Juez Segundo de lo Civil y Mercantil de Santa
Ana, sea el encargado de conocer del conflicto de competencia, de acuerdo con las
reglas del Derecho Común.”

Marco de Referencia de Derecho Comparado

A) Naturaleza judicial o extrajudicial: los órganos competentes para la


ejecución

En el desarrollo de los procedimientos civiles de ejecución están llamados a intervenir un


buen número de sujetos y autoridades: jueces, abogados, agentes de la autoridad,
policías, tasadores, funcionarios, sociedades de subastas, pueden desempeñar papeles
muy variopintos según los distintos sistemas jurídicos. Con todo, desde un punto de vista
comparado el interés se centra en determinar la naturaleza esencialmente judicial o
extrajudicial del procedimiento y, en particular, la articulación de la relación entre los
órganos propiamente jurisdiccionales y las autoridades públicas de naturaleza no
jurisdiccional que tienen o pueden tener encomendada buena parte de las tareas
específicas de un procedimiento judicial y cuyo estatuto y régimen varía notablemente de
un sistema a otro.

En una u otra medida, la intervención de autoridades no judicial o pseudojudiciales es


común en la mayoría de los sistemas. Cabe hablar del bailiff o sheriff en el Derecho
inglés; l’hussier de justice en Francia, Bélgica o Luxemburgo; el Gerichtsvollzieher en
Alemania; el gerechtsdeuwaarder en los Países Bajos; el kronofodge en Suecia; l’ufficiale
giudiziario en Italia; o el agente judicial y el secretario judicial en España4. A efectos de
simplificación, nos referiremos a menudo a estas autoridades con el término genérico de
“agente”. En algunos sistemas continentales, las autoridades son parte de la
administración del Estado (Suecia, España); en otras la autoridad consiste en un
profesional liberal independiente sometido a responsabilidad civil ilimitada (hussier de
justice). El sistema alemán, sin embargo, combina la intervención de autoridades con
cierta independencia y responsabilidad (Gerichtsvolzieher), con otros oficiales de justicia
(Rechtspfleger), si bien las primeras actúan bajo la supervisión de los Tribunales.

En el sistema alemán, la ejecución de muebles es competencia básica de las autoridades


ejecutivas, mientras que los órganos jurisdiccionales asumen la ejecución cuando se trata
de inmuebles o créditos y derechos en poder de terceros. En otros sistemas, el
procedimiento de ejecución es básicamente un procedimiento judicial que compete a los
órganos jurisdiccionales de primera instancia correspondientes al domicilio del deudor
(Suiza5, Italia6). En el Derecho francés la ejecución es un procedimiento de naturaleza
jurisdiccional, aun cuando corresponda a los hussiers de justice un papel fundamental, si
bien la competencia no recae en el juez que haya conocido del procedimiento declarativo,
sino del Tribunal de Grand Instance correspondiente. En este modelo judicial,
característico de los sistemas romanistas, la imbricación entre procedimiento declarativo y
ejecutivo se manifiesta peculiarmente en aquellos casos en que se atribuye competencia
territorial para el procedimiento de ejecución a los mismos juzgados encargados de
conocer, en primera instancia, del procedimiento declarativo, o encargados de reconocer
u homologar la sentencia o laudo arbitral, o correspondientes al lugar donde se haya
dictado el laudo (art. 46 CPC portugués; art, 501 CPC argentino; art. 575 CPC brasileiro;
art. 336 CPC colombiano; art. 231 CPC chileno; art. 714 CPC peruano; art. 524 CPC
venezolano; art. 545 LEC española). En el Derecho cubano, el procedimiento de
ejecución de sentencias y transacciones no sólo corresponde al mismo órgano
jurisdiccional, sino que tiene lugar en el mismo proceso (art. 473 LPCAL).

El modelo escandinavo es básicamente un modelo de separación entre el juicio


declarativo y el procedimiento de ejecución. Éste corresponde a autoridades especiales,
independientes de los jueces y de la propia administración, aunque tales autoridades
carecen de jurisdicción sobre cualquier controversia sustantiva que vaya más allá de las
cuestiones relativas a la ejecución material. En Dinamarca, las autoridades ejecutivas son
los fogedretten, tribunales que constituyen una división de los de primera instancia
(byretten). Teóricamente la ejecución es atribuida a un juez, aunque en la práctica delega
en un oficial, si bien éste no puede resolver cuestiones legales sustantivas, cuyo
planteamiento debe diferir al juez. Las decisiones del fogedretten son judiciales y, en
consecuencia, recurribles en apelación (§§ 584-587 AJA). La competencia territorial recae
en el Juzgado correspondiente al domicilio o establecimiento del deudor y, en su defecto,
en el lugar en que existan bienes. En Noruega, sobre un esquema similar, la competencia
recae en los Juzgados de Primera Instancia, y los recursos en los Tribunales de apelación
y casación. Suecia participa de idénticos principios, correspondiendo la competencia a las
autoridades del domicilio del deudor. Y en Finlandia la intervención del poder judicial en el
procedimiento de ejecución es muy limitada, si bien los Tribunales pueden decretar la
modalidad de ejecución de sus sentencias. Las autoridades ejecutivas se despliegan en
dos niveles: en el nivel inferior se encuentra el oficial ejecutivo (bailiff en la ciudad, o
sheriff en las zonas rurales) y en el superior el oficial ejecutivo en jefe con poder de
decisión en la ejecución de ciertas sentencias de contenido no pecuniario, laudos
arbitrales, sirviendo asimismo como autoridad que resuelve las apelaciones contra los
actos de los oficiales inferiores.

En el Common Law, el Derecho inglés suscita cierta complejidad, por cuanto la actuación
de un bailiff o de un sheriff depende de que la jurisdicción corresponda, respectivamente,
a un county court o a la High Court. Mientras que el bailiff se asemeja más a un
funcionario judicial, el sheriff tiende a la figura del hussier, entre otras cosas porque
trabaja a comisión, lo que redunda en la mayor eficacia de los procedimientos ejecutivos
ante la High Court. La ejecución por los county courts cabe tanto en los procedimientos
declarativos de condena de cantidad que se lleven ante la High Court como ante los
county courts. Los juicios ante los county courts que excedan de una determinada
cantidad pueden llevarse a ejecución ante la High Court (fi fa), cuyo procedimiento suele
considerarse más eficaz para el acreedor y más desventajoso para el deudor8.

En Escocia, las autoridades ejecutivas son los sheriff officers para las decisiones dictadas
por los órganos jurisdiccionales de primera instancia (Sheriff Court) y los messengers et
Arms para las sentencias de la Supreme Court of Session.
Como ejemplo de un modelo asiático, cabe citar la concepción china: el procedimiento de
ejecución es competencia del Tribunal del domicilio del deudor o donde radiquen los
bienes (art. 207), si bien las actuaciones de ejecución material recaen en la autoridad no
judicial o marshall (art. 209).

B) Principios básicos del procedimiento: principio dispositivo y principio de


contradicción

Amén de la naturaleza del procedimiento y de los órganos o autoridades llamadas a


participar en él, no resulta fácil clasificar los sistemas según principios generales del
procedimiento. En los países centroeuropeos existe un cierto recelo hacia una concepción
teórica o elaboración de principios generales sobre el procedimiento de ejecución,
particularmente en Alemania9. Es cierto que en los sistemas que atribuyen al
procedimiento ejecutivo una naturaleza jurisdiccional podría establecerse la vigencia del
principio dispositivo, en la medida en que la iniciativa del procedimiento y su terminación
por desistimiento son facultades del acreedor, pero la precisión del principio arroja
resultados muy dispares

A título de puro ejemplo, en Austria la disponibilidad no va más allá de la autorización


oficial para proceder a la ejecución, pues a partir de ella sólo cabe la suspensión del
procedimiento. En Grecia si hay acciones acumuladas de otros acreedores, se requiere
asimismo su consentimiento. Entre los sistemas escandinavos, el Derecho danés no
prevé la comparecencia del acreedor en los procedimientos de ejecución inferiores a
2.500 coronas, aunque puede hacerlo cargando con sus costas. El deudor es forzado a
comparecer y debe informar sobre sus bienes bajo sanciones penales en caso de
falsedad. Pueden ordenarse inspecciones y el deudor tiene derecho a ser informado
acerca de la necesidad de ser asistido por letrado. El Derecho sueco establece reglas
similares.

Los principios rectores del procedimiento son aún más esquivos en el Common Law. En el
caso de los EE.UU. cada jurisdicción estatal presenta sus propias peculiaridades,
convirtiéndose en un mosaico de regímenes poco propicio para una sistematización. El
Derecho inglés no presenta un panorama más alentador, y su Derecho procesal ejecutivo
ha sido calificado como un “unplanned, unsystematic, haphazard, complex system” hecho
“a la buena de Dios” (on a hit-or-miss basis), una “especie de reliquia apenas examinada
o estudiada”.

Los cauces de oposición al deudor y su participación en el procedimiento ejecutivo,


pudiendo oponerse, interponer excepciones, solicitar su suspensión, hacer valer sus
derechos en el procedimiento de ejecución o recurrir las decisiones adoptadas presenta
una variedad tal en el Derecho comparado que apenas es posible de sistematizar o
clasificar los distintos modelos jurídicos según el grado de respeto al principio de
contradicción. Con carácter general, particularmente en los procedimientos de ejecución
de sentencias, no cabe referirse a un verdadero principio de contradicción, si bien el
deudor puede tener cauces abiertos para, por su propia iniciativa, interferir en el
procedimiento de ejecución si considera que su desarrollo es abusivo o ilícito (Inglaterra,
Francia, Alemania).

En el Derecho alemán, como representativo de los sistemas germánicos, se contempla la


demanda de oposición de la ejecución en los 767-787 ZPO, que debe resolverse por los
Juzgados de Primera Instancia (Landgericht). En el Derecho italiano, se reserva un título a
los cauces de oposición del deudor al embargo o a la regularidad del título ejecutivo, así
como el régimen de las correspondientes tercerías, que se configuran como excepciones
tasadas a los actos ejecutivos, que sólo muy excepcionalmente implican la suspensión del
procedimiento (arts. 615-628 CPC). Un régimen similar se contempla en el Derecho
portugués (arts. 813-816 y 863 CPC).

En el modelo escandinavo, el Derecho danés no contempla excepciones sobre el título


ejecutivo (causales) que sean propias de una apelación o procedimiento declarativo y
puedan implicar la suspensión del procedimiento ejecutivo. Caben, empero, las
excepciones estrictamente vinculadas a la ejecución (excepción de pago, de sujeción a
ejecución hipotecaria, etc).

En el procedimiento fi fa del Derecho inglés y galés los tribunales suelen admitir en la


práctica las solicitudes de suspensión de la ejecución, acordando al deudor un plazo para
realizar el pago. Cabe asimismo el recurso de apelación ante la Court of Appeal, pero éste
sólo suspende la ejecución si la High Court o la Court of Appeal así lo estiman. Existe un
poder inherente para la suspensión del procedimiento de ejecución en el Derecho inglés,
confirmado por la sec. 49 de la Supreme Court Act de 1981. Por otra parte, el
procedimiento fi fa puede ser suspendido por el Tribunal a petición del deudor (ord. 47.1
RSC y ord. 25.8 CCR). El deudor puede solicitarlo en la fecha de la sentencia o
posteriormente, y acreditar circunstancias especiales que hagan la ejecución inoportuna o
inhabilitante para el pago por el deudor (Winchester Cigarette Machinery c. Payne, 1993).
La orden de suspensión es revocable o revisable. De nuevo, los Tribunales pueden fijar
un plazo futuro para cumplir la sentencia, incluyendo el pago de plazos. La Court of
Appeal tiene la potestad de suspender la ejecución durante el recurso.

Los sistemas latinoamericanos plantean generalmente un juego muy diverso del principio
de contradicción, según se trate del procedimiento ejecutivo, o del procedimiento de
ejecución definitiva (ad.ex. arts. 234 y 464 CPC chileno). El primer, al ser un juicio
abstracto, es considerado a menudo como un auténtico declarativo, y en él se habilita el
principio de contradicción y la posibilidad de que el deudor se oponga a la ejecución, si
bien utilizando unas excepciones limitadas, en la medida que el juicio ejecutivo no
perjudica la posibilidad de un procedimiento declarativo sobre el fondo (ad.ex. arts. 495 y
498 LPCAL cubana; art. 441 CPC chileno; art. 700 CPC peruano). En el viejo juicio
ejecutivo de la LEC española de 1881 el principio de contradicción aparecía establecido
en la citación de remate contemplada en el art. 1.459 LEC, y que venía a ser un auténtico
emplazamiento equivalente al de los procedimientos declarativos. A título de ejemplo, el
procedimiento de ejecución de sentencias argentino sólo contempla una oposición del
deudor por el trámite de los incidentes previos, pudiendo hacer valer únicamente las
excepciones de falsedad de la ejecutoria, prescripción, pago, quita, espera o remisión
(arts. 504-506 CPC), o el Derecho peruano sólo admite la oposición basada en el
cumplimiento o extinción de la obligación, abriendo la apelación sólo en los casos en que
se suscite tal oposición (art. 718 CPC).

Algo similar viene a ocurrir en algunos modelos escandinavos, como el noruego. En este
sistema, si el título para la ejecución es general (sentencia judicial firme, por ejemplo) las
excepciones son muy limitadas; en cambio sí es un título especial (cheques, hipotecas...)
las causas de oposición son equivalentes a las de un juicio declarativo. También el
sistema brasileiro, que desconoce el juicio ejecutivo, prevé cauces de oposición más
generosos cuando el título ejecutivo es extrajudicial (arts. 741-745 CPC). Así ocurre
también en el nuevo Derecho procesal civil español (art. 556 y 557 LEC), pues frente a
decisiones judiciales o arbitrales la oposición sólo puede fundarse en el cumplimiento o la
caducidad de la acción, en tanto que frente a otros títulos no judiciales cabe más
excepciones (compensación, pluspetición, quita y espera, transacción). Todo ello sin
perjuicio, claro está, de las excepciones procesales y de los recursos que el deudor puede
hacer valer ante cualquier incumplimiento de las reglas que rigen el procedimiento de
ejecución.

C) Procedimientos de ejecución y Procedimientos ejecutivos

En los sistemas latinoamericanos pervive la distinción entre procedimientos de ejecución y


procedimientos ejecutivos, desconocida en otros modelos, y que confiere una marcada
singularidad a los mecanismos de ejecución en estos sistemas jurídicos (Argentina,
Colombia, Chile, Cuba, Perú, entre otros). En Europa este modelo era propio del Derecho
procesal español a tenor de la vieja Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, que eliminó tal
peculiaridad en la reforma operada por Ley 1/2000.

Frente al procedimiento de ejecución general, habitualmente contemplado como


mecanismo de ejecución definitiva de sentencias y laudos arbitrales, el juicio ejecutivo
ampara normalmente una ejecución abstracta y provisional, que no prejuzga una revisión
en el correspondiente juicio declarativo, y que permite la ejecutividad de otros títulos, tales
como transacciones judiciales, documentos notariales con reconocimiento de deudas,
valores, títulos cambiarios o documentos privados que contienen deudas ciertas, líquidas
y exigibles por determinados importes.

La función del juicio ejecutivo en el modelo latinoamericano es muy similar al de los


procedimientos monitorios conocidos en otras latitudes, tales como el Mahnverfahren
alemán o el Supro sueco. De ahí que la desaparición del juicio ejecutivo en el Derecho
español se explique en buena medida por la novedosa introducción en la LEC del año
2000 del procedimiento monitorio.

D) Caducidad del procedimiento

La duración de los títulos ejecutivos es uno de los puntos clave del procedimiento de
ejecución, que aconseja comparar los criterios de caducidad o prescripción de las
acciones ejecutivas.
En los sistemas continentales –tanto romano-germánicos como escandinavos- uno de los
criterios utilizados consiste en aplicar a la acción ejecutiva el plazo de prescripción
ordinario, computado desde que se obtiene el título ejecutivo, normalmente a partir de la
fecha de la sentencia firme.

Mientras una parte de estos sistemas consideran el acto que inicia la ejecución como un
modo de interrupción del plazo de prescripción (Alemania, Suiza, Italia o Grecia), otros
centran en la responsabilidad del deudor derivada de una sentencia declarativa definitiva
la sujeción al plazo normal de prescripción (Francia, Bélgica, Austria, Suecia, Finlandia,
México). En cualquier caso, el plazo nunca es inferior al del procedimiento declarativo, y
en sistemas como el alemán, el griego o el belga, si la acción declarativa tiene un plazo
de prescripción más corto que el ordinario o general, la acción ejecutiva se beneficia de tal
plazo mayor de prescripción. Entre los sistemas latinoamericanos, el art. 233 del CPC
chileno estima el plazo de caducidad de 1 año desde que resulta exigible la ejecución de
resoluciones, y el plazo general de 3 años para el juicio ejecutivo. En España se
contempla un plazo específico de cinco años (art. 518 LEC).

El Common Law sigue los mismos principios, si bien parte de plazos más cortos de
caducidad que van de los 2 a los 6 años en el Derecho inglés, con posibilidad de una
mayor extensión. En el Derecho norteamericano, muchos Estados cuentan con
disposiciones especiales que modifican el principio clásico de un año y un día.

En el Derecho chino (art. 219 LCP) se contempla un plazo especial de caducidad para las
acciones ejecutivas, pero diverso según se trate de personas físicas (un año) o jurídicas
(seis meses).
MEXICO GUATEMALA HONDURAS EL SALVADOR NICARAGUA COSTA RICA PANAMA
Derecho Comparado
En la ley federal de trabajo En Guatemala, el Código de En honduras se cuenta con El salvador no cuenta con En materia laboral los juicios En costa rica lo que se La ejecución de la sentencia
se contempla la ejecución Trabajo establece en su un código procesal laboral, una ley procesal laboral, antes de la entrada en refiere al procedimiento de laboral en Panamá es un
de sentencia laboral en los título décimo quinto un de esa manera no se vale actualmente se esta vigencia del actual código ejecución de las proceso especial de trabajo
siguientes artículos: Artículo capítulo único en torno a la tanto de alguna normativa trabajando en un del trabajo. Se tramitaban controversias del trabajo, no mediante el cual el juez, a
939.- Las disposiciones de Ejecución de Sentencias, el supletoria como un código anteproyecto de dicha conforme el procedimiento puede ponerse en duda que solicitud de parte, inicia una
este Título rigen la ejecución que abarca únicamente procesal civil y mercantil, si normativa, que vendría a indicado, para los juicios el mismo queda regulado nueva fase: la de darle
de las sentencias dictadas cuatro artículos, debiéndose no que se le da siempre un darle una gran evolución a verbales en lo civil con las por las normas del Código cumplimiento a lo resuelto.
por los Tribunales. Son hacer acopio en enfoque especial laboral, la legislación laboral, si bien siguientes modificaciones, o de procedimiento civil, en En la ejecución de
también aplicables a los consecuencia a la normativa por eso uno de los es cierto la integración sea, que era un juicio verbal virtud de las cuales es sentencias o de auto,
laudos arbitrales, a las Adjetiva Civil y Mercantil, considerando que reza “Que normativa que se realiza especial. El actual competente para conocer de normalmente, tratándose de
resoluciones dictadas en los siempre tomando en siendo responsabilidad del con el código procesal civil y procedimiento laboral, está las cuestiones que surgen obligaciones dinerarias, se
conflictos colectivos de consideración los límites Estado promover la mercantil, es bastante diseñado para ejecutarse en de la ejecución de la penetra en la esfera
naturaleza económica, y a establecidos para la aplicación de políticas, buena, ya que garantiza un 11 días. Los principios del sentencia de los órganos patrimonial del demandado,
los convenios celebrados aplicación supletoria de esta mecanismos y proceso judicial muy procedimiento laboral de los judiciales del trabajo la y se le embargan bienes, se
ante los Centros de normativa lo que para el responsabilidades para garantista, no podemos cuales escribí en el capítulo autoridad judicial ordinaria. continúa con el remate,
Conciliación. Cuando se efecto regula el artículo 326 hacer efectiva una correcta, negar que el hecho de tener III del presente trabajo Que la competencia sobre hasta la satisfacción de la
trate de laudos arbitrales y del Código de Trabajo, lo transparente y pronta una normativa procesal coadyuvan a que no se los juicios de ejecución es sentencia.
convenios celebrados ante que deberá igualmente impartición de justicia, el especial en materia laboral incentiven retardos en la de la jurisdicción ordinaria, La sentencia que es
los centros de conciliación, conjugarse con normas del Código Procesal Laboral seria algo único, ya que administración de justicia. resulta ante todo del texto susceptible de ejecución es
que no hayan sido Código de Trabajo que persigue, además de un conservaría la esencia En efecto la oralidad de las de la ley procesal del fundamentalmente la de
cumplidos en los términos directamente nos remitan a debido proceso, mejorar el social que caracteriza al actuaciones, la impulsión de trabajo, donde se habla condena deben cumplirse
establecidos en los mismos, ese procedimiento, a modo acceso a la justicia y a la derecho laboral. Eso se oficios, la concentración de únicamente del juicio de dentro de tres días a partir
los trabajadores y en su de ejemplo los artículos 341 tutela judicial efectiva, sin traduciría en la ejecución de pruebas, la celeridad cognición. Por otra parte, el de su ejecutoria.
caso los y 422, el juez de oficio restringir las garantías la sentencia en algo con orientada hacia la economía ordenamiento jurídico ha La legislación panameña
patrones, acudirán al puede hacer valer el poder procesales, reduciendo mas agilidad en cuestión de procesal concurren para querido poner en práctica un define que la ejecución es
tribunal para solicitar su ejecutivo del fallo y luego, drásticamente los trámites y plazos y modos en que se acelerar las resoluciones de procedimiento especial para una Actividad tendiente a
ejecución conforme a las dentro de este marco, haré actos procesales, en podría ejecutar una los juicios. Según el arto. la resolución de las obtener el cumplimiento
disposiciones de este una breve diferenciación de aplicación del principio de sentencia. Por el momento 346 CT. Vencido el término controversias individuales forzoso de una obligación,
capítulo, dándoles el mismo los diversos asuntos que concentración, nos quedamos con lo de pruebas y evacuadas del trabajo, y dicho por medio del embargo de
tratamiento que una son sometidos al fortaleciendo la inmediación contemplado en el código todas las que hubieran sido procedimiento queda bienes en cantidad
sentencia. conocimiento de los al disponer que todos ellos de trabajo y en lo relativo al propuestas, la autoridad agotado cuando ha recaído suficiente para su
Artículo 940. La ejecución Juzgados de Trabajo y se produzcan con presencia código procesal civil y laboral dictara sentencia la sentencia definitiva del satisfacción.
de las sentencias y Previsión Social en nuestro directa del juez y utilizando mercantil. dentro de los tres días magistrado del trabajo. La
convenios a que se refiere país con los trámites que fundamentalmente las siguientes. Los casos de fase ejecutiva es una nueva
el artículo 939 de esta Ley estos conllevan y lo que a formas orales” le da como reintegro por despido ilegal fase, que no tiene ya como
corresponde a los mi parecer procede en la podemos ver siempre un se privilegian en el sentido título la convención del
Tribunales, a cuyo fin etapa ejecutiva al no sentido social pero mas de obligar a los Jueces y trabajo, sino la decisión del
dictarán las medidas cumplirse con los autos o especial a todo el proceso Tribunales laborales a dictar magistrado. La fase
necesarias para que la sentencias emitidos en cada judicial laboral, y ahí lleva sentencia en un plazo fatal. ejecutiva tiene por objeto la
ejecución sea pronta y uno de ellos. consigo la ejecución de la En efecto, el párrafo tercero existencia del título,
expedita. sentencia, que se hará del arto. 46 establece: “El cualquiera que sea la
Artículo 941.- Cuando la siempre con aquel enfoque juez del trabajo deberá naturaleza o procedencia, y
sentencia deba ser social, procurando el resolver estos casos, dentro no ya la controversia en
ejecutada por otro Tribunal respeto y dignidad de los de los treinta días desde orden a la relación de
se le dirigirá exhorto con las trabajadores, haciendo que se interpuso la trabajo.
inserciones necesarias, cumplir apegados a derecho demanda y en el caso de
facultándolo para hacer uso esas sentencias. Apelación el tribunal
de los medios de apremio y respectivo deberá hacerlo
dictar las medidas dentro de un plazo de
conducentes en caso de sesenta días de recibidas
oposición a la diligencia de las diligencias. Ambos
ejecución. plazos son fatales y a los
jueces y magistrados que no
resolvieren dentro de los
términos señalados, el
superior respectivo a
petición de la parte
agraviada le aplicara una
multa equivalente al diez
(10%) por ciento del salario
de las respectivas
autoridades.
Bibliografía

 https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_dialogue/---dialogue/documents/
publication/wcms_763267.pdf
 https://www.ilo.org/public/spanish/standards/relm/ilc/ilc95/pdf/rep-v-1.pdf
 https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/---sro-san_jose/
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 https://ni.vlex.com/tags/ejecucion-sentencia-laboral-1804505
 https://www.poderjudicial.gob.ni/tnla/SENTENCIA_42_2015.pdf
 https://mexico.justia.com/federales/leyes/ley-federal-del-trabajo/titulo-quince/
capitulo-i/seccion-primera/#:~:text=Las%20sentencias%20deben%20cumplirse
%20dentro,art%C3%ADculo%20950%20de%20esta%20Ley.
 http://www.pgrweb.go.cr/scij/Busqueda/Normativa/Normas/
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param1=NRTC&nValor1=1&nValor2=80985&nValor3=0&strTipM=TC
 https://biblioteca.cejamericas.org/bitstream/handle/2015/1034/
ReformaEjecucionLaboral.pdf?sequence=1&isAllowed=y

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