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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A

DISTANCIA

FACULTAD DE FILOLOGÍA

Máster Universitario en Ciencias del Lenguaje

Trabajo Final Bloque I y II

Pervivencia de la Lengua Griega y Latina en la Española

Autor: Fernando Xavier González Martínez

Madrid, febrero de 2023

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PERVIVENCIA DE LA LENGUA GRIEGA Y LATINA EN LA ESPAÑOLA TRABAJO FINAL BLOQUE I Y II.
MADRID, ENERO DE 2.023. FACULTAD DE FILOLOGÍA. UNED
Índice

1. Las lenguas indoeuropeas. Concepto de Indoeuropeo.........................................................4


2. La lengua griega. Origen y desarrollo. El alfabeto griego.....................................................6
2.1. Flexión verbal...............................................................................................................8
2.1.1. Sistema de temas. Conjugación............................................................................8
2.1.2. Tiempo y aspecto..................................................................................................9
2.1.3. El futuro................................................................................................................9
2.1.4. La voz....................................................................................................................9
2.2. Sintaxis oracional..........................................................................................................9
2.3. El léxico.......................................................................................................................10
3. La lengua latina. El alfabeto latino......................................................................................10
4. El latín de Hispania.............................................................................................................11
5. Morfología nominal. Raíces y palabras. Concepto de flexión.............................................14
6. El genero............................................................................................................................16
7. El numero...........................................................................................................................17
8. Los casos.............................................................................................................................18
9. Morfología Verbal; Concepto de conjugación. Los modos, la voz, el tiempo y aspecto.....21
9.1. Las desinencias: Persona, tiempo, número, voz.........................................................22
9.2. Los sufijos...................................................................................................................24
10. Bibliografía.....................................................................................................................26

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Bloque I

Del indoeuropeo al español. Introducción y generalidades

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1. Las lenguas indoeuropeas. Concepto de Indoeuropeo
Podemos afirmar que todas las lenguas de Europa, salvo algunas excepciones son
lenguas indoeuropeas, y también algunas de Asia como el sánscrito de la India y el
persa actual. La mayoría de estas lenguas derivan a su vez de otras más antiguas que son
llamadas lenguas indoeuropeas históricas. Algunas se han mantenido hasta hoy, como el
griego, el armenio o el albanés. Otras han dado lugar a diferentes lenguas como las
lenguas itálicas, célticas, germánicas, eslavas, bálticas e indoiranias. Otras han
desaparecido sin dejar rastro como las lenguas anatolias; el hetita, el tracio o el tocario
entre otras.

Es desde la inquietud por entender un origen común que nace a principios del
siglo XIX la Gramática Comparada. Le debemos mucho a inquietos viajeros y
pensadores como Sir William Jones quien en 1786, puso de manifiesto las semejanzas
entre latín, griego y sanscrito que a su juicio se debían a un origen común. Es Friedrich
Schelegel en 1808, en su obra Sobre la lengua y sabiduría de los indios, quien pone la
piedra angular para el establecimiento del método comparativo y; posteriormente en
1816, Franz Bopp publica la que se suele considerar la primera obra de lingüística
comparada, Sobre el sistema de conjugación del sánscrito en comparación con el del
griego, latín, persa y germánico.

Pero a efectos de buscar un porque al origen de las lenguas, Marija Gimbutas, una
arqueóloga lituana, propuso un origen al sur de las estepas de Rusia como el hogar
ancestral de los indoeuropeos, a través de lo que ella llamó la Cultura de la Kurganes.
Esa cultura original se expandió a través de varios movimientos migratorios que se
concentran en tres: 1) entre 4400 y 4200 a.C. por Europa alcanzando las zonas
danubiana y balcánica, 2) entre 3500 y 3000 a.C. se produce una expansión en
Trasncaucasia, Irán y parte de Anatolia y entre 3400 y 3200 a.C. una segunda
penetración en Europa central y 3) entre 3000 y 2800 a.C. se produce una penetración
hacia el Egeo y el Adriático. Lo más probable es que se tratara de un goteo casi
ininterrumpido, jalonados por momentos de verdaderas avalanchas, que son los que de
ordinario detecta la arqueología.

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La indoeuropeización de Europa es, por tanto, el resultado de un proceso que duró
milenios y está constituido por una maraña inextricable de movimientos de población,
de avances y de retrocesos de lenguas. Europa es el resultado de una intensa hibridación
y mestizaje de razas, lenguas y culturas. Y por tanto, resulta muy complicada determinar
con precisión qué lenguas y qué pueblos indoeuropeos históricos proceden de cada una
de aquellas grandes expansiones. Probablemente ninguna lengua indoeuropea histórica
se puede considerar heredera directa de aquella primera expansión del V milenio. Los
pueblos históricos que conocemos ya con nombres y apellidos (germanos, celtas,
bálticos, eslavos, ilirios, latinos…) son probablemente herederos de penetraciones más

recientes.

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En la actualidad, existen diferentes ramas de lenguas
indoeuropeas que son el fruto de una serie de
evoluciones y transformaciones desde un primer
idioma protoindoeuropeo. Por tanto, es fácil entender
que a la hora de analizar cualquiera de ellas, sea
evidente observar ciertos paralelismos, ya sea por su
vecindad o por su estrategia de organización
gramatical o semántica. Como puede observarse en el
cuadro adjunto, el español formaría parte de las
llamadas lenguas romances que provienen del latín
por la expansión que tuvo en su día el Imperio
Romano. Aunque sujeta a ciertas controversia,
también se asocia el origen de las lenguas romances a
la influencia de griego. Lenguas indoeuropeas -
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2. La lengua griega. Origen y desarrollo. El alfabeto griego


Todo indica que los habitantes originarios de Grecia provienen de la tercera
oleada de pueblos indoeuropeos como ya se ha comentado en el punto anterior. Estas
gentes compartían una lengua común que se conoce como griego común, es decir, un
indoeuropeo evolucionado, hacia lo que posteriormente sería el griego. No se sabe
exactamente cuándo se inició la primera dialectización entre los hablantes que habían
descendido a Grecia (griego oriental o meridional) y los que habían permanecido en el
norte (griego occidental o septentrional). A partir del siglo VIII a. C. encontramos
ampliamente documentados cuatro grupos dialectales; pero a lo largo de la llamada
Edad Oscura y fruto de la orografía de Grecia muchos grupos quedaron aislados en si
mismos, construyendo gran variedad de subdialectos locales. Estos dialectos estarán
vivos a lo largo de toda la época arcaica, hasta el siglo V a.C. y después desaparecerán
poco a poco. A lo largo del siglo VI y sobre todo del V a.C., Atenas tomará la
hegemonía de Grecia, y gracias al espíritu conquistador de Alejandro Magno, los
griegos se expandirán por todo Oriente hasta la India, con lo que la lengua común se
transmitirá a todos los confines del imperio macedónico. Es la llamada “koiné” (común)
basada principalmente en el ático. En realidad podríamos decir que hay dos lenguas: la
llamada demótica “la del pueblo”, y la katharéousa o “pura”, que es la lengua culta y
literaria.
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Con respecto al alfabeto griego es importante destacar los descubrimientos de sir
Arthur Evans en la última década del siglo XIX en Creta, donde pudo determinar tres
sistemas de escritura. Uno de ellos constaba de un silabario que nombró lineal B y que
además se encontró en la Grecia Continental (Micenas, etc…). Tras su desciframiento
(por parte de Michael Ventris y John Chadwick) la lengua que contenía fue reconocida
como griego. Así pues, los griegos en época micénica (siglos XV al XIII a.C.) utilizaron
ese silabario donde cada signo se corresponde a una silaba. Pero también entre los
propios griegos existía una conciencia clara de que el origen de su alfabeto había que
buscarlo en el fenicio que pertenece al grupo de escrituras semíticas. Así incorporaron
los signos de las glotales y las laringales, que no tenían correspondencia con ningún
fonema griego. A cada signo le pertenece un fonema (con pocas excepciones) y se
facilita la lectura y la interpretación. El alfabeto es el primer sistema de escritura que se
basa en la representación de cada fonema mediante un signo específico.

En el Ática se hace oficial el alfabeto jonio a partir del 403 a.C. Luego, a partir
del III a.C. se va a introducir el llamado espíritu áspero (diacrítico que indica aspiración
y que se coloca sobre una vocal inicial), el espíritu suave (‘) y los acentos. Debemos
destacar que las inscripciones de época clásica estaban escritas en lo que ahora
llamamos mayúsculas y en scriptio continua, es decir, sin separación de palabras. En el
siglo IX d.C. se creó en Bizancio la llamada minúscula antigua, que luego evolucionó
en la minúscula media (siglos X y XI) y la moderna (siglos XII al XV). Esta última es la
que fue adaptada para la imprenta a partir del siglo XV, y permanece actualmente en la
minúscula griega. El alfabeto griego es el origen de muchos otros alfabetos conocidos
en la antigüedad pero sobre todo está en el origen de dos alfabetos que han alcanzado
una notable difusión: el alfabeto latino y el cirílico. Tiene vocales largas y breves con
rango de fonemas. Tiene oclusivas labiales, oclusivas guturales y oclusivas dentales,
líquidas nasales pronunciadas como en español, la silbante que según sea inicial, interior
o final tiene diferentes grafías, así como, tres grafemas para para tres grupos de
consonánticos.

En el terreno morfosintáctico, el griego ha heredado una serie de características


del indoeuropeo, que también se encuentran en latín, y por tanto, en las lenguas
romances. La unidad significativa esencial es la palabra, que es lo que el hablante aísla
con mayor facilidad. Tiene una raíz (morfema semántico) y una serie de sufijos, prefijos
y desinencias (morfemas gramaticales), que no son siempre fáciles de aislar. El griego,
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al igual que las demás lenguas indoeuropeas antiguas, es una lengua flexiva lo que
implica que las palabras no tienen una forma única y constante, sino que pueden adoptar
diferentes formas según la función sintáctica que se quiera expresar. A la raíz o tema
(raíz + sufijo) de una palabra se le añaden unos sufijos, las desinencias, para indicar la
función que desempeña en la frase. Al conjunto de ellas lo llamamos flexión, que puede
ser nominal o verbal.

La flexión nominal afecta a nombres, adjetivos, pronombres y al artículo (que es


una innovación) El orden de los elementos en la palabra griega es fijo: lexema-sufijo-
desinencia. El griego presenta en época histórica tres géneros, masculino, femenino y
neutro. El neutro lo integran las palabras que no son masculinas ni femeninas y se
diferencia formalmente en que presentan una misma forma para los casos nominativo y
acusativo. Había tres números: singular, plural y dual. El dual se usaba para indicar que
una palabra iba referida a dos objetos, o bien, que una acción era efectuada por dos
sujetos. El dual ha desaparecido ya en la época helenística. Tenía sus propias
desinencias en la flexión, tanto nominal como verbal. Se trata de un hecho lingüístico,
que se manifiesta en una concreción del número, que todavía hoy mantenemos cuando
decimos “un par de zapatos”. Hay cinco casos. Las desinencias casuales pueden
expresar, además del caso, el número y a veces el género. Al sistema de flexión que
adoptan los nombres, adjetivos y pronombres para expresar sus funciones se llama
declinación.

2.1. Flexión verbal


En las lenguas indoeuropeas, el verbo se distingue morfológicamente del nombre
por las desinencias, de un lado, y por una organización mucho más compleja, de otro.
Expresa nociones nuevas como las de persona, modo, voz, tiempo y aspecto a través de
las desinencias.

2.1.1. Sistema de temas. Conjugación

El verbo griego conserva un estado muy arcaico dentro de las lenguas


indoeuropeas. Su sistema es muy diferente al de los verbos de las lenguas actuales y en
parte, también al del verbo latino. En griego la conjugación no existía, o mejor dicho,
existía solo para un cierto tipo de verbos. El griego presentaba una serie de temas
(presente de aspecto durativo, aoristo de aspecto puntual y perfecto de aspecto de

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resultado. Consiste más bien en un conjunto de formas, en gran medida autónomas,
procedentes de una convergencia accidental, más que de un intento de organización.

2.1.2. Tiempo y aspecto

El verbo indoeuropeo en su etapa más remota diferenciaba solo un presente y un


pasado, y para ello utilizaba diferente tipo de desinencias. Aunque lo que
verdaderamente se indicaba era el aspecto, haciendo una especie de referencia interna al
proceso mismo. El tiempo solo aparece asociado al modo indicativo, que es el modo, en
principio, de lo real.

2.1.3. El futuro

Como categoría gramatical es reciente en las lenguas indoeuropeas, y aparece


generalmente asociado a nociones modales como el deseo, la posibilidad, la voluntad,
etc. Es lo que se llama prospectivo, y hace referencia a sucesos predecibles con
seguridad. Algunas lenguas utilizaron un presente matizado con indicadores de tiempo.
En general, las lenguas indoeuropeas utilizaron una serie de formaciones que ya existían
en época anterior, para expresar el futuro: antiguos desiderativos y subjuntivos. El
griego es una de las lenguas que sí desarrolló un futuro, aunque de forma diferente al
latín. El morfema que se utilizó para su expresión tiene origen desiderativo.

2.1.4. La voz

La oposición originaria se da entre voz activa/ voz media. La voz media indica
que la acción verbal afecta al sujeto de un modo especial. La pasiva es, en principio, un
uso especializado de la media, y en griego se halla en proceso de desarrollo en lo que se
refiere a su expresión morfológica.

2.2. Sintaxis oracional


Las relaciones que en nuestras lenguas modernas expresamos por medio de
oraciones subordinadas, se expresaban en indoeuropeo por medio de participios o
infinitivos. Existían una serie de oraciones sintácticamente independientes que podían
mantener una relación de dependencia implícita, mediante la mera yuxtaposición. El
griego presenta una situación sintáctica mas evolucionada con respecto al indoeuropeo,
pero todavía arcaica si la comparamos con la del latín. Se mantiene la flexibilidad

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sintáctica del participio y presenta un estado más avanzado de la parataxis en la que hay
ya coordinación expresada en una relación de semejanza o equivalencia sintáctica.

2.3. El léxico
El griego heredó del indoeuropeo un gran numero de nombres formados
directamente a partir de la raíz o lexema. También se crearon nuevos términos mediante
la adición de un afijo, no desinencial; que pueden ser prefijos, sufijos o infijos. Es lo
que se conoce como derivación. Hay sufijos adjetivales, nominales, verbales, etc…Los
que forman nombres a partir de verbos se denominan deverbativos: los que forman
verbos a partir de nombres, denominativos. En los nombres, los principales sufijos eran
los que servían para formar nombres de agente o de acción; también para formar
nombres de instrumentos, diminutivos, de relación y pertenencia. En el verbo, los
sufijos eran muy productivos y contribuyeron a la creación de los verbos contractos que
contribuyeron a una mayor fijación de una “conjugación”. Al griego hay que atribuirle
también, el origen de ciertos sistemas léxicos que derivan el nombre del verbo y
viceversa, y los que enlazan los sistemas de sufijos del griego con redes léxicas en las
que participan nombres, verbos, adjetivos y adverbios. A su vez, el griego dispone de la
llamada composición, que es una derivación que se realiza combinando dos lexemas
independientes o un afijo y una raíz. Los miembros del compuesto pueden ser nombres
o verbos. En griego, la composición era también muy frecuente lo que propició que
desde el siglo VI a.C., se creara un tipo de léxico que está en el origen de todo el léxico
científico occidental gracias al paso del pensamiento mítico al racional. Asimismo, los
romanos tomaron ese léxico especializado de forma directa o a través de calcos
semánticos.

3. La lengua latina. El alfabeto latino


El latín aparece hacia el siglo VIII a.C. en la región del Lacio, conviviendo con el
osco y el umbro. El primer autor del que se conservan obras completas es Plauto de
finales del siglo III a.C. De las diversas formas dialectales se acabó imponiendo la de
Roma. Asimismo, se considera latín arcaico al que data de antes del siglo II a.C. y latín
clásico al de los documentos del siglo I a.C. en adelante, gracias a Cicerón, Virgilio y
Tácito y fue la lengua a través de la que transmitió todo el legado cultural romano:
derecho, ciencia, lingüística, filosofía, etc. Pervive a lo largo de toda la Edad Media
(con Erasmo o Luis Vives) hasta el siglo XVII (con Descartes, Leibniz, Newton o
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Linneo) y como lengua oficial de la Iglesia católica se mantiene en la liturgia hasta la
actualidad. Su presencia en la enseñanza ha permanecido hasta no hace mucho tiempo y
por eso todas las lenguas europeas, no solo las romances, han visto enriquecido su
vocabulario con gran número de palabras de raíz latina, así como de expresiones latinas
en el nivel coloquial.

El alfabeto latino procede del alfabeto griego de tipo occidental, a través de la


adaptación de los etruscos. Era un alfabeto fonográfico, en el que cada carácter gráfico,
cada letra, representa uno o varios sonidos. En los textos más antiguos se usa la llamada
capital o uncial hasta el siglo VIII d.C. pero también se creó la cursiva para la escritura
rápida, derivada de la capital: primero mayúscula, luego minúscula desde el siglo IV
d.C. Después se pasó a la minúscula propiamente dicha con diversas variantes y fue la
que se pasó a la imprenta desde el siglo XV. Este alfabeto se ha mantenido en la
mayoría de las lenguas hasta la actualidad.

Es un sistema morfológico flexivo al igual que el griego. La ruina de la flexión


nominal, y su sustitución por el uso de preposiciones, es el rasgo más característico que
marca la evolución desde el latín al romance, junto al nacimiento del artículo. En cuanto
al sistema verbal, está más avanzado que el griego puesto que ya hay conjugación que
con ayuda de desinencias permiten deducir todo el paradigma. Puede permitirse un
orden de palabras relativamente libre desde el punto de vista sintáctico, dado que los
nombres- y los pronombres y adjetivos concordados con ellos – pueden indicar con su
propia forma su función en la frase a efectos pragmáticos. Tiene un alto grado de
verbalización de su infinitivo, equivalente de un verbo personal en oración subordinada
completiva.

Desde la Edad Media, la evolución y fragmentación de la lengua se aceleran y


acentúan hasta que el latín se convirtió en otra lengua, la lingua romana rústica y de
allí, surgieron las llamadas lenguas romances que conservaron gran parte del sistema
lingüístico latino; aunque con cambios importantes en la pronunciación, morfología,
sintaxis y léxico que se fueron afianzando hasta la constitución de las distintas lenguas
románicas.

4. El latín de Hispania
La romanización comenzó en el 218 a.C., durante la Segunda Guerra Púnica,
cuando las tropas romanas desembarcaron en el nordeste peninsular. Tras la derrota de
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los cartagineses y la conquista en el año 106 a.C. de su capital peninsular, Cádiz, la
inicial empresa militar romana se trasformó en un proceso de colonización y
asentamiento. Culminó con la conquista, en el año 19 a.C., de la costa cantábrica (las
actuales Galicia, Asturias, Santander y parte del País Vasco). La fase de conquista y
asentamiento dio paso a la latinización. Ahora bien, el uso del latín no fue impuesto: las
poblaciones locales lo aprendieron- por conveniencia o por el prestigio del idioma- de
los colonos romanos, administradores, soldados, comerciantes, etc. El proceso fue
rápido en algunas zonas (este y sur), más lento en otras (centro, oeste y norte) y no llegó
a completarse en un área (el País Vasco).

El latín tomó en préstamo numerosas palabras de las lenguas con las que
coexistía. La latinización fue mucho más rápida en el este y sur, donde el íbero y griego
(en las actuales Cataluña y Valencia) y el tarteso (en Andalucía y el sur de Portugal)
parecen haber sido desplazados totalmente antes del siglo I de nuestra era. Resulta
probable que el latín hablado en las áreas más remotas y menos desarrolladas de la
Península se encontrase considerablemente más alejado de la norma de prestigio (la de
la clase alta de Roma) que el latín de las ciudades orientales y meridionales. Es en la
provincia de Burgos donde el español hunde de forma más profunda sus raíces y fue
donde la latinización fue bastante tarde, y, en consecuencia, el latín hablado debió de
estar bastante lejos de la norma prestigiosa -o, lo que es lo mismo, seria particularmente
“incorrecto”- en la época de decadencia de Roma. Se ha descrito el español como una
forma bastante particular de romance peninsular. En cuanto a la fonología del
consonantismo castellano: su idiosincrasia lingüística puede explicarse
convincentemente por las condiciones de la latinización de la meseta septentrional.

Los investigadores han puesto de manifiesto que el latín hispánico tenía una serie
de características que deberían ser destacadas: 1) Arcaísmo: se puede suponer que el
hispanorromance debió de conservar algunos rasgos del latín de los siglos III y II a.C.
que se perdieron en el habla de Roma y de otras provincias latinizadas con
posterioridad; 2) conservadurismo: se mantuvieron algunas formas del latín clásico que
se vieron, en cambio, rechazadas en las áreas que constituían el epicentro cultural del
Imperio Romano. Se puede observar que aquellas variedades románicas que mantienen
las formas más antiguas son las que se localizan en zonas periféricas de la Romania; y
se producen además una serie de innovaciones latinovulgares; 3) Dialectismo: cuando, a
finales del siglo III a.C., dio comienzo la latinización de España, pervivían aun el osco y
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umbro; 4) Innovación: los descendientes del latín hispánico poseen una serie de rasgos
que revelan la existencia de cambios innovadores que se circunscriben de modo
exclusivo a la Península.

Bloque II

Elementos de origen greco-latinos en la morfología del español

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5. Morfología nominal. Raíces y palabras. Concepto de flexión
La unidad significativa esencial y más característica es la palabra. El resultado de
la unión de dos tipos de morfemas, portadores de funciones muy diferentes. Por una
parte está la raíz (o morfema semántico) y por otra están los sufijos, prefijos,
desinencias, etc (morfemas gramaticales). En indoeuropeo las palabras se forman
usando este orden.

Había dos tipos de raíces, muy diferentes en forma y comportamiento. Por una
parte están las nominal verbales, porque con ellas se construyen nombres, adjetivos y
verbos. De otra las pronominales, que se encuentran en los pronombres, y
frecuentemente - no siempre- en las preposiciones, adverbios y partículas.

En conjunto, las raíces nominal-verbales tenían una forma bastante homogénea.


No podían terminar en vocal. Toda raíz terminaba necesariamente en consonante o
sonante (incluidas /i/ y /u/). Cuando aparentemente una raíz termina en vocal larga, se
reduce al tipo ordinario en virtud de la existencia previa de una laringal final: * d ō-
«dar» era realmente en indoeuropeo *deH3-. Normalmente tampoco podían comenzar
con vocal. El inventario mínimo de fonemas que integran, pues, una raíz indoeuropea es
C(onsonante) + V(ocal) + C(onsonante), bien entendido que aquí «consonante» cubre
por igual oclusivas, fricativas, laringales y sonantes. Existen importantes restricciones
de distribución. Las labiovelares son en general escasas y la s es enormemente más
frecuente en la posición de primera consonante que en la de segunda. Las oclusivas en
su conjunto presentan una frecuencia normal en la primera posición, mientras que en la
segunda son bastante escasas. Exactamente al contrario que las sonantes, cuya
frecuencia en primera posición es normal, son frecuentísimas en segunda.

Todo el cuadro pivota sobre el rasgo de la sonoridad. Las combinaciones prohibidas son
aquellas en que las dos consonantes tienen una sonoridad distinta (Sonora-Sorda y
Sorda-Sonora). Las combinaciones más frecuentes son aquellas que reúnen dos sordas
entre sí o una sorda con una glotalizada. Resulta así que el conjunto de las restricciones
gravita sobre tres factores: 1) la imposibilidad de que un mismo fonema se repita
(disimilación), 2) la disimilación de una secuencia de dos glotales consecutivas y 3) la
asimilación de sonoridad/ no sonoridad.

Las raíces indoeuropeas van provistas de uno o más morfemas, en número mayor
o menor, formando esas unidades normalmente fundamentales que llamamos palabras.
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Pero, además, existía en indoeuropeo la posibilidad de unir dos raíces, cuya suma
resultante actuaba a su vez como un núcleo radical que mediante la adición de los
correspondientes morfemas se transformaba en una palabra. A ese proceso lo llamamos
«composición» y a las palabras resultantes «compuestos». Junto a esa modalidad de
compuestos hay en español - y había en indoeuropeo- diversas otras, como usar dos
adjetivos (adridulce); el que equivale a un sintagma nombre-genitivo o nombre- adjetivo
(salvoconducto), o las que solemos llamar «posesivo» porque equivalen a frases que
comienzan por «que tiene» (cuellicorto). Este tipo de compuestos dan siempre como
resultado un nombre (sustantivo o adjetivo) por eso se suelen llamar compuestos
nominales. En latín, en griego clásico y en la mayoría de las lenguas indoeuropeas
antiguas son muy frecuentes los verbos compuestos con preposición o preverbio. El
procedimiento de soldarlas ha sido en general bastante reciente.

En español tenemos nueve clases de palabras: sustantivo, adjetivo, artículo,


pronombre, verbo, adverbio, preposición, conjunción e interjección. En indoeuropeo,
por lo que sabemos, es seguro que había las clases del sustantivo, adjetivo, verbo y
pronombre, y que no había la del artículo. Probablemente no existían conjunciones
subordinativas sólo unas pocas coordinativas, de las que *we«o» y *kw e «y» son las
más seguras. Naturalmente debemos suponer que había interjecciones. Y finalmente, se
dibuja una clase adicional que nosotros incluimos en nuestros adverbios y
preposiciones. El procedimiento funcionalmente más rentable y a la vez más más
característico de las palabras indoeuropeas es el que llamamos flexión, aunque no todas
las palabras indoeuropeas se flexionaban. Quedan fuera de ella las clases menores
(conjunciones, adverbio preposiciones e interjecciones) y, en parte, los numerales.

Los procedimientos formales empleados en las flexiones son de dos tipos: 1)


sufijos que constituye el elemento esencial y 2) alternancias vocálicas y
desplazamientos de la posición del acento, que son recursos accesorios y en gran
medida redundantes que fueron siendo eliminados. La sufijación es el recurso moderno
en la familia indoeuropea, el que ya desde la lengua común es el esencial, con tendencia
a convertirse en único. Mientras que las alternancias vocálicas y la posición del acento
constituyen una especie de supervivencia de etapas mucho más antiguas que apenas si
podemos entrever. Nuestra familia lingüística pudo haber atravesado, pues, por una
etapa en la que se perfila como una de esas lenguas que llamamos aislantes, sin
sufijación ni prefijación, en que las funciones gramaticales se expresarían mediante
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fenómenos suprasegmentales (acentuativos o tonales) y, quizás, por el orden de
palabras.

En indoeuropeo, pues, la sufijación es el procedimiento vivo y operativo para la


flexión. No existe prácticamente la prefijación. Sin embargo, hay diferentes indicios que
podrían interpretarse como restos fósiles de una etapa anterior. Los principales son la
llamada s móvil (que puede estar presente o ausente como fonema inicial de una raíz sin
que cambie para nada ni el sentido ni la función: * teg- y *steg- «cubrir»), y ciertas
peculiaridades en la distribución de fonemas en posición inicial de raíz.

El indoeuropeo en su última fase común fue una lengua de morfología su fijadora


y con orden básico SOV. Pero ni lo uno ni lo otro ha sido siempre así en el pasado. En
el propio indoeuropeo subsisten indicios de diversos otros estadios anteriores. En
alguno de ellos tal vez la morfología fue prefijante y la sintaxis de tipo VSO. En otro
(¿anterior?, ¿posterior?) las funciones gramaticales pudieron ser expresadas por la
posición del acento y el orden de palabras.

6. El genero
Son más numerosas las lenguas sin géneros, al modo del inglés, que las lenguas
que lo tienen, al modo del español. Para los animales cuyo sexo nos importa tenemos
una palabra totalmente diferente para el macho y para la hembra. Y esa forma léxica es
la que utilizan de ordinario las lenguas que carecen de género masculino/ femenino. En
lo que al género se refiere, podemos establecer con razonable seguridad dos etapas
sucesivas. La más antigua, anterior a la separación de la rama anatolia, cuenta con dos
géneros: animado/inanimado. Los géneros masculino/ femenino vienen de una división
que escindió el antiguo género animado en dos variedades, en fecha relativamente
reciente.

En todas las lenguas indoeuropeas, tanto en las que tienen dos géneros (animado/
inanimado) como las que tienen tres (masculino/ femenino // inanimado) sucede lo
mismo que vimos en español. Lo más frecuente consiste en que seres inanimados sean
expresados por palabras de género animado, bien sea masculino o femenino. lo
contrario, que seres animados dispongan de palabras de género inanimado, es más bien
excepcional.

La diferencia entre animados e inanimados se establecía mediante un uso


discriminado de la marca del acusativo. Los sexos se explicitaban, cuando la situación
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lo requería, de varias formas. Respecto al recurso de derivación gramatical del tipo
lobo/ loba para diferenciar el sexo de los animales hay que hacer un distingo obvio. Tal
proceder no existió en absoluto en el indoeuropeo anterior a la separación de los
anatolios y tampoco en la lengua común postanatolia o de forma excepcional. Lo más
frecuente debió ser recurrir a perífrasis. Antes de convertirse en sufijo de femenino era
en realidad una desinencia de genitivo, con el significado genérico que podríamos
traducir en español por de. La perífrasis que funcionó en indoeuropeo para designar
hembras de los animales es la que equivale a la española hembra de, funcionalmente
paralela a la de hijo de. Una vez consolidada en el uso de la forma con elipsis -*i, fue
dotada de una flexión y se convirtió en un sufijo para derivar femeninos.

El otro sufijo -ā, tiene un origen muy distinto Habría expresado abstractos y colectivos.
En alguna lengua anatolia este sufijo, en su forma previa a la eliminación de los
fonemas laringales, aparece como -ahi y efectivamente cuenta con valores de abstracto
y de colectivo.
Brugmann apuntó, bien otra similar: el hecho de que la palabra para expresar mujer
*gwenā, comportaba de suyo esa -ā (¿porque era parte integrante de la raíz misma?
¿porque *gwenā era originalmente un abstracto?). Y por analogía con el nombre de
mujer, obviamente femenino de suyo, tendió a añadir esa - ā a otras palabras que
designarán mujeres o animales hembra. El género masculino opera como término no
marcado en la oposición masculino/femenino y es una ley general en el funcionamiento
del lenguaje que cuando se produce la neutralización de una oposición porque
intervengan simultáneamente ambos miembros o por diversas otras razones, es el
término negativo el que aparece. Cuando una oposición se establece (en el lenguaje y en
cualquier aspecto de la vida) opera como término no marcado la variedad considerada
más natural. Y suele considerarse más natural la variedad más frecuente; o la que actúa
como «fondo» frente a «figura»; o en su caso, cada principal por cualquier razón.

Ello implica que los indoeuropeos en la oposición macho/hembra tenían por más
natural el macho y por lo tanto cuando el animal de que se hablaba era macho no había
por qué indicarlo, o al menos su indicación era menos frecuente.

7. El numero
En nuestras lenguas occidentales modernas los nombres tienen además del género,
solo una verdadera alteración flexiva que expresa la variación de número. Singular y
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plural son los números que existen en las lenguas que no son familiares. El Indoeuropeo
anterior a la escisión Anatolia contaba, como la mayoría de las lenguas del mundo, con
solo dos números, singular plural. Había dos marcas de plural- es/s e -i. La primera de
ellas se utilizaba sobre todo con los sustantivos. La segunda era la que aparecía en los
pronombres. En una etapa posterior a la separación de la rama Anatolia se comenzó a
introducir un tercer número, el dual, que sin embargo no hay pruebas concluyentes de
que llegaran nunca a implantarse en todas las ramas dialectales.

El punto en que coinciden todas las lenguas que tienen dual en alguna medida es
el morfema de nom.-ac. -*o. De ahí, por una analogía fácil de comprender, pasó al
numeral dos, que en indoeuropeo era previamente *dwoi. El pronombre plural *nos, se
vio modificado por *nō para los casos en que se refería solo a dos personas. Y así
sucesivamente. Resulta que todas las lenguas que tienen dual tienen también plural. Así
pues, la tipología nos informa de que no hay ninguna lengua que tenga como números
singular/ dual.

Hay un interesante hecho comparativo que demuestra por sí solo la mayor


antigüedad del plural. Se trata de la morfología del numeral dos. La verdadera raíz de
ese numeral es * du, que aparece con esa forma en el derivado latino dubius. Sus restos
históricos son escasos, pero tienen a su favor dos factores: El aparecer en áreas laterales,
y al ser formas anómalas. Ambos son signos inequívocos de arcaísmo

Por su parte, las variantes con -*i (*dwoi y *dwi) son formas caracterizadas como
plural, mediante uno de los dos morfemas que antes se citaron, concretamente el propio
de los pronombres -*(o)i. Y esa forma plural *de(o)i es la más usual en compuestos.
Eso demuestra que esa era la forma usual del numeral dos cuando se convirtieron en una
sola palabra compuesta los antiguos sintagmas de numeral+ sustantivo, o español Tres
Cantos. Dado que en la última época indoeuropea la forma del numeral dos era *dwo,
las formas con marca de plural (*dwoi, *dwi) no tienen más remedio que ser anteriores.

8. Los casos
Es la categoría más compleja de la flexión nominal. Las funciones posibles de un
substantivo se pueden agrupar en tres ámbitos: 1) distinguir a la gente y el paciente de
los verbos transitivos; 2) expresar las circunstancias de la acción; 3) determinar a otro
nombre.
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En español, se emplean pequeñas palabras auxiliares antepuestas (preposiciones)
o pospuestas (posposiciones), lo que lleva a que en otro tipo de lenguas las funciones de
los sustantivos se expresen mediante pequeñas variaciones de la forma de los mismos, al
conjunto de las cuales llamamos flexión porque el tipo flexivo deriva del
preposicional/postposicional. A lo largo de los siglos se termina soldando al substantivo
cuya función expresa. En las lenguas flexivas llamamos caso a cada una de estas formas
parcialmente distintas con que cuenta cada palabra.

El indoeuropeo era una lengua flexiva en la modalidad sufijante. Tenía dos casos
Uno de ellos era el acusativo, destinado a la expresión del paciente y el otro era el
nominativo, encargado de expresar el agente de un verbo transitivo y verbo intransitivo.
A ese modo de sistematizar las funciones le damos el nombre de sistema acusativo. El
nominativo indoeuropeo estaba caracterizado de una de estas tres maneras alternativas:
1) con sufijo -*s, 2) con alargamiento de la última vocal, 3) sin ninguna marca, con lo
que el nominativo coincide exactamente con el tema puro en ā. Y, por su parte, el
acusativo estaba caracterizado uniformemente por -*m. Las palabras con este sistema
constituyen el género animado, y las que no operan con él forman el inanimado. Los
nombres en indoeuropeo contaban en singular con una forma casual específica para
llamar, invocar o exhortar, que llamamos vocativo que se caracterizaba por la ausencia
de toda marca, simplemente era el tema puro.

La anomalía de la existencia de un vocativo específico resulta estar relacionada


con la del nominativo marcado, por el hecho de que el vocativo (que asume funciones
normalmente incluidas en el nominativo, como el propio plural indoeuropeo), consiste
precisamente en la forma no marcada que se esperaría para el nominativo. El vocativo
tiene la forma que se esperaría para el nominativo, junto con una parte de las funciones
que de ordinario desempeña. Es por ello que ambas anomalías han de recibir una
explicación conjunta. Por otra parte, esa explicación no resulta difícil. El nominativo y
el vocativo son el resultado de la escisión de un caso único anterior que reunía todas las
funciones que ambos se reparten. Y la escisión se produjo por la irrupción de una marca
-*s como alternativa a la ausencia de marca, probablemente mediante un mecanismo
analógico.

En la esfera de la determinación nominal el indoeuropeo reciente dispuso de un


solo caso, que llamamos genitivo. La marca casi universal era una silbante, que podía

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aparecer con cualquiera de los tres vocalismos * es/ os/s. La pérdida de la flexión ha
hecho que tal desinencia de genitivo no sobreviva en español, reemplazada
funcionalmente por la preposición de. La desinencia -*i fue la que dio origen al
femenino. En el indoeuropeo más reciente todo nombre en función de determinante
llevarlo obligatoriamente la marca de genitivo. Sin embargo, el orden determinante
determinado, usual en los compuestos nominales es testimonio de que en una fase más
antigua era ese el recurso (o uno de los recursos) para marcar la determinación nominal
en nuestra familia lingüística.

El dativo es el último de los casos cuya atribución al indoeuropeo es un


unánimemente admitida. La doctrina tradicional supone que este caso contaba con un
sufijo único, -* ei, que combinaba de forma variable con el fonema final de las
diferentes palabras a las que se añadía. Todo ello conduce a una nueva reconstrucción
de la morfología del dativo indoeuropeo para la que, como en tantas otras ocasiones,
hay que distinguir la etapa pre y postanatolia. El dativo no tenía un sufijo único en
indoeuropeo preanatolio, sino dos en concurrencia, concretamente -*ei y -*ō, que se
acabaría transformando en -*ōi por su afinidad fonética a -*ei y terminó por imponerse
en algunos dialectos.

Hay una equiparación permanente de las nociones espaciales con las temporales.
Eso implica que será el mismo caso el que exprese «el lugar en donde», «el tiempo en
que»; «el lugar desde donde», y «el tiempo desde cuándo»; etc. Pero poco a poco se van
marcando algunas delimitaciones: hay un caso que expresaba «el lugar en donde» que
corresponde al locativo, en medida limitada otro caso para «el lugar desde donde» que
es el ablativo, pero nunca uno específico para «el lugar a donde».

Respecto a la identidad de la -*o en el ablativo postanatolio, el análisis tradicional


establece que se trata de la contracción de la vocal temática con el que sería genuino
sufijo de ablativo -*ōd

El tema puro de una lengua flexiva en funciones circunstanciales equivale en una


lengua preposicional/postposicional a la expresión de una circunstancia cualquiera
mediante la utilización del nombre desprovisto de la correspondiente preposición/
posposición. Es ése un uso en general mucho más frecuente de lo que pudiera pensarse,
grandes diferencias en el grado de tolerancia de esos giros según las lenguas, y dentro
de una misma lengua la frecuencia varía según situaciones o estilos.

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En resumen, el indoeuropeo postanatolio tuvo como casos completamente
desarrollados cinco: nominativo, acusativo, vocativo, genitivo y dativo. Además, un
locativo y ablativo parcialmente implantados. Otras circunstancias no locales, como el
instrumento, la compañía, etc. Se incluían en el dativo o en el tema puro, con o sin la
ayuda de posposiciones. De entre ellas, las de uso más sistemático parecen haber sido -
*bhi, -*bho y -*mi, -*mo, que terminaron por ser aglutinadas y convertidas en
desinencias para diversos casos de singular y, sobre todo, de plural. Es la parte más
reciente de todo el sistema.

En indoeuropeo preanatolio es posible que las cosas fueran un poco distintas.


Probablemente no había un vocativo diferenciado. Y tampoco es seguro que el locativo
contara con una implantación siquiera incipiente. Las lenguas anatolias presentan
grandes diferencias respecto a las otras en lo que a los casos circunstanciales se refiere.
Probablemente estos son fruto de desarrollo ampliamente independientes, sobre la base
de materiales en parte comunes.

El núcleo más antiguo del sistema, en el que coincidan por completo la totalidad
de las lenguas, incluidas las anatolias, son cuatro casos: nominativo, acusativo, genitivo
y dativo. Y a ese núcleo antiguo hay que añadir las formas de plural para el nominativo
(-*es), para el genitivo (-*om) y para el acusativo (-*ns).

9. Morfología Verbal; Concepto de conjugación. Los modos, la voz, el tiempo y


aspecto
Los indoeuropeistas del siglo XIX compusieron una imagen de la flexión verbal
indoeuropea que se parece en casi todos sus puntos a la del griego clásico y que, fuera
del griego, no se encuentra como tal en ninguna otra lengua indoeuropea, ni siquiera en
sánscrito. Si ha habido un terreno donde el testimonio anatolio haya servido para
renovar la imagen tradicional de la lengua común, ese ha sido el de la flexión verbal.

El verbo en cualquiera de sus formas de flexión, contiene una densa información


empaquetada de manera sintética en una sola palabra: 1) que la acción ejercitada es una
determinada (raíz), 2) que el sujeto es el agente, no el paciente (voz), 3) que los sujetos
pueden ser o no más de uno (número), 4) que entre ellos puedo estar yo (persona), 5)
que se trata de una acción real o una posibilidad (modo), 6) que la acción ocurrió en el

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(tiempo), 7) que la acción pudo tener una cierta duración (aspecto) o tal vez se repitió en
más de una ocasión.

Pero hay que señalar ciertas diferencias y precisiones: 1) en las desinencias


indoeuropeas iba codificada también la voz, 2) que el tiempo, en vez de en el sufijo,
como en español, iba codificado igualmente en la desinencia, 3) que el modo se
expresaba a veces mediante sufijos (subjuntivo, optativo) y a veces mediante las
desinencias (imperativo), 4) que la categoría indoeuropea del aspecto, en cualquier caso
incluida en sufijos, está sujeta a no pocas dificultades de reconstrucción

9.1. Las desinencias: Persona, tiempo, número, voz


En el indoeuropeo postanatorio se generalizó a todos los contextos la forma
innovadora -*me, probablemente favorecida por el hecho de que en 1ª de singular
también había -*m. Eventualmente algunas lenguas utilizaron la antigua -*we para crear
una forma específica de dual, proceso favorecido a su vez por la circunstancia de que el
pronombre personal de 1ª de plural, que era *we, se había convertido ya en dual, al
quedar reemplazado en la función de plural por la forma marcada como plural *we+i.

El sistema de marcar el presente mediante -*i no penetró en 1ª y 2ª de plural.


Con mucha frecuencia se podría subsanar con recursos perifrásticos; o la propia
situación sería suficiente para establecer la ubicación temporal de la acción expresada.
Aunque no sea un escollo insalvable para la adecuada comunicación, algunas lenguas
tendieron a llenar esa laguna. El sistema resultante fue -men/-meni (-wen/-weni) y
ten/teni.

El indoeuropeo por tanatorio no subsanó esa deficiencia, fueron tan solo algunos
de sus dialectos los que lo hicieron por procedimientos varios. El latín la añadió también
en la 2ª de plural: -*te + s > tis.

En algunas lenguas llegó a funcionar un tercer mecanismo: la adición a las


formas de pasado de un prefijo (uno de los pocos en las lenguas indoeuropeas antiguas)
que normalmente tiene la forma *e-.

Pero fue R. Thurneysen quien en 1885, formuló una teoría al respecto de la


adición de -*i. Se identifica como el elemento deíctico de proximidad que, dada la unión
permanente de las nociones espaciotemporales los diferentes elementos indoeuropeos,
significaría lo mismo «aquí» que «ahora». En la categoría verbal del tiempo no se

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marcaba por procedimientos flexivos (sintéticos) sino léxicos. La -*i habría sido una
palabra independiente, una especie de adverbio, que por ir junto al verbo
(concretamente tras él) habría terminado por aglutinarse.

En el conglomerado significativo que llamamos desinencias verbales, eliminado


el más reciente elemento aglutinado - la -*i de presente - nos queda al descubierto un
estrato más antiguo, cuyo análisis es también posible. Todos los episodios de creación
de marcas de persona en el verbo que no son conocidos históricamente se han producido
sin ninguna excepción mediante la aglutinación de las correspondientes pronombres
personales.

Los pronombres exentos, generalmente tónicos y de volumen fónico breve,


estarán menos expuestos a la pérdida de material fonético. En cambio en su forma
aglutinada, átonos y a veces alejados del núcleo acentuado correrán un riesgo mayor de
perder parte de los fonemas que los integran.

Las formas exentas formarán paradigma con otras formas exentas susceptibles
de renovar querido renovar sus marcas de función casual, de número o de género. En
cambio las formas aglutinadas constituirán un sistema cerrado en el interior del cual se
podrán producir nivelaciones analógicas de unas personas respecto a otras, lo que, con
el paso de los siglos, puede desembocar en situaciones que, no sólo para los hablantes
sino para los lingüistas, obscurezcan las conexiones.

El principio metodal de las irregularidades en gramática nos permite ver en el


sistema regular (-m*, -s*, -*t, -*me (<*-we), -*te, -*nt) la innovación, resultado de
diversos procesos analógicos regularizadores. Y en cambio en las irregularidades
podemos encontrar testimonio de fases más antiguas (arcaísmos). En singular las
antiguas formas de los pronombres han visto reducido su volumen fonético con la
pérdida de su última vocal respectiva. En cambio en plural se mantiene la vocal, ya que
en el verbo indoeuropeo el acento cargaba sobre la raíz (o sufijo) en el singular, y, en
cambio, la desinencia en plural.

La última de las categorías expresada plenamente mediante las desinencias es la


voz, que presenta problemas específicos dentro del conjunto homogéneo de las
desinencias. El testimonio exclusivo del griego y el indo-iranio en la doctrina
tradicional atribuye al indoeuropeo, junto a la voz activa, una segunda diátesis que
solemos llamar voz media. En cambio no habría existido voz pasiva. En la mayoría de
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las lenguas del mundo la función sintáctica del agente va desempeñada por el
participante que constituye el tópico, mientras que el paciente es un elemento no tópico.
Pero sucede a veces que el tópico de nuestro mensaje no es el agente, sino el paciente.
Para ello es necesario que el orden de palabras sea libre. Y como el indoeuropeo era una
lengua de orden libre podemos fácilmente imaginar que, si faltaba una voz pasiva, la
topicalización del paciente podía efectuarse mediante una inversión del orden. Además
del griego y el indo-iranio, este procedimiento de marcar la segunda diátesis, que
podríamos llamar sistema regular, se encuentra en tocario y quizás en gótico, donde
ofrece ciertas dificultades fonéticas para su completa equiparación. Así como la -*r,
conocido su origen impersonal, permite deducir que dio lugar directamente a una
verdadera voz pasiva, a través del valor de pasiva impersonal, la -*o- del sistema
regular nos resulta opaca, por lo que no encontramos por ese camino ningún argumento
a favor de la prioridad del valor pasivo o medio de esa diátesis.

9.2. Los sufijos


Desde Dellbrück se convirtió en opinión común que el verbo indoeuropeo tenía
tres temas (presente, aoristo y perfecto) no relacionados con el tiempo, sino que serían
la expresión de otros tantos aspectos. El tiempo y el aspecto son nociones vinculadas,
pero diferentes. Entendemos por tiempo la ubicación de la acción en la natural
secuencia cronológica de los acontecimientos, tomando generalmente como línea
divisoria el momento presente, se obtienen los tiempos llamados absolutos: presente,
pasado y futuro. Y tomando una segunda referencia (pasada o futura) se obtienen los
tiempos relativos: pluscuamperfecto es el tiempo de una acción que ya era pasada en
relación con otra que lo es respecto al momento presente; y futuro perfecto es el tiempo
que corresponde a una acción futura respecto al presente, pero pasada respecto a una
segunda acción futura. Por aspecto se entiende un conjunto de categorías que se refieren
también al tiempo, pero relacionados con la acción misma. Serían el durativo y el
puntual. Los tiempos presente y pasado se expresaban mediante un recurso desinencial.
En cambio, los tres temas citados (presente, aoristo, perfecto), que se diferenciaban
entre sí por la sufijación, habrían sido en indoeuropeo valores aspectuales de durativo,
puntual y perfectivo (resultado presente de una acción pasada).

Uno de los puntos oscuros es la función que en indoeuropeo preanatolio tenían


los diferentes sufijos que en anatolio aparecen como formas alternativas de derivación
del único tema verbal existente. La reduplicación tendió a estereotiparse formalmente y
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a desvincularse de su originaria función cuantificadora, convertirse en un recurso
abstracto para diferenciar o caracterizar unos temas verbales frente a otros.

En líneas generales la expresión del tiempo en la familia indoeuropea ha


respondido a dos modelos muy distintos, cronológicamente sucesivos. El tipo
indoeuropeo antiguo consiste en la diferenciación tan solo de un presente y un pasado,
que se realiza mediante la adición como único elemento residencial de una -*i. El tipo
moderno se realiza mediante temas verbales diferentes por distinta sufijación.

En el ámbito de los modos, la doctrina tradicional atribuía a la lengua común


indicativo, subjuntivo, optativo, injuntivo e imperativo. El hetita sin embargo, tan solo
tiene indicativo e imperativo. De forma que, también en el terreno de los modos, hay
que distinguir dos etapas. Que los imperativos vayan acompañados de deícticos es usual
cuando se trata de verbos de movimiento. En la lengua común preanatolia parece
haberse utilizado acompañando a los imperativos el deíctico *u, que aparece aglutinado
en ciertas desinencias, como -*-tu, -*ntu tanto en hetita como en algunas lenguas
postanatolias (sanscrito). En la lengua común postanatolia generó una aglutinación
nueva, esta vez a partir del ablativo del anafórico (antiguo deíctico) *t ōd, que supone la
esteriotipación de una expresión imperativo del tipo, !Ven de ahí! En una fase más
tardía, ya con carácter dialectal, que sólo parece haber afectado al área greco-indo-
irania, tiene lugar un nuevo proceso aglutinativo, a partir también de una partícula local:
-*dhi.

En la lengua común postanatolia se desarrollaron dos modos más, el subjuntivo y


el optativo que se expresaron mediante determinados sufijos, que en gran medida nos
resultan igualmente opacos. El futuro, al contrario que el presente y el pasado, tiene la
característica de que no lo conocemos y por tanto, no lo podemos describir de una forma
objetiva. En principio es posible un enunciado objetivo de un hecho futuro, en un uso
que podríamos llamar prospectivo. En la familia indoeuropea, el futuro ofrece una
combinación de usos de deseo, de posibilidad y predictivos. Las formaciones históricas
que concretamente aparecen cargadas de esa función son los sufijos -*so/e y -*syo/e,
cuyo valor en la lengua común postanatolia y en algunos de sus dialectos históricos, es
el de desiderativo, muy próximo a uno de los usos del futuro, circunstancia que propició
su paso a esa función.

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En la lengua común, ni pre- ni postanatolia, no llegó nunca a desarrollarse un
infinitivo. Y solo un tipo de participio puede considerarse preanatolio: El que se
construye mediante el sufijo -*nt. En la lengua común postanatolia pudieron
desarrollarse algunos tipos nuevos de participios (-*to, -*wos/wot, -* meno/mno).

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10. Bibliografía

Para la sección I

- Lenguas indoeuropeas - Wikipedia, la enciclopedia libre

Para el contenido descriptivo de los puntos 1 al 4 se ha utilizado el material de la asignatura


disponible en la plataforma digital.

Para la sección II

- R. Adrados, F. (2019). Historia de las lenguas de Europa. Gredos.


- Villar, F. (1996). Francisco Villar. (1996). Los indoeuropeos y los orígenes de Europa. Gredos.

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