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INTRODUCCIÓN A LA PSICOPEDAGOGÍA E E

INCLUSIÓN
UNIDAD N°I

HISTORIA DE LA PSICOPEDAGOGÍA

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SEMANA 2

Introducción

¡Bienvenido/a a la asignatura Introducción a la Psicopedagogía e Inclusión!

Esta asignatura tiene la finalidad de introducir al estudiante en la comprensión de los


fundamentos de la Psicopedagogía, considerando su desarrollo histórico, epistemológico
y metodológico que la convierte hoy en una ciencia del aprendizaje humano.

Esta primera unidad aborda la historia de la psicopedagogía tanto en chile como en el


mundo.

En esta segunda semana trabajaremos los principios del quehacer psicopedagógico:


prevención, desarrollo y acción social.

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Ideas Fuerza
• La Psicopedagogía trabaja desde el acompañamiento en los procesos de

aprendizaje humano.

• Centra su quehacer bajo tres principios fundamentales: prevención,

desarrollo y acción social.

• A la base de estos principios, emergen los modelos de orientación e

intervención psicopedagógica.

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Desarrollo
1. Principios del quehacer psicopedagógico: prevención, desarrollo y acción

social

1.1. Principios de la Intervención Psicopedagógica 1

La intervención psicopedagógica posee diferentes acepciones desde aquéllas

caracterizadas por ofrecer una visión reducida (algún elemento, alguna etapa evolutiva)

hasta las que, en definitiva, son mucho más completas y ofrecen una visión integradora.

Por mucho tiempo, la intervención psicopedagógica se consideró como un tipo de ayuda

que se ofrecía alrededor de ciertos comportamientos infantiles, es decir se estudiaba el

comportamiento del niño y los fenómenos psicológicos en torno a él para mejorar los

métodos pedagógicos y didácticos próximos a él.

A partir de esta visión, surgieron concepciones mucho más amplias que definen la

intervención psicopedagógica como el conjunto de procesos y procedimientos concretos

de actuación que analizan los fenómenos conductuales y evolutivos de una persona, y

su impacto en los procesos de enseñanza-aprendizaje con el fin de establecer líneas de

acción que remedien alguna problemática o simplemente contribuyan a que el sujeto se

desenvuelva mejor en el ambiente (escolar, social y familiar). Son los distintos procesos

de orientación la mejor muestra de la intervención

psicopedagógica, aunque la intervención misma también abarca procesos de

información, formación e intervención terapéutica en los casos que convenga.

1 (Martínez, 2022)

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Antes de analizar estrictamente la definición, debe señalarse que existen principios

básicos de la intervención psicopedagógica como son:

• La libertad de actuación por parte del orientador

• La intencionalidad del sujeto

La intervención psicopedagógica no puede realizarse sin que la persona quiera ser

ayudada y el orientador no puede actuar bajo parámetros rígidos, no existen recetas, él

requiere poseer criterios y saberlos utilizar.

El primer principio de la intervención es el hecho de ser un conjunto de procesos y

procedimientos. Es decir, la intervención no puede ni debe concebirse como un hecho

aislado (por ejemplo, una entrevista no es intervención psicopedagógica, es sólo uno de

los procesos que abarcará en todo caso la intervención psicopedagógica). Inclusive

resulta lógico pensar que, si la intervención psicopedagógica pretende, en sentido

estricto, como objetivo final, proporcionar líneas de acción, lo haría desde una

perspectiva muy limitada si se reduce a una técnica o a un solo proceso.

Bajo esta misma directriz, encontramos que se hace referencia a la concreta actuación,

lo que significa que dichos procesos contarán con un objetivo específico y claro para

quienes llevan a cabo la intervención que marcará la pauta de acción en todo momento.

Otro principio al que atañe la intervención psicopedagógica es al trabajo interdisciplinario,

pues como se observa en la definición, por un lado se estudian los fenómenos

conductuales y evolutivos (es decir, se requiere necesariamente un especialista en este

tema), y por otro, se estudia el impacto en los procesos de enseñanza-aprendizaje, en

donde los expertos de la educación —los pedagogos— juegan un papel crucial. A simple

vista parece que bastaría con un psicólogo y un pedagogo para realizar un tipo de

intervención psicopedagógica. No es así. La riqueza de la intervención psicopedagógica

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descansa en la interdisciplinariedad y en la necesidad de que la intervención sea un

proceso que requiere a todas las personas que rodean al sujeto valorado y pueden

aportar información al caso. Cabe señalar que, en cada fase del proceso de intervención,

el éxito reside no sólo en el orientador y en el sujeto, sino en su entorno y en quienes

intervienen en su desarrollo.

1.2. Principios, objeticos y funciones de la orientación e intervención

psicopedagógica

Al consultar el Diccionario de la Real Academia Española, encontramos nueve

acepciones diferentes del término «principio». Señalamos aquí las que mejor se

relacionan con nuestros propósitos:

• «Base, origen, razón fundamental sobre la cual se procede discurriendo en

cualquier materia.»

• «Punto que se considera como primero en una extensión o en una cosa.»

• «Causa, origen de algo.»

• «Cada una de las primeras proposiciones o verdades fundamentales por donde

se empiezan a estudiar las ciencias o las artes.»

En el campo de la orientación educativa cuando buscamos «razones fundamentales» o

«bases» que den sentido a la tarea orientadora, hemos de saber establecer, con una

sola palabra, cada una de dichas razones. Así, en los últimos tiempos, se han señalado

distintos principios, según los diferentes autores (Repetto, 2002; Santana, 2003;

Bisquerra, 1998; Martínez, 1998), si bien existen coincidencias al indicar como básicos

los siguientes (Sanchiz Ruiz, 2009, pág. 52):

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• Principio antropológico 2.

• Principio de prevención.

• Principio de desarrollo.

• Principio de intervención comunitaria (u acción social).

Fuente: https://pt.slideshare.net/irmis46/tutoria-acadmica?smtNoRedir=1

1.2.1. Principio Antropológico

El principio antropológico está relacionado con el movimiento filosófico del

existencialismo, el cual defiende que el ser humano es libre, a pesar de las limitaciones

2 Rodríguez Espinar et al. (1993) y con Álvarez Rojo (1994)

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personales y los condicionamientos ambientales. Dicha libertad reclama, a su vez, la

responsabilidad. Según Bouché, (1987), «el ser humano no es una cosa más instalada

en el mundo o arrojada al mismo […] sino que es un creador de sentido, cuya libertad,

en esencia, constituye, principalmente, una propiedad del acto voluntario e inteligente».

Cada sujeto es responsable de su propia vida, de sus pensamientos y, con ellos, de sus

emociones y conductas. Cada uno «debe esforzarse por el propio desarrollo y el de su

contexto. Puesto que siempre quedarán un conjunto de realidades que no podrá cambiar,

deberá aprender a manejarlas y adaptarse a ellas» (Bisquerra, 1998:44).

Dice una de las frases que más nos gustan «Acepta lo irremediable, pero lucha por lo

posible». El sentido antropológico nos hace tener en cuenta el «deber ser» o «llegar a

ser» de todo sujeto que actualmente «es» (Sanchiz Ruiz, 2009, pág. 52).

En síntesis, este principio se inspira en el existencialismo, el ser humano es libre, dentro

de sus limitaciones personales y unos condicionamientos ambientales; por lo tanto, es

responsable de sus actos y debe esforzarse por el desarrollo propio y el de su contexto.

El principio antropológico señala la necesidad de la orientación y el camino que debe

recorrer para contribuir al desarrollo del tipo de persona que se deriva de unos

fundamentos filosóficos (Orientación Docentes, 2022).

1.2.2. Principio de prevención

Este principio que, tomado del campo de la salud, de manera específica de la salud

mental, es necesaria una salud física y mental para el desarrollo personal. Por su parte,

la prevención significa, evitar que algo malo suceda; la prevención primaria supone, por

lo tanto, reducir el índice de nuevos casos problemas. Para ello hay que actuar en contra

de las circunstancias negativas antes que tengan oportunidad de producir efectos

(Orientación Docentes, 2022).

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Surgido del ámbito de la Salud Mental, el principio de prevención reclama que se

intervenga antes de que se produzca el hecho conflictivo. Conlleva una actuación

anticipada, en cualquier ámbito de la vida, con la finalidad de evitar que surjan problemas.

En la literatura al respecto se citan tres tipos de prevención, si bien, la verdadera es

aquella que se produce ante factum, es decir, antes del hecho o suceso no deseado.

Estos tres tipos de prevención son:

• Prevención primaria: actúa antes de que surja el problema.

• Prevención secundaria: actúa en cuanto aparece el problema.

• Prevención terciaria: actúa ofreciendo tratamiento y rehabilitación ante el

problema

• ya desarrollado.

La auténtica prevención, la primaria, suele dirigirse a la población en su conjunto y tiene

como objetivo la máxima integración ecológica entre sujeto y ambiente. Conyne (1983)

la caracteriza así:

• Es proactiva.

• Se centra en poblaciones de riesgo.

• Reduce la incidencia de una situación.

• Elimina circunstancias o modifica condiciones ambientales.

• La intervención puede ser directa o indirecta.

• Estimula la fortaleza emocional para que la persona sepa afrontar situaciones que

conllevan riesgo.

En educación se puede llevar a cabo una importante labor preventiva, en todos los

niveles, especialmente en Infantil, Primaria y Secundaria Obligatoria. Desde muy

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pequeños conviene formar a los niños y niñas en valores, en la distinción de lo que es

adecuado o inadecuado, correcto o incorrecto, formarles igualmente en habilidades

sociales: la habilidad de saber decir «no», de exponer una queja de forma adecuada, de

tomar decisiones ajustadas, de rechazar situaciones injustas, de practicar hábitos

saludables (tanto a nivel físico como emocional).

La puesta en práctica de este principio exige estrategias de actuación encaminadas a

trabajar con el grupo de alumnos y alumnas, pero también, con los familiares o tutores

legales, con el profesorado y con la comunidad (Sanchiz Ruiz, 2009, págs. 52-53).

1.2.3. Principio de desarrollo

“La educación se propone el máximo desarrollo de las capacidades, habilidades y

potencialidades del sujeto. Esto supone considerar al individuo en continuo crecimiento

personal, en donde la orientación es un agente activador que lo acompañará a lo largo

de ese desarrollo. Por lo tanto, los programas de orientación deben ser proactivos y

encaminados al desarrollo de todas las potencialidades” (Orientación Docentes, 2022).

Según Martínez, (1998) «el principio de Desarrollo se fundamenta en el concepto de

Desarrollo; concepto éste que entiende la evolución del ser humano como un proceso de

continuo crecimiento, de cambios cualitativos hasta convertirlo en un ser cada vez más

complejo. Gracias a dichos cambios, la persona adquiere nuevas experiencias, las

integra y amplía, posibilitando, de este modo, el desarrollo de la personalidad».

No podemos olvidar que la orientación se incardina en el seno de la educación y que

ésta persigue la optimización del sujeto, mediante el pleno desarrollo de todas las

capacidades humanas.

La tarea educativa reclama concebir a la persona como una unidad integral, que presenta

en el momento actual unas capacidades, pero, que, sobretodo, puede llegar a desarrollar

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otras que son potenciales. Resulta sumamente enriquecedor considerar que ningún ser

humano tiene límites en su desarrollo, que cada uno puede llegar a desarrollar

capacidades que, en un principio, parecen inimaginables. Tanto para el educando, como

para el educador, esta perspectiva arroja luz, esperanza e ilusión a la labor formativa.

La educación es un medio para el desarrollo de los individuos y de la sociedad en su

conjunto, es una palanca de progreso que debe ser activada en el seno familiar y en el

escolar, principalmente. Ahora bien, en nuestros días estamos asistiendo a un cambio

social importante: las familias están delegando cada vez más la tarea educadora en

manos de la escuela. Diversas situaciones sociales contribuyen a que se produzca este

fenómeno (incorporación masiva de la mujer al trabajo, diversidad de estructuras

familiares, falta de tiempo para compartir con los hijos…). Para Gimeno (1998: 182) la

modernidad educativa está ofreciendo los retos básicos del sistema educativo:

• Reproducción o transmisión de la cultura objetivada.

• Desarrollo y consolidación de la personalidad global dejados en manos de la

escolarización.

• Socialización del sujeto dentro de un marco de valores de referencia, que le lleven

a ser ciudadano responsable y miembro activo de la sociedad.

• Preparación para su participación eficiente en tareas productivas.

• Universalización de lo que representan estos bienes en condiciones de igualdad

para todos.

Cada ser humano ha de alcanzar lo mejor de sí mismo y ofrecerlo a la colectividad, a fin

de mejorar, en la medida de lo posible el mundo en que vivimos; entonces podremos

decir que es un sujeto «plenamente desarrollado».

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Marina (2004: 187) indica que el progreso de la humanidad requiere tres proyectos

fundamentales: la libertad, la felicidad y la dignidad.

• Libertad: aunque el ser humano nace sometido a todo tipo de determinismos, ha

alumbrado un proyecto de liberación, aspira a la autonomía.

• Felicidad: nuestra felicidad es la propia de un ser esencialmente social. «Es la

armoniosa satisfacción de dos grandes motivaciones: el bienestar y la grandeza.»

• Dignidad: la dignidad es un concepto constituyente. «Nosotros, miembros de la

especie humana, nos declaramos y reconocemos como dotados de dignidad, es

decir, poseedores de un valor intrínseco, con independencia de nuestras

capacidades, creencias e incluso comportamiento. Éste es nuestro gran proyecto,

que nos introduce a todos en un sistema de creación compartida, en el que todos

somos necesarios. Aparece aquí el último gran círculo de la realidad. Buscando

su felicidad, el ser humano encuentra la nobleza, que acaba convirtiéndose en

componente imprescindible de su felicidad» (Sanchiz Ruiz, 2009, págs. 53-54).

1.2.4. Principio de intervención comunitaria (u acción social).

Los enfoques sistémico-ecológicos han puesto de manifiesto que, para que los

programas de intervención resulten eficaces, es preciso tener en cuenta los contextos

escolares y extraescolares en los que se desenvuelve la vida de los destinatarios de

dichos programas. Un famoso proverbio africano reclama «Para educar a un niño hace

falta la tribu entera».

Por este motivo, hoy se presta gran atención a la intervención activa sobre el entorno

sociocomunitario con el fin de evitar obstáculos y potenciar los factores positivos.

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La comunidad puede contribuir a mejorar la calidad de la educación. Para ello es preciso

abrir las puertas del centro educativo y permitir que los miembros de aquella participen

del proceso educativo. Consecuentemente, es necesario llevar a cabo un asesoramiento

comunitario (Rodríguez Romero, 2006: 59-76): «La enseñanza del respeto, del

compromiso mutuo y de la solidaridad exige que el profesorado domine modelos

pedagógicos acordes con la diversidad, el aprendizaje cooperativo, el cuidado personal

y el aprendizaje democrático. […] El asesoramiento comunitario podría ofrecer

alternativas en los tres planos vitales en los que se extiende el aprendizaje: sentido (nos

ayuda a interpretar, descodificar los mensajes de nuestra cultura), identidad (nos ayuda

a configurar una imagen de nosotros/as mismos en relación con el género, la etnia, la

nacionalidad, la cultura, la clase social, la orientación sexual, etc.) y posibilidad (nos

ofrece una imagen de lo que podemos alcanzar en nuestro desarrollo individual y

colectivamente».

En el mismo sentido se pronuncian León Guerrero y López López (2006) cuando, al

analizar el planteamiento de Hargreaves (2003), observan cómo éste asocia el éxito del

cambio en educación a la superación de dos desafíos: profundización –que implica

atender a los aspectos racionales y emocionales del cambio– y mayor amplitud –en clara

alusión a la necesidad de hacerlo extensible a la comunidad. En su opinión, crear y

mantener un cambio educativo positivo «exige aunar compromisos e impulsar la

colaboración y las relaciones de trabajo cooperativas entre agentes, instituciones y

comunidad» (Sanchiz Ruiz, 2009, pág. 54).

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Fuente: https://f lorita0826.wordpress.com/orientacion-psicopedagogica/

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Conclusión
La acción psicopedagógica se vincula principalmente a la planificación de procesos

educativos, entendiendo planificación como un acto en el que se incluye el análisis de

necesidades, establecimiento de objetivos, metas, diseño y evaluación; su fin central es

contribuir al mejoramiento del acto educativo.

El orientador actúa desde diversos campos como la orientación y la intervención

psicopedagógica, los cuales se refieren a un conjunto de conocimientos, metodologías y

principios teóricos que posibilitan la ejecución de acciones preventivas, correctivas o de

apoyo, desde múltiples modelos, áreas y principios, dirigiéndose a diversos contextos.

Dentro de las diversas áreas de intervención psicopedagógica, se ubica la orientación en

procesos de enseñanza-aprendizaje, que ha centrado su atención en la adquisición de

técnicas y estrategias de aprendizaje, desarrollo de estrategias metacognitivas y

motivación (Henao, Ramírez, & Ramírez, 2006).

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Bibliografía

• Henao, C., Ramírez, L., & Ramírez, C. (2006). QUÉ ES LA INTERVENCIÓN


PSICOPEDAGÓGICA: DEFINICIÓN, PRINCIPIOS Y COMPONENTES. Agora
Díez, 147-315.

• Martínez, M. (enero de 2022). Principios de la Intervención Psicopedagógica.


Obtenido de
https://revistas.isfodosu.edu.do/index.php/recie/article/download/110/120

• Orientación Docentes. (enero de 2022). Principios de la Orientación. Obtenido


de https://orientaciondocentes.es.tl/Principios-de-la-Orientaci%F3n.htm

• Sanchiz Ruiz, M. (2009). Modelos de orientación e intervención


psicopedagógica. Barcelona: Col·lecció Sapientia.

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