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El deseo de quien necesita ser liberado y que busca la liberación debería ser entregarse
voluntariamente al señorío de Jesucristo. Esta entrega debe involucrar su alma, su
mente, su cuerpo y su espíritu.
Ser liberado significa que la persona escoge reemplazar sus valores y deseos personales
por los del Reino de Dios. Ha alcanzado un punto en el que está lista para ser limpiada
de todas sus impurezas e iniquidades.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos
del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:22–
24).
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar Buenas Nuevas a
los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a
los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
El exorcismo público formaba parte del ministerio diario de Jesús. Aunque la gente de
su tiempo reconocía y practicaba el exorcismo, Jesús expulsaba demonios con una
autoridad que asombraba a todos.
Los mayores milagros del ministerio de Jesús, como las curaciones, el dominio sobre la
naturaleza, y las resurrecciones, habían sido todos realizados una o más veces por los
profetas del Antiguo Testamento. Sin embargo, la expulsión de demonios era exclusiva
de Jesús, y revelaba que la autoridad del Reino de Dios estaba presente. La mayoría de
los individuos a quienes Jesús les expulsaba demonios eran judíos normales y
religiosos.
Si los demonios eran un problema en las sinagogas del Israel ortodoxo, ¿por qué habrían
de ser un problema menor en las iglesias hoy en día?
Los demonios harán que la persona se sienta sucia e inmoral. A veces introducen
pensamientos e imágenes viles en la mente, especialmente cuando la persona busca
estudiar la Palabra de Dios, o servir a Dios y a su pueblo.
Cuando el Espíritu de Dios mora en un individuo, no deja que las obras del enemigo
permanezcan ocultas. A medida que el Espíritu de Dios vaya revelando las obras del
enemigo, el creyente debe levantarse, revestirse de fe y resistir al enemigo en cada
aspecto hasta obtener su libertad, y así poder ser lo que Dios desea de él. No existe un
sustituto para el arrepentimiento, la autodisciplina, la crucifixión de la carne o el perdón
y la confesión de los pecados.
Estas son algunas de las cosas fundamentales que debemos identificar en una persona
que desea ser liberada:
2. Pregúntele si está siendo incapaz de lidiar con los problemas de todos los días.
3. Fíjese si tiene muchos trabajos o proyectos inconclusos.
Si la persona deja de estar activa, Dios no puede usarla porque su voluntad ya no está en
acción. Los espíritus malignos se aprovechan fácilmente de la pasividad. La pasividad
presupone que Dios es quien decide todo por esa persona.