DEPARTAMENTO DE CIENCIAS ECONÓMICO-ADMINISTRATIVAS Ingeniería en Gestión Empresarial Dinámica Social Clave de la materia: DC2 Grupo: H Periodo: Enero - junio 2022
ENSAYO 5 DE MAYO
Peralta Hernández Valeria Andrea
No de control: 21360640 Catedrático: Lic. Rodríguez Yelmi Octavio A.
Tehuacán, Pue., 7 de mayo de 2022
En 1862 las armadas de España, Inglaterra y Francia desembarcaron en Veracruz
dispuestas a cobrar sus préstamos a México. Después de negociar con el representante de México España e Inglaterra se retiraron. Sin embargo, Napoleón III, Emperador del Segundo Imperio Francés, quería establecer una monarquía favorable para Francia, y asimismo, quería disolver el Gobierno Constitucional Mexicano. Así, las fuerzas francesas (7000 soldados) al mando del General Lorencez salieron hacia la ciudad de México. El presidente Juárez le dio la orden al General Ignacio Zaragoza de detener el avance de las fuerzas armadas francesas en los fuertes de Loreto y Guadalupe cerca de la ciudad de Puebla. Antes del enfrentamiento, Lorencez escribía cartas al ministro de la Guerra en las que expresaba lleno de soberbia, el complejo de superioridad de los europeos, con frases como: “Tenemos sobre los mexicanos tal superioridad de raza, organización, disciplina, moralidad y elevación de sentimientos, que os ruego digáis al emperador que a partir de este momento, y a la cabeza de seis mil soldados, soy el amo de México”. Con 4,000 hombres, el general Ignacio Zaragoza concentró sus fuerzas en Puebla para su defensa, ordenando que se levantaran barricadas en las calles y resguardándose en tres cerros que rodean la ciudad con los fuertes de San Juan, Guadalupe y Loreto. El Ejército de Oriente, estaba dirigido por los generales Miguel Negrete, Felipe Berriozabal, Porfirio Díaz, Francisco Lamadrid, Santiago Tapia, Antonio Álvarez, Antonio Carbajal y Tomás O’Horán; siendo Negrete quien, al mando de 1,200 soldados, defendería los fuertes, y quien llevó el peso de la batalla, auxiliado por los demás generales, dirigidos por el general Zaragoza. Por su parte, el ejército francés compuesto de los famosos zuavos - soldados de la infantería de marina, fusileros y cazadores - al mando del conde de Lorencez salieron de Amozoc hacia Puebla la mañana del 5 de mayo de 1862 donde tuvo lugar el histórico combate en el que el ejército republicano venció a los soldados imperialistas. La batalla comenzó después de las once de la mañana, con la acometida del ejército francés al fuerte de Guadalupe defendido por Negrete; inmediato al ataque es socorrido por la brigada de Berriozabal. Zaragoza auxiliaba las acciones, apoyado por la brigada de Lamadrid a la izquierda y la división de Díaz a la derecha, apoyados por la caballería. Después de tres intentos de apoderarse del cerro de Guadalupe, no pudieron contra el ejército mexicano, ni contra el terreno y la tormenta que se desató acompañada de granizo, obligando al ejército francés a retirarse bajo una “lluvia de fuego y agua”. Primero besaron el polvo, después el lodo de los campos de Puebla. Además, cuenta la tradición que sobresalieron en la lucha los chinacos, diestros jinetes que dominaban la lanza, el sable y el machete; así como los zacapoaxtlas, que iban a pie y peleaban con machete. Sin embargo, esta fecha es la que simboliza el valor mexicano ante una armada tan formidable. Derrotadas en la batalla de Puebla, se refugiaron en Orizaba mientras esperaban refuerzos para proseguir la ofensiva. Mientras tanto, Luis Bonaparte sobrino de Napoleón I, se alió con grupos de conservadores mexicanos para imponer un rey europeo en el país. Para junio de 1864, Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota (austriacos) llegaron a la ciudad de México para tomar posesión del recién formado Imperio Mexicano y fueron coronados como el Emperador y la Emperatriz de México. Los republicanos, al mando de Benito Juárez, no aceptaron la intervención extranjera. Se refugiaron en el norte del país y les pidieron ayuda a los californianos y a otras sociedades mexicano- norteamericanas con financiamiento y voluntarios para la lucha. Estados Unidos al término de su guerra civil, presionó a Francia para que se retiraran. El retiro de las fuerzas francesas en 1867 fue obligado. Maximiliano, indefenso, tuvo que recurrir a sus antiguos aliados conservadores, los generales Miramón y Mejía, pero ya era demasiado tarde. Derrotados en Querétaro, fueron fusilados en el cerro de las Campanas. Aunque el triunfo de la Batalla del 5 de mayo de 1862 no fue definitivo, la resonancia de esta victoria hizo estremecerse a la patria y quedó como un símbolo del valor de defender la nación ante un enemigo temible. México se alzó en medio de las naciones y el pueblo recobró la fe y el patriotismo, halagando el honor nacional. Zaragoza obligó a los franceses a huir, frenando con ello su soberbia y sus proyectos de expansión; animó el nacionalismo y destruyó la preponderancia de Europa en nuestro país. Es considerado un triunfo de los principios democráticos republicanos frente a la ambición imperialista, acentuó la opinión mexicana de libertad y soberanía, sobre la base del respeto mutuo, fundamentado en la paz, donde el elemento humano fue determinante. Se gestaron los principios propugnados por México de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos. Este hecho se sigue recordando de dos maneras: la oficial, que inició desde el primer aniversario, poco antes de que cayera el sitio de Puebla, con un discurso conmemorativo pronunciado en la alameda Central de la Ciudad de México en el año de 1863, que alentaba al pueblo a resistir y mantener la moral ante la incertidumbre, así como recordarles que era posible derrotar a un enemigo por poderoso que parezca. Celebración que continuó después de la expulsión de los franceses, hasta la actualidad. La popular se pudo dar derivada de la celebración oficial; pero otra posibilidad es que los hombres que regresaron a sus comunidades, después de pelear contra los “franchutes” o “gabachos” (algunos producto de la leva), llevaron consigo recordatorios de la batalla, físicos y mentales, lo que pudo ser transmitido de padres a hijos por tradición oral hasta nuestros días. En algún momento comenzaron a representar la batalla en sus comunidades, como una forma de no olvidar esa historia que se volvió memoria colectiva pero con la diferencia de que no hay muerte, sino júbilo y donde todos comparten baile, canto y comida. El tiempo convirtió este encuentro bélico en relato, mito y fiesta; mismo que traspasó las fronteras y comenzó a celebrarse por las familias de origen mexicano que emigraron hacia los Estados Unidos. A fin de cuentas la diferencia del resultado estuvo en que a ellos los impulsaba la ambición, pero a los mexicanos la razón y el corazón.