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N o 80 / Valladolid, 16 de Mayo de 2023

LA SERVIDUMBRE
VOLUNTARIA
Étienne de La Boétie
DISCURSO SOBRE
LA SERVIDUMBRE
VOLUNTARIA
Étienne de La Boétie
En tener varios señores no veo ningún bien; que y prendados por el solo nombre de UNO, del cual no
uno, sin más, sea el amo, y que uno sólo sea el rey. deben ni respetar el poder, puesto que está solo, ni
Homero amar las cualidades, puesto que es, en su opinión, in-
humano y salvaje. Tal es la debilidad de nosotros los
Esto dice Ulises en Homero (Iliada, Libro II, vs. hombres: hay a menudo que obedecer a la fuerza, hay
204–205), hablando en público. Si no hubiera dicho necesidad de contemporizar; no se puede ser siempre
más que «En tener varios señores no veo ningún el más fuerte. Por consiguiente, si una nación es obli-
bien», estaría tan bien dicho que más no cabría; pero, gada por la fuerza de la guerra a servir a uno, como
en este caso, para hablar con razón, él debía decir que la ciudad de Atenas a los treinta tiranos, no hay que
la dominación de varios no podía ser buena, puesto sorprenderse de que sirva, sino adolecerse de la des-
que el poder de uno solo, desde el momento que toma gracia; o, más bien, ni sorprenderse ni dolerse, sino
este título de amo, es duro e irracional y, no obstante, llevar pacientemente el mal y reservarse para un por-
ha acabado completamente al revés, afirmando «que venir de mejor fortuna.
uno, sin más, sea el amo, y que uno solo sea el rey.».
Nuestra naturaleza es así, y los comunes deberes de
Sin embargo, indudablemente hay que excusar a la amistad dirigen una buena parte del curso de nues-
Ulises, el cual en aquella ocasión tuvo necesidad de tra vida. Es razonable amar la virtud, estimar las bellas
usar de este lenguaje, y servirse de él, para apaciguar acciones, conocer el bien y de dónde se ha recibido, y
la rebelión del ejército, conformando —creo yo— su disminuir a menudo nuestra comodidad para aumen-
expresión más a las circunstancias que a la verdad. tar la dignidad y las prerrogativas de aquel que se ama
Pero, hablando en conciencia, es una desgracia extre- y se lo merece. Así, por consiguiente, si los habitantes
ma el estar sujeto a un amo del cual no se puede estar de un país han encontrado algún gran personaje que
nunca seguro que sea bueno, puesto que se encuentra les haya demostrado un gran interés por guardarles,
siempre en potencia para ser malvado cuando quiera; una gran valentía para defenderles y un gran cuidado
y en caso de haber varios amos, es tanto como tener para gobernarles; si, de aquí en adelante, se resignan a
otras tantas posibilidades de ser desgraciado en extre- obedecerle y se confían tanto que le conceden algunas
mo. Si no quiero discutir en esta ocasión la cuestión prerrogativas, no sé si esto será hábil, pero si es posi-
tan debatida de si las otras formas de gobierno son ble deducir de aquí el campo donde él hacía el bien y
mejores que la monarquía, a lo que sí quiero llegar y, deducir dónde podrá hacer el mal; pero, ciertamente,
aun más, quisiera saber —antes de discutir qué rango no cabría equivocarse sobre su bondad, ni temer mal
debe tener la monarquía entre los gobiernos—, es si del que no se ha recibido más que bien.
debe tener alguno; porque es difícil creer que haya
nada de público en este gobierno donde todo es de Pero, ¡Dios mío! ¿Qué puede ser? ¿Cómo diremos
uno. Pero esta cuestión está reservada a otro momen- que se llama? ¿Qué desgracia es, o qué vicio, o, más
to, y bien exigiría su tratado aparte, o, más bien, arras- bien, qué desgraciado vicio es éste de ver a un núme-
traría consigo todas las discusiones políticas. ro infinito, no obedecer, sino servir; no ser goberna-
dos, sino tiranizados, no teniendo bienes, parientes,
Por ahora no deseo sino comprender, si es posi- ni hijos, ni la misma vida que sea de ellos? Sufrir el
ble, cómo puede ocurrir que tantos hombres, tantas pillaje, las concupiscencias, las crueldades, no de un
aldeas, tantas ciudades, tantas naciones, sufran de ejército, no de una banda de bárbaros, contra el cual
cuando en cuando un tirano solo, que no tiene más y ante la cual podrían derramar su sangre y dejar la
poder que el que se da él mismo, que no tiene más vida, ¡sino de uno solo!, y no de un Hércules o un
poder que causar daño y en tanto que aquellos han de Sansón, sino de un homúnculo y, con frecuencia, del
querer sufrirle; y que no sabría hacerles mal alguno, más vil y afeminado de la nación; no acostumbrado
sino en tanto en cuanto prefieren mejor sufrirle que al polvo de las batallas y ni siquiera, a duras penas, a
contradecirle.4Hecho extraordinario y, sin embargo, la arena de los torneos, que no sólo no puede por su
tan común —y por esta razón hay que dolerse más escasa fuerza mandar a sus hombres, sino además es
y sorprenderse menos— es ver un millón de millo- incapaz totalmente de servir vilmente a la más peque-
nes de hombres servir miserablemente, teniendo el ña mujercilla.
cuello bajo el yugo, no constreñidos por una fuerza
muy grande, sino en cierto modo (parece) encantados ¿Llamaremos a esto ruindad? ¿Diremos que los que
le sirven son cobardes y viles? Si dos, si tres, si cua-
tro, no se defienden de uno, tal vez resulte extraño, tanto lo que sufren durante el corto tiempo que dura
mas no obstante posible, y bien se podrá decir, con ra- una batalla, como lo que les convendrá para nunca
zón, que es falta de corazón o de valor. Pero si ciento, sufrir ellos mismos, sus hijos y toda la posteridad. Los
si mil, sufren a uno solo, ¿no se dirá que no quieren, otros, no tienen nada más que les aliente que una baja
no que no se atreven a capturarle, y que no es cobar- codicia que se embota pronto ante el peligro y que no
día, sino más bien desprecio y desdén? Mas, si se ve, puede ser tan ardiente que no deba y parezca extin-
no a ciento, ni a mil hombres, sino a cien campos, mil guirse a la menor gota de sangre que salga de sus he-
ciudades, un millón de hombres no atacar a uno solo ridas. En las batallas tan renombradas de Maliciados,
del cual el mejor trato de todos los recibidos es el ser de Leónidas, de Temístocles, que han tenido lugar dos
considerado como siervo y esclavo: ¿cómo podremos mil años ha y viven hoy todavía tan frescas en la me-
llamar a esto? ¿Es villanía? moria de los libros y de los hombres, como si fuese
Con arreglo a lo anteriormente dicho, hay en todos anteayer cuando tuvieron lugar en Grecia, por el bien
los vicios, naturalmente, un límite, más allá del cual de Grecia y para dar ejemplo a todo el mundo, ¿qué
no pueden pasar. Así, dos pueden temer a uno y, posi- es lo que se piensa que dio a tan pequeño número de
blemente, diez también; pero mil, un millón, mil ciu- gentes que eran los griegos, no el poder, sino el valor
dades, si no se defienden de uno, no se puede llamar para resistir la fuerza de tantos navíos que la mar mis-
cobardía, pues ésta no llega hasta este límite, de la ma estaba llena de ellos, para deshacer tantas nacio-
misma manera que la valentía no llega hasta el pun- nes que estaban mucho mejor provistas que el ejército
to de que uno solo escale una fortaleza, ataque a un de los griegos en capitanes y que distaban tanto de los
ejército o conquiste un reino. Por consiguiente, ¿qué ejércitos enemigos, sino que —parece— en aquellos
monstruoso vicio es éste que no merece ni siquiera el días gloriosos, no era tanto la batalla de los griegos
título de cobardía? ¿Quién encuentra un hombre más contra los persas la que se ventilaba, sino que era más
villano? ¿Qué naturaleza no desaprueba esta actua- bien la batalla y victoria de la libertad sobre la domi-
ción que hasta la lengua rehúsa denominarla? nación y de la liberalidad sobre la codicia?
Es extraordinario oír hablar de la valentía que la li-
2 bertad pone en los corazones de aquellos que la de-
fienden; pero esto que ocurre en todos los países, en
Que se pongan de un lado cincuenta mil hombres en todos los hombres, todos los días, que un hombre solo
armas y el mismo número, del otro; que se les lance a vitupere a cien mil ciudades y las prive de su libertad,
la batalla; que se encuentren unos, libres, combatien- ¿quién lo creería, si no hiciera más que oírlo decir y no
do por su libertad y los otros, por quitársela. ¿A cuáles verlo? Y si ello no se viera más que en países extraños
se les presagiará, por presunción, la victoria? ¿Cuáles, y en lejanas tierras, y porque se dice, ¿no se pensaría
se pensará, que irán más temerariamente al combate; que esto era más bien fingido e inventado que verda-
los que esperan como galardón de su sacrificio la con- dero? Aun, a este tirano, no es menester combatirle,
servación de su libertad, o los que no pueden esperar no hay necesidad de defenderse de él, por sí mismo se
cobrar los golpes que dan o que reciben más que con anula, ya que el país no consiente en la servidumbre,
la servidumbre de los otros? Unos tienen siempre ante no hace nada por hacerlo desaparecer, pero no le da
sus ojos la felicidad de su vida pasada, la esperanza de nada tampoco; no es necesario que el país se tome el
un gozo semejante en el porvenir; no tienen presente
trabajo de hacer nada para sí, pero que tampoco se por su carácter.
tome el trabajo de hacer nada contra sí mismo. Son, Este anhelo, esta voluntad para desear las cosas que,
pues, los mismos pueblos los que se dejan o, más siendo valiosas, los hacen dichosos y alegres, es co-
bien, se hacen someter, pues cesando de servir, serían, mún a los sabios y a los indiscretos, a los valientes y a
por esto mismo, libres. Es el pueblo el que se escla- los cobardes. Sólo hay una, se puede decir, en la cual,
viza, el que se corta el cuello, ya que, teniendo en sus no sé por qué, la naturaleza ha hecho imperfectos a
manos el elegir estar sujeto o ser libre, abandona su los hombres para desearla: es la libertad, la cual es,
independencia y toma el yugo, consiente en su mal o, sin embargo, un bien tan grande y tan agradable que,
más bien, lo persigue. Si le cuesta algún trabajo re- una vez perdida, todos los males se hacen patentes, y
cobrar su libertad, yo no le presionaría a ello, aunque los bienes mismos que aún duran pierden enteramente
esto sea lo que el hombre debe tener como querido su gusto y su sabor, corrompidos por la esclavitud.
—el restablecerse en su derecho natural y, podríamos La libertad sola no la desean los hombres por la sen-
decir, de bestia volver a ser hombre—; pero aunque cilla razón, a mi entender, de que si la desearan, la
no aspiro a tan gran atrevimiento en este pueblo, no tendrían. Es como si rehusaran a realizar esta bella
le permito que ame mejor una no sé que especie de adquisición, tan sólo porque es demasiado fácil.
seguridad de vivir cómodamente. ¡Qué ocurrirá si
para tener la libertad no se ¡Pobres y miserables
hace más que desearla, si gentes, pueblos insensa-
no se tiene necesidad más tos, naciones obstinadas
que de un simple querer! en vuestro mal y ciegas
¿Habrá nación en el mun- para vuestro bien! ¡Os de-
do que estime la libertad jáis quitar ante vuestros
como lo más caro, que- propios ojos lo más bello
riéndola ganar tan sólo y más querido de vuestro
por un deseo? ¿Y quién pasado; saquear vuestros
economiza su valor para campos, robar vuestras
recobrar el bien que se de- casas y despojarlas de an-
bería rescatar siempre al tiguos y patriarcales mue-
precio de la propia sangre bles! Vivís de tal manera
y el cual, una vez perdido, que podéis decir que nada
todas las gentes de honor es vuestro, y parecería
deben considerar la vida como si, a partir de este
como ingrata y la muer- instante, constituyera un
te como saludable? De la gran honor poseer a me-
misma manera que el fue- dias vuestros bienes, vues-
go de una pequeña chispa tras familias y vuestras
llega a ser grande y se re- vidas; y todo este estrago,
fuerza más y más cuando esta desgracia y ruina, os
se une a la madera, y aun viene, no de los enemi-
más si ésta se encuentra gos, sino precisamente
en condiciones de arder, del enemigo, de éste que
y si no se tiene agua para os hace tan grande como
extinguirle, únicamente él mismo, por el cual vais
no arrojando a él más ma- tan valientemente a la
dera, no haciendo más que guerra, por cuya grande-
abandonarlo, se consume za no rehusáis dar la vida.
a sí mismo y se convier- Este que os domina tanto,
te en algo sin forma y que no tiene más que dos ojos,
deja de ser fuego; así tam- no tiene más que dos ma-
bién los tiranos más saquean, más exigen, más arrui- nos, no tiene más que un cuerpo y no tiene ni una
nan y destruyen, mientras más se les entrega y más se cosa más de las que posee el último hombre de entre
les sirve, tanto más se fortalecen y se hacen tanto más los infinitos que habitan en vuestras ciudades. Lo que
fuertes y más ansiosos de aniquilar y destruir todo; tiene de más sobre todos vosotros son las prerrogati-
y si no se les entrega nada, si no se les obedece, sin vas que le habéis otorgado para que os destruya. ¿De
combatir y sin herir, quedan desnudos y derrotados y dónde tomaría tantos ojos con los cuales os espía, si
no son nada, igual que la raíz que, no teniendo sustan- vosotros no se los hubierais dado? ¿Cómo tiene tantas
cia ni alimento, degenera en una rama seca y muerta. manos para golpear si no las toma de vosotros? Los
pies con que holla vuestras ciudades, ¿de dónde los
Los valientes, para adquirir el bien que exigen, no tiene si no es de vosotros? ¿Cómo tiene algún poder
temen al peligro; los prudentes no rechazan el sacri- sobre vosotros, si no es por obra de vosotros mismos?
ficio. Los cobardes y los fríos no saben ni soportar el ¿Cómo osaría perseguiros, si no hubiera sido ense-
mal, ni recobrar el bien: piensan demasiado lo que ñado por vosotros? ¿Qué os podría hacer si vosotros
anhelan, y la virtud que pretenden adquirir es destrui- no fuerais encubridores del ladrón que os roba, cóm-
da por su debilidad, y el llegar a poseerla es impedido plices del asesino que os mata y traidores a vosotros
mismos? Sembráis vuestros frutos a fin de que él en claro y aparente en la naturaleza, y ante lo cual no
vuestra presencia los devaste; amuebláis y ocupáis está permitido hacerse el ciego, como esto: que la
vuestras casas para proveer a sus expediciones de naturaleza —ministro de Dios y gobernadora de los
robo; criáis a vuestras hijas a fin de que tenga en qué hombres— nos ha hecho a todos de la misma forma
saciar su lujuria; alimentáis a vuestros hijos a fin de y, al parecer, en el mismo molde, a fin de que nos
que él les lleve consigo para, en el mejor de los casos, reconozcamos mutuamente todos como compañeros,
conducirlos a la matanza en sus guerras, o convertir- o más bien como hermanos; y si, haciendo el reparto
los en administradores de sus codicias y ejecutores de de los presentes que nos ofrece, ha concedido algunas
sus venganzas; os despedazáis dolorosamente, a fin ventajas en sus beneficios, bien al cuerpo o al espíritu,
de que él pueda tratarse delicadamente en sus diver- o a unos más que a otros, si no ha pretendido colocar-
siones y revolcarse en sucios y villanos placeres; os nos en este mundo como en un campo cercado y no
debilitáis a fin de hacerle más fuerte y rudo y teneros ha enviado aquí abajo a los más fuertes e inteligentes
más corto de la brida. ¡Hacéis tantas indignidades que como a los salteadores armados en un bosque para
las bestias mismas no aguantarían ni sufrirían! Pero devorar a los más débiles, hay que creer más bien, por
podéis libraros si ensayáis, no siquiera a libertaros, el contrario, que creando así a unos con unas cuali-
sino únicamente a querer serlo. Estad resueltos a no dades más grandes y a otros con otras más pequeñas,
servir más y seréis libres. quiso dar ocasión al afecto
No deseo que le forcéis, ni fraternal y que éste tenga
que le hagáis descender de donde emplearse, teniendo
su puesto; sino únicamente unos posibilidades de dar
no sostenerlo más, y le ve- ayuda y otros necesidad de
réis como un gran coloso al recibirla. Así pues, si esta
que se ha quitado la base y, buena madre nos ha dado
por su mismo peso, se vie- a todos toda la tierra por
ne abajo y se rompe. morada, nos ha alojado, en
cierto modo, en una misma
3 casa, nos ha configurado a
todos de la misma masa, a
Pero, acertadamente, los fin de que cada uno se pue-
médicos aconsejan bien no da mirar y casi reconocer
tocar las heridas incurables; en el otro, si nos ha dado a
y no soy sabio para aconse- todos en común este gran
jar en este asunto al pueblo don de la voz y de la pa-
que ha perdido, tiempo ha, labra para unirnos íntima-
toda conciencia y al cual, mente y fraternizar más, y
desde que no siente su mal, hacer, por la habitual y mu-
basta únicamente con mos- tua declaración de nuestros
trarle que su enfermedad pensamientos, una comu-
es mortal. Buscamos, pues, nión de nuestras volunta-
encontrar el fundamento de des; si ha procurado por to-
cómo está enraizada esta dos los medios el apretar y
pertinaz voluntad de servir, estrechar más fuertemente
de tal manera que parece el nudo de nuestra alianza
ahora que el mismo amor a y sociedad; y si ha mostra-
la libertad no es ni siquiera do en todas las cosas que lo
natural. que más quería era unirnos
En primer lugar esto es y que todos fuéramos uno;
debido, creo yo, indudable- no hay duda de que todos
mente, a que si viviéramos somos libres, porque todos
con los derechos que la naturaleza nos ha dado y las somos compañeros, y no puede caber en la mente de
enseñanzas que nos comunica, seríamos naturalmente nadie que la naturaleza haya colocado a algunos en la
obedientes a los padres, sujetos a la razón y no sería- esclavitud, habiéndonos colocado a todos en comu-
mos siervos de nadie. De la obediencia que cada uno, nidad.
sin otra advertencia que su propia naturaleza, presta a Pero, en verdad, es inútil discutir si la libertad es
su padre y a su madre, todos los hombres son testigos, natural, puesto que no se puede tener a ninguno en
cada uno en sí y por sí mismo. El problema de si la servidumbre sin hacerle agravio, y no hay nada en el
razón nace con nosotros o no es una cuestión discu- mundo tan contrario a la naturaleza (siendo tan ra-
tida a fondo por los académicos y tratada por toda la cional), como la injuria. Queda, por consiguiente, por
escuela de los filósofos; hoy día, en esta hora, no con- decir que la libertad es natural y, por la misma razón,
sideraría que yerro creyendo que hay en nuestra alma a mi entender, que no hemos nacido tan sólo en po-
algún semen de razón que, sostenido por buen conse- sesión de nuestra libertad, sino también con el deseo
jo y hábito, florece en virtud y, al contrario, a menudo, de defenderla. Luego, si por ventura se nos presenta
no pudiendo subsistir contra los vicios sobrevenidos, alguna duda sobre esto y somos tan degenerados que
es sofocado y aborta. Pero, sin duda, no hay nada tan
no podemos reconocer nuestros bienes, ni tampoco de el freno y no rechaza la espuela, al parecer, para
nuestros afectos naturales, será necesario que yo os mostrar su naturaleza y testimoniar, al menos de esta
haga el honor que os pertenece y que eleve, por así manera, que sirve, no de grado, sino por fuerza? ¿Qué
decirlo, a las bestias brutas, para enseñaros vuestra quiere decir esto, pues?
naturaleza y condición. Las bestias (¡Dios me ayude!) Los bueyes mismos bajo el peso del yugo gimen, y
si los hombres no son demasiado sordos les gritan: los pájaros en la jaula lloran.
¡VIVA LA LIBERTAD! Muchas hay entre ellas que
mueren en el momento en que son capturadas: como Como he dicho ya alguna vez, pasando el tiempo, en
el pez que pierde la vida cuando le sacan del agua, mis rimas francesas; porque yo no temo, escri- bién-
de la misma manera, si a ellas les quitan la luz no dote a ti, ¡oh, Longa!, mezclar mis versos, los cuales
quieren sobrevivir a su libertad natural. Si los anima- no leo nunca más que por la cara que pones de que
les tuvieran entre ellos rangos naturales y preeminen- te gustan, pues bien sabes que soy vanidoso. Así, por
cias considerarían, a mi entender, la libertad como su consiguiente, puesto que todas las cosas que tienen
nobleza máxima. Todos ellos, desde los más grandes sentimiento, y desde que lo tienen, aprecian el mal de
hasta los más pequeños, cuando se les captura, hacen la sujeción y corren tras la libertad, y puesto que las
tan gran resistencia con las garras, los cuernos, las pa- bestias, que incluso son hechas para el servicio del
tas, la boca, que declaran muy bien cuánto aprecian lo hombre, no se pueden acostumbrar a servir más que
que pierden, luego, estando ya presos, nos dan tantas con protestas y señales de un deseo contrario: ¿qué
señales claras del conocimiento que tienen de su des- fatalidad es ésta que ha podido desnaturalizar tanto al
gracia que es digno de ver cómo, de aquí en adelante, hombre nacido, en verdad, solamente para vivir libre,
su estado es más bien un consumirse que un vivir, y y hacerle perder el recuerdo de su primer estado y el
que continúan su vida más para llorar su felicidad per- deseo de recuperarlo?
dida que para complacerse en su esclavitud. ¿Qué otra
cosa quiere decir sino el elefante, que estando armado 4
hasta más no poder y viviendo muy libre, estando a
punto de ser capturado, abre sus mandíbulas, clava Hay tres clases de tiranos (hablo de los príncipes rui-
sus colmillos contra los árboles, si no es el gran de- nes): unos poseen su reino por elección de su pueblo,
seo que tiene de permanecer libre como ha nacido, y otros por la fuerza de las armas y otros por sucesión
piensa y trata entonces de negociar con los cazadores de su estirpe. Los que lo han adquirido por derecho de
por si, al precio de sus colmillos, no será abandonado guerra se portan de tal manera que se conoce bien que
y será aceptada la entrega de su marfil, pagando con están, como quien dice, en país conquistado. Los que
esta renta su libertad? Engordamos al caballo desde nacen reyes no son comúnmente mucho mejores, ya
que nace para utilizarle en servir y si no sabemos ha- que han nacido y han sido nutridos con la sangre de
lagarle mucho cuando se le lleva a domar, ¿no muer- la tiranía; sacan con la leche la naturaleza de tiranos
y forman el Estado con los pueblos que se encuen- cidos por los otros como engañados por ellos mismos:
tran bajo su potestad, así como con sus siervos here- así, el pueblo de Siracusa, la ciudad señora de Sici-
ditarios; bien avaros o bien pródigos, tal como ellos lia, que hoy se llama Saragusa, estando oprimida por
son, hacen con su reino como con su herencia. Aquél las guerras, sin pensarlo, y no atendiendo más que al
a quien el pueblo ha dado el Estado debería ser, me peligro, eleva a Dionisio I y le encarga el mando del
parece, más soportable; y lo sería, creo yo, pero, des- ejército; y no se da cuenta de que con esto le hacen tan
de que se ve elevado por encima de los otros en este grande que, este ‘buena pieza’, volviendo victorioso,
puesto y adulado por eso que se denomina la grande- como si no hubiera vencido a sus enemigos, sino a
za, decide no moverse más de su puesto y, común- sus ciudadanos, se convierte de capitán en rey y de
mente, hace situación propia del poder que el pueblo rey en tirano.
le ha entregado para dejárselo a sus hijos; y luego, No es explicable cómo el pueblo, desde el momento
desde el momento que han tomado esta decisión, es en que es sometido, cae rápidamente en una especie
extraordinario ver cómo incurren en la misma especie tan profunda de olvido de la independencia que no es
de vicios que los otros tiranos, e incluso en la cruel- posible que se despierte para volverla a recuperar, sir-
dad; no ven otro medio para asegurar la nueva tiranía viendo tan franca y tan voluntariamente, que se diría
que extender más la esclavitud y apartar tanto más a al verle, que no ha perdido su libertad, sino su escla-
los súbditos de la libertad, puesto que el recuerdo de vitud. Es verdad, que al principio se le sirve (2), coac-
ella está fresco, con objeto de hacérselo perder. Mas, cionado y vencido por la fuerza, pero los que vienen
para decir verdad, estimo que hay entre ellos alguna después, no habiendo conocido nunca la libertad, y
diferencia, pero de me- no conociendo más que
jor (1) no veo nada; y esta situación, sirven sin
siendo diversos los me- pena y hacen volunta-
dios de llegar al reinado, riamente lo que sus pre-
siempre la forma de rei- decesores habían hecho
nar es casi la misma. Los por coacción. Esto es,
elegidos, como si hubie- los hombres nacen bajo
ran cogido toros que do- el yugo y, después, nu-
mesticar, tratan de este tridos y educados en la
modo a los súbditos: los servidumbre, sin mirar
conquistadores piensan más allá, se contentan
tener derecho sobre sus con vivir como han na-
víctimas y los sucesores cido, y no piensan jamás
hacerlos, de este modo, en tener otro derecho, ni
sus naturales esclavos. otro bien, que éste que
Pero, a propósito de han encontrado, y con-
esto, si por casualidad sideran como natural
nacieran hoy día algu- la situación de su naci-
nas personas totalmente miento. Y, no obstante,
nuevas, no acostum- no hay derecho tan pró-
bradas a la sujeción, ni digo y descuidado que
tampoco a la libertad, ni alguna vez no examine
supieran qué es lo uno ni sus libros para saber si
lo otro, ni pusieran gran goza de todos los dere-
atención en los nombres; chos de su sucesión, o si
si se les ofreciera el estar se los han usurpado a él
sometidos o vivir en libertad, ¿por qué se decidirían? o a su antecesor. Pero, ciertamente, la costumbre, que
No hay dificultad en pensar que ellas desearían mu- tiene un gran poder sobre nosotros en todos los asun-
cho más obedecer solamente a la razón que servir a tos, no tiene en ningún otro tan grande influjo como
un hombre; y no es probable que hiciesen lo que los el de enseñarnos a servir y (como se dice de Mithrida-
de Israel, que sin coacción y sin ninguna necesidad se te, el cual se acostumbró a beber el veneno) hacernos
fabricaron un tirano. No leí nunca la historia de este aprender a tragar y no encontrar amargo el veneno de
pueblo pero no siento por ellos una gran lástima y, la servidumbre.
casi me convierto en inhumano, si digo que me alegro No se puede negar que la naturaleza no tenga en no-
de cuantos males les vengan. Pero, ciertamente, a to- sotros poder para llevarnos donde ella quiera y crear-
dos los hombres, antes de dejarse subyugar, les ocurre nos buenos o malos; pero hay que confesar que tiene
una de estas dos cosas: o son coaccionados o burla- sobre nosotros menos poder que la costumbre, porque
dos. Coaccionados por las armas extranjeras, como el carácter natural, por bueno que sea, se pierde si no
Esparta y Atenas por las fuerzas de Alejandro, o por es conservado con cuidado, y la educación nos hace
las facciones, lo mismo que el señorío de Atenas vino siempre a su gusto a pesar de la naturaleza. Las se-
a parar a manos de Pisistrato. Por engaño pierden a millas de bien que la naturaleza pone en nosotros son
menudo la libertad y, en este caso, no son tanto sedu-

(1) En unos que en otros. (2) Al tirano.


tan pequeñas y delicadas que no aguantan el menor que los persas tenían de intimidar a las ciudades a la
choque de una nutrición contraria; no se conservan redención. A Esparta y Atenas no envió ninguno, por-
muy fácilmente, pues se degeneran, se disuelven y se que con los que Darío, su padre, había enviado para
reducen a la nada; ni más ni menos que los frutales, hacer petición semejante, los espartanos y los ate-
los cuales teniendo todos alguna cualidad especial, nienses los habían lanzado; a unos, en unas fosas y a
que conservan bien si se les deja crecer, no obstante la los otros, los habían hecho saltar dentro de un pozo,
pierden al punto para dar frutos extraños a los suyos diciéndoles que tomaran allí libremente la tierra y el
si se les injerta. Las plantas tienen cada una su propie- agua para llevárselas a su príncipe, pues estas gentes
dad, su natural y su singularidad, pero, sin embargo, no podían soportar ni la menor palabra tocante a su
el hielo, el tiempo, el terror a la mano del jardinero libertad. Por haber obrado de este modo los esparta-
aumentan o disminuyen muchas de sus virtudes, y la nos reconocieron que habían incurrido en el odio de
planta que se ha visto en su lugar natural es imposible los mismos dioses, especialmente de Talthibio, dios
reconocerla en otro sitio. ¡Quién viera a los venecia- de los heraldos, y entonces pensaron enviar a Jerjes,
nos, un puñado de hombres viviendo tan libremente para apaciguarlo, a dos de sus ciudadanos, para que se
que el más miserable de ellos no querría ser rey, y presentaran a él y éste dispusiera de ellos a su antojo y
todos nacidos y criados de tal modo que no conocen se cobrara de los embajadores que habían sido envia-
otra ambición más que dos por su padre y habían
la de conservar cuidado- sido muertos. Dos espar-
samente su libertad! Así tanos, uno llamado Specte
educados y hechos des- y otro Bulis se ofrecieron
de la cuna no aceptarían de grado para realizar este
todo el resto de la felici- pago. Marcharon, y en el
dad en la tierra a cambio camino llegaron al palacio
de la menor parte de su de un persa que se llamaba
independencia. Quién hu- Gidarme, el cual era el lu-
biera visto, digo yo, a es- garteniente del rey en to-
tos personajes, a partir de das las ciudades de la cos-
este momento, se iría a las ta de Asia. Los recibió con
tierras de aquel que llama- muchos honores y después
mos Gran Señor. Viendo de algunas palabras, deri-
aquí gentes que no quieren vando de una en otra, les
haber nacido más que para preguntó por qué rehusa-
servir y que por mantener ban tan insistentemente la
al tirano pierden su vida, amistad del rey.
¿no pensaría que unos y —Creedme espartanos
otros lo consideran como —dijo—, y reconoced
natural, o incluso no esti- en mí cómo el rey sabe
maría que —saliendo de honrar a los que valen,
una ciudad de hombres— y pensad que, si vosotros
no ha entrado en un recin- os hacéis sus súbditos, os
to de animales? Licurgo, haría lo mismo; si sois de
el legislador de Esparta, él y lo conocéis, no habrá
habiendo criado, se dice, ninguno de entre vosotros
dos perros hermanos, los al cual no haga señor de
dos nutridos con la misma una ciudad de Grecia.
leche, uno cebado en la
cocina y el otro acostum- —En esto, Gidarme, no
brado a los campos, al son sabrías darnos un buen
de la trompa y el cuerno, queriendo mostrar al pueblo consejo —dijeron los la-
lacedemonio que los hombres son como los hace la cedemonios—, porque el bien que nos prometes, tú
educación, colocó a los dos perros en pleno mercado lo has experimentado, pero el que nosotros gozamos
y, entre ellos, una sopa y una liebre. «Sin embargo no sabes lo que es; has probado el favor del rey, pero
—dijo—, ambos son hermanos». En consecuencia, de la libertad —¡cuán agradable y qué dulce es!—,
Licurgo, con sus leyes y su policía, educó e hizo tan tú no sabes nada, pues si la hubieras probado, tú
bien a los lacedemonios que cada uno de ellos quiso mismo nos aconsejarías defenderla no con lanza y el
morir de mil muertes antes que reconocer a otro señor escudo, sino hasta con los dientes y las uñas.
que la ley y el rey. El espartano que habló dijo lo que era preciso decir;
Me alegra rememorar un diálogo que tuvieron en pero, ciertamente, uno y otro revelaron cómo habían
otro tiempo los favoritos de Jerjes, el gran rey de Per- sido educados, pues no se podía pedir que el persa
sia, referente a los espartanos. Cuando Jerjes hacía sintiera perder la libertad no habiéndola tenido nunca,
los preparativos de su gran ejército para conquistar ni que los lacedemonios sufrieran la sujeción habien-
Grecia, envió a sus embajadores a las ciudades grie- do gustado la independencia.
gas para pedir agua y tierra ya que éste era el modo Catón el Uticano, siendo todavía niño y bajo tutela,
iba y venía a menudo a casa de Sila el Dictador, ya la educación le da.
que por razón del lugar y la casa donde él estaba, no Decimos por tanto: al hombre le son naturales todas
se le cerraban nunca las puertas, pues eran próximos las cosas de que se nutre y a las que más acostumbra,
parientes. Le acompañaba siempre su maestro cuando sin embargo, solamente es a lo sencillo a lo que su
iba allí, como era costumbre entre los hijos de la clase naturaleza simple y no alterada le llama. Por tanto,
noble. Y se dio cuenta de que en la casa de Sila, en su causa primera de la servidumbre voluntaria es la cos-
presencia o por orden suya, se encarcelaba a unos o tumbre: igual que los más bravos courtaults (4) que,
se condenaba a otros, uno era desterrado y otro, es- al principio muerden el freno, y después de domados
trangulado; uno demandaba la confiscación de un ciu- y donde poco antes coceaban contra la silla, son luego
dadano y otro, la cabeza. En suma, todo ocurría allí, conducidos por las riendas, y muy ufanos hacen vana
no como en casa de un magistrado de la ciudad, sino ostentación de su fuerza bajo la armadura que les cu-
como en casa del tirano de un pueblo: aquello no era bre. Se dicen (5) que han estado siempre sujetos, que
un tribunal de justicia sino una cueva de tiranía. El sus padres han vivido así; piensan que ellos les impi-
noble niño dijo entonces a su maestro «¿Por qué no dieron que sufrieran la muerte y se lo hacen creer a sí
me dais un puñal? Lo ocultaré bajo mi vestido; yo mismos con ejemplos; fundamentan sobre la tradición
entro a menudo en la alcoba de Sila antes de que esté la posesión de aquellos que les tiranizan, pero, en ver-
levantado, y tengo el brazo lo bastante fuerte para li- dad, los años no dan derecho a hacer mal y, más bien,
berar a la ciudad». He aquí unas palabras de Catón. aumentan el agravio. Siempre quedan algunos mejor
Es un buen comienzo para este personaje digno de su nacidos que los otros que sienten el peso del yugo y
muerte y, a pesar de que no se dice ni su nombre ni su no pueden abstenerse de sacudirlo; no se acostumbran
país, que se cuenta el hecho tal cual es, el hecho habla jamás a la sujeción y jamás saben desprenderse de
por sí mismo y es digno de sus naturales privilegios
juzgarse como una bella ni dejan de acordarse de
aventura. Y en verdad, se sus predecesores, ni de su
puede decir que él era ro- primer ser, lo mismo que
mano y nacido en Roma, Ulises, el cual por mar y
en la verdadera Roma y tierra buscaba ver el humo
cuando ésta era libre. de su casa. Estos son, des-
de luego, los que, teniendo
5 el entendimiento claro y el
¿A qué fin todo esto? espíritu clarividente, no se
No es cierto que yo esti- contentan como el pueblo
me que la paz o el terror bajo en mirar lo que está
solucionen nada, ya que delante de sus pies, ni mi-
todos los países son con- ran atrás ni adelante, ni
trarios a la esclavitud y consideran, pues, las co-
desean ser libres, pero soy sas pasadas para juzgar las
de la opinión que hay que del porvenir, ni para medir
tener lástima de aquellos las presentes; son los que,
que naciendo, se encuen- teniendo su cabeza bien
tran con el yugo al cuello hecha y habiéndola pulido
y que, o bien se les excusa por el estudio y el saber,
o bien se les perdona si, al aun cuando la libertad es-
no haber visto nunca más que la sombra de la libertad tuviera enteramente perdida, y totalmente fuera del
y no estando advertidos, no se dan cuenta del mal que mundo, ellos, imaginándola y sintiéndola en su espíri-
significa ser esclavos. Si hay algún país —como dice tu y saboreándola aún, consideran que la servidumbre
Homero de los cimerios (3)— donde el sol se muestra no es nunca digna de su aprecio, por bien que se la
de otro modo a nosotros y, después de lucir seis meses adorne.
de claridad continua, los deja durmientes en la oscu- El Gran Turco está bien enterado de que los libros y
ridad sin venir a verles de nuevo en otro medio año, la doctrina dan a los hombres, más que ninguna otra
los que nacieran durante esta larga noche, si no habían cosa, el sentido de reconocer y odiar la tiranía; y yo
oído hablar de la claridad, no se sorprendería nadie si, pienso que no tiene en sus tierras apenas tantos sa-
no habiendo visto nunca el día y acostumbrados a las bios como exige. Pues, comúnmente, el buen celo y
tinieblas en que habían nacido, no desearan la luz. No el afecto de los que han conservado a pesar del tiempo
agrada nunca lo que no se ha tenido jamás, y el arre- la devoción a la independencia, por muy numerosos
pentimiento no viene nunca sino después del placer; que sean, permanecen en efecto sin reconocerse mu-
y siempre es tras el conocimiento del bien, cuando se tuamente y su libertad es totalmente impedida por el
produce la nostalgia del goce pasado. La naturaleza tirano tanto en su actuación como de palabra, y casi
del hombre es ser libre y querer serlo, pero también su de pensamiento; persisten aislados en sus anhelos; y,
carácter es tal que, naturalmente, tiene la doblez que
(4) Caballo que tiene la crin y las orejas cortadas.
(3) Antiguos habitantes de las orillas de Palus-Méotide
(5) Los esclavizados, se entiende.
o mar de Azov.
no obstante, Momo no se mofó demasiado cuando diendo echar violentamente al tirano para mantener
tuvo a bien revelar, en el hombre que Vulcano había la tiranía. Para estos no deseo más que lo que les ha
hecho, el haberle puesto una pequeña ventana en el sucedido, y estoy contento que hayan mostrado, con
corazón a fin de que por allí se le pudieran ver sus su ejemplo, que no hay que abusar del santo nombre
pensamientos. de la libertad para realizar empresas ruines.
Se ha querido decir que Bruto y Casio cuando rea-
lizaron la empresa de la liberación de Roma, o más 6
bien de todo el mundo, no quisieron que Cicerón— Mas, para volver de nuevo a mi propósito, el cual
este gran celador si lo hubo alguna vez— fuera de había casi perdido, la primera razón por la que los
la partida, pues estimaron su corazón demasiado en- hombres sirven voluntariamente es porque nacen
deble para un hecho tan grande: se fiaban mucho de siervos y son educados como tales. Una cosa pro-
su voluntad, pero no estaban seguros de su valor. Y duce otra, y fácilmente las gentes se convierten bajo
si alguna vez alguien quisiera recorrer los hechos del los tiranos en flojas y afeminadas, lo cual sé mara-
tiempo pasado y los anales antiguos, se encontraría villosamente bien gracias a Hipócrates, el abuelo de
pocas veces, o nunca, a aquellos que, viendo su país la medicina, el cual lo ha observado y lo ha dicho
mal conducido y en malas manos y habiendo empren- en uno de sus libros titulado: De las enfermedades.
dido con buena intención el liberarlo, no lo hubieran Este individuo tenía ciertamente el corazón en su si-
conseguido, y que la libertad, para probarles, les ha- tio y lo demuestra bien cuando el Gran Rey le quiso
bía vuelto al espalda. Armodio, Aristogitón, Trasíbu- atraer a fuerza de ofrendas y grandes presentes, y él
lo, Bruto el Viejo, Valerio y Dión, tal como lo habían respondió francamente que tendría un gran cargo de
virtuosamente pensado, lo ejecutaron felizmente, por- conciencia si se dedicaba a curar a los bárbaros que
que, en tales casos, casi nunca a la buena voluntad querían matar a los griegos, y que no serviría con
le falta la fortuna. Bruto el Joven y Casio levantaron su arte al que perseguía hacer esclava a Grecia. La
muy felizmente la esclavitud, pero, consiguiendo la carta que él envió se ve todavía hoy entre sus obras y
libertad, murieron. No miserablemente —pues, ¿no atestiguará para siempre su buen corazón y su noble
sería una blasfemia decir que hubo algo de miserable naturaleza.
en la vida y en la muerte de estos individuos?—, pero
sí, ciertamente, con gran daño y perpetua desgracia y Es cierto pues, también, que, con la libertad, de un
entera ruina de la República, la cual, por cierto, fue, golpe se pierde el valor. Los individuos sometidos
me parece, enterrada en ellos. Las otras empresas que no tienen ninguna alegría ni buena disposición en el
han sido realizadas después contra otros emperadores combate: van al peligro como atados y totalmente
romanos no fueron más que conjuraciones de gentes adormecidos y, por salir del paso, no sienten bullir en
ambiciosas, por lo cual no son de lamentar las des- el corazón el ardor de la independencia, que hace des-
gracias que aquellas les acarrearon, estando claro que preciar el peligro y da el deseo de conquistar —por
deseaban no levantar, sino arruinar la corona, preten- una bella muerte entre sus compañeros— el honor de
la gloria. Entre las gentes libres, a porfía y a cuál me-
jor, cada uno por el bien común y cada uno por el bien Pero este ardid de los tiranos de bestializar a sus
de sí mismo, se duelen de haber tenido toda la culpa súbditos no puede conocerse mejor que por lo que
del mal de la derrota, o se vanaglorian del bien de la Ciro hizo a los lydios, después que se apoderó de Sar-
victoria; pero las gentes sometidas, de modo opues- des, la capital de Lydia, y cuando colocó a su merced
to a ese valor guerrero, pierden incluso, entre otras a Creso, haciendo prisionero a aquel rey tan rico y lle-
muchas cosas, la vivacidad, y tienen el corazón bajo vándolo consigo cautivo. Se le trae la noticia de que
y endeble, y son incapaces de todas las grandes accio- los sardos se han sublevado, los reduce luego bajo su
nes. Los tiranos conocen bien a éstos y, viendo que mano; pero no queriendo entrar a saco en una ciu-
toman esta mala costumbre, les ayudan para hacerles dad tan bella, ni tener siempre la carga de sostener un
apoltronarse aún más. ejército para guardarla, se procura un buen procedi-
Jenofonte, historiador grave y de primera categoría miento para asegurar su dominio. Establece burdeles,
entre los griegos, hizo un libro en el cual hace hablar tabernas y juegos públicos, y hace publicar la orden
a Simónides con Hierón, el rey de Siracusa, de las mi- de que los habitantes deben tomar estado. Se encontró
serias del tirano. Este libro está lleno de buenas y gra- tan bien con esta guarnición que nunca le hizo falta
ves advertencias, las cuales tienen, además, todo el después dirigir un golpe de espada contra los lydios.
donaire posible a mi entender. ¡Quiera Dios que todos Estas pobres gentes miserables se divirtieron en in-
los tiranos que en el mundo han sido las hayan tenido ventar toda clase de juegos, tanto, que los latinos han
ante los ojos y hayan querido leerlas! No puedo creer sacado de aquí la palabra —que nosotros llamamos
que no hayan querido reconocer sus defectos y tenido pasatiempos— y ellos llamaban LVDI, como si qui-
vergüenza de sus faltas. En este tratado cuenta Jeno- sieran decir LYDI. Todos los tiranos no han declara-
fonte el castigo que soportan los tiranos, los cuales, do así, tan abiertamente, que quisieran afeminar a sus
haciendo mal a todos, están obligados a temer a todos. hombres, pero, en verdad, lo que éste ordenó formal
Entre otras cosas dice allí que los reyes malvados se y efectivamente, lo han perseguido la mayoría bajo
sirven de extranjeros en las guerras y les dan sueldos, cuerda. En verdad, es característico de las conver-
no fiándose de poner a sus súbditos —a los cuales han saciones populares y muy corriente en las ciudades
agraviado— las armas en la mano. Hay reyes buenos siempre decir: «es receloso respecto a aquel que le
que han tenido a sueldo a otras naciones, como los ama, e ingenuo respecto a aquel que le engaña». No
mismos franceses, aunque en otra ocasión que la ac- penséis que hay ningún pájaro que se deje cazar me-
tual y con otra intención, para salvar a los suyos, no jor, ni pez alguno que —por apetito— se enganche
escatimando ningún gasto para ahorrar hombres. De- más pronto al anzuelo, tanto como todos los pueblos
cía Escipión (creo que el Gran Africano) que estimaba se engolosinan rápidamente con la servidumbre a la
más haber salvado la vida a uno de sus conciudadanos menor carantoña que se les hace; y es maravilloso
que haber deshecho a cien enemigos, pero, ciertamen- que se dejen conducir en adelante, con tal de que se
te, es bien seguro que el tirano no piensa nunca que les halague. Los teatros, los juegos, las farsas, los es-
su poder está bastante asegurado hasta que no se llega pectáculos, los gladiadores, los animales exóticos, las
al extremo de que no haya bajo él ningún hombre va- medallas, los cuadros y otras drogas semejantes eran
liente. Por consiguiente, se dirá con razón que Thar- para los pueblos antiguos los encantos de la servi-
son, en Terencio, se alababa a sí mismo cuando dice dumbre, el precio de su libertad y los instrumentos de
al domador de los elefantes: «Por ello tan bravo sois la tiranía. Estos procedimientos, estas prácticas, estos
que tenéis dominio sobre las bestias». engaños tenían los antiguos tiranos para adormecer a
sus antiguos súbditos bajo el yugo. Así, los pueblos, más perjudicial que la más grande crueldad del más
entontecidos, encontrando bellos estos pasatiempos, salvaje tirano que exista, porque, en verdad, aquélla
distraídos por un vano placer que les pasaba ante los fue la venenosa suavidad que endulzó la esclavitud
ojos, se acostumbraban a servir tan inocentemente del pueblo romano. Pero, después de su muerte, este
—pero con mucho peores consecuencias— como los pueblo, que tenía en la boca todavía sus banquetes, en
niños cuando, por ver las brillantes imágenes de los la memoria el recuerdo de sus prodigalidades, para
libros ilustrados, aprenden a leer. Los tiranos roma- hacerle los honores e incinerarlo, porfía los bancos de
nos utilizaron aun otro medio: festejar a menudo a las la plaza y después eleva una columna, como al Padre
decurias (6) del pueblo, dejando abusar a esta canalla del pueblo (así rezaba el capitel), y le hace más ho-
hasta los límites que se dejaba llevar, sobre todo del nor, muerto como estaba, que debiera otorgar ningún
placer de la boca; porque el más entendido no aban- hombre del mundo a aquellos mismos que lo habían
dona su escudilla de sopa por recobrar la libertad de la matado. No olvidaron tampoco los emperadores ro-
República de Platón. Los tiranos demostraban su lar- manos el tomar comúnmente el título de tribuno del
gueza con el cuarto de trigo, el sexto de vino y el ses- pueblo, tanto porque este cargo era tenido por santo y
tercio (7); y entonces era lastimoso oír gritar: ¡VIVA sagrado, como también porque estaba instituido para
EL REY!. Los torpes no se daban cuenta de que no la defensa y protección del pueblo, y bajo el favor del
hacían más que recobrar parte de lo que era suyo, y Estado. Por este medio se aseguraban que el pueblo se
que lo que recobraban no hiciera más de ellos, como
se lo hubiera podido dar el si debieran merecerlo por
tirano si antes no se lo hu- el título y no sintieran sus
biera quitado a ellos mis- efectos.
mos. Uno había acumula- Por otra parte, no hacen
do hoy sestercios, otro se hoy mucho más aquellos
había saciado en un festín que, no haciendo mal al-
público bendiciendo a Ti- guno —incluso indirecta-
berio y Nerón por su gran mente— , no dejan pasar
liberalidad, mas, al día adelante, sin embargo,
siguiente, habiendo sido ningún buen propósito de
obligado a abandonar sus bien común o alivio pú-
bienes a la avaricia; sus hi- blico. Porque vos sabéis
jos, a la lujuria; y su mis- bien —¡oh Longa!— los
ma sangre, a la crueldad formulismos: que en al-
de estos magníficos empe- gunos puntos podrían usar
radores, no decía una pala- muy finamente, pero en la
bra más que las piedras, ni mayoría, ciertamente, no
se conmovía más que un puede haber fineza donde
tronco. Siempre el pueblo hay tanta desvergüenza.
ha sido así: al placer que
no puede honestamente
recibir, está totalmente 7
abierto y disoluto; e insen- Los reyes de Asiria, y
sible al dolor y al agravio aun después de ellos los
que honestamente no debe de Media, se presentaban
soportar. No conozco aho- al público lo más tarde que
ra nadie que, oyendo ha- podían, para tener en duda
blar de Nerón, no tiemble al público. Se considera-
incluso ante el nombre ban de algún modo más
de este monstruo ruin, de que hombres y dejaban en esta creencia a las gentes
esta mezquina y sucia bestia. Pero se puede exacta- que convierten con gusto en sobrenaturales las cosas
mente decir que después de su muerte, tan miserable que no pueden juzgar con sus ojos. Así, tantas nacio-
como su vida, el noble pueblo romano recibió un gran nes que estuvieron tan largo tiempo bajo este imperio
disgusto, se acordó de sus juegos y festines, y llegó asirio con este misterio se acostumbraron a servir, y
hasta al punto de llevar luto por él. Así lo ha escrito servían aún más a gusto por no saber qué amo tenían,
Cornelio Tacito, autor de bien y grave por demás, y, no considerando esto como una gran pena; y creían
ciertamente, creíble. No se encontrará esto extraño si todos con fe en uno que nadie había visto. Los pri-
se considera que el pueblo había hecho lo mismo a la meros reyes de Egipto no se mostraron casi nunca sin
muerte de Julio César, para el cual estaban ausentes que no llevasen muchas veces una rama de fuego so-
las leyes y la libertad, a cuyo personaje no encontra- bre su cabeza, y se enmascaraban así y hacían de ma-
ron —me parece— nada de valor más que su huma- gos; y, haciendo esto, por lo extraordinario del hecho,
nidad, y todos la ensalzaron tanto, que la hicieron provocaban en sus súbditos reverencia y admiración.
Lo cual, a las gentes que no fuesen demasiado tontas
(6) Escuadras romanas compuestas de diez soldados a o demasiado serviles, o fuesen muy finos, me imagi-
las órdenes de un decurión. no que serviría de pasatiempo y risa. Es lastimoso oír
(7) Medidas y moneda romanas. hablar de cuántas cosas los tiranos del tiempo pasa-
do utilizaban en su provecho para asegurar su tiranía; las fulgentes antorchas agitando,
de cuántos pequeños medios se servían grandemente, en su triunfal carroza, que arrastraban cuatro
habiendo encontrado el pueblo hecho a su modo; al corceles bravos espumosos.
cual no sabían tanto tirar de la brida como él mis-
mo se dejaba llevar; y al cual han tenido siempre tan El rugido fingió de la tormenta y del rayo el fulgor
buenas mañas para engañarlo, que nunca lo sujetaban inimitable, hiriendo sus caballos duras planchas
tanto, como cuando se burlaban de él. de limpio acero con el córneo casco.
¿Qué diría yo de otra bella mentira que los pueblos Mas envuelto entre nubes tenebrosas el Padre om-
antiguos tomaron por dinero contante y sonante? nipotente el dardo lanza
Creyeron firmemente que el dedo gordo de un pie de sin luces y sin hachas humeantes
Pirro, rey de los epirotas, hacía milagros y preservaba
de las enfermedades del bazo. Enriquecieron aún más y lo despeña en torbellino horrendo.
el cuento diciendo que este dedo, después que fue Virgilio,siglo I a.c.
quemado todo el cuerpo muerto, se había encontra-
do entre las ascuas, siendo salvado a pesar del fuego. Si el que no hizo más que el bobo, es en esta oca-
En adelante, el pueblo sión tan bien tratado
se construyó él mismo aquí abajo, yo creo
las mentiras, para, al- que aquellos que ha-
gún tiempo después, yan abusado de la reli-
creerlas. Muchas gen- gión para ser ruines se
tes han escrito sobre encontrarán aún con
esto, pero de tal ma- mayores castigos.
nera que es bello ver Los nuestros (8)
cómo han acumulado sembraron en Francia
los rumores de las ciu- no sé que cosas tales
dades y el villano ha- como los sapos, las flo-
blar del pueblo. Ves- res de lis, la ampolla y
pasiano, volviendo de la oriflama. Por lo que
Asiria y pasando por a mí me toca, tal como
Alejandría para llegar soy, no quiero, sin em-
a Roma a tomar pose- bargo, dejar de creer,
sión del Imperio, hace puesto que nosotros y
maravillas: cura a los nuestros ascendientes
cojos, vuelve clarivi- no hemos tenido mo-
dentes a los ciegos y, tivo alguno de haber
aunque totalmente lle- dejado de creer, ha-
no de otras cualidades biendo tenido siempre
por las que no podía reyes tan buenos en la
verse la falta que te- paz como valientes en
nía, estaba, a mi pa- la guerra que, aunque
recer, más ciego que ellos nacieron reyes,
aquellos a los que él parece incluso que no
sanaba. Los mismos han sido hechos como
tiranos encontraban los demás por la natu-
muy extraño que los raleza, sino escogidos
hombres puedan hacer por Dios omnipotente
sufrir a otro hombre antes de nacer para el
haciéndoles mal: que- gobierno y salvaguar-
rían mejor colocarse da de este reino. Aun
la religión delante, como defensa y, si fuera posible, cuando no fuera así, tampoco quisiera entrar en liza
se superponían alguna cualidad de la divinidad, para para discutir la verdad de nuestra historia ni especu-
sostén de su vida ruin. Por este motivo, Salmoneo — lar demasiado personalmente, para no empañar el be-
si se cree a la sibila de Virgilio y a su infierno— rinde llo estado en donde se podrá discutir mucho nuestra
cuentas ahora en el último infierno donde ésta le arro- poesía francesa no muy adornada ahora, mas, al pare-
jó, por haberse burlado de las gentes y haber querido cer, renovada totalmente por nuestro Ronsard, Baíf y
suplantar a Júpiter. nuestro Balley, que han hecho avanzar tanto a nuestra
Vi sufriendo el castigo a Salmoneo, que de Júpiter lengua que me permito esperar que pronto los griegos
los rayos imitara, y latinos no tendrán a este respecto, ante nosotros, po-
siblemente, más que el derecho de primogenitura. Y,
y los terribles truenos del Olimpo. por cierto, haría daño a nuestro ritmo (pues uso gus-
Él por la Grecia y la ciudad de Ellis llevado en
ovación iba exigiendo (8) Nuestros reyes utilizaron los mismos métodos de su-
para si los honores de los dioses, perstición.
toso esta palabra, que no me desagrada), porque aun- voción. Por consiguiente, lo que he dicho hasta aquí,
que algunos lo hayan convertido en algo mecánico, lo que enseña a las gentes a servir voluntariamente,
no obstante he visto muchas gentes que hacen inclu- no sirve apenas a los tiranos más que para el pueblo
so por ennoblecerlo y rendirle los máximos honores. bajo y grosero.
Pero habría, digo yo, una gran sinrazón si conmo-
vieran ahora estos bellos cuentos del rey Clovis, los 8
cuales ya veo —me parece— cuán agradablemente y
con cuánto gusto alegran la sangre de nuestro Ron- Pero ahora llego a un punto, que, en mi concepto, se
sard en su Franciada. Comprendo su valor, conozco encuentra el secreto y el procedimiento oculto de do-
el espíritu agudo y la gracia de este hombre: él hará minación, el sostén y fundamento de la tiranía. El que
sus labores de oriflama tan bien como los romanos piensa que las alabardas de los guardias, la vigilancia
sus ancilias (9), «y de los broqueles de cielo arrojado del espía, guarda a los tiranos, a mi juicio se engaña
abajo», según dice Virgilio; manejará nuestra ampo- totalmente. Ellos se sirven más bien —creo yo— de
lla tan bien como los atenienses su cesta de Erisicthon los formulismos y de los espantajos que producen
(10) y se hablará de nuestras armas aun en la torre de miedo, más que de la seguridad en que se encuen-
Minerva. Ciertamente yo haría un ultraje con querer tran. Los arqueros guardan la entrada del palacio a
desmentir a nuestro libros y en escribir ligeramente los poco hábiles que no tienen ningún miedo, no a los
sobre temas de nuestros poetas. bien armados que son capaces de realizar cualquier
empresa. Ciertamente, de los emperadores romanos
Mas —para volver a donde, no se cómo, me había se cuenta que no ha habido tantos que hayan escapa-
separado del hilo de mi discurso—, siempre ha ocu- do de algún daño por el auxilio de sus arqueros como
rrido que los tiranos, para asegurarse, no solamente aquellos que han sido muertos por sus guardias. No
han procurado siempre acostumbrar el pueblo a ellos son las escuadras de caballería, no son las compañías
y a su obediencia y servidumbre, sino incluso a la de- de infantes, no son las armas las que defienden al tira-
no y, aunque no se crea a primera vista, no obstante es
verdad, son siempre cuatro o cinco los que mantienen
(9) Ancilia o ancile: escudo pequeño que conservaban al tirano; cuatro o cinco que mantienen al país bajo
los romanos en el templo de Marte y que suponían baja- servidumbre. Siempre ha habido cinco o seis que han
do del cielo en el tiempo de Numa Pompilio.
captado la atención del tirano y se han acercado a él, o
(10) Calimaco, en su Himno a Ceres, habla de un
canastillo que se suponía descender del suelo y que, en
incluso han sido llamados por él, para hacerlos cóm-
las fiestas de esta diosa, era llevado por la noche a su plices de sus crueldades, compañeros de sus placeres,
templo. Suidas, con la palabra χανηφoρoι, dice que la alcahuetes de su voluptuosidad y participantes de los
ceremonia de los cestos fue instituida bajo el reinado de frutos de sus pillajes. Estos seis dirigen tan bien a su
Erisicthon. La palabra ampoule en el sentido de bote pe- jefe, que hacen que sea considerado perverso por la
queño se aplicaba a la sainte ampoule de Reims, donde
se conservaba el aceite para la consagración de los reyes
sociedad, no solamente por sus perversidades, sino
de Francia y, que, según algunos autores místicos, había por la de los suyos también. Estos seis tienen seis-
sido traída del cielo por una paloma para el bautismo de cientos, que se aprovechan bajo su protección, y ha-
Clovis.
cen de los seiscientos lo que los seis hacen al tirano. ni bien en una república, sino de aquellos que son ta-
Estos seiscientos tienen bajo ellos seis mil, a los que chados de una ambición ardiente y de una avaricia
han elevado en situación y a los que han hecho dar o notable— se agrupa alrededor de él, le sostienen para
el gobierno de provincias, o el manejo del dinero, a tener parte en el botín y ser, bajo el tirano, tiranuelos
fin de que ellos tengan sujeta su avaricia y crueldad, ellos mismos. Así hacen los grandes ladrones y los
y sean sus ejecutores en el momento oportuno: y ha- famosos corsarios: unos devastan al país, los otros
cen tanto mal, por otra parte, que no pueden permane- persiguen a los viajeros para saquearlos; unos están
cer en sus sitio más que bajo su sombra, ni eximirse en las emboscadas, los otros al acecho; unos asesinan,
de las leyes y del castigo más que por este medio. los otros despojan; e incluso hay entre ellos preemi-
Grandes son las consecuencias de esto. Y el que quie- nencias, pues los unos no son más que criados y los
ra divertirse en devanar esta madeja verá que no por otros los jefes de la asamblea, si no hay, al fin, alguno
los seis mil, sino por los cien mil, los millones, por que se siente con derecho al botín principal, a menor
esta cuerda se sostiene el tirano, ayudándose de ella precio de lo que le corresponde por su participación
de modo que, en Homero, Júpiter se vanagloria de en el hecho. Se cuenta que los piratas sicilianos se
que si él tira de la cadena atrae hacia sí a todos los reunían en tan gran número y de tal modo que hizo
dioses. Por esto vino la decadencia del Senado bajo falta enviar contra ellos a Pompeyo el Grande, que
Julio, el establecimiento de nuevos estados, elección incluso atrajeron a su alianza varios bellos pueblos
de cargos y no, por cierto, si se mira bien, reforma y grandes ciudades, en cuyos puertos se refugiaban
de la justicia, sino nuevos apoyos de la tiranía. En con gran seguridad al volver de sus correrías, y como
suma, se llega a esto por los favores, por las ganancias recompensa por el encubrimiento de su pillaje les en-
o partes de ganancias que se tienen con los tiranos, tregaban algunos productos.
pues se encuentran casi tantas gentes para las cuales Así el tirano esclaviza a los súbditos, a unos por me-
la tiranía parece ser útil, como tantas otras para quie- dio de otros, y es custodiado por aquellos de los cua-
nes la libertad sería agradable. Igual que los médicos les, no valiendo nada, se debería guardar. Pero, como
dicen que nuestro cuerpo si tiene algo enfermo desde vulgarmente se dice, para partir los troncos se utilizan
este momento no funciona, y si se ha producido algún cuñas de la misma madera; he aquí sus arqueros, he
tumor se inclina en adelante hacia esta parte podrida; aquí sus guardias, he aquí sus alabarderos. No es que
igualmente, desde el momento en que un rey se ha estos no sufran algunas veces por él: mas estos per-
declarado tirano, todos los malvados, toda la hez del didos, dejados de la mano de Dios y de los hombres,
reino —y no hablo de un conjunto de ladronzuelos y están alegres de sufrir el mal, para hacerlo ellos, a su
de ‘desorejados’ (11) que apenas pueden hacer mal vez, no a aquél que se lo hace a ellos, sino a aque-
llos otros que sufren también como ellos, pero que no
(11) Individuos que habían sido condenados a cortarles
pueden hacer nada. Y, a veces, viendo a estas gentes,
las orejas. que adulan al tirano para hacer su agosto a costa de la
tiranía y la esclavitud del pueblo, me sorprende a me- que no hay ningún crimen para él más digno de muer-
nudo su perversidad y muchas veces me da pena de su te que éste (12), que no ama más que las riquezas, no
gran tontería. Pues, a decir verdad, ¿qué otra cosa es destruye más que a los ricos que vienen a presentarse
acercarse al tirano, más que escaparse del peligro (más ante él como ante el matarife, para ofrecerse así ple-
allá) de la libertad y, por así decirlo, amarrarse las dos nos y rellenos, y darle envidia. Estos favoritos no de-
manos y abrazar la esclavitud? Que pongan un poco bían acordarse tanto de los que han ganado alrededor
aparte su ambición, que se descarguen un poco de su del tirano muchos de sus bienes, como de aquellos
avaricia y, después, que se miren a sí mismos, que otros que, habiendo acumulado algún tiempo bienes,
se reconozcan; y verán claramente que los aldeanos, han perdido los bienes y la vida; y no les debía venir
campesinos, en cuanto pueden, pisotean y hacen aún al pensamiento cómo otros habían ganado las rique-
más que los forzados y esclavos; verán —digo yo— zas, sino cuán pocos de ellos las han conservado. Que
que aquéllos, tan mal tratados, son, algunas veces, a se descubran de nuevo todas las antiguas historias,
costa de ellos afortunados y en cierto modo libres. El que se vuelvan a mirar todas nuestras memorias, y se
obrero y el artesano en tanto son esclavizados están verá, claramente, cuán grande es el número de aque-
en paz, haciendo lo que se les diga, pero el tirano ve a llos que habiendo ganado por malos procedimientos
los otros que están junto a él pidiendo y mendigando la atención de los príncipes, o habiendo utilizado su
su favor; no es sólo perversidad o abu-
que ellos hacen lo sado de su simple-
que él dice, sino za, al fin, por ellos
que piensan lo que mismos han sido
él quiere y, a menu- aniquilados, y ellos
do, por satisfacerle que habían encon-
se anticipan aun trado facilidad para
a sus pensamien- elevarles, lo mismo
tos. No es todo el han tenido después
obedecer, hay que inconsistencia para
complacerle; y he mantenerles. Cier-
aquí que se destro- tamente, en tan
za, se atormentan, gran número de
se matan de traba- gentes que han es-
jar en sus asuntos, tado siempre cerca
y después que se de reyes malvados,
complacen en su pocos hay, o nin-
contento, que de- guno, quizá, que
jan su gusto por no hayan probado
el suyo, que fuer- alguna vez en ellos
zan su modo de mismos la cruel-
ser, que despojan dad del tirano que
su natural; he aquí ellos habían atiza-
que ponen atención do contra los otros:
a sus palabras, a su muy a menudo se
voz, a sus signos, a han enriquecido,
sus ojos; no tienen bajo la sombra de
ni ojos, ni pies, ni su favor, con los
manos, ni nada que despojos ajenos,
no esté al acecho para descubrir su voluntad, y para y ellos mismos han enriquecido a los demás con sus
descubrir sus pensamientos. ¿Es esto vivir felizmen- despojos.
te? ¿Se llama a esto vivir? ¿Hay en el mundo nada tan Los mismos hombres de bien —si alguna vez se en-
insoportable como esto, no digo ya para un hombre cuentra alguno armado por el tirano—, en tanto en
libre, bien nacido, sino para uno que tenga únicamen- cuanto se encuentran en gracia ante él, tanto brilla en
te sentido común o, tan sólo, la faz humana? ¿Qué ellos la virtud y la integridad que es digno de ver a los
condición es más miserable que la de vivir así, en que más ruines haciéndoles reverencias cuando los ven
no se es nada, poseyendo otro su alegría, su libertad, cerca, pero estas mismas gentes de bien no pueden
su cuerpo, su vida? perdurar así, y sufren del mal común y a pesar suyo
Pero quieren servir para ganar bienes: como si pu- prueban la tiranía. Un Séneca, un Burrhus, un Thra-
dieran ganar nada que fuese para ellos —puesto que seas, este trío de gentes de bien, a dos de los cuales
no se puede decir de ellos—, siendo de ellos mismos, su mala fortuna les acerca a un tirano y les pone en
y como si alguno pudiera tener nada propio bajo un su mano el manejo de sus asuntos; los dos estima-
tirano. Quieren que los bienes sean de ellos, y no se dos de él y queridos, e incluso uno de ellos le había
acuerdan que son ellos mismos los que dan al tirano la educado y tenía por garantía de su amistad la común
fuerza para quitar todo a todos y no dejar nada que se crianza en su infancia: pero los tres son testigos su-
pueda decir que sea de alguien; ven que nada hace a
los hombres más sujetos a su crueldad que los bienes;
(12) El poseer bienes que no sean para él.
ficientes, por su muerte cruel, de cuán poco hay que Así fue muerto Domiciano por Esteban; Cómodo por
fiarse del favor de los señores malvados. Y, en verdad, uno de sus mismos amigos; Antonino por Macrino; y
¿qué amistad se puede esperar de aquél que tiene el los mismo ocurrió con casi todos los otros.
corazón tan duro, que odia a su reino que no hace más
que obedecerle, y el cual, por no saberse ni siquiera 9
amar a sí mismo, se empobrece él mismo y destruye
su imperio? Ello es que, ciertamente, el tirano no es nunca ama-
do, ni no amado. La amistad es un nombre sagrado,
Ahora bien, si alguien quiere decir con esto que es una cosa santa; no se produce nunca más que entre
aquellos, por haber vivido bien, han caído en esta des- gentes de bien, no se traba más que por una mutua es-
gracia, que se introduzca atrevidamente alrededor del timación, no se sostiene tanto por un interés como por
mismo Nerón, y verá que aquellos que cayeron en su amor. Lo que hace a un amigo tener seguridad del otro
gracia y se mantuvieron por ruindad no fueron más es el conocimiento que tiene de su integridad, y por
duraderos. ¿Quién ha oído hablar de un amor tan des- los fiadores que tiene; esto es, por su buen natural, la
ordenado y un afecto tan terco, y quién ha leído jamás fe y la constancia. No puede haber amistad donde está
de hombre tan obstinada- la crueldad, donde está la
mente encarnizado contra deslealtad, donde está la
una mujer como éste con injusticia. Entre los mal-
respecto a Popea? Ésta vados, cuando se reúnen,
fue, más tarde, envenena- existe un complot, no
da por él mismo. Agripi- una compañía: no con-
na, su madre, había ma- versan, sino recelan unos
tado a su marido Claudio de otros, no son amigos,
para que Nerón ocupara sino cómplices.
su sitio en el Imperio;
para complacerle no ha- Pero, aun cuando esto
bía puesto nunca dificul- no impidiera nada, toda-
tad en nada, ni siquiera vía sería difícil encon-
en sufrir; y no obstante trar en un tirano un amor
su mismo hijo, su criatu- seguro, porque estando
ra, su emperador hecho encima de todos y no te-
por su mano, después de niendo ningún compañe-
haberla a menudo faltado ro, está más allá de los
le arrebató la vida; y no límites de la amistad, la
habría habido nadie que cual tiene su alimento en
dijera que ella no me- la rectitud que no quiere
recía, ciertamente, este jamás claudicar, y de ese
castigo, si hubiera sido modo es siempre igual.
realizado por manos de He aquí por qué hay bue-
otro cualquiera que aquél na amistad —se dice—
que lo ejecutó. ¿Quién entre los ladrones, alguna
fue, pues, más fácil de buena fe en el reparto del
manejar, más simple para botín, porque son iguales
decirlo mejor, más verda- y compañeros, y si ellos
deramente bobalicón que no se aman entre sí, al
Claudio el Emperador? menos se tienen miedo y
¿Quién fue más encornu- no quieren, desuniéndose,
dado por mujer que él por aminorar la fuerza; pero
Mesalina? Él la puso al respecto del tirano los fa-
fin en manos del verdugo. voritos no pueden nunca
La simpleza reside siem- tener ninguna seguridad,
pre en los tiranos, pero si la tienen no la demuestran; y tanto tiene tomado de ellos mismos que puede todo,
incluso no sé cómo, al fin, para usar su crueldad la y no tiene ni derecho ni deber alguno que le obligue,
aplican hasta a los que le son allegados, y a poca inte- construyendo su Estado sobre la base de utilizar su
ligencia que tengan, aquélla se despierta. Muy común voluntad como razón, no tener compañero alguno y
es la bella expresión de aquel que viendo la garganta ser el amo de todo. Por consiguiente, ¿no es una gran
desnuda de su mujer, a la que amaba mucho y sin la lástima que viendo tantos ejemplos palpables, viendo
cual parecía que no habría podido vivir, la acarició el peligro tan presente, nadie se quiera hacer sabio a
con estas bellas palabras: «Este cuello tan bello será costa de otro? Y ya que tantas gentes se acercan con
luego cortado, si yo lo mando». He aquí por qué la gusto a los tiranos, ¿no hay uno que tenga la prudencia
mayoría de los tiranos antiguos eran casi siempre y la valentía de decirle lo que (como en el cuento) dice
muertos por sus favoritos, los cuales habiendo cono- el zorro al león que se hacía el enfermo: «yo iría a ver-
cido la naturaleza de la tiranía, no tenían tan segura la te de corazón a tu cubil, pero veo muchas huellas de
voluntad del tirano como desconfiaban de su poder. animales que van hacia adelante hacia donde tú estás,
pero hacia atrás y de vuelta no veo ninguna»?
Estos miserables ven relucir los tesoros del tirano y, de sus trabajo y de esta vida miserable. Conscien-
mirando todos asombrados los rayos de su mag- nifi- te el pueblo de que este mal que sufre no acusa al
cencia, y atraídos por esta claridad, se acercan no vien- tirano sino a los que le dominan: y, así, los pue-
do que se introducen en la llama, la cual no puede tardar blos, las naciones, todo el mundo a porfía, hasta los
en consumirles; como el sátiro indiscreto (según dicen campesinos, hasta los obreros, saben sus nombres,
las fábulas), viendo iluminarse el fuego hallado por el descubren sus vicios, acumulan sobre ellos miles
sabio Prometheo, lo encuentra tan bello, que querrá be- de ultrajes, de villanías, de maldiciones; todas sus
sarlo, y se quemará; como la mariposa que —esperan- palabras, todos sus gritos son contra ellos; todas las
do gozar de un placer— se introduce en el fuego por- desgracias, todas las pestes, todas las hambres, a
que reluce, y prueba su otra virtud, esto es, que quema, ellos se les achacan; y si, alguna vez, les hacen apa-
como dice el poeta Toscano. Pero aunque supongamos rentemente algún honor, en cambio, íntimamente,
que estos cucos escapan de las manos de aquel a quien les maldicen de corazón y les tienen un horror más
sirven, no se salvan nunca del rey que viene después. Si grande que a las bestias salvajes. He aquí la gloria,
es bueno, hace rendir cuentas y reconocer al menos en- he aquí el honor, que reciben por sus servicios a las
tonces la razón; si es malvado, y parecido a su maestro, gentes, las cuales —cada uno de los individuos—,
no ocurrirá que no tenga también sus favoritos, los cua- desearían un trozo de sus cuerpos, y no estarían con
les, comúnmente, no están contentos de tener a su lado ello —a mi parecer— satisfechas, ni a medio sa-
a otros, si no toman aun, a menudo, los bienes y la vida. ciar de sus dolores; pero, ciertamente, aun después
¿Se puede, pues, hacer que se encuentre alguno, que en de muertos, los que vienen luego no son nunca tan
tan gran peligro, con tan poca seguridad, quiera ocupar perezosos que el nombre de estos traga-pueblos44
esta desgraciada plaza y servir con tanta desazón a un no sea ennegrecido por la tinta de mil plumas, y
amo tan peligroso? ¡Qué dolor! ¡Qué martirio es este, su reputación destruida en mil libros, y los huesos
gran Dios! Estar noche y día después de soñar por com- mismos, por así decirlo, arrojados a la inmundicia
placer a uno, y, sin embargo, desconfiar de él más que por la posterioridad, castigando, aun después de la
de ningún otro hombre del mundo; tener siempre el ojo muerte, su perversa vida.
al acecho, los oídos a la escucha, para vigilar de dónde Aprendamos, pues, alguna vez, aprendamos a obrar
vendrá el golpe, para cubrir la emboscada, para descu- bien: elevemos los ojos al cielo, por nuestro honor,
brir el complot de sus compañeros, para darse cuenta o por amor a la misma virtud, a Dios Todopoderoso,
de quién lo traiciona; sonreír a cada uno, desconfiar de testigo seguro de nuestros actos, y justo juez de nues-
todos, no tener ningún enemigo abierto, ni amigo segu- tras faltas. Por mi parte pienso, y no estoy equivoca-
ro; teniendo siempre la faz riente y el corazón transido, do, que no hay nada tan contrario a Dios —tan liberal
no poder estar alegre y no osar estar triste. y generoso—, como la tiranía, y que Él reserva aquí
abajo especialmente para los tiranos y sus cómplices
10 algún castigo singular.
Pero es placer el considerar qué es lo que sale de
este gran tormento, y el bien que pueden esperar

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