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CONCEPTO
Un albacea es una persona designada por un testador (persona que firma
un testamento para el reparto de sus bienes post mortem) para garantizar que se cumpla
esta última voluntad.
Se trata de una figura que, si bien no aparece explícitamente en muchas legislaciones, de
hecho, se ha convertido en pieza importante dentro de muchos procesos sucesorios. Lo
que ha permitido normar y establecer límites a sus funciones.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Históricamente, sus orígenes se remontan al Derecho Romano. Aunque es dentro del
Derecho Canónico donde su presencia dentro de la sociedad se hizo evidente y
frecuente. Muchas familias adineradas dejaban sus activos al servicio de la iglesia
católica y de los desposeídos, convirtiendo a los obispos de cada localidad en
‘administradores’ y ‘contadores repartidores’ de los recursos legados.
Las personas con grandes herencias son las que más deciden designar a alguien para que
se ocupe de la administración y resguardo de sus activos, hasta que estos sean
transferidos a los herederos designados. Principalmente cuando el dueño del capital
intuye que entre sus beneficiarios se puedan presentar conflictos insalvables.
Cualquier persona puede ejercer esta función. Siempre que cumpla con dos requisitos
básicos: debe ser mayor de edad y sin ninguna restricción legal que le impida obrar
libremente en nombre propio o en representación de otros.
CONSIDERACIONES GENERALES
Un testador, en el momento de dejar por escrito su última voluntad, puede nombrar uno
o varios albaceas. También dejará establecidas las funciones específicas de cada uno de
ellos y el tiempo que ejercerán esta función.
El testador no está obligado a pagar por los servicios que cumpla un albacea. Tampoco
los herederos. Aunque por lo general, dentro del testamento se suele asignar un importe
correspondiente a honorarios profesionales para quienes ejercen esta figura.
Por último, un albacea no puede delegar sus funciones a terceros, salvo que el testador
lo hubiese autorizado dentro del testamento. Así mismo, su ‘puesto’ no es heredable,
por lo que un albaceazgo finaliza de manera automática en caso de muerte de la persona
designada.