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LC HISTORIA

ROSTWOROWSKI 2014.1B CL

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AL SER NOMBRADO Tupac Yupanqui heredero y correinante de su
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padre, tenía el príncipe alrededor de 18 años de edad. Con gran fasto

[El] tomó parte en las fiestas del Huarachico y recibió las orejas de oro,

las armas y las huaras, pequeños pañetes que lo convertían en adulto.

Al finalizar estas ceremonias, se reunieron los señores del Cusco a

rendirle vasallaje y presenciar su matrimonio con la coya Mama Ocllo.

Guaman Poma nos dice que el príncipe era muy gentil hombre, alto de

cuerpo y muy sabio.

Establecida la sucesión, deseó Pachacutec adiestrar a su heredero en


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las luchas y largas campañas, y con tal objetivo ordenó una expedición

al Chinchaysuyu. En esta primera salida del príncipe, debido a sus

escasos años, solo en nombre fue Tupac el jefe de la expedición. Los

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cargos efectivos recayeron sobre dos hermanos mayores [El]. Con gran

pompa salió el ejército hacia el norte, y en Cajamarca quedó establecido

el cuartel general: la empresa más importante de esta expedición fue la

sumisión del Chimú, llevada a cabo, no como quisiera Garcilaso por los

largos arenales de la costa, sino por las serranías contiguas.

Varios años quedó seguramente Tupac Yupanqui en Cajamarca, ya


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que en esa oportunidad conquistó Chachapoyas, Celendín, Cutervo y

Chota, y llegó posiblemente a Huancabamba. En el retorno triunfal al

Cusco, [El] llevaba en su séquito un número crecido de curacas

sometidos y un buen botín. Entre los cautivos figuraban hábiles

artesanos del Chimú, expertos en labrar metales y objetos de arte. Es

posible que a ejemplo del señor de Chan-Chan, el Inca quisiera rodearse

de mayor lujo y pompa, aumentando su boato con estas conquistas.

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Poco a poco, el anciano Pachacutec, abrumado ya por los años, se
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convenció de la capacidad de su hijo, dejándole en completa libertad de

acción. Después de unos cuantos años de descanso, emprendió de nuevo

Tupac el camino del Chinchaysuyu con el objetivo de ampliar sus

dominios. Esta vez mandaba él mismo la expedición. Lentamente

avanzaba el joven Inca, visitaba las provincias sometidas, implantaba

leyes, controlaba la tarea de sus gobernadores. Llegadas a los límites

del Imperio en Huancabamba, se prepararon las tropas para sujetar

Ayabaca y la región de Piura. Luego siguió el avance hacia los

bracamoros, los paltas y los cañaris. No sin lucha y gran resistencia

fueron dominados [El]. Tupac Yupanqui avanzó hasta Quito. En

Tumibamba mandó edificar una ciudad y estableció en ella su cuartel

general. Fue durante esta estadía en el norte cuando nació el príncipe

Tito Cusi Hualpa, el futuro Huayna Capac, el menor de los hijos

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varones de la coya. En esa estadía del príncipe en el norte tuvo lugar,

según algunos cronistas, la única expedición marítima que hayan

emprendido los incas y de la que tengamos noticia. Estando Tupac en

la costa norte, llegaron, navegando en balsas por el mar, unos

mercaderes desde el poniente. Al ser interrogados, [El] contaron que

venían de lejanas islas, de un lugar rico y poblado. Entusiasmado el

príncipe, decidió consultar a un hechicero sobre la autenticidad del

relato, y al recibir la respuesta afirmativa del mago, se empeñó en

lanzarse a la conquista de las remotas islas. Las balsas necesarias fueron

construidas y se embarcó Tupac con gran coraje y valor, al frente de

veinte mil soldados escogidos. Un año demoró el viaje y se descubrió

dos islas llamadas Ahuachumbi y Niñachumbi. ¿A qué islas llegaría la

expedición de Tupac? ¿Serían las islas Galápagos o alguna isla de la

Polinesia?

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Al retornar de su arriesgado viaje, emprendió Tupac la vuelta al
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Cusco, después de una ausencia de seis años.

Los chasquis llevaban al Cusco las noticias de la proximidad de


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Tupac para que se iniciaran los preparativos del triunfo. Se realizó

entonces uno de los recibimientos más grandes que jamás tributara la

capital imperial a soberano alguno. El día indicado, salió Pachacutec al

encuentro del joven príncipe en sus adornadas andas, rodeado del

respeto y de la adoración de sus súbditos. Con él marchaba un ejército

de treinta mil hombres, ataviados con ricas prendas, luciendo patenas

de oro y plata. La aparición del ejército de Tupac fue recibida entre

gritos de júbilo y alaridos de guerra. Los tambores y las trompetas de

caracol tocaban como si se tratara de un verdadero ataque. En un fiero

ademán, se entrelazaron los dos ejércitos, simulando una lucha. Luego

tomó el Inca Pachacutec la jefatura de las tropas y despachó parte de

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los soldados al Cusco, bajo el mando de un orejón. Ellos iban a

apostarse en la fortaleza y las afueras de la ciudad, con el fin de

representar todo un ataque y una defensa de la metrópoli.

Mientras tanto, el pequeño Huayna Capac, nombrado generalísimo


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del ejercito atacante, marchaba hacia el Cusco a la cabeza de cincuenta

mil soldados. Seguramente de todas las comarcas llegaban dignatarios

y curacas a presenciar el simulado combate con que se iniciaban los

festejos y regocijos del arribo de Tupac. Pocos habitantes quedarían en

la ciudad, apostándose los simples runas en las alturas que rodeaban el

Cusco para gozar del espectáculo. A la orden del diminuto jefe, se

lanzaron los soldados, todos relucientes de plumas y de oro, sobre la

milenaria ciudad. Después de la pantomima de lucha y de resistencia,

no tardaron en rendirse las tropas guarecidas en la fortaleza,

dirigiéndose triunfalmente Huayna Capac al Coricancha.

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Largas fueron las fiestas que se sucedieron en el Cusco. Mucho
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tenían que narrar los épicos cantores sobre las hazañas de Tupac

Yupanqui, retumbando el grito de “¡Haylli! ¡Haylli!” por toda la ciudad.

En la ceremonia realizada en Aucaypata, en la cual se desplegó el botín

traído por el príncipe, tomaron asiento en el lugar principal, en sus

tianas iguales, el Inca Pachacute y sus dos hijos, Amaru y Tupac. Lucían

los tres la mascaypacha sobre el capac-llauto o gorro mitrado,

adornado con plumas sagradas. Pachacutec tenía en la mano el suntur-

paucar, también arreglado con plumas. Amaru lucía un pequeño

champi de oro, mientras Tupac empuñaba el topayauri o cetro de oro,

emblema del mando supremo. Esta fiesta fue la realización de todos los

deseos del viejo Inca; después de largos años de esfuerzo y de lucha,

[El] había logrado forjar un Imperio.

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La vida de Tupac transcurre en constantes viajes por el inmenso
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territorio. Incansable, [El] recorría sus dominios apaciguando amagos

de revueltas, sublevaciones, o estableciendo la organización y las leyes

incásicas en tan vastas regiones. Este soberano pasó la mayor parte del

tiempo en viajes continuos. [El] Es indudablemente el monarca que

mejor conoció sus dominios, en gran contraste con Huascar, que pasó

casi toda su vida en el Cusco, sin ninguna experiencia en el arte de la

guerra. Error que pagó bien caro en la lucha con Atahualpa.

Una vez que quedó Tupac de único señor, a la muerte de su padre,


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emprendió entre otras, la conquista de la región selvática, la [El] de los

Charcas y sobre todo la [El] más importante, la [El] de Chile. Corto fue

el reinado de este soberano comparado con los [El] de su padre y su

hijo. Balboa asegura que las fatigas de las guerras alteraron su salud y

lo envejecieron antes de tiempo. En todo caso, podemos afirmar sin

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temor a error que su gobierno no duró más de diez años. En las fiestas

del triunfo que acabamos de narrar, el pequeño Huayna Capac tenía

alrededor de cinco años, y a la muerte de su padre lo encontramos

suficientemente joven aún para necesitar un tutor.

La muerte de Tupac Yupanqui debió ser repentina. En los cronistas


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encontramos discrepancias en cuanto al modo y lugar de su deceso. Su

sucesión no dejó de promover intrigas entre sus descendientes, debido

seguramente a lo sorpresivo del acontecimiento. Un hijo mayor de

Tupac llamado Capac Huari pretendió ceñir la mascaypacha, pero un

fiel tío de Huayna Capac, que ocupaba el alto cargo de gobernador del

Chinchaysuyu, desbarató el complot. Debido a su tierna edad, el joven

príncipe no pudo asumir el poder y hubo necesidad de nombrar a un

regente. Quedó designado para tan importante cargo un tío lejano del

Inca, pero ambicioso de poder, no tardó en intrigar y preparar una

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revuelta con el fin de imponer en el gobierno a su propio hijo.

Descubiertas sus malas intenciones e impartidos los castigos merecidos,

decidió Huayna Capac asumir el mando. Tres años demoraron los

preparativos para las ceremonias del matrimonio del Inca y la toma de

borla. Seguramente fue esta una de las fiestas de mayor esplendor del

Incario.

El lapso de tiempo designado para la preparación de los festejos


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pasó en febril agitación, no solo en la capital, sino en todo el

Tahuantinsuyu. Las tejedoras, agachadas sobre sus telares, combinaban

los complicados dibujos y colores para los hermosos mantos que salían

de sus hábiles manos, los plateros andaban atareados labrando patenas,

orejeras y brazaletes para los altos dignatarios, los soldados y el séquito

real. De todas las regiones del Imperio traían víveres para abastecer de

antemano los depósitos y poder sostener la enorme multitud que vendría

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desde las remotas fronteras. Los sacerdotes reunían en los recintos

sagrados a los animales que serían inmolados a las diversas deidades,

mientras los expertos artesanos confeccionaban las armas que serían

entregadas al soberano durante las ceremonias.

Al acercarse el solemne día, llegaban los curacas y jefes del Incario,


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los [El] más importantes en andas o hamacas, los demás a pie

acompañados de numeroso séquito. Seguramente los cerros y collados

vecinos del Cusco estaban cubiertos de vistosos toldos para dar

alojamiento a soldados y servidores que no podían encontrar albergue

en la misma metrópoli. Santa Cruz nos cuenta que cincuenta mil

soldados vigilaban desde las afueras de la ciudad y la fortaleza de

Sacsahuaman. Según este mismo cronista, primero se llevó a cabo el

matrimonio del Inca, después tuvo lugar la toma de borla y al último

[El] la ceremonia del vasallaje.

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CORONACIÓN DE HUAYNA CAPAC

Nunca estuvo el Cusco tan galantemente adornado como en esos días.


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Los techos de paja de los templos y palacios estaban recubiertos de

brillantes y ricas plumerías, bajo el resplandor solar relucían los rojos

vivos, los azules profundos y los verdes esmeralda, magnífico tributo

de las aves selváticas al joven soberano. Las calles no ofrecían menos

colorido: las paredes de piedra regulares y simétricas se escondían bajo

tapices de finísima lana, con dibujos complicados de seres míticos, o

lucían vivos tejidos de plumas. En el suelo, el verde tierno de los juncos

se perdía entre el derroche de espigas de oro y plata.

Por fin llegó el día esperado para iniciar las fiestas. Los concurrentes
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apostados en las calles, ataviados lujosamente, se preparaban en alegre

bullicio para ver pasar a los soberanos. De pronto tronaron los roncos

tambores, sonaron las agudas notas de las flautas y los bramidos de las

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trompetas de caracoles. [El] Era la señal esperada: en ese momento, el

Inca salía del palacio de su abuelo Pachacutec para dirigirse al templo

del Hacedor. [El] Iba en sus andas relucientes de oro, sin borla, con solo

un champi o porra de oro en la mano y cargado por altos personajes. Al

mismo tiempo, la joven desposada, Mama Cusirimay, abandonaba en

una litera el palacio de Pucamarca, residencia de su padre, el Inca Tupac

Yupanqui, acompañada de curacas y señores. Lentamente [El]

recorrieron las calles que los separaban del templo, entre la admiración

y la adoración del pueblo. Ya en el recinto sagrado, el sumo pontífice

calzó a los novios con sandalias de oro y entregó al Inca unos brazaletes

del mismo metal y a la coya unos alfileres para sostener su manta.

Solemnes sacrificios y cantos imploraban al Sol por la felicidad de sus

dos hijos.

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Días después, en el templo del Sol, ceñía Huayna Capac la borla y
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recibía las demás insignias del poder, entre otras [El] el topayauri o

cetro real. Esta vez iniciaban el desfile las momias de los pasados Incas;

a paso lento, [El] eran conducidas en sus lujosas andas, rodeadas de sus

descendientes, servidores y mujeres. Impresionante debía ser la

procesión de los pasados amos del Cusco, genealogía oficial y viviente

del Imperio. Los espectadores los enumeraban seguramente en tono

bajo, a medida que [El] ocupaban sus respectivos asientos por dinastías,

los [El] del Cusco Bajo al frente de los [El] del Cusco Alto. Principiaban

entonces los cantantes recordando pasadas hazañas.

Varias lunas duraban las fiestas de la toma de la borla. Unas


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ceremonias eran graves y solemnes; en otras [El] se entregaban los

asistentes a bailes y regocijos. Antes de despedir el soberano a todos

sus invitados, se efectuaba en Aucaypata, la plaza principal de la

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ciudad, la ceremonia de vasallaje, a la que acudían los curacas grandes

y pequeños y los señores del Incario. Al final [El], con mucha humildad

y respeto [El] decían al Inca: “Señor, mirad por la Coya, nuestra reina

y señora; mirad que es vuestra mujer; tratadla bien y honradla mucho,

no riñáis señor con ella. Y a ella [El] decían otro tanto, encargándole

mirase mucho por el Inca, y que pues era su marido, que le sirviese y

obedeciese, y después encargaban, a entre ambos juntos, que mirasen

mucho por los vasallos e indios que tenían a su cargo”.

FICHA BIBLIOGRÁFICA

ROSTWOROWSKI, M. (2014). Los Incas. Cap. 1: «El apogeo del Imperio»


(1955), pp. 24-28. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. 192 págs.

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