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Después de que el presidente Benito Juárez anunciara que no pagaría la deuda externa, en

octubre de 1861, Francia, Inglaterra y España suscribieron la Convención de Londres, en la cual


se comprometieron a enviar contingentes militares a México para reclamar sus derechos como
acreedores por una deuda que ascendía a alrededor de 80 millones de pesos de la época, de
los que aproximadamente 69 millones corresponderían a Inglaterra, 9 millones a España y 2
millones a Francia.
El contingente europeo estaba conformado como sigue:
● España: 5789 hombres al mando del General Juan Prim.
● Francia: 3000 hombres dirigidos por el Contraalmirante Edmond Jurien de la
Gravière.
● Reino Unido: 700 marines bajo el comando del Comodoro Dunlop.4​
● Total estimado: 9489 en ejército total conformado por los 3 imperios
Poco después de reunirse, los representantes de los tres países enviaron un ultimátum al
gobierno mexicano en el que pedían el pago de sus deudas; de lo contrario, invadiría el país.
Juárez, quien gobernaba a un país que apenas empezaba a levantarse de la postración
económica, respondió con un exhorto a lograr un arreglo amistoso, y los invitó a una
conferencia. Acompañó ese mensaje con la derogación del decreto que suspendió los pagos. Al
mismo tiempo, en vista de la posibilidad real de una invasión militar que buscara llegar hasta la
Ciudad de México, ordenó el traslado de pertrechos y la fortificación de Puebla, así como crear
una unidad, a la que se designó como Ejército de Oriente, que fue puesta bajo el mando del
general José López Uraga. En vista del desempeño deficiente de este mando, fue destituido y
en su lugar se designó a Zaragoza, quien dejó el Ministerio de Guerra y se dirigió a Puebla para
organizar la oposición al avance francés con cerca de 10 000 hombres; cantidad mínima si se
toma en cuenta el vasto territorio que debía cubrirse.

Reproducción de los Tratados preliminares de la Soledad. Al calce se observan las firmas de Manuel
Doblado, Juan Prim, Dubois de Saligny y Charles (Carlos) Wyke
Los representantes aceptaron el llamado y en febrero de 1862 se reunieron con los ministros
juaristas del Exterior, Manuel Doblado, y de Guerra, Ignacio Zaragoza, en la hacienda de La
Soledad, cerca de Veracruz. Gracias a la habilidad como negociador de Doblado se firmaron los
Tratados preliminares de La Soledad, en los que se obtuvo el reconocimiento como interlocutor
para el gobierno de Juárez y se garantizó el respeto a la integridad e independencia del país.
Además, se convino que las negociaciones sobre la deuda se realizaran el Orizaba, donde se
establecerían las fuerzas aliadas, además de Córdoba y Tehuacán, para evitar el rigor del clima
tropical del puerto; si no se llegaba a un acuerdo, se retirarían a la costa para así comenzar las
hostilidades.
El 5 de marzo, cuando aún se realizaban las negociaciones en Orizaba, llegó a Veracruz un
contingente militar francés bajo el mando de Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez,
quien relevó en el mando a Jurien de la Gravière y se dirigió a Tehuacán. También llegó el
general conservador Juan Nepomuceno Almonte, quien de inmediato se proclamó "jefe supremo
de la nación" y empezó a reunir a las tropas conservadoras, remanentes de la Guerra de
Reforma, para apoyar a los franceses.
En abril de 1862 la alianza tripartita se rompió debido a que España e Inglaterra se dieron
cuenta de que Francia tenía un interés soterrado, de tipo geopolítico, bajo el reclamo
económico: derrocar al gobierno republicano de México para establecer una monarquía
favorable a su política colonial, con miras a contrarrestar el creciente poderío de Estados
Unidos.[cita requerida] De las instrucciones de Napoleón III dadas al jefe militar de la expedición, se
sabe que el objetivo imperialista francés consistía en ampliar sus dominios estableciendo un
protectorado, cuya administración serviría para ampliar los mercados, sostener las colonias en
las Antillas y del sur de América y, de ese modo, garantizar el abasto de las materias primas en
Francia.5​Los representantes español (Prim) e inglés (Charles Wyke) negociaron con el gobierno
juarista por separado y en última instancia aceptaron las propuestas de moratoria del gobierno
mexicano, y reembarcaron a sus tropas. La posición de Francia, en contraste, presentada por el
diplomático Dubois de Saligny, fue la de exigir el pago inmediato de la deuda, que incluía un
cobro exagerado por parte de la Casa Jecker por los destrozos causados durante la Guerra de
Reforma, y tener control total y absoluto de las aduanas, así como intervención directa en la
política económica del país.
A finales de abril, Lorencez desconoció los Tratados de Soledad y se puso en marcha, junto con
sus efectivos, hacia Puebla, con el fin último de conquistar la Ciudad de México. A los militares
franceses los rodeaba un aura de invencibilidad en combate dado que no habían sido
derrotados desde Waterloo, casi 50 años antes, con sonadas victorias en las batallas de
Solferino, Magenta y Sebastopol. Esta actitud quedó de manifiesto en el siguiente mensaje, que
Lorencez envió al conde Jacques Louis César Alexandre Randon, ministro de Guerra francés,
poco después de la batalla de Las Cumbres: "Somos tan superiores a los mexicanos en
organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a
Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000
valientes soldados, ya soy dueño de México”. La confianza del alto mando francés no se debía
solo a un palmarés militar impecable, sino a la fragilidad general de México y sus instituciones.
Con una economía destruida por casi 50 años de guerras civiles, con un Estado débil y una
población dividida por las pugnas entre facciones, la conquista del país parecía una empresa
factible con un contingente reducido.
Al conocer sobre el avance, el general Alejandro Constante Jiménez al mando de 2000 soldados
se unió al general Zaragoza, que partió de Puebla con 4000 soldados para salir al encuentro de
los franceses, quienes ya sostenían escaramuzas con guerrilleros. El comandante mexicano
había enfrentado diversos problemas para conformar su ejército. Ante la falta de voluntarios y a
que aún se mantenían hostilidades con grupos conservadores remanentes de la Guerra de
Reforma, se había recurrido a la leva. Aunque se contaba con un cuerpo de oficiales joven pero
experimentado, la mayor parte de la tropa carecía de la disciplina mínima, y estaba mal
equipada y alimentada. En los días anteriores a la batalla, Zaragoza solicitó una y otra vez al
alto mando en Ciudad de México, el envío urgente de recursos económicos, ya que no podía
costear ni siquiera los alimentos para las tropas. Para colmo, la explosión de un polvorín en la
colecturía de los diezmos del poblado de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán),
ocurrida el 6 de marzo, había matado a 1,322 soldados de la Brigada de Oaxaca enviados por el
general Ignacio Mejía para incorporarse al Ejército de Oriente.
El 28 de abril, el Ejército de Oriente se topó con la columna de Lorencez en un paso de montaña
en las Cumbres de Acultzingo, en el límite entre Veracruz y Puebla, lo que representó el primer
encuentro bélico formal. Zaragoza no pretendía cortarle el paso a los invasores, sino más bien
foguear a sus soldados, muchos de ellos faltos de experiencia, y al mismo tiempo causarle el
máximo de pérdidas posible al enemigo. En la llamada Batalla de Las Cumbres murieron 500
franceses, mientras las bajas mexicanas ascendieron solo a 50. Pese a este saldo favorable,
Zaragoza aún tenía desconfianza sobre el desempeño real de sus tropas en un combate en
campo abierto. Luego de la retirada de los mexicanos, los franceses tomaron control del paso,
con lo que aislaron al centro del país del principal puerto en el Golfo, y tuvieron la vía franca
hacia Puebla.

La batalla

Marcha para Puebla: El General Forey al campamento de San Agustín del Palmar.

Asegurado el paso de Acultzingo, el 2 de mayo de 1862 la columna principal del ejército


expedicionario francés salió de San Agustín del Palmar, en Veracruz, para cruzar la Sierra
Madre Oriental y dirigirse hacia Puebla, paso obligado para llegar a la capital del país y que era
además uno de los bastiones del Partido Conservador, donde esperaban ser recibidos "con una
lluvia de rosas", como le aseguró Saligny a Napoleón III en una carta.6​El 3 de mayo por la
noche, el general Zaragoza arribó a Puebla, dejando en su retaguardia una brigada de caballería
para hostigar a los invasores. Los efectivos del Ejército de Oriente se organizaron por las calles
desiertas de la ciudad, ya que la mayoría de la población era partidaria de la invasión.7​
Maqueta de la Batalla del 5 de mayo de 1862, con más de 200 esculturas entre personajes, caballos,
cañones y otros. Obra del Escultor Miguel Michel

Fuertes de la ciudad de Puebla

Zaragoza estableció su cuartel a unos cuantos metros de la línea de batalla, donde estableció el
plan para la defensa de la plaza (ver tabla superior), que consistió en concentrar los pertrechos
en el sur y oriente de la ciudad, esperando evitar que los franceses alcanzaran al área urbana
de Puebla.
El 4 de mayo, los exploradores mexicanos volvieron con noticias de que una columna de
"conservadores a caballo", al mando de Leonardo Márquez y José María Cobos, marchaba por
la zona de Atlixco para unirse con las fuerzas de Lorencez en el ataque a Puebla. Zaragoza
envió una brigada de 2000 hombres bajo el mando de Tomás O'Horán y Antonio Carbajal, con el
fin de detenerlo, lo cual lograron. Aunque sus fuerzas habían disminuido, los mexicanos se
prepararon para la defensa de Puebla. Contaban con dos baterías de artillería de batalla y dos
de montaña, cubriendo los fuertes con 1200 hombres y formando a otros 3500 en cuatro
columnas de infantería con una batería de batalla y una brigada de caballería por el lado del
camino a Amozoc.
...El enemigo está acampado á tres cuartos de la garita de esta
Ciudad. En los suburvios de ella y por el mismo rumbo tengo mi ca

biennnnn ooo

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