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INTRODUCCION AL IV FORUM INTERNACIONAL DE JOVENES

«He venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10)

Este es el tema que nos ha fijado el Santo Padre para la VIII Jornada Mundial de la
Juventud. Lo hemos reflexionado durante todo un año, lo hemos contemplado, lo hemos
compartido. Ahora lo volvemos a retomar para profundizarlo desde otra perspectiva más
universal -por consiguiente más rica y más completa-: el encuentro mundial en Cristo y con
el Papa de jóvenes de todos los países, de diferentes culturas y lenguas, de realidades
distintas y a veces contrastantes y contradictorias. ¿Es verdad que todos los jóvenes aman la
Vida y la buscan? La experiencia cotidiana nos dice lamentablemente que no. ¿No se
sienten con frecuencia víctimas y protagonistas negativos de una anticultura de la muerte?
Sin embargo, los jóvenes están llamados a ser el germen de una nueva civilización de la
verdad, de la vida y el amor. Todo esto nos lleva a una mirada profunda y comunitaria -una
mirada de fe- sobre el mundo, la Iglesia, Jesucristo. El programa preparado para este IV
Forum Internacional prevee sintéticamente lo siguiente: una mirada sobre la realidad
concreta del mundo, una reflexión bíblico-teológica sobre esta realidad, una opción radical
por Cristo «vida nuestra», una experiencia de Iglesia comunidad de vida, un compromiso
misionero de inserción en el mundo desde la vida nueva en Jesucristo. Por eso la
importancia de este Forum que no es simplemente de información, de intercambio de ideas,
de estudio, sino fundamentalmente un Forum de profunda renovación, de conversión y de
esperanza. Es un Forum de jóvenes «delegados», por eso su responsabilidad frente a las
Conferencias Episcopales o frente a las Asociaciones, Movimientos y Grupos que
representan. Es un Forum de «dirigentes» -adultos o jóvenes-; por eso, la fuerza de su
testimonio, la validez de su palabra y la seriedad de su compromiso. Diría que este Forum
tiene que ser esencialmente un Forum de gracia, de santidad, de trasparencia. Por lo mismo
tiene que ser hecho en profundidad de oración, en alegría de caridad fraterna y en
generosidad de disponibilidad para la misión.

Paso ahora a presentar brevemente algunas reflexiones:

1.- «He venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia». Jesús dice estas palabras
en el contexto de su misión de «Buen Pastor»: «Yo soy la Puerta». «Yo soy el Buen
Pastor»: «el buen Pastor da su vida por las ovejas» (cfr. Jn 10,7-16). «Por eso me ama el
Padre porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí
mismo...» (Jn 10, 17-18);

a- se trata de la misión de Jesús: «para eso he sido enviado», «este es el mandato que recibí
de mi Padre». Recordemos las palabras de Jesús a Nicodemo: «Sí, Dios amó tanto al
mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que
tenga la Vida eterna» (Jn 3,16). San Juan, conectando la misión de Jesús con el amor del
Padre, nos dice: «Así Dios nos manifestó su amor: envió su Hijo único al mundo, para que
tuviéramos Vida por medio de él» (1 Jn 4,9). Esta misión de dar la vida la realiza Jesús por
las palabras, los gestos, la entrega de su propia vida en la cruz. «Les aseguro que el que
escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna» (Jn 5,24); «las
palabras que les dije son Espíritu y Vida» (Jn 6,63). Jesucristo mismo es la Palabra que
«estaba junto a Dios y era Dios... En ella estaba la vida y la vida era luz de los hombres... Y
la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» (cfr. Jn 1,1-14). Jesús fue enviado por el
Padre para que tuviéramos vida; por eso «recorría toda la Galilea, enseñando en las
sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y
dolencias de la gente» (Mt 4,23). Las palabras y los gestos de Jesús se refieren directamente
a la Vida: las enseñanzas del Reino, la curación de los enfermos y la resurrección de los
muertos manifiestan que Jesús ha sido enviado para comunicarnos la Vida. «Yo soy la
Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree
en mí, no morirá jamás» (Jn 11,25-26), responde Jesús a la dolorosa experiencia de las
hermanas de Lázaro: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Jn
11,21 y 32). Porque sienten que Jesús es la Vida: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida»
(Jn 14,6). «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la Vida» (Jn 8,12). Pero Jesús no sólo nos enseña que El es la Vida y nos da
vida, sino que nos entrega su propia vida en la cruz («No hay amor más grande que dar la
vida por los amigos», Jn 15,13) y en la Eucaristía: «El pan que yo daré es mi carne para la
Vida del mundo» (Jn 6,51). «El Padre me ama porque yo doy mi vida» (Jn 10,17).

b- A la luz de la misión de Jesús (el enviado del Padre para dar la Vida) se esclarece la
nuestra: hemos sido elegidos para comunicar la Vida. «No son ustedes los que me eligieron
a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto
sea duradero» (Jn 16,16). Es el modo y la urgencia para ser discípulos: «La gloria de mi
Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos» (Jn 15,8).
Pero la condición indispensable es vivir en Cristo: «El que permanece en mí y yo en él, da
mucho fruto, porque separados de mí nada pueden hacer» (Jn 15,5). Hemos sido
convocados hoy por Jesucristo para vivir y comunicar la Vida en medio de un mundo que la
desea y la busca, pero no conoce el camino o lo busca entre «los falsos maestros» de la
vida. «Porque han aparecido en el mundo muchos falsos profetas» (1 Jn 4,1).

c- Tener la Vida en abundancia y comunicarla es, por eso, hacer una experiencia de Vida en
plenitud: vida humana y divina, temporal y eterna, Vida sagrada que se inicia en el seno de
la madre, desde el primer momento de su concepción, y debe ser respetada hasta el último
momento de la existencia. El aborto y la eutanasia son crímenes horrendos contra la vida;
como son crímenes contra la vida la droga, el alcohol y el cada día más creciente y
preocupante fenómeno del suicidio juvenil. La Vida no se cierra en el ámbito de lo personal
y visible, de lo inmediato y terreno, de lo corporal y tangible. Vivir es nacer, crecer,
desarrollarse; pero vivir es, al mismo tiempo, entender, amar, aprender a darse. Vivir es
contemplar y amar la naturaleza (primera expresión de la belleza y de la bondad de Dios),
entrar en comunión profunda con todos los hombres (creados a imagen de Dios y llamados
a ser sus hijos en la novedad del Espíritu, que grita en nuestro interior: «Abbá, Padre»),
caminar juntos en la esperanza hacia los cielos nuevos y la tierra nueva que Dios nos tiene
prometidos. La Vida en abundancia abarca todo nuestro ser __cuerpo, alma y espíritu__.
Supone la salud del cuerpo, la formación de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, y el
progresivo crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad. Supone vivir en Dios por la
gracia e ir creciendo cotidianamente en la santidad. Vivir en Cristo por el Bautismo. «Yo
estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo
viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí»
(Gal 2,19-20). Hemos sido hechos para la Vida; por eso, fuimos llamados a ser «santos e
irreprochables en su presencia por el amor» (Ef 1,4). La Vida en abundancia es la santidad.

2.- Nacidos a la Vida nueva en Cristo Jesús. En el interior del tema general de la Jornada
(«he venido para que tengan Vida») se inserta el tema de este IV Forum («nacidos a la Vida
nueva en Cristo Jesús»). Partimos de estas palabras de San Pablo en su segunda Carta a los
Corintios: «El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser
nuevo se ha hecho presente» (2 Cor 5,17). En la Carta a los Efesios el apóstol Pablo nos
dice: «Nosotros somos creación suya; fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar
aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos» (Ef
2,10). Más explícitamente aún nos lo afirma San Pablo en un texto que leemos cada año en
la Vigilia Pascual: «Por el bautismo fuimos sepultados con él (con Cristo) en la muerte,
para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una
Vida nueva» (Rm 6,4). El Apóstol Pedro nos abre así el camino de la esperanza cristiana:
«Bendito sea Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos
hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva» (1 Pd 1,3).

Nuestro itinerario del forum supone tres momentos: una mirada sobre el mundo (reconocer
si en el mundo se da la vida), una reflexión teológico-biblica sobre la vida y una opción por
la vida, que es una opción por Cristo (dejarnos invadir por la Vida que es Cristo), una
opción por la Iglesia, comunidad de vida, y una opción por una misión recreadora en el
mundo.

a- una mirada realista y concreta -mirada de fe y de esperanza- sobre nuestra propia vida y
la vida en el mundo. ¿Cuál es el sentido de la vida que percibimos a nuestro alrededor: en la
familia, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, en el deporte, en los medios de
comunicación? ¿Cuál es el sentido de la vida que descubrimos en nosotros mismos? ¿Qué
significa para nosotros vivir? ¿Qué significa morir? ¿Cómo nos impresiona la anticultura de
muerte que reina en los países en guerra, en hambre extrema, en injusticia y opresión? ¿Es
sólo curiosidad periodística y superficial compasión? ¿O es dolor verdadero, participación
activa en el sufrimiento y compromiso para aliviarlo? ¿Es verdad que en los países de
opulencia y consumismo se vive bien y se tiene el sentido de plenitud de la Vida? ¿No es
verdad que a veces en los países pobres hay más sentido y experiencia de la Vida? ¿Qué
hace falta para que todos (no solamente unos pocos) tengamos vida en abundancia?¿Hemos
descubierto a Cristo «vida nuestra»? ¿Por qué, sobre todo en ciertos países, se da el
fenómeno del desconcertante suicidio de jóvenes, adolescentes y aún de niños? ¿Nos hemos
preocupado alguna vez por tantos millones de niños que mueren de hambre cada día (o por
los millones de niños que no nacen), por los ancianos que viven solos, por los enfermos
terminales que aguardan con sufrimiento y desesperanza la cercanía de la muerte
inevitable? ¿Cómo nos impresiona el fenómeno de la droga, del aids, del alcohol, males que
acaban con la vida de los jóvenes? ¿Qué nos dice el fenómeno del analfabetismo? Porque
vivir es tener capacidad de leer y entender, de conocer la verdad y buscarla, de prepararse
para un trabajo digno y una participación activa en la vida de la comunidad. Hay mil
millones de adultos analfabetos y otros tantos chicos y jóvenes en edad escolar o pre-
escolar. El fenómeno del analfabetismo genera pobreza, miseria, violencia, muerte. Vivir es
amar y darse. Vivir es ser feliz y contagiar a los demás la alegría de haber descubierto la
Vida, de haber encontrado a Cristo.
b- la reflexión: es el momento fundamental de la reflexión y la esperanza a la luz de la
Palabra de Dios. Es la reflexión que haremos mañana bajo la iluminación bíblico-teologica
del Card. Martini. Hay una iluminación que viene directamente de la Palabra de Dios: «Al
principio existía la Palabra...En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (cfr.
Jn 1,1-4). Pero la situación dramática que vive el mundo -sumergido en la tinieblas, el dolor
y la muerte- nos invita a penetrar más hondamente en el sentido de la Vida, en sus
condiciones y exigencias, en la necesidad de dejarnos «recrear en Cristo Jesús» para tener
la Vida, anunciarla y comunicarla.

c- La opción: es la opción que tendremos que hacer personal y comunitariamente por la


vida que es Cristo, por la Vida que se nos comunica en la Iglesia comunión, por la Vida
nueva que nos comprometeremos a infundir en el mundo. Es lo que quieren indicarnos los
títulos de los Grupos de Trabajo y la Mesa redonda:

- optar por Cristo, optar por la vida. «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida
eterna?» (Mc 10,18) Es la pregunta que hace a Jesús un joven acerca de una vida en
plenitud. La respuesta de Jesús es progresiva: primero, la fidelidad a los mandamientos;
luego, la radicalidad del seguimiento. «Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una
cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres... Después, ven y sígueme"» (Mc 10,21).
Al joven le faltó el coraje para el radical seguimiento de Jesucristo, «porque poseía muchos
bienes» (Mc 10,22). Optar por Jesús supone desprendimiento y pobreza. Un día, «mientras
iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió:
"Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no
tiene dónde reclinar su cabeza"» (Lc 9,57-58). Optar por la vida es optar por el amor, por el
mandamiento principal: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?», le
pregunta a Jesús un Doctor de la Ley. La respuesta, para un intelectual judío, doctor de la
Ley, es fácil: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido
exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida"» (Lc 10,25-28). Pero falta lo más
importante: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús responde con un parábola que todos
conocemos, y concluye: «Ve y procede tú de la misma manera» (Lc 10, 29-37). Prójimo es
aquel que encuentro en mi camino, semimuerto, y me necesita. Optar por Cristo es vivir en
pobreza y seguirlo, amar a los hermanos y dar la vida por ellos. «No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos» (Jn 15,13).

- Juntos por la vida: expresamos la idea de fraternidad, de solidaridad, de comunión. Vivir


es entrar en comunión con los demás, romper nuestra soledad, salir de nuestro egoísmo.
¡Cómo cambia nuestra vida -y cuánta riqueza recibe- cuando sabemos que no la vivimos
solos, que vamos haciendo el camino con los otros, que vamos generando vida en la medida
de nuestra entrega y la irradiación de nuestra alegría, de nuestra esperanza, de nuestra
donación! La Vida es uno de esos bienes que va creciendo en nosotros en la medida que la
vamos dando y compartiendo. Juntos por la Vida significa todavía algo más profundo: vivir
en la comunión eclesial, insertados plenamente en la misma Iglesia, Pueblo de Dios y
Cuerpo de Cristo. Comprometernos en formar comunidades maduras de fe, de una fe
profesada, celebrada y vivida. Vivir la comunión eclesial en la parroquia, en la diócesis, a
nivel de Iglesia universal, comunión entre los diferentes grupos, movimientos,
asociaciones. No promover divisiones, discordias, autonomías peligrosas; no hacer del
propio grupo o movimiento la forma única de salvación, de formación, de ser Iglesia. No
condenar fácilmente a los otros grupos, movimientos o asociaciones. Cristo no está
dividido.

Esta Jornada Mundial que estamos celebrando tiene una característica especial: es un
encuentro de comunión con hermanos de otras confesiones cristianas. Denver nos ofrece la
oportunidad de vivir una Jornada en experiencia de comunión ecuménica. Es un desafío
para el intercambio de los dones de la fe. Juntos por la vida significa un encuentro profundo
y concreto con todos los hombres de buena voluntad. El mismo testimonio de nuestra
comunión eclesial es un compromiso por la Vida. A medida que va creciendo nuestra
unidad interior (unidad de iglesia comunión misionera), irá creciendo nuestro testimonio de
Vida, la fecundidad de nuestra entrega por la Vida.

Pero ir caminando «juntos por la Vida» e ir creciendo juntos en la Vida, en el interior de la


comunión eclesial, supone alimentarse de la misma Palabra y de la misma Eucaristía;
significa vivir profundamente en Cristo, animados por el mismo Espíritu. Caminar juntos
por la vida no es simplemente caminar unos al lado de los otros, sino sentirnos unos en los
otros, compartiendo la misma experiencia de Vida, los mismos sentimientos, los mismos
compromisos de hacer vivir a los demás: «he venido para que tengan Vida».

- Una vida nueva en el mundo. Desde la profunda experiencia de Vida en Cristo, en la


comunión eclesial, nuestra Vida se abre misioneramente al mundo en el testimonio y la
profecía, en la donación cotidiana de nuestra propia existencia para «una vida nueva en el
mundo». Vida nueva en la verdad, la justicia y el amor. Vida nueva en la solidaridad, en la
fraternidad sin fronteras, en la paz. ¿Podemos soñar en la cercanía de un mundo nuevo, de
una nueva sociedad sin odio ni violencia? Yo creo que sí, con la condición que aprendamos
a ser cristianos de veras, a vivir en Cristo y a formar una Iglesia misioneramente
comprometida con el mundo. Una vida nueva en el mundo sólo se realiza si vivimos la
fecundidad del amor en el Espíritu («la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y
una sola alma», Hch 4,32) y la trasparencia de las Bienaventuranzas (cfr. Mt 5,3-12).

3.- «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Esta pregunta la
plantean a Jesús, diversamente, dos personajes: un joven rico con auténtica inquietud de
búsqueda (Mc 10,17-22), y un doctor de la ley «para ponerlo a prueba» (Lc 11,25 sgs). La
respuesta de Jesús es parcialmente diferente, pero esencialmente idéntica. El Señor nos ha
dado la respuesta: fidelidad a la Palabra, a la Caridad, a la pobreza. Ser hombres nuevos en
Cristo Jesús. «De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban,
despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de la
concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre
nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad» (Ef 4,22-24). La
vida nueva en Cristo Jesús exige conversión, renovación, santidad. «Tengan el pensamiento
puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su
vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es
nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria» (Col 3,2-4). Es
un programa para todo bautizado, para todo joven que ha renacido en Cristo por el
bautismo.
Quiero terminar con un palabra de esperanza. Los tiempos son difíciles; la anticultura de la
muerte nos rodea y nos sofoca. Pero «para Dios nada es imposible». El Papa nos acaba de
decir: «El encuentro de los jóvenes en Denver... será seguramente una gran fiesta de la
vida» (Juan Pablo II, Angelus, 25-7-93). Esta fiesta de la vida supone la alegría de un
encuentro (con Cristo, con el Papa, con jóvenes del mundo entero), la profundización del
tema de la vida (hecha en la reflexión, en el diálogo, en la oración), el envío misionero de
los jóvenes por el Papa para que regresen a sus países y a sus comunidades respectivas
gritando las palabras de Jesús: «He venido para que tengan Vida y la tengan en
abundancia». Todo esto exige un gran cambio en nuestra vida personal: «para mí la vida es
Cristo» (Fl 1,21). «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gal 2,20).

Hay momentos en que Dios se nos manifiesta de una manera increíble-mente clara y
exigente. Nos lo pide todo: experimentamos entonces la irresistible atracción de un Dios
que nos ha amado primero (cfr. I Jn 4,10) y, al mismo tiempo, la dolorosa situación de un
mundo que debe ser salvado. Dios nos llama hoy a ser nuevos y a colaborar con él para
hacer nuevas todas las cosas mediante el Espíritu que nos ha sido dado. A través de la
dramática situación que vive el mundo __marcado por la violencia, el odio, la muerte__
Dios nos pide un cambio radical en nuestra vida: hay que tener el coraje de ser santos,
como nos lo pidió el Papa en Santiago de Compostela; es decir, hacen falta jóvenes que
sepan ser coherentes con su fe y con el ardor de su caridad, que sean fuertes,
contemplativos, solidarios, misioneros. Que amen la Vida, la celebren y la comuniquen. El
Espíritu Santo está suscitando generaciones nuevas de jóvenes alegres, profundos,
comprometidos. Es el Adviento de los tiempos nuevos. Dios nos habla. Escuchamos y
hacemos nuestras las palabras del joven Samuel: «Habla, Señor, porque tu servidor
escucha» (1 Sam 3,9) y la de la joven María de Nazareth: «Yo soy la servidora del Señor,
que se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38). En la plena disponibilidad de María «la
sierva», «la discípula» y «la madre», «Nuestra Señora del Nuevo Adviento», dejamos
nuestras inquietudes, nuestros propósitos y nuestras esperanzas. Dejamos sencillamente
nuestros trabajos y los frutos de este Forum. Es el único modo de ser discípulos y
creyentes; el único modo de ser felices: «Felices, más bien los que escuchan la Palabra de
Dios y la practican» (Lc 11,28).

Eduardo F. Card. Pironio

Denver, 8 de agosto de 1993


IV Forum Internacional de Jóvenes

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